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Memoria de Eventos Emocionales

¿Cómo influyen las emociones en la memoria de eventos personales? Esta pregunta básica
ha tenido una historia polémica y de larga duración, particularmente con respecto a los
recuerdos de eventos cargados de emociones negativas como la tristeza, la conmoción (shock)
o el terror. Las discusiones sobre el impacto de fuertes emociones negativas en la memoria
han estado típicamente enfocadas en uno de tres dominios de investigación: (a) memoria de
testigos, (b) memoria para eventos traumáticos y (c) memoria flashbulb (fotográfica). Aunque
cada una de estas tres bibliografías ha desarrollado su propia colección de paradigmas y
debates característicos, las tres convergen en enfocarse en dos problemas controversiales: (1)
si la emoción mejora o disminuye la fuerza de la memoria de un evento y (2) si se necesitan
mecanismos especiales para explicar los efectos de las emociones en la memoria.

Mientras estos dos problemas han provocado opiniones fuertemente divididas en los tres
dominios, los análisis recientes se han vuelto cada vez más complejos. Las afirmaciones
referentes a los efectos de la emoción en la fuerza de la memoria han evolucionado desde
caracterizaciones relativamente simples hasta evaluaciones más complejas sobre los distintos
factores que median en el impacto de la emoción. Las discusiones sobre el papel de los
mecanismos especiales de memoria se han vuelto cada vez más interesadas, cambiando
gradualmente desde debates polarizados hasta una creciente apreciación del modo en que la
emoción interactúa con la memoria.

Memoria de testigos

Esta evolución de opiniones es ilustrada por los cambios en los debates sobre el impacto de
la emoción en la memoria de testigos. Basándose en la respetada curva de Yerkes-Dodson
(que describe las reducciones en la actuación de diversas tareas después de grados de arousal
muy bajos o muy altos), se asumió originalmente que una emoción fuerte provocada por ser
testigo de un acto violento afectaría el desempeño de la memoria (Deffenbacher, 1983). En
consistencia con esta suposición, Clifford y Scott (1978) encontraron que los sujetos que
vieron un video en el que se representaba un evento violento (un ataque físico) fueron menos
precisos en responder los ítems de memoria de un cuestionario que los sujetos que vieron un
video con un evento no violento (un intercambio verbal entre un testigo y un policía). En
relación con esto, Loftus y Burns (1982) reportaron que exponerse a un video que incluía un
incidente violento (asesinato) afectaba la memoria para detalles vistos previamente. Entonces,
es poco asombroso que el 70% de los expertos en memoria de testigos encuestados por
Kassin, Ellsworth y Smith (1989), respalden la siguiente declaración: “niveles muy altos de
estrés afectan la exactitud de las declaraciones de testigos”.

Precisión de la Memoria de Testigo para Eventos Emocionales


Aunque inicialmente el impacto de la emoción negativa en la memoria de testigo parecía ser
directo, la cuestión se volvió más complicada con la identificación de una diversidad de
factores mediadores. Uno de los factores esenciales que fue anticipado por Easterbrook
(1959), se refiere a la diferencia entre la memoria para detalles centrales vs. la memoria para
detalles periféricos del evento objetivo a ser recordado. Easterbrook propuso que el arousal
puede reducir el foco de la atención, lo que conduce a una memoria para detalles centrales
mejorada y a una memoria para detalles periféricos perjudicada. Evidencias de distintas
fuentes apoyan esta proposición (e.g., Christianson, 1992a; Heuer & Reisberg, 1990).
Además, la idea de la atención disminuida ha sido aplicada para dar cuenta al fenómeno de
armas, por el que la memoria se ve disminuida (Loftus, Loftus, &Messo, 1987).

El intervalo de retención ha sido presentado como un factor mediador potencialmente


importante en cuanto a la determinación del efecto de la emoción en la memoria de testigos.
También se sabe que cuando la retención es evaluada inmediatamente, un arousal elevado en
la codificación termina perjudicando el aprendizaje de pares asociados. Por otro lado, en
intervalos largos de retención el arousal conduce a una mejor actuación de la memoria
(Kleinsmith & Kaplan, 1963, 1964). Aunque este patrón ha sido visto en diferentes estudios
sobre memoria de testigos, (e.g., Christianson, 1984; Burke, Heurer, &Reisberg, 1992,
experimento 2), no ha sido demostrado en otros (Burke et al., 1992, experimento 1;
Christianson & Loftus, 1987). Sin embargo, un reciente meta análisis sugiere que la
interacción entre el intervalo de retención y los eventos de testigos cargados emocionalmente
consiste en un efecto confiable (Park, 1995). De este modo, el intervalo de retención impulsa
la creciente complejidad de las condiciones bajo las cuales la emoción ayuda o dificulta la
memoria de testigo.

