Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Continua Catriel
-el vínculo con el poder político y el rol que debía corresponderle en arreglo a
la Constitución Nacional
Las principales discusiones giraron en torno al perfil que debía asumir el estado
(principal o subsidiario) en materia educativa y los contenidos de la enseñanza que se
impartirían las escuelas (religiosos o no), los criterios de idoneidad que debía reunir el
maestro, las fuentes de financiamiento y las modalidades y los contenidos mínimos de
enseñanza.
Para los defensores del modelo liberal y laico, el objetivo de la educación consistía
en crear buenos y leales ciudadanos, respetuosos de las leyes y de la soberanía nacional,
dispuestos a contribuir al Progreso del país.
EL DEBATE EN EL RECINTO:
En el recinto del Congreso se presentaron dos proyectos de ley: una por la comisión
de educación, identificado con la línea católica conservadora, y otro encabezado por
Onésimo Leguizamón, referente de los sectores liberales. Goyena, Navarro Viola, Estrada,
entre otros, representaron la posición católica, mientras que Leguizamón, Wilde y Lagos
García, entre otros, defendieron los argumentos del sector liberal. El debate parlamentario
comenzó el 8 de julio de 1883 y finalizó con El Triunfo de los liberales el 8 de julio de
1884. En la cámara de diputados, el sector clerical fue Derrotado en el primer anteproyecto
de 1883, 40 votos contra 10, y en la segunda votación en 1884, por 48 contra 10.
Tras arduos debates, se presentó una reformulación del proyecto original, impulsado
por los liberales. Allí se establecía en el artículo 8, que la enseñanza religiosa solo podía ser
dada en las escuelas públicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos a los
niños de su respectiva comunión y que debía hacérselo antes o después de las horas de
clase. La posibilidad de que solo los sacerdotes y no los maestros, como querían los
sectores católicos pudiesen impartir religión en contra turno resonó en algunos como una
suerte de burla, ante la insuficiente cantidad de clérigos que pudieran ocuparse de dicha
tarea. Aunque, por otro lado, esto garantizaba que la religión fuera aprendida por quienes
voluntariamente asistirían a esos encuentros.