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En el presente trabajo realizaré un análisis del período que transcurre durante

el siglo XVI en Francia, Inglaterra, Países Bajos y España, describiendo las


diferencias y similitudes políticas, sociales, económicas y religiosas. En primer
lugar, es necesario definir Absolutismo: Dentro de las definiciones que más se
encuentran podemos resumir que el absolutismo se refiere a un tipo de
gobierno monárquico en donde todo el poder político se centra en las manos
del monarca; quien controla y regula todos los asuntos del Estado sin límites de
poder: una manera déspota de gobierno. Sin embargo, este concepto se
construye por los aportes teóricos de algunos autores sobre el Estado: de quién
y cómo debe gobernarse. El tercer componente del Antiguo Régimen, después
del sistema señorial y la sociedad estamental, era el absolutismo monárquico.
La forma predominante de gobierno en toda Europa era la monarquía absoluta,
en la que el poder del monarca destacaba por encima de todos los demás
estamentos. El absolutismo era el resultado del fortalecimiento del poder real
por encima de la nobleza, iniciado a finales de la Baja Edad Media. No
obstante, había muchas diferencias entre los diversos reinos y, en algunos
casos, la monarquía se veía limitada por la intromisión de la nobleza o por el
control de las Cortes.
La estructura piramidal y jerarquizada de la sociedad estamental el monarca
absoluto estaba por encima de todos los habitantes de su reino y todos eran
sus súbditos. El eje central del sistema político del Antiguo Régimen era la
monarquía absoluta de derecho divino, según la cual la autoridad del monarca
provenía de Dios, en nombre de quien ejercía el poder.
Como su poder era divino, el monarca tenía dominio total: nombraba a los
magistrados, administraba justicia y dirigía la política exterior. No se sometía a
ningún control y no compartía la soberanía con nadie. Todo el Estado residía
en él y la voluntad de sus súbditos era la suya. El ejemplo más exacto de la
fórmula política de monarquía absoluta fue la monarquía francesa de los
Borbones.
A pesar de que, formalmente, todo el poder residía en el monarca, en la
práctica estaba auxiliado por unas instituciones que lo asesoraban y ejecutaban
sus mandatos. El principal órgano de gobierno era el Consejo de Estado, cuyos
miembros los designaba el rey. Ahora bien, la complejidad creciente de los
asuntos de gobierno, sobre todo en los siglos XVII y XVIII, hizo que se

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subdividiera en secciones especializadas: Consejos de Finanzas, de Justicia,
de Guerra, etc. También había secciones especializadas en el tratamiento de
asuntos más concretos y se hizo habitual la designación de Secretarios de
Estado, comparables a los actuales ministros. La administración local estaba
en manos de gobernadores o intendentes, cargos que tenían atribuciones para
aplicar las leyes, mantener el orden, dirigir las obras públicas, la industria, el
comercio, o cualquier asunto de gobierno territorial. Estos cargos dependían
del monarca y eran revocables a su voluntad. Una legión de funcionarios y de
burócratas se encargaba de ejecutar las órdenes reales, de administrar justicia
y de recaudar los impuestos; eran indispensables para hacer funcionar la
compleja maquinaria estatal.
El poder del soberano estaba restringido por la ley divina; por el derecho
natural, un conjunto de normas formadas por la costumbre y la tradición, y por
las leyes fundamentales de cada reino (un mínimo pacto entre el monarca y
sus súbditos) que el monarca debía aceptar en su coronación. Esto
comprendía las limitaciones que los Parlamentos, las Cortes o los Estados
Generales imponían al monarca.
En lo que respecta a la política se puede afirmar que en Francia en ese período
este absolutismo, acrecentado luego en los reinados de Luís XIV (1643-1715) y
Luís XV (1715-1774), las guerras del rey Sol y los exagerados gastos de este
soberano, los vicios y las torpezas diplomáticas de Luís XV, la mala
administración de los ineptos e impopulares ministros de Luís XVI (rey de 1774-
1792), los escritos de los filósofos y la desigualdad entre nobleza, clero y
estado llano, condujeron a la Revolución de 1789.
Este absolutismo, acrecentado luego en los reinados de Luís XIV (1643-1715) y
Luís XV (1715-1774), mediante las guerras europeas del propio Rey Sol y los
exagerados gastos que ello conlleva, junto a los vicios y las torpezas
diplomáticas de Luís XV, la mala administración de los ineptos e impopulares
ministros de Luís XVI (rey de 1774-1792), los escritos de los filósofos y
finalmente las desigualdades socioeconómicas y políticas entre nobleza, clero y
estado llano, condujeron a la Revolución de 1789.
En Inglaterra, aunque el rey tenía el poder limitado por el rendimiento del
parlamento, este hecho no había frenado el surgimiento del absolutismo en
dicho país. Pero, de forma muy particular, en virtud de la existencia de un

