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Utilidades prácticas de la teoría jurídica del delito

El título alude a la importancia de la teoría del delito en nuestros días, lo


que equivale a plantear la trascendencia de la estructura y sistema de la misma
en la actualidad, viendo como parte estructural su esencia, y entender de
manera general su valor, sin ser el presente trabajo un desarrollo de sus
elementos estructurales integradores. Estudiar la teoría del delito a través de la
historia resulta complejo y extenso; sin embargo, se tomarán las bases
primordiales. Como primer punto, es necesario contestar a una pregunta
básica, ¿qué es el derecho penal?, el autor Francisco Pavón Vasconcelos lo
define como “el conjunto de normas jurídicas, de derecho público interno, que
definen los delitos y señalan las penas o medidas de seguridad aplicables para
lograr la permanencia del orden social…”.

Partiendo de esta definición, y de lo claro que se muestra el Estado


mexicano como un Estado democrático de derecho, desde el punto de vista
material y formal. Enfocados en este último, encontramos que no existe una
limitante para la aplicación de la ley únicamente en un nivel constitucional, sino
que aparte de aquélla, también se tutelan y forman parte del ordenamiento
jurídico que rige un país; los instrumentos internacionales, aquellos que México
suscribe y que por ende se insertan en el ordenamiento jurídico, y son tomados
como ley suprema, pero además, toda la legislación secundaria, los códigos,
como son los penales, de procedimientos penales, leyes de ejecución de
sanciones o las leyes penales especiales, entre muchas otras.

Es aquí donde se inserta la teoría del delito en la legislación secundaria,


en los códigos penales, así como en las leyes penales especiales que
contemplen catálogos de delitos. Hoy en día llamamos teoría jurídica del delito
a la ordenación de reglas y criterios de imputación en un sistema, ya que esta
teoría agrupa ordenadamente las categorías y conceptos sobre los que se basa
la imputación de responsabilidad por la perpetración de un hecho delictivo.

Diversos doctrinarios a lo largo de la historia, comenzaron a construir lo


que entendemos y podemos conceptuar como teoría del delito, siendo el país
pionero Alemania, donde nos encontramos con unas ideas penales dominantes
por la filosofía positivista, en la que el delito se concebía como un ente jurídico
relativo a un hecho natural, que debe ser examinado con el método propio de
las ciencias naturales.

Luego de casi 150 años de aplicación del Código Penal Napoleónico la


República Dominicana se aboca a la aplicación de un nuevo modelo de Código
Penal, que incluye un sistema categorial clasificatorio que resulta común a casi
todas las clases de delito y que ha sido denominado desde antaño como Teoría
del Delito.

Con dicha teoría se intenta explicar los presupuestos que deben


configurarse de modo general para la imposición de una pena o de cualquier
otra consecuencia jurídica resultante, ya sea de la existencia o de la
inexistencia, del delito.

Esto supone una ruptura con la tendencia francesa que rechaza de


modo sistemático la implementación de la Teoría del Delito dentro de su
sistema, permaneciendo, incluso hasta hoy, arraigada al planteamiento de los
elementos constitutivos de la infracción, a saber, el elemento material,
elemento moral, elemento legal y el elemento injusto. También continúa siendo
una separación respecto al sistema anglosajón del common law que se
fundamenta sobre las costumbres y se construye sobre un actus reus (o
disposiciones externas en donde entran la acción y la omisión) y un mens
rea (o disposiciones internas, donde se analizan las cuestiones subjetivas
equivalentes al dolo y la imprudencia).

Decir que un sistema es mejor que otro sería pecar de vanidad, toda vez
que todos intentan garantizar la seguridad jurídica mediante la aplicación de las
normas, y el cumplimiento de dichos objetivos no depende del tipo de sistema
que se utilice sino de la coherencia que tenga el mismo y de la eficacia en su
aplicación.

