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EJEMPLOS DE INFORMES DE LECTURA

Ejemplo 1

Perspectivas actuales sobre el ingreso en las universidades públicas argentinas

Introducción

En noviembre de 2015, se promulgó la ley 27.204 la cual fijó la prohibición de la


implementación de cualquier tipo de arancel directo o indirecto en las carreras de grado,
garantizó la gratuidad de la educación universitaria pública y determinó el ingreso sin
restricciones para todo aquel que quiera seguir estudios superiores en esas casas de
estudios. Esta medida despertó una fuerte polémica entre quienes están a favor de ella y
quienes la rechazan o procuran cuestionarla.
Como consecuencia de ello, se han publicado diversos artículos que retoman el
debate acerca de si el ingreso irrestricto a la universidad pública argentina es una
alternativa acertada o debe ser revisada. Respecto de esta cuestión, el propósito de este
trabajo es comparar las posiciones y los argumentos de algunos de ellos. Se consideran
el posicionamiento que Alieto Guadagni asume en “Nuestra universidad desperdicia
recursos”; el que postula Héctor Masoero en “¿Gratuidad universitaria es sinónimo de
igualdad?” y la perspectiva que José Paruelo adopta en “Ingreso irrestricto y eficiencia”.
Los autores mencionados en primero y segundo término son miembros de la Academia
Argentina de Educación; el último de ellos es profesor de la UBA e investigador
superior del Conicet.
En relación con lo dispuesto por la ley, Alieto Guadagni afirma que la medida es
desacertada. De manera similar, aunque más moderado en sus apreciaciones, Héctor
Masoero considera que la gratuidad no es un derecho incuestionable para todos los
estudiantes y que debería revisarse. En oposición a ambos, José Paruelo sostiene que el
ingreso irrestricto no solo es una medida acertada, sino que su implementación implica
“darle una oportunidad a la igualdad”.
Para analizar cómo se fundamentan estas hipótesis, se tendrán en cuenta tres
aspectos temáticos en los que los autores se detienen: en primer lugar, el ingreso
irrestricto y su relación con la eficiencia; en segunda instancia, el ingreso irrestricto
como derecho y, por último, la relación entre costos y beneficios en los estudios
universitarios.

Ingreso irrestricto y eficiencia


Respecto de la eficiencia de las universidades, Alieto Guadagni manifiesta que los
exámenes de ingreso a la universidad que se aplican en países no capitalistas promueven
la dedicación al estudio y, por lo tanto, la hacen más eficiente. Para demostrarlo,
ejemplifica con el caso de Ecuador, cuya Constitución establece la gratuidad de la
educación universitaria para los estudiantes que aprueben un examen de ingreso y
demuestren responsabilidad académica. Según el autor, esta modalidad de acceso
favorece la retención y la graduación de los estudiantes, lo que incrementa su grado de
eficiencia. De igual modo, Masoero postula que los estudiantes que provienen de
escuelas privadas con alto nivel de exigencia no tienen la misma posibilidad de
graduarse que los que egresaron de escuelas secundarias públicas. Agrega que, si bien el
Estado debería garantizar la universalidad y obligatoriedad de la educación básica, esto
está lejos de cumplirse, lo que genera una alta tasa de deserción, y muchas dificultades
para permanecer y graduarse en la universidad, especialmente para los alumnos que
provienen de estratos socioeconómicos bajos. Todo esto, según Masoero, iría en
desmedro de la eficiencia universitaria.
Por el contrario, para José Paruelo, los que miden la eficiencia en términos de
costos y beneficios sostienen un modelo de educación superior que está orientado solo a
“producir” profesionales graduados, desde una perspectiva empresarial propia de los
años ’90. Paruelo considera que quienes defienden este modelo consideran que el
Estado debe asegurar la educación básica y que la educación superior es fruto del
esfuerzo individual del estudiante, de sus propios méritos. Sin embargo, según el
investigador, quienes adoptan esta posición desconocen que las diferencias sociales
dependen de factores que van más allá del esfuerzo personal (el contexto económico,
social, cultural e incluso geográfico del que provienen los estudiantes, por ejemplo).
Paruelo juzga que los que abogan por un ingreso restringido están equivocados porque
no hacen más que propiciar la creación de mecanismos que seleccionen a “los mejores”.
Para el autor, ese tipo de mecanismos no reduce la deserción ni aumenta la eficiencia,
por el contrario, solo potencia las desigualdades.

