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“Urbe Desta Historia”, por Rubén Casado Murcia

©2011 Rubén Casado Murcia

Prólogo por Ana Vega

Todos los derechos reservados.


Editado digitalmente por Groenlandia con permiso de su autor.

Directora: Ana Patricia Moya Rodríguez


Corrección: María del Carmen Moreno \ Ana Patricia Moya
Diseño: César Nevado Linos (Portada y Contraportada) \ Ana
Patricia Moya

Depósito legal: CO-494-2011

Córdoba, 2011
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Encontrarse con un libro de poemas directo, agudo, que te
alcance con la precisión de una bala es casi un milagro. En este
caso, los poemas de este libro establecen un diálogo inmediato
con el lector, al que parecen increpar de algún modo y también
empujar hacia posturas o actitudes más activas, más
comprometidas. Hallamos aquí verdades que nos incomodan, de
las que solemos huir cuando nos acechan, ésas que intentamos
alejar de nuestra cómoda pasividad. Un escritor es un observador
nato, un cazador de imágenes, sensaciones, actitudes crueles o
hermosas, detalles que para el resto pasan desapercibidos.
Escribir es una búsqueda constante, indefinida. El escritor ha de
indagar pero no sólo ofrecer respuestas, ha de plantear
preguntas, provocar heridas, cierta incomodidad que nos
conduzca a lugares más elevados.

Aquí la realidad cotidiana ataca y se defiende, se presenta


de un modo tan real y cercano que irrita de algún modo pues nos
empuja a aceptar nuestra definición exacta en lo que leemos, la
descripción que no nos atrevemos a llevar a cabo, nuestros
miedos y pensamientos más íntimos y escondidos. El
compromiso y la denuncia son dos claves imprescindibles en toda
escritura. De poco sirve como nos recuerda el autor, lamentarse
de realidades lejanas y terribles como el hambre o el dolor ajeno
mientras nos columpiamos cómodamente en nuestro sillón
observando la desgracia ajena como una simple pantalla plana
que no esconde nada detrás. El cambio se realiza de un modo
activo nunca pasivo. Quien permanece inmóvil frente a la

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realidad ajena miente cuando finge sentimiento alguno. Se
denuncia aquí la mentira, la hipocresía, el egoísmo, la doble
moral y la injusticia que vivimos a cada paso de forma individual
y colectiva y la pasividad del ser humano frente a esta situación.

Sin embargo, también existe lugar, espacio y tiempo para la


belleza, para esos escasos momentos en que “clavamos a Antonio
Vega” y sus canciones a modo de salvación, protección, burbuja
donde cobijarnos de esta lluvia ácida que empapa la ciudad. O el
amor, no establecido por normas o reglas, esa bendita imagen
que se produce ciertas mañanas en ciertas camas cuando alguien
se despierta a nuestro lado y la habitación entera se llena de luz,
una luz que, a veces, nos produce una sensación similar a la
esperanza que creemos ya perdida.

Ana Vega 4
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“Dejadme en la amargura de mi tiempo.

Es un mandato”.

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Llega un momento en el que ya no te reconoces.

Ese algo que fuiste, más valiente, más libre,

más genio en el más brillante sentido de la palabra.

Eso, todo aquello, llega un momento en que

es irreconocible. Y si sólo fuera eso. Lo peor.

Quizás: que el resto empieza a saber quién eres.

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Los bares y las

noches.

La gente y

sus bares.

Los camareros.

Sus copas. Su hora

de salir.

La de todos.

De vuelta

a la ciudad.

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Una sirena a lo lejos.

Los pájaros.

La sombra del tejado

sobre la pared inclinada.

El gato en su decimosexta

hora de sueño.

La telenovela de las cinco.

El vapor y el aroma del café.

Este cigarrillo que, en cualquier caso,

es el último

y no me atrevo a prender.

Cosas en las que fijarse

alrededor

de lo que no pasa nada.

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…ese fraude que se ha dado en llamar Literatura.

