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“UNIVERSIDAD DE CHICLAYO” hdh

Ciencias De La Salud
ESCUELA PROFESIONAL:
Obstetricia.
ASIGNATURA:
Antropologia filosófica .
DOCENTE:
Vitor Rangel.
ALUMNA:
Díaz Eugenio Maryori.
Herrera Quintos Lesly.
Hoyos Arriola Karen.
Vásquez Zamora Verónica.
CICLO ACADEMICO:
I Ciclo

FECHA DE PRESENTACION: 29/05/2012

1
DEDICATORIA

La presente monografía lo dedicamos a


nuestros padres, quienes en forma
abnegada nos apoyan para conseguir
el éxito y ser profesionales en aras de
una mejor calidad de vida para
nosotros y nuestra familia

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AGRADECIMIENTO

A Dios y a nuestros padres por bendecirnos con su apoyo.


Agradecemos Dios por darnos la oportunidad de vivir y de
compartir nuestra vida junto con quienes conformamos el
presente grupo de trabajo y por haber formado un equipo
unido.
A nuestro profesor por habernos guiado en el presente ciclo y
quien nos ha hecho comprender respecto a la personalidad
del ser humano.

3
I. CAPITULO

4
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo nos ha conducido a hacer un análisis respecto a la
personalidad del ser humano y sus actitudes frente a las incidencias del que
hacer diario y de hechos importantes frente a realidades que podrían afrontar
como ser humano. Su actitud frente a la vida se sustenta en el trípode de la
personalidad y en el equilibrio que debe de existir, para una toma de
decisiones lo mas acertada, que no dañe ni perjudique a nadie.

Los sentimientos no solo son el amor, sino además el odio y la ira, por lo tanto
los autores no hace ver que merecen una valoración positiva y nos hace ver en
el sentido de que el ser humano lo puede todo siempre que haya una razón
poderosa por que luchar. Esa razón poderosa nos puede hacer soportar lo
indecible hasta lograr la meta o lo anhelado; sin embargo cabe precisar que es
importante que el actuar en forma desequilibrada puede incluso poner en
riesgo hasta su propia vida, por ello es que muchas veces algunos en el
fracaso llegan hasta el suicidio y es justamente debido a la falta de voluntad.

Muchas veces puede llevar el desequilibrio o los sucesos que nos afectan a
fracasar en la soluciones, pero dentro de esas soluciones esta también la parte
medica, que puede hacernos superar por ejemplo la tristeza o la depresión. En
ese orden de ideas, lo que realmente nos aclara el autor, es que si bien es
cierto, existe la posibilidad de que el humano sobre la base de la calma y el
equilibrio, pueda tomar decisiones acertadas en situaciones difíciles y en caso
de no superarlas recurrir a los amigos e incluso a la medicina ejemplo mediante
la cual, podría superar casos de depresión o tristeza.

La presente monografía nos ayuda en nuestra formación académica, debido a


que nos muestra realmente actitud del ser humano y nos orienta a actuar de
una forma ética y con valores elevando así nuestra categoría profesional, ante
situaciones como por ejemplo un aborto, un nacimiento o un tipo de legrado
que definitivamente en el momento circunstancial debe de tomarse una
decisión equilibrada, que se enmarque dentro de la ética y los valores que en
calidad de personal de servicios de la salud nosotros nos debemos. Así mismo
se logro consolidar mediante el acopio de información y lecturas
exclusivamente de libros, sin recurrir en absoluto al internet debiendo deliberar
arduamente entre nuestras compañeras, que ha sido un factor de frenaje en el
desarrollo; sin embargo, llegando a conclusiones que ha sido duro arribar por la
falta de coincidencia.

5
INDICE

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1.

II. CAPITULO

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MARCO METODOLOGICO
2.1 TIPO DE INVESTIGACIÓN:
Se sustenta en el tipo de investigación cualitativa consistente en la
recolección de datos en aras de comprender y entender el comportamiento
humano y las razones que predominan para su realización como ser.

El método que se ha utilizado es el método Analítico, que nos ha conllevado


después de haber acopiado la información proviene de la fuente mismas de
autores quienes han desarrollado el tema como el Pensamiento de
Rousseau la que nos a hacer un análisis del discurso de Rousseau.

Razones que nos hacen reflexionar respecto al ser humano y su


accionar en la sociedad y las bases que se erigen sobre ella donde se
analiza lo que es una gran novedad rousseauniana sobre el orden moral que
consiste en querer fundarlo completamente en la libertad humana. Donde la
expansión y desarrollo del ser humano natural no es algo que se cumple por una
necesidad de la naturaleza o por una especie de causalidad final de tipo aristotélico
que empujaría al conjunto de facultades hacia su cumplimiento pleno.

A diferencia de

2.2 TÉCNICA DE PROCESAMIENTO Y ANÁLISIS DE DATOS


Búsqueda de información relevante a través de investigaciones
realizadas por autores quienes han dejado los precedentes de una
ruta seguida que nos orillará a hacer el análisis del comportamiento
del ser humano y su actitud frente a situaciones que tienen que ver
con la realidad, sus sentimientos y su estado físico corpóreo.

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III. CAPITULO

LA DIMENSION SENTIMENTAL

Aunque el conocimiento nos deslumbre, no es suficiente la condición humana, porque


se sustenta sobre una base corpórea que se fatiga y lo limita en su accionar, la que
esta orientada a actuar de acuerdo a sus sentimientos.

3.1. CLASIFICACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS


3.1.1 Inteligencia deseante y deseo inteligente.
El ser humano tiene sentidos tal cual lo tienen los animales o bestias
como lo precisa el autor; sin embargo, lo que lo diferencia al humano de
los animales o bestias es justamente su espiritualidad, puesto que el ser
humano tiene el horizonte como síntesis entre espíritu y bestias.

Se puede afirmar relativamente que son los sentimiento que mueven al


ser humano y mediante el cual se percibe lo interesante que no puede
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afectar o no, sugiriendo que el contacto con la realidad es sentimental y
practico.

No obstante describe al ser humano que es un conjunto de


sentimientos, emociones o pasiones que posee libertad; sin embargo su
condición de ser esta ligado a alimento, sed, cansancio y descanso,
ciclos lunares y paralización por el frio o el calor, enfermedad y
melancolía.

Para Rousseau, y esto debe ser siempre subrayado, la naturaleza humana no


solamente es la del hombre que vive, o vivió, en el estado de naturaleza, es
decir, la del hombre natural, sino que también sigue de alguna manera
encontrándose en el ser humano que vive en el estado de sociedad. Por un
lado, el Segundo Discurso nos enseña que esta naturaleza humana se
encuentra "alterada dentro de la sociedad por mil causas que renacen sin cesar,
por la adquisición de una multitud de conocimientos y de errores, por los
cambios que afectan a la constitución de los cuerpos y por el continuado choque
de las pasiones"

3.1.2 Definición y estructura de la dimensión sentimental


El hombre se encuentra sobre la base de su estructura que se conforma
de tres dimensiones que son: Inteligencia, Sentimiento y Voluntad. Tiene
como horizonte el actuar por percepción circunstancial del mundo,
guiado por sus sentimientos, a lo cual el autor diseño una tabla
denominada estructura de los sentimientos.

Estos sentimientos tienen reacciones incluso anímicas, orgánicas y


actitudes o respuestas que devendrían incluso hasta la muerte.

Los sentimientos marcan las tendencias moldeando una forma de vivir,


que esta influenciada por el estado de animo y sus perspectivas.

Sin embargo, se puede añadir que los sentimientos no es lo único que


conduce al ser humano, por la vida, también esta la inteligencia y la
voluntad, por ello se había descrito antes que se sustenta en tres (03)
dimensiones; dejando entrever que por ejemplo en el amor y en la
tristeza, los sentimientos sirven de aviso. (Ver Anexo Nº 01) y (Ver
Anexo Nº 02)

3.2.2 Dos apetitos, muchos afectos: Cartografia de las pasiones

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Los sentimientos se suelen dividir en dos campos generales, a razón del
tipo de objeto que entre en juego. Es decir se actua por sentimientos
denominado Apetito concupiscente y Apetito Irascible.

El amor convoca a actuar en la búsqueda de lo que se desea para dar


cobertura a ese deseo. Ejemplo si un humano tiene sed, entonces su
deseo será un vaso con agua, pero terminado este…?

Entonces se puede afirmar que somos un animal con deseo, que en


ocasiones logra lo que desea, disfruta de lo alcanzado y despierta con
un nuevo deseo debido a que el deseo anterior se aleja.

Lo contrario al amor es el odio. Si el amor alaba la existencia de lo


amado, el odio lo denigra. Lo odiado puede ser una persona o un mal, o
una situación determinada.

El odio -a la inversa que el amor- provoca la distancia. Por eso, su


pasión más propia es la huida: nos apartamos del mal, deseamos que
no siga con nosotros, porque nos inquieta, nos disgrega. Las personas
que se odian no se hablan, o a lo más se insultan y desprecian;
sucede lo mismo cuando odias algo.
Ejemplo: Si odias el aji, dejaras de consumirlo. O si odias estar en
algún lugar, evitara ir o estar en tal lugar.

