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LA INFLACION Y SU IMPACTO SOCIAL EN BOLIVIA

Un análisis evolutivo: Período 1980-2015

Introducción

La inflación ha sido uno de los problemas estructurales para la economía de los países
latinoamericanos y porque no decirlo también de los norteamericanos y europeos; en un
problema de muchas aristas, su análisis demanda una análisis acucioso, se puede analizar
desde diferentes ángulos, como la inflación y sus efecto en las empresas, exportaciones,
crecimiento económico, pero tratándose de la materia de microeconomía con la presente
monografía se pretende abordar una perspectiva de sus impacto económico social en
sociedad y las empresas.

En una primera sección se aborda una justificación, seguidamente en otra los objetivos del
presente estudio, en la siguiente sección Marco Referencial, se realiza una exposición y
análisis de lo que significa la inflación, tipos de inflación, efectos y los métodos para
controlarlo, seguidamente en esta misma sección se expone una descripción de la evolución
histórica de la inflación en Bolivia , posteriormente para terminar esta sección se incluye un
Marco Conceptual para precisar ciertas definiciones importantes y finalmente se concluye
el presente trabajo monográfico con las conclusiones y recomendaciones.

Según el Fondo Monetario Internacional la inflación es el principal problema para muchos


países por sus implicaciones para la estabilidad económica y financiera, y también por sus
implicaciones políticas. Bolivia está en la categoría de países fuertemente afligidos por la
inflación y es el segundo país más inflacionario de América Latina, después de Venezuela.
La inflación que está sufriendo desde el último trimestre de 2006 parece ser de una nueva y
más insidiosa variedad; no se debe al financiamiento con emisión monetaria de altos déficit
fiscales, como era típicamente el caso en el pasado, sin desconocer que factores fiscales
contribuyen a su propagación.
Que la inflación es una de las peores enfermedades que afecta a la estabilidad social no
cabe duda, bastaría recordar que el presidente Hernán Siles Zuazo tuvo que acortar su
mandato presidencial ante la incontrolable subida de los precios o que el presidente chileno
Salvador Allende perdió la vida a causa de este mal. Aunque estos hechos, como todos los
procesos inflacionarios, generaron un gran sufrimiento, cabe anotar que tuvieron un
favorable efecto pedagógico, especialmente en ciertos ambientes tanto académicos como
políticos, que por fin entendieron que existe una robusta relación positiva entre la cantidad
de dinero y las variaciones de los precios, así como también que la política monetaria es
inefectiva para cerrar las brechas del producto.

No debe extrañarnos que ante un importante crecimiento de la base monetaria por efecto de
un significativo flujo de dólares al país, la cantidad de dinero se incremente y los precios
sean presionados hacia arriba, lo extraño es que los precios no hubiesen aumentado en
mayor proporción. Lo cierto, en el caso de Bolivia durante los últimos años, es que el
Banco Central actuó aplicando políticas de esterilización, al unísono que la banca privada
coadyuvó a dicha política contractiva, sin embargo, lo más importante es que los agentes
privados decidieron recomponer su cartera, lo que se tradujo en una reducción de la
velocidad de circulación.

El error de análisis por parte de varios economistas activistas seguidores de la tradición


keynesiana, es que, hechizados por las funciones del dinero como medio de pago y reserva
de valor, todavía consideran que la riqueza y el dinero son conceptos sinónimos, de donde
concluyen que el Estado puede resolver todos los problemas simplemente emitiendo
billetes.
Entrando al tema que ahora nos ocupa anotemos que ya hace más de medio siglo Hazlitt
(1946) señalaba: “La inflación no es en el fondo más que una forma singular de tributación.
Quizá la peor, ya que de ordinario exige más de quienes cuentan con menores posibilidades
económicas”.

1. Justificación
2. Planteamiento del Problema

3. Objetivos

3.1 Objetivo General

3.2 Especifico

4. Marco Teórico-Conceptual

4.1 Análisis histórico de la Inflación en Bolivia

Este mal económico está definido como el alza continua y persistente del conjunto de
precios, que se denomina nivel de precios, y que es una suma promedia ponderada de todos
los precios. Lo que mide la inflación es la variación que se produce en este nivel de precios
entre periodos y que puede ser para cada mes y para cada año.

La inflación caracterizó el comportamiento de todas las economías nacionales durante el


siglo XX. Se dieron algunos casos extremos de elevadas tasas de inflación en algunas
naciones y que se les denomina hiperinflaciones, y casi todas ellas como consecuencia
de guerras internacionales. En la segunda mitad de ese siglo, la inflación promedia del
mundo estuvo en el orden del 9 por ciento anual y como resultado de un 4.2 por ciento
promedio en los países industrializados y del 18.4 por ciento en los países denominados en
desarrollo.

En lo que va corrido de estos primeros años del siglo XXI, la inflación en el mundo se ha
reducido significativamente ubicándose en un nivel del 3.8 por ciento como promedio
anual, y como resultado de un dos por ciento en los países industrializados y del 5.8 por
ciento en los países en desarrollo. América Latina también pasó a tener una inflación de un
solo dígito y del orden del 8.2 por ciento como promedio anual.

Empero en los dos últimos años la inflación ha tomado impulso en todas partes. El
promedio mundial alcanzó al 4.8 por ciento el año 2007 y en América Latina alcanzó un 8.4
por ciento. Y para el año 2008 el ritmo de inflación en los Estados Unidos está superando el
cinco por ciento anual y en América Latina está en el orden del 12 por ciento anual.

4.1.1. La inflación en Bolivia

Bolivia, como la mayoría de los países latinoamericanos, se ha caracterizado por vivir en


crónica inflación, a momentos aguda. Se puede ubicar el inicio de esta inflación en la
“Guerra del Chaco” que protagonizaron Bolivia y Paraguay en los años 30 del siglo recién
pasado. Luego de la revolución nacional de 1952 también se desencadenó un fuerte proceso
inflacionario, en los años 1954 y 1955, y que llevó a imponer un clásico programa de
estabilización a fines del año 1956, que tuvo éxito, hasta los años 80, con un intervalo
(1973-1974) de descontrol. Se puede afirmar que Bolivia siempre vivió con inflación.

El indicador más conocido que mide el comportamiento de los precios de las economías
nacionales es el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que como su nombre señala mide
el comportamiento de los precios de los bienes de consumo. Cuando este índice se
incrementa periodo tras periodo, entonces, se dice que hay inflación. Por este motivo, cada
mes se informa a la gente la variación de este índice y que indica la tasa de inflación
mensual.

4.1.2 La Hiperinflación

La hiperinflación boliviana de los años ochenta, sin embargo, no fue a causa de una
conflagración bélica, por lo cual se ha ubicado en la historia económica mundial, hasta ese
momento, como la primera hiperinflación en América Latina y en tiempos de paz.4 Este
fenómeno se dio por dos causas fundamentales, la una externa y la otra interna.
La causa externa devino porque a mitades de los años 70 el país tuvo
un ingreso importante de recursos externos, tanto por el aumento de
exportaciones como por un aumento inusitado en el endeudamiento
externo, que generó una creciente demanda interna de bienes y servicios,
que fue satisfecha con importaciones. Pero esto duró poco y para fines
de esa década habían desaparecido esos recursos por lo que la demanda,
siempre expansiva, comenzó a traducirse en mayores ritmos de
inflación. La causa interna está explicada porque los gobiernos, ya
desde fines de los años setenta, no pudieron administrar ni frenar la
expansión de la demanda interna y, por el contrario, la expandieron mucho más, en
particular el gobierno del Presidente Hernán Siles Zuazo
que se hizo cargo del mismo a fines del año 1982.
El gobierno del Presidente Siles Zuazo, en lo económico, pasó
a la historia de Bolivia por haber sido el que desencadenó la más grave
inflación que Bolivia había registrado en toda su vida republicana, con
todas las consecuencias negativas que ello implicó, en la producción
y en la distribución de la riqueza y del ingreso. Uno de los daños que
ocasiona cualquier inflación, por baja que sea, es la distorsión de los
precios; no todos se incrementan al mismo tiempo y al mismo ritmo.
Esto engendra que toda la estructura de precios, que históricamente
se construye, en un santiamén se distorsiona completamente, con lo
que la actividad económica conlleva una asignación no eficiente de
los escasos recursos.
El gobierno del Presidente Siles Zuazo ignoraba completamente
el periodo económico por el que la economía mundial atravesaba y,
también, Bolivia, al momento de hacerse cargo de las riendas del
gobierno nacional.
A mediados del año 1982 había estallado la crisis de la deuda
externa latinoamericana, cuando México entró en default. Este hecho
se tradujo en que abruptamente el capital externo que había sido
generoso en su ingreso a la región, en la década pasada, se redujera
abruptamente. Para Bolivia, una economía que había comenzado a tener
recursos provenientes de la banca privada internacional de manera
adicional a los provenientes de los organismos de cooperación
internacional (BID, Banco Mundial, etc.), de pronto enfrentó, un año
antes, un déficit de balanza de pagos del orden del 7 por ciento del
PIB, y que se agravó en los dos años siguientes, dando como resultado
una situación deficitaria de balanza de pagos del orden de casi el 10 por ciento del PIB, en
promedio, en tres años. Las grandes crisis
económicas del país tuvieron su origen en algún “shock” externo.
A partir del año 1978 la economía boliviana se había
desacelerado hasta caer en la recesión económica el año 1980, con una
tasa negativa de crecimiento. Al momento de hacerse cargo Siles Zuazo
del gobierno, el producto bruto interno estaba decreciendo a un rimo
de casi el 4 por ciento anual. La inflación se venía acelerando ya desde
los últimos años de la década del 70, para encontrarse con una tasa
de inflación anual del 200 por ciento para octubre del año 1982. Hacia
fines del decenio de los años 70, el déficit fiscal continuó elevándose.
En 1982, llegó a representar el 16 por ciento con relación al PIB. En
este período se dio, asimismo, una dramática caída en la recaudación
de los impuestos y, por contraste, un significativo aumento del empleo
en el sector público y un fuerte incremento del gasto corriente, sobre
todo en YPFB.

La hiperinflación se desató en este ambiente, caracterizado por


el rol preponderante que jugaba el Estado en la economía, a través
de las empresas públicas, que administraban los denominados “sectores
estratégicos”, pero también se dedicaban a producir una gran variedad
de bienes y servicios, entre estos últimos se encontraban los bancos
estatales de fomento. Esta labor se realizaba de manera ineficiente lo
que conllevaba un crónico déficit fiscal, en un contexto donde el tipo
de cambio siempre estaba sobrevaluado.6 De igual manera, el Estado
controlaba activamente el comercio exterior, sobre todo a través de
derechos arancelarios altos y dispersos y la aplicación de otras
restricciones no arancelarias. Asimismo, por la fijación centralizada
de los precios de varios bienes y servicios y de la tasa de interés a
ser aplicada en el mercado bancario.
Durante los casi tres años de gobierno de Hernán Siles Zuazo,
la producción nacional se deterioró en un seis por ciento, el déficit
fiscal alcanzó el cenit con un equivalente al 25 por ciento del PIB,
y la hiperinflación anual llegó al ¡23.400 por ciento! para septiembre
del año 1985. Siles Zuazo pasó a ser parte de la historia económica
del país por estos dramáticos hechos.

