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3- Prats habla del concepto de Patrimonio cultural entendido como todo aquello que
socialmente se considera digno de conservación, independientemente de si es algo utilitario
o no. El patrimonio cultural es algo simbólico, una creación artificial.
Esta concepción se da a partir del Romanticismo, un movimiento cultural que valida a la
clase social burguesa. Intenta romper con todo lo establecido anteriormente y representa lo
nuevo: el progreso, el liberalismo, el individuo contra el Estado, con una ideología
dominante que lo justifica.
El Romanticisimo fija criterios de legitimación extracultural: la naturaleza, la historia y la
genialidad (ligada a la inspiración creativa y a la figura ideal del “genio”).
El pool patrimonial es conformado por estos criterios de legitimación, y por un conjunto de
bienes hipotéticamente patrimoniables. Son hipotéticos porque requieren de una activación
cultural. Esto se da al delimitar ciertos criterios sobre qué hace que algo sea patrimonio, qué
valores de la cultura evoca o si genera identidad. Este proceso de activación no es algo
neutral. Sin poder no se pueden dar estas activaciones, es decir, sin poder no hay
patrimonio.
El Romanticismo también impulsó los nacionalismos, los pannacionalismos y los
colonialismos. Con los nacionalismos el concepto de patria se vuelve algo hasta sagrado,
está en un lugar de poder, y la empresa capitalista se convierte en un servicio a la patria y
expresa sus valores esenciales (valores de acuerdo con los intereses de las clases
dominantes).
El autor habla del concepto de espectáculo como algo que afecta al patrimonio cultural en la
actualidad, ya que después de la segunda guerra mundial se producen ciertas
transformaciones en la sociedad con respecto al ocio. Varios factores influyen en estas
transformaciones, pero los más destacados son la generalización de las vacaciones pagas, lo
cual favorece al turismo y a un gran desplazamiento de las masas, y la televisión. La
televisión va a cambiar nuestra manera de percibir el mundo, de sentir que tenemos las
noticias al alcance de nuestra mano, y convertimos la realidad en espectáculo.
De esta manera afecta al patrimonio cultural ya que muchas tradiciones, fiestas, procesos y
hasta culturas enteras se han convertido en objeto de consumo, y a su vez tenemos muchos
nuevos bienes culturales patrimonizables.
Bibliografía: