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Matías Yeatts

Primer Parcial PAyL 2021 (Vasquez / Mazzola)

2) ¿Cuáles son las imágenes y representaciones asociadas con Rosas en Facundo?


Exponga estas distintas figuras teniendo en cuenta en cada caso su relación con el plan
global del libro. Luego, compare estas imágenes y representaciones con el modo en que
es pensado Rosas en Las multitudes argentinas.

El Facundo, libro insigne de las letras latinoamericanas, comienza con la


invocación a Facundo Quiroga, y prosigue en la descripción fastuosa del más vil de los
viles; Juan Manuel de Rosas: “[...] hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas,
falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza
lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival
hoy en la tierra, [...] grande y muy grande es, para gloria y vergüenza de su patria, [...]
nos propone el enigma de la organización política de la República.” (29). Esta primera
apelación a Rosas en la introducción de Facundo servirá como sinécdoque hacia lo que
después desarrollará Sarmiento en la continuación de su libro, no solo es la
caracterización de Rosas sino que propone, a su vez, el “enigma” hasta el momento
irresoluto, que Sarmiento intentará cifrar. Esta primera definición; por más suntuosa y
profética, no deja de ser precisa. Sarmiento lo repetirá hasta el hartazgo, Rosas es un
tirano, por su despotismo y sus métodos - caracterizados por el autor como barbáricos.
Entonces, la primera imagen que se nos presenta de Rosas es aquella digna de un
Maquiavelo - la referencia hace alusión al espíritu calculador del gobernador, que en su
obrar preservaba una mentalidad tranquila, calculadora e impasible-. “Rosas no se
enfurece nunca; calcula en la quietud y en el recogimiento de su gabinete, y desde allí,
salen las órdenes a sus sicarios.”(285) Esta versión de Rosas es la que Sarmiento más
delezna y la que contínuamente aparece en Facundo, por ser el planteo central del libro:
¿Por qué una revolución llevada adelante en nombre de la libertad, como lo fue la
Revolución de Mayo, desembocó en el despotismo de Rosas? (O. Terán, 2007, p.29).
Este es el fin último de Sarmiento, volver sobre la historia; tejer los sucesos que
quedaron desarticulados, recorrer con la memoria la vasta llanura, el inagotable desierto,
la civilización, aquella República que condujo de la revolución al despotismo.
El juicio de Sarmiento no está exento de subjetividad, o sensibilidad si se quiere,
a lo largo del Facundo damos cuenta de una reprobación absoluta hacia la figura de
Rosas, una reprobación sin embargo, que a veces deja entrever cierta admiración. La
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dicotomía que contiene la figura de Rosas, a veces romántica - por su carácter de


