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Además tienen un alto nivel de exigencia que busca el esfuerzo por parte de
sus hijos, dejan las normas claras haciéndoselas saber a sus hijos, y cumplen
con los castigos o sanciones.
La relación con sus hijos se caracteriza por ser cálida, cercana, afectuosa y
comunicativa. Tienden a mantener diálogos explicativos con sus hijos
basados en el razonamiento y la coherencia. Utilizan el reforzamiento
positivo, y animan a sus hijos a superarse continuamente.
Estos niños son los que tienen las características generalmente más deseadas
por la cultura occidental actual. Se caracterizan por tener una autoestima
alta, con confianza en ellos mismos, que se esfuerzan por conseguir sus
objetivos y no se rinden con facilidad. Afrontan las nuevas situaciones con
confianza y entusiasmo.
Los padres que siguen este estilo educativo dan gran importancia a las
normas, el control y la exigencia, pero las emociones y los afectos no tienen
gran protagonismo en sus interacciones con sus hijos.
A veces tienen una gran necesidad de control sobre sus hijos, que expresan
como una reafirmación de poder sobre ellos, sin explicaciones. No le dan
importancia a que los niños comprendan por qué tienen que hacer lo que se
les pide, de manera que las normas no se explican razonadamente, se
imponen.
Sin embargo, son niños inseguros con baja inteligencia emocional, que
difícilmente tienen autocontrol sobre sus emociones o conductas cuando una
fuente de control externo está ausente. Por esta razón, son vulnerables a
presentar conductas agresivas ante las situaciones cuyo autocontrol solo
depende de ellos mismos.
Además, son poco diestros en las relaciones sociales, puesto que no terminan
de comprender las emociones y comportamientos de los demás, gobernando
en ellos la inseguridad.
Estos niños se caracterizan por ser muy alegres, divertidos y expresivos. Sin
embargo, al no estar acostumbrados a las normas, los límites, las exigencias
y el esfuerzo, también son niños muy inmaduros, incapaces de controlar sus
impulsos y que se rinden con facilidad.
Además, suelen ser niños bastante egoístas, puesto que siempre les han
priorizado por encima de todo, y no han tenido que renunciar a cosas por los
demás.
Sus relaciones con los hijos son frías y distantes, con poca sensibilidad en
relación a las necesidades de los pequeños, olvidando en ocasiones incluso
las necesidades básicas (alimentación, higiene y cuidados).
Educar en la familia
Cuando hablamos de educar en la familia, nos referimos al proceso que los
padres y madres hacen con sus hijos a la hora de ayudarles a desarrollar sus
facultades intelectuales, morales, emocionales y afectivas.
Todas estas facultades son esenciales para el desarrollo de los niños, aunque
en la sociedad de los títulos académicos en la que nos encontramos, parece
priorizarse ante todo el desarrollo cognitivo.