Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿Cómo influyen las emociones en la memoria de eventos personales? Esta pregunta básica
ha tenido una historia polémica y de larga duración, particularmente con respecto a los
recuerdos de eventos cargados de emociones negativas como la tristeza, la conmoción (shock)
o el terror. Las discusiones sobre el impacto de fuertes emociones negativas en la memoria
han estado típicamente enfocadas en uno de tres dominios de investigación: (a) memoria de
testigos, (b) memoria para eventos traumáticos y (c) memoria flashbulb (fotográfica). Aunque
cada una de estas tres bibliografías ha desarrollado su propia colección de paradigmas y
debates característicos, las tres convergen en enfocarse en dos problemas controversiales: (1)
si la emoción mejora o disminuye la fuerza de la memoria de un evento y (2) si se necesitan
mecanismos especiales para explicar los efectos de las emociones en la memoria.
Mientras estos dos problemas han provocado opiniones fuertemente divididas en los tres
dominios, los análisis recientes se han vuelto cada vez más complejos. Las afirmaciones
referentes a los efectos de la emoción en la fuerza de la memoria han evolucionado desde
caracterizaciones relativamente simples hasta evaluaciones más complejas sobre los distintos
factores que median en el impacto de la emoción. Las discusiones sobre el papel de los
mecanismos especiales de memoria se han vuelto cada vez más interesadas, cambiando
gradualmente desde debates polarizados hasta una creciente apreciación del modo en que la
emoción interactúa con la memoria.
Memoria de testigos
Esta evolución de opiniones es ilustrada por los cambios en los debates sobre el impacto de
la emoción en la memoria de testigos. Basándose en la respetada curva de Yerkes-Dodson
(que describe las reducciones en la actuación de diversas tareas después de grados de arousal
muy bajos o muy altos), se asumió originalmente que una emoción fuerte provocada por ser
testigo de un acto violento afectaría el desempeño de la memoria (Deffenbacher, 1983). En
consistencia con esta suposición, Clifford y Scott (1978) encontraron que los sujetos que
vieron un video en el que se representaba un evento violento (un ataque físico) fueron menos
precisos en responder los ítems de memoria de un cuestionario que los sujetos que vieron un
video con un evento no violento (un intercambio verbal entre un testigo y un policía). En
relación con esto, Loftus y Burns (1982) reportaron que exponerse a un video que incluía un
incidente violento (asesinato) afectaba la memoria para detalles vistos previamente. Entonces,
es poco asombroso que el 70% de los expertos en memoria de testigos encuestados por
Kassin, Ellsworth y Smith (1989), respalden la siguiente declaración: “niveles muy altos de
estrés afectan la exactitud de las declaraciones de testigos”.
Los resultados de Cahill y sus colegas sugieren que podría haber algunas verdades
importantes tanto para las afirmaciones de que la memoria emocional involucra procesos
especiales como para las que establecen que las memorias basadas en estudios de laboratorio
no son cualitativamente diferentes de las memorias emocionales del mundo real. El papel
único de las hormonas adrenérgicas y la amígdala en el procesamiento de memorias con
contenido emocional implica la participación de procesos del cerebro que pueden no estar
asociados con memorias no emocionales. Considerando esto y los resultados conductuales
revisados anteriormente, se indica que: (1) los detalles centrales de memorias emocionales son
recordados mejor que los detalles secundarios y (2) el tiempo cursado para la consolidación
de memorias emocionales puede ser diferente. Estos descubrimientos sugieren que la
memoria emocional de testigos puede tener incluso propiedades diferentes de las memorias no
emocionales. Sin embargo, el éxito de Cahill y sus colegas en documentar el papel único de la
emoción en las memorias de testigo de laboratorio sugiere que los procesos de la memoria
observados en el laboratorio pueden no ser cualitativamente diferentes de aquellos inducidos
en situaciones emocionales más extremas. Además, este análisis sugiere que la pregunta de
que si existen o no mecanismos especiales para memorias emocionales puede ser en sí misma
una cuestión excesivamente simplificada. Si la cuestión simplemente pregunta si las
memorias emocionales se realizan en procesos especiales, entonces la respuesta parece ser
que sí. Sin embargo, si la pregunta desafía la importancia de los mecanismos estándar de
memoria y los procedimientos de laboratorio para entender las memorias emocionales,
entonces la respuesta parece ser no.
