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Tema 9: El contrato

1. CONCEPTO Y CLASES DE CONTRATO


Nuestro CC, en el título II del libro IV (arts. 1254 a 1314), establece una regulación general de
las obligaciones y contratos.
- El art. 1089 lo enumera entre las fuentes de las obligaciones.
- El art. 1091 afirma que las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley
entre las partes contratantes.
- Y el art. 1254 dice que el contrato existe desde que una o varias personas consienten
en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún servicio.
El contrato aparece por la conjunción de los consentimientos de dos o más personas con la
finalidad de ser fuente de obligaciones entre ellas.

El contrato es el negocio jurídico patrimonial de carácter bilateral cuyo efecto consiste en


constituir, modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial.
Hay que establecer una distinción entre el contrato como acto y el contrato como norma:
1. Desde el primer punto de vista, el contrato se nos aparece como un acto jurídico, esto
es, como una acción de los interesados a la que el ordenamiento atribuye unos
determinados efectos jurídicos.
2. Desde el segundo punto de vista, el contrato se nos aparece como un precepto o una
regla de conducta, es decir, como una determinada ordenación a la cual las partes
someten su propia conducta.

A. CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS


 Contratos consensuales, reales y formales:
- Los contratos consensuales constituyen la regla general, y son aquellos que se
perfeccionan por el solo consentimiento, lo que recogen los arts. 1254 y 1358 CC,
entre otros.
- En cambio, se habla de contratos reales con referencia a unos contratos que no se
perfeccionan por el mero consentimiento, sino que exigen la entrega de una cosa. Son
el préstamo, el comodato, el depósito y la prenda.
De los contratos reales se habla también en la doctrina moderna en un sentido
completamente distinto del anterior, para aludir a los que producen como efecto la
constitución, transmisión, modificación o extinción de un derecho real.
- Por último, los contratos formales se caracterizan porque, para su plena constitución y
eficacia, se precisa de una forma especial (escritura pública, documento privado).

 Contratos unilaterales, bilaterales y plurilaterales:


El contrato es siempre un negocio jurídico bilateral o plurilateral. Pero, corrientemente, la
unilateralidad o bilateralidad del contrato se refiere no al número de partes, sino de
obligaciones que el contrato en cuestión crea y a su estructura.
- Los contratos se llaman bilaterales cuando crean obligaciones recíprocas, es decir, a
cargo de ambas partes (compraventa), aunque la denominación que mejor les
conviene sea la de sinalagmáticos.
- Por el contrario, son unilaterales los que crean obligaciones a cargo de una de las
partes exclusivamente (préstamo, el cual sólo hace nacer la obligación de devolver la
cosa, una vez perfeccionado con la entrega de la misma).
o Los llamados bilaterales ex post facto son aquellos en los que las obligaciones
que de los mismos se derivan recaen sobre una de las partes, pero en el
momento de su liquidación pueden imponer obligaciones a cargo de la otra.
- El contrato, sea unilateral o bilateral, no sirve enteramente para calificar las
situaciones en que dos o más partes se conciertan para alcanzar fines comunes,
aportando al efecto los bienes o trabajos necesarios.
De ahí el nacimiento de la categoría de los contratos plurilaterales, con un régimen
propio.

 Contratos onerosos y lucrativos:


- En el contrato oneroso, los sacrificios que realizan las partes están compensados o
encuentran su equivalente en el beneficio que obtienen.
El contrato bilateral sinalagmático es el prototipo de negocio oneroso, en tanto que en
él una relación de causalidad. Pero hay otros contratos onerosos, como el mutuo.
- En el negocio lucrativo, por el contrario, el beneficio de una de las partes no está
acompañado de ningún sacrificio que sea su contrapartida.
El prototipo del negocio jurídico lucrativo es la donación, pero no es el único.
Existen otros, por ejemplo, el mandato, el comodato, el simple préstamo o el depósito.

