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En el presente capítulo, impone distinguir una forma criminal que orienta la acción punible
del homicida, necesariamente ligada a otra muerte de la misma naturaleza penal, pues la
finalidad básica es facilitar u ocultar ese delito que afloró el autor. Este polémico
tratamiento, no es otro que las figuras especiales del delito de homicidio agravado conexo
con otro delito, hoy considerado como problemática motivadora de nuestra investigación
científica, se remonta a mediados del siglo XIX en la biografía del derecho, periodo de
apogeo del primer Código Penal peruano que regulaba este accidente inevitable de
comisión, para “ejecutarse como medio para cometer otro delito”35; razón preponderante,
por la que actualmente conserva su vigencia, con una guisa adecuada en el designio legal:
“Asesinato para facilitar u ocultar otro delito”. Pero, aquello pone de manifiesto, la
influencia que tuvo en la presentación de un modo homicida con una nueva expresión más
pulida, a fin de determinar principio básico en aplicación de la Ley. Por eso, es propicio el
empleo de una metodología oportuna, con el propósito de intervenir y buscar acercarnos a
su realidad criminal, de forma que permita conocer las características típicas del homicida,
inclusive, discernir el proceder de su perpetración para establecer conexión con otro delito,
adscritos al hecho “criminis causae” (matar para ocultar el delito), que erige la acción
comisiva de una conducta utilizada como medio para facilitar u ocultar la consumación de
un segundo delito. Esto alude, a un solo hecho concreto, para glosar que esta modalidad
calificada del asesinato, debe necesariamente estar encauzada a la producción criminal de
la víctima, aunque, la existencia de otras personas que nada tuvieron que ver, sea materia
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35. Código Penal peruano de 1863, Sección Segunda, Título III, Artículo 10º, Inciso 9), página 13.
de obstáculo en la consumación fáctica, tendrían que ser también pasibles de asesinato, en
la conclusión material o bien para ocultar la comisión de otro delito, con fines al encuentro
de un soporte fundamental dentro de la Ley penal. Este diseño antijurídico, se encuentra
regulado en el Artículo 108º, Inciso 2), de nuestra legislación punitiva, establece proteger y
define su ejecución jurídica, como circunstancia exigida, para fijar expresamente una
sanción adecuada de 15 años de pena privativa de la libertad y máxima de 35 años, a los
concurrentes bajo esta modalidad criminal.
Por último, ambas figuras antijurídicas obradas por el asesino, deberá siempre propiciar el
cauce criminal de un tipo penal ajeno, mientras que la primera acción posibilita un delito
distinto, el segundo acto se comete para ocultar ese delito distinto, siendo ello, totalmente
disímil en su conexión material, ya que, cada perpetración se ejecuta llegando a un solo
punto, pero, todas orientadas a encontrar una relación causal con el otro delito.
Esta calificante del tipo conexo, supone un vínculo formal en su obra fáctica, para instaurar
la producción ideal de su plan concluyente, por causa de una muerte que constituiría parte
del mismo plan. Lo real del hecho punible, que se regula en el Artículo 108º, inc. 2) de la Ley
penal, es para aludir el castigo del asesino que mate a otro, facilitando u ocultando otro
delito. Aquello refiere, que el autor, lleve a cabo esa idea homicida, para encaminar la
concreción mediante su producto, otro delito similar o de disimilitud, y, en ese orden del
tipo, subsumiría también, el acto de disfrazar el delito final. Este delito que engendra doble
función delictiva del autor, debe revestir tipicidad que condicione los elementos que la
conforman, designando al “asesinato primigenio como medio utilizado” en la acción, en
tanto, el segundo sería encauzado como el otro delito que se pretende perpetrar,
denominado “objetivo de acción final”. Entendiendo, por supuesto, que en la mente del
ejecutor se ajusta la intención premeditada de su meta criminal, para inferir con actitud
inmediata, todo obstáculo que impida avanzar al destino que proyectó, pues, la fijación de
su propósito se encuentra precisamente en revelar esa trabazón, con la finalidad de
asesinar a su víctima y en conclusión a ello, generar el otro delito.
