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INDICE

POLITICA Y CIENCIA

1 - LA NATURALEZA DEL HOMBRE


2 - LA POLITICA Y LO POLITICO
2.1. El concepto clásico de la política
2.2. La concepción actual de la política
A - La concepción amplia de lo político
B - Concepción restringida de lo político
C - Concepción intermedia
3 - DIMENSIONES DE LA POLITICA
3.1. La dimensión teorética de la política
3.2. La dimensión pragmática de la política
3.3. La dimensión axiológica de la política
3.4. Interrelación dimensional de la política
3.5. Papel de las ideologías y de las utopías
4 - LA REALIDAD POLITICA
4.1. Realidad social
4.2. Contenido de la realidad política
5 - CIENCIA Y POLITICA
6 - EL CONOCIMIENTO DE LO POLITICO
6.1. Conocimiento
6.2. Conocimiento político
6.3. Características de la teoría científica de lo político
A - Objetividad
B - Método científico
C - Trabsmisibilidad intersubjetiva
6.4. Niveles de teorización
A - Descriptivo
B - Explicativo
C - Predictivo
7 - NIVELES DE CONOCIMIENTO POLITICO REFLEXIVO - SISTEMATICO
7.1. Teoría política
7.2. Ideología política
7.3. Filosofía política
7.4. Teoría política y ciencia política
7.5. Problemática actual de la ciencia política

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8 - PROBLEMÁTICA DEL OBJETO DE LA CIENCIA POLITICA
8.1. Criterios institucionales: planteamientos
A - Instituciones gubernamentales
B - El Estado
8.2. Criterios funcionales
A - Poder
B - Adopción de decisiones
C - El sistema político
8.3. Los repartos de bienes investidos de autoridad
9 - LOS SUBCAMPOS DE LA CIENCIA POLITICA
9.1. Política nacional
9.2. Política comparada
9.3. Política internacional
9.4. Teoría política
10 - LA CIENCIA POLITICA COMO "LA MAS SOCIAL" DE LAS CIENCIAS SOCIALES
10.1. Ciencia encrucijada
10.2. Ciencia residual
10.3. Ciencia síntesis
10.4. Status actual de la ciencia política
A - Ciencia moderna
a. Posesión de objeto
b. Utilización de un método
c. Establecimiento de certidumbres
B - Ciencia autónoma
C - El "interés selectivo": punto de vista - objeto funcional
D - Definiciones "motivadoras" de la ciencia política
11 - ENFOQUES (APPROACHES) DE LA CIENCIA POLITICA
11.1. Enfoque institucional
11.2. Enfoque marxista
11.3. Enfoque conductista
11.4. Enfoque sistémico
11.5. Enfoque estructural - funcionalista
11.6. Enfoque cibernético
12 - METODO DE LA CIENCIA POLITICA

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1. LA NATURALEZA POLÍTICA DEL HOMBRE

Si quisiéramos adentrarnos en las “bases antropológicas de la política” es importante


tener las nociones claras en torno a la conducta y la acción humana así como todo lo
referente al desarrollo de la ación social y la sociedad. Baste puntualizar al hombre
como:
• Ser en el mundo.
• Ser temporal y situado.
• Ser “eminentemente” sociable.
De ahí una conceptualización básica: “el hombre es un ser político”. De su misma
naturaleza relacional, sociable y transformadora, brota en el hombre su dimensión
“cívica”, su dinamismo “político”, su actividad “patriótica”.
Con razón desde muy antiguo, Aristóteles ha definido al hombre como zóom
politikón, es decir, “animal cívico” o “animal político”. En cierto sentido, el animal es
también social; pero sólo el hombre es político. Los hombres no pueden con-vivir si
la convivencia no se organiza. El hombre no vive en manadas ni en rebaños. Su
carácter específico es vivir insertado en el organismo social, que constituye la polis,
la ciudad, la comunidad política. Ella es para el hombre tanto una necesidad natural
como un ideal.
En otras palabras, es consustancial a los humanos el vivir juntos organizadamente
bajo una autoridad común que dirime pleitos, coordina acciones para el bien común,
organiza la convivencia.
El hombre fabrica su sistema de relaciones sociales y las ideas que los preside.
Constituye así esa complicada y fina “tela de araña” de sus instituciones sociales y
políticas. Instituciones que él mismo hace evolucionar a lo algo de la historia. Son las
manos y la inteligencia delhombre las que constituyen el mundo social y político,
podemos decir parodiando a Spengler.
En síntesis: al hombre le pasa y le acontece ser político, como le pasa y le acontece
ser transformador, ser sociable y ser-en-el-mundo. Todo le pasa simultáneamente en
razón de la intrínseca constitución de su ser.
Cuando el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles enseñaba que la vida humana no era
pensable fuera de la polis, estaba diciendo lo mismo que acabamos de decir. Que es
ser político no es algo que se añade al hombre de fuera y posteriormente, sino que
es algo constitutivo de su ser. El hombre es un zóon politikón.

2. LA POLITICA Y LO POLITICO
La determinación conceptual de la política no es algo tan obvio como a primera vista
pudiera pensarse. Y eso porque la política como forma de actividad que es,
constituye un concepto incompleto, puesto que necesariamente se deberá
especificar el objeto propio de dicha actividad. El objeto no es otro que “ lo político”,
concepto a su vez de difícil determinación.

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2.1. EL CONCEPTO CLÁSICO DE LA POLÍTICA
No poca luz arroja sobre lo que es la política, el concepto etimológico del término.
Bien sabemos que la polis griega se constituyó en la época clásica. Fue la
organización autárquica, autosuficiente, o como más tarde se diría, la unidad
soberana de organización social.
No llegaron los griegos al concepto de unidad nacional que hoy conocemos. Ellos
tenían los elementos objetivos de unión tales como el mismo origen étnico, la
lengua, la religión y la cultura en general. Pero la unión de todos los griegos no fue
posible sino en raras ocasiones, desesperadamente, para defenderse contra los
peligros comunes suscitados por los guerreros bárbaros.
Por lo tanto, la organización y la estructuración de la comunidad sólo tenía un ámbito
local, que hoy llamaríamos municipal. Pero ya se llamaba política la actividad
referida esencialmente a la polis, es decir, a la organización y al manejo de esa
pequeña comunidad local autárquica.
Sin embargo, ya desde Platón, se presenta la posible dicotomía en la determinación
de dicha actividad: ¿La política es una ciencia o un arte? Platón parece inclinarse
por la afirmación de que la política es una ciencia y no un arte de hacer reglamentos
de toda clase, para evitar males sin cesar renacen; ni es el arte de hacer la guerra y
la paz; ni es agradar al pueblo con la palabra; ni es aumentar la riqueza. Para él, la
política es la ciencia que cuida de los hombres con leyes o sin ellas, libremente o
con obligación. Pero no puede negarse que, aunque se catalogue como ciencia, la
política tiene implicaciones prácticas de gobierno. La distinción tiende a acentuar la
diferencia entre una política como manejo demagógico (conductor del pueblo), y una
política como actividad propia del gobernante ilustrado (conocedor del pueblo). Esta
idea está subyacente a toda teoría política de Platón.
Viene luego Aristóteles, discípulo de Platón y escribe junto con otras obras de
filosofía, el primer tratado de ciencia política, que él titula La Politeía. Es un estudio
de la polis, de susorígenes y sus causas, de su jerarquía y organización, de su
gobierno, de su estabilidad y su ruina.
Podemos, así, pensar que para Aristóteles, la política no es sino una ciencia de lo
referente a la polis. Sin embargo, en su división de las ciencias nos dice que la
política es una de las ciencias prácticas, así como lo es la economía. En efecto,
según él, se dan tres grandes categorías de ciencias: las ciencias teóricas, las
ciencias prácticas y las ciencias poéticas. A las ciencias teóricas pertenecen las
matemáticas, la física y la metafísica. A las ciencias prácticas pertenecen la ética, la
economía y la política. A las ciencias poéticas pertenecen la lógica, la retórica y la
poética.
La política, entonces, de acuerdo con Aristóteles, es la ciencia de la organización y
conducción de la ciudad, de la polis: de esa pequeña comunidad autárquica
municipal del siglo IV antes de Cristo, que hoy se ha agigantado hasta convertirse en
lo que llamamos comunidad nacional o Estado.
Notemos que no por ello, el científico político, como lo fue Aristóteles, tiene que ser
un hombre de acción, político en ejercicio. Uno es el analista de la organización de la
polis: el científico de la política. Y otro es el que hace la política, ya se lo llame
gobernante y sea monarca o tirano, aristócrata u oligarca, republicano o demócrata.

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En buena lógica, podemos deducir las siguientes afirmaciones:
o Lo político está constituido por la organización, jerarquización y gobierno
de la polis.

o La política es la actividad de organizar, jerarquizar y gobernar la polis; es


un arte según el pensamiento clásico griego.

o La Ciencia Política es el conocimiento sistemático de lo uno y de lo otro,


de lo político y de la política; es una ciencia práctica según la clasificación
de ciencias de Aristóteles.

2.2.LA CONCEPCIÓN ACTUAL DE LA POLÍTICA


La reflexión sobre la historia de los pueblos nos muestra cómo la actividad política
del grupo zoológico ha sido siempre la misma. Lo único que va cambiando es el
marco histórico, dentro del cual se desarrolla la actividad política de los líderes y de
las comunidades.
Ayer fueron los grandes imperios del Oriente, de Caldea, Siria, Mesopotamia, Egipto;
la polis griega; el Imperio Romano. Más tarde, los pueblos bárbaros; el Sacro
Imperio. Vino la organización feudal. Vinieron las monarquías absolutas. Hoy es el
Estado nacional moderno. La Organización de Naciones Unidas.
No obstante, en tan diversos enfoques históricos, el fenómeno es común. Hay un
gobierno que orienta la comunidad, que la dirige, que la jerarquiza, que la ordena,
que la hace avanzar. Todo el que gobierna y pretende gobernar, hace política. De
esta manera, la política se visualiza como una actividad connatural a la sociedad, y
así se ha venido haciendo desde las comunidades más primitivas hasta las actuales
sociedades industriales.
Hoy se dan dos concepciones extremas de lo político, pero que bien pueden tener
un mismo común denominador.

A. La concepción amplia de lo político

Max Weber la describe así: “El concepto es muy amplio y abarca toda clase de
actividad directiva autónoma. Se habla , así, de la política de divisas de un banco; de
la política de descuentos del Banco del Estado; de la política de un sindicato en el
curso de una huelga; se habla de la política escolar de un municipio urbano o rural;
de la política de un comité que dirige una asociación y, por último de la política de
una hábil mujer que procura gobernar a su marido”.

El profesor Bertrand de Jouvenel, por su parte, nos dice: “La política tiene su origen
en la capacidad que tiene los hombres de ejercer influjo los unos en los otros... yo
sostengo que debemos considerar como político todo esfuerzo sistemático que se
lleva a cabo en cualquier parcela del campo social, que tenga como fin arrastrar a
otros hombres a la búsqueda del fin que se propone el autor”.

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De acuerdo con estos autores y con otros que se pudieran citar como Harold Laswell
y Abraham Kaplan, lo político está dado por cualquier fenómeno de poder, en cuanto
éste significa dirección, orientación, orden. En toda institución social, desde la familia
como la primera hasta el Estado como la mayor, se presenta diariamente una labor
de orientación, de dirección, la cual realiza el gobierno de la institución. Ahora bien,
las decisiones que toma el gobierno en un sentido o en otro, pueden provenir de una
acción autónoma del gobernante, o pueden estar influidas por fuerzas procedentes
de fuentes externas al órgano de la decisión. Pues bien: la actividad misma de la
dirección, de la orientación, del ordenamiento de la institución por parte del
gobernante, y además todos los esfuerzos que realizan otros agentes por influir de
una u otra forma en las decisiones de aquél, son actividades políticas.
Sin embargo, no consideramos hasta ahora sino el acto último dentro de una posible
gran escala. Porque llegar a la situación de gobierno institucional supone toda una
serie de actividades encaminadas al apoderamiento de los mecanismos de suyo
capaces de orientar la institución. El apoderamiento de tales mecanismos puede ser
real, si de hecho lograr y además formar, si recibo la investidura del gobierno de la
institución. Pero puede tratarse también de una situación de hecho, como ocurre
frecuentemente, cuando sin tener la investidura formal, logro sin embargo imprimir la
orientación que yo quiero por medio de las personas que formalmente están
investidas de poder.
Por lo tanto se da la política cuando en un club social quiero que se me nombre
gerente o intrigo con la junta directiva para que se destituya el actual y se me elija a
mí. Hay actividad política, cuando en las pugnas sindicales un líder obrero trata de
mantenerse como el jefe del sindicato en contra de quienes lo acusan de estar
entregado a los patronos y por lo tanto quieren deponerlo.
Hay política cuando los estudiantes se esfuerzan por conseguir poder decisorio en la
fijación de planes de estudio y en la administración de la facultad. Se da verdadera
política cuando la mujer anda asediando al marido para que se tomen ciertas
determinaciones en la marcha del hogar. Y, por supuesto se da política cuando me
lanzo como candidato a la presidencia de la república y trato de convencer a los
electores de que con su voto acceden a mi llegada al poder.

B. Concepción restringida de lo político

Se encuentra en los diccionarios y enciclopedias que afirman tradicionalmente que


“la política es la ciencia del gobierno de los Estados, o el arte y práctica del gobierno
del Estado”. Así, por ejemplo, el ya citado Max Weber dice: “Nosotros entendemos
por política únicamente la dirección de una asociación política; es decir, en nuestro
tiempo, de un Estado”. La misma tesis es definida por Robert Dahl, autoridad
innegable de la Ciencia Política, y es asimismo la que sustenta la mayor parte de los
autores que se ocupan de estos temas.
Tenemos entonces que solamente se hace política cuando la actividad de
orientación, de ordenamiento, de dirección se lleva a cabo dentro de los límites de la
comunidad global organizada en lo que hoy llamamos Estado. Así hace política la
persona que se cantidatiza. La persona que vota. El gobernante en sus funciones.
Los partidos políticos que quieren llegar con sus cuadros e ideas a los puestos de

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comando. Los grupos de presión cuando se ocupan de influir de alguna manera en
las decisiones políticas que los afectan.

C. Concepción intermedia

La diferencia entre las dos tesis anteriores no es radical. En definitiva concuerdan


sobre la naturaleza de lo político que es el poder, cuando está en juego la dirección,
la orientación de una comunidad. El que se tome cualquier comunidad o cualquier
institución comunitaria, o se restrinja solamente a la comunidad global, al Estado,
parece más bien algo secundario. Y se argüiría más un problema metodológico que
un problema de fondo.
Razón tiene Maurice Duverger cuando afirma: “La polémica tiene poca importancia
como así lo demuestra el hecho de que incluso aquellos que definen la política como
ciencia del poder en general reconocen que éste alcanza su forma más perfilada, su
organización más completa, en el Estado, y que es dentro de este contexto donde se
le debe estudiar principalmente. En las otras sociedades humanas el poder se
encuentra todavía en períodos embrionarios”.
La política, pues, hace referencia al poder, en los términos dichos. Con esto se
descartan diversas teorías ya superadas como la de que el objeto de la política era
el Estado, no en cuanto forma de poder, sino en sí. Además, se tiene un criterio para
discernir toda una serie de definiciones sumamente elaboradas por politicólogos y
sociólogos modernos.
A tal fin podemos destacar conceptualizaciones de tres destacados pensadores:
▪ David Easton: la política es la actividad envuelta en las decisiones voluntarias de
la comunidad.
▪ Francois Bourricaud: la política se refiere al conjunto de procesos mediante los
cuales una sociedad realiza su consenso.
▪ Raymond Aron: la política tiene que ver con la estructura de la autoridad en la
gestión de los negocios públicos.

3. DIMENSIONES DE LA POLITICA
La política tiene mil rostros. Es una realidad compleja, multiforme y multifacética.
Pero hay en ella algunas constantes que podemos destacar. Las podemos llamar
dimensiones fundamentales de la política. Como lo expresa Jaime González D. : “La
política oscila entre el polo concreto de las acciones inmediatas, y sus necesidades
pragmáticas, y las visiones comprensivas y totalizadoras del hombre y de la
sociedad. La acción política va desde la descripción y la utilización fría de los
hechos, hasta las valoraciones y las proyecciones futuristas. La política forma así
una especie de figura complicada y multidimensional”.

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3.1. LA DIMENSIÓN TEORÉTICA DE LA POLÍTICA

El hombre se relaciona con el mundo exterior en dos direcciones fundamentales: con


las cosas y con los otros hombres. Un primer movimiento lo lleva a captar, a asimilar,
a conocer el mundo que lo rodea. Un segundo movimiento lo lleva a actuar, influir,
transformar, ese mundo exterior.
El primer movimiento, el de asimilación del exterior por parte del hombre, está en la
base de la ciencia y de la filosofía, de todo aquello que los griegos llamarían teoría,
es decir contemplación. El segundo movimiento está en la base de la técnica, de
toda acción transformadora de la naturaleza y de la sociedad, es decir lo pragmático.

