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MANUEL LORENZO DE VIDAURRE

INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

2015
I N S T I T U T O P A C Í F I C O

MANUEL LORENZO DE VIDAURRE

INTRODUCCIÓN AL
PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL
INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

El presente volumen recoge los textos introductorios que Ma-


nuel Lorenzo de Vidaurre realizara a los tres volúmenes de su
Proyecto del Código Civil peruano, publicados sucesivamen-
te en los años 1834, 1835 y 1836 (Imprenta del Constitucional
por Lucas de La Lama, el primero, e Imprenta del Constitucio-
nal por Justo León, los dos últimos, en Lima). El Proyecto está
dividido así: Primera parte: De las personas, Segunda parte:
Dominios y contratos y Tercera parte: Todo lo que corresponde
a las últimas voluntades.
Manuel Lorenzo de Vidaurre y Encalada (Lima, 19 de mayo
de 1773 – Lima, 9 de marzo de 1841) fue un jurista, político y
ensayista peruano. Fue el primer presidente de la Corte Supre-
ma de Justicia del Perú (1825), cargo que ejerció en tres perío-
dos. También ejerció la presidencia del Congreso Constituyen-
te en 1827, y el ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores
en ese mismo año y en 1832.

INSTITUTO PACÍFICO 5
ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

PRESENTACIÓN ........................................................................................................... 9
PRÓLOGO A LA PRIMERA PARTE DEL PROYECTO DEL CÓDIGO CIVIL:
DE LAS PERSONAS.......................................................................................................... 11
INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE DEL PROYECTO DEL CÓDIGO CIVIL:
DOMINIOS Y CONTRATOS.............................................................................................. 15
PRÓLOGO A LA TERCERA PARTE DEL PROYECTO DEL CÓDIGO CIVIL:
LAS ÚLTIMAS VOLUNTADES........................................................................................... 17
INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

EXCMO. SEÑOR*

Cuando V.E. por un exceso de delicadeza me nombró para que escribie-


se el Proyecto del Código Civil, fue porque reservandose la autoridad de
corregirlo, previó lo facil que le era enmendar mis defectos. Es llegado el
caso de hacer V.E. ostentación del fondo de sabiduría que justamente le
ha traído el respeto general de la nación. Embellezca V.E. con sus luces el
cuadro; tome el cincel, y anime con arte prodigioso esta estatua imperfecta.
Lo que la jurisprudencia con paso retrogradado perdió en los últimos veinte
años á recuperarse va con la obra sublime que producirán los magistrados
de este tribunal: magistrados que reunen en alto grado talentos, literatura
y experiencia. El areopago juzgaba por las leyes que había recibido. Este
areopago juzgará por las que él mismo ha trabajado, sometiéndolas antes á
la voluntad soberana del pueblo.

¡Que gloria, que nombres tan ilustres se perpetúen unidos á los cuerpos de
nuestra legislación! Reboza el placer en mi pecho, al contemplar el mío es-
crito allí, aunque sea en la última línea. Este decoro, de que no era digno, lo
debo á la generosidad de V.E. y por esto le ofrezco con humildes respetos,
y sumiso espero su enseñanza para continuar sin descanso las otras dos
partes del proyecto.

Exmo. Señor.

Lima, Agosto 30 de 1834.

M.L. Vidaurre

* Palabras incluidas en el volumen Proyecto del Código Civil peruano dividido en tres partes. Primera
De las personas. Escrito por el ciudadano M. L. Vidaurre (Imprenta del Constitucional por Lucas de
La Lama, Lima, 1834).

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INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