Roger Wolfe

Rebanarse los sesos

pensando cómo enfocar tu obra

para que perdure,

al menos,

entre tus seres más allegados;

tales como: padres, hermanos,

posibles hijos y amigos. Es

como rebanarse literalmente

el cerebro para repartir

un trozo de tu pensamiento

a gentes que les importa

un zurullo

eso que se ha dado en llamar:

LITERATURA.

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No hablar parece

una postura inteligente.

Observar, mantenerse al margen

de la conversación.

No intervenir más que para

pedir fuego, la hora,

un cigarrillo,

que te repitan esa última frase que se dijo…

Pequeños gestos imperceptibles

que hacen que no se te vea el plumero,

que hacen que el resto

no piense,

o lo que es peor, no vea

que no te enteras

de la misa la mitad.

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Parece que en este mundo

que se acaba todo se reduce.

Las frases, las palabras, se acortan.

Te quiero más que a mi vida, se dice,

por ejemplo. O, nadie te querrá tanto como yo.

Incluso frases tristes y sin contenido

del tipo: No sé qué sería de mí sin ti.

No sabemos decirnos cosas más bonitas.

Tal vez sea falta de imaginación, prisas,

tal vez simplemente sea que

se nos acaba el tiempo, que

nos es materialmente imposible

improvisar algo mejor.

O puede ser que estemos cansados

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de tanta poesía y flores y luceros

y que simplemente baste estar

para hacerse entender.

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Al principio no le das importancia,

pero más tarde te lo confiesa

y tú no das crédito.

Te cita en los servicios.

El morbo del asunto resulta insuperable.

Una aventura de película.

Un secreto, uno y ya está,

te dice, para que no te preocupes.

Y el caso es que te lo piensas.

Piensas, por ejemplo, en lo triste de tu vida

y de lo que ha sido.

De lo monótono y rutinario,

de lo calzonazos que has llegado a ser.

Que tú eres un hombre y no un mindundi

que tira la basura, que baja a la farmacia

a comprar ibuprofeno, que corre

al Opencor a las 2 de la mañana

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a por tampones porque, de pronto,

le ha venido y no hay tutía.

Y lo visualizas.

-Lo imaginas-.

Tú, ahí, agarrando un buen par de muslos,

oliendo perfume ajeno

con los pantalones,

a esas alturas,

a la altura de los tobillos.

El auténtico pichabrava.

“El Rey del Mundo”.

(Y hasta llegas a pensar

que, tal vez, así, llegarás a ser feliz)

Pero, aunque no lo creas,

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jamás creí en semejantes fantasías.

De momento me sirve esta realidad

de mirar sus reales ojos

(y más tarde Dios dirá)

para despedazar

esta pirámide de imágenes

con la que el “sindicato de guionistas

californiano”

nos ha fundido el cerebro

con polvo de película.

Y también, por qué no decirlo,

la imaginación.

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¿Sabes lo que te digo?

¿Eh? ¿Lo sabes?

Que te vayas a tomar viento,

que eres una guarra,

que eres un coñazo como una casa de grande.

Que me tienes hasta el mismísimo y que,

por nada del mundo, se te ocurra llamarme…

Y dos horas después, lo más inteligente

que se te ocurre

es aparecer,

en el portal de su casa, con un ramito de flores.

Y con todo el chaparrón

calándote hondo.

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Alguna vez te hubiese gustado

darle una patada a un perro

como si fuese una lata de Lander Braü

y ver cómo vuela por los aires

con esos aullidos tristes

y sonoros que te recuerdan a ti

cuando otra hija de puta sin corazón

(como tú)

acaba de patearte los huevos.

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Las luces pasan difuminadas

a través del ventanal.

Granada-Sevilla.

Tres horas de viaje.

Pocas cosas en las que pensar.

Tal vez, no sé:

La vida.

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Te esfuerzas demasiado

pensando si tus semejantes

también sufren por la destrucción

del mundo

(el exterior y el interior)

y llegas a la conclusión

de que, si el del exterior

se las trae floja,

el tuyo interior,

ni te cuento.

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Sin Luna

sin Tabaco

sin Dinero.

