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Agradecimientos 13
Prefacio 15
2. El concepto de pedagogía 29
Situaciones 29
El propósito pedagógico marca la diferencia 34
La vocación pedagógica nos estimula y nos inspira 39
Sobre la idea de «pedagogía» 43
La pedagogía nos orienta hacia el niño 46
La pedagogía se ocupa de la identidad del niño y
de su evolución •• 49
3. El momento pedagógico 53
El momento pedagógico espera algo del adulto 53
Los hechos y los valores son importantes para saber
cómo actuar de forma pedagógica 57
Pero en los momentos pedagógicos ni los hechos
ni los valores pueden decirnos qué debemos hacer 60
El método y la filosofía son importantes para saber
cómo actuar de forma pedagógica 60
Pero en los momentos pedagógicos ni los métodos
ni la filosofía pueden decirnos cómo actuar 62
La pedagogía es sensible al contexto de las historias
personales 63
La pedagogía nos exige reflexionar sobre las vidas
de los niños 67
10 EL TACTO EN LA ENSEÑANZA
4. La naturaleza de la pedagogía 79
Las condiciones de la pedagogía 79
La pedagogía está condicionada por el afecto y el interés
por el niño 79
La pedagogía está condicionada por la esperanza que se
deposita en el niño 81
La pedagogía está condicionada por la responsabilidad
que se tiene ante el niño 82
La naturaleza de la experiencia pedagógica 84
La situación pedagógica 85
La relación pedagógica 86
La acción pedagógica 91
5. La práctica de la pedagogía 97
La comprensión pedagógica es sensible a la escucha
y a la observación 97
La comprensión no sentenciosa 100
La comprensión del desarrollo 102
La comprensión analítica 104
La comprensión educativa 106
La comprensión formativa 108
La simpatía sincera favorece la comprensión pedagógica 109
La relación entre la reflexión y la acción 111
La reflexión antes de la acción 114
La reflexión durante la acción 117
La acción solícita en las situaciones pedagógicas 121
La reflexión sobre la acción 127
¿Pueden las acciones habituales y rutinarias ser solícitas? 130
La salud pedagógica es la habilidad mental y
corporal del tacto 133
LA PRÁCTICA DE LA PEDAGOGÍA
41. Un artículo de Horst Scarbath sugería una serie de distinciones en este tema; sin
embargo, Scarbath sencillamente equipara la comprensión disciplinada (como, por
ejemplo, la «comprensión empática» en el sentido que establece Cari Rogers) con la
comprensión pedagógica. Véase H. Scarbath (1985), «What is pedagogic understanding.
Understanding as an element of competence for pedagogic action», Education, vol. 31,
págs. 92-128.
98 EL TACTO EN LA ENSEÑANZA»
¿Qué puede ser más importante que saber cómo ve las cosas el niño en
particular y qué se necesita para ayudar a los jóvenes a valerse por sí
mismos completamente y con decisión en un sentido moral, estético,
social y vocacional? Así es que tenemos que preguntarnos: ¿cuál es la
naturaleza de la comprensión y de la percepción pedagógica, y en qué
aspectos difieren de las psicológicas, sociológicas y otras formas de
comprensión? Para averiguarlo debemos tomar como punto de parti-
da la petición del niño de que, por encima de todo, le comprendamos
desde la subjetividad de su experiencia. Quede claro inmediatamente
que la comprensión pedagógica nos es una simple habilidad, ya que la
estructura de la comprensión pedagógica es compleja, y contiene ele-
mentos reflexivos e interactivos. En otras palabras, requiere del adul-
to tanto el saber mantenerse al margen como saber cuándo y cómo
comprometer activamente al niño.