PRÓLOGO A LA PRIMERA PARTE


DEL PROYECTO DEL CÓDIGO CIVIL:
DE LAS PERSONAS*

¡Cuanto, engaña al hombre su natural orgullo! Crecen con su imaginación las


aptitudes y las fuerzas. Hace el ensayo; una triste experiencia lo confunde y
ruboriza. Si permanece en su prestigio, es menor su mérito. El mayor de los
defectos es tocarlos y no percibirlos. Creí que me era posible presentar al
público una obra, que requería artífice mas diestro. El incesante estudio de
las legislaciones antiguas y modernas; la meditación sobre ellas por muchos
años; la dilatada práctica en los tribunales; la multitud de causas que había
protegido ó juzgado; mis observaciones en otros reinos y repúblicas, fueron
los motivos de mi necio alucinamiento. Descubría tachas en los códigos
Austriaco, Prusiano, Francés; pero admiraba también en ellos los progresos
de una acendrada filosofía. Es llegado dije, con Bacon, el tiempo de estable-
cer una legislación perfecta. Entre las enmarañadas selvas de las pandectas
romanas, de los cuerpos de derecho canónico, de los difusos y voluminosos
de la España, registraba plantas y árboles de delicada fragancia y exquisito
gusto. Un inglés y un francés me daban reglas para una exacta codificación.
Tenía por una paradoja la idea del jurisconsulto de Berlin Sawigni, que juz-
gaba no haberse acercado la época dichosa de corregir, ordenar y perfec-
cionar las leyes. ¿Que nos falta? preguntaba. Tal vez se presentarán obstá-
culos en aquellos pueblos, que no logrando de códigos políticos, derivados
de la naturaleza, no pueden conforme á ella acomodar los civiles. A nosotros
todo se nos allana. No tenemos soberanos con quienes contemporizar: la
soberanía está en el pueblo. Una religión degradada por la superstición y el
fanatismo, no detiene nuestros pasos; veneramos el dogma, despreciamos
las imposturas. No chocamos con intereses particulares de la aristocracia:
nuestra nobleza consiste en la virtud y el mérito: emprendamos.

* Palabras incluidas en el volumen Proyecto del Código Civil peruano dividido en tres partes. Primera
De las personas. Escrito por el ciudadano M. L. Vidaurre (Imprenta del Constitucional por Lucas de
La Lama, Lima, 1834, pp. v, vi y vii).

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MANUEL LORENZO DE VIDAURRE

David dejó preparados los materiales, para que se edificase el templo de


Dios: Dios había dotado de sabiduría al hijo de ese príncipe. El edificio co-
rrespondía á los talentos del que lo había dirigido. También reuní los ele-
mentos que contemplé necesarios; me falta el principal, el espíritu y el génio.
¡Qué de veces estuve para arrojar mis estractos, y hacer una confesión
pública de mi ineptitud! Sacrificio grande; pero ninguno lo fué para mi, resul-
tando en utilidad de mi patria. Asi vacilaba entre el deseo y el temor, aumen-
tandose de continuo mi angustia, cuando meditando á solas en mi paseo
diario, logro algún vislumbre de consuelo. Observo un jornalero pobre que
conducía las piedras destinadas á un magnifico monumento. Yo soy este
dijo entonces: acopiaré masas informes, que puedan servir á los códigos.
El que recoge apuntes y memorias queda en rango menos elevado que
el historiador; empero sus trabajos aprovechan. Con estos auxilios, Tácito,
Gibbon y Robertson embellecieron la historia. Todo sale en bruto de mi plu-
ma. Son los átomos desconcertados de Epicuro, arreglados despues por la
voz de la sabiduría: metales y piedras preciosas que convertirán en joyas y
preseas la Corte Suprema de Justicia y nuestro cuerpo legislativo.

Una mala vergüenza, una pusilanimidad por caracter, un miedo no inocente


de parecer menos ante la opinión pública, no detenga á los obreros. Egemplo
os he dado, como lo he hecho hacedlo. ¿Qué me importa que se me com-
pare al buey que ara, o al peón que lo conduce, si labradores inteligentes
esparcirán la semilla, arreglarán el riego, animarán con su industria el cam-
po antes inculto? Penetraos magistrados civiles y políticos de la importancia
de las instituciones judiciarias. Mis palabras trémulas, mis débiles escritos,
mis frases monótonas no alcanzan á formar la pintura de tan digno objeto.
Mendigo el razgo de unos literatos, que se distinguen por su juiciosa crítica,
en la Europa y en la América*. “De todos los resortes de la organización po-
lítica, no hay ninguno que influya mas constantemente, mas universalmente
sobre el estado de los hombres, que las instituciones judiciarias. Ellas tocan
á todos los intereses públicos y privados; garantizan o comprometen la vida,
el honor, la fortuna de todos, en todas las posiciones, en todas las condicio-
nes, en todos momentos: son el principio y fin de la civilización. Es por ellas,
que se efectúa la pacificación del género humano, primer designio de toda
sociedad civil. Es cuando ellas cesan de reynar, que renacen, las guerras
intestinas de familia á familia, de hombre á hombre, según, que son podero-
sos o débiles, equitativos o injustos, bien ordenados o confusos, permanen-

* Los editores de la Revista Enciclopédica, sobre el 2° y 3° tomo de la obra de Meyer – Vol. 10.

