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TEMA 4: ESPAÑA EN LA ÓRBITA FRANCESA. EL


REFORMISMO DE LOS PRIMEROS BORBONES
(1700-1788)

INTRODUCCIÓN

1. El cambio dinástico: la Guerra de Sucesión.


2. La política centralizadora de los Borbones.
2.1. El absolutismo borbónico.
2.2. Consecuencias políticas de la guerra: los Decretos de Nueva
Planta.
2.3. Reformas políticas y administrativas.
2.4. Los Pactos de Familia con Francia
3. La economía y la política económica.
3.1. La recuperación demográfica.
3.2. Los problemas en la agricultura, la industria y el comercio.
4. La Ilustración en España y el Despotismo Ilustrado.
4.1. La Ilustración española.
4.2. El Despotismo Ilustrado.
4.3. Los límites del reformismo.
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INTRODUCCIÓN

A lo largo del siglo XVIII se producirían en Europa, y también en nuestro país, transformaciones
fundamentales en las estructuras propias del Antiguo Régimen. Este término, surgido tras la
Revolución Francesa para designar el antiguo orden económico, social y político derribado por
los revolucionarios, tenía como características una economía de subsistencia, basada en la
agricultura, y en el marco del señorío; una sociedad estamental; una población estancada,
propia del régimen demográfico antiguo, y una monarquía absoluta de derecho divino.

En el siglo XVIII, una serie de cambios van a dar lugar a una fuerte crisis de las estructuras
anteriormente citadas:
- Crecimiento de población.
- Surgimiento del movimiento cultural de la Ilustración, que defendía el progreso y el
cambio como motores de desarrollo de la humanidad.
- La monarquía absoluta defenderá reformas desde el poder, dando lugar al
Despotismo Ilustrado.

Además en España el siglo XVIII supondrá la llegada al trono de una nueva dinastía, los
Borbones, que traerán a nuestro país el absolutismo monárquico francés como forma de
gobierno. Durante esta época las minorías ilustradas también promoverán importantes
reformas en nuestro país, destacando por su importancia las desarrolladas durante el reinado
de Carlos III.

1. EL CAMBIO DINÁSTICO. LA GUERRA DE SUCESIÓN

En 1700, el último monarca de la casa de Austria, Carlos II, murió sin descendencia directa.
Los candidatos a ocupar el trono, por sus vínculos familiares, eran fundamentalmente Felipe
d`Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de la princesa española María Teresa de Austria, y el
archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Austria. Aunque el testamento
designaba como sucesor a Felipe, que fue proclamado rey en 1701 como Felipe V, su acceso
al trono español fortalecía el poder de los Borbones, por lo que, rápidamente, Gran Bretaña,
Holanda y Portugal declararon su apoyo al candidato austriaco y entraron en guerra contra
Francia y España. De esta manera la sucesión al trono español pasó de ser un conflicto interno
a un grave problema de política internacional.

En España, Castilla se mostró fiel a Felipe V, a excepción de parte de la gran nobleza,


temerosa de perder poder e influencia ante el absolutismo borbónico. En cambio, en la Corona
de Aragón, no solo las clases populares, sino también las instituciones respaldaron al
candidato austriaco, para no perder su tradicional autonomía ante las tendencias
centralizadoras y uniformizadoras de la nueva monarquía. Esta situación derivó en una guerra
civil, que se desarrolló durante casi una década.

La guerra dio un vuelco cuando en 1711 el emperador de Austria, José I, fallecía y ocupaba el
trono el archiduque Carlos. Ahora el peligro para el equilibrio europeo lo constituía un
Habsburgo en el trono de dos reinos. Ingleses y holandeses manifestaron entonces su interés
en acabar con la guerra y reconocer a Felipe V como rey español.

