Está en la página 1de 22

PRESENTACIÓN

DERECHO CIVIL III

NOMBRES Y APELLIDOS:

RAFAELINA CUSTODIO MARTE

MATRICULA:
2021-00042

TEMA:
II
LOS CONTRATOS

FACILITADORA:
PROF. ELIZABETH TEJADA

FECHA:
26/02/2023
INTRODUCCIÓN

Desde que los seres humanos entendieron y aceptaron su capacidad para acordar
y/o consensuar entre sí, es decir, dos o más personas sobre un objeto de interés jurídico,
un acuerdo de bienestar, se constituyó una especie particular de convención, cuyo
carácter propio consistió en ser productor de obligaciones adquiridas por derechos. Esto
se define como ‘‘Contrato’’, ya que, según el Código Civil Francés, hay contrato
cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad común,
destinada a reglar sus derechos.

En este mismo código, en sus Arts. 1102 al 1107, se mencionan diversas


maneras de clasificar los contratos, ya sean unilaterales o bilaterales, los primeros son
aquellos en que una sola de las partes se obliga hacia la otra, sin que esta quede
obligada, los segundos, cuando las partes se obligan recíprocamente la una hacia la otra,
estos pueden ser a título oneroso o título gratuito, consensuales o reales, y de esta
manera, múltiples formalidades de redacción y particulares que lo hacen distintos entre
sí.
SEMANA II
LOS CONTRATOS

TEMAS A INVESTIGAR

- El Consensualismo y el efecto relativo del Contrato.


- El Contrato y la Transmisión de los Derechos Reales.
- Clasificación de los Contratos.
- Formalidades - Causas Probatorias.
- Código Civil: La Autonomía de la Voluntad y la Fuerza Obligatoria
del Contrato.
- Requisitos de Validez del Contrato.
- La Nulidad de los Contratos.
- Interpretación de los Contratos.
- Efectos del Contrato.
- Obligación y Responsabilidad Contractual.
- Ejecución de los Contratos.
- La Puesta en Mora.
El Consensualismo y el efecto relativo del Contrato.

Cuando hablamos de consensualismo, nos referimos a voluntad todopoderosa y


autosuficiente capaz, por sí misma, de crear vínculos jurídicos.

El consensualismo, es un principio, una regla según la cual los contratos se


perfeccionan por el simple consentimiento y a partir de allí se obligan no solo al
cumplimiento de lo expresamente pactado, sino a todas las consecuencias que, según su
naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley.

El contrato consensual, es aquel que se perfecciona por el simple consentimiento


de las partes, como hemos dicho en el párrafo precedente, es decir, consigo mismo. En
la noción de Planiol y Ripert, el contrato consensual es el celebrado mediante un
desdoblamiento de cualidades en el cual, por acumulación del papel de ambas partes,
una misma persona puede realizar, en presencia de intereses opuestos, dos declaraciones
de voluntad correlativas. Por tanto, cabe destacar que un contrato consensual es aquel
que se perfecciona por la mera voluntad explícita en la manifestación del
consentimiento de las partes contratantes.

El consentimiento no puede tenerse por sobreentendido ni cabe por omisión,


siendo estrictamente necesario que se manifieste de forma expresa. Pero es importante
tomar en cuenta las condiciones esenciales que deben estar presentes para la validez del
contrato, que son:

1. Consentimiento de la parte o las partes que se obliga u obligan


2. Su capacidad para contratar
3. Un objeto cierto que forme la materia del compromiso, y,
4. Una causa lícita en la obligación. (Art. 1,108 Código Civil)

Partiendo de estos conceptos, del diccionario Jurídico de Capitant, entonces


podemos hablar del consensualismo, que no es más que el principio según el cual los
contratos se perfeccionan por el mero consentimiento y desde entonces obligan no solo
al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también a todas las consecuencias
que, según su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley, es decir, de él
se derivan o nacen una serie de obligaciones para ambas partes; sin embargo, tratándose
de un contrato de compraventa, por sí mismo no produce la transmisión del dominio y,
por tanto, su adquisición por el comprador, sino que para ello se necesita que además
del contrato concurra la entrega de la cosa vendida.

Existe una tendencia moderna a abolir la categoría del contrato real y a reemplazar
sus actuales tipos específicos por sendos contratos consensuales. El trabajo expone los
orígenes de tal tendencia y sus manifestaciones legislativas y la crítica fundado en que
el reemplazo ofrece problemas insolubles a la dogmática y por razones prácticas. En la
actualidad y las modernas codificaciones quedó indirectamente consagrado el
consensualismo como principio general del derecho de contratos, cuando, en síntesis,
para obligarse solo se pide que dos partes capaces consientan sin vicios sobre un objeto
lícito movidas por una causa lícita. Como no se pide además que consientan bajo ciertas
formas o con subsiguiente entrega o tradición, aquéllas y éstas permanecen como
excepciones que deben ser expresamente establecidas. Pero todos sabemos que de hecho
no es así. Lo que aparenta ser principio general es en la práctica excepcional, y queda
relegado al ámbito teórico.

Los efectos relativos del Contrato

En nuestro Derecho Civil, el efecto relativo es un principio en virtud del cual los
contratos no pueden producir efectos sino entre las partes, tanto en sentido activo como
en sentido pasivo.

Según el Art. 1134 Código Civil, las convenciones legalmente formadas tienen
fuerza de ley para aquellos que las han hecho, ya que, no pueden ser revocadas, sino por
su mutuo consentimiento, o por las causas que estén autorizadas por la ley, siempre y
cuando se lleven a ejecución de buena fe.

Cuando se dice efecto relativo en los contratos, se refiere a que el contrato produce
efectos solo entre partes, o sea, en quienes han convenido y pactado, y no puede
beneficiar ni perjudicar a terceros. Las convenciones obligan, no solo a lo que se
expresa en ellas, sino también a todas las consecuencias que la equidad, el uso o la ley
dan a la obligación según su naturaleza.