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INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

tes o inciertos, vasallos de un imperio donde se goza con seguridad de los


derechos, o languidos en la inquietud de una libertad precaria”.

Pero no proclamo con esclusión de otros á los cuerpos llamados por la Car-
ta á este honroso trabajo. La legislación corresponde á todos, todos deben
concurrir con su experiencia y conocimientos. El hombre es filósofo por la
naturaleza. El principio de la ciencia no es otro, que el egercicio de la razón.
Es por esto que divido mi obra en tres partes. Me he propuesto en ello,
ademas del método riguroso, dar tiempo entre las publicaciones, para que
los ciudadanos de este departamento y de los demás, manifiesten por la im-
prenta, los artículos que deben corregirse, suprimirse o enmendarse. ¡Que
cúmulo de luz debo esperar! ¡Que gloria para la patria, que pueda decirse–
los código peruanos son la reunión de las leyes dictadas por la voluntad
general y particular de la nación! Véase alguna vez un pueblo con un solo
entendimiento, una sola voluntad.

Esta es la brújula que me ha conducido: he sacrificado mis opiniones priva-


das á los juicios de la mayoría. Si debe haber sociedades decía Locke, en
ellas el voto del mayor número, es una ley de la naturaleza. ¿Qué adelan-
taría con formar utopías impracticables, mal recibidas, detestadas? Salían
los sábios á correr el mundo para adquirir nociones y aprovecharse de ellas,
legislando despues en su pais. Mucho importa: sin embargo la naturaleza,
las costumbres, los errores, los perjuicios nacionales, deben ser el primer
estudio del legislador. No chocar de frente, no mandar sin preparar, no pre-
tender perfecciones que dependen del tiempo y de la ilustración.

Con un semblante tranquilo y risueño bajaré al sepulcro, si logro antes de


morir, que el Perú tenga leyes propias y buenas. Si se vé con indiferencia
este negocio grande, si se posterga, si se difiere de legislatura en legislatu-
ra, acusaré en la eternidad de continuo ante el Dios justo á los que causan o
perpetúan nuestros males. No tumultos y sediciones, no injusticias públicas
y privadas, no obstáculos á las industrias, impedirán la felicidad del estado,
donde la legislación oponga inatacable barrera al ímpetu de las pasiones.
Sembremos el buen grano, cultivemos la tierra con cuidado y esmero, al
gustar los frutos nuestros nietos, bendecirán nuestra memoria.

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INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE


DEL PROYECTO DEL CÓDIGO CIVIL:
DOMINIOS Y CONTRATOS*

INTRODUCCIÓN

¿Que entiendo por naturaleza? ¿Es un vocablo del que uso para negar la
visible existencia del Creador del universo? No compatriotas míos; existe un
Dios, un Dios, legislador. Cuando digo habla la naturaleza, entiéndaseme,
habla su autor. Los hombres me seducen, me engañan, me estravían; el ser
por quien existo, me enseña, si quiero oír su voz. Siempre compadecí el li-
naje á que correspondo. Más que nunca despues que me contraje el trabajo
de este código. Entre la insania y las pasiones, descubría meditando una
centella de la justicia primitiva. En las legislaciones más antiguas, leía algún
renglón escrito por la mano eterna. Para acertar era preciso separar á los
mortales, y acogerme bajo la protección del que vive. Pero ah! yo también
soy hombre, sujeto á las mismas enfermedades, expuesto á los mismos
errores, esclavo de las pasiones mismas. Si desconfío de los otros, ¿por qué
confiar presuntuoso en mí? Con dos guías somos conducidos –la razón y
la revelación– ¿Y como seguirlas sin el socorro de mis semejantes? No hay
remedio. Ocurro á ellos, más no como á oráculos. Una sola es la fuente de
la verdad, el ente supremo á quien venero –Escucho las palabras humanas,
pero antes de decirme á recibirlas, presto oído atento al padre de la sabidu-
ría. Escojo entre las legislaciones pasadas aquellas partecillas que me pare-
cen divinas. No soy ingrato á los desvelos de mis mayores; ellos prepararon
materiales á mis trabajos, como yo los preparo al resto de mis compañeros.

