Está en la página 1de 14

RUSSELL, STRAWSON Y SEARLE:

TRES MANERAS DE HABLAR ACERCA DE INDIVIDUOS

Jorge Sierra

Pues no se puede concluir: "existe actualmente el signo,


luego la cosa significada existe" porque los no entes
pueden, como los entes, ser significados por las
palabras. (Roger Bacon, De signis, I, 1).

"La Quimera no existe" es falsa, no en el sentido de que


la Quimera exista, sino en el de que no hay nada de lo
cual podamos decir que no existe. Ockham muestra que
tal proposición es expresable, y cuando se la enuncia en
forma completa consiste en dos proposiciones, una de
las cuales es falsa. Chimaera est non ens es equivalente a
Chiamera est illiud e Illud est non ens, la primera de las
cuales es falsa. También podemos interpretar illud
("esto") como una variable, "algo", y la segunda
proposición como si afirmara de ella que no se puede
encontar ningún argumento para tal variable. ( Ruth L.
Saw).

Teóricamente, no es inconcebible un idioma donde el


nombre de cada ser indicara todos los promenores de
su destino, pasado y venidero. (J. L. Borges).

INTRODUCCIÓN

El primero en establecer que los nombres propios 1 tienen tanto sentido como referencia
fue Frege, al proponer su explicación acerca de la naturaleza de los enunciados no
tautológicos de identidad ( esto es, cómo pueden ser informativos enunciados de la
1 Para Frege la categoría de los nombres incluyen tanto los nombres propios ordinarios como las descripciones.
Esto se evidencia en el siguiente texto: "Un nombre propio (una palabra, un signo, una combinación de signos, una
expresión) expresa su sentido y denota o designa su denotación." FREGE, G., "Sobre sentido y denotación" en:
Thomas M. Simpson (comp.), Semántica filosófica: problemas y discusiones, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, pp.
3-27, p. 9.
2
forma "a=b" donde ambos términos son nombres). No obstante, su distinción semántica
lejos de sellar la cuestión acerca de las expresiones referenciales que carecen de
referencia, abrió un nuevo punto de discusión para quienes, como Russell, la
consideraron insatisfactoria y se negaron a aceptar la explicación fregeana de que los
nombres propios, y en general las expresiones referenciales, tienen como referente o
denotación convencional la clase vacía. Si no se admite la clase vacía, debe existir otra
manera de explicar la referencia de expresiones no referenciales y así poder hacer frente
a aquellas teorías que postulan entidades ideales como única opción para explicar cómo
enunciados particulares existenciales negativos pueden ser verdaderos o falsos, esto es,
enunciados de la forma "pegaso no existe".

El presente trabajo se propone exponer las teorías de la referencia de Russell, Strawson


y Searle, mostrando las críticas que estos dos últimos autores hacen a la teoría de las
descripciones definidas de Russell. La discusión que sigue puede resumirse en la
pregunta general (y sus posibles respuestas): ¿tienen sentido los nombres propios o
solamente tienen denotación?

1. La teoría de las descripciones de Russell.

La teoría de las descripciones es propuesta como la solución a una serie de problemas


suscitados en torno al tratamiento de expresiones denotativas y enunciados en las que
éstas figuran. Tratamientos como los de Frege, y sobre todo los de Meinong, 2 son
cuestionados y rechazados por no brindar un análisis correcto de dichas expresiones.
¿Cuáles eran esos problemas o dilemas a los que no se respondía adecuadamente según
Russell? Para Russell estos dilemas eran los siguientes: 1) enunciados con expresiones
denotativas que intervienen en el contexto de actitudes proposicionales, esto es,
enunciados de la forma "Jorge IV deseaba saber si Scott era el autor de Waverly", en los
que la sustitución de términos idénticos no se realiza salva veritate, pues no podemos
sustituir "Scott" por "el autor de Waverly" sin cambiar el valor de verdad del enunciado,
aunque el enunciado "Scott es el autor de Waverly" sea verdadero. 2) la aplicación del
principio de tercer excluido a enunciados cuyos sujetos son expresiones denotativas que
no denotan, esto es, o bien es verdadero el enunciado "El actual rey de Francia es calvo",
o bien es verdadero el enunciado "El actual de Francia no es calvo". Ahora bien, no es
posible establacer el valor de verdad de ninguna de estas dos proposiciones porque el
rey de Francia no se halla incluido ni en la clase de las personas calvas ni en la de las no
calvas. 3) La violación del principio de no contradicción para el caso de las

2 El propósito de Russell al proponer su teoría de la denotación es escapar a la conclusión de que es ncesario


postular entes ideales para salvar la significación y la verdad o falsedad de enunciados que contengan expresiones
denotativas vacías. Russell tiene qué explicar por qué este tipo de enunciados cuyos sujetos no denotan pueden ser,
empero significativos y susceptibles de verdad o falsedad. Esta es la propuesta general que anima el desarrollo de
la teoría de las descripciones.
3
proposiciones existenciales cuyo sujeto sea una expresión denotativa que no denote
nada. La proposición "El actual rey de Francia existe" implica a la vez afirmar que existe
el rey de Francia y que no existe pues, en Francia no hay monarquía. 3

