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Resumen de 150 palabras

Introducción
Desarrollo temático
Conclusiones
¿Es posible abordar el desarrollo humano desde un enfoque filosófico?

¿Quién está preparado para ser padre?


¿Por qué es necesario un enfoque filosófico en el desarrollo humano?
Hacia una educación de la vida en el desarrollo
¿cómo estar preparado para ser padre?

La consideración común contemporánea frente a esta pregunta es muy interesante


puesto que la paternidad durante mucho tiempo no se ha asimilado como un ejercicio que
conlleve un saber, sino por el contrario un acto de experimentación. Sí, experimentación.
“Se aprende por el camino”, ésta es una respuesta muy común, en muchos casos más
experimentada que pensada. Por lo general son muy pocos los que se preguntan cómo ser
un buen padre o madre. Las causas de esto difieren bastante; por un lado, está el hecho
mismo disruptivo del ser padre o madre; la paternidad y la maternidad son actos en
muchos casos inesperados. Sumado a esto, los factores como la clase social, la edad o el
nivel de escolaridad influyen mucho frente a la perspectiva que se tiene frente al ejercicio
educativo de los hijos.
No obstante, también hay casos en los que se denota un amplio recorrido teórico frente al
tema. Hay quienes indagan, consultan o se empapan sobre la materia. Ahora bien, lo
interesante es que el aprendizaje está enfocado en la manera de sobrellevar el embarazo
y no al cómo ser un buen padre; frente a esto es muy común adoptar posturas médicas,
psicológicas o empíricas. Para empezar, está la postura medica que evalúa, recomienda
sobre el embarazo, las condiciones y cuidados óptimos necesarios para sobrellevar este en
su etapa de gestación, desarrollo y parto. Posterior a esto también hay un cuidado y
periodicidad en los que el conocimiento médico interviene durante los primeros años
especialmente, pero la focalización de este aspecto es de tipo fisiológico.
En cuanto a la postura psicológica, ésta sigue siendo estigmatizada. Se piensa aún que ir al
psicólogo es señal de locura. En caso contrario, las mujeres suelen ir por casos de
depresión posparto, 12,9 porciento a nivel nacional (Pabón & Vélez, 2014), relacionados a
temas con su cuerpo, la carga afectiva que conlleva la maternidad en la disrupción de la
vida cotidiana o en otros casos por temas relacionados a violencia doméstica. En cambio,
son muy pocos los casos que tengan como contexto no saber cómo ser un buen padre o
madre. Ante esto, la mirada hacia la ayuda psicológica se ve únicamente cuando hay
señales de alarma que afectan el comportamiento de alguno de los congéneres.
En contraste, la mirada empírica es la manera más común de asistencia a la hora de
enfrentar el ejercicio de educación parental. Cuando se piensa en ¿cómo estar preparado
para ser padre? El primer modelo de acción que viene a la mente es el propiamente
recibido por los padres u otras figuras que amoldaron ese rol en la infancia. Acto seguido,
este modelo se convierte en eje central siendo la intuición del padre o la madre la que
dictamine que enfoque de educación va a brindar a su hijo. Sí, en el ejercicio, se trata una
cadena de saberes que se adquieren a través de la observación y la experiencia. Con esto
en mente, el desarrollo de esta pregunta ira acompañado no solamente de un “Se
aprende por el camino”, sino de la percepción positiva o negativa del fantasma de la
educación recibida durante la niñez y posteriores etapas del desarrollo.
Para entender el valor que tienen los padres en la educación es necesario examinar el
concepto de Emile Durkheim, quien dice:
La educación es la acción ejercida sobre los niños por los padres y educadores. Dicha
acción es constante y general. No hay ningún periodo en la vida social, no hay siquiera por
así decirlo, ningún momento en el curso del día en el que las jóvenes generaciones no
estén en contacto con sus mayores, ni en el que, consecuentemente, no estén sometidos
por parte de estos a una influencia educadora (Durkheim, 1996, pág. 73).
Acorde a la visión del sociólogo, el ejercicio parental de educación tiene una relevancia
muy importante y constituye uno de los pilares en la construcción del saber en niños y
jóvenes. Por ende, es necesario ampliar la base teórica y axiológica de los padres frente a
este ejercicio educativo que en muchos casos pasa desapercibido.

¿Por qué sería necesario un enfoque filosófico en el desarrollo humano?