Estos efectos solo dan una seguridad a las partes de que el contrato será llevado a
cabo como se convino entre las partes y que el mismo, no contará de vicios, o sea, de
mala fe, en caso de su abolición. Lo cual tampoco puede ser abolido si no hay consenso.

En fin Art. 1165. Los contratos no producen efecto sino respecto de las partes
contratantes, no perjudican a tercero ni le aprovechan.

El Contrato y la Transmisión de los Derechos Reales.

La palabra contrato significa acuerdo entre dos o más personas, sea jurídico, físico o
verbal, donde las partes tanto expresan sus consentimientos, como aceptan las
condiciones del mismo. Es una relación constituida a base de un acuerdo o convención -
convenio. En los ordenamientos primitivos el mero acuerdo de voluntades no era un
contrato, en el sentido de fuente de las obligaciones, puesto que la voluntad por sí sola
no podía crear obligaciones válidas y eficaces. Por ejemplo, en Roma tuvo gran
importancia la distinción entre convención y contrato, la convención o pacto (pactum,
conventum) era un mero acuerdo de voluntades que, por sí, no generaba acción ni
vínculo obligatorio. El contrato era la convención que, por ir acompañada de una forma
requerida por el Derecho o de una causa reconocida idónea, generaba un vínculo
obligatorio.

Según el Dr. Subero Isa, dentro de las generalidades de su obra titulado Contratos y
Cuasicontratos, el contrato se encuentra enmarcado dentro de las fuentes voluntarias, y
es definido por el Art. 1101 del Código Civil como un convenio en cuya virtud una o
varias personas se obligan respecto de una o de varias, a dar, hacer o no hacer alguna
cosa, creando una obligación. Dice nuestro máximo tribunal constitucional que el
contrato es un acuerdo de voluntades que crea obligaciones.

Nuestro código civil menciona al contrato como la más frecuente e importante de las
fuentes de obligaciones. Entonces, el contrato existe desde que una o varias personas
consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún
servicio y tienen fuerza de ley entre las partes contratantes y deben cumplirse a tenor de
los mismos.

También tenemos los contratos reales, que tienen su origen en Roma, visto su
importancia en párrafo anterior, donde una serie de contratos se formaba mediante una
entrega, entonces se constituían los contratos de mutuo, comodato, depósito y prenda. A
partir de ahí, la doctrina del derecho común construyó la categoría de los derechos
reales, que pasó al código francés y de ahí a nuestro Código. Los contratos reales para
perfeccionarse, además del consentimiento, exigen la entrega de la cosa objeto del
contrato. En el código civil nos encontramos con los siguientes contratos reales: el
mutuo o simple préstamo (art. 1892) y el comodato o préstamo de uso de una cosa (art.
1888), el depósito (art. 1915) y la prenda.

Se podría decir que es un contrato real, si y solo si sus efectos propios no surgen
hasta que se realiza la entrega de la cosa por una de las partes a la otra y tal entrega
implica un elemento esencial que solo se da en algunos grupos de contratos. Además, es
un contrato unilateral en cuanto solo produce obligaciones para una de las partes, el
mutuario o prestatario.

El derecho nacido de una obligación es mucho menos seguro que el derecho real, el
éxito del acreedor en lograr que su deudor cumpla con una prestación debida depende
tanto de la buena voluntad como de la solvencia económica del deudor al momento que
se produzca el vencimiento de la deuda. La Ley pone a disposición de los acreedores de
obligaciones los denominados derechos reales, ya mencionados, pero esta vez de
manera accesoria, como son la garantía mobiliaria prevista en la Ley 45-20 y la
hipoteca, llamados así porque existen como accesorio de un crédito y tienen por objeto
garantizar su pago.

Según el Capitant Henry, los derechos reales accesorios confieren al acreedor el


derecho de persecución, de preferencia o pre-relación. El Acreedor que no es favorecido
con una garantía se denomina acreedor quirografario y su crédito solamente descansa
sobre el crédito moral del deudor.

La Transmisión de los derechos reales

Los derechos reales son fácilmente transmisibles mientras que las obligaciones, por
lo menos desde el lado del deudor son en principio intransferibles. Esto tiene su
explicación en que cuando una persona tiene un derecho real ella puede transferir ese
derecho a cualquier persona, (se puede dar el caso en una compra venta o una
financiera), salvo que haya una prohibición expresa en ese sentido, lo mismo podemos
decir del crédito que tiene el acreedor, este puede ceder el derecho que tiene sobre su
deudor, lo que regularmente se hace mediante la operación jurídica denominada cesión
de crédito.

Si bien una obligación es susceptible de ser transmitida en cuanto a su parte activa, o


sea, el crédito del acreedor, no es menos cierto que en nuestro derecho la obligación
considerada desde el punto de vista del deudor no es en principio transferible a otra
persona, no puede sustituirse el deudor colocando a otra persona en su lugar, a menos
que para ello cuente con el consentimiento del acreedor.

Clasificación de los Contratos

En cuanto a la clasificación de los contratos, estos no tienen la misma importancia


que tenían en el Derecho Romano, en él era necesario saber en qué categoría debía
clasificarse un contrato, para determinar la acción que le correspondía.

Dice Eugene Gaudemet que en el Derecho Francés el interés practico de la


clasificación de los contratos ha disminuido, y que el Código Civil en los artículos 1102
al 1106 indican tres clasificaciones que es necesario conocer:

a) Sinalagmáticos y unilaterales.
b) Contratos a título oneroso y a título gratuito y,
c) Contratos conmutativos y aleatorios.
d) Contrato de beneficiencia.
e) Contrato a título oneroso.

De acuerdo a las clasificaciones que nos ofrecen los hermanos Mazeaud, quienes
consideran que por ser ilimitado el número de los posibles tipos de contratos, no cabría
emprender su enumeración, sino que es preciso agruparlos por categorías. Para
clasificar los contratos, pueden ser considerados:

1) En cuanto a los requisitos de forma.


2) En cuanto a los requisitos de fondo.
3) En cuanto a su contenido, y,
4) En cuanto a su interpretación.
Según sus requisitos de forma: Los contratos pueden ser consensuales, solemnes
y reales. Las formalidades que se exijan o no para la validez de los contratos constituyen
los elementos que debemos tomar en consideración para calificar a un contrato de
consensual, solemne o real.

