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Jorge Sierra
INTRODUCCIÓN
El primero en establecer que los nombres propios 1 tienen tanto sentido como referencia
fue Frege, al proponer su explicación acerca de la naturaleza de los enunciados no
tautológicos de identidad ( esto es, cómo pueden ser informativos enunciados de la
1 Para Frege la categoría de los nombres incluyen tanto los nombres propios ordinarios como las descripciones.
Esto se evidencia en el siguiente texto: "Un nombre propio (una palabra, un signo, una combinación de signos, una
expresión) expresa su sentido y denota o designa su denotación." FREGE, G., "Sobre sentido y denotación" en:
Thomas M. Simpson (comp.), Semántica filosófica: problemas y discusiones, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, pp.
3-27, p. 9.
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forma "a=b" donde ambos términos son nombres). No obstante, su distinción semántica
lejos de sellar la cuestión acerca de las expresiones referenciales que carecen de
referencia, abrió un nuevo punto de discusión para quienes, como Russell, la
consideraron insatisfactoria y se negaron a aceptar la explicación fregeana de que los
nombres propios, y en general las expresiones referenciales, tienen como referente o
denotación convencional la clase vacía. Si no se admite la clase vacía, debe existir otra
manera de explicar la referencia de expresiones no referenciales y así poder hacer frente
a aquellas teorías que postulan entidades ideales como única opción para explicar cómo
enunciados particulares existenciales negativos pueden ser verdaderos o falsos, esto es,
enunciados de la forma "pegaso no existe".
Veamos ahora en qué consiste la solución russelliana a estos dilemas bajo la forma de
una teoría de las descripciones y el rechazo que implica con relación a las teorías de la
denotación de Frege y Meinong. Al comienzo de "Sobre la denotación" Russell aclara en
qué consiste una expresión denotativa a través de un serie de ejemplos de expresiones
que comienzan por palabras como "todos", "algunos", "un", "el", etc., a través de las
cuales se constituye la denotación. De ahí que Russell afirme que "una expresión es
denotativa exclusivamente en virtud de su forma".4 Desde está formulación es claro que
para Russell la denotación es un cualidad puramente lógica de las expresiones y
además, dado que en ninguno de los ejemplos que enumera aparece un nombre propio,
quiere distinguir desde ya entre nombres propios y descripciones o expresiones
denotativas, es decir, va a negar que las expresiones denotativas o descripciones sean
nombres propios con todo lo que esto implica, a saber, que las descripciones no pueden
ser sujetos lógicos de las proposiciones al no ser nombres propios. 5 A continuación
Russell pasa a distinguir tres tipos de expresiones denotativas, a saber: 1) expresiones
que siendo denotativas no denotan nada, 2) expresiones denotativas que denotan
realmente un objeto determinado o descripciones definidas y 3) expresiones
denotativas que denotan un objeto indeterminado o descripciones indefinidas. Ahora
bien, la idea fundamental de Russell es realizar un análisis lógico de las proposiciones
en las que figuren descripciones definidas para mostrar que
3 RUSSELL, B., "Sobre la denotación" en: Lógica y conocimiento, Madrid, Taurus, 1981, p. 59 y 63.
4 Ibid., p. 54.
5 Hay que tener en cuenta que Russell en este artículo no utiliza todavía la terminología posterior en la que usa el
término "descripciones" como sinónimo de lo que llama aquí "expresiones denotativas". También hay que tener en
cuenta que Russell utiliza en el artículo "nombre propio (común)" como opuesto a las descripciones. Sólo más
tarde Russell distinguirá entre nombres lógicamente propios y nombres comunes. Los primeros carecen de sentido,
siendo su significado el objeto denotado, los segundos son realidad descripciones definidas encubiertas. En este
trabajo no ocuparemos únicamente de las descripciones definidas y del análisis que Russell propone para ellas.
6 RUSSELL, B., "Sobre la denotación", p. 56. En adelante uso "descripción" como sinónimo de "descripción
definida".
4
"...posible hacer una reducción de todas las proposiciones en que
intervienen expresiones denotativas a fórmulas en las que no
intervienen tales expresiones." 7
Es claro que en el caso de la proposición "El rey de Francia es calvo", ésta resulta ser una
proposición falsa dado que no hay un individuo que sea rey de Francia, pero no porque
tal individuo no sea calvo, negación que sería correcta si la proposición fuera de la
forma sujeto-predicado (por ejemplo, "Sócrates es mortal"). En consecuencia no hay
necesidad de postular una entidad ideal para, aplicando el principio de tercer excluido,
explicar la falsedad de oraciones en las que intervengan descripciones vacías. Las
oraciones existenciales cuya referencia es vacía tampoco violarán el principio de no
contradicción: la proposición "El rey de Francia existe" será falsa porque no cumple las
condiciones que establece (1). Russell introduce la distinción entre intervención
7 Ibid., p. 59.
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primaria y secundaria de una descripción para establecer en qué casos proposiciones
que consten de descripciones vacías puedan ser verdaderas.
