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Sujetos Del Proceso Civil Hinostroza Minguez
Sujetos Del Proceso Civil Hinostroza Minguez
La intervención de las personas indicadas líneas arriba así como las figuras jurídicas
enunciadas en el párrafo anterior, reguladas, dicho sea de paso, en la Sección Segunda
("Sujetos del proceso") del Código Procesal Civil, han sido escasamente tratadas en la
bibliografía nacional, pese a su innegable trascendencia y a lo intrincado del tema que
amerita, por ello, ser esclarecido debidamente. Atendiendo a lo expuesto, decidimos
desarrollar una investigación sobre el particular que desencadenó en la presente obra
titulada, precisamente, SUJETOS DEL PROCESO CIVIL, cuya estructura doctrinaria
es como sigue:
Además, dada la importancia que tiene en el quehacer jurídico, se incluye en esta obra
la jurisprudencia casatoria vinculada con el tema de que se trata, la misma que se halla
contenida en los puntos doctrinarios respectivos (ya sea integrándolos o siendo citada en
forma aparte).
No queda sino agradecer a la Casa Editorial por la oportunidad brindada a través de esta
publicación de dar a conocer a los lectores la investigación realizada sobre los sujetos
del proceso civil, y esperar que ella contribuya en algo a aclarar las dudas o a
perfeccionar el conocimiento que se tenga sobre el tema.
EL AUTOR
CAPÍTULO I
1. JURISDICCION
1.1 Significado
Para Monroy Cabra "... la jurisdicción es la facultad de administrar justicia que tiene el
Estado a través del órgano jurisdiccional (...). La jurisdicción es la potestad del juez de
hacer justicia..." (MONROY CABRA, 1979: 99).
A criterio de Véscovi "la jurisdicción (...) es la función estatal que tiene el cometido de
dirimir los conflictos entre los individuos para imponer el derecho. Como su etimología
lo expresa, significa 'decir el derecho' Iurisdictio) aunque, en la concepción más
moderna, no sólo es eso juzgar) sino también ejecutar lo juzgado..." (VESCOVI, 1999:
5). Dicho autor precisa que "... la potestad jurisdiccional (...) es el poder-deber de (...)
imponer la norma jurídica resolviendo los casos concretos con el fin de lograr la paz
social mediante la imposición del derecho. Naturalmente que en su realización satisface
intereses privados (y derechos subjetivos) al cumplir dicha función pública"
(VESCOVI, 1999: 99).
Rocco califica a la jurisdicción como "... la actividad con que el Estado, a través de los
órganos jurisdiccionales, interviniendo por requerimiento de los particulares, sujetos de
intereses jurídicamente protegidos, se sustituye a ellos en la actuación de la norma que
tutela aquellos intereses, declarando en lugar de ellos si existe y cuál es la tutela que una
norma concede a un determinado interés, imponiendo al obligado, en lugar del
derechohabiente, la observancia de la norma, y realizando mediante el uso de su fuerza
coactiva, en vez del derechohabiente, directamente aquellos intereses cuya tutela
legalmente se ha declarado cierta" (ROCCO, 1976, Volumen I: 53).
Devis Echandía anota que, en sentido estricto, "... por jurisdicción se entiende la función
pública de administrar justicia, emanada de la soberanía del Estado y ejercida por un
órgano especial. Tiene por fin la realización o declaración del derecho y la tutela de la
libertad individual y del orden jurídico, mediante la aplicación de la ley en los casos
concretos, para obtener la armonía y la paz sociales..." (DEVIS ECHANDIA, 1984,
Tomo I: 73). El mencionado tratadista termina definiendo a la jurisdicción como "... la
soberanía del Estado, aplicada por conducto del órgano especial a la función de
administrar justicia, principalmente para la realización o garantía del derecho objetivo y
de la libertad y de la dignidad humanas, y secundariamente para la composición de los
litigios o para dar certeza jurídica a los derechos subjetivos (...), mediante la aplicación
de la ley a casos concretos, de acuerdo con determinados procedimientos y mediante
decisiones obligatorias" (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 77).
La potestad jurisdiccional del Estado en materia civil, la ejerce el Poder Judicial con
exclusividad.
1.2 Características
Devis Echandía, acerca de los caracteres de la jurisdicción, afirma que ésta "... es
autónoma, puesto que cada Estado la ejerce soberanamente, y es exclusiva, tanto en el
sentido de que los particulares no pueden ejercerla, como porque cada Estado la aplica
con prescindencia y exclusión de los otros y debe ser independiente, frente a los otros
órganos del Estado y a los particulares. Es también única, es decir, que sólo existe una
jurisdicción del Estado, como función, derecho y deber de éste; pero suele hablarse de
sus varias ramas para indicar la forma como la ley distribuye su ejercicio entre diversos
órganos y funcionarios especializados, para el mejor cumplimiento de sus fines"
(DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo 1: 75).
"- Es un servicio público, en cuanto importa (,) el ejercicio de una función pública (...).
Es primaria: Históricamente, inicia la actividad jurídica del Estado; el juez nace antes
que el legislador (...).
Devis Echandía asegura que de la jurisdicción emanan los poderes que a continuación
señala y explica:
Por medio de este poder dirimen con fuerza obligatoria la controversia, o hacen o
niegan la declaración solicitada (...), cuyos efectos en materia contenciosa vienen a
constituir el principio de la cosa juzgada.
b) Poder de coerción.
d) Poder de ejecución.
Se relaciona con el de coerción, pero tiene su propio sentido, pues si bien implica el
ejercicio de coacción y aun de la fuerza contra una persona, no persigue facilitar el
proceso, sino imponer el cumplimiento de un mandato claro y expreso, sea que éste se
derive de una sentencia o de un título proveniente del deudor y al cual la ley le asigne
ese mérito. Cuando se trata de lo primero, se refiere al poder de ejecutar lo juzgado y de
hacer cumplir sus decisiones, que es el imperium de la concepción clásica, Es
indispensable, porque de nada serviría el proceso, si obedecer lo resuelto dependiera de
la buena voluntad del obligado..." (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 79-80).
En lo que atañe a los poderes que emanan de la jurisdicción, Oderigo anota lo siguiente:
Como todo el mundo, debe actuar con conocimiento de causa. Puesto que se ha de ver
en la obligación de dictar sentencia, de producir ese acto culminante de su función que
se llama sentencia, se debe poner en sus manos las facultades necesarias para adquirir
esa noción.
De esta necesidad, derivan las posibilidades instructorias del juez, que las leyes
reconocen y regulan, sea para actuar directamente en la adquisición de las probanzas, o
para atender los requerimientos probatorios de las demás personas interesadas en el
proceso (...).
(..,)
(...)
(...)
2. ORGANOS JUDICIALES
Según Enrique Falcón el Juez es "... la persona investida por el Estado con la
Jurisdicción para el cumplimiento de la misma. El Juez es a su vez un magistrado..."
(FALCON, 1978: 68).
Para Alvarez Juliá, Neuss y Wagner, el Juez "... es aquel que ejerce funciones
jurisdiccionales. En otras palabras es el representante del Poder Judicial del Estado para
el ejercicio de la función jurisdiccional, o sea administrar justicia" (ALVAREZ JULIA;
NEUSS; y WAGNER, 1990: 58).
"... La palabra juez viene de la latina judex: de judicare, juzgar, de modo que su función
principal es la de juzgar, pues el fallo no es otra cosa que la solemne expresión de lo
juzgado.
La palabra juez, es genérica, y comprende a todos los que por pública autoridad,
administran justicia, cualquiera que sea la categoría de ellos" (GALLINAL, s/a, Tomo I:
51).
Micheli, por su parte, señala que "... con la locución 'juez', la ley quiere, de ordinario,
referirse al órgano juzgador, considerado en su unidad (y, por consiguiente, también si
está compuesto de varios miembros) y en su continuidad en el tiempo, prescindiendo,
por consiguiente, de las personas físicas que, en un cierto momento, personifican el
oficio. En algunos casos, sin embargo, la ley procesal toma en consideración directa la
persona física del magistrado -que constituye o concurre a constituir el órgano juzgador-
, cuando esto es necesario a causa de una relación particular entre magistrado y proceso,
como ocurre en tema de abstención, de recusación y de responsabilidad civil (...). Con el
término 'juez' se entiende normalmente el órgano que 'administra justicia civil' (...) ya
esté formado por uno o por varios miembros..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 124-
125).
" ... (Es) una persona individual (o colegiada), que tiene por oficio propio declarar, con
fuerza obligatoria para las partes, cuál sea, en cada caso, la voluntad de la ley (…).
(...) Ante todo, el juez debe ser Extraño a las Partes (...); el juez representa un interés
diverso, es decir, el del Estado en la actuación de la ley y, generalmente, en la
composición del conflicto surgido entre las partes mediante la aplicación eje una norma
jurídica (...).
(...)
(...) La función específica del juez es la de declarar la voluntad de la ley, con efecto
vinculativo para las partes, en los casos concretos" (D'ONOFRIO, 1945: 54-55).
(...) Debe entenderse por órgano del Estado, en sentido jurídico material, al funcionario
público que actuando individualmente o en colegio con otros de la misma jerarquía, se
halla investido de la potestad de crear normas provistas de fuerza obligatoria para sus
posibles destinatarios.
En el proceso judicial, cada uno de los órganos del Estado a quienes corresponde esa
potestad se encuentra personificado en un funcionario, o conjunto de funcionarios,
denominados jueces, quienes revisten el carácter de sujetos primarios de aquél y
cumplen la función pública procesal en los fundamentales aspectos de dirección,
decisión y ejecución.
(...) Cabe por lo tanto definir al órgano judicial como al sujeto primario del proceso,
representado por un juez o por un conjunto de jueces, investido de la potestad de
satisfacer la pretensión o la petición extra contenciosa que constituye el objeto de aquél.
(...)
(...) Desde otro punto de vista, la noción de órgano judicial comprende no sólo al sujeto
procesal primario que hemos caracterizado precedentemente, sino también a otras
personas que integran, junto con aquél, aunque en una posición subordinada, cada una
de las unidades administrativas de que se compone el poder judicial. De conformidad
con esta segunda acepción, puede concebirse al órgano judicial como un agregado o
reunión de personas que se hallan adscritas a él con carácter estable y cuyas respectivas
actividades tienden, en forma coordinada, al cumplimiento integral de la función
pública procesal. Este concepto resulta incluso aplicable a los denominados órganos
judiciales unipersonales, porque la unipersonalidad queda entonces referida a una de las
categorías en que revista el personal del órgano..." (PALACIO, 1979, Tomo II: 7-9).
",.. La Jurisdicción o función jurisdiccional del Estado se realiza (...) mediante órganos
públicos, que, en cuanto tales, no presentan diferencias intrínsecas con los órganos del
Ejecutivo, la Administración y el Poder Legislativo.
(...) Los órganos públicos no son realidades jurídicas personificadas, personas jurídicas,
sino más bien una forma mentis, una construcción jurídica ideada para explicar la fusión
de dos elementos: oficio y funcionario.
(...)
Unipersonales y colegiados, según sean uno o varios (en número impar) los individuos
legalmente llamados a juzgar (...).
De Jueces juristas y de jueces legos (no juristas), según que todo el personal juzgador
deba o no, respectivamente, poseer título académico superior en Ciencias Jurídicas..."
(DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I:28).
"Desde el punto de vista del carácter y del número de las personas que integran la
categoría que hemos llamado juzgadora, los órganos judiciales pueden clasificarse,
respectivamente, en técnicos y legos y en unipersonales y colegiados.
Si nos atenemos, en cambio, a la índole definitiva o no de sus decisiones, los órganos
judiciales pueden ser de conocimiento en instancia única o en instancia plural'
(PALACIO, 1979, Tomo II: 12).
Oderigo, en lo que atañe a las clases de órganos judiciales, manifiesta lo siguiente: "Por
su origen, el juez puede ser ordinario -generalmente conocido bajo el nombre de juez
natural- o extraordinario.
Los jueces colegiados, para funcionar como tales, precisan estar integrados con un
número mínimo de sus miembros, normalmente señalado por las leyes" (ODERIGO,
1989, Tomo II: 137-138).
"... Tribunales unipersonales son aquellos constituidos por un solo magistrado (...).
(...)
(...) Los tribunales unipersonales presentan como ventaja que el juez tiene en ellos,
indudablemente, una mayor responsabilidad; que el juez toma conocimiento personal
del proceso, interviniendo en la formación íntegra del mismo, incluso en la dictación de
la sentencia; que resalta de inmediato, y con mayor facilidad, la ignorancia o
negligencia del juez, lo que permite su pronta eliminación; y que la administración de
justicia tiene que ser más rápida, puesto que es una sola la persona que dicta las
resoluciones.
Los inconvenientes que se anotan de los tribunales unipersonales son, en cambio, que en
ellos se disminuye la posibilidad del acierto; que la falta de discusión impide también
llegar con facilidad al descubrimiento de la verdad; y que es más fácil que en ellos
florezca el arbitrio judicial" (CASARINO VITERBO, 1982, Tomo I: 79).
"... Los tribunales colegiados presentan la ventaja de que aseguran una mayor garantía
de acierto por su propia composición colegiada; promueven entre los juzgadores la
discusión, que es un poderoso instrumento para llegar a determinar la verdad; y ayudan,
en fin, a contener el arbitrio judicial.
- Las Salas Civiles de las Cortes Superiores. - Las Salas Civiles de la Corte Suprema.
También conocen de asuntos civiles los Jueces y Salas de Familia, así como la Sala de
Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia. Esta última conoce,
entre otras cuestiones: A. del recurso de apelación de las resoluciones dictadas por las
Salas Civiles Supremas y Superiores, en las acciones contencioso-administrativas que
ellas conocen en primera instancia; B. en última instancia o en segunda instancia del
proceso de responsabilidad civil contra los Vocales de la propia Corte Suprema y de las
Cortes Superiores y contra miembros del Consejo Supremo de Justicia Militar y otros
funcionarios, conforme a la Constitución y las leyes; y C. del recurso de casación en las
acciones de expropiación (art. 35 -incs. 1), 5),6) y 7)- de la L.O.P.J.).
Tal como lo señala el artículo 65 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, los Jueces de
Paz (no letrados) conocen, de no lograrse la conciliación, en tanto se encuentren dentro
de la cuantía que establece el Consejo Ejecutivo, de los procesos siguientes:
De pago de dinero.
Sumarias intervenciones respecto de menores que han cometido acto antisocial y con el
solo objeto de dictar órdenes provisionales y urgentes, sobre tenencia o guarda del
menor en situación de abandono o peligro moral, por lo que concluida su intervención
remite de inmediato lo actuado al Juez de Familia o al Juez que corresponda.
Es de destacar que los Jueces de Paz (no letrados) están prohibidos de conciliar y fallar
asuntos relativos al vínculo matrimonial, nulidad y anulabilidad de actos jurídicos o
contratos, declaratoria de herederos, derechos sucesorios, testamentos, derechos
constitucionales y aquellos que expresamente señala la ley (art. 67 de la L.O.P.J.).
Además, los Jueces de Paz (no letrados) tienen las mismas funciones notariales que los
Jueces de Paz Letrados (contempladas en el arto 58 de la L.O.P.J. y referidas a
escrituras imperfectas, protestos y legalizaciones), dentro del ámbito de su competencia
(art. 68 de la L.O.P.J.).
- En materia civil:
1.- De las acciones derivadas de actos o contratos civiles o comerciales, inclusive las
acciones interdictales, posesorias o de propiedad de bienes muebles o inmuebles,
siempre que estén dentro de la cuantía señalada por el Consejo Ejecutivo del Poder
Judicial.
4.- De las acciones relativas al derecho alimentario, con la cuantía y los requisitos
señalados por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
En materia de familia:
Según el artículo 49 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, los Juzgados Civiles
conocen:
3. De los asuntos que les corresponden a los Juzgados de Menores (léase Juzgados de
Familia), de Trabajo y Agrario, en los lugares donde no existan éstos.
4. De los asuntos civiles contra el Estado, en las sedes de los Distritos Judiciales.
- En materia civil:
e) Las acciones por intereses difusos regulados por el Artículo 204 del Código de los
Niños y Adolescentes (la remisión actual debe entenderse hecha al art. 180 del Código
de los Niños y Adolescentes vigente: Ley Nro. 27337).
En materia tutelar:
a) La investigación tutelar en todos los casos que refiere el Código de los Niños y
Adolescentes.
f) Las pretensiones referidas a las instituciones de amparo familiar, con excepción de las
concernientes al derecho alimentario, contenidas en la Sección Cuarta del Libro III del
Código Civil y en los Capítulos V, VI y VII del Título I del Libro Tercero del Código
de los Niños y Adolescentes (la remisión actual debe entenderse hecha a los Capítulos
V y VI del Título I del Libro Tercero del Código de los Niños y Adolescentes vigente:
Ley Nro. 27337).
En materia de infracciones:
a) Las infracciones a la ley penal cometidas por niños y adolescentes como autores o
como partícipes de un hecho punible tipificado como delito o falta.
El artículo 40 de la Ley Orgánica del Poder Judicial preceptúa que las Salas Civiles de
las Cortes Superiores conocen:
Con arreglo a lo previsto en el artículo 43-A de la Ley Orgánica del Poder Judicial, las
Salas de Familia conocen:
El artículo 33 de la Ley Orgánica del Poder Judicial prescribe que las Salas Civiles de la
Corte Suprema de Justicia conocen:
A decir de Aldo Bacre la competencia es lila aptitud del juez para ejercer su jurisdicción
en un caso determinado" (BACRE, 1986, Tomo I: 179).
Lino Palacio denomina competencia a la "... capacidad o aptitud que la ley reconoce a
cada órgano o conjunto de órganos judiciales para ejercer sus funciones con respecto a
una determinada categoría de asuntos o durante una determinada etapa del proceso"
(PALACIO, 1979, Tomo II: 366).
Satta sostiene que"... la competencia atañe sólo a las relaciones entre los jueces
ordinarios, la distribución de las causas entre varios jueces, en una palabra, la cantidad
de jurisdicción que corresponde a cada uno de ellos..." (SATTA, 1971, Volumen I: 21).
Tocco define a la competencia como "... aquella parte de la jurisdicción que
corresponde en concreto a cada órgano jurisdiccional singular, según ciertos criterios a
través de los cuales las normas procesales distribuyen la jurisdicción entre los distintos
órganos ordinarios de ella" (ROCCO, 1976, Volumen II: 42).
"a) desde el punto de vista de la autoridad (del tribunal): derecho y deber de entregarse
al conocimiento de una causa (de una controversia civil).
"La competencia (…) estará abstractamente representada por el conjunto de los asuntos
en que pueda intervenir el juez de que se trate. De cada asunto, considerado en concreto,
se dirá que cae dentro o fuera de la competencia de determinado juez, según que las
leyes hayan atribuido a éste, o no, el conocimiento de aquél.
Por eso podemos considerar la competencia desde un doble aspecto: el objetivo, como
el conjunto de asuntos o causas en que, con arreglo a ley, puede el juez ejercer su
jurisdicción; y el subjetivo, como la facultad conferida a cada juez para ejercer la
jurisdicción dentro de los límites en que le es atribuida. Si bien esos límites tienen
diversa importancia, en ellos se tratará siempre de distribución de jurisdicción entre los
jueces de una misma rama jurisdiccional" (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 135-
136).
"a) La jurisdicción es la facultad que tienen los tribunales para administrar justicia; en
cambio, la competencia es la facultad que tiene cada tribunal determinado para conocer
de los negocios que le son propios;
d) La jurisdicción señala la esfera de acción del Poder Judicial frente a los demás
Poderes del Estado; en cambio, la competencia señala la esfera de acción de los diversos
tribunales entre sí" (CASARINO VITERBO, 1982, Tomo I: 237-238).
"(...) La legalidad. (...) las reglas de competencia se fijan y modifican mediante la ley.
Por excepción, la distribución del trabajo entre los juzgados por el criterio meramente
temporal (turnos), puede quedar librada a la reglamentación, o a las acordadas que
dicten los tribunales superiores en cada país.
(...) La improrrogabilidad. (...) salvo algún caso de excepción (...) como la modificación
territorial (...), la competencia, basada en reglas inspiradas en la mejor organización del
servicio público, no puede ser prorrogada por voluntad de las partes.
(...) La indelegabilidad. La competencia, precisamente porque se funda en (...) razones
de orden público, no puede ser delegada por el titular del órgano al cual se atribuye (...).
Se admite sí que los tribunales, por motivos de auxilio judicial, cometan a otros
(comisionados) la realización de alguno de los actos procesales que no pueden efectuar
por sí mismos. Así, por ejemplo, todo lo que debe realizarse fuera de la jurisdicción que
tiene cada tribunal, puede ser cometido al del respectivo lugar.
No nos hallamos en este caso ante la figura de la delegación, sino ante la de la comisión.
El comisionado representa al comitente y está a lo que éste decida. (...)
(...)
Se desprende del artículo 5 del Código Procesal Civil que corresponde a los órganos
jurisdiccionales civiles conocer de todos los asuntos contenciosos y no contenciosos a
los que la ley no haya asignado en forma expresa una competencia distinta para su
conocimiento. Ello guarda concordancia con lo dispuesto en el primer párrafo del
artículo 6 del citado cuerpo de leyes, que señala claramente que la competencia sólo
puede ser establecida por la ley.
La competencia asignada a cada Juez no puede ser delegada. Esta disposición se genera
de un principio constitucional que establece dicha indelegabilidad (art. 139 -inc. 3)- de
la Constitución Política de 1993), lo que resulta concordante con la parte inicial del
artículo 7 del Código Procesal Civil, según la cual ningún Juez puede delegar en otro la
competencia que la ley le atribuye. No obstante ello, se faculta al juzgador para encargar
a otra autoridad judicial a efecto que realice ciertas actuaciones judiciales, las mismas
que por encontrarse fuera de su ámbito territorial le sean físicamente imposible llevarlas
a cabo (art. 7 -in fine- del C.P.C.). En estos casos el Juez comisionará la realización de
cualquier actuación mediante exhortos dirigidos a otro órgano jurisdiccional, así como a
los Cónsules, en virtud de lo establecido por los artículos 151 y siguientes del Código
Procesal Civil.
En relación a esto el artículo 438 del Código Procesal Civil, referido a los efectos del
emplazamiento, dispone en su inciso 1) que el emplazamiento válido con la demanda
produce como efecto que la competencia inicial no podrá ser modificada, aunque
posteriormente varíen las circunstancias que la determinaron.
2.3.8 Competencia por razón de la materia.
"La materia es el 'modo de ser' del litigio, derivado de la naturaleza misma de las cosas
(litigio civil, de trabajo, comercial, etc.)" (ALZAMORA VALDEZ, s/a: 99).
Al respecto, el artículo 9 del Código Procesal Civil establece que la competencia por
razón de la materia se determina por la naturaleza de la pretensión y por las
disposiciones legales que la regulan.
2.3.9.1 Configuración
"La cuantía expresa no lo que la ley 'reconoce a la parte' sino lo que el actor pretende, y
por eso se fija en la demanda. El demandante debe señalar los elementos integrantes del
contenido del litigio: materia e interés. Este último constituye la cuantía" (ALZAMORA
VALDEZ, s/a: 100).
Se determinará la cuantía sumando el valor del objeto principal pretendido, los frutos
(provechos renovables), intereses, gastos, daños y perjuicios, así como otros conceptos
devengados al momento de presentarse la demanda. En este extremo no debemos
olvidar que ningún concepto futuro -relacionado con la pretensión principal podrá
considerarse para efectuar la valoración aludida si en la demanda no se hizo expresa
mención de esto (art. 11 -primer párrafo- del C.P.C.).
Si las pretensiones versan acerca de derechos reales sobre bienes inmuebles, la cuantía
estará determinada por el valor que tengan aquéllos en el momento de interponerse la
demanda. No obstante lo expresado, el Juez se encuentra facultado para determinar la
cuantía en base a lo indicado en la demanda y a lo que conste en los respectivos anexos.
Si de los indicados actuados no pudiera establecerse a ciencia cierta la cuantía,
entonces, no será tomada en cuenta ésta para fijar la competencia del órgano
jurisdiccional, en cuyo caso conocerá del correspondiente proceso el Juez Civil, según
se colige del artículo 12 del Código Procesal Civil.
2.3.10.1 Configuración
Sobre el particular, Lino Palacio refiere que "el criterio territorial atiende a los
problemas emergentes de la extensión geográfica del territorio, y procura solucionarlos
a través de reglas en cuya virtud se divide a éste en circunscripciones judiciales y se
asigna el conocimiento de los asuntos al órgano u órganos más próximos al lugar en que
se encuentra ubicado alguno de los elementos de la pretensión o petición que constituye
el objeto del proceso..." (PALACIO, 1979, Tomo II: 367).
Con el fin de precisar la competencia por razón de territorio, el artículo 14 del Código
Procesal Civil ha dispuesto una serie de reglas generales (que serán aplicables en tanto
no exista normatividad específica que fije la competencia territorial en un determinado
caso), a saber:
Cuando se demanda a una persona natural, es competente el Juez del lugar de su
domicilio, salvo disposición legal en contrario.
Cuando en un proceso hay más de dos personas estamos ante la acumulación subjetiva
(art. 83 -primer párrafo- del C.P.C.), la misma que será pasiva si la pluralidad en
cuestión recae en la parte demandada.
Si la demanda se dirige contra una persona jurídica, conocerá del proceso respectivo el
órgano jurisdiccional del lugar en donde aquélla tenga su sede principal. Esta regla no
opera en caso de existir normatividad que establezca algo distinto.
Si la demanda se dirige contra una persona jurídica que cuenta con sucursales, agencias,
establecimientos o representantes debidamente autorizados, la competencia para
conocer del proceso respectivo será facultativa, vale decir, el actor tiene la potestad de
optar por presentar la demanda ante el órgano jurisdiccional del lugar en donde la
persona jurídica tenga su sede principal o ante el órgano jurisdiccional del lugar donde
se encuentren las referidas sucursales, agencias, establecimientos o representantes
autorizados, siempre que, en el último caso, dicho lugar corresponda a aquel donde
aconteció el hecho que motiva la demanda (hecho del que deriva la pretensión del actor
o en que se basa ésta) o donde sería ejecutable la pretensión exigida por el demandante
(el lugar en este último supuesto se determina, por lo general, previa y
convencionalmente).
Según se colige del primer párrafo del artículo 21 del Código Procesal Civil, tratándose
de asuntos contenciosos o de jurisdicción voluntaria que versen sobre patria potestad,
tutela o curatela, será competente para conocer del proceso respectivo el órgano
jurisdiccional del lugar en donde se halle el incapaz (menor o mayor de edad).
Para instituir las curatelas de bienes reguladas en los artículos 597 al 600 del Código
Civil, tendrá competencia el órgano jurisdiccional del lugar en donde se encuentren
todos o la mayor parte de los bienes materia de curatela, debiéndose tener en cuenta
para ello lo dispuesto en el artículo 47 del indicado cuerpo de leyes (art. 21 -segundo
párrafo- del C.P.C.). Sobre el particular, cabe señalar lo siguiente:
El artículo 597 del Código Civil hace referencia a la curatela de los bienes del
desaparecido y establece: A. que cuando una persona se ausenta o ha desaparecido de su
domicilio, ignorándose su paradero según lo establece el artículo 47 del Código Civil
(numeral que trata sobre la designación de curador interino en caso de desaparición de
una persona), se proveerá a la curatela interina de sus bienes, observándose lo dispuesto
en los artículos 569 y 573 del Código Civil (los cuales señalan que la curatela de los que
por cualquier causa se encuentren privados de discernimiento, los sordomudos,
ciegosordos y ciegomudos que no pueden expresar su voluntad de manera indubitable,
los retardados mentales y los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar
su libre voluntad, corresponde al cónyuge no separado judicialmente, a los padres, a los
descendientes y a los abuelos y demás ascendientes -prefiriéndose el más próximo al
más remoto y en igualdad de grado, al más idóneo, decidiendo la preferencia el Juez,
oyendo al consejo de familia-, ya los hermanos -arto 569 del C.C.-; y que a falta de
curador legítimo y de curador testamentario o escriturario, la curatela corresponde a la
persona que designe el consejo de familia -arto 573 del C.C.-); y B. que a falta de las
personas llamadas por los artículos 569 y 573 del Código Civil (citados
precedentemente), ejercerá la curatela la que designe el juez.
El artículo 598 del Código Civil versa sobre la curatela de los bienes del hijo póstumo y
preceptúa: A. que a pedido de cualquier interesado o del Ministerio Público los bienes
que han de corresponder al que está por nacer, serán encargados a un curador si el padre
muere estando la madre destituida de la patria potestad; y B. que esta curatela incumbe a
la persona designada por el padre para la tutela del hijo o la curatela de sus bienes, y en
su defecto, a la persona nombrada por el juez, a no ser que la madre hubiera sido
declarada incapaz, caso en el que su curador lo será también de los bienes del
concebido.
El artículo 599 del Código Civil trata acerca de la curatela de bienes cuyo cuidado no
incumbe a nadie y prescribe que el juez de primera instancia, de oficio o a pedido del
Ministerio Público o de cualquier persona que tenga legítimo interés, deberá proveer a
la administración de los bienes cuyo cuidado no incumbe a nadie, e instituir una
curatela, especialmente: 1. cuando los derechos sucesorios son inciertos; 2. cuando por
cualquier causa, la asociación o el comité no puedan seguir funcionando, sin haberse
previsto solución alguna en el estatuto respectivo; y 3. cuando una persona sea incapaz
de administrar por sí misma sus bienes o de escoger mandatario, sin que proceda el
nombramiento de curador.
El artículo 600 del Código Civil norma lo concerniente a la curatela de los bienes dados
en usufructo, y señala que cuando el usufructuario no preste las garantías a que está
obligado conforme al artículo 1007 del citado Código sustantivo (según el cual el
usufructuario está obligado a prestar la garantía señalada en el título constitutivo de su
derecho o la que ordene el juez, cuando éste encuentre que puede peligrar el derecho del
propietario), el juez, a pedido del propietario, nombrará curador.
El artículo 47 del Código Civil trata sobre la designación de curador interino en caso de
desaparición de una persona. Dicho numeral establece así: A que cuando una persona no
se halla en el lugar de su domicilio y han transcurrido más de sesenta días sin noticias
sobre su paradero, cualquier familiar hasta el cuarto grado de consanguinidad o
afinidad, excluyendo el más próximo al más remoto, puede solicitar la designación de
curador interino; B. que también puede solicitar la designación de curador interino
quien invoque legítimo interés en los negocios o asuntos del desaparecido, con citación
de los familiares conocidos y del Ministerio Público; C. que la solicitud de designación
de curador interino en caso de desaparición de una persona se tramita como proceso no
contencioso; y D. que no procede la designación de curador si el desaparecido tiene
representante o mandatario con facultades suficientes inscritas en el registro público.
Conforme lo señala el artículo 21 -in fine- del Código Procesal Civil, para los casos de
curatela especial a que se refiere el artículo 606 del Código Civil, en materia de
competencia debe observarse lo dispuesto en el artículo 23 del Código Procesal Civil,
numeral este último referido a la competencia en caso de procesos no contenciosos o de
jurisdicción voluntaria, y conforme al cual en el proceso no contencioso es competente
el Juez del lugar del domicilio de la persona que lo promueve o en cuyo interés se
promueve, salvo disposición legal o pacto en contrario. El artículo 606 del Código
Civil, aludido líneas arriba, establece que se nombrará curador especial cuando: 1. los
intereses de los hijos estén en oposición a los de sus padres que ejerzan la patria
potestad; 2. los hijos adquieran bienes cuya administración no corresponda a sus padres;
3. los padres pierdan la administración de los bienes de sus hijos; 4. los intereses de los
sujetos a tutela o a curatela estén en oposición a los de sus tutores o curadores, o a los
de otros menores o incapaces que con ellos se hallen bajo un tutor o curador común; 5.
los menores o incapaces tengan bienes lejos de su domicilio que no puedan ser
convenientemente administrados por el tutor o curador; 6. hayan negocios que exijan
conocimientos especiales que no tenga el tutor o curador, o una administración separada
de la que desempeña aquél; 7. los que estando bajo tutela o curatela adquieran bienes
con la cláusula de no ser administrados por su tutor o curador general; 8. el
representante legal esté impedido de ejercer sus funciones; y 9. una persona capaz no
puede intervenir en un asunto urgente ni designar apoderado.
Son competentes para conocer los procesos no contenciosos, los Jueces Civiles y los de
Paz Letrados, salvo en los casos en que la ley atribuye su conocimiento a otros órganos
jurisdiccionales o a Notarios (art. 750 -primer párrafo- del C.P.C.).
Los interesados pueden recurrir indistintamente ante el Poder Judicial o ante Notario
para tramitar según corresponda los siguientes asuntos (no contenciosos): 1.
rectificación de partidas; 2. adopción de personas capaces; 3. patrimonio familiar; 4.
inventarios; 5. comprobación de testamentos; y 6. sucesión intestada (art. 1 de la Ley de
Competencia Notarial en Asuntos No Contenciosos: Ley Nro. 26662, del 20-09-1996).
Cuando se trate de pretensiones que versen sobre derechos reales, el Juez competente
será, a elección del accionante, el del lugar del domicilio del demandado o el del lugar
donde se ubique el bien o bienes.
En el proceso de retracto, el Juez competente será, a elección del accionante, el del lugar
del domicilio del demandado o el del lugar donde se ubique el bien o bienes materia de
dicho proceso.
En los procesos sobre derechos reales respecto de varios inmuebles, el Juez competente
será, a elección del accionante, el del lugar del domicilio del demandado o el del lugar
donde se encuentre cualquiera de los inmuebles.
Si se trata de nulidad de matrimonio, quien conocerá del litigio será, a elección del
accionante, el Juez del lugar del domicilio del demandado o el del lugar del último
domicilio conyugal.
Si se trata de pretensiones sobre el régimen patrimonial del matrimonio, será
competente, a elección del accionante, el Juez del lugar del domicilio del demandado o
el del lugar del último domicilio conyugal.
En el proceso de divorcio, será competente, a elección del accionante, el Juez del lugar
del domicilio del demandado o el del lugar del último domicilio conyugal.
Si el proceso trata acerca de prestaciones derivadas del pago indebido, será competente,
a elección del accionante, el Juez del lugar del domicilio del demandado o el del lugar
donde se produjo o debió producirse el hecho generador de la obligación.
Por último, si se trata de un proceso de rendición, aprobación o desaprobación de
cuentas o de informes de gestión, será competente, a elección del accionante, el Juez del
lugar del domicilio del demandado o el Juez del lugar donde se desempeña la
administración de bienes comunes o ajenos al tiempo de interponerse las respectivas
demandas.
En lo que concierne al órgano jurisdiccional competente para conocer del trámite de una
medida cautelar, cabe señalar que, en principio, todo Juez puede, a pedido de parte,
dictar medida cautelar antes de iniciado el proceso o dentro de éste, destinada a asegurar
el cumplimiento de la decisión definitiva (art. 608 del C.P.C.).
Tratándose de una medida cautelar fuera del proceso (llamada también medida cautelar
anticipada y regulada en los arts. 608 y 636 del C.P.C.), que es aquella que se solicita en
momento previo a la interposición de la demanda, pudiendo incluso tramitarse y
ejecutarse antes que ésta se presente ante el órgano jurisdiccional, y conforme se
desprende del artículo 33 del Código Procesal Civil, conocerá de dicha medida cautelar
fuera del proceso el órgano jurisdiccional competente, por razón de grado, para conocer
de la demanda a plantearse posteriormente (dentro de los 10 días siguientes a la
ejecución de la medida cautelar fuera del proceso, bajo sanción de caducidad de pleno
derecho de la medida precautoria: art. 636 del C.P.C.).
Por disposición del artículo 33 del Código Procesal Civil, conocerá del trámite de la
prueba anticipada el órgano jurisdiccional competente, por razón de grado, para conocer
la demanda próxima a interponerse. Al respecto, el artículo 297 del Código Procesal
Civil establece que es competente (para conocer del proceso no contencioso de prueba
anticipada), además de lo dispuesto en el artículo 33 de dicho cuerpo de leyes, el Juez
que por razón de cuantía y territorio debería conocer el futuro proceso.
En opinión de Véscovi la prevención "... consiste en que, cuando dos o más tribunales
son competentes para entender en un mismo asunto (causa, litigio), el que conoce antes
se convierte en competente exclusivo y excluye a los demás" (VESCOVI, 1999: 147).
Sobre el particular, Devis Echandía afirma que "existe competencia privativa cuando el
juez que conoce de un asunto excluye en forma absoluta a los demás, y hay competencia
preventiva o concurrente, cuando para un asunto existen varios jueces competentes,
pero el primero que lo hace previene en su conocimiento e impide a los demás que lo
hagan..." (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 143).
Según se colige del artículo 29 del Código Procesal Civil, previene -entiéndase, pues,
que será competente para conocer del proceso en caso de pluralidad de órganos
jurisdiccionales competentes- el magistrado que dispuso y ante el cual se realizó el
primer emplazamiento (válido) al demandado (léase el que ordenó y efectuó en primer
lugar la notificación de la demanda al sujeto pasivo de la relación jurídica procesal). Del
mismo modo, en el supuesto de haber varios demandados, ya sea en el mismo proceso o
en distintos procesos, previene el Juez que dispuso y realizó el primer emplazamiento a
cualquiera de los sujetos demandados. Al respecto, Ovalle Favela puntualiza que es
efecto del emplazamiento "... prevenir el juicio en favor del juez que lo hace..."
(OVALLE FAVELA, 1980: 56). Añade el citado jurista que "... este efecto se conecta
con la determinación de la competencia, cuando pueda haber varios jueces que puedan
tener competencia en relación a un mismo asunto: entonces es competente el que
primero haya realizado el emplazamiento..." (OVALLE FAVELA, 1980: 56).
Se desprende del artículo 31 del Código Procesal Civil (que versa sobre la prevención
de la competencia funcional):
Son competentes para conocer de los procesos de conocimiento los Juzgados Civiles.
Así lo determina el primer párrafo del artículo 475 del Código Procesal Civil.
2.3.15 Competencia para conocer de los procesos abreviados
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 488 del Código Procesal Civil (que
regula la competencia para conocer de los procesos abreviados en general):
Son competentes para conocer los procesos abreviados los Jueces Civiles y los de Paz
Letrados, salvo en aquellos casos en que la ley atribuye su conocimiento a otros órganos
jurisdiccionales.
A tenor de lo dispuesto en el artículo 488 del Código Procesal Civil, son competentes
para conocer de los procesos abreviados (entre los que se encuentra el de retracto) los
Jueces Civiles y los de Paz Letrados, salvo en aquellos casos en que la ley atribuye su
conocimiento a otros órganos jurisdiccionales (que no es el caso del retracto). Los
Juzgados de Paz Letrados son competentes cuando la cuantía de la pretensión es mayor
de veinte y hasta cincuenta unidades de referencia procesal.
Conforme lo dispone el artículo 488 del Código Procesal Civil, son competentes para
conocer de los procesos abreviados (entre los que se encuentran los de título supletorio,
prescripción adquisitiva y rectificación o delimitación de áreas y linderos) los Jueces
Civiles y los de Paz Letrados, salvo en aquellos casos en que la ley atribuye su
conocimiento a otros órganos jurisdiccionales. Los Juzgados de Paz Letrados son
competentes cuando la cuantía de la pretensión es mayor de veinte y hasta cincuenta
unidades de referencia procesal.
Se colige del inciso 1) del artículo 24 del Código Procesal Civil que, además del Juez
del domicilio del demandado, también es competente, a elección del demandante, el
Juez del lugar en que se encuentre el bien o bienes en cuestión (materia de título
supletorio, prescripción adquisitiva, o rectificación o delimitación de áreas y linderos).
No podemos dejar de mencionar que se desprende del artículo 38 del 0.5. Nro. 008-
2000-MTC (del 16-02-2000) que la prescripción adquisitiva y la formación de títulos
supletorios a que se refieren (respectivamente) los artículos 21 y 22 de la Ley Nro.
27157 ("Ley de Regularización de Edificaciones, del Procedimiento para la Declaratoria
de Fábrica y del Régimen de Unidades Inmobiliarias de Propiedad Exclusiva y de
Propiedad Común", del 19-07-1999), pueden tramitarse por la vía de los asuntos no
contenciosos de competencia notarial, conforme al procedimiento previsto en el 0.5.
Nro. 008-2000-MTC (en los arts. 39 al 43) y, supletoriamente, por las normas
contenidas en el Código Procesal Civil. Además, según se infiere de la Segunda
Disposición Final del 0.5. Nro. 008-2000-MTC, para el trámite de saneamiento de
titulación previsto en dicho Decreto Supremo (en el que está incluido el correspondiente
a la prescripción adquisitiva y a la formación de títulos supletorios), se aplica
supletoriamente la Ley de Competencia Notarial en Asuntos No Contenciosos (Ley
Nro. 26662, del 20-09-1996). Igualmente, será de aplicación la normatividad contenida
en la Ley Nro. 27333 ("Ley Complementaria a la Ley Nro. 26662, la Ley de Asuntos
No Contenciosos de Competencia Notarial, para la Regularización de Edificaciones",
del 27-07-2000), sobre todo los artículos 5 y 6 de dicha Ley.
"13.1 Cuando sea necesario determinar el área, linderos y medidas perimétricas del
terreno, o cuando existan discrepancias entre el área real del terreno, sus medidas
perimétricas y/o linderos, con los que figuren en la partida registral del predio, éstas
podrán determinarse o rectificarse de acuerdo con los siguientes procedimientos:
Mediante escritura pública suscrita por el propietario del predio y los propietarios de
todos los predios colindantes, en la que estos últimos manifiesten su conformidad con el
área, medidas perimétricas y/o linderos, según corresponda.
b) Procedimiento Notarial:
Se podrá tramitar como un asunto no contencioso de competencia notarial, según los
procedimientos a los que se refieren los Artículos 504° y siguientes del Código Procesal
Civil [numerales que regulan el trámite de los procesos de título supletorio, prescripción
adquisitiva y rectificación o delimitación de áreas o linderos], en lo que sea aplicable,
siempre y cuando el área real del predio sea igualo inferior a la registrada en la partida.
Cuando el área real es superior a la registrada procederá este trámite siempre y cuando
exista una certificación registral de que la mayor área no se superpone a otra registrada.
c) Procedimiento Judicial:
Se tramita por el procedimiento judicial previsto en los Artículos 504° y siguientes del
Código Procesal Civil, toda rectificación que suponga superposición de áreas o linderos,
o cuando surja oposición de terceros.
13.2 Si, durante la tramitación de cualquiera de los procesos indicados en los incisos b)
y c) precedentes, se produjese acuerdo entre los propietarios podrá otorgarse la escritura
pública a la que se refiere el inciso a), dándose por concluido el proceso iniciado".
"Es Juez competente el del lugar donde tenga su sede la oficina o repartición del
Gobierno Central, Regional, Departamental, Local o ente de derecho público que
hubiera dado lugar al acto o hecho contra el que se reclama.
Cuando el conflicto de intereses tuviera su origen en una relación jurídica de derecho
privado, se aplican las reglas generales de la competencia.
En principio, tal como lo señala el artículo 488 del Código Procesal Civil, son
competentes para conocer de los procesos abreviados (entre los que se encuentra el , de
expropiación) los Jueces Civiles y los de Paz Letrados, salvo en aquellos casos en que la
ley atribuye su conocimiento a otros órganos jurisdiccionales. Los Juzgados de Paz
Letrados son competentes cuando la cuantía de la pretensión es mayor de veinte y hasta
cincuenta unidades de referencia procesal.
El tenor del inciso 1) del artículo 24 del Código Procesal Civil, a que hace referencia el
último párrafo del artículo 20 de dicho cuerpo de leyes, es como sigue:
"Además del Juez del domicilio del demandado, también es competente, a elección del
demandante:
(...)".
"Son competentes para conocer los procesos abreviados los Jueces Civiles y los de Paz
Letrados, salvo en aquellos casos en que la ley atribuye su conocimiento a otros órganos
jurisdiccionales. Los Juzgados de Paz Letrados son competentes cuando la cuantía de la
pretensión es mayor de veinte y hasta cincuenta unidades de referencia procesal".
En el numeral citado se puede advertir una grave omisión del legislador, la misma que
consiste en que no se ha determinado el órgano jurisdiccional competente para conocer
los procesos de tercería cuya cuantía no sea mayor a las veinte Unidades de Referencia
Procesal. Puntualizamos que el hecho que el inciso 7) del artículo 486 del Código
Procesal Civil disponga la tramitación en proceso abreviado de los asuntos contenciosos
en los que el petitorio de la pretensión tenga una estimación patrimonial mayor a las 20
Unidades de Referencia Procesal (hasta las 300 U.R.P.), no significa que la tercería de
cuantía inferior se tramite en otra vía, pues el artículo 486 -inciso 5)del indicado Código
en forma expresa dispone la vía procedimental abreviada para la tercería. Por
consiguiente, estamos ante una omisión lamentable que creemos debe ser superada con
la asignación de los procesos de tercería de cuantía no mayor a las 20 U.R.P. a los
Jueces de Paz Letrados.
Son competentes los Jueces Civiles para conocer los procesos sumarísimos de
interdicción y de interdictos (parte final del primer párrafo del art. 547 del C.P.C.).
Son competentes los Jueces Civiles para conocer los casos del inciso 6) del artículo 546
del Código Procesal Civil, es decir, aquellos asuntos contenciosos que no tienen una vía
procedimental propia, son inapreciables en dinero o hay duda sobre su monto o, porque
debido a la urgencia de la tutela jurisdiccional, el Juez considere atendible su empleo
(de la vía sumarísima, se entiende). Es de destacar que en el caso del inciso 6) del
artículo 546 del Código Procesal Civil, la resolución que declara aplicable el proceso
sumarísimo, será expedida sin citación al demandado, en decisión debidamente
motivada e inimpugnable. (Ello se desprende de los artículos 547 -parte final del primer
párrafo- y 549 del Código Procesal Civil).
Los Jueces de Paz Letrados conocen los asuntos referidos en el inciso 1) del artículo
546 del Código Procesal Civil (alimentos) siempre que exista prueba indubitable del
vínculo familiar y no estén acumuladas a otras pretensiones en la demanda. En los
demás casos, son competentes los Jueces de Familia (segundo párrafo del art. 547 del
C.P.C.).
En el caso del inciso 4) del artículo 546 del Código Procesal Civil (desalojo), cuando la
renta mensual es mayor de cinco unidades de referencia procesal o no exista cuantía,
son competentes los Jueces Civiles. Cuando la cuantía sea hasta cinco unidades de
referencia procesal, son competentes los Jueces de Paz Letrados (tercer párrafo del art.
547 del C.P.C.).
En el caso del inciso 7) del artículo 546 del Código Procesal Civil (asuntos contenciosos
cuya estimación patrimonial no sea mayor de veinte unidades de referencia procesal),
cuando la pretensión sea hasta diez unidades de referencia procesal, es competente el
Juez de Paz; cuando supere ese monto, el Juez de Paz Letrado (último párrafo del art.
547 del C.P.C.).
No podemos dejar de señalar que, en lo que atañe a la competencia para conocer de los
procesos sumarísimos (y de las demás clases de procesos), habrá que estar a lo
dispuesto en las reglas contenidas en el Título II ("Competencia") de la Sección Primera
("Jurisdicción, acción y competencia") del Código Procesal Civil.
Tal como se desprende del segundo párrafo del artículo 547 del Código Procesal Civil,
son órganos jurisdiccionales competentes para conocer del proceso sumarísimo de
alimentos:
Los Jueces de Paz Letrados, siempre que exista prueba indubitable del vínculo familiar
y no esté la pretensión de alimentos acumulada a otras pretensiones en la demanda.
Los Jueces de Familia, si no existe prueba indubitable del vínculo familiar o si la
pretensión de alimentos está acumulada a otras pretensiones en la demanda.
El último párrafo del artículo 560 del Código Procesal Civil precisa que el Juez
rechazará de plano cualquier cuestionamiento a la competencia por razón de territorio.
Es de destacar que el Juez de Paz (no letrado) es competente para conocer del proceso
de alimentos de los niños o de los adolescentes, cuando exista prueba indubitable del
vínculo familiar, así como del cónyuge del obligado y de los hermanos mayores cuando
lo soliciten conjuntamente con éstos. El Juez conocerá de este proceso hasta que el
último de los alimentistas haya cumplido la mayoría de edad (primer párrafo del arto 96
del Código de los Niños y Adolescentes: Ley Nro. 27337, del 02-08-2000).
Excepcionalmente, conocerá de la acción cuando el adolescente haya llegado a la
mayoría de edad estando en trámite el juicio de alimentos. Cuando el vínculo familiar
no se encuentre acreditado, será competente el Juez especializado (último párrafo del
arto 96 del Código de los Niños y Adolescentes). La competencia del Juez especializado
(Juez de Familia) se determina: a) por el domicilio de los padres o responsables; y b)
por el lugar donde se encuentra el niño o adolescente, Cuando faltan los padres o
responsables. Así lo prescribe el artículo 135 del Código de los Niños y Adolescentes.
Por disposición del primer párrafo del artículo 547 del Código Procesal Civil, son
competentes para conocer de los procesos sumarísimos de separación convencional y
divorcio ulterior, los Jueces de Familia.
De acuerdo a lo previsto en el primer párrafo del artículo 547 del Código Procesal Civil,
son competentes los Jueces Civiles para conocer de los procesos de interdictos.
Dicho numeral es concordante con el artículo 597 del Código adjetivo que asigna al
Juez Civil la competencia para conocer de los interdictos, pero que establece como
excepción lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 605 del indicado cuerpo de
leyes, según el cual, el tercero perjudicado con la orden judicial (cuya ejecución
implique desposesión, expedida en un proceso -cualquiera- en que no ha sido
emplazado o citado: primer párrafo del arto 605 del C.P. C.) debe acudir ante el Juez
que la expidió solicitando la restitución (del bien).
Por disposición del inciso 1) del artículo 24 del Código Procesal Civil, además del Juez
del domicilio del demandado, también es competente, a elección del demandante, el
Juez del lugar en que se encuentre el bien o bienes. Si la demanda versa sobre varios
inmuebles situados en diversos lugares, será competente el Juez de cualquiera de ellos.
No podemos dejar de mencionar que, según se infiere del artículo 83 de la Ley General
de Arbitraje (Ley Nro. 26572, del 03-01-1996), tratándose de procesos de ejecución de
laudos arbitrales en caso de arbitraje nacional, será competente el Juez Especializado en
lo Civil del lugar de la sede del arbitraje que corresponda en la fecha de la solicitud (de
ejecución). Y, conforme se desprende del artículo 131 de la Ley General de Arbitraje,
tratándose de procesos de ejecución de laudos arbitrales en caso de arbitraje
internacional, tendrá competencia el Juez Especializado en lo Civil del domicilio de!
demandado competente en la fecha de presentación de la solicitud (de ejecución) o, si el
demandado no domicilia dentro del territorio de la República, el competente del lugar
donde éste tenga sus bienes.
Son competentes para conocer los procesos no contenciosos, los Jueces Civiles y los de
Paz Letrados, salvo en los casos en que la ley atribuye su conocimiento a otros órganos
jurisdiccionales o a Notarios (art. 750 -primer párrafo- del C.P.C.).
Se desprende de los artículos 23 y 750 del Código Procesal Civil que: a) son
competentes para conocer el proceso no contencioso de inventario los Jueces Civiles y
los de Paz Letrados; b) la competencia de los Juzgados de Paz Letrados es exclusiva si
la solicitud de inventario contiene una estimación patrimonial no mayor a cincuenta
unidades de referencia procesal, en caso contrario, conocerá de aquélla el Juez Civil; c)
en el proceso no contencioso de inventario es competente el Juez del lugar del domicilio
de la persona que lo promueve o en cuyo interés se promueve, salvo disposición legal o
pacto en contrario.
Se desprende de los artículos 23 y 750 del Código Procesal Civil que: a) es competente
para conocer el proceso no contencioso de adopción (de personas mayores de edad) el
Juez Civil; y b) en el proceso no contencioso de adopción (de personas mayores de
edad) es competente el Juez del lugar del domicilio de la persona que lo promueve o en
cuyo interés se promueve.
Por otro lado, cabe señalar que la adopción de menores de edad (niños y adolescentes)
se regirá por lo dispuesto en el Código de los Niños y Adolescentes (Ley Nro. 27337,
del 02-08-2000). Así tenemos que, tal como lo prescriben los artículos 160 -inc. d)- y
161 del Código de los Niños y Adolescentes, corresponde al Juez especializado (Juez de
Familia) el conocimiento del proceso de adopción (de niños y adolescentes), debiendo
aquél tomar en cuenta, para resolver, las disposiciones del proceso único establecido en
el Capítulo I1 ("Proceso único") del Título II ("Actividad procesal") del Libro Cuarto
("Administración de justicia especializada en el niño y el adolescente") del mencionado
cuerpo de leyes, y, en forma supletoria, las normas del Código Procesal Civil.
Finalmente, advertimos que, tratándose de la adopción de menores de edad, debe
tenerse presente, además, la normatividad contenida en la Ley de Procedimiento
Administrativo de Adopción de Menores de Edad Declarados Judicialmente en
Abandono (Ley Nro. 26981, del 01-10-1998).
2.3.18.4 Competencia para conocer del proceso de autorización para disponer
derechos de incapaces
Se colige de los artículos 23 y 750 del Código Procesal Civil que: a) es competente para
conocer el proceso no contencioso de autorización judicial para disponer derechos de
incapaces (mayores de edad) el Juez Civil; b) en el proceso no contencioso de
autorización judicial para disponer derechos de incapaces es competente el Juez del
lugar del domicilio de la persona que lo promueve o' en cuyo interés se promueve.
Puntualizamos que, según se infiere de los artículos 161 y 162 -inc. c)- del Código de
los Niños y Adolescentes, corresponde al Juez especializado (Juez de Familia) resolver
el proceso no contencioso de licencia para enajenar u obligar los bienes del niño o
adolescente, debiendo aquél observar la normatividad del proceso único prevista en el
Capítulo II del Título II del Libro Cuarto del indicado Código, y, en forma supletoria,
las normas del Código Procesal Civil.
Se desprende del artículo 750 del Código Procesal Civil que es competente para conocer
el proceso no contencioso de declaración de desaparición (y designación de curador
interino del desaparecido) el Juez Civil.
La curatela de los bienes del desaparecido será instituida por el juez del lugar donde se
encuentren todos o la mayor parte de los bienes (art. 601 -primer párrafo del C.C.).
Se infiere del artículo 750 del Código Procesal Civil que es competente para conocer el
proceso no contencioso de declaración de ausencia el Juez Civil.
Por disposición del último párrafo del artículo 49 del Código Civil, es competente (para
conocer la solicitud de declaración de ausencia) el juez del último domicilio que tuvo el
desaparecido o el del lugar donde se encuentre la mayor parte de sus bienes.
Se desprende de los artículos 23 y 750 del Código Procesal Civil que: a) es competente
para conocer el proceso no contencioso de declaración judicial de muerte presunta el
Juez Civil; y b) en el proceso no contencioso de declaración judicial de muerte presunta
es competente el Juez del lugar del domicilio de la persona que lo promueve o en cuyo
interés se promueve.
Se infiere de los artículos 23 y 750 del Código Procesal Civil que: a) son competentes
para conocer el proceso no contencioso de constitución de patrimonio familiar los
Jueces Civiles y los de Paz Letrados; b) la competencia de los Juzgados de Paz Letrados
es exclusiva si la solicitud de constitución de patrimonio familiar contiene una
estimación patrimonial no mayor a cincuenta unidades de referencia procesal, en caso
contrario, conocerá de aquélla el Juez Civil; c) en el proceso no contencioso de
constitución de patrimonio familiar es competente el Juez del lugar del domicilio de la
persona que lo promueve o en cuyo interés se promueve.
Advertimos que, a tenor del artículo 800 del Código Procesal Civil, la modificación y
extinción del patrimonio familiar se solicitará ante el Juez que lo constituyó, conforme
al trámite previsto en el Sub-Capítulo 6° del Título II de la Sección Sexta del referido
Código adjetivo (arts. 795 al 801), en lo que fuese aplicable.
Se desprende de los artículos 23 y 750 del Código Procesal Civil que: a) son
competentes para conocer el proceso no contencioso de ofrecimiento de pago y
consignación los Jueces Civiles y los de Paz Letrados; b) la competencia de los
Juzgados de Paz Letrados es exclusiva si la solicitud de ofrecimiento de pago y
consignación contiene una estimación patrimonial no mayor a cincuenta unidades de
referencia procesal, en caso contrario, conocerá de aquélla el Juez Civil; y c) en el
proceso no contencioso de ofrecimiento de pago y consignación es competente el Juez
del lugar del domicilio de la persona que lo promueve o en cuyo interés se promueve.
2.3.18.10 Competencia para conocer del proceso de comprobación de testamento
Se colige del artículo 750 del Código Procesal Civil que es competente para conocer el
proceso no contencioso de comprobación de testamento el Juez Civil.
Por disposición del artículo 663 del Código Civil corresponde al juez del lugar donde el
causante tuvo su último domicilio en el país conocer de los procesos no contenciosos Y
de los juicios relativos a la sucesión.
Los procesos de rectificación de partidas podrán ventilarse ante los Juzgados de Paz
Letrados o ante Notario (parte final del tercer párrafo del arto 750 del C.P.C.).
Al respecto, cabe señalar que, conforme a lo dispuesto en el artículo 1 -inc. 1)- de la Ley
Nro. 26662 (Ley de Competencia Notarial en Asuntos No Contenciosos, del 20-09-
1996), los interesados pueden recurrir indistintamente ante el Poder Judicial o ante
Notario para tramitar la rectificación de partidas (siguiendo, en el último caso, las reglas
previstas en dicha Ley y, supletoriamente, las del Código Procesal Civil: art. 3 de la Ley
Nro. 26662). Debe tenerse presente que:
Se tramitarán ante notario las rectificaciones (de partidas) que tengan por objeto corregir
los errores y omisiones de nombre, apellidos, fecha de nacimiento, de matrimonio,
defunción u otros que resulten evidente del tenor de la propia partida o de otros
documentos probatorios (art. 15 -primer párrafo de la Ley Nro. 26662).
En ningún caso se podrá seguir el trámite notarial para cambiar el nombre de la persona
o sus apellidos, el sexo u otra información contenida en la partida que no surja de un
error evidente (art. 15 -in fine- de la Ley Nro. 26662).
Por último, es de destacar que, según se infiere del artículo 23 del Código Procesal
Civil, en los procesos no contenciosos de inscripción y rectificación de partidas es
competente el Juez del lugar del domicilio de la persona que lo promueve o en cuyo
Interés se promueve.
Se desprende del artículo 750 del Código Procesal Civil que son competentes para
conocer el proceso no contencioso de sucesión intestada los Jueces Civiles.
Cabe señalar que, conforme a lo dispuesto en el artículo 663 del Código Civil,
corresponde al juez del lugar donde el causante tuvo su último domicilio en el país,
conocer de los procedimientos no contenciosos y de los juicios relativos a la sucesión.
2.3.19.1 Configuración
- Positivo: Cuando dos magistrados consideran ser competentes para conocer el mismo
proceso.
La competencia por razón de la cuantía y grado tienen un carácter absoluto debido a que
se basan en una separación de funciones vinculadas al orden público. A diferencia de
esto, en la competencia por razón de territorio encontramos un alcance relativo en
mérito de haberse dispuesto en atención al interés de las partes. Esto explica por qué la
competencia territorial es susceptible de ser renunciada, mientras que en las demás
clases de competencia no surte efectos la renuncia de las partes. Además, en la
competencia absoluta se declara de oficio la incompetencia (art. 35
-primer párrafo- del C.P.C.), cosa que no ocurre en la relativa. En esta última sólo puede
ser denunciada la incompetencia por las partes.
Los litigantes están facultados para cuestionar en vía de excepción la incompetencia del
Juez que conoce del proceso, ya sea por razón de la materia, la cuantía o del territorio
(art. 35 -primer párrafo- del C.P.C.); en este último caso, a condición de que legalmente
esté prevista su improrrogabilidad. Puntualizamos que la competencia de los Jueces de
Paz y de Paz Letrados solamente podrá ser cuestionada en vía de excepción (art. 35 -in
fine- del C.P.C.). Es de destacar también que no es posible objetar la competencia
funcional a través de la excepción procesal, no obstante, la incompetencia funcional es
susceptible de ser declarada de oficio o a instancia de parte interesada siempre y cuando
no se haya declarado el saneamiento procesal, vale decir, la validez de la relación
jurídica procesal (art. 35 -tercer párrafo- del C.P.C.).
A) Noción
El conflicto negativo de competencia tiene lugar cuando el Juez que conoce en primer
lugar del proceso se declara incompetente de oficio o como consecuencia del amparo de
una excepción de incompetencia propuesta por el demandado y el Juez a quien se ha
remitido los actuados se declara también incompetente para conocer el proceso.
El superior dirimirá sin trámite alguno el conflicto de competencia dentro de cinco días
de recibido, siendo improcedente el pedido de informe oral.
Al dirimir el conflicto, (el superior) ordenará la remisión del expediente al Juez que
considere competente, con oficio al otro Juez.
A) Concepto
La incompetencia, por razón de territorio, del órgano jurisdiccional que conoce del
proceso puede ser denunciada por el sujeto pasivo de la relación jurídica procesal a
través de la excepción procesal de incompetencia o mediante inhibitoria. En cuanto a la
excepción de incompetencia, cabe señalar que ya fue establecido su concepto en el
punto 2.3.19.1 del presente Capítulo I de la obra; en lo que respecta a la inhibitoria,
Fenochietto asevera que "... no se plantea por vía de oposición al juez que está
conociendo del proceso, sino ante el magistrado de otra circunscripción territorial,
afirmando que es el único competente para entender en el juicio. En este caso, le pide
(el demandado) que, tras declarar su competencia, se dirija al órgano que está
conociendo en aquél a fin de que se abstenga de continuar haciéndolo"
(FENOCHIETTO; citado por BACRE, 1986, Tomo I: 196).
Si el Juez (requerido) se inhibe, se remite el proceso al Juez solicitante para que asuma
el conocimiento del mismo (art. 40 -segundo párrafo- del C.P.C.).
El superior dirimirá sin trámite alguno el conflicto de competencia dentro de cinco días
de recibido. Es improcedente el pedido de informe oral. Al dirimir el conflicto, ordenará
la remisión del expediente al Juez que considere competente, con oficio al otro Juez (art.
41 del C.P. C.).
Según se infiere del artículo 43 del Código Procesal Civil, el conflicto positivo de
competencia (que tiene lugar cuando dos magistrados consideran ser competentes para
conocer el mismo proceso) entre Jueces Civiles de un mismo distrito judicial, es
resuelto por la Sala Civil de la Corte Superior del distrito judicial al que pertenecen
aquéllos. En cambio, si el conflicto positivo de competencia se produce entre
magistrados de distintos distritos judiciales, será dirimido por la Sala Civil de la Corte
Suprema de Justicia de la República.
D) Hipótesis de inadmisibilidad del conflicto positivo de competencia
Por otro lado, constituye una obligación (y no una facultad, pues ello se desprende del
texto del arto 46 del C.P.C.) del órgano jurisdiccional jerárquicamente superior que
resuelve en definitiva el conflicto positivo de competencia, la imposición de una multa
de 3 a 10 U.R.P.) al demandado en caso de haber interpuesto una inhibitoria obrando
con malicia, artificio o engaño (en otras palabras, mediando mala fe o temeridad),
inhibitoria que, como es obvio, fue desestimada por el superior jerárquico. Al respecto,
cabe señalar que es muy difícil que llegue a conocimiento de este último una inhibitoria
interpuesta en las formas vedadas indicadas anteriormente, pues, a tenor del último
párrafo del artículo 38 del Código Procesal Civil, el Juez (ante quien se plantea la
inhibitoria) se encuentra facultado para rechazar de plano (esto es, sin mayor trámite) la
inhibitoria cuando advierta que ésta es manifiestamente improcedente o temeraria.
Según se desprende del artículo 2058 del Código Civil, los tribunales peruanos son
competentes para resolver las acciones cuyo contenido sea patrimonial, así sea dirigida
contra personas domiciliadas en un país extranjero, siempre que se presenten los
siguientes casos:
Las funciones que desempeñan los Jueces y los auxiliares de la jurisdicción civil son de
Derecho Público (art. 48 del C.P.C.). Tanto unos como otros desarrollan sus quehaceres
en forma conjunta y destinada a obtener la finalidad del proceso (art. 48 del C.P.C.),
cual es (según el primer párrafo del art. III del T.P. del CP.C.) la de resolver los
conflictos de intereses o incertidumbres jurídicas, haciendo efectivos los derechos
sustanciales (finalidad concreta del proceso), y lograr la paz social en justicia (finalidad
abstracta del proceso).
En cuanto a la ley procesal, (...) el juez llenará los vacíos con la analogía, con los
principios constitucionales y generales del derecho procesal, como también en las
doctrinas que surgen de la jurisprudencia..." (MONROY CABRA, 1979: 199-200).
López-Muñiz Goñi, acerca de las funciones del Juez en el proceso civil, apunta que son
las que señala y explica a continuación:
"A) Función calificadora del juez ante la demanda; estudiando su propia competencia
funcional, objetiva y territorial; la valoración y examen de los documentos aportados; el
estudio de los requisitos formales de la demanda; la realización de cuantos actos
preparatorios considerara necesarios, etc.
B) Función determinadora del juez para encuadrar la litis; determinación exacta del
objeto del proceso; alegaciones de ambas partes; excepciones opuestas, etc.; de manera
que se evite la continuación de un procedimiento viciado de antemano por cualquier
causa, y obteniendo siempre resolución de fondo;
E) Función aclaradora del juez, en cuanto se le debe conceder facultad para que las
conclusiones, las partes aclaren o especifiquen cuestiones no planteadas en los escritos
preliminares (demanda y contestación), pero que, sin embargo, tengan relación íntima y
manifiesta con el pleito.
Micheli apunta que "el juez (...) es titular, en cuanto magistrado provisto del poder
jurisdiccional, de una potestad, que comprende todos los poderes (...) necesarios para
llegar al acto final con el cual se concede la tutela jurídica o se deniega dicha tutela. Con
tal acto final culmina el ejercicio, por parte del juez, de la función jurisdiccional y por
tanto de la potestad que la ley le atribuye" (MICHELI, 1970, Volumen I: 252). El
indicado tratadista italiano, en relación a los poderes del Juez, señala, además, lo
siguiente:
"De poderes del juez puede hablarse en dos sentidos: poderes jurisdiccionales y poderes
procesales.
a) (...) Poderes jurisdiccionales (...) 'en los casos previstos por la ley, la autoridad
judicial puede constituir, modificar, o extinguir relaciones jurídicas, con efecto entre las
partes, y sus herederos o causahabientes'; e igualmente de poderes jurisdiccionales se
habla cuando se dice que el juez puede condenar, puede declarar relaciones jurídicas,
puede realizar ejecutivamente los derechos, etc. Este poder jurisdiccional se identifica
en realidad con la función, y no puede ser definido sino como el poder de declarar o
realizar (coactivamente) el derecho en el caso concreto (...).
b) Los poderes procesales son en cambio, por excelencia poderes medios, vale decir
instrumentos que la ley concede al juez para el ejercicio de la función jurisdiccional.
Estos poderes pueden ser considerados desde dos puntos de vista. El primero, es el de la
dirección o del desarrollo del proceso: del modo como son regulados, depende la
estructura del proceso mismo, que puede ser oral o escrito (...). El segundo es el más
sustancial, el de las relaciones entre el poder del juez y el de la parte, vale decir de las
relaciones entre jurisdicción y acción..." (SATTA, 1971, Volumen 1: 164-165).
Al respecto, Monroy Cabra afirma que los poderes inherentes a la función jurisdiccional
son los que indica seguidamente:
"a) Potestad de decisión, por la cual el juez decide el conflicto de intereses mediante la
sentencia.
b) Poder de imperio, en virtud del cual los órganos jurisdiccionales tienen la posibilidad
de coerción, especialmente en la realización coactiva del derecho (proceso de ejecución
forzada).
c) Poder de documentación y de ordenación, en orden a la demostración de los hechos
que se han alegado y al impulso del proceso" (MONROY CABRA, 1979: 101).
Devis Echandía sostiene que son poderes del Juez los de decisión, coerción,
documentación y ejecución, los mismos que explica de este modo:
(...)
"... El ejercicio de los poderes está en íntima relación (...), por una parte, con la
condición dispositiva o inquisitiva del proceso, y, por otra, con el predominio que en él
se dé al principio de autoridad del organismo jurisdiccional.
(...) Poderes de impulsión, que en otro aspecto lo son también de dirección, relacionados
con la posibilidad, más amplia o más restringida, de conducir el proceso hasta su fin, de
su propio motivo, sin esperar el apremio o la iniciativa de las partes; y
(...) Poderes disciplinarios, que ejerce en vía correctiva, por infracción de las normas
rectoras de los actos procesales que no constituyan vicios que puedan invalidarlos" (DE
LA PLAZA, 1951, Volumen I: 430).
b) Junto a los poderes de dirección del proceso existe un poder y unas facultades que se
reservan a los órganos jurisdiccionales y que atañen a la posibilidad de provocar la
conciliación de las partes (...).
(...)
(....)
"... Las facultades de los jueces son de cuatro tipos: a) disciplinarias; b) ordenatorias; c)
instructorias; d) Conminatorias.
a) DISCIPLINARIAS.
b) ORDENATORIAS.
1) Tomar medidas tendientes a evitar la paralización del proceso. A tal efecto, vencido
un plazo, se haya ejercido o no la facultad que corresponda, se pasará a la etapa
siguiente en el desarrollo procesal, disponiendo de oficio las medidas necesarias (...).
2) Corregir, a pedido de parte (...), y sin sustanciación, cualquier error material, aclarar
conceptos oscuros o suplir cualquier omisión de la sentencia acerca de las pretensiones
discutidas en el litigio, siempre que la enmienda, aclaración o agregado no altere lo
sustancial de la decisión. También corregir los errores puramente numéricos aun durante
el trámite de la ejecución de sentencia.
c) INSTRUCTORIAS.
El juez podrá ordenar las diligencias necesarias para esclarecer la verdad de los hechos
controvertidos, respetando el derecho de defensa de las partes. A este efecto podrá:
3) Mandar (...) que se agreguen docun1emtos existentes en poder de las partes o de los
terceros, los cuales estarán obligados a exhibirlos o a designar el protocolo o archivo en
que se hallen los originales (...).
d) CONMINATORIAS.
Podrá asimismo aplicar sanciones conminatorias a terceros en los casos en que la ley lo
establece" (ALVAREZ JULIA; NEUSS; y WAGNER, 1990: 63-64).
Devis Echandía considera como facultades del Juez en relación con la admisión o el
rechazo de la demanda las siguientes:
i) Rechazo oficioso de la demanda cuando se trate de una acción especial que haya
caducado;
j) Rechazo oficioso de la demanda por no presentarse las pruebas que para el caso exija
la ley;
k) Rechazo de la demanda por carencia manifiesta del llamado interés para obrar en el
actor o en el demandado, o mejor dicho, de interés en la pretensión incoada en la
demanda o en su contradicción;
Devis Echandía estima como facultades del Juez en relación con el trámite del juicio las
que indica a continuación:
"... a) Suspensión oficiosa del juicio por incompleta legitimación en la causa de la parte
actora o de la demandada; b) Rechazo oficioso de la solicitud de intervención de
terceros por no reunir los necesarios requisitos; c) Suspensión oficiosa del juicio o al
menos de la sentencia mientras se hacen los emplazamientos a terceros que la Ley
ordene; d) Decreto oficioso de otras medidas que persigan subsanar cualquier nulidad o
impedir que se produzca; e) Pronunciamiento de oficio y de plano de las nulidades
insubsanables" (DEVIS ECHANDIA, 1968: 9).
Devis Echandía, en cuanto a las facultades del Juez en relación con la actividad
probatoria, anota que son las siguientes:
Devis Echandía, refiriéndose esta vez a las facultades con que cuenta el Juez en relación
con la decisión final de la instancia, señala que son:
"... a) Facultad de rechazar de plano los incidentes que hayan sido propuestos y
resueltos antes; b) Facultad de rechazar de plano los incidentes cuando se esté
tramitando otro por la misma causa; c) Facultades de rechazar de plano los incidentes
cuando a pesar de basarse en una causa diferente ésta ha podido ser alegada en uno
anterior; d) Limitación de los incidentes de previa sustanciación y aplazamiento de su
fallo para la sentencia; e) Limitación de las apelaciones en el efecto suspensivo contra
providencias interlocutorias y su concentración para ser tramitadas conjuntamente, salvo
contadas excepciones; f) Exigencia de la fundamentación de las apelaciones; g)
Limitación de las notificaciones personales o por cédula e implantación del principio de
que 'las partes están a derecho'; h) Facultad del juez para impulsar oficiosamente la
marcha normal del proceso; i) restricción al mínimo de las causas de nulidad..." (DEVIS
ECHANDIA, 1968: 10).
Según se desprende del artículo 51 del Código Procesal Civil, las facultades genéricas
con que cuentan los magistrados son las siguientes:
A) Adaptar la demanda a la vía procedimental que considere apropiada, siempre que sea
factible su adaptación. Tratándose de los procesos de conocimiento, y de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 477 del Código Procesal Civil, este cuerpo de leyes
permite la adaptación de la demanda a dicha vía procedimental en lo:> casos de los
incisos 1) y 3) del artículo 477 del referido Código adjetivo, a saber: A. cuando el
asunto contencioso de que se trate no tenga una vía procedimental, no esté atribuido por
ley a otro órgano jurisdiccional (que no sea el Juez Civil), y, además, por su naturaleza
o complejidad el Juez considere atendible su trámite en vía de proceso de conocimiento;
y B. cuando el asunto contencioso de que se trate sea inapreciable en dinero o respecto
de él exista duda sobre su monto (cuantía), y siempre que el Juez estime atendible el
empleo de la vía de proceso de conocimiento. Tratándose de los procesos abreviados, y
de acuerdo a lo normado en el artículo 487 del Código Procesal Civil, este
ordenamiento procesal permite la adaptación de la demanda a la vía procedimental
abreviada en caso de asuntos contenciosos que no tienen una vía procedimental propia,
son inapreciables en dinero o hay duda sobre su monto (cuantía) o, por la naturaleza de
la pretensión, el Juez considere atendible el empleo del trámite en proceso abreviado.
Tratándose de los procesos sumarísimos, y con arreglo a lo previsto en el artículo 549
del Código Procesal Civil, este cuerpo de leyes permite la adaptación de la demanda a la
vía procedimental sumarísima en caso de asuntos contenciosos que no tienen una vía
procedimental propia, son inapreciables en dinero o hay duda sobre su monto (cuantía)
o, porque debido a la urgencia de tutela jurisdiccional, el Juez considere atendible el
empleo del trámite en proceso sumarísimo.
Según se colige del artículo 52 del Código Procesal Civil, los Jueces cuentan con las
siguientes facultades disciplinarias (dirigidas a conservar una conducta procesal
correspondiente a la importancia y respeto de la actividad judicial):
Son deberes de las partes, abogados y apoderados, entre otro?, el abstenerse de usar
expresiones descomedidas o agraviantes en sus intervenciones, y guardar el debido
respeto al Juez, a las partes y a los auxiliares de justicia (art. 109 -incs. 3) y 4)- del
C.P.C.).
Son deberes de los magistrados, entre otros, rechazar los escritos y exposiciones que
sean contrarios a la decencia o la respetabilidad de las personas, haciendo testar las
frases inconvenientes, sin perjuicio de la respectiva sanción (art. 184 -inc. 13)- de la
L.O.P.J.).
Se prohíbe toda manifestación de censura o aprobación en el recinto de las Salas (de las
Cortes Superiores o de la Corte Suprema), debiendo ser expulsado el transgresor. En
caso necesario se hace desalojar del local, continuando la audiencia en privado, sin
perjuicio de someter a proceso a los infractores (art. 135 de la L.O.P.J.).
Son facultades de los magistrados, entre otras, ordenar la detención, hasta por
veinticuatro horas, de quienes, en su despacho o con ocasión de las actuaciones
judiciales, los injurien, agravien, amenacen o coaccionen por escrito o de palabra, o que
promuevan desórdenes, pudiendo denunciar el hecho ante el Ministerio Público (art.
185 -inc. 3)- de la L.O.P.J.).
C) Pueden (y deben) aplicar las sanciones disciplinarias que el Código Procesal Civil y
otras normas establezcan (comúnmente, se trata de multas que obedecen,
principalmente, a la adopción por parte del sancionado de una conducta procesal
temeraria o de mala fe). Sobre el particular, el artículo 9 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial señala claramente que los magistrados pueden llamar la atención, o sancionar
con apercibimientos, multas, pedidos de suspensión o destitución, o solicitar su sanción,
de todas las personas (incluyendo a los abogados) que se conduzcan de modo
inapropiado, actúen de mala fe, planteen solicitudes dilatorias o maliciosas y, en
general, cuando falten a los deberes de comportarse con lealtad, probidad, veracidad y
buena fe, así como cuando incumplan sus mandatos. El artículo 110 del Código
Procesal Civil señala al respecto lo siguiente: A. las partes, sus Abogados, sus
apoderados y los terceros legitimados responden por los perjuicios que causen con sus
actuaciones procesales temerarias o de mala fe; B. cuando en el proceso aparezca la
prueba de tal conducta, el Juez, independientemente de las costas que correspondan,
impondrá una multa no menor de cinco ni mayor de veinte Unidades de Referencia
Procesal; y C. cuando no se pueda identificar al causante de los perjuicios, la
responsabilidad será solidaria. Además de lo dispuesto en el artículo 110 del Código
Procesal Civil, cuando el Juez considere que el Abogado actúa o ha actuado con
temeridad o mala fe, remitirá copia de las actuaciones respectivas a la Presidencia de la
Corte Superior, al Ministerio Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para
las sanciones a que pudiera haber lugar (art. III del C.P.C.).
A) Imponer multa compulsiva (esta calidad está sobreentendida, pues tal sanción se
dirige a compeler u obligar al destinatario de la misma a acatar la orden judicial de que
se trate) y progresiva (lo cual significa que su monto se va incrementando
paulatinamente hasta que el destinatario de la sanción cumpla el mandato judicial, o,
también, que se aplica tantas multas como sean las veces en que el obligado es
requerido judicialmente a algo sin que lo haga) dirigida a lograr que la parte o quien
corresponda (un tercero legitimado, por ejemplo) cumpla los mandatos judiciales. La
referida multa tiene carácter discrecional (no así las multas que tienen un fin
estrictamente sancionatorio cuya imposición, por mandato expreso de la ley, sea
obligatoria para el Juez que dirige el proceso), tanto en su determinación como en la
fijación del monto respectivo, el mismo que deberá señalarse en función de los
parámetros establecidos en el Código Procesal Civil. Por otro lado, en atención
precisamente al carácter discrecional de la multa, el Juez está autorizado para reajustar
su monto e, incluso, para revocar dicha sanción, siempre y cuando aquél adquiere el
convencimiento de que el incumplimiento del mandato judicial por parte del obligado
no fue intencional o deliberado sino que obedeció a causas justificantes (u obedece a
causas justificantes, si el impedimento continúa).
Para Devis Echandía son deberes del Juez en el trámite del proceso los siguientes: "... a)
El deber de imparcialidad y honestidad; b) El deber de abstenerse de actividades
extraprocesales incompatibles con la dignidad y la independencia de su cargo; c) Deber
de utilizar las facultades oficiosas que la Ley le otorga para la mejor marcha y solución
del proceso; d) Deber de hacer efectiva la inmediación y el impulso procesal; e) Deber
de resolver dentro de los plazos señalados en la Ley (…); f) Deber del juez de responder
civilmente por los perjuicios causados por su dolo, sus demoras injustificadas y sus
errores inexcusables" (DEVIS ECHANDIA, 1968: 10).
"El primer deber que se presenta es (...) el de prestar su actividad jurisdiccional, deber u
obligación jurídica que se concreta en un conjunto de obligaciones y deberes respecto
de las partes. Y así como la actividad jurisdiccional se desarrolla en dos fases o
momentos distintos, a saber, en el proceso de cognición, la fase preparatoria e
instructoria, y la fase decisoria, así también vemos que la obligación a la prestación de
la actividad jurisdiccional se concreta en la obligación de suministrar, por requerimiento
de las partes en causa, todas aquellas actividades que van conexas al último fin que se
propone la actividad jurisdiccional.
(...)
Además de esto, en materia de valoración de las pruebas, deben tener como fundamento
de la decisión las pruebas propuestas por las partes o por el ministerio público (...).
(...) Además de esto, en cuanto a los poderes decisorios (...), el juez tiene que
pronunciarse sobre toda la demanda, y no fuera de los límites de ella, y no decidir de
oficio acerca de excepciones que sólo pueden ser propuestas por las partes" (ROCCO,
1976, Volumen II: 157-158).
Conforme se desprende del artículo 50 del Código Procesal Civil, son deberes
procesales de los magistrados los siguientes:
A) Dirigir el proceso. Constituye principio procesal la dirección del proceso por el Juez,
quien debe ejercerla de acuerdo a lo dispuesto en el Código Procesal Civil (art. 11 -
primer párrafo- del T.P. del C.P.C.).
B) Velar por la rápida solución del proceso. En virtud del principio de celeridad
procesal, contemplado en el último párrafo del artículo V del Título Preliminar del
Código Procesal Civil, la actividad procesal se realiza diligentemente y dentro de los
plazos establecidos, debiendo el Juez, a través de los auxiliares bajo su dirección, tomar
las medidas necesarias para lograr una pronta y eficaz solución del conflicto de intereses
o incertidumbre jurídica.
El Juez debe impulsar el proceso por sí mismo, siendo responsable de cualquier demora
ocasionada por su negligencia, aunque están exceptuados del impulso de oficio los
casos expresamente señalados en el Código Procesal Civil (art. 11 -in fine- del T.P. del
C.P.C.).
D) Procurar la economía procesal. El principio de economía procesal, previsto en el
penúltimo párrafo del artículo V del Título Preliminar del Código Procesal Civil,
postula que el Juez dirige el proceso tendiendo a una reducción de los actos procesales,
sin afectar el carácter imperativo de las actuaciones que lo requieran.
E) Hacer efectiva la igualdad de las partes en el proceso, empleando las facultades que
el Código Procesal Civil les otorga. Así tenemos que, en razón del principio de
socialización del proceso, el mismo que se funda en el principio constitucional de
igualdad de las personas ante la ley (art. 2 -inc. 2) de la Constitución Política de 1993),
el Juez debe evitar que la desigualdad entre las personas por razones de sexo, raza,
religión, idioma o condición social, política o económica, afecte el desarrollo o
resultado del proceso (art. VI del T.P. del C.P.C.).
F) Dictar las resoluciones y realizar los actos procesales en las fechas previstas y en el
orden que ingresan al despacho, salvo prelación legal u otra causa justificada (como, por
ejemplo, la sobrecarga procesal que tienen los órganos jurisdiccionales). Al respecto, el
artículo 145 del Código Procesal Civil prescribe que incurre en falta grave el Juez que,
sin justificación, no cumple con realizar la actuación judicial en la fecha señalada o
dentro del plazo legal respectivo. Por otro lado, el artículo 124 del Código Procesal
Civil establece: 1. que en primera instancia, los decretos se expiden a' los dos días de
presentado el escrito que los motiva; 2. que en primera instancia, los autos se expide
dentro de cinco días hábiles computados desde la fecha en que el proceso se encuentra
expedito para ser resuelto, salvo disposición distinta del Código Procesal Civil; 3. que
en primera instancia, las sentencias se expedirán dentro del plazo máximo previsto en
cada vía procedimental, contado desde la notificación de la resolución que declara al
proceso expedito para ser resuelto; 4. que en segunda instancia, los plazos se sujetarán a
lo dispuesto en el Código Procesal Civil; 5. que los plazos en la Corte Suprema se
sujetan a lo dispuesto en el Código Procesal Civil sobre el recurso de casación; y 6. que
el retardo en la expedición de las resoluciones será sancionado disciplinariamente por el
superior jerárquico, sin perjuicio de las responsabilidades adicionales a las que hubiera
lugar.
Fundamentar los autos y sentencias, bajo sanción de nulidad, respetando los principios
de jerarquía de las normas y el de congruencia. Constituye un principio de la función
jurisdiccional, con carácter constitucional, la motivación escrita de las resoluciones
judiciales en todas las instancias, excepto los decretos de mero trámite, con mención
expresa de la ley aplicable y de los fundamentos de hecho en que se sustentan (art. 139 -
inc. 5)- de la Constitución Política de 1993). Según se infiere del artículo 122 del
Código Procesal Civil: A. los autos y sentencias deben contener la mención sucesiva de
los puntos sobre los que versa la resolución con las consideraciones, en orden numérico
correlativo, de los fundamentos de hecho que sustentan la decisión, y los respectivos de
derecho con la cita de la norma o normas aplicables en cada punto, según el mérito de lo
actuado; y B. los autos y sentencias que no cumplan con el requisito precisado en el
literal A. son nulos. En relación al principio de jerarquía de las normas, por el cual, en
caso de conflicto, debe preferirse a la norma de mayor rango, la parte final del artículo
138 de la Constitución Política de 1993 señala que en todo proceso, de existir
incompatibilidad entre una norma constitucional y una norma legal, los jueces prefieren
la primera; igualmente, prefieren la norma legal sobre toda otra norma de rango inferior.
Finalmente, en lo que atañe al principio de congruencia, debe tenerse presente que "es el
principio normativo que exige la identidad jurídica entre lo resuelto, en cualquier
sentido, por el juez en la sentencia y las pretensiones y excepciones planteadas por las
partes..." (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 49). El artículo VII del Título Preliminar
del Código Procesal Civil recoge dicho principio al disponer que el Juez, al aplicar el
derecho que corresponde al proceso, no puede ir más allá del petitorio ni fundar su
decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las partes.
Por otro lado, no podemos dejar de mencionar el deber judicial de inmediación, basado
en el principio procesal de inmediación (previsto en el art. V del T.P. del C.P.C.), según
el cual las audiencias y la actuación de medios probatorios se realizan ante el Juez,
siendo indelegables bajo sanción de nulidad (exceptuándose las actuaciones procesales
por comisión). Resulta importante destacar el principio procesal de la inmediación
dentro de la audiencia de pruebas por cuanto al actuarse los diferentes medios
probatorios en presencia del Juez, éste podrá formarse convicción acerca de la veracidad
o no de las afirmaciones de las partes. En concordancia con el referido principio, el
último párrafo del artículo 50 del Código Procesal Civil dispone que el Juez que inicia
la audiencia de pruebas (léase el Juez que dirige la audiencia de pruebas) concluirá el
proceso, salvo en circunstancias excepcionales -promoción o separación- frente a las
cuales el nuevo magistrado se encuentra facultado para ordenar la repetición de la
audiencia de pruebas (a efecto de que se actúen en su presencia), si lo estima necesario.
Advertimos que si bien el último párrafo del artículo 50 del Código adjetivo hace
referencia genérica a la facultad del Juez sustituto de repetir "las audiencias" (realizadas
por el anterior magistrado que fuera promovido o separado), en nuestra opinión, tal
facultad sólo se hace extensible a la audiencia de pruebas, pues es ésta el elemento
central de la referida potestad del nuevo juzgador (sobre cuya base se decide la
repetición); lo contrario significaría una clara contravención a los principios de
economía y celeridad procesales.
A continuación citaremos la jurisprudencia casatoria vinculada con los deberes del Juez
en el proceso civil:
"... Conforme al inciso sexto del Artículo cincuenta del Código Procesal Civil, a los
jueces les asiste el deber de fundamentar los autos y sentencias, tanto de hecho como de
derecho, bajo sanción de nulidad; la importancia de esta obligación procesal que la ley
impone como garantía de la administración de justicia es tal, que por su trascendencia
para preservar tanto el derecho de defensa como para la eficacia y validez de los actos
procesales, ha sido necesario elevarla al rango de garantía constitucional con el inciso
quinto del Artículo ciento treintinueve de la Constitución Política del Estado..."
(Casación Nro. 2048-T-96 / Tacna, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 16-03-
1998, pág. 556).
"... La motivación de las resoluciones judiciales es una de las garantías del derecho a un
debido proceso, que se manifiesta en la expresión de los fundamentos de hecho y de
derecho que se han tomado en cuenta para adoptar la decisión" (Casación Nro. 1615-99/
Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 20-01-2000, págs. 4596-4597).
"... Es un principio garantista recogido por nuestra Constitución que el Juez motive sus
resoluciones, pues ello permitirá a las partes conocer las razones de su decisión;
verificar que la misma responda a una determinada interpretación y aplicación del
derecho a los hechos estimados y que se pueda impugnar de la misma" (Casación Nro.
2890-99/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 07-07-2000, págs. 5566-
5567).
"... El hecho de haber sido elevada esta obligación procesal de los órganos
jurisdiccionales (de motivación escrita de las resoluciones) al rango de garantía
constitucional, pone en evidencia la importancia que tiene motivar las resoluciones
judiciales, no sólo porque los justiciables necesitan conocer las razones que ha tenido el
Juez para rechazar sus pretensiones y poderse defender, sino también para que el
superior al absolver el grado se encuentre en condiciones de rebatir dichos argumentos
si fuera de distinto parecer, obviamente en armonía con el interés de una administración
de justicia predecible" (Casación Nro. 1242-99/ Lima, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 28-11-1999, págs. 4185-4186).
"... Mediante este principio (de motivación de las resoluciones judiciales), el juzgador
debe exponer las consideraciones que fundamentan la subsunción de los hechos en los
supuestos hipotéticos de las normas jurídicas que fueron aplicadas, dando lugar a la
construcción del razonamiento judicial que sirve de punto de apoyo de la declaración
jurisdiccional; de otra manera, la sentencia no podría operar sobre el convencimiento de
las partes ni de los ciudadanos en general, ni podría permitir el control correspondiente
a los órganos de instancia superior, por la vía de los recursos previstos en la ley
procesal" (Casación Nro. 1199-97 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el
04-08-1998, págs. 1514-1515).
"... En cuanto a la expedición de la sentencia por Juez distinto al que intervino en las
audiencias (de pruebas), no es causal de nulidad del trámite o vicio in procedendo, pues
puede hacerlo y depende de su exclusiva decisión renovar dichas audiencias si lo
juzgara necesario..." (Casación Nro. 3082-99 / La Libertad, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 08-04-2000, pág. 5014).
"... La sentencia de Primera Instancia ha sido expedida por (...) Juez distinto al
originario, pues en autos no obra ninguna constancia de la promoción o separación del
Juez primigenio que actuó la Audiencia de Pruebas. (...)
Que, en tal virtud, se ha afectado el derecho del justiciable al Juez natural, al haber sido
desviado del Juez que conforme a Ley le correspondía sentenciar; derecho que se
encuentra cautelado a través del principio de legalidad contemplado en el último acápite
del Artículo cincuenta del acotado Cuerpo Legal; violación que importa la
contravención de las normas que garantizan el debido proceso" (Casación Nro. 2924-98/
Cañete, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 21-09-1999, pág. 3565).
"... La audiencia de pruebas fue celebrada ante la Vocal Superior (...), y sin embargo,
dicha magistrada no intervino en la resolución de vista, no verificándose que haya
existido avocamiento alguno por parte de otro Vocal; infringiéndose así el principio de
inmediación recogido por el Artículo quinto del Título Preliminar del Código Procesal
Civil" (Casación Nro. 815-99/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-11-
1999, pág. 3844).
"... Si bien, se permite que otro Juez pueda reemplazar al que inició la audiencia, esta
sustitución no resulta posible cuando este Juez anterior ha dado por concluida la
audiencia, ha escuchado los informes orales y ha señalado fecha para la sentencia"
(Casación Nro. 1786-96/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 05-07-
1998, pág. 1394).
"... Los actos realizados por los jueces, como contrarios al buen comportamiento que las
leyes les exigen, pueden ser de naturaleza variada; y de allí que las responsabilidades en
que incurren sean también de este carácter. Así, se habla de responsabilidad:
disciplinaria, política, penal y civil.
La responsabilidad penal, en cambio, obedece a los posibles delitos que puede cometer
un juez en el desempeño o con ocasión del ejercicio de su ministerio. De allí que estas
infracciones penales se llamen también delitos ministeriales. Como se comprende, nada
tiene que ver esta responsabilidad con los delitos comunes que puede cometer un juez,
al igual que cualquier mortal. No se trata, pues, de una falta o abuso que pueda ser
castigada disciplinariamente, sino de un delito funcionario que debe ser sancionado con
una pena; d) Por último, la responsabilidad civil es una consecuencia de la
responsabilidad penal anterior. Obedece al principio de que de todo delito puede nacer
una acción civil tendiente a obtener la correspondiente reparación del daño causado por
medio de aquél. También habrá responsabilidad civil en la comisión de un
cuasidelito..." (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo II: 107-108).
La inobservancia de los deberes asignados a los Jueces y auxiliares de la jurisdicción
civil (en el C.P.C. y en la L.O.P.J.) trae como consecuencia la imposición de la
correspondiente sanción (art. 48 -parte final- del C.P.C.). Al respecto, la Ley Orgánica
del Poder Judicial establece lo siguiente:
Los miembros del Poder Judicial son responsables civilmente por los daños y perjuicios
que causan, con arreglo a las leyes de la materia. Son igualmente responsables por los
delitos que cometan en el ejercicio de sus funciones. Las acciones derivadas de estas
responsabilidades se rigen por las normas respectivas (art. 200 de la L.O.P.J.).
La destitución es impuesta por los organismos que dispone la Ley Orgánica del Poder
Judicial, requiriéndose el voto sancionatorio de más de la mitad del número total de
integrantes del organismo respectivo. Procede aplicarse la destitución al Magistrado que
atente gravemente contra la respetabilidad del Poder Judicial; al que ha cometido hecho
grave que sin ser delito, compromete la dignidad del cargo y desmerezca en el concepto
público, siempre que haya sido sancionado con suspensión anteriormente; al que se le
ha condenado por delito contra la libertad sexual; al que actúa legalmente impedido,
sabiendo esa circunstancia; al que es sentenciado a pena privativa de libertad por delito
doloso; al que reincide en hecho que dé lugar a la suspensión y en los demás casos que
señala la ley (art. 211 de la L.O.P.J.).