 Los Consensuales: son aquellos que se forman por el solo consentimiento de


las partes contratantes, se dice que el solus consensus obligat, el solo
consentimiento obliga.

 Solemnes: son los que exigen, además del consentimiento, que es un


requisito que debe estar presente en todos los contratos, una formalidad que
sin su cumplimiento el contrato carecería de validez (format dat ese rei) la
forma da el ser de la cosa.

 Los Reales: son aquellos que para su formalización exigen, además del
consentimiento, que es un requisito indispensable en todo contrato, la
entrega de la cosa. Estos contratos, al igual que los solemnes, constituyen la
excepción de nuestro derecho, porque el principio en materia contractual es
el del consensualismo. El consentimiento por sí solo no es suficiente para la
existencia de un contrato real.

Según sus requisitos de fondo: El requisito fundamental en cuanto al fondo para la


validez de los contratos es el consentimiento. La Ley protege la expresión de la sana
voluntad de una persona y solamente bajo ese entendido es que la voluntad de una
persona y solamente bajo ese entendido es que la voluntad produce obligaciones.

Según su contenido: Se está de acuerdo que el contenido del contrato es el conjunto


de obligaciones que da nacimiento. Desde ese punto de vista, los contratos se clasifican
en: Contratos sinalagmáticos y contratos Unilaterales; contratos a título oneroso y
contratos a título gratuito; contratos conmutativos y contratos aleatorios; y contratos
instantáneos o contratos sucesivos.

 Sinalagmáticos: este tipo de contrato, también llamado bilateral, es aquel que


se da cuando los contratantes se obligan recíprocamente los unos respecto a
los otros. Existen contratos que crean reciprocidad de obligaciones entre las
partes contratantes, mientras que otros solamente originan con cargo a una
de las partes contratantes, de ahí se deriva la distinción entre los contratos
sinalagmáticos y los contratos unilaterales.

 En los contratos unilaterales, a pesar de que nacen como consecuencia del


acuerdo de voluntades, solamente una de las partes esta obligad a cumplir
con la prestación debida.
 A título oneroso y título gratuito: Para saber si estamos en presencia de un
contrato a título oneroso o de un contrato a título gratuito, llamado también
de beneficencia, es preciso establecer si las partes contratantes reciben
recíprocamente ventajas. La base de distinción de esta clasificación radica
fundamentalmente en la reciprocidad de ventajas. Se define el contrato de
beneficencia como aquel en que una de las partes procura a la otra un
beneficio puramente gratuito. En estos contratos existe una sola prestación,
sin reciprocidad.

 Conmutativos y Aleatorios: Estos contratos constituyen una división de los


contratos a título oneroso, pues siempre se encuentra la reciprocidad de
ventajas. Un contrato es conmutativo cuando el alcance de las prestaciones
reciprocas de las partes puede desde luego estimarse y no depende del
contrato o de un acontecimiento incierto, por ejemplo, la venta de casa
mediante un precio determinado, el arrendamiento de una casa por un año, es
decir, es conmutativo cuando el valor de las prestaciones está fijado
definitivamente desde el día del contrato, de manera firme.

Es aleatorio cuando la prestación debida por una de las partes depende, en


cuanto a su existencia, o en cuanto a su alcance, de un acontecimiento
incierto cuya incertidumbre impide apreciar, al celebrarse el contrato, las
probabilidades de ganancia o de perdida, por ejemplo, la venta de una casa,
mediante una renta vitalicia en favor del vendedor.

Instantáneos o Sucesivos: Según que la obligación nacida del contrato se


cumpla de una vez en el tiempo o que se requiera de cierto tiempo para su
cumplimiento, los contratos se clasifican en Instantáneos o sucesivos
(ejecución sucesiva). El instantáneo se da cuando la obligación nacida se
cumple de manera inmediata, como, por ejemplo, la compraventa al contado,
porque tan pronto el vendedor entrega la cosa y el comprador paga el precio,
no subsiste ningún tipo de obligación. Por el contrario, un contrato sucesivo
o de ejecución sucesiva, es aquel que no se cumple de una vez en el tiempo,
sino que su cumplimiento se prolonga durante un plazo, normalmente
determinado por las partes, como, por ejemplo, el contrato de arrendamiento,
que crea obligaciones jurídicas que se prolongan en el tiempo.

Según su Interpretación: por su interpretación, los contratos se clasifican en


contratos nominados y contratos innominados. Esta distinción tenía interés en el
Derecho Romano. Los contratos Nominados eran aquellos cuya teoría había sido
elaborada por el derecho civil u a los que correspondía una acción que llevaba el
nombre del contrato.
Sin embargo, los contratos innominados formaban una categoría especial,
estructurada por la interpretatio (Interpretación), en los que, a pesar de la falta de
sanción por parte de jus civiles (conjunto de reglas que regularon las relaciones entre
todos los ciudadanos romanos), se había llegado a otorgar una acción praescriptis verbis
(Acción de palabras prescritas que se concede a la parte que ha cumplido con su
prestación contra la otra parte del contrato). Eran convenios que se hacían obligatorios
para una de las partes, cuando la otra los había cumplido.

Formalidades - Causas Probatorias.

Desde el punto de vista, sería prudente cuestionarnos sobre qué se entiende por
*formalidad’*, pero no, porque, a decir verdad, la formalidad es un requerimiento de
forma que exige la Ley en cuya ausencia el consentimiento no tiene validez o eficacia
jurídica. De esta manera, el ordenamiento jurídico selecciona con carácter mandatorio
cuál de todas las formas será apta para la operatividad del acto, descartando aquellas
otras formas que en abstracto (y bajo el principio de libertad de forma) pudieron
encausar hacia el exterior el reglamento contractual.

Es posible que el medio social más conocido para exteriorizar el consenso sea el
escrito. Sin embargo, existen otras formas para manifestarlo como las verbales o las
derivadas del comportamiento material y el contexto.