Mecanismos de la Memoria de Testigo para Eventos Emocionales


¿La memoria de testigos para eventos emocionales utiliza mecanismos que son
cualitativamente diferentes de aquellos involucrados en el recuerdo de las experiencias no
emocionales? Dentro de las investigaciones en esta área, unas pocas preguntas han provocado
más desacuerdos y propagado más respuestas polarizadas. Yuille y Cutshall (1986)
investigaron la memoria de los testigos de un robo y un asesinato y observaron, por lo
general, un recuerdo preciso con una pequeña caída al pasar el tiempo. Debido a la
desigualdad entre estos resultados y aquellos revelados por los estudios de laboratorio (los
cuales implican crímenes manipulados), Yuille y Cutshall establecieron que eventos
emocionalmente extremos de la vida real llevan a “memorias cualitativamente diferentes que
los inofensivos eventos de laboratorio” (pág. 178). Por otra parte, Christianson, Goodman y
Loftus (1992), afirmaron que las diferencias entre los eventos emocionales de laboratorio y
los de la vida real pueden ser en realidad más aparentes que reales.

Una investigación reciente de Cahill y colaboradores ha sugerido como conclusión la


existencia de mecanismos especiales de memoria asociados a los eventos emocionales de
testigos. En un estudio (Cahill, Prins, Weber, & McGaugh, 1994), los sujetos fueron
inyectados con propranolol (un bloqueador de adrenalina) o con una sustancia placebo antes
de que presenciaran una pequeña historia que bien podía ser emocionalmente estimulante o
neutral. Sorprendentemente, el propranolol atenuó en los participantes la ventaja en el
reconocimiento de elementos emocionales, mientras que no tuvo efecto en la memoria de
elementos no emocionales (la historia emocional contenía tanto partes estimulantes como
neutrales). Estos hallazgos sugieren que la ventaja normal de la memoria para los detalles
centrales de las escenas emocionales es el resultado de la participación de hormonas
adrenérgicas, las cuales fueron bloqueadas en los participantes que recibieron propranolol.

Hallazgos adicionales sugieren un papel especial de la amígdala en la memoria emocional


de los testigos. Por ejemplo, Cahill, Babinksy, Markowitsch, y McGaugh, (1995) no
observaron una mejora en la memoria para presentaciones emocionales en comparación con
presentaciones no emocionales en un paciente con una degeneración bilateral de la amígdala.
Además, usando un procedimiento por imágenes PET, Cahill et al. (1996) encontraron que el
grado de activación en la amígdala durante la observación de videos emocionales predijo el
recuerdo dos semanas después (r=0.92). Por otro lado, no se encontró una relación confiable
entre la activación de la amígdala durante la codificación y el recuerdo subsecuente cuando
los videos eran neutrales.

Los resultados de Cahill y sus colegas sugieren que podría haber algunas verdades
importantes tanto para las afirmaciones de que la memoria emocional involucra procesos
especiales como para las que establecen que las memorias basadas en estudios de laboratorio
no son cualitativamente diferentes de las memorias emocionales del mundo real. El papel
único de las hormonas adrenérgicas y la amígdala en el procesamiento de memorias con
contenido emocional implica la participación de procesos del cerebro que pueden no estar
asociados con memorias no emocionales. Considerando esto y los resultados conductuales
revisados anteriormente, se indica que: (1) los detalles centrales de memorias emocionales son
recordados mejor que los detalles secundarios y (2) el tiempo cursado para la consolidación
de memorias emocionales puede ser diferente. Estos descubrimientos sugieren que la
memoria emocional de testigos puede tener incluso propiedades diferentes de las memorias no
emocionales. Sin embargo, el éxito de Cahill y sus colegas en documentar el papel único de la
emoción en las memorias de testigo de laboratorio sugiere que los procesos de la memoria
observados en el laboratorio pueden no ser cualitativamente diferentes de aquellos inducidos
en situaciones emocionales más extremas. Además, este análisis sugiere que la pregunta de
que si existen o no mecanismos especiales para memorias emocionales puede ser en sí misma
una cuestión excesivamente simplificada. Si la cuestión simplemente pregunta si las
memorias emocionales se realizan en procesos especiales, entonces la respuesta parece ser
que sí. Sin embargo, si la pregunta desafía la importancia de los mecanismos estándar de
memoria y los procedimientos de laboratorio para entender las memorias emocionales,
entonces la respuesta parece ser no.

En lugar de preguntar si la emoción provoca en su totalidad procesos de memoria únicos,


sería más apropiado preguntar (considerando la literatura de la memoria de testigos) ¿cómo y
bajo qué condiciones los procesos relacionados a emociones (como la reducción de la
atención y el incremento de la actividad de la amígdala) interactúan con la codificación
estándar de memoria, la consolidación y las funciones de recuperación? Como se verá, una
resolución de la pregunta del mecanismo especial parece apropiada con las controversias
asociadas a la memoria fotográfica (flashbulb) y la memoria para traumas.

Memorias Fotográficas (Flashbulb)

Otra área importante en donde han tomado lugar las discusiones de las propiedades
particulares de los eventos emocionales ha sido el contexto de las memorias fotográficas- un
término acuñado por Brown y Kulik (1977) en su análisis de las memorias vívidas para las
nuevas historias destacadas, como el asesinato del presidente John F. Kennedy. Brown y
Kulik ofrecieron dos tesis en su caracterización de las memorias flashbulb, específicamente
que esas memorias: (1) comúnmente no son precisas e (2) involucra procesos únicos de
memoria. Ambas afirmaciones han sido temas de mucha controversia.