En los Tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714), se firmó la paz a cambio de importantes
concesiones a Austria, que se quedó con el Milanesado, Flandes, Nápoles y Cerdeña, y a
Gran Bretaña, que recibió Gibraltar y Menorca como compensación, junto a privilegios
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comerciales con la América española (asiento de negros y navío de permiso ). Solo Barcelona
y otras ciudades de Cataluña decidieron resistir a la ocupación borbónica, iniciándose así un
cerco de catorce meses a la ciudad. El 11 de septiembre de 1714, las tropas de Felipe tomaron

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El asiento de negros consistía en el privilegio de controlar el suministro de esclavos negros a la América española
durante un periodo de 30 años.
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El navío de permiso daba a Gran Bretaña la posibilidad de llevar un barco al año de hasta 500 toneladas de peso
con productos británicos para comerciar con la América española.
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Barcelona. La Paz de Utrecht significó la pérdida de los últimos territorios que la Monarquía
Hispánica conservaba aún en Europa, aunque las consecuencias más graves serían para la
Corona de Aragón.

2. LA POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES

2.1. El absolutismo borbónico


El absolutismo monárquico fue la última fórmula del poder político del Antiguo Régimen.
Apareció en Francia en el siglo XVII, como resultado de la evolución de la monarquía
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autoritaria de los siglos XV-XVII, que en España encarnaron los Austrias. La llegada al trono
español de la dinastía francesa de los Borbones significó la implantación de dicha fórmula en
nuestro país. Los primeros Borbones españoles, Felipe V (1700-1746) y Fernando VI (1746-
1759) combatieron las pocas limitaciones que aún existían a las prerrogativas de la Corona,
afanándose por fortalecer el poder real. Con esta nueva concepción, asumieron la tarea de
unificar y reorganizar, a su criterio, los diferentes reinos peninsulares. Ello significó la pérdida
de la soberanía, esencialmente de la Corona de Aragón, que pasó a ser integrada en un
modelo uniformizador y centralista.

2.2. Consecuencias políticas de la guerra: los Decretos de Nueva Planta


De acuerdo con estas ideas, y como consecuencia directa de la victoria de Felipe V en la
Guerra de Sucesión, el régimen peculiar de cada uno de los antiguos reinos de Aragón,
Valencia, Mallorca y Cataluña desapareció a partir de una serie sucesiva de decretos (1707,
1715 y 1716): los Decretos de Nueva Planta. Estos fueron promulgados por Felipe V,
quedando todos ellos sometidos a las mismas leyes que Castilla y siendo abolidos los fueros y
las Cortes de dichos reinos. Se introdujo además un nuevo sistema impositivo (tomado de
Castilla), inicialmente muy gravoso, se nombraron funcionarios castellanos y militares al frente
de las nuevas instituciones y el castellano se impuso como única lengua oficial. Estas medidas,
que se fundamentaban en el llamado derecho de conquista, fueron además la forma en que
Felipe V quiso castigar a catalanes, valencianos, mallorquines y aragoneses por haber
apoyado al archiduque Carlos durante la guerra de Sucesión. En cambio, conservaron sus
fueros y sus instituciones las provincias vascas y Navarra, que se habían mantenido fieles al
Borbón, por lo que no se logró la completa homogeneización institucional de todos los
territorios.

2.3. Reformas políticas y administrativas


Las reformas políticas afectaron también a la administración central, es decir, a las Cortes y
los Consejos. Las Cortes tuvieron escasa importancia a partir de entonces. La pérdida de
poder afectará también a los Consejos, cuyo poder es absorbido por los ministros o
secretarios de despacho. La creación de las secretarías o ministerios fue una innovación
de Felipe V, y permitió poner un especialista a la cabeza de cada servicio, dando a la acción
gubernamental una actividad y precisión completamente nuevas, hasta el punto de convertirlos
en los organismos más importantes del poder central en el siglo XVIII. Los secretarios
recibieron el nombre de Ministros, y su número fue aumentando con el paso del tiempo y de
acuerdo con las necesidades: Estado, Guerra, Marina, Hacienda y Gracia y Justicia. La
secretaría más importante era la de Estado. Carlos III regularizó las reuniones de los
secretarios creando, en 1787, la Junta Suprema de Estado.