"Artículo 510°.- Presunción de dolo o culpa inexcusable.- Se presume que el Juez actúa
con dolo o culpa inexcusable cuando:
"Artículo 514°.- Plazo.- La demanda debe interponerse dentro de tres meses contados
desde que quedó ejecutoriada la resolución que causó daño".
Prevaricato. Al respecto, el artículo 418 del Código Penal preceptúa que el juez o el
fiscal que, a sabiendas, dicta resolución o emite dictamen, contrarios al texto expreso y
claro de la ley o cita pruebas inexistentes o hechos falsos, o se apoya en leyes supuestas
o derogadas, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de
cinco años.
Goldschmidt, acerca de los actos procesales del Juez, señala que "... el punto central de
los actos judiciales son las resoluciones. Estas son las declaraciones de voluntad
emitidas por el juez con el fin de determinar lo que se estima como justo.
Además de ellos existen otros actos del juez, a saber: meras comunicaciones (por ej.,
instrucciones, informes, documentaciones) y actos reales (por ej. suministro de
documentos y devolución de documentos exhibidos). Aliado de estos 'actos
constitutivos' judiciales, existen los de ejecución de pruebas, a consecuencia de la
aportación de las mismas por la parte, los actos de instrucción (en cuanto impere el
principio inquisitivo) y, finalmente, los debates (audiencias) y la asunción de las
pruebas" (GOLDSCHMIDT, 1936: 300).
Redenti, en lo que atañe al tema que nos ocupa en este punto, refiere que "... las
actividades del juez, bajo sus varios conceptos de instructor, juzgador, ejecutor, etc., en
el ejercicio de sus atribuciones instrumentales y finales, son extraordinariamente varias:
convoca a sus audiencias, las tiene y dirige (...); escucha, amonesta, coordina, promueve
la regularización de actos; trata de conciliar; admite o no admite deducciones,
producciones, defensas, intervenciones, pruebas, las realiza; interroga, inspecciona,
ordena secuestros, cautelas, inmisiones; puede suspender y declarar extinguido el
proceso; pronuncia sobre problemas, cuestiones y demandas, de rito y de fondo; declara
la certeza, constituye, condena; vende, hace vender, reparte, autoriza; aprueba,
homologa, inventaría... La ejemplificación puede prolongarse hasta el infinito"
(REDENTI, 1957, Tomo I: 200).
Micheli, por su parte, anota que "la actividad del juez civil en el proceso puede dar lugar
a una multiplicidad de actos que se pueden clasificar en dos categorías, la primera de las
cuales abarca toda actividad judicial, dirigida a la percepción de las deducciones, de las
afirmaciones, de las pruebas, de las partes y de los terceros, mientras que la segunda
comprende todas las actividades que se concretan en la evicción de providencias que
pueden referirse tanto al proceso como al fondo del juicio. La primera categoría
comprende, por consiguiente, actividades lógicas, intelectivas (...), mientras la segunda
categoría abarca actividades que tienen su presupuesto necesario en las primeras y en la
consiguiente formación de la convicción del juez y se concretan en un mandato que
puede referirse (...) tanto al proceso como al fondo de las demandas. En el primer caso,
la actividad puede también ser oral (...), pero la regla es que la providencia debe tener la
forma escrita, según los esquemas previstos en abstracto por el legislador, en relación al
contenido de dicha providencia; (…) la ley prescribe en qué casos el juez deba
pronunciar con una u otra providencia o solamente si falta una prescripción de ese
género, el juez podrá adoptar aquella providencia en la forma que le parezca idónea para
alcanzar su finalidad (…)' pero (….) también en esta última hipótesis el juez no puede
escoger una forma fuera de aquella de los tipos de providencia que la ley conoce, y
precisamente la sentencia, la ordenanza y el decreto (...); y tal elección la hará teniendo
presente la función que la providencia innominada (por decir así) debe cumplir"
(MICHELI, 1970, Volumen I: 301).
En lo que concierne a los actos procesales del Juez, Couture enseña lo siguiente: "Los
actos del tribunal son (...) actos de los agentes de la jurisdicción.
b) Actos de comunicación; son aquellos dirigidos a notificar (notum facere) a las partes
o a otras autoridades, los actos de decisión.
Los actos procesales del Juez son objeto de regulación en el Capítulo I ("Actos
procesales del Juez") del Título I ("Forma de los actos procesales") de la Sección
Tercera ("Actividad procesal") del Código Procesal Civil, en los arts. 119 al 128.
Podetti sostiene que "... esas declaraciones de voluntad (en que consisten las
resoluciones) pueden ser resolutorias, instructorias y ejecutorias, en ellas se ejercen los
dos característicos poderes de la jurisdicción: el iudicium y el imperium, mandar y
decidir. Las resoluciones que se pronuncian y plasman el iudicium, o sea las que
deciden, actúan sobre la relación formal o sobre la relación sustancial subyacente, es
decir, sobre el continente o sobre el contenido" (PODETTI; citado por QUINTERO, y
PRIETO, 1995, Tomo 11: 196).
Véscovi señala al respecto que las resoluciones judiciales "... se dividen en: de mero
trámite, que sólo dan el impulso al proceso; interlocutorias (sentencias o autos, según
los códigos), que se dictan durante el procedimiento y se relacionan con una cuestión
conexa pero ajena a la principal (al objeto del proceso), y definitivas, que son la
sentencia final. Después de éstas siguen en importancia los autos (...) interlocutorios,
que, en ciertos casos, pueden tener carácter de definitivos cuando, al resolver una
cuestión accesoria (caducidad, prescripción, cosa juzgada, etc.), ponen fin al proceso"
(VESCOVI, 1999: 221).
En cuanto a las clases de resoluciones judiciales (denominadas también providencias en
sentido lato), Devis Echandía nos informa que "en muchos países (...) se utiliza el
término sentencia exclusivamente para la decisión definitiva de la instancia, respecto a
la demanda y las excepciones de mérito o fondo contra las pretensiones, contenidas en
aquélla (con algunas salvedades), o de los recursos extraordinarios de casación y
revisión; las demás providencias se denominan autos y se distinguen éstos en
interlocutorios y de mera sustanciación, según se refieran a cuestiones incidentales o
accesorias relacionadas con el fondo del asunto (los primeros) o simplemente con el
gobierno del proceso (los últimos)" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 513-514).
El Código Procesal Civil (en su art. 120) solamente reconoce como resoluciones
judiciales las siguientes:
Decretos.
Autos.
Sentencias.
2.9.2.1 Decretos
En opinión de Beatriz Quintero y Eugenio Prieto "los autos de trámite disponen una
simple impulsión del proceso, no requieren motivación..." (QUINTERO; Y PRIETO,
1995, Tomo II: 198).
Para Devis Echandía "las providencias de sustanciación son las que se limitan a
disponer un trámite de los que la ley establece para dar curso progresivo a la actuación,
se refieren a la mecánica del procedimiento, a impulsar su curso, ordenar copias y
desgloses, citaciones y actos por el estilo" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 514).
A decir de Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández las providencias son "...
resoluciones de tramitación o (...) de ordenación material. Y por tramitación se ha de
entender el desarrollo procedimental, el avance de los actos conforme a la serie de ellos
abstractamente prevista en la norma procesal. Esto significa, ciertamente, un impulso
procesal (y de oficio), es decir, paso de un acto al siguiente o de una fase a la sucesiva
cuando se producen los supuestos de hecho (procesales) contemplados por la ley..."
(OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Tomo II: 134).
2.9.2.2 Autos
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández anotan que los autos (llamados también
providencias interlocutorias) "... son las resoluciones que se dictan para resolver
cuestiones de importancia, afectantes a intereses de los litigantes dignos de protección,
pero distintas de la cuestión principal o de fondo, distintas, por tanto, del objeto
principal y necesario del proceso. (...) los autos son las resoluciones con las que, salvo
que se indique expresamente que deben solventarse mediante sentencia, se deciden las
denominadas cuestiones incidentales, que no pongan fin al proceso" (OLIVA; y
FERNANDEZ, 1990, Tomo II: 135).
Devis Echandía sostiene que los autos o providencias interlocutorias "... son decisiones
pronunciadas en el curso de las instancias o del trámite de los recursos extraordinarios
de casación y revisión, o para el cumplimiento de la sentencia en el mismo proceso,
sobre puntos que no son del simple trámite que contienen alguna cuestión de fondo
distinta de resolver sobre las pretensiones de la demanda y las excepciones de fondo o
mérito opuestas a ellas y que en ocasiones le ponen fin al proceso, por ejemplo, cuando
se declara su perención o caducidad o se acepta una transacción total o el desistimiento
de la demanda o del recurso de apelación o casación contra la sentencia" (DEVIS
ECHANDIA, 1985, Tomo II: 456).
Se infiere del texto del segundo párrafo del artículo 121 del Código Procesal Civil que
los autos son aquellas resoluciones expedidas por el Juez a través de las cuales:
Se adoptan todas las demás decisiones para las que se exige la debida fundamentación
(excluyéndose, obviamente, el pronunciamiento judicial acerca de la cuestión
controvertida en el que se declare el derecho que corresponde a las partes, que no se
hará mediante auto sino a través de la sentencia).
2.9.2.3 Sentencias
Ovalle Favela asegura que la sentencia es "...Ia resolución que emite el juzgador sobre
el litigio sometido a su conocimiento y mediante la cual normalmente pone término al
proceso" (OVALLE FAVELA, 1980: 146).
Según Alfredo Rocco "la sentencia es el acto con que el Estado, por medio del órgano
de la jurisdicción a ello destinado (Juez de la decisión), aplicando la norma al caso
concreto, declara qué tutela jurídica concede el derecho objetivo a determinado interés"
(ROCCO, Alfredo; citado por ROCCO, Ugo, 1976, Volumen II: 243).
A criterio de Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández, las sentencias "... son la
clase de resolución que nuestro Derecho procesal reserva para la decisión de los asuntos
de superior relevancia y singularmente, para decidir sobre el fondo (aunque no sólo para
eso). La sentencia es, en todo caso, la resolución terminal del proceso, tanto si entra
sobre el fondo, como si, por falta de algún presupuesto del 'derecho al proceso', procede
finalizar éste, dejando imprejuzgado su objeto (mediante sentencia 'absolutoria de
instancia')..." (OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Tomo II: 136).
Para Aldo Bacre la sentencia es "el acto jurídico procesal emanado del juez y volcado
en un instrumento público, mediante el cual ejercita su poder-deber jurisdiccional,
declarando el derecho de los justiciables, aplicando al caso concreto la norma legal a la
que previamente ha subsumido los hechos alegados y probados por las partes, creando
una norma individual que disciplinará las relaciones recíprocas de los litigantes,
cerrando el proceso e impidiendo su reiteración futura" (BACRE, 1992, Tomo III: 396).
"La sentencia es el acto por el cual el juez cumple la obligación jurisdiccional derivada
de la acción y del derecho de contradicción, de resolver sobre las pre-, tensiones del
demandante y las excepciones de mérito o fondo del demandado.
"1. (...) Los procesos de conocimiento pueden concluir de tres maneras: 1) con una
sentencia que se limite a reconocer una relación o situación jurídica ya existente
(sentencia meramente declarativa); 2) con una sentencia que constituya o modifique una
situación o relación jurídica (sentencia constitutiva); o 3) con una sentencia que ordene
una determinada conducta a alguna de las partes (sentencia de condena).
Esta clasificación de las sentencias en meramente declarativas, constitutivas y de
condena atiende a la finalidad perseguida con la sentencia. Las sentencias meramente
declarativas (...) 'tienen por objeto la pura declaración de la existencia de un derecho'
(...).
Las sentencias constitutivas son aquellas que 'crean, modifican o extinguen un estado
jurídico' (...). Por último, las sentencias de condena son aquellas que ordenan una
determinada conducta a alguna de las partes: un dar, un hacer o un no hacer (...).
(...)
Desde el punto de vista del resultado que la parte actora obtenga con la sentencia, ésta
suele clasificarse en estimatoria, en el caso en que el juzgador estime fundada y acoja la
pretensión de dicha parte, y desestimatoria, en el caso contrario.
También se suele distinguir entre sentencia definitiva y sentencia firme, según que sean
o no susceptibles de impugnación. De acuerdo con este criterio de clasificación, la
sentencia definitiva es aquella que, si bien ha sido dictada para resolver el conflicto
sometido a proceso, todavía es susceptible de ser impugnada a través de algún recurso o
proceso impugnativo, el cual puede concluir con la confirmación, modificación,
revocación o anulación de dicha sentencia definitiva. En cambio, la sentencia firme es
aquella que ya no puede ser impugnada por ningún medio; es aquella que posee la
autoridad de la cosa juzgada..." (OVALLE FAVELA, 1980: 157-159).
En lo que concierne a la estructura de la sentencia (que, según el arto 122 del C.P.C.,
tiene tres partes: expositiva, considerativa y resolutiva), Beatriz Quintero y Eugenio
Prieto expresan que "su estructura lógica la ofrece como integrada por dos partes
esenciales. Cualquiera de ellas que falte desnaturaliza el acto como tal. Esas partes son
la motivación y la resolución: en la motivación se contiene el juicio lógico creador y en
la resolución el mandato que imprime al acto su característica jurisdiccional, la
imperatividad. La ejecutividad" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 198).
(...)
Los Fundamentos de Derecho son los párrafos (...) que contienen los argumentos
jurídicos de las partes y, respecto de ellos, los que el tribunal toma en consideración
para resolver sobre el objeto u objetos del proceso, en relación con las normas (...) y la
doctrina (generalmente, interpretativa del Derecho positivo o explicitadora de principios
generales del Derecho), que se estimen aplicables.
(...)
(...) Después de antecedentes y fundamentos, aparece el fa/lo (...). El fallo debe ser
completo y congruente (...).
(...)
En el fallo se hará referencia al tema de las costas, ya sea para condenar (por el criterio
objetivo o por apreciar temeridad o mala fe), ya sea para expresar que no procede un
especial pronunciamiento en esa materia" (OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Tomo II:
137-139).
Resultandos
En esta primera parte de la sentencia hay una exposición de las cuestiones planteadas, es
decir, el juez sintetiza el objeto del proceso, su causa, señala quiénes intervienen en él y
menciona las etapas más importantes del trámite, como por ejemplo, si se abrió a prueba
o tramitó la causa como de puro derecho, si se alegó, si hubieron incidentes durante su
transcurso, etc.
El término 'resultandos' debe interpretarse en el sentido de 'lo que resulta o surge del
expediente', es decir, del conjunto de datos que se pueden extraer del mismo y que el
juez destaca en esta parte introductoria de la sentencia. También, en la práctica se utiliza
la expresión: Y VISTOS.
(...)
Considerandos
(...)
Finalmente, conforme se desprende del texto del último párrafo del artículo 121 del
Código Procesal Civil, la sentencia es aquella resolución destinada a poner fin a la
instancia o al proceso, por la que el Juez decide, en forma expresa, precisa y
debidamente fundamentada, acerca de la cuestión controvertida, declarando el derecho
de las partes, dando solución de esa manera al conflicto de intereses o incertidumbre
jurídica de que se trate. Puntualizamos que, según se infiere de la parte final del citado
numeral, en la sentencia el Juez puede pronunciarse, de modo excepcional, respecto de
la validez de la relación jurídica procesal, estando así facultado para declarar ésta
inválida, no obstante haber expedido anteriormente el respectivo auto de saneamiento en
el que se determinó precisamente que tal relación era válida.
"... Si bien al resolver las causas el Juez aplica su criterio la Ley y las fuentes formales
del derecho, cierto es también que dicha decisión debe hacerse en la sentencia que
ponga fin a la instancia, declarando el derecho sustancial" (Casación Nro. 1026-95 /
Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 25-04-1998, págs. 767-768).
"... Al emitirse sentencia, las demandas pueden ser declaradas fundadas en su totalidad o
sólo en parte o infundadas o improcedente (sic)..." (Casación Nro. 2512-99/ Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 07-04-2000, pags. 4986-4987).
"... Una demanda puede ser declarada improcedente en sentencia, cuando se determina
que carece de un requisito de fondo, lo que no afecta el derecho al debido proceso..."
(Casación Nro. 1030-99/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 29-08-
1999, pág. 3363).
"... El hecho de resolver las excepciones y defensas previas deducidas por la parte
demandada no precluye, ni es impedimento, para que el Juez declare la improcedencia
de la demanda y la conclusión del proceso..." (Casación Nro. 184-95/ Lima, publicada
en el Diario Oficial El Peruano el 09-10-1996, pág. 2338).
"... La sentencia de Primera Instancia fue inhibitoria, dado que el A quo al declarar
improcedente la demanda no proveyó el fondo de la litis..." (Casación Nro. 1520-99/
Junín, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-11-1999, págs. 4196-4197).
"... Conforme a lo dispuesto en la última parte del Artículo ciento veintiuno del Código
Procesal Civil el Juez al momento de sentenciar puede pronunciarse excepcionalmente
sobre la validez de la relación procesal. (...) debe precisarse atendiendo a la orientación
de nuestra novísima legislación procesal que esta facultad debe ejercerse
restringidamente a la existencia de vicios de carácter insubsanable". (Casación Nro.
192-96/ Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-01-1998, págs.
343-344).
"... Si bien es verdad que, como dispone el Artículo cuatrocientos sesentiséis del Código
Procesal Civil, consentida o ejecutoriada la resolución que declara el saneamiento
procesal precluye toda petición referida a impugnar la validez de la relación jurídica
procesal, esto no limita la facultad del juzgador, concedida por el Artículo ciento
veintiuno 'in fine' del mismo Código, para en sentencia, excepcionalmente, revisar
nuevamente dicha relación y pronunciarse sobre ella, por lo que habiendo el juzgador de
mérito obrado en ejercicio de sus facultades, no se contraviene el derecho del recurrente
al debido proceso" (Casación Nro. 1136-99 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial
El Peruano el 12-11-1999, pág. 3914).
"... Excepcionalmente, como autoriza el Artículo ciento veintiuno 'in fine' del mismo
Código (C.P.C.), los jueces en sentencia pueden pronunciarse sobre la validez de la
relación procesal, lo que quiere decir que pueden hacerlo, no obstante haber precluido
las etapas anteriores. (...) Que, esa facultad, que no se refiere a los hechos sino a la
aplicación del Derecho, no queda limitada ni disminuida por el hecho de que el
demandado no impugnara el mandato ejecutivo, no formulada (sic) contradicción ni
apelara del auto de saneamiento, pues los jueces de mérito, en primera y segunda
instancia, como directores del proceso, aplican la norma pertinente, como los (sic)
facultan los Artículos segundo y sétimo del Título Preliminar y cincuenta inciso primero
del Código Adjetivo..." (Casación Nro. 1304-99/ Cusco, publicada en el Diario Oficial
El Peruano el 18-12-1999, pág. 4326).
"... La última parte del Artículo ciento veintiuno del Código Procesal Civil autoriza al
Juez para que emita sentencia pronunciándose sobre la validez de la relación procesal.
(...) dicha norma debe ser concordada con el último párrafo del Artículo ciento
setentiséis del Código Procesal Civil, que establece que los jueces sólo declararán de
oficio las nulidades insubsanables, mediante resolución motivada, reponiendo el
proceso al estado que corresponde. (...) Que, por lo tanto, cuando el Juez o la Corte se
pronuncia sobre la invalidez de la relación procesal por encontrar la existencia de un
vicio de naturaleza insubsanable no contraviene ni el principio de congruencia, ni el
carácter dispositivo del proceso civil, ni desconoce las etapas preclusivas del proceso ni
el efecto del saneamiento" (Casación Nro. 841-99 / Cusco, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 01-09-1999, págs. 3407-3408).
"... Si bien de acuerdo con el Artículo ciento veintiuno del Código Procesal Civil, la
sentencia de vista podía pronunciarse sobre la validez de la relación procesal y declarar
improcedente la demanda (...), para ello tenía que declarar nula la apelada o revocarla,
lo que implica que la apelada contenía una causal de nulidad o la Sala modificaba la
misma, pero al declarar improcedente la demanda, sin anular o revocar la apelada, se
mantiene la misma, lo cual importa un absurdo jurídico y no existe pronunciamiento en
la parte resolutiva sobre la sentencia apelada, incumpliendo lo dispuesto en el inciso
cuarto del Artículo ciento veintidós del Código acotado e incurriendo en la causal de
nulidad contemplada en el Artículo ciento setentiuno de dicho Código" (Casación Nro.
3016-99 / Huaura, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 04-07-2000, pág. 5528).
El artículo 122 del Código Procesal Civil trata sobre el contenido de las resoluciones.
Así tenemos que todas las resoluciones (decretos, autos y sentencias) deben contener,
bajo sanción de nulidad, la indicación del lugar y fecha en que se expiden (art. 122 -inc.
1)- del C.P.C.). En cuanto al lugar, se entiende que es aquel donde tiene su sede el
órgano jurisdiccional unipersonal o colegiado que emite la resolución.
Todas las resoluciones (decretos, autos y sentencias) deben contener, además, bajo
sanción de nulidad, la indicación del número de orden que les corresponde dentro del
expediente principal del proceso o cuaderno especial en que se emiten (art. 122 -inc. 2)-
del C.P.C.). Las resoluciones judiciales, dicho sea de paso, deben ser numeradas
correlativamente en el día de su expedición, bajo responsabilidad (art. 125 del C.P.C.).
Sólo los autos y sentencias (y no los decretos) deben contener, bajo sanción de nulidad,
conforme lo señala el inciso 3) del artículo 122 del Código Procesal Civil, la mención
sucesiva de los puntos sobre los que versa la resolución.
Sólo los autos y sentencias (estando excluidos los decretos) deben contener, bajo
sanción de nulidad, las consideraciones, en orden numérico correlativo, de los
fundamentos de hecho y de derecho que sustentan la decisión (lo que implica, en este
último caso, la cita de la norma o normas aplicables en el respectivo considerando), lo
que debe guardar correspondencia con el mérito de lo actuado (art. 122 -inc. 3)- del
C.P.C.). Al respecto, el inciso 5) del artículo 139 de la Constitución Política de 1993
establece claramente que es principio y derecho de la función jurisdiccional la
motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias, excepto los
decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable y de los fundamentos
de hecho en que se sustentan. El Código Procesal Civil, en el inciso 6) de su artículo 50,
preceptúa que es deber del Juez en el proceso fundamentar los autos y sentencias, bajo
sanción de nulidad, respetando los principios de jerarquía de las normas (por el cual, en
caso de conflicto, debe preferir el Juez la norma de mayor rango) y el de congruencia
(por el cual el Juez debe aplicar el derecho que corresponda al caso concreto que se le
presente, estando impedido de ir más allá del petitorio y de fundar su decisión en hechos
distintos a los que han sido invocados por los sujetos procesales). La Ley Orgánica del
Poder Judicial indica en su artículo 12 que todas las resoluciones, con exclusión de las
de mero trámite, son motivadas, bajo responsabilidad, con expresión de los
fundamentos en que se sustentan, pudiendo éstos reproducirse en todo o en parte sólo en
segunda instancia, al absolver el grado. Sobre el particular, Clemente Díaz afirma que
"... la motivación judicial consiste en la exposición, coherente y razonada, de las causas
que inducen al juez a calificar jurídicamente una situación fáctica o legal que considera
acreditada en el proceso..." (DIAZ; citado por BACRE, 1986, Tomo I: 539). Devis
Echandía dice de la motivación de las resoluciones judiciales que "de esta manera se
evitan arbitrariedades y se permite a las partes usar adecuadamente el derecho de
impugnación contra la sentencia para los efectos de la segunda instancia, planteándole
al superior las razones legales y jurídicas que desvirtúan los errores que condujeron al
juez a su decisión. Porque la resolución de toda sentencia es el resultado de las razones
o motivaciones que en ella se explican" (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 48). Aldo
Bacre, acerca del deber judicial de motivar las resoluciones judiciales, expone lo
siguiente:
"Otro deber esencial que deben cumplir los jueces, es el de fundar en derecho las
resoluciones que resuelvan cuestiones planteadas en el proceso.
(...)
Este deber implica que los jueces digan cuáles han sido los fundamentos de hecho y de
derecho que motivaron su decisión. Constituyendo el único medio a través del cual
pueden las partes y la opinión pública, en general, verificar o controlar la justicia de la
decisión. Como también constituirá el único medio que tendrá el tribunal superior de la
causa para revisar la sentencia apelada, en caso de que fuera impugnada.
(...)
(...)
(...)
(…) La sentencia debe constituir la derivación razonada del derecho vigente, y no ser
producto de la voluntad personal del juez. En caso contrario, estaríamos (...) ante un
caso de 'sentencia arbitraria' por defecto de fundamentación, y esto se produce no sólo
cuando carece totalmente de fundamentos la sentencia en los hechos y el derecho, sino
también, cuando los fundamentos son insuficientes, y ello puede ocurrir cuando no se
hace referencia alguna a los hechos del juicio ya su prueba, o cuando contiene
conceptos imprecisos, de los que no aparecen ni la norma general aplicada ni las
circunstancias del caso (…).
Sólo los autos y sentencias (y no los decretos) deben contener, bajo sanción de nulidad,
el plazo para su cumplimiento, si fuera el caso (art. 122 -inc. 5)- del C.P.C.). En lo que
atañe al plazo debe tenerse presente que, según el artículo 146 del Código Procesal
Civil: A. los plazos previstos en el Código Procesal Civil son perentorios, por lo que no
pueden ser prorrogados por las partes con relación a determinados actos procesales; B.
la regla señalada en el literal precedente se aplica también al plazo judicial; y C. a falta
de plazo legal, lo fija el Juez.
De conformidad con lo dispuesto en el inciso 6) del artículo 122 del Código Procesal
Civil, únicamente las sentencias deben contener, bajo sanción de nulidad, la condena en
costas y costos y, si procediera, de multas, o la indicación de la exoneración de su pago
(que, en el caso de las costas y costos procesales, debe ser, además de expresa,
debidamente fundamentada: art. 412 -primer párrafo- del C.P.C.).
Todas las resoluciones (decretos, autos y sentencias) deben contener, bajo sanción de
nulidad, la firma del Juez y del auxiliar jurisdiccional correspondiente (art. 122 -inc. 7)-
del C.P.C.). Lo señalado constituye la regla general respecto de la cual los tres últimos
párrafos del artículo 122 del Código Procesal Civil establecen las siguientes precisiones:
A. en primera y segunda instancia, así como en la Corte Suprema, las sentencias deben
contener la firma completa del Juez o Jueces que las emiten (en este último caso: si se
trata de órgano jurisdiccional colegiado); B. en primera y segunda instancia, así como
en la Corte Suprema, los autos llevan media firma del Juez o Jueces que los expiden (en
este último caso, si se trata de órgano jurisdiccional colegiado); C. si se trata de autos
emitidos por órganos jurisdiccionales colegiados solamente se exigirá la conformidad y
la suscripción del número de miembros que' hagan mayoría relativa; y D. Los decretos,
que, por lo general, son expedidos por los auxiliares jurisdiccionales, deben contener la
firma completa de éstos, a no ser que hayan sido emitidos por el Juez en el curso de
alguna audiencia, en cuyo caso el acta que recoge lo acontecido en la audiencia de que
se trate, incluyendo, obviamente, a los decretos que se expidan dentro de ella, será
suscrita por el Juez y por el auxiliar jurisdiccional respectivo (además de los sujetos
procesales intervinientes en la audiencia).
En las Salas de la Corte Suprema, cuatro votos conformes hacen resolución. En las
Cortes Superiores tres votos conformes hacen resolución, tratándose de las que ponen
fin a la instancia, y en los demás casos bastan dos votos conformes. En las Salas Penales
se requiere de dos votos. Salvo las excepciones que señala la ley. Los votos, incluso los
singulares y discordantes, se emiten por escrito, con firma de su autor. Todos se
archivan juntamente con una copia de la resolución (art. 141 de la L.O.P.J.).
Los Vocales emiten su voto comenzando por el ponente y luego por los demás
siguiendo el orden del menos al más antiguo. Si resulta acuerdo, la resolución se firma
el mismo día de la vista de la causa, salvo que quede al voto o se produzca discordia, de
todo lo cual da fe el Secretario. Si el fallo se dicta de conformidad con el dictamen fiscal
en el caso que proceda, los fundamentos del mismo se consideran como su motivación;
si se resuelve con lo expuesto por el Fiscal, es indispensable consignar la
fundamentación pertinente. En todo caso el fallo contiene el análisis de las cuestiones en
debate y de los argumentos del impugnante (art. 142 de la L.O.P.J.).
En todas las causas vistas en discordia, los Vocales están obligados a suscribir sus
respectivos votos, comenzando por el ponente, siguiendo por el menos antiguo y
terminando por el Presidente, dentro del término establecido en el artículo 140 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial (conforme al cual la causa dejada al voto se resuelve en un
plazo no mayor de quince días prorrogables por término igual por el Presidente de la
Sala, si alguno de los vocales lo solicita), sin lugar a prórroga, bajo responsabilidad (art.
148 de la L.O.P.J.).
Los Vocales tienen la obligación de emitir su voto escrito en todas las causas en cuya
vista hubiesen intervenido, aun en caso de impedimento, traslado, licencia, vacaciones,
cese o promoción. Dicho voto forma parte de la resolución, no siendo necesario la firma
de ésta por el Vocal referido. Si el Vocal no cumple con emitir su voto dentro del
término correspondiente el Presidente de la Sala puede integrarla con el llamado por ley,
de conformidad con los artículos precedentes (arts. 145, 146 y 147 de la L.O.P.J.), sin
perjuicio de la sanción disciplinaria pertinente (art. 149 de la L.O.P.J.).
Por último, no podemos dejar de mencionar que, conforme lo señala el artículo 122 del
Código Procesal Civil, la sentencia exige en su redacción la separación de las partes que
la conforman, a saber: A) Parte expositiva B) Parte considerativa. C) Parte resolutiva.
"... Los fundamentos de hecho de las sentencias consiste (sic) en las razones y en la
explicación de las valoraciones esenciales y determinantes que han llevado a la
convicción de que los hechos que sustentan la pretensión se han verificado o no en la
realidad; en cambio, los fundamentos de derecho consiste (sic) en las razones esenciales
que han llevado al Juez a subsumir o no un hecho dentro del supuesto hipotético de la
norma jurídica, lo que supone también que debe hacerse mención a la norma que resulta
o no aplicable al caso sublitis" (Casación Nro. 1615-99/ Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 20-01-2000. págs. 4596-4597).
"... El juicio de hecho consiste en una declaración histórica, que el Juez de instancia
elabora sobre la base de los hechos alegados y la prueba actuada por las partes, y que
por tanto es particular del caso y hasta irrepetible; mientras que el juicio de derecho
corresponde a la subsunción de la norma que el Juzgador considera aplicable a los
hechos que se han determinado" (Casación Nro. 582-99/ Cusca, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 19-10-1999. págs. 3774-3775).
"... Se produce (la arbitrariedad fáctica) cuando el Juzgador establece una base distinta a
la que le indican los medios probatorios y en consecuencia emite un pronunciamiento
erróneo, que debe ser sancionado con la nulidad del acto procesal..." (Casación Nro.
2414-99/ Tacna, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 17-09-2000, págs. 6292-
6293).
"... El legislador produce la Ley, que es una norma abstracta, a partir de la cual el Juez,
en la sentencia, produce una norma concreta aplicable a las partes en el proceso; (...) Por
eso es fundamental conocer cuál es la norma que el Juez aplica, y por eso mismo tal
obligación del Juzgador se ha elevado al rango de garantía constitucional" (Casación
Nro. 2736-99 / lea, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 07-04-2000, pág. 4995).
"... De la lectura de la sentencia recurrida (...), se advierte que ella incurre en nulidad,
toda vez que sus fundamentos -sin calificar el valor de éstos- no se encuentran apoyados
en ninguna cita legal, o en su defecto en la doctrina jurisprudencial aplicable, lo que
invalida todo el cuerpo de la sentencia..." (Casación Nro. 283-95/ Cañete, publicada en
el Diario Oficial El Peruano el 13-12-1996, pág. 2534).
"... No basta que la sentencia tenga fundamentos, sino que debe sustentarse en el mérito
del proceso y ser ordenada, fluida, lógica, esto es que no vulnere los principios del buen
razonar" (Casación Nro. 2896-98/ Ayacucho, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 27-09-1999, págs. 3588-3589).
"... La resolución de vista confirma el apelado por sus fundamentos, lo cual quiere decir
que los hace suyos y los reproduce, lo que comprende tanto la apreciación probatoria
como el sustento jurídico..." (Casación Nro. 1276-99/ Jaén, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 20-10-1999, págs. 37873788).
"... La sentencia revisora que confirma el fallo de la apelada, puede reproducir en todo o
en parte los fundamentos de la apelada, en cuyo caso expresará: 'por sus propios
fundamentos' o 'por los fundamentos pertinentes' y pueden (sic) también prescindir de
ellos, pues podría llegar a la misma conclusión con un razonamiento distinto, en cuyo
caso debe cumplir los requisitos de la fundamentación..." (Casación Nro. 2164-98/
Chincha, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 18-08-1999, págs. 3223-3224).
"... No se incurre en incongruencia por fallo extra petita cuando la Sala Superior,
además de reproducir los fundamentos de la apelada, introduce los suyos propios sin
modificar la parte dispositiva de la citada resolución..." (Casación Nro. 2673-99 / Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 21-01-2000, pág. 4623).
"... La falta de fundamentación de la resolución superior impide hacer uso adecuado del
Recurso de Casación..." (Casación Nro. 986-98/ Arequipa, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 06-04-2000, pág. 4959).
"... Uno de los requisitos esenciales para la validez de una resolución, y en especial, de
una sentencia, es que ella se pronuncie sobre todos y cada uno de los puntos
controvertidos..." (Casación Nro. 01-96/ Tacna, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 13-12-1996, pág. 2538).
do, no ha sido suscrita por el Juez, sino por el Secretario de Juzgado por disposición del
A qua, lo cual constituye una seria irregularidad procesal que origina una nulidad
insubsanable, que puede declararse de oficio de acuerdo con la última parte del Artículo
ciento setentiséis del Código Procesal Civil, porque el auto carece de la media firma del
Juez y el Secretario del Juzgado no está facultado para sustituir al Juez en esta
obligación" (Casación Nro. 1954-98 / Tacna, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 1301-1999, págs. 2465-2466).
"... La resolución materia del grado (...), aparece suscrita sólo por uno de los miembros
del colegiado, cuando dicha resolución debía ser firmada por los tres miembros del
Tribunal conforme lo establece el Artículo ciento veintidós de la legislación Procesal
citada (Código Procesal Civil), y (...) el incumplimiento de los requisitos establecidos
en el numeral antes citado ocasiona que la resolución sea nula" (Casación Nro. 734-95 /
Piura, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 23-12-1996, pág. 2608).
"... Esta Sala Suprema ha señalado que hay infracción de las formas esenciales para la
eficacia y validez de los actos procesales, cuando las resoluciones sobre discordias han
sido suscritas únicamente por el relator y n.o por todos los integrantes de la Sala..."
(Casación Nro. 438-96/ Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-
01-1998, págs. 375-376).
"... No existe dispositivo legal que obligue a consignar en la sentencia que la demandada
no concurrió a la audiencia de pruebas..." (Casación Nro. 440-96/ Lima, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 09-10-1996, pág. 2339).
Del texto del artículo 124 del Código Procesal Civil (referido a los plazos máximos para
expedir resoluciones) se colige lo siguiente:
En primera instancia, los decretos se expiden dentro de un plazo máximo de dos días
hábiles, contado a partir de la presentación del escrito que los motiva.
En primera instancia, los autos se emiten dentro del plazo máximo de cinco días hábiles,
contado desde la fecha en que la cuestión de que tratan se encuentra expedita para ser
resuelta, a no ser que el Código Procesal Civil establezca un plazo distinto.
En primera instancia, las sentencias se emiten dentro del plazo máximo previsto para
cada vía procedimental, computado a partir de la notificación de la resolución que
declara al proceso expedito para ser resuelto. Los plazos máximos para expedir
sentencia son los siguientes: A. cincuenta días contados desde la conclusión de la
audiencia de pruebas, tratándose de los procesos de conocimiento (art. 478 -inc. 12)- del
C.P.C.); B. veinticinco días contados desde la conclusión de la audiencia de pruebas, en
el caso de los procesos abreviados (art. 491 -inc. 11)- del C.P.C.); C. diez días contados
desde la conclusión de la audiencia única, tratándose de los procesos sumarísimos (art.
555 -in fine- del C.P.C.); D. cinco días de realizada la audiencia (única) o de vencido el
plazo para contradecir, en el caso de los procesos ejecutivos (art. 702 del C.P.C.); y E.
tres días contados desde la conclusión de la audiencia de actuación y declaración
judicial, tratándose de los procesos no contenciosos (art. 754 -segundo párrafo- del
C.P.C.).
En segunda instancia, los plazos máximos para expedir resoluciones estarán sometidos a
lo que disponga el Código Procesal Civil para cada caso.
Así tenemos, por ejemplo, que, en el caso de la apelación de autos con efecto
suspensivo, la resolución definitiva se expedirá dentro de los cinco días siguientes a la
vista de la causa (art. 376 -in fine- del C.P.C.); en el caso de haberse elevado el
expediente en consulta, el superior jerárquico resolverá en forma definitiva dentro de los
cinco días siguientes a la vista de la causa (art. 409 -penúltimo párrafo- del C.P.C.); etc.
Los plazos máximos para expedir resoluciones a nivel de la Corte Suprema de Justicia
están sujetos a lo que disponga el Código Procesal Civil acerca del recurso de casación.
Así tenemos, por ejemplo, que declarado admisible el recurso de casación, la Sala
(Suprema) tiene veinte días para apreciar y decidir su procedibilidad (art. 393 del
C.P.C.); que la Sala (Suprema) expedirá sentencia dentro de cincuenta días contados
desde la vista de la causa (art. 395 del C.P.C.); etc.
Por último, en relación al tema que nos ocupa, cabe indicar que la Corte Suprema de
Justicia ha establecido que "... la expedición de pronunciamiento jurisdiccional vencido
el plazo legal puede dar lugar a medida disciplinaria, pero no es causal de nulidad de
actuados..." (Casación Nro. 3050-99/ lea, publicada en el Diario Oficial El Peruano el
08-04-2000, pág. 5010).
Lino Palacio concibe a la cosa juzgada como "...la inmutabilidad o irrevocabilidad que
adquieren los efectos de la sentencia definitiva cuando contra ella no procede ningún
recurso (ordinario o extraordinario) susceptible de modificarla, o ha sido consentida por
las partes" (PALACIO, 1979, Tomo V: 498).
Según se desprende del artículo 123 del Código Procesal una resolución adquiere la
autoridad de cosa juzgada: a) cuando no proceden contra ella otros medios
impugnatorios que los ya resueltos; y b) cuando las partes renuncian expresamente a
interponer medios impugnatorios o dejan transcurrir los plazos sin formularios. Como
se observa, la cosa juzgada no alcanza únicamente a la sentencia sino a toda resolución
que se encuentre comprendida dentro de los supuestos del artículo citado. Así, por
ejemplo, tienen calidad de cosa juzgada:
La transacción (arts. 337 -segundo párrafo- del C.P.C., 1302 -último párrafo- del C.C. y
41 -segundo párrafo- de la L.GA).
Una resolución tiene el valor de cosa juzgada cuando es irrevisable la decisión en ella
contenida. Tiene, pues, el carácter de definitiva e inmutable. La cosa juzgada es una
figura estrictamente procesal por cuanto deriva del proceso y constituye una
consecuencia de la voluntad del Estado expresada en la ley adjetiva. Sin embargo, sus
alcances se proyectan fuera del proceso, recayendo en las relaciones de índole material,
como un efecto de la inmutabilidad de lo decidido que trae como consecuencia el
carácter terminante o definitivo respecto de la certeza jurídica de las relaciones
sustanciales. De ahí que Vellani sostenga que "... la cosa juzgada tiene naturaleza
sustancial en cuanto influye directa e inmediatamente sobre la preexistente situación
sustancial" (VELLANI, 1968: 115). Añade el citado tratadista que "... la declaración de
certeza, una vez asistida por la autoridad de la cosa juzgada, constituye una nueva
fuente, o título, de regulación de la relación sustancial. Y en cuanto constituye esta
nueva fuente, viene a influir, inevitablemente, sobre la situación sustancial
preexistente..." (VELLANI, 1968: 124).
De conformidad con el penúltimo párrafo del artículo 123 del Código Procesal Civil, la
cosa juzgada alcanza: a) a las partes; y b) a quienes de ellas deriven sus derechos.
Siempre que hubieran sido citados con la demanda, pueden extenderse los efectos de la
cosa juzgada: a) a los terceros cuyos derechos dependen de los de las partes; y b) a los
terceros de cuyos derechos dependen los de las partes. Como se observa, la certeza y
carácter incuestionable de una determinada situación ventilada judicialmente, derivados
de la cosa juzgada, son en realidad relativos por no ser oponibles a todas las personas al
contraerse solamente a los litigantes o a quienes de ellos emanan sus derechos.
El último párrafo del artículo 123 del Código Procesal Civil establece dos restricciones
a la inmutabilidad de la resolución que adquiere la autoridad de cosa juzgada, a saber: la
nulidad de cosa juzgada fraudulenta y la corrección de resoluciones. La nulidad de cosa
juzgada fraudulenta, prevista en el artículo 178 del Código Procesal Civil, se distingue
por lo siguiente: a) se demanda a través de un nuevo proceso (de conocimiento) y no
dentro del proceso en el cual se expide la resolución fraudulenta; b) su objeto es pedir la
nulidad de una sentencia con calidad de cosa juzgada o el acuerdo de las partes
homologado por el Juez que pone fin al litigio; c) sólo procederá si el proceso del cual
deriva la sentencia o el acuerdo mencionado ha sido seguido con fraude o colusión,
afectando el derecho a un debido proceso, cometido por una, o por ambas partes, o por
el Juez, o por éste y aquéllas; d) el plazo para presentar la demanda vence a los seis
meses de ejecutada o de haber adquirido la calidad de cosa juzgada si no fuere
ejecutable, la sentencia o el acuerdo de partes homologado por el Juez que pone fin al
litigio; e) pueden demandar la nulidad la parte o el tercero ajeno al proceso que se
consideren directamente agraviados por la sentencia o el acuerdo (tendrán que acreditar
para ello el perjuicio sufrido y el interés legítimo con que cuentan); f) a fin de asegurar
el derecho del accionante, sólo pueden ser concedidas las medidas cautelares
inscribibles; g) en caso de anularse la decisión judicial recaída en el proceso anterior se
repondrán las cosas al estado que corresponda (no obstante, la nulidad de ninguna
manera afectará a los terceros de buena fe y a título oneroso); y h) si la demanda de
nulidad de cosa juzgada fraudulenta no fuera amparada, el demandante pagará las costas
y costos doblados y una multa no menor de 20 U.R.P. En cuanto a la segunda
restricción a la inmutabilidad de la cosa juzgada (corrección de resoluciones: arto 407
del C.P.C.), cabe señalar que ésta se funda en la facultad de las partes de solicitar
precisamente la corrección o rectificación de una resolución respecto a un error
material, numérico u ortográfico. La corrección puede efectuarse a iniciativa del propio
Juez (de oficio). De lo anotado se desprende que la corrección de resoluciones procede
en las siguientes situaciones: a) cuando existan errores materiales evidentes en una
resolución (por ejemplo, el segundo nombre del demandante se consignó en forma
errónea); b) cuando hayan omisiones referidas a algunas de las pretensiones planteadas
por las partes y discutidas en el proceso; y c) en el caso de encontrarse en ejecución la
resolución que contenga algún error numérico u ortográfico.
Las resoluciones que no se refieran al fondo del asunto controvertido o incierto (como,
por ejemplo, la que declara fundada la excepción de oscuridad o ambigüedad en el
modo de proponer la demanda, anulando lo actuado y dando por concluido el proceso -
en caso de no subsanarse el defecto dentro del plazo conferido-). Así es, nada impide
que culminado un proceso en virtud de su pronunciamiento se promueva otro
haciéndose valer idéntica pretensión entre las mismas partes a las del proceso anterior.
Existen salvedades a la regla general como cuando concluye el proceso sin declaración
sobre el fondo por ampararse una excepción perentoria (cosa juzgada, por ejemplo), por
desistimiento de la pretensión, etc.
"... La res iudicata es una garantía procesal mediante la cual se dota a ciertas
resoluciones generalmente sentencias de una especial calidad que impide que entre las
mismas partes se vuelva a debatir sobre el mismo asunto, igual causa (hechos) y objeto
(pretensión), y dictarse nueva resolución; éste es un principio del debido proceso que da
seguridad a las decisiones judiciales" (Casación Nro. 3338-98/ Lima, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 27-10-1999, pág. 3825).
"... En materia de cosa juzgada, se distingue la cosa juzgada formal de (la) material. La
primera se refiere a la imposibilidad de reabrir la discusión en el mismo proceso; la
segunda en cambio se produce cuando a la irrecurribilidad de la sentencia se agrega la
inmutabilidad de la decisión... " (Casación Nro. 1473-97 / Cajamarca, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 09-121998, pág. 2190).
"... La referida sentencia tiene la calidad de cosa juzgada, lo que significa que es
inmutable jurídicamente (...); y la que debe acatarse y cumplirse en sus propios
términos, sin poder calificar su contenido o sus fundamentos, restringir sus efectos o
interpretar sus alcances bajo la (sic) responsabilidad civil, penal o administrativa..."
(Casación Nro. 234-95/ Huaura, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 11-02-
1997, pág. 2834).
"... Las sentencias inhibitorias, es decir aquellas que no se pronuncian sobre el fondo de
la materia controvertida (...), no adquieren dicha condición jurídica (autoridad de cosa
juzgada)... " (Casación Nro. 215-97/ Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 17-06-1998, págs. 1331-1332). "... No puede constituir cosa juzgada lo
resuelto con infracción de las Normas Procesales" (Casación Nro. 1380-T-97 / Junín,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 07-07-1998, págs. 1405-1406).
"... La resolución que admite la demanda no causa cosa juzgada en los términos del
Artículo ciento veintitrés del Código Procesal Civil, pues su validez puede ser analizada
por el Juzgador con oportunidad del saneamiento conforme al Artículo cuatrocientos
sesenticinco del mismo Código, e inclusive, excepcionalmente al momento de
sentenciar, en virtud de lo dispuesto por el Artículo ciento veintiuno del Código
Adjetivo..." (Casación Nro. 1769-99 / Santa, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 20-01-2000, pág. 4600).
"... Es principio de derecho que el Juez no puede anular o revocar sus propias
resoluciones por contrario imperio, y que por lo demás es una garantía de la cosa
juzgada formal" (Casación Nro. 794-94/ Ica, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 20-04-1998, pág. 727).
"... En virtud a lo dispuesto por el Artículo ciento sesenta del Código Civil, la
representación produce efectos directamente sobre el representado, no alcanzando los
efectos a quien intervino como representante, por tanto los efectos del proceso
concluido no alcanzan a quien actuó como representante" (Casación Nro. 1169-95 /
Puno, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 04-11-1999, pág. 3857).
"… Conforme al Artículo mil ciento noventitrés del' Código Civil la sentencia
pronunciada en un juicio seguido entre el acreedor y uno de los deudores solidarios, no
surte efecto contra los demás codeudores o coacreedores, respectivamente. Sin embargo
los demás codeudores pueden oponérsela al acreedor cuando no se funde en las
relaciones personales del deudor que litigó. (...) Que el ejercicio de la excepción
contenida en la norma citada supone la existencia de cosa juzgada respecto de la
obligación solidaria y su invocación oportuna en los escritos rectores del proceso"
(Casación Nro. 1451-96 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 04-05-
1998, págs. 873-874).
Los Jueces despachan no menos de seis horas diarias en la sede del respectivo Juzgado,
salvo las diligencias que conforme a ley se pueden efectuar fuera del local del Juzgado y
en horas extraordinarias. En ningún caso pueden dejar el despacho en las horas
señaladas, salvo previa autorización por escrito del Presidente de la Corte (art. 152 de la
L.O.P.J.).
Son deberes de los Magistrados, entre otros, observar estrictamente el horario de trabajo
establecido así como el fijado para los informes orales y otras diligencias. Su
incumplimiento injustificado constituye inconducta funcional (art. 184 -inc. 7)- de la
L.O.P.J.).
Existe responsabilidad disciplinaria, entre otros casos, por inobservancia del horario de
despacho (art. 201 -inc. 8)- de la L.O.P.J.).
Se infiere del artículo 127 del Código Procesal Civil que las actuaciones procesales son
dirigidas personalmente por el Juez (exceptuándose los casos de comisión, cuando tales
actuaciones deban realizarse fuera del ámbito territorial de su competencia). A este
último le corresponde, pues, la dirección del proceso en virtud del principio de dirección
judicial del proceso (contemplado en el primer párrafo del arto 11 del T.P. del C.P.C.),
por el cual asume un papel protagónico en el proceso y no se limita a observar la
actividad procesal de las partes sino que es aquél quien la encamina hacia el resultado
del proceso e, inclusive, promueve (a través de los mandatos judiciales
correspondientes) los actos procesales necesarios a fin de impulsar el proceso,
esclarecer los hechos, formarse convicción de los mismos y resolver en consecuencia,
dándole así solución al conflicto de intereses o incertidumbre jurídica que fuera puesto
en su conocimiento.
Como director del proceso que es, y a efecto de un normal desarrollo del proceso, el
Juez se encuentra autorizado para ordenar a los justiciables y a sus apoderados y
abogados que observen las disposiciones legales correspondientes (art. 127 del C.P.C.),
lo que bien se hace extensible a los mandatos judiciales. Para ello el Juez cuenta con las
facultades disciplinarias y coercitivas del caso (contempladas en los arts. 52 y 53 del
C.P.C.).
"Los actos procesales están sujetos a requisitos; unos se refieren al fondo y otros a su
forma (...).
Pero la ley señala no sólo quiénes pueden ejecutar actos procesales, sino también las
formalidades que éstos deben reunir, es decir, cómo, cuándo y dónde deben ejecutarse.
Estos son los requisitos de forma. Se incluye en éstos el debido procedimiento, el papel
oficial, el lugar donde deben ocurrir, el idioma obligatorio, las firmas y la oportunidad
para su ocurrencia o factor de tiempo o término procesal" (DEVIS ECHANDIA, 1985,
Tomo II: 453-454).
Por su parte, Gozaíni señala que "los actos procesales deben reunir requisitos de
admisibilidad en cuanto a la forma de expresión y por el lugar y tiempo que se
instauran. En cambio, para ser procedentes y obtener los efectos jurídicos pensados
habrá de estimarse la idoneidad de la actuación y su ajuste con la realidad fáctica y legal
que autorice su deducción" (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen I: 438). El mencionado
jurista argentino, al estudiar los requisitos de admisibilidad, explica lo siguiente:
"Al hablar de requisitos va ínsito en el concepto que los actos procesales cuentan con
una regulación legal específica, de modo tal que el encuadre predispuesto obliga a un
seguimiento determinado impidiéndole a las partes resolver discrecionalmente sobre el
trámite a cursar.
Este principio conocido como legalidad de las formas se interpreta como una premisa
esencial, indispensable y jurídicamente valiosa, por cuanto no se reduce a una mera
técnica de organización formal de los procesos sino que, en su ámbito particular, tiene
por finalidad y objetivo ordenar adecuadamente el ejercicio de los derechos en aras de
lograr la concreción del valar justicia en cada caso y salvaguardar la garantía de la
defensa en juicio.
Claro está que las formas no se constituyen como obstáculos hacia la libertad de
expresión, ni tienen un valor en sí mismas; en realidad responden al denominado
principio de instrumentalidad, según el cual 'las formas no tienen un valor intrínseco
propio sino que están puestas solamente como medio para alcanzar plenamente la
finalidad de cada acto y la necesidad de su observancia debe por eso ser medida
concretamente con el metro de la obtención de esa finalidad'.
(...) (Se) define las modalidades pensadas para manifestar la voluntad en el proceso,
fraccionando (la legislación procesal) sus disposiciones en los requisitos para la
expresión, el tiempo y el lugar donde se cumplan los actos.
(...)
Las formas no sólo se ocupan del revestimiento externo del acto (...), sino que refiere
también el contenido..." (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen I: 439-440).
Gozaíni, refiriéndose esta vez a los requisitos de procedencia de los actos procesales,
apunta lo siguiente:
La pertinencia refiere a la posibilidad, es decir, 'la aptitud genérica del objeto del acto
para poder figurar como tal en el proceso'.
En tanto que la regularidad previene las condiciones legales de procedencia que impiden
nulificar un acto por inadecuación a las formas o a los fines preestablecidos.
Ambas situaciones guardan distancia con la finalidad que procuran alcanzar con sus
actuaciones; éstos son medios para viabilizar la pretensión y su conjunto orquesta el
procedimiento.
Ahora bien estas actuaciones han de ser posibles, es decir, que deben constar con el
respaldo que permita su recepción o introducción en el proceso; y tienen que ser
regulares, lo que supone la admisibilidad técnica.
En algunos casos, existiendo posibilidad de actuación, no obstante se llega a la
irreceptabilidad propiamente dicha por carecer el acto de la adecuada provisión de
recaudos, tal como sucede cuando se pide un pronunciamiento judicial sobre el efecto
que produce un acto que es inadvertidamente nulo. En estos supuestos, no hay
inadmisión sino ineficacia del acto para generar efectos jurídicos regulares" (GOZAINI,
1992, Tomo II, Volumen I: 452-453).
Las formalidades previstas en el Código Procesal Civil son imperativas, aunque el Juez
puede adecuar su exigencia al logro de los fines del proceso (segundo párrafo del arto
IX del T.P. del C.P.C.). Por otro lado, según se desprende del artículo 3 del Código
Procesal Civil, los derechos de acción y contradicción no admiten limitación ni
restricción para su ejercicio, sin perjuicio de los requisitos procesales previstos en el
mencionado cuerpo de leyes. En correspondencia con lo señalado precedentemente, el
artículo 128 del Código Procesal Civil sanciona con la declaración de inadmisibilidad
del acto procesal de que se trate la falta o cumplimiento defectuoso de alguno de sus
requisitos formales, y con la declaración de improcedencia del acto procesal en cuestión
la falta o cumplimiento defectuoso de alguno de sus requisitos de fondo, requisitos
todos ellos que deben estar previstos en forma expresa en la legislación procesal para
que se pueda configurar su inobservancia, pues de no ser así no cabe ninguna de las
sanciones indicadas anteriormente. Al respecto, en lo que atañe a los requisitos de forma
cuyo incumplimiento acarrea la inadmisibilidad del acto procesal premunido de ellos,
cabe señalar que, por disposición del último párrafo del artículo IX del Título
Preliminar del Código Procesal Civil, cuando no se señale una formalidad específica
para la realización de un acto procesal, éste se reputará válido cualquiera sea la
empleada.
Soberanes afirma que "... a todas esas relaciones e intereses personales que permiten
presumir parcialidad en el juzgador, se le denomina genéricamente impedimentos"
(SOBERANES; citado por FLORES TREJO, 1985: 506).
A decir de Gómez Lara los impedimentos "... consisten en descripción de situaciones o
de razones que la ley considera como circunstancias de hecho o de derecho, que hacen
que se presuma la parcialidad del titular de un órgano jurisdiccional. Esto se refiere a los
vínculos que pueda tener el juez con las partes, ya por ser enemigo, amigo, familiar,
etcétera, de alguna de ellas..." (GOMEZ LARA; citado por FLORES TREJO, 1985:
505).
En principio, cabe indicar que las causales de impedimento (así como las de recusación)
se aplican a los Jueces de todas las instancias y a los de la Sala de Casación, vale decir,
a los Vocales de la Corte Suprema (art. 311 -parte inicial- del C.P.C.).
Cortés Figueroa, en lo que concierne a las causales de impedimento, anota que:
"La ley se preocupa (...) de que, frente a la concreta demanda de tutela, sea
independiente de influencias extrañas, esto es, que sea imparcial: y para asegurar esta
independencia de hecho, esta imparcialidad, la ley le ha puesto al juez como persona
física, titular del oficio, la obligación de abstenerse de juzgar cuando existan
determinadas circunstancias, taxativamente indicadas (...), o bien le ha atribuido al juez
mismo la facultad de pedir al jefe del oficio a que pertenece o al jefe del oficio superior,
la autorización para abstenerse de juzgar 'en cualquier otro caso en que existan graves
razones de conveniencia' (...). Independientemente, por consiguiente, de la circunstancia
de que el juez pueda estar psicológicamente prevenido frente a una de las partes, la ley
prescribe una obligación de abstención, no acompañada, sin embargo, de una sanción en
el plano procesal, sino eventualmente en el disciplinario o penal, por el solo hecho de
que dicho juez tenga interés en la causa (naturalmente, sin ser parte) o en otra en que se
trate de idéntica cuestión de derecho, o bien si ha dado consejo o prestado patrocinio en
la causa, o ha depuesto en ella como testigo, o si ha conocido de la misma como
magistrado en otro grado del proceso o como árbitro, o ha prestado, o ha prestado
asistencia en ella como consultor técnico, o aun si él o la esposa son parientes hasta el
cuarto grado o están ligados por vínculos de afiliación o si convive o es comensal
habitual de una de las partes o de alguno de los defensores o bien si él mismo o la mujer
tiene causa pendiente o grave enemistad o relaciones de crédito o de débito con una de
las partes o con alguno de los defensores o, finalmente, si es tutor, curador, agente o
dador de trabajo de una de las partes; así como también si es administrador o gerente de
una entidad, de una asociación, aunque no esté reconocida, de un comité, de una
sociedad o establecimiento que tenga interés en la causa (excluido, naturalmente, que
pueda ser parte en causa)" (MICHELI, 1970, Volumen I: 185-186).
Las causales de impedimento del Juez se encuentran reguladas en el artículo 305 del
Código Procesal Civil en estos términos:
"El Juez se encuentra impedido de dirigir un proceso cuando:
"... Las causal es de impedimento y recusación se establecen entre las partes y los jueces
y no con los juzgados que éstos despachan, que son los órganos jurisdiccionales del
Poder Judicial" (Casación Nro. 1828-96/ Callao, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 17-07-1998, pág. 1465).
"... El artículo trescientos cinco inciso quinto del Código Procesal Civil-establece que
'El Juez se encuentra impedido de dirigir un proceso cuando: (...) Ha conocido el
proceso en otra instancia'. Como se puede ver al exigir que el juzgador haya conocido el
mismo proceso 'en otra instancia' éste (sic) artículo está dirigido sólo a Jueces de
Revisión y a los de la Corte Suprema, cuando actúan conociendo, respectivamente, del
recurso de apelación y del de casación, pues lo que se quiere evitar es que un mismo
juzgador participe reiteradamente en el conocimiento del proceso, pues con ello se
vulneraría la garantía constitucional de 'pluralidad de instancias'..." (Casación Nro. 646-
98/ Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-10-2000, págs. 6421-
6422).
Véscovi nos informa que "en general, el derecho positivo estatuye el deber del juez de
denunciar la causa de impedimento, procediendo a excusarse de intervenir en el proceso
(excusación)..." (VESCOVI, 1999: 128).
Según Soberanes "... a la manifestación de un impedimento por parte del juez es lo que
se denomina excusa" (SOBERANES; citado por FLORES TREJO, 1985: 506).
Lino Palacio sostiene que "la excusación se configura (...) cuando las mencionadas
circunstancias (relaciones de Juez con alguna de las partes o con la materia
controvertida) determinan el apartamiento espontáneo del juez" (PALACIO, 1979,
Tomo 11: 304).
Flores Trejo asevera que la excusa "... es el acto en virtud del cual, el titular de un
órgano jurisdiccional, se abstiene de conocer determinado asunto, por considerar él
mismo, que existe una causal (impedimento) que perturbará su imparcialidad para
juzgarlo" (FLORES TREJO, 1985: 506). El mencionado jurista distingue entre
impedimento y excusa diciendo que "... el primero es la causa que imposibilita al
juzgador para conocer del negocio, la segunda es el acto que realiza el juez para no
conocer del asunto, por presentarse alguna de las causas señaladas en el ordenamiento
jurídico, es decir no se avoca al conocimiento del negocio por existir un impedimento
para ello, y en base a éste, se excusa" (FLORES TREJO, 1985: 506).
En cuanto al trámite de la excusación del Juez, el artículo 306 del Código Procesal Civil
preceptúa lo siguiente:
"El juez que se considere impedido remitirá el expediente a quien deba reemplazarlo. Si
éste estima que los hechos expuestos por aquél no constituyen causal de impedimento,
remitirá el expediente al superior en consulta para que en el término de tres días y bajo
responsabilidad, resuelva sin más trámite sobre su legalidad. Aceptado el impedimento
se enviará el expediente al juez que deba reemplazar al impedido; en caso contrario, se
devolverá al Juez que venía conociendo.
"... El Artículo trescientos seis del Código Procesal Civil regula el trámite cuando el
Juez se reconoce impedido de conocer un caso. En el artículo bajo estudio se concede al
juzgador la facultad de analizar las diversas causales de impedimento, y si en ellas
encuentra algún motivo que lo alcanza, surge en él el deber de excusarse de seguir
conociendo el caso; pero si el juzgador no encuentra motivo de impedimento, las partes
ni ningún otro juez puede instarlo a que se declare impedido, pudiendo en todo caso
hacer uso de los recursos que la ley procesal les concede..." (Casación Nro. 646-98/
Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-102000, págs. 6421-
6422).
"... El párrafo segundo de la parte in fine del Artículo trescientos seis del Código
Procesal Civil establece que las resoluciones que resuelven las abstenciones son
inimpugnables; no obstante, la Sala (...) de oficio modifica la resolución recurrida,
fundándose en una causal de recusación situación distinta a la abstención por decoro.
(...) Que, siendo así, se ha transgredido el derecho constitucional al debido proceso, que
es una de las garantías del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, con la secuela de
infringir los principios de dirección, economía y celeridad procesales..." (Casación Nro.
1145-99 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 20-11-1999, pág.
4028).
Adolfo Rivas afirma que "la recusación es el derecho otorgado a las partes para obtener
el reemplazo del juez que está entendiendo o debe entender en una causa, conforme el
normal orden de competencia y turno, provocando -a la vez- el consiguiente
desplazamiento de dicho orden" (RIVAS, 1971: 109).
"... Es la facultad que tienen las partes, de solicitar ante el propio juzgador o ante su
superior, para que no conozca de determinado asunto, puesto que considera (n) existe
alguna circunstancia (impedimento) que puede poner en tela de juicio su imparcialidad.
(...) La recusación es en sí un recurso, que cualquiera de las partes tiene, para que un
órgano jurisdiccional, no conozca de un asunto determinado, desde luego, en base a un
impedimento" (FLORES TREJO, 1985: 510).
Para Lino Palacio "... denomínase recusación al medio acordado por la ley para apartar
del conocimiento de un determinado proceso al juez cuyas relaciones o situación con
alguna de las partes, o con la materia controvertida en aquél, sean susceptibles de
afectar la garantía de imparcialidad que es inherente al ejercicio de la función judicial"
(PALACIO, 1979, Tomo II: 304).
Al respecto, Micheli señala que "si el juez no se abstiene cuando tendría el deber de
hacerlo (...), cada una de las partes puede proponer la recusación, que da lugar a un
proceso cuyo fin es declarar si existía la obligación del juez de abstenerse y, por
consiguiente, si el juez está en situación (esto es, legitimado) para participar en el juicio
sobre aquella demanda. No obstante las formas asumidas, el proceso de recusación es
contencioso, aun cuando no exista un verdadero y propio contraste entre la parte
recusante y el juez, sino en cuanto dicha parte niega la idoneidad en concreto del juez
para ocuparse de su demanda; en otros términos, discute la existencia de un presupuesto
necesario para que el juez ejercite en el caso particular su poder" (MICHELI, 1970,
Volumen I: 186).
Couture, por su parte, anota que "la recusación configura causa leve de inhibición; no se
trata de implicancia, es decir, de incapacidad absoluta, ya que si la parte perjudicada con
el motivo de sospecha acepta la intervención del magistrado, éste debe seguir
conociendo en el asunto. El alejamiento del magistrado no es inmediato cuando media
motivo de recusación; su deber es dar cuenta a las partes y esperar a que éstas se
manifiesten; la conformidad expresa o tácita purifica el motivo de sospecha y dota al
juez de aptitud plena para intervenir en el asunto (...). En el caso de que el magistrado
entienda que no existen motivos de sospecha, el procedimiento de recusación surge
como un derecho de la parte, cuya finalidad es obtener del superior un pronunciamiento
dirigido a alejar al juez del conocimiento del asunto" (COUTURE, 1950, Tomo III: 133-
134).
"... Las implicancias y las recusaciones han sido establecidas por el legislador con el
objeto de mantener entre las partes litigantes una perfecta y completa igualdad frente al
juez llamado a juzgarlas. Si el juez no mantiene esta igualdad significa también que
carece de la correspondiente y necesaria imparcialidad; esto es, que su fallo se inclinará
en favor de una parte y en desmedro de la otra, por razones ajenas a las disposiciones
legales llamadas a resolver el conflicto jurídico ante él planteado. Hay también, pues,
razones de decoro y de prestigio para la magistratura que aconsejan separar a ese juez
del conocimiento de un asunto judicial, a pesar de ser absoluta y relativamente
competente. (…) tiene todos los atributos indispensables y esenciales de la
competencia; pero carece de la más importante de las cualidades: la imparcialidad, lo
que puede originarse por los más variados motivos.
"El amor, el odio, y las demás pasiones a que los jueces se hallan expuestos, como los
otros hombres, pueden llevarlos, aunque no sea deliberadamente, a la parcialidad en ros
juicios (...).
Sería injusto someter a nadie al fallo de su encarnizado enemigo, o a la decisión del
amigo y pariente del adversario.
La justicia tiene que ser siempre, obra de un criterio imparcial. Cuando el funcionario
encargado de administrarla en un asunto dado, se hace sospechoso de parcialidad, por
concurrir en su persona algún motivo capaz de inclinar su voluntad en favor o en contra
de alguna de las partes, pierde el atributo esencial de los dispensadores de justicia, sufre
de incompetencia personal y es inhábil para conocer del asunto o para intervenir en él"
(GALLINAL, s/a, Tomo II: 190-191).
se trata de causa establecida ante juez único, el resultado es idéntico. Pero entre la una y
la otra hay la diferencia de que la excepción de incompetencia es impersonal, esto es, se
refiere directamente a la autoridad judicial sin tener en cuenta la persona que ejerce tal
autoridad; mientras que la instancia de recusación se dirige contra la persona del juez de
cuya parcialidad se sospecha" (MATTIROLO, s/a, Tomo I: 193-194).
"... La recusación tiene por objeto el hacer que el juez de quien se teme la parcialidad, se
separe del conocimiento de un asunto, y en este sentido, tiene analogía con la excepción
de incompetencia (...). Ambas tienen por fin, rechazar la jurisdicción del juez que
conoce del asunto; pero mientras la declinatoria se relaciona directamente con la
autoridad judicial, sin tener en cuenta la persona o las personas que ejercen esa
autoridad; la segunda, es para declinar la jurisdicción de uno o más jueces
determinados, por motivos personales a cada uno de ellos: por eso en realidad, las dos
excepciones tienen un fin análogo, aunque fundándose en motivos diversos"
(GALLINAL, s/a, Tomo II: 198).
Según Lino Palacio la recusación sin expresión de causa "... se trata de un tipo anómalo
de recusación, ya que fuera de ciertas limitaciones de tiempo y de forma (...), no
requiere la demostración de ninguna circunstancia capaz de arrojar sospechas sobre la
imparcialidad del juez, y su utilización se halla exclusivamente librada a la voluntad de
las partes" (PALACIO, 1979, Tomo 11: 305). El citado tratadista, en lo que atañe a las
razones a favor de la exclusión de la recusación sin expresión de causa, apunta lo
siguiente: "... Desde un punto de vista teórico no faltan razones para excluir a esta
institución de las leyes procesales. Entre otras, se suele hacer hincapié en la
circunstancia de que corresponde presumir, en los jueces del Estado, las condiciones de
honestidad e imparcialidad necesarias para el desempeño de sus funciones, siendo
razonable suponer que, en la hipótesis de mediar un impedimento legítimo, el juez ha de
abstenerse de intervenir en el asunto. También se arguye que la recusación sin expresión
de causa constituye un medio frecuentemente utilizado con el deliberado propósito de
obstruir o dilatar el curso de los procedimientos..." (PALACIO, 1979, Tomo II: 305).
Lino Palacio, al examinar las razones en contra de la exclusión de la recusación sin
expresión de causa, enseña lo siguiente: "Existen (...) razones de orden práctico que no
aconsejan (...) la exclusión absoluta de este tipo de recusación. Una de ellas es que
acuerda la posibilidad de apartar del conocimiento del proceso a un juez que, pese a
hallarse incurso en alguna causal de recusación, la prueba de los hechos que la
configuran resulta de imposible o dificultosa producción. Otra razón reside en la
conveniencia de brindar a las partes una mínima garantía de selección, merced a la cual
puedan evitarse los inconvenientes derivados de la actuación de un magistrado
negligente. Existen, por último, numerosas situaciones de hecho que, sin configurar
estrictamente causales de recusación previstas por la ley, ni poder encuadrarse en ellas
pese al alcance más amplio que se le asigne, implican el riesgo de un proceder judicial
no exento de favoritismo hacia alguna de las partes..." (PALACIO, 1979, Tomo II: 306).
A decir de Jaime Guasp la recusación motivada "... es aquel derecho que se ejerce en
virtud de que el recusado 'tiene interés en que el fallo se produzca en determinado
sentido, independientemente de la conformidad o no de la pretensión de la parte con el
derecho objetivo. El interés en que el fallo se incline, en una u otra dirección es, por
consiguiente, la causa genérica de la recusación, dentro de la que pueden incluirse todos
los casos particulares que la ley conoce" (GUASP; citado por RIVAS, 1971: 109).
Como acto procesal, es un acto de obtención atento su condición de petición (...). Como
tal, contiene la debida fundamentación (...).
(...)
En principio, cabe indicar que, conforme se desprende del artículo 311 del Código
Procesal Civil, las causales de recusación (así como las de impedimento) resultan
aplicables a los magistrados que conocen el proceso, ya sea en primera o segunda
instancia, incluyendo a los Vocales de las Salas de la Corte Suprema de Justicia de la
República que conozcan del trámite de un recurso de casación.
Rosenberg señala al respecto que "... un juez puede ser recusado por una causa de
exclusión (...) y por temor de parcialidad (...); es decir, por una causa que, de acuerdo
con las consideraciones objetivas y razonables, desde el punto de vista de la parte, sea
apropiada para justificar la desconfianza en la imparcialidad del juez (...) respecto a la
resolución material..." (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 123).
García Ramírez afirma que"... todas las causas de recusación o excusa pudieran
atribuirse a alguno de los siguientes motivos: interés personal, moral o material, directo
o indirecto; interés funcional; afecto, parentesco o solidaridad; dependencia,
subordinación o compromiso, animosidad o conflicto, y parcialidad manifestada"
(GARCIA RAMIREZ; citado por FLORES TREJO, 1985: 504-505).
Mattirolo opina que son causal es o motivos de recusación los siguientes: "a) Interés
directo o indirecto del juez en la causa.
Mortara clasifica las causales de recusación en estas categorías: "... 1.°, interés personal
directo o indirecto en la controversia; 2.°, presumible parcialidad del juez en favor de
una de las partes; 3. °, presumible parcialidad del juez en odio de una de las partes; 4.°,
relaciones de negocios con alguna de las partes; y 5.°, prevención de su juicio o modo
de pensar sobre el objeto de la controversia..." (MORTARA; citado por GALLINAL,
s/a, Tomo II: 202).
El artículo 307 del Código Procesal Civil regula las causales de recusación,
estableciendo que las partes pueden solicitar que el Juez se aparte del proceso cuando:
Alsina, en cuanto a la amistad del Juez con alguno de los litigantes como causal de
recusación, anota que: "... La amistad (...) ha sido siempre causa de recusación. Pero no
basta la simple amistad, que puede no pasar de una relación de conocimiento: es
necesario que traduzca una gran familiariedad, aunque el trato no sea frecuente, o que,
por el contrario, haya frecuencia de trato, aunque no se manifieste gran familiariedad,
porque no se exige que la amistad sea íntima (...), sino que traduzca un afecto suficiente
para fundar el temor del recusante. Para invocar la amistad como causal de recusación,
no es bastante atribuir una manifestación en tal sentido a la contraparte..."
Humberto Cuenca, en relación con la enemistad del Juez con alguna de las partes como
causal de recusación, manifiesta lo siguiente: "Los atentados contra el honor, .Ia
reputación y la propiedad de las personas traducidos en hechos, pueden engendrar la
enemistad (...). Los odios seculares entre familias (...) configuran la enemistad. (...) la
calumnia, la intriga, la malevolencia traducida en hechos concretos, serios, engendran la
causal. Ha sido juzgado que las simples advertencias o recriminaciones del juez a la
parte con el objeto de que se conduzca con lealtad y probidad en el debate, no motivan
la causal porque en este caso el funcionario no hace sino cumplir con su deber. También
es conteste la jurisprudencia en que las alegaciones genéricas, es decir, no concretas, no
engendran enemistad; que tampoco la engendran la burla o ironía pasajera; el desgano
del funcionario a proveer constantes y asiduas solicitudes de la parte porque contra la
denegación de justicia existe el recurso de queja; el resentimiento de la parte contra el
juez por decisiones adversas; pero que sí configuran la enemistad las frases hirientes y
despectivas del magistrado contra alguna de las partes en diversas ocasiones..."
(CUENCA, 1958: 27).
Al respecto, Lino Palacio considera que "... el 'interés' puede ser directo o indirecto,
material o moral, y se configura toda vez que la sentencia a dictar sea susceptible de
beneficiar o de perjudicar al juez o a sus parientes, como ocurriría en el supuesto de que
aquélla engendrara una responsabilidad subsidiaria o refleja para uno u otros"
(PALACIO, 1979, Tomo II: 319).
Alsina señala en relación a esta causal que "... el juez no puede ser juez y parte (...). El
interés puede ser directo o indirecto, ya que la ley no hace distingos, y ha de entenderse
que existe siempre que, bajo cualquier forma, el juez se encuentre en situación de
aprovechar o sufrir las consecuencias del fallo (...). Si el juez tiene interés en otro pleito
donde se discuten las mismas cuestiones (...) que en el sometido a su decisión, es lógico
suponer que ha de obrar influenciado por las pretensiones que tenga respecto de aquél"
(ALSINA, 1957, Tomo II: 297-298).
Alsina opina sobre esta causal que "... sea que el juez actúe como actor o demandado,
cualquiera sea la naturaleza del juicio, la circunstancia de que hubiera sido necesaria la
intervención judicial, demuestra la existencia de un conflicto de intereses que puede
comprometer la ecuanimidad del fallo. Pero es necesario que el pleito exista al momento
de comenzar el juicio, porque de lo contrario, la parte podría iniciar un pleito simulado,
al solo efecto de originar la causal de recusación; ello no podría ocurrir, en cambio, si el
que iniciase el pleito fuese el mismo juez" (ALSINA, 1957, Tomo II: 298299).
Lino Palacio dice de esta causal que "... es necesario que el juicio se haya promovido
antes de haber tomado el juez intervención en la causa, pues en caso contrario estaría en
manos de cualquiera de las partes crear una causal de recusación mediante el simple
arbitrio de entablar una demanda contra el juez. Distinto sería el caso, naturalmente, si
fuese el propio juez quien iniciase el pleito" (PALACIO, 1979, Tomo II: 320).
Puntualizamos que el interesado puede basar la recusación que haga del Juez en las
causales contempladas en el artículo 307 del Código Procesal Civil (al que se hiciera
referencia en líneas precedentes) y, también, en las causal es reguladas en el artículo
305 del indicado Código adjetivo, que versa sobre las causales de impedimento, cuando
el Juez impedido no cumpliera con su deber de abstención o excusación (art. 312 del
C.P.C.). Las aludidas causal es previstas en el artículo 305 del Código Procesal Civil
fueron examinadas en el punto 2.10.2 del presente Capítulo I de la obra, por lo que nos
remitimos a lo señalado en dicho punto.
La oportunidad para que el interesado plantee la recusación del Juez que conoce del
proceso es hasta cinco días antes de la fecha en que deba realizarse la audiencia en que
se promueva la conciliación entre las partes (art. 308 -parte inicial- del C.P.C.). Sin
embargo, resulta viable la recusación del Juez formulada luego del indicado momento
procesal, siempre y cuando esté basada en una causal (de recusación o impedimento)
sobreviniente (art. 308 -parte final- del C.P.C.), es decir, que los hechos que configuran
la causal invocada hayan acontecido después del plazo regular (indicado
precedentemente) con que cuentan las partes para recusar al magistrado que dirige el
proceso.
Del texto del artículo 309 del Código Procesal Civil (numeral que versa sobre la
procedencia e improcedencia de la recusación) se colige lo siguiente:
Resulta viable plantear una nueva recusación contra el mismo Juez en el mismo
proceso, siempre y cuando la causal en que se base aquélla estuviera acreditada con
prueba documental fehaciente o incuestionable.
Es inadmisible una tercera recusación contra el mismo Juez en el mismo proceso, siendo
irrelevante si efectivamente se ha configurado una causal de recusación o de
impedimento, aunque ésta sea manifiesta o claramente comprobable.
Se infiere del artículo 310 del Código Procesal Civil (que trata sobre la formulación y el
trámite de la recusación) lo siguiente:
Si el Juez al que se recusa admite estar afectado con la causal invocada en la recusación,
tiene la obligación de excusarse (o abstenerse, como se quiera, pues ambos términos
tienen igual significado) de seguir conociendo el litigio, para lo cual expedirá el
respectivo auto (debidamente motivado) que contendrá, además, la orden para que se
remita el expediente del proceso al órgano jurisdiccional que debe sustituirlo.
Si en el curso del proceso hubieren circunstancias que pudieran afectar de una u otra
manera y seriamente la función que ejerce el Juez del proceso, entonces, éste, aduciendo
razones de decoro o delicadeza, tiene la potestad (y no el deber, como ocurre tratándose
de las causales de impedimento y recusación previstas en los arts. 305 y 307 del C.P.C.)
de abstenerse de seguir conociendo el litigio, para lo cual emitirá el respectivo auto
motivado y enviará el expediente del proceso al órgano jurisdiccional que deba
sustituirlo (art. 313 -primer párrafo- del C.P.C.). Si este último estima que los motivos
invocados por el Juez que se abstuvo de seguir conociendo la causa no son lo
suficientemente serios como para ameritar su apartamiento del proceso, deberá seguir el
trámite señalado en el artículo 306 del Código Procesal Civil (art. 313 -in fine- del
C.P.C.), numeral que versa acerca del trámite de la excusación y que fuera visto en el
punto 2.11 del presente Capítulo I de la obra, por lo que nos remitimos a lo señalado en
dicho punto.
Couture, por su parte, apunta que "la abstención no configura una causal de inhabilidad,
ni siquiera un motivo de sospecha. Es una situación de conciencia que autoriza al juez a
ser relevado de la intervención en el asunto. Es un derecho de tipo administrativo que
tienen todos los funcionarios públicos, y que consiste, sustancialmente, en liberarlos del
conflicto moral que representa tener que decidir en asuntos en los cuales razones de
decoro o de delicadeza les crean un estado particular de violencia moral. Este tipo de
derecho no alcanza a las partes en ningún sentido.
Estas son ajenas a una situación que se produce exclusivamente dentro de la conciencia
moral del magistrado. No pueden requerir a éste su alejamiento del asunto, ni les es
dado tampoco obtenerlo por intermedio de su superior jerárquico" (COUTURE, 1950,
Tomo III: 134).
"Con respecto a los motivos graves de decoro o delicadeza, debe interpretarse como
aquellas circunstancias que originan una violencia moral en el juzgador, perturbando su
seriedad, al encontrarse con un escrúpulo, o sea cuando considera que su conocimiento
en la causa afectaría su propia estimación como hombre o como juez. Deben ser causas
que afecten a su propio decoro.
Los motivos graves de delicadeza están, en el orden de la moralidad íntima del juez, un
peldaño más abajo que la afectación del decoro, pues constituyen una agudización del
sentimiento, que debe respetarse.
Estos motivos deben existir con anterioridad al proceso, pues no pueden ser
consecuencia de actitudes o expresiones ofensivas de las partes, quienes de esta manera
podrían separarlo del juicio. En estos casos, el juez debe hacer valer su autoridad
manteniendo el buen orden del proceso y aplicando las sanciones que correspondan"
(BACRE, 1986, Tomo I: 596-597).
Gallinal, acerca de la abstención del Juez por decoro o delicadeza, hace estas
observaciones:
(...)
Lo natural es suponer, que en todo juez, haya el propósito de cumplir con las
obligaciones anexas a su cargo, y no es dado imaginarse, que sin motivo se abstenga de
conocer en asunto determinado, de manera que, si pide el derecho de abstención, es
lógico pensar que para ello medie una razón cuando menos de decoro, de conciencia, de
delicadeza, que lo puede poner en condiciones de extraviar su criterio o de violentar su
propia naturaleza haciendo un sacrificio que a nadie es lícito imponer. Los jueces
pueden muchas veces tener, motivos especiales, que no deban revelar a las partes, para
abstenerse en determinado litigio, y no hay por qué colocar al magistrado en el caso de
sacrificar la justicia, o de inmolarse por ella, contrariando sus afectos, perjudicando sus
intereses o cediendo a impulsos de alguna fuerza moral" (GALLlNAL, s/a, Tomo II:
207-209).
La Corte Suprema de Justicia ha establecido con relación a la abstención del Juez por
decoro o delicadeza lo siguiente: "... El artículo trescientos trece del Código Procesal
Civil regula la abstención por decoro o delicadeza, que es aquel supuesto donde el
magistrado hace conocer que pesan en su ánimo consideraciones que pueden perturbar
su imparcialidad. Este artículo supone que el juzgador tiene la facultad de analizar si
concurren en él causales que ameriten su abstención, y si ese es el caso, seguir con el
trámite que establece el artículo bajo comento, pero si el juzgador considera que éste no
es el caso, mal puede considerarse que se ha infringido dicha norma..." (Casación Nro.
646-98/ Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-10-2000, págs.
6421-6422).
3. AUXILIARES JURISDICCIONALES
Los Secretarios de Sala (de las Cortes Superiores y de la Corte Suprema) son aquellos
funcionarios públicos nombrados previo concurso por el Consejo Ejecutivo del distrito
judicial correspondiente (art. 258 de la L.O.P.J.), que tienen como funciones u
obligaciones (a tenor del arto 259 de la L.O.P.J.) las siguientes:
2. Recibir mediante Mesa de Partes, los expedientes que los Magistrados o Salas envíen
en grado o en consulta y los escritos o recursos que entreguen los interesados.
5. Refrendar las resoluciones el mismo día que se expidan y autorizar las actas de
comparendos, poderes y declaraciones en el acto en que se lleven a cabo, después de
obtener las firmas de las personas que intervengan en dichas diligencias.
12. Cuidar que se notifiquen las resoluciones en los términos y formas de ley.
3.2 Relatores
"... Son los funcionarios auxiliares de la administración de justicia que tienen como
misión fundamental imponer a los tribunales colegiados del contenido de los negocios
que ante ellos se ventilan.
Con razón (...) se ha llamado a estos funcionarios auxiliares los ojos del tribunal.
Materialmente sería imposible que diversos jueces pudieran imponerse en un mismo
momento del proceso. Se recurre entonces al sentido de la vista de un tercero, a objeto
de que éste, de viva voz, informe a los jueces de los tribunales colegiados de la materia
o contenido del proceso" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo II: 141).
Los Relatores son funcionarios públicos letrados adscritos a las Salas de la Corte
Suprema o de las Cortes Superiores que tienen las siguientes funciones u obligaciones
(según el arto 263 de la L.O.P.J.):
3. No dar razón del despacho antes de que las resoluciones hayan sido autorizadas.
4. Recibir, bajo constancia, los procesos que deben ser tramitados o resueltos durante
las horas de despacho, dando cuenta a la Sala el mismo día.
5. Hacer presente a la Sala y al Vocal ponente en su caso, las nulidades y omisiones que
adviertan en los autos y las insuficiencias de los poderes.
6. Hacer presente a la Sala, antes de empezar la audiencia, si de autos resulta que alguno
de los Vocales está impedido.
9. Cuidar que no quede ninguna resolución sin ser firmada por los Magistrados, el
mismo día que se dicta.
11. Devolver los expedientes a la Secretaría, el mismo día en que son despachados bajo
cargo firmado en el libro respectivo.
12. Registrar en los libros respectivos, con el visto bueno del Presidente de la Sala, la
distribución de las causas entre los ponentes y su devolución, así como los votos en
caso de discordia.
13. Llevar un registro en que se anota diariamente, con el visto bueno del Vocal menos
antiguo de la Sala, las partidas relativas a los autos y sentencias que se dicten,
extractando la parte resolutiva e indicando los nombres de los litigantes objeto de la
causa y los nombres de los Magistrados.
14. Comunicar de palabra a los Magistrados llamados a dirimir discordia, el decreto por
el que se les llama y poner en autos la constancia respectiva.
15. Presentar semanalmente al Presidente de la Sala una razón de las causas que hayan
quedado al voto, con indicación de las fechas en que se vieron.
16. Concurrir a las audiencias e informes orales y leer las piezas del proceso que el
Presidente ordene.
17. Llevar un libro en que se anote el día y hora señalados para las audiencias o
informes orales, con indicación del nombre de las partes, su situación procesal, del
Fiscal que debe actuar, si fuera el caso, y de los defensores designados, así como el
Juzgado del que proviene la causa.
18. Las demás que correspondan conforme a la ley y al Reglamento.
"El auxiliar más calificado de los Juzgados y Tribunales es el Secretario Judicial, que
tiene, aparte de la función de documentación y comunicación, la esencial de fedatario de
las actividades del Juez en el proceso. El Secretario Judicial es, fundamentalmente, más
que un auxiliar, en el sentido corriente de esta palabra, un colaborador del Juez, sin cuya
intervención (...) el Juez no puede producir actos procesalmente válidos" (DE PINA,
1940: 75).
"... En lo civil (...), y en todas las instancias, el secretario es auxiliar permanente del
juez, que interviene en todos los asuntos en los cuales este último ejerce jurisdicción.
Sus funciones son esencialmente actuariales: los secretarios se ocupan de las actas y de
los escritos con que se forman los expedientes judiciales, de la crónica oficial de los
actos procesales realizados..." (ODERIGO, 1989, Tomo II: 188).
"… Los secretarios son los principales auxiliares de los jueces y tribunales e integran
(...) el grupo superior del personal auxiliar. Sin perjuicio de su subordinación jerárquica
a los elementos juzgadores del órgano judicial, los secretarios son, por un lado, los jefes
directos e inmediatos del personal auxiliar subalterno. Por otro lado, les corresponde el
cumplimiento de parte de las funciones ordenatorias del proceso (vgr. dictado de ciertas
providencias de trámite), así como la actividad específicamente referida a la formación
material y a la custodia de los expedientes judiciales (actos de documentación).
Al respecto, Casarino Viterbo sostiene que "… la misión (...) de los secretarios es
autorizar las providencias, despachos y actos emanados de los tribunales ante los cuales
prestan sus servicios, y custodiar los procesos y demás documentos y papeles que sean
presentados ante aquéllos" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo II: 147).
Micheli, por su parte, señala que "… el secretario pertenece al orden judicial (...) pero
no ejercita la función judicial. Tiene la función de documentar las actividades de los
órganos judiciales, así como las propias y la de las partes, la de asistir al juez en todos
los actos respecto de los cuales se deba formar proceso verbal (levantar acta), la de
autenticar todo aquello que él ha extendido por escrito (...), la de librar copias y
extractos auténticos de los documentos producidos, la de inscribir las causas en el
registro de las mismas, la de proveer a la formación del fascículo de oficio y a las
notificaciones y comunicaciones prescritas por la ley (...) o por el juez, y a la
conservación de los actos del proceso…" (MICHELI, 1970, Volumen I: 189).
Briseño Sierra, en lo que atañe a las actividades que desarrolla el secretario judicial,
señala las siguientes: autenticadora, certificadora o documental, procesal (...),
conservación y custodia, recaudaciones, actos administrativos, de dirección y mando
(interior de las oficinas), de mediación, de asesoramiento (...), de comunicación, de
ejecución, de regulación de costas (...), de pureza del procedimiento (que llega a
confundirse con los actos de asesoramiento), actos de auxiliador (desde asistencia al
desahogo de pruebas hasta cooperación en las labores de la oficina), actos que dan
cumplimiento a lo ordenado por el juzgador, actos de dación de fe, y actos de
archivo…" (BRISEÑO SIERRA, 1963: 75).
"a).- Autorizar las resoluciones, acuerdos y sentencias del juez, requisito éste sin el cual,
carecen de validez, a no ser en casos excepcionales (…)'
c).- Acordar en forma reservada o secreta las resoluciones que deben recaer a las
peticiones de las partes, de los terceros y las sentencias que haya que dictar
(PALLARES, 1979: 331).
"1) Autorizar con su firma todas las sentencias, autos, declaraciones, despachos,
exhortas, diligencias, copias y notificaciones;
2) dar los testimonios o certificaciones que se pidan sobre hechos del juzgado, tribunal o
Corte, previa autorización del magistrado o juez, y cuando lo permita la ley;
3) servir de auxiliares de los magistrados o jueces en los asuntos de que éstos conocen,
con facultad de dar fe en los mismos asuntos y en todos los actos que les correspondan;
4) pasar al despacho los asuntos en que deba dictarse alguna resolución sin necesidad de
petición de las partes y los memoriales que éstas presenten, so pena de multa por cada
omisión;
5) dar las informaciones sobre el estado de los asuntos que cursan en la oficina y
manejar la secretaría con sus archivos, libros, etc.; custodiar y mantener el orden el
archivo del despacho; hacer las notificaciones, citaciones y emplazamientos y autorizar
las que practiquen sus subalternos" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 355).
Alvarez Juliá, Neuss y Wagner, en lo que concierne a los deberes del Secretario judicial,
afirman que son los siguientes:
"1) Autorizar las diligencias y demás actuaciones que pasen ante ellos y darles su
debido cumplimiento en la parte que les concierne.
6) Comunicar a las partes y a los terceros las decisiones judiciales, mediante la firma de
oficios, mandamientos, cédulas y edictos (...).
(...)
10) Devolver los escritos presentados fuera de plazo" (ALVAREZ JULIA; NEUSS; y
WAGNER, 1990: 71-72).
Los Secretarios de Juzgado son aquellos funcionarios públicos que tienen por
obligaciones y atribuciones genéricas, según el artículo 266 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, las siguientes:
3. Guardar secreto en todos los asuntos a su cargo, hasta cuando se hayan traducido en
actos procesales concretos.
4. Vigilar se coloque al margen de los escritos y recursos el día y hora en que se reciben,
firmando la constancia respectiva cuando no existe control automático de recepción.
5. Dar cuenta al Juez de los recursos y escritos a más tardar dentro del día siguiente de
su recepción, bajo responsabilidad.
7. Actuar personalmente en las diligencias a que están obligados, salvo en los casos en
que por disposición de la ley o mandato del Juez pueda comisionarse a los Oficiales
Auxiliares de Justicia u otro persona de auxilio judicial.
10. Facilitar el conocimiento de los expedientes a las partes y a sus abogados, y a las
personas que tienen interés legítimo acreditado, con las respectivas seguridades (en el
caso de expedientes archivados, pueden facilitar el conocimiento a cualquier persona,
debidamente identificada, que los solicite por escrito).
11. Vigilar la conservación de los expedientes y los documentos que giran a su cargo,
siendo responsables por su pérdida, mutilaciones o alteraciones, sin perjuicio de las
responsabilidades del personal auxiliar.
12. Llevar los libros o tarjetas de control que establece el Consejo Ejecutivo Distrital,
debidamente ordenados y actualizados.
14. Remitir los expedientes fenecidos, después de cinco años, al archivo del juzgado.
17. Guardar los archivos que por orden judicial reciban de otros Secretarios.
18. Atender con el apoyo de los Oficiales Auxiliares de Justicia del Juzgado, el
despacho de los decretos de mero trámite y redactar las resoluciones dispuestas por el
Juez.
21. Confeccionar trimestralmente la relación de las causas falladas y pendientes, con las
referencias que sirven para distinguirlas, a fin de que oportunamente sean elevadas por
el Juez al Consejo Ejecutivo Distrital.
22. Compilar los datos necesarios para la formación de la estadística judicial, en lo que
respecta al Juzgado, con indicación del número de causas ingresadas, falladas y
pendientes; de las sentencias que hayan sido confirmadas, revocadas o declaradas
insubsistentes por la Corte Superior y de aquellas en las que la Corte Suprema
interviene conforme a ley, consignando el sentido de las resoluciones.
Los Oficiales auxiliares de justicia son los servidores y empleados que se hallan al
servicio del Poder Judicial y que tienen como obligaciones y atribuciones genéricas
(según el art. 272 de la L.O.P.J.) las siguientes:
1. Actuar únicamente en la Sala, el Juzgado o en la Secretaría a la que se encuentran
adscritos y residir en el lugar en que aquéllos funcionan.
En lo que respecta a los Órganos de auxilio judicial, el artículo 55 del Código Procesal
Civil establece que son los siguientes:
El perito.
El depositario.
El interventor.
Los otros órganos que determine la ley (como, por ejemplo, el custodio, los traductores
e intérpretes).
3.5.1.1 Noción
El perito es aquella persona que cuenta con conocimientos especializados sobre alguna
ciencia, arte, oficio o materia y que es llamado por el órgano judicial a fin de que le
auxilie sobre algún hecho que escapa a su saber y exponga sus observaciones y
exámenes realizados así como sus conclusiones sobre lo analizado, todo lo cual estará
contenido en su informe pericial o dictamen (el mismo que no es determinante como
prueba, pues será debidamente valorado por el juzgador como cualquier otro medio
probatorio).
