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LA CULTURA DE LA POBREZA
Oscar Lewis caracteriza la “Cultura de la pobreza” a la que interpreta en términos de
cultura/ subcultura. Dentro de una misma sociedad pueden existir modos de pensar o sentir
propios de grupos determinados que no son compartidos por toda la sociedad, mientras que
otros rasgos son compartidos por todos. Esta diferencia ha dado lugar al término subcultura
que engloba sólo aquellos rasgos culturales compartidos por determinados grupos (grupos de
edad o de profesionales). La cultura de la pobreza es el resultado de una capacidad creativa
que provee adaptaciones de los pobres frente a una posición marginal en una sociedad
capitalista estratificada e individualista. La cultura de la pobreza tiene sus propias modalidades
y consecuencias distintivas, sociales y psicológicas. Según Lewis rebasa los límites de lo
regional, lo rural y lo urbano. La pobreza es entendida como un patrón de vida que pasa de
generación en generación, un modo integral de vivir y de resolver sus problemas. Este autor
brinda una serie de características propias de los integrantes de la pobreza en México.
Carlos Herrán manifiesta que “los especialistas suelen poner énfasis en el hecho de que la
pobreza es un término relativo. Se dice que cada sociedad tiene necesidades socialmente
reconocidas y que aquellos individuos que están por debajo del nivel medio en cuanto a la
satisfacción de dichas necesidades constituyen el grupo de los pobres”. Las principales críticas
vinculadas con la cultura de la pobreza tienen que ver con su interpretación acerca de la
perpetuación de la pobreza, que se transmitía de generación en generación como un modo de
vida. A que priorizaba un plan de vida culturalmente estructurado por sobre las
determinaciones económicas y políticas que dan lugar a la pobreza. No dejaba lugar a la
posibilidad de cambio social, sino a la reproducción de las condiciones de producción. También
se criticó su generalización a partir de experiencias de trabajo sobre situaciones puntuales.
Durante las décadas del sesenta y setenta se publicaron una serie de trabajos englobados
bajo el término de Neomarxismo, con autores de diferentes posturas (Margulis en 1975, Nestor
García Canclini 1981, Lombardi Satriani). Las críticas apuntan al relativismo cultural presente
en las teorías de la segunda etapa, a que no tenían en cuenta que existía una situación de
dominación y que estas sociedades estaban cambiando. La nueva preocupación era explicar
las desigualdades culturales presentes en las diferentes sociedades. ¿Cómo dotar a la cultura
de poder? Los autores neomarxistas comienzan a relacionar la cultura con las clases sociales y
las posiciones antagónicas entre éstas. La idea central es que en este tipo de sociedad hay
una cultura, la de la clase dominante y los límites de esa cultura estarán dados por la existencia
de las culturas subalternas o populares como contrapuestas o complementarias.
LA CULTURA DE CLASE
En la década del setenta aparecen los estudios de Mario Margulis -economista y sociólogo
argentino- contraponiendo la cultura popular a la cultura de masas. El autor coloca a la
cultura dentro de los aspectos superestructurales en una formación económico-social
incluyendo en este concepto los sistemas simbólicos, lenguaje, costumbres, formas de pensar
el mundo, códigos que rigen el comportamiento cotidiano e imprimen sus características en
las diversas producciones de un pueblo. Desde esta concepción sirve para interpretar aspectos
de las luchas de liberación de la década del setenta. En este contexto Margulis plantea las
formas de fabricación de cultura en la sociedad. El autor parte del control que ejercen los
sectores dominantes sobre los medios de fabricación y difusión de productos culturales. La
tecnología ha puesto en manos de estos sectores los medios de información: televisión, radio,
diarios. Los productos culturales pueden ser producidos en forma masiva por minorías pero
asumen la forma de mercancía al ser apropiado pro la cultura de masas. Los medios sirven
para difundir hábitos, costumbres, mercancías, códigos culturales e ideológicos. Su valor de
uso consiste en la producción y reproducción del sistema. La cultura dominante se
ha transformado en cultura de masas, llega a todos los sectores sociales. La cultura de masas
homogeneiza, borra diferencias, genera hábitos. Es una cultura para el consumo. En cambio, la
cultura popular es cultura de los de abajo, fabricada por ellos mismos. No es para ser vendida
sino usada, pues responde a necesidades de los grupos. Los productos culturales de los
sectores oprimidos son respuestas compartidas y solidarias y pueden ser símbolos, gestos,
una canción. Los medios actúan sobre la cultura popular, dificultando la comunicación y la
solidaridad.
