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I. PRESENTACIÓN
Diccionario Filosófico1
La ética la debemos entender como la ciencia que estudia la moral y las acciones humanas,
por ello es menester dar a conocer a nuestros futuros policiales los diferentes conceptos
respecto a ella.
Pretendemos con este módulo, entonces, forjar hombres y mujeres desde su corazón y su
intelecto, desde sus valores y conocimientos, para hacer de la Policía Nacional de Colombia
una fuerza más profesional, más moderna e ilustrada. Se trata, además, de un módulo
cuyos lineamientos principales son el producto de un proceso interno y de una necesidad
sentida desde la institución misma. Su objetivo central es consolidar un sistema de
educación que le entregue a Colombia hombres y mujeres de indeclinable espíritu policial,
ejemplo de virtudes y valores éticos, en el marco de una excelente preparación profesional.
La meta es la creación de una cultura institucional que, fortaleciendo el espíritu policial, ético
por definición, le agregue una preparación académica con niveles de excelencia en el que
se definan cuatro líneas estratégicas de trabajo: doctrina, excelencia educativa, liderazgo y
ética policial, cimentada en los preceptos de los Derechos Humanos y en la aplicación de
los principios y valores que regulan todo actuar policial.
1
ROSENTAL, M. M. y IUDIN, P. F. DICCIONARIO FILOSOFICO. Ediciones Nacionales, Bogotá, 1994. P.159.
2
concretos, recordando siempre que la ética es inherente a ese indeclinable espíritu policial
que debe ser una característica distintiva de cada uno de los hombres y mujeres
colombianos. Ahora bien, debemos pensar siempre en la confianza que la sociedad ha
depositado en la Policía y que esta implica una altísima obligación moral que no es opcional,
en absoluto, sino que hace parte indisoluble del ejercicio policial.
“Sólo fortaleciendo los valores y obrando con una ética impecable, nuestra
institución cumplirá con su misión fundamental de contribuir con la consolidación de
la Política de seguridad democrática en todo el país”.
Teniendo en cuenta lo anterior y como respuesta al Sistema Educativo Policial, que propone
la formación integral de la persona humana como meta que debe ser alcanzada por todos
los que forman parte de la institución, se crea el módulo sobre Ética General para las
Escuelas del Nivel Ejecutivo, que incluye la explicación de conceptos éticos, tales como el
problema ético, la dimensión antropológica y la deontología policial.
TABLA DE CONTENIDO
3
I. PRESENTACIÓN……………………………………………………………….…2
II. INSTRUCCIONES PARA EL EMPLEO DEL MÓDULO…………………...….6
III. IDENTIFICACIÓN DE LA ASIGNATURA……………………………..………..8
IV. COMPETENCIA GLOBAL DEL PROGRAMA………………………..………..8
V. COMPETENCIAS FUNDAMENTALES A LA QUE LE
APORTA LA ASIGNATURA……………………………….……………………8
VI. COMPETENCIAS GENERALES DE LA ASIGNATURA…..………………..10
VII. DESCRIPCIÓN DE LOS EJES TRANSVERSALES……………..…………10
VII.1. DERECHOS HUMANOS Y DERECHO INTERNACIONAL
HUMANITARIO………………………..………………………………………..10
VII.2. ÉTICA……………………………………………………………………..…......11
VII.3. INVESTIGACIÓN…………………………………………………….…….......12
VIII. TABLA DE SABERES CORRESPONDIENTES A LA ASIGNATURA…....12
IX. ACTIVIDADES PARA IDENTIFICAR CONCEPTOS
PREVIOS DE LOS ESTUDIANTES………………………………………..…14
X. ÉTICA GENERAL…………………………………………………………..…….…15
Revise la tabla de contenidos; así tendrá una idea general del módulo.
Lea y analice las competencias del programa, para tener claridad sobre lo que deben
lograr los estudiantes y hacia donde deben apuntar los objetivos de cada una de las
clases que hacen parte del crédito académico.
Lea de manera detenida las estrategias significativas de aprendizaje planteadas tanto
para ética general como para la profesional; desarróllelas y proponga otras, de
acuerdo con su experiencia docente.
5
Consulte documentos vigentes para actualizar el módulo permanentemente, en
coordinación con el área académica de la Escuela.
No se condicione a la bibliografía que le estamos sugiriendo en este módulo, en el
Internet y en la biblioteca de la unidad existen grandes obras y textos que permitirán
potenciar ésta asignatura.
ASIGNATURA: ÉTICA
CREDITOS ACADÉMICO: 1
6
Generador y Promotor de Seguridad: En cada uno de sus procederes
policiales
Nombre: Ética
El Estudiante analiza la sociedad colombiana desde el punto de vista ético, cultural y social,
a partir de la construcción crítica propositiva de la labor policial y su desempeño personal,
proyectando positivamente la imagen institucional ante la comunidad, transmitiendo
confianza y credibilidad en cada uno de sus procederes policiales.
El arte de construir saberes y experiencias para formar hombres y mujeres íntegros, implica
una gran responsabilidad; por ello, la invitación a la comunidad académica y en especial a
los docentes, a no limitarse a transmitir y saturar de información al estudiante; el
profesor policial debe caracterizarse por su actitud, disposición y carisma para entregar lo
7
mejor de sí, en procura de posibilitar una formación integral fundamentada en el desarrollo
humano.
Es por ello que desde la ética se quiere transversalizar los siguientes ejes temáticos:
El proceso de formación debe tratar de ofrecer a los estudiantes policiales las herramientas
necesarias para relacionarse con la ciudadanía de una manera cada vez más comprensiva
y justa, siendo capaces de resolver problemas cotidianos sin generar violencia.
Los derechos humanos son un conjunto de valores éticos y morales que los ciudadanos han
validado para regular la convivencia pacífica; partiendo de este antecedente, el docente
policial debe favorecer un PROCESO DE CRECIMIENTO PERSONAL donde los discentes
puedan identificar los valores familiares, personales y sociales que orientan sus actuaciones
y revalidar los que no estén acorde a los principios y fundamentos del servicio público de
policía.
7.2 Ética
“Ética es la ciencia directiva de los actos humanos hacia el bien honesto de acuerdo con la
recta razón.”
8
Tomando como base la definición de ética, es importante establecer, que ésta no requiere
demostrarse, ya que está inmersa en los actos de cada ser humano, y por ello debe
considerarse en todas y cada una de las decisiones que se tomen, estableciéndola como
parte del diario vivir en su proceder personal e institucional.
7.3 Investigación
Investigar significa “ir tras la huella de”. Por tal razón, en la asignatura de ética se debe
propender por pensar cada uno de los temas como una posibilidad de llegar a la
investigación, tanto en la ética general como en la profesional. Es deber de toda la
comunidad académica, pero especialmente de los docentes, generar los espacios (y
respetarlos) para que nuestros estudiantes indaguen y profundicen sobre todos y cada uno
de los temas que sugerimos a través de éste módulo.
Esta tabla es el esquema que permite precisar y diferenciar los saberes que están
integrados en la asignatura de ética; a través de este componente, se puede observar como
desde cada contenido se orientan y fundamentan los conocimientos - saber, los
procedimientos - saber hacer y las actitudes – ser, como elementos que interrelacionados
permiten el desarrollo efectivo de las competencias, aspecto que debe garantizarse, a partir
del diseño y desarrollo de los contenidos, por parte del docente.
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Orientador del A través del ejemplo, el policial orienta Conocimiento de los
Servicio a la todos sus esfuerzos hacia la diferentes tipos de ética y su
Comunidad construcción ética de la comunidad. aplicabilidad en la
comunidad.
En tal sentido, podrán practicarse diferentes estrategias que permitan cumplir con este
propósito, dichas actividades pueden ser:
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Interpretación de ideas, conceptos o temas, a partir de imágenes o símbolos
generales, presentados por el docente.
X. ÉTICA GENERAL
10.1.1 INTRODUCCIÓN
“La ética es la teoría o ciencia del comportamiento
moral de los hombres en sociedad. O sea, es ciencia
de una forma específica de la conducta humana.
El problema ético se concibe desde la conducta moral que, por supuesto, debe abandonar
el carácter errático que contemporiza con relativismo moral reinante y que lleva a la
supremacía de valores inferiores o de media (como los económicos), desconociendo valores
fundamentales como el de la vida, la verdad, la espiritualidad, la responsabilidad y la
justicia, los cuales permiten la plenitud y el crecimiento humano.
En esta unidad se marcan pautas para ello a través de la conceptualización de la ética y de
la moral, el aprendizaje de los principales tipos de ética, el análisis de nuestro país que
desde la perspectiva de una sociedad en crisis y el estudio, a través de la casuística, de los
dilemas éticos que permitirá al estudiante aterrizar en una realidad en la que
permanentemente los deberá asumir.
2
SÁNCHEZ VAZQUEZ, Adolfo, ETICA. Editorial Grijalbo, México, 1969. p. 22.
11
La existencia de las normas morales siempre ha afectado a la persona humana, ya que
desde pequeños captamos por diversos medios la existencia de dichas normas, y de hecho,
siempre somos afectados por ellas en forma de consejo, de orden o en otros casos como
una obligación o prohibición, pero siempre con el fin de tratar de orientar e incluso
determinar la conducta humana. Ya que las normas morales existen en la conciencia de
cada uno, esto provoca que existan diferentes puntos de vista y por ende problemas en el
momento de considerar las diferentes respuestas existenciales que ejercen las personas
frente a ellas. Estos problemas se mencionan a continuación:
El problema del fin y los medios: Muchos sostienen la importancia del fin de tal modo que
cualquier medio es bueno si se ejecuta para obtener un fin bueno, esto se conoce como la
tesis maquiavélica "El fin justifica los medios", pero con esto lo único que ocurre es que se
sobrevaloran las "buenas intenciones " de un acto, que es parte del interior del ser y se
descuida el aspecto externo del acto (intenciones y finalidades). Con esto se quiere decir
que "El fin jamás va a justificar los medios".
El problema de la obligación moral. Esto está íntimamente ligado con el tema de los valores
ya que normalmente se dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito, en
cambio, cuando se realiza por propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da
a entender que la obligación moral le quita al hombre la única posibilidad de ser él mismo,
de cuerdo con su propia moralidad y con su propio criterio.
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Pero hay que aclarar también que una cosa es la obligación entendida como corrección
externa y otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen los valores en la
conciencia de una persona.
La diferencia entre ética y moral: Este es un problema que a la mayoría de las personas nos
ha ocurrido y nos hemos preguntado ¿no es lo mismo?. Pues no, por definición de raíces
significan lo mismo (costumbre), pero en la actualidad se han ido diversificando y lo que hoy
conocemos como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la Moral las
normas que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad.
Concebir la Ética como una asignatura importante dentro del contexto educativo policial
actual parece una utopía. Aún hoy, cuando la sociedad reclama una educación de calidad que
potencie al estudiante y que lo forme cultural y éticamente más humano.
El estudiante conoce el marco teórico de la ética, analiza nuestro país desde la crisis de la
sociedad y comprende los dilemas morales para definir su alcance conceptual y nivel de
aplicabilidad en las actitudes manifiestas del profesional de policía.
Dinámica de integración
TALLER 1.
DINÁMICA DE INTEGRACIÓN
Nombre y significado.
Estado civil.
Componentes de la familia
Lugar donde vive.
Lugar de nacimiento
Nivel de estudios.
Actividades que más le gusta realizar (recreativas, culturales)
Recuerdos de la niñez.
El momento más feliz de su vida.
El momento más triste que recuerde.
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La experiencia más graciosa.
La experiencia más significativa en su vida.
El sueño más anhelado.
Sus esperanzas futuras y deseos.
Lo que más le gusta de su cuerpo y lo que le disgusta.
Lo que desea cambiar de sí mismo interiormente.
Su propósito de vida.
En una hoja dibuje un árbol, cada raíz será un defecto, cada rama nueva una cualidad, debe escribirlas en su
respectivo orden
ÉTICA: Disciplina filosófica de carácter práctico, ya que al reflexionar sobre la vida moral, se
interesa por mejorar nuestra existencia mediante la realización de lo que es bueno de ahí
que se encargue de estudiar la conducta moral del hombre en la vida social. Definición
Etimológica: ética se deriva de la palabra griega “ethos” que significa temperamento,
carácter, hábito, modo de ser. Así ética sería una teoría o tratado de los hábitos y las
costumbres adquiridas y no innatas; el “ethos” significa una conquista de hábitos a lo largo
de la vida de los cuales el hombre se apropia para modificar su naturaleza.
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La ética no puede prescindir de la historia de la moral concreta, pero esto no significa que
se pueda confundir con ella (no podemos confundir el vehículo con el conductor).
La moral y la ética son diferentes; la ética es una ciencia, mientras que la moral es el objeto
de esta ciencia. Esto significa que la moral no es ciencia, pero ello no impide que pueda
convertirse en el objeto de una investigación científica
Toda ciencia tiene un objeto de estudio llamado campo de investigación, “factum” (hecho
del cual parte, materia de estudio), ¿cuál es el campo de investigación de la ética?... El
objetivo de la ética radica en el estudio y comprensión del territorio cultural llamado moral.
De acuerdo con esto puede afirmarse que ética es la ciencia filosófica encargada de
estudiar o reflexionar sobre la moral, pero como la moral tiene un carácter humano y social,
puede ampliarse esta definición diciendo: la ética es la disciplina filosófica que estudia el
comportamiento moral del hombre en sociedad. Respecto de su carácter filosófico, ya se
dijo que la ética es una de las disciplinas filosóficas fundamentales.
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Relación de la ética con otras ciencias
Si la ética pretende lograr plena objetividad debe buscar apoyo en las diversas ciencias,
especialmente en aquellas que se refieren al hombre (ciencias humanas o ciencias
sociales).
Psicología: La psicología es la ciencia que más emparentada está con la ética. Psicología
significa tratado del alma. La psicología ayuda a la ética a comprender cuales son las
verdaderas intenciones del hombre en los actos morales ejecutados. La moral, como
creación humana, delata un origen psíquico. La moral es sobre todo un fenómeno vivido
internamente por el sujeto.
Sociología: hoy día la sociología estudia el comportamiento del hombre como ser social en
el marco de unas relaciones dadas. Ahora bien, la ética no puede desarrollarse sin tomar en
cuenta los resultados de esta ciencia, ya que el hombre es esencialmente un ser social, vive
circunscrito en la sociedad y recibe de ella un sistema de valores morales. Sin embargo la
moral no es absolutamente un producto social, ya que también el factor individual es
decisivo.
Antropología e Historia: Si la ética tiene como punto de referencia al hombre, es obvio que
la antropología, como estudio del hombre, le proporciona una base fundamental. La
antropología tiene entre sus capítulos el estudio de la moral de los pueblos y culturas ya
extinguidas. Este conocimiento es de gran interés para la ética, la cual debe tener una
noción objetiva realista del fenómeno moral. Para tener elementos objetivos que le permitan
comprender la experiencia moral con toda su plenitud, la ética debe partir de los hechos
históricos.
Teoría Del Derecho: Partamos por entender el derecho como ciencia y no como mero
conjunto de leyes jurídicas. La ética y el derecho son ciencias normativas, tienen como
objeto estudiar las normas. La ética estudia las normas morales, las cuales requieren la
aceptación libre y consciente: en cambio el derecho estudia normas jurídicas que se
caracterizan por ser coercibles o impuestas por medio de la fuerza, sin que intervenga
necesariamente la libertad del sujeto para su cumplimiento.
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Economía: La historia de la moral nos muestra cómo los principios morales son establecidos
desde la postura de una clase económicamente poderosa. A menudo podemos observar
que por intereses económicos se justifica la explotación del hombre por el hombre.
Ética de Virtudes
La felicidad se alcanza mediante la práctica de las virtudes que son actitudes de equilibrio
en todos los ámbitos de la vida humana: justicia, fortaleza, templanza, veracidad, liberalidad,
etc.
Epicureísmo
Lo más sensato, para el hombre, no es la actividad sino el reposo: la ataraxia. P ara Epicuro,
el principio de todo bien se halla en el placer, un placer tranquilo, equilibrado. Privilegia el
placer del espíritu sobre el corporal puesto que éste último lleva consigo el sufrimiento,
inquietud y ansiedad, mientras que el primero produce un recuerdo agradable que hace
desear que se repita. El epicureísmo reclama que los hedonistas sepan seleccionar los
placeres y sepan calcular su medida, con el fin de evitar y/o eliminar lo más posible el
sufrimiento.
Epicuro afirmó que es bueno todo lo que produce placer, pues el placer, según él, es el
principio y el fin de una vida feliz. Pero para que el placer sea real debe ser moderado,
controlado y racional.
