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Artículo I. – Justicia Penal.

1. La justicia penal es gratuita, salvo el pago de las costas procesales establecidas conforme a este
Código. Se imparte con imparcialidad por los órganos jurisdiccionales competentes y en un plazo
razonable.
2. Toda persona tiene derecho a un juicio previo, oral, público y contradictorio, desarrollado
conforme a las normas de este Código.
3. Las partes intervendrán en el proceso con iguales posibilidades de ejercer las facultades y derechos
previstos en la Constitución y en este Código. Los jueces preservarán el principio de igualdad procesal,
debiendo allanar todos los obstáculos que impidan o dificulten su vigencia.
4. Las resoluciones son recurribles, en los casos y en el modo previsto por la Ley. Las sentencias o
autos que ponen fin a la instancia son susceptibles de recurso de apelación.
5. El Estado garantiza la indemnización por los errores judiciales.

PRONUNCIAMIENTOS JURISPRUDENCIALES
1 Principio derecho de igualdad.
DÉCIMO TERCERO: Que, asimismo cabe afirmar que el principio de gratuidad
en la Administración de Justicia se constituye en un mecanismo de realización
del principio derecho de igualdad, establecido en el artículo 2º inciso 2 de la
Constitución Política del Estado, por cuanto debe procurarse que las
diferencias socioeconómicas entre los ciudadanos no sean trasladadas al
ámbito del proceso judicial, en el cual las controversias deben ser dilucidadas
con pleno respeto al principio de igualdad entre las partes y a la igualdad de
armas, de modo que el hecho de que una de ellas cuente con mayores
recursos económicos que la otra no devenga necesariamente en una ventaja
que determine que la autoridad jurisdiccional vaya a resolver a su favor.
Consideraciones por la que debemos fijar como criterio rector que: el
Ministerio Público expida copias de las actuaciones principales, siempre y
cuando la defensa técnica cumpla con acreditar la condición específica del
beneficiario y adjuntar la verificación socio-económica del beneficio. (CAS. N°
172-2011-LIMA SPP).