La compresión pedagógica, ¿se aprende? Es probable que cual-
quier padre o profesor pueda añadir nuevos recursos de comprensión
pedagógica a los que ya domina. Depende de su disposición a escu-
char de verdad y al tipo de reflexión de que sea capaz. A los niños les
puede parecer a menudo que, aunque los adultos les pregunten sobre
su experiencia, en realidad no tienen interés en escucharles. Por
ejemplo, el adulto pregunta: «¿Por qué has hecho eso?» o «¿Para qué
lo has hecho?», pero esta pregunta rara vez significa una oportunidad
para que el niño se exprese. Lo normal es que el adulto ya se haya he-
cho su idea y juzgado al niño. Con frecuencia el «por qué» significa
recriminar al niño, con independencia de su respuesta. Si realmente
escuchara, el adulto podría ser más solícito y comprensivo respecto al
m u n d o del niño.
La solicitud y la comprensión pedagógica están completamente re-
lacionadas entre sí. Alguien que sea generalmente solícito es más pro-
bable que demuestre una verdadera comprensión respecto a otra per-
sona, en una situación determinada, que una persona que no lo suele
ser. La solicitud pedagógica parece ser una capacidad reflexiva. En la
comprensión pedagógica, sin embargo, es fundamental evaluar lo sig-
nificativo de la situación concreta. Una característica de la compren-
sión pedagógica es la capacidad de apreciar y escuchar a los niños; y
existen diferentes formas de apreciarlos y escucharlos, según las cir-
cunstancias.
La comprensión pedagógica es siempre una especie de comprensión
aplicada. Más adelante sugeriré que la comprensión pedagógica se lleva
a la práctica mediante lo que podemos llamar «tacto pedagógico». El
tacto describe lo que uno en realidad hace en la compresión pedagógica.
Algunas veces esta comprensión pedagógica debe ser instantánea —una
especie de conocimiento integrado—, aunque otras veces hay tiempo y
espacio para reflexionar, para llegar a la comprensión pedagógica. No
obstante, no existen reglas para dirigir una especie de traducción auto-
LA PRÁCTICA DE LA PEDAGOGIA 99
La comprensión no sentenciosa
los en la clase y le dice: «No quiero fisgar, Sven, pero pareces preocu-
pado por algo; me entristece verte así. ¿Hay algo de lo que te gustaría
hablar? ¿Puedo ser de alguna ayuda?». Al principio se encoge de hom-
bros y mueve la cabeza, pero luego se pone tenso por la emoción, se
muerde los labios y sin que apenas se le oiga susurra: «No sé qué ha-
cer. No sé qué hacer». Durante un momento parece que se tranquiliza.
El profesor no le presiona con más preguntas, pero lo coge suavemen-
te por el hombro y lo sienta en un pupitre. Están los dos sentados.
Mientras el profesor espera en silencio, Sven, vacilante, empieza a
compartir los detalles de su problema.
Un elemento de la comprensión pedagógica es la habilidad de ser
consciente de la vida interior del joven. Para esto el adulto, antes de
nada, tiene que ser capaz de escuchar al niño de forma abierta, cari-
ñosa y receptiva. Los niños y los jóvenes comunican sus sentimientos
y sus interpretaciones sobre su vida de formas muy diferentes, y es ta-
rea de la comprensión pedagógica animarlos a expresarse, a hablar de
cualquier cosa que les preocupe y hacerles saber que esos sentimien-
tos están asumidos y son respetados. El adulto debe ser capaz de es-
cuchar de forma no sentenciosa, no dirigida hacia su interés. Sin em-
bargo, debe ser una forma activa de escuchar.
Michael, un niño de ocho años, se acerca a su padre, que está ocu-
pado. Está claro por la expresión de su cara que algo ocurre. «Bien,
Michael, ¿qué pasa?», le pregunta su padre. Pero antes de que pueda
decir nada, Michael empieza a sollozar. «Venga, Michael, cuéntame lo
que te pasa», le dice su padre tratando de consolarle mientras lo atrae
hacia él. Pero Michael continúa llorando. «¿Te has peleado con tu her-
mano?» Michael mueve la cabeza «¿Te has hecho daño?» No. «¿Has
tenido un accidente o algo?» No. «¿Te duele algo?» Michael vuelve a
mover la cabeza. «Bueno entonces, ¿qué te pasa?», le pregunta su pa-
dre. «No es nada de eso», dice Michael. «Me siento triste.» «¿Triste?»