Ahora bien, la Teoría del Delito permite realizar un análisis sobre la


infracción de manera escalonada y sistematizada que facilita tanto la
interpretación de las normas penales como la correcta fundamentación de las
sentencias. Cuando un ciudadano puede conocer los lineamientos por dónde
un determinado Juez emitirá una decisión judicial, se dice que se está más
cerca de alcanzar la seguridad jurídica, y esto es precisamente lo que permite
hacer la denominada Teoría del Delito.

Desde el punto de vista del desarrollo de la academia también tiene sus


ventajas pues, mediante la aplicación de la Teoría del Delito, se hace pasible
introducir cuestiones a debate que dinamizan el desenvolvimiento de la práctica
diaria y que aquellas cuestiones que requieran de concreción, por estar sujetas
a valoración, sean aclaradas, siendo este el trabajo de la Dogmática Penal.
Esta ciencia desarrolla principios y concreta las lagunas legales mediante la
deconstrucción, el análisis y la correcta interpretación de los conceptos y textos
jurídicos atendiendo a los fines del derecho penal y de la norma, desde una
perspectiva del deber ser e incluso desde las perspectivas del ser, es decir, el
análisis de los principios legales a los que debe atender el Derecho Penal para
quedar legitimado en un Estado Social y Democrático de Derecho.

Estos conceptos desarrollados por la doctrina científica pueden ser


aplicados diariamente y sirven de guía a los jueces para la fundamentación de
las decisiones judiciales y para la solución de aquellos casos complejos o los
denominados casos límite. El derecho es argumentación y como tal, la Teoría
del Delito presenta las herramientas necesarias para que éste pueda ser
argumentado correctamente, por lo que la aplicación de dicha teoría sirve para
la práctica de los abogados en ejercicio que intentan fundamentar la prueba al
momento de su presentación en el juicio oral y sus alegatos en la fase de
clausura de los debates del juicio. Además, permite la elaboración
sistematizada de las denuncias y querellas de manera que los tipos penales
queden correctamente identificados y las conductas típicas puedan ser
subsumibles con mayor facilidad de argumentación, lo que a todas luces facilita
la tarea probatoria.  

Sin embargo, no resulta una sorpresa el hecho de que nuestro país se


haya caracterizado por una tendencia procesalista tendiente a un profundo
rechazo de toda cuestión teórica sobre la que se fundamentan los principios
con los que se construye la teoría del Derecho, quedando la práctica vinculada
a un mero procedimiento, al cumplimiento de plazos y formalidades.
Esta tendencia procesalista, tanto aquí como en cualquier parte del
mundo, ha estado bastante divorciada del derecho sustantivo desde la época
de la codificación, pues solo basta observar cómo los codificadores limitaron
las cuestiones sustantivas a los códigos penales y aquellas cuestiones
prácticas a los códigos de procedimiento separando de esta forma lo sustantivo
de lo procesal. Mas, el error más grande que pudo cometerse, no sólo en
nuestro país como sistema jurídico, sino en todo ámbito jurídico que instituyó el
sistema de la codificación jurídico-penal, fue pretender la implementación de
preceptos o instituciones propias del derecho civil y su extrapolación a las
aplicaciones prácticas del derecho penal. En ningún modo una querella podrá
ser equiparada a una reclamación civil, y las cuestiones procesales de carácter
penal pueden ser perfectamente suplidas mediante las normas penales
sustantivas sin necesidad de recurrir al denominado derecho común.

Este divorcio de tendencias procesales y sustantivas ha traído como


consecuencias no solo críticas de parte de los procesalistas a los dogmáticos,
sino también críticas en sentido contrario. Los primeros le critican a los
segundos su lejanía con la realidad y estos últimos critican a los primeros su
ausencia de sustancia en los argumentos y, en el caso de los jueces, su
separación con los principios fundamentales al momento de emitir las
resoluciones judiciales, tildándolo incluso a veces de vulneradores de
derechos.