4.1.3 El proceso de estabilización iniciado en 1985

El nuevo gobierno instalado en agosto de 1985 aplicó una


disposición gubernamental, conocida como el D.S. 21060, que recogía
varios de los principios, para un manejo macroeconómico adecuado,
que se trazaron ya en un programa anterior de estabilización, llevado
a cabo a fines del año 1956, conocido como el Programa Eder.7 La
disposición gubernamental partió de considerar al fenómeno de la
hiperinflación como el problema fundamental del momento y que debía
ser eliminado. El gobierno de entonces partió de calificar a la
hiperinflación como un alevoso proceso de reducción de ingresos y
como causa principal de la profunda depresión económica a la que el
país había ingresado varios años atrás y como barrera infranqueable
a cualquier intento de reactivación económica. Los propósitos de esta
disposición gubernamental buscaron enfatizar al mercado como al
sistema asignador de recursos y donde se reconozca el papel crucial
que cumplen los precios en la buena asignación de recursos.
Simultáneamente, fue el inicio de la conclusión del ciclo de “capitalismo
de estado”, en el cual el país se había insumido.
Un cambio fundamental, en cuanto al manejo económico, fue
rechazar la dominante creencia en el país, y en la región, de que el crecimiento económico
iba acompañado de inflación. Podía ser que
esta relación fuese cierta en el corto plazo y siempre que la inflación
no fuese grande, digamos no superior al 15 por ciento anual. Sin
embargo, la experiencia boliviana llevó a considerar que todo proceso
inflacionario adquiría vida propia, traduciéndose en costos crecientes
y expectativas inflacionarias también crecientes, que inviabilizaban
cualquier expansión sostenida de la actividad económica.
La política gubernamental reconoció como una falacia el intento
de reactivar el aparato productivo y salir de la depresión sin que
previamente fuese eliminada la hiperinflación. Se enfrentó al dilema de
“gradualismo” o “shock” para su tratamiento, y se decidió por la segunda
opción con el propósito de eliminar las expectativas, que ya se habían
convertido en el principal retroalimentador de la hiperinflación.
Los objetivos, en el corto plazo, fueron dos: primero, frenar
el proceso hiperinflacionario, para lo cual era imperioso romper la
presencia de las expectativas inflacionarias y eliminar las graves
distorsiones en el sistema de precios8 y, el segundo, a mediano plazo
“reiniciar, redefinir y encaminar el desarrollo nacional liberador con
profundo contenido social”, para lo cual se planteó un manejo más
racional y descentralizado de la empresas públicas y de su déficit la formulación de una
reforma monetaria y la reorganización del Banco
Central de Bolivia otorgándole precisas funciones monetarias; la
reforma fiscal, con el objetivo de restituir y mejorar el sistema
impositivo y encaminarse en una formulación adecuada de una política
presupuestaria, que implicase un bajo y controlado déficit fiscal que
no requiriese su monetización.
Para eliminar las grandes distorsiones en el sistema de precios
se determinó precios libres, con la consiguiente libertad de comercio,
libre importación con bajos aranceles para incentivar el libre comercio
exterior. En materia cambiaria se introdujo la política de la flotación
administrada del tipo de cambio. En el mercado bancario se
reintrodujeron las operaciones bancarias también en moneda extranjera
y tasas de interés libres, para impedir la fuga del ahorro nacional hacia
el exterior. Con el propósito de impulsar el desarrollo del mercado del
trabajo se hizo necesario introducir una imprescindible y efectiva
movilidad del factor trabajo, reforzando la libre contratación laboral y la decisión política
de que los salarios se determinasen mediante la
negociación entre empresa y trabajadores. Este conjunto de medidas
reconocían el fracaso de los generalizados controles de precios con
los que la economía había operado durante mucho tiempo y sus funestas
consecuencias para la economía. Estos controles se quisieron mantener
en la etapa hiperinflacionaria, determinando, la aparición de mercados
negros, y su efectivo mantenimiento sólo en algunos sectores donde
el Estado tenía un directo control. Por lo demás, los mercados negros
dominaron la vida económica de la nación. El conjunto de medidas
de política económica también reconocía el hecho de que la actividad
económica nacional mayoritariamente se desenvolvía en una economía
de mercado, donde el Estado había jugado un rol distorsionador del
mecanismo de precios y de las mismas reglas de mercado.

4.1.4 Un largo camino hacia la baja inflación (Período 1897-2008)

La disciplina fiscal, la disminución de las expectativas


inflacionarias, la disminución estable en el ritmo devaluatorio del tipo
como así también una política monetaria que redujo el ritmo de
expansión de la cantidad de dinero en la economía, así como el
incremento de las importaciones, dieron como resultado una drástica
reducción de la tasa de inflación, la misma que se ubicó en un once
por ciento para el año 1987, lo que se consideró un verdadero éxito
en materia de lucha contra la inflación. Este hecho permitió a Bolivia
iniciar negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para
suscribir convenios de préstamos para apoyo de balanza de pagos que
permitiese un menor sacrificio para la sociedad boliviana el
mantenimiento de la baja inflación. A su vez los acuerdos que logró
suscribir Bolivia con el Fondo Monetario Internacional, hasta el año
2005, le abrió las puertas al financiamiento de fomento de los organismo
internacionales para la inversión pública y también más tarde
beneficiarse de programas de reducción de la deuda externa pública.
Sin embargo, todo el proceso vivido demuestra que este es un mal que
difícilmente es controlado.
El gráfico siguiente muestra el comportamiento de la inflación
desde el año 1987 vista como tasas promedia anuales:

Es posible distinguir destacar tres periodos en este proceso:


i) el periodo 1987-1991, ii) el periodo 1992-2002 y iii) el periodo

2003–2008.

4.1.4.1 El Período 1987–1991

Si bien la tasa de inflación, para fines del año 1987, se había


ubicado en un 11 por ciento anual, la promedia estaba en el orden del
14 por ciento, la misma que se mantuvo hasta un repunte que se dio
el año 1991 cuando la inflación retornó a una tasa preocupante del
22 por ciento, señalando con esto lo difícil que es mantener una tasa
baja de inflación. Sin embargo, este periodo se puede considerar como
el tiempo en que se logró eliminar la hiperinflación ya que la tasa
promedia de la expansión de los precios se ubicó en torno a un 17.4 por ciento acumulado
por año. Hay que destacar que en este mismo
periodo la expansión de la cantidad de dinero en la economía boliviana,
vista como la tasa de emisión que realiza el Banco Central, se ubicó
también en un 17 por ciento anual, confirmando, para este periodo,
la clásica tesis cuantitativista del dinero que dice que la inflación es

equiproporcional a la cantidad de dinero.

4.1.4.2 El Período 1992-2002


Durante diez años la economía boliviana mostró una tendencia
hacia la continua disminución de la inflación, aunque siempre de
manera volátil, que desde un 12 por ciento que se dio el año 1992 llegó
al uno por ciento el año 2002. En este periodo la tasa promedia de
inflación acumulada anual fue de sólo el 6 por ciento y la expansión
de la cantidad de dinero visto como la tasa de emisión a la cual crea
dinero el Banco Central fue del doble (12.6 %), planteando la hipótesis
de que la relación dinero a precios no es uno a uno sino de dos a uno

para el caso boliviano.

4.1.4.3 El Período 2003-2008

La tasa promedia de inflación de sólo el uno por ciento para


el año 2002 pasó a ser sólo momentáneo, ya que a partir de entonces
la inflación volvió a subir de manera persistente hasta ubicarse, hoy,
en una tasa promedia anual del orden del 13 por ciento. Si bien la tasa promedia sigue
siendo baja ya que sólo es del orden del 5.1 por
ciento anual, la expansión monetaria es muy elevada en relación a esta
inflación ya que ésta se ubica en una tasa acumulada anual del 41 por
ciento, hasta el año 2007, muy por encima a lo anotado para el periodo
1992 – 2002, planteando algunas dudas sobre las bondades del medidor

de la inflación y algunas hipótesis sobre este atípico comportamiento.

4.1.4.4 Las características de la inflación en el Período 1990–2007

El rebrote de la alta inflación que se ha vivido durante el año


2007 ha generado hipótesis sobre sus causales. Es cierto que la tasa
de inflación venía subiendo de manera incesante desde el año 2003,
con un ligero quiebre durante el año 2006, sin embargo, tomó impulso
durante el año 2007 y se proyecta al año 2008. Esta aceleración ha
recibido dos posibles causales, una que sería consecuencia de un
incremento en los precios de los alimentos y la otra que dice que se
está presentando una inflación importada. Analicemos estas hipótesis.
Si se compara el comportamiento del índice de precios de
alimentos con el índice general se concluye que hasta el año 1998
ambos tuvieron un comportamiento similar, luego el índice general
sigue su ascenso pero el índice de alimentos se estabiliza, pudiéndose
concluir que durante varios años los precios de los alimentos no
subieron nada. Luego, y a partir del año 2003, muestran un crecimiento
que sigue la tendencia al índice general, por lo que uno podría decir
que los precios de los alimentos comenzaron a ajustarse, con rezago, a la inflación en
general. Es cierto que, a partir del año 2007, el
incremento de los precios de los alimentos se hizo más intenso tal que
para el año 2007 ambos índices se igualan, pero para el año 2009
alimentos supera.
El Gráfico Nº 2 muestra el comportamiento del IPC en conjunto,
como a través de los grupos de bienes que han alcanzado los precios
más altos hasta el año 2008. Aquí se observa el comentario realizado
en el párrafo anterior, y también se puede ver que hubo precios que
tuvieron una mayor expansión que otros en el pasado, confirmando
con ello que en un proceso inflacionario no suben todos los precios
al mismo ritmo ni al mismo tiempo. Hay rezagos. Pero la conclusión,
en el largo plazo, es que se alinean si es que no se produce un cambio

de precios relativos.

Con relación a que el recrudecimiento de la inflación, a partir


del año 2007, se debe a que es importada, conviene destacar que es
cierto que la inflación en todas partes está aumentando, pero a tasas
menores que las que muestra Bolivia. Si además hacemos referencia
a los países de donde Bolivia fundamentalmente importa, se ve que
sus índices de inflación son mucho menores Si analizamos el comportamiento de los
precios de las
importaciones en Bolivia con lo acaecido con el deflactor implícito
del PIB, que también mide el comportamiento de la inflación, se ve
que guardan relación. Así para los primeros años de la década de los
noventa, cuando se tiene la inflación más alta del periodo también está
acompañada por igual comportamiento de los precios de los bienes
importados. Decrece la inflación en los años siguientes y también se
observa igual comportamiento en los precios de lo importado. Salvo
el importante incremento en el precio de las importaciones entre 1991
y 1992, hasta principios de la presente década, el incremento en el
deflactor implícito de los bienes importados ha estado por debajo del
crecimiento del deflactor del PIB. Desde el 2005, sin embargo, el
deflactor de los bienes importados tiende a crecer más rápidamente
que el deflactor del PIB. Parecería que el menor ritmo de crecimiento
de los precios de los bienes importados contribuyó a reducir la tasa
de inflación en los noventa. Desde el 2005 los precios de los bienes
importados parecen haber contribuido al crecimiento de la inflación.
Empero a partir del año 2003 el deflactor del PIB aumenta más
rápidamente que el de los bienes importados para luego también
incrementarse los importados. Es evidente que los precios de bienes
importados están subiendo más rápido que el índice general en los tres
últimos años, de la misma manera como ocurrió en los años 1991 y
1992. Este comportamiento se observa en el gráfico Nº 3 que muestra

datos trimestrales.

También podemos analizar el comportamiento de la inflación


en términos de bienes transables y no transables14, que se extrae a partir
del IPC. Entre 1992 y el 2007, los precios de los bienes no transables
crecieron más que los precios de los bienes transables, lo cual con
claridad dice que el exceso de demanda que se presenta en toda
economía se expresa, primero, en precios más altos en todo aquello
que no está sujeto al comercio internacional. En cambio la demanda
incrementada que se satisface con importaciones puede no tener impacto
en la inflación interna si el tipo de cambio se mantiene fijo y si la

inflación externa no se incrementa.