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parlamento que legislaba, el modelo que existió allí mezcló la centralización
política en la figura del rey con la descentralización de poder.
Los Países Bajos, que comprendían a Holanda, Bélgica y Luxemburgo, habían
pertenecido a Austria durante la Edad Media y en el siglo XVI fue España las
que los tuvo bajo su dominio. Carlos V fue un monarca aceptado como
gobernante natural, pues nació en Gante y se crió en el Condado de Flandes.
España se erigió como la superpotencia de este siglo y reunió un imperio
gigantesco, con posesiones por todo el mundo. Alcanzó su apogeo al
incorporar el Imperio portugués. Dominó extensísimos territorios americanos,
desde los actuales Estados Unidos hasta la zona de Chile y Argentina,
posesiones alrededor de África, numerosas colonias en Asia fruto de la
conquista de Portugal. Además de media Italia, los Países Bajos, la Borgoña,
etc.

En lo que respecta a factor social, en Francia la sociedad francesa venía


estando dividida en un corto número de clases bien distintas, señores,
caballeros, aldeanos. En el siglo XVI estas clases se subdividieron. Los nobles
eran legalmente todos iguales, y se llamaban todos gentiles-hombres,
"hombres de alcurnia", pero se habían establecido entre ellos diferencias que
se marcaban por los títulos. Los antiguos duques y condes, soberanos en una
provincia, habían desaparecido, y ya no quedaban pares. Los señores que
hasta entonces se llamaban solamente barón o sire, desearon un título
superior. El rey empezó a conferirles los títulos de duque, marqués, conde y
aun par, haciendo a sus tierras ducados, marquesado, condado. El título se
trasmitía al hijo mayor. Los señores que no recibieron estos títulos nuevos
siguieron llamándose barones. Por bajo de ellos venían los caballeros.
Legalmente, no habrían debido llamarse caballeros sino después de haber sido
armados como tales. Un proverbio decía: "Ni siquiera los hijos del rey nacen
caballeros". Pero la costumbre de armarse caballero se perdió en el siglo XVI, y
el nombre vino a ser título que ostentaban los nobles de familias
suficientemente ricas para considerarse superiores a los demás. La mayor
parte de los nobles vivían en el campo, de las rentas de sus tierras y de los
censos que pagaban sus campesinos. Pero los que querían hacer fortuna iban
a ponerse al servicio del rey o ingresaban en el ejército. La nobleza se trasmitía

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por el nacimiento y aumentaba por la antigüedad. Un hidalgo pobre, cuya
familia era noble desde la época de las Cruzadas, se reputaba más noble que
un señor rico descendiente de ennoblecidos. “El paradigma de rey absolutista
fue Luis XIV, aquel que supo sintetizar los principios de este régimen en una
fórmula memorable: “L’État, c’est moi” (El Estado soy yo)”1.

Por bajo de los nobles venían las gentes de las ciudades, los llamados
burgueses. Este nombre, aplicado en otro tiempo a los habitantes de una
ciudad cerrada no se aplicó en Francia, en el siglo XVI, más que a las personas
bastantes ricas para no tener que dedicarse a trabajos manuales. Los más
ricos (que habían hecho fortuna en el comercio o logrado un cargo del rey) no
se contentaron ya con llamarse burgueses. Los antiguos nobles no
consideraban a estos últimos como sus iguales, los llamaban golillas (gentes
de toga). Pero los ennoblecidos, para confundirse con los gentiles-hombres, se
hacían llamar escuderos. La sociedad inglesa en el siglo XVI estuvo marcada
por la Reforma Protestante, cambios económicos y comerciales, desarrollo
cultural y tensiones religiosas. Estos factores combinados ayudaron a moldear
la Inglaterra de la época y sentaron las bases para el desarrollo futuro del país.
La sociedad en los Países Bajos en el siglo XVI se caracterizó por una
combinación de elementos comerciales, religiosos, culturales y políticos. La
diversidad de esta sociedad contribuyó a su rica historia y al papel que
desempeñaron en la formación de la Europa moderna. La sociedad española
en el siglo XVI fue influenciada por una serie de factores, incluyendo la
consolidación del imperio, la expansión colonial, la religión católica y los
cambios económicos. la sociedad española en el siglo XVI reflejaba una
mezcla de influencias religiosas, políticas y económicas. El imperio, la Iglesia y
los cambios económicos contribuyeron a la configuración de esta sociedad
diversa y compleja.