Precisión de las Memorias Flashbulb


La evidencia de Brown y Kulik sobre la precisión de las memorias flashbulb fue bastante
modesta. Quizás el descubrimiento más convincente fue el simple hecho de que casi todos sus
participantes reportaron recuerdos extraordinariamente detallados de sus circunstancias en el
momento en que se enteraron del asesinato de Kennedy. Sin embargo, una limitación de la
evidencia de Brown y Kulik fue que ellos no verificaron si los recuerdos de los individuos
eran precisos. Para abordar este problema, varios estudios posteriores emplearon paradigmas
longitudinales para evaluar la consistencia de las memorias flashbulb en el tiempo. Por
supuesto, las medidas de consistencia no aseguraron la precisión, pues es posible que los
individuos estés consistentemente imprecisos. La consistencia es un componente necesario
mas no suficiente para la precisión- esto quiere decir que si una persona es inconsistente,
entonces al menos una de sus versiones debe ser imprecisa. De este modo, dado que no es
generalmente posible establecer definitivamente las circunstancias personales de un individuo
que rodean al aprendizaje de nuevos eventos, la consistencia es tratada usualmente como un
representante útil de la precisión de la memoria.

Como ejemplo, Pillemer (1984) le evaluó dos veces a sus sujetos su habilidad para recordar
dónde estaban, qué estaban haciendo y con quién estaban cuando ellos se enteraron por
primera vez del atentado al presidente Ronald. En promedio, alrededor del 82% de los detalles
recolectados un mes después del atentado fueron recordados nuevamente siete meses después-
un descubrimiento que Pillemer vio como evidencia de la impresionante decisión de las
memorias flashbulb.

Sin embargo, utilizando un mismo diseño longitudinal, otros investigadores examinaron la


memoria para la explosión Challenger, pero concluyeron que estas memorias no eran
especialmente precisas. Por ejemplo, McCloskey, Wible y Cohen (1988) encontraron que
solo el 61% de los recuerdos fueron totalmente consistentes a lo largo de dos test dados 1
semana y 9 meses después del desastre, con 6% siendo más específico, 19% más general y
8% inconsistente. Neisser y Harsch (1992) encontraron incluso cambios más grandes en los
recuerdos, con un 25% de los participantes
Mecanismos de las Memorias Flashbulb
Un segundo problema central en el debate de las memorias flashbulb ha sido si dichas
memorias involucran mecanismos especiales. En su propuesta original, Brown y Kulik (1977)
sugirieron que la memorias flashbulb implican mecanismos distintivos. Drawing en
Livingston (1967) especularon que experiencias de vida extremadamente significativas hacen
que la formación reticular descargue un orden ahora-impreso que produce “un registro
permanente no solo de la novedad significativa, sino también de todos los eventos recientes
del cerebro” (Brown &Kulik, 1977, p. 76).

Las críticas de este mecanismo especial de memoria flashbulb se han opuesto a que haya
una variedad de mecanismos de memoria estándar (como: peculiaridad, ensayo y relevancia
personal) que pudiera dar cuenta de la impresionante pero imperfecta precisión de estas
memorias. McCloskey et al. (1988) observaron que: “para el alcance con el que nosotros
aceptamos que los mecanismos de la memoria ordinaria pueden soportar adecuadamente la
memoria para experiencias del aprendizaje sobre eventos traumáticos… no hay necesidad de
postular un mecanismo especial de memoria flashbulb”.

Como en el caso de la investigación en la memoria de testigos, resultados más recientes han


sugerido puntos de vista comprometidos por medio de los cuales las memorias flashbulb
pueden ser entendidas como el producto de los mecanismos de la memoria estándar que han
sido complementados por las influencias singulares de emociones. Por ejemplo, Conway et al.
(1994) encontraron que tanto los eventos que desarrollaron las propiedades canónicas de las
memorias flashbulb como los que no, tenían elementos o características distintivas.
Específicamente, las diferencias principales entre los dos tipos de recolecciones fueron las
contribuciones de la intensidad afectiva y la importancia percibida. Además, los análisis
recientes de modelos estructurales (Finkenauer et aI., 1998) han resaltado la importancia de
la reacción emocional en las memorias de tipo flashbulb.