* Palabras incluidas en el volumen Proyecto del Código Civil peruano dividido en tres partes. 2.a Parte.
Dominios y contratos. Escrito por el ciudadano M. L. Vidaurre (Imprenta del Constitucional por Justo
León, Lima, 1835).

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MANUEL LORENZO DE VIDAURRE

Examinad amigos los pactos, que os propongo. No son estos libros diverti-
dos, romances, ni novelas. Su lectura es seca e insípida. Un libro de lejis-
lación, es para muchos un perfecto soporífero. Pero reflexionase, que de
él depende la felicidad particular y general, huirá el sueño y se avivará el
discurso. Solo advierto, que para la crítica, no se mantenga una respetuo-
sa prevención en favor de lo que fue. No se tenga por sacrilegio, volver
la espalda á lo que antes se incaba la rodilla. Todos y cada uno hagase
esta pregunta. ¿Las antiguas leyes eran más conformes con la naturale-
za? ¿Chocarán las que se nos proponen con la voluntad divina? ¿El Dios
que quiere hacernos felices, desaprobará reformas que tienen ese objeto?
Según la respuesta que cada uno se dé á sí mismo, será la aprobación o
desaprobación de esta obra.

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INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

PRÓLOGO A LA TERCERA PARTE


DEL PROYECTO DEL CÓDIGO CIVIL:
LAS ÚLTIMAS VOLUNTADES*

Al concluir la segunda parte de esta obra, una enfermedad repentina me avi-


sa, que era mas oportuno arreglar mi última voluntad, que formar proyectos
sobre las disposiciones testamentarias de mis conciudadanos. Conocía en
las entrecortadas espresiones de mis amigos cuanto cuidado les causó mi
inesperada dolencia. El semblante de los domésticos hubiera ajitado otra
alma menos imperturbable. Estas jentes sencillas hablan sin hablar, y su
fisonomía se esplica con más elocuencia, que acertáran insignes oradores.
Hace mucho tiempo, que soy un estoico-cristiano: no tanto que el dolor me
sea indiferente: para el dolor no hubo estoico; la muerte nada me asusta, es
un fin que la sabiduría humana no alcanzó á eludir. ¿Si ha de ser que impor-
ta el cuando? Sólo queda el desconsuelo de no haber consumido todos los
instantes de la vida en servir á la humanidad y á la patria: al Dios que no se
vé se le sirve haciéndonos útiles á sus criaturas.

Se me conduce de la cama al estudio: trabajo y medito. ¡Ah que necesitaba


en esta ocasion una salud robusta! Millares de leyes es preciso reconocer.
¡Cuanta obscuridad, cuanta confusión, cuantas opiniones contrarias! ¿Y el
objeto de todo? Saber, cual fué la voluntad de un testador, ó anular su vo-
luntad espresa si es irracional. ¿Y este problema no pudo resolverse por los
Ulpianos y Papinianos, por los Bartolos y Cujacios, por los Montesquieus y
DʼAgueseaus? Vislumbres bailamos en sus obras, no una claridad que pue-
da conducirnos. No soy tan vano, que aspire á que se me tenga por un orá-
culo. Mi natural desconfianza crece con la debilidad de mi fisico. Mis esfuer-
zos serán estímulos, para que otros fabriquen con más facilidad. Solo diré

* Palabras incluidas en el volumen Proyecto del Código Civil peruano dividido en tres partes. 3.a Parte.
Comprende todo lo que corresponde á las últimas voluntades. Escrito por el ciudadano M. L. Vidaurre
(Imprenta del Constitucional por Justo León, Lima, 1836, pp. iii al vii).

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con respecto al asunto que me ocupa, que el gran paladium de las últimas
voluntades consiste en hacer de modo, que el impostor no sea el que teste,
constituido el dueño de los bienes en máquina, de cuyas manos y labios se
disponga. Este es el argumento principe de este libro.