Así nos dan

las 7 de la mañana

como un ciudadano más.

21
Habría deseado tener

una Polaroid a mano

para tomar datos

de esa hija de puta

que me dejó de

mierda hasta el cuello.

No os fiéis

de ninguna.

Suelen tirar a matar

desde cualquier cornisa.

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Insistía de forma vehemente

en el asunto:

Que aquí había que

sacar algo en claro,

que si no era capaz

de posicionarme,

de opinar;

que mejor me callase,

que si el mundo funcionase

así,

como yo,

entonces apaga y vámonos.

Y tuve que darle la razón

y decirle la verdad…

…que no tenía dinero

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y que a ver

quién iba a pagar

todo esto.

24
Un aparatito de esos,

de los que ponen cada ciertos metros

en sucesivos tramos de carretera

por si un accidentado necesita ayuda

en medio del desastre.

Uno de esos, digo,

vendría de perilla

en la entrada de mi calle.

25
La pregunta resonó

en la sala – con todo el peso

de su sesudo contenido -

como si alguien de una vez

por todas, de veras,

la fuera a contestar.

¿Crees en Dios?

Un sonoro pedo

retumbó hasta

las catacumbas

del primer año

Católico de nuestra

Era. Y hasta Jesucristo,

la chota,

se tuvo que tapar.

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Algunos creen que es un hobby,

que lo hacen por aburrimiento.

Esos viejos soñadores, ahí,

tras la valla peatonal

tomando datos.

Supongo que es así

y nada más.

Pero me gusta imaginar,

creer,

que tienen otros planes,

qué sé yo…

Reconstruir el mundo,

hacerse un huerto,

cavar un hoyo…

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A veces tiro por la Calle Velarde.

Allí pasé los cinco primeros años de mi vida.

Paseo por allí, buscando eso que algunos

llaman nostalgia, otros melancolía

- aquella morriña insufrible

por la niñez -.

Me paro un instante ante el socavón

que un día fuera hogar de los Casado,

hoy, proyecto de edificio de seis pisos

y lo único que siento es indiferencia,

abulia, profunda desazón. Ganas

de largarme de allí lo más lejos posible.

Quizás, algún sitio con vistas.

Un ático - con ascensor -

no estaría nada mal.

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Llegar a casa y sentarte a la mesa.

Lo único que quieres en estos momentos.

Encender la tele. Evadirte durante

unos segundos del trabajo,

del jefe, de aquel cliente

con el que te enzarzaste

en una discusión…

De primero, sopa.

Seguido de un filete a la pimienta

que da paso a los titulares.

Parece ser que en Kabul

siguen con lo mismo. Dos bombas

esta mañana. Una en el mercado

y otra

frente a la comisaría.

Qué hijos de puta… - dice mi padre -.

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Y que lo digas –replico-.

Lo que han hecho allí los yankees

es imperdonable.

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Lo veo con la cabeza gacha.

De pronto frente al televisor.

De pronto frente al espejo.

Otras pasea, solo, lentamente,

por la casa.

Apaga y enciende una luz.

La comprueba. Abre la nevera.

Mira en los rincones buscando

cucarachas. Parece ser que,

después de la última

fumigación,

no han vuelto.

Incluso, a veces, lo oigo respirar.

Un suspiro. Breve.

Silencioso. Casi preocupado

por si molesta a alguien.

Mañana lo operan:

31
cáncer.

- Nadie lo ha visto llorar -.

32
Mi marido decía

que estaba gorda,

que no paraba de comer.

¡Eso es maltrato psicológico!

Según la OMS:

obesidad.

33
Pasa una tía.

Buen culo, me digo.

Bonitas piernas. Pienso.

A ver si se gira

y vemos cómo anda

de…

“Hola, cariño”.

34
Mi sobrino. 5 meses.

Una monería.

Le hacemos muecas.

Le hace, mejor dicho.

Clara, mi novia.

Lo mira.

Me mira.

La miro.

Una mosca

contra la ventana.

Ella tampoco

puede escapar.