El período en cuestión puede dividirse en dos y de acuerdo al


comportamiento del tipo de cambio. Mientras que hasta mediados del
año 2005 el tipo de cambio estaba sujeto a una moderada y constante
devaluación, lo que venía acompañado por un incremento de precios
de los bienes transables, a partir de esa fecha el tipo de cambio está
sujeto a un proceso también continuo y moderado de apreciación, sin
embargo, la inflación de los bienes transables ha continuado la tendencia
de la inflación de los bienes no transables. El gráfico siguiente muestra

lo señalado.

Por lo expuesto se puede concluir que el incremento de los


precios de los alimentos y el incremento de la inflación en el mundo
son dos agravantes al recrudecimiento del proceso inflacionario que
está viviendo el país, pero no son las causas fundamentales que explican

la presencia del fenómeno.

4.1.5 Una explicación monetaria de la inflación


Las teorías de la inflación de demanda sostienen que la misma
se produce porque se presenta un constante exceso de la demanda de
bienes y servicios con relación a su oferta. Esta explicación implica que
el gasto está por encima de la producción. Y el aumento del gasto es
consecuencia a su vez del aumento del ingreso. Pero el aumento de la
inflación también afecta los costos de producción por lo que en la medida
que se expande la demanda agregada de una economía también se contrae
la oferta agregada, incrementando con ello la tasa de inflación.
La explicación monetaria sostiene que los aumentos continuos
del ingreso que se gastan son la consecuencia del aumento de la cantidad
de dinero. No puede haber un continuo aumento del ingreso que se
gasta si no está acompañado por un comportamiento igual en la
cantidad de dinero en una economía determinada.
Es posible que puedan producirse “shocks” por el lado de la
oferta, como podría ser intempestivos incrementos en los precios de
los alimentos o un aumento de la inflación de países de los cuales se
importa, como los ya comentados. En ambos casos, su consecuencia
inmediata es una contracción en la oferta global de bienes que a su
vez eleva la tasa de inflación. Sin embargo, si al mismo tiempo no
se expandiera la demanda, o lo que es lo mismo decir no aumentase
el ritmo de expansión de la demanda, llegaría el momento en que el
incremento inflacionario se detendría. Un hecho que indica que la
demanda no se está expandiendo, cuando hay inflación, es que el
crecimiento económico tiene que caer. Todo “shock” de costos lo que
ocasiona es una caída de la actividad económica. Si esto no sucede
quiere decir que paralelamente se está expandiendo la demanda. Y esto
está sucediendo en Bolivia.

Si se observa el comportamiento del dinero en la economía


boliviana, desde los años noventa en adelante, se ve una continua
expansión que no guarda relación con la inflación que se podría esperar.
Esta es muy baja. Mientras la inflación vista por el lado del Índice
de Precios al Consumidor se incrementó en dos veces, en el periodo
1990-2007, la cantidad de dinero vista como la emisión del Banco
Central de Bolivia15, se ve que se ha incrementado en veinte veces.
¿Cómo es posible que tan enorme expansión de los medios de pagos
no se hubiera traducido en una tasa de inflación mucho mayor a la
registrada durante todo este tiempo?

El gráfico anterior ilustra la enorme expansión que se ha dado


en cantidad de dinero existente en la economía vista por el lado de
la emisión del mismo que produce el Banco Central de Bolivia. A partir
del año 2003 se observa un comportamiento exponencial en la expansión
de dinero que no es acompañada con el nivel de precios. Este gráfico
ya denota por sí mismo que en Bolivia hay fuertes presiones
inflacionarias que pueden efectivizarse. Ya hay demasiado dinero que

está circulando en la economía boliviana.

4.1.6 La Teoría Cuantitativa del Dinero

Para buscar una explicación de este hecho se ha aplicado la


teoría cuantitativa del dinero que dice que la tasa de inflación se justifica
de manera directa por los incrementos en la cantidad de dinero y
aumentos de la velocidad de circulación del dinero y de manera inversa
con relación al crecimiento del producto. Si se observa el
comportamiento de la velocidad de circulación del dinero16, que es la
inversa a la demanda de dinero, durante todo el periodo de análisis,
contrariamente a lo esperado, se tiene una continua disminución.
Sostenemos que es contrario a lo esperado porque el avance en la
bancarización de las sociedades, determina que lo normal sea el aumento
en la velocidad de circulación del dinero, o, lo que es lo mismo, a
una continua disminución de la demanda de dinero, dado constante
todo lo demás que explica la conducta de la demanda de dinero en
una economía determinada. La modernización económica implica que cada vez se produce
más por unidad monetaria requerida, lo cual lleva
a una constante disminución de saldos monetarios reales en poder de
las personas. En el país esto no se está viendo. ¿Por qué? El gráfico

siguiente refleja lo indicado.

Se pueden lanzar las siguientes hipótesis. La primera, como


consecuencia de la hiperinflación vivida en Bolivia, a mediados de los
años ochenta, se produjo una completa desmonetización de la economía.
Una vez consolidada la relativa estabilidad monetaria a partir del año
1987, se experimentó una recuperación en la demanda de dinero. La
velocidad de circulación del dinero baja desde principios de la década
de los noventa hasta el año 1995, para mantenerse constante hasta el

año 2004, pero luego continúa su descenso.

La segunda hipótesis considera que se ha generado una


redistribución del ingreso en favor de los que menos tienen desde esos
años hasta ahora. En ayuda de esta hipótesis viene el proceso
denominado de “participación popular”, que se inició a mediados de
la década del 90. Como consecuencia de esta reforma, los municipios
rurales pobres comenzaron a recibir ingresos públicos de manera
creciente, cuando antes no recibían nada, por lo que esas comunidades
se favorecieron en cuanto a la distribución del ingreso nacional, lo que
a su vez tiene que reflejarse en un aumento en el uso del dinero. En
términos técnicos quiere decir que la demanda de dinero en Bolivia
aumentó como consecuencia de esta fundamental reforma.
Una tercera explicación al fenómeno en cuestión es de más
reciente data. A partir del año 2005, por primera vez, en toda la historia
económica del país se ha producido el fenómeno de la continua
apreciación del tipo de cambio. Al principio suave, pero se ha ido
acelerando durante el último año. Este hecho tiene que haberse
reflejando en un aumento de la demanda de dinero en moneda nacional
y, por consiguiente, en una disminución de su velocidad, si nos referimos
en términos de la economía clásica.
Bolivia es una economía dolarizada, se la puede calificar de un
país con un “sistema bimonetaria”. Es un país con dos monedas, la
moneda nacional y el dólar americano. Como consecuencia de la inflación
crónica que el país siempre ha sufrido, y como consecuencia de la
hiperinflación de los años 80, la economía se dolarizó. Pero este fenómeno
trajo la especialización de las monedas. El dólar americano se especializó
como el motivo activo que tiene todo dinero y también como medio de
pago para el caso de transacciones de elevado monto (por ejemplo, bienes
inmuebles y vehículos). La moneda nacional mantuvo su función como
motivo transacción para todo el resto. Esta situación implicaba que cuando la gente decidía
ahorrar lo hacía en dólares americanos y cuando
hacía transacciones menores pagaba en bolivianos. Aún más, se puede
suponer que la gente cuando deseaba mantener un ahorro líquido lo hacía
en dólares americanos y fuera del sistema bancario.
En la medida en que la apreciación cambiaria se vino
desencadenando, la gente comenzó a modificar el portafolio de la tenencia
de activos en favor de la moneda nacional y en desmedro de los dólares
americanos. Esto se confirma cuando se observa la estructura de los
depósitos en el sistema financiero del país. Mientras la tenencia de los
mismos en moneda extranjera había llegado al 95 por ciento, antes de
iniciarse el proceso de apreciación de la moneda nacional, para fines
del año 2007 se ubicaba en un 64 por ciento. Pero no sólo debería
esperarse este cambio en este portafolio de activos financieros sino
también en la tendencia de activos más líquidos, como son los medios
de pago. Nadie sabe a ciencia cierta cuantos dólares (billetes en efectivo)
circulan, o circulaban, en el país fuera del sistema financiero. Siendo
Bolivia una economía de alta informalidad se podría suponer que estos
son bastantes. Con el fenómeno de la apreciación cambiaria la gente
comenzó a deshacerse de los billetes dólares americanos a favor de los
billetes en moneda nacional, lo cual también explica en parte el inusitado
crecimiento de las reservas internacionales, pero explica más el inusitado
aumento de la emisión del Banco Central de Bolivia. Mientras este
indicador se movía en torno a un 6 por ciento del PIB hasta el año 2004,

para fines del año 2007 casi llega a un 14 por ciento.

4.1.7 ¿Por qué hay tanto dinero en la economía?

El dinero que crea el Banco Central se da principalmente por


dos lados, cuando adquiere dólares americanos de quienes le venden
y cuando otorga créditos. Lo tradicional fue que el Banco Central creaba
dinero porque daba continuamente créditos al sector público para
financiar el déficit fiscal. Esta fue la historia hasta el año 1985 y fue
la causa de la hiperinflación de ese tiempo. En cambio la expansión
monetaria de los últimos años se está dando por la voluminosa venta
de dólares que están efectuando tanto el sector privado como el sector
público al Banco Central.
Nunca Bolivia tuvo un superávit de balanza de pagos tan
grande como el que tiene hoy21. Estos superávits se han dirigido a incrementar las reservas
internacionales del Banco Central, pero
a cambio de ello se ha generado emisión monetaria. Este
comportamiento responde a la cuenta corriente de balanza de pagos.
Desde el año 2002 hasta ahora las exportaciones crecieron a una
tasa promedia anual del 25 por ciento.22 A este excelente
comportamiento comercial se incorporaron las remesas que envían
a sus familiares los bolivianos que emigraron recientemente. A esto
hay que añadirle que disminuyó la salida de divisas por servicio
de la deuda externa dado a que el país se ha beneficiado de
importantes condonaciones.
La informalidad en exportaciones y la apreciación cambiaria
también determinaron que el Banco Central aumente sus reservas

internacionales y como contraparte la expansión monetaria

4.2 La Inflación

La inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda: una pérdida del
valor real del medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía. Una
medida frecuente de la inflación es el índice de precios, que corresponde al porcentaje
anualizado de la variación general de precios en el tiempo (el más común es el índice de
precios al consumo).

En teoría los estados socialistas no deberían sufrir de inflación pues el estado controla
todos los procesos económicos, pero la importación y exportación alteran esta
realidad. Cuando el nivel general de precios sube, cada unidad de moneda alcanza
para comprar menos bienes y servicios.

4.2.1 Teoría Sobre Inflación

4.2.1.1 Teoría keynesiana

La teoría económica keynesiana propone que los cambios en la oferta monetaria no afectan
los precios de forma directa sino indirecta a través de otros procesos económicos: la
inflación es entonces el resultado de esos procesos económicos expresándose en los
precios.