El ingreso irrestricto como derecho

En cuanto a la concepción del ingreso irrestricto como un derecho, Guadagni


considera que, gracias a ella, hay más alumnos universitarios en Argentina que en otros
países de Latinoamérica. No obstante, objeta que los índices de graduados en Argentina
son mucho más bajos que en esos países, por ende, el derecho al ingreso no solo no
garantiza que los estudiantes terminen sus estudios, sino que además implica un
“desperdicio de recursos” públicos. Asimismo, ante la nueva ley que pretende
“garantizar la igualdad de oportunidades” para todos los estudiantes, Héctor Masoero
considera que la gratuidad de los estudios universitarios no debe ser un derecho
incuestionable, ya que quienes pueden pagar por la universidad deberían hacerlo para
sostener con becas a quienes pertenezcan a sectores de la sociedad más desfavorecidos,
para que haya una mayor equidad.
En oposición con lo argumentado por los otros dos autores, José Paruelo adhiere
al modelo de universidad pública propuesto por la reforma universitaria de 1918, según
el cual la universidad, en tanto institución, debe cumplir tres funciones: generar
conocimiento, aprender/enseñar y extender los frutos del conocimiento a la sociedad.
Sostiene, también, que “permitir el ingreso a la universidad a todos es darle una
oportunidad a la igualdad”, es diversificar la composición social, las historias de vida,
las aspiraciones y las realidades culturales de todos los estudiantes. Para el docente, esto
asegura la igualdad tanto para los que provienen de secundarios pagos de barrios
cerrados como para los que provienen de escuelas no tan buenas.

Los costos y los beneficios de la gratuidad universitaria

Sobre la relación entre costos y beneficios en los estudios universitarios, Alieto


Guadagni argumenta que, en Argentina, el ingreso irrestricto genera pérdida de
recursos. Según el autor, esta medida no promueve que los estudiantes mal preparados
en el nivel medio mejoren esa situación. Para Guadagni, esto incide en los altos niveles
de abandono y en los bajos porcentajes de finalización de los estudios, lo que redunda
en un “desperdicio” de los recursos del Estado. Del mismo modo, Héctor Masoero
asegura que las universidades públicas son instituciones no aranceladas, pero no por eso
deben ser gratuitas. Aduce que mantenerlas gratuitamente representa una gran inversión
anual por parte del Estado nacional ya que la proporción entre los graduados y la
inversión anual arroja la suma de casi 500.000 pesos por cada estudiante que logra
finalizar sus estudios. Como sostiene el autor, la mayoría de los que abandonan sus
carreras “proviene de estratos socioeconómicamente bajos”, por ende, no habría una
verdadera equidad aun cuando el ingreso sea irrestricto.
Por su parte, José Paruelo contradice lo anterior al aducir que no se puede medir
la eficiencia de una universidad por la “producción” de estudiantes como si se tratara de
una “fábrica de tornillos” porque eso implicaría el resentimiento de las verdaderas
funciones de la universidad. Para el especialista, en una universidad pública que no
restringe el ingreso a los estudiantes, se puede asegurar la excelencia académica y, al
mismo tiempo, la austeridad en la distribución de los recursos económicos del Estado,
como lo demuestra la Universidad de Buenos Aires, institución de la que es graduado y
docente.

Conclusión
En conclusión, volviendo al interrogante que dio origen a este trabajo, se puede
decir que el debate sobre el ingreso irrestricto a las universidades públicas argentinas
sigue abierto, ya que hay quienes –como Alieto Guadagni– rechazan la medida por
considerar que, con ella, se desperdician los recursos públicos. Desde una perspectiva
semejante, están los que –como Héctor Masoero– proponen revisar la disposición para
que paguen un arancel los que puedan hacerlo. Finalmente, otros autores –como José
Paruelo– consideran que permitir el ingreso irrestricto es garantía de igualdad de
oportunidades.

