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82 LA BÚSQUEDA DEL SIGNIDCADO

NOMBRES PROPIOS Y DESCRIPCIONES *


J. R. SEARLE

El status de los nombres propios ha confundido siempre a los filó-


sofos desde los días de P latón. Parece no haber duda de que adjetivos
y nombres comunes como «rojo» y «mesa» tienen sentido o significa-
do, y, obviamente, lo mismo parece sostenerse para las llamadas des-
cripciones definidas como «la flor roja» o «el hombre que está aliado
de la mesa». Pero ¿qué decir sobre los nombres propios como <<Wis-
to n Cburcbill>>Y «San Francisco»? ¿Tienen sentido del mismo modo
que adjetivos , nombres comunes y descripciones definidas? En la
historia de la filosofía las respuestas a esta pregunta han sido crucia-
les para responder a la cuestión general de cómo las palabras se rela-
cionan con el mundo.

TEORíAS DEL SENTIDO Y DEL NO-SENTIDO


DE LOS NOMBRES PROPIOS

De acuerdo con una teoría largamente sostenida, los nombres


propios simplemente representan objetos sin tener ningún otro senti-
do o significado que el de representar objetos. Una formulación tem-
prana de esta teoría está en el Teeteto de Platón, y las más sofisticadas
ve!"$iones modernas de esta idea están en el Tractatus Logico-
Philosophicus de Wittgenstein y en Philosophy of Logical A tomism
de Russell. Según Wittgenstein, el significado de un nombre propio
es simplemente el objeto por el que está. Tal vez la formulación más
famosa de esta teoría del no-sentido de los nombres propios es la afir-
mación de Mili de que los nombres propios tienen denotación pero
no connotación. Para Mili un nombre común como «caballo>> tiene
tanto una connotación como una denotación; connota aquellas pro-
piedades que serían especificadas en una definición de la palabra «ca-
ballo» y denota todos los caballos. Pero un nombre propio sólo deno-
ta a su portador.
La anterior es una famosa y atractiva teoría de los nombres pro-
pios pero hay ciertas notorias dificultades en ella. Una es que algunas

• VeJSión castellana de José Fillol y Enrique Ujaldón.

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veces uno encuentra los nombres propios e n enunciados de identi- PROS Y CONTRAS DE LAS TEORfAS
dad, enunciados de la forma «a es idéntico a b,.. Como Frege señaló,
si los nombres propios simplemente re presentan objetos y nada más , Hay un franco coomcto entre la teoría clásica del no-sentido y la
¿cómo podrían tales enunciados transmitir siquiera información fác- teoría fregeana del sentido y la refere ncia. Parte del encanto del pro-
tica? Si interpretamos tales enunciados como siendo solamente sobre blema presentado por este conflicto es que cada uno tiene interesan-
el referente de los nombres, parece e ntonces que deben ser triviales tes argumentos en su favor.
puesto que si son verdaderos dicen sólo que un objeto es idéntico El sentido común parece incli namos hacia la teoría del
consigo mismo. Si por otra parte interpretamos los e nunciados como no-sentido, al menos por lo que respecta a la mayoría de los nombres
dando info rmación acerca de los nombres, entonces parece que propios ordinarios. Los nombres propios no son equivalentes a des-
debe n ser arbitrarios, puesto que podemos asignar cualquier nombre cripciones definidas porque, por ejemplo , llamar a un objeto por su
que deseemos a un objeto. La solución de Frege fue argüir que , ade- nombre no es un modo de describirlo. Nombrar es una preparación
más de los nombres y los objetos a los que re fieren , debemos distin- para describir, no un modo de describir. Además, no tenemos defini-
guir un tercer elemento, el sentido (Sinn) del nombre en virtud del ciones de la mayoría de los nombres propios; las entradas de los dic-
cual y sólo en virtud del cual se refiere al objeto. En el enunciado «La cionarios para los nombres propios usualmente ofrecen enunciados
estrella de la tarde es idéntica a la estrella de la manana», las expre- de hechos contingentes que describe n el objeto referido por el nom-
siones «la estrella de la tarde" y «la estrella de la manana» tienen la bre. Las descripciones no son equivale ntes definicionales del
misma referencia pero diferentes sentidos. El sentido pro porciona el nombre. porque son sólo contingentcmente verdaderas del por-
modo de presentación (An tks Gegebenseins) del objeto; el objeto tador. Pero el nombre no es «verd adero de» el portador, es su
está. por así decirlo, iluminado desde un lado (einseiting beleuchtet) nombre.
