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HISTORIA DE ESPAÑA

EL BLOQUE IV EN LA PEvAU
El bloque IV junto con el III (temas 3 y 4 de nuestro temario) es parte de la agrupación de
contenidos II de selectividad. En el nuevo examen del curso pasado (todavía no sabemos si se
mantendrá) en el bloque a, el que vale 5.5 puntos, no hay nada de esta parte del temario,
mientras en el bloque b, del total de seis, habrá dos cuestiones de esta agrupación de
contenidos (con sus dos preguntas a y b cada una) con valor máximo de 1.5 puntos cada
cuestión.

Tema 4. Características políticas, económicas y sociales del Antiguo


Régimen. La política centralizadora de los Borbones.

1 INTRODUCCIÓN
El siglo XVIII constituye la época de transición entre el Antiguo Régimen y el inicio de las nuevas
ideas ilustradas. Éstas son el precedente de las revoluciones que, a finales de siglo y a lo largo
del XIX, sustituirán el viejo orden, en parte heredado de la Edad Media, por una nueva
organización social, económica y política, conocida como liberalismo burgués. Es éste, por
tanto, un siglo en que conviven lo viejo y lo nuevo, iniciándose una serie de reformas que
pretenden mejorar la anquilosada sociedad tradicional. De ahí que sea conocido como el siglo
de las luces o el siglo de la Ilustración, en alusión a la luz que deberían aportar la razón y la
ciencia para el logro de la felicidad humana.
La llegada de los Borbones al trono español, después de la Guerra de Sucesión (1700-1713)
(ver anexo I al final del tema), significó la implantación del absolutismo. Los reinados de Felipe
V (1700-1746) y Fernando VI (1746-1759) se caracterizaron por las medidas de unificación
política, reorganización, racionalización y centralización del Estado heredado de los Austrias
(en el que ya no se incluían los territorios europeos, pues se habían perdido totalmente desde
el tratado de Utrecht de 1713). Con la llegada al trono de Carlos III (1759-1788), los ilustrados
encontraron en el monarca a un convencido defensor de la necesidad de reformas, eso sí, sin
poner en duda el poder absoluto y la autoridad del rey. La experiencia de dicha colaboración
dio lugar a lo que conocemos como reformismo borbónico, un ejemplo de lo que se ha
denominado Despotismo Ilustrado.

2 ELEMENTOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y POLÍTICOS QUE CONFIGURAN EL ANTIGUO


RÉGIMEN.
2.1 Concepto de Antiguo Régimen.
Los revolucionarios franceses de 1789 emplearon la frase ancien régime para designar, con
una connotación negativa, el conjunto de instituciones que tenían la intención de sustituir.
Con este sentido se ha empleado en otras lenguas para referirse a regímenes que se
encontraban en parecidas circunstancias, convirtiéndose un concepto historiográfico que en

