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Introducción
Hace unas décadas, los psicólogos sociales Norbert Schwarz y Friz Strack
estudiaron las respuestas de un grupo de universitarios alemanes a preguntas
tales como: “¿Es feliz en su vida?” y “¿Cuántas citas tuvo en el último mes? En
ese orden la correlación entre las respuestas no resultó significativa. Sin embargo,
al invertirse la presentación de las preguntas la correlación sí lo fue. Cuando un
fenómeno como este sucede, podemos pensar que la pregunta de las citas
automáticamente promovió una evaluación interna en los estudiantes sobre la
satisfacción/insatisfacción en ese aspecto de sus vidas. Esto sin duda resultó
condicionante en la respuesta a la pregunta por la felicidad. De esta manera,
entendemos que las personas pueden realizar juicios sustituyendo un atributo
importante del objeto a evaluar por otra propiedad, un atributo más subjetivo
(Kahneman, 2002), en este caso, emocional.
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El presente trabajo tiene como propósito introducir algunos descubrimientos
del área de la psicología que estudia los procesos involucrados en la elaboración
de juicios y toma de decisiones, particularmente aquellos basados en emociones.
Se presentarán algunos de los modelos más importantes dentro de la psicología
cognitiva que han investigado relaciones posibles entre emoción y cognición.
Las decisiones que los individuos toman durante su vida pueden implicar
grandes esfuerzos conscientes para escoger, tras una evaluación, la opción más
adecuada que satisfaga sus necesidades. No obstante, también pueden apelar al
uso de pocos recursos de procesamiento y resolver de manera casi automática los
problemas que se les presentan. En este caso, las personas utilizan heurísticos,
atajos mentales basados en un procesamiento automático, involuntario y muchas
veces emocional de las situaciones. Los heurísticos pueden ser descritos como las
estrategias de la mente orientadas para simplificar los problemas y encontrar
soluciones rápidas, aunque no siempre resulten las más apropiadas (Squillace,
2011).
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pasaje de modelos más bien “fríos” de procesamiento a otros que podrían
denominarse “cálidos” (Carretero, 1997)
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utilizadas para sesgar la atención, dirigir el aprendizaje y el recuerdo a diferencia
de las ideas no asociadas a dicho nodo. Este modelo sostiene que la recuperación
de información es mejor cuando el estado de ánimo al momento de la
recuperación es el mismo que el que se poseía en el momento del aprendizaje de
cierto objeto o evento. Además, la teoría establece que la información con tono
emocional se aprende mejor cuando existe correspondencia entre su valor afectivo
y el estado anímico del aprendiz.
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Cuadro 1: Representación de un nodo en la estructura de redes asociativa de Bower (tomado de
García Fernández Abascal et. al, 2010, p. 199)
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Otro ejemplo claro de esta perspectiva fueron las investigaciones de Reiner,
Stefanucci, Proffitt y Clore (2003) que hicieron que los participantes de un
experimento escucharan música alegre o triste mientras se paraban en la base de
una colina relativamente empinada. A continuación solicitaron a los sujetos que
emitieran verbalmente juicios sobre el grado de inclinación de la misma.
Descubrieron que el estado de ánimo triste llevó a las personas a sobrestimar la
inclinación. El psicólogo Jonathan Haidt (2001), por su parte, investigó
correlaciones entre los juicios morales y el asco. Propuso que los juicios morales
reflejan respuestas emocionales en lugar de razonamientos morales deliberados.
En sus estudios de "estupefacción moral", Haidt pidió a los sujetos que
consideraran una variedad de comportamientos extraños, como hermanos que
tienen relaciones sexuales entre sí o una persona que se come a su perro que
muere en un accidente. Los participantes calificaron a tales actos como inmorales,
pero no estaban seguros de por qué lo eran. Haidt sugiere que los juicios de
inmoralidad se basan en reacciones emocionales de disgusto, y que las razones
que dan las personas para validar sus juicios son realmente posteriores a dichas
reacciones.
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Para Damasio, las emociones son un conjunto de respuestas neuroquímicas a un estímulo, que permiten el
despliegue de un determinado programa de acción. Una vez desplegado el programa distintivo de acción, el
cerebro tiene la posibilidad de hacer un mapa de lo que ha sucedido en el cuerpo y crea una representación
mental de ese estado corporal. A esta percepción del cuerpo que se encuentra en un determinado estado el
autor la denomina “sentimiento”. Por lo tanto, las emociones preceden a los sentimientos. Las primeras son
reacciones “públicas”, visibles del cuerpo, mientras que los segundos son mentales y privados.
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asociar las respuestas emocionales con la anticipación de las consecuencias de
sus acciones. De esta manera, aunque podían llevar a cabo una tarea de análisis,
se volvían socialmente disfuncionales ya que las exigencias de la vida cotidiana
requieren de respuestas rápidas, fáciles y eficientes que muchas veces reposan
en emociones.
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fundamentalmente en el afecto, denominándolo heurístico afectivo. Para Slovic las
representaciones mentales de objetos y acontecimientos están etiquetadas con
afectos en diversos grados, entendiendo por afecto a la “cualidad específica de
"bondad" o "maldad" (goodness or madness) que a) se experimenta como un
estado de ánimo (con o sin conciencia) y b) demarca el carácter positivo o
negativo de un estímulo” (p.1333). Al momento de emitir juicios o tomar
decisiones, las personas se remiten primero a un “banco de afectos” que contiene
todas las etiquetas positivas y negativas asociadas consciente o
inconscientemente con las representaciones propias del objeto a evaluar. Así,
referirse a una impresión afectiva global y fácilmente disponible puede ser mucho
más fácil y eficiente que sopesar los pros y los contras o recuperar de la memoria
muchos ejemplos relevantes, especialmente cuando el juicio o la decisión
requeridos son complejos o los recursos mentales limitados. Cuando la razón se
vale de la afectividad como un atajo para decidir hablamos para el autor de
“heurístico afectivo”.
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precisamente, habría cuatro estrategias de procesamiento que emergen de las
combinaciones del esfuerzo (tiempo, grado de implicación personal, recursos que
el individuo esté dispuesto a emplear para resolver un problema) y el tipo de tarea
(abierta: remite a problemas constructivos que requieren un procesamiento
novedoso de la información disponible para ser solucionados; cerrada: refiere a
problemas reconstructivos que suponen soluciones predeterminadas).
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Cuadro 2: Esquema adaptado del modelo multiproceso de infusión del afecto de Forgas (tomado de
García Fernández Abascal et. al., 2010)
Resumen final
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Se han presentado tres grandes modelos que estudiaron sus interacciones
en las últimas décadas. Unos que consideran que la propagación de la actividad
desde nodos afectivos a otros nodos semánticos activará ideas que sesgarán las
asociaciones, el razonamiento y el recuerdo (Bower, 1981); otros modelos en los
que los sentimientos actúan a modo de luces rojas y verdes que guían las
actitudes, los juicios y las decisiones (Clore y Schwartz, 1983, 1988;
Damasio,1994); y otros (Forgas, 1995) que aseveran que la interacción entre el
afecto y la cognición dependerá de la estrategia de procesamiento más acorde a
la tarea y al esfuerzo implicados en la resolución de un problema.
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