Pero la verdad es que al momento del Juez analizar y decidir un caso se


encuentra con realidades que muchas veces no han sido desarrolladas por la
doctrina o, habiendo sido desarrolladas por ésta no resultan satisfactoria desde
la perspectiva práctica, razón que ha llevado a los jueces afirmar en muchas
ocasiones aquel dicho kantiano de que “esto puede ser correcto en teoría, pero
en la práctica no tiene ninguna aplicación”. En definitiva, el trabajo del Juez es
hacer justicia con los elementos que posee, pues éste no puede aferrarse a
una oscuridad de la Ley ni tampoco puede denegar justicia.

Sobre esta base los procesalistas decidieron desarrollar mejor las


teorías de la prueba y se olvidaron por completo la implementación de la Teoría
del Delito como herramienta de argumentación y fundamentación de las
decisiones judiciales y como complemento del Derecho Procesal Penal. En su
defecto, se valieron de muchas instituciones del derecho civil para llenar los
vacíos que pudieran presentárseles en el proceso penal, cuando sencillamente
pudieron concretar los mismos con las instituciones propias del Derecho Penal
sustantivo o tirar de la Teoría del Delito para llenar las lagunas.

Únicamente en los últimos años se han ido acercando ambas ramas del
derecho penal (el sustantivo y el procesal) a los fines de conformar una ciencia
global jurídico-penal que permita trabajar de manera conjunta aquellas
cuestiones procesales y sustantivas para obtener una solución más justa
respecto a los casos que se presentan en la práctica diaria pero que también
desarrolle el conocimiento científico del Derecho Penal como dogmática, pues
solamente así se puede ir construyendo una seguridad jurídica más fuerte y
propia de un Estado de Derecho. Además, en los últimos años esto ha sido
más latente cuando los tribunales de justicia se han abarrotado de los
denominados procesos de delitos económicos, cuyo nivel de complejidad, tanto
desde las estructuras de donde se cometen como de las dificultades
probatorias para lograr una condena, requieren la fundamentación dogmática y
el desarrollo de estructuras que permitan explicar satisfactoriamente
determinados tipos de comportamientos delictivos que se dan en el seno de
una empresa y con ocasión de ella.

Dejaré por momento las cuestiones de alta dogmática y los


planteamientos in abstracto sobre las ventajas de una ciencia global del
derecho penal y me limitaré a mencionar que autores
como Binder, Roxin, Maier y Ragués I Vallès, han abordado este tema
reconociendo la importancia de la unificación de dichas áreas para una mejor
aplicación del Derecho Penal. Más bien, me limitaré a poner un sencillo, pero
ilustrativo, ejemplo que se puede encontrar en nuestro modelo de nuevo
Código Penal Dominicano.

Una de las novedades que más me ha llamado la atención y que en mi


opinión particular constituyen un verdadero avance en la ciencia jurídico-penal
dominicana se encuentra en las primeras páginas del nuevo Código. Si bien
éste, al igual que aquel instituido en 1884, cuya pésima traducción trajo consigo
un sinnúmero de desastres en su aplicación, carece de una exposición de
motivos, instituyó a mi entender tres (3) principios esenciales, a saber: el
principio de personalidad de las penas, el principio de culpabilidad y el principio
de lesividad.

De estos tres principios el que más me llama la atención, a los términos


de lo que quiero demostrar mediante mis argumentos, es el relativo al delito de
comisión por omisión y la institución de la figura de la Posición de Garante a la
que hace referencia la parte in fine del principio de culpabilidad.

Es cierto que lo primero que me salta a la vista al leer dicho principio es


la utilización de una teoría ya superada, pues se me hace latente la presencia
de la escuela clásica del derecho penal en dicho precepto, misma que entendía
que el Dolo y la Imprudencia se encontraban en la culpabilidad. Esta corriente
comprendió el concepto de acción como un proceso causal natural del delito,
es decir, como una manifestación corporal voluntaria que causaba una
modificación en el mundo exterior y provocaba un resultado. Al entender así la
acción y, en específico, el delito como un fenómeno causal, esta corriente
intentó excluir todo tipo de valoración del campo jurídico-penal, llegando a
entender el delito como una composición de dos fases: una objetiva, donde
entraban la acción y la omisión, la tipicidad (luego de Beling) y la antijuridicidad,
es decir, el injusto, y otra subjetiva donde se encontraba la culpabilidad (Dolo e
Imprudencia).  

