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TEMA 4: EL REFORMISMO DE LOS PRIMEROS BORBONES

(1700-1788)
1. La Guerra de Sucesión y el cambio de dinastía

2. El Siglo de las Luces, el Despotismo Ilustrado, y los ilustrados españoles

3. El reformismo borbónico

4. Reinado de Carlos III

5. Sociedad en el siglo XVIII

6. La América hispana en el siglo XVIII

1. La Guerra de Sucesión y el cambio de dinastía

En el año 1700, Carlos II, último rey de la dinastía de los Austrias, murió sin
herederos y en su testamento dejó el trono español a su sobrino nieto Felipe de Anjou
(futuro Felipe V de España), un nieto del rey Luis XIV de Francia (el rey Sol) y de la
princesa española María Teresa de Austria (hermana de Carlos II).

Pero ante el peligro que suponía la acumulación de tanto poder en manos de la


monarquía francesa, en 1701 se constituyó en Europa una gran alianza formada por
Inglaterra, Holanda, Portugal y Austria, que defendía la candidatura al trono de España de
otro aspirante, el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Austria, (y
sobrino de Carlos II por parte de su segunda mujer, Mariana de Neoburgo) para así
mantener el equilibrio entre las potencias europeas. Este enfrentamiento llevó a una guerra
por la sucesión tanto en España como en Europa, provocando un conflicto nacional en el

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interior de la Península (Castilla frente a la Corona de Aragón) e internacional (Francia y
España frente a Austria, Inglaterra, Holanda y Portugal). Se inicia así la guerra de Sucesión
entre ambos candidatos.

A nivel nacional, el candidato austriaco, Carlos de Habsburgo, encontró el apoyo de


la antigua corona de Aragón, pues temían la política centralista que podían plantear los
Borbones; mientras que Castilla, por el contrario, apoyó a Felipe de Anjou (candidato
francés). Inicialmente, en la Península la guerra fue favorable a la gran alianza que
apoyaba a Carlos de Habsburgo (Inglaterra, Holanda, Portugal y Austria), pero finalmente
se terminó imponiendo el bando de Felipe, que consiguió apoderarse en 1707 del reino de
Valencia (Almansa), y en 1710 de Aragón. Por lo tanto, en la guerra civil venció Felipe de
Anjou.

Este cambio en el desarrollo de la guerra estuvo influido por el hecho de que el


archiduque Carlos de Habsburgo, al morir su hermano, se convirtiera en el 1711 en el
heredero del Imperio austríaco, lo cual provocó que las potencias europeas (Inglaterra,
Holanda y Portugal) le retiraran su apoyo (pues dichas potencias buscaban el equilibrio
europeo, y ahora no querían que Carlos de Habsburgo acumulase tanto poder en sus
manos).

Respecto al conflicto internacional, finalmente, en 1713 se firmó el Tratado de


Utrecht (ratificado en el Tratado de Rastatt en 1714), dando por finalizada la Guerra de
Sucesión española, aunque Cataluña y Baleares continuaron luchando hasta 1715. Desde
ese momento, Felipe V sería reconocido como rey de España, aunque tuvo que hacer
grandes concesiones, como renunciar a sus derechos sucesorios sobre Francia y entregar
algunos territorios a las potencias europeas: Inglaterra obtuvo Menorca y Gibraltar y
consiguió privilegios en el comercio americano (“navío de permiso”: le permitía comerciar
con las colonias americanas una vez al año; y el “asiento de negros”: este tratado fijaba
que, anualmente, Inglaterra tenía el derecho de traficar con 4800 esclavos negros durante
un periodo de treinta años); por otra parte, Austria se quedó con los territorios que España
poseía en Italia (Milanesado, Nápoles y Cerdeña) y en Bélgica (Flandes). De este modo,
España perdía todas sus posesiones europeas.