Epicuro definió el placer como la satisfacción de las necesidades del cuerpo y la tranquilidad
del alma. El ser humano está compuesto de cuerpo y alma, y los placeres de la última son
superiores a los del cuerpo. En su opinión, la paz interior puede alcanzarse al reducir las
necesidades del cuerpo y acabar con las inquietudes y temores. Para el Epicureísmo, lo
malo es todo aquello que le produce dolor al ser humano. Son las cosas que nos hacen o
nos afectan en el sentido espiritual y que a la vez al cuerpo.
Estoicismo
EPICTETO (50 – 138)
Representante del estoicismo romano, su ética
radica concretamente en la preconización de la libertad interior.
Demuestra que el señor puede ser esclavo de sus pasiones mientras que el esclavo puede
ser libre en su independencia espiritual interior. No son las cosas mismas las que hacen feliz
al hombre, sino las ideas que de las cosas tenga éste.
La imperturbabilidad y el tener una apatía positiva frente a los hechos, significan la felicidad
del hombre, así como el vivir en una patria más amplia: ya no en la ciudad sino en el mundo
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entero. El estoicismo tiene entre sus máximos representantes a Epíteto, Séneca y Marco
Aurelio.
Neoplatonismo
En ética sostuvo el principio del valor intrínseco de cada persona, que no ha de ser
sacrificada ni siquiera en nombre del bien de la sociedad toda. Contrario a la heteronomía
que fundamentaba las éticas anteriores a Kant, este filósofo alemán funda una nueva ética,
autónoma, que consiste en que la moralidad misma del hombre constituya el fundamento
último y la fuente original de todas las normas morales.
Para Kant, ese único fundamento de la norma moral es el deber y radica en la voluntad del
hombre, en la buena voluntad: “obra siempre de tal manera que la máxima de tu voluntad
pueda valer como principio de legislación universal”. El hombre encuentra la perfección
moral en el cumplimiento del deber por el deber mismo.
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La distinción entre la moral y formalismo ético fue diáfanamente establecida por Kant, en
sus obras de filosofía práctica, sobre todo en la fundamentación de la metafísica de las
costumbres.
La preocupación más honda del filosofo de Königsberg ( pues Kant vivió prácticamente toda
su vida en dicha ciudad de Prusia Oriental, hoy Kaliningrado en Rusia) consistió en crear
una doctrina libre de elementos derivados del mundo de los hechos, es decir, un sistema
exclusivamente racional y apriorismo, entre la moral empírica y la ética formal existe una
aguda oposición, en lo que atañe el método que debe emplearse para llegar al conocimiento
de las reglas rectoras de nuestra conducta.
El subjetivismo que es una de las variantes de la ética empírica. Si las ideas morales varían
de individuo a individuo o de sociedad a sociedad, lo bueno y/o malo carecerá de existencia
objetiva, ya que dependen de los juicios estimados de los hombres. Así aparecen, por una
parte, al subjetivismo ético social, llamado antropologismo o subjetivismo ético especifico.
Utilitarismo
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Somete a nueva valoración los principios y normas de la ideología burguesa liberal: la
filosofía racionalista, la ética tradicional, la religión cristiana de las cuales
estima que debilitan la voluntad de lucha. Separa de manera tajante la ideología destinada
a educar el espíritu de la sumisión de los trabajadores (moral de los esclavos) y la ideología
en que se ha de inspirar la educación de la casta de señores (moral de los señores), para
quienes preconiza un individualismo sin freno en el derecho y en la moral.
Piensa Nietzsche que la humanidad se ha dividido en dos: los débiles, a quienes los ha
llamado esclavos, mediocres, incapaces de vivir por sí mismos y los poderosos, solitarios y
muy escasos que constituyen una raza superior caracterizada por valores opuestos a la
raza inferior. La filosofía del poder lleva consigo impregnado el sello maquiavélico de “el fin
justifica los medios” por lo cual quienes hacen parte de ella son personas amorales, a
quienes no les importa pasar por encima de otros para lograr sus objetivos, al precio que sea.
Ética Marxista
Pone de relieve el papel histórico del proletariado, llega a la conclusión de que la revolución
social es inevitable, de que es indispensable unir el movimiento de la clase obrera con la
concepción científica del mundo.
Como criterio último de verdad, Marx impone la praxis, la acción, la producción, el trabajo, la
eficacia histórica y en contraposición a ello, piensa que la alienación constituye la fuente y la
máxima expresión de la deshumanización. Frente al estado actual de alineación social,
manifiesto en el antagonismo de clases, Marx propone el ideal del hombre nuevo, el
verdadero hombre libre, que será fruto de la sociedad comunista, sin clases. Su moral es
ante todo una moral revolucionaria.
Ética Axiológica
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En el centro de la denominada “ontología crítica”, figura la doctrina acerca de los estratos
del ser: inorgánico, orgánico, alma y espíritu. Estructuró su filosofía natural, la filosofía del
espíritu objetivo, la ética junto con la teoría de los valores, la estética y la teoría del
conocimiento.
Ética de la liberación
DUSSEL (1934-)
Filósofo Argentino para quien el bien ético es el sí-al otro y,
por lo tanto, es justicia; es cumplir la justicia y respetar al otro
como otro, dejarlo ser es permitir que sea en plenitud lo que realmente es.
Ética promulgada por Enrique Dussel y que tiene un alto sentido de alteridad por medio del
cual se busca la liberación y el reconocimiento del otro como otro, como una posibilidad.
Así, penetra todos los ámbitos de la humanidad: desde el punto de vista erótico en donde la
mujer se libera de la dominación del macho, de las relaciones de autoridad y poder en el
aula en la relación maestro – alumno; en la relación padre – hijo; entre gobernados y
gobernantes, etc.
Ética Comunicativa
HABERMAS (1929- )
Sociólogo y filósofo alemán, uno de los máximos representantes
de la Escuela de Frankfurt. Su principal contribución a la
filosofía fue una teoría sobre la racionalidad, es decir,
la habilidad para pensar de forma lógica y analítica.
Todos los miembros de una comunidad se deben reconocer como interlocutores y de esa
manera llegar a establecer unos mínimos por consenso. Adela Cortina ha representado
este modelo como el de la “responsabilidad solidaria”, con lo cual trata que no se quede en
el mero discurso sino que el diálogo esté orientado hacia la consecución de lo objetivos
propuestos.
La ética cristiana
La ética cristiana radica en la práctica del bien y de las buenas obras. Tal como lo manda
Cristo (Jesús) en el Evangelio: "Haced el bien a tu prójimo como a ti mismo" Jn7,10-19.
Por otra parte, el bien o el buen obrar esta presente de modo intrínseco en la persona
misma la cual ha sido hecha a imagen y semejanza de Dios... Cabe hacer notar que en la
cultura luterana de los países nórdicos se cree que el hombre no es bueno en si mismo y
que necesita a Dios para librarse de su mal obrar.
10.2.2.1 ÉTICA DE LA VIDA
Principios de la bioética
Autonomía: La autonomía ayuda a que se reconozca el derecho del sujeto moral a tener
independencia respecto de controles externos para obrar de acuerdo a una elección propia,
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teniendo sus puntos de vista, sus propias decisiones y obrar de conformidad con sus
valores y creencias.
Beneficencia: Obligación moral de hacer el Bien. Cualquier acción hecha para beneficio de
otras personas; es obrar el bien en favor de otros, es ayudar al prójimo a obtener lo que es
bueno para él, reduciendo el riesgo de daño.
Justicia: Tiene que ver con lo que es debido a las personas, les pertenece o les
corresponde. Hace referencia a la justicia equitativa de los recursos de una comunidad, en
ámbito biomédico.
LA EUGENESIA: Ciencia que trata de la calidad de vida, busca mejorar las potencialidades
humanas (de buena raza) incluyendo terapias genéticas.
El morir está siendo alterado, los avances de la medicina y las terapias han avanzado para
alargar la vida; Se define la eutanasia como "muerte sin sufrimiento físico provocada
voluntariamente", ayudada por una acción consciente, muerte dulce, por acción de ayuda
externa.
Eutanasia es realmente matar, se considera que nada ni nadie puede disponer de la vida
humana, atentando contra la humanidad.
Vivimos en una época de acelerados cambios que afectan todos los niveles de la existencia
humana (económico, social, cultural, político, y religioso). Son cambios rápidos y profundos
que no dan espacio a la asimilación; y que modifican sustancialmente la relación de cada
persona consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con Dios.
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Donde solo interesa la producción de bienes y el consumismo, el “rendimiento” se convierte
en el valor supremo, la persona se estima en función de su utilidad y todo se mira con
criterios de eficacia; es una sociedad donde los seres no productivos son más marginados.