2 Principio de independencia de la función jurisdiccional.


3.3.2. En este sentido “el principio de independencia de la función
jurisdiccional tiene dos dimensiones:
a) Independencia externa. Según esta dimensión, la autoridad judicial,
en el desarrollo de la función jurisdiccional, no puede sujetarse a ningún
interés que provenga de fuera de la organización judicial en conjunto, ni
admitir presiones para resolver un caso en un determinado sentido. Las
decisiones de la autoridad judicial, ya sea que ésta se desempeñe en la
especialidad constitucional, civil, penal, penal militar, laboral, entre otras, no
pueden depender de la voluntad de otros poderes públicos (Poder Ejecutivo o
Poder Legislativo, por ejemplo), partidos políticos, medios de comunicación o
particulares en general, sino tan solo de la Constitución y de la ley que sea
acorde con ésta. (…).
b) Independencia interna. De acuerdo con esta dimensión, la
independencia judicial implica, entre otros aspectos, que, dentro de la
organización judicial: 1) la autoridad judicial, en el ejercicio de la función
jurisdiccional, no puede sujetarse a la voluntad de otros órganos judiciales,
salvo que medie un medio impugnatorio; y, 2) que la autoridad judicial, en el
desempeño de la función jurisdiccional, no pueda sujetarse a los intereses de
órganos administrativos de gobierno que existan dentro de la organización
judicial.
En cuanto al primero de los puntos mencionados, cabe mencionar que el
principio de independencia judicial prohíbe que los órganos jurisdiccionales
superiores obliguen a los órganos de instancias inferiores a decidir de una
determinada manera, si es que no existe un medio impugnatorio que de mérito
a tal pronunciamiento. De este modo, siempre que medie un medio
impugnatorio las instancias superiores podrán corregir a las inferiores
respecto de cuestiones de hecho o de derecho sometidas a su conocimiento,
según sea el caso.
En cuanto al segundo punto, el principio de independencia judicial implica, en
primer término, la separación de las funciones jurisdiccionales de las
funciones administrativas que eventualmente pudieran desempeñar los
jueces dentro de la organización judicial, de manera que las funciones propias
de esta administración no puedan influir en la decisión judicial que se
adoptará en un determinado proceso. En efecto, si un magistrado ha sido
elegido por sus iguales como su representante para desempeñar funciones
de naturaleza administrativa, entonces resulta evidente que, para
desempeñar el encargo administrativo, mientras este dure, debe suspender
sus actividades de naturaleza jurisdiccional, de modo tal que no pueda influir
en la resolución de un determinado caso. Así sucede por ejemplo, en el
ejercicio de la labor de los presidentes de la Corte Suprema, de las Cortes
Superiores de Justicia, de la Oficina de Control de la Magistratura, entre otros”
(Subrayado nuestro) [Conforme STC N.º 0004-2006-AI/TC, FJ 18].
3.3.3. Conviene precisar que la garantía de la independencia del juez está
íntimamente ligada al derecho a ser juzgado por un juez imparcial, que si bien
“no se encuentra reconocido expresamente en la Constitución. Ello, sin
embargo, no ha impedido a este Tribunal reconocer en él a un derecho
implícito que forma parte de un derecho expreso. A saber, del derecho al
debido proceso, reconocido en el inciso 3) del artículo 139° de la Constitución”
[Cfr. STC 6149-2006-AA/TC, FJ 48]. De allí que, este mismo Tribunal ha
reconocido la relación de complementariedad que existe entre ambas
garantías al expresar que “mientras la garantía de la independencia, en
términos generales, alerta al juez de influencias externas, la garantía de la
imparcialidad se vincula a exigencias dentro del proceso, definidas como la
independencia del juez frente a las partes y el objeto del proceso mismo. De
este modo, ambas deben ser entendidas como una totalidad, por lo que no
puede alegarse el respeto al principio de independencia mientras existan
situaciones que generen dudas razonables sobre la parcialidad de los jueces”
(Subrayado nuestro) [Cfr. STC Nº 02465-2004-AA/TC, FJ 9].
3.3.4. Habiendo quedado demostrado la vinculación que existe entre la
independencia e imparcialidad del juez, resulta necesario identificar las dos
vertientes de la imparcialidad: subjetiva y objetiva. En lo que respecta a la
imparcialidad subjetiva, ésta se refiere a cualquier compromiso que pudiera
tener el juez con las partes procesales o con el resultado del proceso. Desde
esta perspectiva, el derecho a un juez imparcial garantiza que una persona
no sea sometida a un proceso o procedimiento en el que el juez, o quien está
llamado a decidir sobre la cuestión litigiosa, tenga algún tipo de compromiso
con alguna de las partes o con el resultado del mismo. Al lado de la dimensión
subjetiva, el Tribunal también ha destacado en el principio de imparcialidad
una dimensión objetiva, referida a la influencia negativa que puede tener en
el juez la estructura del sistema, restándole imparcialidad, es decir, si el
sistema no ofrece suficientes garantías para desterrar cualquier duda
razonable [Cfr. STC N.º 06149-2006-PA/TC, FFJJ 54 a 57]. Así, cuando el Estado
ha otorgado a determinadas personas la facultad de ejercer los elementos de
la jurisdicción, lo ha hecho justamente para asegurar que sea un tercero el
que resuelva los conflictos jurídicos que puedan surgir entre privados, o,
entre el Estado y los ciudadanos. Y es que sólo un tercero puede asegurar que
el conflicto puesto a su conocimiento sea resuelto con objetividad. Esta
posición de neutralidad implica un compromiso de respeto hacia las partes,
por lo que crear desajustes durante el proceso que inclinen la balanza a favor
o en contra del imputado resultaría una grave violación a esta responsabilidad
y desnaturalizaría la esencia del rol del Juez [Cfr. STC Nº 02568-2011-PHC/TC,
FJ 14].
3.3.5. De este modo, no puede invocarse el principio de independencia en tanto
existan signos de parcialidad, pues según el entero del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, el cual comparte este Colegiado: “[Un] Tribunal no podría,
sin embargo, contentarse con las conclusiones obtenidas desde una óptica
puramente subjetiva; hay que tener igualmente en cuenta consideraciones de
carácter funcional y orgánico (perspectiva objetiva). En esta materia, incluso
las apariencias pueden revestir importancia (...); debe recusarse todo juicio
del que se pueda legítimamente temer una falta de imparcialidad. Esto se
deriva de la confianza que los tribunales de una sociedad democrática deben
inspirar a los justiciables (...)” (subrayado nuestro, Tribunal Europeo de
Derechos Humanos. Caso De Cubber contra Bélgica, del 26 de octubre de
1984) [Cfr. STC N.º 0004-2006-PI/TC, FJ 20].
3.3.6. Esta teoría, llamada de la apariencia y formulada por el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos con el brocardo “justice must not only be done; it must
also be seen to be done” [no sólo debe hacerse justicia, sino también
parecerlo que se hace] (Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Caso
Delcourt vs. Bélgica, de 17 de enero de 1970, párrafo 31), no consiente que, en
abstracto, este Tribunal pueda establecer cuáles son esas condiciones o
características de orden orgánico o funcional que impiden que un juzgador
pueda ser considerado como un ente que no ofrece una razonable
imparcialidad. Su evaluación, por el contrario, debe realizarse en cada caso
concreto [Cfr. STC N.º 06149-2006-PA/TC, FJ 59].
3.3.7. Cabe aclarar que la teoría de la apariencia aplicada a la imparcialidad
de los jueces, es perfectamente aplicable, también, a la independencia con
que deben contar los mismos al momento de impartir justicia. En este sentido,
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos estima que “es preciso recordar
que para poder establecer sin un tribunal puede ser considerado
“independiente” debe tenerse en cuenta, entre otras cosas, la forma de
designación de sus miembros y la duración de su mandato, la existencia de
garantías frente a presiones externas y la cuestión relativa a la apariencia de
independencia que presenta el colegiado. En lo que se refiere a la
“imparcialidad”, existen dos aspectos que deben tenerse en cuenta con
relación a este requisito. En primer lugar, el tribunal debe hallarse
subjetivamente libre de cualquier prejuicio o tendencia personal. En segundo
lugar, debe ser imparcial también desde el punto de vista objetivo, es decir,
debe ofrecer las suficientes garantías para excluir cualquier duda legítima al
respecto (…). Los conceptos de independencia e imparcialidad objetiva están
estrechamente vinculados y (…) la Corte los considerará de manera conjunta
en relación al presente caso” (Subrayado nuestro) [Caso Morris vs. Reino
Unido]. (STC. EXPEDIENTE N° 00512-2013-PHC/TC-PASCO).
3 Principio de correlación como garantía judicial.
3.3.1. El principio de correlación o congruencia entre lo acusado y lo
condenado, aun cuando –expresamente– no esté enunciado en la ley procesal
especial de la materia, es el límite a la potestad de resolver del órgano
jurisdiccional, e impone como sanción la invalidación del acto procesal, de lo
cual se infiere no sólo la existencia de la institución, sino también su
importancia.
Una calificación distinta –al momento de sentenciar– eventualmente puede
afectar el derecho de defensa, ya que puede introducir temas jurídicos y
elementos tácticos no discutidos en el proceso.
3.3.3. El derecho a ser informado de la acusación es un atributo del derecho
de defensa que integra, entre otros, el debido proceso y, por ende, la tutela
jurisdiccional, a la par que constituye lo primordial del principio acusatorio; el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Caso Plissier y Sasso vs. Francia,
25 de marzo de 1999), ha sostenido, al respecto, que: “[…] tal exigencia es una
condición esencial de la equidad del procedimiento, para lo cual en materia
penal se requiere una información precisa y detallada de los cargos que pesan
sobre un acusado, lo que incluye la calificación jurídica -en realidad, la razón
jurídica de la imputación- que los Tribunales pudieran presentar en su
contra”.
3.3.4. Entonces, los principios acusatorio y contradictorio se integran y
complementan, toda vez que el primero identifica los elementos necesarios
para individualizar la pretensión penal e individualizar al procesado, mientras
que el segundo custodia que el acusado pueda alegar y/o presentar todas las
pruebas que estime necesarias para su interés.
3.3.5. De ahí que el derecho del procesado de conocer la acusación tiene como
correlato el principio contradictorio, cuya máxima expresión garantista es la
inmutabilidad de la acusación, en virtud de la cual el juez puede dar al hecho
imputado una definición jurídica diferente, pero no puede modificarlo. Empero,
cuando, a consecuencia de lo anterior, tuviera que acudir a otro tipo penal, tal
modificación implicaría la variación de la estrategia de defensa -si está no se
encuentra implícita en la nueva disposición- que su vez exige el conocimiento
previo del imputado para garantizar su defensa y el contradictorio, tanto más
si, constitucionalmente, está proscrita la indefensión. (CAS. N° 828-2014-
LAMBAYEQUE SPP).