por el sentido de la expresión, y es gracias a que las dos expresiones No sólo no tenemos equivalentes definicionales para los nombres
tienen diferentes sentidos por lo q ue el e nunciado puede transmitir- propios, sino que tampoco está en absoluto claro cómo podríamos in-
nos información fáctica. Lo que el enunc-iado transmite es que uno y tentar obtener definiciones de nombres propios si las deseásemos. Si,
e l mismo objeto tiene dos conjuntos diferentes de propiedades espe- por ejemplo, inte ntásemos presentar una descripción completa del
cificada.s por los dos sentidos diferentes de los dos nombres, y así un objeto como el sentido del nombre, sobrevendrían consecuencias e x-
enunciado tal puede ser un enunciado de hecho y no una mera trivia- trallas - por ejemplo, cualquier e nunciado verdadero acerca del ob-
lidad o una decisión verbal arbitraria. Todos los nombres propios, jeto que usase el nombre como suj eto sería analítico y cualquiera
para Frege, tenían sentido del mismo modo que Jo tienen las expre- falso serfa autocontradictorio--. El significado de un nombre (y tal
siones «la estrella de la mañana» y «la cstreUa de la tarde». vez la identidad del objeto) cambiaría cada vez que hubiese un cam-
Esto presenta una imagen completamente diferente de Jos nom- bio en el objeto, y el mismo nombre tendría diferentes significados
bres propios respecto de la teoría clás ica del no-sentido. Según la teo- para los diferentes usuarios del nombre.
ría ch'isica, los nombres, si son realmente nombres. tienen necesaria- Tales consideraciones del sentido común pesan en alguna medida
mente una referencia y no tienen en absoluio sentido. Según la teoría a favor de la teoría del no sentido; si n embargo, ésta también presen-
fregeana. esencialmente tienen un sentido y sólo contingentemente ta serias dificultades. Primero. como ha sido mostrado, no puede dar
referenci a. Hacen referencia si y sólo si hay un objeto que satisface cuenta de la ocurrencia de nombres propios en enunciados informati-
su sentido. En la primera teoría Jos nombres propios son sui generis, vos de identidad. Segundo, de modo similar es incapaz de explicar la
y realmente para Platón (en el Teeteto) y Wingenstein (en el Tracto- ocurrencia de los nombres propios en e nunciados existenciales. En
rus) son el vínculo conector especial e ntre las palabras y e l mundo; en enunciados tales como «Hay un luga r como África,. y «Cerbero no
la segunda teoría los nombres propios son sólo una especie de des- existe,., los nombres propios no puede decirse que tengan refere ncia,
cripciones definidas disfrazadas: cada una es equivalente en significa- p~~s ningún sujeto. ~~ un enuncia~o existencial puede tenerla. S.i lo
do a una descripción definida , a la descripción de finida que da una htctese, la precondteton de que tuvtese un valor de verdad garanuza-
formulación explícita de su sentido. De acuerdo con la primera teo- ría su verdad si fuese afirmativo y su falsedad si fuese negativo. (Éste
ría, nombrar es anterior a describir; de acuerdo con la segunda, des- es otro modo de decir que «existe» no es un predicado.) Todo enun-
cribir es anterior a nombrar, porque un nombre sólo nombra descri- ciado existencial afirmativo establece en efecto que un cierto concep-
biendo el objeto que nombra. to o predicado es instllllciado. (Tal como Frege lo expresó, la existen-
cia es un concepto de segundo o rden .) Un enunciado existencial
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afirmativo no se refiere a un objeto y establece que existe; más bien en el lenguaje ordinario consideramos que son nombres propios no
expresa un concepto y establece que ese concepto es instanciado. lo son en absoluto porque la existencia de sus portadores es un hecho
Así, si un nombre propio aparece en un enunciado existencial, contingente y de ningún modo se sigue del Jtatus de las expresiones
parece que debe tener algún contenido conceptual o descriptivo. del lenguaje. Esto es , de algún modo, una consecuencia irónica y de-
Pero, si tiene un contenido descriptivo, entonces parece que la teoría safortunada, porque la teoría del no sentido, que comienza como una
de Frege debe ser correcta, porque ¿qué podría ser ese contenido explicación de sentido común de los nombres propios ordinarios,
descriptivo salvo el sentido del nombre propio? De este modo, la cuando se la sigue por este camino termina con la sorprendente e im-
ocurrencia de los nombres propios en enunciados existenciales añade plausible conclusión de que los nombres propios ordinarios no son
otra grave dificultad para los teóricos del no-sentido. Sin embargo, lo realmeote nom'bres propios ·(no son <<nombres lógicamente pro-
peor aún no ha llegado. pios»), sino descripciones definidas disfrazadas.