Los medios de comunicación social nos ponen en contacto con la gente y con el mundo y
son un medio privilegiado para informarse educarse y divertirse: pero también tienen sus
aspectos negativos: monopolio y manipulación de la formación, explotación de la violencia y
del sexo difusión de contra- valores, orientación utilitarista de la opinión pública, evasión y
enajenación, consumismo, hedonismo, materialismo, entre otros.
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puedan coexistir, ya que media un estado de legalidad que opera para todos de igual
manera.
La ley trata por igual a todos los miembros sociales sin distingos de raza, riqueza, sexo o
pensamiento. Una sociedad democrática es una sociedad civilista donde existen normas
claras que regulan los límites de convivencia. Las relaciones entre las personas crean
procesos dinámicos, permanentemente atravesados por conflictos que a menudo se
desarrollan en un clima de violencia. La civilidad contribuye a que dichas tensiones sean
superadas de manera pacífica.
Es tarea común del Estado y de los ciudadanos educar para proporcionar un mundo de
convivencia pacífica donde pervivan distintas ideologías, sin que unos tengan que excluir
totalmente a los otros. La función del Estado será la de garantizar el orden, la seguridad, la
educación, la salud y la moral públicas, además de los derechos y garantías fundamentales.
Los ciudadanos tienen el deber de conocer sus deberes y derechos. La esencia de la Ética
Pública podría estar contenida en el siguiente interrogante ¿Qué país anhelamos? Es
justamente en el proyecto de país donde están inmersas las acciones que determinarán
cómo será la convivencia y cómo construir conjuntamente ciudadanía. Otros interrogantes
serían ¿Qué es lo humano?, ¿Qué conforma la dignidad humana?, ¿Quiénes somos?, ¿A
qué país aspiramos?
Para contestarlas, es preciso aclarar un concepto básico: Para aprender a respetar a los
demás, debemos empezar por respetarnos a nosotros mismos. Solo así podremos respetar
al otro “como un legítimo otro en la convivencia”.
Reflexionemos: Se realiza a través de guías diseñadas para que la palabra escrita permita a
cada docente mirarse a sí mismo de una manera sencilla, permite la libre expresión de
puntos de vista, motivaciones, miradas y conocimientos.
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Investiguemos: Promueve el conocimiento a través de la lectura de textos y la exposición de
personas expertas, con el fin de tener una visión más amplia y comparar los conocimientos
personales con la teoría.
Debatamos: El debate permite poner en común los conocimientos de las participantes sobre
un determinado tema. La discusión lleva a deshacer prejuicios, superar visiones aisladas o
incompletas y fortalecer conceptos.
Momentos de aprendizaje
El Estudiante como futuro servidor público cumplirá un papel muy importante en mantener la
motivación de las participantes dentro del grupo y aportar tus conocimientos, experiencias,
reflexiones y conclusiones.
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La primera sesión es introductoria y es la oportunidad de conocer y permitir que el grupo se
conozca, que conozca la dinámica de trabajo y perspectivas trazadas y además compartir
las experiencias y expectativas, generando un ambiente propicio de trabajo.
2. Conocimiento del grupo: Pinta en el papelógrafo o en el tablero una figura humana donde
pueda identificar las partes del cuerpo: Luego invita a los participantes para formar un
círculo y hablar sobre lo que trae cada uno para compartir con el grupo. Cada participante
realizará su presentación refiriéndose a su nombre, edad, su procedencia, expectativas
institucionales, entre otros, luego invita a los participantes para socializar sus pensamientos
a través de estos puntos: ¿Qué tenemos en la cabeza? Conocimientos, historias, lenguaje,
miradas, palabras, ¿Qué tenemos en las manos? Fuerza, energía, apoyo, afecto. ¿Qué
tenemos en los pies? Firmeza, estructura, caminos, contacto con la tierra. Esta primera
parte nos lleva a pensar quién soy yo y por qué estoy aquí.
3. Pacto pedagógico: Motive a cada uno de los participantes para asumir un compromiso
consigo mismo, con el grupo, con la familia, con la institución y con la comunidad dentro de
un pacto pedagógico.
4. Momentos de aprendizaje: Presenta a las participantes los contenidos del primer tema y
los cinco momentos de aprendizaje: Reflexionar, Debatir, Investigar, evaluar y decidir.
La dificultad de empezar: Para todos es difícil empezar una labor, entonces miramos el
trabajo, lo acariciamos, lo imaginamos y lo organizamos. ¡Manos a la obra! Diría una
persona constructora o artesana. ¡Ahora sí, ya estamos listos!
La investigación y la discusión dentro del grupo, desarrolla habilidades para comprender sus
condiciones sociales y proponer alternativas que permitan la transformación de sus
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realidades individuales y colectivas, dentro de una relación permanente entre el profesor y
los estudiantes que participan del proceso de aprendizaje. El seminario es una práctica que
no es sólo la adquisición de conocimientos, sino el aprendizaje y ejercicio de la
participación, la democracia y la toma de decisiones.
AXIOLOGÍA: Ciencia filosófica que estudia los valores en su carácter general, tratando de
llegar a su sentido o esencia.
CONDUCTA: Modo de ser del individuo y conjunto de acciones que lleva a cabo para
adaptarse a su entorno. La conducta es la respuesta a una motivación en la que están
involucrados componentes psicológicos, fisiológicos y de motricidad. La conducta de un
individuo, considerada en un espacio y tiempo determinados, se denomina
‘comportamiento’. Toda conducta está determinada por múltiples factores: los genéticos o
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hereditarios y los situacionales o del medio. Los primeros hacen referencia a la conducta
innata (instintiva) que existe en el individuo al nacer; los segundos, a la conducta concreta
que se da ante una determinada situación (aprendida). El estudio de la conducta no se limita
a investigar la evolución de ciertas etapas formativas en el individuo, como la infancia o
adolescencia, sino que va unida a su desarrollo físico desde el nacimiento hasta la muerte.
CORRUPCIÓN: Corrupto es lo que está descompuesto y huele mal. Desde el punto de vista
social la corrupción significa la tergiversación, ilegal o inmoral, de las finalidades originales
de un puesto público para usarlo con fines de beneficio particular sea individual o de grupo.
También puede definirse como la violación de las normas legales o morales en el
cumplimiento de un deber público a cambio de beneficio personales de tipo económico o
político.
ÉTICA: Como una rama de la filosofía, está considerada como una ciencia normativa,
porque se ocupa de las normas de la conducta humana.
MORAL: Conjunto de normas, principio y valores que sin necesidad de imposición exterior
rigen la conducta individual y social del hombre.
NORMA: Conjunto de reglas o pautas a las que se ajustan las conductas. La norma social
constituye un orden de valores orientativos que sirve para regular y definir el desarrollo de
comportamientos comunes, a los que otorga cierto grado de legitimidad y consentimiento.
La aplicabilidad de la norma está asegurada por las expectativas de sanciones positivas, así
como por el miedo o la prevención a las negativas, lo que es consecuencia del grado de
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predominio de las costumbres de cada época y del nivel de interiorización de reglas o
pautas a lo largo del proceso de socialización.
Considerando el grado de aceptación o disentimiento de las reglas o pautas que constituyen
la norma social, se llevan a cabo análisis basados en las categorías de la conformidad o la
desviación, como formas diversas de comportamiento social.
VALORES: Son las actitudes positivas o disposiciones permanente de ánimo, para obrar en
consonancia con las grandes convicciones de lo que es bueno, mejor y óptimo y que
proporcionan alegría, satisfacción felicidad a quienes los poseen, aun cuando, algunas
veces duelan; y que por tanto ellos son fundamentales en la búsqueda de la realización
humana.
10.1.6 SÍNTESIS
“La ética es una ciencia práctica. A diferencia de otras ciencias especulativas o teóricas, que
encuentran su objeto en la búsqueda del conocimiento mismo, la ética no se agota en la
pregunta por conocer qué es el bien sino que se interroga por el problema de como llegar a
ser buenos nosotros mismos...”3
3
PEÑA BARRERO, Luis Bernardo. LA EDUCACIÓN COMO PROYECTO ETICO” en “Colombia una casa para
todos”. Programa por la paz, Bogotá, 1991. P.392.