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principio se refería a Francia, en término adoptado por las respectivas historiografías del resto
de Europa que contaron con sus revoluciones liberales para acabar con su respectivo «antiguo
régimen». De este modo, el concepto ha llegado a dar nombre a un período de la historia, el
que corresponde a los siglos XVI a XVIII, comprendiendo aspectos económicos, sociales y
políticos.
En el siglo XVIII, cuando se está produciendo la génesis de los procesos históricos
contemporáneos, el Antiguo Régimen entra en crisis dando paso a una nueva época. Sus
elementos en España, en ese contexto histórico, aparecen en los siguientes apartados:
2.2 Elementos económicos.
Era una economía cerrada e intervenida; es decir, poco sometida a las leyes del mercado, con
limitaciones que impedían los grandes beneficios. Como resultado no se formaron grandes
capitales.
La economía tenía en la agricultura su principal fuente de rentas. La industria era
prácticamente inexistente y predominaban las actividades artesanales. En el siglo XVIII
español todos los sectores dependían del mundo agrario. El sistema económico se
caracterizaba además por:
- Existencia de trabas a la circulación de bienes inmuebles: la propiedad vinculada o
amortizada no puede cambiar de manos (se les llamaba tierras de manos muertas y eran
propiedades de la Iglesia, de los nobles o de los municipios). Está prohibida su compra, venta,
donación o división por la herencia. En nuestro país, en el siglo XVIII, cerca del 80% de la tierra
cultivable estaba fuera del mercado, no pudiendo acceder a la propiedad la mayoría de la
población. Por ello, casi todo el campesinado español era arrendatario o jornalero.
- Pervivencia de monopolios derivados del régimen señorial sobre el uso de molinos, hornos,
lagares, ríos, montes, etc., así como de aduanas señoriales, peajes y derechos preferentes de
venta.
- Los artesanos estaban obligados a inscribirse en el gremio, asociación de los productores de
un mismo oficio residentes en una misma ciudad. El gremio concede la licencia para producir,
fija los precios, salarios, jornadas de trabajo, calidad de los productos, etc., sin permitir ningún
tipo de libertad en el proceso productivo. Esta forma proteccionista de producción se
mantenía por la escasez de la demanda y por el poder de las jerarquías gremiales.
- Las técnicas de producción eran las tradicionales, todavía con pocas innovaciones. El
crecimiento económico era lento.
- El comercio español del XVIII estaba lastrado por un mercado interior débil y escaso y con
graves problemas de transporte. Además, una excesiva economía agraria de autoconsumo
agravaba más la situación pues una buena parte de la población no tenía un excedente
suficiente para las compras más indispensables.
- La estructura de población activa permanecía con un altísimo porcentaje de población
agraria, que en la España del siglo XVIII superaba el 80%.

2.3 Elementos sociales.


La organización social era de base estamental, que perpetuaba la situación privilegiada de una
minoría poderosa. La sociedad se dividía en tres estamentos, nobleza, alto clero y estado llano,
grupos cerrados a los que se accede por el nacimiento. En cualquier caso, aunque legalmente
la sociedad se conformaba así, no sólo se basaba en el privilegio sino también en la renta de

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las personas, dándose el caso de que miembros del estado llano en ocasiones tenían mayor
status socio-económico que personas de la nobleza, como hidalgos sin tierras y con pocas
propiedades.
La nobleza y el alto clero, por la estructura estamental, contaban con una serie de privilegios:
exención del pago de impuestos, cobro de tributos en beneficio propio y un régimen judicial
diferente al del resto de la población y más ventajoso.
El estado llano agrupaba a las personas que sostenían económicamente al reino con su trabajo
y sus impuestos. El nivel económico de este estamento era muy variado pues en él se incluían
campesinos (propietarios o no), artesanos, comerciantes, banqueros, etc.
En la España del siglo XVIII el clero constituía poco más del 2% de la población, pero controlaba
más del 40% de la propiedad territorial. La nobleza, que no sobrepasaba el 5% de la población,
poseía extensas propiedades territoriales y todavía tenía en su poder numerosos señoríos
jurisdiccionales, en los que administraba justicia y de los que extraía grandes rentas. El tercer
estamento en España estaba formado en su mayor parte por campesinos, todavía sometidos
al régimen señorial, mientras que la burguesía comerciante e industrial era muy escasa, salvo
en algunas ciudades dedicadas al comercio colonial como Cádiz o Barcelona.

