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BLOQUE 4.

ESPAÑA EN LA ÓRBITA FRANCESA: EL REFORMISMO DE LOS

PRIMEROS BORBONES (1700-1788).

ÍNDICE

1. Introducción: concepto del antiguo régimen.

2. La Guerra de Sucesión.

3. Imposición del absolutismo monárquico.

4. Centralización y uniformidad.

5. La sociedad estamental del siglo XVIII.

6. La economía del siglo XVIII.

7. Las reformas ilustradas del siglo XVIII.

8. El despotismo ilustrado: Carlos III.

1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTO DE ANTIGUO RÉGIMEN.

Al iniciarse el siglo XVIII, en España pervivía una sociedad estamental, dividida en

privilegiados y no privilegiados, un sistema económico de base rural y señorial y un

régimen político de monarquía que tendía al absolutismo. Para definir esta sociedad

anterior a las revoluciones liberales, los historiadores usaron el término Antiguo

Régimen, acuñado tras la Revolución francesa de 1789.

Los revolucionarios franceses de 1789 emplearon el término Ancienrégime para

designar, con una connotación negativa, el conjunto de instituciones y estructuras

económicas, sociales y políticas que tenían la intención de destruir. Con este sentido

se ha empleado en otras lenguas para referirse a regímenes que se encontraban en

parecidas circunstancias, convirtiéndose un concepto historiográfico que en principio

se refería a Francia, en un término adoptado por la historiografía del resto de países

europeos, que contaron con sus revoluciones liberales para acabar con su respectivo

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«antiguo régimen». De este modo, el concepto ha llegado a dar nombre a un período

de la historia, el que corresponde a los siglos XVI a XVIII, comprendiendo aspectos

económicos, sociales y políticos.

Sin embargo, el siglo XVIII, con el Antiguo Régimen en plena vigencia, contempla

la génesis de los procesos históricos contemporáneos: los cambios ideológicos

resumidos en la Ilustración, la 1ª Revolución Industrial en Gran Bretaña, y el ascenso

imparable de la burguesía. Es pues un siglo de grandes contrastes y contradicciones

que impulsan los deseos de cambio en toda Europa. El siglo XVIII constituye la época

en que el Antiguo Régimen convive con las nuevas ideas ilustradas. Éstas son el

precedente de las revoluciones que, a finales de siglo y a lo largo del XIX, sustituirán

el viejo orden, en parte heredado de la Edad Media, por una nueva organización social,

económica y política, conocida como liberalismo burgués. Es éste, por tanto, un siglo en

que conviven lo viejo y lo nuevo, iniciándose una serie de reformas que pretenden

mejorar la anquilosada sociedad tradicional. De ahí que sea conocido como el siglo de

las luces o el siglo de la Ilustración, en alusión a la luz que deberían aportar la razón y

la ciencia para el logro de la felicidad humana.

En definitiva, el Antiguo Régimen se caracterizó por el régimen político de la

monarquía autoritaria y absoluta; un tipo de sociedad, la sociedad estamental; y un

tipo de economía, el régimen señorial.

2. LA GUERRA DE LA SUCESIÓN.

En 1700, el último monarca de la casa de Austria, Carlos II, murió sin

descendencia directa. Los principales candidatos a ocupar el trono eran Felipe de

Anjou y el archiduque Carlos de Habsburgo.

El testamento de Carlos II designaba como sucesor al candidato Borbón, que fue

proclamado rey con el nombre de Felipe V. Este nombramiento provocó un conflicto

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grave en el equilibrio de poder entre las potencias europeas, puesto que el acceso de

Felipe V al trono español fortalecía la influencia de los Borbones en Europa. Por ello

Gran Bretaña, Holanda y Portugal dieron su apoyo al candidato austriaco y entraron en

guerra contra Francia y España. De esta manera, la sucesión al trono español pasó a

ser un conflicto internacional.