La formalidad tiene como finalidad otorgar certeza al contrato y ratificar la voluntad


de las partes de celebrarlo o concluirlo, es decir, potenciar un adecuado y prudente
razonamiento por los agentes económicos.

Los individuos, en ejercicio de su autonomía privada, tienen libertad para regular


sus intereses orientándolos hacia la satisfacción de sus diversas necesidades. En
aplicación de autonomía privada, las partes pueden determinar libremente el contenido
del contrato, siempre que no sea contrario a la ley (normas imperativas), al orden
público y a las buenas costumbres.

Causa probatoria

La causa en un contrato es el fin objetivo o inmediato del negocio jurídico, la


función económica y social que el derecho reconoce como relevante, sin que aparezca
una oposición a las leyes o a la moral que la califiquen como causa ilícita. Nuestro
Código Civil establece como requisito para la validez del contrato, la existencia de una
causa lícita en la obligación. En los Arts. 1131 al 1133 se establecen cuáles son las
condiciones que debe reunir la causa.

El Dr. Subero Isa, hace mención de dos términos que van de la mano, pero se
distinguen el uno del otro; estos son la Causa de la Obligación, que es la razón por la
cual una persona decide obligarse, es decir, la razón misma de la obligación contraída;
mientras que la Causa del Contrato son los móviles o motivos individuales que han
llevado a cada contratante a celebrar un contrato, o sea, los fines perseguidos.
Es importante destacar que, tal como lo dispone nuestro Código Civil, en su Art.
1131, la obligación sin causa, o la que se funda sobre una causa falsa o ilícita, no puede
tener efecto alguno, de esta disposición legal se deriva que una obligación debe tener
causa, y ésta debe ser licita.

Comentario: La causa falsa es una causa inexistente, la noción de falsa causa está
considerada como una ausencia de causa, por lo tanto, el contrato se encuentra afectado
por una nulidad absoluta. Por igual, la causa ilícita, según el Art. 1133 del Código Civil
dispone que es aquella que está prohibida por la Ley y cuando es contraria al orden
público y las buenas costumbres.

Prueba de la Causa del Contrato, de acuerdo con el Dr. Subero Isa, en su obra de
los Contratos, teoría general de las obligaciones en derecho dominicano. todo el que
celebra un contrato tiene un motivo para celebrarlo, por lo que no puede plantearse
seriamente la cuestión de la existencia o no de un motivo. El problema surge cuando se
invoca el carácter inmoral o ilícito del fin perseguido por una de las partes.

En cuanto a quien incumbe probar la inmoralidad o la ilicitud de los motivos se


sigue el principio general consagrado por el artículo 1315 de nuestro Código Civil, del
que alega la existencia de un hecho, debe probarlo. Siempre se presume la licitud y la
moralidad del motivo o del móvil, el que alega lo contrario debe establecer sus pruebas.

Dicen los hermanos Mazeaud que la jurisprudencia admitió durante mucho tiempo
un sistema restrictivo para las pruebas de la ilicitud o de la inmoralidad de la causa del
contrato: exigía que resultara del acto mismo la prueba de la ilicitud o de la moralidad,
era el sistema llamado de la prueba intrínseca. Fue abandonado definitivamente en 1907
por la Cámara Civil de la Corte de Casación Francesa. La jurisprudencia permite hoy
apelar a todos los elementos de prueba, incluso extrínsecos al contrato, en efecto, la
inmoralidad o la ilicitud debe ser asimilada al fraude, del cual es libre la prueba, según
los términos del Art. 12353 del Código Civil.

La prueba es la actividad procesal, realizada con el auxilio de los medios previstos y


autorizados por la Ley, y encaminada a crear la convicción judicial acerca de la
existencia o inexistencia de hechos afirmados por las partes en sus alegaciones.
Indudablemente, el tema de la prueba está íntimamente vinculado a la forma del
contrato. Existen formas previstas por la Ley que permiten acreditar en juicio la
existencia del negocio, y también el principio general que permite a las partes elegir la
forma que consideren más conveniente.

Si el contrato se celebró por escrito (prueba por excelencia), puede servir de medio
de prueba de su existencia; pero si se celebró verbalmente, habrá que recurrir a otros
medios (testigos, correspondencia, principio de ejecución, etc.) que tornan más difícil la
acreditación del mismo.

Código Civil:
La Autonomía de la Voluntad y la Fuerza Obligatoria del Contrato.

El Código Civil dominicano dispone en su artículo 1134 que ¨las convenciones


legalmente formadas tienen fuerza de ley para aquellos que las han hecho¨. Se define la
autonomía de la voluntad como la libertad de que tienen los particulares para pactar los
contratos que les plazcan, y de determinar su contenido, efectos y duración, y señala que
esta voluntad es soberana, que el contrato nace del acuerdo de voluntades.

La autonomía de la voluntad es un concepto procedente de la filosofía kantiana que


va referido a la capacidad del individuo para dictarse sus propias normas morales. El
concepto constituye actualmente un principio básico en el Derecho privado, que parte
de la necesidad de que el ordenamiento jurídico capacite a los individuos para establecer
relaciones jurídicas acorde a su libre voluntad. Son los propios individuos los que dictan
sus propias normas para regular sus relaciones privadas.

El principio de autonomía de la voluntad resulta ser básico dentro del Derecho


contractual. A través de él, las partes pueden regular libremente sus intereses y crear las
relaciones jurídicas que los contratantes estimen convenientes.

Sin embargo, no puede llegar a afirmarse que un contrato es válido simplemente


porque concurra la voluntad de las partes. Para que la voluntad cause efectos entre los
contratantes, es preciso que la misma se encuentre también reconocida en el
Ordenamiento Jurídico. Por tanto, deberá tenerse en cuenta que prohibiciones impiden
que la voluntad de las partes despliegue plenos efectos. Y que, con carácter general, no
podrá pactarse aquello que sea contrario a la Ley, la moral y el orden público.