baqueano conocedor de los campos y de la región, de gaucho, caudillo, bárbaro, jinete -
y otras cívil o europea - por la frialdad en la toma de decisiones, por no dejarse llevar
por los instintos pasionales, por la premeditación ante todo -, hace que Sarmiento, por
momentos no pueda resistirse al elogio o la admiración dirigida al caudillo. Esto puede
verse en algunos pasajes: menciona al pasar que Rosas era un baqueano, “El general
Rosas, dicen, conoce, por el gusto, el pasto de cada estancia del Sud de Buenos Aires”
(90) y más adelante en otro pasaje lo nombra “el primer jinete de la tierra” por sus
destrezas criollas. Lo presenta como un hombre de convicciones cuando describe el
autoritarismo que llevaba a cabo en sus estancias con sus peones, y que luego, aplicaría
como gobernador. Así culmina diciendo en la introducción: “La historia de la tiranía de
Rosas es la más solemne, la más súblime, la más triste página de la especie humana,
[...]”(47), los adjetivos que utiliza Sarmiento para figurar al Caudillo corren el albur de
ser simples oxymorons - al describir su condición de bárbaro al tiempo que nombra su
inteligencia maquiavélica- pero son reveladoras de una figura contradictoria. Como dice
Terán, “Rosas es una barbarie contaminada por la civilización.” (77)
Finalmente hay una segunda imágen de Rosas, aparecida en los últimos dos
capítulos del Facundo, donde Rosas emerge como triunfador en la lucha política de
dominación y logra concentrar el poder de la soberanía popular, luego del asesinato de
Quiroga en Barranca Yaco. Hay un reconocimiento por parte del autor, que va más allá
del personaje tiránico que caracteriza al caudillo. Rosas logró algo que ninguno de los
gobernantes - Lavalle entre ellos - supo hacer: unificar a la República bajo su mando.
Durante sus largos años en el poder, habían disminuido las tensiones entre Buenos
Aires, la ciudad puerto, y las provincias del interior. “He aquí, leemos en Facundo, la
República unitarizada, sometida toda ella al arbitrio de Rosas; la antigua cuestión de los
partidos de ciudad, desnaturalizada [...]” Sarmiento cree que hay una fuerza mayor que
conduce a la república, a la que alude como “La Divina Providencia”, y que es
responsable junto a Rosas, de realizar todo aquello que al porvenir de la patria le
interesa (396). De esta manera, podemos postular que el punto de llegada de Sarmiento,
será el punto de partida de Ramos Mejía, donde hacia el final, las dicotomías: campo -
ciudad, barbarie - civilización, comienzan a integrarse.
Ramos Mejía, entre otros historiadores de la época, se propone revisitar la figura
del caudillo bonaerense de manera objetiva sin las pasiones enceguecedoras de sus
padres (Terán, José María Ramos Mejía: uno y la multitud, 118). Para el historiador, que
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considera que las multitudes tienen una fuerza pasional incontrolable; que se vuelca
hacia designios no siempre esperados, es esencial un conductor, meneur, o líder, que
conduzca los torrentes de energía devenidos de las masas. El líder, debería contar con
ciertas facultades que le permitan sugestionar a las multitudes, a través de una serie de
símbolos que son transmitidos a la población hasta su naturalización. Así, lo había
hecho Rosas con una serie de simbolismos bien mencionados por Sarmiento: la cinta
colorada, la mazorca, la frase insigne “El que no está conmigo es mi enemigo”.
Ramos Mejía, ve en Rosas a un verdadero líder, con todas las cualidades y
aptitudes para conducir a una población heterogénea - causada por las olas inmigratorias
y el cruce entre el campo y la ciudad - a la que había que, de manera efectiva,
introducirles símbolos y homogeneizarlos. Además del carisma natural de Rosas para
conducir a la multitud, se da en la persona de Rosas una conjunción endeble, de caudillo
pasional y líder calculador. Esta doble cara del caudillo, ya había sido advertida por
Sarmiento, en su Facundo, al decir que Quiroga no había muerto, sino que vivía en el
alma de Rosas, el cual era una forma más acabada, más perfecta; y aquello que era
instinto, se transformó en sistema. (29) La multitud argentina, que para Ramos Mejía,
compárase con una mujer apasionada - la cual cede a sus pasiones y es sometida por un
hombre (el meneur) y la cual juzga siempre más por el instinto que por la razón,
encontrará en Rosas, a su líder.
Sin embargo, Ramos Mejía no deja de ser condenatorio a la hora de opinar sobre
los métodos Rosistas para imponer el terror. En esto coincidirá con la caracterización
que hacen de ellos Alberdi y Sarmiento.

7) Explique cómo aparece en la relación entre “civilización y barbarie” en el Facundo y


en el Martín Fierro. ¿Cuáles son los caracteres del gaucho en uno y en otro texto y qué
variaciones introduce el Martín Fierro en la caracterización del “gaucho malo”? ¿Cuál
es la caracterización y la relación que la barbarie establece con la ley, el trabajo y la
ciudad en ambos textos?

Facundo, libro escrito en beneplácito de la civilizaciòn, de la modernidad, de las


ideas liberales y europeas, de la ciudad, de la educación cívica, de la razón, se define
por oposición; a la campaña, al americanismo, al atraso, al salvajismo, a la barbarie, a
los caudillos, al iletrado, al accionar irracional - pasional, instintivo -. Esta enumeración,
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que corre el riesgo de ser simplista, y de contraponer conceptos solo por el afán de
encontrar diferencias, se propone entender un campo mayor de oposiciones que surgen;
se ramifican a partir de una “oposición padre”, la de civilización o barbarie. Estos dos
campos - indisolubles a primera vista - se verán amalgamados luego de la Revolución
de Mayo, en los puntos de venta, descritos por Sarmiento en el Cap. III: Las Pulperías.