Veamos ahora en qué consiste la solución russelliana a estos dilemas bajo la forma de
una teoría de las descripciones y el rechazo que implica con relación a las teorías de la
denotación de Frege y Meinong. Al comienzo de "Sobre la denotación" Russell aclara en
qué consiste una expresión denotativa a través de un serie de ejemplos de expresiones
que comienzan por palabras como "todos", "algunos", "un", "el", etc., a través de las
cuales se constituye la denotación. De ahí que Russell afirme que "una expresión es
denotativa exclusivamente en virtud de su forma".4 Desde está formulación es claro que
para Russell la denotación es un cualidad puramente lógica de las expresiones y
además, dado que en ninguno de los ejemplos que enumera aparece un nombre propio,
quiere distinguir desde ya entre nombres propios y descripciones o expresiones
denotativas, es decir, va a negar que las expresiones denotativas o descripciones sean
nombres propios con todo lo que esto implica, a saber, que las descripciones no pueden
ser sujetos lógicos de las proposiciones al no ser nombres propios. 5 A continuación
Russell pasa a distinguir tres tipos de expresiones denotativas, a saber: 1) expresiones
que siendo denotativas no denotan nada, 2) expresiones denotativas que denotan
realmente un objeto determinado o descripciones definidas y 3) expresiones
denotativas que denotan un objeto indeterminado o descripciones indefinidas. Ahora
bien, la idea fundamental de Russell es realizar un análisis lógico de las proposiciones
en las que figuren descripciones definidas para mostrar que

"...que las expresiones denotativas nunca poseen significado alguno


consideraras en sí mismas, pero toda proposición en cuya formulación
verbal intervienen aquéllas posee un significado." 6

La viabilidad de lo anterior, como veremos, descansa sobre el uso de la noción de


función proposicional. Si este análisis es correcto entonces, es

3 RUSSELL, B., "Sobre la denotación" en: Lógica y conocimiento, Madrid, Taurus, 1981, p. 59 y 63.
4 Ibid., p. 54.
5 Hay que tener en cuenta que Russell en este artículo no utiliza todavía la terminología posterior en la que usa el
término "descripciones" como sinónimo de lo que llama aquí "expresiones denotativas". También hay que tener en
cuenta que Russell utiliza en el artículo "nombre propio (común)" como opuesto a las descripciones. Sólo más
tarde Russell distinguirá entre nombres lógicamente propios y nombres comunes. Los primeros carecen de sentido,
siendo su significado el objeto denotado, los segundos son realidad descripciones definidas encubiertas. En este
trabajo no ocuparemos únicamente de las descripciones definidas y del análisis que Russell propone para ellas.
6 RUSSELL, B., "Sobre la denotación", p. 56. En adelante uso "descripción" como sinónimo de "descripción
definida".
4
"...posible hacer una reducción de todas las proposiciones en que
intervienen expresiones denotativas a fórmulas en las que no
intervienen tales expresiones." 7

Y en esto consiste básicamente la teoría de las descripciones: en realizar una paráfrasis


en términos lógicos de las oraciones en las que figuren descripciones a oraciones en que
ya no figuren, cómo unica forma de separar los comportamientos lógicos de las
descripciones y de los nombres. Si esto no se hace, debemos solucionar los problemas
que suscitan las descripciones vacías apelando a entes ideales (Meinong) o a las
nociones problemáticas, para Russell, de sentido y referencia. Las descripciones no se
refieren a individuos denotándolos, sino que se refieren a ellos por medio de ciertas
características que les son propias. Así "Scott" se refiere a Scott sin describirlo, sólo
indicándolo, pero una expresión como "el autor de Waverly" se refiere a individuo
determinado describiéndolo, sin que su significado sea el objeto, pues la descripción no
nombra al objeto. De ahí que las descripciones vacías, cuando forman parte de una
proposición, puedan ser significativas, así no denoten nada.
Una proposición como "El rey de Francia es calvo", según Russell, puede ser analizada y
ver que implica dos cosas: (1) que existe un individuo que tiene la propiedad de ser rey
de francia y (2) que este individuo tiene la propiedad de ser calvo. Esto en terminos de
funciones proposicionales quiere decir que existe por lo menos un x tal que es rey de
Francia y que es sabio. (1) implica que existe un x que es rey de Francia, pero como la
palabra "el" implica exclusividad, la expresión significa que sólo hay un x y sólo uno
que sea rey de Francia. La importante del análisis de Russell hasta aquí reside en ver
que cualquier expresión denotativa o descripción de la forma "el tal y tal" implica una
proposición existencial singular (verdadera o falsa) que resulta de asignarle un valor a
la variable (x) de la función proposicional. En terminos formales quiere decir: ($x) [fx .
(y) (fy® y=x)]. (2) implica que x posee una cualidad adicional (x es calvo). El esquema
lógico que Russell propone para el correcto análisis de los enunciados de la forma "el tal
y tal" es términos formales el siguiente: ($x) [fx . (y) (fy® y=x) . yx].