2.4 Elementos políticos.


En el siglo XVIII la forma de
gobierno en España era la
monarquía absoluta, dirigida por la
dinastía de Borbón. Era un
absolutismo, en cualquier caso,
mediatizado por la intervención de
la Iglesia y por la pervivencia de
algunas instituciones que a veces
hacían frente a las decisiones de la
Corona. De esta manera, la Iglesia
tenía aún una enorme influencia en
el ámbito político y, por otro lado,
la administración territorial todavía
dependía del régimen señorial, de
forma que algunas parcelas del poder público (cobro de impuestos, reclutamiento, aplicación
de la justicia local, etc.) quedaban en manos de grupos particulares que ejercían esta
jurisdicción en su beneficio (nobleza y clero).
Los poderes de la monarquía borbónica española, por los efectos de la Guerra de Sucesión,
aumentaron con respecto a la dinastía precedente: En 1707 se produce la abolición de los
fueros de los reinos de Aragón y Valencia, que adoptan las leyes e instituciones de Castilla.
También Baleares y Cataluña entre 1715 y 1716 perdieron buena parte de sus fueros (Decretos
de nueva planta). Por otro lado, las Cortes de Aragón y Castilla prácticamente dejaron de ser
convocadas desde mediados del siglo XVII acentuándose, por tanto, el absolutismo regio.
Esta organización política se sustentaba en los siguientes principios:
- La soberanía, es decir, la capacidad de tomar decisiones en los asuntos públicos, corresponde
exclusivamente al rey. Las otras instituciones (los Consejos) sólo son consultivas.
- El Estado es patrimonial, es propiedad de la Corona.

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- La autoridad del rey se encuentra por encima de la ley, pues ésta emana del monarca.
- El monarca concentra en su persona los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
- La legitimidad del poder de la monarquía se apoya en el derecho divino.

3 EL REFORMISMO ILUSTRADO: POLÍTICA CENTRALIZADORA DE LOS BORBONES.


3.1 Conceptos de Ilustración y Despotismo Ilustrado.
Llamamos Ilustración al movimiento intelectual y cultural europeo del siglo XVIII, centrado
especialmente entre 1715 y 1789, así denominado por su declarada finalidad de disipar las
tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. Se basaba en la confianza en la razón,
la ciencia y la educación para descubrir las leyes de funcionamiento de la naturaleza y de la
sociedad, todo ello con el fin de alcanzar la felicidad humana. El pensamiento ilustrado
cuestionaba algunas prácticas religiosas, por lo que tenían de irracionales y dogmáticas, y el
pensamiento de origen medieval, estático y conservador; por otra parte, tenía componentes
de crítica económica, social y política. Destacados ilustrados fueron Voltaire, Montesquieu y
Rousseau. En España, difundida en Europa por filósofos franceses, la Ilustración impregna a
personalidades como Feijoo, Jovellanos, Olavide o Campomanes.
Despotismo Ilustrado es el nombre que recibieron algunos regímenes políticos en la segunda
mitad del siglo XVIII, en los que se combinaba el mantenimiento del poder absoluto de los
monarcas con una voluntad reformadora de la economía y de la sociedad. Era el intento de
un monarca absoluto de conseguir el progreso del país aplicando algunas formulaciones de la
teoría política de la Ilustración, encargando la dirección de la administración del Estado a un
primer ministro ilustrado. En el siglo XIX se acuñó una frase aplicada al Despotismo Ilustrado
que lo define bien: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Cuando en 1789 empieza la
Revolución Francesa los reyes rechazaron el espíritu ilustrado pues comprobaron a qué
excesos había conducido en Francia.
En España, el déspota ilustrado por excelencia fue el rey Carlos III (1759-1788). Su actividad
política, así como la labor reformadora llevada a cabo por sus antecesores en el trono, Felipe
V y Fernando VI, recibe el nombre de reformismo borbónico compuesto por una serie de
reformas en campos diversos que a continuación vamos a desarrollar.

3.2 Reformas político-administrativas.


En el siglo XVIII, el gobierno de los Borbones españoles se caracterizó por la centralización
político-administrativa. Se trataba de imponer en todos los reinos de España la
homogeneidad política e institucional que una monarquía absoluta requería. Y para ello, había
que unificar las leyes, aboliendo y derogando los fueros y privilegios de los distintos reinos, a
lo que se debían añadir otras disposiciones de reforzamiento del poder central.
Según estas intenciones centralizadoras, se llevaron a cabo las siguientes reformas:
- Creación de las Secretarías, un antecedente de los actuales ministerios, en lugar de los
tradicionales Consejos. El poder de los Consejos fue absorbido por los ministros o secretarios
del despacho, una innovación de Felipe V que permitía poner a un especialista a la cabeza de
cada servicio del gobierno y la administración. Fueron los organismos más importantes del
poder central. Por otra parte, las Cortes, otra institución tradicional de la administración
central, quedaron reducidas a las de Castilla y Navarra, desapareciendo las demás, y su poder
quedó muy mermado.