4 Garantías procesales como límite a la actuación de la justicia penal.


5.2. […], las garantías constitucionales del proceso penal se erigen como límite
a la actuación de la justicia penal, y se reconocen dos bloques de garantías
procesales: las genéricas, que engloba el derecho a la presunción de
inocencia, la tutela jurisdiccional efectiva, el derecho de defensa y el debido
proceso; y, las específicas, que se derivan de las genéricas y tienen el derecho
a la igualdad de armas, igualdad ante la ley, inmediación, inviolabilidad de
domicilio, derecho a un juez natural, prohibición de valoración de la prueba
prohibida. (CAS. N° 336-2016-CAJAMARCA SPP).

5 Presupuestos para acredita estado de indefensión o desigualdad de armas de


las partes.
Trigésimo Sétimo. El derecho a no quedar en estado de indefensión se
conculca cuando a los titulares de los derechos e intereses legítimos se le
impide ejercer los medios legales suficientes para su defensa; pero no
cualquier imposibilidad de ejercer estos medios produce un estado de
indefensión que atenta contra el contenido constitucionalmente protegido del
derecho, sino que es constitucionalmente relevante cuando se genera una
indebida y arbitraria actuación del órgano que investiga o juzga al individuo.
Esto se produce cuando el justiciable se le impide, de modo injustificado
argumentar a favor de sus derechos e intereses legítimos. (CAS. N° 413-2014-
LAMBAYEQUE SPP).

6 Derecho de igualdad de armas o igualdad procesal.


OCTAVO: Que el principio de igualdad de armas, previsto en el apartado 3) del
artículo I del Título Preliminar NCPP incide en la exigencia de que las partes
cuenten con los mismos medios de ataque y defensa e idénticas posibilidades
y cargas de alegación, prueba e impugnación, a efectos de evitar
desequilibrios entre sus respectivas posiciones procesales. El principio de
igualdad de armas es una proyección del genérico principio de igualdad, el
cual hay que estimarlo vulnerado cuando el legislador crea privilegios
procesales carentes de fundamentación constitucional alguna o bien el
legislador, o bien el propio órgano jurisdiccional crean posibilidades
procesales que se le niegan a la parte contraria (GIMENO SENDRA, Vicente:
“Derecho Procesal Penal”, 2da edición, Colex, Madrid, 2007, pp. 91-94). En tal
virtud, no debe invocarse su vulneración en todo acto procesal, pues existen
casos en los que justificadas razones establecidas por la ley, reconocen a
determinada parte procesal, como es el caso del fiscal cuando hace uso de la
facultad asignada por la Constitución de ejercitar la acción penal. Tal ejercicio
no puede ser interpretado como una vulneración del principio de igualdad de
armas, que tiene su principal plasmación en la actividad probatoria, en la que
concurrentemente se requiere de la inmediación de un órgano jurisdiccional
y la vigencia directiva del principio procesal de contradicción, que integra el
contenido constitucionalmente protegido de la garantía de defensa procesal.
(CAS. N° 54-2009-LA LIBERTAD SPP).