 Contratos conmutativos y aleatorios:


- Conmutativos son aquellos en los cuales la relación de equivalencia entre las
prestaciones a cargo de ambas partes se encuentra de antemano fijada por ellas de
manera inmodificable (compraventa).
- Los aleatorios son definidos en el art. 1790 como aquellos en los que una de las
partes, o ambas recíprocamente, se obligan a dar o hacer alguna cosa en equivalencia
de lo que la otra parte ha de dar o hacer para el caso de un acontecimiento incierto, o
que ha de ocurrir en tiempo indeterminado.
o La aleatoriedad no tiene aquí el sentido económico que se da en todo contrato
(el comprador no sabe si la cosa que adquiere valdrá en el futuro más o menos
del precio que ha pagado por ella), sino que incide en la ejecución de la
prestación o en su cuantía.

 Contratos típicos y atípicos:


- Los contratos típicos son los que poseen regulación legal.
La autonomía de la voluntad, reconocida y a su vez limitada en el art. 1255, permite
indudablemente que los contratantes pacten una reglamentación negocial distinta de
la prevista en la ley para el contrato que han celebrado, siempre y cuando su
desplazamiento no suponga la de las normas imperativas que lo rigen.
- Los contratos atípicos son los que carecen de regulación legal.
En ocasiones, las partes no se limitan a emplear para sus fines aquel esquema, sino
que crean uno nuevo, dando lugar al contrato atípico.
El fenómeno de la atipicidad es más acusado cuando el ordenamiento jurídico no crea
los instrumentos legales apropiados.
o En cuanto a la causa, los contratos atípicos han de poseerla necesariamente
(art. 1261), aunque en ellos la causa será atípica también, en el sentido de que
no está reconocida específicamente por el legislador como en los contratos
regulados. Tendrán que tener alguna de las causas genéricas que recoge el art.
1274.
o El contrato atípico se ha de disciplinar igualmente por el art. 1258. Serán
decisivos, por tanto, los pactos establecidos por los contratantes y, en lo no
previsto por ellos, los usos y las leyes dispositivas, además de la buena fe.
Las dudas surgen cuando el supuesto contractual atípico en cuestión contiene elementos de
dos o más esquemas contractuales típicos, lo que da lugar a los llamados contratos mixtos o
complejos. ¿Cabe entonces la aplicación de la normativa correspondiente a los mismos?
Se han formulado varias teorías:
1. La teoría de la absorción busca el elemento preponderante, y, si se corresponde con el
preponderante de un contrato típico, se aplica su normativa.
2. En contra, la teoría de la combinación construye una propia normativa combinando la
correspondiente a cada uno de los contratos típicos, teniendo presente el fin
perseguido por los contratantes.
3. Hay una tercera teoría, llamada de la aplicación analógica, que recomienda la
aplicación de la normativa de la figura tipificada más afín.

 Contratos por negociación y por adhesión:


- Los contratos por negociación son aquellos en los que las partes están en disposición
de debatir su nacimiento y contenido, y es el prototipo tenido en cuenta por el CC.
- Los contratos por adhesión son aquellos en los que existe una prerredacción del
contrato por una de las partes, y a la otra sólo le es permitido aceptarlo o rechazarlo.

3. LOS ELEMENTOS ESENCIALES DEL CONTRATO


Nuestro CC establece en el art. 1261 que no hay contratos sino cuando concurren los
requisitos siguientes:
1. Consentimiento de los contratantes.
2. Objeto cierto que sea materia de contrato.
3. Causa de la obligación que se establezca.

A. EL CONSENTIMIENTO DE LAS PARTES


En el consentimiento contractual hay que mantener separados los siguientes fenómenos:
- La voluntad interna e individual de cada contratante.
- La declaración que el contratante emite y a través de la cual su voluntad es conocida.
- Y la voluntad o intención común, es decir, aquella zona donde las dos o más
declaraciones coinciden, pues es evidente que el contrato supone esa zona de
coincidencia. Si las declaraciones no se cruzasen habría disenso o desacuerdo, pero no
contrato.

