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“MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES CUADERNOS DE BUENOS AIRES BREVE HISTORIA DEL CARKAVAL PORTERO ete eres bes festejos. came- vatesces en el viejo Buenos Kiros? 0x¢ épocas de Incinien- by ee dechsaciéa experimen- terra a Io largo de los aes? d0re kecia ta gente, en estas feckas? Tal, es sictesis, el tema que ectes Exige H. Poccia, en wrsaictessemente evocadora, ea ests chra de [a serie “Cua derzes de Brepes Aires”. Y asi 3 _estn co fneron evolu- cea bas formas de diversion 1 ts gastos de las gentes des- aqalles aiejos tiempos de ta gehermacisn de Vértiz en que, a beztes cerradas, se iniciara ta cextate de los bailes de Kesar, festa axestros dias, vase ciertamente por las épo- xs de ba intependencia, ef go- eens de esas, los tiempos de fa Gran Aldea, la décade finise- acta y Es ais jévenes del G3 TL ex sa coborte de cor. S, experess, orfeones, mur sos y Kees famosos. Toda una ees eee uizés nos deje un rest expe —come todo lo ge ys pes, pero que sin ab rete af lector, y posi- ener: —y nis de una ver— peer @ sopresa. ‘ABLIOTECA MUN. E. EGHEVERRIA-PERU 130 30 | i ge foe (s hover vine a ec fie € is CUADERNOS * [DE BUENOS” AIRES Win Ge Vo errs “Uo vorcecion | XY | HA ot MUNICIPALIDAD : DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Intendente Municipal Gral.‘de Brig. (R.E.) JOSE EMBRIONI Secretario de Cultura Tte. Cnel. (R.E.) ANTONIO MONTELL Director de Bibliotecas Municipales Dr. JULIO RAUL LASCANO CUADERNOS DE BUENCS AIRES XLVE ENRIQUE H. PUCCIA BREVE HISTORIA DEL CARNAVAL PORTENO 1974 Primera edici6n: Afio 1974 LA PORTADA: “LA MURGA DEL ZAPATERO”. (Tomada de una litografia original de Enrique de Larranaga) | i ( EL CARNAVAL EN LA COLONIA Y EL VIRREINATO cedo, a Ja sazén Gobernador de: Buenos Aires y més tarde segundo virrey del Rio de Ja Plata, implants los bailes de carnaval, segin dacires, en locales cerrados. En esta forma, al oficializarse las reuniones, se prohibian de paso las manifestaciones callejeras, que no siempre guar- daban la debida moralidad. Conviene seialar que ya en setiembre de 1770, ante los escéndalos que se producian en los bailes donde inter- venfan Jos esclavos, Vértiz mandé promulgar un bando por el cual de- cretaba Ja prohibicién de “los bayles que al toque de tambor acostumbran Jos negros..."; ".. todo vajo la pena de doscientos azotes y un mes de barraca a los que contrabiniesen”. Ademés de los bailes enunciados, solian realizarse en Ja ciudad otvos géneros de diversiones, en los cuales participaba toda la gente honest, siempre que mediaran circunstancias excepcionales para su organizacién. Por ejemplo, con motivo-del nacimiento del “principe” en Espafia, el 13 de marzo de 1664 ¢l Cabildo Mevé a cabo, durante tres dias, corridas de dos y juegos de'cafia; y para que ninguna persona se excusara de asistir a Jos actos programados, dispuso que los vecinos que permane- ciesen en sus casas durante el desarrollo de los festejos, debfan pagar cincuenta pesos de multa. En esa oportunidad, “las muchas Iuvias y cl mucho barr impi- dieron la imdscara y el paseo que se habia resuclto hacer”. En un acta posterior del Cabildo se expres6 que, llevado a efecto el “regocijo” mas adelante, resulté brillantisimo, De tal acontecimiento quedé una colo- rida descripcién: “La noche anterior hubo juegos y luminarias en Ja ciudad. Los cabildantes, con lo més lucido del pueblo, hicieron una mascarada que tuvo gran lucimiento, Luego los mercaderes y capitanes dle mar de Jos navios hicieron otra mascarada con costosa gala y librea, Y, por ultimo, los artesanos de todos los oficios celebraron sus saraos y danzas. Los indios y negros hicieron también sus festines en camisadas de noches que duracon mds de ocho dias”. N UE en el aio 1771 cuando cl mexicano Juan José de Vértiz y Sal- Tornando a aquellas medidas dispuestas por Vértiz, cabe decir que en Buenos ines, al igual que en otras ciudades, el canaval era motivo de bailes y mascaradas, ocurriendo, aunque no'a menudo, algunos es- pecticulos y excesos magnificados por la mojigaterfa de cicr haciéndose cruces, los Tlevé a conocimiento del rey. gente que, El monarca se apresuré a enviar al gobemador dos wales érdenes, el 7 y el 14 de enero de 1773, por las cuales prohibia tos bailes y le encargaba que tratase de dominar el “escandaluso desarreglo de ‘cos tumbres” que, a juicio de ciertas personas, se evidenciaban en la ciudad, Vértiz, dando pruebas de su caracter enérgico y decidido, aun den- tro de su acatamiento a las leyes y respeto al soberano le contests el 26 de abril de 1774, Expresaba que tal como se estilaba bailar en Es- paiia, suponfa él que podia bailarse en Buenos Aires, “sugetando ast las dibersiones en Casas particulares y de muchas Familias que se retiraban al campo a un punto de vista de todas las reglas y precaucio- nes de asegurar un decente y honesto caso”; pero que ya habla adop- tado las medidas pertinentes para hacer efectiva la\prohibiciin de. Ios bailes; y en cuanto a los escindalos denunciados, se Jamentaba de ta- les procedimientos, manifestando: “Siendo notoria mi propensién a lo justo y constante mi anhelo en desterrar todos los abusos de que puede originarse agin desarreglo, procurando siempre establecer aquellos me dios, que eviten, su continuacién en adelante, no haya influido en los ynformantes este mismo conocimiento, para no escasearme ta noticia de tanto desorden. ..”