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EL SISTEMA DE LA LENGUA. 1
Dice J. Tusón (1989) que una lengua, cualquiera del millar de lenguas que se
extienden por el mundo, es el instrumento simbólico mediante el cual
organizamos nuestro entorno.
Hasta los años 60, la lengua se había considerado básicamente como materia
de conocimiento, como un conjunto cerrado de contenidos que había que
analizar, memorizar y aprender: la fonética y la ortografía, la morfosintaxis y el
léxico de la lengua. La finalidad de la clase de lengua era aprender la estructura
de la lengua: la gramática.
A partir de los años 60, varios filósofos empiezan a poner énfasis en el uso de la
lengua, en su funcionalidad y en lo que se consigue utilizándola. En definitiva,
entienden la lengua como una forma de acción o de actividad que se realiza con
alguna finalidad concreta.
Cada acción lingüística mediante la cual conseguimos algunos de estos
objetivos es un acto de habla y consiste en la codificación o descodificación de un
mensaje oral o escrito.
Codificación Descodificación
EMISOR RECEPTOR
Hablar, escuchar, leer y escribir son las cuatro habilidades que el usuario de una
lengua debe dominar para poder comunicarse con eficacia en todas las
situaciones posibles. No hay otra manera de utilizar la lengua con finalidades
comunicativas, Por eso también son cuatro las habilidades que hay que
desarrollar en una clase de lengua con un enfoque comunicativo.
Las habilidades lingüísticas se clasifican de la siguiente forma, según el código
oral o escrito y el papel receptivo o productivo que tengan en la comunicación:
Según el papel en el proceso de comunicación
Receptivo (o Productivo (o expresión)
comprensión)
Según el código Oral Escuchar Hablar
Escrito Leer Escribir
3.1 Características
HABILIDADES
RECEPTIVAS
HABILIDADES PRODUCTIVAS
2. El usuario controla los mensajes que produce: escoge las formas lingüísticas.
4. Comprensión oral
¿Qué es escuchar?
Además del discurso verbal, otros estímulos sensoriales (ruidos, olores, aspecto
visual, tacto, etc.) nos dan información que utilizamos para interpretar el texto.
En una exposición oral pueden existir esquemas o diagramas en la pizarra; en
una conversación informal, códigos no verbales, objetos o apretones de manos.
2. Mirar al orador.
3. Ser objetivo. Escuchar lo que dice una persona distinta de nosotros mismos.
4. Conectar con la onda del orador. Comprender su mensaje y su manera de
ver las cosas.
9. Reaccionar al mensaje.
5. Expresión oral
La vida actual exige un nivel de comunicación oral tan alto como de redacción
escrita. Una persona que no pueda expresarse de manera coherente y clara, y
con una mínima corrección, no sólo limita su trabajo profesional y sus aptitudes
personales, sino que corre el riesgo de hacer el ridículo en más de una ocasión.
Vale la pena esbozar una tipología esquemática de textos orales para poder
estudiar las necesidades de expresión que pueden tener los alumnos. En una
primera clasificación,
J. Badia et al 1988 distingue tres tipos de situaciones comunicativas, según el
número de participantes:
6. Comprensión lectora
Una primera aproximación a la lectura debe notar que, como ocurre también con
el resto de habilidades lingüísticas, no se trata de una capacidad homogénea y
única, sino de un conjunto de destrezas que utilizamos de una manera o de otra
según la situación. Leemos diferente según si nos encontramos delante de un
periódico, una novela, una redacción de un alumno, una carta que escribimos
nosotros mismos, una nota, un anuncio, etc. Sin duda, realizamos la misma
operación de captar el sentido de un texto, pero se presentan numerosas
variables: los tipos de texto, los objetivos de la comprensión, la situación, la
prisa que tengamos, etc.
Ronald V. White (1983) efectúa una primera distinción de tipos de lectura según
los objetivos de la comprensión y la velocidad (criterios que aparecerán en otras
clasificaciones):
LECTURA SILENCIOSA
- Extensiva: Por placer o por interés.
- Intensiva: para obtener información de un texto
- Rápida y superficial: para obtener información sobre un texto
- Involuntaria: p.ej.: noticias, anuncios, carteles, etc.
Desde otro punto de vista, los métodos de lectura eficaz, que se conocen
popularmente como métodos de lectura rápida o de lectura en diagonal (porque
enseñan a recorrer la página en zig-zag), definen la eficacia lectora a partir de la
velocidad y de la comprensión y establecen varios tipos de lectura (adaptado de
Bisquerra, 1983):
De entre las lecturas integrales es decir, las que leen todo el texto, Ia reflexiva
es más lenta, porque implica una comprensión exhaustiva y un análisis
minucioso del texto. Leemos reflexivamente cuando estudiamos o nos
examinamos (apuntes, libros de texto, preguntas, instrucciones), cuando
escribimos (leemos lo que ya hemos escrito) y, en general, cuando nos interesa
entender todos los detalles de un texto, sea cual sea.