Bibliografía
Guadagni, A. A. (8 de mayo de 2016). “Nuestra universidad desperdicia recursos”.
Clarín. Disponible en https://www.clarin.com/opinion/universidad-desperdiciarecursos_
0_VyCOjC8nl.html.
Masoero, H. (3 de marzo de 2016). “¿Gratuidad universitaria es sinónimo de
igualdad?”. La Nación. Disponible en http://www.lanacion.com.ar/1876121-gratuidad-
universitaria-es-sinonimo-de-igualdad.
Paruelo, J. (17 de mayo de 2016). “Ingreso irrestricto y eficiencia”. Página 12.
Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-299511-2016-
05-17htnl.
Ejemplo 2

Ciencia y sociedad. Aspectos éticos, políticos y epistemológicos de un debate


contemporáneo

Introducción

Si bien los orígenes de la ciencia pueden remontarse a la Antigüedad, es recién


durante el Renacimiento cuando, gracias a los desarrollos de Galileo Galilei, René
Descartes e Isaac Newton, se sientan las bases de la investigación objetiva de la
naturaleza. El pasaje de un modelo especulativo de la ciencia a uno experimental
provocó una enorme transformación en el modo de pensar y actuar del hombre, quien
comenzó a tomar por verdadero sólo aquello que pudiese verificar empíricamente. Los
avances que tuvieron lugar gracias a la utilización del nuevo método científico
derivaron, al fusionarse con la técnica, en el nacimiento de la industria moderna y la
tecnología. Ciencia, técnica y tecnología, en consecuencia, constituyen dimensiones de
la actividad humana que, en su conjunto, han dado forma al mundo y a la civilización tal
cual los conocemos en la actualidad.
Aunque ya nadie cuestiona la importancia de la ciencia y la técnica en la vida
contemporánea, la pregunta acerca del vínculo existente entre conocimiento, aplicación
y sociedad ha dado lugar a diferentes interpretaciones. Por este motivo, resulta
fundamental conocer las opiniones de diferentes especialistas en el tema.
En el presente informe, por consiguiente, nos proponemos estudiar el nexo que
existe entre la actividad científica y la sociedad. A tal efecto, consideraremos los textos
siguientes: “Acerca del concepto de riesgo en ciencia y tecnología”, del filósofo Mario
Albornoz; “Ciencia, tecnología y ética”, de la filósofa Silvia Rivera; “Anticiencia”, del
biólogo Ricardo Cabrera; “Qué es la ciencia y por qué debería importarnos”, del físico
Alain Sokal; y “Filosofía de la ciencia”, del físico y filósofo de la ciencia Mario Bunge.
Los criterios que utilizaremos para reflexionar sobre el tema y comparar los textos de
los autores serán, en primer lugar, el problema de la autonomía de la ciencia; en
segundo término, la relación entre ciencia y poder; por último, el vínculo entre actividad
científica y ética.

Ciencia y tecnología: ¿actividades independientes?

La ciencia, la técnica y la tecnología constituyen tres ámbitos de la actividad


humana muy ligados entre sí, pero de características diferentes. Tradicionalmente, la
ciencia hace referencia al interés del hombre por conocer y comprender la realidad que
lo rodea, mientras que la técnica y la tecnología aluden a la voluntad humana de
transformarla. Si bien hay un acuerdo general en admitir un vínculo entre ambos
campos –el de la investigación y el de la aplicación–, existen diversas posturas respecto
del grado de autonomía e independencia de cada uno de ellos.
Para Silvia Rivera, pensar que la ciencia constituye un momento puramente
teórico, separado de su aplicación práctica, no es más que una “ilusión” sustentada en el
enfoque cientificista de la epistemología tradicional. Para sostener su afirmación, la
filósofa argumenta que ninguna actividad científica está motivada exclusivamente por la
búsqueda “pura” de la verdad en la medida en que la ciencia se desarrolla en contextos
institucionales atravesados por diferentes intereses –políticos, económicos, etc.– que
orientan sus investigaciones. Por este motivo, Rivera propone superar la oposición
clásica ciencia/tecnología y fusionar ambos conceptos en el de “tecnociencia”, término
que reconocería la dimensión esencialmente práctica de la investigación. Una postura
similar es sostenida por Mario Albornoz, quien plantea que la idea según la cual la
ciencia es una esfera autónoma que se guía a sí misma en la búsqueda desinteresada del
conocimiento no es más que una “creencia”. Al respecto, señala que tanto los fondos
que manejan los científicos como las metas que se les imponen mantienen un vínculo
estrecho con decisiones políticas, siempre preocupadas por la aplicación práctica del
conocimiento.
Contrariamente a las posturas reseñadas, Mario Bunge enfatiza que investigación
científica y aplicación del conocimiento son dos instancias fundamentalmente
diferentes. Para el autor, “la ciencia estudia el mundo, en tanto que la técnica diseña
maneras de modificarlo haciendo uso de trozos de conocimiento científico”. Por este
motivo, en su artículo critica tanto a los filósofos que repiten la “confusión vulgar” entre
ciencia y técnica como a los “presuntos sociólogos de la técnica que hablan de
ʻtecnocienciaʼ”. De modo semejante, Alain Sokal destaca que la ciencia constituye una
visión del mundo tendiente a alcanzar un conocimiento preciso de la naturaleza y la
sociedad mediante la utilización de la razón, la observación y el empleo de una
metodología caracterizada por el espíritu crítico y la experimentación. De acuerdo con
este propósito, la indagación científica se desarrolla con independencia de cualquier
posible uso. De igual manera, Ricardo Cabrera subraya que la actividad del
investigador, en tanto se orienta única y exclusivamente a la búsqueda del
conocimiento, se desarrolla al margen de las potenciales aplicaciones de sus
descubrimientos.