Aunque la emoción aparentemente contribuye a la calidad exquisita de los detalles de las


memorias flashbulb, hay que afirmar que ellas guardan similitudes con memorias estándar.
Por ejemplo, Anderson y Conway (1993) encontraron que la mayoría de las memorias
autobiográficas tienen los atributos canónicos de las memorias flashbulb, pero no en el mismo
grado. Además, los mecanismos por los cuales la emoción influye en las memorias flashbulb
siguen por determinarse. A pesar de que las emociones pueden alterar la manera en la cual
esas memorias son codificadas inicialmente, también es posible que la emoción pueda tener
un impacto en codificaciones posteriores. Por ejemplo, la importancia emocional de una
experiencia puede influir en la frecuencia con la que es posteriormente ensayada. (Neisser et
aI., 1998). Además, la emoción provocada en el tiempo de recuerdo puede alterar la manera
en la cual las memorias son recordadas (d. Schooler, Bediksen, &Ambadar, 1997). Por
ejemplo, si experiencias individuales marcan alguna emoción durante el recuerdo, esa
intensidad emocional puede en principio confundirse con vivencias sensoriales, creando la
experiencia fenomenológica de una memoria única detallada.
Una conclusión razonable con respecto a la respuesta a la pregunta de los mecanismos
especiales es tanto sí como no. Los procesos emocionales parecen dar a las memorias
flashbulb propiedades únicas (particularmente, fuerza, intensidad y detalle). Sin embargo, a
pesar de que los mecanismos precisos por medio los cuales las emociones influyen en las
memorias flashbulb con estas propiedades parecen estar completamente determinados,
pareciera más bien que los procesos emocionales trabajan con (en lugar de separado de) los
mecanismos de memoria estándares y reconstructivos. Además, ellos no aseguran que las
memorias flashbulb serán completamente verídicas.

Memoria para Eventos Traumáticos

Aunque los debates sobre el impacto de la emoción en las memorias de testigo y las
memorias flashbulb han sido intensos, ninguno de estos dominios ha despertado la tormenta
de fuego que ha envuelto la discusión sobre la memoria para trauma (ver Loftus & Ketcham,
1994; Ofshe & Watters, 1994; Schacter, 1996). Sin embargo, los mismos dos problemas
presentados antes se aplican aquí: (1) evaluación del impacto del trauma en la exactitud de la
memoria y (2) determinación de si el trauma provoca mecanismos especiales de memoria (ver
Bower & Sivers, 1998).

Precisión para Memorias Traumáticas

Las víctimas de traumas usualmente lamentan que sus experiencias traumáticas están
asociadas con recuerdos vívidamente dolorosos; las investigaciones confirman esta afirmación
(Koss, Tromp, &Tharan, 1995). Los recuerdos traumáticos son frecuentemente algo precisos,
aunque no perfectos, para una variedad de experiencias, incluyendo: secuestro (Terr, 1988),
ataque francotirador (Pynoos &Nader, 1989), experiencias en campos de concentración
(Wagenaar &
Groenweg, 1990) y visitas a salas de emergencia (Howe, Courage, & Peterson, 1994).
Aunque ha habido cierta controversia sobre qué tan precisas son las memorias para traumas,
(Goodman, Quas, Batterman-Fauce, Riddlesberger, & Kuhn, 1994), el mayor debate en este
tema ha sido si las memorias traumáticas pueden olvidarse completamente y luego recobrarse
con precisión. Se ha comprobado que esta cuestión ha sido un problema divisorio con
proporciones sin precedentes, cuya solución ha sido complicada por las dificultades éticas de
la experimentación, la restricción investigativa de actividades clandestinas confirmatorias y el
reto intelectual de descifrar evidencia que pueda estar desarrollada por fanatismo o dogmas.
Como un primer paso para deshacer este problema continuo, ayuda tener en cuenta que la
pregunta de si es posible olvidar y luego recordar memorias traumáticas puede dividirse a su
vez en dos preguntas: (a) ¿las memorias traumáticas pueden ser olvidadas? Y (b) ¿las
memorias traumáticas que han sido caracterizadas como recordadas son realmente auténticas?

¿Las memorias traumáticas pueden ser olvidadas?


Varios tipos de investigaciones han estudiado si las memorias traumáticas pueden ser
olvidadas, incluyendo: encuestas retrospectivas de personas reportando memorias traumáticas,
casos de estudio retrospectivos de individuos únicos y estudios prospectivos de sujetos
identificados con exposiciones traumáticas.

1. Encuestas retrospectivas:
Hay estudios que han usado cuestionarios retrospectivos para evaluar las memorias
traumáticas de los individuos por abuso sexual (e.g., Briere &Conte, 1993; Gold, Hughes, &
Hohnecker, 1994; Loftus, Polonsky, & Fullilove, 1994), así como tipos de trauma más
generales (e.g. Elliott & Briere, 1995).Aunque los reportes estimados del olvido han variado
notablemente, todos estos estudios han encontrado proporciones significativas de encuestados
reportando que hubo un momento en que no recordaron su trauma. Estos resultados son
consistentes con la afirmación de que es posible olvidar experiencias traumáticas; sin
embargo, ellas deben ser vistas con precaución en dos consideraciones. Primero, en ninguno
de estos estudios hubo una confirmación independiente del trauma y hay serias razones de ser
inseguros sobre el estatus de las memorias recobradas en la ausencia de una confirmación.
Segundo, estos estudios dependen de la habilidad del encuestado para recordar sus estados de
memoria previos y hay evidencias de que los individuos pueden exagerar inconscientemente
el grado previo de olvido.