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2. El Siglo de las luces, el Despotismo Ilustrado y los ilustrados españoles

El siglo XVIII es el llamado "Siglo de las Luces" por la agrupación de corrientes


intelectuales basadas en la razón, la defensa de los métodos científicos, la difusión del
saber y la modernización de la sociedad. Esta ideología consideraba que la razón era la luz
que iluminaría el conocimiento humano para sacar a la humanidad de la ignorancia, y de
esta manera construir un mundo mejor. Ahora, frente al conservador y estático
pensamiento medieval, aparecería la figura de los ilustrados, personas que defendían el
progreso y el cambio para mejorar la vida de las personas (La Ilustración), siendo la
burguesía el grupo social que protagonizaría este cambio.

En relación a esto, las principales monarquías europeas, más poderosas y


autoritarias que nunca, comenzaron a patrocinar reformas desde el poder, denominándose
a todas estas acciones como la época del Despotismo Ilustrado, Así, el Despotismo
Ilustrado fue una forma de gobierno autoritario que practicaron distintos reyes en la
segunda mitad del siglo XVIII, en la cual realizaron reformas inspiradas en la Ilustración,
sobre todo en el aspecto económico, pero sin renunciar al Absolutismo ni a los privilegios
de la sociedad estamental, siendo su verdadero objetivo aumentar el poder de la
monarquía. De ahí que su idea fundamental se resuma en el lema: “Todo para el pueblo,
pero sin el pueblo”. El máximo representante del Despotismo Ilustrado en España fue el
rey Carlos III.

La Ilustración fue difundida en Europa por los filósofos franceses (Montesquieu,


Voltaire, Diderot…), y poco a poco fue calando entre los burgueses y entre algunos nobles
y reyes. Concretamente, los ilustrados españoles pretendían reformar la agricultura, sacar
de su atraso económico al país, acabar con el gran poder de la nobleza y la Iglesia, con la
ignorancia de las clases populares, con la Mesta, etc. Pero la Inquisición, contraria a estas
ideas reformistas, prohibió los libros que las difundían. Sin embargo, nunca pudo evitar que
a través de los puertos, se introdujera clandestinamente el pensamiento ilustrado francés.

No obstante, la mayoría de los ilustrados españoles no defendieron cambios


revolucionarios (como en Francia), ya que su escaso número y debilidad frente a los
estamentos privilegiados les hizo confiar en la monarquía como el instrumento para
cambiar las leyes, avanzar en las reformas y modernizar el país. Este hecho de impulsar
reformas con el apoyo de los reyes era el ya mencionado despotismo ilustrado.

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3. El reformismo borbónico.

El siglo XVIII será la transición entre la Edad Moderna (basada en el Antiguo


Régimen) y la Edad Contemporánea, época en la que España se convirtió en una potencia
secundaria en el plano internacional, frente al apogeo del Reino Unido (Gran Bretaña), la
nueva gran potencia comercial y marítima.

Por otra parte, los reinados de Felipe V y Fernando VI se caracterizaron por una
serie de medidas que pretendían la centralización del Estado, su reorganización y la
reactivación de su estructura económica. Posteriormente, durante el reinado de Carlos III,
influido por las ideas de la Ilustración, el monarca llevó a cabo un programa de reformas,
pero sin poner nunca en duda el poder y la autoridad del rey.

Así, durante el siglo XVIII, en España la dinastía borbónica pretendió reformar la


administración para fortalecer el Estado y la propia monarquía, intentando mejorar también
así el crecimiento económico.

 Reinado de Felipe V

En política interior, Felipe V (1700-1746, con el paréntesis del reinado de su hijo


Luís I en 1724) emprendió importantes reformas en la administración, inspirándose en el
modelo centralista francés de monarquía absoluta. La reforma más importante fue la
llevada a cabo con los Decretos de Nueva Planta: así, basándose en el derecho de
conquista, derogó todos los fueros y leyes de la antigua corona de Aragón, quedaron así
abolidas las leyes e instituciones propias del Reino de Valencia y del Reino de Aragón, del
Reino de Mallorca, y del Principado de Cataluña (todos ellos integrantes de la Corona de
Aragón), que habían decidido defender durante la guerra de Sucesión al archiduque
Carlos; a partir de ahora permanecerían solamente los fueros de la antigua corona de
Navarra (que había apoyado la candidatura de Felipe V durante la guerra).