¿Qué explicación puede dar el teórico del no-sentido de la exis- La posicióo de Anscombe evita la incómoda conclusión de que
tencia del objeto al que se refiere un nombre propio? Si uno conviene ningún nombre propio ordinario es un nombre propio genuino; sin
con el Wittgenstein del Tractatus en que el significado de un nombre embargo, todavía hay convincentes objeciones en su contra. Mantie-
propio es literalmente el objeto por el que está, entonces parece que ne que es un criterio para que una expresión sea un nombre propio
la existencia de esos objetos que son nombrados por nombres pro- que tenga un portador. Esto tiene la extraña consecuencia de que la
pios genuinos no puede ser un hecho contingente ordinario. La razón pertenencia a una categoría sintáctica resulta contingente depen-
de esto es que cambios tales en el mundo como la destrucción de al- diendo de la relación no sintáctica nombre-portador. Además, tiene
gunos objetos no pueden destruir el significado de las palabras, por- la extraña consecuencia de que muchos nombres propios obvios,
que cualquier cambio en el mundo debe no obstante ser descriptible tales como «Cerbero» y «Zeus», no son realmente nombres propios
en palabras. Pero esto parece forzarnos a la posición de que hay una genuinos, porque Cerbero y Zeus no existen. Su posición es simple-
clase de objetos en el mundo cuya existencia es de algún modo nece- mente la decisión arbitraria de usar la expresión «nombre propio ge-
saria, aquellos objetos que son los significados de los nombres pro- nuino» de tal manera que sólo las expresiones que tengan portadores
pios reales. Realmente, parece, si aceptamos esta idea, que no po- son nombres propios genuinos. Pero, si aceptamos la teoría del no-
dría tener ningún sentido afirmar o negar la existencia de los objetos sentido y rechazamos la teoría wittgensteniana de la sustancia, pare-
nombrados por nombres propios genuinos. Como Platón observó, ce que estuviésemos abocados a alguna decisión arbitraria e insatis-
no podemos decir de un elemento que existe o que no existe (Teeteto factoria. En su trabajo posterior Wittgenstein rechazó su anterior
201 D • 202 AL análisis de los nombres propios, diciendo que confundía el portador
Hay al meóos dos modos de tratar este problema de la existencia de un nombre con el significado del nombre: «Cuando el Sr. N. N.
del referente , un modo metafísico y un modo lingüístico. En el Trac- muere, se dice que muere el portador del nombre, no el significado»
tO/liS, Wittgenstein adopta una conclusión metaffsica, diciendo que (Investigaciones filosóficas, § 40).
los objetos forman la sustancia del mundo (2.021). Su existencia no De este modo, al menos inicialmente, el sentido común parece fa-
puede ser ni aseverada ni negada. En su libro An lntroduction to vorecer la teoría del no sentido, pero es incapaz de explicar la ocu-
Wittgenstein's TractalliS, G .E. M. Anscombe adopta una salida lin- rrencia de los nombres propios en enunciados informativos de identi-
güística al problema. Dice simplemente que debemos distinguir los dad y en enunciados existenciales. Además, para los teóricos del no
nombres propios genuinos de los aparentes. Sólo las expresiones que sentido la naturaleza de la ex.istencia de los referentes de los nombres
tienen portadores son nombres propios genuinos. Es , en efecto, una propios origina serios problemas. La teoría del sentido parece im·
verdad necesaria que un nombre propio genuino tiene un portador, plausible al pretender que los nombres propios sean simplemente
pero esto no nos fuerza a aceptar la idea de que haya una clase de ob- descripciones definidas abreviadas, pero al menos tiene el mérito de
jetos que tengan una existencia necesaria; más bien conduce a la idea explicar los problemas acerca de enunciados de identidad y enuncia-
de que, el que una expresión sea un nombre propio o no, depende de dos existenciales.
