La secular importación de esclavos procedentes de Africa es, en la demografía
hispanoamericana, un factor cuyas consecuencias lingüísticas hay que tener muy en cuenta. La población negra constituye un contingente de alto porcentaje en las Antillas, litoral continental del Caribe y costa del Pacífico desde Panamá hasta el norte de Ecuador. En general, esta población negra habla el español coloquial de cada país, a veces, con notables arcaísmos, como en Puerto Rico, donde pervive el futuro hipotético «cantare», y donde la indicación del género en sustantivos referentes a personas se refuerza con fórmulas como «hijo macho». En el castellano hablado por los negros del occidente de Colombia se usa, sin carácter enfático, una negación antes del verbo y otra al final de la frase. Las influencias lingüísticas se manifiestan sobre todo en el léxico. Este abunda en nombres de plantas y frutas (malansa, banana); comidas y bebidas (funche, guarapo); instrumentos musicales y danzas (bongo, conga, samba); sustantivos diversos (macuto, burundanga); algún adjetivo (matungo); y algún verbo (ñangotarse).