La emisión monetaria es una de las causa principales de la inflación, pero no la única. La


teoría propone otros procesos que se expresan en la inflación. La teoría propone tres
causales adicionales de inflación, de acuerdo a lo que Robert J. Gordon denomina "el
modelo del triángulo".

a) Inflación de demanda (Demand pull inflation), producida cuando la demanda general de


bienes se incrementa, sin que el sector productivo pueda adaptar la cantidad de bienes
producidos a la demanda existente. Esta explicación requiere dos suposiciones: que
absolutamente todos los sectores productivos (alimentos, vivienda, transporte, vestimenta,
etc.) simultáneamente tengan problemas de satisfacer la demanda y que los consumidores
sigan demandando todos los productos indiscriminadamente.

b) Inflación de costos (Cost push inflation), producida cuando los costos se encarecen (por
ejemplo, el precio del petróleo o la mano de obra) y en un intento de mantener la tasa de
beneficio los productores incrementan los precios. Para que esta explicación sea viable se
debe suponer que los productores pueden trasladar los aumentos de precio sin afectar la
demanda y que los consumidores cuentan con el dinero suficiente para pagar precios más
altos.

c) Inflación autoconstruida (Build-in inflation). Se trata de inflación inducida por


expectativas adaptativas, a menudo relacionadas con una espiral de ajustes de la relación
precios-salarios. Se produce cuando trabajadores tratan de mantener sus salarios por encima
de los precios (por encima del índice de inflación) para compensar las expectativas
inflacionarias a futuro con base en la inflación del presente, y las empresas trasladan esta
subida de costos laborales a sus consumidores a través de la subida de precios, originando
un círculo vicioso de inflación. La inflación autoconstruída en un punto de tiempo refleja
efectos inflacionarios pasados.

Cualquiera de estos tipos de inflación pueden darse en forma combinada. Sin embargo, las
dos primeras mantenidas por un período sustancial de tiempo dan origen a la tercera. En
otras palabras, una inflación elevada persistente originada por elementos monetarios o de
costos da lugar a una inflación de expectativas.

4.2.1.2 Teoría Monetaria

Uno de los esquemas explicativos más aceptados sobre la causa de la inflación es la que
indica simplemente que la inflación la promueve la expansión de la masa monetaria a una
tasa superior a la expansión de la economía. De acuerdo a esta teoría la fórmula para
determinar el precio general de bienes de consumo viene dado por:
Donde:
es el precio de los bienes de consumo;
es el monto que representa la demanda agregada por bienes y servicios; y
representa el suministro agregado de bienes de consumo.
En otras palabras, los precios subirán si el agregado de suministro de bienes baja en
relación a la demanda agregada por dichos bienes. Siguiendo esta teoría la demanda
agregada está basada principalmente en el monto total de dinero existente en una economía,
lo que se traduce en que: al incrementarse la masa monetaria, la demanda por bienes
aumenta y si esta no viene acompañada en un incremento en la oferta de bienes, la inflación
surge.
Existe otra teoría que relaciona a la inflación con el incremento en la masa monetaria sobre
la demanda por dinero lo cual significaría que "la inflación es siempre un fenómeno
monetario" tal como lo afirma Milton Friedman. Siguiendo esta línea de pensamiento, el
control de la inflación descansa en la prudencia fiscal y monetaria; es decir el gobierno
debe asegurarse que no sea muy fácil obtener préstamos, ni tampoco debe endeudarse él
mismo significativamente. Por tanto este enfoque resalta la importancia de controlar los
déficits fiscales y las tasas de interés, así como la productividad de la economía.

4.2.1.3 Teoría neokeynesiana

De acuerdo a esta teoría existen tres tipos de inflación de acuerdo a lo que Robert J. Gordon
denomina "el modelo del triángulo".
La inflación en función a la demanda por incremento del PNB y una baja tasa de
desempleo, o lo que denomina la "curva de Phillips".
La inflación originada por el aumento en los costos, como podría ser el aumento en los
precios del petróleo.
Inflación generada por las mismas expectativas de inflación, lo cual genera un círculo
vicioso. Esto es típico en países con alta inflación donde los trabajadores pugnan por
aumentos de salarios para contrarrestar los efectos inflacionarios, lo cual da pie al aumento
en los precios por parte de los empresarios al consumidor, originando un círculo vicioso de
inflación.
Cualquiera de estos tipos de inflación puede darse en forma combinada para originar la
inflación de un país. Sin embargo las dos primeras mantenidas por un período sustancial de
tiempo dan origen a la tercera. En otras palabras una inflación persistente originada por
elementos monetarios o de costos da lugar a una inflación de expectativas.
De estas tres, la tercera es la más dañina y difícil de controlar, pues se traduce en una mente
colectiva que acepta que la inflación es un elemento natural en la economía del país. En
este tipo de inflación entra en juego otro elemento, que es la especulación que se produce
cuando el empresario o el oferente de bienes y servicios incrementa sus precios en
anticipación a una pérdida de valor de la moneda en un futuro o aprovecha el fenómeno de
la inflación para aumentar sus ganancias desmesuradamente.
Teoría del "supply-side"
Esta teoría afirma que la inflación se produce cuando el incremento en la masa monetaria
excede la demanda de dinero. El valor de la moneda, entonces, está determinada por estos
dos factores. La inflación en los años 1970 en EE.UU. se ve como causada por el
incremento en la masa monetaria que ocurrió tras la salida de este país de los acuerdos de
Bretton Woods, que sujetaba el valor de la moneda al patrón oro. Según esta teoría el
incremento en la masa monetaria no tiene efectos inflacionarios en la medida que la
demanda de dinero aumente proporcionalmente.

4.3 Clasificación de la inflación según la magnitud

La inflación según la magnitud del aumento suele clasificarse en distintas categorías:

a) Inflación moderada. La inflación moderada se refiere al incremento de forma lenta


de los precios. Cuando los precios son relativamente estables, las personas se fían
de este, colocando su dinero en cuentas de banco. Ya sea en cuentas corrientes o en
depósitos de ahorro de poco rendimiento porque esto les permitirá que su dinero
valga tanto como en un mes o dentro de un año. En sí, las personas están dispuestas
a comprometerse con su dinero en contratos a largo plazo, porque piensan que el
nivel de precios no se alejará lo suficiente del valor de un bien que puedan vender o
comprar.
b) Inflación galopante. La inflación galopante sucede cuando los precios incrementan
las tasas de dos o tres dígitos de 30, 120 ó 240% en un plazo promedio de un año.
Cuando se llega a establecer la inflación galopante surgen grandes cambios
económicos. Muchas veces en los contratos se puede relacionar con un índice de
precios o puede ser también a una moneda extranjera, como por ejemplo el dólar.
Dado que el dinero pierde su valor de una manera muy rápida, las personas tratan de
no tener más de lo necesario; es decir, que mantiene la cantidad suficiente para vivir
con lo indispensable para el sustento de todos los seres.
c) Hiperinflación. Es una inflación anormal en exceso que puede alcanzar hasta el
1000% anual. Este tipo de inflación anuncia que un país está viviendo una severa
crisis económica; debido a que el dinero pierde su valor, el poder adquisitivo (la
capacidad de comprar bienes y servicios con el dinero) disminuye y la población
busca gastar el dinero antes de que pierda totalmente su valor. Este tipo de inflación
suele deberse a que los gobiernos financian sus gastos con emisión de dinero sin
ningún tipo de control, o bien porque no existe un buen sistema que regule los
ingresos y egresos del Estado.
4.4 ALGUNOS EFECTOS PREOCUPANTES DE LA INFLACIÓN

Los efectos de la inflación en una economía son diversos, y pueden ser tanto positivos
como negativos. Los efectos negativos de la inflación incluyen la disminución del valor real
de la moneda a través del tiempo, el desaliento del ahorro y de la inversión debido a la
incertidumbre sobre el valor futuro del dinero, y la escasez de bienes. Los efectos positivos
incluyen la posibilidad de los bancos centrales de los estados de ajustar las tasas de interés
nominal con el propósito de mitigar una recesión y de fomentar la inversión en proyectos
de capital no monetarios.

4.4.1 Efectos negativos

Las tasas de inflación elevada e impredecible son consideradas nocivas para la economía.
Añaden ineficiencias e inestabilidad en el mercado, haciendo difícil la realización de
presupuestos y planes a largo plazo. La inflación puede actuar como un lastre para la
productividad de las empresas, que se ven obligadas a detraer capital destinado a la
producciones de bienes y servicios con el fin de recuperar las pérdidas causadas por la
inflación de la moneda. La incertidumbre sobre el futuro del poder adquisitivo de la
moneda desalienta la inversión y el ahorro.

La inflación puede también imponer aumentos de impuestos ocultos: los ingresos inflados
pueden implicar un aumento de las tasas de impuesto sobre la renta si las escalas de
impuestos no están indexadas correctamente a la inflación. Sin embargo, tasas de inflación
moderadas no parecen tener efectos negativos sobre las economías, así un estudio de Robert
Barro, muestra que estadísticamente que una inflación inferior al 8-10% no muestra
correlación negativa con la tasa de crecimiento del país.1 Otros estudios empíricos sitúan el
umbral a partir del cual la inflación puede ser realmente dañina en el 20 o el 40%.

4.4.2 Perjuicio para los acreedores

La inflación es perjudicial para aquellas personas acreedoras de montos fijos, ya que el


valor real de la moneda decrece con el tiempo y su poder de compra disminuirá.
Contrariamente aquellos deudores a tasa fija se verán beneficiados, ya que su pasivo real irá
disminuyendo.
Como consecuencia de los puntos anteriores, surge lo que se suele denominar “inflación
autoconstruida”. Este fenómeno consiste en trasladar el aumento de precios hacia delante
en el tiempo, esto es así ya que las personas esperan que la inflación continúe como en
períodos anteriores. Así se genera un espiral inflacionario, en el que se indexan contratos,
se aumentan los sueldos y los precios por expectativas futuras.

4.4.3 Pérdida de poder adquisitivo

En primer lugar, el deterioro del valor de la moneda es perjudicial para aquellas personas
que cobran un salario fijo, como los obreros y pensionados. Esa situación se denomina
pérdida de poder adquisitivo para los grupos sociales mencionados. A diferencia de otros
con ingresos móviles, estos ven cómo se va reduciendo su ingreso real mes a mes, al
comparar lo que podían adquirir con lo que pueden comprar tiempo después. Sin embargo,
debe señalarse que si los salarios son rápidamente ajustados a la inflación se mitiga o
elimina la pérdida de poder adquisitivo de algunos grupos sociales.

Con alta inflación, el poder adquisitivo se redistribuye desde las personas, empresas e
instituciones con ingresos fijos nominales, hacia las que tienen ingresos variables que
pueden seguir el ritmo de la inflación. Esta redistribución del poder de compra también se
produce entre los socios comerciales internacionales. Si existen tasas de cambio fijo, una
economía con mayor inflación que otra hará que las exportaciones de la primera sean más
costosas, afectando la balanza comercial. También pueden generarse efectos negativos para
el comercio debido a la inestabilidad en los precios de cambio de divisas.

4.5 Métodos de reducción de la inflación

4.5.1 Políticas monetarias

Hoy en día, la herramienta principal para controlar la inflación es la política monetaria. Los
bancos centrales pueden influir significativamente en este sentido fijando una tasa de
interés más alta y reduciendo la masa monetaria. Normalmente a un objetivo de tasa de
alrededor del 2% a 3% anual, y dentro de un rango objetivo de baja inflación, en algún
lugar entre el 2% al 6% anual.
Hay una serie de métodos que han sido sugeridas para controlar la inflación. Los bancos
centrales como la Reserva Federal de EE.UU. pueden afectar la inflación en gran medida a
través de las tasas de interés y ajuste a través de otras operaciones. Las tasas de interés y
crecimiento lento de la oferta monetaria son las formas tradicionales a través del cual los
bancos centrales combaten o previenen la inflación, a pesar de que tienen diferentes
enfoques. Por ejemplo, algunos persiguen un objetivo de inflación simétrico, mientras que
otros sólo controlan la inflación cuando se eleva por encima de un umbral aceptable.