Es claro que en el caso de la proposición "El rey de Francia es calvo", ésta resulta ser una
proposición falsa dado que no hay un individuo que sea rey de Francia, pero no porque
tal individuo no sea calvo, negación que sería correcta si la proposición fuera de la
forma sujeto-predicado (por ejemplo, "Sócrates es mortal"). En consecuencia no hay
necesidad de postular una entidad ideal para, aplicando el principio de tercer excluido,
explicar la falsedad de oraciones en las que intervengan descripciones vacías. Las
oraciones existenciales cuya referencia es vacía tampoco violarán el principio de no
contradicción: la proposición "El rey de Francia existe" será falsa porque no cumple las
condiciones que establece (1). Russell introduce la distinción entre intervención

7 Ibid., p. 59.
5
primaria y secundaria de una descripción para establecer en qué casos proposiciones
que consten de descripciones vacías puedan ser verdaderas.

"Una descripición tiene una aparición <<primaria>> cuando la


proposición en que aparece resulta de sustituir x por la descripción en
alguna función proposicional fx...la aparición es <<secundaria>>
cuando el resultado de sustituir x por la descripción en fx, da
solamente una parte de la proposición en cuestión."8

Así la fórmula ($x) [fx . (y) (fy® y=x) . yx] es falsa si fx no tiene instancias, y por lo
tanto ë ($x) fx [fx . (y) (fy® y=x) . yx] será verdadera. Para el caso de la proposición "El
rey de Francia es calvo" es siempre falsa si la descripción "El rey de Francia", que es
vacía, tiene una aparición primaria, esto es, ($x) [Fx . (y) (Fy® y=x) . Cx] es falsa, pero
es verdadera si ë($x) [Fx . (y) (Fy® y=x) . Cx], pues en este caso "El rey de Francia"
interviene secundariamente. Dicho de otra manera, en las proposiciones en las que la
descripción "el Rey de Francia" interviene principalmente, es decir cuando se afirma
que "El rey de Francia es calvo", lo que está implicado es la existencia del rey de Francia
(por eso es falsa). Pero cuando la descripción "El rey de Francia" interviene
secundariamente lo que se hace es sustituirla en la expresión "x es calvo" y luego negar
la proposición así obtenida, que dará como resultado una proposición verdadera.

Podemos ahora resumir los aspectos fundamentales de la teoría de las descripciones.

1) Russell quiere establecer una diferencia lógica entre nombres propios y


descripciones, diferencia que Frege no establece. 9 Aunque en "Sobre la denotación" tal
diferencia se establece en contraste con los nombres propios comunes, la postura
posterior muestra que los únicos nombres genuinos son los nombres lógicamente
propios cuyo siginificado es su denotación, de tal manera que si a es un nombre propio
genuino, las expresiónes a existe o a no existe no son significativas, pues no es posible
planterse el problema de la existencia: o un nombre deberá nombrar algo o si no, no es
un nombre ("nombre de nada" es un absurdo). Para el caso de los nombres propios
comunes estos son en realidad descripciones truncadas, abreviaturas o símbolos
incompletos, acerca de las cuales es posible planterse consistentemente el problema de
si existen o no los individuos descritos, puesto que no son símbolos denotativos. Así,
cuando se dice "el tal y tal existe" lo que se quiere decir es si existe un valor de x que
convierta la función proposicional fx en verdadera. La existencia se plantea acerca de
funciones proposicionales, no acerca del "el tal y tal", pues tal descripción no es "un
8 RUSSELL, B., Introducción a la filosofía de la matemática en: Obras completas, Madrid, Aguilar, 1973, vol. II,
p.1373.
9 Para Frege todos los nombres (que incluyen las descripciones) poseen sentido y referencia. Para Russell existe
una categoría especial de nombres (lógicos) que sólo poseen referencia, mientras que el significado de las
descripciones (nombres comunes) no es equiparable a su denotación.
6
elemento constitutivo de las proposiciones" al ser posible "hacerla desaparecer" y
sustituirla por una formulación equivalente en términos de variables cuantificadas y
predicados.10