Estos Decretos de Nueva Planta se implantaron en 1707 en Valencia y Aragón, en


1715 en Mallorca y en 1716 en Cataluña, y también fueron aplicados a la organización
jurídica y administrativa de la Corona de Castilla. Se creaba así un estado centralista y
uniforme similar al que existía en Francia, poniendo así fin a la estructura confederal
creada por los Reyes Católicos y continuada por la Monarquía Hispánica de los Austrias.
La Nueva Planta abolió las Cortes de los diferentes reinos de la Corona de Aragón,
integrándolas en la de Castilla, que se convirtieron en las Cortes de España. Asimismo, su
importancia histórica reside en que a partir de ese momento nace España como un estado

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político unificado, surgiendo posteriormente uno de los principales problemas políticos de
la España contemporánea: los movimientos nacionalistas periféricos.

Respecto a la política exterior, Felipe V tuvo como objetivo principal recuperar todo
lo perdido en la Guerra de Sucesión, para ello impulsó la recuperación militar (reforma del
ejército y la armada), aunque con resultados negativos, y también firmó el primer Pacto de
Familia con Francia (1733). Estos pactos, firmados entre los Borbones españoles y
franceses para fortalecerse frente a Inglaterra y el Imperio austriaco, se mantendrían a lo
largo de todo el siglo XVIII, existiendo un total de tres Pactos de Familia: Los dos
primeros (1733 y 1743), firmados por Felipe V; y el tercero (1761), firmado por Carlos III.
Entrambos estuvo el reinado de Fernando VI (1746-1759), quien optó por la neutralidad
internacional y no intervino en ningún conflicto bélico internacional de la época.

Destacar también que Felipe V promulgó la Ley de Sucesión Fundamental, según la


cual, las mujeres podrían heredar el trono únicamente de no haber herederos varones en
la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos). Dicho documento desencadenaría
el conflicto dinástico del “carlismo” durante el siglo XIX.

 Reformas político-administrativas de la dinastía de los Borbones

Las reformas político-administrativas de los Borbones estuvieron protagonizadas


por la centralización. A los Decretos de Nueva Planta (explicados anteriormente), que se
centraron en poner fin a la estructura confederal de la monarquía Hispánica de los
Austrias, le siguieron otras medidas centralizadoras como la creación de limites
provinciales para organizar la Península. También aparecieron las “Secretarías”,
(antecedente de los ministerios actuales). Pero, la aportación más novedosa fueron los
intendentes, se trataba de funcionarios que dependían directamente del rey, gozaban de
amplios poderes y tenían como misión la recaudación de impuestos, controlar a las
autoridades locales, impulsar el desarrollo de la agricultura y las manufacturas, realizar
mapas y censos, etc. También se crearon nuevos virreinatos en los territorios americanos,
para reforzar el control sobre las colonias, excluyendo ahora a los criollos de los cargos
político-administrativos, siendo sustituidos por peninsulares.

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 Reformas agrarias

Otro punto fundamental fue la limitación de los privilegios de la Mesta y el intento de


reforma agraria (proyectos de leyes para el reparto de tierras a jornaleros, pero que no se
llevaron a cabo por la oposición de la nobleza y el clero), siendo el principal impulsor de
estas reformas el ilustrado Jovellanos. El motivo de la necesidad de hacer esta reforma era
un problema heredado de la época del Antiguo Régimen, concretamente las enormes
extensiones de terrenos que pertenecían a la nobleza y a la Iglesia (más del 80% del total).
Estas tierras estaban mal explotadas y fuera del mercado, debido a que según la ley se
trataban de propiedades amortizadas, es decir, que sus dueños podían disponer
libremente de los frutos o de las rentas que generasen, pero no podían venderlas ni
dividirlas, por lo que se dificultaban las posibilidades de cambiar y modernizar las técnicas
o los sistemas de cultivos. Así, las tierras de la nobleza estaban unidas al mayorazgo
(vinculadas a un título nobiliario), y las tierras eclesiásticas eran denominadas “de manos
muertas” (bienes de la Iglesia católica y de las órdenes religiosas que estaban bajo la
protección de la Monarquía Hispánica). Todo ello, unido al fuerte crecimiento de la
población, provocaba una escasez de productos agrícolas y una fuerte subida de los
precios (inflación).

