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- EL ESPACIO
De ahí llegamos a los habitantes de las fronteras. Lo subalterno, que tienen en común las clases
populares (los trabajadores). Los tipos de Sarmiento y los de Quiroga. De ahí: los usos de la
lengua. Qué lenguas aparecen en las obras y de qué manera (MF no se puede comunicar con el
gringo, la mezcla de Quiroga, la lengua popular de Echeverría, el contraste de las lenguas de
Sarmiento).
Es un espacio liminal, entre dos cosas. Este puede ser un espacio geográfico-político, relacionado a
la fijación de un territorio, “donde se considera que la ciudadanía encuentra su identidad biológica
y social” (Duarte, 2005: 117). También puede ser una frontera geográfica-económica, definida por
los recursos económicos materiales, ya sea a nivel global, regional o local. Acá podemos encontrar
divisiones de frontera capital-provincia, ciudad-campo, desarrollo-subdesarrollo, civilización-
barbarie. Kohan señala, por ejemplo, que en El matadero “la violencia popular supone otras
fronteras, dispuestas en el interior del espacio de la ciudad y sus orillas”.
Duarte señala también fronteras culturales “que se refieren a la diferencia entre individuos de
distintas sociedades”.
Piglia P. 25: “El otro no es solo un sujeto o un objeto sino la expresión de un mundo
alternativo. La barbarie es la metáfora de una concepción espacial de la cultura: del otro
lado de la frontera están ellos, para conocerlos hay que entrar (como el unitario de El
matadero) en su mundo, trasladarse imaginariamente a ese territorio enigmático que
empieza más allá de los confines de la civilización”.
Piglia P. 25: “La invención de la realidad escindida es en núcleo central del Facundo. La
oposición entre civilización y barbarie describe políticamente ese universo duplicado y en
lucha pero a la vez lo construye. La complejidad del libro deriva del intento de mantener
unidos los dos campos”.
Monegal P. XVI: el camino de la novela de la tierra y del hombre que lucha ciegamente
contra ella, fatalizado por la geografía, aplastado por el medio. determinismo
geográfico de Sarmiento.
Ansolabehere P. 1: Hábitat natural del gaucho, para Martínez Estrada la frontera es un
espacio intermedio y equidistante entre la ciudad y los toldos, con ingredientes parejos de
civilización y barbarie, y al que pertenece el fortín, pero también las zonas rurales donde
inicialmente vive y trabaja Martín Fierro, y por donde más tarde, a su regreso, deambula
sin rumbo fijo.
Ansolabehere P. 9: La ciudad es, casi siempre que se alude a ella, el lugar del mal, esto
es, el lugar del gobierno, de donde parten las leyes y disposiciones que se aplican en la
campaña. La ciudad es el origen de “la frontera”, del servicio de fronteras que va a
aplicarse en las zonas rurales.
P. 9: La cárcel en la que es encerrado El Hijo Mayor puede ser interpretada como una
metáfora de lo que la ciudad es para el gaucho: lugar de encierro, de soledad extrema,
donde nada pasa. Pero que esa cárcel tenga un nombre que alude notoriamente a la que
está en Buenos Aires parece decirnos que para el gaucho, en Martín Fierro, el único modo
de ingresar en ella es hacerlo como preso.
Monegal P. XIV: La invención de Misiones es gradual.
P. XIV: El lejano territorio (la selva, la vida dura, la amenaza de la muerte como compañera
constante) es el reverso de París y por eso mismo es tan atractiva para ese hombre en
perpetuo estado de tensión interior.
VIÑAS. “La literatura argentina comenta a través de sus voceros la historia de los sucesivos
intentos de una comunidad por convertirse en nación, entiendo ese peculiar nacionalismo
como realismo en tanto significación totalizadora, como elección y continuidad en un élan
inicial y como estilo en tanto autonomía y autenticidad de los diversos grupos sociales de
acuerdo a las coyunturas a las que se ven abocados”. P. 4
Ansolabehere P. 1: “Sin frontera en Martín Fierro no hay historia”.