2) Para Russell los nombres propios corrientes son en realidad descripciones


abreviadas. ¿Pero tienen sentido los nombres propios como lo tienen en Frege? Para
Russell un término singular como "Sócrates" no es un símbolo denotativo, pues cuando
usamos ese término en realidad lo que hacemos es un uso de una descripción tal como
"El maestro de Platón" o "El filósofo que bebió la cicuta". Para que "Sócrates" fuera en
realidad un nombre propio tendríamos que haber tenido un conocimiento directo de
Sócrates, pues no se puede nombrar algo de lo que no se halla tenido un conocimiento
directo. Para el caso de Sócrates, lo que tenemos es en realidad un conocimiento por
descripción, que formulamos abreviadamente cuando decimos "Sócrates". El nombre
propio tiene una referencia indirecta por medio de una descripción que estipula, una
vez ha sido analizada o traducida a simbolismo, que existe un único individuo que
satisface la descripción. La referencia no pertenece a los nombres propios
(descripciones), sino a la variable cuantificada que como tal no posee una referencia
definida y directa, referencia que sí tienen los nombres lógicos. Esto quiere decir que las
descripciones o nombres tienen una posible denotación sólo en virtud de su forma
lógica, nunca gracias a un sentido por medio del cual podamos hacer la referencia a un
individuo particular. En consecuencia, decir que los nombres propios son descripciones
no es lo mismo que decir que los nombres propios tienen sentido. 11

2. La teoría de la referencia de Strawson y la crítica a la teoría de las descripciones.

Al comienzo de "Sobre el referir" Strawson comienza caraterizando lo que él llama un


"uso referencial singularizador" como el uso de ciertas expresiones por medio de las
cuales se hace hace referencia a individuos, sean éstos, procesos, objetos, personas, etc.
Pero aclara que su análisis se centrará en el uso de expresiones referenciales de la forma
"el tal y tal" sólo cuando ellas figuren como sujetos gramaticales de oraciones. De esta
forma lo que le interesa a Strawson es realizar un examen acerca de ésas expresiones
para mostar que la teoría de las descripciones definidas de Russell no proporciona una
análisis correcto de su uso en el contexto del lenguaje ordinario. 12 Strawson considera que, si
bien Russell respondió a una serie de argumentos inaceptables que postulan entes
ideales como única alternativa para explicar la significación y la verdad o falsedad de
enunciados cuyos sujetos gramaticales son descripciones vacías, no es menos cierto que
aceptó sin cuestionar ciertos principios problemáticos que lo llevan a establecer una
dicotomía radical entre, nombres lógicamente propios (cuyo significado es su
10 RUSSELL, B., "La filosofía del atomismo lógico" en: Lógica y conocimiento, Madrid, Taurus, 1981, p. 340 ss.
y p. 351.
11 Ibid., p. 281.
12 STRAWSON, P., "Sobre el referir" en: Ensayos lógico-lingüísticos, Madrid, Tecnos, 1983, p. 11-12.
7
denotación) como únicos sujetos lógicos capaces de figurar en oraciones de la forma
sujeto-predicado, y descripciones definidas que no pueden desempeñar ese papel de
sujeto de enunciados, y que es necesario traducir según el modelo de la teoría de las
descripciones. De esta forma Russell sólo acepta como enunciados singulares
referenciales significativos a estos dos tipos de oraciones. Strawson intentará mostrar, a
propósito de la supuesta división exhaustiva que Russell establece para enunciados
cuyo sujeto sea una expresión referencial singular, que dichos enunciados no pertencen
a ninguna de las dos clases, pues las expresiones referenciales no son ni nombres
propios lógicos, ni descripciones sencillamente porque "no existen". Esto quiere decir
que ambas categorías semánticas deben ser abandondas como esquemas que expliquen
el uso común de oraciones en que intervengan expresiones singulares, puesto que la
solución russelliana es errónea. Veamos la crítica de Strawson y la solución alternativa
que propone para explicar la significación y el modo en qué debe ser entendida la
posible asignación de valores de verdad a oraciones cuyos sujetos sean expresiones
referenciales, que son el mismo tipo de problemas a los que responde la teoría de las
descripciones.

Para este propósito, Strawson distingue entre: (A1) una oración, (A2) un uso de una
oración y (A3) una emisión de una oración, y entre (B1) una expresión, (B2) un uso de
una expresión y (B3) una emisión de una expresión. Consideremos ahora la oración "El
rey de Francia es sabio" y veamos cómo se explican estas distinciones. Con respecto a
(A3) y (A1) se puede afirmar que una y la misma oración es susceptible de ser emitida
en diferentes circunstancias (cuando en Francia había monarquía o cuando no la había).
Pero si bien una misma oración puede ser emitida en diferentes momentos, pueden
haber diferencias de uso de la misma. Dos personas pueden haber emitido la misma
oración en circuntancias diferentes para refererirse a dos individuos distintos (a Luis
XIV o a Luis XV) o para referirse a un mismo individuo. En el primer caso hicieron un
uso distinto de las misma oración, mientras que en el segundo hicieron un mismo uso
de la oración. En este punto Strawson afirma que no se puede sostener, ni que la oración
sea verdadera o falsa, pues sólo un uso de ella puede producir una aserción verdadera o
falsa, ni que la oración se refiera obligatoriamente a una persona particular, pues es sólo
de un uso de lo que puede decirse que es acerca de una persona particular.