Así la fórmula ($x) [fx . (y) (fy® y=x) . yx] es falsa si fx no tiene instancias, y por lo
tanto ë ($x) fx [fx . (y) (fy® y=x) . yx] será verdadera. Para el caso de la proposición "El
rey de Francia es calvo" es siempre falsa si la descripción "El rey de Francia", que es
vacía, tiene una aparición primaria, esto es, ($x) [Fx . (y) (Fy® y=x) . Cx] es falsa, pero
es verdadera si ë($x) [Fx . (y) (Fy® y=x) . Cx], pues en este caso "El rey de Francia"
interviene secundariamente. Dicho de otra manera, en las proposiciones en las que la
descripción "el Rey de Francia" interviene principalmente, es decir cuando se afirma
que "El rey de Francia es calvo", lo que está implicado es la existencia del rey de Francia
(por eso es falsa). Pero cuando la descripción "El rey de Francia" interviene
secundariamente lo que se hace es sustituirla en la expresión "x es calvo" y luego negar
la proposición así obtenida, que dará como resultado una proposición verdadera.
Para este propósito, Strawson distingue entre: (A1) una oración, (A2) un uso de una
oración y (A3) una emisión de una oración, y entre (B1) una expresión, (B2) un uso de
una expresión y (B3) una emisión de una expresión. Consideremos ahora la oración "El
rey de Francia es sabio" y veamos cómo se explican estas distinciones. Con respecto a
(A3) y (A1) se puede afirmar que una y la misma oración es susceptible de ser emitida
en diferentes circunstancias (cuando en Francia había monarquía o cuando no la había).
Pero si bien una misma oración puede ser emitida en diferentes momentos, pueden
haber diferencias de uso de la misma. Dos personas pueden haber emitido la misma
oración en circuntancias diferentes para refererirse a dos individuos distintos (a Luis
XIV o a Luis XV) o para referirse a un mismo individuo. En el primer caso hicieron un
uso distinto de las misma oración, mientras que en el segundo hicieron un mismo uso
de la oración. En este punto Strawson afirma que no se puede sostener, ni que la oración
sea verdadera o falsa, pues sólo un uso de ella puede producir una aserción verdadera o
falsa, ni que la oración se refiera obligatoriamente a una persona particular, pues es sólo
de un uso de lo que puede decirse que es acerca de una persona particular.
Ahora veamos cómo se aplican análogamente las distinciones hechas para las
expresiones a "El rey de Francia". Como hecho obvio, es claro que ésta expresión no
puede ser usada para expresar una proposición verdadera o falsa, pues sólo las
oraciones pueden tener esa función. Tampoco puede decirse que la expresión aislada
sirva para hacer referencia a alguien, pues sólo en el contexto de una oración podemos
usar una expresión para referirnos a alguien cuando la frase se use para hablar acerca de
esa persona. La misma expresión en una oración puede ser usada para referirse a
personas distintas. Por lo tanto, no puede decirse que las expresiones tienen de por sí una
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referencia definida, sino más bien que la función referencial es algo que alguien hace
cuando usa una expresión.13 Como podemos ver todo lo que Strawson ha hecho hasta
aquí es estipular qué cosas se pueden decir acerca de tipos de expresiones y tipos de
oraciones y qué de de sus usos:
(A1) Oraciones: no es posible asignarle valores veritativos ni son acerca de una persona
particular. (Función significativa=reglas para su uso veritativo).
(A2) Usos: son susceptibles de verdad y falsedad; son particulares y acerca de una
persona particular. (Función referencial).
(B1) Expresiones: no son verdaderas o falsas y no tienen una referencia en sí mismas.
(Función significativa=reglas para su uso referencial).
(B2)Usos: se dan referencialmente en una oración y pueden ser diferentes. (Función
referencial).
Dada esta tipología es claro que no se pueden decirse las mismas cosas acerca de tipos
(oraciones y expresiones), usos de tipos y emisiones de tipos. Ahora bien, esto es lo que
hace Russell: mezclar niveles que son evidentemente distintos, a saber, el nivel de las
oraciones y expresiones con el nivel de sus usos, y por ello, confunde referencia con
significación.