Otra medida para el desarrollo de la agricultura fue la creación de “nuevas


poblaciones” en el valle del Guadalquivir y Sierra Morena. Estas poblaciones fueron
establecidas en el año 1767, según un proyecto de Campomanes, ejecutado
posteriormente por Olavide. Su objetivo era colonizar zonas hasta entonces despobladas
en el itinerario de Madrid a Cádiz, para aumentar la seguridad del tráfico de personas y
mercancías que circulaban por el camino de Andalucía, defendiéndolas de los peligros
derivados del bandolerismo, y al mismo tiempo se pretendía establecer unas comunidades
modelo que introdujeran las innovaciones agrarias ya existentes en Centroeuropa, por ello
esos nuevos colonos fueran básicamente católicos franceses, alemanes, flamencos y
suizos. Algunas de estos nuevos municipios fueron La Carolina en Jaén, La Carlota en
Córdoba, o La Luisiana en Sevilla.

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 Reformas económicas

Fue muy importante el intento de reorganización de la Hacienda, procurando


implantar un sistema de impuestos que pretendía que todos los habitantes pagasen en
relación a su riqueza, incluyendo a los privilegiados (nobleza y clero). Para poder lograrlo,
se creó el Catastro de Ensenada (1749-1753), para registrar los habitantes, propiedades,
características geográficas, edificios, número de ganado, rentas, etc., de Castilla, pero
finalmente, la resistencia de los privilegiados impidió su implantación.

También destaca la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País,


para fomentar la agricultura, la industria y el comercio, traducir y publicar libros extranjeros,
e impulsar la difusión de las ideas liberales mediante conferencias, tertulias, cursos y
proyectos de reforma.

Por otra parte, los economistas de la época consideraban fundamental frenar el


crónico déficit de la balanza de pagos (quiebra económica) y reanimar la demanda interior.
Para ello decidieron crear fuertes impuestos a las importaciones, lo cual fue el comienzo de
una política económica proteccionista. La política económica mercantilista (reducción de
las importaciones y mantenimiento de las exportaciones –proteccionismo económico-, así
como la acumulación de metales preciosos) se mantuvo hasta bien avanzado el siglo XVIII
a través de estrategias como la creación de manufacturas públicas o Reales Fábricas
dedicadas a producir bienes de lujo (porcelanas, cristales…), equipos militares, etc.,
destacando la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla o la Real Fábrica de Cristales de la
Granja en Segovia. Sin embargo, estas iniciativas tuvieron un impacto económico e
industrial muy limitado, y sólo en Cataluña podemos hablar de una verdadera industria que,
basada en las manufacturas algodoneras, potenció el comercio textil en el mercado
español (interior y colonial).

De los países europeos se importaban productos manufacturados y se exportaban


materias primas y alimentos, por lo que la balanza comercial siguió siendo deficitaria, a
pesar de las políticas proteccionistas. Respecto al comercio americano, los borbones
trataron de revitalizar los intercambios y para ello llevaron a cabo una serie de medidas:
traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz en 1717; la supresión del sistema
de flotas en 1735; la creación de compañías comerciales a las que se les concedía
privilegios de explotación de un territorio o el monopolio del comercio de algún producto,
etc. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XVIII se llevó a cabo una política de

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liberación del comercio americano, autorizándose en 1765 el comercio con América a
numerosos puertos españoles.