Ahora veamos cómo se aplican análogamente las distinciones hechas para las
expresiones a "El rey de Francia". Como hecho obvio, es claro que ésta expresión no
puede ser usada para expresar una proposición verdadera o falsa, pues sólo las
oraciones pueden tener esa función. Tampoco puede decirse que la expresión aislada
sirva para hacer referencia a alguien, pues sólo en el contexto de una oración podemos
usar una expresión para referirnos a alguien cuando la frase se use para hablar acerca de
esa persona. La misma expresión en una oración puede ser usada para referirse a
personas distintas. Por lo tanto, no puede decirse que las expresiones tienen de por sí una
8
referencia definida, sino más bien que la función referencial es algo que alguien hace
cuando usa una expresión.13 Como podemos ver todo lo que Strawson ha hecho hasta
aquí es estipular qué cosas se pueden decir acerca de tipos de expresiones y tipos de
oraciones y qué de de sus usos:

(A1) Oraciones: no es posible asignarle valores veritativos ni son acerca de una persona
particular. (Función significativa=reglas para su uso veritativo).
(A2) Usos: son susceptibles de verdad y falsedad; son particulares y acerca de una
persona particular. (Función referencial).
(B1) Expresiones: no son verdaderas o falsas y no tienen una referencia en sí mismas.
(Función significativa=reglas para su uso referencial).
(B2)Usos: se dan referencialmente en una oración y pueden ser diferentes. (Función
referencial).

Dada esta tipología es claro que no se pueden decirse las mismas cosas acerca de tipos
(oraciones y expresiones), usos de tipos y emisiones de tipos. Ahora bien, esto es lo que
hace Russell: mezclar niveles que son evidentemente distintos, a saber, el nivel de las
oraciones y expresiones con el nivel de sus usos, y por ello, confunde referencia con
significación.

"De esta manera, la cuestión si una oración o expresión es significativa o


no nada tiene que ver con la cuestión de si la oración, emitida es una
ocasión particular, está siendo usada o no, en esa ocasión para realizar
una aserción verdadera o falsa, o si la expresión está siendo usada, en
esta ocasión para hacer referencia a algo o mencionarlo." 14

Así dar el significado de una expresión como "El rey de Francia" es dar reglas para su uso
referencial, nunca presentar su referencia concreta en un uso particular. Por lo tanto, el
significado de una expresión no es el objeto al que pueda referirse un uso particular de
ella. La expresión misma no se refiere a nada, sólo su uso particular puede tener una
referencia. Los significados no son cosas, son reglas de uso. En este orden de ideas,
tampoco tiene sentido para Strawson preguntar si una oración es verdadera o falsa o si
tiene significado. No es ni lo uno ni lo otro. Estas preguntas sólo tienen sentido en
relación con el uso de la oración. Hasta aquí la crítica a la teoría de las descripciones de
Russell.
13 Compárese esta afirmación con la caracterización russelliana de la denotación como noción puramente lógica
sin tintes psicológicos. Desde el punto de vista de Russell, el manejo que hace Strawson del concepto de
denotación es puramente psicológico, y como tal sería totalmente irrelevante para una genuina teoría de la
denotación. Russell afirma que: "La noción de denotación, como la mayor parte de las nociones lógicas, ha sido
oscurecida hasta ahora por una indebida intromisión de la psicología. Existe un sentido conforme al cual
"nosotros" denotamos, cuando señalamos o describimos o empleamos palabras como símbolos de conceptos." (Los
principios de la matemática, en: Obras completas, Madrid, Aguilar, 1973, vol. II, p. 436.
14 STRAWSON, P., "Sobre el referir", p. 20.
9