En España, la cuestión sucesoria también había dividido los territorios

peninsulares. Castilla se mostró fiel a Felipe V, a excepción de una parte de la gran

nobleza, temerosa de perder poder e influencia ante el absolutismo borbónico. En

cambio, en la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, respaldaron al candidato

austriaco. Los motivos de este apoyo pudieron ser el temor de las instituciones a

perder su poder ante las tendencias centralizadoras y uniformadoras de la nueva

monarquía. El enfrentamiento derivó en una guerra civil que se desarrolló durante casi

una década.

Todo cambiará cuando en 1711 muere el emperador de Austria José I y ocupa el

trono el archiduque Carlos. Entonces el peligro para el equilibrio europeo lo constituía

un Habsburgo. Los ingleses y los holandeses manifestaron su interés en acabar la

guerra y reconocer a Felipe V como monarca español. Esta guerra terminó con los

Tratados de Utrecht y Rasttadt (1713-1714) por los que España perdió Milán, Flandes,

Nápoles y Cerdeña que pasaron a Austria, y Gibraltar y Menorca que quedaron en

manos de Gran Bretaña.

3. IMPOSICIÓN DEL ABSOLUTISMO MONÁRQUICO.

La monarquía autoritaria de los Austrias ya había iniciado, en el siglo XVII, un

proceso de concentración de poder en Castilla. Sus cortes no se reunían desde 1665 y,

desde el siglo XVI, sólo lo habían hecho para aprobar impuestos. En cambio, en la

Corona de Aragón y también en Navarra y el País Vasco, se habían conservado

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instituciones propias (Cortes) y un cierto grado de soberanía respecto al poder

central.

En cambio la monarquía absoluta es el régimen político implantado en España a

principios del siglo XVIII por los Borbones, que copian el sistema absolutista francés,

evolucionado a partir la monarquía autoritaria.

Esta organización política que conocemos como monarquía absoluta se sustentaba

en los siguientes principios:

 La soberanía, es decir, la capacidad de tomar decisiones en los asuntos públicos,

corresponde exclusivamente al rey. Las otras instituciones (los consejos) sólo

son consultivas.

 El estado es patrimonial, propiedad de la Corona (confusión entre “autoridad” y

“propiedad”).

 La autoridad del rey se encuentra por encima de la ley, pues ésta emana del

monarca.

 El monarca concentra en su persona los tres poderes: ejecutivo, judicial y

legislativo.

 La legitimidad del poder de la monarquía se apoya en el derecho divino.

4. CENTRALIZACIÓN Y UNIFORMIDAD.

La victoria de los Borbones, con Felipe V, supuso una mayor unificación política,

fomentándose la centralización administrativa. Se reflejó en los Decretos de Nueva

Planta (Valencia 1707, Aragón 1707-11, Mallorca 1715 y Cataluña 1716) en los que se

abolieron sus respectivos fueros y se impuso la estructura político-administrativa de

Castilla, perdiendo su soberanía e integrándose en un modelo uniformador y

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centralista. Las únicas excepciones fueron Navarra y País Vasco que mantuvieron sus

fueros.

Se suprimieron las Cortes de los diferentes territorios integrándose en las de

Castilla, que pasaron a ser Cortes de España. También se suprimió el Consejo de

Aragón, absorbido por el de Castilla, y otras instituciones aragonesas.

Tanto las Cortes como los distintos Consejos de la época de los Austrias pasaron a

ser consultivos, sin apenas poderes.

El gobierno del rey estaba ayudado por las Secretarías (especie de ministerios

actuales): de Estado, de Asuntos extranjeros, de Justicia, de Guerra y Marina y de

Hacienda.

Se reorganizaron los territorios suprimiendo los virreinatos (excepto Navarra y

los de América) creándose provincias gobernadas por los capitanes generales con

poderes militares, administrativos y judiciales.

Se implantaron las Reales Audiencias para la administración de justicia en todos

los territorios.

Se generalizó la figura castellana del Corregidor en el gobierno de las ciudades.

Se introdujeron los Intendentes, inspirándose en Francia, con amplios poderes,

para recaudar impuestos y dinamizar la economía de las provincias.