Según Alvarez Juliá, Neuss y Wagner, los peritos "u. son los auxiliares de los jueces
que por su idoneidad o profesión asesoran al juez sobre temas específicos (p.ej., médico
forense, peritos ingenieros, calígrafos, tasadores, traductores, etcétera)" (ALVAREZ
JULIA; NEUSS; y WAGNER, 1990: 71).
Para Nelson Suárez "... los peritos son personas llamadas a exponer al Juez no sólo las
observaciones de sus sentidos y sus impresiones personales sobre los hechos
observados, sino, también las inducciones que deban sacarse objetivamente de los
hechos observados y de aquellos que se les den por existentes..." (SUAREZ, 1972: 64).
Gómez Orbaneja asevera que los peritos "... son las personas con conocimientos
especializados (científicos, artísticos o prácticos), llamados al proceso para aportar las
máximas de experiencia que el Juez no posee o puede no poseer y para facilitar la
percepción y la apreciación de hechos concretos, objeto de debate" (GOMEZ
ORBANEJA; citado por ARAGONESES, 1958: 532).
Cardoso Isaza opina que los peritos "... son auxiliares del juez y su dictamen un medio
de prueba, que si bien presenta a veces características que lo asemejan más que todo a la
declaración del testigo, difiere de ella no sólo por su aspecto formal, sino por razón de
su contenido, como que no sólo envuelve un mero relato de hechos previamente
percibidos, fijados y conservados, sino que involucra conclusiones originadas en
razonamientos abstractos para los cuales se requieren especiales conocimientos
técnicos, científicos o artísticos" (CARDOSO ISAZA, 1979: 358).
La Ley Orgánica del Poder Judicial regula lo concerniente a los peritos en el Capítulo I
("Peritos") del Título II ("Órganos de auxilio judicial") de su Sección Sexta ("Órganos
auxiliares"), en los arts. 273 al 280. Por su parte, el Código Procesal Civil regula la
pericia en el Capítulo VI ("Pericia") del Título VIII ("Medios probatorios") de su
Sección Tercera ("Actividad procesal"), en los arts. 262 al 271. Por último, debe tenerse
presente, además, lo normado en el Reglamento de Peritos Judiciales (Res. Adm. Nro.
351-98-SE-TP-CME-PJ, del 25-08-1998).
3.5.1.2 Requisitos
Debe tener título habilitante en la ciencia, profesión, arte, actividad técnica o materia
especializada a que se refieran las cuestiones objeto de pericia, a no ser que ésta no
requiera de profesionales universitarios o no hubieran peritos en las sedes de los
Juzgados en los que tenga que actuarse dicho medio probatorio.
Debe aceptar el cargo: Dicha aceptación tiene que ser expresa, por escrito y bajo
juramento o promesa de actuar con veracidad.
No debe estar afectado de alguna causal de impedimento o recusación, las mismas que
se encuentran previstas en los artículos 305 y 307 del Código Procesal Civil,
respectivamente.
Los Peritos Judiciales deben reunir los requisitos que las leyes procesales exigen, tener
conducta intachable y figurar en la nómina que remitan las instituciones representativas
de cada profesión (art. 273 de la L.O.P.J.).
En los lugares donde no se haya podido formular las nóminas a que se refiere el artículo
273 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (numeral citado líneas arriba) para el
nombramiento de peritos, los Órganos Jurisdiccionales' se rigen por las disposiciones
procesales pertinentes (art. 277 de la L.O.P.J.).
3.5.1.3 Impedimentos
a) Cuando los peritos tengan vínculo laboral o profesional vigente de carácter temporal
o permanente con alguna de las partes.
3.5.1.4 Derechos
Es derecho del perito que se le suministre los medios para llevar a cabo la pericia y no
haya intervención alguna que no sea la del perito. El perito debe tener plena libertad en
su proceso investigatorio, siempre y cuando no exceda de la materia o asunto señalados
por el Juez en la respectiva resolución. De esta manera se garantiza la no interferencia,
ni siquiera del magistrado, en los estudios, métodos y experimentos que tenga que
practicar el perito con miras a la elaboración de un dictamen confiable y científico. Esto
se explica porque solamente el perito conoce la actividad pericial y puede determinar
cuándo su indagación adquiere la certeza exigida para con su dictamen. Naturalmente, a
efecto de desarrollar su labor, el perito tiene que contar con los elementos materiales del
caso y que le deben ser facilitados por el magistrado y los sujetos procesales.
También es derecho del perito que se le remunere por su trabajo, lo que implica no sólo
el pago por los gastos que demanda la pericia sino, además, por la actividad que realiza
en base a sus conocimientos especializados. El artículo 279 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial señala al respecto que los honorarios de los peritos, en los peritajes
pedidos por las partes, se fijan y pagan con arreglo a las disposiciones procesales
pertinentes, y que quienes soliciten una pericia deben consignar previamente los
honorarios correspondientes, conforme al arancel vigente. El artículo 271 del Código
Procesal Civil establece en relación a los honorarios de los peritos: A. que el Juez fijará
el honorario de los peritos; B. que está obligada al pago la parte que ofrece la prueba
(pericial); y C. que cuando es ordenada (la pericia) de oficio, el honorario será pagado
proporcionalmente por las partes. El Reglamento de Peritos Judiciales (Res. Adm. Nro.
351-98-SE-TP-CME-PJ) trata acerca de los honorarios de los peritos en los artículos 23
y 24, los mismos que citamos a continuación:
"Artículo 23°.- Los honorarios profesionales serán propuestos por el Perito de acuerdo
con las normas orientadoras de honorarios profesionales que publican cada dos años los
Colegios Profesionales, cuya copia deberá ser remitida al Presidente de la Corte [Corte
Superior de Justicia pertinente]. Estos honorarios deberán ser aprobados por el
Magistrado. El 8 % de los Honorarios netos del Perito, se destinarán al REPEJ [Registro
de Peritos Judiciales] y para el financiamiento de peritajes extraordinarios en procesos
penales.
"Artículo 24°.- Los Magistrados dispondrán que los obligados al pago de los honorarios
por el servicio de Peritajes Judiciales, previo a la prestación del servicio, efectúen el
Depósito Judicial del importe fijado, salvo lo previsto en el Artículo 182° del Código
Procesal Civil. [El art. 182 del C.P.C. versa sobre los efectos del auxilio judicial y
señala, entre otras cosas, que el auxiliado está exonerado de todos los gastos del
proceso].
Excepcionalmente, podrá disponerse se otorgue fianza personal acompañada de la
respectiva Declaración Jurada de Bienes, para garantizar el pago futuro de la obligación.
Los honorarios garantizados podrán ejecutarse en vía incidental en el mismo proceso
judicial.
3.5.1.5 Obligaciones
Concurrir a la inspección judicial cuando haya relación entre este medio de prueba y la
pericia, siempre que así lo ordene el Juez.
a) Cumplir con las disposiciones emitidas por los Órganos de Gobierno del Poder
Judicial.
b) Expedir informes periciales expresos y categóricos, técnicamente sustentados.
3.5.1.6 Responsabilidades
Sobre el particular, la Ley Orgánica del Poder Judicial establece en su artículo 278 que
las irregularidades cometidas por los peritos en el desempeño de sus funciones, son
puestas en conocimiento de las instancias profesionales que los propusieron, sin
perjuicio de aplicarse las sanciones que establece la ley.
El Código Procesal Civil, en lo que atañe a las responsabilidades del perito, prescribe en
su artículo 270 que:
Es de destacar que los peritos no sólo incurren en responsabilidad civil y penal cuando
retardan -sin justificación- la presentación de su dictamen o no asisten a la audiencia de
pruebas, sino también cuando obran con culpa inexcusable en la elaboración del
informe pericial o actúan con dolo al emitir informes falsos (ya sea debido a soborno,
animadversión u otro tipo de intereses).
En cuanto al tema tratado en este punto, debe tenerse presente lo normado en los
artículos 27 al 30 del Reglamento de Peritos Judiciales (Res. Adm. Nro. 351-98 SE-TP-
CME-PJ), numerales que procedemos a citar seguidamente:
"Artículo 27.- Se considera falta a toda acción u omisión voluntaria que contravenga las
obligaciones, prohibiciones y demás normatividad específica sobre los deberes de los
Peritos Judiciales establecidos por Ley y el presente reglamento, sin perjuicio de las
responsabilidades civiles y/o penales a que hubiere lugar".
"Artículo 28°.- Son causales de sanción a los Peritos Judiciales las faltas siguientes:
- Amonestación.
- Multa.
- Suspensión Temporal.
- Cancelación Definitiva.
Las sanciones enunciadas serán aplicadas por el Juez del proceso en observancia del
Artículo 270° del Código Procesal Civil [citado líneas arriba] y en función a criterios de
proporcionalidad, excepto la Cancelación Definitiva que corresponde aplicar al
Presidente de la Corte Superior respectiva, previo informe del Juez del proceso".
"Artículo 30°.- Las sanciones impuestas por el Magistrado del proceso podrán ser
apeladas en el plazo de quince días hábiles, ante el Presidente de la Corte Superior de
Justicia del Distrito Judicial correspondiente, quien deberá resolver en el plazo de
treinta días útiles con resolución motivada. Lo resuelto por el Presidente de la Corte
Superior de Justicia es inimpugnable.
La última parte del artículo 263 del Código Procesal Civil establece que los peritos son
designados por el Juez en el número que considere necesario. Se observa entonces que
el número de peritos queda librado al criterio del juzgador. Nada impide que éste decida
que la pericia sea practicada por un solo perito.
El artículo 264 del mencionado cuerpo de leyes se refiere al perito de parte y preceptúa
que:
"Las partes pueden, en el mismo plazo que los peritos nombrados por el Juez, presentar
informe pericial sobre los mismos puntos que trata el Artículo 263°, siempre que lo
hayan ofrecido en la oportunidad debida.
Este perito podrá ser citado a la audiencia de pruebas y participará en ella con sujeción a
lo que el Juez ordene".
De la lectura del primer párrafo del artículo 264 del Código Procesal Civil se aprecia
que, además de los peritos nombrados por el Juez, pueden los sujetos procesales
designar otros (siempre que este medio de prueba se haya ofrecido oportunamente), que
elaborarán el correspondiente dictamen, el mismo que será presentado dentro del plazo
fijado para los peritos designados por el Juez. Si bien el Código Procesal Civil no lo
señala expresamente, del segundo párrafo del artículo 264 de dicho Código puede
inferirse que tanto el demandante como el demandado pueden ofrecer un perito de parte
cada uno.
3.5.2 Depositario
3.5.2.1 Definición
El depositario es el órgano de auxilio judicial (art. 55 del C.P.C.) que recibe la cosa
sobre la cual recae el embargo en forma de depósito con la obligación de cuidarla
diligentemente y conservarla en su poder, haciendo entrega de ella cuando el órgano
jurisdiccional se lo ordene.
Será siempre depositario el afectado con la medida, porque si tal función la ejerce una
tercera persona se le denominaría custodio y se estaría ante otra forma de medida
cautelar: el secuestro, pues el depósito judicial no supone la desposesión del bien, sino
su conservación por parte de quien sufre la medida preventiva.
3.5.2.2 Derechos
Exigir el reembolso de los gastos de conservación del bien objeto de depósito. Posición
ésta compartida por Jorge Carreras, quien afirma que "... el depositario tiene el derecho
a ser reembolsado de los gastos que haya hecho para la conservación de la cosa
depositada y a ser indemnizado de todos los perjuicios que se les hayan seguido del
depósito..." (CARRERAS, 1957: 446). Esto es discutible tratándose del propietario,
pero puede justificarse si éste hubiese tenido la intención de desprenderse del bien por
resultarle oneroso mantenerlo, por ejemplo. (La regla general es que el afectado soporte
los gastos del depósito, como una partida más de las costas del proceso). Lo que sí está
fuera de toda controversia es la carencia del derecho del depositario a una retribución,
pues por ejercer el dominio del bien tal posibilidad se entiende excluida.
Solicitar al órgano jurisdiccional la enajenación del bien sobre el cual recae la medida
cautelar, por ser onerosa su conservación o haber peligro de deterioro, pérdida o
destrucción.
3.5.2.3 Obligaciones
No desplazar el bien fuera del lugar en que se encuentre, a no ser por orden del Juez o
cuando sea necesario para evitar su deterioro, pérdida o destrucción.
Llevar a cabo los actos necesarios para obtener y brindar protección a los frutos o
beneficios que produzca el bien.
Permitir la fiscalización del bien por parte del veedor (si lo hubiere), el peticionante de
la medida o el Juez, y suministrar la información que con respecto a él le exija el
magistrado.
Facilitar el acceso al bien para que las personas interesadas en participar del remate lo
examinen.
Entregar el bien apenas le sea requerido por el Juez y a la persona que éste
expresamente le indique.
El artículo 655 del Código Procesal Civil contempla las obligaciones del depositario (y
del custodio) estableciendo que:
"Los órganos de auxilio judicial están en el deber de conservar los bienes en depósito o
custodia en el mismo estado en que los reciben, en el local destinado para ello, a la
orden del Juzgado y con acceso permanente para la observación por las partes y veedor,
si lo hay. Asimismo, darán cuenta inmediata al Juez de todo hecho que pueda significar
alteración de los objetos en depósito o secuestro y los que regulen otras disposiciones,
bajo responsabilidad civil y penal".
3.5.3 Custodio
3.5.3.1 Concepto
Enseña Rocco que "... se suele hablar, no de custodio, sino de secuestre, pues con esta
palabra se quiere dar a entender que la actividad del órgano puesto al frente del
secuestro no se limita a la simple custodia del bien, para asegurar su conservación, sino
que la actividad que se le asigna se extiende más allá de los límites de la pura vigilancia
e implica una serie de otras actividades que en estricto rigor no podrían entrar en el
concepto más restringido de la simple custodia" (ROCCO, 1977, Volumen V: 175).
Al respecto, Micheli anota que "el custodio ejercita un officium de derecho público,
conexo al ejercicio de la función jurisdiccional; debe conservar y administrar la cosa
embargada (...); pero la actividad de conservación tiene la neta prevalencia sobre la
administración que debe, por tanto, reducirse a la actividad necesaria para asegurar la
conservación de la cosa en su destino económico y, por consiguiente, la susceptibilidad
de dicha cosa para ser utilizada..." (MICHELI, 1970, Tomo III: 27).
3.5.3.2 Obligaciones
Una vez nombrado el custodio y aceptado el cargo por éste, asume, bajo responsabilidad
civil y penal, una serie de obligaciones contempladas en los artículos 649 -segundo
párrafo- y 655 del Código Procesal Civil, a saber:
Debe conservar los bienes en custodia en el mismo estado en que los recibe y a la orden
del Juzgado.
Tiene que velar por los bienes secuestrados en el local destinado para ello, estando
impedido entonces de trasladarlos a un lugar distinto sin autorización del Juez (salvo
que tal traslado sea necesario para evitar su deterioro, pérdida o destrucción).
Está obligado a facilitar el acceso permanente al local donde se hallan los bienes
secuestrados, tanto a las partes como al veedor (si lo hubiere), con la finalidad que
puedan observar tales bienes.
Debe presentar los bienes sobre los que recae la medida cautelar de secuestro dentro del
día siguiente al de la intimación del Juez, sin poder invocar derecho de retención (aun
en el supuesto de que no se le haya retribuido por su labor).
Está sujeto a dar cuenta inmediata al Juez de todo hecho que pueda significar alteración
de los objetos en secuestro.
3.5.3.3 Retribución
El custodio, como órgano de auxilio judicial que es, percibe la retribución que a su
solicitud le fije el Juez. El peticionante de la medida cautelar es responsable de su pago
con cargo a la liquidación final, y debe hacerla efectivo a simple requerimiento. Ello se
colige del artículo 632 del Código Procesal Civil.
Está exceptuado el Banco de la Nación cuando se trata del dinero por el que se debe
abonar interés legal de acuerdo a las disposiciones legales sobre la materia".
Las decisiones en relación a la retribución del custodio son apelables sin efecto
suspensivo (parte final del arto 632 del C.P.C.).
Advertimos que el derecho del custodio a percibir una retribución por su labor es
independiente de aquel que le faculta al indicado órgano de auxilio judicial a exigir el
reembolso de los gastos realizados con motivo de la conservación del bien afectado con
medida cautelar en forma de secuestro.
3.5.4 Interventor
El interventor (órgano de auxilio judicial: arto 55 del C.P.C.) es la persona designada
por el Juez en caso de trabarse un embargo en forma de intervención, que tendrá a su
cargo la labor de recaudar los ingresos (interventor recaudador) u obtener información
(interventor informador) sobre el movimiento económico de una empresa de persona
natural o jurídica.
Según Alvarez Juliá, Neuss y Wagner, el interventor recaudador "... es el auxiliar que el
juez designa para materializar la recaudación de fondos o frutos. Carece de injerencia en
la administración del ente o persona afectada..." (ALVAREZ JULIA; NEUSS; y
WAGNER, 1990: 440-441).
Para Enrique Falcón "... el recaudador es un oficial de justicia ad hoc, que puede
concurrir a realizar un embargo, o recaudar los fondos de un ente colectivo o de una
empresa, cuando se requiere -para efectuar la recaudación- un tiempo más o menos
extenso, el control contable y registro de entradas, etcétera..." (FALCON, 1999: 83).
Llevar control de ingresos y egresos (art. 662 -inc. 2)- del C.P.C.).
Poner a disposición del Juez, dentro de tercer día, las cantidades recaudadas,
consignándolas a su orden en el Banco de la Nación. A pedido propio o de parte, puede
el Juez modificar el plazo para consignar (art. 662 -inc. 4) del C.P.C.).
El interventor informador "... es el auxiliar que el juez designa para investigar el estado
de bienes, negocios, operaciones o actividades, pero sin importar interferencia en la
administración de la sociedad o persona física afectada" (ALVAREZ JULIA; NEUSS; y
WAGNER, 1990: 441).
El estado de los bienes que son objeto de litigio; el desarrollo de las operaciones o
actividades de las cuales se trata" (GONZALEZ, 1999: 195).
Informar por escrito al Juez, en las fechas señaladas por éste, respecto de las
comprobaciones sobre el movimiento económico de la empresa intervenida, así como
otros temas que interesen a la materia controvertida (art. 666 -inc. 1)- del C.P.C.).
Dar cuenta inmediata al Juez sobre los hechos que considere perjudiciales al titular de la
medida cautelar, o que obsten el ejercicio de la intervención (art. 666 -inc. 2)- del
C.P.C.).
3.5.5.1 Noción
El martillero público (órgano de auxilio judicial: art. 55 del C.P.C.) es aquella persona
que realiza una función de intermediario, facilitando la enajenación de bienes al
relacionar directamente a compradores y transferentes (entiéndase aquellos que sufren la
ejecución forzada), ofertando públicamente dichos bienes con el fin de conseguir el
mayor precio de los mismos mediante las diversas posturas que se hagan.
Sobre el particular, Donato apunta que:
"El martillero que lleve a cabo la subasta (...) en la medida en que cumple sus funciones
mediante la comisión de verdaderos actos procesales, es un sujeto del proceso, y dentro
de éste, un auxiliar judicial que no reviste en forma permanente en los cuadros
judiciales; en otra terminología, es un auxiliar externo de la administración de justicia.
En virtud de tales conceptos, este agente judicial debe ajustarse a las instrucciones del
juez y no puede extralimitarse en su cometido, asumiendo responsabilidades procesales,
civiles y penales..." (DONATO, 1997: 679680).
"... A diferencia de lo que ocurre en las subastas privadas, en las cuales el martillero
actúa en calidad de mandatario o comisionista, según sea el caso, del dueño de los
bienes que hayan de venderse, en las subastas judiciales aquél reviste el carácter de
auxiliar del órgano judicial, en cuya representación realiza el acto procesal de que se
trata.
(...) De ello se sigue (...) que el martillero debe realizar la subasta de conformidad con
las instrucciones contenidas en la resolución que la decreta y en el edicto
correspondiente" (PALACIO, 1994, Tomo VII: 569-570).
En sentido similar se pronuncia Podetti cuando afirma que "el rematador designado para
realizar una subasta pública, no actúa como auxiliar del comercio, ni como mandatario o
comisionista de los sujetos del proceso donde va a actuar, sino como auxiliar interno del
órgano jurisdiccional..." (PODETTI, 1952: 340). Podetti, al respecto, cita la siguiente
jurisprudencia argentina según la cual"... el martillero en los remates judiciales no obra
ni como mandatario ni como comisionista, sino como un delegado del juez: como
oficial público investido por el juez, a nombre de la ley, para realizar la subasta de
acuerdo con las instrucciones contenidas en el auto de venta y edictos respectivos..."
(PODETTI, 1952: 340-341).
En relación al martillero público debe tenerse presente lo normado en la Ley Nro. 27728
("Ley del Martillero Público", del 23-05-2002), la cual, en su artículo 2, define a aquél
como la persona natural debidamente inscrita y con registro vigente, autorizada para
llevar a cabo ventas en remate o subasta pública, en la forma y condiciones que
establece la referida Ley o las leyes específicas del Sector Público.
La subasta de bienes del Estado se rige por las normas del Reglamento General de
Procedimientos Administrativos de los Bienes de Propiedad Estatal; y el remate judicial
dispuesto por la autoridad jurisdiccional, por las disposiciones del Código Procesal
Civil (art. 3 -in fine- de la Ley Nro. 27728).
Los Jueces y los Funcionarios Públicos aplican la presente ley (Ley Nro. 27728) en los
procedimientos de remate judicial o subasta pública, en todo cuanto no se oponga a su
normatividad específica (art. 4 de la Ley Nro. 27728).
3.5.5.3 Requisitos
La Ley Nro. 27728 regula los requisitos para ser martillero público en el Capítulo I
("Requisitos para ser martillero público") del Título II ("Del Martillero Público"), en los
arts. 6 al 9, los cuales citamos a continuación:
11) Otorgar un depósito de garantía a favor del Estado para responder de los daños y
perjuicios que pueda ocasionar en el desempeño de sus funciones".
La garantía a que se refiere el inciso 11) del Artículo 6° de la presente Ley [numeral
citado líneas arriba], es inembargable y repondrá exclusivamente el pago de los daños y
perjuicios que causare el Martillero Público en ejercicio de su actividad o de la multa
que como sanción se le hubiera impuesto. De ejecutarse la garantía, el afectado la
repondrá en el plazo de 30 días, bajo apercibimiento de suspensión del Registro".
3.5.5.4 Impedimentos
Con arreglo a lo previsto en el artículo 10 de la Ley Nro. 27728, están impedidos para
ejercer el cargo de Martillero Público:
Los condenados con penas accesorias de inhabilitación para ejercer cargos públicos o
por hurto, robo, extorsión, estafa u otras defraudaciones, usura, cohecho, malversación y
delitos contra la fe pública hasta diez años después de cumplida la condena.
3.5.5.5 Incompatibilidades
El artículo 11 de la Ley Nro. 27728 trata sobre las incompatibilidades del martillero
público, estableciendo que no pueden ejercer dicho cargo:
2) Los eclesiásticos.
3.5.5.6 Funciones
De acuerdo a lo normado en' el artículo 12 de la Ley Nro. 27728, son funciones del
martillero público:
1) Efectuar en forma personal y con sujeción a las normas sobre la materia, la venta,
permuta, gravamen o alquiler de bienes muebles e inmuebles, derechos, acciones,
valores y semovientes de procedencia lícita en remate público.
2) Presentar informes.
3.5.5.7 Derechos
"El derecho que el martillero tiene a percibir una retribución por su trabajo se denomina
comúnmente comisión.
(…)
(...) La comisión debe ser abonada en el mismo acto de la subasta..." (DONATO, 1997:
682).
Al respecto, el artículo 732 del Código Procesal Civil preceptúa que el Juez fijará la
retribución del martillero público atendiendo a la naturaleza y complejidad de la labor
que haya desplegado (en el remate, se entiende).
La Ley Nro. 27728 regula lo concerniente a los derechos del martillero público en el
Capítulo V ("Derechos del martillero público") del Título 11 ("Del martillero público"),
en los arts. 13 al 15, los cuales procederemos a citar seguidamente:
3) Solicitar al juez todas las medidas de seguridad necesarias para la realización de actos
propios del ejercicio de su actividad, así como a la Policía Nacional, cuando lo juzgue
conveniente;
6) Formular oposiciones fundadas en trámite de inscripción, sin que ello implique falta
disciplinaria;
En los casos en que iniciada la tramitación del remate, el martillero no lo llevare a cabo
por causas que no le fueran imputables, tiene derecho a percibir los honorarios que
determine el Juez, de acuerdo con la importancia del trabajo realizado y los gastos que
haya efectuado.
Igual derecho tendrá si el remate fracasare por falta de postores. Si el remate se anula
por causas no imputables al martillero, tiene derecho al pago de los honorarios que le
correspondan, cuyo pago estará a cargo de la parte que causó la nulidad".
Los honorarios del Martillero se fijan por el Juez de acuerdo al arancel que se aprueba
por el Reglamento de esta ley. En el caso de remates públicos de carácter privado, el
Martillero está autorizado a pactar sus honorarios en forma libre. A falta de pacto se
aplica el arancel".
En relación a los derechos del martillero público debe tenerse presente, además, lo
dispuesto en los artículos 22 y 25 de la Ley Nro. 27728, según los cuales:
El Martillero Público que por culpa suya se suspendiere o anulare un remate, perderá su
derecho a cobrar honorarios y gastos; y responderá por los daños y perjuicios
ocasionados (art. 22 de la Ley Nro. 27728).
Los gastos ocasionados con motivo de la actuación de los martilleros públicos serán
reintegrados en su totalidad por quien hubiere solicitado sus servicios o por el
condenado en costas en sede judicial (art. 25 -primer párrafo de la Ley Nro. 27728).
Los gastos serán actualizados desde que se hubieran efectuado hasta su pago efectivo
(art. 25 -segundo párrafo- de la Ley Nro. 27728).
3.5.5.8 Obligaciones
(...)
El martillero debe rendir cuentas de su cometido, acreditando los desembolsos que haya
efectuado, a cuyo fin acompañará los documentos correspondientes" (DONATO, 1997:
686).
3) Aceptar los cargos para los que fuere designado por el Juez;
4) Verificar la validez del título invocado por el comitente, así como la identidad y la
aptitud legal de éste;
9) En los remates privados, partir de la base mínima que fije el comitente hasta la
postura más alta y no suspender el remate hasta su finalización. Verificar la identidad
del comprador, percibir el pago y los honorarios; y otorgar el recibo de ley;
10) Rendir cuenta al juez, previa deducción de los gastos documentados, y depositar el
saldo resultante dentro de los diez (10) días improrrogables desde el acto del remate o
subasta. En la subasta particular o en cualquier otra gestión, mediación o mandato, el
plazo para rendir cuentas al comitente y entregarle el producido neto será de cinco días
improrrogables;
11) Mantener al día el pago de las tasas, impuestos y contribuciones que impongan las
leyes con motivo del ejercicio de su actividad;
12) Verificar que los inmuebles vendidos por su intervención no tengan deudas por
impuestos, tasas o servicios; que cuenten con planos aprobados especialmente
tratándose de subdivisión o, en su defecto, consignar en el instrumento de venta en
nombre de la persona que asuma la obligación pendiente de cumplimiento;
13) Archivar documentos y guardar secreto de toda información relacionada con bienes
y/o personas, obtenidas en razón de su actividad. Sólo el juez podrá relevarlo de tal
obligación;
El Martillera Público debe llevar los siguientes libros autorizados y rubricados en cada
página por la Corte Superior de Justicia del Distrito Judicial donde actúe:
Los martilleros deben llevar un Archivo en que se guardarán en orden cronológico, por
duplicado, los documentos que se extiendan con su intervención en todos 10$ actos en
los que participe.
El Archivo del Martillero Público se mantendrá en su poder por siempre, mientras dure
el ejercicio de sus funciones, tiene carácter público y pasa a manos de otro Martillero en
caso de cesación de funciones del titular".
3.5.5.9 Prohibiciones
Tal como lo señala el artículo 19 de la Ley Nro. 27728, el martillero público está
prohibido de realizar los siguientes actos:
5) Delegar el cargo.
6) Comprar para sí, directamente o por interpósita persona, los bienes confiados por su
comitente.
8) Retener el monto pagado, en lo que excede los gastos y honorarios; y, por tiempo
mayor al plazo fijado en esta ley para rendir cuentas.
9) Abandonar la gestión o suspender el remate, sin orden fehaciente del juez o del
comitente.
10) Utilizar en cualquier forma las palabras "judicial" u "oficial" cuando la venta o el
remate no tuviere tal carácter.
3.5.5.10 Sanciones
"La responsabilidad del martillero que actúa en subastas públicas o remates judiciales
puede surgir de la omisión de aceptar el cargo que se les discierne; de la omisión de dar
cuenta en tiempo y forma de la realización de la subasta y consiguiente depósito de las
sumas percibidas y de los actos de mal desempeño de la misión encomendada que, en
cualquier forma, hubieran ocasionado perjuicio.
(...) La no aceptación del cargo, sin causa justificada, cuando la designación se ha hecho
de una lista donde los martilleros pueden inscribirse voluntariamente para participar en
remates judiciales, implica un acto que entorpece el desarrollo del proceso y trae
aparejada responsabilidad. La sanción puede ser un apercibimiento o la exclusión de la
lista.
La omisión de dar cuenta del acto y depositar las sumas recibidas, trae, como
consecuencia inmediata, la intimación y emplazamiento para hacerlo y las subsecuentes
sanciones civiles y penales que correspondieren (...).
La Ley Nro. 27728 regula lo relativo a las sanciones a imponer al martillero público en
el Capítulo I ("De las sanciones al martillero público") del Título III ("Sanciones"), en
los arts. 20 al 23, cuyos textos son los siguientes:
1) Multa;
Las sanciones que se apliquen serán anotadas en el Legajo individual del Martillero
Público".
El Martillero Público que por culpa suya se suspendiere o anulare un remate, perderá su
derecho a cobrar honorarios y gastos; y responderá por los daños y perjuicios
ocasionados".
Ninguna persona podrá anunciar o realizar remates sin estar debidamente registrada en
las condiciones previstas en el Artículo 6° de la presente ley [numeral referido a los
requisitos del martillero público]. Hacerlo acarrea sanción penal.
Quienes infrinjan esta norma serán sancionados administrativamente por la entidad
correspondiente del Ministerio de Justicia, con multa y clausura del local u oficina
respectiva, sin perjuicio de formular la correspondiente denuncia penal".
C) Cuando exista falta, ausencia o impedimento del representante del incapaz, según lo
dispuesto por el artículo 66 del Código Procesal Civil (conforme al cual, en caso de
falta, ausencia o impedimento del representante del incapaz, se aplican las siguientes
reglas: 1. cuando el incapaz relativo no tenga representante legal o éste estuviera
ausente y surja la necesidad de comparecer en un proceso, lo expondrá así al Juez para
que le designe curador procesal o confirme al designado por él, si lo considera idóneo;
2. cuando la demanda se dirija contra un incapaz que carece de representante o éste se
halle ausente, el Juez le nombrará un curador procesal o confirmará el propuesto por el
incapaz relativo, si lo considera idóneo; 3. el Juez nombrará curador procesal para el
incapaz que pretenda demandar a su representante legal, o que sea demandado por éste,
o confirmará el propuesto por el relativamente incapaz, si fuere idóneo; y 4. también se
procederá al nombramiento de curador procesal cuando el Juez advierta la aparición de
un conflicto de intereses entre el incapaz y su representante legal, o confirmará el
propuesto por el incapaz relativo). Ello de conformidad con lo dispuesto en el inciso 3)
del artículo 61 del Código Procesal Civil.
D) Cuando (conforme lo señala el arto 61 -inc. 4)- del C.P.C.) no comparece el sucesor
procesal, en los casos que así corresponda, según lo dispuesto por el artículo 108 del
Código Procesal Civil. Este último numeral versa sobre la sucesión procesal (por la cual
un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o
pasivo del derecho discutido), la misma que se presenta en los siguientes casos: 1.
cuando fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su
sucesor, salvo disposición legal en contrario; 2. cuando al extinguirse o fusionarse una
persona jurídica, sus sucesores en el derecho discutido comparecen y continúan el
proceso; 3. cuando el adquirente por acto entre vivos de un derecho discutido, sucede en
el proceso al enajenante (de haber oposición, el enajenante se mantiene en el proceso
como litisconsorte de su sucesor); y 4. cuando el plazo del derecho discutido vence
durante el proceso y el sujeto que adquiere o recupera el derecho, sucede en el proceso
al que lo perdió. Es de destacar que la no comparecencia del sucesor procesal dentro del
plazo legal respectivo (30 días de acontecida la pérdida de la titularidad del derecho
discutido) da lugar al nombramiento del correspondiente curador procesal, cuya
actuación concluirá al tiempo en que comparezcan los sucesores procesales.
La policía judicial es aquel órgano de auxilio judicial que tiene por función realizar las
citaciones y detenciones dispuestas por el Poder Judicial, para la comparecencia de los
imputados, acusados, testigos y peritos, así como practicar las diligencias propias de sus
funciones (art. 282 de la L.O.P.J.).
3.5.8 Traductor
"(...)
REGLAMENTO DE TRADUCTORES
PUBLICOS JURAMENTADOS
CAPITULO I
"Artículo 5°.- Son requisitos para ser Traductor Público Juramentado: a) Ser
ciudadano peruano en pleno goce de sus derechos civiles. b) No haber sido
condenado por delito doloso.
c) Para el caso de los idiomas inglés, francés, alemán y aquellos en los que
las universidades del país formen traductores:
[Nota: En el texto del arto 5 del D.S. Nro. 126-2003-RE no aparece el inciso
d), sino que del inciso e) se pasa al inciso e)].
"Artículo 6°.- Son impedimentos para ser Traductor Público Juramentado:
CAPITULO II
a) Evaluación curricular.
b) Examen de traducción".
"Artículo 12°.- La evaluación de los exámenes de traducción se realizarán
en forma anónima. La calificación se efectuará sobre una escala de cero (0)
a veinte (20), y su valor se duplicará con respecto a la evaluación curricular.
El postulante que en el examen de traducción no alcance el puntaje de
catorce (14) quedará automáticamente eliminado del proceso de selección".
CAPITULO III
DE LA RATIFICACION
"Artículo 15°.- Cada tres (3) años, y en la misma época en que se efectúa el
proceso de selección, se llevarán a cabo la ratificación para que los
Traductores Públicos Juramentados puedan mantener tal título. El
procedimiento establecido para dicho fin, con excepción de la periodicidad,
comprenderá:
a) visita de inspección.
CAPITULO IV
CAPITULO V
DE LAS TRADUCCIONES
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
DE TRADUCCIONES OFICIALES
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
DE LAS LICENCIAS
CAPITULO XIV
a) Amonestación escrita.
d) Destitución".
CAPITULO XV
a) Por renuncia,
CAPITULO XVI
CAPITULO XVII
CAPITULO XVIII
3.5.9 Intérprete
Según Micheli el intérprete tiene por cometido "... el de asistir al juez cuando debe ser
oído quien no conoce la lengua (nacional) (...) o quien no sabe expresarse en ella (como
el sordomudo...)..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 192).
"Son las personas técnicamente competentes, a quienes se llama al proceso para facilitar
la comprensión de un idioma, o de un lenguaje.
En ambos casos, cuando actúan a efectos probatorios, su función coincide exactamente
con la procesal; pero puede excederla, cuando se trate de facilitar la comunicación
procesal respecto de actos no probatorios" (ODERIGO, 1989, Tomo II: 207).
A) Cuando ha sido parte anteriormente en el proceso (arts. 305 -inc. 1)- y 315 del
C.P.C.).
E) Cuando ha conocido el proceso en otra instancia (arts. 305 -inc. 5)- y 315 del
C.P.C.).
J) Cuando tiene interés directo o indirecto en el resultado del proceso (arts. 307 -inc. 5)-
y 315 del C.P.C.).
K) Cuando exista proceso vigente entre él o su cónyuge o concubino con cual quiera de
las partes, siempre que no sea promovido con posterioridad al inicio del proceso (arts.
307 -inc. 6)- y 315 del C.P.C.).
EL MINISTERIO PÚBLICO
"Aliado del Poder Judicial existe una magistratura particular, que si bien no forma parte
del mismo, colabora con él en la tarea de administrar justicia, y cuya principal función
consiste en velar por el cumplimiento de las disposiciones que afecten al interés general:
el ministerio público. Los funcionarios que la integran no tienen, dentro del proceso
civil, ninguna facultad de instrucción y menos, por consiguiente, de decisión, pues ellas
corresponden de manera exclusiva al juez, o sea al tribunal propiamente dicho. Su
intervención responde, en efecto, a principios que le atribuyen caracteres específicos, lo
cual explica que en algunos casos actúen como representantes de parte en el proceso,
mientras que en otros desempeñan simplemente una función de vigilancia" (ALSINA,
1957, Tomo II: 329-330).
"... Se han formulado diversas definiciones del ministerio público. Así, para algunos es
una institución que tiene como misión fundamental representar ante los tribunales de
justicia el interés general de la sociedad. Para otros es una institución que, colocada
cerca del Poder Judicial, tiene por objeto mantener la correcta aplicación de la ley y
velar por todo lo que interesa al orden público, al Estado y, principalmente, a ciertas
personas que le han merecido especial atención al legislador.
Gallinal sostiene que "constituyen el Ministerio Público y Fiscal los funcionarios que
representan y defienden ante los jueces la causa pública o social, así como los intereses
del Estado o del Fisco; velan por la pronta y regular administración de justicia; por la
tutela de los entes morales y de las personas que no tienen plena capacidad jurídica"
(GALLlNAL, s/a, Tomo I: 160).
Para Monroy Cabra "... el ministerio público (...) interviene en el proceso civil en
defensa de la sociedad, o de la ley, o de los menores o incapaces (...). El ministerio
público tiende a que impere el interés público en el proceso" (MONROY CABRA,
1979: 230). Dicho autor precisa que "el ministerio público no es parte, porque no
persigue ningún interés propio o ajeno, sino simplemente la realización de la voluntad
de la ley en el caso concreto..." (MONROY CABRA, 1979: 231).
"... El ministerio público es (...) un órgano del Estado, al que corresponde tutelar un
específico interés público (...), interés que tiene por objeto la actuación de la ley por
parte de los órganos jurisdiccionales en aquellos campos y en aquellos casos en los que
las normas jurídicas son dictadas por consideraciones de utilidad general o social, de
manera que su concreta observancia aparece como necesaria para la seguridad y para el
bienestar de la sociedad, y el cometido de provocar su aplicación por parte de los jueces
no puede ser dejado a la iniciativa y al arbitrio de los particulares.
El ministerio público puede definirse, por eso, como el órgano instituido para promover
la actuación jurisdiccional de las normas de orden público. Entre estas normas se
destacan en primera línea las del derecho penal. Pero también en el derecho privado hay
algunas que, aun regulando intereses particulares de los individuos y las relaciones que
se establecen entre ellos, tienden, sin embargo, a garantizar también un bien general de
la sociedad y están por eso dotadas de una más intensa eficacia imperativa; tales son,
sobre todo, aquellas que regulan las relaciones familiares y el estado de las personas..."
(LlEBMAN, 1980: 102).
"Al ministerio público le atribuye la ley la función genérica de velar por la observancia
de las leyes, por la pronta y regular administración de la justicia, por la tutela de los
derechos del Estado, de las personas jurídicas, de los incapaces, requiriendo de urgencia
las providencias cautelares que conceptúe necesarias. Tiene la función de hacer ejecutar
los fallos y cualquiera otra providencia del juez, en los casos establecidos por la ley, y
también tiene acción para hacer ejecutar y respetar las leyes de orden público o que
interesan a los derechos del Estado (...).
He aquí ahora, en particular, las atribuciones del ministerio público en el proceso civil:
a) puede ejercitar la acción civil en algunos pocos casos establecidos por la ley;
e) puede intervenir en cualquier otra causa 'en la que contemple un interés público;
"Hay quienes consideran que el ministerio público es un sustituto procesal, porque actúa
en nombre propio pero en defensa de un interés ajeno, ya sea del Estado, de la sociedad
o de un particular desamparado (ausente, incapaz, herencia yacente, etc.). Otros dicen
que realmente actúa deduciendo en juicio derechos sustanciales pertenecientes al
Estado, por lo que en realidad no sólo es parte en el proceso, sino también en la relación
sustancial que constituye el objeto de éste. Y otros sostienen que se trata de un órgano
especial, que no coincide ni con el juez, ni con la parte. No constituiría, entonces, una
parte procesal (ni aun imparcial), sino una institución peculiar (...).
(...)
(...) La conclusión sería, entonces, que estamos ante un órgano estatal especial, que
actúa como sujeto del proceso, asumiendo diferentes posiciones.
(...)
En el proceso civil, (sin perjuicio del principio dispositivo), se admite, en ciertos casos,
la actuación como parte del ministerio público mediante el ejercicio de la acción
(pretensión), convirtiéndolo así en parte (principal) en el proceso.
En otros casos, no ya con salvar la inercia de las partes, sino más bien para prevenir que
éstas actúen no en función de la aplicación de la ley, sino en desmedro o en fraude a
ella, o sin atender debidamente al desamparado, se permite la intervención del
ministerio público como tercero (interviniente), a menudo obligatorio, en un proceso
entre otras partes principales.
Se trata de las formas procesales más comunes en que actúa el ministerio público
(fiscal) en el proceso" (VESCOVI, 1999: 152-154).
"... Frente a los órganos judiciales cuya función consiste en satisfacer las pretensiones o
peticiones extracontenciosas que pueden constituir el objeto de un proceso, el
ordenamiento jurídico prevé el funcionamiento de otros órganos estatales a quienes
corresponde, en términos generales, la misión de defender intereses que afectan al orden
público y social.
Micheli, en lo que toca a las funciones del Ministerio Público, predica lo siguiente:
"El ministerio público tiene una multiplicidad de funciones en el proceso civil que se
adaptan mal dentro de los esquemas rígidos de la clasificación (...). La verdad es que el
ministerio público en cuanto acciona en el proceso civil, ya sea en vía principal, ya sea
en vía de intervención (...), cumple una función que mientras se distingue de la de
juzgar, no debe confundirse con la del órgano de la administración activa: en efecto, él
no es portador de un interés público localizado en una determinada rama de la
administración pública sino, como el juez, del interés público en la recta actuación de la
ley, especialmente allí donde es particularmente vivo el interés general (trascendente,
por consiguiente, del interés de las partes que accionan o, en general, de los sujetos que
podrían obrar en el proceso) en que la ley tenga una determinada actuación. El
ministerio público cuida, por consiguiente, de la observancia de las leyes en el proceso y
se presenta, por eso, como órgano de estímulo de la función del juez. Dada la estructura
dialéctica del proceso contencioso de cognición (de partes contrapuestas) y dada la
necesidad de que también en el proceso voluntario la iniciativa, de ordinario,
corresponda a un sujeto diverso del juez (...), el ministerio público adquiere en el
proceso civil una posición procesal que se puede poner junto a aquella, esencial, de la
parte, aun teniendo en cuenta que él actúa (...) no ya para hacer valer un derecho del
cual sea titular o para conseguir una cierta forma de tutela jurídica, sino para que sea
actuado el derecho objetivo, concediéndose por el juez la tutela jurídica a quien
corresponde. En otros términos, el ministerio público asegura la actuación del derecho
no ya juzgando (como el juez) o bien desarrollando una actividad administrativa (...),
sino estimulando la imparcial actuación de la ley, por parte del juez. Ya este fin, el
ministerio público asume (...) una posición de órgano de iniciativa para sustituir o para
integrar la iniciativa del sujeto por el cual se pide una cierta forma de tutela que lo
coloca en el mismo plano de la parte, aunque sea diverso el interés que lo mueva.
Tal interés, sin embargo, determina que el ministerio público no pueda ser considerado
nunca como parte vencida, como las partes verdaderas y propias, con la consecuencia de
que él no soporta tampoco los gastos del proceso (...), ya que encuentra la propia
satisfacción en el hecho de que el juez pronuncia, esto es, ejercita el poder
jurisdiccional, en cuyo ejercicio el ministerio público está precisamente interesado. Así,
el ministerio público no puede quedar sujeto a la autoridad de la cosa juzgada, puesto
que él es portador de un interés general en la observancia del derecho objetivo y no ya
de un derecho particular, ni se le precluye la impugnación de una sentencia, aun cuando
la misma sea conforme a su demanda..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 242-244).
Aun ejercitada por el Ministerio público, la acción ante rem iudicatam se presenta como
una afirmación y una demanda, de la que no se sabe todavía si está fundada, y que el
juez puede acoger o rechazar. La providencia, sea positiva o negativa adquirirá
autoridad de cosa juzgada por las declaraciones de certeza que contenga. Y como en
lugar de los posibles sujetos privados que no comparezcan en juicio, está el pro populo
o pro coeto, como actor o como interviniente, el Ministerio público, el fallo vendrá a
tener prácticamente eficacia erga omnes.
En cuanto a las causas de extinción de la acción, están excluidos los actos dispositivos
(...).
(…) El Ministerio público debe intervenir (...) en todas las causas matrimoniales o
atinentes al estado de las personas (...), aunque no haya una acción autónoma que
ejercitar (...). En todos estos últimos casos, sin embargo (…), puede producir
documentos, deducir pruebas y adoptar conclusiones, sólo en los límites de las
demandas propuestas por las partes privadas (...). El Ministerio público debe intervenir,
finalmente, en todas las causas, sin distinción, en la fase de casación k). En esta fase se
limita, sin embargo, a expresar una opinión en forma de conclusiones (exigidas) en
interés público (de la observancia de la ley), sobre cada uno de los puntos en cuestión
específicamente expuestos al examen de la corte.
La intervención del Ministerio público puede ser provocada también por el juez (...).
4. Conducir desde su inicio la investigación del delito (con tal propósito, la Policía
Nacional está obligada a cumplir los mandatos del Ministerio Público en el ámbito de su
función).
6. Emitir dictamen previo a las resoluciones judiciales en los casos que la ley
contempla.
"La doctrina suele distinguir las facultades y las atribuciones del ministerio público en
tres categorías distintas: el ministerio público agente, el ministerio público interviniente
y el ministerio público requirente.
(...)
En estos casos, el ministerio público se hace actor en juicio (...), porque las normas
procesales, aliado de los sujetos titulares de las relaciones jurídicas o de los estados
jurídicos de que se vendrá a discutir, autoriza o legitima a accionar al ministerio
público, como portador de un interés público que se concreta en un interés estatal.
Por otra parte, en lo que respecta al ministerio público interviniente, las normas
procesales dan unas veces facultad al ministerio público para incorporarse, mediante
una forma de intervención, a una litis pendiente ya entre otros sujetos; y otras veces, en
cambio, imponen al ministerio público la obligación de intervenir en causa, cuando se
discutan relaciones o estados jurídicos en que aliado del interés privado haya un interés
público (...).
En cuanto a las atribuciones del ministerio público requirente, puede ocurrir siempre, en
materias en que exista un interés de derecho público, que el ministerio público deba ser
oído, a fin de que exprese su dictamen en una forma (...) que se llama requisitoria.
(...) Bajo este concepto (requisitoria) se quiere hacer referencia únicamente a las
conclusiones que sobre determinado negocio formula el ministerio público, dando su
dictamen positivo o negativo" (ROCCO, 1976, Volumen 11: 161-163).
1. Como parte.
3. Como dictaminador.
Micheli refiere que "...Ia ley reconoce al ministerio público, en casos taxativamente
previstos por ella, el poder de promover el proceso y, por consiguiente, la acción, ya sea
en sede voluntaria o en sede contenciosa. En unos y otros casos, el ministerio público
sustituye la propia iniciativa a aquella que falta de otros sujetos interesados, a fin de
asegurar la tutela jurisdiccional a aquellos Interesados que la ley considera
particularmente dignos de protección, en beneficio de la colectividad. En estas hipótesis,
por consiguiente, la plenitud de autonomía del sujeto titular del derecho o del status
viene restringida, en algún modo, por el poder conferido al ministerio público, de suerte
que el titular no es el único que puede disponer del derecho y de la tutela al derecho
mismo; se habla en estos casos de derechos Indisponibles, derechos cuya tutela es por lo
general actuable a través del proceso contencioso mediante una providencia constitutiva
(...) o mediante el proceso voluntario. En todos estos casos, el ministerio público reviste
una posición procesal que suele ser asimilada a la sustitución procesal (...) pero que (...)
se diferencia de aquella figura típica (...) en cuanto el ministerio público hace valer a
través de su acción, el interés en la actuación del derecho objetivo si este juego de
palabras puede servir para expresar la aparente contradictoriedad de este órgano público
de iniciativa procesal, cuya finalidad es el funcionamiento del proceso civil y, por
consiguiente, la atribución de una forma 'de tutela jurisdiccional, ahí donde es interés
general que determinadas situaciones sean protegidas, aun cuando el titular no tome
ninguna iniciativa al respecto" (MICHELI, 1970, Volumen I: 244-245).
"Los casos en que el ministerio público tiene poder de acción están determinados
taxativamente, vale decir que no puede configurarse un poder general de acción en el
ministerio público, análogo al poder de la parte. Esto depende en el plano lógico del
hecho de que en la base de la acción pública no existe un interés (y por lo tanto una
valoración discrecional del interés): el interés del ministerio público se expresa por la
misma norma que le ha consentido o impuesto la acción (...).
A las hipótesis aquí consideradas se podrían añadir sin dificultad muchas otras, para las
cuales se considera casi uniformemente que el ministerio público obra para la tutela de
un derecho privado y por lo tanto como sustituto de su titular (...). También en estas
hipótesis, si bien hay ciertamente un interés particular en cuyo favor la acción se
resuelve, es tomado siempre como general en la tutela predispuesta por la norma, y el
ministerio público no representa ni sustituye al titular de ese interés, sino que sólo actúa
la voluntad de la norma. Que en algunas hipótesis exista posibilidad de concurso entre
la acción del titular y la pública no tiene nada de anormal: piénsese en la interdicción y
en la inhabilitación. Se trata, siempre, sin embargo, de intereses distintos; los prueba el
hecho (…) de que también en caso de acción promovida por otros, el ministerio público
debe intervenir, bajo pena de nulidad.
Frente a este grupo de casos hay otro en el cual la acción del ministerio público expresa
el límite de orden público puesto al libre desenvolvimiento de la voluntad negocial de
los particulares (...). En estos casos la función de tutela del interés general reflejado en
la norma, y por lo tanto la analogía de las funciones del ministerio público con las del
juez, aparecen aún más evidentes: es más, en muchos de estos casos el ministerio
público no hace sino señalar por vía de acción lo que el juez podría o debería señalar
por vía de excepción ex officio..." (SATTA, 1971, Volumen I: 75-77).
En tal caso el ministerio público aparece como un sujeto legitimado para accionar, no en
virtud de la titularidad de la relación jurídica, sino en fuerza de la titularidad de un
interés estatal, que se superpone al de carácter de derecho privado.
Desde este punto de vista el ministerio público puede considerarse parte en juicio; pero
será una parte con características todas ellas propias, ya que no podrá soportar las
consecuencias económicas y patrimoniales de la acción por él ejercida, pues siendo
portador de un interés público estatal, sólo con este carácter está legitimado para actuar.
Así, por ejemplo, parece que el ministerio público no puede ser condenado a las costas
del juicio, y cuando la acción venga a ser ejercida también por el sujeto realmente
interesado, las consecuencias de este ejercicio serán a cargo de aquel que de la acción y
del ejercicio de ella podía o debía experimentar un daño o un beneficio" (ROCCO,
1976, Volumen II: 163 164).
Sobre el particular, Liebman afirma que "en los casos en los que la ley concede al
ministerio público la acción civil, estamos en presencia de una legitimación para
accionar, reconocida a este órgano en vía extraordinaria, respecto a una relación jurídica
a la que el Estado es extraño, para la tutela de la ley por medio de la proposición de la
demanda, en sustitución de la del titular de la relación, que no quiere o no puede
accionar (sustitución oficiosa). El ministerio público que propone Iq demanda es parte
en el proceso y tiene todos los poderes y las responsabilidades inherentes a tal
cualificación..." (LIEBMAN, 1980: 105).
En tales casos el M.P. entra en el proceso civil con la misma función procesal que en él
ejercitan las partes privadas: a saber, con la función de proponer demanda al juez (...),
con todas las facultades a ellas conexas y consiguientes (...). Que el M.P. tenga en el
proceso civil la posición de parte en el sentido exclusivamente procesal (...) no hay
duda: es un órgano público creado expresamente para ejercitar en el proceso las mismas
atribuciones que normalmente ejercitan en él las partes privadas..." (CALAMANDREI,
1962, Volumen II: 433-434).
El citado jurista italiano agrega que:
Parte en causa es, pues, el M.P., y, a través de él, el Estado, pero en sentido puramente
procesal, no en sentido sustancial: órgano de legalidad, no órgano de tutela social. El
único interés que mueve al Estado personificado en el M.P. a participar en los juicios
civiles, es el de controlar que se observe la ley en sentido puramente objetivo, no el de
hacer valer en causa, como materia del juicio, derechos subjetivos u otros intereses de
orden social, acerca de los cuales deba luego formarse la cosa juzgada (...).
El M.P. es, pues, parte en el proceso civil, pero se distingue netamente de las 'partes
privadas' (entre las cuales entra también la administración pública activa, cuando es
parte en causa), porque está en causa para hacer valer, no derechos subjetivos del Estado
o intereses administrativos que sean materia de la decisión, sino solamente como 'parte
pública', el Interés muy general, y superior a los intereses deducidos en litis, en el
mantenimiento de la legalidad. Y si se quiere decir que el M.P. en el proceso civil
representa al Estado, hay que entender bien claramente que el Estado representado por
el M.P. no es el Estado administrador, es decir, la administración pública, que, cuando
está en juicio porque en él se trata de una relación jurídica en la cual está ella interesada,
está sujeta, como toda otra parte en causa, a la autoridad del fallo y a las consecuencias
procesales de la derrota (...), sino que es el Estado legislador, que participa en el juicio
únicamente en tutela del derecho objetivo y que, como tal, siendo extraño a la relación
jurídica controvertida, no está sujeto a la cosa juzgada que se forma inter partes..."
(CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 441-442).
(...) Este poder supletorio de acción concedido al M.P. no es (...) reconocido en forma
genérica e ilimitada; sino que se restringe a solos los casos 'establecidos por la ley', ni
puede ser ejercitado fuera de los casos taxativamente previstos por especiales
disposiciones, que, en su mayor parte, se encuentran contenida en el Código civil en
otras leyes no procesales" (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 443-444).
Nulidad del matrimonio (arts. 275 del C.C., 96, inc. 1, Y 96-A, inc. 1, de la L.O.M.P.).
Solicitud de curatela especial en caso de oposición de intereses entre padres e hijos (art.
460 del C.C.).
Curatela del pródigo o mal gestor que sean menores o estén incapacitados (art. 587 del
C.C.).
Interdicción del ebrio habitual y del toxicómano, cuando sean menores o estén
incapacitados o constituyan un peligro para la seguridad ajena (art. 588 del C.C.).
Curatela de bienes cuyo cuidado no incumbe a nadie (art. 599 del C.C.).
Separación de cuerpos o divorcio por causal (arts. 481 del C.P.C., 96, inc. 1, y 96-A,
inc. 1, de la L.O.M.P.).
Separación convencional y divorcio ulterior (arts. 574 del C.P.C., 96, inc. 1, y 96-A,
inc. 1, de la L.O.M.P.).
Sucesión intestada, cuando se trate de interés de incapaces (art. 830 del C.P.C.).
No podemos dejar de mencionar que, según se desprende del primer párrafo del artículo
IV del Título Preliminar del Código Procesal Civil, el proceso se promueve sólo a
iniciativa de parte, la que invocará interés y legitimidad para obrar, sin embargo, le es
inexigible al Ministerio Público (así como al procurador oficioso y a quien defiende
intereses difusos) invocar tal interés y legitimidad.
"... El ministerio público actúa (...) en vía de intervención, cuando, en vez de hacerse él
mismo actor en juicio, interviene en una causa pendiente entre otros sujetos.
(...)
"La función del ministerio público no se desarrolla sólo por vía de acción, sino también
(...) por vía de intervención. Y la intervención puede ser necesaria o facultativa.
(...)
Facultativa es en cambio la intervención (...) 'en toda otra causa en que medie un interés
público'. A diferencia de lo que ocurre en el ejercicio de la acción, parece aquí que el
poder de intervención se configure como general por la norma..." (SATTA, 1971,
Volumen I: 77-79).
"La intervención necesaria (...) está prescrita para todas las causas en que el M.P.
hubiese estado legitimado para accionar (...). Cuando en una de tales causas la iniciativa
del proceso ha sido tomada por otro legitimado, el M.P. debe participar en carácter de
interviniente en el mismo proceso que, si no se le hubiesen adelantado, hubiera podido
iniciar como actor.
La intervención necesaria (...) atañe (...) (además) a toda una serie de causas que la ley
especifica: respecto de las cuales el M.P., aun no estando legitimado para accionar,
debe, sin embargo, participar como interviniente cuando el proceso ha sido iniciado por
otro..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 459-460).
Declaración de capacidad de los contrayentes del matrimonio (art. 258 del C.C.).
Constitución, modificación o extinción de patrimonio familiar (arts. 496 del C.C. y 798
del C.P.C.).
Venta fuera de subasta de bienes del menor sujeto a tutela (art. 535 del C.C.).
Adopción de personas mayores de edad (art. 781 del C.P.C.). Sucesión intestada (art.
835 del C.P.C.).
3. En los procedimientos que tengan por objeto velar por la moral pública y las buenas
costumbres.
5. En los que sigan terceros contra los fundadores de una sociedad anónima de
constitución por suscripción pública, en los casos de responsabilidad solidaria que
establece la Ley de la materia.
7. En las tercerías contra el embargo trabado en bienes del procesado penalmente o del
tercero civilmente responsable, así como en la quiebra de cualquiera de ellos.
En lo que atañe al Fiscal Superior de Familia, el artículo 89-A de la Ley Orgánica del
Ministerio Público señala que le corresponde emitir dictamen previo a la resolución que
pone fin a la instancia:
En los casos en que, por disposición legal, el representante del Ministerio Público deba
emitir dictamen (que no es sino la opinión del representante del Ministerio Público
acerca de la cuestión materia de debate judicial), existe la obligación por parte de aquél
de fundamentar dicho dictamen (art. 114 del C.P.C.), sin embargo, como lo ha
establecido la Corte Suprema en reiteradas sentencias en casación, el dictamen fiscal es
únicamente ilustrativo, por lo que su omisión no acarrea la nulidad del proceso (salvo,
claro está, disposición legal en contrario, como es el caso, verbigracia, del dictamen en
el proceso contencioso administrativo, que es obligatorio, bajo sanción de nulidad: arto
14 -penúltimo párrafo- de la Ley Nro. 27584), siendo tal postura recogida en los
artículos 89, inciso B), y 89-A, inciso b), de la Ley Orgánica del Ministerio Público. La
Corte Suprema de Justicia ha señalado, pues, sobre el dictamen del Ministerio Público
lo siguiente:
"... El dictamen fiscal constituye una opinión emitida por los fiscales respecto al fondo
de la controversia o a la tramitación del proceso y por tanto es meramente ilustrativo al
no resolver la controversia planteada ante sede judicial" (Casación Nro. 381-99 / Cono
Norte, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 28-09-1999, págs. 3607-3608).
"... El Dictamen Fiscal si bien debió haberse emitido no es causal de nulidad, por su
carácter ilustrativo y no determinante del criterio judicial" (Casación Nro. 3310-99/
Piura, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 0804-2000, págs. 5039-5040).
Por otro lado, cabe indicar que en los casos en que, por disposición legal, el
representante del Ministerio Público intervenga como dictaminador en el proceso, el
dictamen fiscal debe emitirse luego de culminada la actuación de los medios probatorios
y en momento previo a la expedición de la sentencia por el juzgador (art. 116 del
C.P.C.).
Las actuaciones de los fiscales en el proceso civil deben llevarse a cabo dentro de los
plazos que señalen las disposiciones legales (por ejemplo, el dictamen fiscal debe
emitirse después de actuados los medios de prueba y antes de expedirse la sentencia: art.
116 del C.P.C.), bajo responsabilidad (art. 115 -primer párrafo- del C.P.C.). Las
responsabilidades civil y penal de los miembros del Ministerio Público, dicho sea de
paso, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 51 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público, se rigen por las normas legales sobre la respectiva materia, en tanto
que la responsabilidad disciplinaria (en virtud de la cual puede imponérseles a los
representantes del Ministerio Público las sanciones de amonestación, multa, suspensión
y destitución: art. 52 de la L.O.M.P.) se hace efectiva por el Órgano de Gobierno del
Ministerio Público y la Fiscalía Suprema de Control Interno.
"Artículo 510°.- Presunción de dolo o culpa inexcusable.- Se presume que el Juez actúa
con dolo o culpa inexcusable cuando:
1. La resolución contraría su propio criterio sustentado anteriormente en causa similar,
salvo que motive los fundamentos del cambio.
"Artículo 514°.- Plazo.- La demanda debe interponerse dentro de tres meses contados
desde que quedó ejecutoriada la resolución que causó daño".
Si bien los fiscales no pueden ser recusados por las partes (art. 117 -in fine- del C.P.C.),
tienen la obligación de excusarse o abstenerse de intervenir en el proceso si están
inmersos en alguna de las causales de impedimento o recusación que operan tratándose
de los Jueces. Así tenemos que, en aplicación de los artículos 117, 305, 307 y 313 del
Código Procesal Civil, un representante del Ministerio Público debe excusarse o
abstenerse de intervenir en el proceso en los siguientes casos:
A) Cuando ha sido parte anteriormente en el proceso (arts. 117 y 305 -inc. 1) del
C.P.C.).
E) Cuando ha conocido el proceso en otra instancia (arts. 117 y 305 -inc. 5) del C.P.C.).
J) Cuando tiene interés directo o indirecto en el resultado del proceso (arts. 117 y 307 -
inc. 5)- del C.P.C.).
La Ley Orgánica del Ministerio Público señala al respecto, en su artículo 19, que los
Fiscales no son recusables, pero deberán excusarse, bajo responsabilidad, de intervenir
en una investigación policial o en un proceso administrativo o judicial en que directa o
indirectamente tuviesen interés, o lo tuviesen su cónyuge, sus parientes en línea recta o
dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad, o por adopción, o sus
compadres o ahijados, o su apoderado en el caso a que se refiere el inciso c) del artículo
20 de la indicada Ley Orgánica del Ministerio Público (según el cual los miembros del
Ministerio Público no pueden defender como abogado o prestar asesoramiento de
cualquier naturaleza, pública o privadamente, y cuando tuvieren que litigar en causa
propia que no tuviese relación alguna con su función, otorgarán poder).
CAPITULO III
La relación jurídica procesal es "... aquel conjunto de relaciones jurídicas, esto es, de
derechos y deberes regulados por el derecho procesal objetivo, que median entre actor y
Estado y entre demandado y Estado, que nacen del ejercicio del derecho de acción y
contradicción en juicio" (ROCCO, 1976, Volumen I: 409-410).
"1) es una relación de derecho público, puesto que media entre los ciudadanos y el
Estado, el cual actúa en el ejercicio de una potestad pública y soberana;
2) es una relación autónoma respecto del derecho sustancial, toda vez que tiene
condiciones de ejercicio y de vida completamente distintas de las de aquél;
3) es una relación con tres sujetos: actor, demandado y Estado, personificado éste por el
órgano jurisdiccional;
5) es una relación una y única, en el sentido de que, una vez establecida, mediante la
notificación de la demanda judicial, la tal relación continúa desplegándose, ya en las
distintas fases de un mismo estadio judicial, ya en las fases subsiguientes" (ROCCO,
1976, Volumen I: 410).
Sobre el particular, De Pina señala que "...Ios sujetos que normalmente intervienen en la
relación jurídica procesal son: el demandante, el demandado y el Juez. El demandante,
con la interposición de la demanda, cuando es notificada en forma, da origen a la
relación. Promueve la actividad del juicio, que es el medio para obtener lo que se debe
(...); existe, por tanto, otro sujeto privado, que mediante el ejercicio de la acción, es
obligado a estar bajo la autoridad del Juez, es decir, a los efectos de la decisión que el
Juez pronunciará (...), y este sujeto pasivo del derecho pretendido por el actor es el
mismo sujeto pasivo de la acción, o sea, el segundo sujeto de la relación procesal (el
demandado)" (DE PINA, 1940: 31).
(...) En esta relación jurídica procesal se observan tres sujetos: el actor, el demandado y
el juez. Los dos primeros constituyen las partes litigantes en el juicio, y, el último, la
persona llamada a dirimir la contienda jurídica planteada entre las partes, a nombre y en
representación del Estado" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 122).
"... Para que la relación procesal quede legalmente constituida se necesita la observancia
de ciertos actos. Así, se inicia por la interposición de la demanda, que es el acto procesal
mediante el cual el actor ejerce su acción. Desde ese momento, el demandante queda
sometido a la jurisdicción del tribunal y el juez tiene la obligación de estudiar su
competencia, analizar el cumplimiento de los requisitos formales de la interposición de
la demanda, y luego, en caso afirmativo de los supuestos anteriores, conferir traslado de
ella al demandado.
y del objeto de la misma, vale decir, de las cuestiones sometidas al pronuncia miento del
juez, elementos que, durante la existencia de la relación procesal, ya no podrán variar"
(CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 123-124).
A continuación procederemos a citar las reflexiones y/o apuntes que hacen distintos
autores en relación al concepto de partes del proceso.
1) Posición de Reimundín.
Además de estas teorías extremas tenemos las que según las cuales es parte el que
solicita en nombre propio la actuación de la voluntad de la ley.
La doctrina más generalmente aceptada es la que enseña que en el proceso civil tiene
calidad de parte quien como actor o demandado solicita un acto de tutela jurisdiccional,
lo que significa que todo proceso supone la existencia de dos o más personas (físicas o
morales), en posición contrapuesta: una que impulsa la actividad jurisdiccional y otra
frente a la cual es solicitada la actuación de la ley..." (REIMUNDIN, 1956, Tomo I:
187).
2) Posición de Alsina.
La tercera doctrina es la que adoptamos (...): parte es aquel que en nombre propio o en
cuyo nombre se pretende la actuación de una norma legal y aquel respecto del cual se
formula esa pretensión. Por consiguiente, tiene calidad de tal quien como actor o
demandado pida la protección de una pretensión jurídica por los órganos
jurisdiccionales" (ALSINA, 1956, Tomo I: 472-473).
"... Son partes en el juicio los sujetos originarios de la relación procesal, que se indican
en la demanda" (VELOSO MUÑOZ; citado por RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo
I: 18).
4) Posición de Invrea.
"... Parte es la persona en cuyo nombre se requiere una declaración judicial y aquella
contra la cual, también en su propio nombre, tal declaración es requerida" (INVREA;
citado por MUÑOZ ROJAS, 1960: 54).
Partes "... son aquellas personas que sostienen ante el tribunal una contienda jurídica y
actual acerca de sus propios derechos. Reciben el nombre genérico de litigantes..."
(CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 36).
"... Llámanse partes las personas naturales o jurídicas que concurren a un juicio como
demandantes o demandados. Demandante es el que inicia un juicio deduciendo una
acción; demandado es aquél en contra de quien se deduce la demanda o en frente del
cual se discute el derecho. Y decimos 'en contra' o 'en frente', porque no toda demanda
importa necesariamente discutir en contra de los intereses del demandado" (URRUTIA;
citado por RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 17).
7) Posición de Arazi.
Parte "... es quien reclama y frente a quien se reclama la satisfacción de una pretensión
en un proceso determinado..." (ARAZI, 1998: 321).
8) Posición de Alessandri.
"... PARTE es sinónimo de litigante y el litigante es quien litiga o sea 'mueve a litigio',
vale decir a pleito, a contienda judicial; en una palabra, a proceso. En todo proceso
intervienen dos partes: la que demanda, pide, pretende un derecho en base a una norma
legal, llamada actora; y aquella frente a quién es exigido ese derecho, que es la que
contesta, se defiende o allana, es decir la demandada. (Se dice también que parte es
quien pretende y frente a quien se pretende; quien reclama y frente a quien se reclama)"
(VERGARA, 1968: 9).
Sintetizando, podemos decir que parte es todo aquel que reclama el auxilio de la
jurisdicción en un proceso, en forma originaria, sucesiva, principal, incidental o
accesoria, y los que intervienen como consecuencia de tal reclamo" (FALCON, 1978:
77).
11) Posición de Alvarez Juliá, Neuss y Wagner. Para los mencionados autores:
"... Parte es aquel que en nombre propio o en cuyo nombre se pretende la actuación de
una norma legal, y aquel respecto del cual se formula esa pretensión. Por consiguiente,
tiene calidad de tal quien como actor o demandado pide la protección de una situación
jurídica por los órganos jurisdiccionales.
Pueden ser parte todas las personas, tanto físicas como de existencia ideal, o sea los
entes susceptibles de adquirir derechos y contraer obligaciones" (ALVAREZ JULIA;
NEUSS; y WAGNER, 1990: 91).
"... Parte es la persona que demanda en nombre propio o en cuyo nombre se entabla la
demanda, y también la persona contra la cual ésta se dirige" (CASTRO, 1926, Tomo
Primero: 168). El citado jurista agrega que:
"Todo juicio supone dos partes: la que hace la demanda y aquella frente a la cual se
hace, o, en otros términos, actor y demandado.
"... Por parte no debe entenderse la persona o personas de los litigantes, sino la posición
que ocupan en el ejercicio de la acción procesal.
Esa posición no puede ser otra que la del que ataca o sea la del que ejercita la acción y
la de aquél respecto de la cual o frente al cual se ejercita. Por eso no hay más que dos
partes: actor que es quien ejercita la acción y demandado, respecto del cual se ejercita la
acción.
No importa que los actores sean varios o los demandados también sean dos o más
personas. Siempre habrá dos partes únicamente, las que atacan y las que son atacadas
mediante la acción" (PALLARES, 1979: 131).
"... En todo juicio intervienen como partes, cuando menos dos personas: una que es la
que deduce la acción, la que promueve la demanda, y por eso es llamada actoro
demandante (de agere, ab agenda), y otra que es llamada a juicio, y frente a la cual se
dirige la misma demanda, y que se denomina reo o demandado (por la cosa demandada,
a re...).
(...)
Partes o litigantes, son: la persona que demanda en nombre propio o en cuyo nombre se
entabla la demanda, y también la persona frente a la cual ésta se dirige. No siempre son
sólo dos personas las que litigan, una como actor y otra como reo. Puede ocurrir que
intervengan en el juicio otras personas, diferentes de las del actor y del reo, como
sucede con los que son citados en garantía, como los terceros opositores, etc. (...).
También puede suceder, que una misma parte, esté formada por varias personas..."
(GALLINAL, s/a, Tomo I: 188-189).
"... Por partes del proceso se entienden precisamente aquellos sujetos que piden, o frente
a los cuales se pide, al órgano jurisdiccional una forma de tutela jurídica, realizable a
través del proceso civil de cognición, de ejecución, cautelar, contencioso o voluntario..."
(MICHELI, 1970, Volumen I: 198).
"EI único modo para construir la noción de parte de manera que la misma pueda ser útil
para todo tipo de proceso, es, a mi entender, el de considerar quién puede obrar en el
proceso aun cuando después aquel sujeto resulte no ser el titular de la situación
sustancial deducida en juicio, e independientemente, por eso, de la consideración de los
efectos del proceso (...) que pueden afectar o no (...) a aquel que actúa en el proceso. El
concepto procesal de parte se agota, por consiguiente, en la constatación de los sujetos
que participan en el proceso desde el inicio del mismo o posteriormente..." (MICHELI,
1970, Volumen I: 198).
"... Partes en el proceso civil son aquellas personas que solicitan y contra las que se
solicita, en nombre propio, la tutela jurídica estatal, en particular la sentencia y la
ejecución forzosa.
"... Partes son las personas por las cuales o contra las cuales se pide en nombre propio la
tutela jurídica. Las partes son, por regla general, al mismo tiempo los sujetos del
derecho o deber discutidos, más bien también puede un tercero estar facultado para
seguir en nombre propio un proceso sobre relaciones jurídicas ajenas (...). En este caso,
el tercero será parte. El concepto de parte es, en consecuencia, meramente formal; y no
necesita coincidir con la titularidad de la relación jurídica controvertida" (SCHÓNKE,
1950: 85).
"... Es parte quien realmente demanda o es demandado, sin 'que para ello importe quién
ha querido el demandante como parte; parte es más bien (...) aquel a quien afecten
objetivamente las declaraciones que sirven de fundamento al proceso..." (SCHONKE,
1950: 86).
"... Pueden ser partes todas las personas, sean ellas naturales o jurídicas. Pueden ser
partes las personas naturales, absoluta y relativamente incapaces.
Para considerar a una persona como parte principal en un juicio es necesario que entable
la acción 'en su propio nombre'; si la acción se deduce en nombre ajeno es parte en el
juicio la persona representada y no la persona que demanda en representación de ella.
La persona que en la demanda deduce una acción reclamando del tribunal la protección
que la ley le acuerda, es el demandante, ella es parte en el juicio, es sujeto activo de él.
"... Partes del proceso civil no son todos los sujetos que en él intervienen y que sean
distintos de los miembros del órgano jurisdiccional. Sólo son partes, en principio, aquel
o aquellos sujetos que pretenden una tutela jurisdiccional y aquél o aquéllos respecto de
los cuales o frente a los cuales se pide esta tutela. Pero más precisamente aún, partes
son, únicamente, los sujetos a quienes afectará de forma directa el pronunciamiento del
tribunal, ya conceda o deniegue la tutela pedida, ya establezca que no puede
pronunciarse sobre ella en ningún sentido.
Así pues, puede ofrecerse la siguiente definición de partes del proceso civil: sujetos
jurídicos que pretenden, o frente a los que se pretende,
A decir de Goldschmidt:
"... Las partes son los sujetos de los derechos y de las cargas procesales. En todo
proceso civil han de intervenir dos; no se concibe una demanda contra sí mismo, ni
siquiera en calidad de representante de otra persona. Se llama actor al que solicita la
tutela jurídica ('is qui rem in iudicum deducif), y demandado aquel contra quien se pide
esta tutela ('is contra quem res in iudicium deducitur'). No es preciso que las partes sean
necesanamente los sujetos del derecho o de la obligación controvertidos (es decir, de la
'res in iudicium deducta').
"... Puede ocurrir, aunque no sea frecuente, que las partes de la relación sustantiva, no
sean las mismas que la de la relación adjetiva. Ello es perfectamente posible, en razón
del carácter abstracto del derecho de acción (...). El concepto de parte es independiente
de la efectiva existencia de la titularidad activa o pasiva de la relación material. El
interés que es inherente al concepto de parte estriba sólo en ser sujeto activo o pasivo de
la demanda..." (VALLEJO, 1970: 42).
"... Son partes de la relación jurídica procesal, el actor -que es quien promueve la
demanda- y el demandado, que es aquel contra quien se la promueve. La condición de
actor y la de demandado está determinada por la primera presentación. Ocupan las
'posiciones fundamentales' del proceso, son las partes 'propias' por oposición a las
'impropias' o 'posiciones secundarias" (VALLEJO, 1970: 42).
"... Parte es quien pretende y frente a quien se pretende, o, más ampliamente, quien
reclama y frente a quien se reclama la satisfacción de una pretensión" (GUASP; citado
por STIGLITZ, 1970: 27).
"... Parte en sentido formal, es aquel que está en juicio, bien como actor, bien como
demandado, y que por el solo hecho de estar en juicio tiene o puede tener algunos o
todos los derechos y deberes de las partes. Parte en sentido material es aquel en cuyo
interés o contra del cual se provoca la intervención del poder jurisdiccional..."
(D'ONOFRIO, 1945: 70-71).
24) Posición de Eduardo Carlos.
"... Es posible establecer una neta separación entre el que se pide y aquel por quien se
pide la actuación de la ley. Como consecuencia de ello, la doctrina admite una
distinción entre parte en sentido material directamente vinculada en la relación de
derecho sustantivo y parte en sentido formal, en cuanto actúa en el proceso y realiza
actos procesales, con prescindencia del contenido u objeto de aquella relación..."
(CARLOS, 1959: 162).
"... El concepto procesal de partes es puramente formal, es decir, (...) aquel que
demanda en nombre propio o en cuyo nombre se demanda la sentencia o el
mandamiento ejecutivo, mediante el proceso; quien es demandado directamente o por
conducto de su representante, y quien interviene luego de modo permanente y no
transitorio o incidental; esa intervención permanente puede ser como litisconsortes,
como simples coadyuvantes, como terceristas o ad excludendum y como sucesores de la
parte que muere o transfiere sus derechos o se liquida si es persona jurídica. Pero
excepcionalmente es también parte el sustituido en el proceso, sin que actúe en él ni
siquiera por representante, pues el sustituto procesal obra en nombre propio y por
interés personal" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 362-363).
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, acerca de las partes del proceso, anotan lo siguiente:
Se habla, así mismo, de la parte original y de la parte sucesiva para hacer referencia a la
oportunidad en que cada una se vincula al proceso. Como también a la parte permanente
o a la meramente incidental, según que su presencia en el proceso sea estable o
pasajera" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 17-18).
"... Serán partes las personas (físicas o jurídicas) que se constituye en sujetos de un
proceso para pretender en él el otorgamiento de justicia o tutela jurídica, y que, por
tanto, asumen la titularidad de las relaciones que en el mismo se crean, con los
derechos, las cargas y las responsabilidades inherentes' (PRIETO-CASTRO y
FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 56). El citado autor español añade lo siguiente:
"a) El concepto de parte es, pues, procesal y nace dentro del proceso. Por
b) Los sujetos que no son partes se han de conceptuar como terceros en el proceso.
Este concepto, sin embargo, no tiene una significación literal absoluta, pues, de un lado
(...), un tercero extraño a la relación jurídico-material puede ser parte en el proceso (por
ejemplo, el síndico de la quiebra, el Ministerio Fiscal), con algunas de las consecuencias
propias de tal postura; y de otro lado, un sujeto interesado en la misma (v. gr., el deudor
solidario) o la persona que está expuesta a experimentar consecuencias derivadas del
proceso (por ejemplo, el subarrendatario) pueden permanecer extraños al mismo,
aunque con la particularidad de que su posición les permite entrar a intervenir en el
proceso (...).
(...).
Parte no se identifica con sujeto individual, de suerte que en la postura de demandante o
de demandado, o en ambas, puede existir desde un principio o posteriormente una
pluralidad de personas (originadora de un litisconsorcio activo, pasivo o mixto), pero
esta circunstancia no afecta a la dualidad, en el sentido de crear una o varias nuevas
posturas, ya que los diversos sujetos que figuran en la posición de demandante o de
demandado integran una posición de parte.
"... Parte en sentido procesal viene a ser eo ipso cualquiera que promueva (o en cuyo
nombre se promueva, por un representante calificado) un proceso civil en las formas de
ley, con razón o sin ella, o hasta por capricho, o por equivocación, no importa. Y así,
viene a ser parte quienquiera que espontáneamente intervenga en él. Pero, en la posición
de parte (en sentido procesal) puede ser puesto cualquiera también por hecho de otro,
con sólo que sea llamado o provocado en las formas de ley a tomar parte en él, o
constreñido a someterse a sus actos iniciales (...).
El proceso, y por tanto el venir a ser parte en él, es el único modo posible de hacer valer
una acción-pretensión y, respectivamente, de ser puesto en posibilidad de defenderse
contra una acción-pretensión ajena. De aquí, por una transición intuitiva y de toda
evidencia, se sigue esta proposición como consecuencia: que a quienquiera (persona
física o persona jurídica) que tenga la capacidad de ser titular de derechos y de
obligaciones jurídicas y por tanto también de acciones o de excepciones (...), hay que
reconocerle (...) también la capacidad subjetiva de ser parte de un proceso, ergo parte en
sentido procesal" (REDENTI, 1957, Tomo I: 151-152).
"Para entender el concepto de parte (...) hay que partir de esta premisa elemental: que la
cualidad de parte se adquiere, con abstracción de toda referencia al derecho sustancial,
por el solo hecho, de naturaleza exclusivamente procesal, de la proposición de una
demanda ante el juez: la persona que propone la demanda, y la persona contra quien se
la propone, adquieren sin más, por este solo hecho, la calidad de partes del proceso que
con tal proposición se inicia; aunque la demanda sea infundada, improponible o
inadmisible (circunstancias todas ellas que podrán tener efecto sobre el contenido de la
providencia), basta ella para hacer que surja la relación procesal cuyos sujetos son
precisamente las partes (...).
(...)
Las partes como sujetos de la relación procesal, no deben confundirse con los sujetos de
la relación sustancial controvertida, ni con los sujetos de la acción: si frecuentemente
estas tres cualidades coinciden, toda vez que el proceso se instituye precisamente entre
los sujetos de la relación sustancial controvertida, legitimados para accionar y para
contradecir sobre ella, puede ocurrir que la demanda sea propuesta por quien (o contra
quien) en realidad no esté interesado en la relación sustancial controvertida o no esté
legitimado para accionar o contradecir; y, sin embargo, aun en ese caso, quien ha
propuesto (o contra quien se ha propuesto) la demanda sin derecho o sin legitimación,
será igualmente parte en sentido procesal (...).
(...)
(...) Si las partes del proceso pueden no coincidir con los sujetos de la relación
controvertida o con los sujetos de la acción, coinciden siempre con los sujetos de la
'causa' (...). La 'causa' (...) es, en la fase de cognición, el thema decidendum del juicio:
es la acción, no en cuanto existente y comprobada, sino en cuanto de hecho afirmada
por una parte y negada por la otra, y sometida así a la investigación del juez, a modo de
problema que habrá él de resolver. Las partes entre las cuales se constituye la relación
procesal, son precisamente las mismas entre las cuales pende de hecho ese debate acerca
de la existencia de la acción en hipótesis que se denomina la 'causa'; que luego los
sujetos de la causa sean también los sujetos de la acción efectivamente existente, eso se
podrá saber únicamente al final del proceso, en virtud de la sentencia. En cambio,
quienes sean los sujetos de la 'causa' se determina únicamente por la demanda: partes
del proceso y sujetos de la causa (o como también se dice, partes en causa) son, por
tanto, nociones equivalentes" (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 297-302).
En efecto, sólo quien está legitimado para accionar o para contradecir, puede, al mismo
tiempo, en que se instaura el juicio con la constitución de relación jurídica procesal,
asumir la calidad de parte, esto es, de actor o de demandado en juicio.
De este concepto se sigue que puede llamarse parte en juicio a aquel que siendo o
afirmándose simplemente titular activo o pasivo de una relación jurídica sustancial, pide
en nombre propio la realización de dicha relación jurídica por parte de los órganos
jurisdiccionales.
De manera que en un concepto general de parte tendremos que hacer entrar también
estas hipótesis, y, en consecuencia, se podrá decir que parte en juicio son aquellos
sujetos que siendo o afirmándose titulares de una relación jurídica, activos o pasivos,
piden en nombre propio la realización de dicha relación por parte de los órganos
jurisdiccionales, o que estando legitimados por las normas procesales para accionar,
piden la realización, por parte de los órganos jurisdiccionales, de una relación jurídica
de la cual no son titulares, pero es titular una tercera persona que podrá o deberá, según
las disposiciones de la ley, estar presente en el juicio y sufrir los efectos jurídicos
provenientes de la providencia jurisdiccional.
Parte, por consiguiente, es aquel que estando legitimado para accionar o para
contradecir, pide en nombre propio la realización de una relación jurídica de la cual
afirma ser titular otro sujeto que puede estar en juicio o puede no estar en juicio
(ROCCO, 1976, Volumen II: 114-115).
"Partes del proceso son los sujetos implicados expresamente (mediante asunción o
pretensión) en los intereses específicos del objeto, a quienes se le atribuye la acción, la
gestión y el poder de excepción (o derecho de contradicción).
Parte formal es el sujeto autorizado para ocupar el lugar del titular del estatuto y
ejercitar el correspondiente cupo funcional que la ley asigna a la parte material (...)
El sujeto titular de las funciones puede estar conectado con la parte sustancial por un
nexo de identidad o un nexo diferente. En el primer caso, la misma persona es parte
material y parte formal; en el segundo, parte material y parte formal son personas
distintas.
Se aprecia, entonces, que el nexo de la parte material con la parte formal se establece
mediante relaciones de identidad, representación, asistencia, sustitución y gestión
orgánica" (BARRIOS DE ANGELIS, 1979: 126).
32) Posición de Lino Palacio.
"... Es parte toda persona (física o de existencia ideal) que reclama en nombre propio, o
en cuyo nombre se reclama la satisfacción de una pretensión, y aquélla frente a la cual
se reclama dicha satisfacción.
1°) Constituye una noción circunscripta al área del proceso. Son partes,
2°) Sólo es parte quien actúa en nombre propio, o en nombre de quien se actúa. Por
consiguiente, aquella calidad no puede atribuirse a quien, como el representante, sea
voluntario o necesario, interviene en el proceso en nombre y en defensa de un interés
ajeno.
(...)
3°) En la medida en que la noción de parte implica un enfrentamiento que se suscita, por
lo menos, entre dos sujetos, aquélla sólo es aplicable a los procesos contenciosos"
(PALACIO, 1983, Tomo III: 8-11).
(...) Por consiguiente, la idea de parte (...) es ajena al ámbito de los procesos voluntarios,
en los cuales no existe conflicto a resolver ni, por ende, la aludida contraposición
personal. En este tipo de procesos, (...) corresponde reemplazar el concepto de parte por
el de peticionario, a quien cabe definir, en concordancia con el objeto del proceso
voluntario, como la persona que, en nombre propio, o en cuyo nombre se reclama la
emisión de un pronunciamiento judicial que constituya, integre o acuerde eficacia a un
determinado estado o relación jurídica privada" (PALACIO, 1983, Tomo III: 19).
"... Los distintos tratadistas, al elaborar su concepto de parte, tienen como modelo al
proceso contencioso, en donde se perfilan con toda nitidez dos sujetos cuyos intereses
están en pugna. Esto nos lleva a la conclusión de que la contención es una nota
característica del proceso civil, y por consiguiente, la existencia de intereses
contradictorios en aquellos que intervienen en el proceso en carácter de partes debe ser
tomada en cuenta como elemento integrante de todo concepto que a su respecto se
elabore.
Otra nota común a esas distintas definiciones es la de que las partes son solamente dos:
una que pretende y otra contra quien se pretende. Esto no significa que las partes deban
estar integradas nada más que por dos personas individuales, puesto que en los casos de
litis consorcio -activo o pasivo- cada parte está integrada por más de dos personas.
Entendemos que lo que se quiere poner de relieve es que las partes en el proceso,
cualquiera sea el número de personas que integran cada una, no pueden ser más de dos.
Encontramos por último, como elemento común, la noción de que las partes (...) son
elementos parciales de un todo.
En opinión de Satta:
"... La parte no puede disociarse de la titularidad del interés que se hace valer en juicio,
o sea en definitiva de la titularidad de la acción (...). Pero en tanto la acción se concreta
en la demanda, o sea precisamente con la postulación del juicio como favorable, es la
demanda la que atribuye la calidad de parte, de donde resulta exacta la fórmula
tradicional que define a la parte como el sujeto que en su propio nombre demanda o el
sujeto contra quien la demanda, siempre en nombre propio, es propuesta.
Sólo que esta inevitable referencia a la demanda ha sido entendida por la doctrina en el
sentido de excluir la referencia al interés, o sea sobre la base de considerar que la
demanda, como acto del proceso, podría ser propuesta por quien no es titular del interés:
de donde la escisión de la parte (que demanda) de la justa parte (que tiene título para
demandar, pero no ha demandado, y por lo tanto no es parte). La titularidad para
demandar se indica con el término, admitido ya por el uso, de legitimación para obrar
(respectivamente, a contradecir: legitimatio ad causam); y por la indicada escisión se
llega a que la cuestión relativa a la legitimación es secundaria respecto a la regularidad
del proceso entre las partes determinadas en base a la demanda, cuestión de mérito a
resolverse después de las cuestiones inherentes a la regular constitución del proceso.
Muñoz Rojas, en lo que toca al concepto de partes del proceso, explica lo siguiente:
"Independientemente de toda consideración jurídica, 'el concepto de 'parte' lleva consigo
una idea de limitación; de la aplicación de dicha nota a la doctrina de las partes
procesales se llega al principio de dualidad o contradicción. En el proceso civil es
necesario que existan dos partes: una, la que pide, por sí o por medio de otro, la
actuación de la voluntad de la ley a su favor (demandante o actor), y otra, aquélla frente
a la cual dicha actuación (demandado) es pedida.
(...)
Si una persona es dueña del impulso procesal, del objeto o contenido del proceso y del
interés en la resolución judicial, esa persona indudablemente es parte (...). (...) si una
persona -con personalidad y capacidad procesales pide al órgano jurisdiccional en
nombre propio el cumplimiento de la voluntad de la ley, esa persona es parte; cosa
distinta es que sea justa parte o parte legitimada (...).
(...)
A las partes les afectan de modo inmediato y directo los efectos del proceso y de la
sentencia judicial; a las personas a quienes de un modo reflejo o indirectamente les
importan los efectos de la resolución judicial, en un caso concreto, no son partes, pero
pueden participar en el proceso, como intervinientes, etc., y poseen (...) una
legitimación subordinada o accesoria. Las partes son, propiamente, los destinatarios de
la resolución del juez.
(...)
(...)
El concepto positivo que se deduce de cuanto acabamos de indicar es que 'las partes son
las personas, físicas o jurídicas, que piden en nombre propio o en cuyo nombre se pide
(en los casos de representación) la actuación o el cumplimiento de la voluntad de la ley,
y aquella o aquellas personas frente a las que dicha voluntad es pedida'.
La parte, que pide en nombre propio, puede no ser titular del derecho deducido, si lo
fuese la sentencia sería siempre estimatoria. Hacer valer una pretensión no significa
alegar un derecho, ni mucho menos probar los hechos en que se basa; la pretensión, en
este sentido, no es un derecho, sino una apariencia del mismo. Esto explica
precisamente que se dicten sentencias desestimatorias por carecer el demandante del
derecho que alega.
Muñoz Rojas sostiene que son justas partes o partes legitimadas "... aquéllas personas
físicas o jurídicas que -además de pedir en nombre propio o en cuyo nombre se pide la
actuación de la ley y aquella otra frente a la cual o a las cuales es pedida- son los sujetos
de la relación deducida..." (MUÑOZ ROJAS, 1960: 66).
"Como en los actos y en las relaciones jurídicas sustanciales, se designan con el término
de partes las personas que dan vida al acto (...), o que son sujetos de la relación (...); del
mismo modo son partes en el proceso los sujetos del contradictorio instituido ante el
juez los sujetos del proceso diversos del juez, respecto de los cuales este último debe
pronunciar su providencia. La demanda judicial, como acto constitutivo del proceso
determina también las partes: la que pide al juez que provea sobre un determinado
objeto y aquella contra la cual la providencia se pide.
También en el proceso puede ocurrir, sin embargo, que una persona actúe en el nombre
de otra (representación voluntaria y representación legal): parte es en estos casos como
siempre el representado, no el representante. De este último se distingue el sustituto
procesal, el cual -al proponer la demanda en nombre propio...- es, en cambio, parte en el
proceso.
Todos aquellos que no son partes son, respecto de aquel proceso, terceros.
(...)
"Por el hecho de participar en un proceso, esto es, por el hecho de haber propuesto una
demanda en juicio o de haber sido llamada al mismo para hacer frente a una demanda,
la persona adquiere una particular 'cualidad' o status, que es precisamente la cualidad de
parte, de la cual surgen para ella numerosas situaciones subjetivas, activas y pasivas. El
conjunto de estas situaciones subjetivas forma el contenido de la relación jurídica
procesal.
Pero la ley establece también los deberes de las partes, las cuales están jurídicamente
obligadas a observarlos.
A juicio de Monroy Cabra "en relación con el proceso, se puede hacer la siguiente
clasificación de partes con respecto al proceso: a) partes originales son el demandante y
el demandado; b) partes intervinientes son aquellas que intervienen con posterioridad a
la iniciación del proceso; c) partes activas y pasivas, según la conducta que asuman en
el proceso; d) partes principales (...); e) partes secundarias son las que intervienen sin
pretensión propia y sólo para coadyuvar la causa de una de éstas (terceros adhesivos); f)
partes permanentes o transitorias, según que su intervención sea para todo el curso del
proceso o para un incidente; g) partes necesarias o voluntarias, según que su
intervención sea necesaria (demandante, demandado y terceros que deben ser citados
forzosamente), o voluntaria (intervinientes secundarios); y h) son simples cuando están
integradas por una sola persona, física o jurídica, y múltiples o plurales cuando están
formadas por varias personas (Iitisconsorcio)" (MONROY CABRA, 1979: 215).
"... Según la oportunidad en que las partes litigantes han adquirido tal carácter, se
acostumbra clasificarlas en: directas e indirectas o terceros.
Son partes directas aquellas que originariamente han iniciado la contienda, sea porque
por su propia voluntad han deseado hacerlo así, sea porque, una vez iniciada, han sido
forzadamente llamadas a ella.
Son partes indirectas o terceros, en cambio, aquellas personas que advienen al juicio en
forma voluntaria, una vez que éste ha sido ya iniciado. Se acostumbra también
subclasificar las partes indirectas o terceros en: terceros coadyuvantes, terceros
independientes y terceros excluyentes" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 38).
Lino Palacio, en lo que concierne a las clases de partes procesales, anota lo siguiente:
(…) Según el grado de vinculación que tengan con el objeto del proceso existen partes
permanentes y transitorias o incidentales. Cabe la primera denominación a los sujetos
activos o pasivos de la pretensión que motiva el proceso, sea que actúen desde el
comienzo de éste (actor y demandado) o que se incorporen con posterioridad como
intervinientes principales o accesorios (…) Son partes transitorias o incidentales
aquéllas que, durante el transcurso del proceso, hacen valer un derecho propio e
independiente del invocado por las partes permanentes, limitando su actuación a una
determinada etapa o trámite de aquél. En esta categoría de partes cabe incluir al perito,
en el incidente promovido con motivo de su recusación (...), al abogado o procurador en
el incidente de ejecución de honorarios regulados en concepto de costas; etc.
