Durante la Adolescencia, las relaciones cercanas con los padres entran en crisis debido a la conquista de la autonomía frente a las figuras de apego, esta conquista y el cambio en las relaciones están condicionados por el paso de la etapa del pensamiento operacional concreto a la etapa de pensamiento operacional formal. Este pensamiento formal le permite al adolescente abordar el mundo real y el mundo posible, de esta forma puede percibir a su familia tal como es y como podría ser. La nueva percepción de los padres en el adolescente, unida a la nueva autonomía, lo estimula a ser desafiantes ante las opiniones y las decisiones de los padres, sin embargo, esta conducta es natural y saludable para ellos, pues les sirve para reafirmarse a sí mismos como individuos. Existe un riesgo también en el pensamiento formal de los adolescentes, y es que puede desembocar en un egocentrismo que haga que el joven someta toda realidad a sus propias reflexiones, haciendo que quiera imponer a los demás su forma de pensar y velar por los problemas que le preocupan. La vinculación afectiva con los padres y el apego también influyen en el adolescente: El apego seguro facilita el bienestar y el ajuste social, además de ser un factor protector ante conductas problemáticas. El apego evitativo favorece el distanciamiento de padres y adolescente, reduciendo así la influencia de los padres en el hijo. El apego ansioso-ambivalente genera comportamientos de búsqueda y sentimientos de enfado hacia los padres. El apego desorganizado provoca miedo y desorientación en las relaciones familiares.
Las reacciones negativas de los padres se pueden explicar porque el deseo de
autonomía del hijo adolescente les desilusiona, temen dejarle indefenso ante situaciones complejas de la vida y además la larga convivencia durante la niñez les impide ver que su hijo necesita ser tratado de un modo más democrático. Los padres están influidos por el modo en que sus hijos aprovechan las oportunidades, mientras más competentes son superiores las cotas de autonomía que permiten, lo contrario cuando pueden observar conductas infantiles e irresponsables. Los adolescentes por su parte están convencidos de que pueden tomar decisiones a edades más tempranas que la consideración de sus padres, este tipo de discrepancias influyen en las conductas de ambos, pudiendo afectar a las relaciones afectivas que propiciarían conflictos. Ejemplo de esto es la conducta sexual, el adolescente la considera algo propio de su intimidad y por ello no es algo que deba comunicarse a los padres, ellos por su parte se mueven entre el miedo a los comportamientos sexuales de su hijo y la ignorancia o la vergüenza de hablar sobre ello. Cabe señalar que la presencia de conflicto en la relación de padres y adolescente no es motiva de alarma, es el afrontamiento de este conflicto y no la evitación lo que favorece el desarrollo psicosocial y fomenta los vínculos positivos.
Existen tres estilos de padres en el ámbito familiar:
Estilo autoritario: no utiliza el afecto o el apoyo. Se basa en el control firme, la imposición de normas y el uso de castigos. Favorece los valores deterministas y de conformidad e inhibe valores de autodirección y estimulación. Los adolescentes educados por padres autoritarios tienen pocas habilidades sociales y comunicativas, obediencia y conformidad, poca iniciativa, baja autoestima, planificación impuesta y necesidad de refuerzos a corto plazo para el trabajo. Estilo democrático: Sus principios son el respeto, la exigencia adecuada, el castigo razonable, el control firme, la negociación y explicación de normas, el refuerzo de los comportamientos deseados más que el castigo a los indeseados. Promocionan valores de autodirección y prosociales. Los adolescentes educados por este modelo de padres reciben una influencia más positiva de la familia: desarrollan mejores habilidades sociales, son más autónomos y responsables, tienen mejor autoestima, mejor planificación del futuro, trabajan por recompensas a largo plazo, tienen límites y reglas, así como apoyos y mayor probabilidad de evitar comportamientos de riesgo. Estilo permisivo: falta de control y límites, tolerancia y renuncia a influir en los hijos. Fomenta valores de autodirección, autonomía, independencia e inhiben los valores prosociales como solidaridad o justicia. Se divide en dos subtipos: o Estilo indulgente: comportamiento benigno y pasivo, sin normas ni expectativas elevadas para los hijos, no consideran importante el castigo, la confianza y democracia en la relación padre-adolescente son beneficiosas. Los adolescentes con padres indulgentes son menos maduros, irresponsables, con buenas habilidades sociales con los iguales, alta autoestima, nula planificación y trabajo y tienen mayor riesgo de abuso de drogas. o Estilo negligente: no tiene control sobre sus hijos, no se preocupa por ellos, se desentiende de su responsabilidad educativa y desconoce lo que hacen lo hijos. Los adolescentes con padres negligentes tienen escasas habilidades sociales, nula planificación, baja autoestima, estrés psicológico y problemas de conducta. En función de la percepción que tiene el adolescente de su padre y de su madre se comunicarán más o menos con ellos: Percepción del padre o Padre ausente, los adolescentes no lo ven bien pues consideran que el padre tiene que asumir la responsabilidad en la educación de los hijos. o El padre que mira a otro lado, despreocupado, que ha dimitido de la labor de educar. La mayoría lamenta esta situación, pero hay otros que parecen preferirla. o El padre superprotector, que siente miedo por sus hijos. o El padre compañero o amigo, complaciente, cómplice, frente a la madre. o El padre que provoca pena y al que no le cuenta nada para que no sufra. o El padre-padre, que quiere ejercer el rol de padre, discute las cosas importantes en el seno familiar, consciente de sus posibilidades y limitaciones y que reconoce la inevitable y necesaria emancipación de los hijos. Percepción de la madre o La madre ausente. o La madre amiga, confidente y cómplice. o La madre preocupada. o La madre humillada y minusvalorada. o La madre- madre, que puede decir no, incluso con más rotundidad que el padre. Diversos estudios señalan que los comportamientos de riego en los adolescentes tienen que ver con la comunicación de estos con sus padres, un mal control de los padres sobre lo que hacen sus hijos, dónde y con quien, en el caso concreto de la delincuencia juvenil los factores de riesgo son: conflictos familiares, padres delincuentes, crueles, negligentes, castigadores, con débil supervisión y disciplina errática del hijo, también son factores de riesgo aunque en menor grado el tamaño grande de la familia y la pobreza. En el consumo adolescente de drogas uno de los factores principales son los vínculos más estrechos con amigos que consumen o muestran actitudes permisivas hacia las drogas que con los padres. Los factores de protección son: la cohesión familiar, comunicación y apoyo de los padres, relación positiva, vínculos afectivos estrechos, establecimiento de normas, acuerdo de los padres en temas educativos, no permisividad de los padres respecto al consumo de drogas y desaprobación familiar del uso de drogas.
Referencia: Bartolomé, R., Montañez, J., Montañez, M y Parra, M. (2008). Influencia del contexto familiar en las conductas adolescentes. Ensayos. 17.
Terapia cognitivo-conductual (TCC) y terapia dialéctico-conductual (TDC): Cómo la TCC, la TDC y la ACT pueden ayudarle a superar la ansiedad, la depresión, y los TOCS