si su pretendido referente existe realmente o no (o al menos ha existí·
do o existirá). Así pues, si descubrimos que César nunca existió, pro-
UNA PROPUESTA DE SOLUCIÓN
baríamos en efecto que <<César>> no era un nombre propio genuino.
Una consecuencia de la doctrina wittgensteniana, aceptada y elu- La antinomia planteada por las dos teorías opuestas de los nom-
cidada por Russell en su período del atomismo lógico, es que lo que bres propios admite una posible solución. Podemos replantearnos la
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cuestión <<¿Tienen los nombres propios sentido?•• como «¿Los nom- respuesta a la más fuerte, y es esa forma más fuerte la que es crucial
bres propios implican predicados descriptivos?» o simplemente para decidir si un nombre propio tiene un sentido o no, como Frege
como «¿Hay proposiciones 9ue contengan un nombre propio como usaba la palabra. Según Frege, el sentido de un nombre propio con-
sujeto y una expresión descnptiva como predicado analítico?>>. Pero tiene el <<modo de presentación» que identifica el referente, y desde
esta cuestión tiene una forma más débil y otra más fuerte: la más luego un predicado descriptivo simple no nos provee de un modo de
débil, «¿Hay tales enunciados analíticos?••, y la más fuerte, <<¿Hay presentación (una descripción identificadora). Que Sócrates era un
enunciados analíticos donde el sujeto sea un nombre propio y el pre- hombre puede ser analíticamente verdadero, pero el predicado
dicado una descripción que sea suficientemente específica para iden- «hombre» no es una descripción identificadora específica de Só-
tificar uno y sólo un objeto (a partir de aquí llamada una descripción crates.
identificadora)?>>. Es característico de un nombre propio que sea Consideremos ahora la formulación más fuerte de la cuestión. Al
usado para referirse al mismo objeto en diferentes ocasiones. El uso menos dos consideraciones nos indinan a decir que puede haber algo
del mismo nombre en ocasiones diferentes presupone que el objeto parecido a una respuesta afirmativa. Primero, aprendemos a usar los
es el mismo; una condición necesaria de identidad de la referencia es nombres propios y se los enseñamos a otros sólo por ostensión o des-
la identidad del objeto al que se refiere. Pero presuponer que el obje- cripción y ambos métodos conectan el nombre al objeto sólo en vi.r-
to es el mismo a su vez presupone un criterio de identidad, esto es, tud de especificar características del objeto para distinguirlo de otros
presupone una habilidad por parte del hablante para responder a la objetos. Segundo, cualquiera que use un nombre propio debe estar
pregunta: «¿En virtud de qué el objeto en el tiempo 1, al q_ue se hace preparado para responder a la pregunta «¿Acerca de quién o qué
referencia mediante el nombre N, es idéntico con el objeto al que se estás hablando?», y las respuestas a esta pregunta, cuando son ade-
hace referencia mediante el mismo nombre en el tiempo t'? ». Para cuadas, tomarán la forma o de descripciones verbales identificadoras
decirlo de un modo más simple, «¿El objeto en el tiempo t es el o de presentaciones ostensivas del objeto. Ambas consideraciones
mismo qué que objeto en la ocasión 1'?» El hueco indicado por el qué sugieren una estrecha conexión entre la capacidad de usar el nombre
tiene que ser llenado por un término general descriptivo; es la misma y un conocimiento de las características del objeto suficientes para
montaña, la misma persona, el mismo río , etc. El término general distinguirlo de otros objetos.