Oderigo estima que el actor o demandante "es la persona del derecho privado que
mediante el proceso civil pide a propio nombre la actuación de la ley civil, en favor
suyo o de otra persona a la que necesariamente represente por ministerio de la ley"
(ODERIGO, 1989, Tomo II: 182).
Casarino Viterbo precisa que "... la intervención en juicio en calidad de demandante es
un acto procesal entregado a la simple voluntad del propio demandante; él es el dueño o
no de ejercitar la acción de que se trata, y, al no hacerla, no correrá otro riesgo que el de
la prescripción extintiva de su propia acción" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III:
42).
El demandado "es la contrafigura procesal del actor, su réplica con signo contrario: es la
persona que a nombre propio resiste la actuación de la ley civil pretendida por aquél, en
defensa suya o de otra persona a la que necesariamente represente por ministerio de la
ley" (ODERIGO, 1989, Tomo II: 187).
Casarino Viterbo señala al respecto que "la parte en contra de la cual se pide esta
declaración o protección (del derecho) recibe el nombre de demandado..."
(CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 36). El mencionado autor advierte que "... la
intervención en juicio en calidad de demandado depende única y exclusivamente de la
voluntad del demandante, al pretender accionar en su contra y atribuirle esta calidad de
demandado, aun en contra de sus deseos" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III:
42).
(...) La igualdad formal de las partes se denomina principio de igualdad de las partes. Se
manifiesta en que corresponden ambas, en la misma forma y bajo iguales presupuestos,
los mismos derechos procesales (para ser oídas por el juez, para el beneficio de pobreza,
para el examen de los autos, para solicitar, para interponer recursos, etc.).
(...) Pero desde el punto de vista material no es igual la posición jurídica de ambas
partes. El demandante puede a lo sumo ser rechazado con la demanda y ser condenado
en las costas; mientras el demandado, además de tener que soportar las costas, puede ser
condenado a una prestación para con el demandante, pero no el actor a una prestación
para con el demandado (…) Si el demandado pretende una condena del demandante,
debe plantear la reconvención" (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 219).
"... El proceso civil es una contienda entre dos partes: actor y demandado (...). Cada una
de las partes 'representa' uno de los posibles contenidos de la sentencia que se dicte:
condena o absolución.
(…) Actores la persona de quien parte la primera petición de tutela que pone en marcha
el proceso. Lo que en adelante suceda y, en consecuencia, la posición en que
recíprocamente queden las partes, depende sobremanera de cuál sea la actitud que el
demandado adopte frente a esa primera petición de tutela del actor. Suponiendo que el
demandado se limite a defenderse negando los fundamentos fácticos y jurídicos de la
demanda, pero sin contraatacar, el 'peso' del litigio recae sobre el actor. Así:
a) Al actor corresponde delimitar la materia que va a ser discutida y que debe ser
decidida (...).
(...)
(...)
(...) Las posiciones fundamentales de actor y demandado, no tienen por qué coincidir
necesariamente con la posición de las partes materiales (...). Es posible, incluso, que sea
actor en el proceso quien en la relación jurídica material es presumiblemente parte
pasiva (acciones declarativas negativas). Por lo demás, tampoco se altera la básica
dualidad de partes porque en tina o ambas posiciones exista más de una persona física o
jurídica, o porque, junto a quien es parte principal -como actor o demandado-, concurra
otra u otras personas que pretenden coadyuvar con ella..." (DE LA OLIVA; Y
FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 449-451).
"La estructura del proceso presupone siempre al menos, dos partes en posición
contrapuesta, lógica consecuencia de la naturaleza intersubjetiva de las reglas jurídicas y
del carácter bilateral de la acción, que deriva: la actuación de una regla jurídica en tanto
es posible en el proceso y puede tener interés para quien la pide en cuanto esté destinada
a valer y a afirmarse frente a otro sujeto al cual la regla misma se refiere.
Del principio de la demanda deriva pues la consecuencia de que hay siempre una parte
activa, aquella precisamente que propone la demanda (...) y toma con ello la iniciativa
del proceso; la contraparte puede ser designada como parte pasiva, porque adquiere la
cualidad de parte en virtud de un acto ajeno lo que no excluye naturalmente que pueda
ser después activísima en el proceso; la actitud que ella asume durante el desarrollo del
proceso es irrelevante a los efectos de su cualidad de parte; podrá permanecer ausente o
estar presente, y en este segundo caso podrá defenderse y pedir el rechazamiento de la
demanda propuesta contra él (y entonces ambas partes piden algo sobre el mismo
objeto), o bien podrá también abstenerse de hacerlo, conservando en todo caso su
posición de parte.
5. COMPARECENCIA AL PROCESO
"La 'comparecencia', término de carácter procesal, es el acto por el cual una persona se
dirige a un Tribunal de Justicia solicitando su actuación para la defensa de sus derechos,
el ejercicio de sus facultades o la autorización de sus actos. Representa, pues, el
ejercicio de la facultad que los individuos tienen para servirse de los Tribunales de
Justicia, o, en otras palabras, la solicitación dirigida al Tribunal para que ejerza su
jurisdicción y competencia sobre el asunto que interesa al solicitante" (BRAIN RIOJA,
1943: 29-30).
"Si las partes son (...) los proveedores del proceso, en el sentido de que proporcionan al
juez razones y pruebas, y si a tal fin es necesario que cada una de ellas tome contacto
con el juez y con la contraparte, menester es que cada una de ellas se ponga a
disposición del oficio o, mejor todavía, del proceso, esto es, de los otros sujetos que
operan en éste.
La función de la comparecencia consiste en hacer disponible cada una de las partes para
el juez y para el adversario de manera que, en primer lugar, quede perfectamente
identificada y, en segundo lugar, que uno y otro sepan dónde encontrarla cuando tengan
necesidad de ella..." (CARNELUTTI, 1944, Tomo IV: 90-91).
El mencionado tratadista italiano precisa que "... a fin de que la comparecencia llene su
función, es necesario que consista en una declaración que hace la parte, de su identidad,
de su domicilio y, eventualmente, de su defensor (...). Mediante tal declaración, una
persona se constituye como parte en el procedimiento; por eso la comparecencia se
llama también constitución enjuicio..." (CARNELUTTI, 1944, Tomo IV: 91-92).
"... La palabra comparecencia, jurídicamente, tiene un doble sentido: uno amplio y otro
restringido.
Así, se dice que comparecen ante los tribunales no sólo las partes directas, sino también
las partes indirectas o terceros; comparecen, además, ante los tribunales los interesados
en los negocios pertenecientes a la jurisdicción voluntaria; y comparecen, por último,
los peritos y los testigos, los cuales, sabemos, son totalmente ajenos a las partes mismas.
Casarino Viterbo, refiriéndose esta vez a las formas de comparecencia ante los
tribunales, anota lo siguiente:
"... Hay dos formas clásicas de comparecencia ante los tribunales: por sí y por
intermedio de mandatario o apoderado.
Por esta razón también es que la comparecencia por sí puede subclasificarse en:
comparecencia por sí en nuestro propio nombre y comparecencia por sí como
representante legal de otro (...).
Sin embargo, ambas clases de comparecencia por sí están totalmente asimiladas ante la
ley procesal; de tal manera que el distingo tiene sólo importancia para los efectos de la
ley de fondo o sustantiva" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 54-55).
El indicado jurista, en lo que atañe a los sistemas de comparecencia ante los tribunales,
nos informa lo siguiente:
"... No siempre en todas las legislaciones, ni menos en todos los tiempos, se ha seguido
un sistema uniforme en cuanto a la institución procesal de la comparecencia ante los
tribunales.
En otro sistema se faculta a las partes para comparecer por sí o por medio de apoderado;
pero, al mismo tiempo, se encarga de fijar ciertas condiciones o requisitos mínimos que
deben poseer las personas que deseen desempeñarse en calidad de mandatarios o
apoderados judiciales.
Según Rosenberg "... la capacidad de parte es la capacidad para ser sujeto de una
relación procesal, es decir, para ser demandante, demandado o interviniente..."
(ROSENBERG, 1955, Tomo 1: 230).
En sentido similar se pronuncia Monroy Cabra cuando afirma que "la capacidad para ser
parte implica la condición para ser sujeto de la relación jurídico-procesal"
(MONROY CABRA, 1979: 234). Dicho autor precisa que "... la capacidad para ser
parte equivale a la capacidad de derecho o de goce, o sea, que es parte quien es sujeto de
derecho..." (MONROY CABRA, 1979: 235).
A decir de Máximo Castro "... en lo referente a la capacidad para actuar en juicio como
parte, puede establecerse el siguiente principio general: tiene capacidad para ser parte
quien tiene capacidad jurídica, o que equivale a decir que pueden actuar en juicio las
personas físicas y morales, exclusivamente" (CASTRO, 1926, Tomo Primero: 169).
Para Schonke "... la capacidad para ser sujeto de una relación jurídica procesal, o sea la
llamada capacidad para ser parte, corresponde a todo el que tiene capacidad jurídica..."
(SCHONKE, 1950: 87).
De Pina apunta que "... la capacidad jurídica es la equivalente de la capacidad para ser
parte. Tiene capacidad para ser parte toda persona -individual o social- que tenga
capacidad jurídica. La capacidad para ser parte es, sencillamente, la capacidad jurídica
llevada al proceso, la capacidad para ser sujeto de una relación procesal" (DE PINA,
1940: 138).
Lino Palacio, en relación a la capacidad para ser parte, sostiene que "... este tipo de
capacidad, en tanto se refiere a la posibilidad jurídica de figurar como parte en un
proceso, constituye una proyección, en el orden procesal, de la capacidad de derecho
genéricamente considerada. Se la puede definir, por lo tanto, como la idoneidad
reconocida por el ordenamiento jurídico para ser titular de derechos y de deberes
procesales. De lo cual se sigue que la capacidad jurídica procesal y la capacidad para ser
parte constituyen conceptos substancial mente equivalentes" (PALACIO, 1983, Tomo
III: 20).
"Es la persona quien puede ser parte en un proceso. La categoría de derecho que se
tipifica como personalidad es la que necesariamente habrá de aparecer como conferida a
todos y cada uno de los sujetos del proceso; quien se ubique dentro del tipo jurídico de
la personalidad es persona y tiene capacidad para ser parte, esto es, para pretender o
para resistir en el proceso.
La capacidad para ser parte se concibe como la aptitud para poder ser sujeto del
proceso, como parte principal o accesoria, de manera permanente o incidental"
(QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo 11: 18).
"Ser parte en el proceso equivale a ser sujeto de la relación jurídica procesal (...); por
consiguiente, la capacidad para ser parte se identifica con la capacidad de ser sujeto de
esa relación como demandante, demandado, interviniente, sindicado, parte civil o
ministerio público.
La capacidad para ser parte en el proceso es la misma que para ser parte en cualquier
relación jurídica sustancial, es decir, para ser sujeto de derechos y obligaciones, o
capacidad jurídica en general" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 421-422).
"... La capacidad para ser parte corresponde a todo sujeto jurídico; persona física o
jurídica; significa que ella, y por ella sus representantes o sustitutos, puede demandar o
gestionar; también, que puede ser demandada.
Constituye la base mínima para la atribución de un plexo subjetivo, o estatuto procesal,
y sus correspondientes manifestaciones funcionales" (BARRIOS DE ANGELIS, 1979:
129).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández dicen de la capacidad para ser parte lo
siguiente:
"... Capacidad para ser parte es la aptitud para ser titular de todos los derechos
procesales y asumir las cargas y responsabilidades inherentes al proceso civil. O, con
otras palabras, es la aptitud para pedir la tutela de los tribunales civiles (afirmar
acciones) y resultar afectado por la decisión jurisdiccional relativa a la tutela jurídica
pretendida.
(...)
(...) Cuando se habla de capacidad para ser parte (...), la susodicha capacidad no guarda
relación con lo que sea objeto concreto de concretos procesos, sino que debe tratarse de
una capacidad, aptitud o cualidades predicable o no de unos entes u otros al margen de
litigios específicos, de una capacidad, determinable, sí, en función del proceso en
abstracto o, cuando menos, de un tipo de procesos, genéricamente.
Mediante la capacidad para ser parte establecemos, pues, quiénes, al atribuírseles tal
aptitud, pueden ser partes de toda clase de procesos o de un conjunto abstracto de ellos,
aunque nunca, histórica y realmente, lleguen a litigar..." (DE LA OLIVA; Y
FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 383-384).
"... Todos los sujetos (personas físicas o jurídicas) que puedan proponer un objeto de un
proceso poseen la capacidad jurídica procesal o, lo que es lo mismo, la capacidad para
ser parte en él y pueden proponer ese objeto, solicitando justicia o tutela jurídica,
quienes sean titulares de un derecho concedido por el orden jurídico material o el
procesal.
Y como en el proceso se originan derechos procesales, se imponen cargas y se
establecen responsabilidades, cabe decir que esta capacidad es la que faculta para ser
sujeto de derechos procesales, estar sometido a las cargas del proceso y asumir las
responsabilidades que del mismo se derivan.
(...) Todas las personas reconocidas como tales por el Derecho, incluso las que no
pueden realizar por sí mismas los actos procesales, tienen capacidad jurídica procesal,
esto es, pueden asumir la titularidad de parte. El hecho, pues, de ser persona, lleva
consigo, como inherente, la capacidad para ser parte y, por tanto, viene a ser la misma
capacidad jurídica del Derecho civil trasladada al ámbito del proceso" (PRIETO-
CASTRO y FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 58).
"La aptitud o capacidad para ser parte es un requisito necesario e imprescindible para
poder ser sujeto parcial en el proceso.
Si falta esta capacidad no puede hablarse de parte y, por consiguiente, no puede existir
una relación jurídica procesal válida. En cambio, si existe aquélla, aunque la persona
carezca de los demás presupuestos que determina el Ordenamiento jurídico, el proceso
puede ser válido, si dicho defecto se suple con la intervención de otra persona capaz.
La capacidad para ser parte corresponde, por igual, a todas las personas (...).
Una persona con capacidad jurídica posee personalidad procesal o para ser parte en el
proceso (…)
"... Toda persona natural tiene capacidad para ser parte en el proceso desde el
nacimiento hasta la muerte, y aun el que está por nacer, en cuanto concierne a los
derechos que se le deferirán en la sucesión de otra persona, si el nacimiento constituye
principio de existencia" (MONROY CABRA, 1979: 235).
"… La única persona física que (...) hay que considerar como capaz de ser parte en el
proceso, es el hombre, desde su nacimiento hasta su defunción, sin posibilidad de que,
ocurrido aquél y teniendo la conceptuación de tal hombre, pueda negársele, en el estado
actual de la civilización de la inmensa mayoría de los pueblos.
Sin embargo, el orden jurídico protege a las personas (mejor diríamos, promesas de
personas) antes del nacimiento, cuando todavía son simplemente nascituri, permitiendo
que al nacer adquieran los derechos que durante la gestación son únicamente
expectativa..." (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1980, Volumen 1: 58-59).
Devis Echandía, en lo que toca a la capacidad para ser parte de las personas naturales,
opina lo siguiente:
"... Toda persona natural tiene capacidad para ser parte desde el momento que existe
como tal, es decir, desde su nacimiento. Se requiere únicamente que haya sobrevivido
un momento siquiera a la completa separación de su madre, para que se le reconozca
existencia legal como persona, y por lo tanto, para ser parte.
Pero la criatura que está por nacer puede ser parte en defensa de los derechos que se le
deferirán en la sucesión de otra persona, si llega a tener un momento de existencia
propia (...).
(...)
"... Por aplicación de los principios generales contenidos en la legislación civil, debe
reconocerse capacidad jurídica procesal a toda persona natural o de existencia visible.
La ley, sin embargo, retrotrae la capacidad jurídica de las personas físicas con
anterioridad al nacimiento, y desde la concepción en el seno materno, aunque dicha
capacidad se traduce en la titularidad de expectativas que sólo se transforman en
verdaderos derechos en el caso de que los concebidos en el seno materno nazcan en las
condiciones precedentemente indicadas (...).
(…)
(...) La capacidad jurídica procesal de las personas físicas se extingue con la muerte..."
(PALACIO, 1983, Tomo III: 21-22).
Máximo Castro refiere que "... respecto de las personas físicas que no se hallan
afectadas por ninguna incapacidad o interdicción, no puede haber dificultad, pues si
tienen aptitud para adquirir por sí mismas un derecho, también tienen capacidad para
ejercerlo en juicio personalmente" (CASTRO, 1926, Tomo Primero: 170). Dicho autor
agrega que:
"... Cuando una persona física no tiene capacidad para adquirir por sí, un derecho,
tampoco la tiene para ejercerlo en juicio.
Si bien lo normal y corriente es que aquél a cuyo favor está abierto un derecho lo
deduzca por sí mismo en juicio, puede ocurrir que la persona se halle afectada de alguna
incapacidad, motivo por el cual el derecho deberá ser ejercido por otra persona hábil,
que es llamada a integrar la capacidad de la parte" (CASTRO, 1926, Tomo Primero:
170).
Finalmente, Redenti, en cuanto a la capacidad de estar en juicio de las personas
naturales incapaces, expresa que "no todos los sujetos de derecho (...) que tienen la
capacidad de ser parte, tienen luego la idoneidad (material, psíquica, intelectual) para
estar en él, por así decirlo, en carne y hueso. Entre las personas físicas, no la tendrá,
evidentemente, el niño de pecho (...) o el enfermo mental (...). Naturalmente, cuando
luego para una persona física esté legalmente excluida esa capacidad-idoneidad, no con
ello y por ello se le podrá dejar indefensa. Cuando surja para ella la necesidad o el
interés de deliberar y desplegar actividades procesales (ergo estar en juicio), será
necesario que haya quien pueda o deba representarla, o por lo menos asistirla. Y, he
aquí que aparece también (...) el fenómeno de obrar (accionar) es decir, estar legalmente
en juicio por medio de otros (o como a veces se dice, 'en la persona' de otros), y
recíprocamente, del estar legalmente en juicio a nombre y por cuenta de otro, así como
finalmente, el de estar en juicio con la asistencia de otro" (REDENTI, 1957, Tomo I:
153).
Para Kisch "... la cualidad necesaria para intervenir activamente en el proceso (en
beneficio propio o de otro) se llama capacidad procesal" (KISCH, 1940: 104).
Aldo Bacre define a la capacidad procesal como "... la aptitud o condición propios de
todo sujeto de derecho habilitado por la ley para realizar actos procesales válidos"
(BACRE, 1996, Tomo II: 22).
Goldschmidt sostiene que la capacidad procesal "... es la capacidad para realizar actos
procesales, es decir, la capacidad para llevar un proceso como parte, por sí mismo o por
medio del apoderado procesal a quien se le haya encomendado. Es el concepto paralelo
al de capacidad de obrar del Derecho civil, del mismo modo que la capacidad de parte
lo es respecto de la capacidad jurídica. En efecto, una parte es procesal mente capaz
cuando puede obligarse por contrato (...), o, con otras palabras, cuando posee capacidad
para obrar..." (GOLDSCHMIDT, 1936: 229).
"... Capacidad procesal es la aptitud que tiene una persona para recurrir a la justicia por
sí misma; en otros términos, es la capacidad necesaria para actuar en juicio.
Tienen capacidad procesal todas las personas capaces de ejercitar derechos por sí
mismas..." (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 20).
A criterio de Pallares "... la capacidad procesal es el poder jurídico que otorgan las leyes
a determinados entes de derecho para que ejerciten la acción procesal ante los
tribunales" (PALLARES, 1979: 132). El citado autor añade que la capacidad procesal es
"... el poder comparecer en nombre propio o de otra persona ante los tribunales en
demanda de justicia, presentar escritos, rendir pruebas, interponer recursos, asistir a las
diligencias y así sucesivamente" (PALLARES, 1979: 132).
(...)
Monroy Cabra asevera que "la capacidad procesal es la aptitud para realizar actos
procesales en nombre propio o ajeno. La regla general es la siguiente: es capaz de
comparecer al proceso toda persona que lo sea para la celebración de un acto jurídico"
(MONROY CABRA, 1979: 238).
Schónke denomina capacidad procesal a la "... capacidad de obrar procesal, esto es, la
capacidad para llevar en nombre propio, o en lugar de otro, un proceso, o encomendar a
otro esta gestión" (SCHONKE, 1950: 88). Dicho jurista agrega que "una parte tiene
capacidad procesal en la medida en que puede obligarse por contrato (...). Quien de
acuerdo con el Derecho civil tiene capacidad negocial plena, y puede por tanto por sí
mismo, sin necesidad del consentimiento o aprobación de un tercero, obligarse por
contrato, es capaz procesalmente" (SCHONKE, 1950: 88-89).
"... No todas las personas que tienen capacidad para ser partes o peticionarios se hallan
dotadas de la aptitud necesaria para realizar, por sí mismas, actos procesales válidos.
Dicha aptitud, que junto con la capacidad jurídica procesal integra uno de los requisitos
extrínsecos de admisibilidad de la pretensión o de la petición extracontenciosa, se
denomina capacidad de obrar procesal, o, simplemente, capacidad procesal.
Este tipo de capacidad supone, por lo tanto, la aptitud legal de ejercer los derechos y de
cumplir los deberes inherentes a la calidad de parte o peticionario. De allí que, así como
la capacidad para asumir tales calidades constituye un reflejo de la capacidad jurídica
genéricamente considerada, la capacidad procesal viene a reeditar, en el ámbito del
proceso, los principios que el derecho privado contiene en materia de capacidad de
obrar o de hecho" (PALACIO, 1983, Tomo III: 32).
Según Muñoz Rojas "la capacidad procesal es (...) la aptitud personal, reconocida por la
ley, para realizar válidamente en nombre propio o por cuenta de otro las actividades
procesales. Esta legitimatio ad processum es un presupuesto de la relación jurídica
procesal, y hace, por tanto, referencia a la validez del proceso" (MUÑOZ ROJAS, 1960:
60). Muñoz Rojas precisa que:
De Pina indica sobre el particular que "... la capacidad procesal o para obrar en juicio,
en nombre propio o en representación de otro, puede definirse como la facultad de
intervenir activamente en el proceso. Las leyes establecen que sólo podrán comparecer
en juicio los que estén en el pleno ejercicio de sus derechos civiles. Por los que no se
hallen en este caso comparecerán sus representantes legítimos o los que deban suplir su
capacidad con arreglo a derecho. Por las Corporaciones, Sociedades y demás entidades
jurídicas comparecerán la$ personas que legalmente las representen" (DE PINA, 1940:
138-139).
Zinny hace notar que "... gozan de capacidad procesal aquellos que tienen la plena
capacidad, en tanto que los absolutamente incapaces carecen de ella. En cuanto a los
relativamente incapaces, es una situación particular, por lo que para determinar su
capacidad en un proceso concreto debe estarse a lo que dispone el ordenamiento de
fondo. La comparecencia en juicio de los incapaces se resuelve, en definitiva, por la
comparecencia de sus respectivos representantes legales o necesario" (ZINNY, 1966:
65-66).
Eduardo Carlos, por su lado, manifiesta que "tienen capacidad procesal, en principio,
los que tienen capacidad jurídica. Empero, para estar legitimado ad processum, es
menester que ellos mismos puedan conducir la acción, realizar actos procesales (...). Por
consiguiente, los incapaces (...), aun cuando son parte en sentido material, no lo son
procesalmente, pues les falta la capacidad procesal, presupuesto esencial para que el
proceso se origine válidamente. Para que los mismos puedan actuar han de valerse de
sus representantes legales: el padre por el hijo menor, el tutor por el pupilo, el curador
por el insano, etc. (...) En rigor, la capacidad procesal alude o atañe a los que pueden
realizar actos procesales y conducir el proceso hasta su meta final" (CARLOS 1959:
164-165)
Difiere de la capacidad procesal en que ésta es una aptitud genérica, para todo proceso;
en tanto que la legitimación procesal, como toda legitimación, es para uno o más
procesos determinados.
El artículo 58 del Código Procesal Civil versa sobre la capacidad para comparecer en un
proceso (o capacidad procesal) y preceptúa lo siguiente:
Puede continuar un proceso quien durante su transcurso cambia de nombre, sin perjuicio
de la causa que motivó tal hecho".
8. LA "LEGITIMATIO AD CAUSAM"
8.1 Definición
Para Gozaíni "... la legitimación 'ad causam', implica, además de la asignación propia
del derecho subjetivo, la naturaleza efectiva de reclamarlo por sí y para sí" (GOZAINI,
1992, Tomo 1, Volumen 1: 380). Dicho autor añade que la legitimatio ad causam "...
supone que el interesado ha tomado parte en la relación jurídica que da origen al objeto
del proceso. Sería aproximadamente la situación individual de cada interviniente la que
en su relación con el hecho principal otorga legitimación en la causa..." (GOZAINI,
1992, Tomo I, Volumen I: 381).
Según Kisch "... la cualidad en virtud de la que una acción o derecho puede y debe ser
ejercitado por o contra una persona en nombre propio se llama legitimación en causa
(...), o facultad de llevar, gestionar o conducir el proceso (...), activa para aquel que
puede perseguir judicialmente el derecho, y pasiva para aquel contra el cual éste se ha
de hacer valer" (KISCH, 1940: 106-107).
(...) No se trata del derecho o la obligación sustancial, porque puede que éstos no
existan, y que basta con que se pretenda su existencia; por eso puede ser perfecta la
legitimación en la causa y, sin embargo, declararse en la sentencia que dicho derecho y
tal obligación (...) no existen realmente" (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 310).
Sobre el particular, Rocco refiere lo siguiente:
"... Los criterios básicos para establecer la legitimación para accionar, hay que buscarlos
en un conjunto de circunstancias, condiciones y cualidades de ciertas categorías de
sujetos, en orden a la relación jurídica o al estado jurídico sobre los cuales determinado
sujeto pide una providencia cualquiera.
"… Hay (…) que salir de los límites del proceso para determinar cuáles son las partes
que en cada asunto concreto deben figurar, si se quiere que sea útil. y es el Derecho
material el que nos dice que en el proceso han de estar como partes los sujetos que, por
la relación en que se hallen respecto del objeto de ese proceso, son las llamadas a
ejercer la acción (esto es, a demandar) o a defenderse, como parte activa y parte pasiva,
respectivamente.
(...)
El proceso, aunque reúna todos los requisitos y formalidades legales, puede no producir
efectos en la esfera material por haberse desarrollado y tramitado entre partes no
facultadas para ser actor o demandado, o ninguna de estas posiciones procesales, en un
supuesto concreto y específico; de aquí, que consideremos a la legitimación no como un
presupuesto procesal, sino como una condición de la pretensión" (MUÑOZ ROJAS,
1960: 51).
8.2 Clases
Devis Echandía clasifica la legitimación en la causa de este modo:
Es total cuando existe para toda la causa; es parcial cuando es sólo para ciertos trámites
y fines determinados que no se relacionan con la decisión de fondo sobre la litis (...).
La permanente existe cuando se tiene para toda la duración del proceso, como en el caso
del demandante, el demandado y los terceros intervinientes (...).
La transitoria, cuando apenas se otorga para una determinada actuación en el curso del
proceso, y corresponde a los intervinientes parciales, quienes no pueden seguir
interviniendo una vez que termina la cuestión incidental o transitoria para la cual están
legitimados (como el opositor a un secuestro o una entrega de bienes)" (DEVIS
ECHANDIA, 1984, Tomo I: 298-300).
Muñoz Rojas afirma que la legitimación activa "… se refiere a la facultad que tiene una
persona concreta y determinada (o varias, incluso no determinadas, como sucede en la
acción popular) para asumir en un proceso la postura de demandante..."
(MUÑOZ ROJAS, 1960: 70-71). Y que "... la legitimación pasiva hace referencia a
aquella que poseen uno o varios sujetos para asumir, en un caso concreto, la postura de
demandados" (MUÑOZ ROJAS, 1960: 71).
Arazi sostiene por su lado que "la legitimación activa supone que quien asume el
carácter de parte actora es la misma persona a quien la ley le concede el derecho de
acción (es decir, de obtener un pronunciamiento sobre el fondo) y la legitimación pasiva
se refiere a la identidad entre la persona habilitada para contradecir y quien ha sido
demandado" (ARAZI, 1998: 322).
Satta, en lo relativo a la legitimación pasiva, asevera que "... con el término legitimación
pasiva se quiere decir que deben ser llamados a juicio quienes tienen interés a
contradecir, o sea a mantener la situación jurídica opuesta a aquélla que se afirma y se
quiere hacer afirmar por el juez…" (SATTA, 1971, Volumen I: 132).
"... La legitimación es una condición necesaria para que el proceso, el acto o el negocio
produzcan plenos efectos jurídicos. En este sentido, entendemos que se halla en un
plano distinto del que ocupa, por ejemplo, la capacidad del sujeto agente, en cuanto a
que ésta se refiere a condiciones intrínsecas o personales, mientras que la legitimación
trasciende del sujeto que litiga, gestiona o actúa.
Toda persona tiene legitimación ad causam; no toda persona humana tiene legitimación
ad processunt' (COUTURE, 1950, Tomo III: 209).
De aquí viene que se puedan configurar derechos de otros sujetos frente al Estado, y del
Estado frente a otros sujetos, cuyo régimen jurídico (...) se asimila o aproxima al
ordinario. Y entor.ces (...), puede ser también parte de derechos y por tanto de acciones,
y por ello mismo también de procesos-relaciones procesales civiles, y puede a este
efecto estar en juicio, como todos los demás sujetos de derecho" (REDENTI, 1957,
Tomo I: 158-159).
Mantiene por lo pronto su valor a estos efectos la distinción tradicional entre actos
realizados iure gestionis y actos realizados iure imperii.
Nos hallamos en el primer orden de casos, cuando el Estado, por medio de sus órganos
administrativos, lleve a cabo en las relaciones con otros sujetos actos o negocios
jurídicos según las normas del derecho privado ordinario, more privatorum [al modo de
los particulares] (...). Pero, precisamente por ello, cuando después el órgano
administrativo procede a la realización del acto (negocio jurídico), se constituye frente a
las otras partes en la posición de otro sujeto cualquiera de derechos, y no actúa ya en ese
momento y frente a ellos en ejercicio de poderes soberanos (...). De las relaciones así
instituidas pueden surgir entonces contra el Estado o a favor del Estado las mismas
acciones que podrían surgir hinc et inde [de una y otra parte] entre otros sujetos
cualesquiera. La autoridad judicial podrá ejercer al respecto, en su plenitud, sus poderes
jurisdiccionales. También el proceso se desenvolverá a su vez en las formas ordinarias.
Dicho en otros términos: no se nota ninguna singularidad verdaderamente saliente en la
posición sustancial y procesal de las partes, excepción hecha de alguna disposición de
comodidad para el Estado en materia de competencia territorial, y de alguna que otra
minucia en las formas de los actos.
Distinto es el cuadro cuando los órganos administrativos actúen iure imperii, es decir,
ejerciendo poderes soberanos de disposición en las relaciones con los demás sujetos
(...). También el ejercicio de los poderes soberanos está sin embargo contenido y
disciplinado por normas jurídicas, que a veces están puestas precisamente en protección
de intereses ajenos, al punto de que asumen o conservan éstos, aun frente al Estado que
actúa iure imperii, el carácter de verdaderos y propios derechos subjetivos (...). La
eventual transgresión de esas normas viene a implicar a su vez una violación o
insatisfacción de los correspondientes derechos subjetivos. De ello nacen entonces, para
sus titulares, acciones contra el Estado, que se pueden hacer valer, en los modos
ordinarios, ante la autoridad judicial ordinaria; pero los poderes de los jueces
experimentan una notable compresión (…). (...) el Estado, como parte en sentido
sustancial, viene a tener ante la autoridad judicial ordinaria una posición privilegiada, de
relativa inmunidad contra ciertas sanciones (constitutivas).
(...)
Normalmente, cuando el Estado actúa iure imperii, no tiene necesidad por su parte de
provocar providencias jurisdiccionales, ni de promover por consiguiente procesos contra
otros sujetos. Para imponerse a ellos, usa directamente de su propia soberanía (y por
tanto también de la fuerza pública, si es necesario), por medio de sus mismos órganos
administrativos (…). Pero a veces limita la ley el ejercicio de los poderes soberanos en
vía administrativa también en este sentido: que para remover ilegítimas resistencias o
inobservancias a sus órdenes, esos sus mismos órganos administrativos se encuentran
constituidos en la necesidad de invocar providencias de la autoridad judicial.
Cuando haya expresas disposiciones en este sentido, podrán surgir, aun en el curso de
operaciones que fundamentalmente se desenvuelvan iure imperii, acciones que el
Estado ejercita y procesos que promueve contra otros sujetos adoptando posición de
parte contra ellos (...).
(...) El Estado, encarnado en sus órganos idóneos tiene, pues, capacidad de ser parte
también en sentido procesal. Y consiguientemente puede comparecer en juicio por
medio de sus órganos, a quienes corresponderá adoptar las respectivas deliberaciones"
(REDENTI, 1957, Tomo I: 159-162).
De acuerdo al principio de socialización del proceso que postula la igualdad entre las
partes (artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Civil) y que reposa en el
derecho fundamental de la persona a la igualdad ante la ley (contemplado en el artículo
2 -inciso 2)- de la Constitución Política de 1993), y en virtud del artículo 59 del Código
Procesal Civil, tanto el Estado como sus dependencias, o las empresas públicas y
privadas con participación determinante de aquél, intervendrán en el proceso sin gozar
de privilegio alguno, a no ser que el mismo Código Procesal Civil lo conceda
expresamente (como efectivamente sucede, por ejemplo, en los casos de exención de la
condena en costas y costos –art. 413 del C.P.C.-, exención de contracautela –art. 614 del
C.P.C.- e improcedencia de medidas cautela res para futura ejecución forzada contra el
Estado –art. 616 del C.P.C.-). De esta manera el Estado comparece al proceso como
cualquier persona natural o jurídica, ya sea como sujeto pasivo o activo de la relación
jurídica procesal o como tercero.
10.1 Significado
(...) Ello crea situaciones procesales (...) que se explican mediante la doctrina de la
substitución procesal (...). Expresa, en efecto, la idea fundamental que consiste en la
separación del derecho como pretensión jurídica y su protección mediante el proceso, a
la que sólo pudo llegarse después de haberse concebido la acción como institución
autónoma" (ALSINA, 1956, Tomo I: 580-581).
(...) Sin embargo, no por eso el titular del derecho queda excluido en absoluto del
proceso. La substitución procesal supone una vinculación entre el substituto y el
substituido, regulada por una relación jurídica substancial (...); pero ella no afecta la
situación de los sujetos de la litis. Esto explica dos consecuencias de la substitución que
se advierten en la relación procesal: 1 °) El substituto no puede ejercitar todos los actos
del proceso, pues hay algunos de ellos a los que la ley substancial sólo atribuye eficacia
cuando emanan del titular del derecho (confesión, reconocimiento de firma, renuncia de
la acción etc.); 2°) La sentencia que se dicte en el proceso no sólo produce cosa juzgada
respecto del substituto, sino que también beneficia o perjudica al substituido, porque
aun cuando la persona física no es la misma, hay identidad de sujetos. En efecto, el
interés del substituto está en la satisfacción de su propio derecho (interés inmediato) y,
por consiguiente, el interés del substituido que se tiene en cuenta para la identificación
en la acción (...) es un medio para la realización de su derecho (interés mediato)"
(ALSINA, 1956, Tomo I: 582-583).
"En virtud de la sustitución procesal una persona, llamada sustituto, ejerce en nombre
propio, por tener interés para ello, una acción o excepción que pertenece a un tercero,
denominado sustituido.
Lo normal es que los que ejerzan las acciones y las excepciones sean los titulares de las
relaciones sustanciales en que se fundan (legitimación ad causam ordinaria); pero la ley
permite, dentro de un amplio ámbito de excepción, que terceros interesados las puedan
ejercer, a pesar de no ser sus titulares materiales (legitimación extraordinaria o
anormal).
"En lenguaje jurídico, hay sustitución cuando una persona es autorizada por la ley, para
ejercitar derechos sustanciales de otra; así ocurre en el caso del acreedor que ejercita el
derecho de aceptar una herencia que corresponde a su deudor, o de exigir la restitución
de un inmueble como consecuencia de la simulación o la nulidad del contrato por el
cual se había transferido a un tercero. El derecho sustancial es entonces ejercido por
persona distinta de su titular. Esta concepción de la sustitución que se tiene en el
derecho sustantivo, es la misma que se traslada al ámbito del derecho procesal pero con
significado y alcances del todo formales. Se tiene así una persona legitimada para el
ejercicio o la resistencia de determinada pretensión sin que sea titular del derecho o la
relación jurídica sustancial que constituye el objeto de la litis, y se aprecia entonces una
excepción a la regla de la legitimación.
"Consiste en el hecho de que una persona autorizada por la Ley, ejercite una acción o
haga valer un derecho que no son suyos sino de otra persona, pero al obrar de esta
manera actúa, no como representante legal o convencional del titular de la acción o del
derecho, sino en nombre propio. Esta última circunstancia es la característica de la
sustitución procesal y por ello no debe confundirse al sustituto procesal con el
procurador judicial, con el apoderado o mandatario, con los representantes legales (...).
Todos éstos obran en nombre y representación del titular de la acción que ejercitan. El
sustituto lo hace por su propio derecho.
"... Existe sustitución procesal cuando la ley habilita para intervenir en un proceso,
como parte legítima, a una persona ajena a la relación substancial controvertida, aunque
jurídicamente vinculada, por un derecho o por una obligación de garantía, a uno de los
partícipes de dicha relación.
"... 1°) La pretensión subrogatoria (...); 2°) La permanencia, como parte principal en el
proceso, de quien ha transmitido el bien o el derecho litigioso, cuando la otra parte se
opone a que asuma aquella calidad el cesionario o adquirente (...);
3°) La asunción de la defensa del citante de evicción, por parte del citado, aunque el
primero permanezca en la causa como litisconsorte (...); 4°) La demanda deducida en
nombre del concurso por el acreedor que actúa en contra de lo aconsejado por el síndico
y pese a habérsele denegado la autorización judicial (...); 5°) La defensa del asegurado
que, en los seguros de responsabilidad, asume el asegurador..." (PALACIO, 1983,
Tomo III: 345).
Muñoz Rojas, respecto de la sustitución procesal, hace notar que lila característica
primordial de la legitimación impropia o por sustitución consiste en hacer valer, en
nombre propio, un derecho de otro; el sustituto está legitimado impropiamente por no
ser el titular de la relación material. Indudablemente entre el acreedor prendario y el
deudor, por ejemplo, existe una relación jurídica obligacional y ambos son los titulares
de ella, pero el interés para accionar -que se determina en cada caso concreto, como la
legitimación- corresponde también, mientras subsiste el derecho de prenda, al acreedor.
Es decir, aunque, normalmente, el interés para accionar corresponde al legitimado
propiamente, hay ocasiones en que el interés lo tiene o lo comparte con éste una persona
diferente" (MUÑOZ ROJAS, 1960: 68). Dicho autor precisa que:
El acreedor, en este supuesto, que hace valer un crédito de su deudor, no está ligado con
el deudor de su deudor por ninguna relación, o sea, no es el titular activo de la
pretensión que deduce judicialmente, pero (...) (se) le permite reclamar, en nombre
propio, los derechos y acciones de aquél, exceptuando los que sean inherentes a su
persona..." (MUÑOZ ROJAS, 1960: 69).
El substituto procesal viene a ser la excepción a esta regla general, pues en él una
persona que no es titular de un derecho propio, puede presentarse en juicio en propio
nombre -y consiguientemente con el carácter de parte- ejercitando un derecho ajeno"
(FRANCO GUZMAN, 1957: 125-126).
"... Nadie puede hacer valer en el proceso en nombre propio un derecho ajeno, fuera de
los casos expresamente previstos por la ley; y estos casos son precisamente aquellos en
los cuales quien obra en nombre propio por un derecho ajeno se sustituye al titular del
derecho en el ejercicio del poder de pedir al juez la tutela respecto de una situación
sustancial de la que él no tiene la exclusiva disponibilidad. En efecto, la ley reconoce
expresamente en algún caso a un sujeto que no es titular del derecho el poder de pedir la
tutela jurisdiccional en nombre propio, en cuanto considera relevante el interés que
aquel sujeto (sustituto) tiene a la tutela misma.
La sustitución procesal se diferencia, por consiguiente, de la representación, en cuanto
no sólo el sustituto obra en nombre propio, sino en interés propio o, en general, por
aquel interés del que es portador. El obrar en el proceso del sustituto no excluye, sin
embargo, siempre la presencia en el proceso, como parte del sustituido mismo (…), de
suerte que se puede dudar sobre la adherencia de la expresión 'sustitución procesal' a la
sustancia del fenómeno, tanto más que se considera que los efectos del proceso se
manifiestan frente al sustituido (…). Con aquella expresión se quiere subrayar, sin
embargo, que el poder de obrar es conferido, en lugar de, o bien además de, al titular del
derecho también a los sujetos que se encuentran en una particular situación sustancial
con el titular mismo. Se realiza así una ampliación de la normal atribución de la
legitimación para obrar (...), no justificada (...) por una relación de representación, sino
por la tutela de una posición de derecho sustancial que se distingue de aquella que
deriva de la titularidad del derecho" (MICHELI, 1970, Volumen I: 210-211).
"... (Es) principio fundamental de que la legitimación para obrar compete a quien es
titular del derecho que quiere hacer valer (...): más exactamente, a quien es sujeto de la
relación de la cual depende el derecho que se quiere hacer valer. Y ésta es,
indudablemente, la hipótesis general a la que no puede hacerse excepción (...) sino en
los casos expresamente previstos por la ley.
Las desviaciones al principio (...) como casos en los que se admite obrar en nombre
propio para hacer valer un derecho ajeno (…) son calificados en conjunto, en rúbrica,
con el término (...) de sustitución procesal. Es muy probable que el legislador (...) haya
querido diferenciar con las palabras 'hacer valer en nombre propio' la sustitución de la
representación, en la que indudablemente se obra en nombre ajeno, si bien (...) esto no
impida participar de la calidad de parte. Pero si el legislador se hubiese sólo preguntado
qué es lo que constituye la base de este 'hacer valer en nombre propio un derecho ajeno'
no habría dejado de observar que en su base está simplemente un derecho; y por tanto,
no un derecho ajeno hace valer el denominado sustituto sino un derecho propio, como
cualquier otro legitimado. Lo que en todo caso lo diferencia de la hipótesis general es
que el derecho propio está en conexión con una relación de la cual no es sujeto el
accionante, con una relación ajena: pero esto no importa evidentemente que él sea
sustituto, y tanto menos procesal, del titular del derecho. El término de sustitución
procesal resulta en absoluto vacío de sentido.
La verdad es que lo que se quiere calificar como sustitución procesal no es sino una
hipótesis, y no anormal, de interferencia entre relaciones jurídicas. Es decir, hay
relaciones que no se agotan en la esfera jurídica de los sujetos que las pusieron en acto,
sino que interesan o con su constitución o con su desenvolvimiento a otra relación,
establecida entre uno de esos sujetos y un tercero. Si entre estas dos relaciones hay
concordancia, no surge cuestión; pero si hay incompatibilidad deriva una lesión al
derecho del tercero, el cual puede aparecer e intervenir en la otra relación, para la tutela
del propio derecho (...).
(...)
Se colige del artículo 60 del Código Procesal Civil, que regula lo concerniente a la
sustitución procesal, que esta última es una institución jurídica por la cual una persona
puede iniciar un proceso o coadyuvar en la defensa del ya iniciado cuando exista interés
de su parte en el resultado del proceso, sin que se precise acreditar derecho propio o
interés directo en la materia discutida.
Del citado precepto legal se desprende, además, que procede la sustitución procesal
cuando el acreedor ejerce los derechos del deudor, sea en vía de acción o para asumir su
defensa: art. 1219 -inc. 4)- del Código Civil; y en los demás casos permitidos por ley.
Como se observa, la sustitución procesal fundada en el ejercicio por parte del acreedor
del derecho de acción del deudor da lugar a la acción subrogatoria u oblicua a que se
refiere el inciso 4) del artículo 1219 del Código Civil. Así, sin acreditar derecho propio
o interés directo en el objeto de controversia, puede un tercero (acreedor, cesionario,
etc.) iniciar la litis; sin embargo, los derechos a que se hace referencia no pueden ser
personalísimos sino únicamente patrimoniales. La acción subrogatoria u oblicua
también puede darse en el caso de la sustitución procesal basada en la defensa del
demandado, y tiene relación con la intervención coadyuvante (llamada también por la
doctrina intervención por adhesión o accesoria), contenida en el artículo 97 del Código
Procesal Civil, numeral conforme al cual: A. quien tenga con una de las partes una
relación jurídica sustancial, a la que no deban extenderse los efectos de la sentencia que
resuelva las pretensiones controvertidas en el proceso, pero que pueda ser afectada
desfavorablemente si dicha parte es vencida, puede intervenir en el proceso como
coadyuvante de ella; B. esta intervención (coadyuvante) puede admitirse incluso durante
el trámite en segunda instancia; C. el tercero coadyuvante puede realizar los actos
procesales que no estén en oposición a la parte que ayuda y no impliquen disposición
del derecho discutido. Se aprecia entonces que la decisión que se emita en el proceso en
donde participa eventualmente el interviniente como coadyuvante no está referida a él,
pero sí le podrá afectar indirectamente. Esa es la razón por la cual la actuación del
coadyuvante es de carácter accesoria. Como vemos se está ante una intervención donde
existe un vínculo distanciado de la relación jurídica sustantiva que se ventila en un
proceso. Además, al igual que la acción subrogatoria u oblicua en vía de acción, la
intervención coadyuvante se refiere a la defensa de intereses de carácter patrimonial y
no personal.
Según Calamandrei "... la sustitución procesal es una de las figuras en que se manifiesta
un fenómeno más amplio (...) de la separación entre la titularidad del derecho subjetivo
sustancial y la del derecho de acción. Mientras normalmente en los sujetos de la
relación sustancial coincide la legitimación ad causam activa y pasiva (legitimación
normal), cada vez más numerosos son en las legislaciones modernas los casos de
legitimación anómala, en que el poder de provocar la providencia judicial sobre una
relación sustancial, es atribuido a personas (o contra personas) distintas de los titulares
de la relación misma. (...) ejemplo de legitimación anómala es precisamente el de la
sustitución procesal, la cual, sin embargo, se distingue de las demás figuras que entran
en este más vasto fenómeno, por la naturaleza del interés que legitima al sustituto para
hacer valer en juicio el derecho del sustituido. En efecto, el sustituto procesal está
legitimado para hacer valer en juicio el derecho ajeno, porque entre él y el sustituido
existe una relación o situación de derecho sustancial en virtud de la cual, a través del
ejercicio del derecho del sustituido, el sustituto viene a satisfacer un interés individual
suyo propio (...): es este interés individual, para cuya satisfacción reconoce la ley al
sustituto el poder de hacer valer en su propio nombre el derecho ajeno, lo que distingue
la sustitución procesal de los demás casos de legitimación anómala (...). El sustituto
procesal, en una palabra, está autorizado para estar en causa por un derecho ajeno,
porque si él quedara inerte, de la falta de ejercicio de aquel derecho podrían seguirse
consecuencias dañosas para su propio interés..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen II:
382-383).
(...)
Pero, (...) ¿qué se quiere entender, desde el punto de vista del proceso y de la acción,
por ejercicio de los derechos ajenos en nombre propio? Y, ante todo, ¿se quiere hacer
referencia al ejercicio del derecho sustancial, o al ejercicio del derecho procesal de
acción?
Pues si por ejercicio del derecho ajeno en nombre propio queremos referimos al derecho
sustancial, entonces ese ejercicio por parte del sustituto procesal no se verifica, ya que
él, a lo más, ejercitaría la acción ajena, siempre que se admita, con la doctrina unánime,
que el derecho de acción no es un poder o un aspecto del derecho sustancial, o una
facultad comprendida en el derecho material, sino un derecho separado, distinto y
autónomo del derecho sustancial.
Mas si, por otra parte, por ejercicio del derecho ajeno en nombre propio se entiende
aludir al ejercicio del derecho de acción que tiene por objeto la declaración de certeza o
la realización coactiva de un derecho sustancial ajeno, nosotros creemos que al
fenómeno de la sustitución procesal únicamente habría que recurrir si se partiese de la
premisa de que el sujeto del derecho de acción debe ser en todo caso el sujeto titular de
la relación jurídica sustancial, objeto de la acción. Pues, aunque se llegue a conceder
que dicha coincidencia es un fenómeno normal, pero no absolutamente necesario, habrá
que convenir lógicamente en que es mucho más simple y mucho más consecuente
reconocer que en tales casos se tiene, no el ejercicio de un derecho de acción ajena en
nombre propio, sino el ejercicio de un derecho de acción propio, y por tanto, en nombre
propio, que tiene por objeto una relación jurídica ajena" (ROCCO, 1976, Volumen I:
364-365).
"... En todos los casos en que se verificaría la llamada sustitución procesal, los sujetos
no titulares de las relaciones jurídicas sustanciales no estarían autorizados por las
normas procesales, a ejercer un derecho de acción ajeno, sino que estarían autorizados,
en cambio, a ejercitar un derecho de acción propio que tendría por objeto la declaración
de certeza o la realización coactiva de una relación jurídica ajena, es decir, la
declaración de certeza o la realización coactiva de una relación jurídica de la cual no
serían titulares, activos o pasivos.
(...)
(...) El pretendido fenómeno de la sustitución procesal, es decir, del ejercicio de un
derecho de acción ajeno en nombre propio, desde el punto de vista del derecho de
acción, no existe, ya que los sujetos legitimados por las normas procesales para ejercitar
una acción que tenga por objeto unas relaciones jurídicas de las cuales no sean titulares,
son, sin embargo, titulares de la acción, es decir, accionan en nombre propio en orden a
la declaración de certeza de una relación jurídica ajena" (ROCCO, 1976, Volumen I:
366-367).
10.3 Fundamento
10.4 Características
Escobar Fornos asegura que son características o particularidades de la sustitución
procesal las que describe a continuación:
(...)
e) El sustituido puede impugnar la validez o monto del crédito del sustituto con base en
el cual legitima su intervención.
Lino Palacio considera como caracteres de la sustitución procesal los que indica
seguidamente:
a) Ante todo la característica principal de esta figura, es la que el derecho de acción que
ejercita el substituto no es propio, sino que pertenece a un tercero; esto vale aun en
aquellos casos en los que el derecho de acción -como el que ejercita el tutor cuando
actúa en un proceso- no se apoya en la facultad de administración del patrimonio ajeno -
que le corresponde por ley- sino que descansa en el derecho ajeno que sobre los bienes
posee el pupilo.
(...) Este (substituto) requerirá de aquél (interés) a fin de que la figura se integre.
b) Por otra parte, la actividad que desarrolla el substituto tiene repercusión directa e
inmediata respecto al titular cuyo derecho ejercita (…).
c) Si bien es cierto que el substituto procesal no puede realizar todos los actos que
competen a la parte, esto no quiere decir que el titular de la acción no puede ser llamado
al juicio para realizar alguno o algunos de los actos que específicamente la ley concede
al titular de la relación substantiva, como son el juramento, la confesión, la renuncia a
las actuaciones, el desistimiento de la acción, el allanamiento, etc. Asimismo puede ser
llamado en causa el titular de la acción en el caso de la acción oblicua..." (FRANCO
GUZMAN, 1957: 127-128).
10.5 Clases
Lino Palacio, en lo que atañe a las clases de sustitución procesal, enseña lo siguiente:
"... La sustitución procesal presenta diversos matices que se vinculan, básicamente, con
la posición asumida por el sustituto y con la forma en que ingresa al proceso. Tales
circunstancias permiten formular una clasificación de aquélla en activa o pasiva,
espontánea o provocada, total o parcial, y originaria o sucesiva.
La sustitución es, finalmente, originaria, en el caso de que el sustituto asuma tal calidad
desde el comienzo del proceso, en tanto que es sucesiva cuando lo hace con
posterioridad a la demanda o a la contestación" (PALACIO, 1983, Tomo III: 343-344).
Los casos de representación más comunes como son la que se efectúa por poder y la
denominada gestión de negocios, en efecto, tienen la particularidad de que tanto el
apoderado como el gestor obran a nombre del poderdante y de un tercero ausente
ejercitando los derechos de éstos, no siendo, por consiguiente, partes en el juicio"
(FRANCO GUZMAN, 1957: 126).
Calamandrei, por su parte, expresa que "'... mientras el representante hace valer en
juicio un derecho ajeno en nombre ajeno (es decir, un derecho del representado a
nombre del representado), el sustituto hace valer en juicio un derecho ajeno en nombre
propio (es decir, un derecho del sustituido, en nombre del sustituto); lo cual significa,
que, mientras en la representación parte en causa es el representado y no el
representante, en la sustitución es parte en causa el sustituto, no el sustituido"
(CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 382). Dicho tratadista italiano añade que "desde
el punto de vista práctico, todas las diferencias entre el sustituto procesal y el
representante culminan en esta fundamental: que el primero, y no el segundo, es parte
en causa; de manera que el primero, y no el segundo, sufre en sí mismo los efectos del
proceso que afectan a las partes, y no a los terceros (...). La diferencia se advierte
también en lo que respecta a los efectos del fallo: que afectar al sustituto, parte en causa,
mientras que el representante, que no es parte en causa él mismo, no es afectado por
ellos..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 386).
"... La diferencia entre las dos figuras, que es más de cantidad que de calidad, es ésta:
que mientras el interviniente está legitimado para comparecer en juicio acerca de un
derecho ajeno sólo en cuanto el proceso sobre el derecho sea promovido por su titular
(es decir, que sólo está legitimado para comparecer en juicio como parte agregada, junto
a la parte principal), el sustituto puede accionar por sí solo acerca del derecho ajeno, sin
la presencia del sustituto [sic -léase sustituido-] y con efectos que se extienden también
a él" (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 384).
Al respecto, Micheli destaca que "... el sustituto es parte en el proceso, de suerte que los
efectos del proceso mismo se manifiestan tanto a su favor como en su daño. El sustituto,
por consiguiente, es responsable por las costas (...) y también frente a él se producen los
efectos de la cosa juzgada..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 212).
Momoy Cabra dice de los curadores "ad litem" (o curadores procesales o curadores
especiales) que "... representan en juicio a una persona en los casos establecidos por la
ley. (...) los curadores ad litem tendrán las mismas facultades que los apoderados, salvo
las de sustituir, recibir y disponer del derecho en litigio. El curador ad litem lo designa
el juez que conoce del proceso o reconoce el designado por el incapaz cuando éste tiene
derecho a nombrarlo. Para ser curador ad litem se requiere ser abogado inscrito..."
(MONROY CABRA, 1979: 239-240).
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto precisan que "... los curadores ad litem son
defensores designados por el juez, que sustituyen a los representantes y a los
apoderados y deben ser abogados inscritos. Se les asigna a quienes no ha sido posible
vincular personalmente al proceso mediante la notificación de la primera providencia.
Se designa igualmente curador ad litem a quienes siendo incapaces carezcan de
representante, o deban litigar contra sus representantes. Los curadores ad litem
pertenecen al cuerpo de auxiliares de la justicia y gozan de todos los poderes procesales,
salvo los que se reserven a la parte y en especial de esos que implican disposición del
objeto litigioso: transigir, desistir, allanarse, confesar y partir" (QUINTERO; y
PRIETO, 1995, Tomo II: 24).
Micheli, acerca del curador especial, anota que se prevé "... el nombramiento por parte
de la autoridad judicial (...) de un curador especial, cuando falte la persona a la que
corresponde la representación o la asistencia del incapaz (...) o bien que exista conflicto
de intereses, efectivo y actual, entre el representante legal y el incapaz mismo, siempre
que existan razones de urgencia, en relación a la exigencia de promover un proceso o de
defenderse contra una demanda propuesta por otros (...). Si el nombramiento del curador
no se efectúa por conflicto de intereses entre el representante y el representado, el
curador especial tiene una función provisoria, representando o asistiendo al incapaz, a la
persona jurídica, al grupo o al patrimonio, mientras viene a sustituirse aquel al que
corresponde la representación o la asistencia" (MICHELI, 1970, Volumen I: 206). El
referido tratadista italiano advierte que son sujetos interesados para pedir el
nombramiento del curador especial, "... además del ministerio público (…) la misma
persona que debe ser representada o asistida, aunque sea incapaz, sus próximos
parientes y el representante mismo, en caso de conflicto de intereses, así como cualquier
otra parte en causa que tenga interés en ella..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 206).
El curador procesal es, pues, aquella persona designada por el Juez para comparecer en
un proceso en lugar de la parte o de su representante legal por no tener éstos capacidad
procesal o no poder hacerla efectiva. El nombramiento necesariamente recaerá en un
abogado (art. 61 -primer párrafo- del C.P.C.).
Cuando (a tenor del arto 61 -inc. 3)- del C.P.C.) exista falta, ausencia o impedimento
del representante del incapaz, según lo dispuesto por el artículo 66 del Código Procesal
Civil. Este último numeral establece que en caso de falta, ausencia o impedimento del
representante del incapaz, se aplican las siguientes reglas: 1. cuando el incapaz relativo
no tenga representante legal o éste estuviera ausente y surja la necesidad de comparecer
en un proceso, lo expondrá así al Juez para que le designe curador procesal o confirme
al designado por él, si lo considera idóneo; 2. cuando la demanda se dirija contra un
incapaz que carece de representante o éste se halle ausente, el Juez le nombrará un
curador procesal o confirmará el propuesto por el incapaz relativo, si lo considera
idóneo; 3. el Juez nombrará curador procesal para el incapaz que pretenda demandar a
su representante legal, o que sea demandado por éste, o confirmará el propuesto por el
relativamente incapaz, si fuera idóneo; y 4. también se procederá al nombramiento de
curador procesal cuando el Juez advierta la aparición de un conflicto de intereses entre
el incapaz y su representante legal, o confirmará el propuesto por el incapaz relativo.
D) Cuando (a tenor del arto 61 -inc. 4)- del C.P.C.) no comparece el sucesor procesal,
en los casos que así corresponda, según lo dispuesto por el artículo 108 del Código
Procesal Civil. Este último numeral versa sobre la sucesión procesal (por la cual un
sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo
del derecho discutido), desprendiéndose de dicho precepto legal que procederá el
nombramiento de curador procesal ante la falta de comparecencia de los sucesores
procesales en los casos previstos en los incisos 1) Y 2) del citado artículo 108 del
Código adjetivo, vale decir: a) cuando haya fallecido una persona que sea parte en el
proceso, sin que haya sido reemplazada por su sucesor; y b) cuando se haya producido
la extinción o fusión de una persona jurídica, sin que sus sucesores en el derecho
discutido comparezcan en el proceso.
Puntualizamos que la actuación del curador procesal nombrado por el Juez a pedido del
interesado en los casos normados por la ley continuará mientras la parte o su
representante legal no comparezcan al proceso una vez que hayan adquirido o
recuperado su capacidad procesal. Producida la comparecencia de aquéllos en la forma
prevista por la ley, concluye, pues, la intervención del curador procesal (art. 61 -in fine-
del C.P.C.).
12.1 Configuración
En opinión de Couture:
"Representar, en sentido procesal, quiere decir actuar en juicio por otro (...).
Según Rosenberg:
"Es representante, en el proceso, quien en lugar o nombre de una de las partes ejecuta y
recibe actos de la gestión procesal. Los efectos de la actuación por representación deben
producirse inmediatamente para contra el representado, y permanecer el representante
mismo completamente apartado de las consecuencias de su obrar; se llama a esto
representación directa. Pero para ello se exige que el representante tenga el llamado
poder de representación, que permite influir, al obrar por representación, en la esfera
jurídica del representado. Este poder de representación no es presupuesto del obrar por
representación, sino de su efecto inmediato. Para el concepto del obrar por
representación, lo único esencial es que se actúe en nombre ajeno; pues también es
representante el que actúa sin poder de representación (falsus procurator).
La representación legal está establecida por regla general para completar la falta de
capacidad procesal de los incapaces..." (SCHONKE: 1950: 91).
Sobre el particular, Alsina indica que "todo litigante tiene el derecho de comparecer
personalmente ante cualquier juez para la defensa de sus derechos (...) pero en algunos
casos es la parte misma quien delega esa intervención en un tercero que actúa en
nombre suyo, mientras que en otros, por tratarse de incapaces de hecho, la ley impone la
intervención de la persona que integra su capacidad. En el primer su puesto existe
representación convencional, y en el segundo representación legal..." (ALSINA, 1956,
Tomo I: 499-500).
"... Como los incapaces procesal mente no pueden comparecer ante los tribunales con
eficacia jurídica, es necesario que la ley tutele sus derechos instituyendo la
representación procesal, que no sólo puede tener validez tratándose de los incapaces,
sino también cuando las personas que gozan de capacidad procesal, desean que un
tercero las represente en juicio, ya sea porque se encuentren ausentes, porque sus
negocios no les permitan dedicar el tiempo necesario a su propia defensa, o porque
estén impedidos a causa de enfermedad o por cualquiera otra circunstancia.
No es forzoso por lo tanto, que los litigantes actúen por su propio derecho, la
representación procesal puede evitarlo y lo hace de dos maneras:
Zinny pone de manifiesto que "la pretensión puede ser llevada a juicio por su titular o
por su representante, pero en ambos casos la calidad de parte sólo es adquirida por el
titular, pues es él quien tiene un interés propio en el acogimiento de ella y, además,
quien será alcanzado por los efectos de la decisión del órgano jurisdiccional. El
representante, sea éste voluntario o necesario, no hará más que defender los intereses de
su representado, cualquiera sea la extensión de su representación" (ZINNY, 1966: 60).
"... Para ser parte es preciso ser persona, natural o colectiva; para que esa persona pueda
comparecer en proceso, si es incapaz de ejercicio necesita de un complemento, que
logra por medio del instituto de la representación legal.
Bajo esta consideración, una persona obra en proceso a nombre de otra que es la parte,
completando su capacidad. El representante no es la parte en el proceso. Lo es, en
cambio, su representado…" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 22-23).
Alsina señala al respecto que "… la incapacidad de hecho trae como consecuencia la
inhabilidad para actuar personalmente en el proceso, y los incapaces sólo pueden
hacerlo por medio de los representantes necesarios que les da la ley (...). El legislador ha
debido, pues, proveer a esa representación, y lo ha hecho valiéndose de dos
instituciones: la patria potestad conferida a los padres respecto de sus hijos y la tutela o
curatela según se trate de menores o incapaces..." (ALSINA, 1956, Tomo I: 524-525).
Micheli enseña que "cuando el sujeto-persona física que tiene la .capacidad de ser parte
no tiene al mismo tiempo la capacidad procesal (de estar en juicio) o bien no la tiene de
un modo pleno, la ley prevé que el mismo sea autorizado o asistido o representado por
otra persona física que integre la capacidad de obrar que falta o es insuficiente"
(MICHELI, 1970, Volumen I: 200). El mencionado tratadista precisa que en el caso de
la representación "... la capacidad de obrar en juicio viene integrada por otro sujeto
diverso del titular de la situación sustancial, o bien la capacidad es atribuida a un sujeto
diverso, en virtud de una relación de representación -denominada legal- que prescinde
de la voluntad del representado, pero que está prevista en la ley en interés de este
último" (MICHELI, 1970, Volumen I: 201).
Rosenberg, sobre el tema examinado en este punto, sostiene que los "representantes
legales son los representantes con poder de representación legal; es decir, con un poder
de representación sobre cuyo nacimiento, contenido, extensión y extinción no tiene
influencia de ninguna especie el representado. La más frecuente es la representación
legal de personas no capaces procesalmente..." (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 289-
290).
Los sordomudos, los ciegosordos y los ciegomudos que no pueden expresar su voluntad
de manera indubitable.
Los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su libre voluntad.
Los pródigos.
Los toxicómanos.
Los que sufren pena que lleva anexa la interdicción civil (ahora inhabilitación).
"En caso de falta, ausencia o impedimento del representante del incapaz, se aplican las
siguientes reglas:
primero un curador procesal para que lo represente en juicio o, de ser el caso, confirmar
a la persona propuesta como curador procesal por el incapaz relativo (propuesta que no
cabe tratándose del incapaz absoluto), siempre que dicha persona sea idónea para
desempeñar la mencionada función.
Si, además del caso señalado en el acápite precedente, surgiera un conflicto de intereses
de cualquier tipo entre el incapaz (absoluto o relativo: arts. 43 y 44 del C.C.) y su
representante legal, entonces, el órgano jurisdiccional le designará un curador procesal
al primero de los nombrados o, de ser el caso, confirmará el propuesto por el incapaz
relativo (propuesta que resulta inviable si la hace el incapaz absoluto), siempre y cuando
sea idónea la persona propuesta para ejercer el cargo de curador procesal.
Las personas jurídicas (llamadas también colectivas o morales o ideales) son entidades
abstractas creadas por ley a las que el ordenamiento positivo les asigna una
personalidad, siendo capaces de adquirir derechos y contraer obligaciones. Tienen
existencia distinta a la de sus miembros.
Al respecto, Lino Palacio apunta que "las personas jurídicas deben ser necesariamente
representadas, en razón de su naturaleza y composición, por los órganos de gestión
instituidos en sus leyes o estatutos..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 117).
Véscovi indica sobre el particular que "cuando una persona jurídica actúa en el proceso,
por intermedio de sus órganos, es la misma parte quien lo hace; es la misma entidad,
que no tiene otra forma de manifestarse que mediante dichos órganos naturales, según
las reglas del derecho de fondo que determinarán, en cada caso, si la persona existe y
quiénes pueden actuar por ella" (VESCOVI, 1999: 194-195).
Máximo Castro refiere que "... las personas jurídicas, no obstante su capacidad para
adquirir derechos y contraer obligaciones, no pueden actuar en juicio sino por medio de
sus representantes legales, de manera que cuando tengan que hacer valer sus derechos
en justicia será parte como titular del derecho el ente ideal a quien le correspondían,
pero la relación jurídica procesal tendrá que ser constituida por su directorio"
(CASTRO, 1926, Tomo Primero: 171-172).
Satta dice de la comparecencia al proceso de las personas jurídicas que "oo. están en
juicio por medio de su representante: pero es claro que esto nada tiene que ver con la
capacidad procesal, porque la persona jurídica no puede ser puesta en el mismo plano
que la persona física. Obra necesariamente a través de su órgano, que la representa, y el
problema (...) no es de capacidad, que no tiene sentido, sino de quién tiene el poder de
representarla activa o pasivamente..." (SATTA, 1971, Volumen I: 90).
"... Las corporaciones, sociedades y demás entidades jurídicas, según la ley, necesitan
un órgano de gestión que actúe en el proceso por ellas, o sea, las 'personas que
legalmente las representan'.
Quiénes sean tales personas lo señala la ley o el estatuto propio debidamente aprobado,
a saber: el presidente, consejo de administración, gerente, patrono, Ministerio Fiscal,
Abogado del Estado y de la Beneficencia, etc." (PRIETOCASTRO y FERRANDIZ,
1980, Volumen I: 66).
".. En cuanto a las personas jurídicas, la necesidad de un representante legal que esté en
juicio en lugar y a nombre de la parte, deriva, no, como respecto de las personas físicas,
de excepcional incapacidad de la parte representada, sino de la naturaleza misma de
todas las personas jurídicas, las cuales, aun siendo idealmente consideradas por la ley
como sujetos autónomos de derechos y obligaciones, no pueden actuar en el mundo
sensible sino mediante la voluntad de las personas físicas que constituyen los órganos
necesarios de su actividad práctica. El fenómeno es, pues, sustancialmente diferente del
de la representación de las personas físicas incapaces, ya que mientras respecto de éstas
la voluntad del representante hace jurídicamente las veces de una voluntad (la del
representado) que podría existir naturalmente como voluntad autónoma, las personas
jurídicas, siendo una creación del derecho están desprovistas de toda voluntad natural
que pueda en alguna forma contraponerse a la de los órganos que actúan por ellas (...).
(...) De ordinario, a los mismos órganos que tienen por ley o por estatuto el oficio de
actuar por las personas jurídicas a los efectos sustanciales, se les encomienda
igualmente el oficio de estar en juicio por ellas a los efectos procesales..."
"... Su capacidad de parte dura en tanto exista la persona jurídica o se mantenga a los
fines de la liquidación (...)'
Los órganos de la persona jurídica siguen el proceso por ella y ocupan la posición del
representante legal" (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 232-233).
"En cuanto a las personas jurídicas, éstas no pueden llevar a cabo actos de esta índole
(procesales) sino por medio de sus órganos-oficios institucionales Y permanentes, los
cuales se encarnan a su vez en las personas físicas legalmente investidas pro tempore de
esos mismos oficios. Este último no es un fenómeno de incapacidad legal, sino que
proviene ex necesse de la naturaleza misma de tales personas (...). Esto no quita para
que también respecto de las personas jurídicas se acostumbre a hablar, aunque
impropiamente, de representación. Mejor (...) se podría hablar en todo caso de
representación orgánica. No hay personas jurídicas con capacidad imperfecta, que den
lugar a la asistencia de un curador, pero hay algunas (...) sujetas a controles, respecto de
las cuales su actos de disposición deben ser autorizado (o las correspondientes
deliberaciones deben ser aprobadas) por otros órganos u oficios exteriores y extraños
(...).
(....)
(...) Las personas jurídicas están en juicio por medio de quien las representa a tenor de
la ley o del estatuto (...).
Esta última remisión a los estatutos era indispensable porque dada la interminable
variedad de figuras de las personas jurídicas, la ley no hubiera podido dar nunca
disposiciones exhaustivas y aplicables a todas ellas. Hay sin duda algunas disposiciones
de carácter general y otras particul13.res para determinadas categorías o determinados
tipos (por ejemplo, sociedades comerciales), pero persiste siempre la necesidad de que
toda persona jurídica tenga una propia ¡ex specialis suya de carácter orgánico, salvo el
determinar en cada caso cuáles sean las fuentes legítimas de ella (...). A estas fuentes
particulares o singulares (o singularísimas), es necesario dirigirse también para la
comparecencia en juicio" (REDENTI, 1957, Tomo I: 153-155).
En efecto, estas personas físicas representan (...) a las personas jurídicas (...), a causa, no
de incapacidad procesal de éstas, sino (...) por la necesidad de soporte físico o material
que un ente inmaterial no puede dejar de tener para realizar actuaciones materiales, lo
mismo extraprocesales que procesales (...).
(...) El representante necesario (o la persona física que es elemento personal del órgano)
comparece y actúa en el proceso, en posición de demandante, cuando él mismo
demanda en nombre de la persona jurídica o, en su caso, de entidad no personificada.
Comparece y actúa en la posición pasiva, en cambio, bien cuando es demandada
directamente la persona jurídica o entidad, y para comparecer y actuar necesita de aquel
representante, que se ocupa de ello, bien cuando se demanda directamente al
representante en cuanto tal" (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 412-
413).
Por otro lado, y según se desprende del artículo 67 del Código Procesal Civil, la
representación en el proceso de las personas jurídicas extranjeras, sean públicas o
privadas (incluyendo sus sucursales, agencias o establecimientos), se ajusta a las
mismas exigencias legales de representación a que se someten las personas jurídicas
nacionales. Esta es, claro está, la regla general ya que, excepcionalmente, en materia de
representación prevalecerá lo dispuesto de manera expresa en el convenio internacional
-si lo hubiere- o en una ley específica.
En lo relativo a la representación de personas jurídicas en el proceso, la Corte Suprema
de Justicia ha establecido que "... los representantes legales de las personas jurídicas
pueden a su vez delegar representación a sus mandatarios o apoderados judiciales a fin
de que la persona jurídica sea representada en un proceso judicial, de modo tal, que el
poder de representación se ejercita dentro de los límites conferidos en el acto de
apoderamiento..." (Casación Nro. 2483-99/ Amazonas, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 19-08-2000, págs. 6007-6008).
"... Bajo esta rúbrica consideramos desde el punto de vista procesal, todas aquellas
situaciones en que existe una masa patrimonial, que carece de titular definido y, sin
embargo, requiere un régimen jurídico adecuado y una representación que le permita
actuar válidamente y con eficacia. Esas situaciones, en tal sentido expectantes, porque
en ellas el patrimonio no está adscrito todavía a un titular y espera la definición de
titularidad, justifican la denominación de patrimonios de destino, que también se da a
los patrimonios autónomos según una clasificación que los separa por obra de esas
particularidades características, de los patrimonios personales (figura normal) y de los
llamados especiales o separados. Los autores reputan patrimonios autónomos o de
destino (también patrimonios en administración), el del nasciturus; la herencia yacente,
el patrimonio del ausente, el del concursado o quebrado y el de la persona jurídica
disuelta" (DE LA PLAZA, 1951, Volumen 1: 279).
El citado jurista español agrega que "... para legitimar la actuación de una parte con
referencia a esas situaciones características, no basta ciertamente, con atribuir la
condición de parte a lo que es objeto de la relación, ni precisa tampoco recurrir al
concepto de parte formal. El fenómeno de la sustitución, basta al propósito, puesto que,
en realidad, los representantes de los patrimonios autónomos (llámense albaceas,
síndicos o simplemente administradores) no hacen otra cosa sino sustituir, por motivos
diversos, al titular de la relación patrimonial, en presencia de una situación que así lo
exige por imperiosas exigencias del tráfico..." (DE LA PLAZA, 1951, Volumen I: 280).
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, acerca del patrimonio autónomo, nos informan lo
siguiente:
"Existen ciertas entidades que, sin ser personas, se ven involucradas en proceso. Son las
que la doctrina ha denominado patrimonios autónomos y que se presentan en la vida del
derecho, como cuasi-sujetos a los que la ley procesal concede esa vinculación, en cierta
manera autónoma, separada. Son masas de bienes cuyo titular circunstancialmente
desaparece de la vida jurídica, se ve menguado en sus facultades, de tal manera que esa
mengua podría equipararse a una desaparición de la personalidad procesal; ese titular
del patrimonio, así disminuido, así menguado, no tiene capacidad para ser parte, aunque
su patrimonio continúa prolongadamente en el tiempo, con la separación que conviene a
las universalidades y así se sigue considerando la masa de bienes; cuando ese
patrimonio se compromete y comparece al proceso, lo hace alguien por él, un tercero,
en razón de cierta cualidad o categoría y pide o resiste la pretensión, para la masa de
bienes o por la masa de bienes.
"... Ciertamente no es fácil concebir una masa o conjunto de bienes sin adscripción a un
sujeto de derecho (persona física o jurídica), que asuma la condición de parte en
cualquier proceso que se promueva en relación con los bienes. Pero hay casos de
cesación o suspensión de la titularidad primitiva sobre la masa de bienes, por originarse
(v. gr., en la sucesión hereditaria) o debiendo originarse (por ejemplo, en el concurso o
en la quiebra) el paso de ella a otros sujetos.
En esos casos el patrimonio subsiste como objeto de relaciones jurídicas (...), con
efectos que atañen a la titularidad anterior y a las personas que después hayan de asumir
ésta; pero es preciso atender a su cuidado en beneficio de todos ellos y de los terceros.
Esto se logra por medio de una administración independiente, gracias a la cual la masa
patrimonial inerte (que no es persona jurídica) no paraliza su acción en el tráfico
jurídico.
Los casos más corrientes de masas patrimoniales con administración separada son la
herencia testada y la intestada ya aceptadas, durante el tiempo que media desde la
delación hasta la partición y mientras la pendencia del plazo para deliberar en la aún no
aceptada, la masa de bienes del concurso y de la quiebra y las situaciones de embargo
de bienes para aseguramiento y para ejecución" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ,
1980, Volumen I: 63-64).
Los ejemplos más representativos de estos entes son la masa de la herencia yacente y la
masa del concurso de acreedores o de la quiebra. En el primer caso, ha cesado la
titularidad que hasta la defunción de un sujeto jurídico existía y todavía no existe una
nueva titularidad de esa masa patrimonial o unos nuevos titulares de las diversas
porciones hereditarias que se produzcan. En el segundo caso, la titularidad de la persona
física o jurídica concursada o quebrada no ha desaparecido, pero sí ha perdido ese titular
el poder de disposición sobre su patrimonio y sobre cualquier elemento de él" (DE LA
OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 392).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández añaden que "el Derecho establece que
por la masa o patrimonio puede estar o ser llamado al proceso el administrador o
administradores (depositarios o síndicos, en la quiebra; administradores del ab intestato
o testamentaría, etc.). Pero debe aclararse que este administrador no es ni representante
del titular carente del poder de disposición, ni representante de una persona jurídica..."
(DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 392).
"Hay (...) casos en que se prevé y se organiza una administración autónoma para la
gestión, o a veces también para la liquidación, de determinados patrimonios destinados
a fines u objetivos previamente establecidos (entre los cuales puede estar también la
satisfacción de un grupo de acreedores), sustrayéndolos a este efecto a la libre
disposición de sus titulares nominales. Hay también otros casos en que se organiza una
administración para asegurar la conservación de patrimonios o de bienes, mientras se
ignora o es incierto o controvertido quién sea el verdadero y efectivo titular de ellos. En
todos estos casos, los actos de disposición y de ejercicio de los derechos patrimoniales
no pueden lIevarlos a cabo sino quienes estén investidos del cargo, función, cometido o
misión de administrar. Y estos últimos, a su vez, no actúan como legales representantes
sino en su carácter o calidad de gestores, autónomos y autodeliberantes, en función de
aquellos objetivos-intereses previamente establecidos o de los intereses del titular
desconocido o incierto (...). De ello surge así una figura que no coincide, ni con el estar
en juicio a nombre propio, ni con el estar en juicio a nombre ajeno y se puede por este
camino llegar a veces a situaciones incluso más singulares aún (...). En efecto, se puede
ver al mismo titular del patrimonio o de los bienes quedar él mismo investido de la
gestión, pero sólo para una determinada finalidad. En este caso, él, aun permaneciendo
nominalmente titular de ella, no puede ya llevar a cabo actos de disposición y de
ejercicio como tal, según la libre valoración que él haga de sus propios intereses, sino
únicamente en el carácter o calidad que se le ha conferido y en función de la destinación
de los bienes, es decir, de la finalidad o de los intereses que le han sido prefijados.
Algún ejemplo (...) del primer grupo de casos: curatela de la herencia yacente, curatela
de quiebra, gestión de bienes sujetos a expropiación o a secuestro (si no se le ha
encomendado al mismo titular de los bienes); del segundo grupo: gestión de la herencia
aceptada con beneficio de inventario, gestión de legados destinados a una finalidad
(cuando el legatario sea su purus ministet'), gestión de bienes sometidos a ejecución o
secuestro (cuando esté encomendada al mismo titular de los bienes).
Son todos ellos, aisladamente considerados, casos singulares que tienen características
propias, pero que todos ellos también presentan algún que otro aspecto común. Entre
otros, éste: que sujetos activos y pasivos (partes) de las acciones correspondientes al
patrimonio o a los bienes, vienen a serio, en lugar y en vez de los titulares, los gestores
o administradores, o también (segundo grupo de casos); que continúan sin duda
siéndolo los titulares, pero en un carácter o calidad distintos y por intereses (total o
parcialmente) ajenos (y no sólo propios de ellos). Y sólo ellos pueden legítimamente
estar en juicio en carácter y calidad de tales.
Por todos los que lo conforman, si es que tienen la calidad de demandados (art. 65 -
segundo párrafo- del C.P.C.). En este caso es aplicable el artículo 93 del Código
Procesal Civil, referido al litisconsorcio necesario y según el cual, cuando la decisión a
recaer en el proceso afecta de manera uniforme a todos los litisconsortes, sólo será
expedida válidamente si todos comparecen o son emplazados, según se trate de
litisconsorcio activo o pasivo, respectivamente, salvo disposición legal en contrario.
En caso de desconocerse a uno o más de los integrantes del patrimonio autónomo, se les
notificará la demanda a través de edicto, bajo apercibimiento de designar se a un
curador procesal. Ello se colige del tercer párrafo del artículo 65 del Código Procesal
Civil.
El Código Procesal Civil, en el último párrafo del artículo 65, sanciona con multa (no
menor de 10 ni mayor de 50 U.R.P.) a la persona que siendo demandada en un proceso
y apersonándose en él oculta el carácter de patrimonio autónomo que tiene el derecho en
cuestión. Agrega el referido artículo que la multa se impondrá al de mandado sin
perjuicio de lo dispuesto en el artículo 4 del mismo cuerpo de leyes.
Esta última parte no podría ser de aplicación puesto que el artículo 4 versa sobre la
facultad del demandado para demandar el resarcimiento de los daños y perjuicios
sufridos como consecuencia del ejercicio irregular o arbitrario del derecho de acción.
En efecto, el demandado no ejercita tal derecho sino que hace uso de su derecho de
contradicción; además, siendo el demandado quien actuó dolosamente (al ocultar que el
derecho discutido pertenece a un patrimonio autónomo) mal estaría darle potestad para
exigir alguna indemnización.
"... De acuerdo con el numeral sesenticinco del mismo Código (C.P.C.) existe
patrimonio autónomo cuando dos o más personas tienen un derecho o interés común
respecto de un bien, sin constituir una persona jurídica; en tal circunstancia, en el
patrimonio autónomo la titularidad y la calidad de parte material recae en una entidad
jurídica distinta a quienes la integran..." (Casación Nro. 3333-99/ Junín, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 1709-2000, págs. 6314-6315).
"... Conforme al Artículo sesenticinco del Código Procesal Civil, la sociedad conyugal
es representada por cualquiera de sus partícipes si son demandantes, de tal manera que
uno cualquiera de los esposos puede interponer demandas en concordancia con lo
dispuesto en el Artículo Primero del Título Preliminar del acotado. (...) La regla del
Artículo doscientos noventidós del Código Civil (que versa sobre la representación
conjunta de la sociedad conyugal) se entiende referida a la representación para obligar
y, en concordancia con la norma procesal antes citada, cuando la sociedad conyugal es
demandada" (Casación Nro. 2846-98/ Cusco, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 27-09-1999, pág. 3588).
"... Cualquiera de ellos (herederos declarados del causante), sea en forma individual o
conjunta pueden representar a la sucesión del cual son partícipes, la misma que
constituye un patrimonio autónomo con capacidad para ser parte en el proceso..."
(Casación Nro. 3333-99/ Junín, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 17-09-
2000, págs. 6314-6315).
"Una persona capaz puede conferir a otra el poder de representarla en el proceso. En tal
caso, la legitimación formal del representante será el efecto de la voluntad del
representado, expresada en un negocio jurídico (poder)..." (LIEBMAN, 1980: 70).
"... La ley admite también en la relación procesal, al igual que en las demás relaciones
jurídicas, una representación voluntaria: basada, ésta, no en la incapacidad de querer del
representado, sino, antes bien, en la válida voluntad de quien, aun siendo plenamente
capaz de estar en juicio por sí mismo, prefiere encargar a otros que lo hagan a nombre
de él. La representación procesal voluntaria presupone, pues, la plena capacidad
negocial del representado: en efecto, se la confiere mediante cumplimiento de un
negocio (...), en virtud del cual una persona (mandante), así como puede dar a otra
(mandatario o procurador) el encargo de cumplir en su interés y en su nombre uno o
más actos jurídicos de derecho sustancial, puede darle también el encargo de estar en
lugar de él en un proceso, realizando en él él nombre del mandante todos los actos
procesales requeridos por el interés de éste: también aquí, como en el caso de
representación legal, parte es el representado, no el representante..." (CALAMANDREI,
1962, Volumen II: 376-377).
"... Toda persona física que goce de capacidad procesal tiene también (...) el derecho de
postulación procesal (ius postulandi), es decir, el poder de ejecutar personalmente todos
los actos procesales inherentes a la calidad de parte.
Aldo Bacre precisa sobre la clase de representación estudiada en este punto que "se la
denomina voluntaria, porque reconoce su fuente en la facultad dispositiva del sujeto y,
además, porque (…) no (se) exige, como en otras legislaciones, la obligatoriedad de la
representación, por el cual solamente el procurador tiene el poder de postulación y todo
litigante está obligado a conferir mandato a un procurador que lo represente.
Según González González "el mandato judicial es una variedad o especie del mandato
común, distinguiéndose en todo momento de éste, por las siguientes características: a),
es un contrato de representación; b), es un contrato solemne; c), es un contrato
remunerativo, y d), es un contrato para un objeto determinado que es el litigio"
(GONZALEZ GONZALEZ, 1962: 53). El mencionado autor destaca que "... el mandato
judicial se califica como un contrato solemne, pues ese poder, llamado indistintamente
procura, representación o simplemente mandato, se exige no sólo ad probationem sino
ad-sustanciam, siendo así que la solemnidad es una cuestión de capital importancia..."
(GONZALEZ GONZALEZ, 1962: 58). González González termina diciendo que la
solemnidad del poder se traduce en el cumplimiento de dos exigencias: a), autenticidad
en su otorgamiento, y b), constancia en el expediente (GONZALEZ GONZALEZ,
1962: 59).
"Es una muestra o especie del mandato en general. Mediante su aparición una o varias
personas facultan a otra para que las represente en uno o más procesos o en alguna
actuación judicial determinada. Por lo general, el mandato de este linaje se contiene en
un escrito, en un documento que se denomina poder o acto de apoderamiento, pero
también puede conferirse oralmente en las audiencias y procesos verbales. El contrato
es bilateral. Resulta de la unión de voluntades de quien confiere el poder, es decir el
poderdante o mandante, y de quien lo recibe y acepta, denominado apoderado o
mandatario.
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, refiriéndose esta vez al apoderado judicial, afirman
que:
Para Devis Echandía "son apoderados judiciales los mandatarios que las partes y los
terceros designan para el proceso, es decir, los mandatarios judiciales que representan a
aquéllas o éstos mediante un poder general o especial" (DEVIS ECHANDIA, 1985,
Tomo II: 435).
Así tenemos que, de acuerdo a lo normado en la parte inicial del primer párrafo del
artículo 68 del Código Procesal Civil, está facultado para designar uno o más
apoderados todo aquel que tenga capacidad para comparecer por sí mismo al proceso y
disponer de los derechos que en él se discuten.
- Allanamiento.
- Transacción.
- Desistimiento.
Cuando sean parte en un proceso el Estado y demás entidades de Derecho Público y los
órganos constitucionales autónomos (estos últimos son el Ministerio Público, la
Defensoría del Pueblo, el Jurado Nacional de Elecciones, etc.), podrán intervenir en el
mismo a través de apoderados judiciales especiales, atendiendo a la importancia del
asunto controvertido, a la materia (que amerita especialidad en su conocimiento por
parte del apoderado judicial), a la distancia u otras situaciones similares. La designación
de los mencionados apoderados judiciales especiales estará sujeta a la legislación que
resulte pertinente. Todo ello se desprende del artículo 69 del Código Procesal Civil.
Puntualizamos que, según se colige del artículo 70 del Código Procesal Civil, para que
una persona pueda ser nombrada apoderado judicial se requiere que tenga capacidad
para comparecer por sí misma al proceso, vale decir, capacidad procesal (equivalente a
la capacidad de ejercicio).
12.5.2 El poder
12.5.2.1 Definición
González González asevera que "... el poder es el instrumento o escritura que contiene
la representación..." (GONZALEZ GONZALEZ, 1962: 58).
Véscovi califica al poder como "... una declaración unilateral de voluntad que el
representado dirige a los terceros, mediante la cual manifiesta que hace suyos los actos
del apoderado, dentro de los límites establecidos en aquél" (VESCOVI, 1999: 194).
12.5.2.2 Clases
Monroy Cabra, en lo que concierne a las clases de poder, afirma que es general el poder
"... que se otorga para todos los procesos en que tenga que intervenir el poderdante..."
(MONROY CABRA, 1979: 246). En cambio, a decir del citado autor, "... es especial el
conferido para un proceso o para una gestión dentro de él..." (MONROY CABRA,
1979: 246).
A) Poder otorgado por escritura pública. (En este caso no es exigible su inscripción en
los Registros Públicos: art. 72 -in fine- del C.P.C.). B) Poder otorgado por acta ante el
Juez del proceso.
Además, el poder puede conferirse, por ejemplo, mediante acta de sesión de Directorio
o de Junta General de Socios (en el caso de las sociedades comerciales), eso sí,
debidamente inscrita en los Registros Públicos (art. 14 de la Ley Nro. 26887). Inclusive
por ley se establece una presunción acerca de la representación de las asociaciones,
fundaciones y comités (según la Ley Nro. 26789), y de las sociedades comerciales y
civiles contempladas en la Ley General de Sociedades (según la Ley Nro. 26539):
bastará el solo nombramiento del administrador, representante legal, presidente del
consejo directivo o gerente, según el caso, para contar con poder de representación
procesal, a menos que en los estatutos o por acuerdo de Junta general se establezca lo
contrario. Y, precisamente, dicho nombramiento no siempre consta en escritura pública
(aunque debe ser debidamente inscrito).
12.5.2.3 Aceptación
"... El poder puede ser aceptado en forma expresa o tácita por su ejercicio..."
Véscovi opina sobre el tema que "... el poder, pese a ser un acto unilateral, en cuanto a
su otorgamiento, requiere la aceptación del apoderado, por lo cual comenzará a tener
efectos (y, naturalmente, a crear derechos y obligaciones) sólo a partir de ese momento.
El que (...) no requiere ninguna solemnidad, en general. Así, puede resultar de la propia
manifestación de voluntad en el acto de otorgamiento, compareciendo el apoderado en
la escritura (...), pero también de cualquiera otro acto, ya sea expreso o tácito, como la
simple asunción del cargo (por ejemplo, compareciendo en juicio en esa calidad)"
(VESCOVI, 1999: 196).
El apoderado judicial también puede optar por delegar en otra persona sus facultades de
representación, lo cual no obsta que pueda revocar en el futuro la delegación efectuada
y asumir nuevamente la representación (art. 77 -primer y segundo párrafos- del C.P.C.).
La delegación de facultades procederá únicamente si el apoderada judicial se encuentra
expresamente autorizado por la parte procesal a quien representa (poderdante). Como se
señalara en el párrafo anterior, somos de la opinión que para la delegación de facultades
de representación (al igual que con la sustitución de tales facultades) puede adaptarse
alguna de las formalidades contempladas en el artículo 72 del Código Procesal Civil
(escritura pública o acta otorgada ante el Juez del proceso) o en otras leyes para el
otorgamiento del poder de representación procesal y no necesariamente la misma
formalidad empleada para el otorgamiento de dicho poder. Finalmente, cabe indicar
que, producida la delegación de facultades, los actos procesales que efectúe el
apoderado delegado y que se ajusten al marco de las facultades conferidas obligan a la
parte representada, no ocurriendo lo propio con los actos para los cuales no hubo
autorización expresa por parte del poderdante (conforme se desprende del penúltimo
párrafo del arto 77 del C.P.C.).
Según Monroy Cabra "... se puede constituir un apoderado principal y uno o varios
sustitutos para la falta o ausencia del principal. No pueden actuar dos apoderados
simultáneamente. El sustituto actúa cuando falta o le es revocado el poder al principal
dejando subsistente el del sustituto, o si está ausente el principal" (MONROY CABRA,
1979: 246).
Antes que nada conviene tener en cuenta que las facultades de representación se
clasifican en facultades generales u ordinarias y facultades especiales u extraordinarias.
Acerca de la referida clasificación, Casarino Viterbo anota lo siguiente:
"... Estas facultades (del mandatario judicial) son de dos clases: ordinarias Y
extraordinarias.
A estas últimas se las conoce también con la denominación de facultades especiales del
mandato judicial.
Podríamos agregar que las facultades ordinarias constituyen la regla general, y las
extraordinarias, la excepción; de suerte que, en presencia de una determinada facultad
del mandato judicial, para saber si es ordinaria o extraordinaria, bastará con examinarla
al tenor de la enumeración que hace la ley de estas últimas y ver si está o no
comprendida en ella. En caso negativo, será ordinaria; en caso positivo, será
extraordinaria o especial" (CASARINO VITERSO, 1983, Tomo III: 85).
Casarino Viterbo explica las facultades ordinarias (o generales) del apoderado judicial
señalando que:
"... Son aquellas que se entienden conferidas en el mandato judicial sin necesidad de
mención expresa, y que constituyen la regla general.
(...)
En consecuencia, el mandatario actúa en el juicio como si en realidad fuera el propio
mandante; y lo hace durante todo el juicio, esto es, desde su iniciación hasta su
terminación, cualesquiera que sean las instancias por las que aquél atraviese. Actúa en
forma idéntica en todos los trámites, porque el conjunto de ellos constituye el juicio
mismo; en todos los incidentes, o sea, en las cuestiones accesorias que se susciten en el
curso del pleito y que requieren especial pronunciamiento del tribunal, porque quien
puede lo más puede lo menos; y en todas las cuestiones que por vía de reconvención se
promuevan, por la estrecha relación que ella tiene con la demanda principal. Las
facultades ordinarias del mandatario incluso comprenden las de intervenir en el
cumplimiento mismo de la sentencia definitiva…" (CASARINO VITERSO, 1983,
Tomo III: 86).
Según se infiere del artículo 74 del Código Procesal Civil, las facultades generales de
representación tienen las siguientes notas distintivas:
Para determinar qué actos procesales puede realizar el apoderado judicial que cuenta
con facultades generales de representación simplemente habrá que hacer exclusión de
aquellos actos previstos en el artículo 75 del Código Procesal Civil, numeral referido a
las facultades especiales de representación, es decir, quien cuente con facultades
generales tiene la potestad de realizar todos aquellos actos que no estén comprendidos
en dicho numeral (salvo que en el correspondiente poder el representado establezca
limitaciones mayores a las facultades generales de representación).
(...)
b) Aceptar la demanda contraria. También es otro acto que requiere de facultad especial
por la trascendencia que tiene dentro del pleito, pues implica nada menos que reconocer
en todas sus partes las pretensiones del demandante.