2. Casos de estudio retrospectivos:


Una segunda aproximación para investigar el olvido de memorias traumáticas es dedicarse
en un resumen detallado a las afirmaciones de los individuos quienes supuestamente
olvidaron y luego recordaron traumas. Aunque esos casos son útiles para evaluar si las
afirmaciones de las memorias recobradas pueden involucrar abuso, estos están limitados a
documentar olvido porque, como con las encuestas retrospectivas, el olvido debe ser
estimado de forma retrospectiva. De este modo, los individuos pueden exagerar o distorsionar
su grado de olvido. Usando un caso de estudio, Schooler y sus colaboradores (Schooler;
Schooler, Ambadar, & Bendiksen, 1997; Schooler, Bendiksen, & Ambadar, 1997)
evidenciaron tales distorsiones. Específicamente, en varios casos, encontraron que los
individuos sabían sobre sus experiencias traumáticas en un momento que ellos pensaban que
lo habían olvidado. En la base de estos errores, Schooler propuso una variante del efecto lo-
sabía-todo desde el principio (Fischhoff, 1982), denominada el efecto lo-olvidé-todo- desde el
principio, en el cual los individuos sobrestimaban su conocimiento previo. Por consiguiente,
los individuos pueden razonar que “si yo estoy así de molesto y agitado sobre esta
experiencia, entonces yo no debería haber tenido idea de ella”. En realidad, su agitación puede
no surgir por el descubrimiento de la memoria en sí misma, sino por la generación de una
nueva interpretación de la experiencia o accediendo a emociones previamente inactivas sobre
ella.

3. Estudios Prospectivos

Una demostración más convincente del olvido de experiencias traumáticas viene de los
estudios prospectivos que identifican a los individuos basándose sus historias traumáticas
conocidas (atenuando los problemas de memorias falsas) y que evalúan sus recuerdos actuales
de abuso (atenuando los problemas de las evaluaciones retrospectivas del olvido). En varios
de esos estudios (p.e. Widom &Morris, 1997; Williams, 1994), una proporción considerable
de individuos, de los cuales se sabía que habían sido abusados, no reportaron recuerdos del
incidente. Estos estudios, aunque proveen la evidencia más fuerte para el olvido de incidentes
traumáticos específicos, tienen limitaciones. Por ejemplo, estudios de este tipo solamente
abordan a la memoria para casos individuales de abuso y no hablan necesariamente de la
afirmación más general de que los individuos pueden olvidar episodios repetidos de abuso.
Además, muchos de los individuos en estos estudios no recordaron el incidente particular de
abuso por el cual ellos fueron tratados, pero recordaron otros asaltos sexuales. Algunos de
estos individuos pueden haber confundido sus recuerdos de abuso en lugar de haberlos
olvidado completamente. A pesar de estos y otros problemas, (vea Pope &Hudson, 1995),
estos estudios sugieren que los individuos pueden olvidar incidentes traumáticos únicos. Sin
embargo, solo porque algunas memorias traumáticas pueden ser olvidadas no significa que las
memorias descubiertas de episodios de abuso supuestamente olvidados hace tiempo son
necesariamente auténticas.

¿Las memorias traumáticas que han sido caracterizadas como recordadas son realmente
auténticas?

En el núcleo de muchas discusiones de memorias traumáticas recuperadas, está la pregunta


de si los individuos que han reportado haber descubierto memorias traumáticas olvidadas hace
tiempo, están realmente recuperando eventos reales. Aunque estas memorias son típicamente
referidas como memorias recuperadas Schooler, Ambador et al. (1997) han propuesto el
término de memorias descubiertas porque esto mantiene el agnosticismo sobre si la memoria
fue realmente olvidada o si el evento descubierto realmente ocurrió. Al mismo tiempo, sin
embargo, esto respeta la integridad de la experiencia individual de haber hecho un
descubrimiento profundo (ver Schooler, in press; Schooler, Ambador et al., 1997).

En años recientes, un alarmante número de personas han reportado descubrir memorias de


abuso olvidadas hace tiempo, usualmente en el contexto de intensa psicoterapia. Las
propuestas algunas veces llevan a problemas, y típicamente a rupturas familiares. Sin
embargo, hay buenas razones para creer que las memorias descubiertas pueden ser el producto
de la búsqueda entusiasta del terapeuta por una explicación de los síntomas de sus clientes.
Está más allá del objetivo de este capítulo medir la gran evidencia de este aspecto, y el lector
está dirigido a los análisis de Lindsay and Read (1994), Loftus and Ketcham (1994),
Pendergrast (1996), and Schacter (1996). Basta decir que ahora está bien establecido que:
a) Los individuos pueden recordar, algunas veces en gran detalle, memorias de eventos
que son extraordinariamente improbable que hayan ocurrido, incluyendo la abducción
de alienígenas y rituales satánicos (vea Loftus & Ketcham, 1994; Persinger, 1992).
b) Bajo ciertas condiciones experimentales, los sujetos pueden ser inducidos a recordar
“memorias” de eventos perturbadores que nunca ocurrieron, como haberse perdido en
un centro comercial (Loftus & Pickerel, 1995) o derramar punch en los padres de la
novia en un matrimonio (Hyman, 1995).
c) Una variedad de técnicas psicoterapéuticas como la visualización (Garry, Manning,
Loftus, & Sherman, 1996), intentos repetidos de recuperación ((Hyman &Pentland,
1996), interpretación de los sueños (Mazzoni & Loftus, 1998) e hipnosis (Putnam,
1979), pueden contribuir en la producción de memorias falsas. Estas técnicas
corresponden, con alarmante proximidad, a aquellas usadas por una minoría de
clínicos en sus esfuerzos agresivos por “recuperar” memorias de abuso (Polusny
&Follette, 1996).
d) Los terapistas que usan esas técnicas son lo más probables de inducir memorias
descubiertas (Poole, Lindsay, Memon, & Bull, 1995), y son además los más probables
en tener pacientes que finalmente se retractan de sus recuerdos (Nelson & Simpson,
1994).

