De todo lo que venimos diciendo se colige que el significado lingüístico no es algo
sencillo, simple, que podamos aprender por el uso del diccionario solamente. Dado que la mayor parte del léxico es polisémico y que sólo se puede saber en qué acepción se usa una palabra cuando la palabra está realmente usada en una oración, está claro que el auténtico significado lingüístico es el de las oraciones y el que tienen las palabras en las oraciones. Aun más: el de las oraciones dichas en una determinada circunstancia, en una situación. La situación es el conjunto de condiciones psicológicas sociales e históricas que determinan la emisión de un enunciado en un momento dado. Pondremos un ejemplo, una misma frase en tres situaciones diferentes: → en la hípica Me como un caballo → en un restaurante « → en una partida de ajedrez
Las conclusiones se extraen por sí mismas.
El contexto por su parte, es una de estas circunstancias: la lingüística, esto es, las unidades lingüísticas que preceden y siguen a una unidad determinada, cuyo significado varía en relación con su contorno o contexto. El contexto es fundamental en el lenguaje escrito, en donde las circunstancias situacionales desaparecen. Veamos un ejemplo de palabras idénticas en contextos diferentes: - Si examinamos los recursos que tiene la lengua coloquial para traducir la idea de «pegar», «abofetear», nos encontramos con una cantidad poco menos que inagotable de posibilidades expresivas (...). La palabra «golpe», la menos cargada de efectividad, apenas si se emplea al efecto en la lengua coloquial. En lugar de «bofetada», se oye más frecuentemente «bofetón», siendo de eficacia mas concreta «torta»: «chuleta», «galleta» etcétera. «Extendimos el mantel en la hierba. De la cesta de mimbre salía un inequívoco olor a chuleta empanada, y por los entresijos laterales se dejaban ver las famosas tortas empiñonadas y adornadas de frutas». Es evidente que el contexto es el que decide en cada caso los valores semánticos, las acepciones, de «torta» y «chuleta». Estos casos de contexto y situación no son excepciones, sino moneda corriente del lenguaje que exige la presencia de unos valores semánticos, en definitiva, los que concretizan la acepción, por debajo de las teóricas y problemáticas definiciones de los diccionarios.