¿Qué es lo que piensa San Agustín de Hipona sobre la moral?
Para San Agustín de Hipona los hombres tenemos grabada
en nuestra alma una conciencia moral: la ley divina, a la que todo está sometido y cuyos imperativos constituyen la ley natural. Es en nuestra alma, dentro de nosotros mismos, donde podemos encontrar nuestro código moral. Sin embargo, pese a lo que podría pensarse, no basta con que conozcamos las leyes o los principios que las rigen. Es necesario que las queramos, lo cual convierte a la moral en un problema de voluntad y es de este modo como lo enfoca San Agustín. ¿Cuál es el elemento activo que determina nuestra voluntad, nuestro «querer»? El amor. Ese es el motor que mueve nuestra alma. El amor es, por tanto, el elemento central de la moral agustiniana. ¿Y cuál es su máxima expresión? La caridad. Según los pensamientos del filósofo cristiano toda actuación humana ha de ir inspirada por la caridad: “El fin de todo precepto es la caridad, esto es, a la caridad se refiere todo precepto” y “El acto de la verdadera virtud, será inspirado por el fin último y producido por la caridad”. Otro aspecto importante en su concepto de moralidad es la fe .Para él, no se da verdadera moralidad sin la fe. Primero, porque la religión estructura y beneficia a la moral, dándole un sentido claro, en oposición al enigma kantiano ciego y caprichoso; segundo, porque el problema grave de la moral no es la ley ni la libertad para cumplir la ley, sino la energía para cumplirla. San Agustín distingue muy bien dos clases de moralidad: La objetiva, con principios netamente determinados, de un orden que debemos entenderlo en el de una metafísica del espíritu; y la moralidad formal, el aspecto dé la intención, moralidad personal. En efecto dice: Puede alguien ejecutar obras buenas y no obstante, no obrar el bien al ejecutarlas. No hace bien el bien, porque no las hace con buena voluntad. Siguiendo la línea de sus doctrinas el mal moral supondría la irrupción de un elemento nuevo que le infunde un carácter ineludiblemente positivo. El mal moral o pecado es aquél que depende de la voluntad de la persona, cuya realización supone, en consecuencia, necesariamente un acto de libre voluntad. El mal, para San Agustín, existe positivamente en la voluntad considerada deontológicamente cuando se produce un apartamiento de la ley de Dios a través de un acto culpable y responsable. Este implica que el hombre subvierte el correcto orden de lo que debe ser amado: antepone lo efímero y temporal a lo eterno, el mundo a Dios. San Agustín estableció como causa del mal moral la preferencia desordenada de los bienes, definiendo el mal en sentido estricto como aquél que procede positivamente de la voluntad del hombre y que supone el abandono de lo mejor.
Dar su opinión sobre el pensamiento de Santo Tomás de Aquino
Al analizar la moralidad según los principios agustinianos, la podemos calificar de subjetivista en extremo, llegando al final a concluir que es una moral de intención basada principalmente en la fe, la caridad y la voluntad humana ademas de tener una notoria influencia por ideales del catolicismo. Esta moralidad supone que la rectitud de una acción será la intención, el fin por el cual se realiza. De la misma forma intuye que la libre lleva al pecado y la inmoralidad porque la voluntad es libertad de acción, para que podamos mostrar caridad debemos entonces dejar aquella voluntad que busca necesariamente la felicidad y la satisfacción individual. Siguiendo la misma línea de pensamiento el bien debe estar estrechamente relacionado con el colectivo y los preceptos religiosos. Uno de los puntos más sobresalientes sobre su concepto de moralidad es la doctrina en torno al concepto de obligación y responsabilidad moral del individual. Esta supone que la acción humana es solo dirigida por la voluntad propia por lo mismo los errores no pueden adjudicarse a influencias externas.