32
Competencias Estrategias de Criterios de evaluación
evaluación
10.2.1INTRODUCCIÓN
33
Dedicada al estudio de la dimensión antropológica desde una mirada policial y una realidad
institucional, esta unidad se fundamenta en el principio del humanismo desde las
perspectivas ética y moral de la persona. Para tal fin, se tratan los siguientes temas: la
persona como sujeto moral, las dimensiones humanas, la ética de la vida o bioética, los
actos humanos, la conciencia y la concepción del bien y del mal. En estas páginas confluirá
el pensamiento y los estudios de los investigadores de las distintas disciplinas
antropológicas y de la filosofía. De esta manera, la segunda unidad pretende ampliar los
horizontes de la antropología afrontando el reto de desempeñar la construcción social y
proponiendo los parámetros de su desarrollo ante el vigoroso pero desigual empuje de las
fuerzas materiales. Asimismo, intenta sumarse a la premisa institucional de formar hombres
íntegros que potencien la imagen policial en una sociedad que reclama policías más
humanos, más éticos.
El estudiante está en capacidad de comprenderse como persona y como policía ético desde
una perspectiva antropológica.
En esas discusiones se echa de menos una dimensión más profunda, que no es otra que
precisamente la persona como sujeto moral, así como la relevancia que ello significa para
una institución constituida por seres humanos y que responde a necesidades humanas.
Demos una mirada, entonces al hombre como sujeto de la experiencia moral. Se hace, en
primer lugar, porque este tema requiere de la importancia actual y en segundo lugar,
también porque estamos convencidos de que uno de los contenidos centrales de la ética es
el descubrimiento –o el redescubrimiento– de la persona como sujeto moral, y por tanto de
la “subjetividad de lo moral”. Mucho se ha hablado de la subjetividad de las normas morales.
Pero todo depende de qué se entienda por “subjetividad”. Para aclarar este punto nos
34
debemos referir al concepto de la subjetividad de un hombre al que definimos clásicamente
como animal racional.
Las dimensiones humanas tienen que ver con la forma de vivir. Vivir de una manera
equilibrada es uno de los aspectos esenciales para aprovechar la vida. Ese vivir de manera
equilibrada implica, en primer lugar atender a las dimensiones de lo humano, además de
cumplir adecuadamente y con responsabilidad en cada fase de la vida de forma inteligente,
vivir disfrutando de forma positiva. Todo esto supone entender la vida, adaptarse, estar
abierto a nuevas posibilidades, tener predisposición para el cambio, ilusión y confianza;
estamos hablando de logros personales de construcción interna, que se aprenden y se
desarrollan hacia una interacción externa o social.
Con base en lo anterior, queremos presentar a continuación las dimensiones humanas que
consideramos pertinentes se deben trabajar desde la dimensión antropológica:
Dimensión física
35
personales del joven en el tránsito de individuo a persona y de la aptitud social que como
persona desarrolla, crece y vive en sociedad. En otras palabras, el deporte está al servicio
de la persona, tanto en el desarrollo personal como social.
La meta que el deporte debe perseguir es contribuir al proyecto de vida, contribuir al
enriquecimiento de las dimensiones de lo humano, enriquecimiento personal, a la vez que
potenciar los valores, que son la base de las relaciones humanas, valores morales, éticos y
sociales. A través de la práctica deportiva aprendemos a descubrir nuestras posibilidades, a
medir el valor de quienes somos y con quién estamos; el deporte se convierte en la apertura
a nuevos modos de ser y de estar. Por medio del deporte empezamos a adquirir una
comprensión y aceptación del hecho deportivo, con lo que estamos preparados a un
continuo cambio que obliga a entenderse con los demás, con el mundo que nos rodea y con
la vida.
Dimensión emocional
36
El desarrollo de las habilidades mencionadas coloca a la inteligencia emocional en la
palestra de la contemporaneidad con aplicaciones muy concretas; por ejemplo, en la
educación de los niños, pues muchas de las dificultades que éstos afrontan durante su
crecimiento son los bloqueos emocionales, consecuencia de las circunstancias que los
rodean. Desde la óptica de los especialistas, aquellos niños que reciben herramientas para
manejar su sistema emocional, desarrollan recursos que les aportan gran fortaleza para
afrontar la vida. Un ejemplo propicio para esta disertación es una anécdota sucedida a
Humberto Maturana y que la cuenta en su libro Emociones y lenguaje en educación y
política y la cual se transcribe a continuación:
“Hace algunos días una amiga mía me contó una conversación que tuvo con su hija
invitándome a un comentario. Su relato fue así: “tuve una conversación con mi hija (Juanita,
de ocho años) quien me dijo: -mamá, tú no me conoces a mí. –como es eso, Juanita, cómo es
que yo no te conozco?. –Mamá, tú no me conoces porque no sabes que yo soy feliz y libre”.
Al escuchar este relato mi reflexión fue la siguiente: “Amiga mía, creo que comprender lo que
juanita dice cuando expresa que es feliz es relativamente fácil y no diré nada más. Es sobre
qué es ser libre que quiero decir algo. Juanita no habla desde la razón, ella habla desde la
emoción, y desde la emoción lo que ella dice es que no se siente culpable de sus actos...”4
Dimensión ética
Se tiene en el imaginario colectivo que cada cual tiene su definición de qué es la ética y su
manera de ser ético y todo se resuelve con un código de ética, un código de ética para el
administrador, para el abogado, para la empresa. Eso no es del todo cierto, no hay una ética
para cada cual, no hay una ética para el administrador, el médico o el abogado, hay la
dimensión ética del ser humano, que se comprende cuando uno se aproxima a esa esfera
del ser humano en la cual las razones no nos bastan para tomar una decisión y hay que
hacerlo a partir de la dimensión moral.
No se puede olvidar que la dimensión ética es una característica propia del obrar moral; es
decir, que la persona está implicada siempre, en la totalidad de sus dimensiones, en cada
una de las acciones que realiza. Y en este sentido hay que decir que toda la actividad moral
4
MATURANA, Humberto. EMOCIONES Y LENGUAJE EN EDUCACIÓN Y POLÍTICA. Dolmen Ediciones.
Santiago de Chile, 1997. P.32
37
es de la persona. Ocupándose de los actos humanos desde la perspectiva de la persona
(considerada como sujeto de la acción moral y también como regla o referente normativo de
la moralidad), trata de aquellos actos que, referidos más directamente a la persona como
sujeto singular, sirven para su realización personal.
Aunque no hay unanimidad en los autores al delimitar el campo propio de esta disciplina, el
sentir más común es afirmar que su objeto propio está constituido por el estudio de las
virtudes morales fundamentales y de la vida humana como presupuesto básico para el
desarrollo de las virtudes.
Dimensión Cognoscitiva
Dimensión comunicativa
38
La comunicación y los valores son ejes fundamentales del desarrollo humano. Están
presentes en todos los tiempos y espacios. A través de estos elementos el hombre ha dado
a su vida sentido y significación. Del gesto a la palabra, de los signos a las señales, poco a
poco el hombre llenó el mundo de comunicación. La historia de la humanidad ha
correspondido a un constante devenir, un proceso dinámico de interacción en el que
interrogar, confrontar, valorar y preguntarse a sí mismo y a los demás, permitió al individuo
estructurarse como persona, fundando e impulsando su cultura.
La comunicación ha sido punto central del progreso del ser humano. A través de ella el
hombre permanece en el tiempo, se proyecta en el mismo, trasciende espacios, traspasa
fronteras, hasta llegar a un punto en el que, sin importar horas ni distancias, se puede
establecer una comunicación en fracción de segundos; asimismo, lo que en un momento fue
importante, en el instante siguiente puede ya no serlo.
La dimensión ética está presente en todos los espacios comunicativos que hacen parte de
la cotidianidad. Se manifiesta en la red de relaciones que teje el individuo en la que se
originan situaciones muy variadas, ante las que debe reflexionar para buscar explicación a
sus acciones; cuestionarse sobre lo que hace, ser capaz de juzgar, valorar, decidir y
39
responsabilizarse de sus actos. Las prácticas reflexivas y las experiencias vividas posibilitan
la recreación de actitudes. Los valores se constituyen en un elemento determinante y una
necesidad en la vida social. Son “las cualidades que nos permiten acondicionar el mundo y
hacerlo habitable para lo cual habremos de tener en cuenta al menos dos instancias:
nuestro sentido creativo y el atenimiento a la realidad”. (Cortina, 1998: 30 – 32).