Aunque la autenticidad de memorias descubiertas fue originalmente tratada como un


problema (p.e. Ofshe & Watters, 1994), discusiones recientes se han vuelto más balanceadas
al promover el punto de vista de que mientras algunas memorias descubiertas pueden ser el
producto de sugestiones terapéuticas, otras pueden corresponder a incidentes reales (vea
Lindsay & Briere, 1997; Schacter, 1996; Schooler, 1994). Un número de casos, documentado
por los medios de comunicación y la corte, han dado evidencia convincente del abuso
verdadero. Por ejemplo, el descubrimiento de Ross Cheit sobre una memoria de haber sido
abusado por un grupo de consejeros fue corroborado por una confesión grabada por su
criminal (Horn, 1993), y la memoria descubierta de Kran Fitzpatrick de haber sido abusado
por un sacerdote fue apoyado por cargos similares realizadas por otras víctimas
(Commonwealth de Massachusetts v. Porter, 1993). Sin embargo, y de alguna manera
sorprendente debido a la importancia del problema, ha habido relativamente pocos intentos
por investigadores por documentar sistemáticamente y corroborar las acusaciones de
memorias recuperadas. Además, la mayoría de las investigaciones de memorias descubiertas
que han considerado corroboración, han dependido principalmente en las afirmaciones de los
pacientes (p.e. Andrews, 1997; Chu, J. A., Frey, L. M., Ganzel, B. L., Mathews, J. A., 1999;
Feldman-Summers & Pope, 1994; Herman & Schatzow, 1987; van der Kolk & Fisler, 1995;
Roe & Schwartz, 1996)- una práctica cuestionable, dándole una preferencia a los pacientes
para presentar sus descubrimientos como auténticos.

Unos pocos investigadores han deseado encontrar una confirmación independiente para el
abuso asociado a memorias descubiertas (p.e. Dalenberg,
1996; Kluft, 1998; Duggal & Stroufe, 1998; Schooler, in press; Schooler et al., 1997a, 1997b;
Williams, 1995). Varios de estos estudios son de alguna manera difíciles de interpretar,
porque no diferencian claramente la confirmación para las memorias descubiertas de
episodios adicionales de abuso versus el hecho de que uno fue la víctima del abuso. Aunque el
recuerdo de un episodio de abuso adicional es de interés, es claramente menos notable que
una memoria descubierta que nos lleva a concluir que alguien fue víctima de un abuso sexual.
Sin embargo, se ha documentado evidencia confirmatoria sobre el abuso sexual asociada con
las experiencias de memorias descubiertas. Por ejemplo, Schooler y sus colaboradores
(Schooler et al., 1997ª, 1997b; Schooler,2000) investigaron un número de casos que
involucraban memorias descubiertas de supuestos abusos (desde caricias inapropiadas hasta
violación) de individuos que creían que ellos no habían estado previamente consciente de su
condición de abuso. Schooler et al. indagaron y encontraron una confirmación independiente
de abuso buscando otros individuos que tenían conocimiento del abuso antes de los
descubrimientos de la víctima o que tenían evidencia de las tendencias abusivas del criminal.
Además, estos casos de confirmación también aportaron unas pistas interesantes sobre la
naturaleza de la experiencia descubierta. Por ejemplo, en cada caso, el descubrimiento de la
memoria fue asociado supuestamente con condiciones que compartían una correspondencia
significativa con el trauma original (p.e. ver una película sobre un abuso). Además, los
reportes de los individuos sobre sus recuerdos originales de abuso fueron caracterizados por
gran sorpresa y marcadas emociones, además de referirse a estas experiencias como memorias
“descubiertas”.