El padre está empezando a preocuparse. Empieza a sospechar que al-
go más serio puede sucederle. Y cuando ese pensamiento pasa por su
cabeza mira a Michael con un poco más de cuidado. ¿Puede que esté
enfermo? Pero aparentemente no le ocurre nada, excepto que tiene la
cara llena de lágrimas. «Michael, me estás preocupando. ¿No puedes
decirme qué es lo que ocurre?», le insta su padre. «Me siento muy
triste por la lechuza», balbucea Michael. Su padre siente una especie
de alivio y le pregunta: «¿La lechuza? ¿Qué lechuza?». Michael dm-
pieza a sollozar otra vez con un vigor renovado de pensar que lo tiene -
que explicar. Pero luego dice: «Acabo de terminar de leer Lechuzas en
la familia, y el final es tan triste». Ahora el padre se siente totalmente
aliviado. «Ya sé a lo que te refieres, Michael. Yo me he sentido muchas
veces triste con un libro. La historia te ha debido emocionar de ver-
dad.» Michael asiente con la cabeza. «Es precioso emocionarse con
una historia, ¿no crees? Te ayuda a conocer tus propios sentimientos
102 EL TACTO EN LA ENSEÑANZA»
veces no está claro si Joss culpa a sus padres o si sólo admira a sus
amigos sin hogar por sus recursos y por su filosofía de la vida. La re-
lación con sus propios padres es también ambigua. Evidentemente, es-
tán preocupados por su bienestar, y Joss lo reconoce. Sin embargo, pa-
rece que necesita salir de la influencia paterna. El tutor, Moser, no está
seguro de qué papel debe jugar ante la actitud negativa de Joss hacia
el aprendizaje en la escuela.
Los tutores escolares suelen ser conscientes de lo único que es ca-
da caso con el que trabajan. Una vez que uno conoce las circunstan-
cias personales de cada joven, suele resultar difícil aplicar simplemen-
te el reglamento del régimen interno de la escuela.
La comprensión analítica
que preocupa al niño. Pero en este ejemplo Danny parece que ha acep-
tado los sentimientos negativos de derrota, miedo o docilidad. Su ma-
dre le ha dado una significación positiva a su decisión activa de en-
frentarse a los problemas, alabando su capacidad de resolver las cosas
por sí mismo. Crecer significa aprender a valerse por sí mismo.
La comprensión educativa
La comprensión formativa
42. Véase Max Scheler (1970), The nature of sympathy, H a m d e n , Conn., Archon
Press.
LA PRÁCTICA DE LA PEDAGOGIA 111
43. Véase John Dewey (1916/1973), «Experience and thinking», en J. Dewey (comp.)
(1973), The Philosophy ofJohn Dewey, J. J. McDermott, Nueva York, G. P. P u t n a m s Sons,
pág. 502.