En lo referido a los factores económicos, en Francia, el siglo XVI, período de las


grandes exploraciones europeas, vio a Francia aprovechar diversas
innovaciones marítimas, que eran en su mayoría extranjeras, en el ámbito de
la cartografía o de la construcción naval. La organización de los negocios
conoce también importantes progresos: la introducción desde Italia del seguro

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https://www.elhistoriador.com.ar/el-absolutismo-monarquico/ El absolutismo Monarquico

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marítimo o la contabilidad por partida doble. En los puertos, se puso en marcha
un sistema de financiamiento que se mantendrá hasta el siglo XIX: los dueños
de navíos acuden a prestamistas para asegurar el avío de sus barcos. Se
convierten entonces en empleados de una sociedad de capital compartido. En
el plano comercial y financiero, Lyon se adelanta a París gracias a la presencia
de numerosos comerciantes y banqueros, mientras que las ferias de Lyon
reúnen cuatro veces al año a negociantes procedentes de diferentes países de
Europa. Lyon fue un tiempo el centro comercial de Europa, allí donde se
negociaban los grandes pedidos entre mercaderes de diferentes horizontes. El
aprendizaje de las técnicas bancarias permitió al Estado diversificar sus fuentes
de financiamiento (hasta entonces limitada a los grandes banqueros),
acudiendo a los ahorristas. A su vez, el pensamiento económico se ve
estimulado por las cuestiones monetarias, en particular el alza de los precios.
Para Jehan de Malestroit, la depreciación monetaria se debe a la menor
proporción de plata en las monedas: el valor intrínseco del metal baja y su
poder de compra disminuye. Jean Bodin83 le responde proponiendo la Teoría
cuantitativa del dinero: es el flujo de metales preciosos de América, por
intermedio de España, lo que permite una emisión suplementaria de moneda,
lleva a una subida de precios (inflación debida a la emisión monetaria). Estos
debates contribuyeron a la aparición de un pensamiento económico laico:
el mercantilismo. La economía de Inglaterra en el siglo XVI experimentó
cambios significativos que influyeron en su desarrollo y en su posición en la
escena internacional. En lo que respecta a la agricultura, seguía siendo la base
de la economía en el siglo XVI. La tierra era principalmente cultivada por
campesinos y arrendatarios. La producción agrícola se centraba en cultivos
como trigo, cebada y avena. Además, hubo un cambio hacia la ganadería y la
producción de lana, ya que Inglaterra se convirtió en un importante exportador
de lana y productos textiles. A lo largo del siglo XVI, Inglaterra experimentó un
crecimiento en el comercio, especialmente en relación con sus colonias en
América y el Caribe. El mercantilismo, una teoría económica que enfatiza la
acumulación de riqueza y la exportación de bienes, influyó en las políticas
económicas de la época. Inglaterra buscaba aumentar sus reservas de oro y
plata a través del comercio colonial. Durante el siglo XVI, Inglaterra aumentó su
inversión en la exploración y la navegación. Exploradores como John Cabot

