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Al finalizar la sesión, el estudiante identifica la
Teoría del delito y su fundamento
4
Utilidad
LA TEORIA PENTATÓMICA
Transformación (contenido)
ACCIÓN
La acción no es sólo un concepto que ha estado presente desde un inicio
en la discusión dogmática sobre la teoría del delito, sino que también ha
sido utilizado por distintas ciencias humanas y naturales.
Esto último puede ser la explicación de la influencia que conceptos
procedentes de otros ámbitos del conocimiento han tenido en la
definición que la dogmática jurídico-penal hace de la acción.
EL CONCEPTO AMPLIO DE ACCIÓN: LA UNIDAD DE SENTIDO DEL DELITO
TIPICIDAD
Una conducta, para poder tener relevancia delictiva, debe reunir los
elementos definidos en el tipo penal correspondiente, es decir,
debe cumplir con el supuesto de hecho previsto en una disposición
legal de la Parte Especial del Código Penal o de una ley penal
especial.
El principio de legalidad ha sido establecido en la Constitución como
un condicionante esencial para el ejercicio de la potestad punitiva
por parte del Estado, por lo que la conducta delictiva debe
encontrarse previamente determinada como tal en una ley penal.
La falta de tipicidad de la conducta impide que se le pueda
considerar como penalmente relevante.
Su sola dañosidad o perturbación social es
insuficiente para que pueda alcanzar el carácter de
un injusto penal
La determinación del contenido de la tipicidad no
ha sido nada pacífica en la doctrina penal. Desde
que esta categoría fue incluida explícitamente en la
teoría del delito, se ha discutido extensamente
sobre su naturaleza, alcance y relación con las otras
categorías del hecho punible.
LAS FUNCIONES DE LA TIPICIDAD
ANTIJURICIDAD
La antijuridicidad expresa una situación de contradicción entre la
actuación de una persona y lo jurídicamente prescrito.
Tal contradicción no se alcanza, en el ámbito penal, con la sola tipicidad
de la conducta, sino que resulta necesario que ésta alcance un nivel de
desaprobación jurídica que permita afirmar su contrariedad con el
ordenamiento jurídico-penal.
La categoría dogmática de la antijuridicidad termina entonces de perfilar
el injusto penal.
Puede decirse, utilizando textualmente las palabras de Roxin, que “la
antijuridicidad designa una propiedad de la acción típica, a saber, su
contradicción con las prohibiciones y mandatos del Derecho penal,
mientras que por injusto se entiende la propia acción típica y
antijurídica, o sea el objeto de valoración de la antijuridicidad junto
con su predicado de valor.
En la doctrina penal se ha discutido incesantemente sobre cuál es el
exacto contenido que le corresponde a la categoría de la
antijuridicidad en la teoría del delito, manejándose diversas
perspectivas en función, fundamentalmente, de la teoría de las
normas de la que se parte.
Transformación (contenido)
CULPABILIDAD
La culpabilidad es el concepto definitorio de la teoría del
delito. “No hay pena sin culpabilidad del autor” (nullum
crimen sine culpa) reza un principio elemental del Derecho
Penal.
Sin embargo, el significado dogmático del término
“culpabilidad”, así como su específica ubicación sistemática en
la teoría del delito no son temas resueltos en la dogmática
penal, sino que, por el contrario, constituyen tópicos de
discusión sobre los que se ha debatido y sigue debatiendo aun
incesablemente desde distintas perspectivas y con variados
argumentos2.
La ubicación de la culpabilidad en la teoría del delito
La doctrina penal mayoritaria entiende que la culpabilidad debe tenerse en
cuenta como última categoría dogmática de la teoría del delito, es decir, luego de
haber determinado la existencia de un injusto penal.
A partir de la concepción naturalista del delito es cuando la culpabilidad dejó de
ser un presupuesto de la imputación y pasó a constituir, junto con los otros
aspectos subjetivos, una categoría analítica del delito al lado del injusto objetivo.
La verificación del delito comenzaba con una determinación del hecho y su falta
de conformidad con el derecho, y luego se procedía a determinar la relación
subjetiva (culpabilidad).