Las políticas monetaristas enfatizan una tasa de crecimiento del dinero constante y
moderada. Los keynesianos hacen hincapié en la reducción de la demanda agregada durante
la expansión económica y el aumento de la demanda durante las recesiones para mantener
la inflación estable. El control de la demanda agregada se puede lograr combinando la
política monetaria y la política fiscal (aumento de los impuestos o reducción del gasto
público para reducir la demanda).

a) Tipo de cambio fijo

Bajo un régimen de cambio de divisas fijo, el valor de la moneda de un país queda


vinculado al valor de otra moneda o una canasta de otras monedas (o, a veces a otra medida
de valor, como el oro u otros comodities). Un tipo de cambio fijo se utiliza generalmente
para estabilizar el valor de una moneda, vinculándolo a otra moneda más estable. Puede ser
utilizado como un medio para controlar la inflación. Sin embargo, cuando el valor de la
moneda de referencia sube o baja, lo mismo ocurre con la moneda vinculada. Esto
esencialmente significa que la tasa de inflación en el país, tipo de cambio fijo se determina
por la tasa de inflación de la moneda a la que se vincula.

Un tipo de cambio fijo impide que un gobierno utilice la política monetaria nacional a fin
de lograr la estabilidad macroeconómica. Adicionalmente, puede exponer a los países al
peligro de ataques especulativos.

Con el acuerdo Bretton Woods, la mayoría de los países usaba tasas fijas al valor del dólar
de EE.UU. El acuerdo se rompió en la década de 1970, y los países poco a poco se volcaron
a tipos de cambio flotantes. Sin embargo, en la última parte del siglo 20, algunos países que
sufrieron procesos hiperinflacionarios volvieron temporalmente a un tipo de cambio fijo
para estabilizar sus monedas. Esta política se utilizó en muchos países de América del Sur
(por ejemplo, Argentina 1991-2002, Bolivia, Brasil, Chile y Venezuela)

b) Patrón oro

El patrón oro es un sistema monetario en el que los medios de intecambio de bienes y


servicios es papel-moneda que puede ser convertida libremente en cantidades de oro
preestablecidas (u otras mercancías con valor de mercado como por ejemplo, plata). El
patrón especifica de qué forma el respaldo en oro se lleva a cabo, incluyendo la cantidad de
especie por cada unidad de papel moneda. La propia moneda no tiene valor intrínseco, sino
que es aceptada por los comerciantes, ya que pueden ser redimidos por la cantidad en
especie equivalente. Un certificado de plata EE.UU., por ejemplo, podría ser canjeados por
una verdadera pieza de plata.

El patrón oro fue abandonado parcialmente a través de la adopción internacional del


sistema de Bretton Woods. Bajo este sistema todas las demás monedas importantes fueron
atados a tasa fija con el dólar, que a su vez estaba atado al oro a razón de 35 dólares por
onza. El sistema de Bretton Woods se rompió en 1971, y la mayoría de los países
empezaron a utilizar tasas flotantes entre el papel moneda y el respaldado.

Las economías basadas en el patrón oro rara vez experimentan una inflación por encima del
2 por ciento anual. Bajo el patrón oro, la tasa de largo plazo de la inflación (o deflación)
queda determinada por la tasa de crecimiento de la oferta de oro en relación con la
producción total. Los críticos argumentan que esto puede provocar fluctuaciones arbitrarias
en la tasa de inflación, y que la política monetaria quedaría fijada esencialmente por las
políticas de minería.

Algunos autores creen que esta política contribuyó a la Gran Depresión, mientras que otras
teorías, como la monetarista y la austríaca, disienten. Las hipótesis sobre las causas de la
Gran Depresión son motivo de controversia.

c) Control de precios
Otro método utilizado a lo largo de la historia para intentar frenar la inflación es el control
sobre los salarios y sobre los precios. Este método fue implantado, por ejemplo, por el
gobierno de Nixon al principio de la década de 1970 con resultados negativos.

Algunos economistas coinciden en afirmar que los controles de precios no alcanzan sus
objetivos de estabilidad de precios y son contraproducentes pues distorsionan el
funcionamiento de una economía, promueven la escasez de productos y servicios y
disminuyen su calidad, entre otros efectos.

Otro problema es que el control de precios y salarios es difícil en la práctica y requiere


demasiados recursos de inspección y sanción para que dichos controles no sean burlados
por los agentes económicos. A su vez, la imposibilidad de aumentar los precios en un
período de aumento de los costos de producción provoca escasez de bienes y servicios. Los
gobiernos frecuentemente intentan remediar la escasez mediante subsidios a los bienes y
servicios que perdieron rentabilidad por el incremento de costos y precios fijos. La
necesidad creciente de financiar mayores recursos en subsidios, regulaciones, inspección y
sanción generan una necesidad de expansión del crédito y el gasto público y, por ende, una
necesidad de incrementar la emisión monetaria para financiar esa expansión, agravando la
inflación.
4.6 La Medición de la Inflación

Después de haber experimentado un agudo proceso inflacionario


que a mediados de 1985 alcanzó un 8,170 por ciento, el ajuste realizado
mediante el D.S. 21060 estabilizó los precios y logró una caída en el
Índice de Precios al Consumidor (IPC) que se mantuvo hasta finales
de la pasada década. De 2001 al presente dicha estabilidad se deterioró,
de tal manera que en el año 2007 la inflación alcanzó un 11.73 por ciento.
Más allá de la inflexión en el comportamiento de los precios,
lo que nos interesa es ver el grado en que la elevación de los precios
se reflejó en su estructura, haciendo énfasis en la variación de los
precios de los alimentos y bebidas, grupo que representa el principal
componente de la canasta de los hogares de bajos ingresos. Como se
puede ver en la Gráfica 1, la variación de los precios de la canasta
de alimentos, medida a doce meses, superó en gran proporción al Índice
General medido por el IPC. En el último Reporte de Inflación del Banco
Central de Bolivia (BCB 2008 - Reporte de inflación) se destaca:
“Según la clasificación por capítulos, el de alimentos y bebidas tuvo
la mayor incidencia en el comportamiento de la inflación anual, pues
del 14.1% registrado a marzo, 11.8 pp corresponden a este grupo. De
hecho, la inflación del capítulo de alimentos y bebidas experimentó
un fuerte crecimiento desde junio de 2007 llegando a una tasa anual
de 24.7% en marzo de 2008. Por su parte, la inflación sin alimentos
y bebidas, que incluye a los demás capítulos, muestra una variación
de precios anual de 4.4%, comportamiento que se mantuvo estable en

los últimos 3 años.”

De manera curiosa, por decir lo menos, el gobierno, a través


del Instituto Nacional de Estadística (INE), determinó modificar la base
de ponderaciones para la medición de la inflación, disminuyendo la
ponderación del grupo de alimentos y bebidas. Brun, Evia y Molina
(2008) anotan al respecto: “Finalmente, está la reducción en la
ponderación de los alimentos, que son los productos que han
experimentado mayores alzas en los últimos meses, y que ahora se
tomarán menos en cuenta que antes, por razones desconocidas ya que
los resultados de la encuesta continua de hogares 2003-2004 no avalan
las ponderaciones utilizadas en el nuevo índice”. Complementan su
análisis destacando: “Hay una caída significativa en la ponderación
de los alimentos y bebidas, lo cual introduce un sesgo hacia la medición de una menor
inflación con el nuevo índice, ya que el rubro de alimentos
es el que viene experimentando los mayores incrementos en la presente
coyuntura”.
Evidentemente que cambiar la metodología de cálculo y la
estructura de ponderaciones de la canasta del IPC en momentos en que
la economía está siendo afectada por un rebrote inflacionario, si bien
puede ser útil para apaciguar momentáneamente ciertas ansiedades, lo
que generará es mayor bruma sobre el sistema de precios relativos que,
en última instancia, se traducirá en una asignación menos óptima de
los recursos. La nueva estructura de ponderaciones se presenta en el

Cuadro 1.

De manera general, la variación de los precios, como es el caso


del IPC, se la realiza a través del índice de ponderaciones fijas de
Laspeyres, sin embargo, como lo destacan Brun, Evia y Molina, “en el cálculo del IPC con
base en 2007 se han incorporado promedios
geométricos como método de cálculo, lo cual introduce también un
sesgo para disminuir la medición de la inflación en cada período. En
suma, los cambios que se pretenden introducir al IPC tienen una clara
intencionalidad de reducir la tasa de inflación medida por el índice.”
Cabe también destacar que la nueva estructura de ponderaciones
del IPC incorpora ciertos productos que, ciertamente, consideramos
están fuera del alcance de la mayoría de los hogares, por ejemplo:
lavadora/secadora de ropa, servicio de gimnasio y horno de microondas,
sólo por citar algunos.
La ponderación de los productos al interior de la canasta que
se utiliza para medir la inflación no es un tema trivial o una exquisitez
técnica, por el contrario, como lo destacan Mckay y Sowa (2005), el
método de cálculo de las ponderaciones reflejará distintas tasas de
inflación. Si tomamos el tradicional método de cálculo de los
ponderadores con base en la fórmula denominada por estos autores
como “Plutocratic Weight” frente a una alternativa denominada como

“Democratic Weight”, los resultados serán distintos.

En el primer caso, Plutocratic Weight, las ponderaciones estarán


fuertemente influenciadas por los hogares ricos, los que generalmente
gastan más en muchos bienes, así como por el hecho de que tienen
patrones de consumo distintos; alternativamente, en el método
denominado Democratic Weight cada hogar cuenta de manera igual
en la determinación del peso general. La diferencia entre los pesos
Plutocratic y Democratic es equivalente a la diferencia entre la razón
de las medias de dos variables y la media de la razón de las mismas
variables.

4.6.1 De la pobreza y la inflación


Los estudios sobre la pobreza han alcanzado tal tasa de
crecimiento que inundan nuestras bibliotecas y amenazan con desplazar
a otras obras de igual o mayor importancia. Lo cierto es que los
gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no
gubernamentales, especialmente estas últimas, han creado un suculento
mercado para economistas, sociólogos, ingenieros y otros, que
convertidos en “consultores” y “analistas”, medren en dicho ambiente.
De allí que hoy estamos abrumados con los diagnósticos
cuantitativos sobre la pobreza, faltando, seguramente, solamente una
especie de guía telefónica donde podamos identificar a los pobres por
su nombre y apellido. Estamos frente a un fenómeno que Calamita
(1997) caracterizó como el dibujar la realidad con base en los números,
aunque tales geometrizaciones de los números no representen el mensaje
pitagórico sino, por el contrario, una aviesa lectura de la realidad.
Textualmente el filósofo argentino nos llama la atención en el sentido
de que “Cuando se consideran, por ejemplo, los datos pertinentes al
“quantum” de la pobreza no habría que olvidar la advertencia de la posibilidad del
desplazamiento lógico (metábasis eis allo genos, que
los lógicos suelen caracterizar como el desplazamiento de conceptos
desde un orden epistemológico a otro), ni tampoco prescindir de la
naturaleza propia y de los límites y alcances de la función cognoscitiva
del número. Este rigor intelectual, habrá de preservarnos de errores
estratégicos originados en una percepción distorsionada de la realidad
como totalidad compleja de múltiples niveles epistemológicos en su
aprehensión”.
A pesar de que la falta de rigor interpretativo de los datos genera
cierta bruma respecto a la aprehensión del fenómeno, de allí no se sigue
que la información estadística no nos permita distinguir entre
proyecciones imaginarias desde ciertas bases ideológicas y relaciones
válidas desde un punto de vista heurístico. En este último ámbito está
el trabajo de Easterly y Fischer (2000) que se inicia con la siguiente
acotación: “The poor suffer more from inflation than the rich do, reveals
this survey of poor people in 38 countries”.
La evidencia presentada por Easterly y Fischer apoya la hipótesis
de que la inflación deteriora más la situación de los pobres, así como
el hecho de que la inflación tiende a reducir la participación de los
pobres en la distribución del ingreso, tema que trataremos en el siguiente
punto. En el mismo sentido otros trabajos, como el de Romer y Romer
(1998), muestran los efectos negativos de la inflación sobre los pobres,
aunque si bien en el corto plazo tasas más altas de inflación no
anticipada pueden bajar la tasa de desempleo y generar efectos positivos
sobre los hogares pobres, en el largo plazo esta situación se revierte;
incluso en una perspectiva cíclica, los efectos negativos sobre el empleo
y la distribución del ingreso fueron más altos en la última década que

en las décadas pasadas.