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- Desarrollo de una nueva estructura administrativa territorial consistente en una división
provincial, de inspiración francesa, en la que cada circunscripción quedaba controlada por los
intendentes, autoridades civiles y militares ligadas directamente al poder central de la
monarquía.
- Fortalecimiento del control sobre la administración local. La autonomía de los municipios,
mermada ya con los Austrias, desaparece totalmente al quedar los concejos bajo el poder de
los intendentes. Además, la institución castellana de los corregidores, que controlaba a los
municipios, se extiende a todo el territorio para el dominio de las principales ciudades.
- La derogación de los fueros y la supresión de las instituciones de Aragón y Valencia (1707)
y la promulgación de los llamados Decretos de Nueva Planta, por los que también perdían sus
fueros e instituciones tradicionales el reino de Mallorca (1715) y Cataluña (1716). La abolición
de los fueros de la antigua Corona de Aragón supuso en la práctica la adopción en sus reinos
de las mismas leyes de la Corona de Castilla, quedando así unificada políticamente España, y
el establecimiento de un capitán general y una audiencia en cada uno de los territorios citados.
Estas medidas se hicieron en represalia por la actitud que habían tenido en la Guerra de
Sucesión, contraria al rey Felipe V. Por esta razón en Navarra y las provincias vascas, que sí lo
habían apoyado, conservaron sus fueros y privilegios.
- Desarrollo del regalismo. Éste fue uno de los principios del gobierno del Despotismo
Ilustrado. Se trataba de una teoría que preconizaba el control y sometimiento de la Iglesia al
Estado en la dirección de la vida política. En España, Carlos III establece numerosas medidas
de este tipo, reclamando el derecho a nombrar cargos eclesiásticos, a controlar la Inquisición
y a fundar monasterios, y combatió el intento de la Iglesia de constituir un poder dentro del
Estado. En ese contexto hay que entender la expulsión de los jesuitas en 1767, una orden de
enorme poder que constituían el centro ideológico contra el espíritu ilustrado.

3.3 Otras reformas.


También se llevaron a cabo reformas económicas y culturales, sobre todo bajo el reinado de
Carlos III. Así, en materia económica destacan las medidas sobre libre comercio, fomento de
la industria por parte del Estado (ver anexo III al final del tema), medidas modernizadoras en
la agricultura, reforma fiscal, etc. En lo cultural el Estado hizo algunas reformas
modernizadoras en la enseñanza, creando nuevas escuelas y mejorando la formación de los
maestros. También se promovió la formación en conocimientos técnicos y hubo algunos
planes de reforma universitaria. Estas medidas chocaron con el conservadurismo de los
grupos sociales dominantes y la Iglesia. La renovación cultural de España encontró como vías
de difusión y desarrollo nuevas instituciones. Es el caso de las Reales Sociedades Económicas
de Amigos del País. Otro caso fue el de las Reales Academias, por las que se ofrecía el apoyo
de la monarquía al más alto nivel (Lengua, Bellas Artes de San Fernando, Historia…). A ello se
añade el interés por crear museos, bibliotecas, jardines botánicos, etc.