Pero si a pesar de ese empeño resultara imposible apartarse de ese


mal, la consecuencia en el espíritu será la aparición de la tristeza. Está
triste el que convive en presencia de lo malo (de lo que él valora como
un mal, aunque objetivamente no lo sea).

Del mismo modo en que el gozo hace que el tiempo se pase volando, y
que uno se encuentre en una situación de plenitud (así son siempre las
grandes fiestas: en ellas el tiempo vuela, y en ellas nos decimos:
«Estoy en donde debo estar»´

La tristeza va acompañada de dolor, y en ella se prueba una dramática


vivencia del aburrimiento, ese modo de ser en el que el tiempo se
estanca y se hace no eterno.

Cuando se está enamorado, el tiempo y el espacio parece que no


existen. Se vive en un encantamiento, dentro de unas coordenadas

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especiales. Este ha sido un tema constante en la poesía y en la
canción. Su contrario también. En el desamor, la distancia se vive lejos,
y el paso del reloj enloquece, resulta inacabable. En cambio en el amor
todo parece poco, y se vive con cierta desazón el sucederse de las
jomadas que nos acercan tal vez hacia la muerte.

El motivo de la tristeza puede ser un mal concreto, determinado, y, por


lo tanto, quizá eludible. En cambio, si el malestar es genérico, si no se
tiene idea de cuál es su raíz o su objeto, sino que más bien se trata de
algo difuso, se encontraría el sujeto con la vivencia de la angustia. La
desazón de la angustia por indefinida produce un vértigo en el que se
experimenta la presencia de la nada. El nihilismo y la angustia van
parejos, y su falta de esperanza provoca un presente carente de
cualquier contenido positivo, y una interpretación del pasado y de las
posibilidades futuras también en los mismos términos.

Motivo por el cual muchas personas sufren de depresión y son


incapaces de señalar la causa por que no es algo determinado y
experimenta que su problema no tiene solución. Sin embargo puede
afirmarse que se trata de un control involuntario de ni querido ni
deseado que ejerce la pasión sobre los otros elementos en que se basa
la personalidad (Trípode la personalidad).

La vida del hombre no se centra únicamente en el presente: la


experiencia del pasado y la aparición de ilusiones hacen que el ser
humano se marque proyectos, aspire en dirección al futuro.

La mirada al mañana puede ser positiva: uno se piensa capaz de


conseguir determinado bien arduo o de evitar el mal que se viene
encima. Esa es la actitud propia de la esperanza, que siempre espera la
superación del obstáculo y espera siempre lo posible o resolver el
problema.

La conducta que ejerce el esperanzado es la valentía, la audacia, el


convencimiento de que la acción tendrá sus frutos. Por saber que se
enfrenta a algo posible, lo hace con determinación, no se rinde. De ese
modo, cuando se alcanza lo esperado, el bien que se quería conseguir

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ya es algo presente; o el mal que se pretendía evitar ha pasado de largo
sin tocamos o se ha convertido en un bien, y la consecuencia como con
el amor y el deseo es la alegría de poder disfrutar de un bien presente,
el gozo, estar en el fin.

En cambio la desesperación es propia de lo que se ve como


inalcanzable, del mal futuro que parece que no hay modo de evitar: de
lo imposible no hay esperanza.

La conducta que surge de la desesperación es el temor a quedar


paralizado. Quien piensa que no hay nada que hacer se queda quieto.
Se ha mostrado mil veces en películas de terror de adolescentes: la
víctima acorralada en la última habitación de la casa abandonada no
puede casi ni gritar, y cuando ve que no hay escapatoria (a no ser que
de pronto aparezca el héroe de tumo no la habrá, pero si esa víctima no
es la protagonista no te preocupes, que el héroe no va a aparecer) se
entrega sin resistencia a la acción del arma que lleve el psicópata en
cuestión.

El temor detienen la acción: Es así que el hombre actúa como timorato


cuando se encuentra atrapado por la desesperanza. Puede ocurrir que
quien teme, se abandone en esa situación sin esperanza o de lo
contrario puede hacer aparición, la pasión de la ira, mediante Por medio
de la ira, se exige una venganza contra un estado de cosas que no
debería ser así. La ira supone retomar la acción: en ella, la reflexión no
tiene por qué estar presente, hasta el punto de que el airado es capaz
de encarar lo que poco antes pareciera imposible, y de ese modo puede
cumplirse aquello de «donde está el peligro está la salvación».

En consecuencia es lógico defender lo que se ama y es muy triste la


existencia del que no cuente con ningún motivo por el que merezca la
pena arriesgar la vida.

Esta clasificación acierta en forma limitada su pretensión


caractereológica. La vida real es más compleja. Pero quizá nos baste
para realizar una cartografía general de nuestro comportamiento.
Ningún mapa refleja perfectamente el mundo; esa pretensión -como

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sucede en el cuento de Borges- acabaría confundiéndose con la
realidad, y mataría la frescura de la iniciativa de cada cual.

Es así como que por amor se puede alcanzar el gozo; sin embargo ante
un obstáculo devendría el sentimiento de odio o ira, lo que podría poner
en peligro el gozo; sin embargo parece la esperanza de que puede
vencer el obstáculo y con audacia podría lograr el gozo hasta que ese
deseo desaparezca.

3.2. LOS PROBLEMAS POR DEFECTO


El equilibrio de la personalidad que se encuentra sobre la base de la
Inteligencia, Voluntad y Sentimientos, puede romperse por excesivo
protagonismo de unos de estos tres elementos o ausencia de algún ode ellos.
En el caso de los sentimientos, pueden aparecer problemas por defecto o por
exceso

3.2.1. Decir siempre que no: estoicismo


El temor a lo irracional o incontrolable, orilla siempre a decir que no a
los sentimientos. Por ello es preciso decir que quien ame aspectos de
este mundo mudable y breve, tiene que estar presto para el sufrimiento.
A lo largo del pasar de los años las cosas se deterioran, las personas
amadas se marchan o se mueren. Si se quiere evitar la sensación de
soledad o la presencia del dolor, el único modo posible está en
aprender a renunciar a todo deseo, en lograr una apatía gracias a la
cual todo dé lo mismo y así nunca se produzca pérdida de ningún tipo.

3.2.2. La sequedad del deber: rigorismo protestante.


A los sentimientos también se renuncia en buena parte de la
Modernidad, especialmente desde el momento en que el racionalismo
toma el papel protagonista en la comprensión de lo humano.

Refiere el autor que Kan convierte la ética en la realización de deberes,


y cuando se considera que hacer las cosas con gusto es señal de falta
de rectitud de intención, lo que determina aun comportamiento
altamente represivo contra toda valoración sentimental. El rigorismo
protestante parece promover esta postura: por ello el gozo seria
acercarse al pecado o un exceso, lo cual es impropio en el
comportamiento social.

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El exceso de compostura, es la puerta para una eficacia triste que
puede acabar por hacer de la vida algo difícil de aguantar. lo báquico,
del anarquismo, despreciar la seriedad; sin embargo de fondo prevalece
la misma desesperanza .

3.2.3. Un carácter corrupto: animal laboran


Se ha perdido el rigorismo protestante y lo que se presenta ahora es la
entrega total del empleado en fortalecer la empresa donde trabaja,
renunciando a proyectos personales (una familia, un hijo, tiempo para
leer poemas o filosofía), sin horario, con su vida entregada a la
empresa, se topa frente a continuos callejones sin salida y la empresa lo
único que espera es Eficacia o resultados de productividad. Caso
contrario esta el despido y si con el paso de los años no ha continuado
reciclándose (capacitándose) , entonces lo despiden o los despiden
igual si ha habido fusiones de empresas o la coyuntura ha cambiado.

Ante esta situación el paradigma del triunfo no siempre es alentador ya


que tras la multitud de traslados por motivos profesionales o la entrega
total a una empresa ¿con qué amigos cuenta? ¿Alguno de los que
vivían en las otras ciudades se ha fijado en que ya no está con ellos?
¿Le importa realmente alguien?, o realmente ¿eres importante para
otras personas?

Nos hace saber el autor que, todo hombre, y todo lo que pertenece a
ese hombre, tiene un precio. Los motivos para estar en una empresa
son económicos, no el ideal que pudiera guiar ese trabajo. El trabajador
es un mercenario (también -o sobre todo- en los cargos directivos), y lo
único que deja a las generaciones venideras es como ganar batallas
con un mínimo de bajas. El trabajador es buen si en mejores
circunstancias se va de la empresa, antes que el barco se hunda
poniendo en practica un estilo maquivélico.

El temor que le afecta: es ¿qué valores puede transmitir a sus hijos en


ese mundo en el que todo parece inestable? La desaparición de la
fidelidad, que ya no existen hacia las empresas o viceversa u otros
tipos de fidelidad. La falta de sentimientos es inhumana. Un mundo sin
sentimientos es un mundo inhabitable. Tomar a un hombre demasiado

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en serio -ha recordado Spaemann- a la postre es destruirlo: no somos
razón pura, ni debemos ser medidos exclusivamente por nuestro grado
de eficacia. Romper la existencia en dos vertientes incomunicadas en
la que se separa lo publico de lo privado y que ha sido forzado a
renunciar a sus convicciones propias con la excusa de que eso debe
quedar reservado para la intimidad ; ese hombre acaba encamando lo
que Musil llamaba el hombre sin atributos, y su situación es de
desarraigo, de carencia de identidad, de existencia cosificada.

3.3. LOS PROBLEMAS POR EXCESO


Los sentimientos, afectos, emociones o pasiones merecen, por tanto, una
valoración inicialmente positiva: humanizan la existencia, nos alejan del peligro de
ser tratados como maquinas, nos recuerdan -en lo que tienen de inesperado e
incontrolable- nuestras propias limitaciones y nuestro carácter orgánico, refuerzan
nuestras tendencias y facilitan nuestras relaciones. descubrimos las cosas que
nos gustan. De todos modos, el peligro de abusar de ellos es grande y tan dañino
o más que su ausencia. Los motivos que invitan a realizar esta afirmación son
variopintos:

3.3.1 Vivir desde la epidermis: el superficial


a. La palabra pasión viene de pathos, y significa padecer. La pasión es
algo que al sujeto «le pasa», «le sucede». Uno es capaz de decidirse
en un momento dado a levantar su brazo o a hacer una suma; puede
incluso determinar a qué hora o en qué momento llevara a cabo esas
acciones. Mas lo que no se puede es decir: «hoy a las 6.30 me voy a
enamorar», o, en un momento de enfado, cortar por lo sano diciendo:
«se acabo», y ya no sentir en absoluto su enojo. La pasión se recibe, no
se tiene control sobre ella, no cabe un dominio despótico, sino que esta
es en todo caso de tipo político (como el que se logra sobre un sujeto
capaz de funcionar por cuenta propia, libremente), y por eso tal dominio
nunca es pleno.

b. Ademas, la pasión habla de la valoración subjetiva: se puede estar


airado con razón o sin ella, se puede sentir amor hacia alguien a quien
no se debe amar quizá se odia a quien solo merece nuestro aplauso, o
a quien no nos ha hecho nada más que pertenecer a otra raza o a otro
partido. Con frecuencia, la pasión funciona desde primeras impresiones
cegada por la fuerza de la atracción o repulsión presente.

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c. La pasión habla del estado de un sujeto antes que de la realidad. Por
ello se dice que la pasión es ciega: no mira hacia el ser de las cosas
sino al propio percibirse de sí mismo que tiene el sujeto. Por 4eso
muchas veces se dan los crímenes pasionales a los que ñle dan la
reducción de la pena, por que la excusa es que no sabia lo que hacían.
Puede decirse que el «amor apasionado» es, altamente inestable toda
pasión se pasa y se apaga. La pasión nos hace ciegos a la realidad y
su exceso representa un obstáculo para la inteligencia, y provoca un
desequilibrio en el trípode de la personalidad.

d. Con la ceguera, otra característica del comportamiento del sentimental


es que resulta poco libre. Es decir, además de una enfermedad de la
inteligencia (que tiene problemas para desentrañar la realidad), al
sentimentalismo le caracteriza una carencia de fuerza en la voluntad.
Para el sentimental, el protagonista de su existencia no es un proyecto
personal, no son los ideales que se ha puesto como meta desde la
decisión de su voluntad, sino que el peso de su historia lo lleva las
cosas que le pasan. Lo importante no es el «yo quiero», sino el estado
de ánimo, las «ganas» De ese modo, los grandes proyectos, con
frecuencia, se vienen abajo por ser voluble

e. Si la voluntad se subordina a las ganas, parece pertinente preguntarse


quién causa a estas. Eso es lo mismo que plantear: ¿por qué apetecen
las cosas que apetecen? ¿por que nos gustan -y es probablemente
mejor decirlo en plural pues en cuestión de gustos andamos más bien
masifícados- las cosas que nos gustad Es verdad que uno mismo es el
que tiene ganas de algo, ahora bien, ¿por qué vienen ¿por qué me
acaecen?: ¿desde mi libertad?, ¿más bien desde un patrón externo del
que muchas veces ni siquiera soy consciente? ¿Qué queremos
expresar realmente cuando hacemos uso de frases como «hago lo que
me gusta», «voy donde me viene en gana» o «no me apetece»? ¿Se
refieren a decisiones propias, radicadas en «la libre afirmación de
nuestro ser», o mas bien responden a una inconsciente actitud de
títere"?

En el sentimentalismo reaparece la dialéctica del «amo y el esclavo»


que fue enunciada desde los albores del filosofar gracias a la alegoría
de la caverna. En nuestros días, el problema de la causa de las ganas
se muestra de un modo alarmante. Formamos parte de una sociedad
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que sufre de manera perseverante y continua un bombardeo mediático
producido por la fuerza del marketing y de la publicidad Estos medios
muchas veces se sirven de métodos subliminales, o proponen modelos
de conducta que, sin damos cuenta, nos dictan cómo «debemos» ser
Así se asocia un estilo de vida a un determinado modo de vestir (y luego
entra la alarma ante la explosión de casos de anorexia), y se confunde
ser persona de carácter con las leyes del mercado (pues tiene
personalidad quien lleva cocodrilos y jugadores de polo cosidos en el
pecho, o los de camisetas negras pobladas por calaveras y muertos
vivientes con collares de perro decorando sus cuellos).

f. ¿Cuál es la fuente de las ganas?, ¿de dónde vienen nuestras


opiniones? La duda se plantea porque todos los dominicales de la
prensa escrita -la auténtica fuente alimenticia de la cultura
contemporánea- se ponen a hablar del mismo fenómeno (hoy,
dinosaurios; mañana, niños que son magos; al otro, un episodio
histórico con el que se inició una guerra o un barco que se vino a pique
hace ya muchos años) a resultas de los estrenos de la cartelera de
cine; o todos conocemos la vida y milagros del príncipe y la corista, de
una actriz desvergonzada, de la tonadillera que es viuda y no
encuentra el amor, y todos guardamos opiniones acerca de temas tan
trascendentales; o se ve un telediario y se adquiere una determinada
visión del mundo, distinta de la de quien ve el de otra cadena, o de la de
quien lee un periódico que representa los intereses de una empresa
telefónica, de un grupúsculo radical o de una asociación vecinal de
comerciantes.

¿Por qué pensamos como pensamos?, ¿las ganas no son lo mismo que
lo que nos proporciona la ingestión diaria de televisión? Se anda, con
frecuencia, detrás de emociones: se quiere ver algún muerto cada día (y
los noticieros nos proporcionan las imágenes), alguna miseria ajena (y
llegan para ellas los llamados «programas del corazón» o los «festivales
de realidad» -reality shows-), la encarnación de un sueño (en ese
concurso en el que los chicos cantan, o responden a preguntas
presuntamente culturales, o se convierten en el ganador del coche, del
apartamento en el rascacielos a pie de playa o del millón que tan bien
nos vendría a todos).

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La realización de una catarsis colectiva nos seduce, y nos hace asistir
algo embobados a eso que algunos tildan de fenómenos de masas.
Vestimos todos igual; comemos la misma comida rápida aquí que en
Moscú o en San Luis Obispo (California); nuestras opiniones quedan
bien si son correctas y equilibradas; somos dóciles en maestros juegos,
en los libros que leemos, en nuestros votos. Se lleva a cabo una vida
bien prevista, a menudo desde fuera. Y resulta máximamente agradable
este estado del bienestar en el que se nos da lo que merecemos, tanto
en el sueldo como en respuesta a nuestro gasto. Pero algunas dudas
quedan en pie: esa vida suave, ¿es también libre?, ¿es una existencia
auténtica? ¿Es el sujeto en ella el protagonista de su propia historia, o
tal vez un actor de una historia ajena en la que apenas aparece como
figurante o comparsa? Y es que reducir la pretensión de felicidad a
poder decir «estoy vivo y no me duele nada» no resulta un objetivo
especialmente alentador.

g. En esta situación, se da una clara confusión entre el ser y el tener, con


frecuencia, se nos juzga (o lo hacemos cada uno consigo mismo) por lo
que tenemos. El lugar donde está el piso, el tamaño del televisor, el
logotipo del vehículo, el atrevimiento de los zapatos o el modelo de la
cerradura del bolso son temas que preocupan. También son temas
banales: nos interesamos más por lo innecesario que por la realidad,
nos disturban los juicios ajenos pero no lo que realmente somos. Una
sociedad de miradas que se cruzan, construida en tomo a múltiples
espejos, en la que la apariencia vale más que la realidad.

A la vez, se trata de una sociedad fundamentalmente emotiva, de modo


que esa superficialidad de la apariencia acaba reinando no sólo en los
programas de la televisión (si se consigue entrevistar a la mujer del niño
desaparecido y asesinado justo en el momento en que se le confirma el
fatal deceso, y para preguntarle que cómo se siente, se quedan con la
sensación de haber dado una gran noticia, no con la de estar llevando a
cabo un acto de pornografía sentimental). Así, en muchas familias
predomina el sentimiento, y las conversaciones entre padres e hijos
adquieren una preocupante similitud con las de algunas telenovelas; o
los afectos se exaltan hasta el patetismo de ese dolor irrefrenable que
muestran algunos padres cada vez que su niño agarra el autobús para
el colegio; o -por medio de silencios, miradas y quejas- se fomenta el

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afán de culpabilidad del cónyuge matando la posibilidad de una relación
equilibrada y sana. Y la amistad pasa por el mismo trance. Y la vida.

