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Instituto de Formación Docente

Continua Catriel

Profesorado en Educación Inicial

Materia: Historia de la Educación Argentina

Docente: Retamales Natalia.

Alumnas: Casanova Romina, Flores Katerine, y Soto Belén.


Congreso pedagógico (1882):

El Congreso Pedagógico de 1882 se desarrolló en el marco de la expansión


continental de la Industria. El 10 de abril tuvo lugar la inauguración del congreso. El
discurso de apertura estuvo a cargo de Onésimo Leguizamón, que ocupaba la presidencia
del congreso. A Sarmiento en cambio, se lo nombró presidente honorario, pero este hizo
pública la renuncia de participar en él. Sarmiento expresó su disconformidad con la
organización del congreso, aunque no se privó de defender la educación laica y la
municipalidad del estado en materia educativa.

Las actividades se desarrollaron ante numerosos delegados nacionales y extranjeros,


extendiéndose durante 25 días. La presencia de maestras a participar activamente del debate
fue significativa: de los 265 participantes, 105 eran mujeres. Sin embargo, ellas al igual que
los maestros del interior, recayeron en innumerables prejuicios. Se consideraba que el
maestro del interior presentaba "un escaso nivel científico", por lo que poco podía hacer
"para mejorar los conocimientos pedagógicos existentes": en cuanto a las mujeres, aducían
que no estaban "a la altura de los tiempos" y temían que fueran fácilmente influenciadas
por las posiciones en ciernes. Sin embargo, durante el transcurso del Congreso, la postura
de las maestras en defensa de la escuela laica, dejaría en evidencia qué dichos prejuicios
carecían de fundamento.

La agenda de temas incluía cuestiones relativas a:

-el estado de la educación común en el territorio nacional

-los medios prácticos y eficaces de remover los obstáculos que su desarrollo


debía sortear

-el vínculo con el poder político y el rol que debía corresponderle en arreglo a
la Constitución Nacional

-los estudios de la legislación sobre educación vigentes

Al congreso asistieron delegados de Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Costa Rica,


Estados Unidos y Nicaragua, para intercambiar ideas experiencias sobre los adelantos
pedagógicos alcanzados en sus respectivos países.
El congreso pedagógico consistió en un enfrentamiento de liberales (intelectuales
políticos laicos) que relegaba a la iglesia a segundo plano y decían que el estado debía tener
un fuerte rol, partiendo del derecho de libertad de elección por parte de la familia, de querer
o no que sus hijos estudiaran en un colegio religioso, y de los conservadores (Iglesia
católica), que defendían la educación religiosa y el poder de la iglesia.

Las principales discusiones giraron en torno al perfil que debía asumir el estado
(principal o subsidiario) en materia educativa y los contenidos de la enseñanza que se
impartirían las escuelas (religiosos o no), los criterios de idoneidad que debía reunir el
maestro, las fuentes de financiamiento y las modalidades y los contenidos mínimos de
enseñanza.

Los conservadores reivindicaron el papel de la religión en la formación de la


identidad nacional. En 1864 la Iglesia difundió la encíclica Quanta cura, a la cual le adjuntó
un índice de los errores del siglo -Syllabus-, condenando el panteísmo, el liberalismo, el
socialismo, el racionalismo, el naturalismo, el comunismo, al tiempo que protestaba contra
la supresión las órdenes religiosas, la separación de la iglesia y el poder político de la
educación impuesta por los estados modernos. La encíclica promovió el integrismo, esto es
una visión de la sociedad donde no podían concebirse ni la moral pública ni el carácter
nacional sin el papel tutelar de la iglesia, de cuya autoridad Terrenal dependía la
legitimidad del estado.

Los liberales, en cambio, sostuvieron que el único modo de garantizar el derecho a


la educación era instituir al estado como el principal agente educador. Solo podía efectuarse
si se establecía un criterio de separación los poderes estatales respecto de los poderes
eclesiales.

Para los defensores del modelo liberal y laico, el objetivo de la educación consistía
en crear buenos y leales ciudadanos, respetuosos de las leyes y de la soberanía nacional,
dispuestos a contribuir al Progreso del país.

Otro conflicto era la coeducación de los sexos. Los defensores de la escuela


especial sostenían que había que establecer dos escuelas primarias: una de 6 a 8 años, de
niños por la mañana y de niñas por la tarde, y otra de 8 a 16 años, en la que la separación
entre sexo fuese más rigurosa y donde los maestros que estuvieran al frente del
establecimiento fuesen del mismo sexo que sus alumnos. Jacobo Varela, representante de
Uruguay e invitado a participar del congreso, defendió la escuela común presentando
argumentos a favor de la coeducación de los sexos, colocando el énfasis en las
consecuencias morales que se seguirían en la vida social al levantar "gruesos muros" entre
los sexos.