La ubicación sistemática de la culpabilidad no se vio modificada con el posterior
abandono de la visión psicológica y su sustitución por una concepción normativa
construida sobre la base de un reproche dirigido al autor, sino que los intentos
de normativización de la culpabilidad mantuvieron intacta su posición como una
categoría posterior a la antijuridicidad penal.
Las modernas interpretaciones doctrinales se esfuerzan todavía por resaltar el
carácter normativo de la culpabilidad, pero no cuestionan en lo absoluto el
hecho de que ésta deba establecerse a partir de un hecho antijurídico
previamente determinado como tal.
Ejemplo:
Si el hecho fue cometido por un menor de edad, se pone en evidencia
directamente la inimputabilidad para negar la responsabilidad penal sin que
previamente se determine si el hecho era antijurídico o no.
Por lo demás, puede suceder que ciertos aspectos de la culpabilidad sean
incluso lógicamente previos a la propia configuración del injusto penal.
Por ejemplo, para determinar si el autor actuó con dolo es necesario que
conozca el carácter antijurídico de su proceder.
Transformación (contenido)
PUNIBILIDAD
La punibilidad es un elemento secundario del delito, que consiste en el
merecimiento de una pena, en función o por razón de la comisión de
un delito; dichas penas se encuentran señaladas en nuestro Código
Penal.
Cuello Calón, considera que la punibilidad no es más que un elemento
de la tipicidad, pues el hecho de estar la acción conminada con una
pena, constituye un elemento del tipo delictivo.
Guillermo Saucer, dice que la punibilidad "es el conjunto de los
presupuestos normativos de la pena, para la ley y la sentencia, de
acuerdo con las exigencias de la Idea del Derecho".
El aspecto negativo de la punibilidad se llama excusa absolutoria.
Jiménez de Asúa dice que son excusas absolutorias las causas
que hacen que a un acto típico, antijurídico, imputable a un autor
y culpable, no se asocie pena alguna por razones de utilidad
pública.
Las excusas absolutorias son aquellas circunstancias
específicamente señaladas en la ley y por las cuales no se
sanciona al agente.
Transformación (contenido)
ACCIÓN Y TIPICIDAD
1. LOS CASOS DE FALTA DE ACCIÓN
El Código Penal se refiere implícitamente a la acción cuando se
ocupa de los supuestos que tradicionalmente se han calificado
como causas de falta de acción o de no acción. Aquí entraría en
juego el concepto estricto de acción como elemento básico al
que se le enlaza las otras categorías del delito (injusto y
culpabilidad). La función de este concepto es fundamentalmente
de carácter negativo, es decir, de exclusión liminar del análisis
jurídico-penal de ciertos sucesos que son desde ya
irrelevantes146. En estos supuestos, no se entra a discutir
siquiera la tipicidad de la conducta, pues carecen de una
relevancia penal mínima.
Dentro de los supuestos de falta de acción, cabe mencionar, en
primer lugar, los casos en los que no hay ni siquiera un acto exterior
reconducible causalmente a una persona.
Se trata de los hechos provocados por animales, el llamado caso
fortuito que abarca hechos procedentes de la naturaleza
absolutamente imprevisibles como un terremoto o un tsunami, y los
meros pensamientos, actitudes internas, disposiciones de ánimo y
todos los afectos que pertenezcan a la esfera interna
(cogitationispoenam nemopatitur).
En relación con estos casos, no hay la menor discusión sobre la
ausencia absoluta de relevancia penal.
En segundo lugar, se encuentra los casos de vis physica absoluta o también
conocida como fuerza irresistible.
Aquí el suceso lesivo se reconduce a una fuerza irresistible proveniente dé
la naturaleza o de un tercero que incide únicamente sobre la corporeidad
de una persona.
El origen de esta fuerza, como puede verse, es externo, por lo que no
podrán abarcarse los casos de actuaciones arrebatadas o frenéticas.
Si bien hay una intervención física de la persona sometida a la fuerza
irresistible, se excluye absolutamente la capacidad de controlar su cuerpo
y, por lo tanto, de dirigir el suceso lesivo.
El carácter irresistible de la fuerza física se refiere precisamente a una
intensidad tal que elimina o anula por completo la capacidad de controlar
el suceso.