Esta tesis fue rápidamente superada, pues precisamente tuvo mucha


dificultad para explicar conceptos tales como el de imprudencia inconsciente,
dolo eventual, y la propia comisión por omisión, lo que a mi entender resulta
paradójico, pues precisamente uno de los motivos que llevó a su rápida
superación fue la problemática de la explicación de la comisión por omisión
bajo dicha teoría, y precisamente esta es la que acoge nuestro nuevo Código
Penal.

Así las cosas, la superación de dicha corriente por el finalismo introdujo


una cuestión sumamente novedosa, ya que amparándose primero en parte de
la doctrina kantiana y luego en la teoría de los valores el concepto de acción
dejó de ser un concepto meramente ontológico para pasar a ser un concepto
de contenido valorativo en el cual se requería una voluntad dirigida a un fin
para la materialización del delito y una de las cuestiones más importantes de
esta corriente fue, precisamente, reconocer que el Dolo y la Imprudencia no
formaban parte de la culpabilidad, sino que se encontraban en el Tipo. El
finalismo ubicó al dolo y la imprudencia en la tipicidad, rechazó la fase objetiva
y subjetiva del causalismo naturalista, llenó de un contenido diverso a la
culpabilidad e introdujo cuestiones de valor propias de la filosofía kantiana y de
la teoría de los valores.  

Pero es que, además, el finalismo también fue superado por la


dogmática penal, específicamente por corrientes como el funcionalismo,
político criminal y normativista-, y aunque en la práctica jurídica de los
tribunales todavía se encuentran decisiones en las que coexisten las diversas
doctrinas causalista naturalista y la finalista. Actualmente, en la práctica
jurisprudencial alemana, la tendencia es encontrar la aplicación de aquella
teoría que defiende la doble posición del dolo, es decir, el dolo no forma parte
del tipo de injusto, sino que se realiza un doble juicio de valoración tanto en el
injusto típico como en la culpabilidad.

Esta tendencia, según nos explica Silva Sánchez, se divide en una


vertiente formal y otra material, la primera entiende que el Dolo se contempla
en toda su extensión de manera global tanto en el injusto como en la
culpabilidad, y la segunda entiende que los aspectos cognoscitivos (y también
los volitivos-para aquellos que entienden que el dolo se compone de
conocimiento y voluntad), se encuentran en el injusto, y los estados anímicos
entonces se analizan en la culpabilidad.

Lo que se quiere demostrar con esto es la importancia que requiere un


dominio de la Teoría del Delito para la práctica penal tanto individual como
económica, pues defender una u otra teoría puede tener consecuencias desde
el ámbito argumentativo fundamentales para lograr una coherencia en el
discurso. Si bien la práctica procesal penal ha rechazado la teoría del delito en
la aplicación diaria por entenderla superada por la fundamentación probatoria,
dicha argumentación empieza a ceder espacio cuando entramos en materia de
Derecho Penal Económico.

Volviendo a la parte in fine del principio de culpabilidad, donde se


desarrolla la teoría del deber jurídico-penal y se establece la Posición de
Garantía como elemento neurálgico del delito de comisión por omisión, la
aplicación práctica del mismo en términos de prueba en Derecho Penal
Económico carece de sentido si no se puede fundamentar mediante el uso de
la Teoría del Delito. Pero bien, esta Teoría del Delito no es aquella desarrollada
antaño, sino aquella que ha ido modernizándose y adaptándose a los cambios
sociales y al impacto que ha tenido sobre el derecho penal la sociedad del
riesgo y la era postindustrial. Es la Teoría del Delito que ha tenido que
estructurarse para luchar contra el expansionismo del Derecho Penal,
justificando de esta forma, los fines a los que debe atender al derecho penal y
la pena para quedar legitimado.