114 EL TACTO EN LA ENSEÑANZA»
este doctor me acaba de mostrar una imagen concreta y activa del pro-
fesional reflexivo en funcionamiento. En la práctica de este profesio-
nal de la medicina hay momentos evidentemente de reflexión separa-
da, de deliberación sobre las posibles alternativas, para decidir sobre
qué actuaciones conviene llevar a cabo, y luego actuar en consecuen-
cia. Estos son componentes de u n a forma reflexiva de actuar, que se
pueden considerar como una clase de «deliberaciones para tomar una
decisión». Los médicos experimentados competentes suelen desarro-
llar un ojo clínico perceptivo e intuitivo en la detección de enfermeda-
des. Para estos doctores el proceso de reflexión se absorbe y se con-
vierte en una competencia más tácita e intuitiva 46 que se muestra en la
inmediatez de la actuación en la situación médica. Pero incluso este
proceso más tácito de reflexión en acción está condicionada por un
comportamiento de resolución de problemas basado en la ciencia mé-
dica. 47
¿En qué son comparables esta imagen de la experiencia del profe-
sional reflexivo, del médico con sus pacientes, y del profesor con sus
alumnos? En el ejemplo de arriba, el médico es un resolutor de pro-
blemas que utiliza su conocimiento médico del cuerpo y de sus enfer-
medades para ayudar a que el paciente se recupere y recobre su estado
de salud. ¿Es el profesor o el padre un resolutor de problemas en el
mismo sentido? Algunas veces sí. Evidentemente, los profesores están
comprometidos en una amplia variedad de prácticas. Algunas veces el
profesor trata de resolver problemas tales como repartir unos recursos
materiales insuficientes entre un extenso grupo de estudiantes. A veces,
el profesor prepara y planifica clases, tareas o pruebas. Otras veces, es-
tá implicado en secuencias de enseñanza habituales o rutinarias. Pe-
riódicamente, tiene reuniones con los padres o con las personas de re-
fuerzo para discutir el progreso o las necesidades especiales de algunos
de sus alumnos. Apenas hay duda de que cuando un profesor (o un es-
pecialista en enseñanza como, por ejemplo, un consultor de lectura)
hace un trabajo de diagnosis con un niño concreto que parece tener
una dificultad específica, como, por ejemplo, la lectura, este proceso
diagnóstico puede mostrar marcadas similitudes con la práctica del
médico de cabecera. De hecho, el problema de la lectura puede a veces
tener u n a base fisiológica. Por consiguiente, el especialista en lectura
tos. Ahora, incluso considera importante que Tony tenga secretos co-
mo forma de crecimiento gradual hacia su independencia.
Estas anécdotas muestran dos situaciones: u n a en que el adulto
cumple un momento pedagógico (la abuela de Mark); y otra en que un
adulto pierde la oportunidad pedagógica de actuar apropiadamente en
la situación (el padre de Tony). Pero el padre de Tony aprende algo de
esa experiencia, y logrará recobrar una posibilidad pedagógica que ini-
cialmente había perdido. Reflexiona sobre el significado que tiene pa-
ra su hijo el hecho de tener una navaja, y reflexiona sobre el significa-
do que la experiencia del secreto puede tener para Tony. A partir de
entonces, adopta una orientación pedagógica solícita. Si más adelante
Tony vuelve a ocultar algo a sus padres, es posible que éstos se sientan
inclinados a dejarlo pasar, porque ahora tienen una comprensión más
solícita de la necesidad que tieijle un niño de tener su espacio privado
y personal. Pero cuando esto oéurre, no es el resultado de una acción
pensada en el momento sino de una reflexión sobre la acción.
tiempo para reflexionar, deliberar y luego decidir qué hacer, por lo que
uno a menudo comete errores haciendo o diciendo cosas, o por no de-
cir o hacer cosas que no parecen adecuadas en ese momento. En esto,
la pedagogía difiere fundamentalmente de la medicina. Cuando un
médico comete un error puede tener serias consecuencias para la sa-
lud del paciente. Cuando un dentista extrae la muela equivocada, la
muela ya no se puede volver a colocar en su sitio. Pero cuando un pa-
dre o un profesor cometen un error casi siempre se puede remediar o
rectificar. De hecho, el admitir que se ha cometido un error, y hablarlo
abiertamente, tiene consecuencias positivas para el desarrollo perso-
nal y para la relación entre el padre o el profesor y el niño.
50. Esta conciencia puede ser como la de control de interpretación que caracteriza
a los actores de teatro que dicen que de alguna forma p e r m a n e c e n conscientes de su ac-
tuación a u n q u e la interpretación debería ser u n a total inmersión en la personalidad del
papel que están asumiendo. Pero, en la actuación, un papel o personaje es, en cierto sen-
tido, evidentemente, un «falso» yo. Por el contrario, un pedagogo (profesor o padre), al
a c t u a r con los niños, tiene que ser necesariamente real y fiel a su propia identidad.
51. Para más comentarios epistemológicos sobre la acción solícita, véase el aparta-
do del capítulo 8, titulado «La estructura del tacto de la acción solícita».
LA PRÁCTICA DE LA PEDAGOGÍA 135