Nuestro CC regula en el art. 1263 la capacidad para prestar consentimientos. Sin embargo, no
se trata de que el consentimiento pueda ser o no prestado, sino de que el contrato generado
por ese consentimiento sea válido y eficaz.
Por ello, más que de la capacidad para consentir, debe hablarse de capacidad para contratar.
Según dicho art., no pueden prestar consentimiento las siguientes personas:
1. Los menores no emancipados.
2. Los incapacitados: es la sentencia que declara la incapacitación la que establecerá su
extensión, supliendo, en su caso, esa incapacidad por la actuación de su representante
legal.
Son capaces para contratar todas aquellas personas quien la ley no declare expresamente
incapaces para ello.
Un fenómeno distinto de la incapacidad para contratar es el de la existencia de una
prohibición legal que impide a determinadas personas celebrar determinados tipos de
contratos (son casos de prohibición los de los arts. 1459 y 1677).

El autocontrato surge cuando una persona, que puede afectar con su actuación a más de un
patrimonio, crea por su sola voluntad relaciones jurídicas entre ellos, obrando dentro del
círculo de facultades que tiene.
Ejemplo típico es el del representante que, encargado de enajenar una finca, la compra para sí.
Es evidente que, además del poder que ostenta sobre su propio patrimonio, puede obrar con
eficacia directa para el del mandante, y lo ha hecho relacionando ambos con su actuación
unilateral.
Se detecta en el CC y en el de comercio una prohibición de la autocontratación, dado que se
tiende a evitar el conflicto de intereses entre los propios y personales del afectado por la
prohibición y los de los otros por los que hay que velar.
Por lo que respecta a la jurisprudencia, considera que, si bien el CC parece rechazar el
autocontrato, lo hace con la finalidad de prevenir toda colisión de intereses que ponga en
riesgo la imparcialidad del autocontratante, pero sin que en la hipótesis contraria haya razón
legal suficiente para negarle eficacia, como forma lícita y simplificadora del comercio jurídico.
- El problema de la invalidez o validez del autocontrato estriba en determinar si en los
supuestos de hecho en que aquél puede plasmarse hay o no colisión de intereses.
- Si hay colisión de intereses y pese a ello se contrata, la sanción procedente por la que
se inclina la jurisprudencia es la nulidad de pleno derecho.

B. EL OBJETO: SUS REQUISITOS


Teniendo en cuenta que el contrato es expresión de una autorregulación por las partes de sus
propios intereses, podemos decir que el objeto se identifica con los intereses que el negocio
está llamado a reglamentar.
No obstante, si tenemos en cuenta la realidad última que es apreciada por los contratantes,
diremos que el objeto es un bien susceptible de valoración económica que corresponde a un
interés de aquellos.

 Posibilidad  dice el art. 1272 que no pueden ser objeto de contrato las cosas o
servicios imposibles.
La imposibilidad es la originaria, la existente al celebrarse el contrato, la cual hace al contrato
inexistente o radicalmente nulo.
- Pero la imposibilidad puede ser relativa, o sea, la cosa o servicio es posible, pero el
obligado no puede realizar la prestación a ella atinente.
Por ello, el que se obliga debe cerciorarse si puede cumplir o no la prestación, la
diligencia debe serle exigida ante todo y sobre todo.
Llegado el momento del cumplimiento, no puede alegar que la prestación era
imposible para él desde un principio, porque equivaldría a invocar su falta de diligencia
para excusarse del cumplimiento.
- La posibilidad no excluye la futuridad. Dice el art. 1271 que pueden ser objeto de
contrato las cosas futuras, entendiéndose por ella todo bien inexistente en el
momento de la celebración del contrato, pero que puede existir según el curso normal
de los acontecimientos.
Por último, el art. 1271 excepciona la posibilidad de que las cosas futuras sean objeto
de contrato a la herencia futura.
 Licitud  este requisito se expresa en el art. 1271 de distinta forma, según se refiera a
las cosas o a los servicios. Para las cosas se exige que no estén fuera del comercio de
los hombres; para los servicios, que no sean contrarios a las leyes y buenas
costumbres.
- Problema distinto es el de las cosas cuyo comercio se encuentra prohibido en
determinadas circunstancias. Un contrato sobre las mismas no supone que le falte un
presupuesto. Podrá recibir las sanciones administrativas o penales correspondientes, o
considerarse como un contrato con causa ilícita o un contrato prohibido, pero nunca
como un contrato al que le falte su objeto.
 Determinación  a tenor del art. 1273, el objeto de todo contrato debe ser una cosa
determinada en cuanto a su especie. La indeterminación en la cantidad no será
obstáculo para la existencia del contrato, siempre que sea posible determinarla sin
necesidad de nuevo convenio entre los interesados.
- El objeto puede estar perfectamente determinado en un principio, o relativamente
indeterminado, como cuando se señala el género al que la cosa pertenece. En suma, el
objeto puede ser determinado o determinable.
- La determinación del objeto del contrato dentro del género señalado por las partes, la
fijación del quantum de la prestación o de su calidad puede quedar confiada al arbitrio
de un tercero. La falta de equidad de éste determina que la decisión sea impugnable.
Si las partes no han fijado a qué tipo de arbitrio ha de someterse el tercero, habrá que
estimar que será el de equidad.