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exploraron rutas hacia América del Norte, sentando las bases para futuras
colonias. El crecimiento de la flota marítima permitió un comercio más amplio y
eficiente. A medida que crecía el comercio, también se fomentó la producción
manufacturera. Los gremios, organizaciones que agrupaban a artesanos de un
mismo oficio, jugaron un papel importante en la regulación de la calidad y los
precios de los productos. Hubo un aumento en la producción de bienes textiles
y manufacturados. El crecimiento del comercio y la manufactura contribuyó al
crecimiento de la población urbana y al desarrollo de una clase media
mercantil. Ciudades como Londres se convirtieron en centros económicos y
culturales. La monarquía inglesa adoptó políticas económicas que incentivaban
la industria y el comercio. Isabel I otorgó patentes de monopolio para fomentar
la innovación y el desarrollo industrial. A fines del siglo XVI, Inglaterra
experimentó la "Revolución de los Precios", un período de inflación en el que
los precios de los bienes aumentaron significativamente. Esto tuvo un impacto
en la economía y en las condiciones de vida de diferentes segmentos de la
población. La economía en los Países Bajos, por su parte, durante el siglo XVI
fue una de las más dinámicas y exitosas de Europa en ese período. Varios
factores contribuyeron a su desarrollo económico y a su influencia en el
escenario internacional. Los Países Bajos se convirtieron en un centro
importante para el comercio internacional. Las ciudades como Ámsterdam,
Amberes y Róterdam se convirtieron en puertos clave. Los holandeses se
destacaron en la navegación y la construcción naval, lo que les permitió
establecer rutas comerciales globales y participar en el comercio con las
colonias americanas, asiáticas y africanas. Los gremios, que agrupaban a
artesanos de un mismo oficio, desempeñaron un papel crucial en la economía
de los Países Bajos. El país tenía una fuerte tradición en la producción de
bienes manufacturados de alta calidad, como textiles, cerámica y productos
metálicos. Los gremios regulaban la calidad y los precios de los productos, lo
que contribuyó a la reputación de excelencia de las manufacturas holandesas.
Los Países Bajos se convirtieron en un importante centro financiero. Los
banqueros y comerciantes holandeses desarrollaron sofisticados sistemas
financieros y bancarios que facilitaron el comercio internacional. También
innovaron en prácticas bancarias como las letras de cambio y las cuentas
corrientes. Aunque la economía holandesa estaba fuertemente orientada hacia

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el comercio y la manufactura, la agricultura seguía siendo importante. Se
implementaron técnicas avanzadas de gestión de tierras y riego para aumentar
la producción agrícola y garantizar el suministro de alimentos. Los Países Bajos
se destacaron en la innovación tecnológica. Desarrollaron técnicas avanzadas
de construcción de diques y sistemas de gestión de agua para reclamar tierras
de mar y lagos, lo que les permitió expandir su territorio y aumentar la
producción agrícola. La tolerancia religiosa relativa en los Países Bajos atrajo a
comerciantes, artesanos y académicos de diferentes partes de Europa, lo que
enriqueció la economía y la cultura. Al igual que otros lugares de Europa, los
Países Bajos experimentaron la Revolución de los Precios a fines del siglo XVI,
un período de inflación en el que los precios aumentaron significativamente.
Esto tuvo un impacto en la economía y en la sociedad. La economía en
España, por el contrario, durante el siglo XVI experimentó una serie de cambios
y desafíos debido a factores como la expansión colonial, la acumulación de
riqueza y la influencia religiosa. Una de las características más destacadas de
la economía española en el siglo XVI fue la explotación de los recursos de las
colonias en América. España obtuvo enormes riquezas, especialmente en oro y
plata, de sus colonias americanas. Esta riqueza contribuyó a una rápida
acumulación de capital en España y tuvo un impacto en la economía europea
en general. España adoptó políticas mercantilistas que enfatizaban la
acumulación de metales preciosos (especialmente oro y plata) y promovían la
exportación de bienes y la limitación de importaciones. Sin embargo, esta
política llevó a un desequilibrio en la balanza comercial, ya que España
importaba más de lo que exportaba. A pesar de la riqueza obtenida de las
colonias, la economía española seguía estando en gran medida basada en la
agricultura y el sistema feudal. Gran parte de la población se dedicaba a la
agricultura, y la tierra estaba en manos de la nobleza y la Iglesia, lo que a
menudo llevaba a una distribución desigual de la riqueza. A medida que llegaba
la plata y el oro de las colonias, la demanda de productos textiles españoles
disminuyó, ya que estos bienes eran menos rentables en comparación con los
metales preciosos. Esto llevó a una disminución en la producción textil y al
deterioro de la industria. La llegada masiva de metales preciosos de América a
menudo llevaba a la inflación en España y en toda Europa, lo que se conoció
como la Revolución de los Precios. El aumento de la cantidad de dinero en

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circulación y la demanda de bienes llevaron a un aumento en los precios. A
pesar de la riqueza acumulada, España también enfrentó problemas
financieros. Los gastos militares y la inflación contribuyeron al endeudamiento
del país. España declaró bancarrota varias veces durante el siglo XVI, lo que
tuvo impactos en su economía y en su posición internacional. “La caída del
absolutismo en Europa se dio con el Congreso de Viena de 1814 que restauró
la monarquía tradicional, una vez derrotado el imperio de Napoleón Bonaparte.
En contra de la voluntad de sus pueblos, nuevos monarcas absolutos se
sentaron en sus tronos, y se pensó que se podía desandar el camino político
de la Revolución Francesa, en lo que se llamó: LaRestauración europea” 2.