(...) Es necesario advertir que la renuncia de un recurso puede operar en forma expresa o
tácita. Expresa, cuando concretamente nos comprometemos a: no interponer el recurso;
y tácita, en cambio, cuando dejamos transcurrir el término legal sin interponerlo. La
verdad es que sólo la renuncia expresa del recurso requiere facultad especial de parte del
mandatario, pues la tácita equivale al no ejercicio de un derecho dentro del pleito, y para
eso bastan las facultades ordinarias del mandato judicial.
e) Transigir. Esta facultad especial significa celebrar el contrato de transacción, en
virtud del cual las partes terminan extrajudicialmente un litigio pendiente, o precaven un
litigio eventual (…)
Aprobar convenios. (...) Son verdaderas convenciones celebradas entre el deudor y sus
acreedores en cuanto a sus créditos; las cuales, en relación con la oportunidad en que
pueden celebrarse, se clasifican en convenios extrajudiciales, convenios judiciales
preventivos y convenios judiciales propiamente dichos. Cualquiera sea la clase del
convenio, también requiere de facultad especial el mandatario para celebrarlo
válidamente.
Demandar.
Reconvenir.
Contestar demandas.
Contestar reconvenciones.
Desistirse de la pretensión.
Allanarse a la pretensión.
Conciliar.
Transigir.
Realizar los demás actos que exprese la ley (y que haya autorizado el representado en el
poder correspondiente).
Por otro lado, no será necesario el otorgamiento de poder en los casos señalados en las
leyes Nros. 26539 (referida a las sociedades comerciales y civiles contempladas en la
Ley General de Sociedades) y 26789 (referida a las personas jurídicas reguladas en la
Sección Segunda del Libro I del Código Civil: asociaciones, fundaciones y comités). En
consecuencia, bastará el solo nombramiento del gerente, administrador, representante
legal o presidente del consejo directivo, según corresponda, para gozar de facultades
generales y especiales de representación. La excepción a esta regla la constituye la
disposición en diferente sentido que conste en los estatutos o se acuerde por Junta
General.
"El procurador común es el que deben constituir las partes plurales si, en caso de no
hacerlo, se entorpece el trámite judicial.
(...)
Se trata de que cuando varias personas actúan, ya sea como demandantes o demandadas
y (...) sean unas mismas (o, podríamos decir, similares o conexas) las acciones
(pretensiones) o excepciones que oponen, deben hacerlo en el proceso como una sola
parte procesal, por medio de un procurador común. Esto es, de un solo apoderado, el
cual puede ser nombrado de común acuerdo, respetando primero la voluntad de las
partes; pero si no se avinieren a hacerlo, lo designará el tribunal" (VESCOVI, 1999:
199).
La representación unitaria consiste en que las partes estén representadas procesal mente
por una sola persona, infiriéndose de ello que a cada una ya no le es lícito obrar por
separado, lo que produciría promociones diversas, aun contrarias, y confusión en el
procedimiento. También se funda en el principio de economía procesal" (PALLARES,
1979: 143).
(...)
"a) Si son dos o más los demandantes y deducen las mismas acciones o son dos o más
los demandados y oponen idénticas excepciones o defensas
(...); y
b) Si son dos o más los demandantes o dos o más los demandados y no deducen las
mismas acciones o no oponen idénticas excepciones o defensas, respectivamente.
"... Del principio de que en el estado de litisconsorcio cada sujeto conserva su calidad de
parte, no ha de seguirse que necesariamente actúen en forma independiente; por el
contrario, hay casos en que deben hacerlo bajo una representación común,
constituyendo entonces una sola entidad. Al iniciarse la demanda puede ya advertirse si
en ella se aducen por los actores fundamentos distintos, o si por el contrario la causa
petendi es la misma; por la contestación se verá si los demandados oponen iguales
defensas o si su diversidad supone diferencia entre ellos. Se explica que en el segundo
supuesto cada sujeto conserve su libertad de acción; pero en el primero, cuando tanto
los actores como los demandados defienden un interés común, no hay razón para que
litiguen por separado. En tales casos procede la unificación de la personería, a fin de
que los que se encuentren en esa situación actúen mediante un representante común.
12.5.6.2 Fundamento
Aldo Bacre asevera que "el fundamento de este instituto radica en la economía procesal.
No solamente contribuye al mantenimiento del orden en el proceso, porque facilita el
planteamiento de la lítis y el examen de las defensas, sino que es un medio de acelerar el
trámite, por cuanto se reduce el número de traslados, se evitan notificaciones, se
simplifica la prueba y se limitan los recursos" (BACRE, 1996, Tomo II: 103).
"... El procurador común será nombrado por acuerdo de las partes a quienes haya de
representar y dentro del término razonable que les señale el tribunal (...).
Si por omisión de todas las partes o por falta de avenimiento entre el/as no se hace el
nombramiento dentro del término indicado, lo hará el tribunal que conozca de la causa
(...).
"... Una vez producida la unificación el representante designado tiene, respecto de sus
mandantes, todas las facultades inherentes al mandato. Ello significa que queda
habilitado para realizar todos los actos procesales que no requieran facultades
especiales, salvo que éstas le hayan sido conferidas por los litisconsortes y consten en la
resolución que les discierne la representación (...). Pueden aquéllos, asimismo, limitar
expresamente las facultades del representante común.
Obviamente, éste asume también los deberes y responsabilidades que las leyes imponen
a los mandatarios..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 107).
Alessandri, acerca de las facultades de las partes que obran mediante procurador
(apoderado) común para hacer alegaciones personales, expresa lo siguiente:
"... La designación de procurador común no priva a las partes por él representadas del
derecho de hacer alegaciones personalmente (...).
(...)
De acuerdo con esto, cualquiera de las partes representadas por el procurador común
puede hacer alegaciones, rendir pruebas, entablar recursos, etc., cuando no se conforme
con los procedimientos del procurador común. En tales casos, (...) las alegaciones y los
recursos presentados separadamente por la parte, sólo la aprovechan o perjudican a ella,
y no a los demás colitigantes. Este derecho que tienen las partes representadas por el
procurador común, tiene una sola limitación: no deben entorpecer la marcha regular del
juicio y deben usar de los mismos plazos concedidos al procurador común"
(ALESSANDRI, 1940: 20).
12.5.6.5 Cese de la representación por apoderado común
"... Una vez efectuado el nombramiento común, éste puede revocarse de dos maneras:
por acuerdo unánime de los litisconsortes representados, o por decisión del juez dictada
a petición de uno de ellos, 'siempre que en este último caso hubiere motivo que lo
justifique' (...)'
Alessandri indica al respecto que "... aunque se deduzcan las mismas acciones o
defensas y deba litigarse por procurador común, puede concederse la facultad de
gestionar por separado, desde el momento en que aparezca haber incompatibilidad de
intereses entre las partes que litigan conjuntamente" (ALESSANDRI, 1940: 20-21).
La revocación del poder o renuncia del apoderado común, no surte efecto mientras no se
designe uno nuevo y éste se apersone al proceso (art. 76-último párrafo- del C.P.C.).
En opinión de Beatriz Quintero y Eugenio Prieto "el mandato judicial termina por el
agotamiento de la gestión para la cual se confirió. Termina, así mismo por revocación:
el mandato es esencialmente revocable (...). La revocación puede ser expresa o tácita: es
expresa cuando el poderdante manifiesta al funcionario ante quien se actúa su voluntad
de revocarlo; es tácita cuando la manifestación consiste en conferir poder a otro
abogado y termina justamente cuando se le reconoce persone ría al otro.
Puede terminar el mandato, por renuncia, como acto emanado del apoderado,
consistente en el acto de expresar su propósito de no continuar en el ejercicio del poder
tiene eficacia cuando se acepte la renuncia y se haga saber al poderdante. También
termina por la muerte del apoderado, ya que el mandato es un contrato intuitu personae;
si, en cambio, es el poderdante quien fallece, el mandato no termina a menos que los
herederos lo revoquen de consuno. Tampoco termina el poder por el hecho de que quien
lo otorga pierda su calidad de representante de una persona colectiva o de una natural"
(QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 30-31).
"a) POR REVOCACION. Debe ser expresa y extingue el mandato luego de que sea
admitida judicialmente. La sola intervención del mandante en el juicio no importa
revocación, sino en el caso que asuma la tramitación del juicio, pidiendo que se
entiendan con él las ulterioridades de éste. En caso de revocación hecha por el
poderdante, deberá nombrar otro apoderado o comparecer por sí mismo sin necesidad
de nueva citación; no haciéndolo así, la parte contraria podrá pedir que el juicio
continúe en rebeldía.
(...)
Lino Palacio nos informa que cesa la representación de los apoderados por las causales
que a continuación describe:
"1°) Por revocación expresa del mandato en el expediente. En este caso, el poderdante
debe comparecer por sí o constituir nuevo apoderado sin necesidad de emplazamiento o
citación, so pena de continuarse el juicio en rebeldía. La sola presentación del mandante
no revoca el poder.
(...)
2°) Por renuncia, en cuyo caso el apoderado debe, bajo pena de daños y perjuicios,
continuar las gestiones hasta que haya vencido el plazo que el juez fije al poderdante
para reemplazarlo o comparecer por sí (...)'
3°) Por haber cesado la personalidad con que litigaba el poderdante. (...) (Se) contempla
la hipótesis de que el mandante haya conferido el poder en su calidad de representante
necesario de otra persona, y de que haya cesado el motivo de esa representación (...)'
4°) Por haber concluido la causa para la cual se le 'Otorgó el poder. (...) se refiere, como
es obvio, al mandato conferido para actuar en un determinado proceso.
5°) Por muerte o incapacidad del poderdante. En tales casos el apoderado debe
continuar ejerciendo su personería hasta que los herederos o representante legal tomen
la intervención que les corresponde en el proceso. Mientras tanto, comprobado el deceso
o la incapacidad, el juez debe señalar un plazo para que los interesados concurran a estar
a derecho, citándolos directamente si se conocieren sus domicilios, o por edictos (...), si
no fueren conocidos, bajo apercibimiento de continuar el juicio en rebeldía en el primer
caso y de nombrarles defensor en el segundo (...).
(...)
"... Las comunes causales que extinguen el poder, conforme al derecho sustantivo son,
naturalmente, de aplicación al mandato procesal: la revocación (acto voluntario del
poderdante), la muerte, la incapacidad, el término fijado (ya sea en período de tiempo,
bien para la realización de una función determinada o la comparecencia en un cierto
procedimiento).
Sin embargo, el proceso tiene sus reglas propias que, en general, podríamos decir que se
derivan del hecho de que dichas causales sólo tienen efecto cuando se hacen patentes en
el procedimiento, dentro del juicio" (VESCOVI, 1999: 197).
Véscovi, refiriéndose esta vez a la muerte o incapacidad del poderdante como causal de
extinción del poder, sostiene que "... constituyen causales de extinción del mandato,
(que) permiten, sin embargo, la subsistencia del apoderamiento procesal si ya el mismo
se ha presentado en juicio (...). Se produce así, a los efectos del procedimiento (el
determinado, en el cual se está actuando ya), una especie de continuación del
apoderamiento, pese a la producción de la cau.sal de extinción. Dicho de otro modo: no
se produce la extinción (al menos a los efectos procesales concretos), sino hasta que se
origina un acto que revela (oficialmente) en el referido procedimiento, que se ha
producido la causal. Para lo que se exige la comparecencia de quienes sustituyen la
personalidad del poderdante, ya sean sus herederos, en caso sucesorio, o su curador, en
caso de incapacidad..." (VESCOVI, 1999: 197).
"... Esta es, también, una forma de remoción del mandatario; siempre que en el poder se
confiera la facultad de sustituir, pues se considera que este acto no puede cumplirse sin
que el poderdante lo haya autorizado.
De conformidad con nuestro ordenamiento jurídico procesal (art. 78 -parte inicial del
C.P.C.), el cese de la representación judicial se produce por las mismas causas que dan
lugar al término de la representación o del mandato (revocación del poder; renuncia,
fallecimiento, incapacidad posterior del apoderado; vencimiento del plazo del mandato;
cumplimiento de éste; etc.).
Es de destacar que, a menos que haya una declaración explícita, la ejecución de un acto
procesal por parte del representado no implica la revocación del poder (art. 78 -in fine-
del C.P.C.). Esto significa que la intervención del apoderado no excluye la participación
de la persona a quien se representa. Es de anotar que el ordenamiento sustantivo, a
diferencia del procesal, prevé la revocación tácita del poder con la ejecución del acto
por el representado (art. 151 del Código Civil). Ello no implica conflicto de leyes
alguno porque la representación procesal se rige, como es obvio, por la legislación de la
materia, siendo la normatividad del Código Civil sobre representación y mandato
aplicable únicamente en forma supletoria (art. 62 del C.P.C.).
Acerca de los efectos del cese de la representación judicial decidido por el representado
capaz de actuar por sí mismo, hay que señalar que, según se desprende del artículo 79 -
primer párrafo- del Código Procesal Civil, sólo tendrá eficacia a partir del momento en
que se apersona al proceso la parte que confirió el poder, ya sea por sí mismo o
mediante nuevo apoderado judicial, no importando la fecha o forma de la comunicación
del cese de la representación al anterior apoderado ni tampoco la causal.
Finalmente, y conforme lo ordena el último párrafo del artículo 79 del Código Procesal
Civil, en tanto no se designe nuevo representante o curador procesal, el proceso se
suspenderá (por un plazo que no excederá los 30 días) en los siguientes casos:
12.6.1 Noción de abogado Para De Pina "el abogado es (...) la persona que en posesión
de título de Licenciado en Derecho y cumplidos los requisitos legales correspondientes,
presta sus servicios técnicos, en los órdenes judicial y extrajudicial, con carácter
profesional..." (DE PINA, 1940: 141).
Para Rosenberg el abogado "... es una persona experta en derecho, autorizada por el
Estado para servir a las partes, en razón de su profesión, como asesor (patrocinante) y
representante (mandatario procesal) "(...); en estas tareas es independiente y sólo está
sometido a las leyes. Como representante actúa en lugar de la parte (ausente); como
patrocinante, junto a la parte (presente), a la que asiste con su consejo y alegato..."
(ROSENSERG, 1955, Tomo 1: 146).
En palabras de Glück los abogados "... son los auxiliares de la justicia encargados de
esclarecerla por las consultas y por la defensa, o los que por profesión asisten a las
partes en sus emergencias jurídicas, los que les dan sus consejos legales y los que
defienden sus derechos..." (GLÜCK; citado por GALLlNAL, s/a, Tomo I: 242-243).
Gallinal refiere que el término abogado, "... en el uso corriente de nuestro idioma,
significa protector, defensor, el que intercede, media y ruega en favor de otro; y el
abogado en la acepción jurídica, protege y defiende en sus derechos, al que necesita el
amparo de la justicia e intercede, por él, ante los tribunales, para que le favorezcan,
haciendo cumplir las leyes. La acepción usual de la palabra corresponde a su acepción
jurídica. Por eso, los que desempeñan esta profesión, fueron designados por los romanos
con los nombres de patroni (protectores) y advoctis, en cuanto eran llamados por los que
solicitaban su intercesión y auxilio (...). Lo que le caracteriza como tal, es resolver
consultas, o mostrarse en los tribunales defendiendo de palabra y por escrito los
derechos de sus clientes, invocando la ley y exigiendo el exacto cumplimiento de la
justicia" (GALLlNAL, s/a, Tomo 1: 243-244).
"... Son personas revestidas por la autoridad competente de la facultad de defender ante
los tribunales de justicia los derechos de la partes litigantes (...).
No se piense, sin embargo, que ésta sea la función exclusiva de los abogados. En efecto,
ellos actúan ante los tribunales tanto en la defensa de los derechos de los litigantes como
en la dirección de los negocios no contenciosos; y también actúan fuera de los tribunales
informando a las personas que requieran sus servicios profesionales acerca de cualquier
punto legal y que sea de interés para la conclusión de sus negocios jurídicos. El abogado
no es un funcionario auxiliar de la administración de justicia, (...) pero sí que es, en
cambio, un poderoso colaborador suyo.
La Ley Orgánica del Poder Judicial regula lo concerniente a los abogados patrocinantes
en el Capítulo Unico ("De los abogados patrocinantes") del Título I de la Sección
Sétima ("De la defensa ante el Poder Judicial"), en los arts. 284 al 294. Precisamente, el
artículo 284 de la Ley Orgánica del Poder Judicial prescribe al respecto que:
"La abogacía es una función social al servicio de la Justicia y el Derecho.
Toda persona tiene derecho a ser patrocinada por el Abogado de su libre elección".
De acuerdo a lo normado en el artículo 285 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, para
patrocinar se requiere:
El artículo 286 de la Ley Orgánica del Poder Judicial trata sobre los impedimentos del
abogado para patrocinar. Así, según dicho numeral, no puede patrocinar el abogado que:
7. Los Auxiliares de Justicia y los funcionarios y empleados del Poder Judicial y del
Ministerio Público.
Tal como lo señala el artículo 289 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, son derechos
del abogado patrocinante:
6. Exigir el cumplimiento del horario del Despacho Judicial y de las diligencias o actos
procesales.
7. Ser atendido personalmente por los Magistrados, cuando así lo requiera el ejercicio
de su patrocinio.
"... El abogado es sujeto de deberes hacia su cliente, el órgano judicial y la parte frente a
la cual ejerce su patrocinio.
Con respecto al órgano judicial, el abogado está obligado a observar una conducta
compatible con el buen orden del proceso y con la autoridad, dignidad y decoro del juez
o jueces que integran a aquél, absteniéndose por lo tanto de obstruir la adecuada
ejecución de los actos procesales y de utilizar expresiones indecorosas u ofensivas (...).
Finalmente, con relación a la parte contraria a aquélla que patrocina, debe el abogado
comportarse con lealtad, probidad y buena fe..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 155-156).
La Ley Orgánica del Poder Judicial, en su artículo 288, establece que son deberes del
abogado patrocinante:
3. Defender con sujeción a las leyes, la verdad de los hechos y las normas del Código de
Ética Profesional.
7. Instruir y exhortar a sus clientes para que acaten las indicaciones de los Magistrados y
guarden el debido respeto a los mismos ya todas las personas que intervengan en el
proceso.
10. Consignar en todos los escritos que presenten en un proceso su nombre en caracteres
legibles y el número de su registro en el Colegio de Abogados, y su firma en los
originales, sin cuyos requisitos no se acepta el escrito.
12. Ejercer obligatoriamente, cuando menos una defensa gratuita al año, según el
reporte que realice el respectivo Colegio de Abogados.
A tenor del artículo 109 del Código Procesal Civil, son deberes de los abogados (así
como de las partes y apoderados) los siguientes:
5. Concurrir ante el Juez cuando éste los cite y acatar sus órdenes en las actuaciones
judiciales.
(…)
La responsabilidad civil de los abogados, es con respecto a los daños y perjuicios que le
sean legalmente imputables y de los cuales deben resarcir a sus clientes (...).
(…)
En cuanto a la responsabilidad criminal, tiene lugar, cuando el hecho que se realiza por
el abogado es considerado delictuoso por el Código Penal..." (GALLINAL, s/a, Tomo I:
266-268).
Por su parte, Casarino Viterbo, en lo que se refiere a la responsabilidad del abogado,
manifiesta lo siguiente:
"… La responsabilidad del abogado puede ser de tres clases: civil, penal y profesional o
disciplinaria. Cada una de ellas tiene diferente fuente u origen, se hace efectiva ante
diversos organismos y también distintas serán las sanciones que pueden recaer.
(...)
(...) Responsabilidad civil. Desde el momento en que entre el cliente y el abogado media
un contrato de mandato, lógico es que el abogado, como cualquier otro mandatario,
pueda incurrir en responsabilidad civil.
Será ésta una responsabilidad contractual, y nacerá cuando el abogado no cumpla con
las obligaciones que el contrato de mandato profesional le impone. Esta responsabilidad
civil, como se comprende, se hace efectiva ante los tribunales ordinarios de justicia (...),
y se traducirá en el pago de la correspondiente indemnización por los perjuicios
ocasionados.
Esta responsabilidad se sujetará, por consiguiente, a las reglas del mandato civil y, en
último término, a las de la teoría general de las obligaciones.
(...) Responsabilidad penal. Es aquella en que pueden incurrir los abogados con motivo
de la comisión de delitos relacionados con el ejercicio de su profesión (...).
(...) Responsabilidad profesional. Toda persona que fuere afectada por un acto
desdoroso, abusivo o contrario a la ética, cometido por un profesional en el ejercicio de
su profesión, podrá recurrir a los tribunales de justicia en demanda de la aplicación de
las sanciones que actualmente contemplen para estos actos la Ley Orgánica del Colegio
respectivo o las normas de ética vigentes" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo 11:
265-266).
"Artículo 292°.- Los Magistrados sancionan a los abogados que formulen pedidos
maliciosos o manifiestamente ilegales, falseen a sabiendas la verdad de los hechos, o no
cumplan los deberes indicados en los incisos 1),2),3),5), 7), 9), 11) y 12) del artículo
288° [de la L.O.P.J. Tales incisos señalan, respectivamente, que son deberes del
abogado patrocinan te: A. actuar como servidor de la Justicia y como colaborador de los
Magistrados (inciso 1); B. patrocinar con sujeción a los principios de lealtad, probidad,
veracidad, honradez y buena fe (inciso 2); C. defender con sujeción a las leyes, la
verdad de los hechos y las normas del Código de Ética Profesional (inciso 3); D. actuar
con moderación y guardar el debido respeto en sus intervenciones y en los escritos que
autorice (inciso 5); E. instruir y exhortar a sus clientes para que acaten las indicaciones
de los Magistrados y guarden el debido respeto a los mismos y a todas las personas que
intervengan en el proceso (inciso 7); F. abstenerse de promover la difusión pública de
aspectos reservados del proceso aún no resuelto, en que intervenga (inciso 9); G.
denunciar a las personas que incurran en el ejercicio ilegal de la abogacía (inciso . 11);
Y H. ejercer obligatoriamente, cuando menos una defensa gratuita al año, según el
reporte que realice el respectivo Colegio de Abogados (inciso 12)]. Las sanciones
pueden ser de amonestación y multa no menor de una (01) ni mayor de veinte (20)
Unidades de Referencia Procesal, así como suspensión en el ejercicio de la profesión
hasta por seis meses.
Las resoluciones que impongan sanción de multa superior a dos (02) Unidades de
Referencia Procesal o de suspensión, son apelables en efecto suspensivo, formándose el
cuaderno respectivo. Las demás sanciones son apelables sin efecto suspensivo.
"Artículo 304°.- En caso que los Defensores Gratuitos no cumplan con sus obligaciones,
por negligencia o ignorancia inexcusables, los Magistrados comunican el hecho a los
respectivos Colegios de Abogados, para la aplicación de las sanciones disciplinarias a
que hubiere lugar".
El artículo 110 del Código Procesal Civil, a que se alude en el artículo 111 del
mencionado cuerpo de leyes (citado precedentemente), versa sobre la responsabilidad
patrimonial de las partes, sus abogados, sus apoderados y los terceros legitimados, y
dispone: A. que las partes, sus abogados, sus apoderados y los terceros legitimados
responden por los perjuicios que causen con sus actuaciones procesales temerarias o de
mala fe; B. que cuando en el proceso aparezca la prueba de tal conducta, el Juez,
independientemente de las costas que correspondan, impondrá una multa no menor de
cinco ni mayor de veinte Unidades de Referencia Procesal; y C. que cuando no se pueda
identificar al causante de los perjuicios, la responsabilidad será solidaria.
En cuanto a la responsabilidad penal en que puede incurrir el abogado, cabe indicar, a
manera de ejemplo, que dicha responsabilidad puede derivar de la comisión por parte de
aquél de los siguientes ilícitos penales:
Violación del secreto profesional. Al respecto, el artículo 165 del Código Penal
preceptúa que el que, teniendo información por razón de su estado, oficio, empleo,
profesión o ministerio, de secretos cuya publicación pueda causar daño, los revela sin
consentimiento del interesado, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor
de dos años y con sesenta a ciento veinte días-multa.
Patrocinio infiel. Al respecto, el artículo 421 del Código Penal señala que el abogado o
mandatario judicial que, después de haber patrocinado o representado a una parte en un
proceso judicial o administrativo, asume la defensa o representación de la parte
contraria en el mismo proceso, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor
de dos años.
Antes de la entrada en vigencia del Código Procesal Civil en Julio de 1993, ya el Texto
Único Ordenado de Ley Orgánica del Poder Judicial (D.S. Nro. 017-93-JUS) se
ocupaba de la representación judicial por abogado. Así es, el artículo 290 de dicha Ley
Orgánica establece en su primer párrafo que en los procesos, sin necesidad de la
intervención de su cliente, el abogado puede presentar, suscribir y ofrecer todo tipo de
escritos, con excepción de aquellos para los que se requiere poder especial con arreglo a
ley. Dicha norma constituye un acierto y es de mucha utilidad porque en virtud de ella
el letrado patrocinante está facultado para presentar los escritos necesarios a fin de
proseguir con el desarrollo del proceso y evitar que el propio cliente se perjudique en
caso de producirse algún evento que imposibilite al último la suscripción de un escrito,
hecho que hubiese motivado su no presentación de faltar el artículo 290 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial (y el art. 80 del C.P.C.). Es sabido que en el ejercicio de la
profesión muchas veces se dificulta el contacto entre abogado y patrocinado e,
inclusive, éste puede optar por dejar en manos de aquél el conocimiento del juicio y la
realización de los actos procesales; pero, con la representación judicial otorgada
legalmente al abogado se evita la paralización involuntaria del proceso y, es más, se
agiliza éste.
En varios casos los medios impugnatorios que interponían los abogados para lograr que
se declarase la ineficacia de una resolución judicial eran rechazados por los magistrados
quienes consideraban que las facultades generales de representación no se hacían
extensivas a la potestad del letrado para impugnar una resolución, exigiendo
erróneamente la firma del representado (o de su representante que cuente con facultades
especiales). Aquello acontecía inclusive estando ya vigente el Código Procesal Civil. Al
respecto, señalamos que los actos que requieren de facultades generales se determinan
haciendo exclusión de los contenidos en el artículo 75 del mencionado Código, referido
a las facultades especiales; en consecuencia, al no prescribir el ordenamiento procesal u
otra ley que la interposición de medios impugnatorios constituye un acto para el cual se
exige contar con facultades especiales, el letrado patrocinante podrá interponerlos con
su sola firma haciendo uso de las facultades generales concedidas. Pese a lo expresado
resulta saludable lo dispuesto por la Ley Nro.
26624 (del 19-06-1996) que agrega un nuevo párrafo al artículo 290 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, el cual precisa que el abogado no requiere poder especial para
interponer medios impugnatorios en representación de su cliente.
Finalmente, en relación al tema tratado en este punto, debe tenerse presente lo dispuesto
en el artículo 291 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, conforme al cual:
"Los abogados que integran estudios colectivos pueden sustituirse indistintamente en el
patrocinio de los asuntos a su cargo y se representan, unos a otros, para fines
profesionales, ante las Salas y Juzgados correspondientes.
En principio, cabe señalar que el auxilio judicial (beneficio por el cual se exonera de los
gastos del proceso al auxiliado mas no del pago de las costas y costos procesales: arts.
182 -primer párrafo- y 413 -segundo párrafo- del C.P. C.) se concede únicamente a
personas naturales (y no a personas jurídicas, siendo irrelevante si éstas se encuentran
en situación de iliquidez o insolvencia). No necesariamente se concede dicho beneficio
a todas las personas de escasos recursos, sino, estrictamente, a quienes tengan que
intervenir en un proceso (como demandante o demandado) cuyos gastos por todos
conocidos no pueden ser cubiertos o garantizados sin poner en peligro la propia
subsistencia del sujeto procesal o la de las personas que dependan de este último
(integrantes del círculo familiar). Ello se colige del artículo 179 del Código Procesal
Civil.
Ningún abogado está obligado a patrocinar más de tres procesos con Auxilio Judicial al
año (art. 183 -parte final del segundo párrafo- del C.P.C.).
Los honorarios del (abogado) apoderado son fijados por el Juez. Son cubiertos
íntegramente por el perdedor, sino fuera (el) auxiliado. Si éste fuera el perdedor, los
paga el Colegio (de Abogados) respectivo (art. 183 -penúltimo párrafo- del C.P.C.).
El (abogado) apoderado tiene las facultades del curador procesal y las que le conceda el
auxiliado. Sin perjuicio de ello, el apoderado podrá delegar la representación en otro
Abogado, bajo su responsabilidad (art. 185 del C.P.C.).
"... Si bien toda persona tiene derecho a ser patrocinada por el abogado de su elección
en el proceso en el que interviene, resulta que dicho letrado debe cumplir con requisitos
básicos para que el patrocinio sea idóneo con respecto a su patrocinado, entre los cuales
se requiere (...) que se encuentre habilitado para el patrocinio judicial conforme al
Estatuto de su respectivo Colegio profesional" (Casación Nro. 1363-99/ Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 23-12-1999, págs. 4403-4404).
A manera de ilustración, procederemos a citar seguidamente los artículos 145 al 167 del
Código Civil que regulan lo concerniente a la representación:
"El acto jurídico puede ser realizado mediante representante, salvo disposición contraria
de la ley.
"Cuando son varios los representantes se presume que lo son indistintamente, salvo que
expresamente se establezca que actuarán conjunta o sucesivamente o que estén
específicamente designados para practicar actos diferentes".
"Si son dos o más los representantes, éstos quedan obligados solidariamente frente al
representada, siempre que el poder se haya otorgado por acto único y para un objeto de
interés común".
"La revocación del poder otorgado por varios representados para un objeto de interés
común, produce efecto sólo si es realizada por todos".
"La designación de nuevo representante para el mismo acto o la ejecución de éste por
parte del representado, importa la revocación del poder anterior.
Esta produce efecto desde que se le comunica al primer representante". Art. 152 del
C.C. (comunicación de la revocación):
La revocación comunicada sólo al representante no puede ser opuesta a terceros que han
contratado ignorando esa revocación, a menos que ésta haya sido inscrita.
Quedan a salvo los derechos del representado contra el representante". Art. 153 del C.C.
(poder irrevocable):
"El poder es irrevocable siempre que se estipule para un acto especial o por tiempo
limitado o cuando es otorgado en interés común del representado y del representante o
de un tercero.
El plazo del poder irrevocable no puede ser mayor de un año". Art. 154 del C.C.
(renuncia a la representación):
"Para disponer de la propiedad del representado o gravar sus bienes, se requiere que el
encargo conste en forma indubitable y por escritura pública, bajo sanción de nulidad".
El representado puede accionar directamente contra el sustituto". Art. 159 del C.C.
(revocación de la sustitución de la representación):
"La sustitución puede ser revocada por el representante, reasumiendo el poder, salvo
pacto distinto".
"El acto jurídico celebrado por el representante, dentro de los límites de las facultades
que se le haya conferido, produce efecto directamente respecto del representado".
"El acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de las facultades
que se le hubiere conferido, o violándolas es ineficaz con relación al representado, sin
perjuicio de las responsabilidades que resulten frente a éste y a terceros.
También es ineficaz ante el supuesto representado el acto jurídico celebrado por persona
que no tiene la representación que se atribuye".
Art. 162 del C.C. (ratificación del acto jurídico celebrado sin poder):
"En los casos previstos por el artículo 161 [del C.C.], el acto jurídico puede ser
ratificado por el representado observando la forma prescrita para su celebración.
La ratificación tiene efecto retroactivo, pero queda a salvo el derecho de tercero.
"El acto jurídico es anulable si la voluntad del representante hubiere sido viciada. Pero
cuando el contenido del acto jurídico fuese total o parcialmente determinado, de modo
previo, por el representado, el acto es anulable solamente si la voluntad de éste fuere
viciada respecto de dicho contenido".
"El representante está obligado a expresar en todos los actos que celebre que procede a
nombre de su representado y, si fuere requerido, a acreditar sus facultades".
"Se presume que el dependiente que actúa en establecimientos abiertos al público tiene
poder de representación de su principal para los actos que ordinariamente se realizan en
ellos".
Art. 166 del C.C. (acto jurídico consigo mismo del representante):
"Es anulable el acto jurídico que el representante concluya consigo mismo, en nombre
propio o como representante de otro, a menos que la ley lo permita, que el representado
lo hubiese autorizado específicamente, o que el contenido del acto jurídico hubiera sido
determinado de modo que excluya la posibilidad de un conflicto de intereses.
Art. 167 del C.C. (actos para los que los representantes legales requieren de
autorización):
"Los representantes legales requieren autorización expresa para realizar los siguientes
actos sobre los bienes del representado:
4.- Celebrar los demás actos para los que la ley o el acto jurídico exigen autorización
especial".
También citaremos a continuación los artículos 1790 al 1813 del Código Civil que
norman lo relativo al mandato (y que, como se indicara anteriormente, resultan de
aplicación supletoria en todo lo no previsto en el Título II -"Comparecencia al proceso"-
de la Sección Segunda -"Sujetos del proceso"- del C.P.C.):
"Por el mandato el mandatario se obliga a realizar uno o más actos jurídicos, por cuenta
y en interés del mandante".
Si el monto de la retribución no ha sido pactado, se fija sobre la base de las tarifas del
oficio o profesión del mandatario; a falta de éstas, por los usos; y, a falta de unas y
otros, por el juez".
"El mandato comprende no sólo los actos para los cuales ha sido conferido, sino
también aquellos que son necesarios para su cumplimiento.
1.- A facilitarle los medios necesarios para la ejecución del mandato y para el
cumplimiento de las obligaciones que a tal fin haya contraído, salvo pacto distinto.
2.- A pagarle la retribución que le corresponda y a hacerle provisión de ella según los
usos.
3.- A reembolsarle los gastos efectuados para el desempeño del mandato, con los
intereses legales desde el día en que fueron efectuados.
4.- A indemnizarle los daños y perjuicios sufridos como consecuencia del mandato".
Art. 1798 del C.C. (derecho preferente del mandatario para satisfacer sus créditos):
"El mandatario tiene derecho a satisfacer los créditos que le corresponden según el
artículo 1796 [del C. C.J con los bienes que han sido materia de los negocios que ha
concluido, con preferencia sobre su mandante y sobre los acreedores de éste".
"También puede el mandatario retener los bienes que obtenga para el mandante en
cumplimiento del mandato, mientras no cumpla aquéllas obligaciones que le
corresponden según los incisos 3 y 4 del artículo 1796 [del C.C.]".
3.- Muerte, interdicción o inhabilitación del mandante o del mandatario". Art. 1802 del
C.C. (validez de actos posteriores a extinción del mandato): "Son válidos los actos que
el mandatario realiza antes de conocer la extinción del mandato".
Art. 1803 del C.C. (subsistencia del mandato en interés del mandatario o de tercero):
Art. 1804 del C.C. (adopción de providencias por muerte, interdicción o inhabilitación
del mandatario):
"Si el mandatario fuere representante por haber recibido poder para actuar en nombre
del mandante, son también aplicables al mandato las normas del título III del Libro II.
[En este párrafo se hace referencia al Título III ("Representación") del Libro II ("Acto
jurídico") del Código Civil, Título integrado por los arts. 145 al 167 del citado cuerpo
de leyes].
En este caso, el mandatario debe actuar en nombre del mandante". Art. 1807 del C.C.
(presunción del mandato con representación): "Se presume que el mandato es con
representación".
Art. 1808 del C.C. (revocación y renuncia del poder en el mandato con representación):
"El mandatario que actúa en nombre propio adquiere los derechos y asume las
obligaciones derivados de los actos que celebra en interés y por cuenta del mandante,
aun cuando los terceros hayan tenido conocimiento del mandato".
Art. 1810 del C.C. (obligación del mandatario sin representación de transferir bienes
adquiridos):
Art. 1811 del C.C. (asunción de obligaciones del mandatario en el mandato sin
representación):
"El mandante está obligado a asumir las obligaciones contraídas por el mandatario en
ejecución del mandato".
Art. 1812 del C.C. (responsabilidad del mandatario en el mandato sin representación):
Art. 1813 del C.C. (inafectación de bienes adquiridos en virtud del mandato sin
representación):
"Los acreedores del mandatario no pueden hacer valer sus derechos sobre los bienes que
éste hubiese adquirido en ejecución del mandato, siempre que conste de documento de
fecha cierta anterior al requerimiento que efectúen los acreedores a fin de afectar dichos
bienes con embargo u otras medidas".
(.. .)
(...) Es corriente que los códigos permitan la actuación -previa prestación de garantía o
fianza- de terceras personas en nombre de los interesados, ya sea -lo que es más común-
para defender (contestar, oponer excepciones, etc.) a quien no está en condiciones de
hacerlo por sí, por motivos de urgencia, o bien para demandar (en caso de vencimiento
de algún plazo, si no se inicia dicha demanda). La garantía, en general, queda a criterio
del tribunal y tiene por objeto responder por la afirmación del compareciente de que
aquel por quien actúa aprobará su gestión.
"... La ley procesal (...) ha contemplado la situación de una persona que comparezca en
juicio en beneficio de otra sin tener poder. Esta falta de mandato podrá producirse
porque en realidad tal poder no se ha otorgado o porque, si bien se otorgó, no lo ha sido
con las solemnidades que la misma ley establece y el legislador procesal ha
contemplado y aceptado la situación antes descrita, en atención (...) que hay situaciones
de hecho que autorizan esta forma de intervención en juicio, que, de no reconocerla,
significaría dejar al litigante en la más completa indefensión (ejemplos: enfermedad,
ausencia imprevista, privación de medios de comunicación, etc.).
Pero, junto con aceptar el legislador esta forma anormal de comparecencia ante los
tribunales, la ha rodeado de ciertas restricciones, con el objeto de que no sirva de fuente
de abusos para la contraparte. En efecto, el que comparece en juicio en beneficio de otro
sin poder, ofrecerá garantía de que éste aprobará lo que se haya obrado en su nombre; y
sobre el tribunal, a su vez, pesa tres obligaciones: a) calificará las circunstancias del
caso; b) calificará la garantía ofrecida, y c) fijará un plazo para la ratificación del
interesado..." (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 94).
"... Desde el punto de vista procesal, denomínase gestor a quien, limitándose a invocar
la representación de un tercero, o careciendo de poder suficiente, comparece en nombre
de aquél para realizar uno o más actos procesales que no admiten demora, aunque con la
condición de acreditar personería o de obtener la ratificación de su actuación dentro de
un plazo determinado.
(...)
(..) La gestión procesal (...) sólo puede ser admitida en los casos urgentes. (...) la
'urgencia' debe revestir carácter objetivo, debiendo por lo tanto surgir de la petición
misma o de la índole del acto de que se trata..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 71-73).
"La institución del gestor judicial se funda en dos principios o razones: es la primera la
presunción de que el dueño del negocio, o sea el representado por el gestor, ratificará lo
hecho por éste en defensa de sus intereses, de tal manera que la falta de autorización
expresa está suplida por la presunta en que se funda el legislador.
La segunda razón que apoya la conveniencia y utilidad del gestor judicial, consiste en
que es conforme al derecho natural facilitar la defensa de las partes, y cuando ellas no
pueden hacerlo personalmente ni tienen quién lo haga en su nombre, hay que abrir las
puertas al gestor para que supla esta deficiencia" (PALLARES, 1979: 160).
2. Que cuando la parte contraria lo pida, el procurador oficioso preste garantía suficiente
a criterio del Juez de que su gestión será ratificada por el procurado, dentro de los dos
meses siguientes de comparecer éste. (La procuración oficiosa es temporal como se
puede advertir. Por eso, de no haber ratificación concluirá el proceso, siendo
responsable el procurador oficioso de los daños y perjuicios causados a la otra parte o al
mismo procurado y deudor también de las costas y costos habidos, siempre y cuando su
intervención haya sido manifiestamente injustificada o temeraria: art. 81 -penúltimo
párrafo- del C.P.C. La necesidad de ratificación inmediata por parte del procurado
adquiere justificación porque sólo así habrá seguridad del normal desarrollo del proceso
y de la legitimidad de su tramitación; lo contrario significaría la posibilidad de que,
luego de culminado un juicio -que generalmente dura demasiado tiempo- y antes de su
ejecución efectiva, se apersone al proceso el titular del derecho discutido o inicie otro
para anularlo argumentando que no pudo hacer uso de su derecho de defensa y de su
derecho a un debido proceso, y desconociendo o cuestionando la intervención del
procurador oficioso.
El último párrafo del artículo 81 del Código Procesal Civil establece una presunción
jure et de jure, es decir, que no admite prueba en contrario por ser de carácter absoluto.
Efectivamente, cuando el interesado comparece en nombre propio o debidamente
representado y no objeta expresamente la participación del procurador, se presumirá la
ratificación de la procuración oficiosa.
La ratificación de la gestión del procurador oficioso, dicho sea de paso, tiene efecto
retroactivo (art. 81 -in fine- del C.P.C.). Así, tendrán eficacia procesal todos aquellos
actos realizados a partir de la comparecencia del procurador que hayan sido ratificados,
sin perjuicio del derecho de terceros.
Advertimos que la ratificación de la gestión del procurador oficioso tiene que ser pura o
simple: deben aceptarse en su integridad los actos procesales desarrollados por el
procurador. No será válida la ratificación parcial como tampoco lo será la que esté
sujeta a condición (art. 81 -último párrafo- del C.P.C.).
"... Un interés difuso significa un interés muy extendido o 'dilatado', vale decir extenso
(en el espacio o en el tiempo) o numeroso (...).
El número habrá de aludir, más que al mismo Interés que, en sí, no se multiplica, a los
sujetos del mismo, a los que tienen 'ese' interés que, por así decirlo, se reiteraría o
repetiría" (GELSI BIDART, 1985: 539).
Surgen así intereses que no responden a una categoría precisa, justamente porque son,
como se ha dicho, 'fragmentarios', también superindividuales y, por otro lado, difusos,
desde que no encuentran tras sí un grupo colectivo individualizable y, menos,
jurídicamente compacto, como puede ser la persona jurídica o colectiva. Entre esos
intereses se mencionan los del 'consumidor', ese personaje tan importante en nuestra
época pero, a la vez, muy indefinido como para poder brindarle la protección de los
institutos jurídicos tradicionales. Pensamos, simplemente, que este 'consumidor' frente a
nuestra ciencia procesal, encarado como una 'parte' de un litigio, por más que se admita
la parte compleja, no entra en nuestras instituciones naturales (o tradicionales). Lo
mismo debemos decir de los intereses espirituales (artísticos, históricos, culturales) de la
sociedad o la defensa del propio medio ambiente (...), tan a menudo agredidos por el
desarrollo de nuestra sociedad..." (VESCOVI, 1999: 282).
Gelsi Bidart, al examinar los procesos concernientes a intereses difusos, enseña lo
siguiente:
Cabe señalar la importancia que en la materia puede tener el proceso cautelar en sentido
estricto (v.gr. tomar medidas para que no se destruya un monumento histórico, en tanto
se dilucida si realmente ha de considerarse tal) o en sentido lato, es decir en el plano
sustantivo (imponer la conservación o recuperación del suelo de un predio, etc.).
(...) Pero también pueden dar lugar a proceso voluntario (en especial informatio ad
perpetuam) para dejar establecido que en tal lugar o en tal predio existe algo que puede
comprometer un interés difuso (éste es monumento histórico; éste es un bien cultural o
artístico; este pantano puede no contaminar el ambiente; éste porque se encuentra en
precarias condiciones). Todo lo cual puede ser llamado de atención para las autoridades
u otros sujetos interesados" (GELSI BIDART, 1985: 548).
De modo que si la acción no es sino el derecho a perseguir en juicio lo que se nos debe;
sólo quien tiene derecho tiene acción.
(.. .)
El rol a cumplir por la jurisdicción debe ser esencialmente valorativo. Partir de la base
de presuponer un valor social definible, que ante su violación, abra paso a las
condiciones de exigir la tutela" (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen I: 402-403). El
Código Procesal Civil, en su artículo 82, regula lo relacionado al patrocinio de intereses
difusos de esta manera:
"Interés difuso es aquel cuya titularidad corresponde a un conjunto indeterminado de
personas, respecto de bienes de inestimable valor patrimonial, tales como el medio
ambiente o el patrimonio cultural o histórico o del consumidor.
Las Rondas Campesinas que acrediten persone ría jurídica, tienen el mismo derecho que
las Comunidades Campesinas o las Comunidades Nativas en los lugares donde éstas no
existan o no se hayan apersonado a juicio.
EI INDECOPI representará a todos los consumidores afectados por los hechos en que se
funde el petitorio si aquéllos no manifestaran expresamente y por escrito su voluntad de
no hacer valer su derecho o de hacerlo por separado, dentro del plazo de 30 días de
efectuada la mencionada publicación, vencido el cual se citará a audiencia de
conciliación (se entiende dentro de la audiencia única que corresponde a un proceso
sumarísimo).
Anna de Vita, en lo que atañe a la distinción entre interés colectivo e interés difuso,
afirma que "... el aspecto distintivo radicará en que en las hipótesis de 'intereses difusos'
no existiría una comunidad de personas genéricamente organizada e identificable, sino
más bien una situación más fluida de una realidad plurisubjetiva" (DE VITA; citada por
LANDONI SOSA, 1998: 448).
"... Es la dimensión del grupo subjetivo lo que hace colectivo a un interés, pero es la
indeterminación, la falta de límites precisos en cuanto a la identificación de las personas
que lo componen lo que convierte a ese interés en difuso.
Por lo tanto, el interés difuso se caracteriza por corresponder a los sujetos de un grupo
indeterminado" (BARRIOS DE ANGELIS; citado por LANDONI SOSA, 1998: 448).
Esa comunidad de personas pueden: o bien no tener un vínculo jurídico que las aglutine,
o éste, puede ser extremadamente genérico, como la circunstancia de pertenecer a una
misma comunidad política, o vincularse a circunstancias de hecho muchas veces
accidentales o mudables, como ocurre, por ejemplo, respecto de los habitantes de una
región perjudicados tanto por la polución emanada de un establecimiento industrial o
por los ruidos molestos emergentes de una discoteca de la zona, o los consumidores de
cierto producto engañados respecto a las bondades publicitadas del mismos"
(LANDONI SOSA, 1998: 449).
"... Debe ser revisada la afirmación que los considera en cualquier caso como un bien de
naturaleza indivisible, por lo que la satisfacción de un sujeto implicaría necesariamente
la de todo el grupo, al mismo tiempo que la lesión de uno de los componentes de la
colectividad implicaría ofensa a todos sus miembros. Eso puede ser verdadero y lo es,
en cuanto al bien colectivamente considerado (..,). Mas cuando se piensa en el perjuicio
causado al bien colectivo, resulta claramente que la lesión a ese bien puede significar
simultáneamente, una ofensa al bien colectivamente considerado (derecho al ambiente,
a la salud colectiva, a la información correcta) y lesión a los diversos bienes de que son
personalmente titulares los componentes del grupo" (PELLEGRINI GRINOVER; citada
por LANDONI SOSA, 1998: 450).
Según se infiere del artículo 82 del Código Procesal Civil, los intereses difusos son
aquellos relacionados con bienes de inestimable valor patrimonial, tales como:
El medio ambiente.
El patrimonio cultural.
El patrimonio histórico.
Véscovi, acerca de la legitimación en caso de intereses difusos, nos informa que "... se
dispone que dicha representación (de intereses difusos, superindividuales, colectivos,
entre los que se citan los del consumidor, medio ambiente, etc.), (...) la ejerza el
ministerio público, el ombudsman o 'defensor del pueblo' (...) o (...) las asociaciones de
interés general o (...) cualquier interesado que, a juicio del juez, pueda invocar dicha
legitimación..." (VESCOVI, 1999: 282).
"... Habrá que distinguir los casos especiales previstos con relación a órganos públicos o
sujetos privados, de los que no tienen reglamentación especial.
En cuanto a estos últimos el o los sujetos particulares involucrados pueden actuar por sí,
aunque limitadamente en cuanto a su interés propio.
En principio, siempre el Ministerio público puede actuar en cuanto al interés difuso es
un interés social o público, correspondiéndole al mismo lograr su garantía.
Sobre el tema que nos ocupa en este punto, el mencionado jurista señala también lo
siguiente:
Desde el punto de vista positivo, dicho interés es compartible (en su contenido) por una
pluralidad, más o menos indefinida de sujetos.
Con lo cual cabe que tales intereses den lugar sea a un proceso en que el actor aduzca su
propio interés al respecto, sea a un proceso en que se pretenda actuar por el interés de
todos y de cada uno de los involucrados en el problema.
Vale decir que a la pregunta -¿quién es el titular de dicho interés?- habría que contestar,
tal vez: la sociedad entera, por medio de los órganos procesales adecuados o cualquiera
de los involucrados (...).
(...)
Cada uno de los involucrados, sea particular o persona jurídica, podrá actuar y la
decisión tendrá eficacia 'inter partes'.
El problema, por ende, no es tanto el de cómo actuar y por quién, sino: si debe
ampliarse la legitimación para actuar y las consecuencias de su ejercicio.
Entiendo que no puede decirse que no haya no está determinado el sujeto de tales
intereses, sino si podría convenir ampliar la responsabilidad de quien actúe por su
propio interés (incluido en tal calificación de difuso): o la indicación de algún órgano
determinado (v.gr., el 'Ombudsman'); o la remisión a los ya existentes (v.gr., el
Ministerio Público); o la posibilidad de que también actúen las asociaciones de interés
general ('class actions'); etc." (GELSI BIDART, 1985: 541-542). Como no puede
participar "un conjunto indeterminado de personas" a efecto de promover o intervenir en
un proceso en el cual se defienden intereses difusos, el artículo 82 del Código Procesal
Civil faculta para ello:
Al Ministerio Público.
A las asociaciones o instituciones sin fines de lucro que según la Ley o criterio del Juez,
este último por resolución debidamente motivada, estén legitimadas para promover o
intervenir en el proceso sobre intereses difusos.
A las Rondas Campesinas que acrediten personería jurídica, las cuales tienen el mismo
derecho que las Comunidades Campesinas o las Comunidades Nativas en los lugares
donde éstas no existan o no se hayan apersonado a juicio.
"... La cuestión más difícil (...) es la de la cosa juzgada. Es decir, el valor para quienes
no están en el proceso (o aparecen 'representados', pero sin su voluntad), de la sentencia
dictada y que ella tenga efecto sobre quienes no actuaron en el proceso.
En principio se pensó en extender la decisión dictada, a otros casos similares, por virtud
del stare decisis, en cuanto se considera especialmente en los países del Common Law,
a la jurisprudencia como fuente del derecho, para aplicar idénticas soluciones a los
casos futuros. O simplemente la idea del test case, en el sentido de que el tribunal puede
aplicar su decisión anterior a los nuevos demandados en casos similares.
Por último, y modificando la regla del proceso tradicional, se admite que la sentencia
dictada alcance a personas que no han litigado y que se encuentran en la misma
situación" (VESCOVI, 1999: 285).
"Los actos de las partes tienen por fin la satisfacción de las pretensiones de éstas.
(...)
Los primeros tienden a lograr del tribunal la satisfacción de la pretensión hecha valer en
el proceso; los segundos, tienen por objeto crear, modificar o extinguir situaciones
procesales.
(...)
a) Actos de petición; o sea aquellos que tienen por objeto determinar el contenido de
una pretensión; ésta puede referirse a lo principal del asunto (pretensión de la demanda;
pretensión de la defensa) o a un detalle del procedimiento (admisión de un escrito,
rechazo de una prueba).
a) Allanamiento (...).
b) Desistimiento (...).
El Código Procesal Civil regula lo concerniente a los actos procesales de las partes en el
Capítulo II ("Actos procesales de las partes") del Título I ("Forma de los actos
procesales") de la Sección Tercera ("Actividad procesal"), en los arts. 129 al 135,
numerales éstos que citamos a continuación:
"Artículo 129°.- Consecuencias.- Los actos procesales de las partes tienen por objeto la
constitución, modificación o extinción de derechos y cargas procesales".
"Artículo 130°.- Forma del escrito.- El escrito que se presente al proceso se sujeta a las
siguientes regulaciones:
6. Si el escrito tiene anexos, estos serán identificados con el número del escrito seguido
de una letra;
7. Se usa el idioma castellano, salvo que la ley o el Juez, a pedido de las partes,
autoricen el uso del quechua o del aymara;
8. La redacción será clara, breve, precisa y dirigida al Juez del proceso y, de ser el caso,
se hará referencia al número de la resolución, escrito o anexo que se cite; y,
"Artículo 131°.- Firma.- Los escritos serán firmados, debajo de la fecha, por la parte,
tercero legitimado o Abogado que lo presenta. Si la parte o tercero legitimado no sabe
firmar, pondrá su huella digital, la que será certificada por el Auxiliar jurisdiccional
respectivo".
"Artículo 132°.- Defensa cautiva.- El escrito debe estar autorizado por Abogado
colegiado con indicación clara de su nombre y número de registro. De lo contrario no se
le concederá trámite".
"Artículo 133°.- Copia de escrito y anexo.- Tratándose de escritos y anexos sobre los
que deba recaer alguna de las resoluciones citadas en el Artículo 157° [del C. P. C.],
quien los presente debe acompañar tantas copias simples de ambos como interesados
deba notificarse.
Todo reclamo sobre la idoneidad de las copias será resuelto por el Juez en el día, por
resolución in impugnable".
Lino Palacio, acerca de las facultades y derechos de las partes en el proceso, enseña lo
siguiente:
"... En sentido amplio, constituyen facultades de las partes todas las posibilidades lícitas
que, a través de actos u omisiones, aquéllas pueden asumir autónomamente durante el
curso del proceso, y frente a las cuales existe un correlativo deber impuesto al órgano
judicial o a la parte contraria.
(...)
(...) Consideramos que la ejecución de todo acto procesal de parte implica el ejercicio de
una facultad jurídica que puede a su vez configurar, o no, el ejercicio de un derecho
subjetivo, y que éste, por lo tanto, constituye una especie dentro de aquélla.
De acuerdo con esa idea general, existirá derecho subjetivo procesal, siempre que
cualquiera de las partes tenga la potestad de hacer efectivo el cumplimiento de un
determinado deber y, por consiguiente, la de actualizar la sanción normativamente
imputable al incumplimiento de ese deber. Existe, por ejemplo, el derecho subjetivo
procesal de reclamar al adversario el pago de las costas a que fue condenado, o el de
exigir que el órgano judicial se pronuncie acerca de cualquier petición formulada en el
proceso, pues en ambos casos median deberes específicos cuya transgresión justifica la
aplicación de determinadas sanciones. Se configura, en cambio, una simple facultad,
cuando a la ejecución de un acto procesal sólo es correlativo el deber genérico de no
impedirlo, o, en otras palabras, cuando la conducta exigible a la otra parte o al órgano
judicial sólo consiste en respetar la libertad de obrar, siempre que ésta, desde luego, se
exteriorice dentro de un marco de licitud. Constituyen simples facultades procesales,
por ejemplo, la de alegar o argumentar en un determinado sentido, la de controlar la
prueba producida por el adversario, etc." (PALACIO, 1983, Tomo III: 42-44).
Enrique Falcón sostiene que existen por lo menos tres tipos de deberes para las partes, a
saber:
(...).
(...)
c) Responder por las costas procesales (...), salvo el caso en que se tiene el beneficio de
litigar sin gastos..." (FALCON, 1978: 77-78).
Se colige del artículo 109 del Código Procesal Civil que son deberes de las partes
(incluyendo a los terceros legitimados), abogados y apoderados los siguientes:
4. Guardar el debido respeto al Juez, a las partes y a los auxiliares de justicia. Este deber
procesal guarda relación con el anterior, constituyendo así el género, en tanto que el
deber indicado en el punto 3 representa la especie, aplicándose a ambos las facultades
disciplinarias del Juez previstas en el artículo 52 del Código Procesal Civil.
5. Concurrir ante el Juez cuando éste los cite y acatar sus órdenes en las actuaciones
judiciales. Todos los intervinientes en el proceso están obligados a cumplir los
mandatos del Juez (director del proceso); de lo contrario, se harán merecedores de las
sanciones que aquél imponga en uso de sus facultades coercitivas, a saber: 1. multa
compulsiva y progresiva destinada a que la parte o quien corresponda, cumpla sus
mandatos con arreglo al contenido de su decisión; y 2. detención hasta por veinticuatro
horas de quien resiste su mandato sin justificación, produciendo agravio a la parte o a la
majestad del servicio de justicia (art. 53 del C.P.C.).
6. Prestar al Juez su diligente colaboración para las actuaciones procesales (es claro que
sin ella estas últimas difícilmente podrían desarrollarse con normalidad, lo que generaría
demora en el proceso), bajo apercibimiento de ser sancionados por inconducta con una
multa (de 3 a 5 U.R.P.). Tal disposición guarda correspondencia con la establecida en el
último párrafo del artículo IV del Título Preliminar del Código Procesal Civil, conforme
a la cual el Juez tiene el deber de impedir y sancionar cualquier conducta ilícita o
dilatoria. También resulta concordante con lo dispuesto en el artículo 53 del Código
Procesal Civil, numeral referido a las facultades coercitivas del Juez (de imponer multa
compulsiva y progresiva y de disponer la detención hasta por veinticuatro horas del
infractor).
Tanto el demandante como el demandado y los terceros legitimados, así como sus
abogados y apoderados, incurren en responsabilidad patrimonial cuando causen
perjuicios con sus actuaciones procesales temerarias o de mala fe (art. 110 -parte inicial
del primer párrafo- del C.P.C.).
Una vez comprobado que alguno de los sujetos procesales o su abogado o apoderado
actuó con temeridad o mala fe, el órgano jurisdiccional le impondrá al responsable la
multa respectiva (de 5 a 20 U.R.P.). La referida sanción, dicho sea de paso, no obsta que
al vencido se le condene al pago de las correspondientes costas y costos procesales. Así
lo determina la parte final del primer párrafo del artículo 110 del Código Procesal Civil.
El último párrafo del artículo 110 del Código Procesal Civil establece una
responsabilidad solidaria (entre el sujeto procesal de que se trate -parte o tercero
legitimado- y su abogado patrocinante y apoderado, si lo hubiere), en caso de que no
pueda determinarse con precisión al autor de la conducta procesal temeraria o de mala
fe de la que derivaron los correspondientes perjuicios.
Por otro lado, y según se infiere del artículo 111 del Código Procesal Civil, cuando el
Juez considere que el abogado actúa o ha actuado con temeridad o mala fe, dispondrá la.
remisión de las copias certificadas de las actuaciones respectivas (en las que consta la
actuación procesal temeraria ó de mala fe imputada al letrado) a la Presidencia de la
Corte Superior, al Ministerio Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para
las sanciones (disciplinarias y penales) a que pudiera hacerse merecedor el letrado que
infringió sus deberes de conducta procesal. (Acerca de la responsabilidad del abogado
nos remitimos a lo señalado en el punto 12.6.7 del presente Capítulo III de la obra).
Oscar Alfredo Vergara señala sobre el particular que "... temerario es lo mismo que
imprudente; que piensa, dice o hace sin fundamento. Tomado del latín 'temerarius',
irreflexivo, que se hace a la ligera, deriva de temere, o sea al azar, a la ventura,
irreflexivamente, a la ligera" (VERGARA, 1968: 14).
Por su parte, Devis Echandía afirma que "el abuso del derecho de litigar o la temeridad
(que se identifican) no existe siempre que se pierda el pleito, porque puede haber causa
seria para incoarlo. Se requiere el uso anormal, mal intencionado, imprudente,
inconducente o excesivo en relación con la finalidad que legítimamente ofrecen las
leyes rituales para el reconocimiento y la efectividad o la defensa de los derechos. Es
una calificación que en cada caso debe ser examinada por el juzgador..." (DEVIS
ECHANDIA, 1985, Tomo II: 444).
En lo concerniente a la malicia o mala fe, Alvarez Juliá, Neuss y Wagner sostie nen
que" ... existirá malicia cuando se utilicen en forma arbitraria los actos procesales en su
conjunto o aisladamente, a través del empleo de las facultades que la ley le confiere a
las partes, en contraposición con los fines del proceso, obstruyéndolo, violando los
deberes a que hemos hecho referencia (buena fe, probidad y lealtad procesales), y con la
clara finalidad de dilatar indebidamente el cumplimiento de las obligaciones o deberes
reconocidos en la sentencia" (ALVAREZ JULIA; NEUSS; y WAGNER, 1990: 97).
Lino Palacio diferencia los conceptos de temeridad y malicia anotando lo siguiente: "...
La primera denota la conducta de quien deduce pretensiones o defensas cuya falta de
fundamento no puede ignorar de acuerdo con las pautas mínimas de razonabilidad. Es
temeraria, por lo tanto, la actuación procesal cumplida con la conciencia de la propia
sinrazón (...). Por malicia, en cambio, debe entenderse la utilización de las facultades
procesales con el deliberado propósito de obstruir el desenvolvimiento del proceso o de
retardar su decisión..." (PALACIO, 1979, Tomo II: 251-252).
Aldo Bacre, en lo que atañe a la temeridad y mala fe o malicia en el proceso, anotó lo
siguiente:
"La 'temeridad' es la conducta de quien sabe que carece de razón para litigar y no
obstante ello, lo hace, abusando de la jurisdicción o resistiendo la pretensión del
contrario. Es el conocimiento cabal de su sinrazón para litigar.
(...)
(...) La conducta 'temeraria' o 'maliciosa' (...) son dos figuras autónomas y distintas,
aunque pueden entrelazarse cuando la obstrucción sistemática del proceso tiene a
retardar el dictado de la sentencia porque sus pretensiones carecen de fundamento.
La temeridad se integra con dos presupuestos: uno objetivo, que se presenta con el
rechazo de la demanda o de la contestación, por carecerse de razón para litigar; y otro,
subjetivo, referido al conocimiento del justiciable de lo infundado de su posición
procesal.
(...)
Es temerario, no sólo quien sabe que su pretensión carece de sustento fáctico o jurídico,
sino también quien falsea la exposición de los hechos al juez, v.gr.: quien afirma ocupar
la vivienda y no vive en ella; o alega ser locatario del inmueble y es un mero tenedor; la
invocación de defensa sin sustento; si mantiene una negativa carente de toda
razonabilidad y defensa no justificada (...); etc.
Existe temeridad o mala fe, según el caso, en las hipótesis contempladas en el artículo
112 del Código Procesal Civil (de una manera ejemplificativa y no rígida), a saber:
B) Cuando a sabiendas se aleguen hechos contrarios a la realidad. Aquí se está ante una
voluntad dirigida a falsear los hechos que se invocan, por lo que está excluido el
supuesto de error inconsciente o involuntario de quien afirma un determinado hecho que
resulta ser contrario a la realidad.
C) Cuando se sustrae el expediente (lo que da lugar a su recomposición: arto 140 del
C.P.C.).
D) Cuando se mutile o inutilice alguna parte del expediente. El primer caso implica la
separación de ciertos folios que conforman el expediente a fin de desaparecerlos; el
segundo caso, supone la acción de romper o manchar u otra material destinada a
impedir la lectura del folio o folios o documentos sobre los que recae tales acciones.
E) Cuando se utilice el proceso o acto procesal para fines claramente ilegales o con
propósitos dolosos o fraudulentos. Es el caso, por ejemplo, del ejercicio abusivo de un
derecho; del proceso incoado mediando fraude unilateral o colusión entre las partes, en
perjuicio de la contraparte o de terceros, respectivamente; etc.
H) Cuando por razones injustificadas las partes no asisten a las audiencias generando
dilación. No habrá mala fe si la ausencia de las partes a una audiencia obedece a causas
de fuerza mayor (enfermedad, accidente, etc.).
CAPÍTULO IV
1. CONCEPTO DE ACUMULACION
Según Gallinal "... la voz acumulación significa: la unión o ejercicio de varias acciones
en una demanda o en una reconvención, para ventilarlas a la vez en un solo juicio (...); o
la reunión o agregación de dos o más procesos o expedientes, a fin de que, viniendo a
formar uno solo, sean terminados por una sola sentencia (...): de modo que la
acumulación puede ser de acciones y de autos" (GALLlNAL, s/a, Tomo II: 136-137).
Para Máximo Castro "... por acumulación se entiende (...) la reunión o agregación de
dos o más procesos, a fin de que viniendo a formar un solo juicio, se continúen y
decidan por un solo fallo, o el ejercicio de varias acciones en una misma demanda para
que se ventilen a la vez en un solo juicio, siendo al final resueltas en una misma
sentencia" (CASTRO, 1926, Tomo Primero: 122).
De la Plaza refiere que "... tiende la acumulación (...) a reunir en un solo proceso dos o
más pretensiones, con el propósito de que se examinen en un solo proceso dos o más
pretensiones y se decidan por una sola sentencia..." (DE LA PLAZA, 1951, Volumen I:
345).
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto aseguran que "el proceso es acumulativo, no simple,
cuando sirve para la composición de dos o más pretensiones, cada una de las cuales
podría ser ventilada en proceso diverso" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 48).
(...) Pero internamente hay diversidad de procesos (o, si se quiere de relaciones jurídicas
procesales), la misma diversidad que corresponde a los varios títulos y objetos de que se
componga, insolidarios, en cuanto al valor, a la eficacia y a los efectos de cada uno de
los actos procesales (de alegación, defensa y objeciones, pruebas, etc.) para la sentencia,
también única como acto resolutorio, pero múltiple como decisión sobre varios títulos o
pedimentos)" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1956: 15).
2. FUNDAMENTO DE LA ACUMULACION
"... Debe evitarse la multiplicidad de los litigios: 1.°, porque todo juicio por la
controversia y oposición de intereses que supone, lleva consigo enemistades y
discordias, las cuales en último término, han de traducirse en más o menos
perturbaciones del orden, de la paz y buena inteligencia que deben existir entre los
hombres en sus relaciones particulares; 2.°, porque todo juicio supone gastos y
dispendios para los litigantes, los cuales deben tratar de economizarse; 3.°, por que es
absurdo, conforme a las leyes generales del trabajo humano, tramitar y resolver en
diferentes actos, lo que puede hacerse en uno solo; y 4.°, porque no se debe dividir la
continencia de la causa, pues de seguirse separadamente los juicios que según la ley
pueden acumularse, podrían resultar fallos contradictorios sobre una misma cosa, o
sobre cuestiones idénticas, y esto produciría, a la par que una grandísima confusión,
porque no se sabría qué sentencia ejecutar, un descrédito para la Administración de
Justicia.
He ahí el por qué de las acumulaciones de acciones y de autos" (GALLlNAL, s/a, Tomo
II: 137).
Para que la conveniencia justifique el proceso acumulativo es necesario que exista una
relación entre las pretensiones, una conexión que alcance cierto grado de intimidad o
estrechez y es en proporción a esa proximidad como se precisan las ventajas de la
acumulación..." (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 49).
Al respecto, Palomino Marín expresa que la conexión "... es aquella relación entre dos o
más acciones que consiste en la identidad de alguno de sus elementos" (PALOMINO
MARIN, 1966: 75). Dicho autor precisa que "la conexión puede ser subjetiva y objetiva;
y esta segunda, propia e impropia; en la conexión objetiva propia se da identidad de
cosas y causas; en la impropia, identidad de cuestiones jurídicas..." (PALOMINO
MARIN, 1966: 75).
"... La conexidad o enlace, se establece cuando dos o más pretensiones tienen elementos
comunes o interdependientes. La conexidad puede presentarse por coordinación (en el
caso de que ambas pretensiones sean principales y una sea antecedente necesario de la
otra, como es el caso del divorcio y separación de bienes), por subordinación (cuando
un proceso o procedimiento es dependiente o accesorio de otro, como es el caso de los
procedimientos de las obligaciones de garantía en la evicción), por los efectos de la
pretensión (cuando la sentencia a dictarse respecto de una pretensión pudiera hacer cosa
juzgada respecto de la otra. Tal es el caso de la demanda de filiación y la sucesión; en el
caso de la rescisión y cumplimiento de contrato), por similitud o identidad de objeto de
las pretensiones (demanda por escrituración por varios adquirentes de un inmueble en
propiedad horizontal; demanda de desalojo contra varios inquilinos o contra inquilinos y
ocupantes, etc.), por identidad de causa (es el caso por ejemplo de la demanda por
indemnización de daños contra el causante del siniestro, los responsables, aseguradores,
guardianes, etc.)" (FALCON, 1978: 82).
"Implica el proceso acumulativo que las pretensiones que van a ser compuestas sean
conexas. Piénsese en el término conexión con el significado de relación, nexo o enlace
entre dos o más elementos de las pretensiones (...). Cuando dos o más pretensiones
tengan en común uno o más de estos elementos, es decir, cuando alguno o algunos de
estos elementos sirvan a la composición estructural de dos o más pretensiones, existe
conexión entre ellas y puede producirse el fenómeno de la acumulación o pluralidad de
pretensiones en un proceso.
"Dos acciones son conexas si, aun siendo diversas, tienen común algunos de los
elementos de identificación. Se podrá por eso distinguir la conexión subjetiva, dada la
identidad de los sujetos, de la conexión objetiva, que se tiene cuando es idéntico uno de
los elementos objetivos (causa, objeto).
Esta relación entre acciones diversas es relevante, porque hace posible, y a veces
oportuna, su proposición conjunta en un único proceso (acumulación de demanda), con
notable economía de actividad y de gastos, particularmente cuando su decisión
presupone el examen de una o varias cuestiones comunes a las varias acciones, con la
ulterior ventaja de evitar en este caso decisiones contradictorias.
a) Conexión subjetiva: dos acciones, objetivamente diversas, son conexas por el solo
hecho de que corren entre las mismas personas. La ley consiente su acumulación en un
solo proceso (...); pero en este caso el juez puede disponer su separación si hay instancia
de todas las partes, o bien cuando la continuación de su reunión retardaría o haría más
gravoso el proceso (...);
b) conexión objetiva: dos acciones son conexas cuando tienen en común uno o ambos
de los elementos objetivos (causa y título). En tal caso, pueden proponerse
conjuntamente en un solo proceso aun cuando los sujetos sean diversos (...), o, si
habiendo sido propuestas separadamente, pueden ser reunidas (...), y -como en el caso
anterior- pueden ser separadas, cuando esto resulte oportuno (...); además hay casos
especiales de conexión, y precisamente:
d) garantía: en los casos en los que una parte, si llega a ser vencida en una causa, tiene
derecho al resarcimiento del daño por un tercero (garante) las dos acciones son conexas
y pueden ser propuestas en el mismo proceso para ser decididas simultáneamente (...);
Debe mencionarse por último la denominada conexión impropia, que se tiene cuando
aun siendo dos acciones totalmente diversas, la decisión depende sin embargo, total o
parcialmente de la resolución de idénticas cuestiones. Las dos acciones pueden en tal
caso proponerse en el mismo proceso, ya sea cuando los actores o los demandados son
varios (...), ya sea -y con mayor razón- cuando las partes son las mismas" (LIEBMAN,
1980: 144-147).
La conexión subjetiva (...) se da cuando varia causas presentan solamente los sujetos
comunes.
La conexión meramente subjetiva atañe al caso en que dos acciones no tienen otro
elemento común que el de los sujetos.
(...)
a) Accesoríedad (...), la cual se verifica cuando una causa aparece subordinada a otra
por razón de importancia. La accesoriedad no es un título de conexión autónomo y
existente por sí toda vez que presupone siempre una conexión por razón del título y del
objeto.
(...)
c) Prejudicíalidad (...).
En general, se puede decir que hay una relación de prejudicialidad cuando la cuestión
que se considera prejudicial, constituye un presupuesto lógico o jurídico de la demanda
principal.
(...) Además de la conexión objetiva propia existe una conexión objetiva impropia (...).
Dicha conexión se da cuando la decisión de varias causas depende de la resolución de
idénticas cuestiones de derecho (…). Cuando falte la comunidad de los elementos
objetivos entre varias demandas, no hay ya conexión objetiva propia, sino que se tiene
simplemente un vínculo o relación de mera afinidad" (ROCCO, 1976, Volumen I: 377-
379).
4. CLASES DE ACUMULACION
De la lectura de los artículos 83, 86, 88 y 89 del Código Procesal Civil podemos inferir
las siguientes clases de acumulación:
En opinión de Véscovi "este proceso acumulativo puede serio en razón de las personas
(acumulación subjetiva) o en razón del litigio que se compone o la pretensión que se
quiere satisfacer, esto es, por virtud del objeto del proceso (acumulación objetiva)..."
(VESCOVI, 1999: 170).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández anotan que "... suele hablarse de
acumulación de acciones 'objetiva', cuando las acciones se acumulan frente a un único
demandado (y no se produce, por tanto, litisconsorcio); y de acumulación de acciones
'subjetiva', cuando, por dirigirse las acciones acumuladas frente a varios demandados o
ser propuestas por varios demandantes, se origina, además de la acumulación, un
litisconsorcio" (DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen II: 90).
- la originaria, y
- la sucesiva.
Las mismas tienen lugar según que, respectivamente, las pretensiones se planteen
conjuntamente desde el comienzo del proceso (fundamentalmente en la demanda), o,
durante la sustanciación de éste se agreguen a la pretensión originaria otra u otras.
Pretensiones sucesivas para que todas se satisfagan y pretensiones alternativas, para que
bien sea el demandante o el demandado, según fuere el caso, escoja exigir (el primero) o
satisfacer (el segundo) (...). Estas pretensiones alternativas pueden formar parte del
grupo de principales o de cualquiera de las subsidiarias" (DEVIS ECHANDIA, 1985,
Tomo II: 473-474).
2. La acumulación obligada: que se produce sólo a instancia de parte, pero que no puede
ser rechazada por la contraria (la de acciones no relacionadas entre sí, que ejercita un
solo demandante frente a un solo demandado).
3. La acumulación necesaria: en que las acciones se hallan relacionadas por una razón
de continencia o conexión. O (considerando funcional mente la continencia como una
especie de la conexión) sólo de conexión en sentido amplio. Esta especie exige la
integración del contradictorio, incluso de oficio.
"... Indispensable (...) para que exista acumulación es que haya pluralidad de acciones, y
ésta sólo puede darse cuando media diversidad en los elementos componentes. Ahora
bien, puesto que el elemento subjetivo tiene que ser idéntico (uno y el mismo actor
contra uno y el mismo demandado) la variedad estará dada por los elementos objetivos.
a) El primer caso se produce cuando los títulos, o causa petendi, y el objeto, o petitum,
son distintos, esto es, que se esgrime diversidad de títulos para alcanzar diferentes
objetos (v.gr., a base de una relación jurídica de arrendamiento otra de seguro, se pide
las rentas vencidas y las primas del seguro). A esta acumulación podemos llamarla de
causas y de objetos.
b) El segundo caso ocurre cuando sólo los títulos son distintos y es único el objeto, o
sea, que variedad de títulos se hace valer para alcanzar solamente un objeto (por ej., en
reclamación de la suma debida se aduce la relación causal y la cambiaria, el contrato de
préstamo y la hipoteca). Este tipo debo denominarlo de simple acumulación de títulos, y
constituye el supuesto de acumulación de pretensiones materiales para un mismo objeto
de la demanda (o procesal).
En este tipo de acumulación, los dos elementos del título (el de hecho y el jurídico) son
diversos, y de aquí la licitud de considerar existentes acciones distintas. En cambio,
cuando sólo el componente jurídico de la causa es diferente (...), pero el de hecho es uno
y el mismo (...), si el actor invoca los dos títulos o fundamentos jurídicos no realiza una
acumulación de acciones, sino que únicamente presenta al Juez el mismo tema desde
dos puntos de vista jurídicos distintos para un solo petitum: la condena a indemnizar. Se
trata del concurso de normas.
4.1.1 Noción
Luis Loreto afirma que "... en la acumulación objetiva de acciones un sujeto se presenta
como titular de varias acciones, cada una de las cuales tiene objeto y finalidad jurídica
diferente, y van dirigidas contra una persona que se presenta como el solo obligado..."
(LORETO, 1979: 157).
"… Se produce una acumulación objetiva (de acciones) si el actor ejercita, en una
misma demanda, varias acciones (incluso todas), que le competen frente a un mismo
demandado. Porque se origina en la demanda, que es el acto que incoa el proceso, se
habla de acumulación inicial (o simultánea) de acciones (...).
(...)
(...) La acumulación objetiva de acciones es una facultad del actor. No existe, al menos
en principio, una acumulación objetiva de carácter necesario (como existe una necesaria
acumulación subjetiva de acciones en los casos de litisconsorcio de este carácter)" (DE
LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen II: 91-92).
En opinión de Schonke:
"... Existe acumulación objetiva de acciones si son agrupadas varias acciones en una
demanda. Debe tratarse de acciones de un demandante contra el mismo demandado.
Para todas las acciones debe ser competente el Tribunal y ser admisible la misma clase
de proceso (...).
(...)
(...) Sólo existe una pluralidad de acciones cuando se solicita un fallo sobre diversas
afirmaciones jurídicas (consecuencias jurídicas), y sólo entonces se trata de
acumulación objetiva de acciones. Las diferentes consecuencias jurídicas pueden
derivarse de los mismos hechos. Existe así por ello acumulación objetiva de acciones, si
el demandante pide la entrega de la cosa ilícitamente substraída y a la vez, y derivada de
la substracción, pide una determinada suma como indemnización de daños y perjuicios.
Pero también, las consecuencias jurídicas pueden derivarse de distintos hechos, pues es
posible, por ejemplo, agrupar la acción para pago de alquiler con la acción del heredero
abintestato para entrega de la herencia por nulidad del testamento.
Según se desprende del artículo 83 del Código Procesal Civil, la acumulación objetiva
es aquella que tiene lugar cuando en un proceso hay más de una pretensión.
Tal acumulación puede ser originaria, cuando en la demanda se propone más de una
pretensión. La acumulación objetiva también puede ser sucesiva, cuando las
pretensiones a acumular son propuestas luego del inicio del proceso (ya sea cuando el
demandante amplía su demanda agregando una o más pretensiones; o cuando el
demandado reconviene; o cuando se reúnen dos o más procesos en uno, a fin de que una
sola sentencia evite pronunciamientos jurisdiccionales opuestos: arto 88 del C.P.C.).
4.1.2 Fundamento
Como bien lo hace notar Aldo Bacre, la acumulación objetiva originaria propiamente
dicha "... es la concentración, en una misma demanda, de las distintas pretensiones que
el actor tenga contra el demandado, realizada con el objeto de que se las sustancie y
decida en un proceso único" (BACRE, 1986, Tomo I: 486). "Su fundamento radica en
razones de economía procesal, que significa el tratamiento conjunto de diversas
pretensiones que reconocen como sujeto activo al mismo actor y como sujeto pasivo al
mismo demandado" (BACRE, 1986, Tomo 1: 486).
Redenti, en lo que concierne a la reunión de causas originaria (entiéndase acumulación
objetiva originaria), afirma lo siguiente:
"... Será originaria cuando un mismo actor, con el mismo acto introductivo del proceso
(citación), proponga varias demandas contra un mismo demandado o contra varios
demandados, o cuando varios actores conjuntamente convengan en proponer sus
demandas, con un único (común) acto introductivo, contra uno o varios demandados.
Conforme se desprende del artículo 83 del Código Procesal Civil, y como se indicara
anteriormente, la acumulación objetiva originaria se configura cuando en la demanda se
propone más de una pretensión.
"... La acumulación de acciones puede ser simple o eventual. Las dos dan origen a un
proceso con pluralidad de objetos, pero son sustancialmente distintas. La acumulación
es simple si el actor ejercita en la misma demanda varias acciones que: a) o son
completamente diversas entre sí; o b) se encuentran jurídicamente interrelacionadas de
suerte que la estimación de la primera es presupuesto de la estimación de las demás.
La acumulación es eventual, cuando el actor ejercita en una misma demanda, dos o más
acciones que son incompatibles entre sí, para que el Juez entre a decidir sobre la
segunda sólo en el caso de que desestime la primera (v.g.: el actor pide que se declare la
nulidad del contrato de compraventa, y sólo para el caso de que el Juez estime que es
válido, que el comprador pague el precio; ejercitada una acción reivindicatoria, se
acumula eventualmente una acción declarativa de dominio para el caso de que el Juez
estime que no ha habido desposesión). (...) Si el actor acumula acciones 'eventualmente',
debe determinar con toda precisión qué acción ejercita como principal y cuál como
subsidiaria" (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen II: 92-93).
"... Las pretensiones no pueden ser excluyentes (...). Ello no obsta a una posible
acumulación condicional o eventual, modalidad que tiene lugar cuando se pide una
pretensión como principal y otra a título subsidiario, a fin de que el juez conozca de esta
última si desestima la primera (...).
(…)
Esta modalidad de acumulación implica que se deduzca una pretensión, para que sea
estimada, bajo la condición de que otra sea acogida previa mente en la sentencia, porque
precisamente toma vida, se actualiza, apenas con ese proveído estimatorio de la
pretensión principal (...).
Algún sector doctrinario denomina también este tipo de acumulación que se viene a
describir como el de prestaciones escalonadas, donde el acogimiento de la primera es
presupuesto de la segunda, y el de ésta, de las ulteriores.
En los eventos anteriores, se trata en realidad de una sola pretensión que la ley vuelve
compleja y de mayor comprensión si bien con accesorios que en veces se demostrarán y
otras no, pero que la ley liga de manera necesaria como petición tácita que subsiga
inexorablemente a la principal, como petitorios y pronunciamientos accesorios al único
litigio, que implícitamente forman parte del objeto deprecado. Otras veces se trata de
dos litigios, dos verdaderas pretensiones que la ley vincula de esta manera en su
pronunciamiento (...).
En esta modalidad de acumulación el actor presenta dos o más pretensiones a fin de que
sea estimada una de ellas, en el evento de que no sea acogida una u otras. Se propone
una pretensión para el caso de que otra sea desestimada. No es necesario que entre las
pretensiones deducidas exista una misma causa, pero sí cierta relación o un hecho en
común (...).
(...)
Puede darse el caso de una acumulación objetiva sucesiva (aquella que se presenta
cuando las pretensiones se acumulan luego de iniciado el proceso) y además accesoria,
si las pretensiones accesorias no son acumuladas por el actor en la demanda sino
después de interpuesta ésta, siendo el plazo máximo para que tal acumulación opere
hasta el día de la audiencia de conciliación.
"... Es simple (o cumulativa) la acumulación cuando el titular de las acciones las ejercita
todas a la vez, poniendo en litispendencia el conjunto de los objetos que los mismos
comprenden, con petitum acerca de esa totalidad (...) y para que el Juez se pronuncie
sobre todas ellas (...).
Luis Loreto dice de la acumulación simple que "… es ésta la modalidad generalmente
empleada en la práctica, y es de ejercicio facultativo por el actor. Ella se da cuando se
hace valer simultáneamente y de manera pura y simple varias acciones (...) que puedan
tener diversidad de causa petendi y petitum, cada una de las cuales podía ser propuesta
separadamente en procesos distintos. El juicio contiene una pluralidad de pretensiones
(objetos) con pedimentos diferentes, a fin de que sean tramitados en un mismo
procedimiento y decididos en una sola sentencia, que puede acogerlas o rechazarlas en
todo o en parte, o solamente algunas de ellas. Tal es el caso del ejercicio de varias
acciones civiles originadas de diferentes títulos intentadas contra un mismo obligado, o
el de varias acciones cambiarias que tienen su causa en distintas letras que se hacen
valer contra un mismo aceptante. No se requiere que las acciones sean afines entre sí ni
conexas" (LORETO, 1979: 164).
"... En el caso de acciones que se ejercen en una misma demanda, pero una de las cuales
se propone como principal y la otra u otras como subsidiarias de aquélla o de la
subsidiaria de la principal, no se está frente a un caso de verdadera acumulación. Sí, en
efecto, todas las acciones, principal y subsidiaria, se ejercen en cierto modo a un tiempo,
no existe sin embargo contemporaneidad verdadera en el dicho ejercicio, porque si la
acción principal prospera, se considera como jurídicamente inexistente o no ejercida la
subsidiaria, toda vez que en la sentencia nada se decide sobre ella; o dicho de otro
modo, la existencia de esta última, está condicionada al fracaso de la acción que se ha
propuesto como principal y que en último término es la que verdaderamente se ejerció
desde un principio en el juicio, mientras que la otra sólo en ese momento en que en
virtud de la sentencia no prospera la acción principal, surge, por decirlo así, a la vida
jurídica" (RIVAS SACCONI, 1954: 268).
c) Acumulación alternativa.- Existe cuando varias pretensiones son propuestas para que
una de ellas sea estimada, por lo cual cada una está condicionada a la otra, pues debe
proveerse sobre ella en caso de que no prospere la restante. Y por tanto, estimada por el
juez una de ellas, no podrá proveer acerca de la otra" (MONROY CABRA, 1979: 276-
277).
"... Existe esta acumulación objetiva cuando la proposición de una acción depende de
que otra que la antecede sea declarada con lugar.
Hay entre ambas acciones una relación de orden lógico sucesivo, de antecedente a
consecuente, de forma que la acción propuesta en segundo lugar está condicionada al
éxito de la primera que le es condicionante. El éxito de esta singular figura permite
advertir que la acción propuesta en segundo lugar no existe para el momento de
proponerse, por lo que, en rigor de principios, debería promoverse después que la
condicionante sea acogida y la sentencia que así lo declare haya pasado en autoridad de
cosa juzgada. Sin embargo, tanto la doctrina como la jurisprudencia, admiten
pacíficamente por economía procesal y consideraciones de utilidad práctica, la
proposición anticipada de la segunda acción. Así, la acción de restitución de un
inmueble vendido (acción condicionada), con la acción de simulación absoluta (acción
condicionante); la petitio hereditatis ab intestato acumulada con la de nulidad de
testamento; la del pago del saldo del administrador o mandatario, unida
subordinadamente a la acción de rendición de cuentas, etc. En todos estos y semejantes
casos es admisible la acumulación sucesiva; mas, dada la relación de dependencia
condicionada en que se halla la segunda acción respecto de la primera o condicionante,
si ésta es declarada sin lugar, el Juez no entra a examinar ni a conocer de la segunda;
pero si la acoge en todo o en parte, debe proceder a examinarla y a verificar si está o no
fundada. Sólo en este último momento, la segunda acción adquiere individualidad
propia y autónoma" (LORETO, 1979: 164-165).
"... Existe esta modalidad cuando una acción se propone para el evento de que otra que
la precede sea rechazada. Las acciones acumuladas pueden tener el mismo fundamento,
o fundamentos diversos pero compatibles entre sí, o fundamentos incompatibles. A
veces el demandante presenta como acciones subordinadas peticiones que no son tales,
como cuando pide en vía principal el pago total de una obligación y subordinadamente
el pago parcial de la misma obligación, no existiendo en realidad diversidad de
acciones.
"... El tercer tipo de acumulación (los dos anteriores fueron la acumulación simple y la
alternativa) es la eventual, en sentido propio, caracterizada porque de un solo
fundamento (causa petendi) se hace derivar una pluralidad de pedimentos (objetos), o
con una diversidad de fundamentos se formula un único pedimento, o a base de una
pluralidad de fundamentos se consigna una pluralidad de pedimentos, de tal suerte
enlazados que el segundo o posterior fundamento sólo se entiende empleado
subsidiariamente, esto es, para el caso (eventualidad) de que el primero o anteriores no
sean considerados aptos a fundar el pedimento de que se trata, o bien el segundo o
posterior pedimento únicamente se repute como formulado en igual supuesto, es decir,
para el de que el primero o anteriores pedimentos no sean estimados.
(...)
(...) No en todos los casos la acumulación eventual se emplea para hacer valer
fundamentos y pedimentos incompatibles (...), sino también para el logro de un objeto o
finalidad perseguidos en primer lugar, porque también así queda satisfecho el interés del
actor" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1956: 21-23).
Hernando Morales afirma que la acumulación alternativa "... se presenta cuando varias
acciones son propuestas para que la una o la otra sean estimadas..." (MORALES; citado
por RIVAS SACCONI, 1954: 275).
"... Existe esta modalidad cuando varias acciones se proponen para que una u otra sea
acogida. En este caso todas las acciones están propuestas condicionalmente. Acogida
una de ellas, es prohibido al juez entrar al examen de las otras. Plures res sunt in
obligatione, una autem in solutione.
"... Mediante ella, la parte ejercita, desde luego, las dos o más acciones de que se trate y
acerca de todas se constituye litispendencia; pero esto ocurre con las particularidades de
que el petitum o se extiende al conjunto de los objetos (sino sólo a uno u otro), y de que
el Juez sólo ha de pronunciarse acerca también de uno de los mismos.
De aquí que la acumulación alternativa sólo sea procedente cuando se trate de reclamar
por causa de una obligación de esa clase, y ello en virtud (...) de que la obligación es
única, con un solo objeto, que queda individualizado (concentrado) al elegir el deudor
demandado, como sucede según el principio general de dichas obligaciones alternativas
(...), que tiene diversas manifestaciones en el derecho positivo, o el acreedor, si a él
correspondiese el derecho de elección, y que en ambos casos ha de quedar reservado en
la sentencia" (PRIETO-CASTRO y FERRANDIZ, 1956: 20-21).
Con arreglo a lo previsto en el artículo 87 -primer párrafo- del Código Procesal Civil, la
acumulación objetiva originaria puede ser accesoria cuando habiendo varias
pretensiones, al declararse fundada la principal, se amparan también las demás. Como
se aprecia, la acumulación objetiva originaria accesoria acontece si se formula una
pretensión principal y otra u otras accesorias, vale decir, que guardan dependencia
respecto de la primera. Por lo tanto, si se hace lugar a la pretensión principal, ocurrirá lo
mismo con las accesorias; o, en sentido contrario, si se rechaza la pretensión señalada
como principal, sufrirá la misma suerte la pretensión o pretensiones calificadas como
accesorias por el demandante.
Es de destacar que puede darse el caso de una acumulación objetiva sucesiva (la cual
acontece cuando las pretensiones se acumulan después del inicio del proceso) y además
accesoria, si las pretensiones accesorias no fuesen acumuladas por el actor en la
demanda sino luego de su presentación, siendo el plazo máximo para que dicha
acumulación se produzca hasta el día de la audiencia de conciliación (art. 87 -último
párrafo- del C.P.C.).
Por otro lado, la acumulación objetiva originaria accesoria bien puede presentarse
incluso en el supuesto de que no se formulen en la demanda pretensiones accesorias,
siempre y cuando éstas se encuentren expresamente previstas por la ley, en cuyo caso se
consideran tácitamente integradas a la demanda (art. 87 -último párrafo- del C.P.C.). Tal
es el caso, por ejemplo, del proceso de separación de cuerpos o divorcio por causal, en
el que se consideran como pretensiones accesorias, a ser acumuladas a la principal
(separación de cuerpos o divorcio por causal) por disposición legal (art. 483 del C.P.C.),
las de alimentos, tenencia y cuidado de los hijos, suspensión o privación de la patria
potestad, separación de bienes gananciales y las demás relativas a derechos u
obligaciones de los cónyuges o de éstos con sus hijos o de la sociedad conyugal, que
directamente deban resultar afectadas como consecuencia de la pretensión principal.
"... Un proceso puede contener varias pretensiones, instituto que recibe el nombre de
acumulación objetiva; y si tales son interpuestas conjuntamente al momento de
plantearse la demanda se conocerá como acumulación objetiva originaria; en tal sentido,
en estricto, no estamos ante una única demanda, sino ante varias demandas planteadas
en un mismo escrito, lo que significa también que cada una de ellas tiene existencia y
naturaleza propias, contando con los fundamentos de hecho y de derecho que las
justifiquen; luego, si bien dado el tipo de acumulación objetiva originaria que se tenga
unas pueden estar subordinadas o dependientes accesoriamente del principal y otras
tener la misma categoría (alternativa), todas respecto a los medios de defensa, como son
las excepciones, deben tomarse en forma independiente..." (Casación Nro. 59-96/
Huánuco, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-1997, págs. 150-151).
"... Tal como se puede apreciar del escrito de demanda, los fundamentos de hecho en los
que se sustenta la pretensión principal son totalmente distintos a los fundamentos de
hecho en los que se basa la pretensión subordinada, al punto de que los mismos han sido
expuestos de manera independiente, por lo que se puede apreciar que no se da el
presupuesto básico para que pueda darse una acumulación objetiva originaria
subordinada..." (Casación Nro. 73-99 / Callao, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 26-10-1999, pág. 3814).
"... El Artículo ochentisiete del Código Adjetivo dispone que en la acumulación objetiva
originaria, la pretensión subordinada queda sujeta a la eventualidad de que la propuesta
como principal sea desestimada, es decir, que en ese caso tiene que haber
pronunciamiento sobre las pretensiones subordinadas" (Casación Nro. 272-98 / Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-10-1998, pág. 1703).
"... El Artículo mil cuatrocientos veintiocho del Código Civil faculta demandar
acumulativamente la resolución del contrato y los daños y perjuicios ocasionados como
consecuencia del incumplimiento de obligaciones por una de las partes, por lo que su
planteamiento con el carácter de pretensión subordinada no constituye una acumulación
indebida..." (Casación Nro. 61699 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el
01-09-1999, págs. 3410-3411).
"... El Artículo ochentisiete del Código Procesal Civil prescribe que cuando se trata de
la acumulación alternativa de pretensiones, es el demandado quien debe elegir cuál de
las pretensiones va a cumplir y sólo en el caso que el demandado no elija, lo hará el
demandante, esto como es obvio obliga al juzgador a resolver, amparando, en su caso,
las dos pretensiones alternativas" (Casación Nro. 220-2000 / La Merced, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 30-08-2000, págs. 6142-6143).
"… Es preciso concordar la disposición del Artículo ochentisiete del Código Procesal
(sobre acumulación objetiva originaria) con lo dispuesto en el Título Cuarto de las
'Obligaciones Alternativas y Facultativas' del Libro de las Obligaciones del Código
Civil (Título IV de la Sección Primera del Libro VI del C.C.), cuyas normas establecen
que el obligado alternativamente a diversas prestaciones sólo debe cumplir por
completo una de ellas; que la elección corresponde al deudor, salvo pacto en contrario;
que la elección se realiza por la ejecución de alguna de las prestaciones, con la
declaración de elección o por el Juez; y establece reglas precisas para el caso de
elección por el deudor y en su caso, por el acreedor..." (Casación Nro. 2378-98 / Callao,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 18-08-1999, pág. 3224).
"... Con arreglo a lo previsto en el segundo párrafo del Artículo ochentisiete del citado
Código Procesal (Civil), al declararse fundada la pretensión principal, se amparan
también las accesorias, según sea el caso y obviamente al desestimarse la primera,
corresponde igualmente desestimar las accesorias, sin que sea necesario explicar por
qué motivo se declaran infundadas las pretensiones accesorias que fundamentalmente
tienen como conclusión amparar la principal" (Casación Nro. 1360-98 / Cono Norte,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 25-11-1998, pág. 2099).
