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La ciencia a finales del siglo XX nos permite describir al hombre como miembro del
reino animal en el orden de los primates. El hombre, como otros animales y plantas, se
enfrentan constantemente con los problemas de adaptación de las condiciones de vida
en la tierra (ejemplo de adaptación: soportar el frio). A su vez, en el animal humano, la
adaptación puede significar descubrir e inventar formas y medios para convivir con la
naturaleza, con los otros hombres y, tal vez lo más importante, con el hombre interno.
Una de las cuestiones más importantes que debemos aceptar al principio del estudio
de la historia de la teoría política es que nuestro principal objeto de estudio es una
serie de escritores, y no de instituciones, prácticas y costumbres políticas existentes.
Tanto las instituciones como las teorías políticas forman parte de la cultura; son
extensiones del hombre como ente físico. Las instituciones y las teorías políticas se
combinan en el sentido y hasta el punto en que ambas buscan relacionarse con la
gente, objetos y hechos bajo la noción del bien o del interés común. Una importante
función de la teoría política es NO demostrar únicamente lo que es una práctica
política, sino también lo que significa. Al demostrar lo que una práctica significa, o lo
que debería significar, la teoría política puede modificar lo que en realidad es.
Esta “conexión” política puede originarse, y con frecuencia lo hace, junto a los
hombres que manejan las instituciones políticas. Algún tipo de decisión política como
por ejemplo: regular las emisiones de los escapes de los automóviles, transforma un
fenómeno químico en esencia, en uno de tipo político. En este sentido, la naturaleza
política sobre la cual el teórico político va a trabajar es un tipo de tejido o red que
relaciona o conecta al hombre, a los objetos y a los eventos de tal manera que tienen
que ver con los intereses comunes o públicos de una sociedad. El ejemplo menciona
hace referencia a una relación en espacio, pero de igual manera puede suceder en el
tiempo, como por ejemplo: cuando el gobierno recauda las contribuciones de
seguridad social del patrón y del empleado y décadas más tarde las reparte en forma
de presentación de retiro.
La teoría política se originó entre lo que ahora llamamos los antiguos griegos. (Tuvo su
origen en el siglo V a. C.). Fue en Grecia donde los europeos hicieron contacto con la
civilización del antiguo Oriente Medio y donde el hombre atravesó el umbral de la
ciencia, la filosofía y la teoría política. Es parte de la costumbre del hombre occidental
contemporáneo juzgar a Platón, a Aristóteles y a la ciencia y filosofía griegas en
contraste con la ciencia y la filosofía contemporánea de Occidente, y casi nunca con lo
que sucedió con anterioridad a ellos.
CAPITULO 2
La mayor parte de los ideales políticos modernos – como, por ejemplo, la justicia, la
libertad, el régimen constitucional y el respeto al derecho- o, al menos, sus
definiciones comenzaron con la reflexión de los pensadores griegos sobre las
instituciones de la ciudad-estado. Pero en la larga historia del pensamiento político el
significado de tales términos se ha modificado de modos muy diversos y hay que
entenderlo siempre a la luz de las instituciones que habían de realizar esos ideales y
de la sociedad en la que operaban esas instituciones. La ciudad-estado griega era tan
diferente de las comunidades políticas que viven los hombres modernos; y todo el
clima de opinión en el que realizaron su trabajo era diferente del nuestro.
en primer lugar, aunque sea en líneas muy generales, del tipo institucionales
que tenían a la vista y de lo que para el público al que se dirigían comportaba
la ciudadanía.
Clases sociales:
La antigua ciudad-estado era extremadamente pequeña. Tal organización de un
pequeño territorio dominado por una sola ciudad era típica de la ciudad-estado.
Esta población estaba dividida en tres clases principales, que eran política y
jurídicamente distintas:
El meteco, como esclavo, no tomaba parte en la vida política de la ciudad, aunque era
hombre libre y su exclusión no implicaba una discriminación social con él.
Cuerpo de ciudadanos: Eran miembros de la polis y tenían derecho a tomar parte de la
vida política (privilegio obtenido por nacimiento).
Instituciones políticas:
La democracia directa regia por todo el pueblo reunido es más bien un mito político
que una forma de gobierno. A demás, todas las formas griegas de gobierno (con
excepción de la dictadura extrajurídica) tanto aristocráticas como democráticas
comprendían algún tipo de asamblea del pueblo, aunque su participación en el
gobierno fuese en realidad pequeña.
Sin embargo, los grandes poderes del consejo dependían siempre de la buena
voluntad de la asamblea. Normalmente todas las cuestiones importantes iban a la
asamblea para recibir su aprobación. No obstante, en cualquier caso los decretos se
aprobaban en nombre del consejo y del pueblo.
El tribunal era muy numeroso. Estos ciudadanos eran jueces y jurados, porque el
tribunal ateniense carecía del aparato que acompañaba a un sistema jurídico
técnicamente desarrollado. Las partes litigantes estaban obligadas a defender
personalmente sus decisiones. El tribunal se limitaba a votar: primero, sobre la
cuestión de la culpabilidad, y luego, si el veredicto había si do de culpabilidad, sobre la
pena que había de imponerse, después de que cada una de las partes hubiera
propuesto el castigo que considerase justo. La decisión de un tribunal tenía valor de
cosa juzgada, porque no había un sistema de apelación. Esto era lógico porque se
consideraba que tanto la asamblea, como el tribunal eran el pueblo. De ahí que se
utilizase a los tribunales para asegurar el control sobre los funcionarios y sobre la
misma ley.
Ideales políticos:
Sus instituciones estaban destinadas a dar más participación a los ciudadanos. Para el
ateniense, ocupar un cargo público podía ser, un incidente normal en la vida de casi
todos los ciudadanos. Se ha calculado que cada año un ciudadano de cada seis podía
tener una participación en el gobierno civil, aunque esa participación no fuese más allá
de actuar como jurado. Su gobierno se llama “democracia” porque la administración
está en manos de la masa de ciudadanos, no de una minoría. De ahí que Pericles se
enorgullecía del hecho de que Atenas permitiera, más que ningún otro estado, a sus
ciudadanos el cuidado de los asuntos privados con la participación en la vida pública.
A este deseo de que todos participen en la vida pública iba aliado el ideal de que no se
excluyese a nadie por diferencias de rangos o riqueza. “Nadie ocupa un cargo por
nacimiento y nadie lo compraba”; todo el mundo tiene una igualdad de oportunidad de
ocupar la posición a la que le dan derecho sus dotes naturales. La Atenea de Pericles
consiguió realizar este ideal en un rango considerable. Sin embargo, esto era un ideal
y no un hecho. Aun en su mejor forma, la democracia tenía un lado malo: en lo
que se refiere a conseguir una vida armónica, la ciudad-estado tuvo un éxito parcial.
En general, puede decirse que las ciudades- estados eran muy propensas a
convertirse en presa de querellas de afición y rivalidades de partido, cuyo encono tenía
toda la intensidad que son las rivalidades entre seres unidos por intimidad puede
alcanzar. Tucídides pinta un cuadro pavoroso de la marcha de la revolución y las
facciones en las ciudades griegas, a medida que la guerra progresaba. Sus virtudes
condujeron a sus defectos.
Platón dijo tristemente que “toda ciudad, por pequeña que sea, está dividida por lo
menos en dos ciudades enemigas: la de los pobres y la de los ricos”. Había una
tendencia constante a prestar lealtad a una determinada forma de gobierno o a un
partido político y no a la polis, y esto habría con demasiada facilidad la puerta del
egoísmo político descarnado que no era leal ni siquiera a un partido.
Aunque solo tuvo una realización precaria, este ideal de una vida común
armónica en la parte en la que el mayor placer de todo ciudadano debía ser la
participación en la vida pública, constituye el pensamiento central de la teoría
política griega.
Los pilares del sistema según el ideal ateniense eran: la libertad y el respeto a la ley.
Las actividades de la polis se realizan con la cooperación voluntaria de los ciudadanos
y el instrumento principal de esta cooperación es la libre y plena discusión de la
política en todos los aspectos.
Fue precisamente esta creencia en la discusión, como mejor medio de ordenar las
medidas públicas y de llevarlas a efecto –esta fe en que una medida prudente o una
buena institución podían soportar la prueba del examen de muchas mentes-, lo que
hizo de los atenienses los creadores de la filosofía política. No es que despreciasen la
costumbre, sino que nunca creyeron que un código consuetudinario fuese obligatorio
por el mero hecho de ser antiguo. Preferían ver en la costumbre la presunción de un
principio latente capaz de soportar una crítica racional y de ser más claro y más
inteligible con ella. Este problema de la interrelación entre costumbre y razón está
presente en toda la teoría de la ciudad-estado. Así, el escepticismo (1) que no ve en el
derecho nada que no sea la costumbre ciega y que, en consecuencia, solo ve en las
instituciones políticas un modo de conseguir ventajas para los beneficiarios del
1:sistema,
Doctrinaera
filosófica que considera
para Platón el más que
letalnodehay ningún
todos lossaber firme,
venenos ni puede encontrarse ninguna
sociales.
opinión segura.
Platón representaba la fe griega originaria en que el gobierno se basa en la convicción
y no en la fuerza y que sus instituciones existen para convencer y no coaccionar.
“No tiene la polis peor enemigo que el déspota, bajo quien, en primer lugar, no pueda
haber leyes comunes, sino que uno gobierna teniendo en sus manos la ley”- Eurípides
Los griegos creían que solo ellos estaban dotados de esta capacidad racional, y que la
ciudad-estado era el único gobierno que le dejaba libertad de movimientos, por esto la
libertad así concebida implica respecto a la ley. En el estado libre, la ley y no el
gobernante es soberana, y la ley merece el respeto del ciudadano, aunque en algún
caso particular lesione sus intereses. La libertad y el imperio de la ley son aspectos
complementarios del buen gobierno.
Podría resumirse el ideal ateniense en una sola frase, diciendo que es la concepción
de la ciudadanía libre en un estado libre.
VI. ARISTÓTELES:
Los escritos aristotélicos presentan un problema muy distinto del que nos
ofrecen los diálogos de Platón. La mejor hipótesis hasta ahora expuesta para
explicar la Política de Aristóteles, es la de Werner Jaeger y, aunque no se ha
demostrado, ofrece por lo menos una forma razonable de concebir el desarrollo
de la filosofía política de Aristóteles.
Primera etapa: Parte del estado ideal y de las teorías anteriores acerca
de él. Esta parte está comprendida por los libros:
Libro II: estudio histórico de las teorías más antiguas (notable por la crítica de
Platón).
Los problemas que hay que considerar aquí son las relaciones de su
pensamiento con el de Platón en su primer intento de hacer una filosofía
política independiente.
Jaeger atribuye a estos 4 libros una fecha no muy posterior a la partida de
Aristóteles de Atenas después de la muerte de Platón.
Los problemas que presenta son sus pensamientos finales respecto a las
formas de gobierno, su concepción de las fuerzas sociales existentes tras la
organización y el cambio político y su descripción de los medios por los que
tiene que operar el estadista.
El capítulo 1 cree Jaeger que fue escrito ultimo y que se redactó a modo de
introducción general al tratado ampliado, uniéndose de modo apresurado al
capítulo 2.
Aristóteles comienza su libro acerca del estado ideal con un examen crítico
acerca del tema por otros autores. El punto de mayor interés es aquí su crítica
de Platón.
En todas las partes de la Política en la que se trata del estado ideal, se pone de
manifiesto una diferencia esencial entre Platón y Aristóteles. El ideal aristotélico
fue siempre el gobierno con arreglo a normas jurídicas. Aristóteles acepto
desde un principio el punto de vista de las leyes, de que en todo estado bueno
el soberano ultimo debe ser la ley y no ninguna persona, esto para él era una
característica del buen gobierno y en consecuencia una característica del
estado ideal. La relación del gobernante que se ajusta a las leyes con sus
súbditos, es diferente en especie de cualquier otra clase de sujeción.
Ej.: la autoridad de un gobernante que ajusta las leyes sobre sus súbditos es
totalmente distinta de la que ejerce un amo sobre su esclavo, porque se
presume que el esclavo es de diferente naturaleza, perteneciente a una
especie inferior.