El comercio interior sufría de problemas que impedían su desarrollo (deficientes


infraestructuras de transportes, abundantes aduanas y peajes interiores…), y que trataron
de reducirse a través de la construcción de obras públicas y la supresión de aduanas,
aunque siguió siendo uno de los principales obstáculos para el desarrollo económico
español. En este sentido, en 1765 se trató de liberalizar el comercio interior a través de la
Real Pragmática que permitía el libre comercio del grano. También destacar la creación del
Banco de San Carlos, origen del que posteriormente sería el Banco de España.

4. Reinado de Carlos III

Con el rey Carlos III (1759-1788), el país vivió treinta años de reformas enmarcadas
dentro del espíritu de la Ilustración: predominio de la razón, tolerancia religiosa, interés por
las actividades productivas, educación de la población… Así, durante el reinado de Carlos
III siguiendo las tesis del Despotismo Ilustrado, se desarrolló un amplio programa
reformista con la ayuda de un equipo de ministros y colaboradores ilustrados como
Esquilache, Aranda, Campomanes, Olavide y Floridablanca.

Entre los esfuerzos más destacados de los ilustrados españoles y del reinado de
Carlos III destaca la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País, para
fomentar la agricultura, la industria y el comercio, traducir y publicar libros extranjeros, e
impulsar la difusión de las ideas liberales mediante conferencias, tertulias, cursos y
proyectos de reforma.

También Carlos III impulsó varias reformas destinadas a abolir algunos de los
privilegios propios de la sociedad del Antiguo Régimen, y a defender el poder del Estado
frente a la Iglesia (a través del regalismo o el derecho del rey de nombrar los cargos
eclesiásticos, el control de la Inquisición, o la expulsión de la orden de los jesuitas en
1767). Además realizó reformas económicas como la limitación de los privilegios de la
Mesta y elaboró proyectos de reforma agraria; fomentó la colonización de nuevas tierras
(las denominadas “nuevas poblaciones” desarrolladas por Pablo de Olavide, que consistían
en poblar con colonos centroeuropeos católicos el itinerario de Madrid a Cádiz por la zona
de Sierra Morena, con el objetivo de favorecer la seguridad del tráfico de personas y
mercancías que circulaban por el camino de Andalucía, para defenderlas especialmente de

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los peligros derivados del bandolerismo), fomentó el comercio interior y colonial (poniendo
fin en el año 1765 al monopolio de Cádiz con los intercambios con América, pudiendo
ahora comerciar todos los puertos españoles con las Indias), apoyó la actividad industrial
(con medidas proteccionistas como la implantación de aranceles), etc.

Además, otro de los ejes de todas estas políticas reformistas fue la educación. Los
ilustrados españoles (Conde de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Jovellanos…)
comprendieron que la mejora de la enseñanza era un paso previo a cualquier reforma
política, y confiaron al estado la mejora de la enseñanza. Así se fundaron las escuelas de
artes y oficios, y se promovió la fundación de academias dedicadas a las letras y las
ciencias.

Pero esta voluntad reformadora de los gobiernos se estrelló contra el


conservadurismo de las clases dominantes (nobleza) y de la Iglesia (clero), decididas a
impedir cualquier cambio. En efecto, esta avalancha de reformas provocó el miedo entre
los grupos poderosos, que rechazaban las ideas ilustradas porque no querían perder sus
privilegios y su estatus social. De este modo, una ola de inmovilismo recorrió Europa y
América, naciendo un pensamiento reaccionario ante las reformas ilustradas. Por ello,
cuando en 1788 murió el rey Carlos III, sus reformas llevaban varios años estancadas o
anuladas.

Durante el reinado de Carlos III, habría que destacar también el episodio del Motín
de Esquilache. Fue una revuelta popular contra el principal ministro del rey, el marqués de
Esquilache, a quien los amotinados culpaban de la carestía del pan, y que se había hecho
muy impopular como consecuencia de la prohibición de algunas vestimentas tradicionales.
Además, su condición de italiano contribuyó también de forma importante a ese rechazo.
La consecuencia del motín se limitó a un cambio de gobierno y al destierro del marqués.