Así dar el significado de una expresión como "El rey de Francia" es dar reglas para su uso
referencial, nunca presentar su referencia concreta en un uso particular. Por lo tanto, el
significado de una expresión no es el objeto al que pueda referirse un uso particular de
ella. La expresión misma no se refiere a nada, sólo su uso particular puede tener una
referencia. Los significados no son cosas, son reglas de uso. En este orden de ideas,
tampoco tiene sentido para Strawson preguntar si una oración es verdadera o falsa o si
tiene significado. No es ni lo uno ni lo otro. Estas preguntas sólo tienen sentido en
relación con el uso de la oración. Hasta aquí la crítica a la teoría de las descripciones de
Russell.
13 Compárese esta afirmación con la caracterización russelliana de la denotación como noción puramente lógica
sin tintes psicológicos. Desde el punto de vista de Russell, el manejo que hace Strawson del concepto de
denotación es puramente psicológico, y como tal sería totalmente irrelevante para una genuina teoría de la
denotación. Russell afirma que: "La noción de denotación, como la mayor parte de las nociones lógicas, ha sido
oscurecida hasta ahora por una indebida intromisión de la psicología. Existe un sentido conforme al cual
"nosotros" denotamos, cuando señalamos o describimos o empleamos palabras como símbolos de conceptos." (Los
principios de la matemática, en: Obras completas, Madrid, Aguilar, 1973, vol. II, p. 436.
14 STRAWSON, P., "Sobre el referir", p. 20.
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La solución alternativa que propone Strawson a los dilemas relativos a oraciones como
"El rey de Francia es calvo" se basa en las distinciones mencionadas arriba. Preguntar si
esta oración es significativa es preguntar acerca de si hay reglas en el lenguaje ordinario
tales que su conocimiento permita su uso de manera referencial. Ahora bien, esto es
distinto a preguntar por un uso referencial particular de la oración. De esta forma, si
alguien emite la oración en la actualidad no se cumplen las condiciones que establece la
teoría de las descripciones (pues ella no da reglas para su uso en general, sino que
trabaja sobre un uso en concreto), a saber, 1) que se haría una aserción verdadera o falsa
y 2) que se haría una aserción existencial acerca de un único individuo. Acerca de esto
Strawson sostiene que cuando se afirma que "El rey de Francia es sabio" se implica que el
rey Francia existe, pero no se entraña lógicamente que el rey Francia exista. Esto resulta
así porque cuando se replica diciendo "No hay ningún rey de Francia", está última
afirmación no es la contradictoria de la primera, sino que lo que se pone de presente es
más bien que la cuestión de la verdad o de la falsedad no se plantea 15 porque en
realidad no se está haciendo referencia a nadie con su uso, aunque no por eso la oración
deja de ser significativa. Más bien lo que se diría es que la oración tiene un uso espurio,
que aunque significativo, no es necesariamente verdadero o falso. Ser significativo es, en
este contexto, que la oración pueda ser usada en ciertas condiciones para hacer una
referencia individual. Lo que en últimas le interesa subrayar a Strawson es la diferencia
entre hacer referencia a algo particular y aseverar algo, dado que lo primero no implica
lo segundo, aunque la referencia es una condición para aseverar algo.
La teoría de la referencia de Strawson consiste, pues, en una serie de reglas de uso que
estipulan bajo qué condiciones ciertas expresiones y oraciones logran hacer referencia a
algo, como una función distinta, pero complementaria de la función atributiva. En
primer lugar, debemos estar en capacidad de "anticipar" preguntas acerca de cuál es el
objeto individual del que se está hablando, esto es, debemos poder identificar el objeto
del cual estamos hablando (función referencial o identificadora). En segundo lugar,
debemos poder anticipar preguntas acerca de qué clases de cosas se está afirmando del
referido objeto (función atributiva). La función identificadora presupone que se utilice
medios para sugerir que se intenta hacer una referancia singular (por ejemplo, el uso
del artículo definido "el"). Dado esto, se deben dar elementos para que el oyente pueda
identificar el objeto del que habla. Aquí es importante que se dé un contexto de emisión
adecuado, así como un conocimiento de convenciones lingüísticas, y lo más importante,
que el objeto al que se intenta hacer referencia debe estar tener algún tipo de relación
con el hablante y con el contexto de emisión.