7 Pluralidad de instancia para los sujetos procesales legitimados en el proceso.


Décimo Sexto. El derecho a impugnar está consagrada por el inciso sexto del
artículo ciento treinta y nueve de la Constitución Política del Estado, que
preceptúa como garantía del debido proceso, la pluralidad de instancia en
cualquier proceso jurisdiccional o administrativo; sin embargo, la
normatividad legal que regula estos procesos, en nuestro caso, el Código
Procesal Penal, señala a los sujetos procesales legitimados para que este
derecho pueda ser ejercido.
Décimo Sétimo. El artículo ciento cuatro del Código Procesal Penal establece
que las facultades del actor civil son; deducir nulidad de actuados, ofrecer
medios de investigación y de prueba, participar en los actos de investigación
y de prueba, intervenir en el juicio oral, interponer recursos impugnatorios
que la ley prevé; correspondiendo precisar que sin perjuicio de aquellos
derechos, también le son atribuidos los derechos que le asiste al agraviado;
así, tenemos que el artículo noventa y cinco de la citada norma señala como
derechos –entre otros en su inciso d)– impugnar el sobreseimiento y la
sentencia absolutoria. (CAS. N° 828-2014-LAMBAYEQUE SPP).

8 Derecho fundamental a la pluralidad de la instancia.


13. El derecho a la pluralidad de instancias forma parte del debido proceso
judicial y goza de reconocimiento a nivel internacional en la Convención
Americana de Derechos Humanos, la cual en su artículo 8° inciso 2 parágrafo
h) ha previsto que toda persona tiene el “... Derecho de recurrir del fallo ante
juez o tribunal superior...”.
14. El Tribunal Constitucional tiene expuesto, en uniforme y reiterada
jurisprudencia, que el derecho de acceso a los recursos o a recurrir las
resoluciones judiciales es una manifestación implícita del derecho
fundamental a la pluralidad de la instancia, reconocido en el artículo 139°,
inciso 6, de la Constitución, el cual, a su vez, forma parte del derecho
fundamental al debido proceso, reconocido en el artículo 139°, inciso 3, de la
Norma Fundamental (Cfr. SSTC 1243-2008-PHC, fundamento 2; 5019-2009-
PHC, fundamento 2; 2596-2010-PA; fundamento 4).
15. Con relación al contenido del derecho a la pluralidad de instancia, este
Tribunal tiene establecido que se trata de un derecho fundamental que “tiene
por objeto garantizar que las personas, naturales o jurídicas, que participen
en un proceso judicial tengan la oportunidad de que lo resuelto por un órgano
jurisdiccional sea revisado por un órgano superior de la misma naturaleza,
siempre que se haya hecho uso de los medios impugnatorios pertinentes,
formulados dentro del plazo legal” (Cfr. RRTC 3261-2005-PA, fundamento 3;
5108-2008-PA, fundamento 5; 5415-2008-PA, fundamento 6; y STC 0607-2009-
PA, fundamento 51). En esa medida, el derecho a la pluralidad de la instancia
guarda también conexión estrecha con el derecho fundamental a la defensa,
reconocido en el artículo 139°, inciso 14, de la Constitución. (STC. EXP. N°
07683-2013-PHC/TC-LIMA).

9 Inicio y fin del cómputo del plazo razonable del proceso.


6. […] el cómputo del plazo razonable del proceso penal comienza a correr
desde la apertura de la investigación preliminar del delito, el cual comprende
la investigación policial o la investigación fiscal; o desde el inicio del proceso
judicial en los casos de delitos de acción privada, por constituir el primer acto
oficial a través del cual la persona toma conocimiento de que el Estado ha
iniciado una persecución penal en su contra. Ahora bien, conviene precisar
que el momento inicial puede coincidir con la detención policial o con otra
medida restrictiva de derechos, pero que tal supuesto no constituye requisito
indispensable para habilitar el inicio del cómputo del plazo, pues es claro que
aquél momento comienza con la indicación oficial del Estado a una persona
como sujeto de una persecución penal.
7. En relación a la finalización del cómputo del plazo, este Tribunal
Constitucional, en reiterada jurisprudencia, ha establecido que el momento
final del cómputo del plazo razonable del proceso penal opera en el momento
en que el órgano jurisdiccional expide la decisión definitiva que resuelve la
situación jurídica de la persona. Y este examen, a juicio del Tribunal, se debe
efectuar en relación con la duración total del proceso penal que se desarrolla
contra la persona (análisis global del proceso) hasta que se dicte sentencia
definitiva y firme que resuelva su situación jurídica, incluyendo los recursos
previstos en la ley y que pudieran eventualmente presentarse (Cfr. STC 5350-
2009-PHC, F.J. 19; STC 4144-2011-PHC, F.J. 20 entre otras). (STC. EXP. N°
00295-2012-PHC/TC-LIMA).