C. LA CAUSA
El art. 1275 establece que los contratos sin causa, o una causa ilícita, no producen efectos. Es
ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la moral.
Sin embargo, el concepto de causa no se ha elaborado con la precisión que requiere.
Según el art. 1274:
- En los contratos onerosos se entiende por causa la prestación o promesa de una cosa
o servicio.
- En los remuneratorios, el servicio o beneficio que se remunera.
- Y en los de pura beneficencia, la mera liberalidad del bienhechor.
Esta definición se revela limitada y, además, no dice cuál sea la causa del contrato oneroso,
sino la de cada una de las obligaciones de las partes.

Las teorías sobre la causa siempre se han empeñado en distinguirla adecuadamente de los
propósitos empíricos de las partes. La voluntad de éstas se dirige hacia un fin abstracto, típico
y constante, o hacia un fin socialmente útil.
- Situándonos en el terreno de los propósitos empíricos de las partes es posible dar
adecuada respuesta al tema de la causa y comprender por qué hay causas ilícitas que
anulan el negocio.
- Permaneciendo anclados en los fines abstractos, en cambio, se nos escapa la esencia
del problema.
En tal sentido, la causa puede ser definida como el propósito de alcanzar un determinado
resultado empírico con el negocio.
El propósito ha de ser común a las partes o, por lo menos, si una de ellas lo ha tenido, ha sido
reconocido y no rechazado por la otra.
Cuando no exista un propósito específico, la causa se encuentra simplemente en el propósito
de alcanzar la finalidad genérica del negocio.
- La jurisprudencia del TS ha separado constantemente la causa del contrato de los
motivos o móviles que impulsan a las partes a su celebración.
Acoge siempre la concepción más radicalmente subjetiva de la causa, que la equipara
a los móviles de las partes, cuando se persigue con el contrato un fin ilícito o inmoral.
También ha ensanchado el art. 1274, al acoger como causa las obligaciones morales o
de conciencia, considerando válidas y eficaces las obligaciones civiles que se contraen
para cumplir aquéllas.

4. LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO


Si el consentimiento es la raíz de todo contrato, debe haberse formado rectamente, y será
vicio del mismo todo lo que haya impedido alcanzar ese resultado.
El art. 1265 CC dice que será nulo (anulable) el consentimiento prestado por error, violencia,
intimidación o dolo.
A. EL ERROR
Es una falta interpretación mental de la realidad que vicia el proceso formativo del querer
interno, y que opera como presupuesto para la realización del negocio. Es el llamado error-
vicio o error propio.
 Presupuestos para su relevancia  si se debe proteger al que yerra, no puede
perderse de vista la protección que merece la contraparte, que ha confiado en una
declaración de voluntad, y la seguridad del tráfico jurídico.
El error relevante debe incidir en un elemento del negocio que sea básico o esencial.
El error no ha de ser imputable al que lo padece, por lo que es excusable.
Por tanto, un error inexcusable debe poseer transcendencia anulatoria del negocio cuando,
dadas sus circunstancias, fue reconocido o puedo serlo por la otra parte empleando una
diligencia normal.
 Errores invalidantes y no invalidantes  el art. 1266 especifica los siguientes errores
que invalidan el contrato:
1. Error sobre la sustancia o cualidades: por sustancia de la cosa se ha entendido que es
la cualidad principal que la individualiza, o bien la materia de la que se compone.
El CC abarca cualesquiera cualidades (condiciones) que llevaron a contratar.
2. Error sobre la persona: sólo invalidará el contrato cuando la consideración a ella
hubiese sido causa principal del mismo.
Ha de incluirse tanto el error que recae sobre la identidad de la persona como sobre
sus cualidades.
Estos son los errores invalidantes del art. 1266. Se dejan fuera:
1. Error de cálculo: sólo dará lugar a su corrección.
2. Error sobre los motivos: los móviles internos, subjetivos, que llevan a las partes a
contratas no son nunca tomados en cuenta en aras de la seguridad del tráfico. Sólo se
tienen en consideración los motivos incorporados a la causa del negocio.
3. Error sobre el valor: no es acogido salvo que haya sido provocado por la otra parte.
Pero esto entra ya en el terreno del dolo.
4. Error sobre la cantidad, peso o extensión: cuando puedan suponer la pérdida de una
cualidad que se atribuye a una cosa quizás deban tratarse por la vía de los errores
invalidantes.
5. Error en el negocio: aquí no hay sino un disenso, es decir, el consentimiento de ambos
se ha encontrado sobre causas distintas, no existe una misma razón de obligarse.
6. Error sobre la existencia del objeto: lo que falta es el requisito esencial del objeto.
 Error obstativo  es el error que recae en la declaración de voluntad. No ha tenido
ésta ningún obstáculo para formarse libremente, pero al expresarse al exterior se da el
error, la divergencia entre lo declarado y lo querido.
No existe un tratamiento específico en nuestro CC del problema.
Algunos autores afirman que si el error en la declaración da lugar a un disenso sobre los
elementos esenciales del contrato (objeto y causa), éste no existirá por falta de
consentimiento (art. 1262).
 Error de hecho y error de Derecho:
- El error de hecho recae sobre circunstancias de hecho del negocio.
- En cambio, el error de Derecho radica en la ignorancia o falso conocimiento de la
norma o regla jurídica en cuanto a su contenido, existencia, interpretación o aplicación
al caso concreto, siempre que el sujeto se haya decidido a llevar a cabo el negocio
como consecuencia de aquello.
B. LA VIOLENCIA Y LA INTIMIDACIÓN
El art. 1267 regula conjuntamente estos dos vicios.
 La violencia se caracteriza por el empleo de la fuerza.
Vicia el consentimiento lo mismo si su autor es una de las partes del contrato como si ha sido
un tercero sin participación alguna en él (art. 1268).
La coacción puede:
- Absoluta, en cuyo caso excluye por completo la voluntad y la sustituye convirtiendo al
declarante en un mero autómata.
- O psíquica, cuando la fuerza, sin sustituir la libertad, contribuye a que ésta no se
manifieste libremente.
Es sumamente dudoso que en el primer caso estemos ante un vicio de la voluntad y no ante
una pura inexistencia de la misma.
 La intimidación se caracteriza por la existencia de un miedo o temor nacido de una
amenaza.
El art. 1267 establece que hay intimidación cuando se inspira a uno de los contratantes el
temor de sufrir un mal inminente y grave en sus personas o bienes, o en la persona o bienes de
su cónyuge, descendientes o ascendientes.
Se exige, además de la inminencia y gravedad, una certidumbre del mal.
La amenaza debe ser hecha contra derecho, es decir, no debe provenir del ejercicio de un
derecho en forma correcta y no abusiva.
El art. 1267 obliga al juzgador, para apreciar el efecto de la intimidación, a atender a la edad,
sexo y condición de la persona.
Finalmente, el art. hace referencia al temor reverencial, que es aquel temor de desagradar a
quienes se debe sumisión y respeto, el cual anulará también el contrato.