Otra área importante en donde han tomado lugar las discusiones de las propiedades
particulares de los eventos emocionales ha sido el contexto de las memorias fotográficas- un
término acuñado por Brown y Kulik (1977) en su análisis de las memorias vívidas para las
nuevas historias destacadas, como el asesinato del presidente John F. Kennedy. Brown y
Kulik ofrecieron dos tesis en su caracterización de las memorias flashbulb, específicamente
que esas memorias: (1) comúnmente no son precisas e (2) involucra procesos únicos de
memoria. Ambas afirmaciones han sido temas de mucha controversia.
Como ejemplo, Pillemer (1984) le evaluó dos veces a sus sujetos su habilidad para recordar
dónde estaban, qué estaban haciendo y con quién estaban cuando ellos se enteraron por
primera vez del atentado al presidente Ronald. En promedio, alrededor del 82% de los detalles
recolectados un mes después del atentado fueron recordados nuevamente siete meses después-
un descubrimiento que Pillemer vio como evidencia de la impresionante decisión de las
memorias flashbulb.
Las críticas de este mecanismo especial de memoria flashbulb se han opuesto a que haya
una variedad de mecanismos de memoria estándar (como: peculiaridad, ensayo y relevancia
personal) que pudiera dar cuenta de la impresionante pero imperfecta precisión de estas
memorias. McCloskey et al. (1988) observaron que: “para el alcance con el que nosotros
aceptamos que los mecanismos de la memoria ordinaria pueden soportar adecuadamente la
memoria para experiencias del aprendizaje sobre eventos traumáticos… no hay necesidad de
postular un mecanismo especial de memoria flashbulb”.
Aunque los debates sobre el impacto de la emoción en las memorias de testigo y las
memorias flashbulb han sido intensos, ninguno de estos dominios ha despertado la tormenta
de fuego que ha envuelto la discusión sobre la memoria para trauma (ver Loftus & Ketcham,
1994; Ofshe & Watters, 1994; Schacter, 1996). Sin embargo, los mismos dos problemas
presentados antes se aplican aquí: (1) evaluación del impacto del trauma en la exactitud de la
memoria y (2) determinación de si el trauma provoca mecanismos especiales de memoria (ver
Bower & Sivers, 1998).
Las víctimas de traumas usualmente lamentan que sus experiencias traumáticas están
asociadas con recuerdos vívidamente dolorosos; las investigaciones confirman esta afirmación
(Koss, Tromp, &Tharan, 1995). Los recuerdos traumáticos son frecuentemente algo precisos,
aunque no perfectos, para una variedad de experiencias, incluyendo: secuestro (Terr, 1988),
ataque francotirador (Pynoos &Nader, 1989), experiencias en campos de concentración
(Wagenaar &
Groenweg, 1990) y visitas a salas de emergencia (Howe, Courage, & Peterson, 1994).
Aunque ha habido cierta controversia sobre qué tan precisas son las memorias para traumas,
(Goodman, Quas, Batterman-Fauce, Riddlesberger, & Kuhn, 1994), el mayor debate en este
tema ha sido si las memorias traumáticas pueden olvidarse completamente y luego recobrarse
con precisión. Se ha comprobado que esta cuestión ha sido un problema divisorio con
proporciones sin precedentes, cuya solución ha sido complicada por las dificultades éticas de
la experimentación, la restricción investigativa de actividades clandestinas confirmatorias y el
reto intelectual de descifrar evidencia que pueda estar desarrollada por fanatismo o dogmas.
Como un primer paso para deshacer este problema continuo, ayuda tener en cuenta que la
pregunta de si es posible olvidar y luego recordar memorias traumáticas puede dividirse a su
vez en dos preguntas: (a) ¿las memorias traumáticas pueden ser olvidadas? Y (b) ¿las
memorias traumáticas que han sido caracterizadas como recordadas son realmente auténticas?