Mecanismos de las memorias traumáticas

Al igual que en el campo de la memoria de testigos y memorias flashbulb, la existencia de


mecanismos especiales para memorias traumáticas ha sido un tema de marcada controversia,
encontrando así algunos autores promoviendo apasionadamente mecanismos especiales y
otros argumentando fuertemente en contra de ellos. Quizás el mecanismo especial para
memorias traumáticas más frecuentemente mencionado es la represión, por el cual los
procesos inconscientes impiden deliberadamente la entrada de los recuerdos traumáticos en la
consciencia (ver Brewin, 1997). Aunque la noción un mecanismo de represión especial ha
recibido un marcado escepticismo científico (ver Holmes, 1990; Loftus y Ketcham, 1994),
muchos autores siguen creyendo que la represión aporta la mejor explicación de ciertos casos
de olvido (p.e. Erdelyi, 1990; Freyd, 1996; Ramachandran, 1995; Vaillant, 1994).
Un segundo mecanismo especial, que data desde Pierre Janet (1889), se relaciona con la
idea que, durante el curso de un trauma, los individuos se separan o desvinculan de sí mismos
del desarrollo de la experiencia- un proceso que podría alterar radicalmente la manera en la
cual la experiencia es codificada y posteriormente recuperada (Spiegel & Cardena, 1991).
Aunque se sabe los individuos con extremas tendencias de desvinculación manifiestan
marcadas deficiencias de memoria (Eich, 1995; Eich, Macaulay, Loewenstein, &Dihle, 1997),
la contribución de la desvinculación al caso específico de olvido y recuerdo posterior de
memorias traumáticas, tiene que ser establecida empíricamente (ver Bower & Sivers, 1998).
Un tercer mecanismo especial de memoria que también data a la época de Janet es el indicio
de que algunas memorias traumáticas son recuperadas en una forma puramente sensorial “sin
ninguna representación semántica… experimentadas primero como fragmentos del
componente sensorial del evento” (van der Kolk &Fisler, 1995, p. 513). Además de su
naturaleza fragmentada, se ha establecido la hipótesis de que las memorias traumáticas
sensoriales difieren de las memorias estándar narrativas en que (a) son relativamente
invulnerables al cambio (van der Kolk & Fisler, 1995, p. 513) y (b) no están bajo el control
consciente, pero en cambio son invocadas automáticamente en respuesta a ciertas pistas
ambientales o experimentales (ver Brewin, 1989; Brewin, Dalgleish, & Joseph, 1996).
Investigaciones con modelos animales ha provisto evidencia que es consistente con la
existencia de memorias sensoriales fragmentadas para experiencias traumáticas. Un papel
potencialmente central de la amígdala en memorias traumáticas es sugerido por LeDoux
(1992, 1995), quien ha demostrado que la amígdala está críticamente involucrada en el
aprendizaje de respuestas de miedo. Además, LeDoux ha identificado dos vías desde el
tálamo hasta la amígdala: una a través de la corteza y otra que rodea a la corteza. En principio,
la última ruta puede “generar respuestas emocionales y memorias basadas en características y
fragmentos, en lugar de percepciones avanzadas de objetos y eventos” (LeDoux, 199~, p.
277). Nadel y Jacobs (1998) revisaron estudios animales adicionales indicando que el estrés
puede interrumpir las funciones del hipocampo para la consolidación de la memoria. De esa
evidencia, los autores proponen que “cuando el estrés es lo suficientemente alto para
interrumpir la función del hipocampo, las memorias resultantes serán diferentes que aquellas
formadas bajo circunstancias más ordinarias. Estos datos empíricos sugieren que las
memorias traumáticas pueden estar disponibles como fragmentos aislados en lugar de
vincularse a episodios coherentes” (Nadel & Jacobs, 1998, p. 156). Juntas, estas líneas de
investigación sugieren que eventos traumáticos pueden simultáneamente fomentar la
formación basada en la amígdala de representaciones sensoriales altamente afectivas, y
dificultar la unión del hipocampo y los procesos de integración (para sugerencias similares,
vea Bower & Sivers, 1998; Krystal, Southwick, & Charney, 1995; Metcalfe &Jacobs, 1998;
van der Kolk, 1994).
Mayor evidencia para las cualidades sensoriales de memorias traumáticas viene de
investigaciones recientes del trastorno por estrés post traumático (veaBrewin et al., 1996;
Krystal et al., 1995). Un estudio pretendía comparar la cualidad fenomenológica entre
memorias traumáticas y memorias no traumáticas (van der Kolk &Fisler, 1995). Durante una
entrevista, las víctimas de traumas (que habían sido contactadas a través de anuncios de
periódico), reportaron que ellas inicialmente recordaban el evento traumático como un
flashback somatosensorial o emocional y que la memoria narrativa comenzó a surgir
únicamente después. Por otro lado, los eventos no traumáticos fueron recordados como
narrativas sin componentes sensoriales. Aunque el estudio es consistente con el componente
sensorial de las memorias traumáticas, este estudio careció de correspondencia adecuada (p.e.
edad, importancia, etc.) entre las experiencias traumáticas y las no traumáticas (Shobe
&Kihlstrom, 1997).
Además, otros estudios de comparación de eventos traumáticos y no traumáticos han
producido resultados que parecen estar en desacuerdo con la idea de que el creador (la
persona) tiene una cualidad especialmente sensorial. Por ejemplo, Tromp, Koss, Figueredo, y
