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Matías Yeatts

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2do parcial de Literatura Francesa (práctico Arnoux)

a- Prácticos

Por el camino de Swann/Proust

Comente, a partir de algún fragmento elegido por usted, la siguiente cita de


Genette (1966):

“El rasgo más característico de la representación


proustiana es, indudablemente, con la intensidad de su
presencia material, esa superposición de objetos
simultáneamente percibidos que hizo hablar a su
respecto de “sobre-impresionismo”. […] La
sobreimpresión resulta de un exceso de penetración de la
mirada que no puede detenerse en las apariencias y
percibe a media profundidad, en una zona algo más
retirada, al mismo tiempo que es acogida de manera
más bien favorable: a través de los diferentes estados del
salón Verdurin, permite establecer su identidad en
diversos lugares y diversos tiempos”, pp. 56-57.

Maurois afirmaba, partiendo de una metáfora: “mi obra no es microscópica, es


telescópica”; podría afirmarse de Proust que su obra es microscópica y telescópica: en el
intento de capturar la sustancia esencial de los objetos aparece la descripción que va al
detalle, a lo minúsculo; sin embargo, también hay un distanciamiento del objeto
material que puede transportar al objeto a otro tiempo, o trasladarlo a otro espacio,
compararlo con otros objetos, dándonos una mirada más telescópica: haciendo del
objeto una masa amorfa de capas en donde la primera impresión queda sepultada. Es
esta “media profundidad” que reconoce Genette; esta visión que se coloca “en una zona
algo más retirada” en la representación proustiana lo que genera el efecto de capturar
del objeto no lo “aparente” sino la experiencia sensible. Esta contradicción que parece
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irreconciliable; describir microscópicamente, logrando plasmar una visión telescópica,


está en el centro de la poética de Proust, según la cual el escritor debe tener visión,
profundidad y perspectiva. La profundidad le permite urdir en las cualidades de los
objetos y de las escenografías; la perspectiva le permite contemplar un cuadro no tan
recortado en donde varios objetos entran en juego creando un campo semántico repleto
de impresiones; en la visión está la habilidad para trazar analogías entre un lugar y otro,
trasladarse con libertad por el camino de la memoria en elipsis y prolepsis fugaces, de
captar las cualidades comunes de los objetos y relacionarlos. Es que, en Proust, los
objetos nunca están aislados, siempre establecen contacto con otros porque quien
percibe se formó una memoria del mundo y, aunque tome contacto por primera vez con
un objeto, este renacerá en él residuos de impresiones pasadas: “[…] sea que la realidad
solo se forme en la memoria, las flores que alguien me enseña hoy por primera vez no
me parecen verdaderas flores.” (Proust, 2022: 206).

La representación proustaina no hay un compromiso con la verdadera sustancia


de las cosas en el sentido platónico (aunque a primera vista parezca que es eso lo que
Proust busca capturar a través de su Narrador) sino con la impresión asociada a la
memoria involuntaria que deviene del contacto. Como afirma Genette:

“La escritura proustiana se vuelve […] víctima de una inversión singular: destinada
originalmente a despejar esencias, acaba por constituir o restituir espejismos, destinada
a reunirse mediante la profundidad sustancial del texto con la sustancia profunda de las
cosas, termina en un efecto de sobreimpresión fantasmagórica donde las profundidades
se anulan mutuamente, donde las sustancias se devoran unas a las otras.” (1970, 59)

Precisamente, esta “inversión” es la descripta por el Narrador cuando el escritor en