Las controversias sobre los métodos de enseñanza también ocuparon un lugar


destacado. Existió unanimidad en condenar el uso de castigos corporales y en cuestionar el
empleo de premios para estimular el aprendizaje. Se puso en cuestión los métodos
tradicionales, que básicamente se apoyaban en la memorización y en la repetición
mecánica. Francisco Berra, pedagogo argentino, propuso un método enseñanza que tomaba
como Punto de partida el reconocimiento de los medios naturales a través de los cuales
conoce un niño, elaborando para cada uno de ellos una estrategia específica. De este modo,
se trataba de organizar científicamente. El problema del aprendizaje y dejar atrás los
modelos de enseñanza intuitivos y desprovistos de "método". El método de enseñanza
fundado sobre los criterios científicos requería de un maestro capacitado que lo
desenvolviera.

La intensidad de los debates sobre el carácter laico o religioso de la enseñanza


reapareció con más fuerza cuando se trataron los contenidos mínimos de la enseñanza. Ante
esta crisis, Roca decidió intervenir dejando en suspenso esa discusión e indicando que el
ámbito más propicio sería el congreso de la nación. Ante la falta de acuerdo, las comisiones
que redactaron el proyecto de ley manifestaron, en dos textos, los acuerdos y las
divergencias que se habían expresado durante el congreso pedagógico.

EL DEBATE EN EL RECINTO:

En el recinto del Congreso se presentaron dos proyectos de ley: una por la comisión
de educación, identificado con la línea católica conservadora, y otro encabezado por
Onésimo Leguizamón, referente de los sectores liberales. Goyena, Navarro Viola, Estrada,
entre otros, representaron la posición católica, mientras que Leguizamón, Wilde y Lagos
García, entre otros, defendieron los argumentos del sector liberal. El debate parlamentario
comenzó el 8 de julio de 1883 y finalizó con El Triunfo de los liberales el 8 de julio de
1884. En la cámara de diputados, el sector clerical fue Derrotado en el primer anteproyecto
de 1883, 40 votos contra 10, y en la segunda votación en 1884, por 48 contra 10.

Leguizamón sostuvo que si la constitución nacional era tolerante en términos de


libertad de conciencia, la escuela no podía contra esta concepción. En un país que
fomentaba la inmigración, en donde los credos que profesaban hombres y mujeres eran
diversos, debía concebirse una escuela que diera cobijo a todos, respetando las diferencias.
El tema también atañía a los maestros, preguntándose si debían o no, incluir la enseñanza
de la religión en su formación. Leguizamón sostuvo que bastaba con la idoneidad Para
ocupar el cargo, prescindiendo de la adscripción a una determinada Fe. Finalmente, subrayó
que la escuela laica no era sinónimo de escuela atea, sino de " una escuela que deje a Dios
donde se encuentra, es decir, en todas partes".

Las respuestas no se hizo esperar, el diputado Pedro Goyena advirtió que la


Constitución nacional era del pueblo católico, Ya que establecía que desde el presidente
hasta el último de sus miembros, debían profesar el culto católico. Por lo tanto, concluía
Goyena, el Estado no podía ser neutro en una dimensión tan sensible a la identidad nacional
como era la formación de las infancias en estrecho vínculo con los preceptos de la religión.
Goyena se oponía a la neutralidad defendida por Leguizamón, pues representaba -para él-
"una escuela atea disfrazada".

Tras arduos debates, se presentó una reformulación del proyecto original, impulsado
por los liberales. Allí se establecía en el artículo 8, que la enseñanza religiosa solo podía ser
dada en las escuelas públicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos a los
niños de su respectiva comunión y que debía hacérselo antes o después de las horas de
clase. La posibilidad de que solo los sacerdotes y no los maestros, como querían los
sectores católicos pudiesen impartir religión en contra turno resonó en algunos como una
suerte de burla, ante la insuficiente cantidad de clérigos que pudieran ocuparse de dicha
tarea. Aunque, por otro lado, esto garantizaba que la religión fuera aprendida por quienes
voluntariamente asistirían a esos encuentros.

El 8 de julio de 1884, el Congreso nacional sanciono la leu 1420 de educación


común, la ley estableció una norma marco sobre la orientación deseada, los medios
necesarios y las obligaciones contraídas por el Estado nacional.

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