Ciencia, capitalismo y transformación social

Al igual que cualquier otra actividad, la ciencia se desarrolla en el contexto de una


sociedad atravesada por tensiones sociales y políticas. Como veremos a continuación,
existen distintas opiniones acerca del rol que la actividad científica cumple en relación
con el poder en el marco de un sistema capitalista.
De acuerdo con Albornoz, la ciencia no posee por sí sola la capacidad de producir
transformaciones sociales y políticas. Apelando a los aportes de diferentes intelectuales,
el autor declara que, en una sociedad capitalista, tanto la ciencia como la tecnología han
favorecido la formación de monopolios, el aumento del desempleo y la concentración
de la riqueza. Para Albornoz, muy lejos de fundar una racionalidad democratizadora, la
actividad científica, convertida en fuerza productiva bajo el capitalismo, reproduce las
relaciones sociales existentes. De igual manera, Rivera señala que los modos de
producir, comunicar y aplicar conocimientos se vinculan a intereses de minorías
poderosas. En este sentido, la autora apunta que el “cientificista” –es decir, el
investigador que pretende desligarse de los problemas sociales y políticos que despierta
su actividad– se convierte en “un agente de la desnacionalización y la dependencia”.
Por el contrario, Alain Sokal afirma que “las implicancias de tomarse seriamente
una visión del mundo basada en las evidencias es bastante más revolucionario de lo que
la gente piensa”. Para validar su idea, argumenta que a lo largo de la historia el
escepticismo científico “ha jugado el rol del intelectual ácido que, lentamente, disuelve
las creencias irracionales que legitimaban el orden social y a sus supuestas autoridades,
sean ellas del clero, la monarquía, la aristocracia o las autodenominadas razas o clases
superiores”. Asimismo, Cabrera sostiene que “la verdad, la razón y la objetividad son –
por sí solos– valores dignos de ser defendidos y protegidos” y que no puede renunciar a
ellos quienquiera que se proponga lograr un mundo justo e igualitario. En franca
polémica con Albornoz y Rivera, expresa que “no faltan trasnochados que dicen que la
ciencia es una herramienta de dominación imperialista, un producto burgués, machista,
una forma de ideología capitalista, que se impone y legitima por vías hegemónicas
como tantos otros productos culturales de occidente”. Para el biólogo, puesto que
“conocer es necesario para cambiar”, la investigación científica resulta una herramienta
fundamental para la transformación del mundo.

