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EL BLOQUE IV EN LA PEvAU
El bloque IV junto con el III (temas 3 y 4 de nuestro temario) es parte de la agrupación de
contenidos II de selectividad. En el nuevo examen del curso pasado (todavía no sabemos si se
mantendrá) en el bloque a, el que vale 5.5 puntos, no hay nada de esta parte del temario,
mientras en el bloque b, del total de seis, habrá dos cuestiones de esta agrupación de
contenidos (con sus dos preguntas a y b cada una) con valor máximo de 1.5 puntos cada
cuestión.
1 INTRODUCCIÓN
El siglo XVIII constituye la época de transición entre el Antiguo Régimen y el inicio de las nuevas
ideas ilustradas. Éstas son el precedente de las revoluciones que, a finales de siglo y a lo largo
del XIX, sustituirán el viejo orden, en parte heredado de la Edad Media, por una nueva
organización social, económica y política, conocida como liberalismo burgués. Es éste, por
tanto, un siglo en que conviven lo viejo y lo nuevo, iniciándose una serie de reformas que
pretenden mejorar la anquilosada sociedad tradicional. De ahí que sea conocido como el siglo
de las luces o el siglo de la Ilustración, en alusión a la luz que deberían aportar la razón y la
ciencia para el logro de la felicidad humana.
La llegada de los Borbones al trono español, después de la Guerra de Sucesión (1700-1713)
(ver anexo I al final del tema), significó la implantación del absolutismo. Los reinados de Felipe
V (1700-1746) y Fernando VI (1746-1759) se caracterizaron por las medidas de unificación
política, reorganización, racionalización y centralización del Estado heredado de los Austrias
(en el que ya no se incluían los territorios europeos, pues se habían perdido totalmente desde
el tratado de Utrecht de 1713). Con la llegada al trono de Carlos III (1759-1788), los ilustrados
encontraron en el monarca a un convencido defensor de la necesidad de reformas, eso sí, sin
poner en duda el poder absoluto y la autoridad del rey. La experiencia de dicha colaboración
dio lugar a lo que conocemos como reformismo borbónico, un ejemplo de lo que se ha
denominado Despotismo Ilustrado.
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principio se refería a Francia, en término adoptado por las respectivas historiografías del resto
de Europa que contaron con sus revoluciones liberales para acabar con su respectivo «antiguo
régimen». De este modo, el concepto ha llegado a dar nombre a un período de la historia, el
que corresponde a los siglos XVI a XVIII, comprendiendo aspectos económicos, sociales y
políticos.
En el siglo XVIII, cuando se está produciendo la génesis de los procesos históricos
contemporáneos, el Antiguo Régimen entra en crisis dando paso a una nueva época. Sus
elementos en España, en ese contexto histórico, aparecen en los siguientes apartados:
2.2 Elementos económicos.
Era una economía cerrada e intervenida; es decir, poco sometida a las leyes del mercado, con
limitaciones que impedían los grandes beneficios. Como resultado no se formaron grandes
capitales.
La economía tenía en la agricultura su principal fuente de rentas. La industria era
prácticamente inexistente y predominaban las actividades artesanales. En el siglo XVIII
español todos los sectores dependían del mundo agrario. El sistema económico se
caracterizaba además por:
- Existencia de trabas a la circulación de bienes inmuebles: la propiedad vinculada o
amortizada no puede cambiar de manos (se les llamaba tierras de manos muertas y eran
propiedades de la Iglesia, de los nobles o de los municipios). Está prohibida su compra, venta,
donación o división por la herencia. En nuestro país, en el siglo XVIII, cerca del 80% de la tierra
cultivable estaba fuera del mercado, no pudiendo acceder a la propiedad la mayoría de la
población. Por ello, casi todo el campesinado español era arrendatario o jornalero.
- Pervivencia de monopolios derivados del régimen señorial sobre el uso de molinos, hornos,
lagares, ríos, montes, etc., así como de aduanas señoriales, peajes y derechos preferentes de
venta.
- Los artesanos estaban obligados a inscribirse en el gremio, asociación de los productores de
un mismo oficio residentes en una misma ciudad. El gremio concede la licencia para producir,
fija los precios, salarios, jornadas de trabajo, calidad de los productos, etc., sin permitir ningún
tipo de libertad en el proceso productivo. Esta forma proteccionista de producción se
mantenía por la escasez de la demanda y por el poder de las jerarquías gremiales.
- Las técnicas de producción eran las tradicionales, todavía con pocas innovaciones. El
crecimiento económico era lento.