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En la monarquía autoritaria, el rey controlaba y gobernaba los diferentes territorios y se situaba a la cabeza de las
instituciones y de las Cortes. En el absolutismo, el monarca era la encarnación del Estado: de él era el territorio y de él
emanaban las instituciones. Su poder era prácticamente ilimitado, era fuente de ley, autoridad máxima de gobierno y
cabeza de justicia. Los Austrias habían iniciado ya este proceso de concentración de poder y autoridad durante los
siglos anteriores en Castilla, que apenas conservaba instituciones que pudieran enfrentarse al monarca. Sus Cortes no
se reunían desde 1665, y antes lo habían hecho solo para aprobar impuestos. En cambio, en la Corona de Aragón, y
también en Navarra y el País Vasco, se habían conservado instituciones propias como las Cortes y un cierto grado de
soberanía respecto al poder central.
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La administración territorial estuvo a cargo de las Audiencias, que tenían atribuciones


gubernativas y judiciales, subsistiendo el cargo de virrey tan solo en Navarra. Dichas
Audiencias estaban presididas por capitanes o comandantes generales. Además para
facilitar la administración territorial los Borbones dividieron España en provincias. Pero la
principal novedad del siglo es la creación de la figura del intendente como representante del
poder central en cada provincia. Estos se encargaban de recaudar impuestos, mantener el
ejército y fomentar la economía de sus respectivos territorios. Por último, la figura del
corregidor, que ya existía en la Corona de Castilla, se extiende ahora a los territorios
aragoneses, para un mayor control de los municipios.

Paralelamente, Felipe V llevó a cabo una reforma de la Hacienda, imponiendo una


contribución única que debían pagar todos los habitantes en proporción a su riqueza,
incluidos los privilegiados. La aplicación de dicha reforma fue más fácil en Aragón, pero en
Castilla encontró numerosas dificultades por la oposición de los estamentos privilegiados. Para
poner en marcha este proyecto, el marqués de la Ensenada elaboró un catastro para
inventariar las propiedades y riquezas del país. Sin embargo esta iniciativa halló tantas
resistencias que al final el proyecto de reforma fiscal tuvo que ser abandonado.

Por lo que respecta a las relaciones de la monarquía borbónica con la Iglesia, estas estuvieron
marcadas por el regalismo, que era la defensa de los derechos de la soberanía real en
materia eclesiástica (aunque no se cuestionaba la religión, ni el poder de la Iglesia en
cuestiones de fe y moral). El control sobre la Iglesia se ejerció a través de diversas medidas,
como el derecho del monarca a nombrar cargos eclesiásticos, y la percepción de determinadas
rentas de la Iglesia. Un ejemplo del enfrentamiento entre el poder político y la Iglesia en nuestro
país fue la expulsión de los jesuitas (1767), a los que se consideró instigadores del motín de
Esquilache (1766), pues eran contrarios a las iniciativas reformistas y depositarios de un gran
poder económico, político y cultural que escapaba de la autoridad real.

2.4. Los Pactos de Familia con Francia


La política exterior de Felipe V tuvo como objetivo el recuperarse de los resultados negativos
que produjo la Paz de Utrecht. Para ello el monarca firmó dos de los tres Pactos de Familia
(1733 y 1743) que sellaron la colaboración con Francia, la cual se mantendría a lo largo del
siglo XVIII. El Tercer Pacto de Familia se firmaría durante el reinado de Carlos III.

3. LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA ECONÓMICA

3.1. La recuperación demográfica

La expansión económica del siglo XVIII estuvo ligada al crecimiento de la población. En este
siglo se produjo un España una recuperación demográfica (de 7,5 millones en 1700 a 11,5
millones a final de siglo) debido sobre todo a mejoras agrarias. Esto coincidió además con la
elaboración de los primeros censos de población. Por vez primera, la población de la
periferia dominaba sobre la del centro de la península. Ciudades como Madrid o Barcelona
superaban los 100.000 habitantes, y Valencia, Sevilla, Granada y Cádiz se aproximaban a esa
cifra.