35
La luna escarchada

y el limpiaparabrisas

bloqueado. Suficiente

para recordarte

que algunos días es mejor

no levantarse

ni de la cama.

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Pido un café.

En la barra. Sobre ella,

un sobre de azúcar abierto

de esos en los que se inserta

una leyenda célebre:

“Vivimos en un mundo donde nos escondemos

para hacer el amor, pero la violencia

se practica a plena luz del día”.

En esto, la camarera coge el papel

y lo rompe ante mis narices.

Según Lennon, aquí mismo se lo podría hacer.

37
Se empeña en que mi escritura

bebe de forma palpable

de Bukowski. Yo me callo y le sigo

la corriente. No serviría de nada.

Roger Wolfe del que, sí,

con todas las de la Ley, bebo,

-me emborracho en ocasiones-

lo intentó y no le sirvió

más que para gastar salivazos

que mejor hubiese guardado

para cerrar carta-amenazas

y enviárselas a esos capullos

a sus respectivos buzones

o a sus madres, que debieron

beber cianuro el día que los parieron

38
Yo sigo escribiendo. No sé cómo, quién,

ni si me parezco a alguien conocido.

Lo que es seguro es que, aquí,

no me conoce ni mi padre.

39
Todo va como la seda.

Estáis ahí, los dos,

tomando unas copas,

charlando sobre esto que pasó,

sobre aquello,

sobre lo que os depara

un futuro incierto.

Sacas un rubio,

le ofreces.

Prendes el azul ante sus ojos

que resplandece

en el momento idóneo

para confirmarte que,

esta vez sí,

estás donde siempre

te hubiese gustado estar.

40
Pero de pronto,

a cuento de qué,

y no lo preguntas,

suelta la bromita,

esas corrosivas palabras

que hienden tu espíritu

por el sumidero

de la perdición.

Y te lo confirma

jodiéndote la noche.

Así, sin más,

con la venia del señor,

lamentas haber nacido

y lamentas tu vida

y lo frágil

de sus pequeños momentos.

41
A Clara

Ver cómo te levantas

a mi lado cada mañana

es como ver levantarse

al mundo.

La cara hecha un cromo

y todo alborotado

pero conservando

el milagro

de la creación.

42
Desde esta posición

se ven todas las caras.

No les das más de un año.

No menos de lo que te das

a ti mismo para, con lo puesto,

salir cagando leches antes

de que te prohíban, como

tantas otras cosas,

hasta esa

opción.

43
Lo leí en una revista:

“No puedo ni fumar

en mi bar de toda la vida,

¿qué está pasando?”

Pues lo que está pasando,

señor mío, es que le están

dando por culo con lo

que más le duele al hombre:

su orgullo.

44
No hay manera de hacerle

entrar en razón:

“Esas, esas camaritas,

so memo, te están mirando,

te van a mirar cuando mees en aquella esquina

o cuando le eches uno de los buenos

a tu chica en ese hueco,

entre dos coches.

Ahí estarán, violando tu libertad”.

Y el tío va y me dice que eso le es igual,

que lo que le preocupa no es que

violen su libertad, sino a su chica.

Y por mucho que me pese,

tengo que darle la razón.

Voy a dejar a la mía.

45
Al llegar a casa

me los sacudo como

garrapatas o diablillos

que, asidos a la ropa,

quisieran seguir

jodiendo

por no sé qué

motivo de…

¿Qué dices

cabroncete?

¡Ah sí!

Porque sí.

46
Saca su libreta y apunta

una frase. Dice que le ha venido

así, como una mariposa

que se posase sobre su cabeza.

Yo le digo que sí, que siento lo mismo.

Como si una bandada de pájaros

me estuviera vaciando el cerebro.

Dice que eso también, que

también lo

tiene que apuntar.

Mientras, yo apunto

al centro,

donde no salpique.

47
Adoro a esas personas

que hablan de la pobreza

mientras sacan dinero

con sus tarjetas. Que hablan

de la falta de agua en la sabana

mientras beben sus copas

a dos pajitas. Que hablan

de tener un niño apadrinado,

salvadoreño, que lo más

seguro lleve tieso desde

el segundo ingreso que realizó.