15 Este punto se explica de manera más precisa en la llamada teoría de la suposición de Strawson. La idea
fundamental es que en el caso de las oraciones como "El rey de Francia es calvo", cuyo uso no logra referir a nada,
la condición de existencia russelliana no se asevera, sino que se presupone por parte del hablante. Esto quiere
decir que dicho enunciado no puede ser considerado como implicando una aserción falsa. Ver "Referencia
identificadora y valores de verdad" en: Ensayos lógico-lingüísticos, ed. cit, p. 99..
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Finalmente, veamos lo que dice Strawson acerca de los nombres propios, que forman
parte de la clase de expresiones que pueden ser usadas referencialmente. Para Strawson
los nombres no tienen un significado descriptivo, aunque no excluye la posibilidad de
que puedan adquirirlo con ciertos usos. Pero lo que sí es claro es que los usos
referenciales de nombres propios no están regulados por convenciones generales, sino
por convenciones ad hoc que son válidas para cada uso particular. De ahí que Strawson
afirme que "Desconocer el nombre lenguaje de una persona no es desconocer el
lenguaje. Esta es la razón de por qué no hablamos del significado de los nombres
propios. (Pero esto no quiere decir que no tengan significado)." 16 Strawson tampoco
admite la opinión de que los nombres propios ordinarios tengan un uso exclusivo para
referirse a única persona. Justamente sucede todo lo contrario. El uso de un nombre
propio personal no está regido, ni por él significado descriptivo que pueda tener él, ni
tampoco por reglas generales que nos señalen su uso referencial. Su uso sólo se
gobierna por convenciones más o menos arbitrarias. Lo que sí es claro es que Strawson
no está de acuerdo con Russell en que los nombres propios sean tratados como si fuesen
en realidad descripciones disfrazadas y lo que esto implica para éste.
En cuanto al primer punto, Searle quiere discutir la traducción lógica que Russell
propone para los enunciados con expresiones de la forma "el tal y tal", pues a su modo
de ver las críticas no han sido del todo concluyentes porque se han centrado sobre las
aserciones, excluyendo de entrada los demás tipos de actos ilocucionarios. Si se realiza
una crítica a Russell desde la teoría de los actos ilocionarios, se dará, piensa Searle, una
prueba concluyente de su falsedad. La objeción fundamental de Searle a la teoría de las
descripciones es que
16 Ibid., p. 33.
11
coherente de integrar tal teoría en una teoría de los actos
ilocucionarios."17
En primer lugar, Searle le resta plausibilidad al punto central, que se establece con el
análisis russelliano, de que una proposición que contiene una referencia sólo puede ser
verdadera si y sólo si la proposición existencial de que existe el objeto es verdadera.
Ahora bien, no se puede concluir del hecho de que el acto de referencia se debe cumplir
bajo ciertas condiciones, esto es, de que exista un objeto que cumpla con la descripción,
con el hecho de que dichas condiciones se dan. Concluir lo uno a partir de lo otro sería
lo mismo que suponer erróneamente que el hecho de que se golpee a X es una aserción
de que X existe. En el caso de la referencia, es una condición para que se realize con
éxito que el objeto exista, pero esto no es lo mismo que aseverar que tales condiciones se
dan.
Pasemos ahora a la teoría de los nombres propios de Searle. La cuestión general que se
plantea Searle es: "¿Tienen sentido los nombres propios?. Tal pregunta admite
respuestas contrarias: (1) los nombres propios tiene denotación (referencia,) pero no
connotación (sentido). A favor de esta tesis se argumenta diciendo que los nombres
propios no describen el objeto al que se aplican, como sí sucede en el caso de las
descripciones definidas. Esto es equivalente a sostener que saber el nombre de un
individuo (por ejemplo "Sócrates") no implica tener ningún conocimiento de cómo es
ese individuo, en tanto que si utilizamos la descripción definida "El maestro de Platón"
para referirnos a Sócrates, tal aplicación supone conocer un hecho sobre Sócrates. (2)
Los nombres propios propios tienen sentido porque son descripciones definidas
17 SEARLE, J., Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1990, p. 163.
12
abreviadas. A favor de esta tesis se presentan tres argumentos. Primero, el uso de
nombres propios en aserciones existenciales negativas implica que los nombres propios
que figuren en ellas como sujetos no deben tener referencia, sino ser descripciones. Si el
sujeto de una enunciado existencial es un nombre que refiera a objetos directamente
entonces, dado que es condición previa que la proposición tiene que tener un valor de
verdad, esto garantizaría de antemano que la prosición sea verdera si el enunciado es
afirmativo, y sea falsa si es negativo. Para escapar a esta conclusión se debe afirmar que
"existe" no es predicado aplicable a objetos, sino sólo a conceptos. Segundo, los
enunciados de identidad que contienen nombres propios distintos ("a=b") pueden ser
informativos, situación que no sería explicable si dichos nombres sólo fueran
denotativos ( "a=b" sería equivalente a "a=a"). Por lo tanto, los nombres propios deben
tener algún contenido descriptivo o sentido. Tercero, para que una referencia sea
llevada a cabo es preciso suponer que es posible identificar el objeto al cual se hace
referencia. Pero esto sólo es posible si el nombre da una descripción del objeto a
identificar. Por lo tanto, los nombres propios son descripciones abreviadas.