3.2. Los problemas en la agricultura, la industria y el comercio


a) Agricultura

La economía del Antiguo Régimen se basaba en la agricultura, pues era la actividad que
generaba la mayor parte de la riqueza, y empleaba a la mayoría de la población (más del 80%),
aunque era una agricultura de subsistencia, con rendimientos escasos y sometida a crisis
periódicas de malas cosechas.
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La posesión de la tierra otorgaba rentas y poder; por ello los grupos que disfrutaban de ella
velaban para que permaneciesen en sus manos. La mayor parte de la tierra estaba amortizada
o en manos muertas, no se podía comprar ni vender. Así sucedía con las propiedades de la
Iglesia, de los Ayuntamientos o de los nobles. La institución del mayorazgo ejemplifica muy
bien ese espíritu.

En el Antiguo Régimen las tierras se agrupaban en señoríos, que podían ser de dos tipos:
territoriales, donde el señor se limitaba a cobrar un canon a los campesinos por el
arrendamiento de la tierra; y jurisdiccionales, en los que el señor poseía además una serie de
derechos sobre los campesinos (prestaciones en trabajo, monopolios, administración de
justicia…). Como consecuencia de esta situación, el 80% de la tierra cultivable estaba fuera del
mercado, y la mayoría de la población no podía acceder a la propiedad.

Aunque existía un cierto número de agricultores propietarios de sus propias tierras, sobre todo
en Cantabria, Asturias, País Vasco y el norte de Castilla, la mayor parte del campesinado eran
arrendatarios o jornaleros. La condición de estos variaba según las zonas y el tipo de
contrato al que estaban sujetos. Las peores situaciones se daban en el sur, sobre todo en
Andalucía y Extremadura, donde existían enormes extensiones (latifundios) en manos de la
nobleza o el clero, que eran trabajadas por campesinos en arriendo a corto plazo o por
jornaleros. Las condiciones en estas zonas eran las más duras para el campesinado.

Por todas estas razones, los ministros ilustrados de los monarcas del siglo XVIII consideraron
una prioridad el problema de la tierra en España. Todos coincidían en criticar la
amortización de las tierras e instituciones como el mayorazgo o los señoríos (influencia de las
ideas fisiócratas). La mayor parte de ellos defendía la necesidad de una reforma agraria que
acabara con el atraso del campo español y con la miseria del campesinado. Sus principales
objetivos fueron aumentar el número de propietarios y de arrendatarios a largo plazo entre los
campesinos y limitar los privilegios de la Mesta.

Las actuaciones más importantes en la política agraria de los ilustrados fueron las siguientes:

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• Elaboración por Jovellanos del Informe sobre el Expediente de la Ley Agraria.
• Colonización de nuevas tierras: Se repartieron tierras entre campesinos de
Extremadura, La Mancha y Andalucía. En este sentido fue muy importante la labor
de Pablo de Olavide, que dirigió la instalación de seis mil colonos en diferentes
pueblos de Sierra Morena (La Carolina, La Carlota, La Luisiana). No obstante,
aunque se repoblaron determinadas zonas, la estructura agrícola andaluza continuó
sumiendo en la miseria a miles de campesinos.

b) Industria y manufactura

Por lo que respecta al resto de los sectores económicos, estos eran secundarios. La industria
artesana era de base familiar y se organizaba en gremios (asociaciones de artesanos de un
mismo oficio, que cumplían también funciones asistenciales). En este periodo la industria más
importante será la textil (Cataluña, indianas).