La autonomía de la voluntad es la encargada de establecer sus límites, muchos de


estos límites son creados por las necesidades de las cosas, otras por mera conveniencia
de política legal, y constituyen impedimentos a la creación de reglas. En derecho existen
dos tipos de normas: las normas dispositivas y las imperativas. En el caso de las
primeras, eran normas que sirven para suplir la autonomía de la voluntad en aquellos
sitios en dónde la autonomía de la voluntad no haya establecido algo expresamente (por
ejemplo, el caso de sucesión intestada). La norma imperativa (impositiva), sin embargo,
actúa en todo caso, como norma de obligado cumplimiento. Es un límite a la autonomía
de la voluntad (por ejemplo, las legítimas).

El principio de la autonomía de la voluntad es un concepto o garantía con bastante


tiempo, y es concebido como la aplicación en materia contractual de las doctrinas
liberales e individualistas de la Revolución Francesa, y que alcanzaron su mayor auge
durante el siglo pasado. Si los derechos son meras facultades que la ley reconoce existir
en el individuo y la libertad es la base de toda actividad humana, es lógico que ella
pueda obrar como mejor le plazca, no siendo naturalmente contra el orden público o las
buenas costumbres.

López Santa María en su obra Los Contratos, dice que ¨el principio de la autonomía
de la voluntad es una doctrina de filosofía jurídica según la cual toda obligación reposa
esencialmente sobre la voluntad de las partes. Esta es, a la vez, la fuente y la medida de
los derechos y de las obligaciones que el contrato produce¨.

Fuerza Obligatoria del Contrato.

La principal consecuencia de la autonomía de la voluntad en la contratación es la


fuerza obligatoria del contrato, se da por hecho que todos los pasos anteriores han sido
completados: primero se decidió celebrar un contrato con la o las personas que se
eligieron libremente y segundo las partes fijaron el contenido del acuerdo, estableciendo
pactos y manifestando su voluntad para la satisfacción de sus intereses. A partir de acá
las partes deben cumplir con el compromiso que surge a partir de la creación,
modificación o extinción del contrato.

La libertad jurídica, por su parte, se divide en la libertad para contratar, que es la


libertad para celebrar o no el contrato y con quien, y la libertad contractual, que es la
libertad para fijar los términos o contenido del contrato. De esta manera, la libertad
jurídica comprende las siguientes facultades: celebrar o no celebrar el contrato, elegir la
persona del co-contratante, determinar el objeto en todos sus aspectos elegir la forma de
instrumentación excepto los casos de los actos solemnes, modificar el contrato,
transmitir la posición contractual, extinguir el contrato. Asimismo, comprende pactar
cláusulas diferentes u opuestas a la ley, crear contratos tipo diferentes de los de la ley,
crear contratos atípicos, en síntesis, establecer contratos únicos. Ahora bien, el efecto de
esta concepción se traduce en la fuerza obligatoria del contrato y su intangibilidad por
terceros o el juez.

La regla general, base de nuestro ordenamiento jurídico y consagrada en el Código


Civil, estipula que lo pactado obliga, por tanto, lo acordado en el contrato debe
cumplirse, aunque resulte perjudicial para alguno de los contratantes. Asimismo, de la
obligatoriedad del contrato se deriva su intangibilidad, esto es, el contrato legalmente
celebrado es ley para las partes y no puede ser modificado ni por el legislador ni por el
juez.

Requisitos de Validez del Contrato.


Para que un contrato tenga validez y por consiguiente tenga la capacidad de generar
obligaciones para las partes que lo suscribieron, debe cumplir con los requisitos y
formalidades que la ley exige para cada tipo de contrato. En el diario vivir de las
personas se celebran una variedad de contratos tales como, compraventa,
arrendamiento, mutuo o préstamo de consumo, comodato, mandato, anticresis,
donación, etc., y estos, sean de carácter civil o mercantil, para que produzcan efectos
jurídicos o para su validez debe reunir una serie de requisitos establecidos en el código
civil.

Tal como ya he mencionado reiteradas veces, el contrato en derecho civil es una


fuente de obligaciones, es decir, por el acto jurídico del contrato se generan
obligaciones que las partes deben cumplir, y si lo hacen, la parte cumplida puede
demandar a la parte incumplida para que cumpla y/o page los perjuicios causados por su
incumplimiento. Y las obligaciones de un contrato son exigibles sólo si el contrato
cumple con los requisitos de ley, y si ese no es el caso, no hay contrato, sólo letra
muerta. De manera general, se admite que la violación a los requisitos de fondo para la
validez de los contratos se encuentra sancionada por la nulidad absoluta. Los requisitos
de forma para la validez de los contratos se encuentran sancionados por la nulidad
relativa. Los vicios del consentimiento están sancionados con la nulidad relativa.

En consecuencia, para que un contrato sea válido se requiere que cumpla con los
siguientes requisitos generales:

 Que las partes contratantes sean legalmente capaces, es decir, que tengan
capacidad legal para poder obligarse.
 Que se dé el consentimiento y este se encuentre libre de vicio, es decir, que
de manera libre y espontánea se dé la aceptación.

Adicionalmente, cada contrato tiene una serie de requisitos formales que deben ser
observados, como la identificación de las partes, la firma de las partes, el precio, la
fecha de cumplimiento, el lugar de cumplimiento de la obligación, etc.

Algunos contratos requieren cumplir con alguna solemnidad especial, como el de


compraventa de bienes inmuebles que debe hacerse mediante escritura pública, que
debe ser inscrita en la oficina de registros público. En fin, según el tipo de contrato se
debe consultar los requisitos que en particular la ley considera para su tipo, ya sea un
contrato civil, uno comercial, uno laboral o uno estatal.

Aunque, cabe destacar también lo establecido en nuestra normativa vigente, En


virtud del artículo 1108 del Código Civil, son cuatro las condiciones esenciales para la
validez de un contrato en la República Dominicana:

1) El consentimiento de la parte que se obliga;


2) La capacidad de las partes para contratar;
3) Un objeto cierto que sea el fundamento de la obligación; y,
4) Una causa lícita en la obligación.

La Nulidad de los Contratos.