Las adoro, tienen valor…

Arreglando el mundo desde

la puerta de sus casas o

desde el cóctel de turno.

48
Tal derroche de valentía

con tan poco esfuerzo.

Es admirable, en serio.

Y yo también lo soy

denunciando algo

que me importa un bledo.

49
No soporto la poesía de ausencia.

La odio con toda el alma. Cuando,

con el tono más afectado, gimotean

de dolor, por la distancia, la lejanía,

por el roce de su pelo y subnormalidades

de similar calibre. La odio. Joder si la odio.

Pero sabes, y es curioso, sabes cuándo,

en qué momento, la odio de todo corazón.

Cuando te has ido y,

tonto de mí,

me da por leerlas.

50
Preguntábame

de dónde, de qué recóndito

lugar emanaba, en mi más

temprana juventud,

aquella temeridad

despojada de todo

respeto por la muerte.

Ahora lo sé.

Es como cuando un

subnormal se te cruza

en la mediana y,

para amedrentarlo,

lo increpas desde

la ventanilla

51
y le llamas

de todo menos bueno

y resulta que, para tu sorpresa,

un dos por dos baja

del insignificante vehículo

avanzando lentamente por

la calzada

aproximándose

a tu Renault 5

a ver

qué coño

te pasa.

52
Desgajar la mañana

como una fresca

naranja, morderla,

acariciar su piel

como una tarde

que se desliza

lentamente hacia la noche

para verterla,

luego, en su lugar.

Dónde todo muere

donde todos

quieren morir.

Cuando dan

las diez

53
y al fin,

en libertad,

nos permiten

sacar la basura.

54
Viendo como la gente se destroza,

y sin sentir nada especial.

Karmelo C.Iribarren

Al muchacho, la verdad,

ganas no le faltaban.

Decía que había que intercomunicarse,

que era importante poner en conexión

nuestras mentes

para cambiar las cosas.

Que era posible, que el único problema

se encontraba en que

aún no existía un lenguaje

informático-universal.

Que el día que aprendiésemos

tal idioma

55
podríamos conectar

a nuestras cabezas

una serie de enchufes

que nos tendría

-orgánicamente-

relacionados

con la totalidad del sistema.

[…]

Miré la jarra que descansaba sobre el mármol

frío de la barra. Vi el vacío que la inundaba,

su cháchara

y mis serias dificultades para

pedir la última…

…me pregunté dónde puñetas

debía andar el interruptor.

56
Tratar de dilucidar

la existencia de Dios

es como intentar

descifrar

el sentido de un semáforo

parpa dean do en ámbar

en la esquina de una calle

cortada.

57
Una cerilla basta

para reconciliarte

con el mundo

cuando se te ha

olvidado el mechero

y te encuentras

en mitad del Apocalipsis

de una tarde de domingo.

Una cerilla basta. Un soplete,

dos piedras, lo que sea.

¿Tiene usted fuego?

58
Para Tejada F.

Mejor no intentarlo.

Escribir sobre el amor.

Aparentar decir algo serio

sobre lo inasible. Todo o nada

de lo que diga

está lejos

de parecerse a lo que tu ya sabes.

Coger a Antonio Vega

y clavarlo en el tocadiscos

es lo más que puedo hacer,

por ahora,

esta noche.

59
En estos temas ya se sabe:

Mejor dejarlo en manos

de un profesional.

60
Te acercas por detrás.

Como cruzarse con alguien

extraño por la calle. Vas

a la cocina. Coges un yogur,

una cerveza, un trozo de aire.

Lo mismo da. Meras maniobras

de aproximación. Buscas

que sus ojos se encuentren

con los tuyos. Buscas

de cualquier manera

que todo pase cuanto antes,

que el silencio no se prolongue

más de lo necesario

para que te des cuenta

de que, esta vez sí,

la culpa ha sido tuya.

61
Hablar de ello como lo importante,

como lo esencial de la existencia.