La caída sobre un valioso jarrón a raíz de un fuerte empujón de un
tercero o de un viento huracanado, son ejemplos académicos a los que
siempre se ha recurrido para graficar ejemplificativamente los casos de
fuerza irresistible.
Pero también es posible que la fuerza irresistible incida en un delito de
omisión como, por ejemplo, no auxiliar a un herido debido a que se está
aprisionado o sujetado violentamente por otro.
En este último caso, no es necesario que el sujeto esté impedido de todo
tipo de acción, sino solamente que no pueda realizar materialmente la
acción debida.
En tercer lugar, se hace referencia a profundos estados de
inconsciencia, tales como la situación de absoluta narcosis, hipnosis
o embriaguez, así como los ataques convulsivos.
Está claro que, si el estado de inconsciencia es relativo, de forma tal
que el agente mantiene cierto grado mínimo de voluntariedad,
entonces no cabrá una exclusión liminar del análisis jurídico-penal,
sino que se tendrá que encontrar a nivel del injusto y la culpabilidad
el sustento de su irrelevancia penal, de ser el caso.
Especialmente problemático es el supuesto de la embriaguez,
pues se trata de un estado que admite diversos niveles.
Si bien la normativa administrativa cuenta con una tabla de
alcoholemia, debe tenerse claro que dichos niveles de
alcoholización tienen una función meramente referencial en el
juicio de imputación penal, pues la imputación penal recurre,
como regla general, a una imputación personalizada y no
simplemente estandarizada.
Se hace mención finalmente a los llamados movimientos reflejos, los que son
definidos como reacciones incontroladas del cuerpo ante determinados
estímulos internos o externos.
El estímulo recibido pasa directamente de un centro sensorio a un centro
motor sin intervención primaria de la consciencia.
Por ello, su aprehensión será, a lo sumo, con posterioridad.
La ausencia de participación del sistema nervioso central determina, por otra
parte, que se trate de movimientos básicamente primarios que carecen de la
más mínima elaboración.
Así, los movimientos reflejos pueden expresarse mediante vómitos,
calambres, espasmos, el cierre instintivo de los ojos ante el acercamiento
violento de un objeto, entre otros supuestos.
Se trata de procesos mecánicos que provocan siempre la misma reacción
(reproducibilidad o provocabilidad) y en los que no hay intervención de la
subjetividad de la persona (independencia de la afectividad).
Un grupo de casos, sobre cuya inclusión como supuesto de falta de
acción se ha discutido doctrinalmente, son los llamados actos de corto
circuito o instintivos.
El sujeto reacciona aquí de forma incontrolada ante determinadas
situaciones excepcionales.
Existe cierto acuerdo doctrinal en cuanto a negar que los actos de corto
circuito sean equiparables a los movimientos reflejos, en la medida que
no se presenta una total independencia de la afectividad.
Lo que resulta discutido es si los casos de corto circuito deban
mantenerse como supuestos de exclusión de la acción o si se tratan,
más bien, de supuestos que tendría que analizarse en sede de
culpabilidad.
Dado que la falta de acción constituye un análisis de exclusión liminar
de sucesos lesivos, su ámbito de aplicación debería circunscribirse a los
casos.
2. LA TIPICIDAD
A.La tipicidad subjetiva
B. La tipicidad objetiva
A LA TIPICIDAD SUBJETIVA
CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN DE LA
ANTIJURICIDAD Y ANÁLISIS DEL
ARTICULO IV DEL TP DEL CP
CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN DE LA
ANTIJURICIDAD
1. La legítima defensa
La legítima defensa justifica la realización de
una conducta típica por parte de quien obra, de
manera adecuada, en defensa de bienes
jurídicos propios o de terceros ante una
agresión ilegítima.
2. El estado de necesidad justificante
Nuestro Código Penal sigue la llamada tesis de la diferenciación y regula, por
tanto, de manera separada el estado de necesidad en el que se preserva un
bien jurídico predominante al dañado (artículo 20 inciso 4) y el estado de
necesidad en el que se preserva la vida, la integridad física o la libertad (artículo
20 inciso 5).
• Mientras el primer estado de necesidad excluiría la antijuridicidad (estado de
necesidad justificante).