Por otra parte, las prácticas educativas deben ser objeto de constante reflexión, para llegar
a comprender la formación en valores implícita en las mismas. A través de éstas se
impulsan algunos valores como la libertad, el respeto, la solidaridad, la cooperación, la
puntualidad, por medio de normas y discursos que los recomiendan como especialmente
necesarios para la formación presente proyectada hacia el desempeño futuro. En general,
para lograr éxito se emplean diferentes tipos de lenguaje, los que van desde la persuasión
hasta el ejercicio del autoritarismo. En esta tarea se olvida con frecuencia que la
comunicación de valores se produce a partir de su ejercicio en las relaciones
interpersonales, de las actitudes en el trabajo, de toda la organización educativa, de los
medios de comunicación, del entorno social, familiar, cultural, en fin, de la vida misma.
Dimensión trascendental
40
Por ejemplo, para ver las letras escritas en el tablero algunas personas necesitan utilizar
gafas, este requisito o condición es empírico pues no todo el mundo las precisa, y en el
caso de las personas que las utilizan es perfectamente pensable una situación que les
permita no necesitarlas –por ejemplo, una intervención médica que les ayude a corregir su
dificultad visual –.
Frente a estas condiciones Kant creyó que existen otras, a las que llamó trascendentales, y
que no dependen de las circunstancias o peculiaridades empíricas del sujeto sino que
descansan en la estructura misma de la mente. Estas condiciones son universales y
necesarias y no pueden dejar de darse ni modificarse ni con el desarrollo de la técnica ni
con el avance de la ciencia. Estas condiciones son las formas a priori de la Sensibilidad y
las categorías del Entendimiento.
O en palabras de Kant: es el conocimiento que versa no sobre objetos sino sobre nuestro
modo de conocer a priori los objetos. Todas las investigaciones de la "Crítica de la Razón
Pura" son conocimientos trascendentales en tanto que intentan comprender como podemos
tener conocimiento sintético a priori en las ciencias, así la Estética Trascendental intenta
mostrarnos cómo colabora la Sensibilidad en la posibilidad del conocimiento a priori, la
Analítica Trascendental cómo lo hace el Entendimiento y la Dialéctica Trascendental el
papel de la Razón.
Dimensión corporal
Abordar la dimensión corporal dentro del desarrollo humano tiene como propósito presentar
elementos que puedan fundamentar su conceptualización y sus relaciones con las otras
dimensiones, así como posibilitar en la comunidad educativa la investigación, el estudio y el
debate sobre la transformación que deben tener las prácticas educativas.
En cualquier actividad el ser humano debe ser visto como totalidad, como una unidad tal,
que no es posible afectar una de sus dimensiones sin que se afecten las demás, superando
así la tradición cultural y disciplinaria que lo ha venido abordando de manera parcial,
particular y aislada.
En la dimensión corporal se conjuga de manera dinámica, constante y en muchas
situaciones impredecible, la naturaleza humana con el mundo de la cultura, conformando
41
así un hecho específico: la experiencia corporal, que se constituye en la complejidad de
acciones y relaciones del hombre y la mujer con el mundo dando lugar a la vivencia y
construcción de experiencias eróticas, éticas, estéticas, cognitivas y expresivas o
comunicativas que tienen como condiciones el desarrollo de capacidades y competencias
para su apropiación, aplicación y transformación. Este planteamiento que expresa la
complejidad de la comprensión de la dimensión corporal, obliga a detenerse en la
explicación de cada uno de los elementos.
Dimensión espiritual
La dimensión espiritual del ser humano es aquella donde el hombre puede imponer un
deber ser al ser, yo tengo una cierta naturaleza humana pero mi naturaleza fundamental es
ser un ente espiritual que puede imponer condiciones a mi animalidad, a mis instintos; sin
llegar al extremo de Jesucristo de poner la otra mejilla ante una bofetada, nosotros tenemos
la posibilidad de reaccionar ante cualquier ofensa con una actitud conciliadora que invite a
conversar, a discutir, a negociar, en lugar de responder con otra ofensa o con una de menor
intensidad que la recibida, aquí empieza usted a confrontarse con un ente ético.
Cuando un gerente toma decisiones en base a los datos que tiene por delante, pero pone
un determinante ético en sus decisiones, empieza a actuar como un ser humano y no
solamente como un animal racional.
Es el respeto y la estima que una persona cualquiera merece solo por el hecho de ser
humana.
42
Es el derecho a:
- ser diferentes.
- a expresar libremente las opiniones.
- a diferenciarse sin ser castigado.
- a acceder a oportunidades que permitan desarrollar el proyecto de vida.
- a no ser maltratado.
PROYECTO DE VIDA
PROYECCIÓN
LOGROS - METAS
TRAYECTORIA
OBJETIVOS
IDEALES
SUEÑOS
Es la proyección de sí mismo frente a objetivos y metas futuras que llevan y orientan al
individuo, desde unas dimensiones propias, al logro de un desarrollo personal integral
“El hombre virtuoso aplica sus valores en la consecución del proyecto de vida”
Los valores son claves en el proyecto de vida, pues ellos nos ayudan a una buena
formación socio afectivo, física y espiritual; cuando ya es hábito el valor se vuelve una
virtud.
43
PASOS PARA EL DISEÑO DEL PROYECTO DE VIDA
1. AUTO – CONOCIMIENTO: Como soy como ser integral y frente a mis circunstancias
de vida en el aquí y en el ahora, qué tan integral es mi desarrollo humano.
PASADO: Autobiografía
PRESENTE: Lo que Soy
FUTURO: Lo que Seré
44
AREA TIEMPO
ÁREA ESPIRITUAL: Hace referencia a la paz interior y a la práctica de los valores religiosos
y morales.
Objetivo. Fortalecer la interioridad, la relación consigo mismo, y con la Divinidad, mediante
una tranquilidad de conciencia.
ÁREA FAMILIAR: Tiene que ver con la comunicación y buenas relaciones que lleve a una
estabilidad y a la armonía en mi familia.
Objetivo. Buscar la armonía y estabilidad del grupo familiar, a través de unas sanas
relaciones interpersonales
45
ÁREA INTELECUAL: Orientada a la integralidad de todos los saberes que encaminan el
desarrollo humano
Objetivo. Lograr la capacitación y actualización permanente de las diferentes áreas del
saber, con el fin de alcanzar una satisfacción personal y mejoramiento en la prestación del
servicio policial.
ÁREA DE LA SALUD: Está orientada a una armonía mental y física a través de actitudes
lúdicas, deportivas y preventivas.
Objetivo. Mantener un excelente estado físico y mental que permita un mejor
desenvolvimiento en el desarrollo de las actividades.
ÁREA SOCIAL: Interacción y búsqueda del otro para la satisfacción de las necesidades.
Objetivo. Mantener buenas relaciones interpersonales con el entorno en el cual se
Interactúa.
Existen dos tipos de actos, los Actos humanos y los Actos del hombre, ambos son
ejecutados por el hombre pero poseen ciertas diferencias:
46
Los actos, ya sean humanos o del hombre, tiene un cierto valor ontológico independiente
del valor moral. El valor ontológico o metafísico de la conducta humana se refiere al hecho
real, a la existencia, a la objetividad del acto. En cambio el valor moral depende de ciertas
condiciones subjetivas y propias de la persona que ejecuta dicho acto, como la intención, la
libertad, el grado conciencia, etc. El valor moral se encuentra solo en los actos humanos y el
valor ontológico se encuentra en ambos.
Cuando se dice que un acto humano tiene un valor moral, se está implicando que este valor
moral puede ser de signo positivo o de signo negativo. Trabajar, por ejemplo, tiene valor
moral positivo, pero asesinar tiene un valor moral negativo. Normalmente hemos designado
al valor moral negativo como "inmoral", pero esta palabra, en su etimología, indica más bien
un desligamiento del valor moral y los únicos actos que están desligados de los valores
morales son los actos del hombre, pero estos ya han sido calificados como "amorales".
Todo acto humano tiene un elemento psíquico que también es motivo de una valoración
moral, este es el "Fin" o "intención" que es el objetivo o finalidad por la cual se realiza un
acto humano, por medio del fin o intención dos actos humanos idénticos pueden diferir
notablemente por el autor que realizó cada acto.
La palabra "Fin" tiene varios significados, desde luego no se tomará en cuenta el que se
refiere a lo último, lo extremo. La palabra fin significa intención, objetivo, finalidad.
La palabra fin tiene una doble división cuando significa objetivo o finalidad.
a. Cuando significa objetivo, suele considerarse el fin próximo (es el que se subordina a
otros), el fin último (no se subordina a ningún otro), el fin intermedio (participa de los
dos, o sea, se subordina al fin último y él mismo mantiene subordinado al fin
próximo).
b. Cuando hablamos del fin como intención o finalidad, podemos referirnos al fin
intrínseco del acto (es el que posee la acción misma de acuerdo a su propia
naturaleza) o al fin del sujeto que ejecuta el acto (es el que de hecho intenta el actor
de la acción, en algunas ocasiones este fin difiere con respecto al fin del acto).