3.4 Balance del reformismo.


El reformismo borbónico, especialmente el desarrollado con el despotismo ilustrado de Carlos
III, presenta en su conjunto un balance positivo. Como hemos visto, se emprendieron
importantes reformas que cambiaron bastante España en los campos político, económico y
cultural. Ahora bien, no hubo un intento serio de afrontar reformas sociales, y tampoco se

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pudieron llevar a cabo aquellas reformas económicas que implicaban un cambio social, como
fue el caso ya mencionado de la reforma agraria.
Las ideas ilustradas del reformismo borbónico tenían en España la oposición de las clases
privilegiadas (nobleza y alto clero) pero también de las capas populares, muy apegadas a sus
tradiciones y muy influidas por la Iglesia. De ahí que el apoyo a las reformas fuese obra de una
minoría y que sólo se llevasen a efecto gracias a la imposición hecha por la monarquía
absoluta. No es de extrañar, por tanto, un episodio muy significativo de esta situación: el
motín de Esquilache (1766) (ver anexo II al final del tema). Las medidas progresistas del
marqués de Esquilache asustaron a los grupos privilegiados. Éstos estaban dispuestos a sacar
partido del descontento popular por el alza del precio del pan y del odio a los ministros
extranjeros, de origen napolitano, entre ellos el propio Esquilache. Un decreto de éste en
1766, encaminado a mejorar la imagen y seguridad de Madrid y sus habitantes, degeneró en
tumultos, que hicieron claudicar al monarca ante las masas. El italiano tuvo que abandonar el
país. Hábilmente manipulado por la nobleza y la Iglesia, el levantamiento se transformó en
símbolo del rechazo de la política ilustrada y en el primer aviso de las dificultades que harían
fracasar muchas reformas. Aun así, hubo un acto de afirmación del poder del rey Carlos III con
la expulsión de los jesuitas, decretada en 1767, al responsabilizarse a esta orden del motín de
Esquilache.
Cuando en 1788 muere Carlos III, a pesar de la importancia de los cambios producidos, muchas
de sus reformas llevaban largos años estancadas o anuladas. Las tensiones entre quienes
querían reformar el país y los grupos más inmovilistas estallarían más adelante, cuando en el
reinado siguiente, a caballo entre el siglo XVIII y XIX, el Antiguo Régimen entrara
definitivamente en crisis.

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Tema 4. Documentos.
Texto 1: Abolición de los fueros de Valencia y Aragón.
“Considerando haber perdido los Reynos de Aragon y Valencia, y todos sus
habitadores, por el rebelión que cometieron faltando enteramente al juramento de fidelidad
que me hicieron como á su legítimo Rey y Señor, todos los fueros, privilegios, exenciones y
libertades que gozaban (...); y tocándome el dominio absoluto de los referidos Reynos de
Aragon y de Valencia, pues á la circunstancia de ser comprendidos en los demás que tan
legítimamente poseo en esta Monarquía, se añade ahora la del derecho de la conquista que
de ellos han hecho últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión: y considerando
también, que uno de los principales atributos de la Soberanía es la imposición y derogación
de leyes, (…) he juzgado por conveniente (así por esto como por mi deseo de reducir todos
mis Reynos de España á la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales,
gobernándose igualmente todos por las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el
Universo) abolir y derogar enteramente (…) todos los referidos fueros, privilegios, prácticas y
costumbres hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragon y Valencia; siendo mi
voluntad, que estos se reduzcan á las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno
que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia alguna en nada; (…).”
[D. Felipe V, en Buen Retiro, por decreto de 29 de junio de 1707.]

Texto 2: El motín de Esquilache (ver anexo II al final del tema)


[…] Por otro lado, se había dado una providencia violenta para prohibir los sombreros
redondos o gachos y las capas de los embozados, permitiéndolas sólo de un cierto largo y sin
embozo. Los alguaciles, abusando de su autoridad, como sucede demasiado a menudo,
atacaban a las gentes en las calles, les cortaban ellos mismos las capas, les sacaban multas y
cometían otras tropelías. [...] Séase por esto sólo o (como algunos pretenden) porque había
quien, aprovechándose de esta buena disposición, tenía particular interés en excitar un
movimiento popular, lo cierto es que en la tarde del día 23 de marzo de 1766, domingo de
Ramos, dos embozados se hicieron insultar e insultaron en la plazuela de Antón Martín; se
defendieron y fue señal de reunirse la gente y de empezar el motín. Una multitud [...] se acercó
a palacio y a la casa del marqués de Esquilache, gritando: ¡Viva el rey y muera Esquilache!
CONDE DE FERNÁN-NÚÑEZ, 1766