Así las cosas, es importante entender que la Posición de Garante es una


figura jurídica compleja que requiere una concretización valorativa de alto
grado para materializarse, pues la determinación de quién es considerado
garante y en qué tipo de situación una determinada persona que se encuentre
cumpliendo un determinado rol puede adquirir dicha posición es cuestión de
constante debate en la doctrina. La teoría más avanzada ha terminado por
reconocer, no sin matices ni críticas- dos instituciones para fundamentar los
deberes de garantías, que son aquellos que se adquieren en determinado
ámbito de competencia institucional o en determinado ámbito de competencias
por organización. De ahí que existan las responsabilidades por violaciones a
deberes generales y a deberes especiales o en virtud de organización o de
competencia institucional.

Pero para establecer cuándo estamos antes los deberes generales o


especiales, o ante defectos de organización o defectos de competencia
institucional es preciso conocer a fondo la teoría de los deberes jurídicos, y en
específico aquellas que hace referencia a los deberes negativos y a los
deberes positivos.

En ese sentido es preciso conocer el fundamento del deber para


entonces poderle atribuir a determinado sujeto una posición de garantía o
deber de garante, cuyo incumplimiento u omisión de dicho deber, una vez
realizado un juicio de imputación objetiva, lo haría responsable del resultado
típico en calidad de autor o de partícipe. Y precisamente en esa determinación
argumentativa de quién se encuentra en determinada posición de garante y en
virtud de qué o cual ámbito de competencia es que la prueba del derecho
procesal resulta insuficiente para la fundamentación y se requiere de un
conocimiento estructural y sistematizado de la moderna Teoría del Delito.

Defender una empresa conlleva un nivel de expertise producto de la


propia complejidad de las estructuras que intervienen en las distintas conductas
típicas y de la cantidad de actores que se encuentran inmersos en la
participación de los diferentes ilícitos, a veces a título de imprudencia, a veces
a título de dolo, y a veces mediante conductas meramente neutrales. Todas
estas particularidades difieren de aquellas requeridas para la defensa de un
determinado individuo que ha sido imputado por un delito clásico, pues el
comportamiento de una sociedad comercial tiene rasgos particulares y se
diferencian tanto en lo objetivo como en lo subjetivo de los comportamientos
humanos individuales, y no todo el mundo puede ser considerado garante de
todo el mundo, ni todos estamos obligados a frenar todas las fuentes de peligro
que se han creado a nuestro alrededor.

Sólo aquel sujeto que se encuentra en una verdadera posición de


garante, ya sea por su cercanía con el bien jurídico, ya por su ámbito de
autonomía, ya por el desenvolvimiento dentro de sus competencias de
organización o institucional, o por su propia asunción, que haya podido evitar el
resultado y haya omitido dicha conducta (por dolo o imprudencia), y que
producto de dicha omisión el resultado se haya materializado y se haya podido
comprobar la culpabilidad del sujeto mediante el juicio de imputación
correspondiente, entonces estaremos en la capacidad de atribuirle a dicho
sujeto la responsabilidad de autor o partícipe de la conducta omisiva a título de
comisión por omisión, pues únicamente ahí estaremos en condición de
determinar que efectivamente hubo una vulneración a una norma primaria de
conducta que puso en riesgo o lesionó un bien jurídico-penalmente protegido,
mediante un verdadero incumplimiento de un deber de actuar.

Principales Características de las corrientes dominantes en la teoría


jurídica del delito.