10 Consecuencia jurídica de la violación al plazo razonable:


9. […] la eventual constatación por parte de la judicatura constitucional de la
violación del derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable no puede ni
debe significar el archivo definitivo o la conclusión del proceso judicial de que
se trate (civil, penal, laboral, etc.), sino que, bien entendidas las cosas, lo que
corresponde es la reparación in natura por parte de los órganos
jurisdiccionales, la misma que consiste en emitir el pronunciamiento
definitivo sobre el fondo del asunto en el plazo más breve posible.
10. El Tribunal Constitucional arriba a dicha conclusión por cuanto entiende
que el derecho al plazo razonable del proceso es un derecho de naturaleza
inclusiva, en la medida en que su ámbito de tutela puede alcanzar a más de
un titular. Así, tratándose de un proceso penal, la cobertura constitucional
puede alcanzar no sólo al procesado, sino también a la víctima o la parte civil.
Por ello, es posible que, cada vez que se determine la violación del derecho
al plazo razonable del proceso, se afecte también el derecho a obtener
satisfacción jurídica en un tiempo razonable de la víctima o la parte civil. Y es
que, una situación como la descrita, esto es, la prolongación del proceso más
allá de lo razonable, podría afectar por igual a ambas partes; y si ello es así,
debería considerarse también la tutela del derecho de la víctima o la parte
civil. De ahí la necesidad de que la consecuencia jurídica sea la emisión de la
decisión que resuelva de manera definitiva la situación jurídica del procesado.
Dicho con otras palabras, que el órgano jurisdiccional emita pronunciamiento
definitivo sobre el fondo del asunto en el plazo más breve posible.
11. Así las cosas, este Tribunal considera que, en el caso de un proceso penal,
no puede establecerse por ejemplo, la exclusión del procesado, el
sobreseimiento del proceso o e1 archivo definitivo del proceso penal como si
fuera equivalente a una decisión de absolución emitida por el juez ordinario,
sino que, actuando dentro del marco constitucional y democrático del proceso
penal, el órgano jurisdiccional debe emitir el pronunciamiento definitivo sobre
el fondo del asunto en el plazo más breve posible, declarando la inocencia o
responsabilidad del procesado, y la consiguiente conclusión del proceso
penal. En cualquier caso, como es obvio, tal circunstancia no exime de las
responsabilidades a que hubiere lugar para quienes incurrieron en ella, y que
deben ser dilucidados por los órganos competentes (Cfr. STC 3689-2008-PHC,
F.J. 10).
12. Por último, el referido plazo más breve posible para la emisión del
pronunciamiento que resuelva de manera definitiva la situación jurídica del
procesado debe ser fijado o establecido según las circunstancias concretas
de cada caso. Y es que el plazo para el pronunciamiento definitivo sobre el
fondo del asunto no debe ser fijado una vez y para siempre, de modo que sea
aplicable en todos los casos, sino que éste debe ser fijado de manera objetiva
y razonable por el juez constitucional en atención a las circunstancias
concretas de cada caso, sobre todo teniendo en cuenta el estado actual del
proceso, por cuanto la fijación del mismo puede resultar un imposible en
algunos casos y/o puede constituir un exceso en otros. (STC. EXP. N° 00295-
2012-PHC/TC-LIMA).

11 Transcurso del plazo razonable en el proceso penal (comienzo y conclusión):


“15. El derecho a ser juzgado en un plazo razonable constituye una
manifestación implícita del derecho al debido proceso establecida en el
artículo 139°, inciso 3 de la Constitución Política del Perú. El Tribunal
Constitucional ha señalado que sólo se puede determinar la violación del
contenido constitucionalmente protegido del mencionado derecho a partir del
análisis de los siguientes criterios: a) la actividad procesal del interesado; b)
la conducta de las autoridades judiciales y c) la complejidad del asunto. Estos
elementos permitirán apreciar si el retraso o dilación es indebido, lo cual
como ya lo ha indicado el Tribunal Constitucional, es la segunda condición
para que opere este derecho.
16. El Tribunal Constitucional en la sentencia recaída en el expediente N° 5350-
2009- PHC/TC, caso Salazar Monroe, respecto de la determinación de los
extremos dentro de los que transcurre el plazo razonable del proceso penal,
es decir, el momento en que comienza (dies a quo) y el instante que debe
concluir (dies ad quem) ha precisado que: “(…) a. La afectación del derecho a
ser juzgado dentro de plazo razonable, reconocido en el inciso 1) del artículo
8° la Convención Americana sobre Derechos Humanos, se debe apreciar en
relación con la duración total del proceso penal que se desarrolla en contra
de cierto imputado (análisis global del procedimiento), hasta que se dicta
sentencia definitiva y firme (dies ad quem), incluyendo los recursos de
instancia que pudieran eventualmente presentarse; y, b. El plazo razonable
del proceso penal comienza a computarse (dies a quo) cuando se presenta el
primer acto del proceso dirigido en contra de determinada persona como
probable responsable de cierto delito, que a su vez puede estar representado
por: i) la fecha de aprehensión o detención judicial preventiva del imputado; o
ii) la fecha en que la autoridad judicial toma conocimiento del caso”. (EXP. N°
01922-2012-HC/TC; FJ. 15 y 16).