aporta un criterio de identidad en cada caso. Esto nos da una res- .Pero ¿cuán estrecha es la conexión? Supongamos que pedimos a
puesta afirmativa a la pregunta más débil. Algún término general los usuarios de un nombre propio, por ejemplo «Aristóteles», que es-
está analíticamente vinculado a un nombre propio: el Everest es una tablezcan lo que consideran como los hechos establecidos y esencia-
montaña, el Misisipí es un río, De GauUe es una persona. Cualquier les ace rca de él. Sus respuestas constituirían un conjunto de descrip-
cosa que no sea una montaña no podría ser el Everest, etc. ; para ase- ciones identificadoras, y la totalidad de ellas sería la descripción
gurar la continuidad de la referencia necesitamos un criterio de iden- identificadora. Por ejemplo, Aristóteles era un griego; un filósofo ; el
tidad , y el término general asociado con el nombre proporciona el tutor de Alejandro Magno; el autor de la Ética a Nicómaco, de la Me-
criterio. Incluso si alguien quisiese sostener que De Gaulle podría taftsica, del De lnterpretatione; y el fundador de la escuela conocida
convertirse en un árbol o en un caballo y todavía ser De Gaulle, debe como el Liceo de Atenas. Aunque ningún elemento particular de
haber algún criterio de identidad. De Gaulle no podría convertirse estas descripciones está analíticamente ligado con el nombre <<Aris-
en cualquier cosa y seguir siendo todavía De Gaulle, y decir esto es tóteles», algún subconjunto indefinido de ellas lo está. Un erudito
decir que algún término o rango de términos está analíticamente re- clásico podría descubrir que Aristóteles nunca fue el tutor de Alejan-
lacionado con el nombre «De Gaulle». dro o que nunca escribió la Metaftsica; pero si un erudito clásico afir-
Una tentación es decir que, si continuamos llamando a un objeto mase haber descubierto que Aristóteles no escribió ninguna de las
«Everest», la propiedad de ser llamado <<Everest>>es suficiente para obras que se le atribuyen, que nunca tuvo ninguna relación con Pla·
garantizar que es el mismo. Pero el núcleo del análisis anterior es que tón o Alejandro, que nunca estuvo cerca de Atenas, y ni siquiera fue
estamos justificados al llamarle <<Everest>> sólo si podemos dar una un filósofo sino que de hecho era un oscuro pescadero veneciano del
razón para suponer que es idéntico a lo que solíamos llamar <<Eve- Renacimiento tardío, entonces el «descubrimiento» sería un mal
rest>> , y dar como razón que se llama «Everest>>sería circular. En este chiste. El conjunto original de Jos enunciados sobre Aristóteles cons-
sentido, al menos , los nombres propios tiene n en efecto «connota- titu.Ye el respaldo descriptivo del nombre en virtud del cual y sólo en
ciones». vinud del cual podemos enseñar y usar el nombre. Tiene sentido el
Pero la respuesta <<SÍ» a la cuestión más débil no implica la misma negar alguno de los miembros del conjunto de descripciones del por·
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tador del nombre, pero negar todos ellos es hacer desaparecer total- Este análisis de los nombres propios nos capacita para explicar
mente las precondiciones para usar el nombre. todas las dificultades surgidas en este artículo. ¿Cómo puede un
Para replantear este punto supongamos que tenemos medios in- nombre propio aparecer en un enunciado existencial? Un enunciado
dependientes para identificar un objeto. ¿Cuáles son, entonces, las tal como «Aristóteies nunca existió» establece que un número sufi-
condiciones bajo las cuales podría decirse del objeto <<Éste es Aristó- ciente, pero hasta ahora inespecificado de respaldos descriptivos de
teles»? Lo que se está sosteniendo es que las condiciones, los poderes «Aristóteles» son falsos. Sobre cuáles se afirme que son falsos no está
descriptivos del enunciado, son que un número suficiente pero hasta todavía claro, pues: el respaldo descriptivo de Aristóteles no es aún
ahora inespecificado de estos enunciados son verdaderos del objeto. preciso. Suponiendo que de las proposiciones de las que se cree que
En suma, si se prueba que no es verdadera de algún objeto indepen- son verdaderas de Aristóteles la mitad fueran de un hombre y la
dientemente localizado ninguna de las descripciones que los usuarios mitad de otro, ¿Diríamos que Aristóteles nunca existió? La cuestión
del nombre de ese objeto creen que son verdaderas de ese objeto, no está decidida de antemano. Esto significa que, en la medida en
entonces no hay ningún objeto idéntico al portador del nombre. Es que «Aristóteles» tenga un sentido, es mucho menos preciso que el
una condición necesaria para que un objeto sea Aristóteles que satis- de una descripción definida.