En el texto desarrollo humano (Papalia & Feldman, 2012) se puede evidenciar un amplio
marco teórico relacionado al desarrollo fisiológico, psicológico, cognitivo y cognoscitivo
del niño desde el momento en que comienza la gestación, hasta la vida adulta. Se puede
encontrar los diferentes tipos de teoría sobre el aprendizaje desde la perspectiva
mecanicista – organicista acuñada respectivamente por John Locke y Jean – Jacques
Rousseau. Al mismo tiempo, las autoras hacen un bosquejo crítico respecto a los vacíos
que dejó la teoría contractualista con respecto al devenir del hombre como animal a ser
social; para ello abordan el campo del psicoanálisis por medio de Sigmund Freud y su
teoría del desarrollo psicosexual.
Siguiendo la secuencia, las autoras abordan campos del desarrollo infantil examinando los
procesos de fertilización, desarrollo prenatal y etapas comprendidas de 0 a 8 años. Sin
embargo, se considera que un gran campo ausente en este texto es el de la filosofía. Aun
cuando el análisis de Papalia - Feldman es extenso en cuanto a las etapas de la niñez, los
valores, los riesgos y los cuidados respectivos en cada edad, no se evidencia lo que
compete a un pensamiento filosófico frente a la vida. Esta categoría seria pertinente para
el docente a la hora de entablar un diálogo constructivo con los padres o desarrollar
prácticas pedagógicas más enriquecedoras con el estudiante. Sobre esto se podría tomar
las palabras de Nietzsche:
Aprender a ver, esto es: dirigir los ojos con calma, con paciencia, dejar venir a sí las cosas;
suspender el juicio, girar en torno al caso particular por todos lados y aprender a
comprender en su totalidad. Ésta es la escuela del espíritu: no reaccionar de inmediato al
estímulo, sino poseer los instintos objetantes y excluyentes (Nietzsche, 1998, pág. 94).
Aprender a ver significa ampliar el rango de visión sobre el entorno, reconocer los
fenómenos que se gestan alrededor de los actores que participan en el proceso
académico y orientarlos hacia una participación más activa en la educación. A su vez, se
debe entender que los padres carecen de mucha información con respecto al desarrollo
de sus hijos; también comprender los fantasmas que reproduce una niñez positiva o
negativa en la percepción parental, puesto que estos sólo tienen, en muchos casos, una
visión empírica sobre la paternidad.
En consecuencia, el pensamiento filosófico abre y problematiza un entorno que en
muchos casos parece no estar en sintonía con la realidad de los estudiantes. Ahora bien,
Friedrich Nietzsche da luz sobre cómo abordar el tema institucional en este fragmento:
“Nuestras instituciones ya no sirven: sobre esto estamos de acuerdo. Pero eso no
depende de ellas sino de nosotros” (Nietzsche, 1998, pág. 133). La invitación del filósofo
alemán es a construir a través de la voluntad para así resignificar las instituciones. Si bien
puede parecer ambigua esta solución, no hay que olvidar el complemento teórico que nos
ofrece Papalia – Feldman en el que convergen saberes de tipo fisiológico, psicológico,
cognitivo y cognoscitivo que pueden generar procesos más constructivos tanto con padres
como estudiantes. El campo filosófico ofrece una visión crítica e incentiva a los docentes a
plantear nuevas formas de pedagogía.

Hacia una educación filosófica en el desarrollo humano


Como se ha visto anteriormente la educación filosófica aparece como complemento del
desarrollo humano y su mirada está enfocada en trabajar contenidos con los padres de
familia puesto que de nada sirve implementar propuestas pedagógicas en el aula sino tienen
continuidad en el hogar. Este apartado tiene como propósito mostrar algunas alternativas
frente a situaciones excepcionales en las que los padres muchas veces no cuentan con un
componente teórico o pedagógico para dar solución. Para ello se tomarán experiencias de
Jean Jacques Rousseau sobre el desarrollo del individuo desde el texto: Emilio o la
educación.
Para comenzar, se abordará los casos en los que los niños sufren algún tipo de lesión o
cortadura leves; por lo general la respuesta paternal tiende a ser muy exagerada debido al
apego afectivo y la importancia que tiene éste al ser su primogénito. Sin embargo,
Rousseau dará otro punto de vista para manejar estos impases:
Si se cae, si se hace un chichón en la cabeza, si sangra por la nariz, si se corta los dedos, en
lugar de mostrarme solícito con aire amargado, me quedaré tranquilo, al menos durante
breve tiempo. El mal está hecho, es necesidad que lo soporte; mi solicitud toda sólo serviría
para asustarle más y aumentar su sensibilidad. En el fondo es menos el golpe que el temor
lo que atormenta cuando uno se ha herido (Rousseau, 1990, pág. 110).
Este apartado es muy interesante puesto que vemos una relación del desarrollo humano
vista desde el pensamiento psicoanalítico y filosófico. Por un lado, el psicoanálisis dice que
gran parte del desarrollo individual es gracias a los dramas e impotencias en las que se ve
envuelto el sujeto, pues estos choques con la realidad le permiten un desarrollo sano de sus
facultades y le posibilitará a mejorar sus aspectos en desequilibrio; no obstante, de no
permitir estás fricciones con la realidad el niño puede llegar a generar procesos de regresión
infantil. Por otra parte, la visión filosófica invita a los padres a no saturar de cuidados al
niño, sino que por el contrario se le incentive a explorar el mundo a través de sus sentidos;
Rousseau hace especial énfasis en este aspecto: “si no hay objeto tan digno de burla como
un niño altanero, no hay objeto tan digno de piedad como un niño temeroso” (Rousseau,
1990, pág. 129).
Otro tema llamativo a la hora de enfrentar la paternidad es sobre

Si bien es necesario tener muchos cuidados para los niños, no está bien que se les aislé en
una burbuja para que no sufran

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