Tharan (1995) compararon las memorias de una violación traumática con otras memorias
placenteras y no placenteras. En contraste con las predicciones de la hipótesis sensorial, la
memoria de la violación fue menos clara, menos vívida y menos detallada que los otros tipos
de memoria.
Basándose en las inconsistencias y la falta de persuasión de la evidencia de los mecanismos
únicos para memorias traumáticas, algunos investigadores han sugerido que los recuerdos de
eventos traumáticos dependen precisamente de los mismos procesos que subyacen a más
memorias ordinarias. Por ejemplo, notando la falta de evidencia para mecanismos especiales y
la clara relevancia de los mecanismos estándar (p.e. falta de ensayo) que podrían explicar
características significativas de recuerdos traumáticos, Shobe y Kihlstrom (1997) concluyeron
que “nada de la evidencia clínica sugiere que las memorias traumáticas son especiales” (p.74).
En sus análisis de casos de estudio de memorias descubiertas, Schooler, Ambador et al.
(1997) también notaron un número de mecanismos de memoria estándar-como olvido directo,
codificación específica, hipermnesia y falta de ensayo- que podría llevar al descubrimiento de
recuerdos de abuso supuestamente olvidados. Además, Schooler et al. identificaron otros
mecanismos que podrían crear la ilusión de que una memoria había estado previamente
olvidada por completo. Por ejemplo, los individuos pueden confundir la reinterpretación de
una experiencia (p.e. darse cuenta de que una acción particular constituyó un abuso sexual)
con el descubrimiento de la memoria en sí misma. Alternativamente, si la memoria había
estado previa y deliberadamente reprimida, entonces los individuos podrían malinterpretar la
recuperación emocional que puede resultar del pensamiento reprimido (Wegner & Gold,
1995), y entenderla como el resultado del descubrimiento de una memoria de abuso
completamente olvidada.
Aunque muchas de las declaraciones confirmadas sobre las memorias traumáticas pueden
ser explicadas sobre la base de mecanismos estándar de memoria, parece que la memoria
traumática, como la memoria de testigos y la memoria flashbulb, probablemente involucra
procesos que están extendidos de formas particulares debido a la naturaleza única y emocional
de la experiencia. Por ejemplo, contando con varias- pero no corroboradas- afirmaciones de
que las memorias de abuso sexual eran olvidadas precipitosamente la mañana después del
incidente, Schooler especuló sobre la posible participación de procesos de olvido que son
únicos para experiencias nocturnas (p.e. aquellos asociados con el olvido de los sueños). Si
estos procesos contribuyen realmente al (supuesto) olvido rápido del abuso nocturno,
entonces, estos serán “especiales” porque serán presuntamente limitados a tipos específicos
de experiencias nocturnas. Sin embargo, también serán algo “normales” en que pueden
encontrarse en procesos que ocurren todas las noches (ver Bonnet, 1983).
De manera similar, incluso la idea de que cambios en la activación de sistemas neurales
normales (especialmente la amígdala o el hipocampo) pueden contribuir a entorpecer los
recuerdos de traumas, pueden ser vistos como una extensión de (en lugar de alternativas a)
procesos de memoria estándar. Por ejemplo, la observación de Cahill et al. (1996) sobre la
participación de la amígdala en la codificación y la recuperación de eventos emocionales pero
menos traumáticos, demuestra que aunque la amígdala puede estar especialmente involucrada
en el recuerdo de traumas, no se puede tomar como un prerrequisito para la participación de la
amígdala la existencia de un trauma severo.
Por la misma razón, la sugerencia de que el trauma puede reducir la habilidad del
hipocampo para consolidar los componentes de memorias emocionales en una narrativa única
y coherente, no demanda la adición de ningún proceso especial de memoria. Por el contrario,
esto en realidad sugiere la disminución de los procesos de memorias estándar- por ejemplo, la
participación del hipocampo en la integración de diversas experiencias perceptuales en
episodios o eventos discretos (McClelland, Mc-Naughton, &O'Reilly, 1995). En la ausencia
de esta integración, las memorias traumáticas serían presumiblemente degradadas y- al
contrario de las afirmaciones sobre una única verdad de las memorias traumáticas sensoriales-
especialmente propensas a la distorsión y a la mal-atribución (McClelland, 1995). Al mismo
tiempo, debido a la falta de cohesión e integración con representaciones de memorias
asociadas, estas memorias podrían ser especialmente difíciles de recordar deliberadamente,
dejándolas así a la misericordia de las pistas situacionales de recuerdo (Krystal et aI., 1995;
van der Kolk, 1994). Este tipo de estado podría resolver una de las comunes paradojas sobre
las caracterizaciones de las memorias traumáticas- por qué son algunas veces recuperadas de
manera excesiva, mientras que otras veces no se recuperan en absoluto. Si los recuerdos
traumáticos son evocados en un principio por pistas externas o internas; entonces, cuando
estas pistas están presentes, los recuerdos de eventos traumáticos pueden ser inevitables. Sin
embargo, cuando las pistas apropiadas están ausentes, también pueden ser recordados o
evocados.

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