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"No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni
de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la
tierra." (Éxodo, 20, 4)
Este tabú icónico venía impuesto por el monoteísmo del pueblo judío, opuesto
frontalmente a la idolatría pagana. Según el Génesis, Jehová había creado al
hombre «a su imagen y semejanza», por lo que el acto humano de crear figuras «a
su imagen y semejanza» era percibido como una ambición arrogante y un reto
blasfemo del hombre hacia su Creador (p.52).
Cerámica griega
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En un sentido contrario a la tradición hebrea, la hedonista cultura grecolatina se
situó en las antípodas del rigorismo icónico hebreo, con su Olimpo repleto de
deidades y su culto al cuerpo humano en brillantes exaltaciones figurativas. No
obstante esto, no faltaron en Grecia algunos interesantes tabúes icónicos. Por
ejemplo, en época de Tiberio, introducir en los prostíbulos y letrinas monedas o
anillos con el retrato del emperador era un delito punible con la pena capital (p.52).
Escultura griega
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Hermes pagano portando un carnero se metamorfoseó en el
cristianismo en la imagen del Buen Pastor.
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Más tarde, el mito del Santo Sudario arraigo sólidamente en el imaginario cristiano y
André Bazin lo citaría, junto con el lienzo de la Verónica, como un antecedente
pretecnológico de la fotografía, un medio que en el siglo pasado democratizaría por
fin el derecho a la reproducción mecánica de la propia imagen (p.56).
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Santo sudario de Turín
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ninguno». ¿Quién podría pintar semejante figura geométrica? Fue San Juan
Damasceno (Concilio de Nicea) quien suministró los argumentos centrales que
acabarían triunfando sobre la iconoclastia (p.57). Si el Dios invisible quiso hacerse
visible a los hombres a través del cuerpo de Jesucristo, es legítimo que los hombres
le representen de modo visible a sus fieles. Esta lógica figurativa perdurará hasta los
teólogos de la Contrarreforma española (como Miguel Sánchez), según los cuales
Dios fue el primer creador de imágenes, puesto que fue el creador del hombre a su
imagen y semejanza, y además se hizo imagen en la encarnación de Cristo (p.58).
Toribio de Benavente expuso con criterio más amplio en sus Memoriales las
múltiples funciones que atribuía a las imágenes: 1) sustituto afectivo que recibe el
amor que se profesa a un ser querido desaparecido; 2) apoyo del recuerdo; 3)
instrumento de dominación política al servicio de la adoración a distancia; 4) cebo
engañoso cuando el virtuosismo del artista produce copias más bellas y elegantes
que su modelo. Como puede observarse, en esta ocasión la belleza de la
producción artística se colocaba ya bajo sospecha (p.60).
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5- El estatuto ontológico de las imágenes:
En la querella de las imágenes surgida del tabú semita subyace una cuestión
fundamental, a saber, la del estatuto ontológico de la imagen, que puede ser
entendida como representación (de una ausencia), o bien como presentificación o
puesta en escena de una existencia (que es la propia de la idolatría y de las artes
mágicas). En el primer caso nos hallamos ante una presencia simbólica de una
ausencia y en el segundo ante una presencia vital real (p.61).
Muñecos vudú
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La atribución de existencia real a la imagen desborda el marco de las imágenes
personales, como demuestra la bella leyenda del pintor chino retenido en palacio
por el emperador, quien para escapar pintó con gran exactitud un paisaje de su
provincia natal. Se introdujo en él y se perdió en el horizonte, en una curiosa
premonición de nuestra realidad virtual (p.63). Otros ejemplos de este tipo de
especulaciones lo constituyen “El retrato ovalado” de Poe, “El retrato de Dorian”
Gray, “La invención de Morel”, etc.
Estas actitudes constituyen una actualización, en el mundo laico, del eco animista
que les llega de un pasado remoto, dominado por el pensamiento mágico. Pero del
mismo modo que existe una actitud iconofilica pre-racional en el mundo moderno,
contaminada de magia y de efluvios de religiosidad animista, existe también en
ocasiones una actitud iconofóbica extremadamente agresiva. Piénsese en las
estatuas de dictadores derribadas con odio y furia colectiva durante las revoluciones
(p.64 - p.65).
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También para ellos es válido el principio nicicano de la traslatio ad prototypum y la
semejanza icónica es percibida como identidad ontológica o existencial con el
prototipo odiado (p.64 - p.65). De manera que la frágil frontera existencial entre
imagen y realidad puede alcanzar una sorprendente confusión reversible y
bidireccional, similar a la de aquel sujeto que no recordaba si una situación la había
vivido personalmente o la había visto en la televisión (p.65).
Executio in effigie
Pintura infamante
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Como género pictórico específico, la pintura infamante era una modalidad de
figuración penal, derivada del principio de la magia simpatética que postula que
aquello que se hace a la imagen de un sujeto afecta realmente a tal sujeto (p.66). La
pintura infamante constituye un caso de extraordinario de deslizamiento fronterizo,
en una cultura cristiana y oficialmente no animista, entre representación y sujeto
representado, entre figura y existencia, entre imagen y vida, proponiendo que una
imagen no es sólo una imagen, un trozo de papel o de madera pintada, sino una
realidad existencial, como quiere convencernos de nuevo en nuestro siglo la
realidad virtual (p.67).
La fundamentación teórica que sobre el culto a las imágenes fue adoptada por los
teólogos en Nicea se reiteró ocho siglos más tarde en el Concilio de Trento, como
respuesta al reto iconoclasta que había vuelto a plantear Calvino (p.67).
En efecto, en la última sesión del Concilio de Trento se aprobó el Decreto sobre las
imágenes (3-4 de diciembre de 1563), que confirmó la vigencia de la legitimidad y
de la veneración de las imágenes sacras. De todos modos, el efecto más importante
que tuvo la Contrarreforma en la historia de las artes visuales fue el invento del
estilo barroco (p.67 - p.68).
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También la Iglesia católica demostraría su especial susceptibilidad moral hacia el
universo de la imagen hasta nuestros días. En 1823 el papa León XII hizo destruir y
fundir centenares de planchas de grabados considerados obscenos. La aparición
del cine en el recodo del siglo hizo que Pío X prohibiera en 1909 la asistencia de los
eclesiásticos a sus sesiones y en 1913 su utilización en la enseñanza religiosa.
(p.69 - p. 70).
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8- El estatuto ontológico de las imágenes en la actualidad
¿Es posible afirmar que a finales de siglo la controversia religiosa de las imágenes
ha sido acallada, en nombre de la modernización, del multiculturalismo y del respeto
a la libertad de expresión? No. La batalla de las imágenes, fundada en el presunto
realismo ontológico de sus representaciones, que trascienden sus soportes y sus
materiales, todavía no ha sido cancelada a finales de nuestro segundo milenio,
cuando su ilusionismo realista ha desembocado en los entornos artificiales de la
realidad virtual, con la que ya soñó Roger Bacon en el siglo XIII (p.72 - p.73).
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