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La razón más importante de la derrota del movimiento estudiantil fue el

que no recibió el apoyo masivo de las organizaciones laborales. Ello se debió al


control que se ejerce desde las centrales, pero también al hecho de que el proceso
de aumento de la riqueza no se interrumpió. Ya hemos dicho que aunque el reparto
no era proporcional a ese aumento, sí funcionó como un estabilizador. Lorenzo
Meyer calcula que al principio del presente siglo, lo que podríamos llamar las clases
altas comprendían entre el 0.5 y el 1.5 por ciento de la población, que la clase media
no llegaba al 8% y las clases bajas constituían el 90. La Revolución funcionó como
un movimiento estimulador del crecimiento de la clase media. En la década de los
sesentas llegó a crecer entre un 20 y un 30 por ciento. Las altas continuaron en la
misma proporción y las bajas habían retrocedido hacia el 70. Cita otras cifras de la
Secretaría del Trabajo y del Banco Mundial. Según la primera, al iniciarse la década
del 70, el 42 por ciento de la población económicamente activa tenía ingresos
mensuales inferiores a 500 pesos, mientras que sólo el 2 por ciento recibía 5,000
pesos o más. Porque cabe hacer notar una vez más que lo que se llama clase alta
está, a su vez, constituida por una pirámide cuya cúspide acapara un volumen
notable de riqueza. De acuerdo con el Banco Mundial, al iniciarse la década de los
sesenta el 3 por ciento de la población mexicana acaparó la mitad de la riqueza
nacional.

Estas generalizaciones sin duda deben matizarse. Probablemente la


estabilidad se debió a que aunque los porcentajes del reparto eran y son muy
injustos, se refieren a un volumen creciente de riqueza. Probablemente el índice más
importante de este progreso se muestra en el acelerado aumento demográfico que
se genera no porque nazcan más mexicanos -las antiguas familias eran enormes, de
once o doce hijos- sino porque mueren menos. En la primera década del siglo la
edad promedio de vida era de 35 años y en la década a que nos referimos alcanza a
los sesenta o sesenta y cinco. Esto ayuda a explicar porqué la población laboral no
se movió. Muchos trabajadores sentían el status de estudiante de enseñanza
superior como privilegiado y no alcanzaban a explicarse por qué se suspendían
labores en centros que le costaban tanto al pueblo. Además, Díaz Ordaz no
suspendió la reforma agraria y repartió once millones de hectáreas de tierra para
fines ejidales. Constituyó empresas tan importantes como la Empresa Mexicana del
Cobre, la Siderúrgica Lázaro Cárdenas las Truchas y el Consorcio Minero de Peña
Colorada. Al finalizar el régimen funcionaban 217 plantas petroquímicas, 157 de las
cuales pertenecían al sector privado. En fin, la tasa media de incremento anual del
Producto Interno Bruto fue del 7%, uno de los más altos de la historia mexicana.

Lo que ocurrió fue que el movimiento de 68 tuvo un carácter primordialmente


político; aunque los estudiantes fueron muy conscientes de las carencias del pueblo,
sus demandas inmediatas eran políticas y sí lograron una cierta apertura. Sin
embargo, esta apertura se canalizó por la desorganizada oposición política y se
pulverizó en muy variadas manifestaciones: la prensa tuvo un mayor margen de
libertad de crítica y aparecieron guerrillas urbanas y rurales, algunas de las cuales
estaban constituidas por jóvenes veteranos del 68.