"A) La acumulación de acciones sólo puede ser propuesta por el actor (...) careciendo el
Juez de facultades para decretarla.
C) En orden a las exigencias del proceso, (...) (se) señala diversos requisitos a la
acumulación de acciones (...).
a) Es preciso que el Juez tenga competencia objetiva cuantitativa para conocer del valor
que importa la suma de los objetos acumulados (…) según las reglas existentes.
La suma del valor de los distintos pedimentos acumulados puede determinar el paso de
la competencia a otro órgano jurisdiccional o la necesidad de seguir un tipo de juicio
distinto del que correspondería a las acciones ejercitadas con separación (...).
Sin embargo, cuando la acumulación no ejerza influencia económica sobre el interés del
actor, debe excluirse la suma de los valores (...).
"a) Que el juez sea competente para conocer de todas; sin embargo, podrán acumularse
pretensiones de menor cuantía a otras de mayor cuantía. Este principio es consecuencia
del debido proceso que implica el juzgamiento ante juez competente (...) y con las
formalidades propias de cada juicio. La excepción (...) se justifica por el factor de
conexión.
b) Que las pretensiones no se excluyan entre sí, salvo que se propongan como
principales y subsidiarias. (...) La acumulación de pretensiones excluyentes sólo es
posible en forma subsidiaria y nó en forma principal. Esto, por cuanto para entrar a
analizar la subsidiaria debe estar no probada la principal, en cuyo caso no hay dificultad
lógica. Además, si la súplica principal prospera, no hay que tener en cuenta la
subsidiaria.
c) Que todas puedan tramitarse por el mismo procedimiento. Esto, porque cuanto si es
un solo proceso, debe existir igual trámite" (MONROY CABRA, 1979: 275).
Máximo Castro sostiene que para que la acumulación de demandas (pretensiones) tenga
lugar es menester que las acciones llenen estos requisitos:
"1° Que no sean contrarias entre sí, de modo que por la elección de una quede excluida
la otra.
Esta oposición puede derivar ya sea de la propia naturaleza de las dos acciones o de una
disposición de la ley que prohíba su ejercicio simultáneo (...).
(...)
"... Se ha establecido (...) que para que la acumulación objetiva pueda realizarse, es
menester que concurran ciertos requisitos o condiciones (...). La no concurrencia de uno
cualquiera de ellos, conduce a una acumulación prohibida dando origen a una inepta
acumulación. Esos requisitos o condiciones son los siguientes: 1 ° que las acciones no
se excluyan mutuamente o no sean contrarias entre sí; 2° que por razón de la materia,
correspondan al conocimiento del mismo Tribunal que deba conocer de la acción
principal; y 3° que sus procedimientos legales sean compatibles.
Sub 1. Los términos 'excluyente' y 'contrario' que se emplean para calificar las acciones
acumuladas expresan ideas distintas. Una acción es excluyente de otra, cuando la
descarta rechaza o niega en todas sus posibilidades de existencia y validez jurídica; una
acción es contraria a otra cuando, sin excluirla, se halla en oposición con sus efectos.
Así, como ejemplo del primer caso, la acción de nulidad radical de un negocio jurídico
y la declaratoria de su vigencia y validez; ejemplo de acciones contrarias, la petitoria de
propiedad de un inmueble y la confesoria de servidumbre de paso sobre el mismo. Tales
acciones no pueden acumularse en un mismo libelo de demanda para que sean
sustanciadas y decididas simultáneamente, principal iter, pues el procedimiento que
recaiga sobre ellas sería de una decisión contradictoria y evidentemente inejecutable.
Aun cuando en relación con este requisito se hace sólo mención de la competencia en
razón de la materia, se ha cuestionado (...) si la competencia por razón del valor de las
acciones debe igualmente tomarse en consideración para permitir o prohibir la
acumulación. (...) Para resolver la duda hay que atenerse a la estimación que a las
respectivas acciones haya dado el demandante, pues cada una conserva su autonomía
dentro de la relación procesal. Si para el conocimiento de cada una de ellas es
competente por el valor, el Tribunal ante el cual se haya presentado el libelo, la
acumulación está permitida. No deberá, por tanto, sumarse el valor de todas las acciones
para determinar el valor del Tribunal competente, pues no se trata de puntos de una
misma demanda (...), sino de acciones diferentes acumuladas.
(...)
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández afirman por su lado que la acumulación
de acciones (pretensiones) está sometida a la concurrencia de estos requisitos:
a) Que el mismo actor ejercite las diversas acciones frente al mismo demandado (...).
No sólo debe ser la misma persona (física o jurídica), también debe ser la misma la
calidad (o el 'carácter', si se quiere), con que se demanda o se es demandado. Así, el
actor no puede deducir una acción que a él personalmente compete frente al demandado
acumulada a la que ejercita en nombre de su representado. Sí puede, en cambio,
acumular las acciones que ejercite con legitimación propia, a aquéllas que le competen
como consecuencia de un desplazamiento de la legitimación. Si las acciones la ejercitan
diversos actores o se dirigen frente a varios demandados, la acumulación es, entonces,
subjetiva (sin dejar de ser objetiva), y sólo es posible si, además de los requisitos
exigidos para la acumulación objetiva, las acciones ejercitadas se fundan en un mismo
título o en una misma causa de pedir (...).
b) Que el Juez ante quien se ejercitan las acciones acumuladas sea competente para
conocer de cada una de ellas (...).
(...)
(...) A los anteriores requisitos suele añadirse un cuarto: que las acciones no sean
incompatibles entre sí (...).
(...)
2. No sean contrarias entre sí, salvo que sean propuestas en forma subordinada o
alternativa; y
Sobre el particular, Gozaíni anota que "... la compatibilidad procesal exige la unidad en
la competencia, es decir, que el Juez interviniente pueda conocer en todas y cada una de
las pretensiones acumuladas..." (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen I: 512).
"... Ha de entenderse que este requisito se refiere a cada acción tomada aisladamente y
no en conjunto, para lo cual habrán de tenerse en cuenta las disposiciones legales que
reglamentan la competencia (...).
(...) No procede la acumulación si consideradas aisladamente las acciones corresponden
por su valor a distintos jueces; si una de ellas compete al fuero comercial y la otra al
fuero civil; si las acciones son susceptibles de ventilarse separadamente y corresponden
a distinto fuero" (ALSINA, 1956, Tomo I: 542-543).
Por su parte, Palomino Marín, acerca del requisito de la unidad de competencia, opina
lo siguiente:
En cuanto a los límites de este efecto modificativo, está claro que la acumulación no
puede modificar la jurisdicción ni extender la competencia objetiva por razón de la
materia (en tal caso la acumulación no debe producirse) o de la cuantía cuando
excediese del límite máximo correspondiente a un Juzgado o Tribunal (en cuyo caso lo
procedente sería el conocimiento por el competente para la cuantía resultante)"
(PALOMINO MARIN, 1966: 83).
Según Beatriz Quintero y Eugenio Prieto "se entiende que las pretensiones son
contradictorias o excluyentes entre sí, cuando el empleo de una, hace ineficaz la otra,
pues se trata de una dualidad de relaciones jurídicas sustanciales que no pueden
coexistir porque la elección de una impide el ejercicio de la otra. Se trata de dos
resultados, de los cuales el uno resulta imposible frente al otro; es el caso de dos
reclamos, por ejemplo, en los cuales uno se contrae a que se restituya la posesión y otro,
la tenencia... o para que se declare la nulidad y el cumplimiento del contrato; los efectos
jurídicos de las pretensiones contradictorias no pueden coexistir por ser antagónicos..."
(QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 58-59).
"... Dos acciones se excluyen mutuamente cuando la elección de una impide el ejercicio
de la otra, caso que se daría si se tratase de lograr con ellas dos resultados, de los cuales
sólo uno es posible (por ej., ejercitada la acción de nulidad del contrato, no puede
ejercitarse simultáneamente la acción para el cumplimiento del mismo...).
(...) Dos acciones son contrarias entre sí cuando el empleo de una hace ineficaz el uso
de la otra, situación que se produciría si las acciones arguyesen una dualidad de
relaciones jurídicas que no pueden coexistir (...).
De otro modo, lo que la ley hace es establecer, más que dos principios jurídicos puros,
dos directrices de lógica jurídica, consustancial al mecanismo del Derecho, que no
permite, en definitiva, una resolución simultánea decisoria de tales acciones. Tan sólo
de manera sucesiva sería posible el ejercicio de acciones que se hallen en los casos
expuestos, es decir, por acumulación eventual" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ,
1956: 19).
Con arreglo a lo previsto en el inciso 3) del artículo 85 del Código Procesal Civil, es
requisito de la acumulación objetiva que las pretensiones a acumular sean tramitables en
una misma vía procedimental (proceso de conocimiento, abreviado, sumarísimo, etc.),
lo que se conoce como unidad de trámite o procedimiento.
Al respecto, Gozaíni señala que "el trámite procedimental que corresponde asignar a
cada pretensión debe ser el mismo porque de lo contrario no existe la posibilidad del
proceso único y simultáneo" (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen I: 512).
Sobre el tema, Alsina anota que "... es necesario que las acciones puedan substanciarse
por los mismos trámites, exigencia que se explica sin dificultad, porque, de lo contrario,
se alteraría el orden del procedimiento" (ALSINA, 1956, Tomo I: 543).
4.1.6.1 Concepto
Según se infiere del artículo 83 del Código Procesal Civil, la acumulación objetiva
sucesiva (llamada también acumulación por inserción de pretensiones o acumulación
sobrevenida) se presenta cuando las pretensiones a acumular son propuestas luego de
iniciado el proceso.
"Este tipo de acumulación tiene lugar cuando una pretensión nueva se incorpora dentro
de un proceso ya pendiente, para la satisfacción de otra.
La introducción de la nueva pretensión puede provenir del primitivo actor, del primitivo
demandado o de un tercero" (BACRE, 1986, Tomo I: 495).
"Este supuesto se produce cuando el actor, en lugar de acumular todas las pretensiones
que tenga contra el demandado en la demanda inicial, lo efectúa en un estadio procesal
posterior" (BACRE, 1986, Tomo I: 495).
Gozaíni señala al respecto lo siguiente:
"La transformación de la demanda por ampliación puede darse en los siguientes casos:
Alegar un hecho nuevo significa incorporar al proceso nuevos datos fácticos que, sin
alterar ninguno de los elementos constitutivos de la pretensión, tiende a confirmar,
complementar o desvirtuar su causa..." (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen I: 510).
"... Reconvención es una acción nueva -no necesariamente contraria-, que el demandado
ejercita frente al actor, para que se sustancie en el mismo proceso y se decida en la
misma sentencia. Por obra de la reconvención, el demandado se convierte en actor, sin
dejar de ser demandado. Sus posiciones procesales se entrecruzan: el actor sigue
siéndolo en cuanto a la demanda que dio origen al pleito, pero es demandado respecto a
la reconvención; el demandado sigue manteniendo este carácter respecto de la acción
principal, pero es actor en cuanto a la demanda reconvencional.
(...) La reconvención sólo tiene un claro sentido cuando el demandado la utiliza para su
defensa (aunque ella misma no es un medio de defensa, sino de ataque), es decir,
cuando guarda una estrecha relación con lo que el actor pide en su demanda, bien sea
porque el demandado puede sacar provecho de una situación perdida (v.g. el actor pide
en su demanda el pago del precio de una máquina vendida y el demandado reconviene
exigiendo los daños producidos por el retraso de la entrega de la máquina), o bien
porque la mejor forma de defenderse del ataque del actor sea destruir el título en que se
funda (v.g. el actor pide la entrega de la cosa vendida y el demandado reconviene
alegando la nulidad de la venta y pidiendo que así se declare), o bien sea porque el actor
que reclama es, a su vez, deudor del demandado" (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ,
1990, Volumen II: 97-98).
3. Cuando se reúnen dos o más procesos en uno, a fin de que una sola sentencia evite
pronunciamientos jurisdiccionales opuestos.
4.2.1 Definición
Se desprende de los artículos 83 -primer párrafo- y 86 -in fine- del Código Procesal
Civil que la acumulación subjetiva es aquella que se configura cuando en un proceso
hay más de dos personas (ya sea que actúen como partes o como terceros legitimados),
presentándose, pues, cuando en un proceso se acumulan varias pretensiones de varios
demandantes o contra varios demandados.
A decir de Alsina "llámase acumulación subjetiva de acciones esta figura del proceso en
que la relación procesal se desenvuelve con la presencia de varios sujetos, la que puede
asumir tres formas distintas: acumulación activa (pluralidad de actores), acumulación
pasiva (pluralidad de demandados), acumulación mixta (pluralidad de actores y
demandados)" (ALSINA, 1956, Tomo I: 544).
Rivas Sacconi asevera que la acumulación subjetiva de acciones "... tiene lugar cuando
una demanda es ejercida por varias personas, las que todas reunidas, por sostener
idénticos intereses, forman una sola parte, o también cuando la demanda es dirigida por
unas varias personas contra otras varias, las que, también todas reunidas, forman una
sola parte..." (RIVAS SACCONI, 1954: 274).
Raymundo Fernández anota que la acumulación subjetiva de acciones "... puede ser de
tres clases: pluralidad de actores (acumul. activa), pluralidad de demandados (acumul.
pasiva), pluralidad de actores y demandados (acumul. mixta). La acumulación subjetiva
determina lo que en la ciencia procesal moderna se denomina litisconsorcio, que puede
ser también activo, pasivo y mixto; si bien debe tenerse en cuenta que puede haber
litisconsorcio sin acumulación de acciones" (FERNANDEZ, 1942: 1060).
4.2.2 Fundamento
4.2.3 Clases
b) Impropia; cuando las relaciones jurídicas substanciales son varias pero afines, o sea,
que tienen de común un punto de hecho o de derecho a decidir (...); es facultativa del
actor, o lo que es igual, no puede ser exigida por el demandado" (FERNANDEZ, 1942:
1060).
(...) Ordinariamente, lo que permite a varias personas unir sus demandas como actoras o
promoverlas conjuntamente contra varias personas es la existencia de una relación
jurídica substancial con pluralidad de sujetos. Así, en las obligaciones divisibles, el
actor o los actores pueden unir sus demandas contra los distintos deudores, porque ellas
no son sino partes integrantes de un solo derecho; en las obligaciones solidarias el
acreedor puede dirigir su acción contra todos o contra cada uno de los obligados y en la
misma forma puede proceder cuando la obligación sea indivisible (...). Esto constituye
la acumulación subjetiva propia (activa, pasiva o mixta), llamada también simple, la
cual constituye una facultad del actor, de tal manera que si las demandas se
promoviesen por separado no podría el demandado exigir su acumulación, pues cada
acreedor tiene derecho a exigir de cada deudor su parte en el crédito. Por eso la
acumulación no significa que, en este caso, la decisión deba ser necesariamente la
misma para todos, ya que por cuestiones de hecho una demanda puede ser admitida y
otra rechazada.
Más aún, como la acumulación es facultativa, podría incluso darse casos de sentencias
contradictorias si las acciones fuesen promovidas separadamente, es decir que el único
fundamento de la acumulación subjetiva propia es la economía procesal (...). Pero
téngase presente que la acumulación subjetiva propia no procede cuando importa una
violación de las reglas de competencia (...).
1 °) Acumulación activa por comunidad de causa (...). 2°) Acumulación pasiva por
comunidad de causa (...). 3°) Acumulación activa por comunidad de objeto (...). 4°)
Acumulación pasiva por comunidad de objeto (...).
(...) Por último, la acumulación puede ser impuesta por la ley, y entonces se dice que
ella es necesaria. Ello ocurre cuando no es posible un pronunciamiento sin la existencia
de todos los sujetos de la relación substancial. Así hay demandas que sólo pueden
proponerse por varios o contra varios (...). A diferencia de los casos anteriores, en éste
no puede haber sino una sola sentencia respecto de todas las acciones acumuladas"
(ALSINA, 1956, Tomo I: 546-551).
Conforme se desprende del artículo 83 -segundo párrafo- del Código Procesal Civil, la
acumulación subjetiva puede ser originaria o sucesiva, según se proponga en la
demanda o después de iniciado el proceso, respectivamente.
4.2.4 Requisitos
"a) O comunidad jurídica por el objeto (...), por ej.: copropiedad, mancomunidad,
acreedores pro indiviso, masa de acreedores o de deudores).
c) (...) (o) que los derechos o las obligaciones sean de la misma especie por su contenido
y por su fundamento de hecho y jurídico (...). De esta clase es la acumulación de
acciones, por ej., de varios sujetos perjudicados por el mismo acto ilícito, la de acciones
de una persona jurídica contra sus miembros, y al contrario; la de las derivadas de la
letra de cambio contra los diferentes sujetos obligados por ella..." (GOLDSCHMIDT,
1936: 438).
E. Que las pretensiones materia de acumulación no sean contrarias entre sí, salvo que se
propongan en forma subordinada (lo que significa que la pretensión subordinada queda
sujeta a la eventualidad de que la propuesta como principal sea desestimada: art. 87 -
primer párrafo- del C.P.C.) o alternativa (lo que significa que el demandado puede
elegir cuál de las pretensiones va a cumplir, recayendo tal elección en el demandante si
aquél no cumple con efectuarla: art. 87 -primer y segundo párrafos- del C.P. C.).
F. Que para las pretensiones materia de acumulación resulte aplicable una misma vía
procedimental (proceso de conocimiento, abreviado, sumarísimo, etc.).
4.2.5 Efectos
b) Una de las consecuencias de esta situación es que si fallece una de las partes, procede
la citación de sus herederos, que están obligados a tomar intervención en el juicio, en el
estado en que se encuentre y sin que les sea permitido, por tanto, discutir la procedencia
de la acumulación.
"a) Diversidad de suerte entre los sujetos porque, aun en el primer supuesto, alguno de
ellos puede haber opuesto defensas personales que se admitieron o adoptar una posición
procesal que lo beneficie o perjudique en forma exclusiva.
Permite la escisión total o parcial del litisconsorcio por desistimiento, transacción,
respecto de alguno de los demandados.
"... Hay acumulación subjetiva originaria cuando una demanda es interpuesta por varias
personas o es dirigida contra varios demandados, lo que debe relacionarse
necesariamente con la institución procesal del litis consorcio, en sus distintas
situaciones" (Casación Nro. 2150-99 / Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 08-01-2000, pág. 4520).
4.3.1 Significado
"... Si las acciones conexas fueron propuestas separadamente, dando vida a procesos
distintos, la ley establece que, para hacer posible su sustanciación y decisión simultánea,
los procesos sean reunidos si es posible en un proceso único acumulativo" (LIEBMAN,
1980: 383).
Sobre el particular, Andrés de la Oliva y Miguel Angel Femández refieren que "... dos
procesos -o más- ya pendientes, pueden reunirse para ser conjuntamente sustanciados y,
en consecuencia, decididos en una única sentencia. A esta reunión de diversos procesos
llama la (ley) (...) acumulación de autos, pues utiliza (...) el término 'autos' como
sinónimo de proceso (o procesos)" (DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen
II: 102).
Para Véscovi "... la acumulación de autos (de procesos, de expedientes), (...) consiste en
reunir en uno solo distintos expedientes en los que se han deducido pretensiones
diferentes con relaciones de conexidad..." (VESCOVI, 1999: 73).
En opinión de Alessandri "la acumulación de autos tiene por objeto hacer que se
tramiten y fallen conjuntamente dos o más juicios que se están tramitando
separadamente, pero que están íntimamente ligados entre sí..." (ALESSANDRI, 1940:
184). El mencionado jurista agrega que "... en la acumulación de autos (...) se reúnen
todos los expedientes en uno solo y se continúan tramitando en un solo pleito"
(ALESSANDRI, 1940: 185).
Enrique Falcón señala al respecto que "... dos procesos o más deben tramitar en forma
conjunta es decir, deben acumularse, en general, cuando la sentencia que pueda dictarse
en uno de ellos haga cosa juzgada en el otro, creando la posibilidad de un escándalo
jurídico, ya que, si ambos procesos tramitaran en forma independiente podría suceder
que la misma situación (o una situación que tenga como base la misma causa jurídica o
esté interrelacionada inmediatamente con ella) tuviese soluciones diversas..."
(FALCON, 1978: 26).
(...) Procede cuando la sentencia que haya de dictarse en un proceso produzca en otro la
excepción de cosa juzgada, por existir identidad de partes, causa y objeto, y cuando en
virtud de idéntica causa jurídica una misma persona sea demandada separadamente por
varios o demande a varios, es decir, que falte la identidad de personas pero se afecte la
continencia de la causa…" (FERNANDEZ, 1942: 1061-1062)
"A partir del momento en que ella se produzca, sea que los juicios tengan tramitación
conjunta, sea por cursos separados, se advertirá la coincidencia o comunidad de
postulaciones entre los sujetos que hasta entonces operaban, en sus propios litigios,
dentro de un esquema de simplicidad procesal.
4.3.2 Fundamento
Para Escobar Fornos "el principio de economía procesal y el interés del Estado de que
no se dicten sentencias contradictorias, constituyen los fundamentos de la acumulación
de autos o procesos" (ESCOBAR FORNOS, 1990: 114).
La simplificación y la terminación a un mismo tiempo de todos los litigios -por una sola
y única sentencia-, para evitar el escándalo jurídico de dos o más sentencias distintas y
contradictorias, constituye la finalidad esencial de la acumulación.
Continentia causae dividi non debet, se viene diciendo desde Justiniano sin que, quien
así advierte, sepa muy bien qué peligros amenazan. Parece ser que se divide la
'continencia de la causa', cuando se trata y decide por separado lo que procesal mente
debe -o puede- decidirse de modo conjunto. El problema reside en determinar qué es lo
que debe decidirse conjuntamente y qué lo que puede tratarse por separado. A mi
entender, la razón que justifica la acumulación de autos no debe ser otra que la conexión
entre los objetos de dos procesos ya pendientes. Tratar en un mismo proceso dos objetos
conectados puede ser más económico, pero, sobre todo, preserva la univocidad del
pronunciamiento judicial" (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen II: 103).
4.3.3 Clases
A criterio de Hernando Morales "... las distintas clases de acumulación de procesos son
las siguientes: a) procesos conexos por la causa o por el objeto; b) procesos que guardan
entre sí relación de dependencia; c) procesos que deben servirse de las mismas pruebas
por parte del demandante; d) procesos inconexos por causa u objeto y que tampoco
tengan dependencia ni comunidad de pruebas, sino únicamente unidad de partes; e)
procesos en que el demandado sea el mismo y las excepciones propuestas, que no sean
previas, se fundamenten en los mismos hechos..." (MORALES; citado por MONROY
CABRA, 1979: 277).
Casarino Vlterbo apunta al respecto que "... la circunstancia de ser parte litigante en
alguno de los juicios cuya acumulación se pretende, legitima cualquiera petición de
acumulación de autos. (...) no basta ser parte litigante en potencia en alguno o algunos
de esos juicios, sino que es preciso investir realmente la calidad de parte en ellos"
(CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 284).
Como se ha podido apreciar, resulta claro que todo aquel que revista la condición de
parte en cualquiera de los procesos a acumular se encuentra legitimado para solicitar la
acumulación de procesos. Es más, dicha acumulación puede ser decretada de oficio,
siempre y cuando los procesos a ser acumulados se tramiten ante un mismo Juzgado
(art. 90 -in fine- del C.P.C.).
Según Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández "... la acumulación de autos debe
solicitarse al Juez ante quien pende el pleito más antiguo, que es quien será competente
para conocer de los procesos acumulados..." (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ, 1990,
Volumen II: 107).
Para Monroy Cabra "el incidente de acumulación debe promoverse ante el juez que
tramita el proceso más antiguo, entendiéndose por tal, él en que se hizo primero la
notificación del auto admisorio de la demanda, o el en que primero se practicó el
embargo de bienes, según el caso..." (MONROY CABRA, 1979: 278).
Casarino Viterbo, en cuanto a lo examinado en este punto, sostiene lo siguiente: "... Para
saber ante qué tribunal debe pedirse la acumulación de autos, es previo determinar si los
procesos están sometidos a tribunales de igual jerarquía o de jerarquía diversa. Si los
tribunales son de igual jerarquía, entra en juego otra circunstancia, la antigüedad de los
procesos; esto es, debe pedirse la acumulación al juez que está conociendo del proceso
más antiguo. En caso que los tribunales sean de distinta jerarquía, la acumulación de
autos debe pedirse al tribunal de jerarquía más alta de aquellos que conocen los
procesos de cuya acumulación se trata" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 285).
Raymundo Fernández asegura que para que proceda la acumulación de autos (procesos)
es necesario: "... 1°, que el juez a quien corresponda entender en los procesos
acumulados, sea competente por razón de la materia (...), pues la competencia ratione
personae y la por valor ceden ante las necesidades de orden superior que imponen la
acumulación y las ventajas que la misma comporta (...), correspondiendo conocer en el
último supuesto al juez de competencia mayor (...); 2°, que puedan sustanciarse por los
mismos trámites..." (FERNANDEZ, 1942: 1062).
"Si se tramitan separadamente dos pleitos que están tan íntimamente ligados que la
sentencia de uno ha de producir cosa juzgada en el otro, es evidente la conveniencia en
autorizar la acumulación de autos y hacer que ambos pleitos se tramiten y fallen
conjuntamente.
Para bien entender las reglas referentes a los casos en que procede la acumulación de
autos, es preciso recordar que en todo pleito existen dos o más partes, y una acción que
está formada por dos elementos: causa de pedir y objeto. Habrá lugar a la acumulación
de autos, siempre que los juicios por acumularse tengan por lo menos dos de estos
elementos comunes. Así, habrá lugar a la acumulación de autos cuando dos pleitos
tengan el mismo objeto y las mismas partes, aunque la causa de pedir sea distinta (...).
(...)
Hay lugar también a la acumulación de autos cuando en los pleitos figuran las mismas
partes y ambos tienen la misma causa de pedir, aunque el objeto del pleito sea distinto
(...).
También puede haber acumulación de autos, cuando en dos juicios el objeto y la causa
de pedir sean unos mismos aunque las partes sean distintas (...).
Entonces, tenemos que hay lugar a la acumulación de autos, cuando diversos juicios
tienen de común por lo menos dos de estos tres elementos: 1) las partes; 2) la causa de
pedir de la acción; y 3) el objeto de la acción y también cuando las acciones entabladas
emanen directa e inmediatamente de unos mismos hechos..." (ALESSANDRI, 1940:
185-186).
"a) Que lo solicite alguna de las personas que han sido admitidas como parte, en
cualquiera de los procesos cuya acumulación se pretende (...).
(...)
b) Los procesos que se pretende acumular deben ser de la misma clase (...).
(...) 'De la misma clase' son sólo los procesos para los que la (ley) (...) prevé una misma
tramitación (...).
c) Los procesos que se pretende acumular deben estar en la misma instancia (...).
(...)
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández, en cuanto al nexo jurídico entre los
procesos a acumularse como requisito de la acumulación de autos (procesos), explican
lo siguiente:
"... Es preciso que entre los procesos que van a reunirse exista un nexo jurídico que
justifique la acumulación (...). La acumulación de autos puede producirse: a) como
consecuencia de la vis atractiva de los juicios universales; b) porque entre los procesos
existe identidad de objeto; y c) porque los procesos tienen un objeto conexo (...).
(...) 'Universales' son aquellos procesos en los que se pretende distribuir el patrimonio
entero de una persona, bien entre quienes son sus acreedores (concurso y quiebra), bien
entre sus herederos (testamentaría y ab intestato). En realidad, aunque la vis atractiva de
los juicios universales funde una acumulación de pleitos ante un mismo Juez, no se trata
propiamente de una 'acumulación de autos'. Más que reunir dos procesos iguales, se
pretende aquí, acumular procesos singulares (...) a un proceso más amplio y complejo,
como única forma de que ésta cumpla la función que se le encomienda: repartir todo el
patrimonio de una persona (...).
(...)
(...) Que la identidad de los procesos pendientes no debería ser causa de acumulación de
procesos, sino exclusión pura y simple del segundo que se incoe, se dijo ya al hablar de
la excepción de litispendencia. Sin embargo, de lege lata resulta indiscutible que la
identidad entre procesos funda la acumulación de autos.
Resulta así, que la identidad entre dos procesos pendientes tiene un doble tratamiento -
en ciertos momentos, incluso alternativo-: a) el demandado en el segundo proceso puede
-si quiere y está aún a tiempo- paralizarlo proponiendo la excepción de litispendencia
como dilatoria; b) en cualquier momento -hábil-, cualquiera de las personas que han
sido admitidas como parte en cualquiera de los procesos, puede pedir la acumulación de
autos. (...) Hay identidad de objetos: a) tanto si la sentencia que vaya a dictarse en un
pleito puede producir excepción de cosa juzgada en el otro (...);
b) como si en un juzgado hay pleito pendiente sobre lo mismo que sea objeto de otro
(...); c) o si entre los dos pleitos hay identidad de personas, cosas y acción
(...).
Rivas Sacconi, respecto del vínculo o nexo entre los procesos como requisito para su
acumulación, enseña que:
Este vínculo es la causa del juicio, concepto éste que, por tanto, tiene una extraordinaria
importancia y que, en último término, puede decirse que se confunde con el hecho que
da origen al juicio. De este modo, en una acción reivindicatoria, la causa será la pérdida
de la posesión respecto de determinada cosa; en la acción de indemnización de
perjuicios, lo será el hecho que ha generado el perjuicio y del cual ha nacido, como
consecuencia, el derecho a la indemnización; en una de nulidad, lo será el hecho que
generó la nulidad, etc." (RIVAS SACCONI, 1954: 275-276).
Se colige del artículo 90 -primer y segundo párrafos- del Código Procesal Civil que el
pedido de acumulación de procesos debe reunir los siguientes requisitos:
Debe presentarse la solicitud de acumulación de procesos antes que uno de ellos sea
sentenciado (en primera instancia, se entiende).
A la solicitud de acumulación de procesos conexos debe anexarse obligatoriamente la
copia certificada de la demanda y también de su contestación, en caso de haberla. Se
entiende que tales piezas procesales deben corresponder a cada uno de los procesos
materia de acumulación, pues con ellas se demostrará la existencia de los procesos en
cuestión y la conexidad respectiva, exigible para que opere la acumulación.
"La acumulación sucesiva de procesos debe pedirse antes que uno de ellos sea
sentenciado. El pedido impide la expedición de sentencia hasta que se resuelva en
definitiva la acumulación.
Esta acumulación será declarada de oficio cuando los procesos se tramitan ante un
mismo Juzgado".
La ley autoriza que los procesos se sustancien por separado, conservando cada uno su
propio trámite, sin perjuicio de que los litigios se resuelvan en una sola sentencia.
Si los procesos (se) tramitaron por separado, se debe dictar sentencia única en uno de
ellos y agregar copia certificada del fallo en el otro" (BACRE, 1986, Tomo 1: 513).
Casarino Viterbo, en lo que atañe a los efectos de la acumulación de autos (procesos),
enseña lo siguiente:
"... Una vez ejecutoriada la resolución que accede a la acumulación de autos o que ella
cause ejecutoria, se producen importantes efectos en los diversos procesos de cuya
acumulación se trata. Estos efectos dicen relación ya con el tribunal, ya con el
procedimiento.
Respecto del tribunal, si los procesos se tramitaban ante él mismo, nada anormal habrá
acontecido, pues el tribunal que era competente para conocer de los procesos separados,
con mayor razón lo será para conocer de ellos una vez acumulados. Pero si los procesos
se hallaban entregados al conocimiento de diversos tribunales, su acumulación tiene la
virtud de hacer radicar la competencia de los tribunales acumulados en uno solo; o sea,
en aquel en que por expresa disposición de la ley debe operarse la acumulación, dejando
de ser competentes, los demás jueces que conocían de los procesos separados.
(...)
Teóricamente, las soluciones posibles son tres, aunque dos de ellas tengan muy dudosa
justificación (...): suprimir en el proceso que esté más atrasado los trámites que falten
hasta llegar al más adelantado; seguir la tramitación del más atrasado en común con el
más adelantado, o sea, repitiendo los actos en lo que respecta a éste; o seguir dicha
tramitación, pero sin que sea común al pleito más adelantado, para lo cual se suspende
el procedimiento con respecto a éste hasta que el otro o los otros lleguen a la misma
etapa. (...) esta última solución es la aceptada..." (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo
III: 287-288).
Finalmente, Palomino Marín, en cuanto a lo estudiado en este punto, precisa que "... la
desacumulación sólo es posible en las acumulaciones no necesarias. Parece procedente
la desacumulación, por supuesto, cuando todas las partes la pidan, pero también en el
supuesto de que lo pida una sola, o incluso de oficio, cuando la continuación de la
acumulación retarda o hace más gravoso el proceso, remitiéndose a los órganos
competentes los asuntos que les corresponden, con emplazamiento ante ellos de las
partes" (PALOMINO MARIN, 1966: 84).
CAPITULO V
LITISCONSORCIO
1. CONCEPTO DE LITISCONSORCIO
En palabras de Rocco hay litisconsorcio "... cuando en una relación procesal se dan
varias partes, es decir, un actor y varios demandados; o bien, varios actores y un
demandado; o también, varios actores y varios demandados..." (ROCCO, 1976,
Volumen II: 117).
A decir de Kisch "... litisconsorcio (...) o acumulación subjetiva (...) existe siempre que
varias personas ocupen la misma posición como partes: un actor contra varios
demandados, o varios actores contra un demandado, o varios actores contra varios
demandados..." (KISCH, 1940: 316).
Para Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández "... existe litisconsorcio cuando en
las posiciones fundamentales de actor y/o demandado aparecen una pluralidad de
personas (físicas o jurídicas),.." (DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I:
451-452).
Aldo Bacre concibe al litisconsorcio como "... la relación jurídica procesal única, donde
una pluralidad de sujetos que actúan como actores o demandados se encuentran
relacionados por una o varias pretensiones conexas entre sí' (BACRE, 1996, Tomo II:
153).
Máximo Castro señala al respecto que "... si varias personas litigan en común por una
comunidad de derecho respecto al objeto del proceso o por obligaciones que reposen en
hecho y en derecho sobre el mismo fundamento, se dice que existe litisconsorcio..."
(CASTRO, 1926, Tomo Primero: 176).
A criterio de Monroy Cabra "... el litisconsorcio se refiere a una pluralidad de partes que
se origina no solamente cuando los litigantes se encuentran en un mismo plano, sino
también unidos en una misma relación jurídico-procesal. En esa relación procesal se dan
varias partes, es decir, un actor y varios demandados; o bien, varios actores y un
demandado; o también varios actores y varios demandados... " (MONROY CABRA,
1979: 222-223).
Lino Palacio afirma que "... existe litisconsorcio cuando, por mediar cotitularidad activa
o pasiva con respecto a una pretensión única, o un vínculo de conexión entre distintas
pretensiones, el proceso se desarrolla con la participación (efectiva o posible) de más de
una persona en la misma posición de parte" (PALACIO, 1983, Tomo III: 202-203).
"El litis consorcio es la actuación en un proceso de más de una parte como actor
(activo), más de una parte como demandado (pasivo), o más de una parte como actor y
como demandado (mixto).
La pretensión de cada litisconsorte puede ser común o individual, según sea la misma
para todos, o cada uno tenga una pretensión distinta. En este último caso, las
pretensiones de varios litisconsortes deben tener algún elemento común para poder
tramitar en el mismo proceso" (FALCON, 1978: 80).
Dávila Millán asevera que "... el litisconsorcio denota la presencia de varias personas
como partes, que por obligaciones, derechos o intereses comunes, están unidas en una
determinada posición y piden al órgano jurisdiccional el pronunciamiento de una
decisión lógica y jurídicamente única" (DAVILA MILLAN; citada por ESCOBAR
FORNOS, 1990: 137).
Es por ello que el litisconsorcio tenga normalmente como fundamento una comunidad
de intereses (comunidad jurídica por el objeto del litigio o relación sustancial en litis)
(REIMUNDIN, 1956, Tomo 1: 202).
Alsina, por su parte, apunta que "... en el caso de que varias personas actúen en la
posición de actores o que el actor litigue frente a varios demandados, los que ocupan
una misma posición en el proceso se encuentran en estado de litisconsorcio, del cual
derivan diversas situaciones procesales que varían según las circunstancias. Puede haber
así varios actores frente' a un demandado (Iitisconsorcio activo) o un actor frente a
varios demandados (litisconsorcio pasivo) o varios actores frente a varios demandados
(Iitisconsorcio mixto)" (ALSINA, 1956, Tomo 1: 563). El mencionado tratadista señala,
además, que "... por lo general el litisconsorcio se forma al comienzo del pleito
mediante la acumulación subjetiva de acciones y es por eso que comúnmente tanto la
doctrina como la legislación identifican ambas instituciones. Así, (...) hablan de
acumulación subjetiva o litisconsorcio como si fueran la misma cosa. Sin embargo, (...)
reconocen que el litisconsorcio puede surgir durante el desarrollo del proceso, sea por
fallecimiento de una de las partes cuando deja varios herederos, sea por la intervención
de un tercero en la relación procesal, sea como consecuencia de la acumulación de
autos. El litisconsorcio es un estado entre varias personas que ocupan una misma
posición en el proceso, cuyas relaciones recíprocas regula, en tanto que la acumulación
subjetiva se refiere a la unión de varias acciones y establece los requisitos para que esa
unión sea posible (...). Cuando esto se produce, nace el estado de litisconsorcio entre sus
titulares" (ALSINA, 1956, Tomo I: 564).
Por otra parte, la relación litisconsorcial, o puede ser obra de una determinación de
voluntad, guiada exclusivamente por razones de economía procesal (Iitisconsorcio
voluntario), o venir impuesta por la índole de la relación jurídico material que en el
proceso se actúa, y por la necesidad de que la resolución que se dicte afecte a todos los
interesados en la cuestión (Iitis consorcio necesario)" (DE LA PLAZA, 1951, Volumen
I: 293).
En relación al litisconsorcio, Calamandrei señala que "... cuando las partes son más de
dos, se da el fenómeno del proceso con pluralidad de partes, o litisconsorcio: proceso
con pluralidad de partes, o litisconsorcio, significa, por tanto, proceso con más de dos
partes (...). La posición de los litisconsortes entre sí no puede prescindir (...) de la
reciprocidad del concepto de parte. (...) este carácter de reciprocidad de las partes no
desaparece (...) en el caso del litisconsorcio: aunque, en tal caso, los sujetos del proceso
sean más de dos, cada uno de ellos habrá de figurar en él como actor o como
demandado frente a algún otro, en forma que sea posible distinguir, entre los
litisconsortes, otras tantas parejas de contradictores que sean recíprocamente partes cada
uno en relación al otro..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 307-308).
"... En el caso de que varias personas actúen en la posición de actores o que el actor
litigue frente a varios demandados los que ocupan una misma posición en el proceso se
encuentran en estado de litisconsorcio, del cual derivan diversas situaciones procesales
que varían según las circunstancias.
Puede haber así, varios actores frente a un demandado (litisconsorcio activo) o un actor
frente a varios demandados (litisconsorcio pasivo) o varios actores frente a varios
demandados (Iitisconsorcio mixto).
El litisconsorcio puede surgir durante el desarrollo del proceso, sea por fallecimiento de
una de las partes, cuando deja varios herederos; sea por intervención de un tercero en la
relación procesal; sea como consecuencia de la acumulación de autos.
El litisconsorcio es un estado entre varias personas que ocupan una misma posición en
el proceso, cuyas relaciones recíprocas regula, en tanto que la acumulación subjetiva se
refiere a la unión de varias acciones y establece los requisitos para que esa unión sea
posible. Cuando esto se produce nace el estado de litisconsorcio entre sus titulares"
(ALVAREZ JULIA; NEUSS; y WAGNER, 1990: 108).
"Varias son las definiciones que pueden verse en la doctrina con respecto a la figura del
litisconsorcio; ellas responden o se encuadran en diversas teorías acerca de la naturaleza
de dicha figura. Así la de la simple pluralidad, distingue la existencia litisconsorcial
cuando se da una multiplicidad de sujetos en posición actora, demandada o en ambas;
luego encontramos la de la vinculación por coincidencia de intereses, íntimamente
correlacionada con la de la conexidad de las pretensiones; a ellas agregamos la de la
situación procesal y, la de la actuación procesal.
Nos queda por fin, la postura que define el litisconsorcio en base a la coincidencia de
actuación procesal, prescindiendo de la posición que asuman frente a la relación
sustancial. Nosotros partimos de ese punto, afirmando que habrá litisconsorcio cuando
se dé entre los litigantes, unidad o coincidencia de postulación..." (RIVAS, 1997: 119).
Adolfo Rivas termina calificando al litisconsorcio como "... la relación jurídica procesal
tendida entre varios sujetos que ostentan calidad de parte, en tanto se manifiesten o
permanezcan en comunidad de postulación, es decir cuando coincidan básicamente en
propiciar el triunfo o el rechazo de la pretensión (principal o incidental) o el de la
petición correspondiente a un acto procesal, sin resultar de ello posiciones encontradas,
antagónicas, o incompatibles con dicha comunidad" (RIVAS, 1997: 119).
"a).- Cuando una persona demanda a dos o más personas, figura procesal que se llama
litisconsorcio pasivo simple;
b).- Cuando varias personas conjuntamente demandan a una sola persona; litisconsorcio
activo simple.
Monroy Cabra asegura que "el litisconsorcio existe en tres casos: a) cuando en un
proceso hay varias personas como demandantes o demandadas; b) cuando concurren al
proceso terceros que reúnen los requisitos indicados; y c) cuando hay acumulación de
procesos con partes distintas y exista comunidad de pretensiones entre algunas de ellas"
(MONROY CABRA, 1979: 223).
En opinión de Kisch "el litisconsorcio se admite en tres casos: Primeramente cuando los
varios actores o los varios demandados 'están en un estado de comunidad jurídica por el
objeto del litigio' (...). En segundo lugar, cuando una comunidad de individuos tienen la
misma calidad de acreedores o de deudores por la misma causa de hecho y jurídica (...).
Y, por último, cuando los derechos u obligaciones que constituyen el objeto del litigio
descansan sobre un mismo fundamento real y jurídico, o muy semejante..." (KISCH,
1940: 316).
Rodríguez Garcés, en lo que toca a los casos en que se produce el litisconsorcio, anota
que "... por excepción suele suceder que en un juicio puedan intervenir varias personas
en calidad de demandantes o de demandados. Ello sucede (...) cuando se proceda por
varias personas conjuntamente en los casos autorizados por la ley, cuando deduzcan una
misma acción o acciones que emanen directa e inmediatamente de un mismo hecho. Lo
propio sucede respecto de los demandados, quienes podrán actuar conjuntamente en los
casos que autoriza la ley, o varios independientemente cuando se deduzca en contra de
ellos la misma acción o acciones que emanen de un mismo hecho" (RODRIGUEZ
GARCES, 1967, Tomo 1: 37).
"1. Por regla general el litisconsorcio es consecuencia de una demanda común; por
actuar varios actores contra un demandado, o un actor contra varios demandados o
varios actores contra varios demandados. La presentación de una demanda común
depende de la voluntad del actor.
(...)
"1. En caso de comunidad jurídica entre varias personas con relación al objeto litigioso
(...). Son de citar, por ejemplo, la copropiedad, la solidaridad de acreedores o deudores,
y también deudor principal y fiador.
2. En caso de estar facultados u obligados por el mismo motivo jurídico y de hecho (...).
Se da este caso cuando varias personas por razón del mismo hecho, por ejemplo, el
contrato celebrado en común, o del acto ilícito perpetrado conjuntamente, y por razón
del mismo grupo de normas jurídicas, tengan reconocido su derecho o estén obligadas.
(...)
Prieto-Castro y Ferrándiz, acerca de los requisitos del litisconsorcio, sostiene que "...
como exigencias fundamentales se imponen las siguientes: Que el órgano jurisdiccional
posea la competencia objetiva y la funcional, y que sea también idóneo el tipo de
procedimiento elegido" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 73).
Véscovi, en lo que se refiere a la conexión entre los litisconsortes como requisito del
litisconsorcio, apunta que "se requiere (...) que exista una cierta comunidad (conexión)
entre los integrantes del grupo que actúa conjuntamente, la que debe provenir de su
propia legitimación, del hecho de que la situación jurídica que se debate (objeto de la
pretensión) sea común" (VESCOVI, 1999: 171).
Podetti indica sobre el particular que "... para que haya litisconsorcio no basta que
aparezcan como actores o como demandados dos o más personas, es INDISPENSABLE
que puedan sufrir una suerte común, sea porque defienden un interés único o intereses
que por su origen o naturaleza son paralelos. No habrá, pues, litisconsorcio, cuando
cada sujeto procesal defiende un interés antagónico o simplemente diverso, aunque
aparezcan en la posición común de actores o de demandados. Tales los supuestos de
tercería de dominio o mejor derecho (...) y las demás posiciones de terceros en defensa
de intereses substanciales excluyentes que no pueden dar lugar a litisconsorcio..."
(PODETTI, 1949: 300).
b) Como consecuencia de esa autonomía, cada parte debe tener capacidad procesal para
actuar en juicio, lo cual significa que el adversario puede oponerle una excepción de
falta de personería, prescindiendo de la capacidad de los demás litisconsortes (...).
c) Por su parte el juez debe ser competente para entender en las acciones que
correspondan a cada litisconsorte, cuya competencia puede ser originaria o adquirida,
como ocurre, en este segundo caso, en la acumulación subjetiva propia, en que (...) se
autoriza una derogación a las reglas de la competencia territorial..." (ALSINA, 1956,
Tomo I: 566).
Goldschmidt refiere que"… cada litisconsorte está frente al adversario como un litigante
independiente, de suerte que los actos de cada uno de ellos no aprovechan ni perjudican
a los demás (...). Así, un litisconsorte puede admitir un hecho, y los demás discutirlo. El
allanamiento, la renuncia y el desistimiento no producen efecto más que frente al
litisconsorte que ha realizado estos actos creadores de situaciones jurídicas. La
confesión con juramento, la contumacia, el comienzo y la observancia del plazo para los
recursos y la interrupción y suspensión del procedimiento producen efectos en favor y
contra el litisconsorte con respecto al cual han tenido lugar estos hechos procesales..."
(GOLDSCHMIDT, 1936: 439).
Es decir, que cada litisconsorte puede disponer con entera independencia del objeto
litigioso, pudiendo allanarse o renunciar si así conveniere a su interés jurídico"
(REIMUNDIN, 1956, Tomo 1: 192).
Al respecto, debe tenerse presente lo dispuesto en el artículo 98 -primer párrafo del
Código Procesal Civil, conforme al cual, quien se considere titular de una relación
jurídica sustancial a la que presumiblemente deban extenderse los efectos de una
sentencia, y que por tal razón estuviera legitimado para demandar o haber sido
demandado en el proceso, puede intervenir como litisconsorte de una parte, con las
mismas facultades de ésta.
"1. El litisconsorcio produce como consecuencia el que los diferentes procesos quedan
reunidos para su común tramitación y asunción de prueba (...).
(...)
(...)
c) El impulso procesal corresponde a cada uno de los litisconsortes, principio que tiene
diversas aplicaciones. 1 °) En materia de prueba es necesario distinguir según se trate de
acumulación subjetiva propia, impropia o necesaria. En los dos primeros casos, por lo
mismo que son posibles sentencias contradictorias (...), cada diligencia debe ser
considerada aisladamente, no sólo desde el punto de vista de su producción, sino
también de su apreciación, a menos que se trate de un hecho común que deba ser
examinado respecto de todos los litisconsortes, porque no es posible que se convenza de
la verdad de un hecho respecto de uno y no respecto del otro. 2°) En la acumulación
necesaria, por el contrario, no solamente los hechos sino también las defensas de las
partes deben ser considerados uniformemente respecto de todos los litisconsortes,
porque no cabe sino una sola decisión para todos ellos. 3°) la suspensión de la relación
procesal produce efecto respecto de todos los litisconsortes, aun tratándose de la
acumulación subjetiva, porque siendo una sola no puede suspenderse en cuanto a una
parte y continuar con la otra. 4°) Pero la rebeldía de uno de los litisconsortes no
perjudica a los otros, y, en tal caso, el rebelde estará representado en juicio por el
defensor de ausentes. 5°) Cuando varias personas intervienen como partes, cada una de
ellas puede ser llamada por su adversario para absolver posiciones (...) 6°) En cuanto al
modo de extinción, el estado de litisconsorcio termina con el proceso (sentencia,
transacción, perención, desistimiento), pero es evidente que no puede terminar por
perención respecto de una de las partes exclusivamente, porque siendo una sola la
relación procesal, un acto interruptivo de cualquiera de ellas produce efecto respecto de
las demás. También la cosa juzgada puede verificarse de distinta manera respecto de los
litisconsortes, según que éstos consientan o recurran de la sentencia.
6. CLASES DE LITISCONSORCIO
Según Monroy Cabra "... el litisconsorcio es activo cuando la pluralidad (de partes) se
refiere a la parte demandante, pasivo cuando es a la demandada y mixto cuando la
pluralidad comprende tanto a la parte actora como a la demandada" (MONROY
CABRA, 1979: 223). Dicho autor añade que "el litisconsorcio puede ser originario o
sucesivo, según se forme al iniciarse el litigio o más adelante durante el curso de éste...
" (MONROY CABRA, 1979: 223).
Calamandrei afirma que "... sobre la posición que cada parte asume frente a las distintas
demandas reunidas en un solo proceso, se funda la distinción (...) entre litisconsorcio
activo, pasivo y mixto: sólo distinguiendo a los litisconsortes, según dicha posición, en
actores y demandados, se puede calificar el litisconsorcio de activo, si figuran en él
varios actores contra un solo demandado, de pasivo, si figuran en él varios demandados
contra un solo actor, o de mixto, si frente a una pluralidad de actores se encuentra una
pluralidad de demandados..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen 11: 308). El
mencionado tratadista italiano agrega que:
"... La pluralidad de partes puede existir desde el comienzo del proceso, o producirse en
el curso de él (Iitisconsorcio originario o inicial, y litisconsorcio subsiguiente o
sobrevenido). Mientras en el primer caso el proceso se instituye desde su origen con
pluralidad de partes por iniciativa del actor (...), en el segundo caso se instituye
inicialmente el proceso con sólo dos partes, a las cuales vienen luego, voluntaria o
coactivamente, a agregarse otras en el curso de él.
Este acrecentamiento del número de las partes durante el proceso puede ocurrir, o por
reunión de procesos ya iniciados separadamente entre partes distintas (...), o por
intervención de terceros extraños en el único proceso en curso..." (CALAMANDREI,
1962, Volumen 11: 313).
"... Si varios actores litigan frente a un solo demandado se habla de litisconsorcio activo;
cuando un solo actor se dirige frente a varios demandados, se habla de litisconsorcio
pasivo; y de litisconsorcio mixto, si varios actores litigan frente a varios demandados.
"... Según que la pluralidad de sujetos consista en la actuación de varios actores frente a
un demandado, de un actor frente a varios demandados, o de varios actores frente a
varios demandados, el litisconsorcio se denomina, respectivamente, activo, pasivo y
mixto.
(...)
(...) Por último, el litisconsorcio puede ser originario o sucesivo según que,
respectivamente, la pluralidad de sujetos actores o demandados aparezca desde la
iniciación del proceso (acumulación subjetiva de pretensiones...) o se verifique durante
su posterior desenvolvimiento (sucesión procesal, integración de la litis, acumulación de
procesos e intervención adhesiva litisconsorcial)" (PALACIO, 1983, Tomo III: 203-
204).
"El litis consorcio se clasifica por su naturaleza, por su formación, por su carácter y por
su contenido.
c) Por su carácter puede ser principal (cuando todas las pretensiones de los sujetos
tienen el mismo rango), o accesorio (cuando una de las pretensiones realizada por uno
está subordinada a otra de la cual depende).
d) Por su constitución puede ser ordinario (que son los casos anteriores) o derivado (que
es el que proviene de la acumulación de procesos)" (FALCON, 1978: 80).
A decir de Podetti:
"El litisconsorcio puede ser activo, pasivo, o mixto, según que la comunidad de
intereses una a dos o más sujetos como actores, como demandados o como actores y
demandados.
- activo;
- pasivo; y
- mixto.
- originario, o
- sucesivo.
El primero se forma con la pluralidad de sujetos desde la iniciación del proceso; el
segundo, se produce durante el desenvolvimiento del mismo (sucesión procesal,
integración de la litis, acumulación de procesos e intervención adhesiva litisconsorcial).
- facultativo, o
- necesario.
"a) Ante todo, hay que tener presente el momento en que viene a formarse el
litisconsorcio, esto es, el momento en que se verifica el fenómeno de la existencia de
una pluralidad de sujetos de la relación procesal.
Desde este punto de vista la acumulación subjetiva puede ser originaria o sucesiva. La
originaria o inicial se da cuando varias partes instauran a un mismo tiempo el proceso, o
bien cuando contra varias partes se instaura el proceso, es decir, en el momento mismo
en que se constituye la relación procesal, mediante la notificación de la demanda
judicial. Se llama, en cambio, litisconsorcio sucesivo el que se forma con posterioridad
a la instauración del proceso y a la notificación de la demanda judicial, es decir, en el
caso de que en el curso del proceso, a las partes originariamente en juicio se agreguen
otras. Esta agregación puede ocurrir o mediante la unión de varias causas que tengan
elementos comunes, o a través del instituto de la intervención (...).
(...)
d) Con respecto al modo como se verifica el litisconsorcio, se podrá decir que puede
surgir de la voluntad de las partes, o de una razón de necesidad imprescindible,
determinada por la esencia y la naturaleza de la relación que se discute.
Encontramos también que el litisconsorcio puede ser con comunidad sustancial o sin
comunidad sustancial. El primero se encuentra cuando la postulación común se da con
relación a la misma o a conexas relaciones jurídicas, de modo que haya coincidencias de
postulaciones tanto con respecto al derecho de fondo, Gomo en el juicio; el segundo no
puede hallarse sino en este último campo (…). Se configura en ese caso, un
litisconsorcio meramente procesal.
Otra clasificación posible es la que tiene en cuenta el origen o la generación de la
asociación litigiosa, según la actitud asumida por los litigantes; encontramos así un
litisconsorcio por presencia y otro por silencio. En el primero hay una concurrencia
efectiva en que el litisconsorte muestra cual es su postulación; en el segundo, en tanto la
legislación disponga que el citado adecuadamente queda sujeto a las resultas del
proceso, aún cuando no se presente, se habrá de presumir que asume una determinada
postura (...). También los litisconsorcios pueden ser permanentes y transitorios; los
primeros son los que perduran desde su conformación (inicial, sobreviniente) hasta la
terminación del juicio; los segundos son los que muestran una presencia circunstancial;
y se agotan al cumplir su objetivo (…). Entre nosotros, alcanza general aceptación
dividir a los litisconsorcios en facultativos y necesarios; junto a estos últimos aparecen
las categorías de necesarios impropios y cuasinecesarios (...).
Por nuestro lado, (…) distinguimos tres clases básicas de litisconsorcios: a) voluntarios
b) coactivos c) por acumulación de procesos.
Los voluntarios (...) son los que se constituyen, originaria o sobrevinientemente, merced
a la libre decisión de los sujetos; se subdividen en facultativos y por coadyuvación (...).
6.1.1 Noción
"Hay relaciones jurídicas sustanciales sobre las cuales no es posible pronunciarse por
partes, fraccionándolas o calificándolas sólo respecto de algunos de sus sujetos, porque
indispensablemente la decisión comprende y obliga a todos. En esos casos la presencia
en el proceso de todos los sujetos vinculados a esa relación se hace indispensable a fin
de que la relación jurídica procesal quede completa y sea posible decidir en la sentencia
sobre el fondo de ella; si los sujetos son más de dos, en sentido jurídico y no físico (…)
estaremos en presencia de un litisconsorcio necesario" (DEVIS ECHANDIA, 1985,
Tomo II: 375).
En opinión de Pallares el litisconsorcio es necesario "... cuando la ley lo impone como
obligatorio, en el sentido de que, de no hacerse, la relación procesal no es válida ni
eficaz" (PALLARES, 1979: 152).
Fairén Guillén asevera que "el litisconsorcio necesario, esto es, el que exige
intervención en el proceso, desde su iniciación, de todos los litisconsortes, se produce
en los casos en que la demanda solamente pueda proponerse válidamente por o contra
varias (o por y contra) varias personas" (FAIREN GUILLEN, 1954, "Sobre el
litisconsorcio en el proceso civil" 865).
Véscovi estima que el litisconsorcio necesario "... se da no cuando las partes pueden (o
no) comparecer conjuntamente, sino cuándo deben hacerlo. Porque la relación jurídica
debatida (relación sustancial, pretensión deducida) es de tal naturaleza, que no puede
decidirse válidamente si no están presentes todos los litisconsortes" (VESCOVI, 1999:
171).
Podetti sostiene que "habrá litisconsorcio necesario, activo, pasivo o mixto; propio o
anómalo, cuando por estar los sujetos, activos, o pasivos, legitimados substancialmente
en forma inescindible, la sentencia debe ser pronunciada necesariamente frente a todos
los legitimados. Esta necesidad, es solamente substancial, en cuanto nada impide que el
progreso (sic -léase proceso-) se sustancie y falle, con prescindencia de alguno de los
legitimados. Pero la sentencia así pronunciada, será inútil ('inutiliter datur'), por cuanto
no podría cumplirse, ya que sus efectos, que indispensablemente deberán llegar a todos
los legitimados, no podrían alcanzar a quienes no fueron sujetos del proceso..."
(PODETTI, 1949: 324).
El litisconsorcio necesario tiene su origen en la relación material. Ella exige que todas
las partes implicadas estén presentes en el juicio. De otro modo, la sentencia que se
dicte será ineficaz" (ESCOBAR FORNOS, 1990: 139).
De la Plaza refiere que "... se produce el litisconsorcio necesario siempre que, por la
naturaleza de la relación jurídico-material que en el proceso se actúa, los litigantes están
unidos de tal modo, que a todos afecta la resolución que en él puede dictarse" (DE LA
PLAZA, 1951, Volumen I: 294). Dicho tratadista español destaca que "... el concepto de
litis consorcio necesario, más que a una situación exclusivamente procesal, va ligado a
la naturaleza de la relación jurídico-material controvertida, es decir, a una cuestión de
derecho sustancial. Y por eso precisamente, los Códigos procesales, aunque se hacen
cargo de él, no formulan a priori cuáles son los casos en que el litis consorcio necesario
se produce..." (DE LA PLAZA, 1951, Volumen I: 295).
"... Si (...) no sólo se ha de producir una sentencia uniforme sino que además es
indispensable que el conjunto de sujetos activos o pasivos demanden o sean
demandados (respectivamente), para que la resolución tenga eficacia, nos encontramos
ante el caso de litisconsorcio necesario en sentido estricto.
"En los casos en que la demanda, tal como fue configurada por el actor no puede
constituir objeto de juicio sino frente a varias partes, el litisconsorcio es necesario (y es
indiferente si las partes participan en él como actores o demandados) (...).
Pero ¿cuándo es necesario el litisconsorcio? Hay, ante todo, algunos casos en los que la
ley dispone expresamente en tal sentido (...). (...) cuando la ley no resuelve la cuestión,
el litisconsorcio deberá considerarse necesario cuando la providencia que se pide sea de
tal naturaleza que pueda ser pronunciada solamente si será eficaz simultáneamente
frente a varios sujetos, y esto acaece cuando la demanda está dirigida al
pronunciamiento de una sentencia constitutiva, la cual opere un cambio en una relación
o estado jurídico que sea único para varias personas, ya que no podría cambiarse o
extinguirse sino para todos sus participantes. En todos los otros casos, el litisconsorcio
no es necesario, porque una sentencia de declaración de certeza o de condena
pronunciada respecto de alguno solamente de los titulares de la relación jurídica tendría,
sin embargo, siempre alguna utilidad y, en ausencia de un vínculo de ley no se puede
limitar la libertad de obrar del actor" (LIEBMAN, 1980: 78-79).
"... Hay casos en que la providencia jurisdiccional a que tiende la acción (quid
petitionis), por su misma naturaleza o por expresa disposición de ley, no puede ser
pronunciada sino con efectos directos e inmediatos para más de dos sujetos. Entonces,
también el esquema de la acción debe designar como legitimados a todos ellos.
Venimos así a tener esquemas de acciones con pluralidad de partes (contraponiendo
aquí la pluralidad a la dualidad), y a su vez la correspondiente acción-pretensión
tampoco se la puede concebir sino como pretensión concerniente a más de dos partes
(...). En todos estos casos el juez no puede proveer sobre la demanda (acción-
pretensión) sino en cuanto todos los sujetos activos y pasivos de la acción-pretensión
participen en el proceso o hayan sido llamados a participar en él. Es ésta una
consecuencia lógica, natural, necesaria y de toda evidencia, del principio del
contradictorio. En conclusión: cuando las partes de la acción-pretensión, según el
esquema legal en que se informa, sean dos, (...) ambas partes deben participar en el
proceso; si son más de dos, por idéntica razón, deben también participar en él todas las
que lo sean" (REDENTI, 1957, Tomo I: 234-235).
"1. En los casos de pretensiones constitutivas de tal esencia, que solamente se puede
proponer la demanda mediante la cual se da ámbito judicial al derecho de constitución,
por o contra varias personas (...).
3. En los casos en que las regulaciones materiales imponen que las prestaciones
solamente puedan exigirse por varios o contra varios en común. Este grupo de casos
recoge muchos supuestos que pasan casi a fundirse con los anteriores" (FAIREN
GUILLEN, 1954, "Sobre el litisconsorcio en el proceso civil" 865).
"a) Cuando sobre la relación jurídica controvertida tenga que recaer una resolución
uniforme para todos los litisconsortes (...). Se da este caso:
(...) Cuando la cosa juzgada se extienda a todos los litisconsortes aun cuando uno solo
demande o haya sido demandado.
(...)
(...)
(...)
(...) En los casos de demandas constitutivas si el derecho constitutivo debe ser ejercitado
por demanda y pertenezca a varios o asista contra varios.
(...)
(...) Además, cuando de acuerdo con el Derecho material varios estén facultados u
obligados de tal suerte que el cumplimiento solamente puede ser pedido por varios o
contra varios en común" (SCHONKE, 1950: 96-98).
Kenny afirma que el fundamento del litisconsorcio necesario "... estriba en que la
sentencia, para que sea eficaz, debe estar dependiendo de la circunstancia de que la
pretensión procesal sea formulada por varias personas, o frente a varias personas, o
simultáneamente por o contra varias personas" (KENNY, 1983: 6).
Pensamos que el fundamento del litisconsorcio necesario está en el interés público que
impone una actividad jurisdiccional ordenada y eficaz y presume el interés privado en
obtener una solución jurisdiccional dotada de similares objetivos" (RIVAS, 1997: 123).
a) Debe ser deducido por todos los sujetos legitimados: activos y pasivos. La
peculiaridad de esta figura procesal consiste en que la acción pertenece a todos los
interesados y contra todos los interesados considerados como un solo sujeto. Si la litis
no ha quedado integrada con todos los partícipes obligados la sentencia que en
definitiva se pronuncie sería inutiliter datur, por cuanto no podría cumplirse, ya que sus
efectos, que indispensablemente deben llegar a todos los legitimados, no podrían
alcanzar a quienes no fueron objeto del proceso, siendo susceptible de nulidad declarada
oficiosamente.
(...)
"... Si el proceso es promovido por algunas o contra algunas solamente de las partes, el
juez ordena la integración del contradictorio en un término perentorio establecido por él
(...) dentro del cual el proceso debe ser integrado (...). (…) (Se) reconoce la posibilidad
de que, al inicio, estén en el proceso sólo algunos de los sujetos activos y pasivos, a los
que corresponde con otros la co-titularidad de la legitimación activa o pasiva, mientras
que el juez puede, en todo momento, ordenar la integración y, por consiguiente,
subordinar la continuación del proceso a la evocación en juicio también de los otros
sujetos" (MICHELI, 1970, Volumen I: 223).
"Puede ocurrir (…) que la relación jurídica se presente con un carácter tal de unidad,
que no pueda existir frente a uno de los distintos sujetos sin tener que existir
necesariamente también frente a los otros, porque por su misma estructura se presenta
como única e indivisible.
En tal caso es evidente que no puede pedirse una providencia jurisdiccional con
respecto a dicha relación, si no se presentan en juicio todos los sujetos de tal relación,
puesto que la sentencia, cuando haya sido emitida sólo teniendo en cuenta algunos de
los sujetos, sería (…) inutiliter data.
(…)
De ahí la obligación del juez, si el proceso ha sido promovido por alguna o contra
alguna de las partes, de ordenar la integración del contradictorio en un plazo perentorio
establecido por él..." (ROCCO, 1976, Volumen II: 120-121).
"… La falta de integración de la litis, cuando ella ha sido procedente, no faculta al juez,
desde luego, para abstenerse de decidir, sino para omitir un pronunciamiento de mérito
en virtud de carecer la pretensión de un requisito intrínseco de admisibilidad, como es la
legitimación (…).
En el supuesto de que, por error o inadvertencia, se dicte una sentencia de mérito, ésta
será inoponible con relación a los legitimados a quienes no se acordó la oportunidad de
intervenir en el proceso" (PALACIO, 1983, Tomo III: 214). Sobre el particular, Beatriz
Quintero y Eugenio Prieto manifiestan lo siguiente:
"El principio de la dispositividad o de la libertad de las partes para demandar viene
enunciado (...) en términos similares a los siguientes: cada cual es libre para obrar
dentro del ámbito de la ley; y en el proceso nadie puede ser constreñido a proponer una
demanda que no quiere o a proponerla contra quien no quiere. De manera contraria, el
principio de la legitimación establece que sólo puede presentarse pretensión o resistirse
a ella por quien ostente la titularidad de la pretensión procesal de acuerdo con normas y
principios preestablecidos que atienden a la manera más conveniente de conducir un
proceso, según sea la índole del derecho sustancial que en él deba debatirse, no sólo
como tal derecho sino aun circunstancialmente en atención a concomitancias de toda
índole que puedan incidir en la relación sustancial subyacente (...).
Según Adolfo Rivas "en esta figura compleja (Iitisconsorcio necesario), los
litisconsortes tienen entre sí autonomía e independencia plena; es decir, que en cuanto
hace a sus respectivas conductas pueden moverse con absoluta libertad; así, podrán
transar, allanarse, desistir individualmente; ocurre sin embargo que tales actos no tienen
incidencia general ni obligan por tanto al resto de los litisconsortes; de tal modo el
pleito seguirá hasta obtenerse una decisión de efectos comunes incluso para quienes
hubieran formulado tales actos de disposición. Igualmente, las pruebas reunidas tendrán
eficacia común; por ello la doctrina ha dicho que tienen autonomía restringida criterio
que no compartimos pues pensamos que ella no se ve afectada ya que nada limita el
obrar del litisconsorte, sin perjuicio de las consecuencias de los actos procesales que
produzcan" (RIVAS, 1997: 124).
Las excepciones, se entiende, deben ser únicas; las sentencias afectan por igual a ambos
litisconsortes; los recursos los colocan a todos en situación de igualdad. Entonces habrá
que optar, o por que el recurso no vale, si no lo interponen todos, o, lo que es más
aceptado, por que basta recurrencia de uno para que el recurso extienda su efecto a los
demás. Con mayor razón, los actos de impulso procesal. Y, por supuesto, los actos de
disposición (desistimiento, transacción, etc.) requerirán la voluntad de todos los
litisconsortes necesarios" (VESCOVI, 1999: 172).
Enrique Falcón, en lo que concierne a los efectos del litisconsorcio necesario, sostiene
lo siguiente:
Acerca de los actos que se refieren al fondo o al derecho que se pretende, se estima que
en el litisconsorcio necesario no cabe un allanamiento, un desistimiento, o acto
dispositivo semejante, separado; es decir, el acto de esta clase realizado por uno no
perjudica a los demás, y lo mismo sucede con la confesión, si en todos estos casos los
restantes litisconsortes continúan discutiendo las afirmaciones de la parte contraria"
(PRIETO-CASTRO y FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 74).
A criterio de Lino Palacio son efectos del litisconsorcio necesario los que describe a
continuación:
"1 °) Los actos de disposición del objeto procesal realizados por uno o algunos de los
litisconsortes (allanamiento, desistimiento, transacción, conciliación) sólo producen sus
efectos normales en la medida en que los restantes litisconsortes adopten la misma
actitud. Por lo tanto, y en razón de la indivisibilidad que caracteriza a dicho objeto,
aquellos actos sólo pueden traer aparejada la consecuencia de liberar a su autor o a sus
autores de las cargas inherentes al ulterior desarrollo del proceso, y de eximirlos de la
responsabilidad por el pago de las costas relativas a los trámites realizados sín su
intervención, pero no los excluyen de los efectos de la sentencia, cuyo contenido no
puede diferir con relación a los distinto litisconsortes.
2°) Las defensas opuestas por uno o algunos de los litisconsortes, sea que se funden en
hechos comunes o individuales, favorecen a los demás (...).
3°) Las alegaciones y las pruebas aportadas por los litisconsortes deben ser valoradas en
su conjunto, aun cuando resulten contradictorias. Corresponde tener en cuenta, sin
embargo, que la confesión o la admisión de hechos formulada por uno o por alguno de
los litisconsortes no pueden ser invocados contra los restantes, en tanto el hecho que ha
sido objeto de tales actos no se encuentre probado con relación a estos últimos. No
obstante, la admisión o la confesión pueden eventualmente valer como prueba
indiciaria.
Schonke, en lo relativo a los efectos del litisconsorcio necesario, hace estas precisiones:
Una sentencia en caso de litisconsorcio necesario sólo es por tanto firme cuando ningún
litisconsorte puede ya interponer recurso contra ella..." (SCHONKE, 1950: 98).
Finalmente, Aldo Bacre, en lo que atañe a los efectos del litisconsorcio necesario sobre
las sentencias definitivas, apunta lo siguiente:
"a) De condena
b) Constitutivas
Son aquellas sentencias que establecen un nuevo estado jurídico entre las personas, v.gr.
filiación, divorcio, etcétera. En éstas la eficacia tiene efectos erga omnes. Esto es así por
la naturaleza especialísima de las cuestiones de estado, por lo que se requiere la
presencia de todos los sujetos en el proceso.
c) Declarativas
Estas se agotan en el acertamiento; consecuentemente su propia declaratividad tiene
valor únicamente para los que intervinieron en el juicio" (BACRE, 1996, Tomo II: 166).
"... La Municipalidad (...) tiene la condición de litis consorcio necesario, razón por la
que, a falta de denuncia, el Juez debió integrar la relación procesal con su
emplazamiento para obtener un acto procesal válido, haciendo uso de la facultad que le
confiere el Artículo noventicinco del Código Procesal Civil de modo que por no haber
procedido en la forma indicada se ha incurrido en nulidad insubsanable, que es
necesario corregir de acuerdo con lo dispuesto en la última parte del Artículo ciento
setentiséis del acotado" (Casación Nro. 2718-98/ Lima, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 22-07-1999, págs. 3098-3099).
"Entre las figuras del litisconsorcio necesario del voluntario se emplaza otra, a veces un
tanto oscura y dependiente en puridad, más de los tratamientos normativos que de la
propia naturaleza de las relaciones jurídicas materiales: es el litisconsorcio cuasi
necesario.
Las pretensiones de que se trata pueden ser constitutivas -en cuyo caso su propia
naturaleza favorece esta posición, ya que sus efectos constitutivos con referencia al
mismo evento se producirán erga omnes- o declarativas simplemente, siempre que
exista la identidad de calidad legitimante" (FAIREN GUILLEN, 1954, "Sobre el
litisconsorcio en el proceso civil": 868).
Un ejemplo de este caso podría ser el de las obligaciones solidarias, pues no es menester
que todos los acreedores demanden ni que sean demandados todos los deudores"
(PRIETO-CASTRO y FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 73).
Arazi asevera que el litisconsorcio voluntario "se produce cuando varias personas
actúan en conjunto en un proceso ya sea porque así lo decidieron, asumiendo el carácter
de actores, o porque fueron demandados en conjunto. Pero esa pluralidad de partes se
forma sin perjuicio de que el proceso podría haberse desarrollado con absoluta
normalidad con un solo actor o contra un solo demandado..." (ARAZI, 1998: 322323).
Dicho autor precisa que "en el litisconsorcio voluntario la sentencia contendrá tantos
pronunciamientos como partes integrantes del litisconsorcio; en consecuencia no hay
comunidad de suertes entre las partes, y, por ello, puede hacerse lugar a la demanda de
un coactor y rechazarse la de otro u otros..." (ARAZI, 1998: 323).
Siendo la acción una garantía de los derechos subjetivos, que forman parte del
patrimonio de las personas, es claro que la libertad, el arbitrio o voluntad de éstas, es la
que determina el ejercicio de la facultad de pedir protección jurídica, acto inicial de la
acción que da andamiento al proceso. Por eso, salvo situaciones específicas en las
cuales no habría pronunciamiento válido, sin ser oídas y puestas en situación de
defenderse todas las personas vinculadas al acto discutido, el litisconsorcio es siempre
voluntario" (PODETTI, 1949: 301-302).
"... Es una figura procesal técnica mediante la cual se pretende obtener economía
procesal y evitación de sentencias contradictorias en casos que tengan ciertos elementos
comunes (conexión propia) o simplemente homogéneos (impropia) (...).
En relación al tema, Adolfo Rivas pone de manifiesto que "solamente podrán conformar
un litisconsorcio facultativo, quienes estuviesen legitimados para discutir por sí e
independientemente de los otros litisconsortes, la relación jurídica sustancial que hiciera
al litigio. Tal independencia se manifiesta en el comportamiento procesal y en la
posibilidad de disponer, por propia decisión, del objeto procesal (desistir, allanarse,
transar, etc.)..." (RIVAS, 1997: 122).
Rocco estima que "es facultativo el litisconsorcio que depende de la voluntad de las
partes, las cuales podrían instaurar tantos juicios separados (...) y obtener, por tanto,
otras tantas providencias jurisdiccionales separadas, pero cada una de ellas, a causa de
un vínculo existente entre la propia demanda y las demandas de las otras partes,
considera oportuno unir en un juicio único la demanda propia con las demandas ajenas,
de modo que el juez se forme una convicción única y emita una providencia única para
todas las partes" (ROCCO, 1976, Volumen II: 119). El citado tratadista italiano señala,
además, lo siguiente:
"... A veces la relación jurídica, aun presentando pluralidad de sujetos activos o pasivos,
es tal, que no representa un vínculo unitario, sino que se subdivide en tantas relaciones
singulares cuantos son los sujetos activos y pasivos de la relación jurídica de que se
trata. En tal caso, tendremos una pluralidad de sujetos, y, por consiguiente, podremos
tener también un litisconsorcio, pero será estrictamente facultativo, ya que pudiéndose
la relación jurídica escindir en otras tantas relaciones jurídicas cuantas son las parejas de
los sujetos activos y pasivos de la relación, podrá haber, en vez de un juicio único,
tantos juicios separados cuantas sean las relaciones que constituyen el contenido de la
relación unitaria considerada en conjunto.
Así, por ejemplo, podrá ocurrir que haya relaciones de crédito en las cuales se tengan
varios acreedores y un deudor, o bien varios deudores y un acreedor, o también varios
acreedores y varios deudores, pero en todo caso la relación obligatoria podrá escindirse
en otras tantas relaciones separadas de crédito" (ROCCO, 1976, Volumen II: 120).
Según Beatriz Quintero y Eugenio Prieto "aludir (...) a litisconsorcio voluntario o
facultativo es aludir a un proceso acumulativo caracterizado por una conexidad
subjetiva parcial. El proceso con litisconsorcio voluntario es pues un proceso que sirve a
la composición de dos o más pretensiones entre las cuales hay una conexidad subjetiva
parcial que, por lo tanto, acumula partes, y una conexidad propia o impropia.
Acumulación entonces de partes y de pretensiones" (QUINTERO; y PRIETO, 1995,
Tomo II: 57). Los indicados autores anotan además sobre el litisconsorcio voluntario o
facultativo lo siguiente:
"... Refiere a una reunión de sujetos, a una multiplicación de las partes, en cada posición
del proceso, demandantes o demandadas, evidenciándose un proceso con pluralidad de
pretensiones, pero además con pluralidad de partes, es decir, con más de dos partes.
Lino Palacio, en lo que toca al litisconsorcio facultativo; señala que "... esta clase de
litisconsorcio se caracteriza por el hecho de responder a la libre y espontánea voluntad
de las partes que intervienen en el proceso. Por lo tanto, no viene impuesto por la ley o
por la naturaleza de la situación jurídica controvertida, sino que se halla autorizado por
razones de economía procesal y de certeza en la aplicación del derecho, es decir,
respectivamente, sea para evitar la dispersión de la actividad procesal o el
pronunciamiento de sentencias contradictorias" (PALACIO, 1983, Tomo III: 219-220).
El citado jurista argentino pone de relieve que la constitución en este tipo de
litisconsorcio puede derivar de alguna de las siguientes circunstancias:
"Se presenta en los casos siguientes: 1 °) de pretensiones conexas por el título o por el
objeto, o por ambos elementos a la vez (…); 2°) cuando un tercero legitimado para
demandar o ser demandado en juicio, interviene voluntaria u obligadamente (...); 3°) en
el supuesto de la acumulación de autos.
"a) En aquellos casos en que existe una comunidad jurídica entre varias personas (v.g.
copropietarios, coherederos, etc.).
c) Cuando una misma persona tiene frente a varios, derechos nacidos de un mismo
título.
(V.g. el acreedor tiene varios deudores mancomunados frente a los que podría reclamar
por separado, pero prefiere demandar conjuntamente; el propietario que ha sido
desposeído por varias personas, puede acumular frente a todos las distintas acciones
reivindicatorias que frente a cada uno le competen, etc." (DE LA OLIVA; y
FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 453).
6.3.2 Distinción entre litisconsorcio facultativo y litisconsorcio necesario
"a) Presupone la existencia de una pluralidad de sujetos en una misma posición de parte
(...).
b) Presupone una pluralidad de pretensiones que eventualmente hubieren podido ser
ejercidas individualmente por los sujetos titulares de las mismas e integrantes del
litisconsorcio facultativo.
Según Devis Echandía "... este litisconsorcio facultativo puede ser inicial, cuando es en
la demanda o en su corrección, o sucesivo, cuando ocurre con posterioridad. El inicial
puede distinguirse en propio o impropio; el primero exige un elemento de conexión
jurídica; en el segundo basta la simple afinidad u homogeneidad entre las pretensiones
de cada demandante; ambos desde luego, exigen la identidad parcial subjetiva o de
partes, es decir, que una de las partes sea la misma (demandante o demandada), sea que
se halle formada de uno o de varios sujetos. En el sucesivo se exige siempre la conexión
y, por lo tanto, debe ser propio" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 379). Dicho
jurista apunta, además, que "el consorcio inicial (voluntario o necesario) puede
presentarse en la parte demandante o también en la demandada -varios contra uno o uno
contra varios-; pero puede ocurrir también en ambas partes -varios contra varios-; el
primero será activo, el segundo pasivo y el último mixto..." (DEVIS ECHANDIA,
1985, Tomo II: 379-380).
Devis Echandía termina diciendo que "... el litisconsorcio voluntario puede ser simple o
recíproco. El primero es el frecuente y ocurre cuando existe litigio entre una o varias
personas que forman una parte y las demás que son la parte contraria, pero no litigio de
aquéllas entre sí (...). El segundo se presenta cuando existen tantos litigios como parejas
de partes, es decir, cuando todos los sujetos del proces0 se encuentran en litigio entre sí
(...); en estos casos los intereses de todos los sujetos son distintos y opuestos y por ende,
existen litigios recíprocos entre ellos. Pero existe litisconsorcio en esta parte plural
frente a la contraria" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 380).
"... Que el litisconsorcio voluntario se produzca por voluntad del actor no quiere decir
que baste con su sola voluntad. Para que la' acumulación en que el litisconsorcio
consiste sea posible, la Ley exige que las acciones que se acumulan 'nazcan de un
mismo título o se funden en una misma causa de pedir" (…).
Con esto viene a decirse que es precisa cierta conexión entre las distintas acciones; si
faltare toda conexión, el litisconsorcio contribuiría sólo a complicar el proceso en que se
acumulan las acciones ejercitadas" (DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen
I: 453-454).
"... La ley admite (...) que varias personas puedan accionar o ser demandadas en el
mismo proceso sólo a condición de que entre las causas que se proponen exista
conexión por el objeto o por el título del que dependen, o bien cuando la decisión
depende, total o parcialmente, de la solución de idénticas cuestiones (...). La conexión
por el objeto o por el título está ya prevista, del lado pasivo (pluralidad de demandados)
(...) como hecho determinante del desplazamiento de competencia. La identidad de
cuestiones no implica en cambio una verdadera y propia conexión (...) y se resuelve en
una identidad de situaciones jurídicas, que determina una convergencia de intereses en
línea de mero hecho..." (SATTA, 1971, Volumen I: 147-148).
"Para que pueda darse el litisconsorcio voluntario debe existir entre los diversos litigios
conexión por razón de:
A) Los sujetos -conexión subjetiva-, precisando que una de las partes –sea simple o
compleja- sea la misma, bien en situación de actora, bien en la de demandada
(Iitisconsorcio activo o pasivo).
Eduardo Vallejo afirma que "en el litisconsorcio facultativo, las partes gozan de una
legitimación procesal autónoma y los actos de cada una de ellas aprovechan o
perjudican a su autor. Lo dicho no tiene un valor absoluto, pues la actuación
independiente puede ser retaceada por la ley material o procesal." (VALLEJO 1970:
47).
Por su parte, Adolfo Rivas sostiene que "... los litisconsortes son independientes y ello
se refleja en una operatoria procesal de total autonomía, de modo que pueden formular
alegaciones propias, aportar por su cuenta hechos al proceso y producir las pruebas
consiguientes; la confesión de unos no puede obligar a los otros, y los recursos se
computan individualmente no siendo extensivos sus resultados a los no recurrentes, y,
en general, los actos procesales de unos no trascienden a los otros, salvo situaciones
procesales indivisibles..." (RIVAS, 1997: 122).
Según Fairén Guillén "en cuanto al curso del proceso litisconsorcial voluntario, ha de
partirse de la base de la pluralidad de litigios que en él se concentra a efectos de
economía y de evitar que, en cuanto a sus puntos de conexión, se produzcan
resoluciones incongruentes por contradictoria, pero que no hay nada más en común.
Así, pues, la actuación de cada litisconsorte le favorece o perjudica solamente a él, no
apareciendo el fenómeno de la representación de unos por otros que se da en el
litisconsorcio necesario (...). Solamente deben favorecer a todos los litisconsortes
aquellas alegaciones que, dirigiéndose a la parte contraria en su totalidad Y de modo
personal, esto es, enfocando su personalidad en referencia con el proceso globalmente
considerado -por ejemplo, alegando su falta de capacidad procesal, su defecto de
postulación-, la pongan, también en general, fuera de combate o la fuercen a una
rectificación única de su posición, si es posible" (FAIREN GUILLEN, 1954, "Sobre el
lítisconsorcio en el proceso civil": 863). Fairén Guillén agrega que "la independencia de
cada litisconsorte en su posición sustancial con respecto a los demás se manifiesta con
respecto al problema de los recursos; los interpuestos aprovecharán -o perjudicarán,
salvo las prohibiciones generales de reformatio in peius- solamente a quienes en ellos
sean partes, esto es, a quienes lo son en el litigio por razón del cual se recurrió. La
sentencia recaída y no impugnada por otros litisconsortes queda firme para ellos y surte
sus efectos. Aquí es donde mejor se puede ver como la sentencia común contiene en
realidad varias resoluciones sobre varios litigios conexos pero no idénticos" (FAIREN
GUILLEN, 1954, "Sobre el litisconsorcio en el proceso civil" 864).
Es de destacar, por último, que la Corte Suprema de Justicia ha establecido con relación
a la condición del litisconsorte facultativo lo siguiente: "... Conforme dispone el
Artículo noventicuatro del Código Procesal Civil el litis consorte facultativo debe ser
considerado como un litigante independiente, es decir, que adquiere la calidad de parte
en el proceso" (Casación Nro. 2340-97 / Lima, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 02-10-1998, págs. 1723-1724).
"... Consecuencia fundamental del litisconsorcio es que las acciones, que podrían dar
lugar a procesos separados, se sustancian conjuntamente -lo que supone una sola fase de
alegaciones, un solo período de prueba, etc.-, y se deciden en una misma sentencia.
(...)
Pero, por necesidad, algunos efectos son comunes a todos; por ejemplo, la alegación y
la estimación de la excepción de falta de capacidad procesal del actor formulada por uno
de los demandados litisconsortes aprovecha a los demás y otro tanto cabe decir del
resultado favorable de las pruebas" (PRIETO-CASTRO y FERRANDIZ, 1980,
Volumen I: 74).
"... En virtud de que sus integrantes no están en una idéntica relación jurídica sustancial
(...), en principio cada litisconsorte goza de una legitimación propia (dos víctimas de un
accidente, dos coacreedores, etc.) y son, en cierto modo, independientes.
Entonces la sentencia, aunque es una sola, puede afectar en forma distinta a cada
litisconsorte; uno puede apelar sin obligar al otro, cada uno puede oponer diversas
defensas o excepciones y el proceso puede terminar anormal mente de manera
independiente: uno puede desistir por sí solo, etc.
Únicamente los actos procesales, por ser el proceso uno solo, aparecen ligados, de modo
que el acto de impulso procesal de uno repercute sobre la suerte de los demás
(interrupción de la perención, rebeldía acusada a la contraparte, etc.)" (VESCOVI,
1999: 171-172).
"... Siendo la actuación de los litisconsortes independiente, los efectos generales del
litisconsorcio voluntario, son, en principio, también independientes, ya que la sentencia,
si bien debe ser única respecto de las pretensiones aducidas nada impide que cada uno
de los intervinientes realice actos que determinen la consecuencia de dicha sentencia.
Así el proceso puede concluir de un modo anormal respecto de uno de los litisconsortes,
sin que esto traiga efectos sobre la actuación de los demás. Uno de los litisconsortes
puede ser alcanzado por una excepción que no tenga efecto respecto de los restantes,
etc.
Los recursos, al igual que las actuaciones litisconsorciales, por ser independientes, sólo
producen efectos respecto de la parte que los interpone y los funda, y la resolución de
los mismos sólo puede afectar un interés particular aducido.
La circunstancia de que el proceso sea único, aunque los intereses sean diversos, ligados
por ciertos elementos, hace que los actos de desarrollo del proceso en general sean
interdependientes e iguales para todos, de modo que una suspensión del proceso se
aplicará a todos los litisconsortes. Sin embargo, los actos de interés jurídico sustancial o
procesal, respecto de la obtención o no de las pretensiones, y la realización o no de actos
gravados con cargas procesales, producen efectos individuales" (FALCON, 1978: 85).
Lino Palacio señala que son efectos del litisconsorcio facultativo los que se indican a
continuación:
"1°) los actos de disposición del objeto procesal realizados por uno o algunos de los
litisconsortes producen sus efectos normales cualquiera sea la actitud asumida por los
restantes litisconsortes.
2°) (...)
3°) Con relación a la prueba, corresponde formular un distingo según que ella verse
sobre hechos comunes o sobre hechos individuales a uno o algunos de los litisconsortes.
En el primer caso, el juez debe valorar conjuntamente las diligencias probatorias
producidas por cada litisconsorte, pues no cabe concebir que el convencimiento judicial
acerca de la verdad de un hecho común se produzca sólo con respecto a uno o a algunos
de los litisconsortes. Por lo tanto, si uno solo de los litisconsortes produce prueba acerca
de un hecho constitutivo, impeditivo o extintivo que reviste carácter común, ella será
suficiente para tenerlo acreditado con relación a los restantes. Pero la confesión o la
admisión de un hecho común, formulado por uno de los litisconsortes, no perjudica a
los otros.
4°) Los recursos interpuestos por uno de los litisconsortes no benefician a los restantes.
Aldo Bacre, en cuanto a los efectos del litisconsorcio facultativo en relación con la
sentencia que se expida, anota que "en el litisconsorcio facultativo, la característica es la
unicidad formal de la sentencia (como pieza procesal única), pero con eventual
multiplicidad valorativa, es decir, el contenido de la resolución puede tener distintas
soluciones respecto de cada uno de los litisconsortes, admitiendo o rechazando la
demanda independientemente. El fallo constituirá un solo documento, pero contendrá
tantas sentencias cuantos sean los litisconsortes" (BACRE, 1996, Tomo 11: 162).
Conforme se desprende del artículo 94 del Código Procesal Civil, es efecto del
litisconsorcio facultativo la actuación independiente de los respectivos litisconsortes, sin
que los actos de cada uno de ellos favorezcan o perjudiquen a los demás litisconsortes
facultativos, lo cual, dicho sea de paso, no afectará en nada la unidad del proceso.
CAPÍTULO VI
1. NOCION DE TERCERO
Según Arazi tercero "... es quien se introduce en el proceso una vez que éste se ha
iniciado..." (ARAZI, 1998: 321).
Para Casarino Viterbo los terceros "... son aquellas personas que intervienen en un
juicio, diversas del demandante y del demandado, sosteniendo pretensiones
concordantes con las de éstos, o bien, independientes o contradictorias con las de los
mismos" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 46).
Veloso Muñoz afirma que son terceros "... todos los que teniendo interés en el resultado
del juicio, no han sido partes directas y principales en él..." (VELOSO MUÑOZ; citado
por RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 40). Dicho autor agrega que "... tercero es
el litigante que interviene en un juicio ya iniciado por dos o más" (VELOSO MUÑOZ,
citado por RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 40).
En palabras de Carli el tercero es "... aquella persona que sin ser actor o demandado en
un proceso determinado, tiene interés en hacer valer, frente al actor o frente al
demandado o frente a ambos, un derecho que le es propio y que es a la vez incompatible
con las pretensiones del actor o del demandado" (CARLI; citado por STIGLITZ, 1970:
137).
"... La dogmática destaca (...) que, cuanto concierne al tercero, no se corresponde con
una noción autónoma, sino relativa, que supone la existencia de un concepto positivo,
que es el de 'parte'.
Por natural 'implicancia', la noción del tercero procesal sólo se logra, residualmente o
por reducción, del concepto de 'parte': es 'tercero', quien no reviste -por lo menos
inicialmente-, la condición de 'parte" (GONZALEZ, 1998: 392).
En opinión de Stiglitz "... la noción de tercero debe ser vinculada al interés que lo
decide a obrar en un proceso de otros, nota que debe hallarse directamente conectada al
objeto o al título que constituyan la materia controvertida en el proceso pendiente"
(STIGLITZ, 1970: 174). El mencionado autor puntualiza que "... el tercero se
transforma en parte procesal al momento de ser admitida su intervención" (STIGLITZ,
1970: 174).
"En general se considera tercero a toda persona que no es parte en el pleito. (...)
Los terceros en relación al juicio pueden tener interés en sus resultados o bien no tener
ninguno en la suerte que corran demandante y demandado.
Los terceros que no tienen interés alguno en los resultados del juicio se denominan
terceros absolutos. Los terceros que tienen interés en el pleito se llaman simplemente
terceros o partes indirectas, desde el momento que concurren al proceso.
Son terceros todos los que no actuando como parte directa del pleito intervienen en él
porque tienen interés en los resultados del juicio, en virtud de tener comprometido un
derecho.
Para determinar, en caso de duda, si la persona que adviene al juicio tiene la calidad de
parte o de tercero habría que atender a la identidad de causa de pedir y a la diferencia de
interés entre el derecho reclamado por ella y el sostenido por las partes del juicio"
(RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 39-40).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández, acerca del tercero, enseñan lo siguiente:
"... La práctica generalidad de la doctrina procesal suele afirmar que tercero es quien no
es parte; mas (...) esta determinación puramente negativa, nada explica y, además es
inexacta. No explica nada porque se limita a desplazar el problema hacia el concepto de
parte (...); y no es exacta porque, en algunas ocasiones, sujetos que no son parte
tampoco tienen la cualidad de terceros.
Cierto es que (...) la definición de tercero antes descrita aparece como inatacable: el
tercero, evidentemente, no debe ser parte. Pero, si bien se observa, la inatacabilidad de
esta definición estriba, precisamente, en lo que la hace vacua: su falta de concreción. En
ella cabe tanto el ciudadano de cualquier país remoto completamente ajeno al litigio,
como aquél que, por estar unido por vínculos de solidaridad con el demandado, podría
verse alcanzado directamente por los efectos del litigio (...).
(...) Por estas y otras razones, parece aconsejable pasar de un concepto metajurídico o
vulgar de tercero -en el que cabría todo aquél que no fuera parte en sentido estricto- a un
concepto de tercero más restringido y de carácter más técnico. Y, en este sentido
técnico, tercero son aquellas personas que, sin ser parte, se encuentran respecto del
proceso o de los derechos que en el proceso se ventilan en una determinada relación, y a
los que el Ordenamiento jurídico considera dignos de protección precisamente porque
no son ajenos. Lo que da contenido jurídico al concepto de tercero es, precisamente, el
interés que le une con la materia objeto del proceso; interés que el Ordenamiento ha
previsto en abstracto y, con considerarlo legítimo, lo ha protegido. El tercero procesal es
siempre una persona a quien -sin ser parte- no es indiferente el resultado del proceso"
(DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 472-473).
"Terceros, según una concepción estrictamente procesal, serían solamente aquellos que
en ninguna forma no han participado en el juicio pendiente entre otros sujetos. A este
concepto procesal corresponde, por otra parte, un concepto sustancial de tercero, al
tenerse como tal a aquel que no es sujeto de la relación jurídica sustancial.
No es exacta, ante todo, la concepción procesal de tercero, ya que muchas veces sujetos
que han estado alejados del juicio, experimentan, sin embargo, los efectos del dicho
juicio, y tanto es así, que la ley (...) les da a ellos la posibilidad de eliminar los efectos
de la sentencia que ha recaída entre otros sujetos, y alejar los perjuicios que de dicha
sentencia se siguen para ellos, mediante un instituto particular (...) que se denomina
oposición de terceros.