1. Encuestas retrospectivas:
Hay estudios que han usado cuestionarios retrospectivos para evaluar las memorias
traumáticas de los individuos por abuso sexual (e.g., Briere &Conte, 1993; Gold, Hughes, &
Hohnecker, 1994; Loftus, Polonsky, & Fullilove, 1994), así como tipos de trauma más
generales (e.g. Elliott & Briere, 1995).Aunque los reportes estimados del olvido han variado
notablemente, todos estos estudios han encontrado proporciones significativas de encuestados
reportando que hubo un momento en que no recordaron su trauma. Estos resultados son
consistentes con la afirmación de que es posible olvidar experiencias traumáticas; sin
embargo, ellas deben ser vistas con precaución en dos consideraciones. Primero, en ninguno
de estos estudios hubo una confirmación independiente del trauma y hay serias razones de ser
inseguros sobre el estatus de las memorias recobradas en la ausencia de una confirmación.
Segundo, estos estudios dependen de la habilidad del encuestado para recordar sus estados de
memoria previos y hay evidencias de que los individuos pueden exagerar inconscientemente
el grado previo de olvido.
3. Estudios Prospectivos
Una demostración más convincente del olvido de experiencias traumáticas viene de los
estudios prospectivos que identifican a los individuos basándose sus historias traumáticas
conocidas (atenuando los problemas de memorias falsas) y que evalúan sus recuerdos actuales
de abuso (atenuando los problemas de las evaluaciones retrospectivas del olvido). En varios
de esos estudios (p.e. Widom &Morris, 1997; Williams, 1994), una proporción considerable
de individuos, de los cuales se sabía que habían sido abusados, no reportaron recuerdos del
incidente. Estos estudios, aunque proveen la evidencia más fuerte para el olvido de incidentes
traumáticos específicos, tienen limitaciones. Por ejemplo, estudios de este tipo solamente
abordan a la memoria para casos individuales de abuso y no hablan necesariamente de la
afirmación más general de que los individuos pueden olvidar episodios repetidos de abuso.
Además, muchos de los individuos en estos estudios no recordaron el incidente particular de
abuso por el cual ellos fueron tratados, pero recordaron otros asaltos sexuales. Algunos de
estos individuos pueden haber confundido sus recuerdos de abuso en lugar de haberlos
olvidado completamente. A pesar de estos y otros problemas, (vea Pope &Hudson, 1995),
estos estudios sugieren que los individuos pueden olvidar incidentes traumáticos únicos. Sin
embargo, solo porque algunas memorias traumáticas pueden ser olvidadas no significa que las
memorias descubiertas de episodios de abuso supuestamente olvidados hace tiempo son
necesariamente auténticas.
¿Las memorias traumáticas que han sido caracterizadas como recordadas son realmente
auténticas?
Unos pocos investigadores han deseado encontrar una confirmación independiente para el
abuso asociado a memorias descubiertas (p.e. Dalenberg,
1996; Kluft, 1998; Duggal & Stroufe, 1998; Schooler, in press; Schooler et al., 1997a, 1997b;
Williams, 1995). Varios de estos estudios son de alguna manera difíciles de interpretar,
porque no diferencian claramente la confirmación para las memorias descubiertas de
episodios adicionales de abuso versus el hecho de que uno fue la víctima del abuso. Aunque el
recuerdo de un episodio de abuso adicional es de interés, es claramente menos notable que
una memoria descubierta que nos lleva a concluir que alguien fue víctima de un abuso sexual.
Sin embargo, se ha documentado evidencia confirmatoria sobre el abuso sexual asociada con
las experiencias de memorias descubiertas. Por ejemplo, Schooler y sus colaboradores
(Schooler et al., 1997ª, 1997b; Schooler,2000) investigaron un número de casos que
involucraban memorias descubiertas de supuestos abusos (desde caricias inapropiadas hasta
violación) de individuos que creían que ellos no habían estado previamente consciente de su
condición de abuso. Schooler et al. indagaron y encontraron una confirmación independiente
de abuso buscando otros individuos que tenían conocimiento del abuso antes de los
descubrimientos de la víctima o que tenían evidencia de las tendencias abusivas del criminal.
Además, estos casos de confirmación también aportaron unas pistas interesantes sobre la
naturaleza de la experiencia descubierta. Por ejemplo, en cada caso, el descubrimiento de la
memoria fue asociado supuestamente con condiciones que compartían una correspondencia
significativa con el trauma original (p.e. ver una película sobre un abuso). Además, los
reportes de los individuos sobre sus recuerdos originales de abuso fueron caracterizados por
gran sorpresa y marcadas emociones, además de referirse a estas experiencias como memorias
“descubiertas”.