Al tomar posesión de la presidencia Luis Echeverría en 1970, intenta


recuperar el equilibrio político que había perdido su antecesor y busca a toda costa
congraciarse con los gremios estudiantiles e intelectuales. En el fondo se trata de
controlarlos ofreciéndoles una participación en la vida política. Para ello pone en
libertad a los presos políticos, Vallejo sale de su larga prisión acompañado de Castillo
, Revueltas, De Gortari, Marcué Pardiñas, González de Alba y otros. Sin embargo, el
10 de junio de 1971, el jueves de Corpus, una manifestación estudiantil fue
salvajemente reprimida por un grupo paramilitar conocido con el nombre de los
Halcones, el cual había sido organizado en 1968. Nuevamente el número de heridos
y muertos fue ocultado a la opinión pública. Pero como el grupo represivo había
actuado bajo la tolerancia de la policía, el presidente Echeverría hizo renunciar al
regente de la ciudad de México, Alfonso Martínez Domínguez. Las circunstancias del
hecho jamás se aclararon y a pesar de las repetidas promesas los responsables
permanecieron en el anonimato. La opinión pública siempre sospechó que se trataba
de un ajuste de cuentas entre los políticos de la cúpula.
Echeverría Alvarez, Luis. Nació en la ciudad
de México en 1922. Realizó estudios de
Derecho en la UNAM. Ocupó diversos cargos
públicos en el PRI y fue secretario de
Gobernación de 1964 a 1969. Presidente de
México de 1970 a 1976. Durante su
administración puso en marcha la política
económica del desarrollo compartido y
elaboró la Carta de Derechos y Deberes
Económicos de los Estados, aprobada por la
Organización de Naciones Unidas. En 1977
fue designado Embajador de México en la
ONU para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO) y Embajador
Plenipotenciario para las Islas del Pacífico.

Proliferaron grupos de guerrilleros, muchos de ellos pertenecientes al ala


radical del Partido Comunista Mexicano, en un esfuerzo por repetir aquí el proceso
de la Revolución Cubana. En 1965 había sido atacado el Cuartel Madera en
Chihuahua, como una especie de réplica del Moncada. En los setenta se forma la
Liga 23 de Septiembre (llamada así en memoria de ese hecho), el Frente Estudiantil
Revolucionario, los Comandos Urbanos Patria o Muerte, entre otros. Sus actividades
y las formas como fueron combatidos no están suficientemente historiadas, y al
episodio se le ha llamado la "Guerra Secreta", porque a la opinión pública llegaron
escasas noticias, a veces en forma de asaltos bancarios, secuestros y cadáveres
abandonados, que no parecían pertenecer al mismo proceso. Lo que no se pudo
ocultar fueron las actividades de la guerrilla rural en el estado de Guerrero,
encabezada por Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, ambos maestros de escuela.
Aparentemente estos dos líderes no lograron la plena unidad, pero sí causa ron una
enorme inquietud en el estado, que prácticamente quedó bajo la vigilancia del
ejército. Fueron protagonistas de algunos secuestros de políticos importantes, entre
ellos el de Rubén Figueroa, entonces senador y más tarde gobernador. Ambos
caudillos encontraron la muerte violenta y sus movimientos se desintegraron. Pero el
síntoma era muy claro: urgía la apertura política solicitada en el 68.

El gobierno la concibió de manera institucional. Siguiendo los pasos de López


Mateos, se amplió la estructura de la Cámara de Diputados, estimulando la actividad
de los partidos de oposición. En 1973 se transformó la Ley Electoral, se amplió el
número de diputados de partido, se redujo la edad mínima a 21 años para diputados
y 30 para senadores.

José López Portillo.

En 1977 el presidente José López Portillo promovió otra transformación: se


aprobó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE)
que concibió a la representación nacional como mixta, constituida la Cámara de
Diputados por 300 de mayoría (es decir, del PRI) y 100 por representación
proporcional de minoría. Se condiciona el registro de los partidos a que obtengan el
1.5% del sufragio total. Los que se consideren con posibilidad de obtenerlo tendrán
un registro condicional tras reunir algunos requisitos; el registro será definitivo si
alcanzan el porcentaje. Se les proporciona a los partidos tiempo gratuito en los
medios de comunicación e incluso se les otorga un subsidio que sólo el PAN
rechaza. El árbitro de la situación de los partidos dentro de la LOPPE es la Comisión
Federal Electoral donde sólo están representados los partidos con registro. La ley
sólo se aplica a diputados, no a senadores ni a regidores municipales ni a otros
cuerpos colegiados.

Se trata de que la oposición viva, de que tenga recursos para hacer sus
campanas, las cuales cuestan cada vez más, pero que no consista sólo en
membretes o grupos pequeños que no hagan ningún tipo de campaña como se dice
que era el PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana). La medida
contribuyó a vigorizar el sistema de partidos, a disminuir la rebelión violenta y
benefició sobre todo al PAN, que no en vano había estado presente en las justas
electorales durante varias décadas. Obligó al Partido Comunista Mexicano, que
había repudiado a su ala radical y en consecuencia a la guerrilla, a que participara
seriamente en las elecciones, lo que hizo ya en las federales de 1982 unido a otros
partidos de izquierda, y bajo el nombre de Partido Socialista Unificado de México
(PSUM). Su base electoral fue muy pequeña: del total de los sufragios el 5.81 por
ciento en comparación con el 14.08 del PAN. Sin embargo, consideremos que su
trabajo para obtener una base electoral resultaba reciente.