El Causalismo. La escuela causalista establece la responsabilidad


penal de una persona basándose primordialmente en el acto o acción humana
y su efecto en el mundo material, el sistema causalista se caracteriza por su
sencillez para ubicar la culpabilidad ya que, para atribuir la responsabilidad a la
persona, solo se requiere la comprobación de la causa, tomándose al efecto
como su consecuencia directa por esta razón una persona siempre será
culpable cuando se acredite su acción como causa del resultado. En
conclusión, la escuela causalista funda su existencia en la necesidad de ubicar
al delito tan solo con la simple comisión del mismo, para la escuela causalista
lo importante es la materialidad del acto representada por el elemento objetivo
del tipo sin importar el ánimo, pensamiento, fin o destino de la acción que
tuviera el delincuente. En el sistema causalista, la acción consiste en una
modificación causal del mundo exterior, perceptible por los sentidos y
producida de modo voluntario por un movimiento corporal.

En este orden de ideas los tres elementos de dicha acción son:

• Manifestación de voluntad, bastando con que el sujeto quiera su propio


obrar. El contenido de la voluntad, es decir, lo que el sujeto deseaba con
su obrar, carece de importancia y sólo la adquiere, dentro de la
problemática de la culpabilidad. Asimismo, la manifestación de voluntad
ha de ser consciente, espontánea y exteriorizada, ya que no constituyen
acción, por ejemplo, los hechos realizados en sueños o por movimientos
meramente reflejos, y menos aún, aquellos que se realizan cuando el
sujeto se halla constreñido por una fuerza irresistible.
• El resultado, que puede consistir en una modificación o cambio del
mundo exterior como consecuencia de la manifestación de voluntad, o
en el mantenimiento de ese mismo mundo exterior a causa de la no
realización de una acción esperada y exigible.
• Una relación de causalidad, consistente en una precisa relación entre los
dos elementos anteriores; manifestación de voluntad y resultado. Para
los causalistas la acción es una conducta humana voluntaria,
prescindiendo de que se ha querido con tal comportamiento, cuya
consideración pertenece al ámbito de la culpabilidad.

Para el causalismo, pertenece a la fase objetiva de la mecánica delictiva,


la acción y la omisión, la tipicidad y la antijuricidad; a la fase subjetiva,
corresponde la culpabilidad (el dolo la culpa), y para algunos la
preterintencionalidad.

El sistema causalista maneja los conceptos de acción, tipicidad,


antijuricidad, imputabilidad, culpabilidad e inculpabilidad, imputabilidad e
inimputabilidad, punibilidad y excusas absolutorias, conceptos que se
contemplan en forma distinta en los sistemas finalistas y funcionalistas y se les
concede también diverso contenido.

El Finalismo. La idea fundamental de la teoría de la acción finalista es


lograr averiguar los elementos estructurales de la acción humana con
relevancia en el plano penal. Ese postulado estructuralista de la doctrina que
nos ocupa es, innegablemente, de una profunda raíz filosófica. La dirección
finalista del acontecer causal es una concepción en virtud de la cual se
entiende que el hombre, como sujeto de una conducta, estructura, consciente
de su finalidad, las obras de su vida de relación civilizada y, como tal, es
indiferente al valor, es decir, que puede ser empleada lo mismo para la
concreción de objetivos socialmente positivos, como para el alcance de
objetivos socialmente negativos. A fines del siglo pasado, bajo la influencia del
peso extraordinario que en todos los órdenes ejercía el mecanicismo, penetró
también en el campo de las disciplinas penales, la teoría que procedió a dividir
la acción en dos partes constitutivas, fundamentalmente distintas una de la
otra: el proceso causal exterior, por un lado, y el contenido puramente subjetivo
de la realidad, por el otro.

De conformidad con esta concepción puramente mecanicista, el


contenido de la voluntad no es nada más que un reflejo subjetivo del acontecer
exterior en la psiquis del autor, en tanto que la acción es un puro proceso
causal, que ha sido originado por la voluntad en el mundo exterior, sin
considerarse para nada si esa voluntad lo ha querido o tan solo lo ha podido
prever. El contenido subjetivo de la voluntad, es decir en otras palabras, el
querer o el prever, es, para la acción algo que carece de toda significación y
que solo presenta relevancia en el ámbito de actuación de otro elemento
constitutivo del delito, al cual denominamos culpabilidad. Este concepto
naturalista de la acción, que excluye el contenido de la voluntad (dolo) de toda
función creadora sobre la acción como concepto objetivo, ha constituido el
fundamento del sistema del derecho penal, dentro del cual se trabaja en la
elaboración y desarrollo de los principios científicos.