Margulis considera que la cultura popular es subversiva porque supone un diálogo con la
toma de conciencia, puesto que requiere de la comunicación personal. La cultura popular surge
en los sectores populares de la conciencia compartida, de sus necesidades, carencias, pasa
por las creaciones de los grupos a partir de una actividad solidaria. La cultura de masas
incluye todas las formas organizadas de socialización: sistema educativo, medios de
comunicación. Si bien la cultura de masas intenta reproducir y expandir un sistema de
dominación, que los medios generan una actitud receptora no puede suponerse la aceptación
acrítica por parte de la población de los contenidos evidentes. La cultura de masas toma
elementos de la cultura popular, los empobrece, fragmenta y mistifica, resemantiza esos
elementos -simboliza la igualdad- y los coloca en un nuevo contexto de producción, difusión.
Pero también la cultura popular toma elementos y resemantiza los mitos provenientes de la
cultura de masas. La cultura popular es unificadora, histórica, militante y solidaria, surge de las
necesidades populares en relación con sus reivindicaciones. La cultura de masas es
dependiente y dominada, agente para asegurar la penetración del imperialismo económico, no
es nacional. Margulis propone cambiar no solo el contenido, la forma y el signo de los
mensajes sino transformar los medios en instrumentos de diálogo y creación colectiva.
Extraerlos del control de una minoría.
A fines de la década del setenta, el italiano Lombardi Satriani que estudia el folklore -
canciones, relatos- nos habla de cultura subalterna. Según este autor la concepción
materialista de la historia considera que toda cultura es cultura de clase. Por lo tanto a la
cultura dominante, hegemónica se contrapone la de las clases subalternas. El folklore es
redescubierto como una forma ya existente de cultura alternativa a la burguesa. Se plantea que
en Italia los jóvenes se han reorientado hacia el folklore, pero no los jóvenes pertenecientes a
las clases subalternas a la que consideran como el símbolo de la inferioridad social sino los
estudiantes burgueses, de ambiente urbano y politizado. El interés por el folklore es el
resultado de una búsqueda de formas culturales alternativas a las impuestas como
universales. El interés se focaliza en cantos de protesta social y de oposición política que son
usadas como folklóricas para identificar a los intelectuales de izquierda y clases subalternas.
Lombardi Satriani critica a los intelectuales que se consideran intérpretes de la clase obrera
puesto que la lucha en común no elimina la ubicación de clase diferenciada. Muchos de estos
cantos no son una real subcultura folklórica sino jóvenes politizados hacia el folklore. Se
rescatan los cantos de protesta que pueden ser utilizables políticamente mientras que se dejan
de lado los de signo reaccionario. Lo ignoto del folklore es dominado a través de una
categorización cultural y político-cultural deducida de lo conocido de la cultura hegemónica.
Satriani considera que la vida cultural de las clases subalternas termina por ser puesta en
términos esquemáticos. Cree que la cultura folklórica se encuentra hoy agredida por la cultura
de masas, por la subcultura juvenil politizada. Satriani propone entonces entender el folklore
como cultura de contestación, analizar la cultura de las clases subalternas poniendo de
manifiesto los contenidos políticos opuestos explícitos e implícitos. El discurso de la
contestación folklórica ha sido consumido, desgastado por la cultura hegemónica. El concepto
de hegemonía implica que para que la cultura de la clase dominante pueda aparecer como
“cultura universal” no es suficiente la imposición externa, sino que debe representar los
intereses de las clases subalternas.