Se reorganizó la Hacienda tratando de que pagaran impuestos todos los

habitantes (nobleza y clero incluidos) y todos los territorios aunque con nombres

diferentes: equivalente y talla en Valencia, única contribución en Aragón y catastro en

Cataluña. Se establecía una cuota fija y se repartía proporcionalmente entre sus

habitantes. Su éxito, sobre todo en Cataluña, trató de extenderse al resto de España

(Catastro de Ensenada) pero la resistencia de los privilegiados impidió su aplicación.


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5. LA SOCIEDAD ESTAMENTAL DEL SIGLO XVIII.

El tipo de sociedad, heredado de la Edad Media, mantenía la desigualdad jurídica,

con grupos privilegiados y no privilegiados, y el inmovilismo tradicional.

Se dividía en tres estamentos: nobleza, clero y estado llano, grupos cerrados a los

que se accede por nacimiento.

Los estamentos privilegiados: la nobleza y el clero, contaban con privilegios

jurídicos y económicos: exención del pago de impuestos, cobro de tributos en

beneficio propio, tenían grandes propiedades, ocupaban los cargos políticos y tenían un

régimen judicial más ventajoso, diferente al del resto de la población.

Existían diferencias económicas importantes entre la alta nobleza (condes,

duques y marqueses) y la baja nobleza (vizcondes, barones, hidalgos, etc.) y también

entre el alto y el bajo clero. Incluso miembros del estado llano podían tener mayor

nivel económico que personas de la nobleza, como hidalgos sin tierras y con pocas

propiedades.

En la España del siglo XVIII el clero era poco más del 2% de la población, pero

controlaba más del 40% de la propiedad territorial. La nobleza, menos del 5% de la

población, poseía extensas propiedades y numerosos señoríos jurisdiccionales, en los

que administraba justicia y obtenía grandes rentas.

El estamento no privilegiado, el estado llano, agrupaba a las personas que no tenían

privilegios ni jurídicos ni económicos y sostenían económicamente al reino con su

trabajo y sus impuestos. El nivel económico de este estamento era muy variado pues

en él se incluían campesinos (propietarios o no) y burgueses (artesanos, comerciantes,

banqueros, etc.)

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La mayor parte eran campesinos, todavía sometidos al régimen señorial, mientras que

la burguesía comerciante e industrial era muy escasa, salvo en algunas ciudades con

comercio colonial como Cádiz o Barcelona.

6. LA ECONOMÍA DEL SIGLO XVIII.

Era una economía cerrada e intervenida, es decir, poco sometida a las leyes del

mercado, con limitaciones que impedían los grandes beneficios. Como resultado no se

formaron grandes capitales.

La principal actividad económica seguía siendo la agricultura, que ocupaba a más

del 80% de la población. La mayor parte de las tierras pertenecían a la Iglesia, la

nobleza y los ayuntamientos, y estaban amortizadas, es decir, no podían comprarse ni

venderse, sino que tenían se transmitían íntegras por herencia (por ejemplo el

mayorazgo). Se llamaban tierras o bienes de manos muertas y suponían cerca del 80%

de la tierra cultivable. Por ello casi todo el campesinado español era arrendatario o

jornalero, no pudiendo acceder a la propiedad.

Los arrendamientos eran distintos en los diversos territorios:

- en Cataluña los contratos enfitéuticos eran estables y a perpetuidad lo que

beneficiaba a los campesinos;

- en Galicia y Asturias se llamaban foros y eran fijos por tres generaciones pero

la falta de tierras provocó muchas subdivisiones y el problema del minifundismo;

- en Castilla La Mancha, Extremadura y Andalucía predominaban los latifundios

de la nobleza y el clero trabajados por arrendatarios a corto plazo o por

jornaleros, sufriendo ambos muy malas condiciones de vida.

Casi siempre las grandes propiedades eran señoríos sobre los que la Corona, la

Iglesia o la nobleza ejercían jurisdicción y recibían rentas. Pervivían monopolios sobre


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el uso de molinos, hornos, lagares, ríos, montes, etc., así como de aduanas señoriales,

peajes y derechos preferentes de venta.