Imputación Objetiva. La imputación objetiva es la atribución de una


acción a un resultado, cuando esa acción crea un peligro no permitido o
jurídicamente desaprobado, siendo dicho resultado correlato lógico del riesgo
creado, es decir, de la concreción de dicho peligro. En virtud de esto, sólo
puede imputarse objetivamente un resultado delictivo a una acción que crea un
riesgo que se encuentra al menos potencialmente dentro de la esfera de la
acción realizada (ver. si una persona empuja a otra levemente y por
encontrarse el suelo mojado se cae y muere al darse contra el suelo, el
resultado de muerte no es objetivamente imputable a la acción de empujar
levemente; por el contrario, la muerte si sería un resultado imputable
objetivamente a una acción que consistiera en un fortísimo empujón en la
cabeza de otra persona para golpearle contra una pared). La Jurisprudencia
reiterada, sostiene que la relación entre la acción y el resultado en delitos de
lesión no debe limitarse, únicamente, al estudio de la causalidad natural de
acuerdo a la teoría de la condición sine qua non (lo que es causa de la causa
es causa del mal causado), sino que depende de la posibilidad de la imputación
objetiva del resultado de la acción llevada a cabo por el sujeto. En este sentido,
sin causalidad no puede afirmarse la imputación objetiva.

Breve Análisis de los nuevos tipos penales en el anteproyecto del código


penal

El Ante Proyecto del Código Penal Dominicano configura los tipos


penales a partir de la teoría del bien jurídico ya que establece que lo relevante
de la infracción para el derecho penal no es la configuración del tipo penal, o la
afectación de la vida, sino la afirmación en el hecho de que no se respeta la
integridad física y la conciencia, por lo que contempla la configuración de los
tipos penales a partir de la teoría del bien jurídico.

En la Legislación Dominicana estos tipos penales son nuevos, no hay


escritos de manera doctrinal sobre el particular, sin embargo, el concurso de
infracciones se describe como aquella situación en la cual existe pluralidad de
actividades delictivas, el sujeto activo, con una misma conducta, o través de
varias, comete varios delitos.

El concurso de infracciones es un problema objetivo, donde una sola


acción produce varias infracciones al Código Penal, por ejemplo: es el sujeto
que coloca un artefacto explosivo en cierto lugar. Cuando el objeto explota,
ocasiona la perdida de la vida de una o más personas, lesiones, daños a los
inmuebles, entre otros. De esta manera, con una misma conducta se han
cometido los delitos de homicidios, lesiones y daños a la propiedad ajena,
además de la posible existencia de un delito de terrorismo. 

Aquí hay en un sentido estricto, un concurso de infracción, esto es,


varios delitos se han cometido con una sola conducta. Los penalistas
distinguen dos tipos de concursos. Entendemos por concurso ideal, también
llamado formal, cuando una sola conducta infringe dos o más disposiciones
penales. También se presenta cuando se comete un delito como medio para la
ejecución de otro, en este caso, se ha dicho por la doctrina que existen dos
delitos, pero se unifican en la conciencia del agente por razón del vínculo que
enlaza uno con otro.

La doctrina también ha distinguido al concurso ideal heterogéneo del


concurso ideal homogéneo. El primero se produce cuando el hecho realiza
delitos distintos, mientras que el según se dará cuando los delitos cometidos
son iguales.

El segundo tipo del concurso es el real, también llamado material. Se


presenta cuando con varias acciones cometen varios delitos, se han realizado
varias conductas separadas en el tiempo y el espacio y se han infringido varias
disposiciones penales.

