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La fascinante historia de las palabras –651–

CERÁMICA
La cerámica, el arte de hacer vasijas de barro, es muy antiguo. Se han encontrado
jarros de 20 siglos a.C. Por eso, si se lee la Biblia con atención, se encontrarán
muchas alusiones a la cerámica, al trabajo de los alfareros, a los vasos con el
sello real que eran obligatorios para ciertos tipos de líquido que pagaban
impuestos, etc.
El profeta Isaías le dice a Yahvé: “Nosotros somos el barro y Tú nuestro alfarero;
obra de tus manos somos todos nosotros” (64,8).
Al igual que Ráquira en Boyacá (cuyo nombre en muisca significaba ‘ciudad de
las ollas’), había en casi todas las ciudades de la antigüedad el barrio de los
alfareros. El de Atenas llamaba ‘keramikós’, de donde deriva la forma femenina
‘keramikê’ (hecho de arcilla quemada). De keramikê pasó al latín como
‘cerámici’, y de aquí llegó al castellano como cerámica.
El trabajo del alfarero no es ‘coser y cantar’. Es una tarea complicada y con
diversas etapas que requieren continua supervisión. Empieza con la extracción de
las canteras, sigue la molida y desmenuzado, la mezcla, la maduración (unas dos
semanas), el modelado y el corte, el secado (24 horas), y finalmente la
decoración y cocción a temperaturas en torno a mil grados. Ahí tenemos la
cerámica.
Chiste flojo del simio próximo a ser padre: ¿Será-mica?

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