En el prólogo de la obra de M. Meyer, titulada “Espíritu, orijen y progresos


de las instituciones judiciales en los principales paises de Europa”, leo es-
tas brillantes clausulas—De todos los monumentos que nos representan los
siglos pasados, no hay otros más interesantes para el verdadero historia-
dor, que las leyes y las instituciones judiciales de los pueblos. En relación
inmediata con los usos y costumbres las leyes son la fuente pura de la cual
extraen sus aguas la filosofía y la historia”. En todo el curso de este proyecto
se habrá observado, que remontándome á los primeros días de las nacio-
nes, procuré indagar las leyes más antiguas. No fué mi objeto hacer alarde
de una erudición singular. Creí que los pactos más naturales y sencillos eran
aquellos en que habian estado conformes los pueblos. Veía en ellos la bella
efijie de la naturaleza, no desfigurada por la ignorancia de los intereses. Las
solemnidades de los testamentos, concibo, que fuéron consecuencia del
vicio y corrupción: la protección á los hijos postergados por los padres, un
ausilio contra la destructora mano de un despotismo, que se hacia horrible
en las mismas familias. El disponer el hombre en la muerte de sus bienes es
una ley dictada por la razón. Las solemnidades, cautelas y ordenanzas en
esas disposiciones son los recursos de la razón contra la injusticia.

De la testamentifaccion tenemos los datos mas antiguos que puede fran-


quear la historia. Se hallan en el libro del Génesis1 en el Deuteronomio2 en el
Eclesiástico3. Grecia, refiriendose á Sofocles, habla del testamento de Her-
cules y Euripides del de Alcesto. Y aunque el sabio Barbeyrac no tiene por
una propia disposición testamentaria las palabras de Hercules, no niega ese
carácter á la de Alcesto. En la Iliada y la Odisea se encuentran rastros bien
palpables: tales son la donación de Telemaco y las palabras de Andromaca
y Penelope—No nos diriamos verdaderos propietarios de nuestros bienes,
si no pudiesemos disponer libremente de ellos para despues de nuestra
muerte. Quintiliano conceptúa que de otro modo su posesión nos seria des-
agradable. Es por esto, que Plutarco escribe, que cuando Solon permitió á
los Atenienses hacer testamento, constituyó á cada uno en el pleno y verda-
dero dominio de su haber. Sábios jurisconsultos sostuvieron que la facultad

1 Cap. 15 v. 2.
2 Cap. 21 v. 16.
3 Cap. 33 v. 35.
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de testar era un beneficio de la naturaleza, que no debia suprimirse por la ley


positiva. Lo que dijeron Aristoteles, Tacito, Plutarco y Ciceron de las costum-
bres de los pueblos, donde este derecho fue desconocido, son excepciones
que no destruyen la regla jeneral.

Pero el dominio social no es el dominio natural. La libertad sin pacto es el


juguete de la fuerza, la facil presa del astuto. Nuestra libertad política es la
verdadera libertad, porque es la libertad arreglada á la razon. No se testará
sin las solemnidades establecidas por las leyes, para asegurar el efecto de
la voluntad del testador: para que se ejecute su verdadera voluntad. Se oirá
al hijo que reclama una parte de sus bienes, porque la nación no quiere en
su seno monstruos que hagan perecer lo mismo que producen. Ritos y de-
cretos se relacionarán al bien jeneral y particular. La diferencia de relijion, de
patria, ni de conducta no impediran la herencia. Concluyan las excepciones
y naciones de torpes personas y torpes causas. Si la moral en esta parte se
resiente algo, la justicia natural en la prohibición se resentía mas. Dos solos
serán los puntos de la lejislación en esta parte. Hacer que valga lo dispuesto
por el testador, y no consentir que se olviden las obligaciones que en vida
tuvo el testador para ciertas personas, que continuan despues de su falleci-
miento, y que se han de pagar con sus bienes.

Me apartaré bastante de nuestros códigos anteriores, pero me acercaré mas


al órden natural. Si mis teorías no fuesen aprobadas, ¿dejará por eso de ser
útil el ecsamen? La disputa es el modo de descubrir la verdad. El triunfo de
Condillac, se eleva con la contestacion á los ideolojistas alemanes. Algunos
de mis amigos querian me separase lo menos posible de las leyes españo-
las: yo no transijo con el error.

No me atribuiré las reglas generales de que he de usar en esta exposición.


Las hallo admitidas en las principales naciones, aunque en todas no bien
aplicadas4. Verba intentioni debent inservire et benigne interpretantur char-
tas propter simplicitatem laicorum. ¿Que cosa mas impropia que buscar la
propiedad de las palabras y su filosófica intelijencia en lo escrito ó dictado
por un rústico, un hombre vulgar, una muger? Si esto tuvo presente el juris-
consulto ingles, entre nosotros la doctrina es mas necesaria. Cuasi en todas
las provincias hay vocablos patricios y algunos de ellos con significaciones
bien opuestas á las recibidas en otros lugares. Aquí el acsioma de Blacksto-
ne. Mala gramática non viciat chartam. Ni un mal inglés, ni un mal frances, ni

4 Blackstone cap. 23 lib. 2

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un mal español, ni un mal latin, dará causa para que se anule un testamento
ó algunas de las clausulas que en él se contienen.