. Terminaba diciendo Vértiz: “Se puede sin violencia inferi que vajo de un aparente celo por Ja honra de Dios, se han pro- puesto los Authores de dichas Cartas ocultar los particulares fines que verdaderamente les influyen; siendo cierto que dedicado yo por preciso dlesempento de mi obligacién de evitar los pecados pblicos, ino he dis. tinguido tanta depravacién de costumbres”?, Por lo que se infiere, el gobernador de Buenos Aires “no se anda- ba por las ramas” para desmentir ante el monarca el malicioso correo de los chismosos y el exceso de puritanismo de otros. Sin embargo, el 16 de diciembre de 1774 Carlos Il firmé una Real Ordenanza por la cual imponia el cese de los bailes de carnaval, alegando que munca los habia autorizado en sus posesiones de las In. dias. Esta determinacién fue dada a conocer en Buenos Aires en 1775. Posteriormente, ya en época del virreinato, ante los reiterados al- borotos que se originaban, don Pedro de Cevallos se vio obligado a pro- nunciat un bando prohibiendo los festejos de camaval; expresaba. en él que “conviniendo remediar este desorden con el presente prohibo los dichos juegos de Camestolendas, encargando su celo a todas las jus- ticias, Cabos militares y patrullas, y a quien contraviniere este mandato se le castigard a mi atbitrio y como corresponda”. Continuaba. signifi- cando el bando expedido, que “el desorden que en el tiempo dé los -~8~ camavales se experimenta poco més o menos en otros lugares ha to: mado en pocos anos a esta parte tal incremento en esta ciudad, que es: pecialmente los tres ultimos dias Hamados de Carestolendas, se hace fastidiosa su habitacién; porque en ellos se apura la groseria de echarse agua y afrecho, y ain muchas inmundicias, unos a otros, sin distincién de estados ni sexos, Hegando a tanto el desenfreno, que ni ain en su casa esta el mas recogido, ni la sefora mas honesta a cubierto de un insulto porque suelen introducirse cuadrillas de hombres y mujeres dis- frazadas, y muy proveidas de huevos y otras menudencias arrojadizas, con que en tono de gracejo, muy despieciable, acumeten a Jas personas mas retiradas y el concurso de gente ruin que acompaia a estas cuadri- Mas, roban_ y rompen los muebles, después de dejar muy mal trazadas y tal vez heridas las personas de los duenos. ..”. Fue después de Cevallos cuando Vértiz, ya Virrey, considerando a suma necesidad de construir un teatro acorde’con la importancia de “la capital de este Virreynato”, encomendé a Francisco Velarde tal tarea, visto que éste habia elevado a su consideracién el proyecto de habilitac “un coliseo estable, similar a las casas de comedias de Espaia”. * La Rancherfa, Hamada pronto asi por tratarse de un enorme gal- pén de madera y paja ubicado en el actual cruce de las calles Pert y Alsina, fue inaugurada en 1783 y resulté la primera de Jas construc- ciones destinada a Jas representaciones teatrales. Hasta entonces sdlo se habian ofrecido espectaculos de esa indole en 1723, en que se pre- sentaron comedias para celebrar los desposorios de dos principes reales; en noviembre de 1747, con motivo del advenimiento de Fernando IV, brindandose “La vida es suefio” de Calderén de la Barca, y “Primero es Ja honra”, de Moreto, estando los papeles protagénicos a cargo de los militares del presidio; Juego, en el Fuerte, por una compaiia de indios Gpistanlca ea cnadoelvar Ie jaiagae ada) eel eaaee que se lamé “Corral Portefio”, en Ja calle Santa Lucia Choy Sarmiento), a pocas cuadras de la Plaza Mayor, y en cuyo rudimentario tablado’ se oftecian primarias comedias y entremeses, actuaban “tocadores de gui- tarras" y se cantaban tonadillas con frases maliciosas y de sentido equi- voco, acompaiiadas con gestos y contorsiones que las tornaban atin mas procaces, como aquélla que decia: “Déjame, deseo, que me bamboleo... También se ofrecieron esporadicas_representacion de La Merced, San Francisco y Santo Domingo. Aparte de la finalidad educativa que se perseguia con la creacién del teatro, teniase en cuenta el lado humano y prictico del proyecto, pues las recaudaciones se destinaban al sostenimiento de la Casa de Ex- pésitos, fundada por el mismo Vértiz. El sistema de iluminacién de La s en los atrios

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