La solución alternativa que propone Strawson a los dilemas relativos a oraciones como
"El rey de Francia es calvo" se basa en las distinciones mencionadas arriba. Preguntar si
esta oración es significativa es preguntar acerca de si hay reglas en el lenguaje ordinario
tales que su conocimiento permita su uso de manera referencial. Ahora bien, esto es
distinto a preguntar por un uso referencial particular de la oración. De esta forma, si
alguien emite la oración en la actualidad no se cumplen las condiciones que establece la
teoría de las descripciones (pues ella no da reglas para su uso en general, sino que
trabaja sobre un uso en concreto), a saber, 1) que se haría una aserción verdadera o falsa
y 2) que se haría una aserción existencial acerca de un único individuo. Acerca de esto
Strawson sostiene que cuando se afirma que "El rey de Francia es sabio" se implica que el
rey Francia existe, pero no se entraña lógicamente que el rey Francia exista. Esto resulta
así porque cuando se replica diciendo "No hay ningún rey de Francia", está última
afirmación no es la contradictoria de la primera, sino que lo que se pone de presente es
más bien que la cuestión de la verdad o de la falsedad no se plantea 15 porque en
realidad no se está haciendo referencia a nadie con su uso, aunque no por eso la oración
deja de ser significativa. Más bien lo que se diría es que la oración tiene un uso espurio,
que aunque significativo, no es necesariamente verdadero o falso. Ser significativo es, en
este contexto, que la oración pueda ser usada en ciertas condiciones para hacer una
referencia individual. Lo que en últimas le interesa subrayar a Strawson es la diferencia
entre hacer referencia a algo particular y aseverar algo, dado que lo primero no implica
lo segundo, aunque la referencia es una condición para aseverar algo.
La teoría de la referencia de Strawson consiste, pues, en una serie de reglas de uso que
estipulan bajo qué condiciones ciertas expresiones y oraciones logran hacer referencia a
algo, como una función distinta, pero complementaria de la función atributiva. En
primer lugar, debemos estar en capacidad de "anticipar" preguntas acerca de cuál es el
objeto individual del que se está hablando, esto es, debemos poder identificar el objeto
del cual estamos hablando (función referencial o identificadora). En segundo lugar,
debemos poder anticipar preguntas acerca de qué clases de cosas se está afirmando del
referido objeto (función atributiva). La función identificadora presupone que se utilice
medios para sugerir que se intenta hacer una referancia singular (por ejemplo, el uso
del artículo definido "el"). Dado esto, se deben dar elementos para que el oyente pueda
identificar el objeto del que habla. Aquí es importante que se dé un contexto de emisión
adecuado, así como un conocimiento de convenciones lingüísticas, y lo más importante,
que el objeto al que se intenta hacer referencia debe estar tener algún tipo de relación
con el hablante y con el contexto de emisión.

15 Este punto se explica de manera más precisa en la llamada teoría de la suposición de Strawson. La idea
fundamental es que en el caso de las oraciones como "El rey de Francia es calvo", cuyo uso no logra referir a nada,
la condición de existencia russelliana no se asevera, sino que se presupone por parte del hablante. Esto quiere
decir que dicho enunciado no puede ser considerado como implicando una aserción falsa. Ver "Referencia
identificadora y valores de verdad" en: Ensayos lógico-lingüísticos, ed. cit, p. 99..
10
Finalmente, veamos lo que dice Strawson acerca de los nombres propios, que forman
parte de la clase de expresiones que pueden ser usadas referencialmente. Para Strawson
los nombres no tienen un significado descriptivo, aunque no excluye la posibilidad de
que puedan adquirirlo con ciertos usos. Pero lo que sí es claro es que los usos
referenciales de nombres propios no están regulados por convenciones generales, sino
por convenciones ad hoc que son válidas para cada uso particular. De ahí que Strawson
afirme que "Desconocer el nombre lenguaje de una persona no es desconocer el
lenguaje. Esta es la razón de por qué no hablamos del significado de los nombres
propios. (Pero esto no quiere decir que no tengan significado)." 16 Strawson tampoco
admite la opinión de que los nombres propios ordinarios tengan un uso exclusivo para
referirse a única persona. Justamente sucede todo lo contrario. El uso de un nombre
propio personal no está regido, ni por él significado descriptivo que pueda tener él, ni
tampoco por reglas generales que nos señalen su uso referencial. Su uso sólo se
gobierna por convenciones más o menos arbitrarias. Lo que sí es claro es que Strawson
no está de acuerdo con Russell en que los nombres propios sean tratados como si fuesen
en realidad descripciones disfrazadas y lo que esto implica para éste.

3. La teoría de la referencia de Searle y la revisión de la propuesta russelliana.

La propuesta central de Searle consiste en discutir, dentro del marco general de su


teoría de actos de habla y de su teoría de la referencia, la cuestión de la teoría russellina
de las descripciones definidas y la cuestión planteada acerca de cuál es el significado de
los nombres propios, con el fin de mostrar que tal teoría debe ser rechazada al no poder
ser aplicable a los diversos géneros de actos ilocucionarios; y respecto al problema de
los nombres, mostrar que es posible presentar una tesis consistente con base en una
revisión de los puntos de vista de Frege y Russell.

En cuanto al primer punto, Searle quiere discutir la traducción lógica que Russell
propone para los enunciados con expresiones de la forma "el tal y tal", pues a su modo
de ver las críticas no han sido del todo concluyentes porque se han centrado sobre las
aserciones, excluyendo de entrada los demás tipos de actos ilocucionarios. Si se realiza
una crítica a Russell desde la teoría de los actos ilocionarios, se dará, piensa Searle, una
prueba concluyente de su falsedad. La objeción fundamental de Searle a la teoría de las
descripciones es que

"...presenta el acto proposicional de la referencia definida, cuando se


realiza con descripciones definidas (o de acuerdo con Russell, incluso
con nombres propios ordinarios), como equivalente al acto de aseverar
una proposición existencial singularizadora, y no hay manera de