Ambos movimientos se complementan y se exigen mutuamente. En los siglos


anteriores la ciencia y el descubrimiento y formulación de los grandes principios fue
primero que su aplicación con miras al bienestar humano, o sea la técnica. En
nuestro tiempo la tecnología va tan rápido que ella más bien es la que va planteando
preguntas y haciendo que los teóricos avancen en la ciencia. Aunque en lo teórico
dominan la actitud de receptibilidad, no podemos hablar de pasividad. La teoría es
también acción, pero es una acción de signo diferente de la acción pragmática de
transformación del mundo.
La función teorética es una función de asimilación, de capacitación de elementos
que, debidamente procesados, vienen a enriquecer al ser que los capta. En este
esfuerzo cognoscitivo, propio del espíritu humano, podemos distinguir tres niveles,
como tres pisos con un mismo ascensor. Está la planta baja del conocimiento
ordinario o vulgar del hombre de la calle. Sigue el nivel de un conocimiento más
elaborado y organizado, el de conocimiento científico. Y en el proceso teórico hay
una etapa superior o pent-house, que llamamos conocimiento filosófico, que es el
encargado de indagar por las causas últimas de los fenómenos y donde se elaboran
los principios más generales y universales.
En el proceso teorético o cognoscitivo de la política encontramos también dichos
niveles. Hay una planta baja de un conocimiento pre-científico y prefilosófico que se
da en el hombre de la calle y en el ama de casa que tiene alguna cultura. Al vaivén
de los acontecimientos diarios, gracias a la radio, al periódico y a la T.V., un buen
número de personas tienen un conocimiento vulgar y espontáneo de la política.
Saben algo de democracia, de dictaduras, de gobierno, de partidos, de elecciones...
Pero dicho conocimiento es anárquico, superficial y desorganizado.
Solamente se llega a un nivel científico cuando el conocimiento racional es un
conocimiento sistemático, exacto y verificable. La característica de la ciencia es la
racionalidad y la objetividad. Hay ciencias formales, que se ocupan de entes ideales,
como la lógica y la matemática, y hay ciencias fácticas, que se ocupan de los
hechos, ya sea de la naturaleza o de la sociedad. Entre éstas se sitúa la ciencia
política. Estas ciencias necesitan como método de observación y/o la
experimentación. Una vez captados los datos de observación, se hace un análisis
sistemático de ellos, se intenta llegar a una comprensión total del objeto estudiado y,
a veces, se logra esbozar una proyección hacia el futuro. La política como ciencia
es, entonces, el conocimiento racional, sistemático y metódico de los hechos y
fenómenos políticos. Dicho proceso de asimilación y comprensión de lo político tiene
cuatro momentos lógicos y operacionales metodológicas: 1) búsqueda y captación
de los datos (hechos o fenómenos políticos); 2) análisis sistemático y metódico de

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dichos datos; 3) intento de una comprensión total o “Teoría”; 4) posible proyección al
futuro. Los dos momentos claves son la capacitación de los hechos con nitidez y
seguridad; y la comprensión de los mismos, tomándolos en conjunto.
En el campo de la política también se da un nivel de mayor abstracción intelectual, el
de la filosofía política. La filosofía es esencialmente metafísica, es decir, sobrepasa
los datos inmediatos de la experiencia y tiende hacia un más allá. Tanto la filosofía
como la ciencia parten de los hechos observados. Pero hay una mayor dependencia
de la ciencia con respecto a la experiencia, que de la filosofía con respecto a la
misma. Con la Ciencia Política estamos más cerca de los hechos comprobados de la
vida política que con la filosofía política que está más lejana y es más abstracta en
sus razonamientos.

3.2.LA DIMENSIÓN PRAGMÁTICA DE LA POLÍTICA

Hay diferencia entre saber y saber hacer. Una cosa es el estudio y análisis
cuidadoso de los hechos políticos y otra es la obtención de ciertas metas políticas
por los medios adecuados. Uno es el trabajo científico del politólogo y el otro el
trabajo militante y organizativo del líder o político de oficio. Se dan frecuencia elcaso
del estudioso de la política sin militancia política; y a la inversa, el caso del
pragmático de la política sin que tenga mucha Ciencia Política ni filosofía política. La
síntesis de ambos suele producir casos notables de estadísticas y conductores
autorizados de partidos. La intención del teórico es captar el mundo, interpretarlo. La
intención del pragmático es transformarlo, según sus deseos o aspiraciones.
Lo pragmático de la política nos lleva a señalar ciertas metas deseadas (lo
axiológico) y luego planear como alcanzarlas por medio de nuestras acciones
concretas. Lo pragmático es así esencialmente instrumental: nos indica cómo hacer
lo que hay que hacer. El hombre de acción política calcula de antemano lo que va a
suceder y define sus acciones en función de los resultados que espera obtener.
Se debe llamar la atención sobre algunos de los aspectos implicados en una praxis
política:
• En la actividad política también rige los principios de economía y
de eficiencia. Mediante el primero se trata de minimizar racionalmente
los esfuerzos y maximizar los resultados. Por el segundo se trata de
obtener con certidumbre y precisión los resultados al menor costo
posible.
• El acceso a la meta no es siempre inmediato. En la política
también hay que planear acciones a largo alcance y proveer una serie
de etapas intermedias. La previsión pragmática lleva a establecer
estrategias. La estrategia determina una organización de acciones,
establece una línea general de acción prevista para obtener mejor los
resultados deseados.
• Quien señala estrategias debe señalar también tácticas. Las
tácticas responden a acciones, de alcance más circunscrito, cuya misión
es sostener y facilitar las líneas estratégicas. La utilización adecuada de
las tácticas se apoya en el correcto análisis de las circunstancias
concretas.

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• Aunque en los fenómenos sociales hay menor funcionamiento
mecánico que en los fenómenos naturales, sin embargo también cabe el
uso de ciertas técnicas, como medios de organizar la acción para
alcanzar objetivos prefijados. Hay técnicas para el manejo de masas, de
grupos, de opinión pública, etc.
• También pertenecen a la dimensión pragmática de la política las
creaciones artísticas y los estilos personales de hacer política. La
política es igualmente un arte, y hay en ella lugar para creaciones
originales, para filigranas o decorados rebuscados, para intuiciones y
genialidades. El arte da lugar a los diversos estilos. Así como cada
artista organiza su inspiración y sus técnicas para crear cierto tipo de
mensaje artístico, su estilo igualmente personal, los personajes políticos
definen una manera de organizar sus ideas y su acción política,
estableciendo en esta forma sus estilos característicos. Nuestros
grandes políticos tienen todos su arte personal y su estilo propio de
hacer política. Los ejemplos sobran.

3.3. LA DIMENSIÓN AXIOLÓGICA DE LA POLÍTICA


La política tiene que ver tanto con los hechos como con los valores. Tanto el hombre
de la calle como el científico social, el simple ciudadano como el alto dirigente
político, todos evaluamos continuamente las realidades políticas y proyectamos
nuestras aspiraciones, en forma de anhelos o de exigencias. La dimensión
pragmática de la política depende de la axiológica. Lo axiológico fundamenta la
elección de las metas que se van a alcanzar.
En nuestro lenguaje corriente, un mismo vocablo expresa un hecho, una idea o un
valor. Por ejemplo, si un orador en una plaza pública dice: “Colombia es una
democracia. La democracia es el gobierno del pueblo. Compañeros: tenemos que
defender la democracia con todas nuestras fuerzas”, la palabra “democracia” en el
primer caso designa un hecho; en el segundo, una idea; y en el tercero, un valor por
el que vale la pena luchar.
Los valores son fundamentales en la vida del hombre. Ellos guían e inspiran su
acción presente con miras al futuro. El hombre es un ser temporal y transformador,
es un ser de acción que hace su vida y hace su historia. No es una simple máquina
computadora que registra datos y acumula conocimiento y luego los repite
automáticamente. Empero, para hacerse e ir haciendo la historia, el hombre necesita
los valores. Los valores le abren el futuro y lo orientan en las diversas posibilidades.
Por ello el influjo de lo axiológico es fundamental también en la política, tanto en lo
individual como en lo colectivo . hay una ética del político, visto desde un punto de
vista individual; y hay una ética de la política, vista desde un punto de vista social. La
primera le señala al político y al gobernante la pauta de conducta. La segunda marca
los derroteros que debe seguir la política global.
Son tan importante los valores y las utopías sociales en la vida política que las
alternativas principales en la política pueden clasificarse adecuadamente desde el
punto de vista valorativo. Se puede hablar entonces de una posición conservadora
cuando por el sistema se defiende los valores aceptados. Se habla de una posición
renovadora cuando se trata de abrirles campo a nuevos valores en lugar de los

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vigentes hasta entonces. y se llama posición revolucionaria cuando la posición
renovadora pretende transformar totalmente la sociedad en su conjunto.
3.4. INTERRELACIÓN DIMENSIONAL DE LA POLÍTICA
Como síntesis de lo anteriormente expuesto, se puede decir que las dimensiones
teorética y pragmática de la política atienden a los hechos; es decir, a LO QUE ES la
política. En cambio, la dimensión axiológica atiende a los valores; es decir, LO QUE
DEBE SER la política.
Sin embargo, las tres dimensiones se implican y refuerzan mutuamente:
a) La acción asimilativa o contemplativa.
b) La acción organizativa o transformante.
c) La acción discriminativa o selectiva.

DIMENSIONES DE LA POLITICA

IDEOLOGIA UTOPIA
Sistemas de símbolos Sistema ideal de valores
* que explicita 3. Valores
acontecimientos
* que informa acciones 1. Teoría (conocer)
* Capacitación de datos
* Análisis metódico
* Comprensión
* Proyección

2. Praxis (transformar
la sociedad)
* Estrategias
* Medios
* Tácticas
* Técnicas
* Arte y estilos

LO QUE ES LO QUE DEBE SER


La política la política

3.5. PAPEL DE LAS IDEOLOGÍAS Y DE LAS UTOPÍAS:


Aunque sin entrar de lleno en el tema, es oportuno llamar la atención sobre el papel
efectivo y relevante que tiene en la política las llamadas “ideologías” y “utopías”. Se
entenderá mejor su papel al ubicarlas en el gráfico anterior, en relación con las
dimensiones teoréticas, pragmáticas y axiológicas de la política.

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▪ La ideología política, siendo un sistema de símbolos lógicamente
coherentes, no es ni un simple mito, ni es metafísica, ni llega a ser
plenamente ciencia. Pero tiene suficientes elementos teóricos para ser
capaz de explicitar el significado de acontecimientos, situaciones y posibles
cauces de acción humana. A la vez, en contraste con la utopía, tiene la
ideología componentes prácticos de acción y orientación, que la hacen muy
útil para los grupos, partidos o movimientos que quieren ser agentes de
cambio histórico.
▪ La utopía política, por su lado, siendo un sistema ideal de valores, significa
una denuncia existente, y el anuncio de un nuevo orden social y político,
muy útil para la praxis política.

4. LA REALIDAD POLITICA
4.1. REALIDAD SOCIAL.
El objeto del conocimiento de lo político es, como ya lo hemos señalado, la realidad
política, que forma parte de la más amplia realidad social, o plano humano, el cual, a
su vez, se distingue de la realidad natural o plano no humano, por oposición a la
realidad última y trascendente, en el plano trashumano o teológico.
En cuanto a la realidad social, cabe destacar que generalmente los tratados de
derecho político, y aun los de teoría política, suelen incluir una exposición atinente a
la teoría de la sociedad, o referida a los elementos sociales de la realidad política.
Sin embargo, éste es el objeto propio de otra ciencia que no es la política,
precisamente, sino la sociología, y una prueba más del sincretismo que encierra el
mencionado derecho político.
Consideramos que basta con señalar que la realidad política forma parte de la
realidad social, sin necesidad de entrar a examinar ésta última, a fin de no confundir
el objeto propio de nuestra materia. Sabemos de la estrecha relación existente y la
destacamos más adelante al considerar lo político como un subsistema dentro del
más amplio sistema social.

4.2. CONTENIDO DE LA REALIDAD POLÍTICA.


La realidad política está conformada por los hechos y fenómenos políticos o que
tienen incidencia política. Un hecho o fenómeno es esencialmente político cuando
presupone una relación de mando y obediencia, que juntamente con la distinción
entre lo público y lo privado configuran el plano interno de la realidad política. Pues
en el plano externo de ella, al menos formalmente, no se da la relación de mando y
obediencia entre los sujetos Estados, sino otras formas de relaciones de poder –
equilibrado o disputado- que expresan la dialéctica amigo-enemigo y se manifiestan
como negociación y compromiso (alianza, tratado, etc.).
Sin embargo, como lo político está, en cierta forma condicionado por lo social,
cualquier hecho o fenómeno, no esencialmente político, puede eventualmente
presentar una incidencia política. Incluso los fenómenos y recursos naturales pueden
repercutir políticamente.

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Además, la realidad política incluye valores y, fundamentalmente, al hombre, zóom
politikón, con sus valoraciones o preferencias, sus instituciones, sus formas
relacionales y su historia. Elementos, todos, que a veces son sintetizados en la
ecuación: individuo, intereses, instituciones y orientación política, es decir la persona
política. De manera que la realidad política, como orden de convivencia, presenta un
contenido con elementos subjetivos y objetivos; por consiguiente, tanto “la
investigación individual exacta como la capacitación de las formas sociales en su
integridad constituyen el análisis de la realidad política”.
Ahora bien, esta persona política lo es tal porque se le halla siempre como miembro
de una comunidad política: pero, además, como expresa Friedrich, porque reúne
otros cuatro elementos: adaptabilidad, formulación y participación de proyectos que
especifican su función en la comunidad, autoexperiencia a través del yo y
comunicación con sus semejantes por medio del lenguaje.
De manera que la necesidad de la vida en comunidad hace que la pluralidad de
personas, con su variedad de proyectos, procure adaptarse a las diferentes
situaciones ordenando las experiencias del yo en relaciones políticas con los otros,
con miras a fundar un orden social que exprese las preferencias, valores, intereses y
creencias de esa comunidad. Esto supone el traspaso de la esfera de lo privado al
ámbito de lo público, surgiendo, así, la esencial relación política de mando y
obediencia que es de naturaleza jerárquica. Lo cual se da en un proceso que es
predominante constructivo o arquitectónico, pero que también es competitivo o
conflictivo y se expresa por medio de sus elementos fundamentales: el poder, el
derecho y la configuración.
Pues, como se ha señalado, es preciso superar la confusión de que en la política se
contraponen el poder y el derecho como magnitudes incompatibles, cuando en
realidad lo que se produce es una tensión continuamente superada y, a la vez,
renovada de dichos elementos relativos al contenido de la política. En efecto, como
señala von der Gablentz, “la política no es en sí lucha por el poder, sino lucha por el
poder con el fin totalmente determinado de conseguir un orden de vida en común
relativamente duradero y gobernar en él.
Pero un orden duradero sólo es posible si los subordinados se ensamblan, porque
queda satisfecha una mínima medida de un sentimiento a favor del derecho. El
poder y el derecho se encuentran en el tercer elemento, la configuración. De manera
que la realidad política, como expresa Jiménez de Parga, es una realidad principal,
en el sentido que el poder y el derecho son los principios que se articulan en una
unidad de determinación que la configura como “realidad organizacional”.
Estas consideraciones hacen pertinente que lo político sea enfocado como un
sistema empírico estructurado por un conjunto de partes interrelacionadas
funcionalmente y que pueden ser descrito y explicado mediante “un sistema
conceptual unitario”.

5. CIENCIA Y POLITICA
Es necesario establecer una distinción conceptual, lo más clara posible sobre el
objeto de la materia, inclusive procurando cierto rigor en la terminología, partiendo
de la base sentada por Arnold Brecht de que ya no son –como en el pasado-

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conceptos intercambiables los de la teoría política, filosofía política y ciencia política,
sino perfectamente definidos y hasta diferenciados de la doctrina e ideología
políticas. Por ello se enfoca la problemática del conocimiento de lo político como
relación que se establece entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer y que
se traduce en la aprehensión que el primero hace el segundo sin modificarlo ni
confundirse con él. Tal concepto permite distinguir el conocimiento científico o
especulativo, no sólo del simple conocimiento vulgar, sino también de otros modos
de conocimiento reflexivo pero que no son científicos por carecer de alguno de sus
tres requisitos fundamentales:
a) Saber objetivo.
b) Aplicación del método científico en sentido estricto.
c) Comunicable: intersubjetivamente transmisible.
De ahí la significación del papel atribuido a la teoría política en el conocimiento
científico de lo político y de la importancia que se le ha dado en los enfoques
modernos. En efecto, la teoría política contemporánea no puede confundirse con la
exposición histórica de acontecimientos, hechos o fenómenos políticos, porque ello
corresponde más bien a la historia de las doctrinas políticas. Tampoco puede
enfocarse desde un ángulo netamente jurídico (derecho político), o con algunos
matices sociológicos (sociología política). Finalmente, la teoría política moderna no
ha de identificarse con la filosofía política, si se le reconoce un dominio propio en la
investigación, como claramente lo señalan Arnold Brecht, Carl Friedrich, Marcel
Prélot, David Easton, etc., y, entre los autores nacionales, Mario Justo López, Carlos
A. Floria, etc.
La teoría política moderna consiste en ese modo de conocimiento que tiene por
objeto describir y explicar la realidad política. De manera que el teórico político trata
de captar la realidad política sin influir sobre ella, ni tratar de modificarla, y en esto se
diferencia tanto del ideológico, como del doctrinario y del filósofo. O sea que el
objeto por conocer –realidad política- es siempre el mismo; lo que varía en la
relación del conocimiento es la actitud del sujeto cognoscente en la formulación de
sus juicios, que son de mero conocimiento en la teoría, y se expresan como juicios
de valor, normativos o prescriptivos en las formas de conocimiento no teórico, es
decir, carentes de los requisitos científicos que hacen al conocimiento objetivo,
metódico y comunicable como señala Georges Burdeau.
La teoría política es, entonces, el núcleo de la ciencia política. Ella constituye el
sistema articulado de proposiciones o generalizaciones acerca de las relaciones,
regularidades o uniformidades que explican la realidad política. Su sistematización
se desenvuelve en tres planos: descriptivo de los hechos y fenómenos políticos, que
constituye actualmente su aspecto más preponderante; explicativo, que se da sobre
todo en la teoría causal; y predictivo, que es el grado más avanzado de teorización
en toda ciencia.
La teoría política moderna trata del ser de la realidad política y, por ello, se diferencia
de la llamada teoría política tradicional o clásica que se refería al deber ser de la
realidad política, particularmente del Estado.
Partiendo del principio del relativismo axiológico, fundado en la lógica formal, y por el
cual se establece una separación neta entre el ser de las cosas que pertenecen al
sistema empírico, y el deber ser que trasciende la realidad fenoménica en su
enfoque trasempírico, Jellinek, Max Weber, Brecht, Kelsen, concluyen en la

