Está en la página 1de 2

UN CAFÉ SOLO, POR

FAVOR…
Neblina Londinense

En una calle céntrica de Valencia hay una cafetería donde


suele haber un cliente bastante usual, siempre llega solo y se
pide un café solo. Según los días ese café le dura uno o varios
cigarros que va consumiendo con la mirada perdida. Tiene la
costumbre de vagar por la ciudad y sus pies le llevan siempre a
acabar en el mismo lugar.

Llueva o haga poniente siempre lo encuentras vestido de


riguroso negro sentado en la misma esquina del café o si
alguien ya esta ahí, sentado en cualquier otro lugar pero
siempre al resguardo de la gente. Las pocas palabras que me he
cruzado con él han sido siempre escasas y cordiales.

A veces cuando llega más pronto que de costumbre se pide


dos cafés. Parece que esté esperando a alguien, toda una vida
esperando a alguien. Casi nunca mira a la puerta pero los días
que se dedica a observar ala gente pasar por la calle los cigarros
se le consumen y el café se le enfría y apenas ni lo tasta tan
siquiera.

Me resulta curioso observarle. Una mirada inteligente


marcada por las ojeras grises le da cierto aspecto aguileño, su
piel curtida por el paso de los años conserva cierto aspecto
juvenil. No podría determinar cuantos años tiene. Es ese tipo de
personas que ni tal vez se encuentre allí que tan solo sea el
reflejo de un pasado desconocido para mí.

Hay veces que viene todos los días de la semana sobre la


misma hora, pero cuando pasa meses sin venir, viene más
lánguido que de costumbre se sienta en su rincón y saborea
cada trago, cada calada como si llevara décadas sin poder
disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Me atrevería a
decir que en esos momentos es feliz, pero es tan solo un
atrevimiento.

Con el paso del tiempo he llegado a pensar que él siente el


tiempo de una manera distinta al resto de la gente. Lo que a mi
me resultarían horas tal vez para él sean como tan solo cinco
minutos. Puede ser que sea ese el motivo que siempre lleve el
reloj parado aunque cada vez marque una hora distinta. No se
que relación hay entre la hora que le marca el reloj y él mismo
pero es una de las cosas que siempre me he preguntado desde
que me di cuenta de ese detalle.

Los días de lluvia es otra historia, parece que este


sonriendo. La misma expresión anodina de siempre pero hay
cierto brillo en sus ojos. Esos días suele pedirse un café con
leche pero no llega a terminarlo tan solo la espuma y algún que
otro sorbo.

Siempre se cual va a ser su último café o si no se lo


terminará porque pide un vaso de agua para quitar ese regusto
amargo que deja el café solo sin azúcar. A no ser que no pida
agua lo que a veces quiere decir que pasará horas con la mirada
ausente o que como si algo se le hubiera olvidado, tan solo
estará unos instantes.

Suele sacar un desaliñado libro forrado con amarillento


papel de periódico de hace años. Rara vez lo abre y se pone a
leerlo pero no hay día que el libro no le acompañe, como si su
presencia le reconfortara. Tal vez no sea un libro sino una
libreta porque alguna vez le he visto abrirlo para hacer alguna
anotación.

Una vez le oí reír, tan solo que una carcajada ronca y


carcajada, algo forzada, tal vez como si se le hubiera olvidado
como era la risa. Si ya de normal me había intrigado, desde ese
momento mi mayor aspiración se convirtió en saber quien era
ese extraño personaje.

Pasaba el tiempo pensando que estaría pasando por su


mente, mirándole detenidamente de reojo su inexpresivo parar,
su mirada ausente que no decía nada, pero a la vez delataba que
tenía muchas cosas que contar. Pero sus labios se despegaban
tan solo para decir: “Un café solo, por favor…” y si venia al
caso añadía “… y un vaso de agua”.

Un día no me pude contener e intenté entablar conversación


con él. Fue una conversación muy forzada, lo máximo que pude
sacar en claro de él fue que había sido profesor, nada más. Dejó
una generosa propina, considerablemente superior a lo que
solía dejar y nunca más lo volví a ver.

Tras unos años las circunstancias me llevaron a cambiar de


ciudad y ya no se si alguna vez volvió a aquel ajetreado café
donde parecía que él hubiera encontrado un oasis.

También podría gustarte