• El segundo estado de necesidad haría lo propio con la culpabilidad (estado
de necesidad exculpante).
Dentro del estado de necesidad justificante se suelen distinguir, a su vez, los
casos de estado de necesidad agresivo y de estado de necesidad defensivo.
El estado de necesidad es agresivo cuando la acción realizada para eludir el
peligro que se cierne sobre el sujeto, recae sobre un tercero ajeno por
completo a dicho peligro.
En cambio, el estado de necesidad es defensivo cuando la acción realizada
para elu dir el peligro pesa sobre el que crea ese peligro de una forma que
no califica como una agresión ilegítima.
En ambos casos, si se respetan las exigencias de proporcionalidad, podrá
afirmarse la concurrencia de un estado de necesidad justificante.
3. Los actos permitidos por el ordenamiento
a. El ejercicio regular de un derecho
El ordenamiento jurídico puede otorgar excepcionalmente a los
particulares ciertos derechos, cuyo ejercicio puede implicar la
afectación de otros derechos o intereses de terceros.
Si el titular del derecho se mantiene dentro del ámbito regular del
ejercicio del derecho otorgado, el hecho lesivo producido no le
podrá ser imputado penalmente.
En consecuencia, la justificación por el ejercicio regular dé un
derecho presupone una situación especial de conflicto, en el que el
titular del derecho pierde competencia penal por los efectos lesivos
de su actuación.
Como ejemplo de un supuesto de ejercicio regular de un
derecho podría destacarse el caso de los derechos de defensa
posesoria y de retención que el Código Civil prevé en sus
artículos 920 y 1123 respectivamente.
En efecto, en estos casos, el ordenamiento jurídico autoriza al
particular a utilizar excepcionalmente, y siempre bajo
determinados límites, vías de hecho para la preservación de sus
intereses patrimoniales
Por ejemplo, en cuanto a la defensa posesoria, la legislación civil autoriza al
poseedor a repeler la fuerza que se emplee contra él o su bien y recobrarlo,
si fuere desposeído, dentro de los quince días siguientes a que tome conoci
miento de la desposesión.
En cualquier caso, debe abstenerse de las vías de hecho no justificadas por
las circunstancias.
Si bien algunos casos de defensa posesoria podrían justificarse con las reglas
generales de la legítima defensa, la justificación con esta causa de
justificación no alcanzaría a la posibilidad de recobrar el bien.
La necesidad de garantizar una confianza mínima en el respeto de los
derechos patrimoniales fundamenta esta facultad excepcional otorgada por
la ley civil al poseedor de un bien mueble que se extiende incluso a
supuestos en los que no hay actualidad de la agresión.
La perspectiva del ejercicio legítimo de un derecho es utilizada
también para solucionar la eventual situación de conflicto entre la
libertad de información y el derecho al honor.
En efecto, conforme al Acuerdo Plenario N° 03-2006, el derecho de
información y la libertad de expresión pueden justificar injerencias en
el honor ajeno, a cuyo efecto es de analizar el ámbito sobre el que
recaen las frases consideradas ofensivas, los requisitos del ejercicio
de ambos derechos y la calidad -falsedad o no- de las aludidas
expresiones.
En el referido acuerdo plenario se procede a precisar cada uno de
estos aspectos para poder determinar si el ejercicio del derecho de
información o de expresión fue regular y, por lo tanto, justificado en
relación con la posible afectación al honor de otra persona.
b. El ejercicio legítimo de un cargo u oficio
Otro supuesto de justificación que se enmarca dentro de los actos
permitidos por el ordenamiento jurídico es el ejercicio legítimo de un
cargo u oficio.
Pese a que los términos “cargo” y “oficio” pueden interpretarse en un
sentido amplio que abarquen también las actividades privadas (por
ejemplo, el ejercicio profesional), se considera que más acorde con el
sentido de la justificación sería interpretarlos en relación con el
ejercicio de potestades públicas.
Esta interpretación restrictiva se sustenta concretamente en el hecho
de que el ejercicio de una profesión privada, en la medida que se
haga conforme a la normativa y estándares de actuación vigentes,
constituirá un caso de conducta penalmente irrelevante, es decir, que
ni siquiera podrá afirmarse la creación de un riesgo prohibido.