Al celebrar contratos y en general actos jurídicos, tenemos que tener claro que estos
debiesen constatar e incluir una serie de elementos. Respecto a esto, la falta de alguno
de ellos puede traer consigo diversas sanciones, siendo una de ellas la nulidad de un
contrato. De acuerdo a esto, es importante tener en cuenta que existen dos tipos de
nulidad: la nulidad absoluta y la nulidad relativa (las cuales detallo más abajo); que
determinarán el tipo de sanción que te corresponderá reclamar en caso de
incumplimiento.

La obra Contratos y Cuasicontratos del Dr. Jorge A. Subero Isa, destaca que la
nulidad consiste en la sanción establecida por la Ley que alcanza aquellos actos
jurídicos que se han formalizado sin llenarse los requisitos establecidos para su validez.
De nada serviría que el legislador imponga una serie de condiciones para la formación
de los actos jurídicos si su inobservancia no fuese sancionada. Cuando no se cumplen
los requisitos de forma o de fondo requeridos para la validez del contrato, se dice que
este es nulo.

Según el código, se anulará todo acto o contrato al que falta alguno de los requisitos
que la ley prescribe para el valor del mismo acto o contrato, según su especie y la
calidad o estado de las partes.

Para que un contrato sea válido y produzca efecto entre las partes firmantes, de
forma general debe reunir los requisitos que señala el del código civil, que son:

 Que sea legalmente capaz.


 Que consienta en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca
de vicio.
 Que recaiga sobre un objeto lícito.
 Que tenga una causa lícita.

Un contrato está viciado de nulidad cuando faltan los requisitos que la ley exige para
su validez, los cuales anteriormente se enumeraron y la declaratoria de nulidad es la
sanción que se imputa por omitir dichos requisitos.

Una 1ra. clasificación de las nulidades, divide en:

1) Nulidades Virtuales, son aquellas que el legislador establece los requisitos para
formación de un acto jurídico, pero no dispone de manera expresa cual sería la
sanción por esa violación. En nuestro derecho de las obligaciones predomina el
criterio de que el incumplimiento de los requisitos establecidos por la Ley para
la formación de actos jurídicos se encuentra sancionados con la nulidad.

2) Nulidades Expresas, son aquellas que el legislador dispone expresamente como


sanción de los requisitos establecidas para la formación del contrato.

Una 2da. clasificación de las nulidades, divide en:

1) Nulidades Absolutas, son aquellas que están fundamentadas en el orden público


y en las buenas costumbres, y tienen por finalidad la protección de la sociedad.

2) Nulidades Relativas, son aquellas dictadas para la protección de los particulares.

La nulidad sea absoluta o relativa, debe ser pronunciada por el juez. Un contrato,
aunque nulo, tiene la apariencia de un contrato valido. De ahí la necesidad de que el
juez destruya esa apariencia y esa presunción de validez. La nulidad puede plantearse
judicialmente por vía de acción o por vía de excepción.

Interpretación de los Contratos.

De acuerdo al tratado práctico de responsabilidad civil en la República Dominicana,


obra del Dr. Jorge A. Subero Isa, y varias jurisprudencias locales, podemos extraer que
interpretar un contrato es determinar el sentido y alcance de las cláusulas que contiene,
lo cual no puede ser abandonado a la voluntad de las partes, correspondiendo a la
autoridad judicial abocarse a las labores de interpretación. Los redactores del Código
Civil trazaron algunas reglas relativas a la interpretación de los contratos, lo que
hicieron en los arts. del 1156 al 1164.

Con mucha frecuencia ocurre que el contenido del contrato se encuentra plagado de
ambigüedades, imprecisiones y oscuridad, siendo necesario que al momento de su
cumplimiento o ejecución el contrato deba ser interpretado a fin de determinar las
obligaciones contraídas por las partes. Es preciso concretar el sentido exacto del
contrato: debe ser interpretado. Es así como en esa labor de interpretación la
jurisprudencia ha podido decir que en el caso juzgado no se trataba pura y simplemente
de un arrendamiento, puesto es de la esencia de ese tipo de contratos el pleno disfrute o
goce de la cosa arrendada, sin que el arrendador pueda actuar o ejercer acciones que
menoscaban ese derecho y mucho menos que después de identificada la cosa arrendada
esta pueda ser objeto de cambio de manera unilateral por el arrendador. Que al imponer
el contrato determinadas cualidades y aptitudes para celebrar el mismo, se trata de un
contrato ‘‘intuitu personae’’ (entorno a la persona)

Existen reglas de interpretación, tal como lo afirman los Hnos. Mazeaud, a los ojos
de los redactores del Código Civil, infundidos de las teorías del derecho natural y de la
autonomía de la voluntad, el principio fundamental consiste en la averiguación de la
común intención de las partes. Las restantes reglas formuladas por el Código Civil no
son subsidiadas, y el juez es incitado a no recurrir a ellas más que cuando le resulte
imposible descubrir lo que hayan querido los contratantes.

Nuestra Suprema Corte de Justicia considera que siendo un contrato un acuerdo de


voluntades que crea obligaciones, su interpretación no puede ser otra cosa que la común
intención de las partes contratantes. Los jueces del fondo tienen la facultad de apartarse
de las letras de los contratos y buscar su contexto, en su interioridad, la intención de las
partes.

Según lo que dispone nuestro Código Civil cuando una cláusula del contrato es
susceptible de doble sentido, se le debe más bien atenderla en aquel en que puede tener
algún efecto, que en el sentido en que no pudiese producir ninguno. Además, el referido
Código también menciona que los términos ambiguos del contrato deben interpretarse
con arreglo a lo que el uso determine en el lugar en que el contrato se haya otorgado,
según el Art. 1159.

Efectos del Contrato

Se llaman efectos del contrato, las relaciones que se determinan entre las partes (y,
a veces, también frente a los terceros) por el hecho de que el contrato es concluido, y es,
además ejecutado.

Algunos efectos nacen por el sólo hecho de la conclusión del contrato; otros, para
producirse, presuponen que tenga lugar también la ejecución del mismo: Las relaciones
jurídicas para las partes y a veces también para los terceros, nacidas por la celebración o
la ejecución del contrato: eso es lo que debe entenderse por efectos del contrato. Ahora
bien, efecto en general es el resultado de una causa; esta causa se halla en el acuerdo de
voluntades, el llamado consentimiento. Y los resultados de esa concordancia de
voluntades son las relaciones jurídicas antedichas.

El efecto de mayor jerarquía, el fundamental, es el de la obligatoriedad del contrato;


obliga a los contratantes mediante la relación; el contrato adquiere fuerza de ley para las
partes, esto es, fuerza imperativa. Otro efecto, derivado del anterior es el de no poder ser
disuelto por voluntad unilateral, a esto se denomina, principio de intangibilidad, pues, el
contrato, siendo producto de la concordancia de voluntades, del acuerdo, solo podrá
disolverse mediante otro acuerdo, pero no unilateralmente.

También se menciona como otro efecto el de respetar su vigencia, alcanzando hasta


la ejecución o cumplimiento con la calidad de irrevocable, permaneciendo en ese estado
hasta cuando ocurra alguna modificación convencional. Se habla, en fin, de efecto
genético y de efecto funcional; el primero concluye con el nacimiento de la relación y el
segundo mantiene. la misma por el tiempo de su duración, apreciándose mayormente en
los llamados contratos con prestaciones recíprocas, donde es necesaria la
interdependencia entre las prestaciones.

Los contratos sólo producen efectos entre las partes que los otorgan y sus herederos,
salvo en cuanto a éstos si se trata de derechos y obligaciones no transmisibles. Esto es
que los efectos de los contratos recaen, en primer lugar, sobre las partes contratantes; y
en segundo lugar, en sus herederos. Los demás están excluidos; son los terceros, y para
ellos el contrato no tiene eficacia alguna.

Obligación y Responsabilidad Contractual.

La vida moderna ha ensanchado la importancia de las obligaciones, según explican


los Hnos. Mazeaud que el campo de las obligaciones rebasa singularmente la materia
del derecho civil, existen numerosas y complejas entre comerciantes, entre el Estado o
las colectividades públicas y entre particulares, entre personas de diferentes
nacionalidades, entre Estados. En fin, la propia globalización ha producido un fenómeno
que ha venido a diversificar y democratizar la producción de bienes y servicios, así
como su distribución, comercialización y consumo, impulsando inexorablemente un
cambio en la forma de concebir la reparación del daño.

La obligación consiste en el derecho que tiene una persona llamadas acreedor de


exigirle a otra persona llamada deudor, a que este cumpla con una prestación en
beneficio de aquel. Se dice que el acreedor tiene un derecho de crédito contra el deudor.
Siendo así, la relación jurídica que se establece a consecuencia de una obligación, pone
siempre en manifiesto la existencia de dos sujetos, un activo que es el acreedor y un
pasivo que es el deudor.

Partiendo de la definición anterior, podemos evidenciar que el objeto de la


obligación consiste en una prestación que el deudor debe cumplir a favor del acreedor;
esa prestación puede consistir en un hecho positivo: el pago de un préstamo, la
ejecución de un mandato, sin embargo, también puede ser basado en un hecho negativo,
tal como no construir un edificio de varios pisos, es decir, se afirma que la prestación
debida consiste en una obligación de dar, de hacer o no hacer.

Según el Dr. Subero Isa en su cuarta edición de los Contratos, se reconocen tres
caracteres esenciales de la obligación, que son:

a) La obligación como vínculo de Derecho: a pesar de que el concepto general


de la obligación es el derecho que tiene una persona de exigirle el
cumplimiento de una prestación, ese derecho en nuestros días se ha
idealizado, convirtiéndose en un vínculo de Derecho. Esto es, que las
disposiciones constitucionales prohíben en nuestro país que sobre el deudor
se ejerzan determinadas presiones atentatorias contra los derechos
fundamentales; cuando el deudor se niega a cumplir con la prestación
debida, el acreedor debe recurrir a los procedimientos de ejecución
establecidos por la Ley, en otras palabras, nadie puede hacerse justicia por sí
mismo.

b) La obligación como naturaleza pecuniaria: una característica fundamental en


las obligaciones es su carácter pecuniario, si bien es cierto que toda
obligación supone una relación persona a persona, no es menos cierto que no
todas las relaciones personales pueden ser consideradas como obligaciones.
Si esas relaciones no son susceptibles de una valoración pecuniaria no existe
obligación. Se dice que el derecho de las obligaciones integra el derecho de
los interesas egoístas, despojado de todas las consideraciones afectivas que
otorgan un carácter tan particular a los derechos de la personalidad.

c) La obligación como vinculo personal: Esta característica es la que le da el


tinte distintivo a la obligación del derecho real; un derecho personal es una
relación de persona a persona, mientras que un derecho real es un vínculo de
una persona a una cosa. En nuestro país no existe el apremio corporal por
deudas económicas, salvo aquellos casos que provengan de infracciones a la
Ley Penal, de acuerdo con el Art. 40.10 de la Carta Magna (Constitución), lo
que quiere decir que el deudor ya no es lo que era antes, la cosa de su
acreedor.

Ejecución de los Contratos.

La ejecución del contrato es la fase en la que cada una de las partes cumple con las
obligaciones impuestas en los pliegos y en el propio contrato. La ejecución se realiza a
riesgo y ventura del contratista, sin perjuicio de los supuestos de fuerza mayor.

La fase de ejecución del contrato es inmediatamente posterior a la preparación del


mismo y supone el cumplimiento de las obligaciones asignadas a cada una de las partes
tanto por los pliegos como por el propio contrato, rigiéndose, además de por estos
instrumentos, por la Ley y el Derecho Común; y sus disposiciones de desarrollo y
supletoriamente por las restantes normas de derecho administrativo y, en su defecto, por
las normas de derecho privado.

La fuerza moral se nutre de la idea según la cual los deberes contractuales son
obligatorios porque fueron libremente asumidos por aquellos que deben cumplirlos.
Consecuentemente, la ejecución del contrato no está moralmente justificada si la
persona pasible de sanción no expresa su voluntad genuinamente.