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imposibilidad de transitar, en el razonamiento discursivo, de lo que es a lo que debe
ser, confundiendo, así, en la investigación científica juicios de conocimiento empírico
(teóricos) con juicios de valor normativo que entran en los dominios de la filosofía, de
la doctrina o de la ideología. Esta radical distinción explica que Georg Jellinek hable
de Teoría general del Estado; mientras Jean Dabin da a su obra Doctrina general del
Estado, la denominación adecuada a su contenido.
Pero la labor de Jellinek centra todo su interés en el Estado. El título mismo de la
obra no deja lugar a dudas sobre sus verdaderos alcances. De la múltiple,
polifacética, cambiante, compleja e indivisa realidad política –como la califica Mario
Justo López en su meritoria Introducción a los estudios políticos-, Jellinek rescata
para el conocimiento científico la forma política perfecta: el Estado. El resto de esa
realidad política la deja librada a la apreciación valorativa y, por consiguiente,
subjetiva del sujeto cognoscente, es decir, como perteneciente a la política, que no
constituía en su pensamiento, una disciplina teórica, ni, por tanto, científica, sino tan
sólo una ciencia práctica, del obrar, completamente distinta de una ciencia pura o
especulativa.
En las fronteras de su Teoría general del Estado, Jellinek es consciente de que
incursiona en ese terreno valorativo, no científico, cuando trata, precisamente, de la
justificación y de los fines del Estado. La teoría política moderna podría decirse que
intenta completar la labor científica de Jellinek al tratar de integrar sistemáticamente
la realidad política no estatal, con la teoría general del Estado.
En esta ardua tarea los teóricos encuentran que el Estado, en cuando categoría
analítica, resulta insuficiente para el análisis global de la realidad política que no se
identifica ni agota con dicha forma política, como lo señala el catedrático español
Manuel Jiménez de Parga en su esclarecida obra Los Regímenes Políticos
Contemporáneos, y surge, además, del juicio crítico de autores tan objetivos como
Jean Meynaud y David Easton.
En consecuencia, nuevas corrientes teóricas se orientan hacia una búsqueda de
categorías analíticas más expresivas del fenómeno político. Las perspectivas
descendieron desde la macropolítica estatal hasta las profundidades de la
micropolítica, mediante el análisis de la acción política y el comportamiento político o
del enfoque centrado en el poder –desenvuelto por la cratología, a pesar de sus
insuficiencias teóricas, como señalan Jean Meynaud y Manuel Jiménez de Parga-,
cuya temática es examinada en el poder político, la autoridad política, la relación de
poder basada en la negociación, la relación de poder basada en el liderazgo político,
la dominación política, las bases de legitimidad del poder político, teoría de la clase
política, teoría de la burocracia; para ascender nuevamente, mediante la inferencia
empírica, a la macrodimensión con el análisis del sistema político.
Como lo reconoce Helio Jaguaribe –en Sociedad, cambio y sistema político-
corresponde a David Easton el mérito de haber introducido el análisis sistémico en el
conocimiento teórico de lo político, al plantear la problemática en su ya clásica obra
The political system.
Este último enfoque constituye el esfuerzo más reciente para sentar las bases de
una sistematización global del conocimiento de lo político planteando la factibilidad
de una teoría general de la política. Sus perspectivas se han visto ampliadas por
Almond y Powell al desplegarlo en el plano de la política comparada. Su interés,
como unidad de análisis capaz de captar la dinámica de la realidad política –al
establecer la interrelación de lo político con las otras funciones societales-, aumenta

15
la posibilidad de encontrar el vínculo –cuya necesidad señala Jean Meynaud en su
Introducción a la ciencia política- entre las dos dimensiones de una misma realidad
política: lo micro y lo macro, quizá por vía de la cultura, como lo atisba Pablo Lucas
Verdú en sus Principios de ciencia política.
Mientras tanto, el interés por el análisis sistemático se hace cada vez más manifiesto
en Europa y en nuestro país a través de la prestigiosa cátedra del profesor Mario
Justo López, de Segundo V. Linares Quintana, Juan Carlos Irigoyen, Hugo Revol
Molina, José Rriéffolo Bessone, Artemio Luis Melo y otros estudiosos que esta
enumeración no desea omitir.

6. EL CONOCIMIENTO DE LO POLITICO
6.1. CONOCIMIENTO
Nuestro interés se centra en lo político. Más precisamente en el conocimiento de lo
político que en el hacer como arte de la política. De ahí que sea pertinente señalar
nuestro concepto del conocimiento en general y del conocimiento político en
particular.
Partiendo de un realismo gnoseológico: “el realismo genuino no está supeditado a
los valores, por ser en el proceso de cognición, el paso que precede a nuestras
elecciones de valor; en suma mientras seamos sólo realistas, seremos neutrales; o
sea que el realismo consiste esencialmente en una descripción completa de la
realidad” (Sartori), entendemos que el conocimiento expresa una relación entre el
sujeto cognoscente y el objeto por conocer. En esta interrelación de dos miembros,
el sujeto busca de aprehender al objeto sin modificarlo ni confundirse con él. De
manera que ambos conservan su independencia, en todo el proceso del
conocimiento, manteniéndose el dualismo sujeto-objeto, que constituye la esencia
del conocimiento, no obstante la correlación existente.
El sujeto cognoscente actúa, receptivamente frente al objeto por conocer, de modo
que el conocimiento es la captación del objeto por el sujeto que se determina en una
imagen objetiva de aquél.
Se distinguen, así, tres elementos: el sujeto en el plano psicológico, el objeto en la
esfera ontológica y la imagen en el terreno lógico; los cuales se aúnan en la teoría
del conocimiento.
La correlación entre sujeto cognoscente y objeto por conocer es irreversible desde el
punto de vista gnoseológico y se da como determinación del sujeto por el objeto. En
cambio, la correlación se revierte cuando se la enfoca desde el plano de la acción, y
entonces podemos decir que el objeto es determinado por el sujeto.

6.2. CONOCIMIENTO POLÍTICO


El conocimiento de lo político se adecua a esta correlación esencial y, por tanto,
estamos ante un sujeto cognoscente frente a un objeto por conocer.
Al objeto del conocimiento político lo denominamos realidad política como sector
analíticamente distinto de la realidad social.

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La aprehensión, por el sujeto cognoscente, de la realidad política tal como ella es,
constituye el saber teórico o teoría política.
6.3. CARACTERÍSTICAS DE LA TEORÍA CIENTÍFICA DE LO POLÍTICO.
La teoría política es un modo del conocimiento científico porque participa de sus
características esenciales: saber objetivo, que se adquiere con arreglo a un método,
que es el método científico y, por consiguiente, resulta intersubjetivamente
transmisible.
A - Objetividad:
El conocimiento teórico es objetivo precisamente porque se esfuerza enaprehender
el objeto –en nuestro caso la realidad política- en su manifestación existencial, es
decir, en su dimensión óntica, y no en la esfera metafísica o del deber ser. De ahí
que sea un saber basado en juicios existenciales o de mero conocimiento, y no en
juicios de valor o subjetivos.
B - Método científico:
La segunda nota característica del conocimiento teórico consiste en que se trata de
un saber adquirido siguiendo los pasos del método científico, el cual, según Arnold
Brecht, se desenvuelve en las siguientes etapas:
a) Observación.
b) Descripción.
c) Clasificación y medición.
d) Aceptación o recusación.
e) Generalización inductiva.
f) Intento de explicación.
g) Deducción lógica.
h) Comprobación.
i) Corrección.
j) Previsión.
k) Recusación.
C - Transmisibilidad intersubjetiva.
Ésta es la tercera nota que caracteriza al saber científico. Siendo un conocimiento
empírico y adquirido conforme a las reglas del método científico, sus datos pueden
ser comunicables por el sujeto cognoscente, de manera que es intersubjetivamente
transmisible a otros sujetos cognoscentes, que a su vez pueden verificarlos
utilizando el mismo instrumento de análisis para esos hechos, fenómenos, hipótesis
o proposiciones, es decir, el método científico.

6.4. NIVELES DE TEORIZACIÓN.


Podemos distinguir tres niveles de teorización.
A - Un nivel inferior, que es descriptivo y se manifiesta en los primeros pasos del
método científico: observación, descripción, clasificación. Actualmente, la mayor
parte del conocimiento científico de lo político no supera el nivel descripto. “La
observación y la descripción de hechos son importantes pasos de la ciencia, pero no
son teoría, puesto que no “explican” ningún hecho. Ni siquiera son teorías cuando se

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realizan según una teoría determinada que prescriba cómo deben llevarse a cabo
observaciones científicamente admisibles” (Brecht).
B - El segundo nivel de teorización se desenvuelve en el plano explicativo y
constituye la genuina labor teorética. Es en esta fase fundamental que la teoría
política moderna se orienta principalmente con miras a establecer un núcleo teórico
sólido de la ciencia política. En el método científico el nivel explicativo se
desenvuelve, particularmente, en los pasos quinto, sexto y séptimo, aunque también
lo hallamos en los pasos octavo y noveno.
C - El tercer nivel de teorización, o fase teorética superior, corresponde al plano
predictivo, siendo el de mayor desarrollo teórico dentro de las ciencias. En el
conocimiento científico de lo político es, todavía, extremadamente insuficiente el
nivel predictivo alcanzado. “La ciencia política no ha elaborado todavía una técnica
concreta de previsión, salvo en sectores limitados donde, por otra parte, los
progresos se deben casi exclusivamente a los sociólogos y psicólogos sociales. Los
intentos emprendidos son, por el momento, aislados. La situación se explica por la
notable mediocridad de la teoría política” (Meynaud).
Otros modos de conocimiento de lo político que no son científicos –al no sentirse
ceñidos a la rigurosidad analítica del método científico, ni circunscriptos al campo de
una teoría empírica- formulan predicciones doctrinales, ideológicas, o simplemente
intuitivas y de cumplimiento aleatorio, las cuales, sin embargo, pueden ser utilizadas
como hipótesis de trabajo por la teoría científica de la política.
Este nivel predictivo lo ubicamos, dentro del método científico, en el décimo paso.

7 - NIVELES DE CONOCIMIENTO POLITICO REFLEXIVO - SISTEMATICO


7.1. TEORÍA POLÍTICA
Conforme a los presupuestos sentados precedentemente acerca del conocimiento
científico, podemos concebir a la teoría política como el conjunto sistemático de
proposiciones o generalizaciones basadas en el análisis riguroso de los hechos y
fenómenos que conforman la realidad política. Este concepto, muy cercano al que
formulan Carl J. Friedrich y Jean Meynaud, en cuanto a la teoría en general, se
aproxima al de Luis Sánchez Agesta, quien la concibe como “un sistema de saberes
enunciados como aserciones o hipótesis sobre la realidad política, que expliquen su
estructura y procesos como un contorno del mundo en que vivimos y fundamenten
su estimación con un criterio práctico de conducta”. Decimos que nuestro concepto
se aproxima al del ilustre profesor español en cuanto coincide en su mayor parte o,
para decirlo con las propias palabras de Sánchez Agesta, coincide con dos de los
“tres géneros de cuestiones” que, según el mencionado autor, “no precisan un
explícito tratamiento separado, sino que tienen que estar presentes en la
consideración de todo problema”.
Estamos de acuerdo en que la primera cuestión se refiere a cómo está constituida la
comunidad política, lo cual implica un enfoque estático. Asimismo, que esta cuestión
“tiene un valor directo científico e indique cuál sea la forma de una realidad tal como
es conocida por nuestra observación”.

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Por otra parte, coincidimos en que la segunda cuestión es atinente a cómo
entendemos que se desenvuelve el proceso político, lo cual denota un aspecto
dinámico que se examina científicamente mediante la observación de los factores
que ponen en movimiento dicho proceso y explican las regularidades comprobadas.
Pero, aparte de estas coincidencias, en ambas cuestiones, el catedrático español
encuentra que interfiere inevitablemente en la filosofía política, sea como
fundamento de una antropología y una concepción de la sociedad, sea como
especulación de las causas o del sentido del proceso político, respectivamente. Esta
trasposición del plano objetivo al plano subjetivo se completa con la plena afirmación
de una tercera cuestión referente a “cómo entendemos que debe ordenarse la
sociedad y su desenvolvimiento, lo cual refleja una labor de crítica proyectiva por la
que la filosofía política enjuicia la realidad y le superpone la imagen de un deber ser
ideal que debe servir de modelo para su estructura y que debe orientar su proceso
de desenvolvimiento”.
Claro que esta concepción tan amplia de la teoría política que formula el catedrático
español condice con la ubicación intermedia que le asigna “entre la filosofía y la
ciencia empírica, aunque se proyecte preferentemente sobre ésta como el
instrumento que nos permite ordenar y enriquecer los hechos”.
Tal concepción, aunque explora el terreno científico mediante la observación,
descripción y explicación de los datos de la realidad política, efectúa, sin embargo,
esta labor teórica subordinándola al marco de la filosofía política y con miras a la
implementación de un deber ser ideal de orden normativo. La teoría política, así
comprendida, “en cuanto apoya los conceptos en juicios de valor –como dice el
mencionado tratadista”- o constituye una medida que sirve para comprender y medir
los hechos mismos por su concordancia o desviación de los valores particulares”, o
bien “se nos revela en una función sintética entre la sociología, las ciencias jurídicas
y la filosofía política”, lo cual hace que pierda autonomía y se diluya su contenido.
Esta concepción teórica reconoce su objeto en la realidad política; pero lo trasciende
en la explicación de sus causas más allá del plano existencial buscando una
justificación filosófica o de crítica proyectiva. De manera que este tercer elemento –
de crítica proyectiva- que entra en la definición de teoría política efectuada por el
eminente catedrático español, nos parece corresponder con el concepto de “análisis
político” a que hace referencia el politicólogo norteamericano Robert A. Dahl, como
rama relativamente nueva de la actividad intelectual sistemática. En efecto, este
último autor considera que el “análisis político requiere el entendimiento tanto de lo
que es como de lo que debe ser”, de modo que viene a constituir “una combinación
específica, aplicada a circunstancias concretas de análisis empírico y de
suposiciones normativas”.
Ahora bien, que “el análisis político puede llegar a ser un campo especializado del
saber, es una cuestión –expresa Robert Dahl- que por ahora parece no tener
respuesta satisfactoria”.
En cambio, R. Kranemburg tiene una concepción restringida cuando expresa que “la
teoría política es la ciencia del Estado; su función consiste en investigar y determinar
el origen, la naturaleza y la forma del Estado”. Según este autor, “la teoría política
trata del Estado desde un punto de vista distinto al del derecho constitucional
positivo”. En efecto, “la teoría política enfoca su interés sobre el género Estado en
general e investiga sus rasgos y características generales, es decir, in abstracto;

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mientras que la ciencia del derecho constitucional positivo investiga determinadas
constituciones, enfocando, de esta manera, el análisis y explicación de sistemas
políticos particulares, o sea, in concreto. Sin embargo, aunque en la concepción de
Sánchez Agesta el objeto de la teoría política abarque la realidad política, y en la de
Kranemburg el objeto se agote en la consideración del Estado, ambas se identifican
en el mismo enfoque de trasfondo filosófico.
La teoría política moderna, en cambio, reconoce su objeto en la realidad política,
ampliándolo, por consiguiente, más allá del Estado; pero a la vez, circunscribe su
enfoque a la captación de esa realidad como es, mediante la formulación de juicios
existenciales y en procura de la elaboración de un cuerpo coherente o sistema de
generalizaciones explicativas de los hechos y fenómenos que conforman la realidad
política, sin que dicha explicación, o previsión, de darse el caso, trasciendan al plano
metateórico con la expresión de juicio de valor. “La teoría es el resultado de la
observación. Se coloca en el terreno del conocimiento positivo, pero no consiste en
la comprobación de hechos; los trasciende primero para agruparlos, y luego
alejándose aun más, para explicarlos. Con este fin utiliza lo que en la lógica de las
ciencias se denominan “hipótesis”, las que una vez verificadas se convierten en
leyes. Por lo tanto, la teoría corresponde al conjunto de los hechos no sólo
comprobados y ordenados, sino explicados y organizados. Es el vínculo que pone
entre ellos el espíritu. Pero no se trata de un vínculo subjetivo, pues sólo tiene
validez cuando es controlado en seguida por la experiencia, y sólo entre en la
ciencia cuando es confirmado de este modo” (Prélot). Esto es, precisamente, lo que
entiende David Easton, al señalar como una de las cuatro mayores áreas que
abarca la teoría política, en cuanto núcleo de la ciencia política, “el descubrimiento y
desarrollo sistemático.
Esta tendencia parecería que persiste en el espíritu pragmática de las lista tipo de la
UNESCO cuando considera como un aspecto de la teoría política a la historia de las
ideas políticas. Notamos, como una digregación, que tanto en España como en
nuestro país, la misma tendencia se ha manifestado en un singular sincretismo
denominado “derecho político”, que pretende abarcar tanto la teoría de la política
como la historia de las doctrinas políticas. Sin embargo, se advierte un cambio de
orientación en los títulos mismos de obras de tanta relevancia como las de Luis
Sánchez Agesta. Introducción a la teoría política; Mario Justo López, Introducción a
los estudios políticos. Teoría política, 2 volúmenes; y Carlos S. Fayt, Teoría de la
política, 2ª. ed. Asimismo, en el Primer Encuentro Argentino de Profesores de
Derecho Político, celebrado en Rosario, la mesa redonda referida al tema consideró
que la historia de las ideas políticas evidentemente no debería entrar en el contenido
del derecho político por pertenecer a otras materias específicas, de manera que su
inclusión obedecería a la necesidad de cubrir los vacíos e insuficiencias de los
planes de estudio, y no a requerimientos propiamente epistemológicos.
Sintetizando podemos decir que es, precisamente, el profesor Mario Justo López
quien expresa en forma concisa y muy clara la diferencia entre el concepto moderno
de teoría política y el tradicional de doctrina política. “En términos generales –escribe
dicho autor-, puede decirse que, con respecto a la realidad política, la teoría
corresponde al conocimiento especulativo y la doctrina al conocimiento práctico.
Mediante la teoría se trata de conocer la realidad tal cual es; mediante la doctrina, de
influir sobre ella, sea en el sentido de su mantenimiento o de su cambio. La primera
es un modo de pensar destinado al conocimiento comunicable, confrontable y de

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validez general. La segunda es un modo de pensar destinada a la acción de la
realidad política. Busca señalar la empresa a realizar. La realidad objeto de
conocimiento es la misma, pero es distinta la actitud del sujeto. En un caso, se trata
decomprobar los hechos, clasificarlos y explicarlos, para lo cual se recurre a
hipótesis suceptibles de ser verificadas por la experiencia. Predomina la voluntad de
conocer. En el otro, los hechos son juzgados y valorados y se los acepta o se los
rechaza, en función de una weltanschauung, de una ideología, de una motivación o
de una finalidad, y el conocimiento se proyecta o trata de proyectarse sobre la
acción y se convierte así en parte de la propia realidad (tras la imagen de una
realidad política pensada, se proyecta la empresa a realizar). Predomina la voluntad
de querer y poder. En tal sentido, cabe afirmar que la teoría política es conocimiento
de la realidad política que no se confunde con ella y, en cambio, la doctrina política
queda involucrada en la realidad política misma”.
Aunque vemos, como el citado autor, un cambio en la actitud del sujeto cognoscente
frente a un mismo objeto de conocimiento que es la realidad política, y que sobre
todo resulta de que mientras en el conocimiento teórico –durante todo su proceso-
se mantiene la independencia de sus dos elementos: sujeto y objeto, en cambio, en
el conocimiento doctrinal por voluntad del sujeto, se pierde la independencia de los
elementos que conforman la interrelación cognoscitiva para producirse,
precisamente, una identificación o confusión del sujeto con el objeto. Sin embargo,
consideramos que la doctrina no “es un modo de pensar destinado a la acción en la
realidad política”, siendo esa, más bien, la característica principal de la ideología, la
cual, por otra parte, puede tener su base en una doctrina determinada. En efecto, la
doctrina es un modo de conocimiento reflexivo que trata de interpretar la realidad
política desde un punto de vista subjetivo y, por consiguiente, prácticamente
valorativo, pero que no necesariamente conduce a la acción. De manera que las
“doctrinas” constituyen, como dice un autor, “cuerpos intelectuales de preferencias
de valor”.
En tal sentido, señálese que la “doctrina” se ocupa también de los fenómenos pero
los aprecia, los acepta o los rechaza en función de un ideal inmanente o
trascendente, ya que juzga los hechos indicando el modo de asegurar ciertos
valores. Estas consideraciones permiten concluir que resulta de utilidad distinguir la
teoría de la doctrina, tanto desde el punto de vista lógico como metodológico.

7.2. - IDEOLOGÍA POLÍTICA


Hemos visto que el conocimiento teórico constituye “un sistema de saberes
enunciados como aserciones o hipótesis sobre la realidad política”, según el profesor
Luis Sánchez Agesta. Pues bien, la ideología es, también, un sistema de ideas. Pero
mientras el sistema teorético es un sistema abierto o “redefinible”, como expresa
David Easton, la ideología, en cambio, es un sistema predominantemente cerrado a
cualquier recusación. Así vimos como el conocimiento teórico revestía un carácter
provisional, sujeto a permanente recusación, en cada paso del método científico. Al
contrario, la ideología es un sistema de aserciones cuasi dogmáticas que aunque
pueda partir de una base científica –tal, por ejemplo, la pretensión del socialismo de
Marx-, esta base científica, sin embargo, queda eximida de toda recusación, por lo
cual, esencialmente, pierde el carácter de tal, para configurar, más bien, un dogma o
una doctrina que primordialmente se orienta a la acción política, siendo ésta su

21
característica más definida. Precisamente porque la ideología está predominante-
mente dirigida a la acción política es que su misma dinámica reclama una unidad en
el hacer asentada en una integridad del saber, a fin de superar las divergencias
interpretativas que paralizan la acción.
Estas características se hallan perfectamente identificadas en los conceptos que
acerca de la ideología expresan dos eminentes politicólogos, tales como Karl
Loewenstein y Carl J. Friedrich. En tal sentido, el primero manifiesta que la ideología
se puede definir de la siguiente manera: “Un sistema cerrado de pensamientos y
creencias que explican la actitud del hombrefrente a la vida y su existencia en la
sociedad, y que propugnan una determinada forma de conducta y acción que
corresponde a dichos pensamientos y creencias y que contribuye a su realización”.
Por su parte, Carl J. Friedrich expresa: “las ideologías son sistemas de ideas
relacionadas con la acción. Contienen, típicamente, un programa y una estrategia
para su realización, y su función esencial es unir las organizaciones que se han
levantado a su alrededor. Es confuso y erróneo llamar, en los análisis políticos a todo
sistema de ideas una ideología, como se hace a veces con la filosofía de Aristóteles
o con la teología del Antiguo Testamento. Esos sistemas de ideas pueden
suministrar la base de una ideología, pero sólo después de haberse relacionado con
la acción en un sentido específico y para una específica situación. Las ideologías
son conjuntos de ideas vinculadas al orden político y social existente y pretenden ora
cambiarlo, ora defenderlo. Las ideas contenidas en una ideología están, en cuanto
tales, relacionadas con la acción y pueden ser verdaderas y apropiadas, o no serlo;
lo que las convierte en “ideologías” es su función en el cuerpo político.
Por tanto, como expresa Karl Loewenstein, es “importante subrayar expresamente
que las ideologías –y esto es lo que las diferencias de la teoría o filosofía política-
impulsan a sus partidarios a la acción para conseguir su realización. Ideologías son,
por consiguiente, el telos o el espíritu del dinamismo político en una determinada
sociedad estatal”. De manera, entonces –como lo señala un autor-, que la ideología
no es un conocimiento teórico, sino práctico y que conduce a la acción al determinar
las conductas, lo que da un carácter pragmático y operativo que tiende a sacralizar
las ideas en postulados presentados como consignas dogmáticas, en hipótesis
intangibles que se corresponden con su carácter de sistema cerrado de ideas y
creencias.

7.3. LA FILOSOFÍA POLÍTICA


Esta es una de las cuestiones más complejas. En efecto, tan ardua es la tarea de la
diferenciación, que hay, de hecho, una corriente de pensamiento que identifica la
teoría política con la filosofía política (teoría de los valores). En este enfoque, la
teoría -contrariamente a lo que hemos señalado antes- tiene una amplia base
axiológica y toma precisamente la denominación de teoría normativa, por oposición
a la teoría empírica, que trata de analizar el comportamiento político actual y de
identificar las principales variables.
Por otra parte, y en una posición diamentralmente opuesta, se sostiene una filosofía
empírica que también puede llegar a confundirse con la teoría política. Esto nos
conduce a reconocer que las dificultades –como señala un autor de reconocido
mérito en la materia- quizá no provengan tanto de la falta de homogeneidad de la

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ciencia política como de la heterogeneidad de la filosofía, a la cual viene a sumarse
el trasfondo ideológico de la filosofía política.
Nuestra posición, con lo expresado supra y coincidente con Arnold Brecht en el
sentido de que no pueden ser términos intercambiables, nos hace concluir en la
necesidad de diferenciar la teoría política de la filosofía política. Más tal
diferenciación no implica que no exista una conexión o estrecha relación entre
ambas disciplinas. Otra cuestión, anexa a esta última, es si la relación se da como
subordinación de la teoría política respecto de la filosofía política o viceversa.
La diferenciación resulta procedente en el campo analítico. Mientras la teoría política
-por su riguroso carácter científico- se circunscribe al examen de los hechos o
fenómenos políticos y sus relaciones casuales, en virtud de juicios existenciales,
despojados de toda valoración o substratum normativo; en cambio, la filosofía
política parte, precisamente, de supuestosaxiológicos imposibles de ajustar a las
reglas del método científico en sentido estricto, por su misma naturaleza
trasempírica o metafísica. Así, la delimitación no implica desconexión de estas
disciplinas, sino más bien reconocer que se hallan estrictamente ligadas, ya que en
la serie de definiciones los términos no definidos por la teoría política empírica –en
razón de su índole metafísica, de carácter axiológico- son como puntos de partida de
la filosofía política.
Ambas buscan la verdad: la teoría política empírica lo hace con arreglo al método
científico; en consecuencia, es una verdad relativa, circunscripta al tiempo y al
espacio, sujeta a recusación y, por ello, redefinible, aunque siempre como mera
afirmación científica. La filosofía, en cambio, se orienta hacia la búsqueda de una
verdad que trasciende al marco científico en sentido estricto, y adquiere una
amplitud con visos de absoluta, ya que ahonda en la realidad última o de las causas
y principios más generales de las cosas; en tanto que la filosofía política implica una
concepción epocal del mundo y del hombre como concreción de aquella verdad
absoluta dirigida a la consecución del bien común. Es precisamente esta finalidad,
precisamente esta finalidad, esencialmente moral del bien común, la que ubica a la
filosofía política en el plano del deber ser ético-normativo que se manifiesta en la faz
arquitectónica de la política como búsqueda de la mejor forma política, actividad
ésta, que se desenvuelve dentro de la virtud moral, de la prudencia política tanto en
su aspecto gubernamental o arquitectónico como en su manifestación obedencial
respecto del comportamiento de los gobernados.
La teoría política, en cambio, no sólo es descriptiva de los hechos y fenómenos que
conforman la realidad política; sino esencialmente explicativa de las uniformidades y
relaciones causales, propósito que la ubica en plano existencial, del ser de esa
realidad cambiante que analiza empíricamente.
Ahora bien: ¿cómo es esta relación? Para determinada corriente filosófica, la teoría
política está condicionada por la filosofía política; mientras que para otros autores la
filosofía política es una rama de la teoría política. En realidad, la vinculación no
implica subordinación sino más bien inordinación, que en el terreno de la
investigación se expresa como interdisciplinariedad. En efecto, no se trata de hacer
más filosófica la teoría científica de la política, como en la corriente tradicional, ni
tampoco de hacer más científica a la filosofía hasta convertirla en una
fenomenología por aplicación de métodos como el de la reducción eidética. A este
respecto, caben citar las precisas palabras del profesor Mario Justo López: “En

23
cuanto a la relación de la filosofía política con la teoría política, si bien existen
muchas fuentes de confusión originadas principalmente por deficiencias
terminológicas, puede admitirse que constituyen dos órdenes de conocimiento que,
aunque vinculados, son enteramente distintos. La filosofía política se adosa a
valores en los que el fundamento –una cierta concepción del hombre y de los fines
de la autoridad política- está situado al margen de la realidad política (valores
metafísicos, religiosos o morales) y su objetivo consiste en descubrir como deberían
ser las relaciones entre los hombres en el cuadro de la comunidad política, para que
el orden que las exprese pueda ser tenido por un bien. La teoría política –o teoría de
la ciencia política-, en cambio, tiene por objeto sistematizar y buscar los lazos de
causalidad que pueden existir entre los hechos que constituyen la realidad política
tal como los revela la observación”.

7.4. TEORÍA POLÍTICA Y CIENCIA POLÍTICA


Finalmente queda por examinar si cabe alguna diferenciación entre la teoría política
y la ciencia política, así como también la relación existente entre dichos conceptos.
Si el conocimiento político se presenta con los caracteres propios del saber
científico, esdecir, objetivo, adquirido conforme a las reglas del método científico en
sentido estricto y comunicable entre sujetos cognoscentes, entonces el estudio de lo
político puede sistematizarse y constituir una disciplina autónoma y con objeto propio
denominada “ciencia política”. En tal sentido supone una labor especulativa y
abstracta que procura aprehender su objeto como éste realmente es, describiendo
los fenómenos que conforman la realidad política y explicando sus relaciones
fácticas o regularidades. En esto, precisamente, consiste la teoría en general y la
teoría política en particular. De manera que esta última, más que una parte o rama
de la ciencia política, viene a constituir el propio núcleo de ella, en el sentido de que
la política como cualquier otra ciencia, sólo puede desarrollarse sistemáticamente en
función del crecimiento teórico que sea capaz de estructurar. No hay ciencia sin
teoría, ni tampoco teoría, en el sentido cabal de la expresión, que no sea científica.
De lo contrario se pierde el sentido genuino del conocimiento teórico, que es
especulativo y abstracto, interesado solamente en la captación de la realidad
mediante juicios existenciales, ya que no pretende influir sobre el objeto
modificándolo o transformándolo. Hemos visto que este último es lo que caracteriza
a las formas del conocimiento doctrinal e ideológico, pero no al teórico que es pura y
simplemente saber científico. Ello se desprende de la naturaleza diversa del
conocimiento teórico y del hacer práctico tan claramente diferenciada por Heller. Así,
mientras el teórico se esfuerza constantemente por subordinar su voluntad de poder
a su voluntad de conocer, el práctico, en cambio, sólo ve en el conocimiento un
medio instrumental para la lucha política. El teórico ahonda en el intelecto, mientras
que el práctico apela al pensamiento. Para el teórico el conocimiento de lo político es
una hilación racional frente a las cambiantes situaciones de poder. Para el hombre
práctico y de acción, en cambio, el conocimiento de lo político –doctrinal o
ideológico- apareja una voluntad de dominación y el propósito de influir sobre los
sentimientos y la conciencia moral de los hombres. En fin, el teórico antepone su
honradez intelectual a su voluntad de acción. Distingue la teoría de la praxis; es
decir, la contemplación de la realidad de la influencia activa sobre esa realidad.

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De manera, entonces, que la ciencia política consiste en el examen teórico que se
desenvuelve en la observación, descripción y explicación de los hechos y
fenómenos que conforman su objeto, es decir, la realidad política, en cuanto ésta
reduce a unidad la variada fenomenología que incide sobre el poder.

7.5. PROBLEMÁTICA ACTUAL DE LA CIENCIA POLÍTICA


La situación de la ciencia política mediado el siglo XX es la de una disciplina en
busca de su propia identidad. Como resultados de los esfuerzos hechos para
resolver esta crisis de identidad, ha afirmado su voluntad de constituirse como una
disciplina autónoma e independiente con estructura teórica sistemática propia. El
factor que más ha contribuido a ello ha sido la recepción e integración en
profundidad de los métodos científicos.
El prolongado fracaso de la ciencia política para hacer valer cierta unidad
fundamental del objeto de la disciplina, condujo a algunos investigadores a negar
que pudiera llegar jamás a constituir un campo de investigación autónoma en
coordinación con otras ciencias sociales, tales como la sociología, la antropología y
la psicología. Se mostraban más bien inclinados a incluirla en la categoría de una
ciencia aplicada, en la cual los conceptos teóricos formados en las otras ciencias
sociales se aplicaban al estudio de las instituciones políticas. Pero esta valoración
de la condición teórica de la ciencia política es en buena medida resultado de la
incapacidad para percibir la profunda revolución que se ha apoderado en la
disciplina, especialmente desde la segunda guerra mundial. Estos decenios, la
ciencia política ha dado algunos pasos firmes y seguros hacia su propia
reconstrucción como disciplina teórica.
Durante muchos siglos, desde la antigüedad clásica hasta casi fines del siglo XIX, el
estudio de la vida política no constituyó una disciplina en sentido estricto, sino un
cúmulo de influencias heredadas. Sólo retrospectivamente, cuando los criterios
modernos se han impuesto sobre el pensamiento de los filósofos sociales del
pasado, es posible identificar sus preocupaciones intelectuales como parte de lo que
hoy día hemos dado en llamar ciencia política. Como consecuencia de ello, para la
época en que la ciencia política adoptó la forma de disciplina académica
independiente, había adquirido un carácter profundamente sintético, su objeto
parecía consistir en una colección de temas vagamente relacionados, transmitidos y
modificados a través de los siglos. Exteriormente, todo lo que parecía unir estos
intereses era su relación común con ciertas instituciones y prácticas políticas.
Si examinamos la historia de la reflexión política en los últimos 2500 años,
descubrimos que, en su mayor parte, los asuntos que predominaron en el
pensamiento de aquellos filósofos sociales que se ocuparon de los asuntos políticos
reflejaban, de modo perfectamente natural, los problemas más importantes del
momento. Con el transcurso del tiempo estos temas se fueron acumulando de modo
que cuanto más maduró la ciencia política como empresa intelectual mayor fue el
volumen y variedad de los temas que abarcaba. A mediados del siglo XX, la
disciplina amenazaba con venirse abajo, debido al enorme esfuerzo que suponía el
establecer un orden lógico y coherente en un bamboleante montón de conocimientos
sobre los más variados asuntos.

25
Hubo entonces, sin embargo, señales claras de que la forma tradicional de
seleccionar los problemas para la investigación, amenazaba con cambiar
radicalmente. Una cuestión molesta había empezado a acosar muy en serio a
quienes cultivaban lo que por aquel entonces se había convertido en una disciplina
muy especializada. ¿Es en verdad la ciencia política únicamente una disciplina
sintética, cuyo contenido no es más que una mezcla de aquellos temas que dicta la
necesidad histórica? ¿Es la ciencia política algo más que una simple peripecia
histórica que ha cristalizado todo cuanto ha pensado el hombre en torno a las
instituciones políticas o gubernamentales, sin que sea posible llegar a una definición
más profunda o precisa? ¿O es posible afirmar que, en algún sentido, es una
disciplina teórica con una entidad intelectual susceptible de definición?.

8. PROBLEMÁTICA DEL OBJETO DE LA CIENCIA POLITICA


Dos clases de criterios muy diferentes han surgido en el último siglo para diferenciar
la vida política de todos los demás aspectos de la sociedad y, por tanto, para aislar el
objeto de la ciencia política. De un lado, se ha tratado de definir la vida política en
función de las instituciones a través de las cuales halla expresión; de otro lado, se ha
centrado la atención en la actividad o comportamiento que plasma en las
instituciones en cuanto formas históricas particulares. Desde el primer punto de vista
la ciencia política ha sido definida, no muy profundamente, como el estudio de las
instituciones gubernamentales (o políticas) o como el estudio del Estado. Desde el
segundo punto de vista, que no ha tenido muy amplia aceptación hasta bien entrado
el siglo XX, se ha definido como el estudio del poder o del proceso de adopción de
las decisiones.

8.1.CRITERIOS INSTITUCIONALES: PLANTEAMIENTOS


A - Instituciones gubernamentales:
Hasta la fecha, la forma más frecuente de describir el objeto de la ciencia política ha
consistido en considerarla como el estudio de las instituciones políticas o
gubernamentales (Bentley; Truman). No obstante, es la menos provechosa, puesto
que abandona casi por completo a la intuición la labor de separar las instituciones
políticas de todas las demás instituciones.
Por lo que se refiere a la formalización conceptual del objeto, este planteamiento
incurre en una petición de principios. No nos ayuda a diferenciar las instituciones
políticas o gubernamentales de las restantes. Nos deja en la misma oscuridad de
siempre en cuanto al objeto de la ciencia política, es decir, a merced de nuestra
intuición. Este modo de orientarse en la ciencia política equivale a enunciar
prácticamente a cualquier esfuerzo para elevar el nivel teórico de la disciplina. Su
contenido dependerá en cada momento del consenso manifiesto, pero impreciso, de
cada generación de politólogos.
B - El Estado:
De todas las formalizaciones conceptuales del objeto de la ciencia política, la del
“Estado” es la que ha tenido una historia más larga. En cuanto método de orientar la
reflexión política, sus orígenes están enterrados en los siglos XVI y XVII. Se suele

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citar a Maquiavelo como uno de los primeros que emplearon el término, pero es
dudoso que su hallazgo le pertenezca. Lo cierto es que, a lo largo de aquellos siglos,
el término se impuso poco a poco como sustituto de otros anteriores que se
utilizaban para referirse a entidades políticas importantes, tales como reino, tierra,
principado, comunidad, república, dominio e imperio (Maclver).
La larga tradición del Estado como concepto político básico constituye más bien una
prueba de la influencia de los intereses políticos prácticos sobre los puntos de vista
del investigador que del valor del concepto para la comprensión de la vida política.
En realidad, su escaso valor para la teoría se ha puesto tan de manifiesto desde la
segunda guerra mundial que su uso profesional se ha reducido muchísimo (Easton).
A fines de análisis y de investigaciones, los estudiosos han despojado al término de
la mayor parte de su contenido; ha quedado reducido simplemente a una armazón
conceptual, vacío de significado y de valores, que sirve para identificar a los actores
de la escena internacional. En su lugar, ha aparecido “sistema político”, un concepto
que encierra pocas resonancias políticas prácticas.

8.2.CRITERIOS FUNCIONALES:

Ante las limitaciones teóricas inherentes a los conceptos institucionales, no ha de


sorprendernos que se intentase elaborar nuevos métodos con los que descubrir las
variables más importantes de la ciencia política. Lo poco satisfactorio del enfoque
institucional ha dado origen a cierto número de interpretaciones que tienen al menos
una cualidad en común: todas ellas identifican el objeto de la ciencia política como
una especie de actividad, comportamiento o, en sentido amplio, función. Aunque
definiciones de este género tuvieron su origen en el siglo XIX, sólo a mediados del
siglo XX han sido reconocidas como un método superior al institucional. La
especificación de la función política en una sociedad permite a los politólogos
generalizar su objeto de estudio. Este no se ve ahora limitado en ningún sentido por
las estructuras e instituciones históricas variables a través de las cuales la actividad
política se manifiesta, ya sea en forma de “Estados” altamente centralizados, de
sistemas tribales indiferenciados o de sistemas internacionales de organización
difusa.
A - Poder:
Durante el siglo XIX, la formalización conceptual de la ciencia política como estudio
del Estado había alcanzado su zénit en la Staatslehre (teoría del Estado), escuela
del pensamiento político de los países de habla alemana. Su característica principal
era que reducía el estudio de la política al Estado, concebido éste como un cuerpo
de normas constitucionales formales. De este modo, la ciencia política se convirtió
en el árido formalismo jurídico que se apartaba por completo de la realidad social, y,
a veces, parecía perder el contacto con la propia realidad jurídica.
Quienes se oponían a esta escuela concebían al Estado no como un cuerpo de
normas jurídicas, sino como una serie de grupos sociales en competencia constante
por el poder, con sus propios medios. Por ejemplo, Marx, Treitschke y los primeros
sociólogos políticos, como Gumplowics, Ratzenhofer y Oppenheimer, consideraron
la fuerza y el poder, especialmente en la lucha y en el conflicto entre los grupos o
clases, como una dimensión propia de las relaciones políticas. En Estados Unidos
se tardó algún tiempo en aceptar esta orientación, aunque sólo debido a que iba

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unida a corrientes filosófico-sociales europeas que se consideraban inaceptables.
Hacia 1930, sin embargo, Catlin y Merrian propusieron interpretar la política como
una serie de relaciones de poder, y a ellos se unieron en seguida muchos otros
(Lasswell 1936; Lasswell y Kaplan 1959; Key 1942).
Como perspectiva para el análisis de los fenómenos políticos, el poder ha
demostrado su eficacia para romper los muros del método institucional y abrir un
nuevo camino que conduce a una formalización conceptual funcional de la ciencia
política. Se ha gastado gran cantidad de tiempo y energía en descubrir y definir las
relaciones de poder entre individuos, grupos y naciones y, en el seno de los sistemas
políticos nacionales, entre comunidades locales y organizaciones. Ello ha exigido la
atención de todas las disciplinas. Ahora bien: en cuanto objeto de una ciencia, el
poder presenta un enorme inconveniente. A pesar de todos los esfuerzos la idea de
poder sigue estando oculta por una espesa nube de ambigüedad. Se ha insinuado
que quizás ya no sea el momento para plantearse seriamente la cuestión de si las
ciencias sociales no deben abandonar enteramente la idea como concepto valioso
desde el punto de vista de los fines que persiguen directamente el análisis y la
investigación (March).
Pero quizá deseamos adoptar una actitud más optimista. Cabe pensar que la
imposibilidad de lograr una clara comprensión del contenido de poder es resultado
de una investigación insuficiente o de unos instrumentos de análisis inadecuados,
pero suceptibles de perfeccionamiento, antes que del carácter excesivamente global
del propio término. En tal caso, tropezaríamos aún con otras barreras conceptuales
infranqueables para el empleo del poder como concepto orientador. Incluso con un
significado determinado y preciso, el poder seguirá siendo, sin embargo,
excesivamente restringido y amplio a la vez para descubrir, aunque sea
superficialmente, los límites de la investigación política.
Es excesivamente limitado, debido a que la interacción política, entendida está en el
sentido en que normalmente se usa, encierra algo más que el control de una
persona o de un grupo por otro, o los esfuerzos para influirse recíprocamente. Es
evidente que el poderaparece en todas y en cada una de las interacciones políticas.
Sin embargo, la relación política puede abarcar otras dimensiones, y es probable
que descuidemos éstas ante el peligro de no lograr una adecuada comprensión de la
situación.
La descripción de la política como estudio del poder constituye a la vez una
definición excesivamente amplia. Los conflictos que origina se producen en todos los
sectores de la vida, no sólo en lo político. Un padre tiene poder sobre su hijo; un
sacerdote, sobre sus ferigreses; un amigo sobre otro; una compañía, sobre sus
empleados. Si lo deseáramos podríamos considerar políticas todas estas relaciones
de poder. En tal caso, bastaría nuestro deseo de convertir el estudio de la política en
la búsqueda de una teoría general del poder aplicable a todas las relaciones
sociales.
Pero si nos decidiéramos a hacer esto, todavía nos quedaría una cuestión sin
resolver. Normalmente muchas de estas relaciones de poder parecen quedar al
margen de la más amplia concepción del cuadro de referencia de la ciencia política.
El control de un padre sobre su hijo rara vez se considera político, excepto en
sentido analógico. Ahora bien, si se concede y acepta que existen ciertas situaciones
de poder que no son políticas, habríamos de idear criterios para distinguir el poder

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político de los restantes tipos de poder paterno, económico, religioso, etc. De este
modo, nos hallaríamos otra vez en el punto de partida, es decir, a la búsqueda de un
criterio viable para identificar lo “político”.
A lo sumo, una teoría general del poder social sería útil para proyectar luz sobre las
propiedades de las relaciones de poder en un marco político. Pero, a parte de esto,
no nos servirá para lograr una formalización conceptual de la relaciones políticas en
su conjunto.

B - Adopción de decisiones:
Hacia mediados del siglo XX apareció una variante importante y popular del tema del
poder en cuanto objeto de la ciencia política. Según esta concepción, el poder
adquiere significado porque conduce al control de los procesos a través de los
cuales se adoptan y ejecutan las decisiones públicas. Esta interpretación penetró
rápidamente en la disciplina. Se ha llegado así a la interpretación directa de la vida
política como una serie de relaciones a través de las cuales se formulan y ejecutan
las decisiones o los programas políticos. El componente del poder queda en
segundo plano, como un simple factor condicionante de las decisiones.
La descripción de la ciencia política como el estudio de la elaboración de la política
pública se ha extendido tanto, sobre todo en la ciencia política norteamericana, y se
ha convertido hasta tal punto en el aparato intelectual normal, y a veces, no explícito
de la mayor parte de los estudiosos de la política, que su introducción como
concepto básico ya no puede asociarse con una sola persona o grupo determinado.
Se pueden hallar sus orígenes en la obra de Carl Schmitt en Alemania, donde surge
como respuesta a los años de indecisión que siguieron a la primera guerra mundial.
En aquella época, sin embargo, la idea produjo poco impacto en la ciencia política
académica; ha sido sólo gracias a los esfuerzos realizados por los teóricos
norteamericanos de la organización, en el decenio de 1940, que se ha puesto de
relieve su significado general para la investigación y el análisis político.
Desde sus primeros pasos en el área del comportamiento de la organización, el
estudio de la elaboración de decisiones se ha extendido virtualmente a todos los
sectores de la investigación política. En realidad, su empleo por parte de la ciencia
política refleja la penetración aún más amplia de la idea de la adopción de
decisiones en el conjunto de las ciencias sociales. La adopción de decisiones ha
demostrado ser una de las ideas primordiales de los derechos de los decenios
posteriores a la segunda guerra mundial, y pocas formalizaciones conceptuales de la
ciencia política pueden permitirse el lujo de ignorarla por completo.
Pero por muy importante que sea el punto de vista de la decisión para comprender al
menos un componente del proceso político, las decisiones, al igual que el poder, son
también características de las demás esferas de la vida social. Un comportamiento
decisorio semejante tiene lugar también en organizaciones tales como los sindicatos,
las sociedades anónimas, las iglesias y las familias, así como en el sistema político.
Por eso, la mera definición de la ciencia política como el estudio de la adopción de
decisiones proporciona poca ayuda en la diferenciación de las decisiones políticas
de otras decisiones. La afirmación de la adopción de decisiones como tema central
puede proporcionarnos, por supuesto, una teoría general de la adopción de
decisiones sociales, lo cual indudablemente proyectaría cierta luz sobre nuestra

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comprensión del proceso de adopción de decisiones en un contexto político, pero
seguiríamos necesitando un criterio según el cual separar las decisiones políticas de
otro tipo de decisiones. El concepto en sí mismo es insuficiente para esbozar,
aunque sea muy por encima, la serie de datos que cualquier descripción básica de la
ciencia política habría de abarcar.

C - El sistema político:
En su conjunto los esfuerzos para describir la amplia gama de temas de la ciencia
política apenas han resultado fructíferos en los primeros decenios del siglo XX. Las
definiciones institucionales basadas en el gobierno y el Estado sirven solamente
para definir algo desconocido, la ciencia política, por medio de otras cosas
desconocidas. Las formalizaciones conceptuales funcionales basadas en el poder y
en la adopción de decisiones exceden la temática que los politólogos estarían
dispuestos, al menos intuitivamente, a incluir dentro de su disciplina.
Todo intento de descripción del objeto de la ciencia política tiene algo digno de
encomio, aunque solo sea porque ninguno de los métodos que se proponen para
explicar la unidad interna de cualquier disciplina es el único posible o el único
correcto. Cada sistema de formalización conceptual crea sus propias vías muertas y
abre sus propias y singulares ventanas sobre la realidad política. la validez de toda
definición formal dependerá de la medida en que proporcione una descripción
suficientemente general del objeto, de modo que la temática que le ha sido propia en
el pasado y en el presente, según es aceptada por la mayor parte de los estudiosos,
no quede excluida, o en el caso que así ocurra, conlleve una justificación teórica
convincente.
No es más propio de los politólogos que de los sociólogos, los economistas, los
antropólogos o los psicólogos, el identificar su campo de interés específico con el
comportamiento total de una sociedad. Al contrario de todas las interacciones
sociales, la ciencia política puede abstraer solamente aquellos tipos que sus
perspectivas teóricas le indican que son políticos por naturaleza. En este sentido, la
política como campo de estudio es analíticamente diferente de las otras disciplinas.
Por el mismo razonamiento, dado que cada disciplina dirige su especial atención a
un solo aspecto del conjunto total de interacciones que llamamos sociedad, ninguna
disciplina es “más fundamental” que las otras, ni tiene prioridad sobre las demás. En
su propia situación teórica, cada una representa un nivel equivalente de abstracción
de la totalidad de las interacciones en las que interviene el organismo biológico.
Podemos identificar más provechosamente las interacciones políticas en una
sociedad como un sistema político que como gobierno, Estado, poder o serie de
procesos de adopción de decisiones. ¿cómo vamos a distinguir este sistema de
otros sistemas de comportamiento, tales como el religioso, el económico, el
psicológico y el cultural? Al responder a esta pregunta obtendremos
simultáneamente una formalización conceptual, inicial y somera, de la ciencia
política que puede servir de punto de partida para configurar la ciencia política como
una disciplina teóricamente autónoma e independiente.
Podemos describir el sistema político como el comportamiento o serie de
interacciones a través de las cuales se hacen y se cumplen en nombre de una
sociedad los repartos investidos de autoridad (o decisiones vinculantes) (Easton).

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Las inferencias de esta breve definición son enormes, y sólo podremos examinar
aquí las más salientes.

8.3.LOS REPARTOS DE BIENES INVESTIDOS DE AUTORIDAD:


La escasez prevalece en todas las sociedades. Este es un punto de partida
fundamental para el análisis político. No hay suficientes bienes (cosas valiosas) para
satisfacer las necesidades de los miembros de una sociedad. Se trata de un
postulado tan esencial para la política como para la sociología, la antropología y la
economía. Son inevitables las diferencias y los conflictos sobre unos bienes cuya
oferta es limitada. En la mayor parte de las controversias, los miembros de todas las
sociedades son capaces de negociar soluciones de modo independiente, sin
necesidad de que intervenga ningún organismo especial que hable en nombre de la
sociedad. La integración del comportamiento social, es en gran parte, consecuencia
de la interacción independiente de sus miembros dictada por su personalidad, por la
estructura social y por la cultura. Gracias a tal comportamiento autónomo, son
capaces de concertar sus diferencias, con independencia de que la resolución
resulte aceptable o desagradable a los participantes.
Pero, en todas las sociedades, hay siempre algunas cosas valiosas acerca de las
cuales surgen diferencias que no pueden negociarse fácilmente por parte de los
propios miembros. En estos casos, siempre descubrimos de modo empírico que han
surgido instituciones o procesos especiales para hacer posible la imposición de una
solución. Si la existencia de tales expedientes específicos a disposición de la
sociedad, su integración puede verse amenazada. Además, la acción con fines
colectivos podría verse menoscabada, si no eliminada. Si la sociedad se propone
alcanzar objetivos que requieren el esfuerzo o los recursos combinados de una parte
o de todos sus miembros, han de encontrarse ciertos expedientes para organizar y
dirigir sus energías. Hay que reconciliar o regular las diferencias, de modo que
llegue a ser posible la acción encaminada a un fin en nombre de la sociedad. Esto
exige algo más que el simple establecimiento y el mantenimiento del orden, aunque
éste puede ser y ha sido casi siempre un objetivo primordial. Pero con
independencia de cuáles sean los fines perseguidos, lo cierto es que cada sociedad
ha ideado algunos sistemas para regular las diferencias y para coordinar los
esfuerzos de sus miembros.
Una forma de conseguirlo consiste en invocar la fuerza en nombre de la sociedad.
Otras consisten en el uso de la persuasión, la manipulación, la mediación ad hoc y
otros expedientes semejantes. La debilidad de estos métodos consiste en que no
ofrecen procedimientos estables y regulares a través de los cuales pueden ser
negociados los conflictos sobre las cosas valiosas, cuando los miembros no son
capaces de llegar a una solución autónoma.
Los medios regulares y estables para hacer frente a una situación de este tipo
requieren por lo menos dos cosas: en primer lugar, estructura y procedimientos para
llevar a cabo las decisiones y las acciones relacionadas con ellos –podemos
llamarlos repartos-, gracias a las cuales es posible reducir o regular las diferencias,
y, en segundo lugar, cierta garantía de que, con toda probabilidad, a estas
decisiones y acciones (repartos) les serán reconocida autoridad. Es decir, los
resultados de los esfuerzos realizados para regular las diferencias deben contar con
una probabilidad relativamente grande de ser aceptados como vinculantes.

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En las sociedades diferenciadas desde el punto de vista estructural, la adopción y
cumplimiento de las decisiones con las que los miembros están de acuerdo se
asignan normalmente a instituciones especiales que se conocen ahora como
“gubernamentales”. Pero en las sociedades pequeñas y poco evolucionadas, donde
las estructuras no están diferenciadas ni especializadas, tales tareas se llevan a
cabo generalmente por personasque desempeñan papeles sociales que no pueden
ser descritos como gubernamentales ni en sentido estricto ni en sentido amplio. un
Jefe de clan, en una sociedad tribal, puede ser jefe religioso, regulador de la casa
(director económico) y cabeza de familia, a la vez que negociador supremo de las
disputas no reguladas por los propios miembros.
Por tanto cabe esperar que en toda sociedad vamos a encontrar aquellos tipos de
interacciones cuyo objetivo principal consiste en influir y modelar el procedimiento a
través del cual los repartos de valores por las autoridades (decisiones y acciones) se
llevan a cabo en nombre de la sociedad. Son estas interacciones, tomadas
colectivamente, las que constituyen el comportamiento al cual se refiere el término
“sistema político”; es el estudio de estas interacciones el que proporciona el objeto
de la ciencia política. Hemos de examinar cada uno de los términos que componen
la frase “repartos de valores investidos de autoridad en nombre de la sociedad”, si
queremos comprender todas sus inferencias.
La política gira en torno a los repartos. El reparto distribuye cosas valiosas entre los
miembros de una sociedad. Al proporcionar seguridad, un policía colabora a repartir
dicho valor de forma diferente a cómo habría sido repartido sin su presencia;
haciendo carreteras, un gobierno ofrece un beneficios sus usuarios e impone una
privación a los demás contribuyentes, para quienes la carretera quizás no represente
ninguna ventaja. Un reparto puede presentarse en tres formas enormemente
diferentes: cuando una decisión o acción impide a un miembro conservar un valor
que ya poseía; cuando le impide obtener uno que quería poseer; cuando le permite
acceder a un valor que, de otro modo, podría no haber obtenido. En general, un
reparto adjudica beneficios o impone privaciones en forma diferente de lo que
hubiera sido de no existir las actividades de reparto.
Un reparto de valores puede ser formal. En los sistemas políticos modernizados, los
repartos asumen la forma de leyes, sentencias y ordenanzas administrativas.
También en estos sistemas, los repartos pueden no ser formales; tal sería el caso de
un acto administrativo que modificara sustancialmente una ley en el proceso de su
aplicación. Pueden ser también no formales en las sociedades primitivas, donde un
consejo de ancianos puede acertar a expresar un consensus difuso sobre lo que
debe hacerse, y los miembros responsables de la tribu o del clan pueden sentirse
impelidos por la costumbre a llevar a cabo las acciones necesarias. El control sobre
los repartos puede estar difundido a través de toda la sociedad, como en una
democracia directa, o puede estar en manos de unos pocos, como en el caso de una
autocracia. Los repartos pueden beneficiar a todos los miembros de un sistema o
únicamente a unos pocos poderosos. En ambos casos se ha producido una
redistribución de bienes en el sentido a que nos referimos aquí.
Pero los repartos tienen un lugar en todas las esferas de la vida. La propiedad
característica de un reparto en el sistema político consiste en que, por regla general,
es muy probable que a las decisiones y a las acciones se les reconozca autoridad.
Si no es así, o bien el sistema está a punto de derrumbarse, o bien sus miembros no
se hallan en mejor situación de la que tendrían fuera de un sistema político. En este

32
caso, no se satisfacen lo que podemos suponer que son las condiciones de todo
arreglo político en cualquier sociedad.
Decir que a un reparto se le reconoce autoridad no significa necesariamente que sea
aceptado como legítimo. Puede llegarse a esta conclusión sólo en el caso de que
consideremos equivalente autoridad y legitimidad, identidad posible, pero no
necesaria. Así, un usurpador totalitario puede repartir valores mediante los procesos
políticos correspondientes, aunque una mayoría de miembros del sistema considere
su poder ilegítimo. Pero, por miedo a las consecuencias pueden aceptar el carácter
vinculante de sus decisiones. En la medida en que exista una probabilidad muy
cualificada de que la mayor parte de los miembros, reconozcan carácter vinculante a
una decisión, así como las accionesejecutivas correspondientes, la decisión goza de
autoridad.
Existen numerosas razones en virtud de las cuales los miembros reconocen
autoridad a los repartos. Pueden hacerlo por tradición e inercia, por afecto a los
gobernantes, por miedo a la violencia en caso de desobediencia, por interés propio,
o por lealtad. Pero, como ocurre con frecuencia, la obediencia puede ser el resultado
de una intensa convicción de que es justo y conveniente obedecer a quienes
adoptan las decisiones y las llevan a efecto, es decir, de que son legítimas. En este
uso del concepto “investido de autoridad”, la legitimidad no es más que un motivo
para reconocer dicha cualidad a un acto. Con independencia de los motivos que
mueven a considerar que una decisión y las acciones afines presuponen autoridad,
lo que diferencia a los repartos políticos de otros tipos de repartos es el hecho de
que a ellos va unido este sentido de apremio.
Ahora bien: a la ciencia política no le interesa esencialmente todos los repartos,
incluso aunque se le reconozca autoridad. En toda organización, además del
sistema político, existen otras personas cuya ocupación consiste también en adoptar
y cumplir decisiones que los miembros de la organización consideran vinculantes. Si
lo deseamos podemos ampliar y volver a definir el alcance de la ciencia política, de
modo que abarque el estudio de los repartos “autoritativos” donde quiera que se
encuentren. En este caso, la adopción de decisiones vinculantes en una familia, una
iglesia, un sindicato, una hermandad o una sociedad anónima constituirán
fenómenos básicos de la investigación política. Pero existe un procedimiento más
útil y teóricamente más económico de plantear el problema, sistema que nos
permitirá obtener todos los beneficios de la investigación sobre los repartos
“autoritativos” donde quiera que se presenten y que incluso diferenciará claramente
el reparto político como un tipo analítico diferente de los demás repartos.
Desde un punto de vista teórico, nos mantendremos más próximos al pensamiento
político tradicional si limitamos el concepto “político” a aquellos repartos “investidos
de autoridad” que se dan en una sociedad, con exclusión de aquellos que se dan
sólo en una organización dentro de esa sociedad. Es decir, en tal caso, hemos de
dedicar nuestra atención a aquellos repartos que normalmente se aceptan como
vinculantes por la mayor parte de los miembros de la sociedad, tantos si estos se
ven realmente afectados o no. No ocurre así con las decisiones y las acciones
vinculantes efectuadas por las organizaciones que existen en la sociedad. Lo que se
requiere aquí es que a tales repartos se les reduzca autoridad únicamente por los
miembros que constituyen la organización: los demás miembros de la sociedad no
tienen por qué considerarse vinculados en ningún sentido. Así, los repartos políticos,
en el sentido complejo en que lo tomamos aquí, son societarios en su alcance y

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consecuencias. Debido a esto y a las funciones sociales que cumplen, las sanciones
especiales y formales, como el uso de la fuerza, se suelen relacionar con ellos. Pero
es una relación típica, no necesaria en los sistemas políticos (Schapera).
Esta formalización conceptual de la ciencia política no debe pasar por alto el hecho
evidente de que en otros tipos de organizaciones también se llevan a cabo repartos
investidos de autoridad y que el estudio de los procesos que los rodean supondrá
una inestimable ayuda para la comprensión de los procesos similares dentro del
sistema político de la sociedad. Si quisiéramos, podríamos describir aquellos
aspectos de las organizaciones voluntarias, de las familias, de los linajes o de los
grupos de interés que determinan el modo en que se adoptan y se ejecutan las
decisiones vinculantes para esos grupos como sus sistemas políticos.
Distinguiríamos entonces entre los sistemas políticos organizacionales y el sistema
político societario.
Puede asegurarse que los politólogos se han interesado por los procesos internos
de tales grupos y organizaciones, al menos por dos razones. En primer lugar, en la
mayor parte de las sociedades, tales grupos ejercen algunas influencias sobre el
modo en que se formulan las decisiones vinculantes, sobre su contenido y sobre su
ejecución. Pero aquí se trata de un interés secundario cuyo origen hay que buscarlo
en la hipótesis según la cual no podemos comprender lo repartos “autoritativos” en
una sociedad sin estar completamente familiarizados con el funcionamiento interno
de los grupos que influyen en estos repartos. Una segunda razón estriba en que
estas organizaciones y unidades sociales se parecen mucho a los sistemas políticos,
al menos como microcosmos. Podemos incluso considerarlas como sistemas
parapolíticos, cuyo estudio comparativo puede ayudar a proyectar luz sobre el
proceso político de una sociedad más amplia (Easton). Pero el hecho de reconocer
su importancia para la investigación política no significa de ninguna manera que se
las equipare al objeto que constituye el centro de atención de las ciencias políticas,
es decir, el sistema político.

9 - LOS SUBCAMPOS DE LA CIENCIA POLÍTICA:


Aunque la disciplina no se ha concretado aún en una estructura nueva, coherente y
viable, es indudable que los antiguos subcampos han empezado a adquirir nombres
nuevos; al mismo tiempo se les han añadido una gran variedad de nuevas
especialidades secundarias.

9.1. POLÍTICA NACIONAL:


El estudio del gobierno nacional es un campo en que se han observado especiales
señales de desintegración, surgiendo en su lugar una amplia serie de temas
transversales o funcionales. Por ejemplo, junto al estudio permanente del poder
ejecutivo, el liderazgo político y las elites han proporcionado, como fenómenos
generales de diversa localización, un nuevo campo de investigación. Del mismo
modo, los comportamientos judicial, administrativo y legislativo se han convertido en
campos de estudio sustitutivos o paralelos a los sectores institucionales ya existente
de la judicatura, la administración y el poder legislativo. Ha ido en aumento la
convicción de que el marco institucional específico es de menos importancia que las

34
formas genéricas de comportamiento que se manifiestan en las diversas
instituciones, al menos como punto de partida para un mejor entendimiento del modo
en que operan las propias instituciones.
El lugar de los tradicionales temas institucionales, que han ido desapareciendo en la
forma indicada, ha sido ocupado por nuevos e importantes subcampos. Como
resultado del inicial interés por la opinión pública como fuerza de influencia, la
menos en los sistemas democráticos, ha aflorado el amplio sector del
comportamiento electoral. A través de él se ha intentado acumular información sobre
el modo exacto en que actúa la opinión pública sobre las instituciones políticas en la
selección del liderazgo dentro de un sistema democrático, en la influencia de los
partidos y en la elaboración de los programas gubernamentales. La difusión de las
ideas y su influencia puede utilizarse como modelo en el campo de las
comunicaciones políticas. Ciertos estudios han descubierto el papel de la
personalidad paradeterminar la naturaleza de la participación política en los distintos
marcos institucionales (Lasswell; Lane). Las investigaciones emprendidas en el
campo de la socialización política han comenzado a explorar los efectos de las
actitudes, los valores y las creencias primitivas en la aceptación del sistema político
y en la subsiguiente participación política. Como consecuencia de los nuevos puntos
de vista, se ha elaborado el estudio de algunos problemas: reclutamiento político,
liderazgo, representación e ideología. Basta lo anterior para tener una idea general
de la medida en que han proliferado nuevos e importantes temas de estudio dentro
del campo del gobierno nacional, con un enfoque totalmente nuevo y no institucional.

9.2.POLÍTICA COMPARADA:
En los años sesenta el estudio comparado del gobierno se ha visto conmovido en
sus fundamentos debido a la profunda transformación de signo behaviorista que
experimentó la investigación política en general. Las presiones gubernamentales
que se habían manifestado a favor de una descripción formal de su estructura,
empezaron a ceder paso a la búsqueda de criterios teóricos que sirvieran de base a
una investigación orientadora. Los temas vigentes en el campo del estudio
comparado se asemejan cada vez más a los que habían surgido del estudio
behaviorista de la política nacional. Forma y estructura han cedido ante el estudio
del comportamiento en el seno del correspondiente marco estructural. La adopción
de decisiones, la socialización, el liderazgo, la motivación y la personalidad política,
las comunicaciones, la participación política, la ideología, etc., se han convertido en
temas igualmente importantes en la investigación comparada.
Además, la propia investigación comparada ha realizado una aportación
considerable al análisis teórico de la investigación sobre los sistemas nacionales. A
consecuencia de la segunda guerra mundial y de las revoluciones coloniales
subsiguientes, el estudio comparado del gobierno ha extendido su ámbito de interés
en dos direcciones principales. La descripción estática ha dado paso a la búsqueda
de una comprensión de las condiciones del cambio político. Ha dotado así al análisis
político con una nueva y profunda dimensión sobre la cual ha empezado a cristalizar
el pensamiento teórico. Por otro lado, el estudio comparado del gobierno ha
traspasado los estrechos confines de los gobiernos europeos para incluir en su
ámbito los sistemas políticos de culturas exóticas, lo cual ha desembocado en el
reconocimiento de la función específica de las diferencias culturales y en la

35
necesidad de unos conceptos rigurosos para garantizar el adecuado aislamiento de
los determinantes culturales. Ambas innovaciones (la identificación del cambio como
un centro de referencia y de la cultura como una variable fundamental) abren la
perspectiva de elevar el estudio de la política en el análisis comparado al mismo
nivel de complejidad al que elevó el movimiento behaviorista el estudio de los
sistemas políticos nacionales. Como reconocimiento de esta profunda
transformación, operada en los años sesenta, el nombre del subcampo ha
cambiado: de gobierno comparado a política comparada.
La consecuencia más importante de haber vertido en el odre de este tradicional
campo un nuevo contenido, como resultado del persistente movimiento behaviorista,
es que resulta cada vez más difícil distinguir la investigación en el sector del estudio
comparado de la investigación en el sector nacional. El descubrimiento de la
importancia del cambio y de la cultura ha reactivado el grueso de la investigación
política y ha despertado en los estudiosos de la política nacional, la conciencia de la
importancia de sus propias pautas culturales en la conducta de los miembros de sus
sistemas respectivos. Como consecuencia de ello, ha perdido todo sentido el
distinguir la investigación comparativa de la investigación nacional, sobre todo si se
considera que todo análisis científico riguroso ha de ser por definición comparativo,
como afirmó hace largo tiempo J. S. Mill en el libro VI de Systems of Logic.
Esta mutua influencia entre los subcampos nacionales y comparativos, ha
contribuido a dar un aspecto más uniforme y coherente a toda disciplina. Ha
reforzado la tendencia a buscar una teoría que unifique el estudio de todos los
sistemas políticos, lo cual puede desembocar en una total reorganización de los
subcampos de la disciplina. Dado que toda investigación científica, es, por su misma
naturaleza, comparativa, los subcampos no pueden ya quedar acantonados en
diferencias geográficas entre sistemas nacionales y extranjeros, según el actual
principio de división, sino que han de basarse en distinciones teóricas más
importantes, sin tener en cuenta la situación en el espacio ni la jurisdicción política.

9.3.POLÍTICA INTERNACIONAL:
El movimiento behaviorista ha producido modificaciones de entidad comparable en
el campo de la investigación internacional. Antaño exhibía el rótulo “organización y
relaciones internacionales”, pero, mediado el siglo XX, las transformaciones internas
que experimentó bajo la influencia del behaviorismo han empezado a hacerle
acreedor de la nueva denominación de política internacional, hecho en apariencia
trivial, pero cargado de significado por la que se refiere al cambio de orientación, y
que indica que la ciencia política ya no considera que, por el hecho de que los
actores de la esfera política internacional sean las naciones, el campo haya de ser
sui géneris.
En Poltics Among Nations (1948), Morgenthau demostró que, al igual de lo que
ocurría en la fase proceso-grupo de la investigación nacional, el poder era también
un concepto necesario para orientarse a través de la diversidad de instituciones en
las que se manifiesta la política internacional. Como ya hemos visto, el concepto de
adopción de decisiones ha resultado un instrumento útil para el análisis de la política
internacional desde el punto de vista del comportamiento, liberando así al subcampo
de una polarización en instituciones y estructuras, propia de una etapa histórica
determinada. Otros autores han diseñado modelos lógicos para analizar el

36
comportamiento de los actores internacionales sobre la base de una estrategia
selectiva según tipos variables de relación política y social (Kaplan). Deutsch ha
tratado de explicar las interrelaciones políticas internacionales como un complejo
proceso de separación y adaptación en función de las pautas de comunicación entre
las principales unidades. Lo mismo que en los restantes subcampos de la ciencia
política, los problemas prácticos del momento están cediendo en importancia al
establecer el orden de prelación en la investigación.

9.4. TEORÍA POLÍTICA:


En ningún sector se ha revelado de modo más intenso, la orientación de signo
behaviorista, que ha venido a sustituir al tradicional enfoque pragmático e
institucional, que en el de la propia teoría política. En sentido riguroso, los cambios
experimentados en la misma, resumen la pauta global de desarrollo de la ciencia
política hacia su concreción como disciplina analítica. Al mismo tiempo, estos
cambios han impulsado aún más la totalidad de la ciencia política en la misma
dirección. Por esta razón, el subcampo de la teoría política merece especial
atención. La futura reestructuración de los subcampos de la disciplina puede
depender de la concienzuda dirección que proporcione la teoría política, ya que
acepta para sí la total responsabilidad de la coherencia y dirección del conjunto de la
disciplina.
La teoría política contemporánea tiene sus orígenes en la filosofía política general.
Durante el largo proceso de separación del cuerpo principal de la teoría social, la
filosofía política, como hemos observado ya, apenas fue algo más que una serie de
reflexiones acerca de las instituciones humanas en general, aunque, sin duda,
constituía la culminación de tales reflexiones. La intención de la mayoría de los
filósofos sociales era la de configurar los criterios morales con que valorar las
corrientes existentes y construir la imagen de una sociedad ideal. Por consiguiente,
la filosofía política se vio movida por un impulso ético creador. Desde Aristóteles
hasta John Stuart Mill, se propuso la creación de nuevas metas yde estructuras
sociales que pudieran servir de guía al comportamiento personal y a la política
social.
A principios del siglo XX, sin embargo, al constituirse la ciencia política como un
sector independiente especializado, había perdido su potencialidad ética. En la
medida en que subsistió la preocupación por la moralidad, permaneció encerrada en
los límites de la propia filosofía, su tronco común. Al abrirse paso la idea de una
ciencia de la política, la filosofía se limitó a la historia de las ideas de los grandes
filósofos políticos. No sólo se propuso exponer la evolución de dichas ideas –es
decir, la historia de la libertad, el constitucionalismo, la democracia o la igualdad-,
sino que también trató de lograr una mejor comprensión de las mismas,
analizándolas desde el punto de vista de su claridad, coherencia y efectos. Además,
se propuso como tarea, explicar su desarrollo, persistencia y difusión como
fenómenos históricos. En efecto, la filosofía política llegó a convertirse en una
amalgama asistemática, aunque no por ello menos real, de la historia de las ideas, el
análisis lógico y la sociología del conocimiento (Sabine, Easton). La reflexión y la
especulación sobre el estado ideal de los problemas –esto es, el análisis con
potencialidad ética- se manifestó solo esporádicamente en el campo de la filosofía
política.

