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EL CAMBIO SEMANTICO

Es frecuente cuando leemos textos antiguos encontrarnos con palabras conocidas, pero
de significado que nos parece extraño o diferente al actual. O con otros que, significando
aproximadamente lo mismo, tienen un significante diferente. Y, por fin, puede ocurrir que
topemos con palabras hoy ya totalmente caídas en desuso.
En efecto, son todas las posibilidades de cambios semánticos que pueden producirse.
Siendo el sentido de la palabra el significado de un significante, esto es, la relación que
existe entre su forma y su contenido, cada vez que dicha relación se deteriora cambia el
sentido. He aquí los diferentes casos que pueden ocurrir:
SIGNIFICANTE → permanece
A)
SIGNIFICADO → cambia

Por ejemplo, «ahorrar» significaba en la época clásica 'librar', significado que conserva
aún en frases como «ahórreme usted esta papeleta»; pero hoy en día su significado
más usual es el de 'no gastar el dinero para conservarlo'. «Luego» significaba
antiguamente 'en seguida' y así se usa aun en algunos países hispanoamericanos-.
«Puesto que», 'aunque', etcétera.
Es el cambio semántico más frecuente, porque al ser el significante algo real y
perceptible, varia poco; en tanto el significado, como algo inmaterial y más evanescente,
se desliza, cambia.
SIGNIFICANTE → cambia
B)
SIGNIFICADO → permanece
El sonido, la forma de la palabra, evoluciona a través del tiempo, pero su significado
permanece inalterable. Pueden servir de ejemplo algunos casos de arcaísmos como
«comde» (conde), «miraclo» (milagro), etcétera.
SIGNIFICANTE → desaparece
C)
SIGNIFICADO → se expresa
de otra forma
Se trata en este caso de arcaísmos fonéticos o de sustituciones léxicas. Puede servir
como ejemplo el que poníamos hace poco con las palabras «comic», nueva, y «tebeo»,
la usual hasta hace poco, y que esta desapareciendo.
SIGNIFICANTE → cambia
D)
SIGNIFICADO → desaparece
Ocurre sobre todo por el avance de la técnica, cambio de costumbres, etcétera. Es así
como, por ejemplo, la palabra «coche» en el siglo XVI podía significar un carro de
caballerías, y hasta un medio de transporte diferente. Hoy, «coche» significa algo tan
alejado de aquello como un «automóvil». O como la palabra «camisa», que
antiguamente significaba una prenda interior larga, ya en desuso. Al dejar de usarse el
objeto, el significante se acomoda a significar otros objetos similares, o los que
sustituyen a los olvidados, de ahí el actual «camisa». Para un español del siglo XVI, «ir
en camisa» era ir prácticamente desnudo o impresentable. El cambio del significado ha
ocurrido por debajo de la permanencia del significante.
Véase una explicación clara y sencilla de todos estos aspectos por un excelente
gramático español, Manuel Seco:
¿A qué se debe que, mientras la forma de las palabras apenas se modifica con el paso
de los siglos, su significado esté expuesto siempre al cambio? Hay una explicación
general: la forma de la palabra es una realidad física, perceptible por los sentidos, fácil
de conservar; en cambio, el significado es una imagen mental, que por su propia
naturaleza tiene unos limites imprecisos y que, por tanto, es fácil que no coincida
exactamente en unos u otros individuos, o en distintos momentos de uno mismo. Por
otra parte, las realidades externas -las cosas, los ambientes y los hablantes- tienden a
dar a lo nuevo el lugar que ocupaba lo viejo, no sólo en la vida, sino en el lenguaje. Las
palabras son vehículos que de vez en cuando cambian su pasajero, o alguno de sus
pasajeros, y continúan rodando indefinidamente.
Veamos el ejemplo de la palabra 'siesta'. Empezó siendo 'la hora sexta', que en la
medida romana del tiempo era el 'mediodía'. Por ser ésta en verano una hora calurosa,
pasó a significar 'el calor del mediodía' ('A cazar va don Rodrigo, / y aun don Rodrigo de
Lara; / con la gran SIESTA que hace / arrimado se ha a una haya' -dice un romance
viejo-. Se llamó también 'siesta' al tiempo que sigue al mediodía, y de ahí el 'descanso
que se tomaba en ese tiempo'. Como el mediodía era la hora en que se comía, 'siesta'
vino a relacionarse con la idea de 'después de comer' y no ya con la de 'después del
mediodía', y hoy se llama 'siesta' solamente 'el sueño que se toma después de la
comida', aunque esta la efectúan los españoles unas tres horas después del verdadero
mediodía. Vemos, pues, cómo el contenido de una palabra ha cambiado, pasando de
designar un tiempo a lo que ocurre en ese tiempo o a continuación de el, y acabando
por designar un hecho que ya nadie relaciona con aquella primitiva idea temporal; nadie
llama hoy 'siesta' al mediodía.

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