En la teoría consensual, la ejecución está garantizada aun en ausencia de


intercambio o formalidad si se prueba que hubo consentimiento. Ejecutar el contrato es
realizar el objeto del mismo. El plazo para la ejecución del contrato comienza con la
firma del mismo. No podrá iniciarse la ejecución del contrato sin su previa
formalización, excepto en los casos previstos en la Ley, como son los casos de
emergencia. En esta etapa cada una de las partes debe realizar o cumplir todas las
obligaciones convenidas durante la vigencia del contrato para que se lleve a cabo su
objeto.

La ejecución del contrato puede ser parcial (se ejecuta en una sola fase), o total (se
ejecuta en todas sus fases).

La Puesta en Mora

Es el acto por el cual un acreedor intima a su deudor que cumpla su obligación con
el fin de hacer correr los daños y perjuicios y los intereses moratorios, entre otros
efectos jurídicos. Nuestro Código Civil en su Art. 1139, establece que se constituye el
deudor en mora, ya por un requerimiento u otro acto equivalente, ya por efecto de la
convención cuando ésta incluya la cláusula de que se constituirá en mora del deudor, sin
que haya necesidad de acto alguno, y por el hecho solo de cumplirse el término.

El retraso en el cumplimiento de una de las partes no es jurídicamente relevante


mientras la otra no ha cumplido; se llama Compensatio morae, la doctrina se refiere a
este fenómeno como el principio de compensación de la mora que se deriva de la regla
de simultaneidad en este tipo de obligaciones; este principio aparece recogido en el
Código en el art. 1,100; en las obligaciones recíprocas ninguno de los obligados incurre
en mora si el otro no cumple o no se allana a cumplir debidamente lo que le incumbe,
pero desde que uno de los obligados cumple su obligación, empieza la mora para el
otro.

La palabra “mora o “demora” proviene del latín y significa tardanza o retraso.


Constituir en mora significa hacer una interpelación (intimación), dirigida por el
acreedor al deudor, mediante la cual se le requiere a éste último, cumplir con la
obligación. Esta intimación acredita oficialmente la tardanza del deudor. Cuando la
constitución es necesaria, el deudor tiene derecho a esperarla para cumplir con su
obligación; hasta que se le haya constituido en mora, el deudor no está en retraso.

Un deudor se pone o constituye en mora de cinco formas:

a. Por una cláusula del contrato en la cual se diga que el deudor queda
constituido en mora con la llega del plazo convenido.
b. Por una intimación hecha mediante un acto de alguacil en la cual se le
requiera al deudor cumplir con la obligación o deuda.
c. Con un acto de citación o demanda en justicia.
d. Por un mandamiento de pago tendiente a embargo e) Por un embargo
CONCLUSIÓN

El derecho nace de la compleja vida humana en sociedad, como una necesidad para
regular la conducta de los hombres, encaminándola a la consecución del bien común, de
la justicia y de la paz. Tratándose del tema en cuestión, los contratos, que ya
desglosamos, conceptos y posiciones al respecto, concluimos en que son aquellos que se
crean cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad
común, destinada a reglar sus derechos.

Para que un contrato se forme, la ley emplea dos términos: la oferta y la aceptación.
En la oferta una persona propone a otra la celebración de un contrato, fijándole o no un
plazo para aceptar. La parte que hace la oferta queda ligada por su oferta hasta que
expire el plazo. Hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una
declaración de voluntad común, destinada a reglar sus derechos. Art. 1138 Los contratos
se denominan en este código unilaterales, o bilaterales.

Los efectos de los contratos sólo obligan, otorgan derechos, benefician o perjudican
a las partes. Es el efecto del contrato frente a terceros cuando se cumplen determinados
requisitos, tales como: Inscripción en el Registro Público de la Propiedad.

El objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extinguir obligaciones.


Además, como se indica en el artículo 1403, la obligación objeto del contrato deber ser
lícita y posible. La obligación que es objeto del contrato debe ser lícita. Entonces,
podemos afirmar que el contrato es un acto jurídico bilateral de naturaleza patrimonial.
tengan por fin inmediato, establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear,
modificar, transferir, conservar o aniquilar derechos. Obvio que dentro de ese concepto
cabe el contrato.
INTRODUCCIÓN AL TEMA

CONTRATO: Según el artículo 1101 del Código Civil Dominicano, el contrato es un


convenio en cuya virtud una o varias personas se obligan respecto de una o de varias
otras, a dar, hacer o no hacer alguna cosa.

CONSENSUALISMO: Principio en virtud del cual un acto jurídico no está sometido a


ninguna formalidad particular para su validez, ya que el consentimiento tiene por sí
solo el poder de crear obligaciones. Verso formalismo.

DERECHOS REALES: El derecho real es un derecho absoluto, de contenido


patrimonial, cuyas normas substancialmente de orden público, establecen entre una
persona (sujeto activo) y una cosa (objeto) una relación inmediata, que previa
publicidad, obliga a la sociedad (sujeto pasivo) a abstenerse de realizar cualquier acto
contrario al uso y goce del derecho real.

CARACTERÍSTICAS DE LOS DERECHOS REALES:

Es un derecho absoluto: es decir no reconoce límites. Es de contenido patrimonial:


solo importa aquello que sea susceptible de valoración económica. Es un vínculo entre
una persona y una cosa. Es una relación inmediata, pues el uso y goce de las cosas
es de manera directa sin necesidad de ningún acto de terceros. Son Erga Omnes: se
ejerce contra todos.

OBLIGACIÓN: El derecho que tiene una persona llamada acreedor, de exigirle a otra
persona llamada deudor, a que este cumpla con una prestación en beneficio de aquel.

RESPONSABILIDAD CIVIL: Consiste en la obligación que recae sobre una persona


de reparar el daño que ha causado a otro, sea en naturaleza o bien por un equivalente
monetario, (normalmente mediante el pago de una indemnización de perjuicio).

También podría gustarte