El problema ético en la actividad científica

La ciencia y la tecnología han proporcionado innumerables beneficios a la


sociedad. Sin embargo, muchos de sus adelantos han desatado intensos debates.
Cuestiones como la investigación con células madre, la fertilización, la clonación o el
uso de transgénicos constituyen verdaderos desafíos éticos que reclaman la reflexión no
sólo de la comunidad científica sino de toda la sociedad. Sobre este tema, los autores
consultados presentan diferentes opiniones.
Según Rivera, tanto la ciencia como la tecnología deben ser objetos de reflexión
ética. Para la autora, la separación entre investigación y aplicación deja de lado la
consideración moral respecto de aspectos tan importantes como el tema a investigar, el
método y los diseños experimentales. Paralelamente, Albornoz sostiene que, aun a pesar
del conjunto de evidencias que muestran que la ciencia, durante el siglo XX, fue
movilizada para fines inmorales como la guerra, “se instaló la ficción de que la
investigación básica tiene de por sí una capacidad curativa de los males morales”.
Asimismo, denuncia que la insistencia de algunos científicos en argumentar a favor de
la pureza y libertad de la ciencia esconde su irresponsabilidad por las consecuencias y
efectos de sus investigaciones, ejemplos de los cuales serían los desastres nucleares, los
derrames de petróleo y el calentamiento global.
De manera contrapuesta, Sokal postula que en la instancia de investigación
científica “intencionalmente quedan descartadas las cuestiones éticas, estéticas, de
propósitos finales y demás”, aspectos que escaparían al interés principal de la ciencia.
De igual manera, Mario Bunge sostiene que la investigación no entraña en sí misma un
peligro, sino su utilización por parte de la técnica. En este sentido, denuncia que quienes
se han dedicado a señalar los problemas del avance tecnológico adoptaron una postura
“tecnófoba” en lugar de estudiar su uso indebido y los mecanismos posibles de control.
Para el autor, “no estamos destinados a beneficiarnos ni a perjudicarnos con ninguna
creación humana. El que ocurra lo primero o lo segundo depende exclusivamente de
nosotros mismos”.

Conclusión

En el presente trabajo hemos reflexionado acerca de las relaciones entre las


diversas esferas de la actividad científica y su vínculo con la sociedad, desde la
perspectiva de cinco especialistas sobre el tema.
Como pudo observarse, en relación con el primer aspecto estudiado, tanto Rivera
como Albornoz cuestionan la idea de que la ciencia constituya una actividad autónoma,
al margen de su aplicación; Bunge, en cambio, postula que asimilar ciencia y técnica
obedece a una confusión o error conceptual; asimismo, tanto Cabrera como Sokal
destacan el carácter racional y experimental del conocimiento científico y rechazan un
vínculo inmediato con su posible utilización.
Con relación al segundo aspecto, Albornoz plantea que la ciencia mantiene un
nexo indisoluble con los sistemas capitalistas y señala los perjuicios que esto ocasiona a
la sociedad; Rivera, en consonancia, manifiesta que la actividad científica responde a
intereses de minorías poderosas. Por el contrario, Sokal atribuye a la ciencia un rol
revolucionario en el cuestionamiento del orden social y Cabrera plantea que la búsqueda
científica de la verdad contribuye a la creación de un mundo más justo; Bunge, según
hemos visto, no se pronuncia al respecto.
Por último, en relación con el tercer aspecto, Albornoz y Rivera coinciden en la
necesidad de una regulación ética tanto de la ciencia como de la tecnología;
contrariamente, Bunge sostiene que la ciencia no representa en sí misma un peligro y
Sokal plantea que la ciencia debe prescindir de la ética en su búsqueda del
conocimiento; Cabrera, por su parte, no aborda explícitamente esta cuestión.
En síntesis, podemos decir que las opiniones de los autores referidos a lo largo del
informe delinean, en términos generales, dos miradas contrapuestas sobre la ciencia y la
tecnología: la primera, esbozada por Rivera y Albornoz, fundamentalmente crítica y, en
cierto sentido, pesimista; la segunda, representada por Bunge, Sokal y Cabrera, de
carácter optimista y con escasos cuestionamientos acerca del quehacer científico. De
acuerdo con lo estudiado, puede observarse que existen amplios y profundos debates
referidos a la ciencia que resultan de vital importancia en la sociedad contemporánea.

Bibliografía
Albornoz, Mario (2011). “Acerca del concepto de riesgo en ciencia y tecnología”. Voces
en el Fénix. Año II, n° 8. Agosto.
Bunge, Mario (1998). “Filosofía de la técnica”. La Nación, 26 de noviembre de 1998,
Opinión.
Cabrera, Ricardo (2011). “Anticiencia”. EXACTAmente. Revista de divulgación
científica. Año XVIII, n° 47.
Rivera, Silvia (2011). “Ciencia, tecnología y ética”. Voces en el Fénix, año II, n° 8.
Agosto.
Sokal, Alain (2011). “Qué es la ciencia y por qué debería importarnos”. EXACTAmente.
Revista de divulgación científica. Año XVIII, n° 47. Abril de 2011.
Ejemplo 3