Ahora bien, Searle rechaza las tesis 1) y 2). La razón para rechazar (1) son los sinsentido
metafísicos a que conduce su aceptación. La razón para rechazar es que (2) implica que
podamos tener definiciones de nombres propios, pero tal supuesto fracasa porque la
información que se da consiste en descripciones acerca de los portadores de los nombres,
descripciones que generalmente no pueden ser consideradas como equivalentes
definicionales de los nombres, a causa de que esas descripciones son contigentemante
verdaderas de los portadores. Tampoco es plausible pensar que sea posible ofrecer una
descripción completa del objeto (o conjunto de decripciones aplicables al objeto) que sea
equivalente al sentido del nombre propio. Esto implicaría que oraciones verdaderas
cuyo sujeto sea un nombre propio fueran todas analíticas y las oraciones falsas serían
autocontradictorias, además debería variar según se presenten cambios en el objeto, etc.
Searle propone una solución alternativa que permita resolver el conflicto entre estas dos
posiciones antagonistas. Searle propone cambiar la pregunta "¿Tienen sentido los
nombres propios?" por:
Pero la respuesta débil no soluciona el problema del sentido de los nombres propios.
Dado que en el caso de la pregunta (b) se trata de que el predicado sea una descripción
identificadora, tal función no puede ser realizada con un predicado descriptivo general,
pues éste no proporciona un criterio de identidad suficiente para la referencia de un
nombre propio. Por ejemplo, el predicado "hombre" no proporciona una descripción
identificadora de Sócrates. De esta forma la formulación fuerte en (b) exige un criterio
de identidad más efectivo que permita al usuario de un nombre propio haga una
referencia efectiva solamente si él está en capacidad de ofrecer descripciones
identificadoras (sean ostensivas o no) a cambio del nombre, esto es, definiciones del
mismo. Pero esta propuesta tropieza con dos dificultades, a saber: que diferentes
personas asocian (y pueden presentar) descripciones diferentes para un mismo nombre,
y que ciertas descripciones identificadoras pueden ser falsas de un nombre. ¿Pero
implica esto que los nombres propios no pueden tener sentido? No necesariamente,
pues es posible dar la siguiente solución:
Así para la posible identificación de un objeto se realice es preciso que exista por lo
menos una descripción verdadera del objeto, en caso contrario la identificación fracasa al
no poder identificar al portador del nombre. El sentido del nombre "Aristóteles" es,
pues, por lo menos una descripción identificadora que pueda presentarse en sustitución
del nombre, nunca su conjunto total. Así pues, el sentido de un nombre propio es una
19 Ibid., p. 173.
14
descripción verdadera de un conjunto indeterminado de descripciones posibles
disyuntivas (recuérdese que una disyunción es verdadera si por lo menos una de las
proposiciones es verdaera), y no un conjunto de conjunciones, pues si suponemos que
esto último es así caeríamos en las dificultades mencionadas más arriba. En este sentido,
las descripciones identificadoras (como conjunto de disyunciones) están ligadas
analíticamente con un nombre propio, lo cual constituye un criterio más laxo de
identidad, al no exigir que ningúno de los hechos descritos conocidos acerca de un
objeto necesite ser una verdad necesaria de ese objeto: sólo es suficiente que la
disyunción sea necesariamente verdadera. De esta forma la respuesta dada al problema
plantedo es afirmativa: los nombres tienen sentido, si por sentido se entiende que los
nombres propios no describen cualidades de objetos, sino que guardan una relación
lógica con las caracteríticas del objeto al que los nombres se refieren.
Pero, ¿es suficiente esto para asegurar que los nombres propios tiene sentido?, o por el
contrario, ¿es posible desarrollar una teoría de los nombres consistente sin necesidad de
apelar a descripciones? ¿Escapa Searle, a la falacia que él mismo denuncia, de inferir
propiedades del mundo a partir de propiedaes del lenguaje?