Con Felipe V se crean en nuestro país las Reales Fábricas, siguiendo el modelo existente en
Francia. Estas eran industrias subvencionadas por el Estado, que fabricaban productos de

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El Informe de la Ley Agraria forma parte de la recogida de información que sobre la situación de la agricultura
española ordenó elaborar Carlos III a sus ministros. Estos ministros estaban influenciados por las ideas de la Ilustración
y de la Fisiocracia. En este informe en concreto Jovellanos aboga por la liberalización del suelo y la supresión de los
privilegios de la Mesta. Para corregir esta situación Jovellanos propone que los baldíos y montes comunales pasaran a
propiedad privada, la total disolución de la Mesta, el cercamiento de fincas, y que los arrendamientos estuvieran
basados en el pacto libre entre los colonos y los propietarios. Abogaba también por la supresión de los mayorazgos y
las tierras amortizadas de la iglesia y la reforma de los impuestos. Sin embargo, el inicio de la Revolución Francesa
paralizó con Carlos IV las ideas ilustradas y apartó de la vida pública a la mayoría de los pensadores más avanzados,
entre ellos el propio Jovellanos.
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calidad para los palacios reales y para los grupos sociales más ricos. Destacaron la Real
Fábrica de Tapices de Santa Bárbara o la de Tabacos en Sevilla. Pero en casi todos los casos,
los resultados fueron mediocres, debido a la baja demanda y a su escasa rentabilidad. Por otra
parte, la Corona inició una política de reducción de los privilegios gremiales, impulsando la
creación de manufacturas privadas.

c) Comercio

En cuanto al comercio interior, este era débil y escaso, limitado a intercambios de tipo local o
comarcal. Existían graves problemas de transporte y continuaban aisladas las zonas del interior
de la periferia. Pero el problema más serio era que el mercado estaba sometido a los límites de
una economía agraria casi de autoconsumo, y los escasos excedentes que tenían los
campesinos apenas alcanzaban para las compras más indispensables. En el comercio
marítimo destacaban los puertos del litoral mediterráneo y cantábrico. Los intercambios más
importantes eran los producidos con América, comercio controlado por la Casa de
Contratación de Sevilla.

El siglo XVIII marcó un cambio radical en la actitud del Estado con respecto a las vías de
comunicación. Desde el reinado de Felipe V ya se puede advertir una gran atención
gubernamental hacia estos asuntos. Bajo el gobierno de los Borbones se mejoró la red de
caminos y carreteras para posibilitar la formación de un mercado nacional de productos
agrícolas y desarrollar el comercio interior, con el fin de paliar los efectos de las crisis de
subsistencia sin necesidad de recurrir a las importaciones del extranjero. Además se impulsó la
creación de nuevos astilleros para fomentar el desarrollo naviero, tanto en la península como
en los astilleros americanos. Esto permitió alcanzar una flota lo suficientemente potente como
para competir durante un tiempo con la famosa flota británica.

En los intercambios exteriores, los Borbones impulsaron una política económica


proteccionista, estableciendo fuertes aranceles, para disminuir las importaciones y estimular
las exportaciones. En cuanto al comercio colonial, en 1765 se puso fin al monopolio de Cádiz
en los intercambios con América, autorizando a otros puertos españoles a practicar este
comercio. El paso final para la liberalización se produjo en 1778, cuando se promulgó el
Decreto de Libre Comercio con América. Estas medidas beneficiaron a muchas regiones
costeras, que promovieron la creación de nuevas industrias para satisfacer la demanda del
mercado americano, que venía comerciando con contrabandistas europeos a causa de la
escasa oferta proveniente de la metrópoli.

Cataluña salió especialmente beneficiada de los cambios habidos en el sector mercantil, pues
consiguió conquistar el amplio mercado interior de Castilla y que sus afamadas indianas
entrasen en América expedidas directamente desde el puerto de Barcelona. Gracias al
comercio con América y Europa, la burguesía catalana lograría reunir los capitales necesarios
para abordar con éxito la revolución industrial en la centuria siguiente. Por el contrario, otras
burguesías peninsulares, refugiadas en inversiones agrícolas, llegarían tarde a este proceso.

4. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA Y EL DESPOTISMO ILUSTRADO

4.1. La Ilustración española


La Ilustración fue una corriente de pensamiento surgida en Francia en el siglo XVIII y que se
extendió rápidamente por toda Europa (el siglo XVIII es conocido como el “siglo de las Luces”).
El objetivo de la Ilustración era conseguir la modernización de la cultura y la reforma de la
sociedad, mediante la creencia en unas ideas y valores como eran:

• La razón, entendida como la facultad esencial del hombre para alcanzar la verdad.
• El progreso, imprescindible para el avance de la humanidad hacia su meta final, que
es la conquista de la felicidad.
• Otras ideas que defiende el pensamiento ilustrado serían la tolerancia, la importancia
de la educación, la igualdad y la libertad de todos los hombres (con lo cual se está
criticando la sociedad estamental), el derecho a la propiedad, la libertad de comercio e
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industria, las críticas al poder absoluto de los reyes y la defensa de la separación de


poderes.
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Dentro de la Ilustración francesa destacan las figuras de Montesquieu, Rousseau y Voltaire .

Frecuentemente, los ilustrados vieron en los monarcas los mejores aliados para llevar a la
práctica su programa de reformas. Es así como surge el Despotismo Ilustrado, un sistema
que consistía en la aplicación por parte de los reyes absolutistas de los principios e ideas de la
Ilustración, pero sin atentar en ningún momento contra las bases de su propio poder. De ahí la
estrecha unión entre el absolutismo del siglo XVIII y el movimiento ilustrado, y de ahí también la
frustración y las contradicciones de muchos ilustrados que tuvieron que debatirse entre sus
ansias de reforma y su sumisión a la autoridad real que les protegía. En España, el reinado de
Carlos III (1759-1788) es el mejor ejemplo de este sistema de gobierno.

En la Ilustración española destacaron personajes como:

• Benito Jerónimo Feijoo: fraile que en sus escritos combatió la superstición.


• Gaspar Melchor de Jovellanos: para muchos historiadores, la figura más importante
del siglo XVIII en España.
• Pablo de Olavide: su labor más conocida fue la repoblación de Sierra Morena. Acabó
siendo juzgado y condenado por la Inquisición.
• Otros: Campomanes, Aranda, Floridablanca, Patiño...

Todos ellos tienen en común la defensa de una serie de ideas como la importancia de la
educación como motor de desarrollo del país, las críticas a la sociedad estamental y a la
situación de las tierras en España y la necesidad de impulsar reformas para desarrollar la
economía.

4.2. El Despotismo Ilustrado

Las reformas borbónicas se sucedieron durante los gobiernos de Fernando VI (1746-1759) y


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Carlos III (1759-1788), siendo este último el mejor ejemplo de Despotismo Ilustrado en
nuestro país. Estas reformas, que se enmarcan dentro del espíritu de la Ilustración, abarcaron
múltiples aspectos de la vida social, política y económica.

Los ilustrados españoles dieron una gran importancia a la mejora de la educación. Para ello
impulsaron la reforma de las Universidades, reformándose los planes de estudio de muchas
facultades para modernizarlas y hacerlas más independientes del control eclesiástico. Por otro
lado se crearon nuevas instituciones culturales, como las Reales Academias (de la Lengua, la
de Historia, o la de Bellas Artes de San Fernando) y las Sociedades Económicas de Amigos
del País, que surgieron a partir de tertulias de nobles y burgueses, y se extendieron
rápidamente por todo el país, hasta alcanzar casi el centenar. Entre sus objetivos estaba el
fomento del desarrollo económico y cultural de las provincias.

4.3. Los límites del reformismo

La difusión de las ideas ilustradas en España fue lenta y difícil, debido a una serie de
condicionantes: escasa importancia numérica de la burguesía, enorme poder ejercido por la
nobleza y la Iglesia... Sin embargo, desde muy pronto la monarquía asumió buena parte de sus

