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El primer tema que estudiaremos es la percepción que todos tenemos ante un estímulo. Por
ejemplo, un comprador explicando la razón de su oferta y la reacción del vendedor que intenta
ejercer una tensión en la dirección contraria. Esta situación puede generar distorsiones
debidas a múltiples factores que tienen su origen, entre otras cosas, en los diferentes
contextos de cada uno de los negociadores. Otro fenómeno que afecta la efectividad de la
comunicación es el sesgo cognitivo que ocurre en las diferentes interpretaciones que
damos a la información y sus contenidos dada la presión del tiempo en una transacción.
A través del proceso de comunicación damos a conocer nuestras posiciones y objetivos, los
intereses subyacentes, la fijación de las anclas y las interacciones a que conduce la danza de
la negociación. Estos contenidos deberán ser transmitidos claramente asegurándose de que
la otra parte recibe el mensaje correcto. Para que nuestro interlocutor responda con empatía
al mensaje, este deberá captar primero su atención. Esto irá seguido por un proceso de
selección basado en sus objetivos personales llegando finalmente a su interpretación
contextual (que puede variar de negociador a negociador). Cuando se cumplen estas
condiciones decimos que hay un “alineamiento” en la comunicación entre negociadores.
Clarifique las propuestas que no entienda con las preguntas cómo, por qué, dónde,
cuándo y qué.
Registre los temas prioritarios que sean importantes para ambas partes. Cuestione las
generalizaciones y rete las suposiciones.
Mantenga la calma, sea asertivo más no agresivo. Utilice el tacto y la diplomacia para diluir
las tensiones.
Autores como Wasynczuk & Kaftan de Harvard Business School introdujeron el tema de las
emociones en la negociación en 2014, hecho que dio lugar a un caudal de publicaciones
subsecuentes que culminó con la publicación de la prestigiosa revista Harvard Business
Review dedicada al tema de las emociones en la negociación.
Finalmente, se incorporaron los principios de la Inteligencia Emocional o IE propuesta por el
Dr. Daniel Goleman para diseñar estrategias de negociación “negociando emocionalmente”
desde el reconocimiento de nuestras propias emociones, pasando por la aceptación de las
emociones de la otra parte y concluyendo con el consenso y la búsqueda de alternativas.
Se dice que las “buenas” emociones generan un mejor resultado en una negociación, al
contario de las “malas” emociones que obstaculizan los acuerdos. Veremos que, en la
realidad, incluso las erróneamente llamadas “malas” emociones o emociones negativas, son
capaces de conducir a buenos resultados cuando aprendemos a administrarlas utilizando la
inteligencia emocional.
En primer lugar tenemos que ver cómo pasar del ¿Qué? (las posiciones) al ¿Por qué? (los
intereses).
Veamos un ejemplo sencillo para ilustrar este principio integrativo:
Un joven profesionista recién terminó con éxito su maestría en administración (MBA por sus
siglas en inglés) en una muy prestigiosa (y costosa) escuela de negocios de prestigio
internacional y ha sido invitado por una organización multinacional que no ha conseguido el
candidato adecuado para un puesto directivo entre una multitud de candidatos. Finalmente, la
organización ha fijado sus ojos en él, convencida de que su perfil y sus competencias lo hacen
el candidato ideal para el puesto. Después de varias reuniones, comidas en restaurantes
lujosos y visitas a las instalaciones de la empresa, las conversaciones siguen estancadas por
no poder lograr un acuerdo sobre el salario ofrecido. La incansable directora de RH cambia su
estrategia (sin cambiar su oferta) y reorienta (“reframing”, cambio del marco de referencia) la
discusión hacia los beneficios y prestaciones del puesto ¡no surte el efecto esperado! Pero ella
insiste y le pregunta al candidato el porqué de su resistencia (llegó el momento de que afloren
los intereses), a lo cual él responde que ni la prima vacacional, ni el seguro de gastos médicos
mayores ni el fondo de pensión, entre otros, le ayudarán a pagar la enorme deuda acumulada
por sus costosos estudios. ¡Bingo! La directora recordó que su organización mantiene un
acuerdo de colaboración muy estrecho con esa universidad (el CEO de la compañía es
miembro del consejo de administración de la universidad) y le ofrece investigar opciones de
financiamiento más accesibles, aunado a un descuento substancial en el monto de la deuda.
La historia nos enseña que hay que retomar el camino del aprendizaje para explorar nuevas
fronteras de la negociación. Primero la arquitectura que metafóricamente conocemos como la
pirámide de la negociación, concepto popularizado a través de los seminarios Karrass y que
básicamente consiste en imaginar que en la punta del monolito de hielo se encuentran las
posiciones (el 10%) que son visibles, concretos y explícitos (metas y objetivos, tecnología,
productos y servicios, recursos financieros, comportamientos, lenguaje) y el restante 90% que
son abstractos, intangibles e implícitos, corresponden a los intereses (valores, emociones,
personalidades, cultura, creencias, percepciones, normas, sentimientos, necesidades, hábitos,
costumbres, tradiciones).
Lax y Sebenius (1986) han clasificado los intereses en cuatro categorías: sustantivos, de
proceso, de relación y de principio:
Observaciones sobre los intereses: