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La fascinante historia de las palabras –431–

ICONOCLASTA
Hace años, al preguntarle a un indígena del Putumayo si le podía tomar una foto me dijo
indignado que no, que no quería que le robaran el rostro. Era una especie de iconoclasta,
enemigo de las imágenes.
En griego se decía ‘eikonoklastia’, formado con las palabras eikon (imagen, icono) y el verbo
klaein (romper, destruir).
La palabra la inventaron en Constantinopla para definir a los que se oponían al culto a las
imágenes religiosas. En realidad, el pueblo simple nunca estuvo de acuerdo con esta medida
de los gobernantes bizantinos de los siglos VIII y IX, pero la casa reinante, tal vez por influjo de
la tradición judía y musulmana, expidió decretos iconoclastas contra quienes veneraran
imágenes, a quienes llamaban ‘iconódulos’ (veneradores de imágenes). Esa aversión los llevó
también a destruir las imágenes de los no ortodoxos o seguidores de la tradición romana. Al
asumir la regencia, la reina Teodora cambió la legislación (año 843).
Si la iconoclastia hubiera prosperado se habría destruido más de la mitad de lo que fue la
producción artística (pinturas y esculturas) de toda la Edad Media. Y en la liturgia bizantina no
existiría lo que la hace tan especial, el iconostasio = una especie de mampara decorada con
imágenes sagradas, que separa el presbiterio del resto del templo.
Siglos después, particularmente con la difusión del protestantismo, han surgido nuevos modos
de iconoclastia, incluso en la ciudad de Cali.

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