3.4. MUÑECOS ROTOS TRAS LOS DISFRACES: EL DAÑO A LA REALIDAD


Este análisis nos ha servido para diagnosticar un primer elemento clave: el
sentimental prefiere la apariencia; dota de mayor peso a lo emotivo que a lo
ontológico; está preocupado por lo que ahora se suele llamar «vibraciones», lo
cual podría cualquier situación poner en peligro, de acuerdo a lo establecido
por el autor en el cuadro de los problemas del sentimientos. (Ver Anexo Nº 03)

a) Recoge la periodista Cristina López Schiichting (Diario ABC, 2-11-1997, p.


42) los argumentos que, ante una encuesta, proponían los médicos
holandeses para justificar las tres mil eutanasias anuales que se llevan a
cabo en ese país sin consentimiento de los pacientes, o sin que éstos
hayan manifestado ese deseo. «Priman criterios como 1) "acortar los
sufrimientos del paciente", 2) "facilitar la situación a la familia" o 3) "dejar
libre una cama imprescindible". También se menciona 4) "poner fin a un
espectáculo insoportable para médicos o enfermeras". El tipo de "paciente"
más frecuente es el anciano senil, el enfermo terminal o el niño con
malformaciones». El primer y el segundo argumento podrían parecer
incluso humanitarios. Bien es verdad que de nuevo estamos en la
obligación de planteamos de dónde proceden las ganas: un enfermo débil
quizá en medio de un episodio depresivo, o al que se le está presionando
diciéndole que su vida resulta una carga inútil, ¿está en condiciones de
elegir por sí mismo? ¿No estaríamos en la misma situación en la que se
encuentra un deprimido con tendencia suicida?: a ése, ¿hay que dejarle
actuar o hay que curarle la depresión?

Además, ¿qué es un «sufrimiento inaguantable»?, ¿se trata de una medida


objetiva o subjetiva?; si es objetiva, ¿cuál es?; si es subjetiva, ¿cómo
diferenciarlo de un momento de desánimo o de la consecuencia lógica
causada por la falta de experiencia en las posibilidades de aguante que
tiene el ser humano a la hora del dolor? ¿Y cómo se averigua el nivel de
sufrimiento de una persona -niño con malformaciones, anciano con
demencia senil, enfermo terminal- que no tiene conciencia, o que no es
capaz de comunicamos sus sensaciones de ese momento? ¿Nos toca a
nosotros prejuzgar lo que puede o debe sufrir, lo que de hecho sufre? En
ese caso, la calidad de vida se ha convertido definitivamente en un control
de calidad, abierto a todos los abusos imaginables. ¿No sería más ético y

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humano seguir avanzando en la investigación de los «cuidados paliativos»
y las llamadas «unidades de dolor»? Estando en juego lo que está en juego
(el valor objetivo de la vida humana) parece un propósito plausible.

Segundo argumento: una familia, quizá presionada también por el ambiente


(«Leestán haciendo sufrir con su demora en tomar una decisión», «Es
absurdo que ustedes lo pasen tan mal cuando ya no hay nada que hacer»,
etc.), quizá por su propio egoísmo («ese enfermo es una carga», «ese hijo
retrasado ustedes no se lo merecen, nosotros no nos lo merecemos»),
¿está en condiciones para decidir acerca de la vida de alguien?, ¿quién les
otorga ese poder?, ¿con qué derecho? Se ve puede deducir que se ve a
la muerte como algo vergonzoso o que es representa un gasto inútil para la
sociedad.

Aparece una duda inquietante: ¿no debería un médico o una enfermera


saber enfrentarse al hecho del dolor, de la enfermedad y de la muerte?,
¿acaso no son estas dimensiones completamente humanas, e incluso
humanizadoras? Una sociedad sin enfermos y sin débiles desconoce la
piedad: en ella sólo tendrían lugar los sanos fuertes y eficaces. De ese
modo quedaría en oculto buena parte de la realidad humana: el hombre no
es solamente un animal racional, que se puede estudiar desde la
abstracción más pura; el hombre también es un ser dependiente (en su
niñez, en su soledad en su necesidad de vida social, en su enfermedad y
en su vejez), que no puede entenderse de un modo aislado, y que necesita
cuidar y ser cuidado para reconocerse y vivir como humano. «Animales
racionales dependientes» (A. Macintyre), esa es una definición de hombre
que se desconoce desde la impiedad de los que exigen que todos seamos
perfectos, pretensión que constituye un auténtico crimen contra la
humanidad.

Los cuatro argumentos que proponen los médicos holandeses para


justificar las tres mil eutanasias no requeridas que llevan a cabo cada año
(aparte de las quince o veinte mil que sí han sido solicitadas por los
pacientes) tienen dos cosas en común reclaman la atención sobre una
situación sentimental (del enfermo, familiares médicos o enfermeras), y no
hacen referencia alguna al valor ontológico de la vida humana o al sentido
que pueda tener algo de tan ordinaria presencia como la enfermedad o el
dolor. Es decir, corren el peligro de estar atentando contra algo sagrado (la
vida) y, en vez de tratar de descubrir si verdaderamente lo es, se cierran los
21
ojos escudándose tras argumentos tan vacuos como el «respeto a la
libertad de elección» o la «decisión de la mayoría» dejando sin respuesta
algunos de los interrogantes clave en la existencia de los hombres..

b) El peligro de «atentar contra la realidad» se ve también, en aspectos


relacionados con la bioética Así en las campañas abortistas se traen a
colación temas tan obvios y de obligada defensa como son la dignidad de la
mujer, la paternidad responsable o la maldad de las violaciones. Dejando de
lado que el análisis si el feto es un humano del mismo modo que lo es un
recién nacido, un niño, un joven o un anciano; sin embargo cuando se
argumenta esa posibilidad alzan gritos histéricos al cielo en contra del
oscurantismo y a favor del progreso, frases mordaces o argumentos que
sostienen los derechos de la mujer.

No obstante la pregunta sigue en pie; ¿hay alguna posibilidad de que el feto


sea un ser humano? Y si la hubiera, ¿no ocurre entonces que cuando se
ejecuta un aborto, que cuando se lleva cabo la "interrupción voluntaria del
embarazo", se está dando muerte a un ser humano?». La respuesta (a favor
o en contra) a este interrogante no puede ser sentimental (seamos serios),
sino científica y filosófica (ni siquiera es necesario que sea religiosa). ¿Hay
algún argumento que nos deje claro de modo determinante que entre el feto
y el recién nacido se produce un cambio sustancial que nos asegura que al
eliminar al feto no se está matando a un ser humano? Mientras esta duda no
se resuelva, la práctica del aborto (por el riesgo que entraña de estar
cometiendo un crimen) es objetivamente mala sin entrar a juzgar, por
supuesto, la intención o las presiones de la mujer que se somete a esa
intervención- Ocurre como con el cazador que ve moverse unos arbustos y
le cabe la duda de si será una posible presa o un vecino del pueblo que
pasea por la zona: en caso de duda no se debe disparar. Si lo hace, aunque
efectivamente no fuera más que una perdiz, habrá actuado mal.

El peligro de sentimentalizar las posturas aparece también, con frecuencia,


en el debate acerca de la clonación de embriones humanos: se ponen los
términos de discusión en si es bueno curar enfermedades (cosa que nadie
duda), y no en si manipular a embriones es lo mismo (o existe la posibilidad
-por remota que fuera- de que lo sea) que hacerlo con personas de muy
pequeño tamaño, y en si de ese modo no estaríamos reviviendo las

22
prácticas de Mengele en los campos de concentración del nazismo, aunque
ahora las víctimas no sufran dolor físico alguno.

¿Un embrión humano es un ser humano? Si la respuesta es afirmativa,


experimentar con él es un crimen contra la realidad. Si todavía alguno
intenta mantener un margen de duda de si es humano o no, entonces lo
responsable sería esperar hasta que esa duda se despejara de un modo
definitivo (no sea que al cabo del tiempo tengamos que lamentar haber
matado a personas por la salud de otras personas), y tal duda no estará
despejada hasta el momento en que se concrete cuándo empieza a haber
un ser humano, y por qué razones (decir que «desde el día 14», o desde el
mes sexto de embarazo no es suficiente concreción: ¿en qué instante?,
¿qué ha ocurrido para que hace un minuto ahí no hubiera un ser humano y
ahora -sesenta segundos más tarde un segundo más tarde- sí?). Esa
situación no se diferencia en lo esencial del rechazo que produce el
secuestro y muerte de niños del tercer mundo para vender sus órganos a
enfermos de Occidente; o de servirse de células fetales -conseguidas tras
un aborto- para tratar de detener un proceso de Parkinson; o de las medidas
eugenésicas emprendidas contra poblaciones pobres o enfermas para que
no llenen el mundo de pobres o enfermos. Lo que está en juego es un bien
tan serio -se trata de la vida de un ser humano-, que protegerlo únicamente
con un estado de ánimo en el fondo resulta más insultante que patético.