37
Ahora bien: como una dimensión de los progresos de la investigación del
comportamiento, se manifestó por primera vez en primer plano un aspecto latente de
la filosofía política. En medida ciertamente limitada, e incluso de modo inadvertido,
toda la filosofía política tradicional había tratado de explicar cómo o por qué los
sistemas políticos actúan del modo que lo hacen. Ésta ha sido la faceta que se ha
desarrollado después de la segunda guerra mundial, hasta llegar a convertirse en
teoría behaviorista orientada empíricamente.
La teoría empírica se ha ido desarrollado en distintos niveles, mostrando así cómo
las tendencias que se manifiestan en esta materia están trasformando, desde la
segunda guerra mundial la ciencia política, de disciplina tópica en disciplina analítica.
En su alcance más limitado, la nueva teoría requiere la formulación de proposiciones
como generalizaciones singulares, si tratan de describir la relación entre dos o varios
fenómenos. En un sentido más amplio, las formulaciones que abarcan un segmento
de la vida política, aunque no su totalidad, pueden designarse como teorías
parciales. Así, se ha intentado establecer teorías sobre los partidos (Duverger), el
liderazgo, el comportamiento administrativo (Simon), el proceso de adopción de
decisiones, la representación, la estructura del poder de la comunidad, el consensus
y la fragmentación (Lipset), etc.
Pero la teoría tiene también mayores pretensiones y trata de abarcar la totalidad del
objeto de la disciplina. Se trata entonces, de una teoría general. A cada nivel,
singular, parcial o general, la revolución behaviorista ha estimulado la formulación de
una teoría orientada empíricamente. Pero sólo la teoría general ofrece a la ciencia
política un criterio fundamental para identificar y establecer el catálogo general de
sus temas de estudio y, en definitiva, su sentido intrínseco de identidad como
disciplina.
La teoría general se ha manifestado de dos modos diferentes: como teoría de los
repartos y como teoría de los sistemas. Las teorías de los repartos esclarecen el
modo en que los distintos procesos políticos contribuyen a la distribución y utilización
de los recursos políticos. En efecto, nos permiten comprender las fuerzas que
operan para determinar las medidas políticas adoptadas en un sistema dado. Por
ejemplo, el estudio de la política a través de los grupos, de acuerdo con el esquema
de Bentley y Truman, presentan una teoría del equilibrio de los procesos políticos.
Interpreta las decisiones políticas como el resultado o el equilibrio a que se llega a
medida que los grupos de un determinado sistema logran ajustarse o adaptarse al
ejercicio de su poder. Las teorías del poder consideran las distintas dimensiones de
influencia que determinan el control de los recursos, del personal y de las
instituciones, y, por tanto, de la elaboración y ejecución de la política gubernamental.
Las teorías de la adopción de decisiones ofrecen una tercera posibilidad de análisis
de los procesos de reparto en los sistemas políticos.
El equilibrio, el poder y el proceso decisorio, como teoría de los repartos, han
predominado en la ciencia política desde la segunda guerra mundial, aunque, en
general, no se consideren a sí misma como tales. Constituye parte de la naturaleza
de la investigación teórica en la ciencia política, durante su etapa de desarrollo en
los años sesenta. La ambigüedad existe en torno a su propia condición. No se
consideraban entre sí como competidoras, ni siquiera como explicaciones
imbricadas en el mismo nivel de análisis. Tampoco existe ninguna teoría
expresamente concebida para explicar los problemas del reparto. La ciencia política
se encuentra aún en una etapa muy temprana en la conciencia de su propio

38
desarrollo teórico y del papel de la teoría como parte integrante de su crecimiento
como ciencia.
La teoría de los repartos contribuye a la organización del estudio de la vida política,
por decirlo así, “desde dentro”, es decir, respecto a sus operaciones internas. Nos
permite comprender las fuerzas que contribuyen a la realización de los repartos
investidos de autoridad o de las decisiones vinculantes, los productos característicos
de las interacciones políticas. Pero sí tales repartos han de llevarse a cabo
realmente, ello presupone la posibilidad que un sistema de interacciones políticas
perdure a través del tiempo. Lo que la teoría de los repartos da por sentado (la
persistencia de un sistema político) es lo que pone en duda la teoría de los sistemas.
Supone que, desde un punto de vista lógico, el problema principal consiste en
explicar las condiciones bajo las cuales consigue perdurar, pese a todo, un sistema
de interacciones políticas.
El método general de estudio de un sistema político a este nivel se ha manifestado
de dos formas diferentes: el análisis funcional y el análisis de sistemas. El análisis
funcional ha aparecido en la ciencia política durante el decenio de 1960 (Almond y
Coleman). Aunque aún ha de organizarse en detalles como merece, si ha de operar
en el sentido en que lo ha hecho en la sociología y la antropología, habrá de centrar
su atención en el problema del mantenimiento de los sistemas políticos. Habrá de
partir de la hipótesis de que podremos comprender mejor las estructuras y las
instituciones políticas si llegamos a conocer el papel que desempeñan para
mantener todo el complejo de interacciones que denominan sistema político. Un
análisis detallado revelará, sin embargo, que un método de estudio funcional
representa, no una teoría como tal, sino solo un programa que establece los
procedimientos que han de usarse en toda investigación científica seria que se
refiere a las relaciones sociales. Pero puesto que constituye un incentivo para la
búsqueda de modelos de relaciones, desemboca prácticamente en una teoría
general.
El análisis de sistema, en cambio, nos conduce directamente al plano de la teoría
(Easton). No considera necesario defender el propio mantenimiento como principio
teórico de organización. Ahora bien: Puede ser utilizado para examinar la vida
política como un conjunto de interacciones incrustadas en el entorno social, pero
analíticamente separables. Las interacciones políticas constituirán así un sistema
abierto sujeto a las influencias de ese entorno en forma de “entradas”. El sistema, a
su vez, modifica el entorno mediante la producción de “salidas” peculiares de este
tipo de sistemas: repartos aceptados como vinculantes por la mayoría de los
miembros de una sociedad durante la mayor parte del tiempo.
La cuestión clave para el análisis del sistema es ver cómo un sistema político logra
perdurar a través del tiempo, incluso frente a las perturbaciones del entorno (crisis
económicas, desorganización social a causa del rápido ritmo de cambio, derrotas
militares) que constituyen otras tantas amenazas de destrucción. La persistencia
bajo una posible presiónes, según parece, una función que deriva del hecho de que
un sistema político es un modelo autorregulador de interacciones. Un sistema así es
capaz de reaccionar con impulso creador ante la agresión, y de emprender acciones
encaminadas a asegurar su propia persistencia a través del tiempo. Puede perdurar
manteniendo las estructuras y los procesos existentes, pero también puede
responder modificándolos accesoria o fundamentalmente. Según esta interpretación,

39
la autoconservación es sólo una de las respuestas, pero no necesariamente la más
frecuente.
Haciendo caso omiso de los méritos respectivos de las teorías de los repartos o de
los sistemas aparecidas a partir de la segunda guerra mundial, lo cierto es que de la
conjunción de ambas resulta el instrumento más completo y general para el análisis
de la ciencia política. Es cierto que, en el presente estado de desarrollo, ninguna de
estas teorías está a la altura de los ideales de una ciencia teórica. Como en la
mayoría de las demás ciencias sociales, la teoría se encuentra aún en un estado
primitivo y rudimentario. Sin embargo, es indudable que estas reflexiones iniciales en
torno de la teoría de los repartos y de la teoría de los sistemas han abierto nuevos
caminos, pese al poco tiempo transcurrido desde la segunda guerra mundial, hacia
una teoría general de los sistemas políticos, fundada en la experiencia. En su breve
historia, han contribuido a poner en orden los cambios que se han producido en los
subcampos de la ciencia política, ofreciendo criterios positivos para poner a prueba
la importancia y el sentido de otras formas posibles de parcelar las disciplinas para
la investigación especializada.

10. LA CIENCIA POLITICA COMO "LA MAS SOCIAL" DE LAS CIENCIAS


SOCIALES
El término de Ciencia Política sólo entró a formar parte del lenguaje corriente en la
segunda mitad de nuestro siglo. Antes no se tenía conciencia clara de que la política
era objeto de investigación sistemática, y se aplicaban a su estudio métodos
rigurosamente científicos. Con razón afirma M. Duverger que no existía todavía una
Ciencia Política en el sentido preciso del término. Aunque sí ha existido desde muy
antiguo la reflexión más o menos genial sobre el acontecer político.
La política comienza a delinearse como ciencia en el conjunto de las modernas
ciencias sociales, y de 1945 para acá obtiene su carta de ciudadanía en el mundo de
la ciencia. Es quizá la más joven de las ciencias sociales.
Lo político y lo social van de la mano. El hecho político es siempre un hecho social.
La Ciencia Política abarca un sector determinado de la amplia realidad social, la cual
tiene su naturaleza propia y específica. Para Durkheim, los hechos sociales “tienen
una manera de ser constante, una naturaleza que no depende del arbitrio individual
y de la cual derivan las relaciones necesarias”. Equivale a lo que dice Karl Marx
cuando afirma que en la producción social de su existencia, los hombres entretejen
relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad. Lo mismo dice
Weber cuando prohibe reducir el sentido cultural de las acciones humanas a sólo las
intenciones subjetivas de los actores. Es decir, hay un mundo de lo social,
independiente de lo individual y subjetivo, y este mundo constituye, precisamente, el
objeto de las así llamadas disciplinas sociales, o de la cultura.
La Ciencia Política es una de estas modernas ciencias sociales o de la cultura, y
dado que –como dice Burdeau- en lo político, lo social adquiere su mayor madurez,
la Ciencia Política es quizá la más social de las ciencias sociales y la que se halla en
el entrecruce de casi todas las restantes disciplinas sociales.
Ello ha dado lugar a que, en el ámbito de las ciencias sociales, algunos hablan de la
Ciencia Política como de ciencia-encrucijada, otros como de ciencia-residual, y otros

40
como de ciencia-síntesis. Cada una de estas tres expresiones es correcta en lo que
afirma de la Ciencia Política y equivocada en lo que deja de afirmar. Así lo advierte
Duverger, quien observa que las tres expresiones, no deben ser exclusivas sino
complementarias, cuando habla de la Ciencia Política.

10.1. CIENCIA-ENCRUCIJADA:

Las ciencias sociales se entrecruzan y entremrzclan fácilmente. Piénsese en todas


las formas híbridas que pueden salir de cruzar la sociología, la antropología, el
derecho, la historia, la geografía humana, la economía, la demografía, la
etnología, la psicología social, la ciencia de las letras y las artes, y en parte también
la filosofía.
Pues bien, se podría pensar que la Ciencia Política fuera el resultado de juntar las
partes políticas de las varias ciencias sociales, puesto que se puede hablar de una
sociología política, una economía política, una antropología política, una filosofía
política, un derecho político... más corriente calificado como un derecho público.
Se podría hablar entonces de ciencias políticas (en plural)- como estuvo en uso
hasta 1939- indicando con ello que todas las ciencias sociales rozan con la
política y la estudian en algún sector, al menos, de su dominio. O se podría hablar
de la Ciencia Política como de la ciencia-encrucijada, en donde todas las partes
políticas de las ciencias sociales se darían cita.
Esta concepción es verdadera en lo que afirma y falsa en lo que niega. Ciertamente,
la Ciencia Política es la encrucijada de las “ramas políticas” de las ciencias sociales,
pero no es sólo eso; es mucho más, como lo vamos a ver.

10.2. CIENCIA-RESIDUAL:

Como la Ciencia Política es la más joven de las ciencias sociales, se podría pensar
que nació porque algunos comenzaron a estudiar específicamente los problemas
que otras ciencias sociales descuidaron estudiar, v.gr., las elecciones, los partidos
políticos, los grupos de presión, la elaboración de las decisiones políticas (decisión
making). El campo de la ciencia política estaría entonces constituido por el “residuo”,
por el desecho dejado por las otras ciencias sociales (historia, derecho,
sociología...).
Esta concepción, como la anterior, es verdadera en lo que afirma y falsa en lo que
niega. Es exacto que ciertos temas políticos han sido desechados por las ciencias
sociales y son objeto propio de la Ciencia Política. Pero ésta no se limita a ser un
simple “residuo”. Es mucho más.

10.3. CIENCIA-SÍNTESIS:
Otros podrían pensar que la Ciencia Política no sería suficientemente autónoma y
diferente de las otras ciencias sociales, sino el intento de una síntesis, a nivel
superior, de los resultados de las demás ciencias sociales en el campo del poder y el
Estado. La Ciencia Política sería, así, como el pent-house construido ulteriormente

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sobre los demás pisos de las otras ciencias sociales. Una especie de sobre-
estructura o filosofía política solamente.
Esta concepción debe ser completamente descartada, pues, supone una idea falsa
de la investigación científica. Los hechos de observación y experimentación no van
por un lado aparte, y por otro lado las síntesis generales de razonamiento. La
Ciencia Política reúne en sí en un doble aliento, tanto la observación de hechos
como la síntesis y la sistematización. Es también ciencia-síntesis, pero no sólo eso.
Es verdad que la Ciencia Política puede llegar a una visión de conjunto de los
fenómenos políticos (que son también objeto parcial o marginal de otras ciencias
sociales) y sólo esta ciencia es capaz de realizar sistemáticamente una síntesis de
aquellos elementos dispersos o fragmentarios de las demás ciencias sociales, que
tienen que ver con el poder y el Estado.
Por ello, el campo de la Ciencia Política cubre dos dominios:
• Un dominio que le es común con las otras ciencias sociales, que contemplan
el
problema del poder y Estado desde su propio punto de vista.

• Un dominio propio, en cierto modo residual.


En este sentido, tienen razón quienes afirman que la Ciencia Política es una ciencia-
síntesis o de convergencia de otras ciencias sociales.

10.4. STATUS ACTUAL DE LA CIENCIA POLÍTICA

A - Ciencia moderna
La Ciencia Política es una verdadera ciencia moderna. En efecto, reúne los tres
requisitos que hoy se exigen para poder hablar de un conocimiento científico:
a) Posesión de objeto: Es la característica previa del conocimiento científico. Debe
darse un orden de hechos suficientemente numerosos sobre los cuales se aplique la
reflexión científica. La Ciencia Política tiene todo el universo de los hechos o
fenómenos políticos.
b) Utilización de un método: La ciencia se distingue del simple conocimiento común
o vulgar porque aplica un orden sistemático y riguroso en la investigación y el
análisis de los hechos. Así lo hace la Ciencia Política empleando diversos enfoques
y análisis metodológicos.
c) Establecimiento de certidumbres: La ciencia no se contenta con llegar a
desprender de los hechos observados algunas relaciones inciertas e imprecisas.
Trata de llegar a relaciones constantes y estables y de poder formular un conjunto de
certidumbres e hipótesis verificables. Así lo hace la Ciencia Política.

B - Ciencia autónoma
La Ciencia Política es una ciencia autónoma. Dada la creciente tendencia a la
especialización del conocimiento, lo que en realidad justifica el estatuto autónomo de

42
una ciencia nueva es un criterio metodológico y práctico. Se trata de descubrir, con
ayuda de un método especializado, aspectos nuevos de realidades ya exploradas
por otras ciencias. Así se allegan nuevas certezas, las cuales, a su vez, satisfacen
exigencias pedagógicas. Tal ha sucedido con la consolidación de la Ciencia Política
como ciencia nueva, en medio de las restantes ciencias sociales.
A ello ha contribuido la así llamada teoría del interés selectivo, o del punto de vista o
del objeto formal, como se designaba en la escolástica antigua. Como bien explica
Marcel Prélot, “es propio del espíritu humano elegir en el seno de la realidad, en sí
misma indiferenciada, aquello que desea conservar. Intereses muy distintos pueden
manifestarse con respecto a los mismos datos globales. Un paisaje no es en sí
mismo más que un conjunto de elementos diversos, entre los cuales sólo la persona
del observador establece conexión. No tiene el mismo sentido para el pintor que ve
en él un conjunto de colores y de líneas; para el poeta que lo siente como la
traducción de un estado de alma; para el general a quien interesa la mejor utilización
táctica de terreno; para el geólogo que adivina bajo el suelo las capas rocosas; para
el agricultor, en fin, que se pregunta cuántas bolsas de trigo podrá recoger. Todas
estas elecciones son legítimas e igualmente válidas”.
De igual modo, el politólogo o estudioso de la Ciencia Política, no se considera como
el propietario de un campo medido y limitado, sino como un investigador a través de
todo lo social. Como otros, él descubre la realidad social, pero la considera desde su
punto de vista, que le da unidad a todo el enfoque. Tiene un “interés selectivo”:
estudia los fenómenos sociales que se refieren al poder y al Estado.

C - El "interés selectivo": punto de vista - objeto formal


Cada una de las ciencias sociales se especifica por su manera especial de
seleccionar los hechos. La Ciencia Política tiene un enfoque especial y un punto de
vista propio sobre los hechos sociales. Ello ha dado lugar a un amplio debate para
precisar el objeto propio, el centro de interés de la Ciencia Política.
No vamos a entrar en dicho debate en forma detallada. Basta saber que la Ciencia
Política abarca diversos campos, de los cuales algunos son comunes con otras
ciencias sociales y otros le son propios. Existen también las teorías negativas que
niegan la existencia de la Ciencia Política como ciencia autónoma.
En forma teórica, Jean Dabin comprueba que si partimos de un sentido claro de la
palabra “política”, la Ciencia Política tiene un objeto específico, perfectamente
distinguible, o sea la cosa política (res política): relación política, agrupamientos
políticos, poder político, instituciones políticas, partidos políticos, acontecimientos
políticos, ideas políticas, fuerzas políticas, vida política, revoluciones políticas. En
principio, de acuerdo con Lucas Verdú, podemos afirmar que la Ciencia Política
estudia los fenómenos relacionados con el fundamento, la organización, el ejercicio,
los objetivos y la dinámica del poder en la sociedad.
En forma empírica, una serie de expertos de la UNESCO, reunidos en París en
1948, establecieron de común acuerdo, una lista-tipo de los temas en que se
interesaban de hecho las instituciones dedicadas a la investigación y la enseñanza
de la Ciencia Política. Esta lista-tipo señala cuatro temas fundamentales:
a) La teoría política.

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b) Las instituciones políticas.
c) Partidos, grupos y opinión pública.
d) Las relaciones internacionales.
Si se observa bien, el desarrollo que estamos siguiendo de introducción a la Ciencia
Política, es fiel a esta lista-tipo de la UNESCO, aunque adopta una clasificación más
pedagógica, tal como se acostumbra en varios programas europeos de nivel
universitario, a saber:
a) Instituciones políticas.
b) Vida política.
c) Ideas políticas.
d) Política internacional.

D - Definiciones "motivadoras" de la Ciencia Política


Con los elementos hasta aquí reunidos, podemos acercarnos a una definición de
Ciencia Política. La idea del Poder está en la base de todas las definiciones de la
Ciencia Política. Como expresa Robson, el foco de interés del politólogo es claro y
nada ambiguo. Se centra en la lucha de ganar o retener el Poder, por ejercer Poder
o influencia sobre otros, o por resistir tal ejercicio del Poder o influencia.
Al hablar de lo político y la política anteriormente, vimos que se dan, a la vez, una
concepción amplia y una concepción restringida de lo político. En un sentido amplio,
se considera que todo lo que concierne al Poder, en cualquier forma, pertenece a la
Ciencia Política. Así se entienden las frases de Robson citadas arriba. Es un sentido
más restrictivo, se considera que la Ciencia Política sólo estudia el poder donde éste
alcanza su forma más perfilada y su organización más completa, a saber, en el
Estado, y que es en este contexto como debe serestudiada principalmente.
Por ello, la Ciencia Política hace referencia no sólo al Poder, sino también al Estado.
El lenguaje corriente y el de los diccionarios lo han entendido así al relacionar casi
siempre la palabra “política” con la palabra “Estado”. Ya en 1903 el autor alemán
Georg Jellinek observaba que los términos Ciencia Política, scienza politica, political
science, o politics, abrazan el conjunto de la Ciencia del Estado. La expresión se
puede aceptar hoy en cuanto afirma que el objeto de la Ciencia Política es el poder
del Estado, pero no se le debe anexar una concepción exclusiva del Estado, en
concreto la concepción jurídica tradicional de comienzos del siglo.
Hecha la salvedad anterior, se pueden escoger varias definiciones de Ciencia
Política. Todas, en una forma u otra, hacen referencia al Poder y más
específicamente al Poder del Estado, como a su objeto propio.
o “Es el conocimiento sistematizado de los fenómenos políticos”. (Fayt)

o “Es el estudio de los hechos sociales de naturaleza política en sus dos


sentidos: lo que son y lo que deben ser” (Bidart Campos).

o “Si se puede definir brevemente la Ciencia Política es por el Poder.