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Tema 4. Anexo de ampliaciones (para preparación de la PEvAU):

Anexo I: LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA (1701-1713)


Introducción
La España del siglo XVIII se caracterizó por la pervivencia del Antiguo Régimen, definido
básicamente por la monarquía absoluta y la sociedad estamental. Sin embargo, a lo largo del
siglo, la centralización del Estado y la llegada de las ideas ilustradas favorecieron una cierta
movilidad social, mientras que el crecimiento económico y demográfico crearon también
dinámicas de cambio.
El siglo XVIII fue la época del reformismo ilustrado, que perseguía la modernización y
prosperidad mediante reformas prudentes que fortalecieran al Estado. A esta tarea se
dedicaron los distintos gobiernos de los cuatro monarcas que ocuparon el siglo: Felipe V (1700-
1746), Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808).
1. La Guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht.
Carlos II, el último rey español de la casa de Austria, murió en 1700 sin descendencia. Su
testamento disponía el establecimiento de Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV,
en el trono hispánico frente a la otra posibilidad de continuidad dinástica representada por el
archiduque Carlos de Habsburgo. El nombramiento del nuevo rey, con el título de Felipe V,
provocó un conflicto internacional y una guerra civil.
1.1. La guerra europea
La guerra europea enfrentó a la Gran Alianza, integrada por Inglaterra, Holanda, el imperio
de los Habsburgo, Portugal y Saboya, con los Borbones de Francia y España. Se debatía, por
una parte, la hegemonía dinástica, que enfrentaba a las casas de Borbón y Habsburgo, y, por
otra, el dominio marítimo y colonial, que interesaba de manera especial a Francia, Inglaterra
y Holanda.
Detrás de este conflicto se escondían los deseos expansionistas de Luis XIV; el interés de los
británicos por mantener la posición privilegiada de que gozaban en España, base del comercio
con América; y las expectativas imperiales de los Habsburgo sobre los Países Bajos e Italia.
Los Tratados de Utrecht y Rastadt, firmados en 1713 y 1714, ratificaron la victoria de Felipe
de Borbón en España y la de Carlos de Austria en el resto de Europa. Felipe V fue reconocido
rey de España y de las Indias, pero tuvo que renunciar al derecho de sucesión al trono de
Francia y, como resultado de la guerra, la monarquía española perdió su imperio en Europa:
- El emperador Carlos recibió Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña.
- Inglaterra se hizo con Gibraltar y Menorca, en 1704 y 1708 respectivamente, aunque esta
última fue recuperada por España en 1802. Adquirió, además, el asiento de negros, que le
permitió introducir esclavos negros en las colonias americanas, y el permiso de enviar un navío
cada año a la América española.
- El duque de Saboya recibió Sicilia.
Los lazos familiares, por un lado, y el poderío francés, por otro, llevaron a España para evitar
su debilidad a buscar la alianza con Francia a través de los llamado Pactos de Familia, como
los que se firmaron en 1733 y 1743. A pesar de estos acuerdos, la alianza con Francia
conllevaba ciertos riesgos. Por eso España se alió en determinados momentos con Gran
Bretaña.