En Facundo, la barbarie se encuentra en el Interior; en la pampa, la llanura y el


desierto - se compone de hombres sin privaciones, iletrados, orgullosos de su vida sin
ataduras. El gaucho, según Sarmiento, que permítanme el símil “no engrasa los ejes de
su carreta”, no se avergüenza de su pobreza e ignorancia, no tiene aspiraciones, es
ocioso y su orgullo, está en sus destrezas criollas y en el coraje - de las peleas con
cuchillo, como las de los valientes Fierro y Cruz, como Dahlman al que le arrojan la
daga y que la empuña sin conocimiento, porque no hay cosa peor, no hay insulto que se
tolere menos, para estos hombres de la pampa, que se los llame cobardes -.La
civilización, en contraparte, está en el espíritu europeo, en el cálculo del raciocinio, en
la ley escrita que para el gaucho es tan poco favorable. Así, aparece en el epígrafe del
tercer capítulo la siguiente cita: “El gaucho vive de privaciones, pero su lujo es la
libertad. Orgulloso de su independencia sin límites, sus sentimientos, salvajes como su
vida, son, sin embargo, nobles y buenos.”
El poblador del desierto que describe Sarmiento, es menos moderno del que
ocupará Hernández en Martín Fierro. En el libro de Hernández, la relación “civilización
y barbarie”, aparece en las relaciones del gaucho con su entorno. La civilización es la
representación telúrica del juez, del general, de la milicia, del estanciero. La barbarie
puede ser representada por las sociedades plebeyas: el negro (al que se enfrenta Fierro
en la escena de “beba cuñao”), el gringo, el indio y el gaucho.
El gaucho malo, descrito en Facundo en el Cap. II: CARACTERES
ARGENTINOS como un outlaw - nomenclatura que deja entrever la visión de Sarmiento
del gaucho como un hombre que vive por fuera de la ley. Leemos en Facundo: “La
justicia lo persigue desde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja,
pero sin odio y casi con respeto. [...] mora en la pampa, son sus albergue los cardales
[...] A veces se presenta en la puerta de un baile campestre, con una muchacha que ha
robado. [...] Este hobmre divorciado con la sociedad, proscripto por las leyes; este
salvaje de color blanco, no es en el fondo, un ser más depravado que los que habitan las
poblaciones.” (93 - 94) Esta noción del gaucho malo, se diferencia de aquella que
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describe Hernandez en Martín Fierro: el gaucho padece la ley, esta se aplica de un


modo diferencial al campesino; despojándolo de sus pertenencias (de su china, de su
pingo, de su tierra “¡Y qué iba á hallar al volver! Tan solo hallé la tapera. (17) al ser
mandado al servicio en la frontera). Además, Hernández no cree en el gaucho como
personaje que está en su naturaleza ser un matrero, un salvaje que mata por adrenalina o
valentía, sino que es un hombre que padece la adversidad de poderes mayores - la ley, el
llamado a las fronteras a pelear guerras que no le son propias, del estanciero o del
general - “A tanta adversidá´ solo me arrojó el mal trato” dice Fierro, o más adelante:
“Nunca peleo ni mato sino por necesidá”. El gaucho malo que nos representa el libro de
Hernandez es un hombre que no tiene donde ir y que, su única compañía es la llanura y
el caballo que monta, que fue despojado de su familia, de su tierra y de su trabajo, para
servir al Gobierno o al estanciero ad honorem (“Si eso es servir al gobierno, a mí no me
gusta el cómo”(21)), sin retribución alguna; arriado por una civilización que lo expulsa.
Con respecto a la relación del gaucho con el trabajo, Hernández se va a
alejar de la concepción del gaucho vago y ocioso, que no le interesa el trabajo y que
quiere vivir errante, sin ataduras. El gaucho padece su desempleo, y se utiliza la fuerza
física del gaucho para la frontera.
El modernismo, sobre todo Sarmiento, se va a jactar de dos principios:
“libertad” y “igualdad”; querían una constitución y una ley que rija para todos, y esto
solo va a suceder en la ciudad, ya que al campesino, la ley se le aplicará de un modo
diferencial. Esto aparece a lo largo de todo el libro de Hernández en la figura del Juez:
“Al mandarnos nos hicieron más promesas que á un altar. El Juez nos jué á proclamar y
nos dijo muchas veces: “Muchachos, á los seis meses 360 los van á ir á revelar .” “
(19).
En conclusión, las principales diferencias entre el gaucho Sarmientino y aquél
que describe Hernández reside en la constitución del gaucho - en su más honda
constitución, ya que los hechos circunstanciales de su vida son narrados sin muchas
diferencias en cuanto a su misantropía, su precariedad, y su reclusión -: Sarmiento
tiende a romantizar la figura del Gaucho Malo, lo describe como un héroe de la pampa y
las llanuras, conocedor de las destrezas criollas y hábil portador del cuchillo; figura
temida por todos y salvaje en su especie, mientras que Hernández, lo traza más bien
como una pobre hombre que es vencido por las adversidades, lleno de solemnidad y
nostalgia cuando se posa a mirar su tierra, hasta tal punto que puede sensibilizarse, y tal
es el caso cuando a Fierro dos lágrimas le bajaban por su rostro (86).
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5) ¿Por qué Facundo es una biografía? ¿Cuál es el sentido de la biografía para el


historicismo romántico? ¿En qué sentido el ensayo de Ramos Mejía cuestiona estos
presupuestos? ¿Por qué? ¿Hay lugar para el individuo en Las multitudes argentinas?