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Montesquieu defendió la separación del poder en tres ramas: ejecutivo, legislativo y judicial, y denunció la
concentración de los mismos en manos de los monarcas absolutos. Por su parte Voltaire abogó por reforzar el papel
del Parlamento en la línea de la monarquía parlamentaria inglesa, a la que admiraba, además de defender la libertad
religiosa y de pensamiento. Por último, Rousseau acuñó conceptos como soberanía nacional y contrato social. Las
ideas de estos tres pensadores están en la base de la revolución americana que daría lugar al nacimiento de Estados
Unidos, la revolución francesa de 1789, y las revoluciones liberales que estallarían en Europa en el siglo XIX.
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El Despotismo Ilustrado fue una forma de gobierno que se dio en algunos países de Europa en la segunda mitad del
siglo XVIII, que pretendía aplicar las ideas de la Ilustración para mejorar la vida y las condiciones económicas de la
población, pero sin que los monarcas perdieran el control absoluto del poder. Su lema más famoso era “Todo para el
pueblo pero sin el pueblo”. Los reyes ilustrados impulsaron mejoras en la agricultura, la industria y el comercio, a la vez
que intentaban promover la educación. Sin embargo, dadas las contradicciones de esta forma de gobierno, sus
resultados fueron muy limitados.
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propuestas reformistas y ofreció su protección al movimiento. Para ello llevó a cabo una serie
de medidas con el fin de neutralizar los obstáculos que podían impedir la extensión de las
nuevas ideas. La más importante de estas medidas fue sin duda el control ejercido sobre la
Inquisición. Durante la primera mitad de siglo la Corona protegió a algunos autores de los
posibles ataques de las autoridades inquisitoriales, y Carlos III consiguió de forma más o
menos efectiva subordinar al Santo Oficio al poder real. No obstante, esta actitud hacia el
Tribunal cambió radicalmente tras el estallido de la Revolución Francesa, cuando Carlos IV y
muchos ilustrados sintieron temor ante un posible contagio revolucionario.

Uno de los frenos más importantes para el reformismo ilustrado vino dado por la sublevación
conocida como motín de Esquilache (1766). Este motín se produjo cuando el marqués de
Esquilache, ministro de Carlos III, intentó reformar la vestimenta de los españoles, desterrando
el sombrero chambergo y la capa larga y sustituyéndolos por el tricornio y la capa corta, para
controlar mejor a los malhechores que escondían sus armas y su identidad aprovechando su
ancha vestimenta. Esto coincidió con una coyuntura de aumento de los precios de los
productos básicos, con el consiguiente descontento de la población. Cuando conocieron el
edicto del ministro, el pueblo se amotinó contra él y pidieron al rey el destierro de Esquilache,
vestirse a su gusto y el abaratamiento de los comestibles.

Como consecuencia, Carlos III destituyó a Esquilache y se reforzó la tendencia regalista de la


monarquía al decidirse la expulsión de los jesuitas del país, a quienes se les confiscaron
todos sus bienes. Aunque los verdaderos instigadores del motín aún siguen siendo
desconocidos, se sospecha de algunos miembros de la alta nobleza, molestos con la entrada
de ministros extranjeros como Esquilache en el gobierno, y algunos sectores de la Iglesia,
como pudieron ser los propios jesuitas, que desaprobaban la política reformista de Carlos III.

Además del motín, otros obstáculos que impidieron la difusión de las ideas ilustradas fueron la
oposición de los grupos sociales privilegiados, el carácter minoritario de la Ilustración española,
el porcentaje de analfabetismo en España, que era muy elevado debido además a la escasez
de libros impresos (la mayoría dedicados a temas religiosos)… Esto hacía que el mundo rural
y las capas más desfavorecidas del mundo urbano quedaran en gran parte al margen de la
Ilustración, y rechazaran por tanto unas ideas que no entendían y que chocaban contra sus
tradiciones.

En conclusión, es evidente que la Ilustración y las reformas promovidas por los Borbones
consiguieron importantes logros en nuestro país, pero no se produjo un cambio radical de la
organización social ni económica. Por otra parte, la Ilustración española sufrirá un gran
cambio con el estallido de la Revolución Francesa, cuando el temor a un posible contagio
revolucionario haga abandonar a muchos de los ilustrados sus ideas de reforma para volver a
defender el orden social y político del Antiguo Régimen, amenazado por los nuevos
acontecimientos.

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