C. EL DOLO: REQUISITOS Y CLASES


El art. 1269 establece que hay dolo cuando, con palabras o maquinaciones insidiosas de parte
de uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar un contrato que, sin ellas, no hubiera
hecho.
Se plantea el problema de la participación de un tercero en las maniobras dolosas del
contratante. Si la otra parte tenía conocimiento de las mismas, aunque no haya participado en
ellas, responderá por dolo omisivo, pues es una reticencia que la buena fe condena el
aprovecharse de la ignorancia o el engaño de otro.
El daño no es requisito del dolo, pues puede producirse la anulación de un contrato aunque no
haya lesión para los contratantes.

Según el art. 1270, para que el dolo produzca la nulidad de los contratos, deberá ser grave y no
haber sido empleado por las dos partes contratantes.
- El dolo grave es el que da causa al contrato.
- Y el dolo incidental es aquel que recae sobre circunstancias de orden secundario, el
cual sólo obliga al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios.

Pero no toda conducta positiva u omisiva dolosa tiene trascendencia jurídica, pues existe el
dolus bonus, que es el margen de maniobras dirigidas a conseguir que se contrate, tolerado
por la conciencia social porque se trata de valores entendidos, es decir, maniobras que
cualquier persona puede fácilmente reconocer (propaganda).

D. LA RESERVA MENTAL Y LA DECLARACIÓN DE VOLUNTAD SIN SERIEDAD


 La reserva mental  supone una divergencia consciente entre el querer interno del
sujeto y la manifestación del mismo.
Nuestra jurisprudencia da valor a la voluntad declarada, aunque discrepe de la interna, si esa
discrepancia es maliciosa o pudo haberse evitado con el empleo de una mayor diligencia,
siempre que haya buena fe en la otra parte. Si la contraparte conoce la reserva, la declaración
debe estimarse nula.
 La declaración de voluntad sin seriedad  el declarante emite voluntariamente su
declaración, pero lo hace sin una voluntad seria de obligarse y sobre la base de que esa
falta de seriedad será advertida por el destinatario.
Se habla también de iocandi causa o por broma.
Un sector de la doctrina opina que no habrá una declaración de voluntad negocial, pero su
autor está obligado a responder de los daños causados a la contraparte (interés negativo), que
ha podido confiar lícitamente en su existencia.
Otro sector minoritario entiende que la declaración es válida a todos los efectos.

E. LOS VICIOS DE LA CAUSA


 Inexistencia  un negocio sin causa es nulo o inexistente.
 Falsedad  el art. 1276 establece que la expresión de una causa falsa dará lugar a la
nulidad, si no se probase que estaba fundada en otra verdadera y lícita.
Además de la causa falsa que origina la nulidad absoluta del negocio, el CC menciona otra
causa falsa que, por el contrario, lo hace meramente anulable, es decir, no dejará de producir
todos los efectos derivados de su naturaleza y tipo hasta que se ejercite la acción de nulidad
en el plazo de 4 años desde su consumación (art. 1301).
 Ilicitud  el art. 1276 sanciona con la nulidad absoluta el negocio que se fundamenta
en una causa ilícita, aclarando que es ilícita cuando se opone a las leyes o a la moral.
Aquí se aplican los mismos límites de la autonomía de la voluntad (art. 1255).

F. LA ABSTRACCIÓN DE LA CAUSA
Se permite en nuestro ordenamiento jurídico civil, sin que ello signifique ausencia de causa ni
admisión de contratos puramente abstractos.
- Negocio jurídico abstracto es el que produce sus efectos jurídicos desvinculados de la
causa.
La causa podrá no existir por ser absolutamente simulada, pero no por eso dejan de originarse
los efectos negociales.