Entre los elementos destacables del trabajo de Easterly y Fischer
está el cálculo de la probabilidad de considerar a la inflación como
uno de los principales problemas. Como se puede observar en la Gráfica
2, dicha probabilidad aumenta en correspondencia al descenso de las
condiciones de vida de las personas, así tenemos que en aquellas
personas que disfrutan de un nivel de vida “muy confortable”, la
probabilidad de que consideren que la inflación es uno de los principales
problemas solamente es del 3 por ciento, mientras que para aquellas
personas clasificadas como muy pobres la probabilidad es del 36 por

ciento.
La Gráfica líneas abajo nos muestra la relación entre la tasa de inflación
y el Índice de Desarrollo Humano (IDH) para Bolivia de 1990 al 2005;
como puede observarse, existe una correlación negativa entre ambas
variables, es decir que a mayores tasas de inflación la calidad de vida,
medida por el IDH, se deteriora. Aunque la metodología de elaboración
del IDH no descansa en la capacidad de compra por parte de los hogares,
sino en indicadores de calidad de vida referidos a la satisfacción de
necesidades, la relación negativa encontrada, en cierta medida, viene
a confirmar lo discutido respecto a que la inflación tiene efectos sociales

negativos y que afecta mayormente a los hogares más pobres.


Eliana Cardoso (1992) destaca que los impactos negativos de
la inflación sobre la pobreza no solamente deben tomar en cuenta a
los hogares de más bajos ingresos, sino, fundamentalmente, a los hogares de ingresos
medios, los que ven fuertemente afectados su
ahorros y terminan aumentando el número de pobres.
Retomando la discusión precedente respecto a la medición
de la pobreza, cabe anotar que la pobreza no es una incapacidad
de consumir, como es medida, por ejemplo, con base en las
necesidades básicas insatisfechas, sino una incapacidad de producir.
Pobreza, pobre, proviene del latín pauper, palabra compuesta de
pau (paucum) que significa poco y de per (pario) que significa
engendrar o producir, de donde se deriva que pobre significa que
“produce poco”. Lamentablemente las visiones igualitaristas han
banalizado la pobreza en el sentido de carecer de bienes, siendo
que la esencia del término hace referencia a la carencia de frutos.
De ello se extrae una conclusión de fundamental importancia: “De
la pobreza no se sale teniendo, sino siendo”. De la aceptación o
negación de esta premisa dependerá, en gran medida, si
continuaremos siendo pobres o seremos capaces de salir de la
pobreza, si podemos ver el futuro con esperanza o somos impotentes
frente a los desafíos del futuro. (Mercado, 2008).
De allí que, cuando reviso los trabajos que miden la pobreza
con base en criterios referidos a las necesidades básicas insatisfechas,
tengo la tentación de citar a San Agustín: “Señor, es cierto que mido,

pero qué es lo que mido, no lo sé”.

4.6.2 Distribución del Ingreso e Inflación


Que una elevada desigualdad en la distribución del ingreso de
los hogares se constituye en un freno para el crecimiento no cabe duda,
sin embargo de allí no se sigue que una igualdad total sea lo deseable y, menos aún,
debemos derivar de ello que la solución es la aplicación
de políticas redistributivas.
De acuerdo con Andersen (2003) “La desigualdad del ingreso
no es suficiente para describir una determinada situación social. Si la
movilidad social es baja, una alta desigualdad puede implicar una falta
de incentivos para aumentar el esfuerzo en el trabajo, ya que es poco
probable que la cantidad de esfuerzo modifique la situación de la
persona. Si, por otro lado, la movilidad social es alta, los incentivos
para trabajar arduamente pueden mejorar la situación de las familias,
así la distribución del ingreso sea altamente desigual; ello en tanto los
retornos esperados del esfuerzo sean mayores. Mientras que está claro
que la peor combinación se da entre baja movilidad social y elevada
desigualdad del ingreso, una alta movilidad social y una baja
desigualdad del ingreso no necesariamente representan la mejor
combinación. Una elevada desigualdad del ingreso y una alta movilidad
(como es el caso de Chile) pueden proporcionar mejores incentivos
para que las personas estudien duro, trabajen arduamente, sean
innovativas y tomen riesgos, ya que los retornos son mayores. Mejores
incentivos pueden llevar a un mayor crecimiento en el largo plazo,
ya que la fuerza de trabajo está mejor motivada, mejor educada y tienen
mayores expectativas futuras”.
De lo anotado por Andersen se deriva que una muy baja
desigualdad en la distribución del ingreso, aparte de ser una utopía
inalcanzable, puede actuar de manera perversa respecto al crecimiento
al reducir, o eliminar, los incentivos para que las personas se esfuercen,
así como aumentaría la tasa de descuento sobre el futuro, priorizando
el presente y penalizando a las futuras generaciones o, en palabras de
Mises (1927), “La espléndida realidad que actualmente contemplamos
es el fruto del mecanismo productivo que, a lo largo de las últimas centurias, hemos
aplicado en occidente. Y tales logros son precisamente
consecuencia de la desigualdad de rentas y patrimonios, pues esa
disimilitud es el motor que a todos, ricos y pobres, induce a producir
lo máximo que en su mano esté y al costo más bajo posible, lo cual
permite atender, cada vez mejor, las necesidades de las masas
consumidoras. Suprimidos los aludidos estímulos, reduciríase
inevitablemente la riqueza total, de modo que, efectuada la tan ansiada
redistribución igualitaria, serían aún más míseras esas personas a las
que en la actualidad denominados pobres”.
En lo que toca a las políticas redistributivas comencemos
anotando que quienes las promueven tienen la extraña creencia de que
la producción y la distribución son fenómenos separados e
independientes, que una vez generado el producto éste no tiene dueño
y, por tanto, lo correcto es distribuirlo según las necesidades de los
individuos. Esta concepción, nacida en el marxismo, probablemente
sea una de las ideas que más daño ha hecho a la humanidad en el siglo
pasado y todavía hoy actúa de manera perversa en contra de aquellos
a los que dice favorecer.
Como explicara el profesor Mises (1949): “Esta supuesta
dualidad de procesos –uno de producción y otro de distribución– en
la economía de mercado no se da. El mecanismo es único. Los bienes
no son primero producidos y luego distribuidos. Ficticia a todas luces
resulta aquella imaginada apropiación de una riquezas sin dueño. Todos
los bienes, desde un principio, son de propiedad de alguien. Si se quiere
redistribuirlos es necesario proceder previamente a su confiscación.
El aparato estatal de compulsión y coerción puede, desde luego, lanzarse
a todo género de expoliaciones y expropiaciones. Pero ello no prueba
que un duradero y fecundo sistema de colaboración social pueda, sobre

tal base, estructurarse”.


La medición de la desigualdad ha transitado por diferentes
etapas, desde simples indicadores de las desviaciones individuales
respecto a cierta medida de tendencia central hasta coeficientes de
razones de ventaja agregados. Los coeficientes de proporciones
equitativas tuvieron su origen en los trabajos de Alker y Russett (1964)
y de allí se derivó al uso generalizado de la Curva de Lorenz y el Índice
de Gini. La elevada popularidad que alcanzó el Índice de Gini se debe
a que resulta atrayente, desde el punto de vista de la geometría, calcular
la superficie que existe entre la Curva de Lorenz y la Línea de Igualdad;
para aclarar, el Índice de Gini, sobre el que trabajaremos seguidamente,
suma, para cada unidad de análisis, la diferencia entre el lugar que
ocupa en la Curva de Lorenz y el que se esperaría que ocupe en caso
de haber total igualdad, dividiendo posteriormente esta suma sobre su
máximo valor posible.
El Índice de Gini es usado generalmente para medir la
desigualdad de ingresos o rentas, pero para los fines que ahora nos
interesan, conviene seguir la sugerencia de Laserna (2008) quien dice:
“En una economía heterogénea como la nuestra, en la que una parte
de lo que satisface las necesidades de la gente proviene de bienes
producidos en el hogar o de transacciones e intercambios no monetarios,
resulta más apropiado observar la distribución del consumo”; por otra
parte, dada la poca flexibilidad de los ingresos, especialmente de los
salarios, en el corto plazo, la medición del impacto de la inflación a
través de la distribución del consumo es mucho más relevante.
Para este tratamiento nuestro primer paso será estimar el
porcentaje de gasto por persona dividiendo a los individuos por deciles
de consumo y, así, estimar un Índice de Gini con base en el consumo.
Los datos de Laserna aparecen consignados en la siguiente gráfica y

nos proporcionan un Índice de Gini del 43.8 por ciento.


El siguiente paso fue estimar el gasto en alimentos en
proporción al gasto total, sobre la misma base de los individuos
divididos por deciles. Los resultados que se presentan en la Gráfica
5 fueron los esperados, en el sentido de que en los estratos más bajos
el porcentaje de gasto en alimentos respecto del total de gasto es mayor

que en los estratos superiores.

Como corolario hicimos el ejercicio de suponer una tasa de


inflación general del 10 por ciento anual, como resultado de la
ponderación promedio de la elevación de precios en los distintos grupos
de consumo de julio del 2000 a julio del 2008. De allí estimamos su
impacto sobre los deciles tomados de Laserna (2008).
El resultado de este ejercicio, que se puede observar en la
Gráfica 6, nos muestra que el mayor impacto de la inflación lo sufren
los individuos ubicados en el segundo decil, seguidos por los individuos
del cuarto decil. Evidentemente, como se esperaba, son los estratos
más pobres quienes se ven mayormente afectados por la inflación, sin
embargo, esperábamos encontrar una tendencia monotónicamente
decreciente y una distribución fuertemente concentrada en los estratos
más bajos, y no presentar la forma descrita y que se puede ver en la gráfica. Probablemente
la explicación para esta discrepancia entre los
valores esperados y los observados, especialmente el hecho de que los
individuos del decil más bajo no sean aquellos mayormente afectados
por la inflación se explique por la importancia en su estructura de
consumo de bienes que no necesariamente pasan por el mercado y que
nuestros instrumentos de medición, así como la información disponible
en la Encuesta de Hogares, no permiten imputar tales gastos al interior
de los cálculos de los efectos de la inflación. Una explicación teórica
y metodológica de este fenómeno puede ser revisada en McKay y Sowa

(2005).

Por otra parte, es interesante ver que los individuos del cuarto
decil sufren un importante impacto de la inflación, la explicación de
este fenómeno pensamos que se encuentra en el hecho de que en este
estrato puede presentarse un cambio importante en los patrones de
consumo, el mismo que no necesariamente esté en la composición de
la canasta, sino en la calidad de los bienes consumidos, así como
cambios en el tipo de servicios a los que pueden acceder. Lo que también
es evidente es que a partir del sexto decil el impacto de la inflación
cae fuertemente. En suma, son los estratos pobres y medios los más
afectados por la subida de los precios.
Para complementar este análisis clasificamos a los hogares en
correspondencia a su lugar de residencia y el grado de instrucción del
jefe de hogar y realizamos el mismo ejercicio anterior. El resultado,
presentado en la Gráfica siguiente, nos muestra que los más afectados por la
inflación son, como se esperaba, los hogares cuyo jefe de hogar es
trabajador no calificado urbano y, seguidamente, aquellos hogares
rurales cuyo jefe de hogar es no calificado. Lo que llama la atención
es que los menos afectados son los hogares rurales cuyo jefe de hogar
es calificado. No hemos procesado la suficiente información para
explicar este fenómeno, pero pensamos que en este grupo de hogares
pueden tener importante peso aquellos cuyo jefe de hogar trabaja en
programas de la cooperación internacional, organizaciones no
gubernamentales, fuerzas armadas y otros que reciben sus ingresos

desde los centros urbanos.