- El comercio español del XVIII estaba lastrado por un mercado interior débil y escaso y con
graves problemas de transporte. Además, una excesiva economía agraria de autoconsumo
agravaba más la situación pues una buena parte de la población no tenía un excedente
suficiente para las compras más indispensables.
- La estructura de población activa permanecía con un altísimo porcentaje de población
agraria, que en la España del siglo XVIII superaba el 80%.
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las personas, dándose el caso de que miembros del estado llano en ocasiones tenían mayor
status socio-económico que personas de la nobleza, como hidalgos sin tierras y con pocas
propiedades.
La nobleza y el alto clero, por la estructura estamental, contaban con una serie de privilegios:
exención del pago de impuestos, cobro de tributos en beneficio propio y un régimen judicial
diferente al del resto de la población y más ventajoso.
El estado llano agrupaba a las personas que sostenían económicamente al reino con su trabajo
y sus impuestos. El nivel económico de este estamento era muy variado pues en él se incluían
campesinos (propietarios o no), artesanos, comerciantes, banqueros, etc.
En la España del siglo XVIII el clero constituía poco más del 2% de la población, pero controlaba
más del 40% de la propiedad territorial. La nobleza, que no sobrepasaba el 5% de la población,
poseía extensas propiedades territoriales y todavía tenía en su poder numerosos señoríos
jurisdiccionales, en los que administraba justicia y de los que extraía grandes rentas. El tercer
estamento en España estaba formado en su mayor parte por campesinos, todavía sometidos
al régimen señorial, mientras que la burguesía comerciante e industrial era muy escasa, salvo
en algunas ciudades dedicadas al comercio colonial como Cádiz o Barcelona.
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- La autoridad del rey se encuentra por encima de la ley, pues ésta emana del monarca.
- El monarca concentra en su persona los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
- La legitimidad del poder de la monarquía se apoya en el derecho divino.
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- Desarrollo de una nueva estructura administrativa territorial consistente en una división
provincial, de inspiración francesa, en la que cada circunscripción quedaba controlada por los
intendentes, autoridades civiles y militares ligadas directamente al poder central de la
monarquía.
- Fortalecimiento del control sobre la administración local. La autonomía de los municipios,
mermada ya con los Austrias, desaparece totalmente al quedar los concejos bajo el poder de
los intendentes. Además, la institución castellana de los corregidores, que controlaba a los
municipios, se extiende a todo el territorio para el dominio de las principales ciudades.
- La derogación de los fueros y la supresión de las instituciones de Aragón y Valencia (1707)
y la promulgación de los llamados Decretos de Nueva Planta, por los que también perdían sus
fueros e instituciones tradicionales el reino de Mallorca (1715) y Cataluña (1716). La abolición
de los fueros de la antigua Corona de Aragón supuso en la práctica la adopción en sus reinos
de las mismas leyes de la Corona de Castilla, quedando así unificada políticamente España, y
el establecimiento de un capitán general y una audiencia en cada uno de los territorios citados.
Estas medidas se hicieron en represalia por la actitud que habían tenido en la Guerra de
Sucesión, contraria al rey Felipe V. Por esta razón en Navarra y las provincias vascas, que sí lo
habían apoyado, conservaron sus fueros y privilegios.
- Desarrollo del regalismo. Éste fue uno de los principios del gobierno del Despotismo
Ilustrado. Se trataba de una teoría que preconizaba el control y sometimiento de la Iglesia al
Estado en la dirección de la vida política. En España, Carlos III establece numerosas medidas
de este tipo, reclamando el derecho a nombrar cargos eclesiásticos, a controlar la Inquisición
y a fundar monasterios, y combatió el intento de la Iglesia de constituir un poder dentro del
Estado. En ese contexto hay que entender la expulsión de los jesuitas en 1767, una orden de
enorme poder que constituían el centro ideológico contra el espíritu ilustrado.
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pudieron llevar a cabo aquellas reformas económicas que implicaban un cambio social, como
fue el caso ya mencionado de la reforma agraria.