Las lecturas selectivas escogen solamente las partes del texto que contienen
información interesante según los objetivos del lector. Utilizan estrategias
complementarias de comprensión global y búsqueda de información específica.
El ejemplo clásico es el periódico: primero lo hojeamos de arriba a abajo, dando
un vistazo ágil y rápido, y después atacamos las noticias que nos motivan más,
con una lectura más atenta y exhaustiva de estos fragmentos.
En primer lugar, los buenos lectores leen o perciben el texto de una manera
determinada, son más eficaces al mover los ojos delante de un papel escrito. El
lector competente:
De este modo, podemos prever qué tipo de texto se suele leer en cada
situación, qué aspecto tiene, posibles estructuras que puede tener, el lenguaje
que aparecerá, etc. Además, el almacén de la MLP contiene también el dominio
del sistema de la lengua que
hemos alcanzado (léxico, gramática, etc.) y nuestros conocimientos del tema
sobre el cual vamos a leer. Todas estas informaciones previas permiten que
antes de leer el texto podamos anticipar o formular hipótesis sobre el texto.
7. Expresión escrita
Diremos que sabe escribir -y, por lo tanto, que es un buen redactor o escritor-
quien es capaz de comunicarse coherentemente por escrito, produciendo textos
de una extensión considerable sobre un tema de cultura general. Por ejemplo:
un escritor competente tiene que poder redactar una carta o un artículo de
opinión de dos o tres páginas sobre la celebración de los Juegos Olímpicos de
Tokio.
La lista de microhabilidades que hay que dominar para poder escribir se alarga y
abarca cuestiones muy diversas: desde aspectos mecánicos y motrices del trazo
de las letras, de la caligrafía o de la presentación del escrito, hasta los procesos
más reflexivos de la selección y ordenación de la información, o también de las
estrategias cognitivas de generación de ideas, de revisión y de reformulación.
También se deben incluir tanto el conocimiento de las unidades lingüísticas más
pequeñas (el alfabeto, las palabras, etc.) y las propiedades más superficiales
(ortografía, puntuación, etc.), como el de las unidades superiores (párrafos, tipos
de textos, etc.) y las propiedades más profundas (coherencia, adecuación, etc.).
El eje de los conceptos coincide con las propiedades textuales e incluye las seis
propiedades del texto, que resumen los conocimientos sobre el código
lingüístico que debe dominar un escritor competente y que le permiten usar la
lengua de manera efectiva.
Finalmente, el eje de las actitudes incluye los valores y las opiniones que el
individuo tiene sobre la lengua, sobre la expresión escrita y cada uno de sus
componentes. Dependen de este apartado aspectos como la motivación el
interés e, incluso, el placer o el aburrimiento que puede sentir el alumno ante el
hecho de la escritura.
- Lectura. Los escritores competentes son buenos lectores o lo han sido en algún
período importante de su vida. La lectura es el medio principal de adquisición del
código escrito.
- Planificar el texto. Los escritores tienen un esquema mental del texto que van a
escribir, se formulan una imagen de lo que quieren escribir, y también de cómo
van a trabajar. Se marcan objetivos.
- Releer los fragmentos escritos. A medida que redacta, el escritor relee los
fragmentos que ya ha escrito para comprobar si realmente se ajustan a lo que
quiere decir y, también, para enlazarlos con lo que desea escribir a continuación.
8. NORMATIVA:
Ahora bien, ninguna norma surge de la nada y mucho menos desde el interior
de la lengua misma, por el contrario, brota de la comunidad hablante al asignar
etiquetas valorativas a las manifestaciones lingüísticas de los usuarios. Dicho de
otro modo, la comunidad les da –digamos– el visto bueno o no a los usos que
hacen los hablantes de los elementos y estructuras que componen el sistema de
la lengua.
Toda lengua conoce esos distintos tipos de variación, toda lengua es traspasada
por ellos de un extremo a otro, de allí que se hable de variaciones diasistémicas,
pues su conjunto afecta a todo el sistema lingüístico.
Ahora bien, cuando alguna variante, o si se prefiere, una manifestación de la
variación se impone –por el uso– y desplaza al resto de las eventuales variantes
concurrentes se produce el cambio lingüístico. El fenómeno puede darse
en cualquiera de los componentes del sistema de la lengua. Valgan como
ejemplo los siguientes casos ocurridos en la historia de la lengua española. a) El
antiguo fonema glotal /h/ dejó de pronunciarse, más tempranamente en unas
regiones, más tardíamente en otras, de modo que la “aspiración” alternaba
diatópicamente con el cero fónico hasta que llegó un momento en que
desapareció de la lengua general en todo el mundo hispanohablante. b) Formas
verbales que alternaban en la lengua medieval conocieron un proceso de
escogencia que dio como resultado el que una de ellas quedara relegada de la
norma moderna, como es el caso de haya~haiga, conozco~conozgo, trajo~trujo,
etc. c) La construcción nominal DETERMINANTE + POSESIVO fue desplazada
de la norma al prevalecer el sintagma sin determinante; así, los míos parientes
quedó arrinconado por mis parientes.