La felicidad: Es otro aspecto que ha estado conectado a la Ética desde los tiempos de
Aristóteles; el tema de la felicidad. es la actualización de las potencias humanas, es decir, la
realización y el ejercicio de las facultades y demás capacidades del hombre. Cuando el
hombre pone a funcionar sus potencialidades, la consecuencia natural es la felicidad.
Además, éste es el fin propio del hombre. El hombre está hecho para ser feliz. Desde el
punto de vista de la Filosofía y la Psicología, la felicidad es la consecuencia normal de un
47
funcionamiento correcto del ser humano. Se pueden distinguir tres tipo o niveles de
felicidad:
Quisiera hacer referencia a un ejercicio que describe Fernando Savater en su libro Ética
para Amador en el capítulo primero, donde cuenta la diferencia que hay entre ciertas
hormigas que cuando le destruyen el muro del hormiguero salen dos comandos, las
constructoras y las guerreras, unas para reconstruir el muro y las otras para protegerlas de
cualquier peligro. Una vez reparado el muro las constructoras se quedan dentro pero las
guerreras se quedan del lado de afuera y están condenadas a morir, están programadas a
morir. Savater compara esta situación con una muy conocida que es la de Héctor en la
guerra de Troya; en la Ilíada, Aquiles, campeón de los griegos, reta a Héctor, campeón de
los troyanos, a un combate. Aquiles es invulnerable y Héctor sabe que va a morir, sólo sale
a dar su vida para permitirle a Troya un cierto tiempo para reorganizarse, condición muy
parecida a la de las hormiguitas, la única diferencia es que éstas no tienen ninguna
posibilidad de decir no, ellas no escogen morir, están programadas para ello; Héctor puede
inventar cualquier excusa o simplemente negarse a salir a pelear, pero él escoge morir,
escoge dar su vida por la defensa de su ciudad.
Ese hecho de que el humano pone en la realidad ciertas determinaciones, que aunque es
influido por su contexto, por el ambiente en que vive y por los demás, pero tiene la
posibilidad a partir de sí mismo de influir sobre ese contexto. Estamos en una situación
donde lo fundamental es la posibilidad que nosotros tengamos para actuar sobre la
situación que está actuando sobre nosotros, de reaccionar e influir sobre aquello que nos
influye, más allá de cualquier código genético o cualquier lógica o manera de ser, es lo que
realmente nos define como seres humanos.
10.2.3.5 LA CONCIENCIA
Del latín conscientia, es definida en general como el conocimiento que el ser humano tiene
de sí mismo y de su entorno. "Conscientia" significa literalmente "con conocimiento" (del
Latín: cum scientiā). En humanos, la conciencia implica varios procesos cognitivos con
48
aspectos interrelacionados. En la filosofía occidental el concepto de conciencia toma relieve
a partir de los sistemas de René Descartes, John Locke, Gottfried Leibniz, Emmanuel Kant.
Descartes se planteó la duda sistemática como vía de conocimiento. Destacó la facultad del
hombre de captar su propio pensamiento. Se interrogó, además, acerca de la existencia
física de la conciencia. Para Locke, ésta es el conjunto de las informaciones recibidas a
través de los sentidos. Leibniz, matemático y filósofo, persiguió un "alfabeto de los
pensamientos humanos" semejante a un orden matemático. Kant coincidía con Locke en
cuanto a que el conocimiento nos llega desde afuera, mediante los sentidos, pero el orden
de esos conocimientos lo determinan mecanismos internos de la conciencia. Para Kant, la
ética se sintetiza en la idea de que se debe obrar como si la regla que se utiliza para uno
mismo se pudiera convertir en norma universal.
Para ello, Fernando Savater en su ética para amador es muy claro y directo cuando afirma
que: “Libertad es poder decir “si” o “no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los
demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por tanto no lo quiero. Libertad es
decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que está decidiendo. Lo opuesto a dejarse
llevar...”5
Con Savater, Victoria Camps y Salvador Giner titulan el capítulo ocho de su libro Manual de
Civismo: “Decir no”, y hacen alusión a como para coexistir en convivencia debemos diferir
con firmeza, pero con civismo:
5
SAVATER, Fernando. ETICA PARA AMADOR. Editorial Ariel, Barcelona, doceava edición, 1991. p. 55.
49
“Una parte esencial, y en el fondo la más significativa del civismo, es aquella que nos permite
diferir, discrepar y hasta oponernos a otras voluntades de un modo a la vez civilizado y
eficaz”6
La conciencia moral
6
CAMPS, Victoria y GINER, Salvador. MANUAL DE CIVISMO. Editorial Ariel, Bogotá, 1998. p.103.
50
La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años
despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia
moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y
del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de
complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. En la formación de la
conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en
la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Ante la necesidad de decidir moralmente, la
conciencia puede formular un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al
contrario un juicio erróneo que se aleja de ellas. El hombre se ve a veces enfrentado con
situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión difícil.
Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los signos de
los tiempos gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas entendidas y la
ayuda del Espíritu Santo y de sus dones.
En todos los casos son aplicables algunas reglas: Nunca está permitido hacer el mal para
obtener un bien. La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su
conciencia. La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si
obrase deliberadamente contra este último, se condenaría a sí mismo. Pero sucede que la
conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos
sobre actos proyectados o ya cometidos.
Esta ignorancia puede con frecuencia ser imputada a la responsabilidad personal. Así
sucede ‘cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por
el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega’ (GS 16). En estos casos, la persona
es culpable del mal que comete. Si por el contrario, la ignorancia es invencible, o el juicio
erróneo sin responsabilidad del sujeto moral, el mal cometido por la persona no puede serle
imputado. Pero no deja de ser un mal, una privación, un desorden. Por tanto, es preciso
trabajar por corregir la conciencia moral de sus errores.
La pregunta clave es ¿qué es el Bien, qué es el Mal? El maestro Zen japonés Menzan
Zuihô, del s. XVIII, escribió: “El Bien no es un valor absoluto ni universal. Sin embargo, nos
51
aferramos tercamente a lo que nosotros consideramos como bueno creyendo que es
realmente el Bien. El Mal tampoco es un valor absoluto. Aún así nos apegamos a nuestros
propios juicios y no actuamos espontáneamente. Lo que nosotros consideramos firmemente
como bueno, otros pueden considerarlo como malo, y viceversa. Pero aunque todos nos
pusiéramos de acuerdo respecto al Bien y al Mal, este acuerdo no sería más que un juicio
emitido por la mente ilusoria que se manifiesta en forma de conocimientos, puntos de vista,
experiencias condicionadas, etc.”
Otro maestro zen, Yoka Daishi (China, s.VIII), escribió en su obra “El Canto del Despertar
Inmediato”: “¿Qué es el Bien, qué es el Mal? Los seres humanos no podemos saberlo.
¿Quién va en el buen camino y quién a contracorriente? Ni siquiera el cielo puede
determinarlo”.
El Bien y el Mal son valores relativos. Cada cultura, cada sistema religioso, cada sociedad e,
incluso, cada individuo, construyen su propia ética en base a sus apreciaciones relativas y
condicionadas sobre el Bien y el Mal.
Por ello puede parecer difícil hablar de UNA ETICA UNIVERSAL, así, en singular. Lo que
encontramos a primera vista es una gran variedad de éticas o conjuntos de normas morales.
LA DISCRIMINACIÓN
Es todo acto de separar a una persona de una sociedad o bien denigrarla de una forma a
partir de criterios determinados. La discriminación es una forma de violencia pasiva;
convirtiéndose, a veces, en una agresión física. Quienes discriminan designan un trato
diferencial o inferior en cuanto a los derechos y las consideraciones sociales de las
personas, organizaciones y estados. Los individuos que discriminan tienen una visión
distorsionada de la esencia del hombre y se atribuyen a sí mismos características o virtudes
que los ubican un escalón más arriba. Desde esa “altura” pueden juzgar al resto de los
individuos por cualidades que no hacen a la esencia de estos.
Muchas veces este rechazo se manifiesta con:
• miradas odiosas
• con la falta de aceptación en lugares públicos, trabajos o escuelas.
Las creencias populares pueden convertirse en propulsoras de odios. Ejemplos: Los judíos
son avaros, los gitanos ladrones, los coreanos sucios, los bolivianos son inmigrantes
ilegales.