faga al menos alguna de estas descripciones. Éste es otro modo de Similarmente, es fácil explicar los enunciados de identidad usan-
decir que la disyunción de estas descripciones está analíticamente re- do nombres propios. «El Everest es el Jomolungma» establece que el
lacionada con el nombre <<Aristóteles>> -lo cual es una respuesta casi respaldo descriptivo de ambos nombres es verdadero del mismo ob-
afirmativa a la pregunta «¿Tienen los nombres propios sentido?>> en jeto. Si el respaldo descriptivo de los dos nombres, para la persona
su formulación más. fuerte. Debería advertirse entre paréntesis que que hace el enunciado, es el mismo, o si uno contiene el otro, el
la descripción «llamado Aristóteles>>, aunque tiene un status pecu- enunciado es analítico; si no, es sintético. El instinto de Frege iba por
liar, no es más crucial que cualquier otra descripción, porque es un buen camino al inferir del hecho de que hacemos enunciados de iden-
hecho contingente que Aristóteles fuese y sea llamado Aristóteles. tidad tácticamente informativos usando nombres propios que éstos
La respuesta, entonces, a la cuestión «¿Tienen los nombres pro- deben tener un sentido, pero estaba equivocado al suponer que este
pios sentido?>> -si esta pregunta quiere decir si los nombres propios sentido es tan claro como una descripción definida. Su famoso ejem-
son usados o no para describir o especificar características de obje- plo de «la estrella de la mañana -la estrella de la tarde», lo extravió
tos- es <<nO>>. Pero, si se pregunta si los nombres propios están o no aquí, porque, aunque el sentido de estos nombres está claro, estas
lógicamente conectados con características del objeto al cual se refie- expresiones no son nombres propios paradigmáticos, sino que están
ren, la respuesta es <<SÍ, de un modo laxo». en la lfnea fronteriza entre las descripciones definidas y los nombres
Algunos filósofos suponen que es una objeción a esta clase de ex- propios.
plicación el que la misma palabra es algunas veces usada como un
nombre para más de un objeto, pero esto es un hecho totalmente
irrelevante y no una objeción a esta explicación. El que diferentes LA IMPRECISIÓN DE LOS NOMBRES PROPIOS
objetos sean llamados «John Smith» no es más relevante para la cues-
tión <<¿Tienen los nombres propios sentido?» que el hecho de que Hemos visto que, en la medida en que pueda decirse que los nom-
tanto los asientos de los parques como las casas de finanzas sean lla- bres propios tienen un sentido, éste es impreciso. ¿Es la imprecisión
mados <<bancos» lo sea para la cuestión <<¿Tienen sentido los términos en cuanto a qué características constituyen las condiciones necesarias
generales?». Ambos «banco» y «John Smith» sufren de homonimia, y suficientes para aplicar un nombre propio algo que se deba a un mero
pero uno no demuestra que una palabra no tiene significado señalan- accidente, un producto de la dejadez lingüística? ¿O ésta se deriva de
do que tiene varios. las funciones que los nombres propios realizan? Pedir los criterios para
Esta solución es un compromiso entre Mili y Frege. Mili tenía aplicar el nombre <<Aristóteles» es preguntar de modo formal qué es
razón al pensar que los nombres propios no implicaban ninguna des- Aristóteles; es pedir un conjunto de criterios de identidad para el ob-
cripción panicular, que no tienen definiciones, pero Frege estaba en jeto Aristóteles. «¿Qué es Aristóteles?» y <<¿Cuáles son los criterios
lo cieno suponiendo que cualquier término singular debería tener un para aplicar el nombre "Aristóteles"?>> formulan la misma pregunta,
modo de presentación y por tanto, de algún modo , un sentido. Su la primera en el modo material y la segunda en el modo formal del
error estuvo en tomar la descripción identificadora que puede ser lenguaje. Así, si antes de usar e l nombre llegásemos a un acuerdo
sustituida por el nombre como una definición. sobre las características precisas que constituyen la identidad de
