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Educativos Parentales
Hay padres y madres que mantienen una relación cálida y cercana con sus
hijos, que les motivan a expresar sus emociones y pensamientos. Sin
embargo, también hay padres cuya relación con sus hijos la llevan con
mayor frialdad. Existen menos intercambios comunicativos con sus hijos,
menos expresiones de afecto y a veces gobierna la hostilidad.
Hay padres que son más o menos exigentes, y esto hará que los hijos
tengan que esforzarse más o menos para conseguir los objetivos. También
hay padres y madres que establecen una gran variedad de normas, muy
inflexibles y con castigos exigentes si no se cumplen, así como los hay que
si ponen castigos al final no los llevan a la práctica, y quienes directamente
no usan el castigo como método educativo.
Educar en la familia
Cuando hablamos de educar en la familia, nos referimos al proceso que los
padres y madres hacen con sus hijos a la hora de ayudarles a desarrollar
sus facultades intelectuales, morales, emocionales y afectivas.
En las edades más tempranas de los niños, su familia tiene un gran peso en
estos procesos, puesto que los niños aún son domocentristas, es decir, sus
padres y sus hermanos, en caso de tenerlos, son el centro de su vida y
sobre lo que basan su realidad.
Además, las influencias que reciben los niños y sus familias son
multidireccionales. Por ejemplo, la relación de pareja que tengan los padres
repercutirá en su hijo, o el temperamento del niño tendrá efectos sobre los
padres. También la relación entre los hermanos, o de cada hijo con cada
padre, repercutirá en el núcleo familiar: Todo cuenta.
En cualquier caso, la educación que brindan los padres a sus hijos es clave
en su desarrollo, pues será la que les indique cómo relacionarse con el
mundo, qué cosas son las importantes, o cuánto deben quererse a ellos
mismos.
El estilo democrático
La relación con sus hijos se caracteriza por ser cálida, cercana, afectuosa y
comunicativa. Tienden a mantener diálogos explicativos con sus hijos
basados en el razonamiento y la coherencia. Utilizan el reforzamiento
positivo, y animan a sus hijos a superarse continuamente.
Este estilo educativo es el más buscado y recomendado en general, puesto
que están demostrados sus efectos positivos para la salud mental de los
hijos.
Estos niños son los que tienen las características generalmente más
deseadas por la cultura occidental actual. Se caracterizan por tener
una autoestima alta, con confianza en ellos mismos, que se esfuerzan por
conseguir sus objetivos y no se rinden con facilidad. Afrontan las nuevas
situaciones con confianza y entusiasmo.
El estilo autoritario
Los padres que siguen este estilo educativo dan gran importancia a las
normas, el control y la exigencia, pero las emociones y los afectos no
tienen gran protagonismo en sus interacciones con sus hijos. No suelen
expresar abiertamente el cariño hacia sus hijos, y no son muy sensibles a
las necesidades que presentan sus hijos (sobretodo necesidades de amor,
afecto y apoyo emocional).
A veces tienen una gran necesidad de control sobre sus hijos, que expresan
como una reafirmación de poder sobre ellos, sin explicaciones. No le dan
importancia a que los niños comprendan por qué tienen que hacer lo que se
les pide, de manera que las normas no se explican razonadamente, se
imponen. Frases como “porque lo digo yo”, “porque soy tu padre/madre” o
“esta es mi casa y harás lo que yo te diga” son típicas de padres
autoritarios.
Tienden a utilizar los castigos y las amenazas como modo de moldear la
conducta de sus hijos, que cumplen rigurosamente.
Estos niños suelen tener una baja autoestima, puesto que sus padres no
han tenido en cuenta sus necesidades emocionales y afectivas al mismo
nivel que las normas. Han aprendido que el poder y exigencias externas
son prioritarias, y por eso se muestran obedientes y sumisos ante poderes
externos.
El estilo permisivo
Además, suelen ser niños bastante egoístas, puesto que siempre les han
priorizado por encima de todo, y no han tenido que renunciar a cosas por
los demás.
El estilo indiferente/negligente
Sus relaciones con los hijos son frías y distantes, con poca sensibilidad en
relación a las necesidades de los pequeños, olvidando en ocasiones incluso
las necesidades básicas (alimentación, higiene y cuidados).