Durante la década, la iniciativa privada continuó desarrollándose. Crecieron


consorcios bancarios muy fuertes que incluso extendieron sus actividades hacia el
exterior, como el Banco de Comercio y el Banco Nacional de México. Un grupo muy
importante de ingenieros y constructores, la ICA, hizo otro tanto. En la ciudad de
Monterrey se formaron varios grupos entre los que destacó Alfa, que abarcaron
muchísimas actividades financieras, industriales, turísticas, de construcción. Se
erigieron grandes centros comerciales a la manera de los Estados Unidos, como
Perisur en la ciudad de México, que trataron de atraer una clientela que tenía su
mirada puesta en los comercios extranjeros, especialmente de los norteamericanos.
Incluso nuestros programas de televisión invadieron el sur de los Estados Unidos.

Sin embargo, a mediados de la década se desata en el mundo un proceso


inflacionario cuyas causas el público desconoce. Su repercusión en México va a
causar una serie de trastornos y fenómenos inéditos cuyas consecuencias finales
aún no acaban de vislumbrarse. Ello ocurrió en el último tercio del gobierno de
Echeverría, quien, para apoyar psicológicamente nuestra moneda, anunció que
México poseía mantos petrolíferos muy extensos que nos podían colocar en los
primeros lugares de la exportación mundial. En todo caso de aproximadamente 1975
hasta 1982 la economía mexicana tuvo una serie de fluctuaciones en las que se
sucedieron periodos de auge y de crisis hasta que a fines del último año citado, se
hizo pública la gravedad del desastre, cuyas proporciones amenazaban incluso la
estabilidad financiera internacional.
López Portillo y Pacheco, José. Nació en la
ciudad de México en 1920. Realizó estudios
de Derecho en la UNAM. Inició su carrera
política en el Instituto de Estudios Políticos y
Económicos (IEPES) del PRI y a partir de
entonces desempeño diversos cargos
públicos. De 1973 a 1975 fue Secretario de
Hacienda y Crédito Público. Presidente de
México de 1976 a 1982. Es autor de
Quetzalcóatl, Don Q. Valoración de lo estatal
y Teoría del Estado Moderno.

Dos síntomas fueron muy espectaculares:

EL AUMENTO ACELERADISIMO DE LOS PRECIOS EN EL ORDEN


INTERNO Y EL CRECIMIENTO DE LA DEUDA EXTERNA.

El primero fue sentido directamente por el público, pues aunque era verdad
que se había experimentado un cierto tipo de inflación durante décadas, no se
trataba, sin duda, de los frenéticos aumentos que en unos cuantos meses dejaron
sin valor al peso como unidad monetaria. Las amas de casa contemplaban con
asombro que los comerciantes retiquetaban diariamente sus mercancías, que el
sistema de ventas a plazos quedó obsoleto porque todo el interés quedaba por
debajo de la velocidad del aumento y pronto se vio cumplirse una regularidad que
caracteriza todas las épocas inflacionarias: el aumento de salarios nunca alcanza el
aumento de los precios. Los salarios sólo aumentan por revisión de contratos de
trabajo o por huelgas, en cambio el comerciante únicamente cambia la tarjeta del
precio con el pretexto de que los costos han subido, sin mostrar la proporción entre
el aumento de los costos y el de los precios. Dado el caso, el presidente Echeverría
autorizó que las revisiones salariales de ley se hicieran anualmente y no cada dos
años. Se procuró establecer una vigilancia de precios, que no funcionó en la
práctica. Sólo fue efectiva en el área de las subsistencias populares, el
funcionamiento de la CONASUPO y de las tiendas sindicales.

Lo que el público no supo hasta después fue el aumento inusitado de la


deuda externa privada y pública. En 1970, al terminar el periodo de Díaz Ordaz, ésta
ascendía a 3 260 millones de dólares; en 76 subió a 16,000 millones de dólares. Ya
con el presidente José López Portillo, en 1981 era de 48,700 millones y en 1982 fue
de 80 mil millones. Al mismo tiempo los capitales mexicanos se fugaron al exterior en
proporciones escandalosas; tan sólo en 1981 se fugaron 11 mil millones de dólares y
para 82 ya eran 24 mil millones de dólares, cantidad equivalente a una cuarta parte
de la deuda externa.