5. Sociedad en el siglo XVIII

En el siglo XVIII la población española aumentó considerablemente (documentado


con los censos de población –marqués de Ensenada, Aranda, Floridablanca, etc.- y los
registros parroquiales), pasando de unos 7,5 millones de habitantes en 1717 a unos 10,5
en 1801. Ello se debió a factores como el descenso de las mortalidades catastróficas, el
aumento de la natalidad, avances higiénicos y sanitarios, mejoras económicas…

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Respecto a la organización de la sociedad, pese al reformismo borbónico, el modelo
social dominante seguía marcado por el modelo del Antiguo Régimen, es decir, por los tres
estamentos sociales: nobleza, clero, y pueblo llano o tercer estado. Estos, pueden
agruparse además en dos grupos: los privilegiados (nobleza y clero) disfrutaban de rentas
y propiedades, y estaban exentos de pagar impuestos, y los no privilegiados (estado llano),
obligados a pagar impuestos y sin poder acceder a la administración. No obstante, en este
siglo se produciría el ascenso de la burguesía (grupo muy minoritario formado por
comerciantes, profesionales liberales y agricultores acaudalados) impulsado por el
desarrollo comercial y manufacturero. Sin embargo, aunque la burguesía creció en poder
económico le era difícil acceder a los órganos de poder, monopolizados por la nobleza.

En cuanto a la agricultura, se mantuvieron las estructuras de propiedad de tipo


feudal, por lo que los rendimientos agrícolas siguieron siendo muy bajos e irregulares
(inclemencias meteorológicas, escaso desarrollo tecnológico…). La mayor parte de los
cultivos se dedicaba a cereales, aunque en algunas zonas periféricas (Galicia o Valencia)
se desarrollaron nuevos cultivos como la patata o el maíz. Este panorama generaba una
inestable situación entre población y recursos, dando lugar a sucesivas crisis de
subsistencia en 1709, 1723, 1750, 1764, etc.

Respecto a la industria, la producción manufacturera se orientaba principalmente


hacia los mercados locales. Además, abundaba el taller artesanal situado en la ciudad,
bajo regulación gremial, con pocos trabajadores y sin máquinas. Frente a estas formas, se
desarrolló un tipo de industria rural al margen de la jurisdicción de los gremios, conocido
como Domestic System.

6. La América hispana en el siglo XVIII

Durante el siglo XVIII la población de la América española creció bastante, así, al


finalizar este siglo había unos 16 millones de habitantes, de los cuales 8 millones eran
indios, 4 mestizos (descendiente de indígena y europeo), 3 criollos (descendientes de
europeos pero que han nacido en América) y 1 de raza negra.

Respecto a la economía, en las zonas rurales predominaban los grandes latifundios,


y el tráfico mercantil aumentó en gran medida: América proporcionaba productos como
tabaco, cacao o azúcar, mientras que la salida de oro y plata disminuyó debido al
agotamiento de las minas, el principal objetivo era intercambiarlo por artículos industriales

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europeos (recordar el denominado comercio triangular, habría que sumar los esclavos
procedentes de África).

Asimismo, España, tras perder sus territorios europeos tras la firma del Tratado de
Utrecht, concentró todos sus esfuerzos en América. La nueva política de la metrópoli
coincidió con un notable aumento de la población criolla, que cada vez necesitaba menos
de la administración central española para defender su posición y propiedades, por lo que
comenzaron a mostrarse reacios a colaborar con la hacienda española.

Pero, además de los motivos económicos para el distanciamiento de los criollos con
España, hubo también motivos sociales, como el proyecto de abolición de las
encomiendas, el proyecto de disminuir la discriminación racial, o el aumento del control
sobre el gobierno colonial quitando autonomía a los criollos y eligiendo a representantes
peninsulares para ocupar los altos cargos en América. A ello hay que unir la difusión de las
ideas de la Ilustración y el ejemplo de la Independencia de EEUU (1776) y de la
Revolución Francesa (1789), que hicieron a los americanos plantearse las ventajas de su
propia independencia, aunque esta no llegaría hasta el siglo siguiente.

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