Por el contrario, en el ámbito de las actuaciones funcionariales u oficiales se
contemplan ciertas autorizaciones excepcionales para intervenir
coactivamente en ámbitos personales de los particulares, como sería el caso
de los magistrados, autoridades administrativas o la policía.
Estas conductas podrían encajar normalmente en tipos penales como
coacciones, secuestros, allanamiento de morada o lesiones, pero que, por
razones de interés público, se consideran excepcionalmente permitidas.
El que la causa de justificación del ejercicio legítimo de un cargo u oficio se
circunscriba a las potestades públicas no significa que solamente pueda ser
invocada por un funcionario público.
En muchos ámbitos, al ciudadano se le delega potestades públicas, cuyo
ejercicio, conforme a derecho, no podrá acarrearle responsa bilidad penal.
Un ejemplo de esta posibilidad de delegación es el caso del arresto
ciudadano regulado en el artículo 260 del Código Procesal Penal.
En virtud de este dispositivo legal, todo ciudadano está facultado para
arrestar a una persona a la que se le descubre en flagrancia delictiva.
Esta privación de la libertad, hasta su entrega inmediata a la Policía,
no podrá configurar un delito contra la libertad personal del detenido.
La necesidad de asegurar el interés público de que el sospechoso de
un delito no rehúya a la investigación, justifica la afectación producida.
No hay duda que esta justificación no alcanza a otras lesiones que no
sean imprescindibles para efectuar el arresto.
Para que el ejercicio del cargo u oficio despliegue el efecto eximente
de responsabilidad, es necesario que sea legítimo. Esa legitimidad se
alcanza si es que la potestad pública se ejerce en el marco de la
legalidad y conforme a las exigencias y usos propios de cada cargo u
oficio.
Como condición de la legalidad destacan especialmente la
competencia objetiva y espacial, así como las formalidades
legalmente establecidas (por ejemplo, la comunicación previa
al afectado, la lectura de derechos, la consulta con su
abogado, etc.).
En cuanto al ejercicio de las potestades asignadas al cargo u
oficio, un punto importante es la proporcionalidad.
Queda claro, entonces, que el ejercicio de potestades ajenas
al cargo o la extralimitación de las asignadas, no se
encontrarán justificadas y podrá generar responsabilidad
penal por las lesiones o afectaciones producidas.
c. El cumplimiento de un deber
La justificación en el cumplimiento de deberes se presenta cuando la
actuación conforme al deber trae consigo la afectación de otros bienes
jurídicos.
En relación con la causa de justificación del cumplimiento del deber, cabe
abordar el supuesto específico de justificación incluido en la reforma del
Código Penal operada con el Decreto Legislativo N° 982 de 22 de julio de
2007.
Mediante esta ley de reforma del texto punitivo se incorporó una causa
específica de exclusión de la responsabilidad penal, conforme a la cual se
justifican las lesiones o muertes causadas por las Fuerzas Armadas y de la
Policía Nacional en cumplimiento de su deber y en uso reglamentario de sus
armas (artículo 20 inciso 11 del CP).
El caso especial de la colisión de deberes
Un caso especialmente problemático de cumplimiento de un deber es la
llamada colisión de deberes justificante.
Este supuesto tiene lugar cuando existen dos deberes distintos que deben
cumplirse, siendo físicamente posible cumplir sólo con uno de ellos.
El ejemplo típico que se utiliza para graficar esta situación de conflicto es
el caso del padre que ve ahogarse a sus dos hijos y solamente puede salvar
a uno de ellos. El ejemplo utilizado no debe llevar, sin embargo, a la falsa
comprensión de que la colisión de deberes se produce solamente respecto
de deberes de actuar, ya que los deberes en conflicto pueden presentarse
bajo la forma de un deber de actuar (mandato) o de omitir (prohibición).
Lo que debe determinarse aquí es en qué casos el cumplimiento de uno
de esos deberes levanta la antijuridicidad del incumplimiento del otro
deber.