García Canclini plantea la cultura como sistema de producción y redefine el concepto como
instancia de la totalidad social. Separa sociedad de cultura, definiendo a la primera como una
totalidad conformada por instancias interdependientes y jerarquizadas y a la cultura como una
instancia de la totalidad social. Para dotar de poder a la cultura como instancia recurre a la
noción de hegemonía de Gramsci. Define a la cultura como “toda producción de sentido que es
al mismo tiempo material y simbólica y que representa y reproduce la realidad, las estructuras
materiales, un sistema social”. Es producción es elaboración, reelaboración de productos
(materiales y simbólicos), que permiten reproducir la realidad. Es producto del modo en que se
relacionan las clases en la sociedad en un momento histórico x y está determinado por la
infraestructura. No es un acto espiritual ni manifestación de las relaciones de producción, sino
que es un nivel del sistema social. Determinado por lo social, inserta en todo hecho socio-
económico. Toda práctica es económica y simbólica a la vez (ej. ropa comunica algo acerca de
la inserción social). Cualquier hecho cultural -conferencia- lleva un nivel socio-económico
implícito: al ir al concierto compramos boletos para financiar el espectáculo. Existe relación
entre infraestructura y superestructura, una dependencia recíproca. Cualquier proceso de
producción material incluye pensamiento, ideas. Esta parte ideal presente en todo
desenvolvimiento material no es un contenido de la conciencia sino que existe en las relaciones
sociales que son relaciones de significación. Hablar de cultura como producción implica tener
los procesos materiales necesarios para crear. Surge del sistema social y está determinado
por él. Hay una organización material para cada producción cultural. Ej. universidad para
conocimiento. Por lo tanto, el análisis debe moverse en dos niveles:
- examinar los productos culturales como representaciones, cómo aparecen escenificados en
una obra, qué clases se hallan representadas, relación entre realidad social y representación
idea y vincular la estructura social con la estructura del campo teatral o de la danza, medios de
producción y relaciones sociales de producción (con público, con quienes lo financian). Por
último no olvidar estudiar la cultura como parte de un proceso en la producción es un paso,
junto con la circulación y el consumo.
Para interpretar la cultura como instrumento para la reproducción social y la lucha por la
hegemonía, García Canclini retoma los análisis de Gramsci y de Bourdieu. Bourdieu dice que
los sistemas sociales para subsistir deben reproducir y reformular sus condiciones de
producción. Toda formación social reproduce la fuerza de trabajo mediante salario, calificación
por educación y adaptación del trabajador a través de una política cultural e ideológica que
pauta su vida. Supone la reproducción de la sumisión a la ideología dominante para el
trabajador y la capacidad de mando para el empleador. Una política hegemónica integral exige:
1) propiedad de medios de producción y la capacidad de apropiarse del excedente, 2) control
de los mecanismos para la reproducción material y simbólica de la fuerza de trabajo y de las
relaciones de producción (salario, escuela, MIM) y 3)- control de los mecanismos coercitivos
para asegurar la propiedad de los medios de producción. Pero no solo alcanza el poder
represivo, por lo que juega un papel importante el poder cultural porque - impone las normas
culturales-ideológicas que adaptan a los miembros de la sociedad a una estructura económica
y política arbitraria; legitima la estructura dominante y oculta la violencia que implica la
adaptación del individuo a una estructura en cuya construcción no intervino.
El poder cultural (hegemónico) reproduce la arbitrariedad sociocultural, la inculca como
necesaria, oculta ese poder económico, favorece su perpetuación. La cultura es un instrumento
clave para la reproducción de la sociedad. El capital cultural -según Bourdieu- es transmitido a
través de aparatos culturales que generan hábitos y prácticas culturales.