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332 Capítulo 9 • Desarrollo del ciclo vital

Visión A diferencia de los perritos y los gatitos, los bebés humanos nacen con los
ojos abiertos y funcionando, aunque el mundo les parezca un poco confuso al princi-
pio. Ven con más claridad cuando los rostros u objetos están a sólo 20 o 25 centíme-
tros de distancia. Sin embargo, la agudeza visual (la claridad de la visión) mejora con
rapidez al igual que la capacidad para enfocar objetos a diferentes distancias. Para los
seis u ocho meses de edad, los bebés ven casi tan bien como el universitario promedio,
aunque su sistema visual requiere otros tres o cuatro años para desarrollarse por com-
pleto (Maurer y Maurer, 1988).
Incluso los niños muy pequeños tienen preferencias visuales. Prefieren ver una
imagen o patrón nuevos a uno que ya hayan visto muchas veces antes. Si pueden elegir
entre dos imágenes o patrones, ambos nuevos, por lo general prefieren el que tenga
contrastes más claros y patrones más simples. Conforme crecen y su visión mejora,
prefieren patrones cada vez más complejos, lo que quizá refleja su necesidad de un am-
biente cada vez más complejo (Acredolo y Hake, 1982; Fantz, Fagan y Miranda, 1975;
Slater, 2000).
En general, los bebés encuentran particularmente interesantes el rostro y las voces
humanas (vea Flavell, 1999). No sólo les gusta mirar el rostro de otra persona, sino
que también siguen su mirada. Hood, Willen y Driver (1998) presentaron la fotogra-
fía de un rostro humano en un monitor de video. En ocasiones el adulto presentado
miraba hacia adelante, otras veces a la izquierda o a la derecha. Los investigadores en-
contraron que bebés incluso de tres meses advertían la dirección de la mirada del adulto
y cambiaban su mirada en consecuencia. Los recién nacidos también prefieren mirar a
10.1 su madre que a un desconocido (Walton, Bower y Bower, 1992). Como ven a su madre
con mucha frecuencia, adquieren diferentes conjuntos de imágenes de ella. Esta familia-
ridad visual hace a la madre la persona preferida de su entorno (Walton y Bower, 1993).

Percepción de profundidad Aunque los investigadores no han podido encontrar


evidencia de la percepción de profundidad en bebés menores de cuatro meses (Aslin y
Smith, 1988), la capacidad para ver el mundo en tres dimensiones está bien desarrolla-
da para el momento en que los bebés aprenden a gatear, entre los seis y los 12 meses
de edad. Esto se demostró en un experimento clásico que utilizó un dispositivo llama-
do abismo visual (Walk y Gibson, 1961). Los investigadores dividieron una mesa en
tres partes, el centro era un corredor sólido, elevado por encima del resto de la mesa
aproximadamente dos centímetros. De un lado de este corredor había una superficie
sólida decorada con un patrón ajedrezado y cubierto con una plancha de vidrio trans-
parente. El otro lado también estaba cubierto con una cubierta gruesa de vidrio, pero
de este lado, el abismo visual, la superficie ajedrezada no estaba directamente bajo el
vidrio sino un metro debajo de él. Un infante en edad de gatear era colocado en el co-
rredor central y la madre estaba de uno u otro lado, animando al bebé a gatear hacia
ella por la superficie del vidrio. Todos los bebés examinados de edades entre seis a 14
meses se negaron a gatear a través del abismo visual, aun cuando se mostraran perfec-
tamente dispuestos a cruzar el lado “menos profundo” de la mesa. Cuando el lado
“profundo” separaba al bebé de la madre, algunos de los pequeños lloraban; otros mi-
raban la superficie debajo del vidrio o lo golpeaban con sus manos. Sus conductas
mostraban claramente que podían percibir la profundidad.
Pero, ¿qué hay acerca de los niños más pequeños? No es posible someter a prueba a
los bebés menores de seis meses de la manera estándar con el abismo visual porque no
pueden gatear. En un estudio, simplemente se les colocó boca abajo sobre los dos la-
dos de la mesa y se midió su tasa del pulso en ambas posiciones. Cuando los bebés fueron
Cuando se les coloca en un abismo vi-
cambiados del lado superficial al profundo, su ritmo cardiaco se hizo más lento, una
sual, los bebés en edad de gatear (de
reacción típica de los bebés y los adultos que se detienen para orientarse en las situa-
los seis a los 14 meses) no cruzarán el
lado profundo ni siquiera para alcan- ciones nuevas (Campos, Langer y Krowitz, 1970). Así que, aunque no mostraron te-
zar a su madre. Este experimento clá- mor hacia el abismo, los bebés menores de seis meses parecían percatarse de que había
sico nos dice que para el momento en algo diferente en el lado profundo. Al parecer, el surgimiento del temor a las alturas
que pueden gatear, los bebés también depende de la experiencia con el movimiento autoproducido, como el gateo (Bertent-
perciben la profundidad. hal, Campos y Kermoian, 1994).