Uno de los factores que motivaron la fuga de capitales fue la libre


convertibilidad de la moneda. Como el dólar tenía una equivalencia de 12.50 pesos,
los capitales se convertían a esa moneda y se depositaban en el exterior. Y como el
dólar era vendido libremente, hasta los pequeños ahorradores convertían sus pesos
a la moneda estadounidense, depositaban su dinero en los bancos nacionales en
cuentas de dólares para evitar la devaluación de sus ahorros. Esta dolarización
aceleró la devaluación de la moneda. Con objeto de evitarla Echeverría fijó en 1976,
un poco antes de terminar su gobierno, la nueva paridad en 24 pesos por dólar. Esta
medida, sin embargo, no detuvo la dolarización, la gente continuó comprando la
moneda norteamericana. Además, comenzando el gobierno de López Portillo se
procedió a explotar los nuevos yacimientos y a convertir a nuestro país en gran
exportador de petróleo. Por lo pronto, las nuevas instalaciones requerían cuantiosas
inversiones tanto para extracción como para petroquímica, las cuales se obtuvieron
aumentando la deuda externa en los términos ya mencionados. Al salir al mercado
exportador nos encontramos en plena competencia con las grandes compañías
internacionales, con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y
con un fenómeno que ha ocurrido muchas veces a los países de América Latina: que
los precios de los recursos naturales que se exportan no los fijan los países
productores, sino las fuerzas del mercado controladas generalmente por las grandes
potencias.

A pesar de la inflación, que provocaba sufrimiento público, del aumento de la


deuda, cuyo conocimiento no era público y de la fuga de capitales, tampoco
suficientemente detectada por la mayoría de los mexicanos, el auge petrolero fue
acompañado de una retórica de la riqueza. El presidente dijo que teníamos que
aprender a administrar la abundancia y muchos mexicanos se dedicaron
alegremente a gastar en consumo suntuario, viajes ostentosos de los cuales los
funcionarios públicos ponían el ejemplo, a comprar casas en los Estados Unidos, al
consumo del contrabando masivo, etc. Parecía un auge que tenía la inflación como
complemento natural.

Otro elemento de este complejo fenómeno fue el déficit en el gasto público, a


pesar de los préstamos y de las divisas petroleras. El gobierno gastó muchísimo más
de lo que percibía. Para tratar de atenuarlo se subió el precio de los servicios
públicos, en primer lugar de la gasolina y derivados del petróleo, de los servicios
eléctricos, telefónicos, postales, etc., lo cual a su vez estimuló la inflación en las
actividades conectadas con ellos. Se tuvo que subir también el precio de los granos
básicos, maíz, frijol, trigo, para que a los campesinos les resultara de alguna manera
redituable su cultivo.
Muchas voces previnieron al gobierno de los peligros que hay al convertir al
país en monoproductor, habida cuenta de la experiencia que teníamos más cercana,
la de Venezuela. Sobresalió la voz del ingeniero Heberto Castillo, quien, al salir de la
cárcel, había fundado un partido junto con Demetrio Vallejo, el Partido Mexicano de
los Trabajadores (PMT). Castillo advirtió contra la petrolización de la economía y
contra muchos malos manejos que no pasaron desapercibidos ante su ojo
matemático experto. Estos eran, sin embargo, apenas la punta de una corrupción
que después se comprendió en toda su magnitud. Aunque de manera demagógica
se dijo que México debía ser poliproductor, de hecho todo se apostó al petróleo. Por
eso, a mediados de 1981, cuando en el mercado internacional bajó el precio del
barril de petróleo, la economía mexicana sufrió un colapso y fue entonces cuando se
advirtió la gravedad de una situación que había sido construida año con año. El
presidente López Portillo se ufanaba de que la política petrolera había creado miles
de empleos y que el producto nacional había subido a un 8%, lo cual era cierto, pero
a partir del colapso todo comenzó a bajar aceleradamente. En 1982 el peso cayó de
26 a 37 por dólar y siguió bajando, o "deslizándose", según el término utilizado
actualmente.