4. Obediencia debida
El artículo 20 inciso 9 del CP establece que quedará exento de responsabilidad
penal el que actúa por una orden obligatoria de autoridad competente,
expedida en el ejercicio de sus funciones. Queda claro que la ejecución de la
orden debe llevar a un hecho antijurídico, pues, de lo contrario, no cabría
plantear una situación de justificación en relación con la actuación del
subordinado o destinatario de la orden. El punto de discusión no se ubica, por
tanto, en la antijuridicidad de la orden o no, sino en la cuestión de la
obligatoriedad de una orden injusta. ¿Puede la ejecución de una orden que
lleva a configurar un injusto penal estar justificada porque el ejecutor estaba
obligado a cumplirla? La respuesta a esta interrogante requiere precisar cuál
es el fundamento para justificar la obediencia dada a una orden antijurídica,
lo que, a su vez, permitirá, de ser el caso, establecer los requisitos que se
deben reunir para alcanzar tal justificación
El estado de necesidad defensivo no está emparentado
realmente con el estado de necesidad, sino con la estructura
de la legítima defensa.
En efecto, ya que el que crea la situación de peligro ha
realizado un acto propio de organización, deberá
considerársele preferentemente competente por el peligro
generado, aunque no sea un agresor en los términos de la
legítima defensa.
Tal situación le impone el deber de eliminar el peligro, asumir
los costes de los daños que pudiera producir y, en caso
necesario, soportar la eliminación del peligro por parte del
afectado.
PRINCIPIO DE LESIVIDAD DE BIENES
JURIDICO – PENALES
ARTICULO IV DEL TP DEL CP
La pena necesariamente, precisa de la lesión o
puesta en peligro de bienes jurídicos tutelados
por la ley
El principio de lesividad u ofensividad enseña que nadie debe ser
perseguido por conductas que no afecten o arriesguen bienes jurídico
penales individuales o colectivos, esta premisa constituye un límite material
al ejercicio del poder punitivo pues proscribe la punición de «Meras
desobediencias» carentes de un bien jurídico penal pasible de lesión o
riesgo; en efecto, los tipos penales de lesión como el homicidio [106 CP]
exigen que la conducta afecte la vida humana y los tipos penales de peligro
concreto como la producción de peligro común [273 CP] requieren que el
comportamiento genere un riesgo concreto para la seguridad pública; sin
embargo, los tipos penales de peligro abstracto como la apología base y
apología terrorista [316 CP y 316-A CP] no lesionan, ni arriesgan bien
jurídico penal alguno pues el dispositivo no exige la creación concreta de
una situación riesgosa para la tranquilidad pública simplemente se castiga la
desobediencia normativa.
El sistema jurídico a positivizado determinados valores democráticos que
permiten la convivencia dentro del modelo del Estado Constitucional de
Derecho; por tanto, sólo la lesión o peligro de aquellos valores amerita
intervención del poder punitivo, piénsese en el magistrado que cita a
solas a la litigante, en locales discretos, apartados, donde se consume
licor, luego de tocamientos de mano y presuntos besos en la mejilla le
propone ir a un lugar más privado, sin que durante todo ese lapso haya
formulado solicitud de favores sexuales a cambio de favorecerla en su
pretensión cautelar, sin lugar a dudas tamaño comportamiento no
ofende el bien jurídico penal correcto ejercicio de la función pública —
más sí los deberes éticos del magistrado—; por lo que, no ameritaba
persecución penal alguna.
En consecuencia, sólo las conductas que afecten o
arriesguen bienes jurídicos penales individuales o colectivos
ameritan persecución penal, más no así las desobediencias,
inmoralidades u ofensas no penales, de ahí que resulta
plenamente exigible la “neutralidad moral, ideológica y
cultural del Derecho que garantiza la laicicidad de las
instituciones públicas y la que al mismo tiempo, permite
fundar la autenticidad de la ética laica”
DAR UN CASO PRACTICO
PRACTICA
Práctica
Práctica
La teoria pentatómica
1. Acción
2. Tipicidad
3. Antijuricidad
4. Culpabilidad
5. Punibilidad
Bibliografía
PEÑA CABRERA FREYRE, ALONSO RAÚL (2013) Derecho penal,
Editorial Moreno HURTADO POZO, JOSÉ (2011) Manual de derecho
penal , Editorial Moreno