Pero si examinamos a fondo y bien dicho instituto (...), esos supuestos terceros no lo son
en realidad, puesto que ellos experimentan los efectos de la sentencia que ha recaída
entre otros y entran en la categoría general de los sujetos legitimados para accionar o
para contradecir, que hubieran podido o debido estar presentes en juicio y que no han
sido llamados por las partes del proceso ya desarrollado, o por el juez, a participar en el
dicho juicio, mediante el instituto de la intervención voluntaria o de la intervención
coactiva.
De manera que, según este punto de vista, en realidad no se podrá hablar en rigor de
terceros respecto a los cuales puedan verificarse los efectos jurídicos del proceso
instaurado entre otros sujetos, sino que aquellos a quienes se califica de terceros, lo son,
en sustancia, materialmente, pero no desde un punto de vista jurídico, puesto que las
normas acerca de la legitimación para accionar les confieren la posibilidad de participar
en el juicio en el momento en que éste se desarrolla, o la posibilidad de eliminar
mediante una acción autónoma los efectos jurídicos de una sentencia que ha sido
pronunciada en un proceso en que hubieran debido participar, pero en el cual no
participaron" (ROCCO, 1976, Volumen II: 116-117).
"En cuanto a los terceros que tienen un interés legítimo en las resultas del pleito, que
sean abarcados o no por el concepto, es decir, que puedan o no ser considerados partes,
depende de la forma en que ellos ingresan al proceso. En efecto, si ingresan defendiendo
un interés propio distinto y opuesto al sostenido por el actor y por el demandado, caen
dentro del concepto propuesto, puesto que en tal caso ocupan la posición de actor, frente
a las partes originarias que ocupan la posición de demandado (...).
Pero, si en lugar de invocar el tercero un interés distinto y opuesto al invocado por cada
una de las partes, aparece interviniendo en defensa o en ayuda de una de las partes, no
es abarcado por el concepto de parte, pues su actividad no se opone a la del actor y a la
del demandado, sino solamente a la de uno de ellos, participando aliado de uno u otro
(…). Aparece defendiendo el derecho de la parte, en función de un interés propio"
(ZINNY, 1966: 61).
López del Carril tiene una posición muy particular respecto de los terceros cuya
existencia desde el punto de vista procesal niega, posición que reproducimos a
continuación:
"... Los terceros no existen como tales desde el punto de vista procesal y los que la
doctrina y la legislación denominan terceros no son más que sucesores, litisconsortes,
etc.
(...) Los actualmente llamados terceros o son tales, ya que, dada la absoluta bilateralidad
del proceso, no se concibe dogmáticamente que en él intervengan más de dos sujetos,
aunque aritméticamente sean más.
(...) No vemos la razón que justifique el llamado y la presencia de los terceros en los
procesos con el nombre y el carácter de tales, aunque no negamos que puedan ser
llamados a tomar intervención en el proceso otras personas; pero lo que hallamos
inexplicable es que esas personas sean 'nuevas partes' o 'terceros', cuando procesal
mente tienen otros nombres y responden a otras conceptuaciones completamente
distintas, y donde es necesario retornar a buscar justificativos sin caer en el lugar común
de los terceros, que (...) lleva a la confusión con el tercerista, con el interviniente y de
éstos con aquellos, hasta convertir todo en una selva de conceptos contradictorios que
nos envuelve y que es preciso desbrozar' (LOPEZ DE CARRIL, 1962: 253).
"... Los terceros pueden intervenir en las siguientes calidades: como coadyuvantes,
como excluyentes y como independientes.
Terceros coadyuvantes son aquellos que hacen valer derechos armónicos con los
ejercidos por alguna de las partes directas, esto es, demandante o demandado (…).
Terceros excluyentes son aquellos que hacen valer derechos incompatibles con los de
las partes directas (…). Terceros independientes son aquellos que, como el nombre lo
indica, hacen valer un interés independiente del que corresponde en el juicio a las dos
partes directas…" (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo I-II: 48).
b) Pero la protección que el principio res iudicata inter partes ofrece no es siempre
suficiente. Con independencia de los casos en que los efectos de la cosa juzgada se
extienden ex lege a terceros que no han litigado (...), la existencia misma de una
sentencia con un determinado contenido es siempre un nuevo hecho jurídico producido,
que puede tener consecuencias en la esfera patrimonial de personas que no han litigado.
El instituto de la intervención sirve, con carácter general, para que esos terceros tengan
la oportunidad de comparecer en el proceso pendiente, y alegar lo que convenga a su
derecho en orden a evitar que se produzcan consecuencias desfavorables para ellos"
(DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 473).
Escriche califica a la tercería (intervención de terceros) como "... la oposición hecha por
un tercero que se presenta en un juicio entablado por dos o más litigantes, ya sea
coadyuvando al derecho de alguno de ellos, ya sea deduciendo el suyo propio con
exclusión de los otros" (ESCRICHE; citado por RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo
I: 44).
Lino Palacio asevera que "... la intervención de terceros tiene lugar cuando, durante el
desarrollo del proceso, y sea en forma espontánea o provocada, se incorporan a él
personas distintas a las partes originarias con el objeto de hacer valer derechos o
intereses propios, aunque vinculados a la causa o al objeto de la pretensión"
(PALACIO, 1983, Tomo III: 225-226).
"Puede ocurrir que a las partes entre las cuales se constituye inicialmente el proceso,
vengan a agregarse otras mientras está él en curso: la palabra 'intervención', con que se
indica este fenómeno, expresa etimológicamente (inter = durante) la sobreveniencia de
otras partes durante un proceso ya iniciado sin ellas. (...) el interviniente en causa, que
hasta ese momento era, en relación al proceso pendiente entre las partes, un extraño,
asume también él, de entonces en adelante, la calidad de parte, con las facultades y las
cargas (diversamente limitadas según los casos) a ella inherentes..." (CALAMANDREI,
1962, Volumen II: 313-314).
"... Por medio del (instituto de la intervención) (...), en distintas formas, en torno a los
actores y los demandados que inicialmente participaron en el desarrollo de un proceso,
vienen a tomar posición otros sujetos que están jurídicamente autorizados por la ley
procesal o jurídicamente obligados por ella a tomar parte en el mismo proceso.
De manera que además de los sujetos que están jurídicamente autorizados para accionar
o para contradecir en sentido estricto, es decir, para iniciar el juicio, dándole existencia
a la demanda judicial, hay otra categoría de sujetos que también están autorizados
jurídicamente por la ley procesal para tomar parte en un juicio pendiente entre otros
sujetos, y, por lo tanto, pueden, a voluntad, o por requerimiento de los sujetos
inicialmente en litis, unirse al proceso pendiente. Hay también otros sujetos que están
jurídicamente obligados a participar en el desenvolvimiento de un determinado proceso,
y que, por consiguiente, pueden intervenir voluntariamente en la litis, o, en su defecto,
deben ser llamados a que comparezcan en el litigio pendiente, por obra de las partes en
causa, o por obra de los órganos jurisdiccionales.
Así, en torno a los sujetos que por medio de la demanda judicial se han venido
determinando e individual izando originariamente, se agrupa una multitud de otros
sujetos que vienen sucesivamente a determinarse, sea a consecuencia de un acto debido
a su misma iniciativa, sea por voluntad de los sujetos originariamente en litis, o también
por voluntad de los órganos jurisdiccionales" (ROCCO, 1976, Volumen II: 124-125).
"... Hay razones que justifican la presencia de terceros en los procesos, ya que 'si bien el
proceso no puede perjudicar a los terceros, hay conveniencia general e individual en
evitar nuevos procesos, con la posible contradicción de las sentencias, y, por otra parte,
la intervención del tercero asegura una más amplia tutela de su interés'. De ahí surge
que, en realidad, la institución del tercero sólo puede existir como razón de economía
procesal, o sea, como sujeto independiente en la relación procesal" (FERNANDEZ;
citado por LOPEZ DE CARRIL, 1962: 248-249).
"... El proceso produce normalmente los propios efectos solamente entre aquellos que
han sido parte en el proceso, de suerte que si este último no ha sido instaurado también
por parte y frente a un determinado sujeto, no hay necesidad jurídica de que el proceso
mismo se amplíe también respecto de él. Pero la conexión entre relaciones y situaciones
jurídicas de un lado y razones de economía procesal, de otro, han aconsejado al
legislador a admitir la posibilidad de que el tercero pueda entrar en el proceso si quiere,
o bien que una de las partes ponga en práctica el llamamiento en causa, en el curso del
juicio, o todavía que el mismo juez provoque el llamamiento..." (MICHELI, 1970,
Volumen I: 226).
"la razón práctica del instituto está dada por la interdependencia de las posiciones
jurídicas y de las relaciones jurídicas; si bien los terceros no pueden ser perjudicados
por la sentencia pronunciada entre otros (res inter alios iudicata tertio neque nacet neque
prodest), su posición jurídica, o las relaciones jurídicas de las que son titulares, pueden
de modo diverso sufrir consecuencias indirectas de la sentencia ajena lo que determina
la posibilidad de un interés suyo en la existencia de un proceso en el cual no son partes,
o en el resultado del mismo. la ley reconoce esta situación y consiente, en ciertos casos,
que el tercero intervenga o sea llamado, cuando existan determinados requisitos, que
varían de una figura a otra. Sobre la existencia de estos requisitos en el caso concreto
puede surgir contienda entre las partes o con el tercero y sobre ella deberá pronunciarse
el juez" (LIEBMAN, 1980: 81).
En sentido similar se pronuncia Lino Palacio cuando afirma que "... la admisibilidad de
la intervención de terceros, en términos generales, se halla supeditada a la concurrencia
de dos requisitos básicos que son: 1°) la existencia de un proceso pendiente entre dos o
más sujetos; 2°) la circunstancia de que el tercero sea una persona distinta a dichos
sujetos, o, en otras palabras, que no haya asumido aún la condición de parte en el
proceso..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 228).
"... La legitimación para intervenir es una condición necesaria para que un tercero pueda
tomar parte en un proceso pendiente. El interés del tercero para intervenir nace,
precisamente, del hecho de que exista un proceso pendiente sobre un objeto con el que
tiene una relación común conexa o subordinada.
(…) El tercero no sólo interviene por existir un proceso pendiente, esto no relevaría más
que su interés; fundamentalmente, participa en el proceso en virtud del vínculo jurídico
que con el objeto de aquél le liga. El interés, por sí solo, no sería elemento suficiente si
faltase dicha relación, directa o indirecta, con la pretensión deducida" (MUÑOZ
ROJAS, 1960: 72).
En principio no puede admitirse que el tercero deduzca una nueva pretensión, sino que
debe ser conexa con la que las partes controvierten en el proceso en curso, sea
coincidente o excluyente (en contraste), pero siempre relacionada con aquélla.
En segundo término, debe alegar un interés propio y actual en el proceso. Esto resulta
de la necesaria conexión ya analizada.
(...) En primer lugar, que se requiera un interés propio y cierto para evitar la
intervención de un tercero que alegue un derecho ajeno al que se debate en el proceso
(thema decidendum); luego, que sea actual, lo que no implica que no pueda -ser
eventual, pero sujeto a una eventualidad cierta, esto es, que se trate de algo que
acaecerá, no una simple probabilidad (...).
(...)
(…)
Para actuar en juicio como parte (...) es necesario tener interés en él. Este requisito se ha
hecho extensivo a los terceros.
Para poder interponer tercería en juicio es indispensable tener interés en los resultados
de él.
El interés que mueve al tercero a actuar debe ser un interés propio o personal. El tercero,
además, debe tener interés actual.
El interés jurídico del tercero para intervenir en juicio puede ser moral o material. Hay
interés toda vez que hay comprometido un derecho (…); este interés debe ser actual, es
decir, no sujeto a condición.
Se entenderá que hay un interés actual siempre que exista comprometido un derecho y
no una mera expectativa, salvo que la ley autorice especialmente la intervención fuera
de estos casos.
(...)
Finalmente, algunos estiman que debe exigirse otro requisito: que el juez sea
competente para conocer de la reclamación del tercero.
(...)
En suma, se exige que la reclamación sea interpuesta por una persona que no sea parte
en el juicio; que el litigio se encuentre pendiente; que el tercero tenga interés actual,
jurídico y personal en sus resultados; Y que el juez sea competente para conocer de la
reclamación" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 65-67). El artículo 101 del
Código Procesal Civil, en su primer párrafo, hace referencia a los requisitos exigidos
para las intervenciones (coadyuvante, litisconsorcial y excluyente o principal) de los
terceros en el proceso, desprendiéndose de dicho precepto legal lo siguiente:
A) Los terceros para intervenir en el proceso deben contar con interés para obrar.
Los referidos artículos 424 y 425 del Código Procesal Civil señalan textualmente lo
siguiente:
El artículo 101 del Código Procesal Civil, en su último párrafo, norma lo relativo al
trámite que siguen las intervenciones (coadyuvante, litisconsorcial y excluyente o
principal) de los terceros en el proceso, infiriéndose del citado numeral lo siguiente:
El órgano jurisdiccional se encuentra autorizado para denegar de plano (esto es, sin
mayor trámite) la solicitud de intervención del tercero en el proceso, pudiendo ser
impugnada la resolución judicial que resuelva en ese sentido (no ocurriendo lo propio
tratándose de la resolución que admite el pedido de intervención del tercero, la misma
que es irrecurrible).
7. INTERVENCION DE TERCEROS: CLASIFICACION
Micheli refiere que "... suelen (...) distinguirse las intervenciones en dos grandes
categorías: a) las intervenciones voluntarias, cuando la iniciativa de la participación en
el proceso se deja al propio interviniente; b) las intervenciones coactivas, cuando, por el
contrario, la iniciativa corresponde a una de las partes o al juez..." (MICHELI, 1970,
Volumen I: 226).
Lino Palacio anota que "... según que la intervención responda a la libre y espontánea
determinación del tercero, o a una citación judicial dispuesta de oficio o a petición de
alguna de las partes originarias, se la denomina, respectivamente, voluntaria o
coactiva..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 228).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández indican sobre el particular que "... suele
distinguirse entre intervención voluntaria e intervención provocada. La intervención es
voluntaria cuando el tercero solicita de modo espontáneo que se le admita en el proceso
pendiente; es provocada (mal llamada forzosa) cuando la intervención del tercero se
produce a instancia de alguna de las partes litigantes. La intervención voluntaria suele
dividirse, a su vez, en principal y adhesiva; y la adhesiva en simple y litisconsorcial"
(DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 474).
(...)
"La distinción más simple es la que se funda en la persona que adopta la iniciativa de la
intervención: si la intervención tiene lugar por iniciativa espontánea del mismo
interviniente, a la intervención se la denomina voluntaria (...); si la intervención tiene
lugar por iniciativa de una de las partes ya en causa o por iniciativa del juez la
intervención se dice que es coactiva (...). Menos nítidas y más complicadas son (...) las
ulteriores subdistinciones de estos dos tipos: la intervención voluntaria se subdistingue,
según la finalidad que se proponga el interviniente, en tres tipos: principal (llamada por
la doctrina del derecho común ad infringendum o ad excludendum iura utriusque
competitoris [para quebrar, o para excluir los derechos de ambos contendientes]),
adherente o accesoria, o también adherente simple (llamada ad adiuvandum),
litisconsorcial, o también adherente autónoma (...).
"De acuerdo (a) que la intervención responda a la libre y espontánea determinación del
tercero, o a una citación judicial dispuesta de oficio o a petición de una de las partes
originarias, se la denomina, respectivamente, voluntaria u obligada. A su vez, la primera
admite diversas modalidades: principal o excluyente; adhesiva simple o coadyuvante;
adhesiva autónoma o litisconsorcial; sustituyente.
8.1 Definición
Kenny sostiene que la intervención voluntaria de terceros "... es la que se produce por
iniciativa espontánea del tercero, quien comparece en el proceso pendiente para hacer
valer un derecho o interés jurídico propio, vinculado al objeto o a la causa de la
pretensión formulada por la actora" (KENNY, 1983: 8).
Feixó asegura que "en la intervención voluntaria, el tercero que no ha sido llamado ni ha
promovido, ni por tanto es parte en la lítis, pretende entrar en ella, porque la sentencia
puede afectarle..." (FEIXO, 1955: 217).
Monroy Cabra anota que la intervención voluntaria de terceros "se presenta cuando un
tercero voluntariamente interviene en la litis que se encuentra pendiente entre dos
sujetos. Puede ser intervención adhesiva, accesoria o ad adiuvandum; intervención
principal o ad excludendum, e intervención litisconsorcial" (MONROY CABRA, 1979:
220).
8.2 Clases
Lino Palacio nos informa que "las leyes que reglamentan esta institución, como así
también la doctrina que la explica, distinguen entre dos tipos básicos de intervención
voluntaria: la principal, o excluyente, y la adhesiva. Esta última, a su vez, suele
subclasificarse en intervención adhesiva simple o dependiente e intervención adhesiva
litisconsorcial o autónoma" (PALACIO, 1983, Tomo III: 231).
Alsina, por su parte, enseña que "... la doctrina, apoyada en la jurisprudencia, distingue
dos clases de intervención voluntaria: 1°) Intervención adhesiva (conservatoria o
coadyuvante), y que tiene por objeto ayudar a una de las partes en el proceso, para lo
cual basta justificar un interés legítimo (...); 2°) Intervención excluyente (principal o
agresiva), en la que el tercero pretende un derecho frente a ambos litigantes..."
(ALSINA, 1956, Tomo 1: 591-592).
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, en cuanto a las clases de intervención de terceros,
expresan lo siguiente:
"La afectación del tercero puede ser indirecta cuando la solución de las pretensiones de
las partes puede producirle un grave hecho (...). ° puede también ser directa, si media
una relación de conexidad entre la relación sustancial cuya titularidad ostenta y la que se
está debatiendo en el proceso como litigio (...). Hay asimismo afectación directa por
identidad de la relación sustancial, bien sea de manera exclusiva o cuando varios son
titulares contemporáneos de una relación que no es para ellos totalmente ajena ni
totalmente propia y es la debatida en el proceso. La exclusividad implicaría
incompatibilidad entre las diversas relaciones sustanciales.
"... aquel que tiene un interés jurídico propio en un conflicto ajeno; pero en condiciones
tales que la defensa de un interés propio le conduce al litigio a defender el interés ajeno"
(ARAUJO LOPES; citado por COUTURE, 1950, Tomo III: 220).
Veloso Muñoz califica a los terceros coadyuvantes como "... aquellas personas que
intervienen en un juicio con posterioridad a su iniciación a sostener las mismas
pretensiones o derechos armónicos al de alguna de las partes" (VELOSO MUÑOZ;
citado por RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 114).
Según Casarino Viterbo "los terceros coadyuvantes (...) son aquellos que sostienen un
interés armónico con los de cualquiera de la partes directas del juicio. Habrá, por
consiguiente, tercero coadyuvante del demandante, como también del demandado"
(CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 48).
A criterio de Devis Echandía "los coadyuvantes son aquellos terceros que no reclaman
un derecho propio para que sobre él haya decisión en el proceso, sino un interés
personal en la suerte de la pretensión de una de las partes (...) y por ello concurren
exclusivamente para ayudarle o coadyuvarle en la lucha procesal, razón por la cual son
intervinientes secundarios o accesorios y tienen una situación procesal dependiente de la
parte coadyuvada..." (DEVIS ECHANDÍA, 1985, Tomo II: 398).
A decir de Goldschmidt "... todo tercero que tenga un interés jurídico (no sólo, pues, de
hecho o económico) en que una de las partes de un proceso pendiente venza, puede
entrar en la causa con el fin de ayudarle, en calidad de 'interviniente adhesivo'..."
(GOLDSCHMIDT, 1936: 447).
"... Son terceros coadyuvantes las personas que, sin ser partes directas en el juicio,
intervienen en él, por tener interés actual en sus resultados, para defensa del cual
sostienen pretensiones armónicas y concordantes con las de una de las partes directas.
(...) Nada impide (...) que el coadyuvante, si es que apoya al demandante, se presente
junto con el escrito inicial, sin perjuicio, claro está, de que pueda hacerlo a posteriori,
por vía de intervención de terceros. En ambas situaciones, la operatoria del coadyuvante
estará sujeta a las mismas reglas.
(...) No solamente asignamos al coadyuvante (...) carácter de parte, sino que también
entendemos que entre coadyuvado y coadyuvante se conforma un litisconsorcio, ya que
habrá comunidad de postulaciones y una suerte común resultante de la sentencia que al
afectar o consolidar, según el caso, el derecho del primero, incidirá en el del segundo.
Claro está que se trata de una formación litisconsorcial sui generis ya que la actividad
del coadyuvante, lo coloca en un papel de subordinación con respecto al coadyuvado; en
tal sentido (...) no puede alegar ni probar aquello que no puede alegar y probar el
ayudado; tampoco puede disponer del objeto litigioso, aún cuando mantiene su
independencia en cuanto a poder desistir del proceso y llevar adelante o no, la actividad
por la que actúa..." (RIVAS, 1997: 122-123).
Serra Domínguez, en lo que respecta al interviniente adhesivo simple (o coadyuvante),
puntualiza que "... el interviniente es parte, pues de otra forma no se comprendería su
intervención en el proceso. Si parte es la persona que pide y frente a la que se pide una
determinada actuación judicial, el interviniente es parte en cuanto efectúa diversas
peticiones en el curso del proceso. Problema distinto es si es parte en sentido sustancial.
Precisamente las características del interviniente adhesivo derivan de su desvinculación
respecto del objeto del proceso que no le interesa particularmente. Pero que no sea ni
pretenda ser parte en el sentido sustancial no impide que lo sea en el sentido procesal
único que interesa a los efectos de nuestra disciplina..." (SERRA DOMINGUEZ, 1969:
249).
Liebman anota sobre el particular que "... el tercero, para intervenir ad adiuvandum debe
poseer una particular legitimación, la cual, aun no permitiéndole accionar en modo
autónomo sobre la relación deducida en juicio por el actor, es suficiente sin embargo
para justificar su intervención y su demanda, una vez que dicha relación haya sido
deducida en juicio por los legitimados en vía principal. Se trata de una legitimación
secundaria o dependiente, o accesoria, y el tercero, interviniente en el proceso adquiere
la posición de parte en algún modo subordinada, con la facultad de ejercitar solamente
los mismos poderes que corresponden a la parte a la que se ha adherido, sin poder
proponer demandas propias y quedando naturalmente sujeto a los efectos de la
sentencia" (LIEBMAN, 1980: 84).
Para Feixó la intervención adhesiva (coadyuvante) "... se produce (...) cuando un tercero
interviene en un pleito pendiente entre otros, no alegando un derecho independiente
frente a las partes primitivas, sino con el fin de coadyuvar en el proceso a la victoria de
una de ellas, por tener un interés jurídico en que tal resultado se produzca..." (FEIXO,
1955: 217-218).
En palabras de Kenny la intervención adhesiva simple o coadyuvante "... queda
tipificada cuando el tercero, por tener un interés jurídico que coincide con el derecho
alegado por cualquiera de los litigantes principales, toma participación en el proceso, a
fin de coadyuvar al éxito de la pretensión o de la oposición..." (KENNY, 1983: 10).
Lino Palacio asevera que la intervención adhesiva simple o coadyuvante "... se verifica
cuando un tercero, en razón de tener un interés jurídico coincidente con el derecho
alegado por cualquiera de las partes originarias, participa en el proceso con el objeto de
coadyuvar al éxito de la pretensión o de la oposición" (PALACIO, 1983, Tomo III:
237).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández anotan 'que "... se habla de intervención
adhesiva cuando un tercero, hasta entonces ajeno al litigio, solicita y obtiene del Juez la
entrada en un proceso pendiente entre otras personas. La intervención adhesiva supone,
por definición, que el tercero interviniente apoya la posición jurídica de una de las
partes (sea del actor o la del demandado)" (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ, 1990,
Volumen I: 478).
Pallares apunta que la intervención adhesiva (coadyuvante) existe "... cuando el tercero
se adhiere a las pretensiones de alguno de los litigantes o coadyuva con alguno de ellos
para el logro de sus pretensiones, porque tiene interés en la litis en la que interviene, o
lo que es igual, porque la sentencia que en ella se pronuncie afecta sus derechos o sus
intereses. Lo característico de esta figura, es que el tercero no ejercita una nueva acción,
sino que ayuda en el ejercicio de alguna de las ya ejercitadas..." (PALLARES, 1979:
158).
A criterio de Schonke:
Existe tal interés cuando la cosa juzgada que se hubiera de producir en el proceso
pendiente pudiese redundar en beneficio o en perjuicio del interviniente. Por ejemplo, el
legatario tiene interés en coadyuvar a la defensa del que sostiene la validez de la
institución de heredero" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 75).
"... Intervención por adhesión es aquella de quien interviene 'para sostener las razones
de algunas de las partes, cuando tiene un interés propio' (...).
(...) El interviniente por adhesión no hace valer un propio derecho (...), y se limita a
apoyar la demanda de una parte en razón del interés que tiene a la victoria de ésta. Pero
el apoyo se concreta ante todo proponiendo una demanda, en el sentido precisamente de
que sean acogidas las conclusiones de la parte a la que se adhieren. El interviniente ad
adiuvandum debe ser titular de una relación jurídica conexa con la deducida en juicio, o
dependiente de ella, de modo que la sentencia que se pronunciará podrá reflejar un
efecto favorable o desfavorable sobre su posición jurídica; de éste deriva su interés en el
contenido de la futura sentencia, y por eso la ley lo admite a intervenir para proteger
este interés suyo mediante el apoyo que él da a una de las partes, al objeto de evitar que
se pronuncie la sentencia que pueda influir desfavorablemente sobre su propia posición.
Su intervención no es siempre altruística, no está dirigida a favorecer a la parte a la cual
se adhiere, e incluso la preocupación del interviniente es la de vigilar el comportamiento
de la parte misma en el proceso, para evitar que una defensa suya defectuosa repercuta
de modo dañoso sobre la propia situación. Se comprende que el tercero podría, no
interviniendo, hacer valer después sus razones contra la repercusión de la sentencia en
daño suyo, pero su defensa será mucho más fácil si interviene en el proceso para tratar
de impedir el pronunciamiento de una sentencia desfavorable..." (LIEBMAN, 1980: 83).
"... Las providencias finales en que puede culminar el ejercicio de la acción, pueden
tener consecuencias indirectas o reflejas y secundarias para otros sujetos. De aquí que la
ley les otorgue a éstos ('terceros') una cierta protección. Esta se manifiesta, sobre todo,
en la posibilidad de intervenir en el correspondiente proceso para sostener los derechos
de la una o de la otra de las partes principales (es decir, del uno o del otro de los
contradictores legítimos o necesarios), en cuyo caso se habla de intervención accesoria
(ad adiuvandum).
(...) En esta hipótesis vendrá a haber en el proceso una pluralidad de partes, (...) aquí la
pluralidad será sólo eventual y no necesaria, y se tratará, además de partes puestas, por
así decirlo, en un plano distinto respecto de la acción y de las eventuales excepciones
que son objeto principal del juicio. Y se comprende que ello determine sensibles
diferencias (fenómenos de limitación y de subordinación) también en las funciones
procesales..." (REDENTI, 1957, Tomo I: 240-241).
",.. Cada uno puede intervenir en un proceso entre otras personas 'para sostener los
derechos de algunas de las partes, cuando hay un interés propio', Está prevista aquí una
intervención ad adiuvandum (llamada también en la práctica y en la doctrina adhesión
simple), cuyo objeto es, como indica su nombre, el de ayudar a una de las partes en
causa contra la otra, no ya por un impulso de altruismo o de generosidad por parte del
interviniente, sino en cuanto este último tiene interés en que la controversia entre las
partes originarias, se decida de un modo más bien que de otro. El interviniente no se
presenta en el proceso como titular del estado o de la relación jurídica controvertida (o
co-titular de ella), sino como portador de un interés jurídico legítimo que la ley
considera relevante, reconociendo a un sujeto, diverso del titular de la relación
controvertida, la legitimación para intervenir en un proceso entre otros sujetos, en
cuanto la decisión que pueda emitirse entre ellos pueda producir efectos respecto del
sujeto que interviene. No es ya que este último, si no interviene, deba sufrir sin más las
consecuencias del pronunciamiento inter alios, puesto que la ley le prepara un remedio,
la oposición de tercero (...) para hacer valer los propios derechos contra la sentencia que
haya sido pronunciada entre las partes; sino que el propio ordenamiento procesal puede
favorecer la accesión al proceso en curso entre las partes originarias, de un sujeto el cual
podría el día de mañana dolerse de la sentencia pronunciada entre dichas partes y
valerse de aquella impugnación" (MICHELI, 1970, Volumen I: 227).
(...)
"... Resulta muy difícil señalar los supuestos concretos de intervención adhesiva.
Cualquier persona que tenga un interés propio en la victoria de una parte para evitar el
perjuicio que derivaría de una sentencia contraria, podrá en principio intervenir en el
proceso a los únicos fines de coadyuvar a la defensa de dicha parte. Ello no obstante, y
sin carácter limitativo, podemos señalar algunos de los casos en que se acostumbra
admitir la intervención adhesiva:
(...)
(…)
Por su parte, Viera Ruiz señala los siguientes casos de intervención coadyuvante:
2° El legatario en el proceso sobre nulidad del testamento seguido contra los herederos
del testador.
5° El tercero que debe responder como responsable del hecho ilícito por el que se
demanda a otro" (VIERA RUIZ, 1995: 8-9).
El Código Procesal Civil, en su artículo 97, regula lo relativo a la intervención
coadyuvante en estos términos:
"Quien tenga con una de las partes una relación jurídica sustancial, a la que no deban
extenderse los efectos de la sentencia que resuelva las pretensiones controvertidas en el
proceso, pero que pueda ser afectada es favorablemente si dicha parte es vencida, puede
intervenir en el proceso como coadyuvante de ella.
El coadyuvante puede realizar los actos procesales que no estén en oposición a la parte
que ayuda y no impliquen disposición del derecho discutido".
"... Prestamos especial atención a la naturaleza imparcial del órgano jurisdiccional como
principal fundamento de la intervención adhesiva. En efecto, la producción de efectos
reflejos de la sentencia no bastaría por sí misma para justificar semejante intervención.
Las partes litigantes pueden también, extrajudicialmente, ocasionar la mutación que
incide en la relación jurídica del tercero. Pero éste podrá desconocer dicha mutación
cuando haya sido producida en fraude de sus derechos; y en todo caso, al ser producida
por la voluntad de quien con él contrató, podrá reclamarle la correspondiente
responsabilidad. En cambio, cuando idéntica mutación es producida mediante una
sentencia, ésta se presenta como imparcial y opuesta a la voluntad de la parte vencida,
por lo que le resultará más difícil al tercero ignorar y combatir la existencia y realidad
de dicha sentencia" (SERRA DOMINGUEZ, 1969: 245).
(…)
"... Para que proceda esta tercería será indispensable la existencia de un juicio ya
iniciado y que el tercero tenga interés actual en sus resultados.
(…) Se entenderá que hay interés actual siempre que exista comprometido un derecho y
no una mera expectativa, salvo que la ley autorice especialmente la intervención fuera
de estos casos..." (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 48).
"1°) Es necesario, ante todo, que el sujeto no esté presente en el juicio que pende entre
otros sujetos.
3°) Es necesario que el que interviene tenga, por lo menos, una legitimación para
accionar, aunque no sea más que en la forma de la legitimación para intervenir. Dicha
legitimación, para accionar o para intervenir, debe serie reconocida por las normas
procesales" (ROCCO, 1976, Volumen 11: 129).
Rodríguez Garcés, en lo que atañe a los requisitos pala poder intervenir como
coadyuvante, manifiesta lo siguiente:
"... Para que una persona pueda intervenir en un juicio en actual tramitación, como
tercerista, es necesario: 1 ° Que sea una persona extraña al juicio, esto es, que no sea
parte en la relación procesal a que dio origen el pleito; 2° Que tenga interés actual en los
resultados del juicio; y 3° Que la ley no haya prohibido expresamente su intervención.
Hay casos en que la ley ha hecho aplicación expresa de la regla general, estableciendo
que talo cual persona puede intervenir en talo cual juicio como coadyuvante (...).
Ello no quiere decir, como pudiera creerse, que se requiera de una disposición legal para
aceptar la intervención de estos terceros (...).
(...)
Hay interés actual en los resultados del pleito, cuando se tiene comprometido un
derecho en él, y no una mera expectativa. En consecuencia, se exige que el tercero tenga
comprometido un derecho en el pleito.
Sea que el tercero actúe como coadyuvante del demandante o del demandado, es
necesario que tenga 'interés en el pleito'. En tales casos actúa y se coloca en la misma
situación jurídico-procesal en que se encuentran las partes del juicio; por consiguiente,
se requiere que, al igual que éstas, tenga interés en la acción deducida, o en las
excepciones que se opongan a ella..." (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 117-
118).
"1. Debe existir y estar todavía pendiente una controversia el llamado proceso principal,
entre otras personas (...); pues procede la intervención en cualquier situación del
proceso principal, y también junto con la interposición de la oposición o de un recurso
(...).
(...)
(...) El proceso principal debe estar todavía pendiente. No hay intervención por adhesión
después de la resolución de la controversia con autoridad de cosa juzgada; pero sí cabe
todavía en la instancia de apelación o de revisión, en tanto el recurso es en sí admisible
(...).
(...)
(...) El proceso principal debe estar pendiente entre otras personas. No es posible
adherirse como interviniente adherente a sí mismo o a la parte legalmente representada
por uno mismo (...) o a su adversario o al de la parte representada (...). Si el interviniente
adherente llegase a ser parte posteriormente, por ej., a causa de herencia o traspaso del
proceso a él (...), entonces cesa la procedencia de la intervención por adhesión.
(...)
"1. Debe haber un litigio pendiente, lo cual significa la existencia de litispendencia (...).
Pendiente el procedimiento, es admisible la intervención en cualquier período de aquél,
incluso después de haberse dictado sentencia, en tanto no sea firme.
(...)
2. El litigio debe estar pendiente entre otras partes (...). Una intervención adhesiva del
representado en el proceso promovido por su representante legal o apoderado, es
inadmisible (...).
(...)
(…)
Devis Echandía opina que son requisitos de la intervención por coadyuvancia los que
indica seguidamente:
"1 °) Que el proceso esté pendiente, lo que significa que la demanda debe haberse
notificado a los demandados (…).
2°) Que la sentencia no haya sido dictada si no tiene recursos, o no haya quedado
ejecutoriada si los tiene (...).
3°) Que el interviniente no esté actuando ya en el proceso como parte o interviniente en
otra calidad.
(...)
(...) El interés (...) puede ser simplemente económico o moral o familiar, siempre que
esté jurídicamente tutelado en virtud de una relación jurídica existente entre el
interviniente y una de las partes, que no es objeto del proceso, cuando se trate de
coadyuvancia o intervención accesoria o secundaria.
5°) Por último, el coadyuvante debe ser capaz y obrar debidamente representado,
condiciones éstas que rigen para toda clase de intervinientes" (DEVIS ECHANDIA,
1985, Tomo II: 402-404).
De ahí que (u.) el 'interviniente por adhesión' tiene la 'carga' de declararse en favor de
una de las partes y en contra de la otra; e ingresa al proceso aliado de la parte ayudada
en calidad de litisconsorte auxiliar de éste, a quien la contraparte debe, inexorablemente,
aceptar como 'contradictor agregado" (GONZALEZ, 1998: 395).
"… El coadyuvante apoya únicamente el derecho de una parte principal, pero sin pedir
que le sea reconocido uno personal, como sería el caso del acreedor que concurre a
coadyuvar a causa de su deudor, pero sin solicitar que allí mismo se le satisfaga la
deuda. La sentencia que se dicte en este proceso no lo va a cobijar; pero, sin duda
alguna, si el deudor pierde, se va seguramente a ver perjudicado en el cobro posterior de
su acreencia. El interés del coadyuvado es un interés jurídico tutelado por la ley, cuya
satisfacción no depende del resultado del proceso. El interviniente deberá afirmar esta
circunstancia y acompañar las pruebas que demuestren el hecho del cual deduce tal
interés..." (MONROY CABRA, 1979: 221-222).
Ajuicio de Micheli "el interés en la intervención por adhesión simple deriva (...) de la
conexión y de la relación de subordinación que existe entre varias relaciones jurídicas,
de suerte que el titular de la relación dependiente experimenta las consecuencias del
resultado de la causa sobre la relación conexa..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 227-
228). El citado tratadista italiano añade que "en cuanto al interés que legitima al tercero
a tomar parte en un proceso instaurado entre otros sujetos, es necesario (...) precisar que
el mismo surge y está tutelado (...) en cuanto sea jurídicamente relevante, esto es, en
cuanto derive de la exigencia de evitar un perjuicio jurídico a la situación de la cual el
interviniente es titular, situación (...) conexa (con) o dependiente de aquella que es
deducida en juicio entre las partes principales..." (MICHELI, 1970, Volumen I: 229).
"... En general, se puede decir que el interés del interviniente debe fundarse en esto: que
aunque en el proceso en que interviene el tercero se discuta, no de un derecho suyo, sino
solamente del derecho de la parte ayudada, al cual el tercero es extraño, sin embargo,
sabe el tercero que, si en ese proceso sale vencida la parte ayudada, su derrota vendría a
repercutir indirectamente sobre dicho tercero, quitándole para el futuro la posibilidad de
ejercer un derecho suyo en las mismas condiciones favorables en que hubiera podido
ejercerlo de haber salido victoriosa la parte por él ayudada. El interés que legitima al
interviniente a comparecer en juicio para hacer valer el derecho de la parte ayudada, no
es, pues, un interés altruista (...), sino que es un interés egoísta, que tiene su base en la
propia ventaja que el interviniente espera de la victoria de la parte ayudada, o en la
desventaja que teme de su derrota: ventaja y desventaja que no deben ser meramente
morales o sentimentales (...); sino que deben tener un sustrato jurídico, en el sentido de
que las consecuencias ventajosas o desventajosas que el interviniente espera o teme para
sí, deben ser tales, que repercutan, en sentido favorable o desfavorable para él en una
relación jurídica de la cual sea él sujeto" (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 322-
323).
(...)
Con carácter general pueden deducirse los supuestos de interés simplemente moral. El
interés del interviniente debe derivarse de un perjuicio material económico, que
resultará del vencimiento del ayudado; sin que un simple interés moral (p.ej., la amistad,
el parentesco) sirva para legitimar la intervención en cuanto no tenga un contenido
material, en cuanto no afecte a una relación jurídica propia del interviniente. El interés
debe ser al propio tiempo actual, no futuro. No cabe la intervención por parte de la
persona que desea adquirir el derecho debatido, en cuanto la sentencia no producirá a su
respecto perjuicio alguno jurídico, no alterando ninguna relación jurídica en la que
participe. Por último, tampoco puede considerarse suficiente para la intervención el
interés en obtener una sentencia justa o en crear un precedente jurisprudencia!..."
(SERRA DOMINGUEZ, 1969: 245-246).
Finalmente, Goldschmidt predica que existe el interés jurídico que crea el derecho a la
intervención adhesiva (coadyuvante):
"(...) Cuando la fuerza de cosa juzgada de la sentencia haya de extender sus efectos en
pro o en contra del tercero.
(...) Si la sentencia que recaiga tiene que ejecutarse contra el tercero (...).
Por su parte, Rodríguez Garcés, acerca del momento en que puede intervenir el tercero
coadyuvante, refiere lo siguiente:
Unos estiman que ello no es posible porque no sería parte agraviada. Otros creen que
por el solo hecho de hacerse parte para apelar la sentencia les afecta y les causa agravio.
Los tribunales han reconocido derecho al tercero coadyuvante para hacerse parte en
segunda instancia" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 121-122). Conforme se
desprende del artículo 97 -penúltimo párrafo- del Código Procesal Civil, la intervención
coadyuvante puede admitirse tanto en primera como en segunda instancia (se entiende
hasta antes que se expida la sentencia definitiva).
La Corte Suprema de Justicia ha establecido al respecto que "... la incorporación del
citado tercero (coadyuvante de una de las partes principales) puede producirse en
cualquier momento, sujetándose al estado en que se encuentre el proceso; (...) en
consecuencia, el emplazamiento inicial con la demanda se realiza a las partes, no al
tercero interviniente en calidad de coadyuvante..." (Casación Nro. 3137-99/ Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 22-02-2000, pág. 4680).
Para Casarino Viterbo "... el tercero coadyuvante podrá hacer, separadamente de la parte
a quien ayuda, las alegaciones y rendir la pruebas que estime conducentes, pero sin
entorpecer la marcha regular del juicio y usando de los mismos plazos concedidos a la
parte principal o directa. Podrá, asimismo, solicitar dichos plazos o su ampliación, o
interponer los recursos a que haya lugar, tanto sobre las resoluciones que recaigan en
estas solicitudes, como sobre cualquiera sentencia interlocutoria o definitiva..."
(CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 49).
Según Beatriz Quintero y Eugenio Prieto "... se considera que el coadyuvante es una
sola parte con la que adyuva (...). El coadyuvante (...) tiene las mismas facultades del
coadyuvado, cuando la pasividad de éste las tolere, pero se le negará toda posibilidad,
aun procesal, que se oponga a la voluntad expresa del coadyuvado y cualquiera que
implique disposición del objeto litigioso" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II:
129).
Por estas razones, el coadyuvante no puede realizar actos dispositivos sobre el objeto
litigioso y en cuanto a los otros actos procesales únicamente podrá emplear los medios
de ataque y de defensa que favorezcan a la parte coadyuvada y permita el estado del
procedimiento sin posibilidad de 'restitutio in integrum" (PRIETO-CASTRO Y
FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 76).
"El coadyuvante es siempre una parte accesoria o secundaria porque actúa 'para sostener
las razones de un derecho ajeno', y en un plano distinto del de la parte principal, de
subordinación a ésta, ligado secundariamente a la posición de su coadyuvado.
Esa actuación del coadyuvante puede limitarse a una colaboración con la parte
coadyuvada que también actúa en el proceso, pero puede llegar a suplir la actividad de
ésta (...), cuando por desinterés u otra causa abandona total o parcialmente su defensa.
Sin embargo, el coadyuvante no actúa en nombre de la parte coadyuvada sino en su
propio nombre, a pesar de hacerlo en defensa de la causa de aquélla, y por lo tanto, no
se trata de una especie de representación" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 401-
402).
"La actuación del tercero será accesoria y subordinada a la parte a quien apoye.
"... El interviniente adhesivo simple no asume el carácter de una parte autónoma, por
cuanto su posición dentro del proceso es subordinada o dependiente respecto de la que
corresponde a la parte con la cual coadyuva (...).
De allí que la actuación procesal del tercero coadyuvante se encuentre limitada por la
conducta asumida por la parte principal, pues si bien se halla autorizado para realizar
toda clase de actos procesales, éstos sólo son eficaces en la medida en que no sean
incompatibles o perjudiquen el interés de aquélla.
(...)
En consecuencia, le está vedado realizar cualquier acto que implique una disposición
del objeto procesal (allanamiento, desistimiento, transacción o conciliación); utilizar
una defensa o una prueba respecto de las cuales la parte coadyuvada hubiere renunciado
o hubiese sido declarada negligente; contraponer sus pretensiones a las de dicha parte;
etcétera. Pero está habilitado, en cambio, para subrogarse procesal mente a la parte
principal en el caso de que ésta obrare negligente, ineficaz o dolosamente en su
perjuicio" (PALACIO, 1983, Tomo III: 239-240).
"a) Gestiona un proceso ajeno, en el que sigue siendo parte principal aquel a quien
apoya, aun cuando le ceda toda la gestión procesal (...); es solamente su coadyuvante en
el litigio, no su litisconsorte y no llega a ser parte (...).
b) Pero puede ejecutar en general para la parte principal, en propio nombre, todos los
actos procesales y recibirlos (...), como podía o debía hacerlo aquélla, y ciertamente con
los mismos efectos que si hubiese actuado la parte principal misma (...).
(...)
(...) Está sometido al estado del proceso principal en el momento de su intervención (...),
como puede ser producido por confesión, renuncia, consentimiento, rebeldía, etc., de la
parte principal, por la conclusión del debate sobre los hechos, el comienzo del plazo
para recurrir y otras causas más. Por eso no puede modificar el objeto del litigio o el
procedimiento, ni realizar una modificación de la demanda, ni admitirla, ni renunciar a
las objeciones procesales (...), ni desistir de la demanda, ni entablar demanda de
declaración incidental, ni reconvención, etc.
(...) Sus declaraciones y actos no pueden estar en contradicción con los de la parte
principal (...), si esta última actúa. La contradicción con la parte principal debe
establecerse en forma positiva; puede resultar de una declaración expresa de ella o de su
conducta total en el proceso (...).
(...)
(...) Además de esto, como el interviniente adherente no puede actuar sino para ayudar a
la parte principal (…), le están prohibidas aquellas actuaciones que, in abstracto, se
oponen al interés de la parte principal; así, por ej., no puede allanarse a la acción ni
renunciar a ella (pero sí reconocer hechos), renunciar el recurso contra la resolución
desfavorable para la parte principal (...); pues determinaría con esto su autoridad de cosa
juzgada y ejecutabilidad con efecto contra ella..." (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 270-
273).
Coadyuvante y coadyuvado son cotitulares de una misma y única acción, ya que están
ambos, aunque por criterios distintos, legitimados por la ley procesal para el ejercicio de
aquella determinada acción, y por consiguiente, ambos son partes en el proceso en el
cual se halla ya el ayudado.
(...)
"La intervención ad adiuvandum presupone (...) una relación de derecho sustancial entre
el tercero ayudador y la parte ayudada, distinta de la relación controvertida entre las
partes principales y no deducida en el proceso instruido entre ellas: es el interés que
nace de las ulteriores posibles incidencias de esa relación no deducida en el proceso, lo
que legitima al tercero a entrar en el proceso entre las partes principales, y a ponerse en
contradictorio procesal con el adversario de la parte ayudada, aun no encontrándose con
él en relación de derecho sustancial.
Por lo dicho se comprende que el interviniente por adhesión, aun viniendo a ser por
efecto de su intervención parte en el proceso junto a la parte ayudada, con todas las
cargas y facultades inherentes a dicha cualidad, tiene, sin embargo, una posición
accesoria y en cierto sentido subordinada frente a la parte ayudada, que continúa, sin
embargo, siempre como legitimada principal para hacer valer autónomamente su
derecho. El interviniente, legitimado secundario agregado para ayudarle y no para
oponerse a ella, podrá suplir el defecto de su defensa, pero no realizar actos que sean
incompatibles con el poder dispositivo de la misma. Posición de parte plenamente
autónoma (similar a la de un interviniente principal) asume, sin embargo, cuando
interviene para tutelarse contra el dolo de la parte ayudada en su daño, o contra la
colusión de ella con la parte adversaria..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 325-
326).
Kisch, en lo que toca a las facultades del interviniente adhesivo (coadyuvante), enseña
lo siguiente:
"... Una vez admitido el tercero, puede válidamente realizar actos procesales y ejercitar
toda clase de medios de ataque y defensa; puede alegar hechos, aportar pruebas,
proponer excepciones, discutir las afirmaciones de la parte adversaria y deferir un
juramento, si bien la delación del mismo a él es imposible. Puede impulsar las
notificaciones y citaciones, presentar recursos y oponerse a los que interponga la otra
parte, etc. Para todos estos actos el interviniente está capacitado no sólo en el caso de
que la parte coadyuvada esté presente o consienta tácitamente, sino también en el de
ausencia puede actuar válidamente en lugar de ella. Obra, pues, el tercero, no a la
manera de la simple asistencia, sino con los mismos efectos jurídicos que un
representante (...).
(...)
En segundo lugar, tiene que aceptar el pleito en el estado en que se halle en el momento
de su intervención. No puede emplear ningún medio de ataque o de defensa al que ya no
pueda recurrir la parte coadyuvada por haber renunciado, por haber permanecido
inactiva o porque no cabe por la evolución natural del pleito.
y por último, del hecho de que no es sino un tercero que obra en un proceso ajeno, el
legislador ha sacado la consecuencia de que sus actos y declaraciones han de tenerse por
inválidos en tanto en cuanto estén en contradicción con los de la parte principal. (...) Es
decir que el tercero interviniente está en una estrecha relación de dependencia con la
parte principal coadyuvada. Y siempre que tal dependencia existe, la intervención es
una intervención adhesiva simple..." (KISCH, 1940: 322-324).
"... La actividad del interviniente adhesivo es una actividad procesal pura, en cuanto se
desarrolla y se agota en el proceso, sin que le correspondan otros poderes que los
estrictamente procesales, estándole prohibida toda disposición sobre el objeto del
proceso y hallándose subordinada su posición a la de la parte principal.
Por último, en lo relativo a las costas, dado el papel secundario del interviniente
adhesivo, debe satisfacer únicamente las que se hayan causado a su instancia, pero
nunca las generales del proceso, en cuanto no puede apreciarse ni temeridad en su
intervención ni mucho menos ser vencido en un proceso que no le afecta. Ahora bien,
en aquellos casos en que las actuaciones se hayan desarrollado con su única
intervención y sin la presencia de la parte ayudada (...), podrá en su caso ser condenado
al pago de las costas procesales" (S ERRA DOMINGUEZ, 1969: 249-250).
"En rigor debe permitirse al tercero realizar todos los actos que podía efectuar la parte a
quien apoya, incluso apelar la sentencia si ésta no lo hace; no puede disponer del
proceso pero sí oponerse a los actos de disposición que haga esa parte (allanamiento,
desistimiento, transacción, etc.) si esos actos lo afectan.
(...)
De igual forma, los actos del principal que perjudiquen al adherente, no le son oponibles
y el juicio debe continuar hasta la sentencia definitiva..." (ARAZI, 1998: 327-328).
"... El 'tercero adhesivo simple' no tiene, por principio, la investidura de 'parte', ni carga
procesal de impulso del trámite de la causa, mientras la 'parte principal' insiste el
procedimiento.
De ahí que carezca de legitimación en causa activa propia para diligenciar, entre otros,
los actos procesales siguientes:
Articular excepciones.
La otra limitación que tiene el coadyuvante mira a la forma de actuar; debe actuar
representado por un procurador común, y sólo por excepción podrá hacerlo
separadamente.
(...)
La ley no precisa con claridad los derechos que el tercero coadyuvante puede hacer
valer en el juicio; la jurisprudencia, llenando este vacío de la ley, ha estimado: que el
tercero coadyuvante al respecto debe equipararse a la parte principal, puede actuar en el
juicio en los mismos términos que ella. Debe notificársele todas las resoluciones que se
dicten con posterioridad a su intervención, puede hacer alegaciones y sostener la
oposición aun en rebeldía del demandado, puede reconvenir, tiene derecho a rendir
prueba y, en general, deben seguirse con él todos los trámites esenciales del juicio en la
misma forma que con la parte principal. Respecto de él no puede omitirse ningún
trámite esencial so pena de casación.
Como conclusión final resulta que el coadyuvante tiene los mismos derechos que la
parte a quien coadyuva; pero con una limitación: debe aceptar lo obrado con
anterioridad" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 123-127).
(...)
(...) La intervención de terceros no reviste el carácter de una cuestión principal del pleito
ni constituye un caso en que haya pluralidad de demandantes o demandados producida
con posterioridad a la iniciación del juicio; el hecho de que el coadyuvante tenga los
mismos derechos que la parte que coadyuva, pueda sostener por sí solo la defensa del
pleito, se identifique con una de las partes y los resultados les sean comunes, no es
suficiente para sostener tal interpretación: 1 °) lo que puede hacer es sostener sólo la
defensa del pleito, pero no continuar éste cuando demandante o demandado quieran
desistirse de él o ponerle término en cualquiera otra forma; 2°) no es efectivo que el
tercero entre a ocupar el lugar de una de las partes, tiene sus mismos derechos puede
actuar procesalmente en la misma forma que aquélla, pero no la entra a reemplazar, no
ocupa el lugar de ésta desplazándola del juicio. El demandante o demandado siguen
siendo partes del pleito, participen activamente o no en su substanciación; y 3°) a lo que
hay que atender, efectivamente, para determinar si un litigante es parte o tercero, es al
interés y a la causa de pedir alegados por ellos. En efecto, la identidad de causa de pedir
determina, generalmente, la pluralidad de partes, cuando son dos o más los que
intervienen en una misma acción; la diferencia de interés determina, en cambio, el
carácter de su intervención: si como partes o terceros" (RODRIGUEZ GARCES, 1967,
Tomo I: 128-129).
Por último, cabe indicar que, de acuerdo a lo normado en el artículo 97 -último párrafo-
del Código Procesal Civil, el coadyuvante puede realizar los actos procesales que no
estén en oposición a la parte que ayuda y no impliquen disposición del derecho
discutido.
g) No pudiendo ser vencido en un proceso que no le afecta no puede ser cargado con las
costas generales del proceso, sino únicamente con las que se haya causado a su
instancia" (STIGLITZ, 1970: 157).
Devis Echandía sostiene que son efectos procesales de la intervención coadyuvante los
que se señalan seguidamente:
"1 °) El interviniente ingresa al proceso una vez que su solicitud es aceptada por el juez,
y conserva esa calidad mientras no le sea revocada en virtud del recurso (...).
4°) No puede modificar ni ampliar la litis contestatio o el objeto del litigio, ya que no
introduce una pretensión propia para que sobre ella exista una decisión.
(...)
7°) Puede ejecutar todos los actos procesales propios de las partes, con las limitaciones
señaladas en los dos puntos anteriores (…), siempre que en esas actividades no incurra
en contradicción con la actitud asumida por la parte coadyuvada; pero puede suplir el
silencio o el abandono de ésta.
8°) Sus actos se estiman en favor de la parte coadyuvada, aun cuando los ejecute en su
propio nombre y sin tener el carácter de representante de ésta (...).
9°) No puede ser testigo ni perito, como resultado de su condición de parte accesoria.
13°) Debe sufrir la condena en costas y soportar las expensas, cuando haya recurrido o
solicitado diligencias, copias, etc. En el caso de que el recurso haya sido conjunto con el
coadyuvado, deben dividirse las costas por iguales partes..." (DEVIS ECHANDIA,
1985, Tomo II: 405-408).
(...)
"... La intervención adhesiva surte además efectos después de la conclusión del litigio
en que se produce. En la contienda que pueda surgir entre el interviniente y la parte
coadyuvada no puede invocar aquél que el litigio principal fue resuelto indebidamente
(efecto de la intervención); Y sólo limitadamente podrá alegar la excepción de una
tramitación defectuosa del primer proceso (...). Los efectos de la intervención adhesiva
no coinciden con los de cosa juzgada; siendo con respecto a éste, en parte más amplios
y en parte más restringidos.
b) Las críticas del interviniente adhesivo sobre la gestión defectuosa del primer proceso
por la parte coadyuvada, sólo están admitidas en el proceso posterior entre el
interviniente y dicha parte, con limitaciones. El interviniente sólo puede alegar que
estuvo impedido para ejercitar medios de ataque o de defensa por la situación del litigio
al entrar en él, o por las declaraciones o actos de la parte principal, o qué medios de
ataque o de defensa que eran desconocidos para él no fueron ejercitados por la parte
principal mediando dolo o culpa grave (...). En tal medida, los efectos de la intervención
adhesiva
son más reducidos que la fuerza de cosa juzgada; frente a la firmeza de la sentencia,
tales críticas son inadmisibles" (SCHÓNKE, 1950: 102).
Coadyuva con una, frente o en contra de la otra, pero ocupando una posición
independiente, autónoma litisconsorcial, con las mismas facultades de la parte
principal" (VALLEJO, 1970: 50).
Rosenberg considera que "... hay intervención por adhesión de litisconsorcio, cuando
entre el interviniente adherente y la parte contraria (no la principal) existe una relación
jurídica para la cual produce efecto la resolución del proceso principal (…); ya sea
porque el interviniente adherente pertenece a las personas para o contra las cuales surte
efecto de cosa juzgada la sentencia (no sólo según el derecho civil) más allá de las
partes de la controversia (...); ya sea porque la sentencia tiene efecto constitutivo para
todos y contra todos' (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 277).
(...)
(...) La característica esencial de este tipo de intervención (...), está dada por la
circunstancia de que el tercero habría gozado de legitimación procesal propia para
demandar o ser demandado originariamente en el proceso al cual ingresa, sea a título
individual o conjuntamente con la parte a cuya posición adhiere..." (PALACIO, 1983,
Tomo III: 243).
En relación al tema, Micheli anota que "... en el curso del proceso puede intervenir
cualquiera que pretenda hacer valer, frente a alguna de las partes originarias, 'un
derecho relativo al objeto o dependiente del título deducido en el mismo proceso'. Con
esta fórmula se describe aquel tipo de intervención voluntaria que se suele distinguir
como intervención por adhesión autónoma o litisconsorcial..." (MICHELI, 1970,
Volumen I: 230). Dicho tratadista italiano agrega que "... la intervención por adhesión
autónoma es proponible solamente por quien tenga una legitimación igual a la de una de
las partes principales y, por consiguiente, por quien habría tenido la posibilidad de
iniciar el proceso, pero no lo ha hecho. (...) esta intervención postula un fenómeno de
conexión de relaciones o de dependencia de situaciones jurídicas las cuales (...) están
más estrechamente vinculadas entre sí: se trata de casos en los que hay una pluralidad
de sujetos titulares de una situación jurídica relativa (co-obligados o coacreedores
solidarios) o de carácter absoluto (socios de una sociedad o condóminos los cuales
pueden intervenir en las controversias promovidas por otro socio o por otro
condómino...) respecto de los cuales la eventual cosa juzgada entre las partes
originarias, si estuvieran fuera del proceso, podría determinar un perjuicio jurídico..."
(MICHELI, 1970, Volumen I: 230-231).
Esta figura (...) se produce, en general, cuando no ha sido demandado en el proceso una
persona que es litisconsorte necesario del demandado o demandados. Como sabemos,
cuando, por cualquier causa, no han sido demandadas todas aquellas personas que
pudieran verse afectadas directamente por la sentencia que se dicte, el Juez debe
abstenerse de entrar en el fondo del asunto y dictar una sentencia absolutoria de la
instancia. Pero, si, pendiente el proceso, el litisconsorte preterido anuncia su deseo de
intervenir en el proceso, debe ser admitido como parte y en igualdad de condiciones que
los demás litigantes" (DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 482).
Stiglitz señala por su parte que son características de la intervención litisconsorcial las
que describe a continuación:
b) El interviniente hubiera podido ser parte, podría haber formulado demanda o haber
sido demandado por o contra alguna o algunas de las partes que figuran en el proceso.
2°) que haya un proceso pendiente sólo entre algunos de los varios sujetos de la relación
jurídica sustancial" (ROCCO, 1976, Volumen II: 131).
Calamandrei, por su parte, puntualiza que "para que sea admisible esta intervención
litisconsorcial que lleva a la constitución de un litisconsorcio facultativo subsiguiente,
es necesario (…) que entre la causa originaria y la causa introducida por el interviniente
contra una de las partes principales, haya un vínculo de conexión propia atinente al
objeto o al título..." (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 328).
Conforme se desprende del último párrafo del artículo 98 del Código Procesal Civil, la
intervención litisconsorcial puede ocurrir incluso durante el trámite en segunda instancia
(se entiende antes de que se expida la sentencia definitiva).
Para Micheli "el interviniente por adhesión autónoma es parte y puede realizar cualquier
acto que corresponda a la parte, sin límite de clase alguna, salvo el derivado del respeto
a las decadencias o a las preclusiones ya verificadas. Intervención en el proceso (que)
agrega una parte que hace valer (...) contra una de las partes originarias (y por
consiguiente, esa intervención se coloca como un tipo de intervención por adhesión) un
derecho propio y no ya un interés legítimo, derivado de una situación de conexión o de
dependencia" (MICHELI, 1970, Volumen I: 231).
A criterio de Schonke:
(...) Como interviniente adherente gestiona una controversia ajena, por eso no puede
modificar la demanda, ni desistir de ella; tampoco alegar medios de ataque o defensa
por derecho propio (...), ni plantear demanda de declaración incidental, ni reconvención;
no puede reconocérsele ni quitársele nada, pues la sentencia se dicta sólo para y contra
las partes, y sólo sobre su relación jurídica. Con la misma extensión y los mismos
efectos que un interviniente adherente común, puede ejecutar y recibir todos los actos
procesales, pero también solamente los que á éste corresponden (...); y está sujeto como
aquél a la situación de la controversia en el momento de su intervención (...).
(...) Pero equivale, puesto que es afectado por la sentencia, al litisconsorte (necesario)
(...); es decir, sus actos surten el mismo efecto que los de las partes, por ello también en
contradicción con las actuaciones y declaraciones de la parte principal (...); por eso, en
caso de ausencia o silencio de la parte principal puede reconocer la pretensión o
renunciarla y mediante su oposición restarles efecto al reconocimiento, renuncia o
confesión, etc., de la parte principal (…). Las resoluciones judiciales deben serie
notificadas; desde la notificación de la sentencia a él o por él corre para él un plazo
propio de oposición o recurso independiente del de la parte principal (...); puede
interponerlos, aun cuando la parte principal no quiera y solicite desestimación; o no
pueda hacerlo porque ha renunciado a ellos o ha dejado transcurrir el plazo; y si su
adversario omite, frente a él, oposición o recurso, o los retira o renuncia a ellos, será la
sentencia del todo inimpugnable (...). Será oído como parte (...), no como testigo. Las
costas de la intervención adherente serán consideradas como costas del proceso
principal, y se impondrán como en el caso del litisconsorcio..." (ROSENBERG, 1955,
Tomo I: 277-278).
"... A este respecto conviene partir de dos principios esenciales: ambas partes tienen
plena legitimación tanto sustancial como procesal, legitimación que tiene carácter
autónomo entre sí, sin que una de ellas venga ligada por los actos de la anterior:
igualdad de posición sustancial y procesal, no dependencia; pero al propio tiempo se
encuentran en una misma situación frente a la sentencia que debe ser una y común
respecto de ambas, prescindiendo de ciertas excepciones personales de cada una de
ellas: el juez debe dictar una sentencia única que perjudicará por igual a ambas partes.
a) Los actos realizados con pleno éxito por una de las partes aprovechan a la otra (...).
Ahora bien, como sea que todos los litisconsortes actúan por principio una misma
relación jurídica sustancial y la sentencia que se dicte será común a todos ellos, los actos
realizados por cualquiera de las partes benefician a los demás no directamente (...), sino
indirectamente, en cuanto contribuyen a formar la convicción del juzgador (alegaciones,
excepciones, pruebas, etc.) o en cuanto impiden el transcurso de un plazo de caducidad.
b) Corolario del principio anterior es que cualquier acto realizado por uno de los
litisconsortes dentro del plazo aprovecha a los que no los han verificado, que pueden
adherirse con posterioridad. Se produce aquí una restitución de un plazo perdido para un
litisconsorte gracias a la actividad de otro litisconsorte (...).
(... )
c) Los actos realizados por cada uno de los litisconsortes no pueden perjudicar a los
restantes (...).
(...)
Todo ello por aplicación del principio de que el litisconsorte debe admitir el proceso in
statu et terminis. Consideramos contrario, empero, a la noción misma de litisconsorcio
que el interviniente, aun hallándose en plazo, formule demanda contra la parte
litisconsorcial" (SERRA DOMINGUEZ, 1969: 239-242).
De ahí que la decisión judicial respecto del derecho subjetivo de las partes originarias
es, simultáneamente, resolución atinente al 'derecho subjetivo' del tercero
litisconsorcial, pues éste es cotitular de la misma 'relación sustancial' invocada por
aquellas.
Casarino Viterbo califica a los terceros excluyentes (o principales) como "... aquellos
que hacen valer sobre la cosa litigada derechos incompatibles con los de las partes
directas..." (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 50).
En estos casos el tercero sostiene un derecho propio que no armoniza con la situación
jurídica sustentada por las partes principales del pleito..." (RODRIGUEZ GARCES,
1967, Tomo I: 138).
y pasa a ser un demandante principal, independiente pudiendo, como tal, llevar a cabo
los actos conducentes a su victoria" (FAIREN GUILLEN, 1954, "Notas sobre la
intervención principal en el proceso civil": 195).
Rocco dice del interviniente principal (o excluyente) lo siguiente:
Desde este punto de vista, el interviniente principal, siendo titular del derecho de acción
y presentándose como titular de un derecho sustancial, es parte en juicio" (ROCCO,
1976, Volumen II: 127).
El mencionado jurista italiano añade que "... el que interviene en vía principal asume la
calidad de parte, con todos los poderes y las facultades a ella inherentes" (ROCCO,
1976, Volumen II: 127-128).
López del Carril, acerca del interviniente principal (o excluyente), apunta lo siguiente:
A su vez, los 'demandados de intervención' (...) pasan a ser litisconsortes pasivos frente
al tercero excluyente y, según el caso, el litisconsorcio' será voluntario o necesario"
(GONZALEZ, 1998: 393-394).
De la Plaza afirma que la intervención principal "... se refiere al evento (...) de que un
tercero sea titular en una relación, que, a pesar de ser incompatible con la que se ventila,
pueda ser afectado por la cosa juzgada; por ello, tiende a evitar, generalmente con
independencia de la cuestión que en ella ventilan las partes, que respecto al derecho del
que tiene la titularidad, pueda crearse una situación que le infrinja un perjuicio" (DE LA
PLAZA, 1951, Volumen I: 298).
(...) De esta manera surgen dos procesos junto con el antiguo, uno del interviniente
principal contra el demandante Y otro contra el demandado primitivos" (PRIETO
CASTRO y FERRANDIZ, 1980, Volumen I: 75).
"... Este tipo de intervención (ad infrigendum iura utriusque competitoris) tiene lugar
cuando un tercero se incorpora a un proceso pendiente a fin de interponer, frente a las
partes originarias, una pretensión incompatible con la deducida por el sujeto activo.
(...)
"... Quien pretende para sí en todo o en parte la cosa o derecho sobre los que se sigue un
litigio entre dos personas, puede ejercitar su acción por medio de una demanda contra
las dos partes del proceso pendiente. A esto se llama intervención principal (...).
(...)
(...)
Según Liebman:
"... Intervención principal es la del que interviene 'en un proceso entre otras personas
para hacer valer, frente a todas las partes o a algunas de ellas un derecho relativo al
objeto o dependiente del título deducido en el mismo proceso'. Con este medio el
interviniente propone una demanda suya en contraste con las de las partes que están ya
en causa (...). Después de la intervención, el proceso se hace trilateral y cada una de las
tres partes está en lucha con las otras dos.
La sentencia que podría ser pronunciada entre las dos' partes originarias no podría
afectar el derecho del tercero, pero la ley le consiente hacerlo valer inmediatamente en
el mismo proceso, para impedir que entretanto se le dé victoria a uno de los dos
contendientes, con evidente ahorro de actividades procesales y con la ventaja de evitar
eventuales juicios contradictorios. Es la figura tradicional de la intervención ad
infringendum iura utriusque litigatoris. Se comprende que esto no se lleva a cabo sin
riesgo, porque la sentencia que será pronunciada como consecuencia de la intervención
del tercero, será plenamente eficaz también frente al tercero que ha intervenido en el
proceso" (LlESMAN, 1980: 81-82).
"... Intervención principal (...) tenemos cuando las cosas se presentan del modo
siguiente: Dos personas siguen un proceso a propósito de un objeto o un derecho, y un
tercero aprovecha la ocasión de estarse discutiendo sobre ello: Por ejemplo: durante el
curso de un proceso entre A y S, donde se ventila a quién de . ellos pertenece una
determinada cosa, interviene E contra los dos alegando que el propietario es él; o X
litiga contra Y por un crédito, y Z se mezcla con la afirmación de que el crédito sobre
que se discute le ha sido transmitido a él antes, de suerte que el verdadero acreedor es
él. En un supuesto semejante, el tercero puede hacer valer su derecho contra las otras
partes, mientras el proceso iniciado por las mismas esté pendiente, por medio de la
presentación de una demanda (…) al tribunal ante el que el proceso pende en primera
instancia y aunque no sea competente para decidir sobre la acción que ejercita. Las
partes que litigan desde el principio se llaman partes principales (actor o demandado
principal); su proceso, proceso primitivo o principal; el tercero se llama interviniente
principal, y su participación en el proceso intervención principal.
(…) No se le puede concebir como participación del tercero en el proceso de las partes
principales, pues no persigue el ayudar a una de ellas para que venza a la otra; más bien,
lo que hace es ejercitar una acción independiente contra ambas. y puesto que la dirige al
mismo tiempo contra dos personas en común, surgen dos nuevos procesos
(prescindiendo del primitivo), uno del tercero con el actor principal y otro del mismo
con el demandado primitivo. Pero como estos procesos siguen su curso acumulados,
estamos ante un caso especial de litisconsorcio, en el cual el tercero actúa como
demandante y las dos partes primitivas como litisconsortes demandados" (KISCH,
1940: 319-320).
"Principal se suele decir (...) a la intervención cuando el tercero que interviene tenga una
acción suya que hacer valer, conexa pero en contraste con aquella por la que ha sido ya
promovido el proceso. Por ejemplo, ha accionado un (verdadero o pretendido) acreedor
para obtener la condena del deudor a una cierta y determinada prestación. Interviene un
tercero para sostener que aquella prestación es debida, pero no al primer actor sino a él,
al interviniente, y pide a su vez la condena del deudor, pero en su propio favor. Otro
ejemplo: acciona, supongamos, en reivindicación un (verdadero o pretendido)
propietario contra el poseedor de la cosa; interviene un tercero para sostener que la cosa
es suya y no del primer actor, y pide la condena del poseedor en favor suyo. Nuestros
antepasados solían caracterizar estos casos diciendo que la intervención es ad
excludendum [para excluir] o ad infringenda iura utriusque competitoris [para
quebrantar los derechos de ambos competidores] (con evidente alusión a los dos
contendientes originales del proceso)…" (REDENTI, 1957, Tomo I: 320).
Aquí no se verifica el fenómeno de una acción con pluralidad de sujetos, sino que más
bien se trata del ejercicio de dos acciones que competen a dos o más sujetos distintos
que afirman, respectivamente, ser titulares de una sola y única relación.
Con esta frase se quiere decir que aquel que era extraño a la litis y que ha intervenido,
se sitúa entre el actor y el demandado en el juicio pendiente, para sostener que es él el
titular del derecho que se discute, con exclusión de la titularidad por parte de los otros
dos sujetos en litis" (ROCCO, 1976, Volumen II: 126).
"... La intervención de quien hace valer, en un proceso que se ha iniciado entre las
partes originarias, un derecho propio relativo al objeto o dependiente del título deducido
en juicio; es la intervención denominada principal y que introduce en el proceso una
nueva controversia, en cuanto aquel derecho es hecho valer frente a ambas partes (...); la
misma (...) da lugar a una ampliación de la materia sobre la que se contiende. El tercer
interviniente es parte sin más y con plenitud de poderes, lo mismo que las partes
originarias.
Como ejemplo de intervención principal, se puede recordar ante todo el de aquel que
hace valer un derecho incompatible con las pretensiones de las partes originarias: si
entre A y S se controvierte sobre la propiedad del inmueble X, C -que a su vez alega un
derecho real sobre X- deberá respetar la sentencia que se pronuncia en el proceso entre
A y S Y que determinará quién de los dos es propietario, pero podrá hacer valer su
pretensión en forma autónoma contra la sentencia misma, con la oposición de tercero
(...); C podrá, sin embargo, intervenir en el proceso haciendo valer su pretensión tanto
contra A como contra S. La intervención principal se admite, sin embargo, cuando el
interviniente haga valer un derecho dependiente del título deducido en el proceso por la
parte principal: si, por ejemplo, se controvierte entre actor y demandado acerca de la
existencia de una determinada relación obligatoria respecto de la cual el actor afirma ser
acreedor del demandado, el tercero que interviene puede afirmar, por el contrario, ser
acreedor de él y que, por consiguiente, la prestación a la que el demandado está
obligado se le debe a él.
En estos casos la ley prevé la posibilidad (...) de que el obligado que se declare pronto a
cumplir 'a favor de quien tiene derecho a ello', sea eliminado de la causa; el proceso
viene entonces a cambiar el propio objeto y prosigue, por consiguiente, entre la una
parte originaria y el tercero que ha intervenido principal iter" (MICHELI, 1970,
Volumen I: 232).
"El interviniente principal hace actuar una razón propia o nueva, una relación jurídica
sustancial nueva conexa por objeto o petitum con la que se discute en el proceso y de la
cual es titular. Deduce una litis propia y no disputada en el proceso. A esta intervención
se le denomina igualmente excluyente o ad excludendum. Los intervinientes ad
excludendum tienen en el proceso un interés que se opone a cada una de las partes
iniciales; desde cuando llegan al proceso se caracterizan como partes principales
sucesivas, con la totalidad de los poderes procesales y sustanciales, atinentes a la propia
relación sustancial que acumulan.
(…) Las partes iniciales frente a esta pretensión que se acumula, ocupan la posición de
demandados o resistentes y a ellas incumben, en lo que a la relación sustancial nueva
respecta, los poderes sustanciales y procesales del demandado en el proceso, pero
actúan con perfecta autonomía, como lo hacen los litisconsortes voluntarios; y la
actividad de una sola parte no perjudica a la otra ni la beneficia, porque frente a cada
una el interviniente ad excludendum defiende una postura distinta: frente al demandante
debate el derecho sustancial reclamado por éste, y frente al demandado controvierte
cualquier excepción sustancial que éste hubiere propuesto. El doble aspecto ha hecho
expresar a algunos autores que son tres las pretensiones que se acumulan cuando quiera
que se presente una intervención de este tipo: la inicial del demandante contra el
demandado, la pretensión del interviniente ad excludendum contra el demandante Y la
pretensión del mismo interviniente contra el demandado inicial..." (QUINTERO; Y
PRIETO, 1995, Tomo II: 117-118).
El Código Procesal Civil, en su artículo 99, regula lo concerniente a la intervención
excluyente o principal de esta manera:
"Quien pretenda, en todo o en parte, ser declarado titular del derecho discutido, puede
intervenir formulando su exigencia contra demandante Y demandado.
El excluyente actuará como una parte más en el proceso. Si ofreciera prueba, ésta se
sujetará al trámite propio del proceso en que comparece, otorgándose similares
facultades probatorias a las partes.
Del texto del artículo 99 del Código Procesal Civil merece destacarse lo siguiente:
(...) Para la primera, la intervención principal es una simple ampliación del primer
proceso; el interviniente pasa a ser parte en él; la sentencia que recae es única y sus
efectos, naturalmente, recaen sobre las tres partes. La segunda, construye la
intervención principal como una acumulación subjetiva de pretensiones dirigidas por el
interviniente a cada una de las partes del primer proceso, las cuales pasan así a estar en
una relación de litisconsorcio (...); estos dos procesos corren juntos o también separados
-produciendo la aparición del primero la paralización del segundo-; se producen tres
resoluciones independientes y no es necesario que sean uniformes. Cada resolución
afecta en cuanto a la cosa juzgada a las partes del proceso en el cual recayó.
Según Stiglitz:
"... Los derechos alegados por el tercero excluyente son independientes de los de las
partes principales del juicio. Su situación jurídica es diferente y sus intereses contrarios
a los de ambas partes. El concurre al juicio con el objeto de reclamar un derecho propio
contrapuesto al de las partes; el tercero excluyente no se confunde con las otras dos
partes del pleito; él va a accionar en contra del de mandante y demandado en la
primitiva relación procesal. Su intervención no es accesoria a la de ninguna de las
partes; su intervención es principal.
(..) Al excluyente se le admite siempre que reclame sobre la cosa litigiosa derechos
incompatibles con los de las partes principales.
Su intervención se admite con el fin de evitar dos juicios sucesivos. El legislador quiere
que se ventile en un solo procedimiento lo que de otra manera debería ser materia de
dos juicios diversos y de dos fallos, que pudieren llegar a ser contradictorios.
(...)
tercero excluyente, desde el momento en que se le reconoce como tal en el juicio, pasa a
adquirir la calidad de parte y, por consiguiente, tiene todos los derechos que la ley
otorga a los litigantes en juicio; por ejemplo, ser notificado de las resoluciones, deducir
recursos, rendir pruebas, formular alegaciones, etc." (CASARINO VITERBO, 1983,
Tomo III: 50).
"1 °) El tercero coadyuvante reclama un derecho armónico con el de una de las partes;
el derecho del tercero excluyente es incompatible con el de los litigantes;
2°) El coadyuvante apoya la defensa de una de las partes; el excluyente, no. Por el
contrario, se opone a ellas;
3°) El tercero coadyuvante se identifica con la parte misma a quien coadyuva; el tercero
excluyente, en atención a la naturaleza independiente Y opuesta del derecho que
reclama, no puede equipararse con los litigantes;
4°) El coadyuvante sostiene el mismo derecho que una de las partes. Coadyuva a la
defensa de ellas; el tercero excluyente sostiene un derecho nuevo;
5°) El tercero coadyuvante puede hacer valer cualquier derecho que corresponda a su
calidad de parte del juicio; el excluyente tiene sus derechos limitados;
Casarino Viterbo sostiene al respecto que "para que tenga lugar la tercería excluyente es
necesario que exista un juicio pendiente (...) Y que este tercero invoque derechos
incompatibles sobre la cosa litigada con los de las otras partes..." (CASARINO
VITERBO, 1983, Tomo III: 50).
"1. Debe existir otro proceso pendiente (...), incluso en una instancia superior, con tal
que no haya recaído sentencia definitiva.
(...)
"1 °) Que, ante todo, haya permanecido extraño al juicio iniciado entre otras dos
personas, por cuanto si hubiese estado ya en litis, evidentemente, no podría tener cabida
la intervención principal.
2°) Que esté pendiente un proceso entre otros dos sujetos, lo cual (...) corresponde al
momento de la notificación de la citación a la parte demandada
(...).
3°) Que en relación con el derecho que se discute y con la acción que se ejerce esté
legitimado para accionar, para lo cual (...) es suficiente que afirme ser titular del derecho
que se discute, con exclusión de los demás sujetos en litis" (ROCCO, 1976, Volumen II:
127).
"1 °) Que se trate de una persona diversa del demandante y del demandado, esto es, que
el reclamante sea tercero respecto del pleito;
2°) Que tenga interés actual en los resultados de un juicio pendiente, esto es, un derecho
comprometido en él;
3°) Que el derecho que reclama el tercero sea incompatible e independiente del de las
partes principales; y
4°) Que el tribunal sea competente para conocer de la reclamación del tercero"
(RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 142).
"1. ° Es preciso que la persona que quiere intervenir tenga la calidad procesal de tercero
con referencia al proceso que pende ya (...). Para algunos autores, el interviniente
principal (...) ha de pertenecer a quienes quedando fuera del pleito pendiente de por sí,
no caen bajo los efectos de su sentencia.
2.° Precisa que quien quiere intervenir, pretenda total o parcialmente la cosa o derecho
que son objeto del litigio que en el proceso principal se sostiene y desarrolla; es decir,
que concurra la nota tradicional de la 'incompatibilidad' de su pretensión con la del
primitivo actor -primus petitor- (...); se supone que la afirmación jurídica del
interviniente principal es tal, que a través de su interposición judicial, entra en colisión
con la del primitivo actor, y por causa de él, igualmente contra el demandado del
proceso principal.
Es decir, para que pueda aparecer y darse la intervención principal, es necesario que el
interviniente pretenda un tal derecho, que, si existe, excluya total o parcialmente al
alegado por el primus petitor, o bien, su practicabilidad, tal como lo ha dirigido contra
el demandado.
(...)
3º Precisa que la intervención pretenda formularse ante un Tribunal estatal; hoy día no
se puede pensar en la posibilidad de la misma en un arbitraje pendiente, ya que éste, en
realidad, se basa en un negocio jurídico privado (...).
(...)
4º Para que la intervención principal sea posible, es necesario que haya un proceso
pendiente, en el cual se esté debatiendo sobre la pretensión incompatible a que hemos
hecho referencia.
Así, pues, es evidente que, en términos generales, la intervención principal debe ser
posible desde el momento en que se produzca la litlspendencia y hasta su final -con
excepciones, si se elige un sistema legal en el cual, por otras razones, se limite o impida
la intervención en los recursos-.
(...)
5º (...) Si el tercero que pretende intervenir hubiera demandado por separado, hubiera
debido ir a hacerlo a los fueros generales o especiales normales; pero actuando por
medio de una intervención principal, se evita esta diseminación (en la) competencia
territorial, puesto que debe hacerlo en el fuero ante el cual se está desarrollando el
primer proceso.
(...)
Según Rodríguez Garcés el tercero excluyente "... puede intervenir en cualquier estado
del juicio, en primera o en segunda instancia, antes de ejecutoriada la sentencia de
término" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 143).
De conformidad con nuestro ordenamiento jurídico, a diferencia de la intervención
coadyuvante y la litisconsorcial que pueden tener lugar tanto en primera como en
segunda instancia, la intervención excluyente o principal sólo será admisible hasta antes
de la expedición de la sentencia de primera instancia (art. 99 -segundo párrafo- del
C.P.C.); luego de dicho momento procesal el interviniente excluyente tendrá que hacer
valer su derecho en otro proceso, aunque puntualizamos que a aquél no le serán
extensibles los efectos de cosa juzgada derivados del fallo final emitido en el proceso en
el que no intervino, justamente por no haber participado en tal proceso.
"... El tercero excluyente podrá comparecer al pleito en cualquier estado del juicio.
Puede intervenir en la misma forma que el coadyuvante.
(...)
El tercero tiene derecho a figurar como parte del juicio, tiene derecho a continuar el
procedimiento, acusando las rebeldías de rigor; puede obrar separadamente, rendir
prueba con las partes principales en apoyo de su derecho, hacer alegaciones separadas,
usar de los mismos plazos que las partes, solicitar ampliación de esos plazos, interponer
los recursos a que haya lugar respecto de cualquier resolución dictada en el juicio. Todo
ello, sin entorpecer la marcha regular del juicio.
El tercero estará en la misma situación que las partes principales, deberá aceptar todo lo
obrado legítimamente antes de su presentación siempre que esté ejecutoriado.
Por consiguiente, deberán seguirse con él todos los trámites del juicio, podrá solicitar
todas las diligencias necesarias para la correcta substanciación del juicio y
establecimiento de la verdad, e interponer todos los recursos que fueren procedentes"
(RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 145-147).
De acuerdo a lo normado en la parte inicial del penúltimo párrafo del artículo 99 del
Código Procesal Civil, el interviniente excluyente actuará en el proceso como si fuera
una parte más; por lo tanto, le corresponderá a aquéllas facultades y deberes procesales
asignados a las partes.
Calamandrei señala sobre el tema que "...la intervención principal tiene por efecto, en
todo caso, reunir a la causa ya pendiente otras dos causas que el tercero hubiese estado
legitimado como actor para promover en proceso separado contra las dos partes
principales como demandadas; de manera que, aun a través de la intervención, el tercero
viene a asumir frente a las partes principales, la posición de actor" (CALAMANDREI,
1962, Volumen II: 320).
Para Schonke son efectos de la intervención principal (o excluyente) los que indica a
continuación:
"1. Las partes del proceso principal pasan a ser litisconsortes (...).
(...)
2. Los dos procesos del interviniente principal contra el demandante y contra el
demandado del proceso principal son tramitados y decididos en común.
(...)
3. La tramitación del proceso principal puede, a instancia de parte (...) o de oficio (...),
ser suspendida hasta la decisión firme sobre la intervención principal.
Al respecto, Atilio González afirma que "... el tercero excluyente resulta plenamente
afectado, de un modo directo, por la cosa juzgada emergente de la sentencia
definitiva..." (GONZALEZ, 1998: 394). Dicho autor agrega que:
"... La sentencia definitiva que se dicte será única y contendrá tres (3)
pronunciamientos: uno, entre el actor y el demandado originarios, otro, entre el actor
inicial primus petitor y el tercero excluyente, por último, entre el tercero excluyente y el
demandado primigenio" (GONZALEZ, 1998: 394).
Fairén Guillén, al hacer referencia a la resolución final del proceso en que se produjo
una intervención excluyente, predica lo siguiente:
"La resolución debe ser dictada de modo unitario, resolviendo en ella sobre cada uno de
los litigios planteados. Y debido a la necesaria conexión entre los mismos, la eficacia de
la cosa juzgada se extiende a cada uno de los tres sujetos, del modo -directo o reflejo-
que sea, según la calidad o intensidad de dicha conexión (...). La posición de los tres
sujetos después del proceso es la misma con referencia a las declaraciones
jurisdiccionales que, versando sobre elementos conexos, les afectan a todos, aunque no
tiene que ser la misma en cuanto a los elementos no conexos de la sentencia.
Especialmente el interviniente ha agotado (salvo los recursos) su pretensión procesal,
quedándole solamente la citada posibilidad de recurrir" (FAIREN GUILLEN, 1954,
"Notas sobre la intervención principal en el proceso": 203-204).
8.2.4.1 Configuración
Para Enrique Falcón la tercería de dominio es aquella "... en la que el tercerista reclama
la propiedad de la cosa embargada..." (FALCON, 1978: 86).
"... En la tercería de dominio el opositor alega ser suyos los bienes en que se hace la
ejecución, para que se desembarguen Y se le entreguen.
Esta tercería puede recaer sobre cosas muebles o inmuebles" (CASTRO, 1931, Tomo
Tercero: 126).
En opinión de Alsina, "... teniendo por objeto la protección del dominio, la tercería
importa (...) el ejercicio de la acción reivindicatoria cuando en un proceso se afectan los
derechos del propietario..." (ALSINA, 1962: Tomo V: 551).
En sentido similar se pronuncia Podetti cuando afirma que "por regla general, la tercería
de dominio involucra el ejercicio de la acción reivindicatoria en contra del ejecutado
(como presunto titular del dominio discutido) y en contra del ejecutante (a quien
interesa se reconozca ese derecho en el demandado)..." (PODETTI, 1949: 85).
Rodríguez Garcés asevera que la tercería de dominio "... es la reclamación que hace un
tercero en un juicio ejecutivo, alegando dominio sobre los bienes embargados, para que
se alce el embargo y se le reconozca su derecho" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo
I: 261).
Prieto-Castro Y Ferrándiz pone de relieve lo siguiente: "... Objeto procesal de la
demanda de tercería de dominio es una actio reivindicatoria ex iure dominii, y objeto
material es la exclusión del embargo de los bienes del actor, la declaración de libertad
de los mismos Y su reintegración a él" (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1983,
Volumen 2: 230).
El primer párrafo del artículo 100 del Código Procesal Civil establece que puede
intervenir en un proceso quien pretende se le reconozca su derecho en oposición a los
litigantes, como consecuencia de alguna medida cautelar ejecutada sobre un bien de su
propiedad o sobre el cual tuviera un mejor derecho que el titular de la medida cautelar.
Dicho numeral trata, pues, del proceso de tercería de propiedad, según se deriva de su
contenido y del trámite en vía abreviada y como proceso de tercería que se le asigna en
su último párrafo.
8.2.4.2 Fundamento
8.2.4.3 Finalidad
Según Pallares la tercería excluyente de dominio tiene por objeto "... que se declare que
el tercer opositor es dueño del bien que está en litigio, en el juicio principal, que se
levante el embargo que ha recaído sobre él y se le devuelva con todos sus frutos y
accesorios, o bien que se declare que es el titular de la acción ejercitada en dicho
juicio..." (PALLARES, 1979: 595-596).
Por su parte, Rodríguez Garcés asevera que "la tercería de dominio tiene un triple
objetivo: a) reconocer el derecho de dominio del tercerista sobre los bienes
8.2.4.4 Requisitos
"... Para poder deducir tercería de dominio (...), es necesario que se haya embargado
bienes en poder del deudor y que no le pertenezcan o que encontrándose en poder de un
tercero éste haya reconocido tácitamente como de propiedad del ejecutado las especies
que se embarguen al permitir la traba. Se exige también, aparte de los requisitos de
forma, dos requisitos de fondo: Ellos son: a) ser tercero; y b) tener dominio sobre los
bienes embargados.
a).- Ser tercero. (...) esta persona ajena al juicio (...) se ve afectada por el embargo
decretado en él, sin que tenga la calidad de acreedor ni deudor de la obligación cuyo
cumplimiento se persigue forzadamente, ni reviste tampoco
el carácter de sujeto activo (…) ni de sujeto pasivo (...) en el juicio en que se ha trabado
el embargo.
b).- Tener dominio sobre los bienes embargados. Para deducir tercería de dominio es
indispensable tener la propiedad de los bienes embargados. Hay que hacer valer el
derecho de dominio sobre ellos, no basta un derecho personal. Así lo han declarado
invariablemente los tribunales al rechazar las tercerías que no cumplen este requisito.
Nos parece que procederá la tercería de dominio tratándose de toda clase de bienes que
puedan ser embargados Y también respecto de bienes futuros o de una suma de
dinero..." (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 268-269).
Se infiere de los artículos 533, 534 y 535 del Código Procesal Civil que son requisitos
de la demanda de tercería de propiedad los siguientes:
La existencia de una medida cautelar trabada sobre bienes de propiedad de tercero (art.
533 del C.P.C.).
Los requisitos generales contemplados en los artículos 424 y 425 del Código Procesal
Civil (art. 535 del C.P.C.), numerales referidos, respectivamente, a los requisitos y
anexos de la demanda en general.
El ofrecimiento por parte del tercerista de garantía suficiente a criterio del Juez para
responder por los daños y perjuicios que la tercería de dominio pudiera irrogar, en el
caso que no se adjuntase a la demanda documento público o privado de fecha cierta que
pruebe el derecho de propiedad invocado por el interesado (art. 535 del C.P.C.).
8.2.4.5 Oportunidad
Pallares afirma que "... las tercerías de dominio pueden oponerse en cualquier estado del
juicio, con tal de que no se haya dado posesión de los bienes al rematarse o al actor, en
su caso por vía de adjudicación" (PALLARES, 1979: 596).
Rodríguez Garcés opina que "... sólo podrá deducirse esta clase de tercerías (...) cuando
se haya trabado embargo en la ejecución. El hecho de haberse enajenado los bienes
embargados, para lo que se requiere tradición, pone fin a la posibilidad del tercero
dueño de esos bienes de interponer tercería de dominio. En tal caso, le que darán a
salvo, conforme a las normas de Derecho sustantivo que reglan la venta de cosa ajena,
las acciones ordinarias correspondientes" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 277-
278).
"... Como para deducir tercería de dominio es necesario tener el dominio o propiedad de
los bienes embargados, ésta sólo podrá deducirse después de practicado el embargo (...),
ya que sólo una vez efectuada esta diligencia podrá determinarse si ha recaído sobre
bienes del deudor o de un tercero.
Por otra parte, el embargo (...) de los bienes pertenecientes a un tercero lesiona el
derecho de propiedad de éste. Antes no se justifica su intervención" (RODRIGUEZ
GARCES, 1967, Tomo I: 280).
"... La tercería de dominio puede interponerse en cualquier estado del juicio (...), desde
que se ha trabado el embargo hasta antes de perfeccionarse la enajenación de la cosa
embargada, o sea, la tercería de dominio es procedente mientras la cosa embargada no
haya sido enajenada" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 287).
"Por regla general, la legitimación activa individual coincide con la titularidad del
derecho substancial; no puede haber duda en tal supuesto, de que el titular del dominio
o del derecho real vulnerado o menoscabado, y que no es el deudor del ejecutante, es el
legitimado para obrar..." (PODETTI, 1949: 131).
Pallares estima que "... no puede interponer tercería de dominio la persona 'que
consintió en la constitución del gravamen o del derecho real en garantía de la obligación
del demandado'. Se supone (...) que la garantía o el gravamen real gravitan sobre el bien
a que se refiere la tercería" (PALLARES, 1979: 596).
Lino Palacio enseña que "... la pretensión de tercería debe interponerse frente a las
partes del proceso principal (...), quienes de tal manera vienen a asumir, con respecto al
tercerista, la posición de demandados" (PALACIO, 1983, Tomo III: 287). Dicho autor
destaca que "el actor y el demandado en el proceso principal integran, por lo tanto, en la
tercería, un litisconsorcio pasivo, que además reviste, en principio, carácter necesario,
no sólo porque la ley exige que la pretensión se interponga frente a ambos, sino también
en virtud de la situación jurídica inescindible en que se encuentran con relación a la
cosa embargada" (PALACIO, 1983, Tomo III: 287).
De los artículos 100 -primer párrafo- y 533 del Código Procesal Civil se infiere que la
legitimidad pasiva en el proceso de tercería de propiedad recae en el demandante y
demandado del proceso en que tuvo lugar la medida cautelar que afecta el bien o bienes
del tercerista.
En el numeral citado se puede advertir una grave omisión del legislador, la misma que
consiste en que no se ha determinado el órgano jurisdiccional competente para conocer
los procesos de tercería cuya cuantía no sea mayor a las veinte Unidades de Referencia
Procesal. Puntualizamos que el hecho que el inciso 7) del artículo 486 del Código
Procesal Civil disponga la tramitación en proceso abreviado de los asuntos contenciosos
en los que el petitorio de la pretensión tenga una estimación patrimonial mayor a las 20
Unidades de Referencia Procesal (hasta las 300 U.R.P.), no significa que la tercería de
cuantía inferior se tramite en otra vía, pues el artículo 486 -inciso 5)del indicado Código
en forma expresa dispone la vía procedimental abreviada para la tercería. Por
consiguiente, estamos ante una omisión lamentable que creemos debe ser superada con
la asignación de los procesos de tercería de cuantía no mayor a las 20 U.R.P. a los
Jueces de Paz Letrados.
Por disposición del artículo 490 del Código Procesal Civil-que remite, entre otros, al
inciso 5) del arto 486 del C.P.C.-, es improcedente la reconvención en el proceso
abreviado de tercería (de propiedad o de derecho preferente).
8.2.4.10 Prueba
Según Rodríguez Garcés "el tercerista debe probar de acuerdo con las reglas generales
su derecho de dominio sobre los bienes embargados. Debe probar que la cosa
embargada es la que reclama, y precisar la identidad de ella en tal forma que lleve al
convencimiento del juez que lo que se reclama y le pertenece es precisamente el objeto
embargado y no otro" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 309).