4.7 La Bendición de los Recursos Naturales
La asimetría en la dotación de recursos naturales, en especial
las diferencias entre los países exportadores e importadores netos de
energía, ha hecho correr mucha tinta. Entre ellos, la denominada
“Enfermedad Holandesa” destaca que en el incremento que se produce
en la renta por efecto de los ingresos que se generan en los sectores
productores y exportadores de recursos naturales, conduce a un
incremento de las importaciones que se produce al caer el precio de las monedas
extranjeras; al mismo tiempo, los factores de producción
internos se desplazan hacia los sectores de recursos naturales como
resultado de que éstos retribuyen mejor a los mismos; al mismo tiempo
que se incrementa la demanda de bienes no transables. Como resultado,
el sector que produce bienes transables (no el sector de recursos
naturales) se contrae, para cubrir la demanda de bienes no transables,
por ejemplo, vivienda, y servicios.
La importante entrada de moneda extranjera conduce a una
mayor cantidad de dinero doméstico en circulación, con la consecuente
apreciación de la moneda y la pérdida de competitividad de los sectores
exportadores, especialmente de manufacturas.
Al final de la jornada, los sectores productores de bienes
transables, no ligados a la explotación de recursos naturales, se contraen
y la economía se ve concentrada y dependiente de la producción de
recursos naturales; sin embargo, como señalara Chumacero (2008), lo
importante es ver en que medida los shocks transitorios de ingresos
por la exportación de recursos naturales pueden generar efectos
permanentes sobre las finanzas del sector público. Como se puede
observar en la Gráfica , la evolución de los ingresos fiscales en Bolivia
y Chile siguió una trayectoria similar, sin embargo el crecimiento de
los gastos en Bolivia presenta una tasa más alta que en el caso de Chile,
de lo que se extrae que pasado el boom de precios la economía boliviana

podría enfrentar mayores restricciones que la economía chilena.

En la misma línea otros trabajos como los de Sachs y Warner


(1995, 2001) muestran, con base en importante evidencia estadística,
que existe una correlación inversa entre el crecimiento económico y
la proporción de la exportación de recursos naturales respecto al total
de sus exportaciones, concluyendo que aquellos países altamente
dependientes de la exportación de recursos naturales son aquellos que
presentan menores tasas de crecimiento, mientras que aquellos que no
tienen recursos naturales o, con mayor precisión, aquellos cuyas
economías no dependen de sectores productores de renta, son quienes
presentan tasas de crecimiento más altas.
Una visión complementaria a los dos enfoques mencionados
es aquella que sostiene que los países dependientes de los recursos
naturales tienden a generar una actitud rentista, en tanto que los
diferentes grupos luchan por apropiarse de la rentas de los recursos naturales antes que
hacer esfuerzos por incrementar su productividad,
conduciendo al país a un estancamiento económico o, al menos, a tasas
de crecimiento muy modestas. Un interesante trabajo enfocado al caso
de Bolivia puede ser revisado en Laserna, Gordillo y Komadina (2005).
La verdad es que tener recursos naturales no es una maldición,
ni se trata de tirar a la basura el billete ganador de la lotería para no
tener que enfrentarnos al problema de qué hacer con ese dinero, se
trata, en última instancia, de qué uso debemos darle a esta bendición
sin que genere efectos perversos y distorsiones permanentes en nuestra
actividad generadora de riqueza y que, por el contrario, actúe en
sinergia respecto a la misma y los objetivos de crecimiento y bienestar.
Como lo destacamos en el anterior punto, las políticas
redistributivas, al confiscar o expoliar la riqueza de quienes la generan,
conducen a una caída en los incentivos, una reducción en el crecimiento
económico y una caída en el bienestar, afectando de manera negativa
en mayor proporción a los grupos que originalmente se quería favorecer;
sin embargo, si tal distribución se hiciera de una riqueza que cae del
cielo, como el maná con el que fueron favorecidos los israelitas del
Antiguo Testamento, la historia sería distinta.
En el caso de la importante cantidad de recursos energéticos
con los que fue favorecido Bolivia son como el maná del cielo. Los
ingresos para el país por concepto de los hidrocarburos, como efecto
de los elevados precios internacionales, subieron de 10 puntos
porcentuales en términos de su participación en el PIB, representando
los impuestos y las ventas de hidrocarburos más de un 40 por ciento
del total de ingresos del sector público. Si un 45 por ciento de esta
renta hidrocarburífera fuese directamente distribuida entre las personas,
como la destaca Morales (2008): “Con la distribución directa no sólo que aumentaría la tasa
de crecimiento de largo plazo sino que
probablemente el capital per cápita y el PIB per cápita de largo plazo
serán también más altos. Tomado en cuenta el promedio de los últimos
tres años de la renta hidrocarburífera, la distribución directa significaría
una transferencia de 65 dólares por persona mayor de 18 años o en
dólares corregidos por paridad de compra, de 177 dólares, que son
cantidades significativas. De esta manera aumentaría el bienestar del
consumidor representativo, permitiéndole un aumento de su consumo
de manera sostenible en el tiempo. Este aumento no sería más
inflacionario que cuando la renta se queda en el sector público en la
mayoría de los escenarios”.
Considero interesante la propuesta de Laserna (2007) y el
trabajo de Morales (2008) pero creo que el mismo podría ser fortalecido
con la distribución directa de parte de la renta a los hogares en “bonos
educativos”, tal como fue planteada originalmente por Friedman (1979),
otorgándoles a los hogares “vales” para que puedan utilizarlos en el
pago de la educación de sus hijos. Esto daría como resultado la
reducción en las disparidades de educación y sería, ciertamente, un
poderoso instrumento para lograr la ansiada igualdad de oportunidades.
Evidentemente que ello supondría reducir en un mayor porcentaje los
ingresos del Estado, ¿pero acaso nos interesa más la construcción de

pirámides y arcos de triunfo que la inversión en nuestros hijos?

4.8 Inflación, Crecimiento y Empleo


Cuando se estudia los efectos de la inflación sobre el crecimiento
y empleo lo primero que salta a la mente es la bien conocida curva
de Phillips, aunque la preocupación por la relación entre la inflación
y el desempleo viene de la década de 1920 con Irving Fisher (1926) quien descubrió, por
decirlo de alguna manera, la relación entre ambas
variables. Phillips (1958) presentó una observación empírica de la
relación inversa entre cambios en los salarios y el desempleo en el
Reino Unido, encontrando una relación inversa entre ambas variables,
textualmente anota que la finalidad de su estudio es la de “comprobar
si la evidencia estadística apoya la hipótesis de que la variación de
los salarios monetarios en el Reino Unido puede explicarse por el nivel
de paro (desempleo) y el ritmo de variación del mismo, excepto en
los años -o inmediatamente después de ellos- en que hubo una muy
rápida elevación de los precios de las importaciones”. Para probar su
hipótesis utiliza los datos de la variación de salarios como porcentaje
anual y el porcentaje de desempleo anual de 1861 a 1957, revelando
la existencia de una tendencia a que la variación de los salarios sea
alta cuando el desempleo es bajo y baja o negativa cuando el desempleo
es elevado.
La lógica del trabajo de Phillips estaba en el hecho de que
cuando la demanda de un producto es elevada, debemos esperar que
su precio suba y cuando la demanda es escasa, debemos esperar que
el precio baje; este principio también debería ser válido para la mano
de obra, es decir que cuando hay un exceso de demanda de mano de
obra, suban los salarios y cuando haya exceso de oferta los salarios
bajen. Propuso que el tamaño del exceso de demanda en el mercado
de trabajo podía medirse por medio del porcentaje que representa la
fuerza laboral desempleada, es decir, la tasa de desempleo.
La racionalidad subyacente detrás el supuesto de Phillips fue
dilucidada por Lipsey (1960). Existe una determinada relación entre
el desempleo y el exceso de demanda de trabajo, cuanto más alto sea
el exceso de demanda, menor será el nivel de desempleo. La relación
es no lineal porque el desempleo no puede caer por debajo de cero, a mayor exceso de
demanda, la curva se aproxima al eje vertical pero
no lo corta, asimismo, el hecho de que los salarios son más flexibles
al alza que hacia la baja.
Si utilizamos el supuesto “proxi” entre el exceso de demanda
y la tasa de desempleo, es posible transformar la hipótesis de la teoría
de la inflación vía demanda, de la existencia de una relación entre la
variación de los salarios y el exceso de demanda, en una predicción
contrastable de que habrá una relación inversa entre el nivel de
desempleo y la inflación de salarios. Asimismo, si se supone que los
salarios son el principal componente del costo, es posible establecer
una relación inversa, un trade off, entre inflación y desempleo.
Con base en esta propuesta, los keynesianos pensaban que
tenían una poderosa herramienta para predecir el nivel de desempleo
y la tasa de inflación en la economía. El panorama era más simple
para el gobierno ya que sólo jugaba con dos variables aparentes, el
desempleo y la inflación. Si el objetivo del gobierno era disminuir el
desempleo, debía esperar que la inflación se incremente, de esta manera
se podrían tolerar niveles altos de inflación con la ventaja de gozar
de una tasa baja de desempleo.
Esta teoría fue ampliamente aceptada y puesta en práctica en
la década de 1960 hasta el shock mundial de los precios del petróleo
en 1973, momento en el cual muchas economías experimentaron altos
niveles de desempleo, acompañados por altos niveles de inflación,
contradiciendo las predicciones de la curva de Phillips. Para encaminar
correctamente una economía con estas características, según los estudios
keynesianos, era necesaria la aplicación simultánea de políticas
contradictorias, una política expansiva anti-recesiones y una política
contractiva anti-inflacionaria. Esta experiencia de niveles altos de inflación y desempleo se
denominó estanflación, situación que según
la teoría de la curva de Phillips era imposible que surja.
Después del colapso de las teorías y explicaciones keynesianas,
en la década de 1970, la escuela monetarista propone un nuevo enfoque
para analizar el tema de la inflación. Friedman (1975) anota: “Existe
una diferencia crucial entre el análisis de Fischer y el de Phillips, entre
la verdad de 1926 y el error de 1958, lo que tiene relación con la
dirección del proceso de causación. Fischer tomó la tasa de cambio
de precios como la variable independiente que pone en marcha el
proceso. El enfoque de Phillips se desarrolló, exactamente, en la
dirección opuesta, al tomar el empleo como la variable independiente
que ponía en marcha el proceso” para complementar: “El análisis de
Phillips parece obvio y muy convincente, sin embargo, es
completamente falaz. Es falaz porque ningún teórico de la economía
ha afirmado nunca que la demanda y la oferta de trabajo fueran una
función de la tasa nominal de salarios”.
La propuesta de Friedman trata más de la cuestión de la
influencia de las expectativas de precios que de las aspiraciones
salariales. Esta es una cuestión importante, ya que la naturaleza de la
respuesta implica que la relación de Phillips exista como un fenómeno
de largo plazo o solamente como una relación transitoria y dinámica.
Iniciado el proceso de cambio de la teoría original sugerida por
Phillips, se hicieron varios trabajos con base en la hipótesis de la tasa
natural de desempleo propuesta por Friedman, entre ellos, por ejemplo,
el trabajo de Gordon (1990) presenta el Modelo de Inflación Triangular,
donde explica que la inflación depende de tres factores básicos: la
demanda, la oferta y la inercia. La demanda influye mediante cambios
en la producción (excesos) o el cambio en el nivel de desempleo. La oferta, por su parte, se
incluye por las distintas variables exógenas que
la afectan, como shocks internacionales del petróleo, fuertes cambios
en los precios de las importaciones o políticas de control de precios.
La inercia se refiere a la inclusión de las variables inflacionarias
rezagadas. Al introducir estos cambios en la teoría original se da paso
a lo que se conoce como la Nueva Curva de Phillips. La curva de corto
plazo se presenta como una Curva de Phillips normal pero con
desplazamientos a medida que las expectativas cambian. En el largo
plazo sólo existe una tasa de desempleo (Tasa Natural o NAIRU nonaccelerating
inflation rate of unemployment).
Lo que nos dicen las expectativas racionales es que las
expectativas de inflación son iguales a las que ocurren realmente,
aunque con pequeños errores temporales. Con esta explicación se
observa que la Curva de Phillips a corto plazo sería casi inexistente,
al punto en el que la tasa de desempleo no podría reducirse por debajo
de su tasa natural, puesto que causaría que las expectativas inflacionarias
se incrementen. Por su parte, el desempleo sólo se desviaría de su tasa
natural por equivocaciones transitorias al momento de realizar sus
expectativas o por shocks exógenos impredecibles. Entonces,
desviaciones de la tasa natural de largo plazo sólo serían una ilusión
transitoria.
Un ejercicio de relacionar la tasa de inflación y la tasa de
desempleo para Bolivia en el período de1990 al 2007 es presentado
en la Gráfica 9, donde se observa que la asociación entre los valores