Fuente: https://concepto.de/absolutismo/#ixzz8AgDDqMBo

Por último, en lo que se refiere al factor religioso se puede afirmar que en


Francia la religión durante el siglo XVI fue un tema central y altamente
conflictivo debido a las tensiones religiosas que culminaron en las Guerras de
Religión. El catolicismo era la religión oficial en Francia, y la Iglesia Católica
tenía una gran influencia en la sociedad y la política. La mayoría de la
población francesa seguía la fe católica y estaba bajo la autoridad del Papa en
Roma. A lo largo del siglo XVI, el protestantismo, conocido en Francia como
calvinismo o hugonotismo, comenzó a ganar seguidores. El calvinismo se
propagó principalmente en las ciudades y entre la nobleza. Los hugonotes
abogaban por reformas religiosas y políticas en la Iglesia Católica. A medida
que aumentaba el número de hugonotes y crecían las tensiones religiosas, se
desencadenaron una serie de Guerras de Religión en Francia entre 1562 y
1598. Estos conflictos enfrentaron a católicos y protestantes en una lucha por
el poder y la supremacía religiosa. En 1598, el rey Enrique IV emitió el Edicto
de Nantes, que otorgó ciertos derechos y libertades a los hugonotes. Este
edicto reconoció oficialmente al catolicismo como religión predominante, pero
también permitió la práctica del protestantismo en áreas específicas y garantizó
ciertas protecciones a los hugonotes. A lo largo del siglo XVI, la actitud hacia
los hugonotes fluctuó. En algunos momentos, hubo intentos de reconciliación y
tolerancia, mientras que, en otros momentos, se produjeron persecuciones y

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https://concepto.de/absolutismo/ Absolutismo

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actos violentos contra los protestantes. La intolerancia religiosa a menudo
estaba vinculada a las luchas por el poder político. La lucha religiosa también
tenía implicaciones políticas. Los líderes religiosos a menudo tenían influencia
en las intrigas de la corte y en los asuntos políticos. Las tensiones religiosas se
entrelazaban con las rivalidades políticas, lo que contribuía a la complejidad de
la situación. La religión en Inglaterra durante el siglo XVI fue un tema de gran
importancia y transformación debido a la Reforma Protestante y a los cambios
religiosos y políticos que siguieron. Al comienzo del siglo XVI, Inglaterra seguía
siendo una nación católica bajo la autoridad del Papa en Roma. Sin embargo, a
medida que avanzaba el siglo, el rey Enrique VIII buscó la anulación de su
matrimonio con Catalina de Aragón, lo que llevó a un conflicto con la Iglesia
Católica. En 1534, Enrique VIII se separó de Roma y estableció la Iglesia de
Inglaterra (Anglicanismo) con él mismo como líder supremo. La ruptura con la
Iglesia Católica no significó automáticamente la adopción completa de las
enseñanzas protestantes. Aunque el Anglicanismo compartía algunas
características con el protestantismo, mantenía muchas prácticas y rituales
católicos. Durante el reinado de Enrique VIII y sus sucesores, hubo
fluctuaciones en la orientación religiosa del país. María I, también conocida
como "Bloody Mary", sucedió a Enrique VIII y trató de restaurar el catolicismo
en Inglaterra, lo que resultó en la persecución de protestantes. Sin embargo,
después de su muerte, su hermana Elizabeth I ascendió al trono y restableció
el Anglicanismo como la religión oficial. Elizabeth promulgó medidas de
tolerancia religiosa y buscó un equilibrio entre católicos y protestantes. Durante
el reinado de Isabel I, se promulgó el Acta de Supremacía en 1559, que
restauró la independencia de la Iglesia de Inglaterra de la autoridad papal y
declaró a la reina como "Suprema Gobernadora" de la iglesia. También se
implementó el Acta de Uniformidad, que estableció el Libro de Oración Común
y reguló la adoración en la Iglesia de Inglaterra. A pesar de los intentos de
Elizabeth I por lograr una reconciliación religiosa, hubo momentos de
persecución tanto para los católicos como para los puritanos (protestantes más
radicales). La tensión religiosa y política a menudo estuvo vinculada a la
rivalidad con otras potencias europeas, como España. A lo largo del siglo XVI,
el protestantismo, en sus diversas formas, ganó terreno en Inglaterra. Los
puritanos y otros grupos protestantes influyeron en la cultura religiosa y política