Monegal P. XXXIV: [Quiroga] Siempre se creyó un fronterizo (como califica al héroe de
“El vampiro”, noviembre 11, 1927).
¿Qué separa la frontera? Kohan señala que “los que salen o amenazan con salir del matadero (la
comisión de carniceros, las negras rebusconas, el toro embravecido) indican cuál es su afuera:
Rosas, la ciudad (Rosas en la ciudad, contrasentido lógico para el esquema de civilización y
barbarie en el sentido ya señalado). Ya sabemos lo que el matadero representa para la ciudad, en
tanto que suburbio: lo bajo (en la literalidad del prefijo «sub»), lo marginal, lo demasiado
próximo”.
En esta búsqueda de la identidad argentina nos encontramos con el territorio y las personas que lo
habitan. Uno de los tropos y preocupaciones recurrentes es “el desierto rústico, amenazador y
desnudo que acecha, provoca la evasión como cabalgata y lirismo y llama para poseerlo, parcelarlo
y transformarlo; es vacío que provoca vértigo a la vez que urgencia por llenarlo condicionando una
debilidad regresiva entremezclada con avideces e imperativos de acción” (Viñas, p. 5).
Pero este “otro lado” no es un “otro” lejano e inerte que puede ser ignorado. Kohan señala cómo
en El matadero “la violencia popular es, también en un sentido estrictamente espacial, excesiva y
desbordante, difícil de contener”: el peligro no es solo el de internarse en el desierto, el de cruzar
la frontera (un tema que volverá a aparecer con Martín Fierro, de dos maneras distintas, y en Los
desterrados), sino el peligro de que la otredad, caracterizada en El matadero por la violencia, se
desborde hacia la ciudad, ese “foco de luz” y civilización caracterizada por Sarmiento en el
Facundo, donde advierte también de otras ciudades que, al no haber sido ayudadas por Buenos
Aires, fueron tomadas por la barbarie. TODO EL TEMA DE ROSAS COMO CASTIGO QUE ESTOS DOS
SALVAJES TOMAN LA MISMA IDEA.
Kohan “El Matadero es, en este sentido, una de las representaciones más exasperadas
que la literatura argentina haya hecho de la violencia popular en el siglo XIX, y una de las
versiones más dramáticas acerca de las dificultades que se ofrecen al propósito político de
neutralizarla y de ponerla bajo control. Esa dramaticidad está dada, en buena medida, por
la disposición espacial con la que el relato pone en escena su historia de violencia y
muerte. El Matadero señala la peligrosa cercanía de la violencia popular respecto del
espacio de la ciudad. Esa violencia rústica de la barbarie federal, que más bien
corresponde al ámbito rural, aquí se encuentra -sin perder del todo las marcas de aquel
entorno- inquietantemente próxima de Buenos Aires, y pasa a funcionar como violencia
suburbana”.
La disposición espacial en el relato de Echeverría en última instancia equivale a la
perplejidad de Sarmiento en Facundo, teniendo que dar cuenta -con su tan prolijo como
eficaz esquema de civilización y barbarie, prolongado, como es sabido, en la oposición
entre ciudades y campañas- de que la manifestación más extrema de la barbarie (es decir,
Rosas) viniera a alojarse precisamente en Buenos Aires 3. Pero esa circunstancia, que a
Sarmiento le plantearía un problema lógico en cuanto a sus categorías de análisis, a
Echeverría le plantea un problema específicamente narrativo: ¿cómo contar los desbordes
de la violencia popular, cuando esa violencia se ubica en las orillas de la ciudad y, por eso
mismo, al desbordarse, la amenaza?
KOHAN Esos mismos límites deberían contener los desbordes de la violencia, que en el
caso del toro es una violencia animal, pero que luego será también la violencia popular, ya
que el narrador de El Matadero no cree necesario distinguir una cosa de la otra.