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Capítulo 9 • Desarrollo del ciclo vital 333

Otros sentidos Incluso antes de nacer, los oídos de los bebés funcionan bien. Los
fetos en el útero pueden escuchar sonidos y se sobresaltan con un ruido súbito y fuer-
te en el ambiente de la madre. Después del nacimiento, los bebés dan señales de que
recuerdan sonidos que escucharon en el vientre.
Los bebés también nacen con la habilidad de reconocer la dirección de un sonido;
lo demuestran girando la cabeza hacia la fuente del sonido (Muir, 1985). A los cuatro
meses incluso pueden localizar la fuente de un sonido en la oscuridad, donde no hay
señales visuales (Hillier, Hewitt y Morrongiello, 1992).
Los bebés son particularmente sensibles a los sonidos del habla humana. Los niños
de un mes pueden distinguir sonidos del habla como “pa-pa-pa” y “ba-ba-ba” (Eimas
y Tartter, 1979). De alguna manera, los niños pequeños son mejores para distinguir
los sonidos del habla que los niños mayores y los adultos. A medida que los niños cre-
cen, a menudo pierden su habilidad para escuchar la diferencia entre dos sonidos del
habla muy similares que no se distinguen en su lengua materna (Werker y Desjardins,
1995). Por ejemplo, los bebés japoneses no tienen problema para escuchar la diferen-
cia entre los sonidos “ra” y “la” que no se distinguen en el idioma japonés. Sin embargo,
para el momento en que tienen un año, los niños japoneses ya no pueden diferenciar
esos dos sonidos (Werker, 1989).
Con respecto al gusto y al olfato, los recién nacidos tienen gustos y aversiones defi-
nidos. Les gustan los sabores dulces, una preferencia que persiste a lo largo de la ni-
ñez. Los bebés de apenas unas horas de edad mostrarán placer ante el sabor del agua
edulzada pero arrugarán la cara en un gesto de repugnancia ante el sabor del jugo de
limón (Steiner, 1979).
A medida que los bebés crecen, sus percepciones del mundo se vuelven más agudas
y significativas. Dos factores son importantes en este desarrollo. Uno es la maduración
física de los órganos sensoriales y el sistema nervioso; el otro es la adquisición de expe-
riencia en el mundo.

COMPRUEBE SU COMPRENSIÓN
1. Dos reflejos que normalmente desaparecen después de dos o tres meses son:
___ a. succión y deglución
___ b. prensión y búsqueda
___ c. marcha y prensión
___ d. marcha y búsqueda

2. Las diferencias de temperamento en los bebés se atribuyen a:


___ a. factores biológicos
___ b. emociones maternas durante el embarazo
___ c. reacciones de los padres al llanto de un bebé después de su nacimiento
___ d. todas las anteriores

3. ¿Qué tipo de patrones prefieren mirar los recién nacidos?


___ a. los coloridos
___ b. los móviles
___ c. los contrastantes

Respuestas: 1.c, 2.d, 3.c

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