¿Qué hay con la «fecundación in vitro»? ¿Puede el deseo de tener un hijo


permitir la manipulación de vidas humanas? ¿Existe ese derecho, o un hijo
es un don independiente de los padres? ¿Es decente -aunque sea
positivamente lícito- fabricar seres humanos? Además tener un hijo se debe
permitir engendrar quince o veinte para después congelarlos y desecharlos
Casos como hijos por encargo para lesbianas, homosexuales, mujeres que
pasan los cincuenta y quieren tener las sensaciones de la maternidad,
¿justifican esa manipulación de la vida delos hombres? ¿Cómo puede tener
un médico poder para decidir qué embrión continua el embarazo y cuáles
pasan a la atemporalidad de la nevera?

c) ) El sentimental padece, y está atento de manera fundamental a su estado de


ánimo a lo que siente. Este fenómeno se ha convertido en el protagonista de lo
que antesse solía llamar amor, y se escuchan con frecuencia frases del estilo

23
«sentimos algomuy especial el uno por el otro», «nos presenta a su nuevo
amor» (que se estrenacomo quien cambia de zapatos), «pasean su pasión por
las calles de Punta del Este»,etcétera. Esa mentalidad suele ir acompañada de
otra: «se nos marcho el amor»,«hemos roto amigablemente porque ya no
sentíamos nada el uno por el otro». El amores tratado como algo que viene y
que se va, y ahí se cifran todas sus posibilidades.

¿Es a eso a lo que aspiran de modo máximo los amantes?, ¿a algo que no
depende deellos sino de unas circunstancias a menudo inexplicables? Claro
está que entonces cabe preguntar al amante si lo que quiere es a la otra
persona o más bien a las sensaciones, emociones o pasiones que esa otra
persona despierta en él En ese segundo caso, el amante no sale de sí: está
preocupado por si mismo (si se encuentra a gusto, si la relación le produce
satisfacciones, si esta lleno) centrado en tomo al propio yo de modo narcisista,
pero no abierto a la realidad del otro (eso que venimos llamando excentricidad).
De ese modo, ¿cuántas parejas en realidad no son más que conjuntos de
individuos solitarios embarcados juntos a la busqueda del propio interés? Eso
no es otra cosa que el fracaso del amor. Ademas, si resulta que el otro quería al
amante por el amante mismo y no por lo que este despertaba en él, ¿no resulta
entonces que ha sido perfectamente engañado?, ¿no sufrirá la mayor de
lasinjusticias?, ¿no habrá sido acogido en brazos de la mentira?
Se entiende así el creciente número de fracasos matrimoniales (a menudo, no
por que el amor se marche, sino porque éste nunca había existido), o el miedo
a la paternidad (porque los hijos son realidades, y una responsabilidad que
queda en pie también cuando el juego del sentimiento se ha venido abajo). Y
se desvela la característica esencial del amor humano: no tiene éste tanto que
ver con el sentimiento (elemento necesario para iniciar una relación, y muy
conveniente cuando esta relación está en marcha) como con la voluntad; esto
es, con la capacidad de decir que si mas allá de las ganas o del estado de
ánimo.

Renunciar a esa posibilidad de mantener la palabra con independencia de las


circunstancias (de afecto, de enfermedad, de posición económica, de edad,
etc) es reducir al hombre a una dimensión únicamente animal en la que la
voluntad, la capacidad de mantener una promesa y el siempre carecen de
significado. Un ser circundado por sus intereses, que trata con todo en la
medida en que le aporta o sacia sus tendencias, que no sale del círculo en el
que su yo es el centro. Pero ese seria un mundo fatalmente empobrecido, en el
24
que sus protagonistas (temerosos del compromiso, ajenos a los proyectos
arduos) estarían a expensas de los vientos que guiaran sus pasiones
causando dolor e injusticia sin saberlo, o sin querer hacerse cargo de ellos.

3.4.1. Recién llegados a la «Isla de Nunca Jamás»


Infantilismo Platón, en su diálogo Górgias, había llamado la atención
sobre la posibilidad de vivir en una sociedad guiada no por la verdad,
sino por las ganas, cuando Sócrates pide Calióles que le explícase
respecto a las dos formas de gobernar un Estado me recomiendas: si
combatir las inclinaciones de los atenienses para hacer de ellos
excelentes ciudadanos, en calidad de médico, o ser servidor de sus
pasiones y no tratar con ellos más que para halagarlos.»

Y ante la posible segunda respuesta prevee: «Como no entra en mis


intenciones adular a aquellos con quienes hablo diariamente, tiendo a lo
más útil y no a lo más agradable. (...) Me juzgarán como juzgarían unos
niños a un médico acusado por un cocinero. Examina, en efecto, lo que
un médico sometido a un tribunal de semejantes jueces tendría que
decir en su defensa si le acusaran en estos términos: Niños, este
hombre os ha perjudicado mucho, os pierde y también a los que aún
son menores que vosotros, y os precipita a la desesperación,
cortándoos, quemándoos, enflaqueciéndoos y ahogándoos; os da
pociones amarguísimas y os hace morir de hambre y frío. No os sirve,
como yo, manjares de todas clases en gran número y gratísimos al
paladar. ¿Qué piensas que haría un médico al verse en tal aprieto?»

El filósofo griego dice que esa sería una sociedad propia de niños.
¿Acaso no lo es la nuestra? El hombre consumista, atento
fundamentalmente a sí mismo, que no quiere ver las posibles
consecuencias de sus acciones y decisiones sobre el tejido de la
realidad, ¿no se está comportando como un niño? La superficialidad,
propia del sentimental que no sabe ni entender ni querer el hondón de
las cosas, tiene como con secuencia el infantilismo.

¿Qué es lo característico del niño? Es poco consciente de lo que hace,


no sabe con qué fuerzas cuenta ni cuáles son sus posibilidades reales,
necesita tener siempre a alguien encima para que le cuide, pero sobre

25
todo no acepta las consecuencias negativas de sus acciones. Un niño
puede estar jugando al balón en el salón de su casa porque le divierte, o
porque afuera llueve, y en un momento de éxtasis romper el valioso
jarrón que decora un aparador, o la foto de la boda, y su reacción
-después de comprobar que las piezas no se sueldan por mera presión
ni por la fuerza de su deseo de que se unan- será la de esconderse en
su cuarto haciendo que estudia, a la espera del estallido de su madre.
¿No le ocurre lo mismo a quien no quiere reconocer que su fracaso
matrimonial puede tener origen en su propio comportamiento?, ¿o al
que echa la culpa del aborto a su novia presionada por sus padres, sin
incluirse él nunca como una de las causas del «problema»?

Pascal Bruckner ha descrito la mentalidad del hombre contemporáneo


en las sociedades de consumo diciendo que sufren «la tentación de la
inocencia». Se trataría de aquellas personas convencidas de que su
derecho fundamental es el de pasarlo bien y encontrarse a gusto; que
delegan en el Estado la responsabilidad de que no les pase nunca
nada; y que tienen el derecho de consumir y no comprometerse.

La historia de Peter Pan se repite. El protagonista del cuento de Barrie,


de quien suponemos que ha tenido algo más que un sentimiento de
amistad hacia Wendy, torna a casa de ella pasados los años. Wendy es
ya una mujer casada, con una niña que tiene la edad que ella tenía al
principio de la historia, y escucha los ruidos que le anuncian la
posibilidad de que Peter esté arriba, en el desván. Sube y se
encuentran. Wendyle saluda, pero «el niño que no quiere crecer» no la
reconoce, no la recuerda. Los niños sólo saben del presente, no tienen
proyectos, no tienen compromisos. La historia que cuenta Barrie es
tremendamente triste, pues en ella se trata de la vida de alguien que
siempre va a estar solo porque no tiene capacidad para asumir la
compañía de otro, es un eunuco para la aventura de gastar su vida junto
a alguien.

Al sentimental le ocurre lo mismo: por eso, el paso del tiempo se le


convierte en una carga inaguantable a la que renuncia vistiendo como
un adolescente, haciendo planes de jóvenes, o rompiendo con el
proyecto vital de su familia a cambio de la compañía de una joven que

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entró no hace mucho a trabajar con él y que piensa que tiene el poder
de devolverle las ilusiones perdidas.

3.5. ESAS GRANDES PATOLOGÍAS SENTIMENTALES


Si no hay dominio los sentimientos acaban tomando el mando de la propia vida,
que deja de ser propia. El sentimental (no quien tiene sentimientos, ni quien
con ellos subraya su gusto por vivir y por las cosas que le atraen, sino quien
ha roto la balanza desequilibrándola de manera unilateral) es superficial,
infantil, manipulable y estereotipado. Sus pautas de comportamiento, al igual
que sus gustos, son previsibles, y pueden ser dirigidos desde fuera. Una tribu
urbana (pongamos, de skaters) es idéntica en Pamplona, Montevideo o San
Francisco: visten igual, ríen las mismas gracias, realizan similares piruetas.
Las personas que llenan sus vidas con lo que tienen se parecen enormemente
entre sí, y la desazón que experimentan también. Ese estado de cosas
conduce a tres patologías que se podrían describir con tres palabras: prisa,
éxito y ruido.