Ansolabehere P. 2: En algunos de sus artículos publicados en El Río de la Plata, lo que
critica Hernández, junto con tantos otros, no es la existencia de un servicio encargado de
defender las zonas rurales de los malones, sino el tipo de existencia que los soldados
debían sobrellevar en los fortines y, especialmente, la forma en que era reclutado el
personal encargado de cumplir el servicio.
- QUIENES LA HABITAN
Kohan Como decíamos, prescinde riesgosamente de ese saber sobre los espacios
urbanos y suburbanos que el narrador muy prontamente se aseguró con su trazado del
croquis de la localidad. El unitario circula por el espacio de la ciudad como si en ella no
hubiera fronteras políticas, como si la presencia de la violencia popular en los bordes de la
ciudad, o invadiendo la ciudad, no hubiese alterado ya el sistema de límites, convirtiendo
con ello al simple paseo en incursión temeraria.
El inglés, como el unitario, se mete en territorio enemigo sin darse cuenta y sin tomar
recaudo alguno. El inglés pasa un mal rato y es objeto de la diversión de los federales.
También con el unitario querrán divertirse los federales, pero esta vez la cosa va a pasar a
mayores.
SUBALTERNIDAD
Incluir esa cita sobre los indios estando “fuera de la ley” porque estaban fuera del territorio. “No
son personas” (ni siquiera son ex hombres como los de Quiroga).
Ansolabehere Habla de los indios y xq estos no cuentan como crímenes o muertos para
Martín Fierro, p. 7-8. P. 8: “Por eso lo que hay que preguntarse es por qué en las cuentas
de la justicia argentina los indios no entran ni siquiera como muertos. La respuesta es
obvia: no entran porque están del otro lado de la frontera, fuera del alcance de la ley”.
Ansolabehere P. 2: En algunos de sus artículos publicados en El Río de la Plata, lo que
critica Hernández, junto con tantos otros, no es la existencia de un servicio encargado de
defender las zonas rurales de los malones, sino el tipo de existencia que los soldados
debían sobrellevar en los fortines y, especialmente, la forma en que era reclutado el
personal encargado de cumplir el servicio.
Piglia P. 24: “Pero hay una diferencia clave entre esos dos textos iniciales (…): mientras
el comienzo de Facundo es propuesto como un relato verdadero y tiene la forma de la
autobiografía, El matadero es una ficción y porque es una ficción puede hacer entrar el
mundo de los bárbaros y darles un lugar y hacerlos hablar”. P. 24: “La ficción se desarrolla
en la Argentina en el intento de representar el mundo del otro, se llame bárbaro, gaucho,
indio o inmigrante. Porque para hablar de lo mismo, para narrar a su grupo y a su clase,
durante todo el siglo XIX se usa la autobiografía”.
Piglia P. 25: “La literatura no excluye al bárbaro, lo ficcionaliza, es decir lo construye tal
como se lo imagina el sujeto que escribe. El enemigo es un objeto privilegiado de
representación. Hay que entrar en su mundo, imaginar su dimensión interior, su verdad
secreta, sus modos de ser. El otro debe ser conocido para ser civilizado”.
Ansolabehere Pp. 2-3: Como espacio de contacto con otras culturas y actores sociales,
“la frontera” en Martín Fierro permite dos tipos de acercamientos: el más previsible del
gaucho con el indio, es decir, con el enemigo de la nación que domina esa otra parte del
territorio argentino que se extiende más allá de la línea de frontera; pero también, y no
menos importante, el del gaucho con el inmigrante europeo. Contacto inicial que en La
vuelta va a reproducirse con otras características, en este primer acercamiento desde “la
frontera” da la sensación de que el gran “otro” del gaucho no es el indio sino el “gringo”.
o P. 3: De algún modo el indio puede funcionar como enemigo porque es, en ese
sentido, un igual con el que se puede establecer una zona de entendimiento
indispensable para el duelo guerrero. De hecho, en el aprendizaje que implica el
paso por “la frontera”, el indio cumple la función clave de iniciar al gaucho Martín
Fierro en el acto de matar (por lo menos en lo que su historia nos revela).