Por tales ilustraciones, es imprescindible citar también las opiniones vertidas de algunos
tratadistas reconocidos en materia penal, con la finalidad de conseguir una significación real
de los acontecimientos doctrinales, que de seguro servirán para sustentar el proyecto de
nuestra investigación científica. Por ello, me honra referir los asertos del maestro Ricardo
Núñez, porque su expresión fortalece nuestra postura, cuando dice que: “La esencia del
agravamiento en el homicidio criminis causa, consiste en una conexión ideológica, aunque
Núñez, sostiene que se comprende una unión final y también impulsiva36. Núñez, en un
razonamiento más inmediato, reafirma que la calificante de tipicidad produce la mayor
responsabilidad penal en la “conexión para encaminar otro delito”. Sin embargo, si esta
ejecución para buscar el otro delito, no obtuviera ningún resultado material en su
perpetración, solamente su sensación idónea, será pasible de agravación y no impedirá su
desarrollo criminal. Por lo que, coincidimos y compartimos su postura en el vínculo que sirve
como impulso para cometer otro delito, pese a la irrelevancia en la producción de su
resultado final, las características criminales serán permanentes e invariables en su
conducta.
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36. Núñez, ob. cit., t. III, p. 51; Fontán Balestra, ob. cit., t. IV, ps. 106 y ss.
En otro planteamiento conceptual, el reconocido jurista Carlos Creus, sostiene al respecto
que: “(…) El homicidio tiene como finalidad asegurar los resultados del otro delito, cuando
mediante él se procura afirmar la pertenencia de los beneficios que se han obtenido del
otro delito ya consumado o de lo que se piensa obtener del delito que se va a cometer”,
luego, al deducir el análisis, la figura comisiva del delito fin en el asesinato, el mismo autor
contrapone que: “Claro está que si el otro delito ha sido consumado o intentado por el
mismo autor del homicidio, se da un concurso real entre ambos”37. Conclusión juiciosa, que
se recibe con sumo aprecio, pero, no es pasible de compartir, dado que su comentario,
desvirtúa los efectos resultantes del delito fin, pues, si se obtuvo o no, la pertenencia de
beneficios como consecuencia de su consumación o circunstancia de frustración, ello, se
tornaría insustancial para la Ley peruana, porque la norma no solo busca, la perpetración
homicida, sino que, mediante la obra inhumana, pueda alcanzar también el cauce para
asegurar el otro delito. El fundamento contrario del maestro Creus, adecua positivamente
la conexidad de la muerte con el delito final, ese objetivo se resume en la consecución de
un provecho lucrativo de su materialidad homicida, suponiendo también, delito que decidió
perpetrar o que ya se había consumado; que más parece mencionar, que el otro delito, se
refiere a la comisión de un latrocinio (hurto, robo o cualquier otro interés). Sin embargo, al
concluir la interpretación jurídica el profesor Creus, discurre contrariamente su postura,
aludiendo que se trata de un concurso real de delitos, debido a la concomitancia de un
espacio transcurrido “in eodem tractu temporis” (que significa: en el mismo periodo de
tiempo), entre una y otra acción antijurídica, como si fueran dos Leyes independientes
dentro de una misma figura, que se deberían sancionar individualmente. Ciertamente
referimos que, este contenido jurídico polemizado, se basa a que su propia normativa legal,
ha sido elaborada casi en su totalidad, tomando como modelo el precepto del Código Penal
francés38, donde justifica con imperioso mandato el divorcio de ambas leyes especialmente
en el punto que las relaciona. Sin tomar en cuenta, que su discrepancia, provocaría
controversia legal entre legislaciones contrarias, disponiendo una calificación opuesta a la
nuestra, al suponer la calificación por concurso real de delitos.
En virtud del cual, lo sustentado por la Ley de Argentina, no constituye una respuesta
suficiente para adecuarla como un argumento sustancial en nuestro
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37. Creus, ob. Cit., págs. 32 a 34.
38. Código francés, Art. 304º, cuya forma, antes de la variación introducida en 1832, era aún mucho más severa y objetiva que la actual,
que limita la simultaneidad como agravante sólo al caso en que se trata de un crimen. Garraud, ibid., p. 288 y sgtes. Ver las censuras de
Chauveau-Hélie, III, Nº 1302.