Es también preciso que no se consientan interpretaciones cuando no hay


ambigüedad en las palabras. Fuí juez en muchos procesos en que de por
fuerza y con cavilaciones se quería que dijese el testamento lo que no habia
dicho el testador. No negaré que se halla á las veces obscuridad en lo escri-
to, pero son mas aquellas en que se quiere hacer obscuro lo que es claro y
manifiesto.

Si hubiese una duda racional ocúrrase á otras reglas. 1ª. Ex antecedentibus


et consecuentibus fit optima interpretatio. Es lo mismo que acostumbran los
sabios en los vacios que encuentran en los pergaminos antiguos ó en las pa-
labras que del todo no pueden leerse. Las suplen manteniendo el sentido de
los pensamientos anteriores y posteriores del autor. 2ª. Verba debent inteligi
cum effectu, ut res magis valeat quam pereat. La razon es que no puede
presumirse que ningun hombre en su juicio quisiese en aquel acto tan serio
ni burlarse, ni disponer de tal manera que quedase sin efecto su disposicion.
Estoy tan convencido de esto que me aparto de muchos jurisconsultos que
han opinado que si en un testamento se encuentran dos clausulas entera-
mente contrarias, subsista la primera, no la segunda. A mi ver la disposición
es nula; ella manifiesta que no se hallaba el testador en su entero juicio.

Cuando el testamento se refiere á otro instrumento para conocer el sentido


y justa intelijencia, se tendrán presentes ambas piezas.

Si la clausula tiene dos sentidos, uno contra la ley y otro conforme á ella, el
majistrado no debe vacilar: decídase por lo que está en armonía con la ley.

¡Cuantas leyes del derecho romano, cuantas difusas disertaciones, cuantos


discursos elocuentes se inutilizan con unos pocos articulos!

De cualquier modo que conste la última voluntad del hombre, disponiendo


de sus bienes para despues de sus dias, es un testamento, no es necesa-
rio nombramiento de heredero, protesta de relijion, ni ninguna de aquellas
pesadas ritualidades que tanto respetaron nuestros abuelos. Este pensa-
miento del jurisconsulto Papiniano es una ley que observada evitará innu-
merables procesos.

20 ACTUALIDAD CIVIL
INTRODUCCIÓN AL PROYECTO DE CÓDIGO CIVIL

Sea también un dogma legal que el testador puede añadir, mudar, variar
enteramente su voluntad, sin que le obste juramento, protesta, ni clausula
derogatoria. Releguense á la polilla los innumerables volúmenes escritos
sobre la fuerza del juramento por civilistas y canonistas. Esta solemnidad
sagrada se aplicaba generalmente á aquellos contratos, cuyo valor era du-
doso. La clausula derogatoria fue la cautela de un heredero que temía las
asechanzas de otro pretendiente á los bienes.

La alteración que haga el testador en lo que antes dispuso, llamese testa-


mento, codicilo, adicción, dése el nombre que se quiera y sea cual fuese su
forma, como tenga la misma prueba legal que el testamento, es lejitima y
válida: yo prefiero el titulo de adiccion.

Con este bosquejo se anticipa el concepto sobre la obra. Dignos compatrio-


tas, recibid este ultimo tributo de mi gratitud, de mi amor, de mi fidelidad al
pacto. Ya me faltan las fuerzas, ya la memoria disminuyó en sus dos partes,
ya mi corazon apenas palpita, ya siento el miedo antes desconocido, ya el
ruido me molesta, ya la perspectiva de la indijencia me abate. Las ramas
del árbol se pudren, el tronco se carcome, las raíces no reciben los fluidos,
presto caerá repartiendose los restos físicos entre innumerables seres. Pero
esa parte preciosa, soplo del Dios vivo, permanecerá para siempre—Inmor-
talidad—Divino elixir, tu me confortas, me sostienes, me animas. Comienzo
mi última taréa—Providencia piadosa, concédeme este corto plazo que te
ruego y suplico.

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