Facundo es una biografía, ya que cuenta con la gran mayoría de los rasgos
formales del género - aunque creo que Sarmiento no profesó ninguna estética (o mejor,
no se arraigó a una estética), es decir, no por proponerse escribir una biografía se limitó
a los hechos biográficos de Quiroga; sino que muchas veces se dejó llevar por su
espíritu romántico y compuso párrafos profundamente estéticos, otras adoptó las
características de un ensayo, con la cientificidad de la argumentación. Pero
formalmente, el libro de Sarmiento es una biografía, una biografía que continúa aún con
la muerte del biografiado, ya que no muere quien perdura en la memoria.
La constitución de la “filosofía de la historia” propuesta por los escritores de la
Nueva Generación hizo que el género biográfico sea para Sarmiento, un pretexto para
narrar la historia del caudillo provincial. Esta filosofía contaba con dos aspectos
presentes en la obra Sarmientina: el primero; la concepción holística de la cual se
desprende que todos los fenómenos de un mismo período están vinculados entre sí y
auguran otros hechos, es decir, sirven como manifestaciones o epifanías. La segunda;
“la condensación de los procesos históricos generales - gobernados por leyes que
también eran generales - en un sujeto histórico particular, la “nación”” (Meyers, La
revolución de las ideas) De esta manera el espíritu de una “nación”, para el
historicismo romántico, estaba representado por un sujeto o hombre representativo; esta
sería la conocida “teoría del hombre representativo” o la “teoría del gran hombre”. Lo
que hace Sarmiento es personificar, en las figuras de los caudillos Quiroga y Rosas a la
barbarie, es decir mediante su personificación logra describir no solo a los caudillos,
sino al espíritu del pueblo - ese salvajismo que aparece contínuamente. Entonces, para
Sarmiento examinar la vida de Quiroga, significa “examinar una de las tendencias, una
de las dos fases diversas que luchan en el seno de aquella sociedad singular” (Resaltado
por O. Terán) sigue, “ese caudillo es el espejo en que se reflejan en dimensiones
colosales las creencias, las necesidades, preocupaciones y hábitos de una nación en una
época dada de su historia” (O. Terán, Para leer el Facundo, 37) Pero en sus
fundamentos, la teoría del hombre representativo conformaba una complicación para
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Sarmiento: su gran hombre, aunque no falto de grandeza, no era la figura positiva que
Sarmiento buscaba para su libro, el cual hacía apología de la civilización y desdeñaba la
barbarie (Quiroga). Oscar Terán, menciona que Alberto Palcos había calificado al
Facundo como “la biografía que conquista al biógrafo”.
Ramos Mejía desconfía de la teoría del hombre representativo, partiendo del
descubrimiento de Le Bon, que postula que lo que existe, son sujetos colectivos. No se
trata de la historia de hombres individuales que conforman la historia y representan el
espíritu de la nación, ese espíritu para Ramos Mejía, está en el seno de las multitudes,
donde el individuo al entrar en el “estado de la multitud” pierde el raciocinio. El autor
va a describir a ese individuo, a aquel propenso a unirse a “las masas”, como
inconsciente e irracional.

Biografía:

 Hernández, J. (2009), Martín Fierro, Catamarca 1902 - Martínez Buenos Aires -


Argentina
 Jorge Myers, La revolución de las ideas: la generación romántica de 1837 en la
cultura y en la política argentinas
 Pisano, J. (2017), ‘Ficciones de pueblo’ y gauchesca durante la década de 1810.
Cielitos, voz y uso, Literatura y Lingüística N° 38
 Ramos Mejía, (1899), Las multitudes argentinas. Estudio de psicología
colectiva para servir de introducción al libro “Rosas y su tiempo”, Félix
Lajouane ed. Buenos Aires
 Domingo Faustino Sarmiento, (1950), Facundo, Aguilar, S.A. Ed. Madrid
 Terán, O, (2007), Para leer el Facundo. Civilización y barbarie: cultura de
fricción, Capital Intelectual, Buenos Aires, Argentina
 Terán, O. Vida intelectual en el Buenos Aires fin de siglo (1880 - 1990). Derivas
de la cultura científica. Cap. II José María Ramos Mejía: uno y la multitud, Ed.
Fondo de Cultura Económica

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