12 Naturaleza inclusiva del derecho al plazo razonable:


“9. Al respecto, este Tribunal Constitucional considera pertinente definir la
línea jurisprudencial fijada, y, por tanto, precisar que la eventual constatación
por parte de la judicatura constitucional de la violación del derecho a ser
juzgado dentro de un plazo razonable no puede ni debe significar el archivo
definitivo o la conclusión del proceso judicial de que se trate (civil, penal,
laboral, etc.), sino que, bien entendidas las cosas, lo que corresponde es la
reparación in natura por parte de los órganos jurisdiccionales, la misma que
consiste en emitir el pronunciamiento definitivo sobre el fondo del asunto en
el plazo más breve posible.
10. El Tribunal Constitucional arriba a dicha conclusión por cuanto entiende
que el derecho al plazo razonable del proceso es un derecho de naturaleza
inclusiva, en la medida en que su ámbito de tutela puede alcanzar a más de
un titular. Así, tratándose de un proceso penal, la cobertura constitucional
puede alcanzar no sólo al procesado, sino también a la víctima o la parte civil.
Por ello, es posible que, cada vez que se determine la violación del derecho
al plazo razonable del proceso, se afecte también el derecho a obtener
satisfacción jurídica en un tiempo razonable de la víctima o la parte civil. Y es
que, una situación como la descrita, esto es, la prolongación del proceso más
allá de lo razonable, podría afectar por igual a ambas partes; y si ello es así,
debería considerarse también la tutela del derecho de la víctima o la parte
civil. De ahí la necesidad de que la consecuencia jurídica sea la emisión de la
decisión que resuelva de manera definitiva la situación jurídica del procesado.
Dicho con otras palabras, que el órgano jurisdiccional emita pronunciamiento
definitivo sobre el fondo del asunto en el plazo más breve posible.
11. Así las cosas, este Tribunal considera que, en el caso de un proceso penal,
no puede establecerse por ejemplo, la exclusión del procesado, el
sobreseimiento del proceso archivo definitivo del proceso penal como si fuera
equivalente a una decisión de absolución emitida por el juez ordinario, sino
que, actuando dentro del marco constitucional y democrático del proceso
penal, el órgano jurisdiccional debe emitir el pronunciamiento definitivo sobre
el fondo del asunto en el plazo más breve posible, declarando la inocencia o
responsabilidad del procesado, y la consiguiente conclusión del proceso
penal. En cualquier caso, como es obvio, tal circunstancia no exime de las
responsabilidades a que hubiere lugar para quienes incurrieron en ella, y que
deben ser dilucidados por los órganos competentes (Cfr. STC 3689-2008-
PHC.F.J. 10)”. (EXP. N° 00295-2012-PHC/TC; FJ. 9 al 11).

13 Igualdad de posibilidades para las partes procesales:


“Octavo. Que el principio de igualdad de armas, previsto en el apartado 3) del
artículo I del Título Preliminar NCPP incide en la exigencia de que las partes
cuenten con los mismos medios de ataque y defensa e idénticas posibilidades
y cargas de alegación, prueba e impugnación, a efectos de evitar
desequilibrios entre sus respectivas posiciones procesales. El principio de
igualdad de armas es una proyección del genérico principio de igualdad, el
cual hay que estimarlo vulnerado cuando el legislador crea privilegios
procesales carentes de fundamentación constitucional alguna o bien el
legislador, o bien el propio órgano jurisdiccional crean posibilidades
procesales que se le niegan a la parte contraria (GIMENO SENDRA, Vicente:
“Derecho Procesal Penal”, 2da edición, Colex, Madrid, 2007, pp 91-94). En tal
virtud, no debe invocarse su vulneración en todo acto procesal, pues existen
casos en los que justificadas razones establecidas por la ley, reconocen a
determinada parte procesal, como es el caso del fiscal cuando hace uso de la
facultad asignada por la Constitución de ejercitar la acción penal. Tal ejercicio
no puede ser interpretado como una vulneración del principio de igualdad de
armas, que tiene su principal plasmación en la actividad probatoria, en la que
concurrentemente se requiere de la inmediación de un órgano jurisdiccional
y la vigencia directiva del principio procesal de contradicción, que integra el
contenido constitucionalmente protegido de la garantía de defensa procesal”.
(CAS. N° 54-2009-LA LIBERTAD; FJ. 8/S.P.P.).