Podetti, en cuanto a la prueba en la tercería de dominio, anota lo siguiente:
"... a) El actor-tercerista debe producir la prueba de los hechos constitutivos del derecho
que invoca, sino lo hace, los demandados que no los hayan reconocido no tienen nada
que probar; b) producida la prueba de los hechos constitutivos, los demandados que se
opongan a la demanda Y que no reconozcan la existencia de esos hechos, deben
producir la prueba de su inexistencia y c) si reconocen la existencia de los hechos
constitutivos Y se oponen a la demanda, deben producir la prueba de los hechos extintos
o impeditivos; su aplicación particular, tiene caracteres específicos, por el
entrecruzamiento de intereses que la tercería presupone.
Así, no obstante la falta de prueba de los hechos constitutivos por parte del actor
tercerista, el demandado ejecutante debe producir prueba de la existencia de hechos
constitutivos a favor del demandado-ejecutado, pues éste puede estar de acuerdo con el
actor y además, la circunstancia de ser el ejecutante quien primero agredió (al trabar el
embargo), le impone cargas especiales si sostiene la procedencia de aquél.
"... El tercerista debe acreditar, durante el período probatorio, la plenitud del derecho
invocado como fundamento de su pretensión. A tal efecto es preciso formular
distinciones sobre la base de la naturaleza de los bienes embargados.
(…)
Conforme se desprende del artículo 535 del Código Procesal Civil, a la demanda de
tercería deberá acompañarse documento público o privado de fecha cierta que acredite
el derecho del tercerista, bajo sanción de inadmisibilidad. En defecto de tales medios
probatorios podrá ofrecerse otros para demostrar la veracidad de los hechos alegados
por el tercerista, pero esto último estará condicionado a la prestación previa de garantía
suficiente que, a criterio del Juez, sirva para responder por los daños y perjuicios que la
tercería pudiera irrogar.
8.2.4.11 Sentencia
Dicho jurista precisa que "... la sentencia que declara procedente la tercería excluyente
(...) tiene por efecto nulificar la pronunciada en el juicio principal, pero sólo en la
medida en que ésta perjudique al tercero" (PALLARES, 1979: 598).
"... En la tercería se deducen y substancian dos acciones, una del tercerista en contra del
ejecutante y otra del tercerista en contra del ejecutado y que, aun cuando estos últimos
aparezcan como litisconsortes, pues ambos son demandados, no siempre tienen un
mismo o semejante interés substancial.
Sin llegar a los casos anómalos, de connivencia fraudulenta entre tercerista y ejecutado,
cuando este último se allana a la demanda reconociendo el dominio pretendido por el
tercerista y el ejecutante resiste la demanda, es claro que sólo hay intereses antagónicos
entre el tercerista y el ejecutante, ya que la posición del ejecutado es de indiferencia
frente a los otros dos litigantes.
Así pues, aunque formal y substancial mente sólo puede hablarse de una sentencia, ésta,
cuando reconoce el derecho invocado por el tercerista, y desconocido por ambos
demandados, estima dos acciones: la encaminada a obtener una declaración en frente
del demandado-ejecutante Y la encaminada a obtener una condena en frente del
demandado-ejecutado. Respecto al primero el juez DECLARA que el bien embargado
no pertenece al deudor, sino al tercerista y respecto al segundo, le CONDENA a
entregar el bien al tercerista.
El mencionado tratadista argentino añade que "la sentencia dictada en juicio de tercería
de dominio produce cosa juzgada, para cualquier otro proceso posterior, donde
concurran los requisitos que la hacen viable y que se descubren mediante el estudio de
la identificación de las acciones o sea la identidad de sus elementos..." (PODETTI,
1949: 149).
8.2.4.12 Efectos
Máximo Castro anota sobre el tema que "si se deduce una tercería de dominio en que el
tercerista reclama el derecho de propiedad de un bien embargado, es indudable que el
juicio principal o sea la ejecución, no podrá llegar hasta la venta del bien.
"... La suspensión de los trámites del proceso principal reviste el carácter de una medida
cautelar, ya que si aquéllos continuaran una vez dispuesta la venta de los bienes
embargados, carecería de toda virtualidad la sentencia que eventualmente reconociere el
derecho del tercerista. Por ello, asimismo, la suspensión debe considerarse limitada a la
subasta de los bienes que fueron objeto de la tercería, no extendiéndose a otros que son
ajenos a ésta.
(...)
(...) Como se ha visto, la suspensión del procedimiento principal no procede, y cabe, por
lo tanto, hacer efectiva la orden de venta de los bienes, en el supuesto de que éstos se
hallen sujetos a desvalorización o desaparición o irroguen excesivos gastos de
conservación, quedando el producto de la venta afectado a las resultas de la tercería..."
(PALACIO, 1983, Tomo III: 300-301).
En segundo lugar, la suspensión sólo procede respecto a los bienes que son motivo de la
tercería, ya que la suspensión, como toda medida precautoria, tiene por objeto evitar un
daño o sea en este caso, la subasta de bienes que pueden no pertenecer al deudor (...). La
prosecución del juicio ejecutivo en este supuesto, podría, a su vez influir sobre la
tercería. En efecto, si la venta de los bienes embargados, ajenos a la tercería, diese un
producido suficiente para cubrir el capital reclamado y las costas de la ejecución, el
embargo sobre los bienes que motivan la tercería no tendría ya razón de ser y si el
demandado-ejecutado se allanó a la tercería, el juez sólo debería pronunciarse sobre
dicho allanamiento y sobre las costas.
En tercer lugar 'la deducción de cualquier tercería será bastante fundamento para que se
amplíe y mejore el embargo, si el actor lo solicitare' (...).
Rodríguez Garcés pone de relieve que la sentencia que falla una tercería de dominio
produce, entre otros, los siguientes efectos:
7° Si acoge la tercería, faculta al tercerista para reclamar del ejecutante o del ejecutado,
en su caso, la indemnización de perjuicios que el embargo le haya irrogado; y
8° Condenará en costas al ejecutante y al ejecutado o al tercerista, según los resultados
de la tercería" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 387).
El artículo 536 del Código Procesal Civil regula lo concerniente a los efectos de la
tercería de propiedad de esta manera:
"... Puede ser que la tercería se use como un medio de dilatar el proceso, o de obtener
ilegítimamente el bien por el tercerista, recuperándolo en realidad para el ejecutado,
frustrando las expectativas del ejecutante. Cuando resultare probada la connivencia del
tercerista con el embargado, el juez ordenará sin más trámite la remisión de los
antecedentes a la justicia penal, e impondrá al tercerista, o a los profesionales que lo
hayan representado o patrocinado, o a ambos, las sanciones disciplinarias que
correspondan. Asimismo podrá disponer la detención del tercerista hasta el momento en
que comience a actuar el juez de instrucción" (FALCON, 1978: 88).
Redenti, en lo que toca a la colusión del deudor o demandado con el tercero, expresa lo
siguiente:
"... Puede ocurrir en la práctica que el deudor ejecutado, o por deber de lealtad o (más a
menudo) por favorecer al tercero, o en colusión acaso con él, adopte posición de tacto
en sentido contrario a los acreedores, reconociendo, por ejemplo, fundado el derecho del
tercero o confesando la verdad de los hechos en que éste piensa fundar sus pretensiones.
El eventual conflicto que de ello surja, se lo debe resolver en este caso teniendo presente
que con el embargo ha perdido el deudor, como se suele decir, el derecho a disponer de
los bienes embargados (si son suyos y en cuanto lo sean). Por ello su reconocimiento o
su confesión no pueden formar 'estado', ni 'plena prueba', contra los acreedores en
perjuicio de la ejecución en curso.
Así, podrá también ocurrir que el juez rechace la oposición declarando que la ejecución
ha sido promovida según derecho y que se la puede proseguir no obstante el
reconocimiento o la confesión del deudor ejecutado a favor del tercero. Pero estos actos
del deudor sólo son ineficaces en lo que respecta a la ejecución en curso y a los
intereses de los acreedores que participen en ella (inoponibles a ellos, pero no
radicalmente nulos). En consecuencia, una vez quitados del medio todos ellos, o en
gracia y por efecto de la expropiación llevada hasta el fin (es decir, hasta el reparto) o
por otros accidentes (como, por ejemplo, la extinción de los daños y perjuicios.
"EI perjudicado por una medida cautelar dictada en proceso en que no es parte, puede
pedir su suspensión sin interponer tercería, anexando título de propiedad registrado. Del
pedido se corre traslado a las partes. Si se suspende la medida, la resolución es
irrecurrible. En caso contrario, el interesado puede interponer tercería, de acuerdo al
Artículo 5330 [del C.P.C.]".
De la lectura del citado precepto legal se puede apreciar lo siguiente:
"... El fuero Civil común no sólo es competente para conocer de tercerías cuando se
trata de una medida de embargo en asuntos civiles y las que se refiere en el Artículo
noventinueve del Código de Procedimientos Penales, sino también en asuntos penales
cuando por razón de condena, en el delito de tráfico ilícito de drogas, la medida de
incautación provisional se ha convertido en definitiva y por ende se transfiere el
dominio de los bienes a favor del Estado, por tener su origen en actividades ilícitas; no
siendo competente, en este último supuesto cuando la medida de incautación es
provisional por encontrarse el proceso penal en trámite, en cuyo caso, la competencia
recae de manera exclusiva en los órganos jurisdiccionales del fuero penal cuya
actuación, a tenor del numeral segundo del Artículo ciento treintinueve de la
Constitución Política del Estado, no puede ser interferida por otra autoridad" (Casación
Nro. 1256-97 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 16-01-1999, págs.
2479-2480).
"... Se entiende por Tercería de Propiedad aquel derecho que deduce un tercero entre
dos o más litigantes, o por suyo propio, o coadyuvando en pro de alguno de ellos,
teniendo por objeto el recuperar, por tercera persona, los bienes embargados que al
tiempo de ejecutarse una medida de embargo eran de su propiedad" (Casación Nro.
1859-97 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 28-12-1999, pág.
4424).
"... La tercería de propiedad tiene como objeto levantar el embargo trabado..." (Casación
Nro. 1882-97/ Cajamarca, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 08-07-1998,
págs. 1415-1416).
"... La medida de embargo trabada en aquel proceso (ejecutivo) quedó sin efecto por la
adjudicación del bien embargado en subasta pública; (...) el objeto de la tercería de
propiedad es el de levantar la medida precautoria, por lo que resulta improcedente si
esta medida no existe..." (Casación Nro. 2842-99 / Ucayali, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 25-08-2000, págs. 6090-6091).
"... Si bien es cierto que el título supletorio formado sobre el terreno materia de litis es
dudoso, por tratarse de terrenos eriazos y de propiedad del Estado, (...) su autenticidad
sería resuelta en el proceso correspondiente, no siendo ésta (acción de tercería de
propiedad) la vía para determinarla, ya que el citado título supletorio surte todos sus
efectos legales mientras no se anule judicialmente" (Casación Nro. 109-97/ Ica,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 13-11-1999, pág. 3962).
"... Importa para los fines del presente proceso (sobre tercería de propiedad), establecer
el derecho preferente del tercerista respecto del bien materia de litigio; ello implica en
primer orden, que éste sea ajeno a la relación crediticia en virtud de la cual se afecta el
bien sublitis, ya que resultaría imposible, que quien solicita la desafectación de un bien
amparando su pretensión en la titularidad del derecho de propiedad que ejerce sobre él,
pueda a su vez tener la calidad de tercerista, cuando él mismo, en virtud a dicha
titularidad contrajo obligaciones cuyo incumplimiento podría afectar su patrimonio"
(Casación Nro. 3166-99/ Ucayali, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 25-08-
2000, pág. 6093).
"... Habiéndose determinado en las sentencias de mérito que la demandante adquirió los
inmuebles de litis por sendos contratos de compraventa, los mismos surten todos sus
efectos mientras no sea declarada judicialmente su nulidad. (...) Que en consecuencia, la
actora estaba plenamente facultada para interponer la tercería de propiedad..." (Casación
Nro. 763-99/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 16-11-1999, pág.
3990).
"... Cuando el Artículo quinientos treinticuatro del Código Procesal Civil expresa que la
tercería de propiedad puede interponerse en cualquier momento antes que se inicie el
remate del bien, se refiere a la subasta del mismo y no a que se haya señalado fecha para
el remate..." (Casación Nro. 1030-98/ Tacna, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 16-04-1999, págs. 2902-2903).
"... La interposición de una tercería de propiedad requiere ser sustentada con prueba
documental fehaciente que acredite el derecho del tercerista, conforme lo exige el
Artículo quinientos treinticinco del Código Procesal Civil, no constituyendo este
proceso idóneo (sic) para declarar en él la existencia de la unión de hecho, lo cual debe
ser previamente gestionado" (Casación Nro. 1824-96 / Huaura, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 04-08-1998, pág. 1510).
"... Teniendo en cuenta los efectos que produce desestimar liminarmente una demanda
por no haber acreditado el demandante su derecho con documento público o privado de
fecha cierta, nos conduce necesariamente a aceptar que el Artículo quinientos
treinticinco del Código Procesal Civil, aparte de ser una norma específica para las
demandas sobre tercería de propiedad, plantea varias situaciones jurídicas y no todas
ellas dan lugar a declarar inadmisible la demanda, habida cuenta que para los casos de
inadmisibilidad la última parte del Artículo cuatrocientos veintiséis (del C.P.C.),
permite subsanar las omisiones en las que se habría incurrido según el Artículo
cuatrocientos veinticuatro (del C.P.C.); en consecuencia, siguiendo la técnica jurídica
procesal cabe interpretar que para el segundo de los supuestos legales que prevé el
Artículo quinientos treinticinco (esto es, la no probanza del derecho con documento
público o privado de fecha cierta), la decisión será declarar improcedente la demanda y
no simplemente inadmisible, puesto que el fallo se apoya en la falta de prueba que
acredite el derecho del actor" (Casación Nro. 3250-98 / Lambayeque, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 26-10-1999, págs. 3814-3815).
"... Si el Juez de la causa consideraba que los documentos aparejados a la demanda (de
tercería de propiedad) no acreditaban el derecho de la demandante, debió declarar
inadmisible la demanda y conceder un plazo a efecto de que la demandante pudiera
otorgar la garantía a que se refiere el Artículo quinientos treinticinco del Código
Adjetivo, de conformidad con el inciso segundo del artículo cuatrocientos veintiséis del
mismo ordenamiento legal. (...) Que, al declarar liminarmente improcedente la demanda
interpuesta se ha lesionado el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva de la
demandante" (Casación Nro. 3231-98/ Callao, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 28-09-1999, pág. 3605).
"... La tercerista pretende acreditar su derecho con una minuta (...), la que no se
encuentra legalizada o certificada notarial mente no bastando la existencia de un sello
de la Notaría, por lo que dicho documento no puede ser oponible al derecho de
terceros..." (Casación Nro. 125-2000/ La Libertad, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 01-06-2000, pág. 5456).
8.2.5.1 Configuración
Máximo Castro asevera que "... en la tercería de mejor derecho el opositor pretende que
su crédito es preferente al del ejecutante, y en consecuencia pide que se le pague antes
que a éste" (CASTRO, 1931, Tomo Tercero: 126).
A decir de Reyes Monterreal "la tercería de mejor derecho surgirá (...) cuando,
existiendo nuestra prevalente facultad, respecto de la de quien está tratando de
efectivizar un crédito propio prescindiendo del nuestro -en evitación, la mayoría de las
veces, de que, de dejar de hacerlo, puede ver insatisfecho su derecho por reducción del
patrimonio deudor-, la hacemos patente, en la forma adecuada, a fin de que se paralice
la anticipada ejecución ajena, en tanto nuestro derecho, crédito o interés no haya sido
efectivizado" (REYES MONTERREAL, 1961: 65).
Podetti afirma que la tercería de mejor derecho "se trata (...) de una tercería en interés
propio, originario, directo y excluyente..." (PODETTI, 1949: 203). Dicho tratadista
argentino añade que "la tercería de mejor derecho protege, en primer lugar, el amplio
sector de los privilegios, subsidiariamente y en casos especiales, los derechos reales de
garantía y a falta de unos y de otros, la preferencia legal del embargo" (PODETTI,
1949: 205).
El segundo párrafo del artículo 100 del Código Procesal Civil trata lo concerniente a la
intervención en un proceso de quien pretende se le reconozca derecho preferente
respecto de lo obtenido en la ejecución forzada. Su texto se refiere entonces al proceso
de tercería de derecho preferente, disponiendo precisamente dicho numeral en su último
párrafo el trámite en vía abreviada y como proceso de tercería para tal intervención.
Como se aprecia, la pretensión del tercerista preferente es autónoma en relación al
proceso que la motiva, por lo que no se ventila en trámite incidental sino en vía de
acción.
8.2.5.2 Fundamento
El artículo 533 del Código Procesal Civil hace referencia al fundamento de la tercería de
derecho preferente o de pago estableciendo que la tercería se entiende con el
demandante y el demandado, y sólo puede fundarse en la propiedad de los bienes
afectados por medida cautelar o para la ejecución; o en el derecho preferente a ser
pagado con el precio de tales bienes.
8.2.5.3 Finalidad
Según Rodríguez Garcés "el objeto de esta tercería (de prelación) es que se reconozca al
tercero la calidad de acreedor privilegiado y hacer efectiva la preferencia en el pago
sobre los bienes embargados con antelación a otros acreedores no privilegiados que
concurren al pago" (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo II: 5).
A criterio de Alsina "... la tercería de mejor derecho tiene 'por objeto reclamar el pago
de un crédito, con preferencia al del ejecutante, una vez realizados los bienes
embargados" (ALSINA, 1962, Tomo V: 566).
Pallares estima que "las tercerías de preferencia tienen por objeto que se declare que el
tercerista tiene preferencia en el pago, con respecto al acreedor embargante en el juicio
principal" (PALLARES, 1979: 596).
Lino Palacio afirma que "... este tipo de tercería (de mejor derecho), denominado
también de preferencia, tiene por objeto obtener que, sobre el producido de la venta de
un bien embargado, se declare el derecho del tercerista a ser pagado preferente mente
con relación al embargante" (PALACIO, 1983, Tomo III: 313).
8.2.5.4 Requisitos
Prieto-Castro y Ferrándiz indica sobre el particular que "... requisito para la prosperidad
de la demanda de tercería de mejor derecho es que el acreedor interviniente acredite la
existencia de un crédito líquido, vencido, exigible y de categoría preferente al que haya
alegado el acreedor del proceso de ejecución" (PRIETO-CASTRO y FERRANDIZ,
1983, Volumen 2: 234).
Reyes Monterreal, por su parte, apunta que son presupuestos de la tercería de mejor
derecho:
Máximo Castro pone de manifiesto que "... para que tenga lugar respecto del ejecutante
el procedimiento que se sigue con motivo de la tercería de mejor derecho, se hace
necesario que el deudor no tenga bienes suficientes para cubrir los créditos del
ejecutante y del tercerista, pues teniéndolos cada uno cobrará lo que le corresponda, sin
necesidad de contender sobre la preferencia de sus créditos" (CASTRO, 1931, Tomo
Tercero: 128).
Se desprende de los artículos 533, 534 y 535 del Código Procesal Civil que son
requisitos de la demanda de tercería de derecho preferente los siguientes:
La existencia de una medida cautelar que afecte el derecho preferencial de tercero a ser
pagado con el producto que se obtenga de los bienes sobre los que recae aquélla (art.
533 del C.P.C.).
La interposición de la demanda en la oportunidad prevista por la ley (art. 534 del
C.P.C.).
Los requisitos generales contemplados en los artículos 424 y 425 del Código Procesal
Civil (art. 535 del C.P.C.), numerales que tratan, respectivamente, sobre los requisitos y
anexos de la demanda en general.
El ofrecimiento por parte del tercerista de garantía suficiente a criterio del Juez para
responder por los daños y perjuicios que la tercería pudiera irrogar, en el caso que no se
adjuntase a la demanda documento público o privado de fecha cierta que pruebe el
derecho invocado por el interesado (art. 535 del C.P.C.).
8.2.5.5 Oportunidad
Afectado el bien con alguna medida cautelar, el acreedor privilegiado puede interponer
su demanda de tercería de derecho preferente en cualquier momento hasta antes que se
realice el pago al acreedor (demandante en el proceso en que se traba la medida cautelar
que da lugar a la tercería). En ese sentido se pronuncia la última parte del artículo 534
del Código Procesal Civil.
Según Lino Palacio "... este tipo de tercería puede interponerse hasta tanto el
embargante no haya percibido el importe del crédito reclamado (...). Pasada la
oportunidad mencionada (...) el tercerista debe hacer valer sus derechos en el proceso
que corresponda..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 317).
"... Una vez efectuado el pago no tiene cabida la tercería de prelación. La tercería de
prelación debe interponerse en cualquier estado del juicio ejecutivo, pero antes de
efectuarse el pago al acreedor ejecutante.
Efectuado el pago queda terminado el procedimiento de apremio, y junto con él el juicio
ejecutivo; el tercero opositor que tiene derecho a ser pagado preferente mente sobre esos
bienes embargados al deudor por el ejecutante, si no entabla su acción en época
oportuna, pierde su derecho preferente, mas no su crédito" (RODRIGUEZ GARCES,
1967, Tomo II: 20).
En razón de fundarse esta clase de tercería en el derecho preferente a ser pagado con la
suma que se obtenga en el remate de bienes afectados por alguna medida cautelar, y
según se desprende de los artículos 100 y 533 del Código Procesal Civil, resulta que
sólo tendrá legitimidad activa el titular del derecho preferencial.
Pallares puntualiza que no podrán interponer tercería de preferencia las personas que se
encuentren en alguna de las siguientes circunstancias:
"I. El acreedor que tenga hipoteca u otro derecho real accesorio en finca distinta de la
embargada (...).
II. El acreedor que sin tener derecho real no haya embargado el bien sujeto de la
ejecución (...).
III. El acreedor a quien el deudor señale bienes bastantes, a solventar el crédito (...).
IV. El acreedor a quien la ley lo prohíba en otros casos..." (PALLARES, 1979: 596).
En lo que atañe a la legitimación pasiva, cabe señalar que de los artículos 100 y 533 del
Código Procesal Civil se infiere que cuentan con legitimidad pasiva en el proceso de
tercería de derecho preferente tanto el demandante como el demandado del proceso en
que se dispuso y trabó la medida cautelar que pone en peligro el pago del derecho
preferencial del tercerista.
Por otro lado, es de destacar que, como la demanda de tercería (en general) se dirige
contra el demandante y el demandado del proceso en que se dispuso y trabó la medida
cautelar que dio lugar a la pretensión de tercería, adquiriendo aquéllos la condición de
demandados en el proceso de tercería, resulta aplicable lo normado en el artículo 15 del
Código Procesal Civil, conforme al cual, siendo dos o más los demandados, es
competente el Juez del lugar del domicilio de cualquiera de ellos.
Tal como lo ordena el artículo 490 del Código Procesal Civil -que remite, entre otros, al
inciso 5) del art. 486 del C.P.C.-, es improcedente la reconvención en el proceso
abreviado de tercería (de propiedad o de derecho preferente).
8.2.5.9 Prueba
"... El tercerista debe justificar la existencia del crédito y del privilegio que invoca (...).
(...) No es indispensable que el crédito esté reconocido, ni que sea líquido y exigible..."
(ALSINA, 1962, Tomo V: 570-571).
En opinión de Reyes Monterreal "... el título en que se apoye una tercería de mejor
derecho ha de ser inicialmente revelador de un preferente crédito; basta la apariencia de
privilegio, al interponer la demanda, sin que sea admisible en Derecho exigir al actor la
justificación, a través de aquél, de una prevalencia ya declarada" (REYES
MONTERREAL, 1961: 94).
"... Incumbe probar la existencia de las obligaciones o su extinción al que alega ésta o
aquéllas. Este principio es aplicable en la tercería de prelación, respecto del tercerista y
de los demandados.
El tercerista deberá probar la existencia del crédito en que funda su acción y preferencia
alegada al ejecutante.
Al ejecutante y al ejecutado les corresponde rendir las pruebas tendientes a acreditar los
hechos en que fundan las excepciones opuestas..." (RODRIGUEZ GARCES, 1967,
Tomo II: 32).
"Conviene advertir, sobre la carga o deber de probar, que, si bien el tercerista debe
probar su crédito y el privilegio que invoca, el ejecutante o ejecutado que sostengan ser
preferente el crédito del ejecutante, deben probar este aserto.
(...)
(...) La prueba emanada del ejecutado, deudor común en este caso, carece de eficacia en
favor del tercerista. Por ello mismo y porque la preferencia en el pago (privilegios,
derechos reales de garantía), sólo puede emanar de la ley, carece también de validez el
reconocimiento de un mejor derecho a favor del tercerista o del ejecutante, formulado
por el demandado.
Lino Palacio señala sobre el tema que "... tratándose de una tercería de mejor derecho, el
tercerista debe acreditar 'prima facie' la titularidad del crédito que invoca, así como la
existencia de un privilegio especial instituido a su favor o de un embargo obtenido con
anterioridad" (PALACIO, 1983, Tomo III: 281). El mencionado tratadista argentino
agrega lo siguiente:
"... Al tercerista incumbe la carga de probar tanto la existencia del crédito cuanto el
privilegio o la prioridad que invoca como fundamento de su pretensión. En caso de
colisión de privilegios, la misma carga pesa sobre el embargante o el embargado en lo
que concierne a la correspondiente prelación.
Según se desprende del artículo 535 del Código Procesal Civil, a la demanda de tercería
deberá acompañarse documento público o privado de fecha cierta que acredite el
derecho del tercerista, de lo contrario, se declarará la inadmisibilidad de aquélla. A falta
de dicha prueba documental podrán ofrecerse otros medios de prueba para demostrar la
veracidad de los hechos invocados por el tercerista, siempre y cuando se proceda a
prestar garantía suficiente que, a criterio del Juez, sirva para responder por los daños y
perjuicios que la tercería pudiera irrogar.
8.2.5.10 Sentencia
8.2.5.11 Efectos
Según Pallares "... las (tercerías) de preferencia producen el efecto de suspender el pago
de las cantidades obtenidas por el remate de los bienes o por otro concepto, en el juicio
principal, hasta que se decida la tercería. Entretanto, dichas cantidades deberán
depositarse a disposición del juez" (PALLARES, 1979: 597).
A decir de Podetti:
"El primer efecto que produce la deducción de una tercería de mejor derecho 'prima
facie' procedente, es la suspensión del pago en el juicio principal" (PODETTI, 1949:
231).
"Otro efecto que produce la deducción de una tercería de mejor derecho, a la cual se le
ha dado curso, es la posibilidad, para el ejecutante, de pedir ampliación de embargo..."
(PODETTI, 1949: 235).
Máximo Castro pone de relieve que "... si el precio obtenido en la venta permite pagar al
tercerista y al ejecutante, la tercería habrá dejado de tener su importancia; pero de
cualquier modo debe suspenderse el pago hasta que se resuelva la tercería" (CASTRO,
1931, Tomo Tercero: 129).
Lino Palacio, al estudiar los efectos de la tercería de mejor derecho (tercería de derecho
preferente), enseña lo siguiente:
"... Esta clase de tercería no obsta a la realización de la subasta judicial del bien
embargado ni a la entrega de éste al acreedor, pues en ella no se trata de obtener el
levantamiento del embargo sino de decidir la preferencia en el pago requerida por el
tercerista (...).
El tercerista puede intervenir en las actuaciones relacionadas con el remate del bien".
La salvedad establecida en el primer párrafo del artículo 537 del Código Procesal Civil
deja entrever un error del legislador, pues la garantía orientada a la no suspensión del
pago no puede constituirla el tercerista porque éste no puede hacerse pago sino hasta
que venza al acreedor (lo que descarta que el ofrecimiento de garantía le permita al
tercerista obtener el producto del remate), y porque le es indiferente al tercerista lograr
que se pague al acreedor. Lo correcto es consignar en dicha parte del precepto legal lo
siguiente: "... se suspende el pago al acreedor hasta que se decida sobre la preferencia,
salvo que el acreedor otorgue garantía..." Es a éste -y no al tercerista- a quien le interesa
que no se suspenda el pago, por lo que con tal fin presta la garantía respectiva. Por
consiguiente, urge la correspondiente reforma legislativa que corrija tal equívoco.
De conformidad con lo dispuesto en el primer párrafo del artículo 538 del Código
Procesal Civil, si se demostrase la connivencia entre tercerista y demandado (quien
sufre la medida cautelar):
"... Si bien es cierto que esta Corte tiene establecido que no cabe el Recurso de Casación
contra las resoluciones que expedidas en revisión resuelven las solicitudes relativas a
medidas cautela res, se ha pronunciado por la procedencia del presente recurso en
atención a que la materia controvertida importa una pretensión de tercería preferente de
pago tramitada con infracción a las normas procesales..." (Casación Nro. 1035-96 /
Ucayali, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 25-04-1998, págs. 764-765).
9.1 Concepto
Para Monroy Cabra la intervención forzada de terceros "es la que se presenta cuando el
tercero debe comparecer al proceso por virtud de la ley o por voluntad de la otra parte,
so pena de quedar vinculado al proceso aun si no comparece..." (MONROY CABRA,
1979: 227).
Stiglitz afirma que la intervención de terceros "será provocada, forzada o coactiva
cuando se halle motivada en una citación judicial dispuesta de oficio o a petición de
alguna de las partes originarias" (STIGLITZ, 1970: 143-144).
Eduardo Vallejo dice de la intervención de terceros obligada que "es lo que la doctrina
denomina 'llamada a causa'. Comprende aquellas hipótesis en las cuales la parte vencida
tiene una acción regresiva contra el tercero, o cuando medie conexidad entre la relación
controvertida en el proceso y otra existente entre el tercero y alguna de las partes
originarias" (VALLEJO, 1970: 50).
(...)
Alsina asegura que la intervención obligada de terceros "tiene lugar cuando el juez, a
pedido de una de las partes o de oficio, ordena la citación de un tercero, a fin de que la
sentencia que vaya a dictarse produzca para él efecto de cosa juzgada. En principio,
procede en los casos en que está permitida la acumulación impropia pasiva de acciones
(...) como forma inicial del proceso. (...) la doctrina y la jurisprudencia la han admitido,
fundadas en el principio de conexidad, que permite concentrar en un solo proceso las
cuestiones que afecten varias personas..." (ALSINA, 1956, Tomo I: 592).
"... Se habla de intervención provocada cuando una persona, hasta entonces ajena al
litigio, entra a formar parte de él como consecuencia de la 'llamada' que le dirige alguna
de las partes procesales. La llamada al tercero (que es, en definitiva, la simple
comunicación de la existencia del proceso) se denomina Lítis denuntiatio.
Todas las formas en que cristaliza acusan estas notas características: sólo la parte
interesada en la concurrencia del tercero está facultada para reclamar su intervención; el
llamamiento se asemeja a la citación; el citado en la litis es libre para adoptar la
posición que crea conviene mejor a su derecho, pero en razón a la índole de la relación
jurídico-material que determina el llamamiento, habrá de estar a sus consecuencias"
(DE LA PLAZA, 1951, Volumen I: 301-302).
9.2 Clases
"... Corresponde diferenciar tres tipos básicos de intervención coactiva, todos los cuales
son susceptibles de ser encuadrados (...) bajo la designación genérica de 'denuncia de la
litis' (Iitisdenuntiatio).
Tales tipos son: 1 °) La citación del sujeto pasivo de una eventual pretensión regresiva o
del colegitimad… Dentro de la primera hipótesis cabe a su vez distinguir los casos
comunes de pretensiones regresivas, de la llamada 'citación de evicción o saneamiento'
(...); 2°) La citación del legitimado para intervenir (nominatio auctoris); 3°) La citación
del tercero pretendiente" (PALACIO, 1983, Tomo III: 247-248).
A criterio de Rocco:
"La intervención coactiva puede ocurrir de dos modos, a saber: previa instancia o
requerimiento de una parte, dirigida al juez, con la cual llama al proceso a un sujeto que
ha permanecido extraño a la litis; o bien, por espontánea iniciativa del juez, quien,
reconociendo la causa común a otro sujeto que no está originariamente en litis, ordena
su comparecencia en juicio.
El mencionado jurista italiano precisa que son casos de intervención coactiva a instancia
de parte:
En cuanto al objeto de estudio en este punto, Devis Echandía nos informa lo siguiente:
"Cuatro son las clases de intervención forzosa que la doctrina contempla: 1º) el
llamamiento en garantía, en sentido general, que comprende las obligaciones personales
cuando la parte vencida tendría acción revérsica contra el llamado;
En el primer caso, el que era extraño al juicio hubiera podido o debido asumir la
posición de un litisconsorte necesario (...); en el segundo caso, el tercero extraño
hubiera podido asumir la posición de litisconsorte simple, ya que habría podido ser
actor o demandado en un juicio separado" (ROCCO, 1976, Volumen II: 132).
"... Para que la parte pueda llamar en causa a un tercero es necesario que la misma
considere común la causa y, por consiguiente, que aquel sujeto que ha permanecido
extraño al proceso, sea titular de una situación jurídica conexa con aquella que es objeto
del juicio, hasta el punto de tener comunes con esta última el petitum y la causa petendi
(...). Quedan, por consiguiente, excluidos aquellos casos en los que el tercero estaría
legitimado para intervenir por adhesión Y también aquellos (...) en los que no hay
identidad de los dos elementos objetivos a que se ha hecho referencia (...).
Según Satta "... la intervención ordenada por el juez no se dispone en interés de la parte
principal, sino del llamado. La orden del juez, en efecto, se dirige a la parte y no al
tercero, y su inobservancia determina la cancelación de la causa del registro (...). Se
sigue de ello que la intervención jussu judicis corre, a diferencia de la intervención
coactiva, por el mismo plano de la intervención adhesiva: y como ésta, postula que el
tercero sería perjudicado por la sentencia pronunciada entre las partes, si no interviniese.
Es precisamente en relación a esta consecuencia que se puede manifestar la oportunidad
de la presencia en causa del tercero (...). El tercero, naturalmente, tiene libertad de
intervenir: si interviene adquiere la calidad de parte..." (SATTA, 1971, Volumen I:
157).
"... La ley ha querido dar al juez el poder de solicitar la llamada en causa del tercero en
los mismos casos en que podía ser provocada por una de las partes por su espontánea
voluntad (...). La orden de intervención es, por consiguiente, en sustancia una invitación
a las partes a llamar al tercero con la implícita advertencia de que el juez no está
dispuesto a decidir la causa mientras el tercero no haya sido llamado (...). Las razones
de oportunidad, que pueden inducir al juez a ordenar la intervención son las
acostumbradas: interés del tercero a tutelar sus razones, indirectamente envueltas en el
proceso, economía de los juicios, unidad y uniformidad de decisiones sobre relaciones
conexas. En virtud de la orden de intervención el tercero se convierte en litisconsorte
necesario.
Micheli, acerca de la intervención de terceros por orden del Juez, predica lo siguiente:
"... 'El juez, cuando considere oportuno que el proceso se desarrolle frente a un tercero
al cual es común la causa, ordena su intervención'. Presupuesto de tal intervención jussu
judicis es siempre la comunidad de causa, entendida como identidad de elementos
objetivos, individualizantes de la acción (...), pero la misma no crea sin embargo en el
juez el deber de llamar en causa al tercero, sino el poder de hacerlo, si lo considera
oportuno. Ahora bien, aun cuando no sea fácil establecer en abstracto las hipótesis en
que tal oportunidad puede ser contemplada por el juez, es de observar que mediante la
intervención en examen, el juez crea un verdadero y propio litisconsorcio necesario en
hipótesis en las cuales el mismo no está previsto por la ley; de ello se sigue que si
ninguna de las partes provee a llamar en causa al tercero, indicado por el juez, mediante
citación, el proceso no puede proseguir y la causa es cancelada del registro (...). Con tal
llamamiento en causa jussu judicis que (...) no puede servir para una finalidad
meramente instructoria (ya que para tal finalidad es suficiente llamar al tercero como
testigo), el juez puede hacer necesaria la participación en el proceso de sujetos que
tienen una legitimación igual a la de las partes originarias, respecto del objeto de la
controversia y que las partes mismas no han creído deber llamar en juicio; de este modo,
el juez tiende a evitar un conflicto práctico de fallos (...), ya que el tercero podría ser
parte en otro juicio con una de las partes en el proceso actual, y obtener un
pronunciamiento diverso respecto del alcanzado en este último (...).
También el interviniente coaccionado jussu judicis debe ser considerado como parte en
el proceso por efecto del solo llamamiento, aun cuándo después las partes originarias no
formulen respecto de él ninguna instancia, ya que su posición sustancial le hace que
quede sujeto sin más a la eficacia de la cosa juzgada de la sentencia que se emitirá en
aquel proceso. Es este, pues, un caso en que un sujeto queda envuelto (por decir así en
un proceso civil, no obstante su voluntad en sentido contrario. Se trata, por
consiguiente, de hipótesis totalmente excepcionales respecto de los principios generales
(...); excepción me parece, sólo en parte justificada por la exigencia de evitar conflictos
prácticos entre fallos y en la estrecha conexión entre el objeto de la controversia, llevada
ante el juez, y la posición jurídica del tercero llamado en causa por orden de dicho juez"
(MICHELI, 1970, Volumen I: 236-237).
Rocco opina sobre el tema que "... el juez, cuando conceptúa que el proceso es común a
un sujeto, que no está en litis, puede ordenar su comparecencia. Algunas veces la
comparecencia del sujeto que no está en litis es absolutamente necesaria, pues (...), dada
la naturaleza de la relación jurídica que se discute, el juez no podría juzgar útilmente
acerca de ella sin la presencia de todos los sujetos de dicha relación.
Otras veces, en cambio, no se trata de una absoluta necesidad, sino de una oportunidad,
que el juez aprecia según criterios estrictamente discrecionales, cuando conceptúe
convenientemente, para los fines de la justicia, que se presente determinado sujeto"
(ROCCO, 1976, Volumen II: 133). El citado jurista italiano destaca que son
presupuestos o condiciones de la intervención coactiva de terceros por orden del Juez
los que indica a continuación:
"1 °) La valoración, según criterios discrecionales, por parte del juez acerca de la
oportunidad de la intervención de un sujeto extraño a la litis, o en los casos de
litisconsorcio necesario, la necesidad de la presencia del sujeto extraño, en el proceso.
Rocco concluye diciendo que "los efectos de la intervención por orden del juez se
verifican en cuanto el que es llamado a intervenir asume la calidad de parte en el juicio,
y por tanto puede desplegar todas las facultades y poderes inherentes a la cualidad de
parte" (ROCCO, 1976, Volumen II: 134).
Para Goldschmidt "... la litis denunciación 'litis denuntiatio' es el aviso dado por una
parte a un tercero de la pendencia de un proceso, dejando al arbitrio del mismo el acudir
en auxilio del denunciante en calidad de interviniente adhesivo (...), el entrar en la causa
como interviniente principal (...), o el aceptar el proceso en calidad de demandado..."
(GOLDSCHMIDT, 1936: 450).
Según Schonke:
En opinión de Liebman "... la llamada en causa del tercero es (...) ante todo un medio
para llevar al conocimiento del tercero la existencia del proceso (Litisdenuntiatio) y
permitirle intervenir, medio que en estos casos se hace posible por la coincidencia del
interés del tercero con el interés de la parte que lo llama. Pero, naturalmente, nadie
puede ser constreñido a proponer demandas contra su voluntad. Por eso la llamada en
causa, en sí y por sí, coloca al tercero en la situación de asistir al proceso
permaneciendo al margen del mismo; todo lo que se puede admitir es que la llamada
implique la proposición de una demanda de declaración de certeza respecto del tercero,
la cual extienda también a él los efectos de la sentencia que haya de pronunciarse sobre
la causa originaria entre las partes principales, de modo que valga también para él la
declaración de certeza de los puntos de hecho y de derecho que son comunes también a
su relación o que constituye una prejudicial de éste. En tal modo, el tercero se convierte,
a estos efectos limitados, en parte. Lo que no excluye que una de las partes (el que llama
a su adversario) pueda proponer también otra demanda contra el intervenido y que éste
la pueda proponer contra una o ambas partes. Por ejemplo, en el caso de la garantía, la
parte, además de llamar en causa al garante, puede proponer en el mismo proceso en vía
eventual (esto es, para el caso de resultar vencido en la demanda principal) la demanda
de regreso contra él (llamada en garantía)" (LIEBMAN, 1980: 85-86).
El objeto de la citación es que afecten también a ellos los resultados del pleito.
Si la persona citada no comparece al juicio le afectan sus resultados tal como si hubiere
litigado en él. Se encuentra en la misma situación que el demandado rebelde"
(RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 69-70).
Distinta es la situación del demandado quien tiene mayores posibilidades para citar o
denunciar la litis a otro posible codemandado, en tanto cuente con la anuencia del actor,
ya que debe respetarse la libertad de elección de éste respecto de la persona que se
demanda, salvo el supuesto de litisconsorcio necesario. Si el actor se niega a la
formación de un litisconsorcio pasivo, triunfa el principio de libertad de demanda de
éste frente al ingreso irrestricto del colegitimado al proceso. Sólo podrá participar en el
carácter de adherente simple..." (BACRE, 1996, Tomo II: 199).
El artículo 103 del Código Procesal Civil norma el trámite y efectos de la denuncia
civil, desprendiéndose de dicho precepto legal lo siguiente:
La sentencia que se expida en el proceso en que tuvo lugar la denuncia civil, además de
la cuestión litigiosa existente entre la parte demandante y demandada, resolverá lo
concerniente a la relación sustancial que hubiere entre el demandado denunciante y el
denunciado civil.
La Corte Suprema de Justicia, en relación a la denuncia civil, ha establecido lo
siguiente:
"... La denuncia civil consagrada en el Artículo ciento dos del Código Procesal Civil
permite incorporar al proceso a un tercero que no habiendo sido demandado
expresamente, asuma las obligaciones o responsabilidades que surjan del derecho
discutido, de tal manera que sean emplazados con la demanda y entablen relación
procesal con el demandante, no así con el denunciante que puede conservar su
condición de codemandado o ser excluido del proceso" (Casación Nro. 678-96 / Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 21-04-1998, págs. 733-734).
"... Las partes tienen facultad para formular denuncia civil cuando corresponda,
conforme al Artículo ciento dos del Código Procesal Civil, por lo que su omisión no
puede sustentar un pedido de nulidad..." (Casación Nro. 100 2000/ Tacna, publicada el
09-04-2000, pág. 5056).
"... Con la denuncia civil se estaría desnaturalizando los fines de la acción ejecutiva..."
(Casación Nro. 2543-99/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 18-01-
2000, pág. 4576).
"... Conforme al Artículo ciento tres del Código Procesal Civil, es efecto de la denuncia
civil una vez admitida aquella (sic), la suspensión del proceso.
(...) Que, la suspensión a que alude la ley busca la integración de la relación procesal
con el denunciado civil, por lo que hasta que no se integre dicho litis consorte, el
proceso se encuentra suspendido" (Casación Nro. 2805-99/ Callao, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 19-08-2000, pág. 6005).
A) Configuración
El pedido de aseguramiento de pretensión futura que hace una de las partes a efecto de
que se emplace a un tercero para que en el mismo proceso el juzgador se pronuncie
además sobre la pretensión (indemnizatoria o de repetición de lo que eventualmente se
pague en ejecución de sentencia) que aquélla tuviera contra dicho tercero, es un caso de
intervención obligada o provocada de terceros, conocido en la doctrina también como
citación o llamamiento en garantía.
Monroy Cabra asevera que el llamamiento en garantía "... se refiere al caso en que las
partes pidan o soliciten la citación del tercero para exigirle la indemnización o el
reembolso total o parcial que ellos hubieron de hacer como resultado de la sentencia"
(MONROY CABRA, 1979: 229).
Según Parra Quijano "... en la citación en garantía hay un llamado o citación, pero
eventualmente se plantea una pretensión por parte del citante frente al citado, y en este
caso se enriquece la relación jurídica procesal, pues se incluye una nueva pretensión: la
del citante para que, en caso de perder el proceso, lo indemnice a quien ha traído al
proceso..." (PARRA QUIJANO; citado por BACRE, 1996, Tomo II: 193).
Viera Ruiz dice de la citación en garantía que "... esa modalidad se da en todos los casos
en que el derecho sustancial se estipula el reembolso por un tercero de la suma de dinero
abonada por un sujeto a otro. La citación en garantía es el instrumento procesal para
hacer efectivo ese reembolso en el mismo proceso en que se hizo el pago" (VIERA
RUIZ, 1995: 13). El mencionado autor precisa que "... la citación en garantía implica
una demanda de citante contra el citado. Produce en consecuencia una acumulación de
pretensiones..." (VIERA RUIZ, 1995: 14).
"... Comprende la circunstancia en la cual una de las partes, normalmente el reo, pide la
citación (y emplazamiento) de un tercero para que concurra a defenderlo y
eventualmente sea condenado. Inclusive, muchas veces ese tercero entra en el proceso y
puede sustituir a la parte.
"... Aquí también es sólo el demandado quien puede requerirla, citando a quien tiene la
obligación de restituirle total o parcialmente lo que deba entregar como consecuencia de
la eventual condena que recaiga en el proceso donde se hace la citación. (.oo) en el
supuesto ahora analizado, el demandado no se limita a denunciar que en el futuro hará
valer una pretensión contra el citado, sino que lisa y llanamente ejercita la acción
regresiva para que se resuelva en ese proceso. Si A demanda a S y éste cita en garantía a
C, en el juicio habrá que resolver dos litigios: el de A contra S y el de S contra C; si se
hace lugar a la demanda originaria y S es condenado a pagarle a A, el Juez tendrá que
resolver si también corresponde condenar a C a que le retribuya a S lo que éste pagó: se
advierte entonces el carácter subsidiario del pronunciamiento en el litigio entre S y C:
sólo procede si el primero es vencido por A. En ambos litigios intervienen S y C (el
primero como demandado de A y actor de C, y el segundo pudiendo ser adherente de S
en la cuestión de A contra S, y como demandado de este último, si pretende probar que
no tiene obligación de garantizar)" (ARAZI, 1998: 329-330).
Lino Palacio, al examinar lo relativo a la citación del sujeto pasivo de una eventual
pretensión regresiva, manifiesta lo siguiente:
"... Se verifica cuando la parte que requiere la citación se halla habilitada, en la hipótesis
de ser vencida en juicio, para interponer frente al citado una pretensión regresiva, sea de
indemnización o de garantía. Tales serían, entre otras, las que pueden deducir el
principal frente al dependiente que causó un acto ilícito, por lo que hubiere pagado al
damnificado (...); el deudor que se obligó conjuntamente con otros, por la cuota que
correspondiese a éstos (...); el dueño del animal que ocasionó el daño frente a quien
excitó a aquél (...); el director de la obra frente al proyectista en los supuestos de
responsabilidad por los vicios; constructivos (…); el fiador frente al deudor principal
(...); el asegurado o el damnificado frente al asegurador (...); etc.
Para Micheli "... con el llamamiento en garantía la parte propone, frente al garante así
llamado en causa, una demanda (anticipada y condicionada a que sea acogida la
pretensión de la una parte respecto de la otra, esto es, de la garantizada), mediante la
cual se hace valer una acción de repetición frente al garante (...). El llamamiento en
garantía debe, por consiguiente, contemplarse como distinto de la simple denuncia de la
litis, mediante la cual el garantizado advierte al garante de la pendencia de la
controversia, derivada de la pretensión del tercero de tener derechos sobre la cosa
vendida (...); sin embargo, si el garante no interviene, la cosa juzgada formará estado
también contra él, pero el garantizado deberá promover una distinta acción de repetición
en proceso especial. Por el contrario, si el garantizado no provee tampoco a la litis
denunciatio, corre el peligro de perder la garantía" (MICHELI, 1970, Volumen I: 235).
"Cuando una persona se encuentra en causa por un objeto acerca del cual un tercero está
obligado, por derecho sustancial, a prestarle garantía, puede comportarse, en relación a
ese tercero garantizador, de dos maneras diferentes: puede limitarse a llamarlo en causa
(…), al solo objeto de informarlo de la pendencia de la causa principal; o puede llamarlo
en garantía, proponiendo contra él, al mismo tiempo que lo llama a la causa principal, la
demanda de garantía, es decir, de regreso (...). Llamamiento en causa del garantizador
(…) quiere decir, pues, algo menos que el llamamiento en garantía: el segundo, y no el
primero, contiene en sí la proposición de una nueva demanda del garantizado contra el
garantizador (causa de garantía).
(...)
La parte original que llama en garantía incoa verdadera pretensión en frente o contra el
tercero, en relación con el vínculo sustancial de garantía que pretende acumular.
Formula una verdadera demanda de llamamiento que contiene la pretensión revérsica
diversificada en todos sus elementos: subjetivo, objetivo, causal de hecho y de derecho"
(QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 111-112).
Devis Echandía anota que "se presenta el llamamiento en garantía en sentido amplio,
siempre que entre la parte citada y la principal que la hace citar exista una relación de
garantía (...). Esa garantía puede ser de dos clases: garantía real, cuando consiste en
responder por el goce y disfrute de un derecho real que ha sido transferido por el garante
al garantizado, y que, por lo tanto, tiene siempre un origen contractual, como sucede en
la evicción de que responde el vendedor al comprador, que recibe la denominación de
litis denuntiatio o denuncia de pleito; o garantía personal, cuando se trata de responder
por obligaciones personales, como la de indemnizar perjuicios o restituir lo pagado, y
por tanto puede originarse directamente en la ley (...); o también puede originarse en
contrato..." (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 411). Dicho autor señala, además,
que:
"La doctrina no limita la litis denuntiatio a los casos de garantía de derechos reales, sino
a los más generales en que exista la acción revérsica o de regresión hacia el tercero a
quien se denuncia el pleito, y así se comprende la garantía personal, tan frecuente en el
campo de las obligaciones por solidaridad o fianza o responsabilidad común por hechos
extracontractuales culposos o dolosos.
"La parte que considere tener derecho para exigir de un tercero una indemnización por
el daño o perjuicio que pudiera causarle el resultado de un proceso, o derecho a repetir
contra dicho tercero lo que debiera pagar en ejecución de sentencia, puede solicitar el
emplazamiento del tercero con el objeto de que en el mismo proceso se resuelva además
la pretensión que tuviera contra él.
Se puede apreciar del último párrafo del artículo 104 del Código Procesal Civil (citado
precedentemente) que el emplazamiento del tercero que se hace en un proceso con
motivo del pedido de aseguramiento de pretensión futura de una de las partes queda
sometido al trámite y efectos previstos en el artículo 103 del Código Procesal Civil (que
versa sobre el trámite y efectos de la denuncia civil), infiriéndose así lo siguiente:
De acuerdo a lo normado en el primer párrafo del artículo 104 del Código Procesal
Civil, la parte que considere tener derecho para exigir de un tercero una indemnización
por el daño o perjuicio que pudiera causarle el resultado de un proceso, o derecho a
repetir contra dicho tercero lo que debiera pagar en ejecución de sentencia, puede
solicitar el emplazamiento del tercero (o, en otras palabras, hacer el llamado en
garantía) con el objeto de que en el mismo proceso se resuelva además la pretensión que
tuviera contra él.
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto señalan que, "... en cuanto a la pretensión revérsica o
de garantía, se considera (al llamado) como un litisconsorte voluntario impropio. Y en
relación con la principal, en cambio, es una mera parte accesoria simple. El llamado
tiene un interés propio en esa relación sustancial ajena porque sabe que la derrota de la
parte que adyuva, viene a representarle indirectamente un perjuicio: el llamado, se
subordina a quien le llama, para cuanto se refiere a su posible actividad, en referencia
con esa relación principal: está habilitado para ejecutar todos los actos que tiendan a una
colaboración con la parte principal, excepto los que conduzcan a determinar entre ellos
posiciones contradictorias en la actividad procesal: puede suplir actividad, no
contradecirla; puede realizar todo acto procesal que, en abstracto, no se oponga al
interés del coadyuvado. No tiene facultad de actividad que disponga del objeto litigioso
referido a la relación principal" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 114).
En relación al tema, Stiglitz apunta que, una vez citado en garantía, el asegurador puede
actuar de distintas maneras, a saber:
Teniendo en cuenta que, en aplicación del último párrafo del artículo 104 del Código
Procesal Civil (que versa sobre el aseguramiento de pretensión futura o llamamiento en
garantía), el llamamiento del tercero que se hace en un proceso con motivo del pedido
de aseguramiento de pretensión futura de una de las partes queda sujeto al trámite y
efectos previstos en el artículo 103 del citado cuerpo de leyes (que trata sobre el trámite
y efectos de la denuncia civil), se colige que dicho tercero será considerado litisconsorte
de la parte que solicitó el aseguramiento de pretensión futura y tendrá las mismas
facultades que esta última.
"... La intervención por garantía puede tener una profunda influencia en el ejercicio de
la acción, en cuanto la defensa del garantizado puede ser asumida por el garante con la
consiguiente extromisión del garantizado del juicio (…).
A) Configuración
Kenny expresa en relación a la nominatio auctoris que "... este tipo de intervención
obligada de terceros se da cuando formulada una pretensión real contra quien tiene la
posesión de una cosa ajena (caso del locatario, depositario, prestatario, etc.), éste pone
en conocimiento del poseedor mediato la existencia del juicio, a fin de que asuma el rol
de demandado y pueda aquél desvincularse del proceso" (KENNY, 1983: 66-67).
Según Calamandrei:
"Bajo la figura del llamamiento en causa (...) se comprende también (…) la llamada
nominatio auctoris, que tiene lugar cuando el arrendatario se encuentra molestado en vía
judicial por terceros que pretenden tener derechos sobre la cosa arrendada; en tal caso,
el arrendatario puede llamar en causa al arrendador (o también limitarse a indicar su
nombre, nominatio auctoris, a fin de que el actor lo llame en causa), y el arrendador,
llamado en causa, 'está obligado a asumir la litis', mientras que 'el arrendatario debe ser
puesto fuera de ella, con la simple indicación del arrendador, si no tiene interés en
permanecer' (...). Aquí el lIamamiento en causa no sirve para proponer una nueva
demanda contra el arrendador, sino solamente para provocar en la causa originaria una
mutación de partes: poner al arrendador, en el lugar del arrendatario, demandado
originario no legitimado.
(...) Puede ella (la figura de la nominatio auctoris) servir igualmente en todos los casos
en que el demandado no legitimado se dirige al verdadero legitimado para que ocupe su
puesto en la causa intentada contra él, o poner a actor en condiciones de proseguir la
causa, si quiere, contra el verdadero legitimado" (CALAMANDREI, 1962, Volumen II:
347).
Monroy Cabra asevera que "la intervención por laudatio o nominatio auctoris se
presenta cuando el actor sufre error en cuanto a la persona que debe citar como
demandada para que restituya una cosa, y dirige su demanda contra un tenedor que tiene
el bien a nombre de un poseedor. El demandado por ese error debe limitarse a indicar el
nombre del verdadero poseedor, so pena de sufrir las consecuencias (pago de
perjuicios)..." (MONROY CABRA, 1979: 230).
"... Se da cuando una persona que posee una cosa ajena (esto es, en calidad de poseedor
inmediato), por virtud de una relación jurídica, como depositario, arrendatario o figura
análoga es demandado, como tal poseedor, por otra persona que afirma tener un derecho
sobre dicha cosa.
Devis Echandía, acerca de la laudatio vel nominatio autoris, señala que "... dicha
intervención se presenta, en primer lugar, cuando el demandante se equivoca respecto a
la persona que debe citar como demandada para la restitución de una cosa y dirige su
demanda contra quien tiene en apariencia la posesión del bien objeto de sus
pretensiones, pero en realidad sólo es un simple tenedor que detenta o disfruta ese bien a
nombre del verdadero poseedor, que es quien ha debido ser demandado; y, en segundo
lugar, cuando se demanda a alguien como tenedor de la cosa sin serio. El demandado
por ese error debe limitarse a indicar el nombre del verdadero poseedor o tenedor y
suministrar además el dato del domicilio o residencia de éste y de la oficina o casa
donde puede ser hallado, si los conoce" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 417-
418).
"Con los nombres latinos de 'Iaudatio o nominatio auctoris' (...) se conoce (…) una
forma de intervención por denuncia de litis en un proceso ya iniciado (...).
(...)
(…) (Se tiende) a permitir que el verdadero poseedor o propietario, pueda intervenir en
un proceso dirigido contra el locatario, usufructuario, tenedor o poseedor a nombre
ajeno, y que versa sobre el dominio, la posesión, el uso o las servidumbres anexas a un
inmueble. Subsidiariamente, esa intervención defiende el derecho del locatario, del
usufructuario, tenedor o poseedor a nombre ajeno de la cosa y le libera de
responsabilidad, respecto a su principal, por las consecuencias del pleito. Pero,
fundamentalmente, defiende el interés substancial del tercero, al cual debe denunciarse
la litis" (PODETTI, 1949: 284-285).
"1) Cuando el demandante se equivoca respecto a la persona que debe citar como
demandada para la restitución de una cosa y dirige su demanda contra quien tiene en
apariencia la posesión del bien objeto de sus pretensiones, pero en realidad sólo es un
simple tenedor que detenta o disfruta ese bien a nombre del verdadero poseedor, que es
quien ha debido ser demandado.
Serra Domínguez califica a la laudatio o nominatio auctoris como "… la citación que
efectúa el demandado respecto de la propiedad o posesión de una cosa sobre la que se
disfrute determinados derechos -arrendamiento, usufructo etc.- al propietario para que
intervenga en el proceso a defender sus derechos" (SERRA DOMINGUEZ, 1969: 234).
En opinión del mencionado jurista español "... en este supuesto el demandado, que está
sujeto a una relación jurídica con el tercero, titular del derecho discutido, llama a éste
para que intervenga en el proceso para defenderlo. Caso típico es el del arrendatario
demandado por un tercero que solicita frente a él la declaración de propiedad de la cosa
(...). Pero en este caso no puede darse una verdadera intervención principal, en cuanto el
interviniente no modifica en absoluto el objeto del proceso, ni introduce pretensión
nueva alguna incompatible con lo anterior, sino que se limita a asumir la posición del
primitivo demandado o a colaborar con éste para la desestimación de la demanda. En
realidad nos encontramos ante un supuesto de intervención litisconsorcial" (SERRA
DOMINGUEZ, 1969: 217-218).
"Para que pueda tener lugar este caso es menester que alguien, en calidad de poseedor
de una cosa mueble o inmueble, sea demandado, bien con una 'actio in rem' (...), bien
con una 'actio in rem scripta' (...), y que alegue que posee la cosa como poseedor
inmediato (...). Un demandado de esta suerte, que antes de entrarse en el fondo de la
causa denuncia ésta al poseedor mediato y pone en conocimiento del actor las gestiones
hechas para que este poseedor comparezca por sí, se le cite o nombre abogado (…) con
el fin de que se pronuncie en la causa, puede negarse a actuar como parte mientras el
llamado no comparezca o no haya transcurrido el plazo especial que se concede para
ello (...), con lo que se produce un efecto que atribuye a la 'nominatio auctoris' la
significación procesal que hoy han perdido casi totalmente las excepciones dilatorias.
Si el llamado niega su calidad de poseedor mediato o no comparece, el demandado
puede atender a la petición del actor (...), sin tener que temer, en caso de vencimiento,
ninguna acción de regresión del llamado. Si el demandado satisface la pretensión de la
demanda, el asunto queda terminado y sólo queda la resolución sobre las costas. En el
caso de que, por el contrario, el llamado reconozca que es poseedor mediato, puede, con
el consentimiento del demandado, continuar el proceso en su lugar (...). El
consentimiento del actor no lo necesita más que en el caso de que éste haya ejercitado
acciones contra el demandado que sean independientes del hecho de poseer éste para el
tercero (…) por ej., SI reclama entrega de frutos o indemnización de daños; si aquél
consiente, el llamado puede seguir la causa incluso para estos extremos en lugar del
demandado denunciante; en otro caso, éste continúa como parte para sólo estos puntos
(…) Si acepta (el llamado) el continuar la causa, el demandado -a petición suya- se ve
desligado de la causa por sentencia definitiva (...). El proceso pasa al llamado -en
calidad éste de demandado- en la situación en que se encuentre. La sentencia es firme y
ejecutable también contra el primer demandado (...), y en ella se resuelve al mismo
tiempo sobre las costas. Si el demandante es vencido, tiene que pagar las costas de los
demandados. Si, en cambio, resulta vencido el llamado, las paga él al demandante; y
sobre las que el primer demandado haya podido causar, el demandante tiene que
dirigirse al llamado" (GOLDSCHMIDT, 1936: 452453).
"La 'Iaudatio nominis actoris' puede originar también un cambio de partes en sentido
impropio por adición o aumento de las partes ya existentes. (…) se presenta, como es
sabido, cuando una persona, poseedor inmediato (arrendatario), es demandada como tal
poseedor por otro (tercero) que alega la propiedad sobre la cosa o un derecho real sobre
la misma.
(...)
"Quien teniendo un bien en nombre de otro, es demandado como poseedor de él, debe
expresarlo en la contestación de la demanda, precisando el domicilio del poseedor, bajo
apercibimiento de ser condenado en el mismo proceso a pagar una indemnización por
los daños y perjuicios que su silencio cause al demandante, además de la multa prevista
en el Artículo 65° [del C.P.C.]. Para el emplazamiento al poseedor designado se seguirá
el trámite descrito en el Artículo 103° [del C.P.C.].
Si el tenedor del bien en nombre de otro que ha sido demandado en calidad de poseedor
no cumple con su obligación de señalar en el escrito de contestación de demanda el
nombre y domicilio del verdadero poseedor, será condenado al pago de una
indemnización por los daños y perjuicios que su conducta omisiva cause al accionante,
condena que tendrá lugar dentro del mismo proceso en que ha sido demandado y no en
otro aparte. Adicionalmente, el órgano jurisdiccional le impondrá una multa (no menor
de 10 ni mayor de 50 U.R.P.) al tenedor del bien irregularmente demandado como
poseedor del mismo.
El emplazamiento al verdadero poseedor (señalado como tal por el tenedor del bien)
sigue el trámite previsto en el artículo 103 del Código Procesal Civil (que versa sobre el
trámite y efectos de la denuncia civil), desprendiéndose de ello lo siguiente: A. si el
Juez considera procedente el llamamiento posesorio, emplazará al verdadero poseedor
con las formalidades establecidas para la notificación de la demanda, concediéndole a
éste un plazo no mayor de diez días para que intervenga en el proceso; y B. el proceso
quedará suspendido desde que se admite el llamamiento posesorio hasta el
emplazamiento al verdadero poseedor.
Si la persona señalada como poseedora del bien por el tenedor del mismo se apersona al
proceso y admite ejercer la posesión del referido bien, ocupará la posición procesal de
demandado de este último, quien será así apartado de la relación jurídica procesal,
debiendo el órgano jurisdiccional disponer la notificación debida de la demanda al
poseedor, quien, reiteramos, asume la calidad de demandado.
Si la persona señalada como poseedora del bien por el tenedor del mismo no comparece
al proceso, éste seguirá su curso, teniendo como demandado a la persona consignada
como tal en la demanda, y los efectos de la sentencia que se emita se harán extensivos a
ambos. Lo señalado también resulta de aplicación para el caso en que comparece al
proceso el sujeto señalado como poseedor del bien por el tenedor y niega ostentar la
condición de poseedor que le atribuye este último.
Según Arazi:
"El juez ordena citar a ese tercero (…); si comparece y reconoce que es poseedor o
tenedor (según el caso), se le tiene como parte en lugar del demandado y éste queda
fuera del proceso; si no comparece, o si niega su calidad de poseedor o tenedor, el
proceso continúa con el demandado pero la sentencia surte efectos respecto de ambos.
Es decir, el citado queda de todas maneras vinculado al proceso por el solo hecho de la
citación" (DEVIS ECHANDÍA, 1985, Tomo II: 418).
Podetti, acerca del rol del llamado o citado y del demandado originario en caso de
concurrencia al proceso del primero de los nombrados, apunta lo siguiente:
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto afirman en relación a lo tratado en este punto que:
"Si el citado comparece y reconoce su calidad de poseedor, pone fuera del proceso al
demandado inicial y el proceso comienza con él como parte. En este caso no acumula
pretensión sino que la sustituye, porque la inicial desaparece del proceso..."
(QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 116).
Beatriz Quintero y Eugenio Prieto dicen del llamamiento ex officio (por orden del Juez)
en caso de fraude o colusión que:
"... En esta especie de intervención forzosa el llamamiento lo formula el juez cuando
advierte, de alguna manera, fraude o colusión que se encamine a perjudicar a la persona
a quien llama al proceso. El fraude es culpa grave civil, con ánimo de perjudicar; la
colusión es una combinación, un acuerdo entre las partes de un proceso que casi
siempre resulta simulado y con el propósito de extender sus efectos reflejos a un tercero.
(...)
(...)
"Este instituto sui generis implica la permisión al tercero de toda la actividad propia de
una parte principal independiente, tal como si interviniera ad excludendum, cual si
acumulara pretensión. Goza de todos los poderes y facultades procesales, pero carece de
la facultad de disponer del objeto litigioso" (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II:
115).
"Es importante autorizar al tercero para que, en cualquiera de las instancias, siempre que
advierta colusión o fraude en el proceso, ordene oficiosamente la citación de las
personas que puedan resultar perjudicadas, para que hagan valer sus derechos (...).
(...) Ese tercero citado no queda vinculado al proceso por el solo hecho de la citación,
sino una vez que concurra; (...) la citación no tiene por fin imponerle responsabilidad
(...), sino por el contrario, darle oportunidad procesal de defender sus intereses de la
maniobra fraudulenta de las partes" (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 417).
Si la demanda ha sido entablada por una sola persona Y la acción ejercitada en ella
corresponde también a otras, el demandado puede pedir que se ponga la demanda en
conocimiento de ellas para que expresen si la hacen suya o no" (RODRIGUEZ
GARCES, 1967, Tomo I: 73).
"... El litigio entre pretendientes, se produce, cuando entablado un proceso entre dos
personas en reclamación de un derecho real o personal, el demandado, afirmando que
no le corresponde el derecho, lo atribuye a una tercera persona, llamándola para que
acuda al proceso en su propia defensa y separándose del mismo, da origen a una
intervención (...) principal, en cuanto el llamado interviene en el proceso.
Al nuevo proceso que se origina se llama litigio entre pretendientes Y para que se
produzca lo que la doctrina denomina extramissio o puesta fuera del proceso del
demandado, es preciso que éste deposite la cosa o la suma debida" (STIGLITZ, 1970:
160-161).
"Sucede cuando el demandado pide la citación de otra persona, distinta del actor, que
también pretende la misma cosa reclamada en la demanda.
La citación se hace a un tercero a quien se le atribuye una pretensión en contra del actor
y del demandado; respecto del primero porque quiere para sí lo que éste reclama en el
proceso, Y del segundo porque es el sujeto pasivo de la relación sustancial. La situación
difiere de la intervención excluyente porque en el caso, el demandado primitivo se
desvincula de la suerte del proceso dado que la doctrina exige para que proceda esta
citación, que el citante se allane a la pretensión del demandante.
La no intervención del tercero citado le impide alegar que el demandado pagó mal y
pretender cobra (sic) nuevamente el crédito; pero no le prohíbe ejercer su pretensión
contra el actor que cobró en el juicio anterior" (ARAZI, 1998: 329).
"Este caso de denuncia de litis (...) puede producirse cuando se demanda por una
obligación y el demandado tiene conocimiento de que un tercero pretende el mismo
derecho. Así, en el supuesto de un crédito que fue cedido irregularmente y se discute,
entre cedente y cesionario, la propiedad del mismo, en el de una cosa depositada,
discutiéndose quién es el depositante (...).
(...) Tanto el actor que demandó el cobro de su crédito como el demandado deudor,
pueden tener interés en pedir la citación del tercero pretendiente, para esclarecer la
situación en forma definitiva, por la vía judicial.
De no ser el actor el titular del crédito, o del derecho sobre la cosa litigiosa,
corresponderá el rechazo de la demanda, y en su caso, de ser pertinente, el
reconocimiento del derecho del tercero sobre el bien en litigio..." (KENNY, 1983: 69).
Finalmente, Lino Palacio, en lo que atañe a la citación del tercero pretendiente, opina de
este modo:
"tiene lugar este tipo de intervención en el supuesto de que, denunciada por cualquiera
de las partes originarias la existencia de un tercero que haya afirmado o a quien se
atribuya la titularidad del derecho sobre la cosa litigiosa, se dispone la citación de ese
tercero al proceso pendiente con el objeto de que haga valer su pretensión.
(...) En la generalidad de casos, será la parte demandada quien tenga interés en requerir
el llamamiento del tercero pretendiente. Por ello, la hipótesis que tradicionalmente se
pone como ejemplo es la de que, interpuesta una pretensión tendiente al cobro de un
crédito, y teniendo el demandado noticia de que un tercero pretende para sí la titularidad
de dicho crédito (porque, vgr., se lo habría cedido el actor), aquél solicite la citación de
ese tercero a fin de que resulte esclarecida la situación jurídica real mediante una
declaración judicial que determine a quién incumbe exigir la correspondiente
prestación.
(...)
(...)
(...) Como ocurre en todos los casos de intervención obligada, el tercero pretendiente no
puede ser obligado a aceptar el proceso in statu et terminis. De allí que (...) el
procedimiento deberá suspenderse hasta su comparecencia o hasta el vencimiento del
plazo que se le hubiese señalado para comparecer" (PALACIO, 1983, Tomo III: 263-
266).
10. EXTROMISION
"... Puede encontrar lugar, tanto respecto de quien fuera ya parte del proceso desde el
origen (actor o demandado juntamente con otros), como respecto de otros sujetos que
posteriormente hubieren intervenido o hubiesen sido llamados en causa. No es el modo
de ingreso lo que tiene importancia para el modo de salir de allí, sino solamente la razón
o el fundamento del ingreso y de la eventual ulterior participación en la relación
procesal. Y desde este punto de vista, hay que recordar que la exclusión puede tener
significado y valor sumamente diversos según el distinto significado y valor que pueda
adoptar la participación en la relación.
Podrá, así, ser excluido quien sólo tenía posición de parte secundaria y quien estaba, por
tanto, en juicio sólo ad adiuvandum, si el juez considera que no concurren los extremos
para asumir y conservar esa posición. Pero ello no modificará para nada los términos de
la causa principal ni los de la respectiva materia de la controversia, del cual quedará el
juez investido entre las partes (legítimos y necesarios contradictores) de ella. Podrá ser
excluido un pretendido o presunto litisconsorte necesario, si el juez considera que no era
tal, y proseguirá la causa, reducida ya a las partes efectivamente legitimadas para ella.
Podrá, finalmente, ser excluido, alguien que fuera parte de una causa reunida, pero
entonces la exclusión adquiere un carácter completamente diferente. En este caso, el
fenómeno que en realidad se verifica es una separación de causas (...), y la salida del
proceso de una parte (o de varias partes acaso) no es más que una consecuencia
subjetiva de la exclusión de su causa del proceso (salvo venir a ser luego materia de un
proceso separado)" (REDENTI, 1957, Tomo I: 455-456).
11.1 Concepto
"... En términos generales, cabe hablar de sucesión procesal siempre que, a raíz de la
extinción, pérdida de legitimación o modificación substancial producida en la
composición de una de las partes, ésta es reemplazada en el proceso por una persona
distinta.
Se origina, entonces, una sucesión procesal o 'cambio de partes'; uno de los litigantes
deja de serio y otra persona 'física o jurídica' viene a ocupar su lugar.
Para que el cambio de partes pueda producirse, es necesario que el proceso haya
comenzado ya, y que aún no haya terminado por sentencia firme.
Se debe ante todo considerar el caso de la muerte de la parte o de que ésta deje de serio
por otra causa que importe la sucesión universal de otro sujeto en su posición jurídica:
fusión de sociedades comerciales o de entes públicos; extinción por ley de un ente
público y su sustitución de otro ente público; extinción de un ente público con creación
de un ente nuevo (...). En todos estos casos, teniéndose sucesión a título universal, los
sucesores se sustituyen a la parte en la relación procesal y, por consiguiente, en la
posición de parte, así como la sustituyen en todas sus relaciones jurídicas: el proceso
prosigue con el sucesor, que ocupa el puesto de la parte difunta o, en otro caso
desaparecida (...).
(...) Si, mientras está pendiente el proceso, una de las partes transfiere 'el derecho
controvertido' (esto es sus pretensiones o razones relativas al bien controvertido) por
acto entre vivos a título particular, el proceso prosigue entre las partes originarias. En
cambio, si la transferencia a título particular tiene lugar a causa de muerte (legado), el
proceso es proseguido por el sucesor universal o frente a él, puesto que es él quien se
sustituye en la posición jurídica del difunto, y por eso (...) también en su cualidad de
parte en el proceso pendiente.
a) (...) Cuando la parte desaparece por muerte o por otra causa, el proceso se prosigue
por el sucesor universal o frente a él. Parece, por consiguiente, que la ley haya querido
prever no sólo el fin, por muerte, de la persona física, sino también la desaparición de la
persona jurídica, siempre que exista una sucesión in universum jus (que se verifica en
caso de fusión de sociedades pero no respecto de otras causas de extinción de la
sociedad) (...).
En algunos casos, la ley prevé la posibilidad de que un nuevo sujeto, aun no siendo
heredero o, aun siendo heredero, no sustituyéndose en la situación jurídica respecto de
la cual se controvierte, suceda en el proceso: así, por ejemplo, la acción para impugnar
el matrimonio se trasmite a los herederos cuando el juicio está ya pendiente a la muerte
del actor, aun cuando el matrimonio haya desaparecido por la muerte de un cónyuge
(...); la acción de impugnación del reconocimiento del hijo ilegítimo puede ser
promovida por los descendientes, por los ascendientes o por los herederos (...).
(…)
b) (...)
El sucesor a título particular puede intervenir (...) o ser llamado (...) y si las partes
consienten en ello, el enajenante o el sucesor universal pueden quedar fuera del proceso.
Con el fenómeno de la sucesión a título particular en el proceso se pueden verificar
diversas situaciones procesales (...) y precisamente junto al sustituto procesal
(enajenante, sucesor universal...) pueden acceder el adquirente o el legatario y éstos
pueden pedir y obtener quedar en el proceso ellos solos, sin la presencia del sustituto.
Por otra parte, si el proceso, en cambio, continúa entre las partes originarias, la
sentencia despliega igualmente los propios efectos respecto también del adquirente o del
legatario, los cuales están legitimados expresamente para la impugnación de dicha
sentencia, aun cuando no hayan sido parte en el proceso (...). Los sucesores a título
particular pueden obtener además la expedición en forma ejecutiva de la sentencia,
cuando ésta haya sido pronunciada a favor de su causante..." (MICHELI, 1970,
Volumen I: 237-240).
Como bien lo hace notar López del Carril, el sucesor procesal no es tercero por que "...
si se sucede, no se tercia, sino que se alcanza, se coloca en el lugar y grado del causante,
conservando su mismo interés" (LOPEZ DE CARRIL, 1962: 247).
Posición semejante es la adoptada por Devis Echandía cuando afirma que la sucesión de
partes (sucesión procesal) "... se refiere a un cambio en los sujetos de la relación jurídica
procesal, con la transmisión de las facultades y deberes procesales que conlleva esa
posición..." (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II: 418-419).
Escobar Fornos, acerca del tema que se examina en este punto, asevera que "en la
sucesión procesal existe un cambio de partes (del demandante, del demandado o del
tercero), saliendo las anteriores de la relación material y procesal; en cambio, en la
sustitución procesal el tercero ejerce en su interés y nombre propio la acción (o derecho)
que pertenece a otra persona. Las partes no entran y salen del proceso" (ESCOBAR
FORNOS, 1990: 147).
Ramos Méndez distingue entre sucesión procesal y sustitución procesal de este modo:
"... Mientras que el sustituto puede actuar los derechos del otro porque la norma lo
faculta para ello, el sucesor actúa derechos propios adquiridos durante la pendencia del
proceso. En la sustitución procesal no existe ninguna modificación subjetiva que afecte
a la posición de las partes, iniciándose el proceso por el sustituto y continuando en tal
calidad hasta la terminación del mismo. En cambio en la sucesión procesal la parte que
había iniciado el proceso desaparece y deja su puesto a un nuevo titular de los derechos
sobre la cosa litigiosa" (RAMOS MENDEZ; citado por VIERA RUIZ, 1995: 18).
"La sucesión procesal se origina por cambio de un sujeto. Por ello suele confundírsela
con la sustitución procesal (...). Existe, sin embargo, un elemento diferencial bien nítido.
En la sustitución juegan dos intereses, uno subordinante y el otro subordinado; el
primero el interés del sustituido y el segundo el del sustituto. El segundo es presupuesto
de la sustitución y el primero lo es de la acción ejercitada, de tal manera que el sustituto
persigue en el proceso la satisfacción de un INTERES AJENO como condición para
satisfacer su propio interés (...). En la sucesión, no existe más que un solo interés, que se
TRANSMITE de un sujeto a otro, por lo cual lo caracterizo como directo, pero no
originario" (PODETTI, 1949: 442).
Por su parte, Lino Palacio dice de la sucesión procesal y la sustitución procesal que "se
trata (...) de situaciones claramente diferenciables, pues mientras el sucesor procesal
actúa, a raíz del acto de transmisión, como titular directo de la relación jurídica
substancial controvertida, el sustituto procesal lo hace como titular de un derecho
vinculado a una relación substancial ajena. La diferencia se percibe aún con mayor
relieve si se repara en la circunstancia de que el sucesor reviste, o puede revestir (...) una
legitimación procesal excluyente, en tanto que el sustituto la comparte siempre con el
sustituido (...). Asimismo, el sucesor se halla facultado para realizar actos procesales
cuya ejecución está vedada al sustituto, como son todos aquellos que importen una
disposición de los derechos materiales del sustituido" (PALACIO, 1983, Tomo III: 342-
343).
Torres Aguilar sostiene acertadamente que "el efecto fundamental de la sucesión es que
el adquirente o cesionario sucede al transmitente y asume (en su provecho o perjuicio)
la actividad procesal anterior. Pudiera decirse que el asumente sucede no sólo en la
órbita del derecho material, sino que recibe además la titularidad procesal del
enajenante o cedente..." (TORRES AGUILAR, 1955: 660-661).
En relación a los efectos de la sucesión procesal, Lino Palacio asegura que "...
cualquiera sea la clase de sucesión procesal de que se trate (universal o singular), el
sucesor debe incorporarse al proceso en el estado en que éste se encontraba en el
momento de su intervención, siendo por lo tanto eficaces, a su respecto, todos los actos
procesales cumplidos hasta ese momento con la participación del transmitente del
derecho..." (PALACIO, 1983, Tomo III: 325).
Ramos Méndez pone de manifiesto que "... (se) produce alteraciones solamente en la
posición subjetiva de las partes, permaneciendo inalterado el objeto del proceso. Los
actos concluidos válidamente por el trasmitente de la cosa litigiosa conservan sus
efectos y su eficacia acumulada pasa al sucesor. Este no inicia un nuevo proceso, sino
que continúa el ya comenzado, pudiendo, a partir de su intervención, aprovechar todas
las oportunidades procesales no transcurridas. También las cargas procesales recaen
sobre el sucesor. En todo caso, el proceso no retrocede en su curso, sino que lo
continúa. La sucesión se inserta en la dinámica procesal en el momento en que se
produce el fenómeno traslativo que da lugar al cambio de partes" (RAMOS MENDEZ;
citado por VIERA RUIZ, 1995: 18).
"Las causas originarias pueden ser, bien una sucesión en el derecho material
controvertido en el proceso (cambio de carácter objetivo) por enajenación o cesión del
bien o derecho litigioso, verificada después de iniciada la litis pendencia, o constituida
la relación jurídico-procesal o si se quiere situación procesal, o bien ser debida a una
causa de carácter subjetivo, afectante al representante procesal o a los mismos litigantes.
El Código Procesal Civil regula los casos de sucesión procesal en su artículo 108,
estableciendo que dicha institución jurídica se presenta cuando:
1. Fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su sucesor,
salvo disposición legal en contrario.
Según se desprende del inciso 1) del artículo 108 del Código Procesal Civil, la sucesión
procesal se presenta cuando fallece una de las partes en el curso del proceso y es
reemplazada por su sucesor (a no ser que la ley lo prohíba expresamente, como cuando
se trata de derechos personalísimos).
Andrés de la Oliva y Miguel Angel Fernández anotan sobre este caso de sucesión
procesal que "... producida la muerte, los herederos del causante (…) se subrogan en
todos los derechos y obligaciones, incluidos los de carácter procesal (...), y resulta
presumible que tendrán interés en continuar con el proceso en la medida en que
quedarán afectados por sus resultados. La muerte es la causa más típica -y frecuente- de
cambio de partes. Se produce éste como consecuencia de un hecho que ocurre con
independencia de la voluntad de los litigantes, aunque la subrogación del sucesor en el
lugar de la parte no opere (...) de modo automático" (DE LA OLIVA; Y FERNANDEZ,
1990, Volumen I: 485-486).
Lino Palacio, en lo que atañe a la sucesión procesal por fallecimiento de una de las
partes, afirma que:
"… En el caso de las personas físicas, la sucesión universal se produce con motivo de su
fallecimiento (real o presunto), circunstancia que engendra la transmisión de las
relaciones jurídicas substanciales a favor de las personas (herederos) a quienes, en
virtud de la ley o del testamento, corresponde el patrimonio de la persona fallecida (…).
(...) Cuando alguna o algunas de las relaciones jurídicas fuesen objeto de controversia
en un proceso, el acto de transmisión determina un desplazamiento de la legitimación
procesal del causante hacia los herederos, a quienes corresponde citar a fin de que
asuman la posición de parte (activa o pasiva) que aquél asumía con anterioridad a su
fallecimiento" (PALACIO, 1983, Tomo III: 327).
"... La muerte de una de las partes produce la suspensión de la relación procesal (...),
pero no su extinción, por cuanto el heredero no sólo sucede en los bienes y deudas del
causante, sino que continúa su persona (...), y aun cuando hay un cambio físico, en
realidad hay unidad jurídica, de manera que no puede decirse que la relación procesal
haya sido alterada (...). La declaratoria de herederos (o la aprobación del testamento en
su caso) sólo individualiza a los sucesores, pero no les confiere una distinta calidad.
Reintegrada la relación procesal con la intervención de los herederos, éstos ocupan la
misma situación que tenía el causante, de tal manera que los actos cumplidos quedan
firmes y tendrán en adelante las mismas facultades y deberes que a aquél correspondía.
(…) Mientras subsiste el estado de indivisión de la herencia, ésta constituye una entidad
jurídica de la que los herederos son solamente sus elementos, y en ese caso ellos
constituyen una sola parte. Producida la partición, cada heredero puede asumir el
carácter de parte distinta, pero en ese caso se produce el estado de litis consorcial que
autoriza la unificación de la personería..." (ALSINA, 1956, Tomo I: 497-498).
Al respecto, Satta asevera que "cuando la parte desaparece (…) por muerte u otra causa,
el proceso se prosigue por el sucesor universal o en contra suya. Esta es la llamada
sucesión en el proceso, que no es sino un reflejo de la sucesión en la posición jurídica
del de cujus. Como se transmiten los derechos y las aplicaciones, así se transmiten las
pretensiones y las legitimaciones, sea en sentido activo como en sentido pasivo, y por lo
tanto el ejercicio mismo de la acción, con las situaciones procesales ya producidas..."
(SATTA, 1971, Volumen I: 160-161).
Redenti, en lo que concierne al caso de sucesión procesal que nos ocupa en este punto,
manifiesta lo siguiente:
"En el curso del proceso, puede sobrevenir por lo pronto la muerte de una parte en
sentido sustancial, que sea ya al mismo tiempo parte de ese mismo proceso. y como la
sucesión ocurre en la acción in statu terminis, en este caso la sucesión in universum ius
implica también la sucesión de los herederos al difunto en la posición procesal de parte,
tal como estaba en aquel momento y cualquiera que fuese el objeto o la materia del
litigio (es decir, la res in iudicium deducta [cosa deducida en el juicio]). Incluso puede
haber sucesión aunque el proceso hubiese sido instituido perperam [inútilmente], sin
tener por objeto una pretensión cualquiera sobre la cual pudiera dar el juez providencias
de fondo. Partes del proceso vendrán a ser, pues, de iure, los herederos, y podrán éstos
por consiguiente comparecer de hecho ellos mismos en juicio para proseguirlo (ergo
compareceren juicio) in locum defuncti [en lugar del difunto]. Si ellos no creen deber
hacerloespontáneamente, el proceso se detiene por el momento en su desarrollo, pero las
otras partes podrán tomar la iniciativa de lIamarlo en juicio a fin de que éste prosiga,
salvo siempre a ellos (los herederos) el comparecer y estar en él efectivamente o quedar
ausentes y desconocedores de él y dejarlo que siga su curso. Tanto en un caso como en
el otro, sufrirán después todas las consecuencias, en cuanto al fondo y en cuanto a los
gastos, así como para todo otro efecto. Si nadie toma la iniciativa de la prosecución post
mortem, también el proceso se extinguirá a su vez" (REDENTI, 1957, Tomo I: 172).
11.5.2 Sucesión procesal por extinción o fusión de persona jurídica que intervino
como parte procesal
Según se infiere del inciso 2) del artículo 108 del Código Procesal Civil, la sucesión
procesal se presenta cuando se produce la extinción o fusión de una persona jurídica
(llamada también persona ideal o moral o colectiva) que es parte en un proceso y sus
sucesores en el derecho discutido se apersonan al proceso a efecto de intervenir en él en
lugar de la persona jurídica extinguida o fusionada.
"... La extinción de una persona de existencia ideal que fuere parte en un proceso
pendiente no encuadra, como principio, en el esquema de la sucesión procesal.
(...) La extinción o disolución del ente de existencia ideal no trae aparejada la pérdida de
su personalidad jurídica, la cual continúa subsistiendo aunque al solo efecto de concluir
las operaciones pendientes y de liquidar el correspondiente patrimonio (...). De ello se
sigue que las personas jurídicas extinguidas continúan gozando de capacidad para ser
partes en los procesos que estuvieren sustanciándose a la fecha de su extinción, ya que
dichos procesos encuadran (...) dentro de los actos propios de la etapa de liquidación.
(...) Un supuesto de sucesión procesal podría encontrarse, sin embargo, en los casos de
absorción o de fusión de sociedades, en los cuales se verifica, respectivamente, la
desaparición de la sociedad o sociedades absorbidas o de todas las que se funden, y la
creación de una sociedad nueva. Si existen procesos pendientes en los cuales son parte
la sociedad o sociedades extinguidas, o la sociedad absorbente, dicha calidad debe
considerarse transferida al nuevo ente social, que podrá continuar interviniendo a título
de sucesor procesal. Esta situación, sin embargo, no puede gravitar en desmedro de la
otra parte, la cual estará eventualmente facultada para hacer efectivos los resultados del
proceso sobre el capital de la sociedad frente a la cual litigaba, a cuyo efecto tendrá
preferencia con respecto a los acreedores de la otra u otras sociedades" (PALACIO,
1983, Tomo III: 331-332).
11.5.3 Sucesión procesal por transferencia del derecho discutido mediante acto
entre vivos
Se colige del inciso 3) del artículo 108 del Código Procesal Civil que la sucesión
procesal se presenta cuando en el curso de un proceso una de las partes cede o transfiere
(por acto entre vivos, se entiende) su derecho respecto del cual existe controversia,
ocupando el adquirente la posición procesal de aquélla, en su reemplazo, a no ser que
medie oposición de la contraparte (lo cual no significa que su conformidad deba ser
expresa, pudiendo operar también en forma tácita, si no se opone o guarda silencio
cuando tenga que absolver el traslado respectivo de tal situación), en cuyo caso el
enajenante o transfiriente del derecho discutido se mantiene dentro de la relación
jurídica procesal como litisconsorte de su sucesor (adquirente).
Según Redenti "... en este caso prosigue el proceso en relación a la parte originaria,
enajenante, pero con efectos para el adquirente (...). Hay, pues, también una sustitución
procesal, pero queda siempre a salvo la posibilidad de que el adquirente intervenga o
sea llamado a participar en el proceso, Y entonces el enajenante puede ser excluido y
cesa la sustitución. Hay, en cambio, una sucesión del adquirente al enajenante en la
posición procesal de parte y en el estar en juicio" (REDENTI, 1957, Tomo I: 173).
"... Tiene lugar la substitución a título singular cuando la cosa litigiosa es enajena da a
un tercero. La enajenación puede traducirse en un daño para la parte contraria a la que la
efectuó, y es necesario, en consecuencia, garantizarla dentro del proceso (...). De dos
maneras puede procurarse esa garantía: o se prohíbe la enajenación de la cosa
autorizando una medida precautoria (embargo, inhibición, anotación de litis), o se
permite la enajenación, pero en forma que el proceso continúe entre las partes
originarias, con efecto también respecto del tercero a quien se hará extensivo mediante
el procedimiento de la intervención obligada.
(...) En este segundo caso, tenemos una substitución de parte, puesto que la que enajenó
la cosa litigiosa continúa actuando, pero en representación de un interés ajeno, o sea del
adquirente. Este no puede intervenir en el proceso sino con el consentimiento de la parte
actora, y en este supuesto, a la substitución en la relación substancial, habrá que agregar
la substitución en la relación procesal.
Esto se explica porque la sentencia debe referirse al momento en que se trabó la relación
procesal, y los hechos posteriores no pueden alterarla sino cuando media conformidad
de los sujetos procesales" (ALSINA, 1956, Tomo I: 498-499).
En rigor, toda transferencia debería importar un cambio de las partes, lo que en terreno
práctico es inconcebible.
El problema ha existido siempre, y se lo ha resuelto a veces fuera del proceso,
estableciendo una indisponibilidad del bien por efecto de la pendencia del proceso (o
directamente una ilicitud de la transferencia, con la nulidad consiguiente): cosa
evidentemente excesiva. Otra solución más atemperada ha sido la de mantener intacta la
disponibilidad, pero sancionando a la vez la extensión de la cosa juzgada al
causahabiente. (...) el proceso, en caso de transferencia inter vivos, continúa
desenvolviéndose entre las partes originales (...). Los causahabientes pueden intervenir
y ser llamados en causa: y en todo caso la sentencia causa estado con relación a ellos,
desde que no pueden considerarse terceros, a ningún efecto (...).
"Si en el curso del proceso se transfiere el derecho controvertido a título particular o por
acto entre vivos (por ejemplo, por venta de la cosa litigiosa o por cesión del derecho
controvertido hecha a un tercero adquirente, extraño al proceso), o por causa de muerte
(por ejemplo, si en el curso de un proceso de reivindicación muere el demandado; y
resulta en su testamento que ha dispuesto él de la cosa reivindicada a favor de un
legatario), esa transferencia a título particular del derecho sustancial no tiene efecto
alguno sobre la relación procesal: la cual continúa 'entre las partes originarias', es decir,
si la enajenación ha ocurrido inter vivos, frente al enajenante (a pesar de que él, a
consecuencia de la enajenación, no sea ya titular del derecho sustancial controvertido);
y si ha ocurrido causa mortis, frente al sucesor universal de la parte difunta a pesar de
que la cosa controvertida no haya sido dejada a él, sino al legatario). De este modo el
enajenante que continúa siendo parte y estando legitimado en un proceso en que se
controvierte de un derecho no perteneciente ya a él, asume en dicho proceso después de
la enajenación, la función de sustituto procesal del adquirente; y el sucesor universal
asume en él la misma posición en relación al legatario (...).
Pero (...), aun prosiguiendo el proceso frente al enajenante o al sucesor universal, 'el
sucesor a título particular (adquirente o legatario) puede intervenir o ser llamado al
proceso, y si las otras partes consienten en ello, el enajenante o el sucesor universal
puede ser objeto de extromisión'. En tal caso, pues, puede verificarse, junto al sustituto
procesal que está en causa por un derecho ajeno, la intervención litisconsorcial del
titular de ese mismo derecho (adquirente o legatario); y puede verificarse directamente
una extromisión, es decir, una ulterior sucesión procesal entre el sustituido procesal, que
deja de ser parte en el proceso, Y el titular del derecho que ocupa su puesto.
Para Lino Palacio "... la sucesión procesal a título particular se verifica cuando,
hallándose pendiente el proceso, cualquiera de las partes transmite a un tercero, por
cualquier título, sea mortis causa (por legado) o por acto entre vivos, la cosa o el
derecho litigioso" (PALACIO, 1983, Tomo III: 333). El mencionado tratadista
argentino precisa que:
(...)
Pese a la negativa expresa de la otra parte, el sucesor singular puede siempre ingresar al
proceso a título de interviniente adhesivo simple o coadyuvante, es decir, como parte
accesoria (...).
Lino Palacio termina advirtiendo que "... cualquiera que sea la forma en que se haya
producido la sucesión procesal a título singular, los efectos de la sentencia alcanzan al
transmitente del derecho y al sucesor. Cuando ese último ha asumido la condición de
parte principal, es asimismo responsable por el pago de las costas devengadas con
motivo de la anterior intervención del sucedido" (PALACIO, 1983, Tomo III: 336).
11.5.4 Sucesión procesal por vencimiento del plazo del derecho discutido que da
lugar a su adquisición o recuperación por persona distinta a la parte procesal
Se infiere del inciso 4) del artículo 108 del Código Procesal Civil que la sucesión
procesal se presenta cuando el derecho que es materia de debate judicial está sometido a
plazo, vencido el cual una persona adquiere el mismo o lo recupera, convirtiéndose así
en sucesor de quien perdió el referido derecho debido al vencimiento del plazo.
"... El Artículo ciento ocho (del C.P.C.) denunciado como inaplicado se refiere al caso
de sucesión procesal, en el cual una persona ingresa en sustitución de otra a ocupar su
posición en la relación procesal, y el caso de autos es uno distinto, pues se ha
demandado directamente a la sucesión y ésta no ha ingresado después en el lugar del
fallecido..." (Casación Nro. 284499/ Chincha, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 07-07-2000, pág. 5566).
"... La cesión de derechos dentro de un proceso civil, se produce por escrito presentado
ante el Juez con firma legalizada..." (Casación Nro. 1427-97/ Cono Norte, publicada en
el Diario Oficial El Peruano el 18-10-1998, pág. 1974).