3.5.1 La prisa: un angustioso instante perdido


Por culpa de la prisa no nos paramos. La gente va corriendo a todas
partes y, a menudo, no tiene tiempo ni siquiera para plantearse adonde
va tan rápido. A veces, no lo quieren, pero las circunstancias de lo que
les rodea (el mundo laboral y sus exigencias, el esfuerzo que hay que
llevar a cabo para conseguir los bienes que es perentorio tener, los
atascos que nos alejan de la maximización de los recursos de tiempo,
etcétera) les lleva a esa actitud tensa propia de quien está acelerado.

La prisa lo va ocupando todo. Lo que en un principio era activismo de


cosas para hacer con las manos (las gestiones, esas actividades
llevadas a cabo por los ejecutivos; la comunicación electrónica, que
provoca que todo se pueda y deba estar ya resuelto; la cuenta de
resultados y las horas extras necesarias para optimizarla, etc.), llega a
ocupar la totalidad del mundo del espíritu: prisa en el trabajo, prisa en la
diversión (mostrada quizá de modo especial por la moderna atracción
hacia la velocidad al conducir, en los videojuegos, en lo que se tarde en
estar «entonado», en la cantidad de cosas que se deben poder hacer en
una sola noche de fin de semana para que ésta no decepcione-), prisa
en las relaciones (desde el principio se quiere tener la certeza de si

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funcionarán, no basta con intentarlo, no se dispone de tiempo para eso):
velocidad que se convierte en vértigo.

La prisa, además, genera violencia. «El afán de tener lleva a la prisa»


(J. A. Marina, p. 47), porque el tiempo disponible es limitado, el reloj no
deja de andar y las oportunidades pasan y se marchitan. Para tener
mucho hay que correr desde el principio: elegir bien la opción del
bachillerato, la carrera con salidas, la posibilidad laboral que no se debe
dejar pasar al precio que sea, la pareja conveniente, los cálculos
debidos para poder disfrutar con intensidad de la vida y de las cosas.
Por esos motivos, la prisa «provoca impaciencia, y ansia»; es decir, no
está atenta al ser de las cosas ni a los ritmos propios de éstas. La prisa
no tiene una conciencia ecológica ni se interesa por la realidad, sino por
el afán de tener del sujeto: deseo impaciente que trastoca el valor del
amor (quiere ser satisfecho sin importar el estado de ánimo de la otra
persona), que no conoce la piedad (en él no hay espacio para débiles,
enfermos o fracasados), que exige tenerlo todo ya. Deseo impaciente
que no sabe nada de benevolencia.

«La prisa se opone a la ternura, no hay ternura apresurada». A la


persona amada no se le pueden dedicar apenas unos pocos minutos, y
no caben las caricias convertidas también en gestiones (girando la
muñeca inadvertidamente para ver qué hora es, con el teléfono móvil
conectado porque se espera una llamada importante –más importante
que ese encuentro-). Tampoco resulta posible educar a un hijo a golpe
de cronómetro, sin tiempo para esas preguntas sobre los temas
trascendentales que importan a cualquier niño, y con cara de estar
siendo interrumpido constantemente. La prisa se opone a la ternura: es
brusca, violenta, provoca un carácter desaforado en el que se producen
estallidos por cuestiones nimias, en las que el apresurado cree
descubrir su derecho a ser el centro del universo, a ser servido, y se
queja por tonterías (unas patatas mal fritas, esa comida que se retrasa,
la gracia que no le ríen) aumentando la cesura de soledad en la que
habita.

Quien tiene prisa difícilmente, tendrá estilo, caerá con frecuencia en la


falta de educación. El estilo, la educación, miran con cierto desdén a los

28
que carecen de tiempo. El hombre o la mujer educados ceden el paso,
cambian de asiento, excusan una conversación excesivamente
pragmática cuando el contexto no es el conveniente; no corren detrás
de un autobús que se les escapa, sino que prefieren esperar al
siguiente, ni se juegan la vida (y la de otros) adelantando a «ese cretino
que se va a enterar de lo que es conducir un coche»: no se pican por
tonterías -y casi nunca por cosas serias- porque no se ven en la
necesidad de ir continuamente demostrando nada: no son unos
acomplejados y por eso tampoco les gustan las bravatas. No bajan su
cabeza hacia la sopa, aunque tarden más tiempo en tomarla y se les
puedan caer unas gotas (pero por eso no llenan nunca la cuchara hasta
rebosar) ni visten del modo más cómodo posible, sino que prefieren
hacerlo con buen gusto, y eso aunque todo el mundo haga lo contrario.
No hablan de sí mismos, ni se incluyen dentro de la «cultura de la
queja» (R. Hughes): su yo no es la razón de su vida, y su virtud más
propia es el señorío, de modo que se encuentran alejados de la
subordinación al contexto y dispensan la necesidad con su actitud.

Algo así es lo que señalaba la escritora danesa Isak Dinesen al escribir


el obituario por su amigo Berkeley Colé, uno de los primeros habitantes
de la Colonia en Kenya (Memorias de África, p. 238): «Al morir Berkeley,
el país cambió. Sus amigos se dieron cuenta, con una gran tristeza, y a
mucha gente le pasó eso más tarde.

Hasta que murió, el país había sido el "feliz cazadero", ahora


comenzaba a cambiar lentamente y a convertirse en una empresa para
hacer negocios. Cuando se fue, algunos niveles bajaron: el nivel de
ingenio y, algo muy triste en una colonia, el nivel de gallardía -muy
pronto, después de su muerte, la gente empezó a hablar de sus
problemas-. Cuando Berkeley desapareció, una triste figura hizo su
entrada en el escenario: la dura necesidad. Era extraño que un hombre
pequeño y delgado la hubiera mantenido a raya mientras tuvo aliento.
Faltaba la levadura del pan de la tierra. Había desaparecido una
presencia llena de gracia, de alegría y de libertad.»

La congestión que caracteriza a quien anda acelerado impide un


comportamiento como el de Colé. Quizá por eso sostiene Marina que

29
«la capacidad de aplazar la gratificación es el fundamento del desarrollo
de la inteligencia y del comportamiento libre.» Si la recompensa es algo
que se quiere ya, inaplazable, entonces se perderán de vista los bienes
arduos, ya que éstos puede que no lleguen y, en caso de que lo hagan,
siempre será más adelante en el tiempo. Ahora bien, resulta que lo
arduo coincide con frecuencia con lo valioso: solamente merece la pena
el esfuerzo por lo grande, por lo que se consigue con tesón. Un ser
humano incapacitado para lo difícil será también una persona sin
ambiciones, que tenderá al cabo -como la zorra de la fábula- a declarar
que las uvas están verdes, que los esforzados son unos infelices, que la
vida muelle es la única realmente valiosa.

Vivir en la «necesidad de la recompensa inmediata» es hacerlo


subordinado a esta misma recompensa, de modo que ese sujeto será
esclavo de su propia necesidad de bienestar, estará dispuesto a
cualquier servicio por conseguirlo. Obedeciendo a quien tenga el poder
de distribuir los placeres, vivirá una vida centrada en sí mismo como
sujeto de disfrute, pero ciega ante el dolor o la necesidad ajena. No
querer conocer el dolor, no aventurarse a lo difícil, no atreverse a mirar
hacia la muerte, supone desconocer la realidad y renunciar al desarrollo
de la inteligencia. Depender del grado presente de placeres es estar
falto de un comportamiento realmente libre porque significa vivir
subordinado. Inteligencia y libertad van de la mano, y se enfrentan
juntas contra la prisa por lograr la recompensa.

La vida del hombre acelerado es, en fin, una existencia egoísta,


empequeñecida en sus posibilidades, raquítica en su espíritu, amante
del «pan y circo» y, a la larga solitaria y desesperada porque la sombra
de la amenaza del final de los placeres (que aparece siempre bajo la
forma de dolor y de muerte) estará continuamente cernida sobre ella,
persona solitaria, incapaz de saber qué es el consuelo de los amigos.

3.5.2. El éxito: endurecerse a cambio de un aplauso


Se atribuye a la necesidad de éxito, el hecho de que la vida se haya
endurecido: Ya desde la primera adolescencia se insiste en que hay
que dedicarse a cosas útiles y salta siempre la pregunta en el
aprendizaje. ¿para qué sirve tal o cual cosa?. La imperiosa necesidad

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de ser el primero, o de no conocer el fracaso, tiene una doble
consecuencia Por un lado toda persona se convierte en competencia,
ya que los bienes siempre son escasos. Por otro, precisamente el
miedo al fracaso puede llevar al conformismo y a renunciar a lo
excelente o a lo heroico: nos queda una sociedad en la que nadie se
atreve a ser héroe, en la que tanta gente se niega a buscar grandes
metas, y muchos andan des engañados porque no tuvieron en su día la
valentía de hacer lo que realmente les gustaba por miedo a quedarse
atrás, desentonar o equivocarse.