de ambas variables no refleja la hipótesis de la Curva de Philips.


4.1 Marco Conceptual

Inflación.- a inflación es la presencia en la circulación de una gran cantidad de papel


moneda que rebasa las necesidades de la circulación de mercancías o que sobrepasa a la
cantidad de oro que lo respalda. La inflación se puede dar porque el Estado financia su
gasto público a través de la creación (emisión de dinero, que al no tener respaldo pierde
valor y por lo tanto disminuye su poder adquisitivo de la gente, se tiene que pagar más
dinero por las mismas cosas. Se rompe el equilibrio para que la producción circule
normalmente, hay un exceso de circulante en relación con la producción.

Impuesto.- Gravamen cuyo cumplimiento no origina una contraprestación directa en favor


del contribuyente por parte del Estado. Los recursos que se originan por este concepto
conforman la recaudación tributaria. Los impuestos en el Perú se clasifican en impuesto a la
renta, impuesto general a las ventas, impuesto selectivo al consumo, impuesto a las
importaciones y otros impuestos.

Índice.- En estadística, serie numérica que expresa la evolución en el tiempo de los valores
de una variable o magnitud, tales como precios, cotizaciones, desempleo, entre otros. Los
índices están referidos a una fecha base a la cual se le asigna arbitrariamente un valor que
por lo general es 100.

Índice de Precios al Consumidor (IPC).- Mide la evolución del costo de la canasta de


consumo. En el Bolivia, al igual que en la mayor parte de países, el índice de precios al
consumidor (IPC) se calcula oficialmente utilizando la fórmula de Laspeyres, en la que se
compara el valor de una canasta de bienes de consumo típica de las familias, a precios
corrientes, con el valor de la misma canasta en un año base. El seguimiento de la inflación
se realiza  a través de la evolución del índice de precios al consumidor de Lima
Metropolitana. Al no considerar el efecto sustitución mide la evolución del costo de bienes
y servicios y no del costo de vida.

Desempleo.- Condición de las personas en edad y disposición de trabajar que buscan


activamente un puesto de trabajo, sin encontrarlo. También se denomina desempleo abierto.
Pobreza.- La pobreza es una condición en la cual una o más personas tienen un nivel de
bienestar inferior al mínimo socialmente aceptado.

En una primera aproximación, la pobreza se asocia con la incapacidad de las personas para
satisfacer sus necesidades básicas de alimentación. Luego, se considera un concepto más
amplio que incluye la salud, las condiciones de vivienda, educación, empleo, ingresos,
gastos, y aspectos más extensos como la identidad, los derechos humanos, la participación
popular, entre otros.

Índice de Desarrollo Humano

Es una medición por país, elaborada por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Se basa en un indicador social estadístico compuesto por tres
parámetros: Vida larga y saludable (medida según la esperanza de vida al nacer), Educación
(medida por la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta combinada de matriculación
en educación primaria, secundaria y superior, así como los años de duración de la
educación obligatoria) y Nivel de vida digno (medido por el PIB per cápita PPA en
dólares).

Empleo.- Condición de las personas en edad y capacidad de trabajar que realizan algún tipo
de trabajo, asalariado o no. Se refiere al grado de utilización de la fuerza laboral o de la
población económicamente activa (PEA).

5. Conclusiones y Recomendaciones
El Banco Central de Bolivia ha realizado enormes esfuerzos
para retirar la excesiva liquidez pero con poco éxito, dado al
enorme ingreso de recursos externos. El Banco Central ha logrado
retirar liquidez en un volumen igual al que se tiene en emisión de dinero.24 Y este esfuerzo
de retirar el exceso de liquidez ha
creado una deuda pública interna cara que no existía antes. A la
fecha la deuda pública interna alcanza a 5.300 millones de dólares
americanos cuando el año 1994 prácticamente era inexistente.
Es cierto que el Banco Central alcanzó un stock de reservas
internacionales nunca antes vista. Hasta fines de agosto de 2008
estas alcanzan a 7.700 millones de dólares, sin embargo, el gobierno
y el Banco mantienen obligaciones que se podría hacer exigibles
en el corto plazo como es la deuda interna que mantiene el Tesoro
General de la Nación como así también el saldo de operaciones de
mercado abierto. Adicionalmente hay que considerar las
obligaciones que mantiene el Banco Central con el sistema financiero
boliviano y con el sector público. Si se suma la deuda interna del
Gobierno con la que mantiene el Banco Central, por sus operaciones
monetarias, y los depósitos tanto de la banca como del sector público
se concluyen que son mayores a los 7.700 millones de dólares de
reservas.25
Una situación de “boom” en que vive la economía boliviana
debido al enorme flujo de recursos provenientes del exterior, exige,
en primer lugar, una política fiscal contractiva y anticíclica. Siendo
Bolivia una economía tan informal los instrumentos tributarios no operan bien, por lo que
el principal instrumento debe ser el freno a
la expansión del gasto fiscal, lo cual no se está dando.26
Tampoco se debe olvidar que Bolivia tiene una inflación
reprimida a partir del hecho de que los precios de todos los hidrocarburos
están congelados hace más de una década, a un nivel que representa
el 30 por ciento de los precios internacionales, en un contexto donde
los países vecinos han estado ajustando estos precios. Una adecuada
política fiscal para frenar el gasto privado habría sido -y sería- un ajuste
gradual en los precios de los hidrocarburos, lo que transparentaría la
verdadera inflación en Bolivia, disminuiría la expansión de la demanda,
y aumentaría el ingreso fiscal que debería ser ahorrado como parte
de la política antiinflacionaria.
La política de apreciación cambiaria ha sido exitosa para
aumentar las importaciones27 y de esta manera disminuir la brecha de
exceso de demanda pero ha tenido un efecto boomerang en cuanto a
la expansión de la liquidez para el gasto. En una economía dolarizada
la gente se acostumbró a mantener parte de su riqueza, en forma líquida,
en dólares americanos y que ante la continua devaluación, que se vivió
hasta el año 2005, la gente tenía ganancias de capital en términos de
la moneda nacional. Una vez que estas ganancias desaparecen y, por
el contrario, se tornan en pérdidas, por la continua apreciación
cambiaria, la gente decide cambiar sus activos financieros en dólares
americanos para convertirlos en moneda nacional, pero ya no para mantenerlos todo como
motivo activo sino para destinarlos al gasto
en todo tipo de bienes, tanto importados como nacionales, incrementado
la demanda en general y, con esto, la tasa de inflación.
El hecho de que la demanda de dinero se hubiese incrementado
notablemente en los tres últimos años no sólo es consecuencia del
cambio del portafolio de las personas desde dólares americanos a
moneda nacional, sino también a diferentes hechos, que pueden ser
no económicos, y que están aconsejando a la gente a mantener dinero
líquido en lugar de la adquisición de bienes de consumo durable o bienes
de inversión. Pero esta conducta puede cambiar si la gente se decide
por la adquisición de bienes, con lo que se incrementará la inflación,
lo que a su vez puede provocar el reinicio de la devaluación del tipo
de cambio acentuando aun más la tasa de inflación.
En el pasado la inflación se transparentó -y se desbocó- siempre
por algún hecho que generó expectativas de inflación. Ese hecho, en
el pasado, fueron siempre las dramáticas devaluaciones del tipo de
cambio fijo, ocasionadas por “shocks” externos. Así, el año 1972 se
dio una fuerte devaluación del tipo de cambio que se tradujo en altas
tasas de inflación en los dos años siguientes. La hiperinflación de los
años 80 comenzó con la introducción de controles gubernamentales
en el mercado de divisas, e incrementos de varias veces el tipo de
cambio.

GaFGASGHASGH
La inflación no es otra cosa que un indicador de que los
mercados están fuera del equilibrio y su permanencia responde directa
e ineluctablemente a la cantidad de dinero en circulación con relación
a la producción real; sin embargo, cuando los precios suben, no todos
suben en la misma proporción al mismo tiempo, lo que genera, por
una parte, una distorsión en los precios relativos que se traduce en malas
señales al momento de asignar los recursos y, por la otra, transferencias
indeseables de ingresos entre los agentes económicos, dando como
resultado que, al menos en el corto plazo, existan ganadores y
perdedores. Como hemos podido ver en el trabajo, son los hogares más
pobres quienes se ven mayormente afectados por los procesos
inflacionarios, ello en tanto que su estructura de consumo es más frágil
ante los cambios en los precios de la canasta de consumo; asimismo,
conviene subrayar que la inflación no solamente grava el consumo de
los hogares sino que también castiga los esfuerzos de ahorro. Este
deterioro en las condiciones de vida no solamente afecta a la situación
actual de los hogares más pobres, sino que compromete negativamente
su futuro, penalizando fuertemente a los miembros más jóvenes del
hogar. La evidencia estadística y los distintos trabajos a los que nos
referimos en el texto, dan cuenta de que los pobres sufren más en los
procesos inflacionarios que los ricos.
Tres elementos conviene resaltar al cierre de estas
consideraciones: Primero, que las políticas redistributivas del ingreso,
más allá de su carácter expoliatorio, generan efectos perversos y actúan
en contra de aquellos que en principio se buscaba favorecer; segundo,
que los ingresos de la actividad que produce rentas, si no son canalizados
de manera directa a la inversión en capital humano, pueden terminar
dañando el sistema económico; tercero, subrayar que la confusión entre
riqueza y dinero ha sido uno de principales problemas en los que se
han perdido los policy makers, siendo, con base en esta confusión, los
responsables de las principales crisis que se conoce.
Para concluir quedémonos con una cita que David Hume (1742)
escribió hace más de dos siglos: “Carece de trascendencia, en relación
con el bienestar interior de un Estado, si el dinero se encuentra en mayor
o menor cantidad”, de lo que no debe leerse que no importen las
variaciones de la cantidad de dinero y las condiciones de demanda del
mismo.

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