Aprovechar cualquier rendija

en el cerebro del ser humano

para darle la tuya versión desta

historia: que si la están tirando

por la borda. Que si el dinero

no es lo importante. Que lo

realmente importante eres

tú. Que solo tú y quererte

a ti mismo es lo único que

te dará la salvación. Y lo que

suelen contestarte, también

por otro lado, normal dado el caso,

que te vayas, si eres tan amable,

con la música a otra parte.

62
“Tu corazón ya terciopelo ajado…”

Miguel,

y el mío

ya otra cosa

no quiere ser.

63
Pruebas con el crepúsculo.

Lo sintonizas. Intentas apreciar

su gama de naranjas,

los tonos del azul del cielo,

una nube solitaria a ver si

con eso, aunque solo sea un poquito,

se te roza el corazón.

Pruebas con la brisa, los recuerdos.

Pruebas con aquellos a los que quieres,

a los que siempre has querido, alguna vez,

cosa que a ti, al menos, siempre

te dio resultado.

Tanteas la posibilidad de una lágrima,

un escalofrío, una imagen que

resulte más que mil palabras.

Pero eso ya no te funciona.

64
Lo de la imagen, digo.

En cuanto a las palabras,

que baje Dios y lo vea.

65
¿Ves ese letrero?

-Hostal La Duquesa-

ese neón tartamudo

dudando entre ésta

y la década anterior.

Sí, es como estar en otra época.

Aquella en la que la gente reía

y le ponía

nombres raros

a los sitios.

66
“Un siglo después, apenas si representa más que una reputación que pocos

niegan, pero casi nadie apoya desde los escenarios. Salvo los intereses

creados, y algún que otro drama rural, poco pervive de un autor que lo fue

todo en el teatro español”.

José Monleón

Después de esto,

la verdad, se te

quitan las ganas

hasta de escribir.

67
Paciencia.

Todos te la piden.

Algo así como el padre nuestro.

Tu mamá te la pide

“Todo llega”.

Y esperas.

Tu chica te lo pide

“Poco a poco”.

Y esperas.

En el paro.

El 73. Y para tu sorpresa, esperas.

Y a base de paciencia

vas acumulando toneladas

de lo otro

de lo contrario

de lo que a más de uno

68
le dio el último

empujón para apretar

la languidez

del gatillo.

Pero si no te ves

en esas,

no te preocupes.

Ten paciencia

- y esto te lo digo yo -

la bala

sola llega.

69
Creí que esto no iba a ser tan malo,

quizás, no sé, algo más bello.

Al fin y al cabo,

a quién le gustan las flores.

70
Rubén Casado Murcia (Ceuta, 2010)
71
Prólogo, por Ana Vega 3

Desnudo 7
Into 8
Agujeros negros 9
A modo de testamento 10
Lo propio es callar 11
Para lo que queda 12
Imaginarium 14
Inteligencia artificial 17
La violencia tiene carácter retroactivo 18
La vida 19
No le des más vueltas 20
Después de la noche 21
Si te llego a agarrar, hija de… 22
Última ronda 23
SOS 25
La cuestión empieza a apestar 26
Otros planes 27
La infancia, desde aquí arriba, mucho mejor 28
Yihad 29
Ser de otro mundo 31
Políticamente correcto 33
Retrovisor 34
Aunque siempre pensaste que no y aunque tú no quieras… 35
Levántate y anda 36
Aquí mismo 37

72
Como esos que dicen después de un concierto que el bajo… 38
Composición del cristal 40
Amanecer en el mundo 42
Nos estamos quedando sin ellas 43
Instrumento estatal 44
Por seguridad 45
Problemas 46
Apuntes nocturnos 47
Por los derechos humanos 48
Sólo con cierta poesía 50
R-5 51
Naturaleza muerta 53
Las Tic 55
Teología aplicada al underground 57
No necesitas más 58
Consuelo de oficio 59
El tiempo corre en contra 61
Los clásicos han muerto 62
Quién ha dicho que todo lo bello (no es posible) 63
Cuando ya no tienes dónde 64
Los ochenta 66
Jacinto Benavente 67
Paciencia 68
Colofón 70

73
74

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