La doctrina del negocio jurídico abstracto hay que examinarla en nuestro CC en relación con el
art. 1277, según el cual aunque la causa no se exprese en el contrato, se presume que existe u
que es lícita mientras el deudor no pruebe lo contrario.
No obstante, nuestro sistema jurídico rechaza la posibilidad de una transmisión abstracta de la
propiedad y demás derechos reales sobre los bienes.
El contrato es aquí la justa causa de la entrega. Una tradición que no esté vinculada a un
contrato traslativo de dominio (compraventa) no transfiere éste.

5. LOS ELEMENTOS ACCIDENTALES DEL CONTRATO

A. LA CONDICIÓN: CONCEPTO Y NATURALEZA


Según el art. 1133 CC, la condición consiste en la dependencia de los efectos del contrato, de
un suceso futuro o incierto, o de un suceso pasado, que los interesados ignoren.
La incertidumbre es característica propia de la condición: no se sabe si el evento se realizará o
si se realizó.
De la condición depende el cumplimiento de obligación, pero no su existencia.
 Condiciones suspensivas y resolutorias:
- En la suspensiva, la adquisición de los derechos dependerá del acontecimiento que
constituya la condición.
- En la resolutoria, la pérdida de los derechos ya adquiridos (art. 1114). Por tanto, el
contrato existe pero permanece en suspenso su eficacia.
- Es posible, sin embargo, establecer un tercer tipo, en el cual el evento condicionante,
en lugar de determinar la entrada en vigor o la pérdida de la vigencia de la relación
nacida del negocio, afecta a una parte de la misma (una concreta estipulación).
 Condiciones potestativas, casuales y mixtas:
- Es potestativa cuando consiste en un hecho dependiente de la voluntad de uno de los
sujetos del negocio jurídico.
La condición potestativa consiente una subdivisión en:
o Puramente potestativa  voluntad de la que nace un acto que es indiferente
realizar.
o Y simplemente potestativa  operan sobre la voluntad una serie de motivos
que son de libre estimación, pero que representan intereses, dificultades o
apetencias a tener en cuenta para mover aquélla en un sentido u otro.
- Es causal si depende de circunstancias extrañas a aquella voluntad.
- Y es mixta cuando tiene en parte naturaleza potestativa y en parte causal.
 Condiciones imposibles, ilícitas e inmorales:
- La imposible es aquella en la que el evento no es verificable por causas físicas o
jurídicas.
- Las ilícitas e inmorales son las que resultan de un evento cuya realización es contraria
a las leyes imperativas, orden público, o buenas costumbres.
Estos tres tipos anulan la obligación de que dependan.
Si la condición fuese la de no hacer una cosa imposible, se tendrá por no puesta.
 Condiciones positivas y negativas:
- Es positiva cuando la eficacia del negocio se hace depender del hecho de que ocurra
algún suceso.
- Y es negativa cunado se hace depender de que el suceso no acontezca.

Situación jurídica del contrato condicional:


Se halla en una situación jurídica de pendencia, que origina una indeterminación transitoria de
los sujetos de los derechos y obligaciones que pueden nacer.
La normativa que regula esta fase de pendencia se halla inspirada en el principio de protección
del titular eventual, al que el CC llama acreedor condicional, y su contenido es el siguiente:
1. El acreedor condicional puede ejercitar las ocasiones procedentes para la conservación
de un derecho.
2. Los derechos eventuales son transmisibles inter vivos o mortis causa y embargables.
Los que derivan de sus derechos de sus titulares se hallan sujetos también al mismo
evento condicionante.
3. El deudor condicional no pierde sus poderes dispositivos, pero, como su titularidad se
halla amenazada por el cumplimiento de la condición, los adquirentes serán afectados
si sucede.

La duración de la fase de pendencia de la condición:


Contemplan este problema los arts. 1117 y 1118, que distinguen según exista o no una
expresa fijación del tiempo dentro del cual deba cumplirse el evento condicionante:
- Si la condición es que ocurra algún suceso en tiempo determinado, el contrato o la
estipulación queda ineficaz desde que pasare el tiempo o fuere ya indudable que el
acontecimiento no tendrá lugar.
- El problema se plantea en todos aquellos casos en os cuales las partes no han
establecido expresamente un periodo de tiempo dentro del cual la condición debe
cumplirse. Se entenderá que la condición puede siempre ser cumplida, y no habrá que
dos posibles hipótesis: la realización de la condición y su sobrevenida imposibilidad.