El éxito y rito al honor. Una persona ha tenido éxito cuando al entrar en


un lugar publico se forma en tomo a ella un silencio respetuoso, lleno
de cuchicheos que dicen a otros quién está allí. Puede tratarse de un
cantante de fama (siempre tan provisionales), de un ministro, de un
actor de cine convertido en el símbolo de los anhelos de aventura de
todo un puebla de un hombre de negocios de paso firme ante quien se
cuadran empleados y al que sonríen los maítres de los restaurantes
más caros En el fondo se trata de cada uno de nosotros, pues todos
tenemos la experiencia de encontrarnos en un lugar público, distribuidos
por corros de amigos, y de pronto escuchar en conversación ajena
nuestro nombre, y eso hace que toda nuestra atención se oriente hacia
esas personas tratando de determinar si lo que dicen de nosotros es
bueno o malo, no importándonos tanto que sea Verdadero o falso.
Honor, la necesidad de ocupar un lugar digno en el entorno social.

El honor es algo que se tributa siempre desde fuera: nadie puede hacer
alabanza publica de sus méritos sin verse petulante, y sin convertirse en
motivo de broma. Lo que sí se puede es disimulan, la persona que tiene
afán de honores guardara las apariencias evitando aparecer como los
demás mortales. Por eso tienden a parecer perfectos, y sus vidas no
tienen los problemas de las nuestras y sus sonrisas son estudiadas, y
sus coches deportivos, porque en esos detalles se juegan tantas cosas
y están convencidos (y tantas veces nosotros con ellos) de que «las
apariencias no engañan».

Mas, por lo mismo, se puede decir que el honor entra a formar parte de
la exterioridad, de modo de presentarse ante los ojos que tiene

31
determinado personaje- quien depende del honor, quien requiere el
éxito para sentirse a gusto, se encuentra siempre a expensas del juicio
de los demás, juicio que, con frecuencia, se centrará en lo aparente, y
que lleva a darle un papel tan relevante al «qué dirán» que, en
ocasiones, puede llegar a ser enfermizo (en un actor, pero también el
que está obsesionado de qué opinan acerca de su trabajo, o la que
quiere integrarse en un reducido círculo social). Y por eso en
determinados ambientes la naturalidad es una virtud imposible, porque
sin ser «como debes ser» quizá te quedes fuera, y las conversaciones,
y el charloteo, y la crítica, y las gracias terminan haciéndose
terriblemente tediosas, de nuevo previsibles, y tantas veces tan poco
inteligentes como poco libres.

Ya que el éxito hace de la vida algo duro, y provoca una tensión terrible
en quienes subordinan su propia historia a él, lleva también al desprecio
de los que fracasan, o de los que renuncian a ese tipo de metas. Por
eso mismo, el miedo a la caída aumenta, y la subordinación a los
ambientes y trabajos que puedan otorgar el marchamo de honorabilidad
que tanto se necesita se hace más grande, y la solidaridad hacia los
pobres o los débiles (el emigrante, el enfermo, el niño, el anciano) tiene
que vivir sea golpe de ley, o por las manos de gente tan «loca» que
renuncia al aplauso del mundo a cambio de dar un poco de consuelo, o
de esconderse en los abandonados terrenos de lo contemplativo
(estudio, oración, pensamiento, lo que se quiera).

3.5.3. El ruido: ¿cómo vamos a pensar en espacios infinitos?


El ruido es un acompañante permanente incluso hasta cuando estamos
por la calle o los vehículos que con sus frenazos chillones cubriendo
ese incómodo silencio ruidoso que se forma siempre en el vagón; el
parloteo del lugar de trabajo; escuchar una clase tras otra de un modo
pasivo; el encuentro con los lugares comunes de los amigos, que hacen
los mismos planes sin mayor iniciativa; conversaciones estandarizadas
en el ascensor (el tiempo, los hijos, las reuniones de la comunidad) o en
el parón para el café que se contempla en el convenio y que siempre se
alarga (fútbol, lotería, inmisericordes envidias hacia compañeros que no
están);la televisión encendida a la hora de cenar, de modo que en el
hogar nunca se llega a hablar de nada propio, o quizá es que nada

32
propio exista -y así, cuando de pronto esa caja se estropea, reinando el
silencio entre los comensales, se dan cuenta de que no tienen nada que
decirse, de que apenas se conocen-; para acabar la jornada
escuchando bajito un programa deportivo o uno más de los cientos de
consultorios de asuntos amatorios que pueblan las ondas.

El ruido ha calado tanto en nuestra sociedad que incluso es parte de la


intimidad siendo ésta inauténtica a la que las cosas que le pasan le
vienen desde fuera. De esa manera, algunos creen que deben vivir con
una banda sonora a cuestas, y por eso no se desembarazan de la
música: les gusta escuchar una balada en sus momentos de nostalgia y
algo ruidoso cuando salen, pero no serían capaces de aguantar ese
momento de nostalgia solos consigo mismo, o no podrían salir sin una
música persistente junto a sus oídos. ¿Y cómo escuchar entonces las
peticiones del propio corazón?, ¿y lo que un amigo tuviera que
decimos? («Pero cómo, ¿todavía crees que existen ese tipo de
amigos?»).

3.6 LAS SOLUCIONES


Lo que realmente se busca es que exista un equilibrio entre la inteligencia y la
voluntad ya que son los que tienen preminencia ante el sentimentalismos que
actualmente domina a la sociedad.
3.6.1. El señor enfrentado con la Prisa
Reconoce al ser humano que no acepta que su vida este como
dependiente de factores exógenos, pues el es dueño de todo lo que
pueda o quiera hacer y nada debe interponer su accionar o creatividad.
Pero por supuesto precisa que no puede estar los elementos que se
precisas como el trípode de la personalidad,. En forma para ya que
llevaría a al destrucción.

3.6.2.La ironia o el arte de no tomarse nada en serio.


Pues así como viene los éxitos pueden venir los fracasos y nada es
durarero, todo es efímero; la vida sigue después de haber alcanzado el
éxito o haber tenido un fracaso, pues muchas veces puede ser el
principio; ya que cuando logras algún proyecto y alcanzas el éxito, no te
están aplaudiendo los días siguientes; sino que termino en su momento
y eso hay que saber llevarlo con ironía de que todo es relativo y que el
éxito alcanzando puede ser tan pequeño, como lo demás que se puede
alcanzar y justamente allí esta la personalidad de crecer y aspirar.
33
3.6.3. El silencio: la intensidad vital de quien contempla
Frente a la prisa, la lentitud y el señorío; frente al éxito, una dosis
compensada de ironía en el silencio nos lleva a mirarnos a uno mismo,
el ruido nos aleja y nos impide ver que somos y dejar de ver a los
demás ya que imposibilita la comunicación, la misma que se precisa
para fomentar el propio interior y la posibilidad de compartir lo íntimo
con las personas que nos sean cercanas: tener cosas que decir, y
poder decirlas; aprender a hablar y a escuchar; fomentar la interioridad
y la paz, pero no por el aislamiento, sino por una mayor riqueza en las
condiciones de posibilidad de la convivencia, que ya no va a consistir
tanto en «hacer cosas juntos» como en «ser junto al otro». Cultivar la
interioridad, centrarse únicamente en los temas que se consideran
importantes sin admitir «interferencias» marcadas por modas en
comprar, vestir, pensar o decir.

Quien cultive el silencio, la posibilidad de encuentro consigo misma y


con los demás encarna en su vida lo que los clásicos llamaban ideal
contemplativo.

3.6.4. La medicina: tristeza que es bioquímica


Es importante el cambio de actitud para alcanzar la magnanimidad y es
justamente preservar la lentitud, ironía y silencio lo cual tiene que ver
con el ideal clásico de un hombre virtuoso.

Aristóteles: «la mayoría de los hombres son malos», porque prefieren la


molicie y la falta de exigencia. Más que malvados parecen poco
inteligentes pues en su elección (que, como ya se ha señalado, ni
siquiera es propiamente suya, acaban decidiendo vivir una vida muy
por debajo del umbral de lo que son capaces quedándose el pajaro en
mano del placer presente frente a los cientos de posibilidades que
alcanzarían si dieran al vuelo. Gentes que confunden vivir con durar y
que no podrían entender que Aquiles «prefiera una vida breve pero llena
de honores, a una vida larga que no signifique nada».

Ideal no sencillo dadas las limitaciones psíquicas y físicas del ser


humano. Es verdad que la voluntad y la inteligencia forjan el carácter,

34
pero también lo es que, con frecuencia, el sujeto no está capacitado, o
carece de algunas facultades para llevar a cabo esas tareas y cuesta
mucho aceptarlas.

Es preciso describir que algunos males como la depresión requieren de


tratamiento psicofármacos que han demostrado su eficacia. De ese
modo, se comprueba que la tristeza que acompaña a la depresión, y
que paraliza las capacidades de una persona puede superarse con
medicina psicofarmacológica.