Las teorías de forma de intervención en el hecho típico asumidas por El


Ante Proyecto del Código Penal Dominicano son las siguientes: Son autores
quienes cometen el hecho u omisión por sí solos (autor) o junto con otra
persona (coautor), o por medio de otro que sirve de instrumento (participación),
también son autores de la infracción quienes inducen directamente a otra
persona a perpetrar la infracción (inducción) y quienes ayudan a su ejecución
con un acto sin el cual la infracción no se hubiera consumado (cooperación);
Por lo que entiendo que las teorías de la forma de intervención en el
hecho u omisión típico asumido por El Ante Proyecto del Código Penal
Dominicano es más clara y descriptiva que el código penal vigente, ya que el
texto expresa, “hechos u omisión por sí solos o junto con otra persona”, el
código penal vigente el hecho de que sea junto “con otra persona" lo categoriza
de cómplice, obviando la coautoría, este código vigente excluye el grado de
participación, asumiendo todos los grados como complicidad, una cuestión que
en la actualidad jurídica nacional e internacional está desfasada, ya que cada
grado de participación es importante para la imposición de la pena inferior al
del autor.

Son cómplices las personas que contribuyen de manera accesoria a la


ejecución de la infracción con hechos u omisiones anteriores o simultáneos, los
cómplices serán sancionados con la pena inmediatamente inferior a la aplicable
al autor o coautor de la infracción.

Aunque ambas normas, El Ante Proyecto del Código Penal Dominicano,


así como el código penal vigente, establecen para la complicidad,
encubrimiento, ocultación, u otro grado de participación, la pena inferior
inmediata a la aplicada al autor del hecho.

Atenuaciones o Agravantes, la circunstancia personal o subjetiva que


tienden a agravar o atenuar la responsabilidad solo se aplican al autor, coautor
o cómplice a quienes corresponda.

Si, la Suprema Corte de Justicia reconoció formas de intervención en el


hecho típico distinta a la contemplada por el Código Penal vigente, que ha sido
posteriormente asumida por El Ante Proyecto del Código Penal Dominicano,
como por ejemplo los casos de sicariato que condenan a los infractores como
autores y quien contrata esta institución del crimen organizado como cómplice
algo que queda subsanado con El Ante Proyecto del Código Penal Dominicano,
el código vigente deja fuera el hecho de que para cometer la infracción el autor
lo haya realizado por medio de otro que sirve de instrumento.
Además El Ante Proyecto del Código Penal Dominicano asume el hecho
típico de complicidad como las personas que contribuyen de manera accesoria
en la ejecución de la infracción, además de que establece la figura del
ocultamiento o encubrimiento el cual es la ocultación o encubrimiento de quien
conociendo que se ha perpetrado un hecho ilícito y sin haber intervenido en su
realización como autor o cómplice contribuye con el entorpecimiento de su
arresto, cuando el código penal vigente le da la categoría de complicidad.

La figura de la coautoría, es una figura establecida por la jurisprudencia


ya que el código penal vigente no establece la descripción del coautor, el
código penal vigente solo se suscribe en establecer que es cómplice aquellos
que por dádivas, promesas, amenazas, abuso de poder o de autoridad,
maquinaciones o tramas culpables, provocaren esa acción o dieren instrucción
para cometerla: aquellos que, a sabiendas, proporcionaren armas o
instrumentos, o facilitaren los medios que hubieren servido para ejecutar la
acción. Aquellos que, a sabiendas, hubieren ayudado o asistido al autor o
autores de la acción, en aquellos hechos que prepararon o facilitaron su
realización, o en aquellos que la consumaron; sin perjuicio de las penas que
especialmente se establecen en el presente código, contra los autores de
tramas o provocaciones atentatorias a la seguridad interior o exterior del
Estado, aún en el caso en que no se hubiere cometido el crimen que se
proponían ejecutar los conspiradores o provocadores.

Por lo que, a mi entender, El Ante Proyecto del Código Penal


Dominicano le da una categoría clara y descriptiva a cada una de las
participaciones en la que el sujeto activo comete algún tipo de hecho u omisión.

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