El cumplimiento de la condición: la retroactividad:


La situación jurídica que se produce al cumplirse la condición se regula bajo el principio de la
retroactividad en cuando a las obligaciones de dar nacidas del contrato.
Respecto a las de hacer o no hacer, los Tribunales han de determinar, en cada caso, los efectos
de la retroactividad.

Como consecuencia de la retroactividad, el titular de la expectativa se convierte en titular de


un derecho perfecto desde el día de la perfección del contrato.
En cambio, si quien los efectuó fue el titular amenazado del cumplimiento de la condición,
quedan ineficaces, salvo que los adquirentes estén protegidos por el principio de la apariencia
jurídica (ignorancia no culpable de las circunstancias de la titularidad).

La retroacción se divide en:


- Real  supone que las partes, al cumplirse la condición, se encuentran en la misma
situación jurídica que si no hubiesen condicionado el negocio.
- Obligatoria  mantiene válido y eficaz todo lo ocurrido, pero las partes quedan
obligadas a colocarse en la situación creada por el advenimiento de la condición.
La retroacción real es la seguida en la regulación legal, por lo que la obligatoria, como
excepción, debe ser objeto de voluntad expresa en la figura negocial creada.
Por otra parte, la normativa de la retroacción es dispositiva, no imperativa, por lo que las
partes pueden configurarla como quieran.

El cumplimiento ficticio de la condición:


De acuerdo con el art. 1119, se tendrá por cumplida la condición cuando el obligado impidiese
voluntariamente su cumplimiento.
Dicho impedimento debe provenir de aquella parte para quien sea desventajoso el
cumplimiento de la condición.

La conditio iuris:
Supone la subordinación de la eficacia del negocio jurídico, por disposición de la ley, al
cumplimiento de un acontecimiento futuro e incierto.

B. EL TÉRMINO
Indica el momento temporal en que finalizan o se inician los efectos del negocio jurídico. Se
refiere a un momento futuro, pero cierto.
Ese momento puede designarse con la mención de un día, pero también por la fijación de un
evento que se producirá necesariamente. De ahí la fundamental distinción entre término
certus an et quando (se sabe que el momento llegará y cuándo) y certus an et incertus quando
(se sabe que el momento llegará, pero no cuándo).
 Término inicial  marca el comienzo de los efectos.
 Término final  marca la extinción de los mismos.
 Término esencial  el negocio jurídico ha de cumplirse necesariamente con su
llegada, pues la prestación ejercitada fuera de ese término no satisface el interés.

La situación del negocio jurídico durante la pendencia del término:


Es necesario combinar el respeto al poder actual del titular con la seguridad de las facultades
que sobre el mismo derecho se otorgan para el futuro al otro titular.
Esta armonía se rompe cuando la conducta del primero pone en peligro el poder que
corresponderá al segundo, por lo que el ordenamiento, en ciertos casos, decreta la extinción
del beneficio del plazo, dando la posibilidad al titular del derecho futuro de ejercitarlo como
puro. Por ejemplo, puede transmitir su derecho o ejercitar acciones para su conservación.

C. EL MODO
Implica una carga o gravamen que acompaña siempre a una liberalidad o a una institución de
heredero y legado.
El gravado con el modo está obligado a cumplir una determinada conducta. Esta obligación
que asume al aceptar la libertad no es su contraprestación, pues la atribución sigue siendo
gratuita, sino que lo que ocurre es que en su causa (liberalidad) se causaliza también el
propósito de obtener un determinado resultado.
El modo, pues, es una prestación que ha de cumplir el destinatario de una atribución gratuita,
impuesta por el que la realiza (disponente). El ordenamiento jurídico sólo consiente su juego
en la donación y en la institución de heredero o legatario.

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