Por último, el primero de septiembre de ese año, en su último informe


presidencial, López Portillo anunció la nacionalización de la banca en un emotivo
discurso. Culpo a los banqueros de haber propiciado la fuga de capitales y en
consecuencia la desdolarización, al grado de que por la escasez de divisas México
no podía hacer frente a los pagos de la deuda externa. ¿Cómo era posible que el
Banco de México se hubiera quedado sin sus reservas de dólares? Carlos Tello,
director del banco durante los tres primeros meses de la nacionalización, dice que el
monto altísimo de los créditos "sirvió para cubrir las necesidades de divisas del
sector privado", el cual, a pesar de necesitarlas, las había situado en el exterior.
Todo el proceso comprometió las finanzas públicas y las ganancias derivadas de la
exportación petrolera. Es decir, que sistemáticamente el gobierno había apoyado a
los que sacaban los capitales y a los que especulaban con el peso debido a la
irrestricta libertad cambiaria, sin reparar en la crisis inminente.

Si las cosas estaban así, era evidente que sólo mediante la nacionalización
de la banca se podía solucionar de raíz el problema.

Desde luego esta medida implicaba un control de cambios. Al igual que


muchas de las acciones radicales de los gobiernos mexicanos, ésta fue tomada
cuando se había perdido totalmente el control: como ocurrió con los trabajadores en
el caso de Vallejo, y con los estudiantes en el 68.

Se depositó en manos del presidente electo Miguel de la Madrid, un


instrumento formidable, pero el gobierno del presidente saliente se desmoronó. Era
la primera vez que un régimen no se quedaba para afrontar las consecuencias de
una medida radical. El lapso de septiembre a diciembre fue angustioso y sólo fue
soportable por las expectativas que suscitaba el modo de pensar del presidente
electo que se guardó sus opiniones, salvo las de formalidad de no criticar a su
antecesor. En sus manos estaba mostrar la bondad o el defecto de una medida que
encajaba en el proceso de las históricas nacionalizaciones: la de los bienes del clero,
la de la tierra, la del petróleo, la de los ferrocarriles, la de la industria eléctrica.
Madrid Hurtado, Miguel de la. Nació en
Colima en 1934. Realizó estudios de Derecho
en la UNAM. En 1960 ingresó al Banco de
México y en 1964 se le otorga una beca para
realizar estudios de posgrado en la
Universidad de Harvard, en los Estados
Unidos. A su regreso desempeñó diversos
cargos públicos y de 1977 a 1981 fue
secretario de Programación y Presupuesto.
Será Presidente de México de 1982 a 1988. Es
autor de: Estudios de Derecho Constitucional
y de La obra de José Ma. Morelos y Pavón.
Se desempeña como director del Fondo de
Cultura Economica desde 1989.

En su discurso de toma de posesión de la presidencia en diciembre de 1982


Miguel de la Madrid anunció un Programa de Reordenación Económica, en el que
manifestaba cuáles serían los criterios que le servirían para abordar los problemas
de la nación. El programa planteó una serie de restricciones sin las cuales sería
imposible superar la crisis:

PROPUSO DISMINUIR EL GASTO PUBLICO PARA ATENUAR EL DEFICIT


QUE ERA Y CONTINUA SIENDO UNA DE LAS FUENTES DE LA DEUDA
EXTERNA; PROTEGER, AL MISMO TIEMPO EL EMPLEO, INTENCION
APARENTEMENTE CONTRADICTORIA CON LA ANTERIOR PORQUE EL
AUMENTO DEL GASTO PUBLICO ORIGINA UNA GRAN CANTIDAD DE
EMPLEOS, EN TANTO QUE SU RESTRICCION SUPONE DESEMPLEO O, COMO
SE HA DICHO EUFEMISTICAMENTE, UNA REDISTRIBUCION DE LOS EMPLEOS.
EL PRESIDENTE AFIRMO QUE ESTABLECERIA UNA POLITICA DE SUBSIDIOS
MAS RACIONAL PORQUE MUCHOS DE ESTOS CONSTITUIAN, EN REALIDAD,
DERROCHES INNECESARIOS; ANUNCIO QUE SE INCREMENTARIAN LOS
PRECIOS Y TARIFAS DE LOS BIENES Y SERVICIOS PUBLICOS, LO QUE
TAMBIEN RESULTABA CUANDO MENOS CONTRARIO AL PROPOSITO DE
REFORZAR EL CONTROL RIGUROSO DE LA CANASTA BASICA DE CONSUMO
POPULAR CUYO PRECIO ESTA DETERMINADO MUCHAS VECES POR EL DE
LOS SERVICIOS PUBLICOS; PROCLAMO QUE SE VIGILARIA EL
FUNCIONAMIENTO HONRADO Y EFICAZ DE LA BANCA NACIONALIZADA; QUE
SE AJUSTARIAN LOS MECANISMOS DE CONTROL DE CAMBIO DE MANERA
REALISTA (ALUSION AL CAOS QUE EN ESE MOMENTO TENIA LUGAR SOBRE
TODO EN LA FRONTERA); QUE SE EVITARIA LA FUGA DE RECURSOS
FINANCIEROS; QUE SE MANTENDRIA, EN SUMA, LA RECTORIA ECONOMICA
DEL ESTADO BAJO EL REGIMEN DE ECONOMIA MIXTA Y QUE PROMOVERIA
LA CREACION DE UNA SECRETARIA DE LA CONTRALORIA GENERAL DE LA
FEDERACION, MEDIDA CON LA QUE SE PRETENDIA SALIR AL PASO AL
CRONICO PROBLEMA DE LA CORRUPCION. EN EL MISMO DISCURSO SE
HABLO DE LA DESCENTRALIZACION DE LA ADMINISTRACION PUBLICA, QUE
COMENZARIA POR LA ESCOLAR Y LA DE SALUD; SE ASEVERO QUE SE
MANTENDRIAN LOS PRINCIPIOS TRADICIONALES DE POLITICA EXTERIOR,
QUE SE INTENSIFICARIAN EL NACIONALISMO Y LA PLANEACION
DEMOCRATICA, TERMINO ESTE QUE ALUDIA AL SISTEMA DE CONSULTAS
POPULARES QUE DARIAN BASE A LAS TOMAS DE DECISION SOBRE
ASUNTOS POLITICOS FUNDAMENTALES.

Este programa, expresado en términos que evitaran alarma pública,


anticipaba en buena parte el camino que iba a transitar el gobierno de De la Madrid.
Poco se decía del modo como se iba a pagar la monstruosa deuda externa y menos
todavía se anticipaba si el país continuaría endeudándose, porque -ese fue el
argumento- en realidad ello se determinaría en un proceso de prolijas negociaciones
por la coyuntura y por la capacidad que el país demostrara para reordenar su
economía, para ser autosuficiente, para utilizar el crédito sin comprometer la riqueza
pública y, en general, nuestro destino histórico.

Por todo lo dicho, pareció que la situación económica se identificaba con el


panorama nacional, pero éste era todavía más complejo. Nuestras relaciones con los
Estados Unidos, siempre difíciles, se volvieron todavía más. Ciertamente la política
exterior de México había continuado en su misma línea, lo que le otorgaba una
personalidad internacional. Así, después de la muerte de Franco, en una sentida
ceremonia México suspendió sus relaciones con el simbólico gobierno de la
República Española y las reanudó con el Estado Español ahora convertido en
monarquía. Patrocinó en 1981 un capítulo del Diálogo Norte-Sur, entre jefes de
estado de países industrializados y jefes de Estado de países subdesarrollados. Se
mostró más o menos objetivo en el conflicto entre Israel y los países árabes que se
ha proyectado a lo largo del mundo. Recibió una exitosa visita papal en 1979.