16 Ibid., p. 33.
11
coherente de integrar tal teoría en una teoría de los actos
ilocucionarios."17

En primer lugar, Searle le resta plausibilidad al punto central, que se establece con el
análisis russelliano, de que una proposición que contiene una referencia sólo puede ser
verdadera si y sólo si la proposición existencial de que existe el objeto es verdadera.
Ahora bien, no se puede concluir del hecho de que el acto de referencia se debe cumplir
bajo ciertas condiciones, esto es, de que exista un objeto que cumpla con la descripción,
con el hecho de que dichas condiciones se dan. Concluir lo uno a partir de lo otro sería
lo mismo que suponer erróneamente que el hecho de que se golpee a X es una aserción
de que X existe. En el caso de la referencia, es una condición para que se realize con
éxito que el objeto exista, pero esto no es lo mismo que aseverar que tales condiciones se
dan.

En segundo lugar, dado que la referencia es común a muchos actos de habla y no es


sólo propia de las aserciones, es pertinente ver si la teoría de las descripciones se aplica
con éxito a ellos. Cuando se intenta aplicarla, por ejemplo, a preguntas y órdenes,
surgen algunas inconsistencias. Si interpretamos la pregunta "¿Es calvo el rey de
Francia?" conforme al modelo russelliano, es claro que dado que al preguntar se usa
una descripción definida, eso no quiere decir que se esté preguntando por la existencia
del rey de Francia; esto para el caso de que la aserción existencial se interprete como
parte del acto de habla. Pero qué sucede con la opción contraria. Si se da una orden
como "Lleva esto a la reina de Inglaterra", no tendría sentido responder a ella, según el
modelo russelliano, diciendo: "Lo que dices es verdad, ella existe. En conclusión, el acto
de aseverar, preguntar u ordenar, no es equivalente al acto de referir. La referencia es
parte de actos ilocucionarios diversos. De ahí que sea impropio pensar que ésta es
exclusiva de las aserciones, y de ahí también que sea errado interpretrar
russellianamente cualquier tipo de acto ilocucionario en el que figure una descripción
definida suponiendo que en todos ellos se hacen aserciones.

Pasemos ahora a la teoría de los nombres propios de Searle. La cuestión general que se
plantea Searle es: "¿Tienen sentido los nombres propios?. Tal pregunta admite
respuestas contrarias: (1) los nombres propios tiene denotación (referencia,) pero no
connotación (sentido). A favor de esta tesis se argumenta diciendo que los nombres
propios no describen el objeto al que se aplican, como sí sucede en el caso de las
descripciones definidas. Esto es equivalente a sostener que saber el nombre de un
individuo (por ejemplo "Sócrates") no implica tener ningún conocimiento de cómo es
ese individuo, en tanto que si utilizamos la descripción definida "El maestro de Platón"
para referirnos a Sócrates, tal aplicación supone conocer un hecho sobre Sócrates. (2)
Los nombres propios propios tienen sentido porque son descripciones definidas
17 SEARLE, J., Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1990, p. 163.
12
abreviadas. A favor de esta tesis se presentan tres argumentos. Primero, el uso de
nombres propios en aserciones existenciales negativas implica que los nombres propios
que figuren en ellas como sujetos no deben tener referencia, sino ser descripciones. Si el
sujeto de una enunciado existencial es un nombre que refiera a objetos directamente
entonces, dado que es condición previa que la proposición tiene que tener un valor de
verdad, esto garantizaría de antemano que la prosición sea verdera si el enunciado es
afirmativo, y sea falsa si es negativo. Para escapar a esta conclusión se debe afirmar que
"existe" no es predicado aplicable a objetos, sino sólo a conceptos. Segundo, los
enunciados de identidad que contienen nombres propios distintos ("a=b") pueden ser
informativos, situación que no sería explicable si dichos nombres sólo fueran
denotativos ( "a=b" sería equivalente a "a=a"). Por lo tanto, los nombres propios deben
tener algún contenido descriptivo o sentido. Tercero, para que una referencia sea
llevada a cabo es preciso suponer que es posible identificar el objeto al cual se hace
referencia. Pero esto sólo es posible si el nombre da una descripción del objeto a
identificar. Por lo tanto, los nombres propios son descripciones abreviadas.

Ahora bien, Searle rechaza las tesis 1) y 2). La razón para rechazar (1) son los sinsentido
metafísicos a que conduce su aceptación. La razón para rechazar es que (2) implica que
podamos tener definiciones de nombres propios, pero tal supuesto fracasa porque la
información que se da consiste en descripciones acerca de los portadores de los nombres,
descripciones que generalmente no pueden ser consideradas como equivalentes
definicionales de los nombres, a causa de que esas descripciones son contigentemante
verdaderas de los portadores. Tampoco es plausible pensar que sea posible ofrecer una
descripción completa del objeto (o conjunto de decripciones aplicables al objeto) que sea
equivalente al sentido del nombre propio. Esto implicaría que oraciones verdaderas
cuyo sujeto sea un nombre propio fueran todas analíticas y las oraciones falsas serían
autocontradictorias, además debería variar según se presenten cambios en el objeto, etc.