14 Las dos manifestaciones del principio de igualdad, igualdad entre las partes
e igualdad de armas:
“Décimo Segundo (…) Cabe afirmar que el principio de gratuidad en la
administración de justicia se constituye en un mecanismo de realización del
principio - derecho de igualdad, establecido en el artículo segundo inciso
segundo de la Constitución Política del Estado, por cuanto debe procurarse
que las diferencias socioeconómicas entre los ciudadanos no sean
trasladadas al ámbito del proceso judicial, en el cual las controversias deben
ser dilucidadas con pleno respeto al principio de igualdad entre las partes y a
la igualdad de armas, de modo que el hecho de que una de ellas cuente con
mayores recursos económicos que la otra no devenga necesariamente en una
ventaja que determine que la autoridad jurisdiccional vaya a resolver a su
favor (Sentencia del Tribunal Constitucional número cinco mil seiscientos
cuarenta y cuatro guion dos mil ocho guion PA oblicua TC, del diecisiete de
setiembre de dos mil nueve)”. (CAS. N° 171-2011-LIMA; FJ. 12/S.P.P.).

15 La construcción del objeto del proceso penal:


“Quinto (…) 5.2. (…) conforme a las disposiciones doctrinales establecidas en
el fundamento noveno del Acuerdo Plenario número cuatro - dos mil siete/CJ
- ciento dieciséis, el OBJETO DEL PROCESO PENAL, o con más precisión el
hecho punible, es fijado o delimitado por la Fiscalía, a partir del cual se
consolidan y desarrollan los principios acusatorio - eje de esa institución
procesal y que, en puridad, conforma al juez - y de contradicción -referido a
la actuación de las partes-; sin embargo, ello no implica, que las demás no
incidan en la determinación o ámbito de la sentencia del Tribunal -o que ésta
sólo debe pronunciarse acerca de los aspectos fijados por la acusación-; es
así, que el principio de exhaustividad impone la obligación al juez de
pronunciarse sobre los alcances más relevantes de los hechos, de las
pruebas, y de las pretensiones de las partes procesales, o de la resistencia
hecha valer por el acusado, siendo esto a lo que propiamente se le denomina
OBJETO DEL DEBATE.
5.3. (…) desde la perspectiva del principio acusatorio y de contradicción, los
hechos imputados deben respetarse, no puede alterarse; es decir, la
sentencia no puede contener un relato táctico que configure un tipo penal
distinto o que introduzca circunstancias diferentes o nuevas que agraven -de
oficio, sin necesidad de previo debate, aunque el Tribunal puede incorporar
circunstancias atenuantes- la responsabilidad del acusado; sin embargo,
adicionalmente se indica que el Tribunal, conforme a la prueba actuada y
debatida en el juicio oral, puede ampliar detalles o datos para hacer más
completo y comprensivo el relato, siempre que no implique un cambio de
tipificación y que exista coincidencia básica entre la acusación y los hechos
acreditados en la sentencia”. (R.N. N° 2916-2011-MOQUEGUA; FJ. 5.2 y
5.3/S.P.T.).

16 El plazo razonable como exigencia para lograr un pronunciamiento judicial


“efectivo”:
“Quinto. (…) El plazo razonable no sólo debe ser entendido al trámite que
existe entre la presentación de una denuncia y la decisión sobre el fondo, sino
que dicho concepto debe ser entendido también como una exigencia para
lograr un efectivo pronunciamiento judicial, así como que los acusados no
permanezcan durante largo tiempo bajo acusación y asegurar que su
tramitación se realice prontamente, en tal sentido todo proceso debe tener un
límite de duración sin vulnerar los derechos humanos. También es preciso
indicar el Juzgador no puede irrogarse funciones que no le corresponde, esto
que por mandato constitucional sólo el Ministerio Público es el titular de la
acción penal y tiene el deber de la carga de la prueba -artículo ciento
cincuenta y nueve de la Constitución Política-, porque se encuentra facultado
a presentar y solicitar al Juzgador la realización de todas las pruebas
necesarias para el esclarecimiento de los hechos, función que no puede ser
asumido por el Poder Judicial”. (R.N. N° 984-2010-LORETO; FJ. 5/S.P.P.).
17 Contenido esencial del derecho fundamental a recurrir:
“11. El artículo I, inciso 4, del Título Preliminar del Nuevo Código Procesal Penal
establece como pauta garantizadora del derecho a la impugnación que “[...]
las resoluciones son recurribles en los casos y en el modo previsto por la
Ley. Las sentencias o autos que ponen fin a la instancia son susceptibles del
recurso de apelación”. Es decir, eleva como categoría fundamental el derecho
a recurrir, el cual es desarrollado posteriormente en el Libro IV del citado
Código, donde se encuentran establecidos los preceptos generales de la
impugnación –véanse los artículos 404 al 412–, y las regulaciones de los
recursos –artículos 413 al 438– así como también de la acción de revisión –
artículos 439 al 445–; sin embargo, se debe precisar que este derecho
fundamental no goza de carácter absoluto, pues la impugnación de las
resoluciones judiciales solo procede por los medios y en los casos
expresamente establecidos por la Ley (véase el artículo 404, inciso 1, del
NCPP)”. (Acuerdo Plenario N° 1-2012/CJ-116. FJ. 11).