El problema con los Estados Unidos era y continúa siendo múltiple. Primero
por el hecho de que los tenedores de la formidable deuda mexicana son en su
mayoría bancos norteamericanos, con los cuales habría que establecer una difícil
negociación. Segundo, porque con el riguroso control de cambios, que no se pudo
mantener a lo largo de nuestra dolarizada frontera de tres mil kilómetros, muchos
mexicanos nada pobres, que habían comprado propiedades en los Estados Unidos,
se quedaron sin dólares, al menos temporalmente, para hacer sus pagos. Tercero, el
flujo de trabajadores migratorios continuó engrosado por la migración
centroamericana. Y cuarto, el problema de Centroamérica con el triunfo de la
revolución nicaragüense en 1979 y la explosión de la rebelión salvadoreña con la
acción de guerrillas rebeldes en Guatemala y Honduras, los Estados Unidos
temieron una extensión del socialismo a esa zona del continente patrocinada por
Cuba y se dedicaron a ayudar a los regímenes militaristas. México, por su parte,
defendió nuevamente el principio de autodeterminación y no sólo por un prurito
legalista sino porque era evidente que la rebelión centroamericana estaba motivada
por las condiciones de miseria en que secularmente había vivido el pueblo y por una
apetencia de libertad suscitada por largas dictaduras militares y familiares como la
de los Somoza. De modo que la situación no consistía en defender unas
democracias amenazadas por el socialismo sino en atender los problemas sociales
dentro de las medidas dictadas por los propios interesados y no por la imposición de
potencias militares. Solución económica, política, social, diplomática y no lucha
armada, tesis mexicana opuesta a la de los Estados Unidos además porque para
México implicaría un desastre una guerra abierta al sur de su frontera. En plena
crisis económica comenzamos a recibir oleadas de refugiados centroamericanos,
principalmente de grupos indígenas que huían del genocidio. Ahora se trataba de
grupos campesinos muy populares que contrastaban por su situación social y su
problemática con los universitarios conosureños que habíamos recibido en el
sexenio de Echeverría, producto de la diáspora universitaria sudamericana.

Existe otro problema sutil con los Estados Unidos, pero no menos real. A
pesar de las tesis de la Mafia, el problema de lo nacional no podrá ser dejado de
lado. Por un lado, la preocupación por México se manifiesta en el permanente
estudio de la realidad nacional, pero ya como una tarea normal y cotidiana. La
economía, la historia, la sociología, la historia de las ideas, la investigación científica,
prosiguen una tarea que en otro tiempo fue producto de una constante exhortación.
Por otro lado la cultura comercial, proveniente en su mayoría de los Estados Unidos
es otra de las expresiones de nuestra dependencia. La crisis económica puso al
descubierto que aún existía lo que Antonio Caso denominó alguna vez como
"bovarismo nacional": La sensación de vivir en provincia y no en la metrópoli, o como
dijo Alfonso Reyes, la sensación de vivir en una sucursal y no el foco de la
civilización. Los mexicanos y no sólo los mexicanos pobres, quieren ir a vivir a los
Estados Unidos o cuando menos gozar y comprar sus productos. Las amas de casa
de la clase media alta compran todos sus enseres domésticos y personales en los
Estados Unidos, poseen tarjetas de crédito de ese país y su rabia es incalculable
cuando estas actividades se les obstaculizan por la devaluación y el control de
cambios. Se trata de una actitud complementaria a la de la fuga de capitales. Es una
fuga espiritual de la propia patria a la que consideran como "mexiquito" según un
término muy difundido entre algunos grupos intelectuales. Insistiendo en esta actitud
algunos grupos fronterizos declaran de manera expresa que no verían inconveniente
en que la frontera se corriera hacia el sur.

De modo que, nuevamente, la emancipación mental se plantea como


problema al lado de la emancipación económica y política. El instrumento, no cabe
duda, tiene que ser la cultura, pero una cultura que busque rumbos distintos al del ya
obsoleto nacionalismo oficial que se ha mostrado suficientemente como una forma
de manipulación. En primer término ya los tiempos están maduros para solicitar una
ciencia y una técnica propias. En 1970, teniendo como antecedentes a la Academia
Nacional de la Investigación Científica y otras instituciones se funda el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) dedicado precisamente, con
bastantes recursos, a realizar esta política. Naturalmente no partían de cero. La
tradición científica de México comenzaba a ser apreciable sobre todo en algunas
áreas. La medicina, por ejemplo, desde la fundación del Instituto Nacional de
Cardiología, debido a la dinámica de Ignacio Chávez comenzó a dar pasos
espectaculares. Gustavo Baz, Salvador Zubirán, José Villagrán García y otros se
habían dedicado a fincar esta tradición creando además grandes centros sociales de
medicina. En física Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Graef Fernández y Fernando
de Alba Andrade se ocupan de la misma tarea. En el mismo sentido en astronomía,
la labor de Guillermo Haro, Arcadio Poveda, Manuel Peimbert. En mecánica de
suelos, Nabor Carrillo y Manuel González Flores. En matemáticas, Alberto Barajas,
José Adem, Guillermo Torres. La tarea de sus seguidores es doble, por un lado
tienen que intensificar la investigación y por otro difundirla en un círculo más amplio
que el de la profesión para orientar vocaciones hacia la ciencia, muchas veces
desviadas por la secular inclinación hacia las profesiones liberales, por una
mitificación de las dificultades del aprendizaje científico y por una incomprensión del
lenguaje especializado de la ciencia que debe y puede traducirse en uno de
divulgación científica. En cuanto a la tecnología, su desarrollo se ve obstaculizado
porque las empresas prefieren comprar la del extranjero y no desarrollar la nacional.
En cierto sentido, esto cambia con la crisis, porque ante la dificultad de las
importaciones se ve la necesidad de una tecnología nacional más barata y expedita.
Los técnicos tienen que luchar contra los que voltean el conocido lema y dicen que lo
que está hecho en México está mal hecho.