El imperio de la ley
El problema de que el estado se dirija con arreglo a las leyes, está íntimamente
relacionado con el de si es mejor ser regido por el mejor hombre o por las
mejores leyes, ya que el gobierno que consulta el bien de sus súbditos es
también un gobierno con arreglo a la ley. Aristóteles acepta la supremacía de la
norma jurídica como marca distintiva del buen gobierno y no solo como una
desgraciada necesidad. Su argumento, para esta postura, es que Platón se
equivocaba cuando, en el Político consideraba como alternativas el gobierno de
la ley y el gobierno de los gobernantes justos. Ni siquiera el gobernante más
sabio puede prescindir de la ley ya que esta tiene una calidad impersonal que
ningún hombre, por bueno que sea, puede alcanzar. La ley es “la razón
desprovista de pasión”.
Si la relación política ha de permitir libertad, tiene que ser de tal tipo que el
subtítulo no abandone por entero su juicio y su responsabilidad, y esto es
posible siempre que, tanto el gobernante como el gobernado, se encuentra en
una situación determinada por la ley.
Lo que escribe Aristóteles NO es un libro del Estado ideal, sino acerca de los
ideales del estado.
Tanto para Aristóteles como para Platón la fuerza más importante para el
moldeamiento de los ciudadanos, además de las condiciones físicas y
mentales necesarias para la buena vida, es necesario un sistema de
educación obligatorio. Aristóteles menciona tres cosas que hacen virtuoso al
hombre, las cuales son al hábito, la naturaleza y la razón. Colocando al hábito
en el medio.
El ideal político transmitido por Platón presumía que ciudad y ciudadano son
términos estrictamente correlativos. Eso explica las tres preguntas que plantea
al comienzo del libro III: ¿Qué es un estado? ¿Quién es ciudadano? ¿Es la
virtud de un hombre bueno la misma que de un ciudadano bueno?
El tipo de vida que un grupo de hombres viva en común depende de qué clase
de hombre sea y qué fines se propongan realizar y, recíprocamente, el fin del
estado determinará quiénes pueden ser miembros y qué clase de vida pueden
vivir individualmente. Desde el punto de vista una constitución es, como dice
Aristóteles, una organización de ciudadanos o, como dice en otra parte, un
modo de vida, y en la forma de gobierno es expresión del modo de vida que el
estado trata de fomentar. La naturaleza ética del estado NO solo domina, sino
que se sobrepone por entero a la naturaleza política y jurídica. Derecho,
constitución, estado, forma de gobierno, tienen todos a coincidir, ya que desde
mi punto de vista moral todos ellos son igualmente relativos a los fines que son
la causa de que exista la asociación.
Pero llegar a la idea del bien, primero, y utilizarla después como pauta para la
crítica y la valoración de las vidas reales y de los estados reales, era
precisamente lo que provocaba la desesperación de Aristóteles. Si, por el
contrario, se comienza con la observación y la descripción de los estados
reales, hay evidentemente que hacer distinciones. Como señala Aristóteles,
el hombre bueno y el ciudadano bueno no puede ser por completo idénticos,
más que en un estado ideal en efecto a menos que las finalidades del estado
sean las mejores posibles, su realización exigirá a los ciudadanos un modo de
vida inferior al mejor posible. En los estados reales tienen que haber diferentes
especies de ciudadanos con diferentes clases de “virtud”. De modo semejante,
cuando Aristóteles definía ciudadano como el hombre que puede tomar parte
en la asamblea y actuar como jurado basada en la práctica ateniense, se ve
obligado a señalar de que la definición no puede encajar más que en un estado
democrático. En la práctica hay que hacer distinciones. Una constitución no
es sólo un modo de vida de los ciudadanos, sino también una organización de
magistrados para llevar adelante los negocios públicos y, en consecuencia, no
es posible identificar de golpe sus aspectos políticos con su finalidad ética. El
mero hecho de observar estas complejidades es percibir la dificultad de
construcción de un estado ideal que sirva de pauta para todos los
estados.
El resultado del estudio es que hay objeciones válidas contra todo título de
poder que se pueda presentar y también que todos los títulos usuales tienen un
cierto mérito. Fue este examen de los títulos contrapuestos de la democracia y
la oligarquía que lo llevó posteriormente a Aristóteles a abandonar la búsqueda
de un estado ideal y ocuparse del problema, más modesto, de la mejor forma
de gobierno fuera posible encontrar en la mayor parte de los estados.