Se suele decir que el índice de enfermedades psiquiátricas del


momento actual es superior al de otras épocas, en especial en lo que a
depresión, ansiedad y trastornos bipolares se refiere: las expectativas
que nos hemos creado, y la conciencia de estar siempre ante el ojo
público, nos pueden llevar a ello. También es cierto que hace tiempo ese
supo de enfermedades no se encontraban socialmente reconocidas y
hasta el día de hoy, se ha avanzado, aunque en nuestros días para
tantos siga resultando vergonzante pasar por una temporada difícil o
tener que visitar al psiquiatra ¿No son conscientes de la unidad del
hombre?, ¿no se dan cuenta de que la dimensión pasional tiene una
necesaria traducción física y que, por lo tanto, una alteración física
puede tener una consecuencia pasional?; ¿y no ven que para el
ejercicio de la inteligencia y de la voluntad es necesario en primer lugar
un equilibrio en el sujeto que ejerce esas facultades porque a fin de
cuentas es el mismo individuo «quien siente y quien entiende»?

Si alguien no tiene sus facultades completas es imposible que pueda


detenerse a pensar y es de la misma forma le sucede al ser humano
que en cierto momento esta ajetreado o concentrado en una actividad o
en su defecto sufra de un trastorno o este sumido en la tristeza.

Por eso santo tomas de aquí no nos dejo un legado de que es el


combatir la tristeza con la risa y salir de la rutina en busca del amigo,
que aunque nos falle, esta Dios, claro en el sentido de Santo tomas que
era teólogo; sin embargo cabe además beber vino ya sea con amigo en
aras de superar la tristeza y no sucumbir ante ella.

35
3.7. LA NECESIDAD DE SENTIDO. LA VIRTUD
3.7.1. Quien tuviera un buen qué...
El apoyo químico no basta para lograr el equilibrio afectivo. Es
imprescindible descubrir un sentido a ese equilibrio, tener una razón
para aspirar a algo arduo que pudiera estar más allá del placer
presente; tener una razón que aspira a unas metas que a menudo van a
entrar en conflicto con las ganas o con lo que en ese momento nos
apetece. Es importante siempre tener el porque vivir, el porque luchar,
para que te de la fortaleza de alcanzar las metas y en ese sentido es
necesario que hacer camino junto a otros seres como nosotros, donde
aprendamos de ellos, nos ayuden a solventar los problemas y sobre
todo resistir las dificultades y salir de ellas ya a que la vida practica
exige que el fin es el principio de la acción»,

Es importante señalar que el autor precisa que la vida de cada hombre


es biográfica: el ser humano no es solamente biología, sino que cada
persona tiene por delante una misión, y marcar en el curso de su vida
un hito que los haga trascender y en ese camino muchas veces nos
identificamos con los héroes de las películas por su vulnerabilidad o sus
noblezas.

El ser humano no es solo un intelecto, sino un cuerpo vivo que tiene


inteligencia. Nuestra condición sentimental implica que necesitemos de
historias, y que nuestro modo de aprender a vivir se logre
fundamentalmente por medio de ellas: de ejemplos, de modelos.

El tema es ¿que es lo que realmente aprendemos? Fundamentalmente


dos cosas: el fin hacia el que debemos aspirar, el blanco a donde debe
apuntarse la flecha, el puerto hacia el que se debe dirigir la nave; pero
también aprendemos los medios con que contamos para lograr ese fin.

3.7.2. Medios para el fin que están en el fin:


El fin es el principio de la acción: razón suficiente para que la voluntad
resista en el bien que le ha presentado la inteligencia aunque quizá los
sentimientos en ese momento no le apoyen. No importa: ese fin es
valioso, merece la pena, a pesar de los sinsabores que en un momento
dado pueden estar acompañando a la pretensión que de él tenemos.

36
Las virtudes son habilidades, hábitos que se adquieren solamente por
medio dela actuación. La virtud no pertenece a la teoría, sino a la vida
práctica, que es la que a fin de cuentas necesita de ese equilibrio y que
se aprende haciendo o en la vida practica.

Lo que importa es saber ¿Qué son las virtudes?, simplemente son


habilidades adquiridas para optimizar las capacidades del hombre en
orden a la armonía personal y son la generosidad, lealtad, honor,
paciencia, gratitud amistad, alegría, misericordia, sobriedad, humildad,
etc., constituyen elementos desde los que se puede defender que esa
es -o ha sido- una buena historia; sin embargo el ser humano elige ser
como es.

Desde esta perspectiva, el hombre puede definirse como


«perfeccionador perfectible» (L. Polo): aquel ser que habita el mundo,
que pone nombre a las cosas, que las cultiva, y que al hacerlo se
transforma también a sí mismo. La acción moral', la acción virtuosa, no
afecta meramente a lo externo, sino que es inmanente, cambia las
condiciones previas de quien la ha llevado a cabo.

3.7.3. Las virtudes cardinales. Magnanimidad


Habitualmente, las virtudes se dividen en tres grandes familias:
intelectuales (que facilitan la realización de las operaciones del
intelecto), teologales (la tríada fe, esperanza y caridad, que propiamente
pertenecen al campo de la teología, ya que se trata de dones infusos
por Dios en el alma, de manera que no entran en la consideración
filosófica), y cardinales (Ver Anexo Nº 4).

Las virtudes teologales poseen una fundamentación humana: una vida


sin confianza en los demás, sin esperanza de conseguir las grandes
metas, o sin amor, estaría huérfana de sentido, resultaría inhabitable.
Por otro lado, las virtudes cardinales reciben su nombre porque son el
quicio (cardo) por el cual se abre la puerta hacia la vida plena del
hombre (pues se logra con ellas una existencia más perfecta, a la vez
que son la base para posibilitar la recepción y actualización de las
virtudes teologales, asunto que insistimos en que estema teológico).

37
Habitualmente, se han señalado cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y
templanza.

Principios generales para hacer el bien y evitar el mal; La virtud de la


justicia pide «dar a cada uno lo suyo». Evidentemente, saber que es «lo
suyo» en cada caso se relaciona también con el conocimiento, y, por lo
tanto, para aplicar la justicia se necesita de un discernimiento
prudencial. Ahora bien, la justicia consiste especialmente en esa
intención de dar, y por eso se puede decir que es una virtud
estrechamente relacionada con el ejercicio de la voluntad.

Las pasiones también deben ser controladas y subordinarse a los fines


que se plantea el sujeto desde su conocimiento y por los que se decide
en el ejercicio de su voluntad. sin embargo las pasiones pueden
cegarse por la ira, o por el miedo ante una dificultad o una amenaza
exterior.

La virtud consiste en un punto medio entre extremos: fuerte es quien no


resulta ni temerario ni cobarde; prudente quien no cae ni en la
irreflexión ni en el exceso de calculo- el generoso anda entre una
liberalidad exagerada y la tacañería.

¿Significa esto que se podría ser prudente sin ser justo, o sin ser fuerte
o moderado? Evidentemente no. En ese caso se estaría tratando de
falsa prudencia: las y virtudes cardinales se dan juntas, guardan una
estrecha relación de unidad. Por ese motivo es tan sospechosa la
honradez pública de una persona que no sea justa en su dimensión
privada: la vida particular de los políticos debe importar a los
ciudadanos.

La unidad de las virtudes es correlativa con la unidad de la vida


humana. Cuando se pretende separar la ética pública de la moral
privada se cae necesariamente las redes de un artificio intelectual.

38
IV. CAPITULO

39
CONCLUSIONES

1. La personalidad del ser humano se sustenta sobre la base de tres elemento


que son la Voluntad, el Sentimiento y el conocimiento.

2. Las decisiones tomadas por el ser humano se sustentan justamente en el


equilibrio de los tres elementos.

3. Un ser humano es capaz de salir adelante o de resistir alguna adversidad si


tiene por quien o porque hacerlo, que representa el fin de algo.

4. Lo que hace magnánimo al ser humano son las virtudes la que se aprenden en
el curso de la vida.

5. Los males como la depresión o la tristeza se curan con medicina también


además que podría ser a través de amistades o otros métodos en la que te
lleve a relajarte o compartir momentos.

40
BIBLIOGRAFIA

1.

41
ANEXOS

42
ANEXO Nº 01

EL TRÍPODE DE LA PERSONALIDAD HUMANA

ANEXO Nº 02

ESTRUCTURA DE LOS SENTIMIENTOS

Objeto Reacción Anímica Alteración Repuesta


desencandenante Orgánica O Conducta

43
ANEXO Nº 03

LOS PROBLEMAS DEL SENTIMENTALISMO

SENTIMENTALISMO
Pasión viene de «padecer». Dominio político.
A-
Valoración subjetiva. No se abre a la realidad.
B-
Ceguera: «no saben lo que hacen». Subordina la inteligencia.
C-
Poco libre: vida dirigida sin decidir ella a dónde. Subordina la voluntad.
D-
¿Quién causa las ganas? El dictado del marketing y de la moda. Consumismo.
E-
¿Quién causa las ganas? La domesticación de la cultura como fenómeno de masas.
F-
La exageración de lo necesario: supremacía del tener sobre el ser. Emotivismo como
G- forma de la vida privada.

ANEXO Nº 04

VIRTUDES CARDINALES

Recta razón para lo que hay que


Prudencia hacer Inteligencia
Justicia Dar a cada uno lo suyo Voluntad
Fortaleza Resistir en el bien Apetito irascible
Apetito
Templanza Resistir el deseo concupiscible

44
ANEXO Nº 05

EL CARÁCTER EXCENTRICO DEL SER HUMANO

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