ciernes se siente desolado ante la idea de renunciar a ser un escritor célebre por “carecer
de aptitudes para las letras” (ibidem. 200). El Narrador siente una necesidad imperiosa,
un deber de conciencia que se le impone por intentar percibir lo que se esconde tras los
objetos que “parecían ocultar, más allá de lo que yo veía, algo que invitaba a ir a coger y
que yo, a pesar de mis esfuerzos, no lograba descubrir.” (ibid.). Los objetos, en su
realidad material yacen repletos de envolturas que impiden acceder a la esencia. El
contacto con el mundo tiene el propósito de develar la sustancia oculta del mundo,
lograr esa verdad inmaterial de las cosas. Aun así, Proust intuye que sólo se puede
lograr esto a través de la metáfora: “solo la metáfora puede dar al estilo una especie de
eternidad” (Genette, 1970: 45). Proust entiende que la metáfora eterniza porque revela
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las relaciones ocultas, los hilos secretos que unen a los objetos y a lugares como
“imágenes distintas bajo las que hace mucho yace muerta la realidad […]” (Proust,
2011: 201) Entonces, ¿cómo sucede la inversión? Es decir, ¿en qué momento la
búsqueda de una realidad esencial deriva en el surgimiento de un mundo fantasmagórico
que se sostiene a partir de una memoria involuntaria? En un primer sentido, el lenguaje
se plantea como un obstáculo: se podría acceder a lo sustancial de las cosas; lo que no
se logra es narrar ese descubrimiento, por lo tanto, la única manera de hacerlo es a
través de la descripción indirecta: metáforas, analogías, comparaciones,
personificaciones.

Esto es lo que sucede cuando, regresando a Combray en el coche del doctor


Percepied, ve los campanarios de Martinville y el de Vieuxvicq iluminados por el sol
poniente: “sentía que no llegaba al fondo de mi impresión, que detrás de aquel
movimiento, detrás de aquella claridad, había algo, que parecían contener y ocultar al
mismo tiempo.” (ibíd. 202) Momentos después, vuelve a divisarlos, pero esta vez
negros y, más tarde, en el trayecto, los percibe algunas veces más hasta perderse. Lo
interesante es que el Narrador, motivado por el placer de su impresión de los tres
campanarios, decide que el lenguaje puede penetrar el misterio que “se ocultaba tras los
campanarios” (ibid.). En esta escena, en donde el Narrador escribe “a pesar de los
tumbos del coche, para aliviar [su] conciencia”, está perfectamente plasmado el estilo de
“descripción indirecta” que emplea Proust en su representación:

“Solos, elevándose del nivel de la llanura y como perdidos en campo raso, subían hacia
el cielo los dos campanarios de Martinville. Enseguida vimos tres: volviendo a situarse
frente a ellos con un atrevido volteo, un campanario rezagado, el de Vieuxvicq, los
había alcanzado. Pasaban los minutos, íbamos deprisa y sin embargo los tres
campanarios seguían estando lejos delante de nosotros, como tres pájaros posados en la
llanura inmóviles y bien visibles al sol. […] Uno de ellos se borraba a veces para que
los otros dos pudieran divisarnos un instante todavía; pero la carretera cambió de
dirección, ellos viraron en la luz como tres pivotes de oro y desaparecieron de mi vista.
Pero algo más tarde, cuando ya estábamos cerca de Combray, con el sol ahora puesto,
los divisé una pultima vez desde muy lejos, y ya solo parecían tres flores pintadas en el
cielo por encima de la línea baja de los campos. […] Los vi buscar tímidamente su
camino y, tras algunos torpes traspiés de sus nobles siluetas apretarse unos contra otros,
resbalar uno tras otro, hasta formar únicamente en el cielo todavía rosa una sola forma
negra, encantadora y resignada.” (ibíd. 204)

La sobrecarga que opera sobre estos tres campanarios, la sucesión de impresiones y


estados en los cuales los objetos se van cargando de significación nos demuestra que
mientras Proust se dispone a despojar a los objetos de sus envolturas, sucede la
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inversión y, en lugar de quitar capas, las reemplaza de otras con un mayor grado de
profundidad (en cuanto hay un parecido cualitativo, una transposición de valores de un
objeto hacia otro mediante el uso de la comparación y el lenguaje metafórico).

Podría considerarse esta cualidad “sobre-impresionista” un atributo esencial de


la obra, y no solamente un recurso utilizado para la representación de las cosas y su
entorno; es decir que, “podríamos ver en En busca del tiempo perdido una agradable
sucesión de escenas, de cuadros, de retratos […]” que guardan su secreta relación en
aquello que llamamos memoria.

Bibliografía

Proust, Marcel. A la busca del tiempo perdido. Por la parte de Swann. Traducción de Mauro
Armiño. España: El paseo: 2022
Genette, Gérard, “Proust palimpsestos”. En: Figuras. Retórica y estructuralismo. Traducción de
Nora Rosenfeld y Ma. Cristina Mata. Córdoba: Nagelkop, 1970

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