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del país. Los Países Bajos por su parte eran predominantemente católicos bajo
la influencia de la Iglesia Católica Romana. Sin embargo, las ideas de la
Reforma Protestante, especialmente las enseñanzas de Martín Lutero y Juan
Calvino, comenzaron a difundirse en la región. La difusión del protestantismo
fue enfrentada con resistencia por parte de las autoridades católicas y
españolas. Los reformadores protestantes, conocidos como "herejes", eran
perseguidos y a menudo ejecutados. Esta represión religiosa contribuyó a la
creciente insatisfacción con el gobierno de España. A medida que crecía la
influencia protestante, se produjeron actos de iconoclasia en los que las
imágenes religiosas en iglesias católicas fueron destruidas por iconoclastas
protestantes. Estos eventos aumentaron la tensión entre las facciones
religiosas y aceleraron el proceso de lucha por la independencia de los Países
Bajos respecto al dominio español. La Guerra de los Ochenta Años (1568-
1648) fue un conflicto largo y complejo en el que las Provincias Unidas de los
Países Bajos lucharon por su independencia de España. La religión fue un
factor central en este conflicto, ya que las provincias del norte, de mayoría
protestante, buscaban liberarse del catolicismo impuesto por España. A medida
que las Provincias Unidas ganaban independencia, adoptaron una postura
relativamente tolerante hacia la diversidad religiosa. En 1579, la Unión de
Utrecht permitió la coexistencia de diferentes religiones en las provincias del
norte, lo que atrajo a comunidades religiosas perseguidas en otros lugares. Los
Países Bajos eran un centro comercial y económico en el siglo XVI. La
diversidad religiosa en las provincias del norte atrajo a personas de diferentes
creencias y contribuyó al desarrollo económico y cultural de la región. La
religión en España durante el siglo XVI fue profundamente influenciada por el
catolicismo y la Iglesia Católica Romana. Durante este período, la religión
desempeñó un papel crucial en la sociedad, la política y la cultura española. El
catolicismo era la religión oficial y dominante en España en el siglo XVI. La
Iglesia Católica tenía una influencia significativa en todos los aspectos de la
vida, desde la cultura hasta la política. La monarquía española y la Iglesia
estaban estrechamente vinculadas, y ambas colaboraban para mantener la
ortodoxia religiosa. La Inquisición Española fue establecida en 1478 y tuvo un
papel importante en la defensa de la ortodoxia religiosa. Fue responsable de la
persecución y el enjuiciamiento de aquellos considerados herejes o desviados

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doctrinales. La Inquisición tuvo un impacto en la vida cotidiana y en el control
de la ortodoxia religiosa. La religión católica desempeñó un papel importante en
la unificación de los reinos españoles bajo la Corona de Castilla y la Corona de
Aragón. La Reconquista, que culminó en 1492 con la toma de Granada, se vio
como una lucha religiosa para recuperar el territorio de manos musulmanas. En
1492, los Reyes Católicos emitieron el Decreto de Alhambra, que ordenaba la
expulsión de los judíos que no se convirtieran al cristianismo. Posteriormente,
en 1609, los moriscos (musulmanes convertidos al cristianismo) también fueron
expulsados. Estos eventos tuvieron un impacto significativo en la composición
demográfica y cultural de España. La expansión del Imperio Español en
América llevó a la cristianización de las poblaciones indígenas a través de la
evangelización. Misioneros católicos jugaron un papel importante en la
conversión religiosa de los pueblos indígenas y en la imposición de la cultura
europea. A pesar de la ortodoxia religiosa oficial, hubo movimientos heréticos y
controversias teológicas en España. Algunos reformadores y movimientos
místicos se desarrollaron en contraposición a las normas católicas
establecidas.

A modo de conclusión, se puede afirmar que El absolutismo en el siglo XVI fue


un fenómeno político y gubernamental en el que los monarcas ejercían un
control prácticamente ilimitado sobre sus territorios y súbditos. Esta forma de
gobierno se basaba en la concentración de poder en manos del monarca y en
la creencia en su derecho divino para gobernar. El absolutismo en el siglo XVI
tuvo un impacto significativo en la estructura política y la autoridad de los
monarcas. Aunque proporcionó estabilidad y centralización, también generó
desafíos y conflictos en torno a los derechos individuales y la participación en la
toma de decisiones.

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