En cuanto a la ganadería, los grandes propietarios, organizados en la Mesta,

poseían grandes rebaños y dedicaban gran cantidad de tierras a pastos, en perjuicio

de la agricultura.

La industria era prácticamente inexistente y predominaban los talleres

artesanales, con técnicas de producción tradicionales y pocas innovaciones. Los

artesanos estaban obligados a formar parte del gremio, asociación de los productores

de un mismo oficio residentes en una misma ciudad. El gremio concedía la licencia para

producir, fija los precios, salarios, jornadas de trabajo, calidad de los productos, etc.,

sin permitir ningún tipo de libertad en el proceso productivo. Esta forma

proteccionista de producción se mantenía por la escasez de la demanda y por el poder

de las jerarquías gremiales.

En el XVIII se crearon las “Reales Fábricas” sostenidas por la Corona, copiadas

de Francia, que servían para proveer las necesidades del ejército, marina, comercio

con las Indias, objetos de lujo (porcelana, cristal, tapices, sedas, tejidos, etc.). En

cambio, la industria privada sólo destacaba en Cataluña ligada a la manufactura textil

de la lana y, en el último tercio del siglo, a la industria algodonera, así como a la

producción de tejidos blancos o estampados (indianas). Una proporción importante de

su población fue especializándose en la hilatura y el tejido de la lana, al margen de los

gremios.

La expansión de la manufactura catalana se vio favorecida debido a:

o La ampliación del mercado a Castilla, ya que se abolieron las fronteras

interiores.

o La apertura de los mercados americanos

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o Una demanda estable y mayor de la propia Cataluña, porque su

campesinado estaba en mejores condiciones para el consumo.

El comercio interior estaba lastrado por un mercado interior débil y escaso, de

tipo local o comarcal debido a graves problemas de transporte que aislaban las zonas

del interior de las de la periferia. El mercado era escaso porque había una economía

agraria de autoconsumo que apenas producía excedentes y que impedía a los

campesinos tener capacidad económica para comprar productos. Sin embargo, en el

XVIII se vio favorecido por la mejora de las comunicaciones y la desaparición de las

aduanas interiores.

En cambio el comercio exterior, con las colonias de América, mantuvo cierta

importancia y se reactivó gracias a las reformas introducidas en el siglo XVIII. El

monopolio del comercio con América que tuvo Sevilla durante siglos pasó a Cádiz en

1717 pero en 1778 Carlos III decretó la libertad de comercio influido por las ideas

del liberalismo económico de Adam Smith.

7. LAS REFORMAS ILUSTRADAS DEL SIGLO XVIII.

En el siglo XVIII el Antiguo Régimen convivió con las nuevas ideas de la

Ilustración. De ahí que se le llame el siglo de las luces, en alusión a la luz que deberían

aportar la razón y la ciencia para el logro de la felicidad humana.

Los ilustrados criticaron todo el modelo del Antiguo Régimen:

 en lo político defendían la separación de poderes, la soberanía popular, los

derechos del individuo;

 en lo económico defendían las libertades económicas para producir, vender,

progresar, criticando la dificultad para el acceso a la propiedad, el rígido

sistema gremial, el exceso de aduanas e impuestos al comercio, etc.;

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 en lo social criticaban los privilegios heredados, defendían la igualdad y el

derecho a la libertad;

 en lo religioso se opusieron al predominio ideológico de la Iglesia, a sus

privilegios y a su inmovilismo.

En España las ideas ilustradas penetraron de forma lenta y difícil por la escasez

de burguesía, el conservadurismo de las élites y el enorme peso de la Iglesia.

A partir de 1750-60 surgió una generación de pensadores ilustrados como Feijoo,

Campomanes, Cadalso, Jovellanos, Aranda, Floridablanca, Olavide, etc. No formaban un

grupo homogéneo pero sí coincidían en el interés por la ciencia, el espíritu crítico y la

idea de progreso. Los ilustrados españoles se centraron sobre todo en aspectos como

la educación y el atraso económico.