La historia y la memoria

Según las reflexiones de Paul Ricoeur en La memoria, la historia y el olvido (2004)


podría señalarse que una diferencia fundamental entre la historia y la memoria es el
carácter esencialmente escritural de la primera en contraposición con la variedad de
soportes que conforman la segunda. En palabras de Ricoeur (2004: 307): “La historia es
totalmente escritura: desde los archivos a los textos de los historiadores, escritos,
publicados, dado para leer”. Más allá de esta diferencia inicial, el mismo autor señala
otra fundamental: mientras la memoria trabaja trayendo el pasado al presente, la historia
trata de tomar distancia con ese pasado. Ambas buscan la representación de una cosa
ausente ocurrida antes a través de una rememoración activa del pasado. La diferencia en
este punto es que la historia plantea esta rememoración como una reconstrucción, no
como una vuelta del pasado al presente. En consecuencia, la historia se presenta como
una instancia crítica frente al pasado y la memoria tiende a interpretarlo con las
categorías y desde el punto de vista del presente. Pese a la contradicción básica, existe
una relación de mutua necesariedad entre ambas. La memoria es una fuente
fundamental y la matriz de la historia–sobre todo la contemporánea–, y, a su vez, tiene
la capacidad de absorber y hacer circular las interpretaciones de la historia. En este
sentido, se trata de una relación compleja y conflictiva entre dos formas de
representación e interpretación del pasado.
Desde una perspectiva similar Joël Candau (2002) plantea una serie de diferencias entre
las historias académicas contemporáneas y las memorias sociales. Mientras las primeras
apuntan a la precisión en la reconstrucción del pasado y sostienen un aparato crítico
para lograr ese objetivo, las segundas solo procuran que las interpretaciones que
realizan resulten verosímiles para los grupos sociales que las sostienen. Por ello la
preocupación de la historia debe ser la recuperación de la lógica con la que se movieron
los agentes históricos y la de la memoria, establecer una reconstrucción de los
acontecimientos atravesada por los sentimientos y las emociones. A partir de estas dos
maneras de establecer las relaciones entre diferentes hechos del pasado y de estos con el
presente, la historia legitima sus interpretaciones y las memorias se presentan como un
componente fundacional de las identidades colectivas.
Pese a estas diferencias significativas, existe un componente constituyente común entre
ambas que es la centralidad de la narración en sus interpretaciones del pasado. El
filósofo fe la historia Hayden White (2003, 2010) señala las similitudes entre los relatos
de ficción y los históricos, y la importancia de la retórica en las explicaciones de los
historiadores. Con una postura semejante, Paul Ricoeur (2004) recalca que los límites
entre la historia como representación de un ausente anterior y la ficción como
representación de un ausente imaginario pueden volverse lábiles. De manera similar, la
apelación a las imágenes convocadas por las figuras retóricas se acerca al modo como
los recuerdos se manifiestan en la memoria.
El abordaje del pasado a través de discursos que tienen semejanzas formales pero
objetivos y metodologías diferentes establece necesariamente una competencia entre los
dos tipos de interpretación. Los relatos de la memoria se presentan como el fundamento
de la construcción de identidades colectivas, mientras que los historiadores
contemporáneos buscan realizar un análisis de la conformación de esas identidades.
Sobre la base de esta contradicción, la historiografía adopta una postura que cuestiona
muchas veces las lecturas que hacen discursos sobre el pasado que tienen una difusión y
una repercusión mayor que los de la historia académica. […]
Más allá de las posturas académicas, las sociedades contemporáneas multiplican las
reconstrucciones del pasado. En una época en que las identidades colectivas se debilitan
y parecen estar en crisis constante, crece el interés por las lecturas de diversos aspectos
del pasado. Por ello proliferan las obras ficcionales, periodísticas o autobiográficas, que
intentan darle un único sentido a un pasado del que abundan documentos y parece
cercano, pero se abre a infinidad de interpretaciones subjetivas. Dentro de este contexto,
los medios audiovisuales ocupan un lugar central. […]

Aprea, G. (2015). Documental, testimonios y memorias. Miradas sobre el pasado


militante. Buenos Aires: Manantial, pp. 36-39. Fragmento.

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