La literatura de los setentas y los ochentas ha sido más bien cosmopolita que
internacional o universalista. Los personajes viajan por todo el mundo o son
extranjeros cuyas vivencias se narran en una visita a Cholula. Se asumen técnicas
narrativas muy de vanguardia como en el caso de Elena Garro e Inés Arredondo y
casi se desprecia el relato lineal. Asumiendo esas técnicas, pero con un tema muy
nacional, destacan las novelas de Arturo Azuela y Fernando del Paso. Sin embargo,
el novelista de más éxito es Luis Spota, que factura una serie de novelas sobre la
política mexicana, cuyos entretelones conoce muy bien, y no le importa que la
vanguardia lo exorcice.

La música es internacional y escrita con el lenguaje del tiempo. Pionero en


este sentido es Manuel Enríquez, compositor dentro de las tendencias
contemporáneas más estrictas y animador de la investigación de la música
mexicana. Por este mismo rumbo le siguen Julio Estrada, Mario Lavista y Leonardo
Velázquez, quien en cierto sentido prolonga el nacionalismo.

Se puede decir en general que en el rubro de la cultura superior, México ha


encontrado un camino propio a la par que contemporáneo con el resto de la cultura.
Donde está el problema es en el nivel de la cultura popular. La Revolución había
descubierto el folklore que prácticamente llegó para quedarse, pero como un sustrato
porque en la superficie el folklore se comercializó y la cultura popular se convirtió en
contracultura comercial. En estos últimos años hay una decadencia de la canción
mexicana; Agustín Lara no encuentra continuadores; las figuras de los charros Jorge
Negrete y Pedro Infante no tienen sustitutos. El cine abandona los temas clásicos y
comienza a hacer películas de vaqueros y pornográficas hasta que finalmente se
eclipsa. A todo esto ayuda el hecho de que la música afrocubana que, como dijimos,
los mexicanos hacen suya, deja de oírse porque no cuenta ya con el apoyo de las
disqueras internacionales. En cambio el rock, la música disco y sus variantes, se
convierten en una verdadera obsesión de los jóvenes mexicanos.

Los hombres de cultura reconocen al enemigo, pero no logran precisar cuáles


son los caminos para luchar contra él. Paradójicamente la televisión comercial
regresa a la música ranchera y exhibe las viejas películas mexicanas para dar
satisfacción a millones de mexicanos que viven en el sur de los Estados Unidos y
cuyos gustos en este sentido prácticamente se han detenido en el tiempo como la
evolución misma de su lengua española. La cultura comercial parece imbatible en su
propio terreno. Se habla de la nacionalización de los medios de difusión,
especialmente de la televisión, pero en la competencia los canales comerciales
derrotan a los ya existentes canales oficiales, que no logran dominar la técnica del
espectáculo. De modo que el malinchismo, el bovarismo, el porfirismo cultural
reaparecen en nuevas versiones como una constante de la historia mexicana. Y
reaparece más fuerte porque hay que batirlo en el terreno de la cultura popular,
terreno que los intelectuales están muy lejos de dominar.

ASI VA RESULTANDO QUE AL FINAL DEL SIGLO, MEXICO SE


ENCUENTRA EN UNA ENCRUCIJADA POLITICA, ECONOMICA, CULTURAL Y
MORAL, CUYO DIAGNOSTICO Y SOLUCIONES IMPLICAN UNA COMPRENSION
PROFUNDA DE NUESTRO PASADO Y EL DlSEÑO DE UN PROYECTO
NACIONAL ABIERTO A TODAS LAS SUGERENCIAS, A TODAS LAS FORMAS DE
IMAGINACION CREADORA Y AL SALDO DE LA EXPERIENCIA HISTORICA.

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