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Aristóteles, nuestras reglas para usar el nombre serian precisas. Pero convencional llamar a las chicas solamen te •Marta,.; pero, sí llamo a
esta precisión sólo se lograría a costa de que cualquier uso del nom- mi hijo «Marta>o, puedo estar generando confusión pero no mintien-
bre entrañase algunas cualidades especificas. En efecto. el nombre do. Y. desde luego. no todos los nombres propios paradigmáticos
mismo Uegaría a ser a su vez lógicamente equivalente a este conjumo son iguales con respecto a la naturaleza de su •contenido descripti-
de descripciones, pero, si este fuera el caso. estaríamos en la posición vo... Habrá, por ejemplo, una diferencia entre los nombres de la
d~ ser capaces de referirnos a un obje to sólo por medio de su descrip- gente viva donde la eüpaeidad del usuario del nombre pa.ra reconocer
CIÓn. De hecho. esto es precisamente Jo que la institución de Jos nom- a la persona puede ser una importante • descripción identificadora•,
bres propios nos permite evitar y lo que distingue Jos nombres pro- y los nombres de los personajes históricos. Pero el becbo esencial que
pios de las descripciones. Si los criterios para Jos nombres propios hay que tener en cuenta cuando se tratan estos problemas es que te-
fueran en todos los casos muy rígidos y específicos. entonces un nom- nemos la institución de los nombres propios para realizar el acto de
bre propio no seria más que una abreviatura de estos criterios y fun- habla de la referencia. La existencia de estas expresiones deriva de
cionaría exactamente como una descripción definida elaborada. nuestra necesidad de separar el hacer referencia de las funciones des-
Pero la peculiaridad e inmensa conveniencia pragmática de Jos nom- criptivas del lenguaje. Pero la referencia nunca aparece en completo
bres propios en nuestro lenguaje reside precisamente en el hecho de aislamiento de la descripción, porque sin descripción alguna la refe-
que nos capacitan para referimos públicamente a objetos sin estar rencia seria enteramente imposible.
forzados a plantear cuestiones y llegar a un acuerdo con respecto a
que características descriptivas constituyen exactamente la identidad
del objeto. Ellas funcionan no como descripciones. sino como per-
chas en las que colgar descripciones. Asl pues, la laxitud de los crite-
rios para los nombres propios es una condición necesaria para aislar
la función referencial de la función descriptiva del lenguaje.
Para establecer de modo diferen te el mismo punto, supóngase
que preguntamos: «¿ Por qué tenemos nombres propios?.. Obvia-
mentc ,_p~ra referirnos a individuos. «SI, mas también las descripcio-
nes defuudns podrlan hacer eso.» Pero sólo a costa de especificar las
condiciones de identidad cada vez que se hace la referencia. Supon-
gamos que decidimos abandonar «Aristóteles» y en sustitución decir
«el maestro de Alejandro». Entonces es una verdad lógica que el
hombre al que se refiere es el maestro de Alejandro -pero es un
hecho con tingen te que Aristóteles enseñara a Alejandro- (aunque
es un hecho necesario que Aristóteles tiene la suma lógica
-<lisyunción inclusiva- de las propiedades comúnmente atribuidas
a ~1).
Podemos clarificar algunos de los puntos expuestos en este anícu-
lo comparando los nombres propios paradigmáticos con nombres
propios degenerados como •el Banco de Inglaterra,.. Para Jos últi-
mos c;asos limite de nombres propios, parece que el sentido es dado
tan dtrectamente como en una descripción definida; las condiciones
del uso del nombre son obvias. Por otra parte, un nombre propio
p_uede a_dqui~r un uso rl~do sin tener la forma verbal de una descrip-
CIÓn: Dtos es ¡usto, ommpoten te , omnisciente por definición para los
creyentes. Para nosotros • Homero» simplemente significa «el autor
de la /liado y_la Odisto•. La forma puede confundirnos a menudo; el
Sacro l m~no Romano no fue ni sacro. ni romano, ni un imperio,
pero fue sm duda el Sacro Imperio Romano. De nuevo , puede ser

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