18 Determinación de la razonabilidad de un plazo procesal:


77. El artículo 8.1 de la Convención también se refiere al plazo razonable. Este
no es un concepto de sencilla definición. Se pueden invocar para precisarlo
los elementos que ha señalado la Corte Europea de Derechos Humanos en
varios fallos en los cuales se analizó este concepto, pues este artículo de la
Convención Americana es equivalente en lo esencial, al 6 del Convenio
Europeo para la Protección de Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales. De acuerdo con la Corte Europea, se deben tomar en cuenta
tres elementos para determinar la razonabilidad del plazo en el cual se
desarrolla el proceso: a) la complejidad del asunto; b) la actividad procesal
del interesado; y c) la conducta de las autoridades judiciales. (Corte IDH, Caso
Genie Lacayo vs Nicaragua, sentencia de fecha 29 de enero de 1997, párrafo
77.).

19 Determinación de la razonabilidad de un plazo procesal:


155. La Corte ha establecido que es preciso tomar en cuenta tres elementos
para determinar la razonabilidad del plazo: a) la complejidad del asunto, b) la
actividad procesal del interesado, y c) la conducta de las autoridades
judiciales. El Tribunal considera pertinente precisar, además, que en dicho
análisis de razonabilidad se debe tomar en cuenta la afectación generada por
la duración del procedimiento en la situación jurídica de la persona
involucrada en el mismo, considerando, entre otros elementos, la materia
objeto de controversia. Si el paso del tiempo incide de manera relevante en la
situación jurídica del individuo, resultará necesario que el procedimiento
corra con más diligencia a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve.
(Corte IDH, caso Valle Jaramillo y otros vs Colombia, sentencia de fecha 27 de
noviembre de 2008, párrafo 155).

20 Configuración de la afectación al plazo razonable por la duración del


procedimiento:
“196. Finalmente, con respecto al cuarto elemento, el cual se refiere a la
afectación generada por la duración del procedimiento en la situación jurídica
de las personas involucradas, la Corte ha dicho que para determinar la
razonabilidad del plazo se debe tomar en cuenta la afectación generada por
la duración del procedimiento en la situación jurídica de la persona
involucrada en el mismo, considerando, entre otros elementos, la materia
objeto de controversia. Así, el Tribunal ha establecido que, si el paso del
tiempo incide de manera relevante en la situación jurídica del individuo,
resultará necesario que el procedimiento corra con más diligencia a fin de
que el caso se resuelva en un tiempo breve. En el presente caso la Corte ya
determinó que la prisión preventiva de los acusados excedió el plazo
razonable. En relación a lo anterior, el Tribunal considera que efectivamente
durante el período en que los acusados estuvieron detenidos
preventivamente, era exigible del Estado una mayor diligencia en la
investigación y tramitación del caso, de modo a no generar un perjuicio
desproporcionado a su libertad.” (Corte IDH, caso Argüelles y otros vs.
Argentina, sentencia de fecha 20 de noviembre de 2014, párrafo 196).

21 Configuración del derecho a recurrir:


“159. La Corte ha indicado que el derecho de recurrir del fallo, consagrado por
la Convención, no se satisface con la mera existencia de un órgano de grado
superior al que juzgó y condenó al inculpado, ante el que éste tenga o pueda
tener acceso. Para que haya una verdadera revisión de la sentencia, en el
sentido requerido por la Convención, es preciso que el tribunal superior reúna
las características jurisdiccionales que lo legitiman para conocer del caso
concreto. Conviene subrayar que el proceso penal es uno solo a través de sus
diversas etapas, incluyendo la tramitación de los recursos ordinarios que se
interpongan contra la sentencia.
161. De acuerdo al objeto y fin de la Convención Americana, cual es la eficaz
protección de los derechos humanos, se debe entender que el recurso que
contempla el artículo 8.2.h. de dicho tratado debe ser un recurso ordinario
eficaz mediante el cual un juez o tribunal superior procure la corrección de
decisiones jurisdiccionales contrarias al derecho. Si bien los Estados tienen
un margen de apreciación para regular el ejercicio de ese recurso, no pueden
establecer restricciones o requisitos que infrinjan la esencia misma del
derecho de recurrir del fallo. Al respecto, la Corte ha establecido que “no
basta con la existencia formal de los recursos sino que éstos deben ser
eficaces”, es decir, deben dar resultados o respuestas al fin para el cual
fueron concebidos.
163. El juez o tribunal superior encargado de resolver el recurso interpuesto
contra la sentencia penal tiene el deber especial de protección de las
garantías judiciales y el debido proceso a todas las partes que intervienen en
el proceso penal de conformidad con los principios que lo rigen.
164. La posibilidad de “recurrir del fallo” debe ser accesible, sin requerir
mayores complejidades que tornen ilusorio este derecho.
165. Independientemente de la denominación que se le de al recurso existente
para recurrir un fallo, lo importante es que dicho recurso garantice un
examen integral de la decisión recurrida”. (Caso Herrera Ulloa Vs. Costa Rica;
Capitulo XI, Párrafo 159, 161, 163 al 165).

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