Las ideas ilustradas del reformismo borbónico tenían en España la oposición de las clases
privilegiadas (nobleza y alto clero) pero también de las capas populares, muy apegadas a sus
tradiciones y muy influidas por la Iglesia. De ahí que el apoyo a las reformas fuese obra de una
minoría y que sólo se llevasen a efecto gracias a la imposición hecha por la monarquía
absoluta. No es de extrañar, por tanto, un episodio muy significativo de esta situación: el
motín de Esquilache (1766) (ver anexo II al final del tema). Las medidas progresistas del
marqués de Esquilache asustaron a los grupos privilegiados. Éstos estaban dispuestos a sacar
partido del descontento popular por el alza del precio del pan y del odio a los ministros
extranjeros, de origen napolitano, entre ellos el propio Esquilache. Un decreto de éste en
1766, encaminado a mejorar la imagen y seguridad de Madrid y sus habitantes, degeneró en
tumultos, que hicieron claudicar al monarca ante las masas. El italiano tuvo que abandonar el
país. Hábilmente manipulado por la nobleza y la Iglesia, el levantamiento se transformó en
símbolo del rechazo de la política ilustrada y en el primer aviso de las dificultades que harían
fracasar muchas reformas. Aun así, hubo un acto de afirmación del poder del rey Carlos III con
la expulsión de los jesuitas, decretada en 1767, al responsabilizarse a esta orden del motín de
Esquilache.
Cuando en 1788 muere Carlos III, a pesar de la importancia de los cambios producidos, muchas
de sus reformas llevaban largos años estancadas o anuladas. Las tensiones entre quienes
querían reformar el país y los grupos más inmovilistas estallarían más adelante, cuando en el
reinado siguiente, a caballo entre el siglo XVIII y XIX, el Antiguo Régimen entrara
definitivamente en crisis.
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Tema 4. Documentos.
Texto 1: Abolición de los fueros de Valencia y Aragón.
“Considerando haber perdido los Reynos de Aragon y Valencia, y todos sus
habitadores, por el rebelión que cometieron faltando enteramente al juramento de fidelidad
que me hicieron como á su legítimo Rey y Señor, todos los fueros, privilegios, exenciones y
libertades que gozaban (...); y tocándome el dominio absoluto de los referidos Reynos de
Aragon y de Valencia, pues á la circunstancia de ser comprendidos en los demás que tan
legítimamente poseo en esta Monarquía, se añade ahora la del derecho de la conquista que
de ellos han hecho últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión: y considerando
también, que uno de los principales atributos de la Soberanía es la imposición y derogación
de leyes, (…) he juzgado por conveniente (así por esto como por mi deseo de reducir todos
mis Reynos de España á la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales,
gobernándose igualmente todos por las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el
Universo) abolir y derogar enteramente (…) todos los referidos fueros, privilegios, prácticas y
costumbres hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragon y Valencia; siendo mi
voluntad, que estos se reduzcan á las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno
que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia alguna en nada; (…).”
[D. Felipe V, en Buen Retiro, por decreto de 29 de junio de 1707.]
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Tema 4. Anexo de ampliaciones (para preparación de la PEvAU):
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1.2. La guerra civil en España.
En líneas generales, la Guerra de Sucesión dividió a España en dos bandos enfrentados: los
territorios de la Corona de Castilla se inclinaron mayoritaria mente por Felipe de Barbón,
mientras que los territorios de la Corona de Aragón lo hicieron por el archiduque Carlos de
Austria.
La posición de ambas Coronas respecto al cambio dinástico obedeció a factores diversos. Por
parte de la Corona de Castilla, a las mayores dificultades de la población, derivadas de los años
de crisis del reinado de Carlos II. Por parte de la Corona de Aragón, a la fuerte competencia
comercial con Francia y el recelo hacia el absolutismo francés.
El conflicto sucesorio adquirió, además, un carácter de reivindicación social, especialmente en
Valencia, al presentarse el archiduque Carlos como defensor de los campesinos y cuestionar
las condiciones del régimen señorial. La nobleza valenciana se inclinó mayoritaria mente por
Felipe V.
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a trabajar en otras manufacturas famosas para que volvieran contando los secretos que
habían aprendido, así como de subvencionar esos productos mediante la supresión de los
aranceles comerciales y de ayudar a propagar una buena imagen de ellos de manera que
aristócratas, clérigos y miembros adinerados de la alta burguesía se animaran a consumir
estos productos.
En España las Manufacturas o Reales Fábricas las introdujeron los monarcas de la dinastía
Borbón, que llegan al trono tras la Guerra de Sucesión: hablamos de Felipe V, Fernando VI,
Carlos III y Carlos IV. Entre otras creaciones regias se fundaron la Real Fábrica de Tapices de
Santa Bárbara (1720), la Real Fábrica de Porcelanas y Piedras Duras (conocida como La China),
La Real Fábrica de Cristal de La Granja de San Ildefonso, la Real Fábrica de Paños de
Guadalajara o la Real Fábrica de Paños de Segovia.
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