Todos ellos estaban convencidos de que únicamente la mejora del nivel cultural de

la población podía sacar al país de su atraso. La educación era el eje sobre el que debía

sustentarse el cambio social. Defendían una enseñanza útil y práctica, obligatoria para

todos en los primeros niveles, común a los dos sexos, impregnada por los nuevos

conocimientos y relacionada con el extranjero.

La segunda preocupación básica de los ilustrados españoles fue la cuestión

económica. Todos ellos eran conscientes de que el atraso del país, en relación a otras

potencias europeas, provenía de la gran cantidad de tierras amortizadas en manos de

la nobleza y el clero, del excesivo control sobre las actividades económicas y del

desconocimiento de las nuevas técnicas e inventos. Por ello propusieron una serie de

reformas que contribuyeran al crecimiento económico.

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8. EL DESPOTISMO ILUSTRADO: CARLOS III.

En el siglo XVIII reinaron cuatro reyes borbones: Felipe V (1700-1746), sus hijos

Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788) y su nieto Carlos IV (1788-1808).

Con Carlos III los ilustrados encontraron en el monarca a un defensor de la

necesidad de reformas, aunque sin poner en duda el poder absoluto y la autoridad del

rey. A esta colaboración entre monarquía e ilustrados se le denomina reformismo

borbónico, un claro ejemplo de Despotismo Ilustrado. Se llevaron a cabo muchas

reformas buscando el progreso, la mejora económica, la felicidad de las personas, pero

sin contar con la mayoría de la población, reformas impuestas desde arriba que

muchas veces chocaban con la mentalidad de la gente (“Todo para el pueblo pero sin el

pueblo”).

Al principio, sus reformas tuvieron que enfrentarse a la oposición de los grupos

privilegiados que incluso dirigieron el famoso motín de Esquilache (1766). Una revuelta

de causas complejas en la que se unieron el malestar de la población por la escasez y el

elevado precio de los alimentos, el rechazo al excesivo poder de los altos cargos

extranjeros (como Esquilache) y el descontento de los privilegiados que veían cómo las

reformas ilustradas reducían su poder e influencia. Hubo una revuelta en Madrid

contra las medidas de saneamiento y orden público tomadas por el ministro Esquilache:

limpieza urbana, alumbrado, prohibición de usarsombreros de ala ancha…

Para realizar sus reformas Carlos III se rodeó de ministros y colaboradores

ilustrados como Campomanes, Floridablanca, Aranda, etc.

Entre las principales reformas ilustradas destacan:

 En lo religioso se intentó reducir el poder y la influencia de la Iglesia. Los

ilustrados defendían la autoridad del rey sobre la Iglesia, es decir, eran

regalistas. Carlos III reclamó nombrar a los cargos eclesiásticos, el control de


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la Inquisición, la fundación de monasterios, etc. y decretó la expulsión de los

jesuitas, una orden religiosa con mucho poder que obedecía solamente al Papa;

 En lo social se promulgó la declaración de honestidad de todas las profesiones

para valorar el trabajo;

 En lo educativo se reformaron los estudios universitarios y medios y se impulsó

la obligatoriedad de la enseñanza primaria. Se fundaron las escuelas de artes y

oficios y también las Academias dedicadas a las Letras y a las Ciencias;

 En lo económico se limitaron los privilegios de la Mesta, se colonizaron tierras

en Sierra Morena, se impulsaron proyectos de reforma agraria, se fomentó la

libre circulación de mercancías en el interior, se liberalizó el comercio colonial,

se apoyó la industria liberalizando el proceso de fabricación, se establecieron

aranceles hacia el exterior para proteger la manufactura nacional, se

moderaron los impuestos;

Se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País para fomentar la

agricultura, el comercio y la industria, y difundir las nuevas ideas ilustradas y

económicas

El balance del Despotismo ilustrado de Carlos III es positivo ya las reformas

fomentaron el crecimiento económico y el progreso. Sin embargo estas reformas

fueron paralizadas por Carlos IV cuando se vio adonde llevaban las ideas ilustradas, a

la eliminación de los privilegios y por tanto del poder absoluto de los reyes.

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