Searle propone una solución alternativa que permita resolver el conflicto entre estas dos
posiciones antagonistas. Searle propone cambiar la pregunta "¿Tienen sentido los
nombres propios?" por:

"¿Entrañan los usos referenciales de los nombres propios algún tipo de


predicados descriptivos?" o simplemente "¿Es analítica una
proposición en la que el sujeto es un nombre propio y el predicado una
expresión descriptiva?" Pero esta pregunta tiene una forma fuerte y otra
débil: (a) la débil es: "¿Son analíticos cualesquiera enunciados de este
tipo?", y (b) la fuerte: "¿Son analíticos cualesquiera enunciados en los
que el sujeto es un nombre propio y el predicado una descripción
identificadora?".18
18 Ibid., p. 170. Las cursivas son mías.
13

La solución afirmativa a la primera pregunta se apoya en el criterio temporal de


identidad de los objetos referidos que se presupone cuando se usan nombres de manera
referencial. Así la identidad de la referencia supone la identidad ontológica del objeto
referido, lo que a su vez presupone que el usuario del nombre pueda dar un criterio de
identidad del objeto cuando usa un mismo nombre para referirse en diferentes
momentos a un mismo objeto. Para brindar tal criterio tendrá que acudir forzosamente a
un término descriptivo general. Lo que permite afirmar que ciertos términos descriptivos
generales estan analíticamente implicados a ciertos nombres propios. Cuando se dice
que es la misma montaña a la que nos referimos con el nombre "Everest", y brindamos
así el criterio de identidad para asegurar la referencia, estamos conectando
analíticamente el término general descriptivo con el nombre propio.

Pero la respuesta débil no soluciona el problema del sentido de los nombres propios.
Dado que en el caso de la pregunta (b) se trata de que el predicado sea una descripción
identificadora, tal función no puede ser realizada con un predicado descriptivo general,
pues éste no proporciona un criterio de identidad suficiente para la referencia de un
nombre propio. Por ejemplo, el predicado "hombre" no proporciona una descripción
identificadora de Sócrates. De esta forma la formulación fuerte en (b) exige un criterio
de identidad más efectivo que permita al usuario de un nombre propio haga una
referencia efectiva solamente si él está en capacidad de ofrecer descripciones
identificadoras (sean ostensivas o no) a cambio del nombre, esto es, definiciones del
mismo. Pero esta propuesta tropieza con dos dificultades, a saber: que diferentes
personas asocian (y pueden presentar) descripciones diferentes para un mismo nombre,
y que ciertas descripciones identificadoras pueden ser falsas de un nombre. ¿Pero
implica esto que los nombres propios no pueden tener sentido? No necesariamente,
pues es posible dar la siguiente solución:

"Supóngase que pedimos a los usuarios del nombre "Aristóteles" que


enuncien lo que consideran ciertos hechos esenciales y establecidos
sobre él. Sus respuestas consistirían en un conjunto de descripciones
identificadoras, y quiero argumentar que aunque ninguna de ellas por
sí sola es analíticamente verdadera de Aristóteles, su disyunción lo
es."19

Así para la posible identificación de un objeto se realice es preciso que exista por lo
menos una descripción verdadera del objeto, en caso contrario la identificación fracasa al
no poder identificar al portador del nombre. El sentido del nombre "Aristóteles" es,
pues, por lo menos una descripción identificadora que pueda presentarse en sustitución
del nombre, nunca su conjunto total. Así pues, el sentido de un nombre propio es una
19 Ibid., p. 173.
14
descripción verdadera de un conjunto indeterminado de descripciones posibles
disyuntivas (recuérdese que una disyunción es verdadera si por lo menos una de las
proposiciones es verdaera), y no un conjunto de conjunciones, pues si suponemos que
esto último es así caeríamos en las dificultades mencionadas más arriba. En este sentido,
las descripciones identificadoras (como conjunto de disyunciones) están ligadas
analíticamente con un nombre propio, lo cual constituye un criterio más laxo de
identidad, al no exigir que ningúno de los hechos descritos conocidos acerca de un
objeto necesite ser una verdad necesaria de ese objeto: sólo es suficiente que la
disyunción sea necesariamente verdadera. De esta forma la respuesta dada al problema
plantedo es afirmativa: los nombres tienen sentido, si por sentido se entiende que los
nombres propios no describen cualidades de objetos, sino que guardan una relación
lógica con las caracteríticas del objeto al que los nombres se refieren.

Pero, ¿es suficiente esto para asegurar que los nombres propios tiene sentido?, o por el
contrario, ¿es posible desarrollar una teoría de los nombres consistente sin necesidad de
apelar a descripciones? ¿Escapa Searle, a la falacia que él mismo denuncia, de inferir
propiedades del mundo a partir de propiedaes del lenguaje?

También podría gustarte