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1.2. La guerra civil en España.
En líneas generales, la Guerra de Sucesión dividió a España en dos bandos enfrentados: los
territorios de la Corona de Castilla se inclinaron mayoritaria mente por Felipe de Barbón,
mientras que los territorios de la Corona de Aragón lo hicieron por el archiduque Carlos de
Austria.
La posición de ambas Coronas respecto al cambio dinástico obedeció a factores diversos. Por
parte de la Corona de Castilla, a las mayores dificultades de la población, derivadas de los años
de crisis del reinado de Carlos II. Por parte de la Corona de Aragón, a la fuerte competencia
comercial con Francia y el recelo hacia el absolutismo francés.
El conflicto sucesorio adquirió, además, un carácter de reivindicación social, especialmente en
Valencia, al presentarse el archiduque Carlos como defensor de los campesinos y cuestionar
las condiciones del régimen señorial. La nobleza valenciana se inclinó mayoritaria mente por
Felipe V.

Anexo II: EL MOTÍN DE ESQUILACHE


La tarde del 23 de marzo de 1766 estalló en Madrid el conocido como Motín de Esquilache.
Varios años de sequía, inflación, subida de impuestos y carestía habían generado un creciente
descontento entre los súbditos de Carlos III. En ese contexto, el bando dictado el 20 de marzo
por el Marqués de Esquilache prohibiendo el uso de los sombreros de ala ancha y ordenando
recortar las tradicionales capas largas para evitar la ocultación de armas, sirvió para canalizar
el malestar. Los madrileños se negaron a obedecer y estalló un motín pidiendo la cabeza de
Esquilache que tuvo que refugiarse en el Palacio Real. Carlos III se vio obligado a ceder a
algunas de las reivindicaciones de los amotinados y huyó a Aranjuez llevando consigo al
marqués. Madrid quedó sin gobierno y finalmente el día 26 se puso fin al episodio con la
obtención de un perdón general del rey.

Anexo III: LAS REALES FÁBRICAS:


Las Manufacturas Reales o Reales Fábricas fueron una serie de industrias creadas por los
monarcas del Antiguo Régimen que proliferaron por toda Europa durante el siglo XVIII
siguiendo el modelo de la primera de ellas: la Manufactura Real de los Gobelinos o Real
Fábrica de Tapices de Francia, fundada en 1662 por el ministro Colbert al servicio del rey Luis
XIV. Colbert instauró en Francia una política económica intervencionista que
pretendía competir con las importaciones del exterior creando unos productos de calidad que
primero dotaran a la Casa Real de unos objetos de altísima calidad, a la vez que daban trabajo
a los habitantes del país, mejoraban su imagen exterior y renovaban la precaria
economía fundamentalmente agraria y ganadera que llevaba siglos instaurada en Europa.
Con estas fábricas además se introducían avances técnicos, se mejoraban algo las condiciones
laborales de los trabajadores y se estimulaba la economía de las zonas más deprimidas de los
países.
Estas revolucionarias ideas fueron retomadas por los ilustrados europeos que veían en esta
política económica preindustrial un gran avance no solo económico, sino social y cultural. El
Estado era el encargado de construir los edificios, dotarlos de la mejora de maquinaria
existente hasta la fecha, de contratar y formar al personal que iba a trabajar en ellas, usando
no pocas veces el espionaje entre las manufacturas, pues a menudo se mandaba a ese personal

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a trabajar en otras manufacturas famosas para que volvieran contando los secretos que
habían aprendido, así como de subvencionar esos productos mediante la supresión de los
aranceles comerciales y de ayudar a propagar una buena imagen de ellos de manera que
aristócratas, clérigos y miembros adinerados de la alta burguesía se animaran a consumir
estos productos.
En España las Manufacturas o Reales Fábricas las introdujeron los monarcas de la dinastía
Borbón, que llegan al trono tras la Guerra de Sucesión: hablamos de Felipe V, Fernando VI,
Carlos III y Carlos IV. Entre otras creaciones regias se fundaron la Real Fábrica de Tapices de
Santa Bárbara (1720), la Real Fábrica de Porcelanas y Piedras Duras (conocida como La China),
La Real Fábrica de Cristal de La Granja de San Ildefonso, la Real Fábrica de Paños de
Guadalajara o la Real Fábrica de Paños de Segovia.

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