Tiene por objeto el estudio de los fenómenos nacidos del Poder, los
fenómenos de mando que se manifiestan en una sociedad” (G. Vedel).

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o “El objeto de la Ciencia Política no presenta grandes dificultades:
ciencia de la autoridad, de los gobernantes, del Poder. Es el estudio del
Poder y del Estado” (M. Duverger).

o “Es el estudio de lo que se relaciona con el gobierno de la sociedad”


(R. Aron).

o “Es el estudio de los fenómenos de autoridad en el marco del Estado”


(A. Brimo).

o “Es el conocimiento sistematizado de los fenómenos que se refieren


preferentemente al Poder del Estado” (E. Neira).

11. ENFOQUES (APPROACHES) DE LA CIENCIA POLITICA


La Ciencia Política hoy quiere basarse en datos muy bien observados, que le
permitan formular hipótesis serias, de modo que pueda así explicar y predecir los
fenómenos políticos. Estos fenómenos son de suyo muy complejos, de modo que la
tarea no es fácil. La Ciencia Política necesita para ello de instrumentos aptos. Son
los llamados “instrumentos para el análisis político”.
Uno de estos instrumentos es el “enfoque” (approach en inglés). El enfoque es la
manera de acometer un asunto y abordar un tema. Es la manera como un estudioso
se acerca a la realidad. Es la estructura mental determinada (forma mentis) con la
que se intenta analizar el objeto propio de estudio. Algún autor define el enfoque
como las construcciones mentales en función de las cuales y en relación con las
cuales se distribuye la enseñanza y la investigación.
Como fácilmente se comprende, nuestra Ciencia Política es susceptible de múltiples
enfoques. Es como si la política fuese el centro del círculo al que se puede llegar
desde cualquier punto del mismo, con un enfoque para cada uno de los 360 grados
del círculo.
Enumeramos aquí algunos de los enfoques principales, no todos. Además, hay que
tener en cuenta que, dentro del marco teórico de cada enfoque, son posibles varias
vías de investigación y la utilización de varios métodos y técnicas concretas. Todos
los enfoques son naturalmente selectivos. Cada uno tiene sus ventajas y sus
limitaciones, sus aciertos y sus problemas. Lo aconsejable es usarlos con libertad y
precaución, según lo requiera cada objeto concreto de estudio. Unos son más
apropiados para ciertos fenómenos, otros para otros fenómenos. El secreto está en
que se mantengan como instrumentos para el análisis y no se conviertan en dogmas
de fe. Por ello, cuanto más neutro pueda ser, y más se mantenga desvinculado de
una ideología o concepción filosófica, más confiable será el enfoque encuanto
instrumento de análisis científico.

11.1. ENFOQUE INSTITUCIONAL.


Analiza los fenómenos políticos como instituciones políticas. En general se centra en
el Estado y sus unidades secundarias. Le da gran énfasis al estudio de las normas

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jurídicas del Estado. Aristóteles adopta un enfoque de este tipo en la Politeía,
capítulo IV, donde estudia y compara 158 instituciones políticas, griegas, y asimismo
lo hacen Montesquieu en El espíritu de las leyes, partes 2ª. y 3ª. y Tocqueville en la
democracia en América. Recientemente se han hecho buenos estudios con este
enfoque, como el de Duverger sobre los partidos políticos, el de Eschenburg sobre
los grupos de intereses, y otros.
Este enfoque metodológico es útil y válido y prevaleció durante muchos años, al
comienzo de la Ciencia Política, pero hoy es considerado insuficiente y demasiado
estático y formalista. Estudia el Estado en su constitución formal, pero no en su
dinamismo de poder ni en su cambiante realidad social. Tiene también la limitación
de ser un método sólo comparativo (útil para comparar instituciones del mismo tipo),
que no puede aplicarse por igual a todos los fenómenos políticos que hoy estudia la
Ciencia Política.

11.2. ENFOQUE MARXISTA


Analiza todos los fenómenos políticos y sociales como fenómenos determinados, en
última instancia, por el factor económico, factor que se origina en las relaciones y los
modos de producción. El derecho, la filosofía, la religión, el arte, la cultura, la política
y el Estado de una sociedad son un reflejo de la infraestructura económica de dicha
sociedad. Son también elementos básicos del análisis marxista, la afirmación de la
lucha de clases y el que este análisis no sea simplemente teórico (explicativo de la
realidad), sino fuertemente orientado a la praxis revolucionaria (a la transformación
de la realidad).
Aunque este enfoque es válido y útil para analizar y denunciar muchos fenómenos
de la sociedad capitalista, de ninguna manera puede ser considerado como
instrumento de análisis universal, pues suele ser manejado en forma demasiado
mecanicista. Reduce con simplismo todo el mundo de lo cultural, político y religioso
(mundo por lo general dominante en muchos fenómenos sociales), a lo puramente
económico. Niega, así, en cierta manera, la realidad política misma que quisiera
analizar.
En Ciencia Política tiene este enfoque el grave inconveniente de que está
indisolublemente ligado a toda la ideología marxista y sus correspondientes
aleaciones de filosofía (el materialismo dialéctico) y de teoría general de la historia
(el materialismo histórico). Reposa, así, sobre aprioris o presupuestos no
suficientemente criticados, que disminuyen su confiabilidad científica. Para muchos
politólogos de Occidente, apenas una pequeña parte del análisis marxista tiene
categoría científica moderna.

11.3. ENFOQUE CONDUCTISTA (O BEHAVIORISTA)


Analiza los fenómenos políticos como fenómenos de comportamiento humano,
independientemente de sus estructuras jurídicas y de sus aspectos institucionales.
Este enfoque surgió en la Ciencia Política bajo el influjo de la psicología de E. L.
Thorndicke y O.B. Watson, que dieron fuerte empuje a la investigación puramente
empírica y cuantificadora de la conducta humana. Después de la segunda guerra
mundial tuvo enorme importancia en los Estados Unidos. En 1950 llegó a ser

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presidente de la American Political Science Association un conductista, P. Odegard, y
al comienzo de los años 60, entre los diez politólogos americanos más renombrados,
siete eran conductistas: Key, Truman, Dahl, Lasswell, Simon, Easton y Almond.
Pasada la moda, se ha visto que el análisis conductista, siendo válido y aconsejable
para el estudio de ciertos fenómenos (comportamientos electorales, élites, vocación
política...), resulta insuficiente y no aplicable para otros fenómenos políticos, donde
no todo es determinado ni reflejo condicionado. Los enemigos del conductismo
niegan que la Ciencia Política pueda llegar a ser una ciencia tan exacta como las
ciencias naturales y que todo en política puede convertirse en datos cuantificables.
Además, no se admite la metástasis social. Los reflejos sociales (y entre ellos los
políticos) no son simples reflejos condicionados de animales.

11.4. ENFOQUE SISTÉMICO


Analiza, los fenómenos políticos como sistema político o subsistemas sociales
entendiéndose por sistema un conjunto de elementos identificables, con relaciones
entre sí también identificables, todos ellos con su dinámica y su interdependencia. El
sistema actúa y se interrelaciona con su correspondiente entorno o ambiente. Son
ejemplos de sistemas: el sistema solar, el sistema electro-mecánico de un automóvil,
el sistema biológico de una planta, el sistema neuro-vegetativo de un hombre.
De acuerdo con la excelente definición del Ing. Francisco Puleo, un sistema es un
conjunto de entidades caracterizadas por poseer ciertos atributos, los cuales
mantienen relaciones entre sí y están localizados en un determinado ambiente, de
acuerdo con un cierto objetivo.
Para David Easton, quien propugna el análisis sistemático en política, “la vida
política constituye un sistema determinado y concreto, que forma un aspecto del
sistema social general. El considerar los elementos políticos como un sub-sistema,
que puede ser temporalmente examinado con éxito, en forma separada de todo
sistema social, es una de las tareas de la Ciencia Política”. El objeto, pues, de la
Ciencia Política es el análisis de los sistemas políticos.
Siguiendo a Easton, entendemos por sistema político “el conjunto de interacciones
sociales (de individuos y de grupos) orientado a la asignación autoritativa de valores
a todauna sociedad en conjunto”.
El enfoque sistémico presenta innegables ventajas: es muy dinámico, como lo es
toda la realidad política y social; tiene validez y aplicación bastante universal, pues
casi todos los fenómenos políticos pueden ser considerados como sistemas o
subsistemas; es de especial utilidad para analizar las instituciones, teniendo en
cuenta su permanencia y equilibrio (homeóstasis); y para suplir aquello en que este
enfoque falle o esté corto, puede ser enriquecido con el uso simultáneo de otros
análisis.
El enfoque sistémico tiene como desventajas o limitaciones: que escapan a este tipo
de análisis muchos elementos personales, que tanto cuentan en política y en el
manejo de las instituciones; y que privilegia excesivamente su atención sobre el
Estado-Nación.

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11.5.ENFOQUE ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA.-
Analiza también los fenómenos políticos como sistemas políticos, pero fijándose más
en el conjunto de acciones e interdependencias de las partes entre sí y con su
entorno. Este análisis enfoca las instituciones políticas como estructuras y como
funciones. Entiéndese por estructuras las “uniformidades observables de acción del
sistema”. Las estructuras están configuradas no por individuos, sino por funciones.
Las funciones son los resultados de las estructuras.
En oposición al enfoque conductista, que solía partir del individuo y de su
comportamiento psicológico, el enfoque estructural-funcionalista partió del
“fenómeno social total” (M. Mauss), y se enriqueció con los análisis de los input
(insumos) y output (productos) de David Easton, aplicados al sistema político.
Según este enfoque, puede pensarse que el todo (social o político) es más que la
suma de sus partes, pues añade a ellas la relación funcional de las partes entre sí,
que tiene tanta importancia.
En un sistema político hay requisitos estructurales y requisitos funcionales. Hay eu-
estructuras (buenas estructuras) y eu-funciones (buenas funciones), así como hay
dis-estructuras (malas estructuras) y dis-funciones (malas funciones).
A partir de la doctrina política tradicional y de la separación de poderes formulada
por Montesquieu, los norteamericanos Almond y Powell han definido en detalle las
funciones de un sistema político, como pueden verse a continuación.
un sistema político, como pueden verse a continuación:

11.6. ENFOQUE CIBERNÉTICO


Es un nuevo enfoque de análisis que se ha viendo elaborando con base en la teoría
de las comunicaciones y la cibernética y que analiza los fenómenos políticos como
fenómenos de comunicación y de informática. Este enfoque presupone la
interdependencia de factores para el logro de resultados, tal como lo implican los
dos enfoques anteriores (el sistémico y el estructural-funcionalista), y se enriquece
con el gran avance de estos años en el campo de la automatización, con sistemas
mecánicos muy sofisticados que se auto-regulan en un continuo proceso que va del
centro a la periferia, y viceversa. Quien mejor ha desarrollado y aplicado este
enfoque de análisis político es Karl W. Deutsch.
Lo más importante de su enfoque es que la política y el gobierno aparecen
esencialmente como procesos de dirección y coordinación de esfuerzos humanos
hacia la obtención de algunas metas establecidas y entre estos procesos, el
mecanismo básico es el de la toma de decisiones. Ahora, bien, el mecanismo-clave
para la buena toma decisiones es la comunicación, la información. Estos son “los
nervios del gobierno”. Gobernar bien es administrar bien los canales de información.
El flujo de información constituye, por esta razón, lo básico del análisis. Este flujo
viene integrado por factores de procesamiento de información que desembocan en
la toma de decisiones, y éstas en un tercera etapa de ejecución. Véase el cuadro
ilustrativo:
a. Procesamiento de información. Los varios receptores o sistemas de recepción se
ocupan en la toma de información de ambientes internos y externos. La recepción

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cubre en realidad varias funciones, además de la mera toma de información,
incluyendo el examen de operaciones, la selección de información y el
procesamiento de datos. La mayor parte de los sistemas desarrollan un conjunto de
reglas de operación bastante específicas para procesar el flujo de la información que
se recibe.
b. Toma de decisiones. Las estructuras que representan la memoria, los complejos
de valores y los centros de las decisiones efectivas manejan la información y actúan
sobre ella. La memoria relaciona la información que llega con experiencias pasadas
relevantes que tengan relación con procesos y consecuencias. Los valores
desempeñan la tarea normativa de relacionar las posibilidades con las preferencias.
c. Ejecución. Por último, hay estructuras que funcionan para ejecutar las decisiones
terminadas y para alimentar el aparato con información de regreso relativa a las
actuaciones, como un nuevo insumo. El llamado feed-back o mecanismos de
retroalimentación sirve de control regulador decisivo.
Este enfoque metodológico constituye un valioso aporte para la Ciencia Política. Es
un enfoque muy dinámico, que atiende no sólo al equilibrio (homeóstasis) del
sistema, sino también a su autotransformación, que puede ser en forma de
innovación y en forma de crecimiento, que puede llegar hasta cambios cualitativos.
Esto resulta de mayor utilidad en los sistemas sociales que en los sistemas
inanimados de comunicaciones.
Como elementos negativos del enfoque, algunos observan que privilegia
excesivamente la información por sobre otros factores también muy decisivos. Pero
el reparo más grande que se le hace es que concibe en forma muy mecánica el
proceso de tomar decisiones de una institución o gobierno, como si fuera el proceso
de una máquina automática. Adopta para el comportamiento social y político una
orientación que es esencialmente de ingeniería, y sabemos bien que los individuos y
las combinaciones de individuos no son exactamente máquinas. Existen
discontinuidades significativas entre los procesos inanimados y las organizaciones
humanas. De ahí deriva también el que muchos problemas importantes de la actual
Ciencia Política, referentes al poder, queden por fuera del tratamiento cibernético,
como por ejemplo, las diferencias entre poder e influencia, la selección y
comportamiento de las élites, las sutilezas del liderazgo político y otros.

12. METODOS DE LA CIENCIA POLITICA


Toda ciencia es un esfuerzo por aprehender cierto objeto a partir de un cierto
método. Se trata de conocer la realidad, y de conocerla científicamente, es decir, con
método científico. Por ello, la determinación del objeto y del método es una cuestión
previa, fundamental, de toda disciplina científica, como lo es la Ciencia Política.
La palabra “método” viene de la palabra griega meta (a lo largo de) y hodós
(camino). Es, pues, el camino que sigue la mente para el logro de la verdad. O como
bien lo ha formulado la UNESCO: es la marcha del espíritu hacia el conocimiento de
la realidad. Hasta Descartes, por método se entendía el razonamiento o
encaminamiento lógico para descubrir o exponer la verdad. A partir de Descartes,
método comenzó a significar más bien las técnicas y supuestos, el procedimiento
para obtener y utilizar los datos, es decir, el tratamiento. Así lo entiende un autor

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moderno Tierno Galván, cuando dice que el método es el conjunto de supuestos,
observaciones y técnicas que hacen más accesibles, explicables y controlables unos
ciertos hechos.
La Ciencia Política actual considera que, dada la amplitud y heterogeneidad de los
fenómenos políticos que estudia, todos los métodos de las otras ciencias sociales
son utilizables por ella, y no debe descartar a priori ninguno. La Ciencia Política –
como anota Duverger- debe, a la vez, utilizar los métodos de las demás ciencias
sociales y buscar los métodos propios que corresponden a su objeto.
Todos los métodos son aprovechables en nuestro campo, a condición de que para
cada caso concreto se utilice el método apropiado. Cada método tiene su propio uso
y valor, y su exactitud depende de la realidad a la que se aplica.
Como bien lo reconoce Duverger: “Describir los métodos de la Ciencia Política es
extremadamente difícil. O bien se limita a sus métodos propios que no participa con
las otras ciencias sociales, y la descripción permanece muy incompleta, porque
estos métodos son pocos numerosos y poco desarrollados; o bien se estudian
también los métodos comunes a la Ciencia Política y a las otras ciencias sociales;
hallándose, entonces, obligado a exponer un gran número de técnicas muy
diferentes las unas de las otras, que es imposible analizar de una manera detallada”.
Para un análisis en conjunto de los métodos de la Ciencia Política, remitimos a obras
excelentes como las de Duverger, Meynaud, Butler y la muy reciente de nuestro
desaparecido colega Dr. Stefano Raguso.
La Ciencia Política en el estudio metódico de los fenómenos que se refieren al poder
del Estado, tiene que atender a cuatro fases o momentos investigativos, empleando
para ellos los métodos más apropiados: a) búsqueda y observación de los hechos;
b) análisiscomparativo de los mismos; c) sistematización de los hechos; d)
elaboración de una teoría política con base empírica.
Jenkin clasifica los métodos que debe emplear el politólogo o científico de la política
en tres grupos:
a) lógico-deductivos;
b) histótico-descriptivos;
c) empírico-hipotéticos.
Simplificando en exceso, podemos decir que los métodos utilizados en Ciencia
Política son métodos cualitativos y métodos cuantitativos, los métodos cualitativos
reposan totalmente en las condiciones personales del científico: en su lógica, juicio
o penetración; en su imaginación o intuición; en su habilidad para formar
impresiones exactas o para percibir relaciones . Los métodos cualitativos se han
empleado por largo tiempo en el tratamiento de la mayoría de las cuestiones
examinadas por las científicos de la política. En cambio, los métodos son claramente
cuantitativos cuando comprenden la medición y la contabilización. Se emplean en
cuestiones referentes a grandes números de unidades del mismo tipo (número de
lectores, por ejemplo), y en relación con el análisis de contenido.
Butler pasa revista a los diversos métodos (deductivo, descriptivo, cuantitativo,
sociológico, psicológico y práctico) e indica los aspectos positivos y negativos, las
posibilidades y límites de cada uno de ellos en su aplicación al campo político.
Concluimos este capítulo haciendo nuestras las siguientes líneas suyas: “El

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estudioso de la política puede aprender del filósofo su manera de relacionar la causa
y el efecto; puede aprender del historiador el modo de fijar el valor de su testimonio;
puede aprender del estadístico cómo averiguar si un número de casos es
significativo; puede aprender del sociólogo y del psicólogo que hacen
generalizaciones más o menos discutibles sobre el comportamiento de la masa o
sobre las actividades individuales; y sobre todo puede aprender del hombre práctico,
que enjuicia los descubrimientos de la investigación a la luz del sentido común y de
la experiencia directa.

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