52
Los individuos que son afectados por estas clasificaciones no son valorados por virtudes
sino por características secundarias que no determinan sus cualidades como ser humano.
Estos ejemplos son crueles e injustos pero son los clásicos dentro de nuestra sociedad.
• Discriminación social.
• Discriminación laboral.
• Discriminación sexual.
• Discriminación racial.
• Discriminación religiosa.
• Discriminación ideológica.
EL DETERIORO ECOLÓGICO
53
problemas a barcos especializados...Y si se derrama el petróleo por el mar en caso de
accidente existen técnicas de extracción, etc.
Entre la destrucción programada y el «accidente» inesperado, la llamada crisis ecológica no
es, en todo caso, sino una manifestación exterior de la crisis integral-que viven el hombre y
la sociedad occidental.
En definitiva, la crisis ecológica sólo se irá resolviendo en la medida en que los seres
humanos se hagan capaces de asumir la búsqueda de autonomía personal y comunitaria
frente a cualquier proyecto totalitario, sea tecnómano o ecologista, yendo más allá del
economicismo y planteando alternativas también en el plano filosófico
LA GUERRA
La guerra, es el litigio entre las naciones que defienden sus derechos, en el cual es el juez
la fuerza y sirve de sentencia la victoria.
"La guerra es un acto político por el cual varios Estados, no pudiendo conciliar lo que creen
son sus deberes, sus derechos o sus intereses, recurren a la fuerza armada para que esta
decida cuál de entre ellos, siendo más fuerte, podrá en razón de la fuerza, imponer su
voluntad a los demás.”.
La guerra es todo aquel conflicto armado que cumple dos requisitos: enfrentar al menos una
fuerza militar, ya sea contra otro u otros ejércitos o contra una fuerza insurgente y haber
muerto mil o más personas.
La guerra es la forma de conflicto socio-político más grave entre dos o más grupos
humanos. Es quizá una de las más antiguas de todas las relaciones internacionales, aunque
se convierte en un fenómeno particular con el comienzo de las civilizaciones, y supone el
enfrentamiento organizado de grupos humanos armados, con el propósito de controlar
recursos naturales o humanos, o el desarme, o para imponer algún tipo de ideología o
religión, sometimiento y, en su caso, destrucción del enemigo. Las guerras se producen por
múltiples causas, entre las que suelen estar el mantenimiento o el cambio de relaciones
de poder, dirimir disputas económicas, ideológicas, territoriales, etc.
EL CONSUMISMO
54
El consumismo es la acumulación, compra o consumo de bienes y servicios considerados
no esenciales, como al sistema político y económico que promueve la adquisición
competitiva de riqueza como signo de estatus y prestigio dentro de un grupo social.
El consumismo o consumo a gran escala en la sociedad contemporánea compromete
seriamente los recursos naturales y una economía sostenible, si no se ponen en marcha
alternativas constructivas relacionadas con el desarrollo sostenible -ecologismo,
decrecimiento, consumo responsable, agricultura- . El consumismo, entendido como
adquisición o compra desaforada, idealiza sus efectos y consecuencias asociando su
práctica con la obtención de la satisfacción personal e incluso de la felicidad personal.
VALORES MORALES
El estado de cosas que estamos viviendo, de evidente trastorno en los criterios, en los
principios y en los comportamientos solo puede explicarse por la falta de valores,
particularmente en el policía quien tiene una significativa autoridad y liderazgo en nuestra
sociedad, así como una clara posición económica, cultural y profesional desde donde podría
jalonar en todas las direcciones el bienestar común.
Esta realidad es un reto inaplazable al que gracias a Dios y afortunadamente, los más
lúcidos tratan de responder desde hace tiempo con preguntas tan elementales como esta,
pero ¿se puede vivir sin valores?, no, porque los valores son destellos de un mismo
esplendor, el de la verdad que hace libres a los hombres.
Constatando que uno de los valores que sobresale en todo ser humano es la creencia de un
ser superior es decir tener fe. La principal motivación para el hombre es la existencia de
“alguien” en el cual está puesto su origen, por el cual todo se mueve, existe y deja de
existir. Cuando negamos esta naturaleza, es decir no creer, se rompe ese lazo de unión
entre los hombres puesto que ya no estamos guiados por un solo sentir o un solo saber y
55
nos encerramos en concepciones muy personalizadas que desde luego van a contrariar a
los demás y van a crear un conflicto.
Es fácil constatar que muchos jóvenes son el fiel reflejo de la crisis actual, escenario que se
convierte en un reto para directivos y docentes de la Unidad, pues esta situación demanda
un mayor esfuerzo tanto en la formación permanente como en la preparación diligente de
clases donde se tendrá como obligatoria la transversalización de valores, virtudes y
principios institucionales, con el fin de ir moldeando al estudiante con dosis de
fortalecimiento disciplinar y ético, haciendo que este se concientice del deber de estar bien
formado para afrontar la situación de la calle donde si no fuera así fácilmente se convertiría
en otro delincuente.
Por otra parte, surge en el entorno de cada ser, el aspecto comunitario, razón de ser del
policía; como bien sabemos todo ser es sociable por naturaleza, la interacción con los
demás le permite la existencia a cada individuo. Por eso el compartir con la gente le da a
cada policía la posibilidad de darse a conocer de mostrar y poner al servicio de los demás la
cualidades y virtudes con las cuales Dios y la Institución le han dotado, y que
indiscutiblemente redundará en la prestación de un excelente servicio que se verá reflejado
en mayor confianza, apoyo y comprometimiento con la institución para bien de nuestra
patria.
56
asumir con verdadero compromiso. El hecho de que, de cierta manera, los demás me
puedan orientar o ayudar en el desarrollo de mi labor, no quiere decir que lo tengan que
hacer por mí, todos tenemos las capacidades suficientes para cumplir con las obligaciones
que tenemos, para ello nos preparamos con mística y disciplina.
CRISIS DE VALORES
Vivimos una época, como dice Samuel Ramos, de grandes convulsiones morales que
alcanzan todos los órdenes de la existencia humana y que en el campo del espíritu ha
determinado una confusión de ideas y valores. Así, los profundos cambios que la sociedad
actual ha sufrido traen consigo una crisis de valores humanos.
57
Según Erich Fronn, asistimos a un proceso de cuantificación y abstractificación. Estos
fenómenos entrañan una despersonalización y una deshumanización.
“actualmente, cuando el sólo el 20 por ciento de nuestra población labora por sí misma, el
resto trabaja para algún otro, y la vida del hombre depende de alguien que le paga un
“Entendemos por enajenación, dice Erich Fronn, un modo de experiencia en que la persona
se siente a sí misma como un extraño. Podría decirse que ha sido enajenado de si mismo”.
La enajenación, tal como la encontramos en una sociedad moderna es casi total, pues
impregna las relaciones del hombre con su trabajo, con las cosas que consume, con el
Estado, con sus semejantes y con sigo mismo.
Por ejemplo, el consumismo es uno de los fenómenos típicos de nuestro tiempo. Hay, como
observa Erich Fronn, una pasión por el dinero, una afán por consumir donde se le da
preferencia al tener sobre el ser. Adquirimos las cosas con el puro afán de poseerlas.
Las adquirimos para tenerlas. Al consumir las cosas perdemos contacto con las cosas
reales. Por ejemplo, con una botella o bote de cerveza bebemos la imagen de la bella y
sensual rubia del anuncio. De esta manera “consumir es esencialmente satisfacer fantasías
artificialmente estimuladas, una creación de la fantasía ajena a nuestro ser real y concreto”.
Por otra parte, esta crisis de la cultura occidental ha planteado en los filósofos de la libración
posturas radicales. Franz Fanon, por ejemplo, enarbola la consigna de crear un hombre
nuevo capaz de superar las taras, vicios y actitudes colonialistas de los hombres de viejo
Continente:
58
La ética, al reflexionar sobre estos problemas, nos lleva a cobrar conciencia y a pugnar por
un mundo mejor.
DILEMAS MORALES
Un dilema moral es una narración breve en la que se plantea una situación problemática
que presenta un conflicto de valores, ya que el problema moral que exponen tiene varias
soluciones posibles que entran en conflicto unas con otras. Esta dificultad para elegir una
conducta obliga a un razonamiento moral sobre los valores que están en juego, exigiendo
una reflexión sobre el grado de importancia que damos a nuestros valores. Un ejemplo de
dilema moral lo tenemos en el siguiente caso, bastante frecuente en la vida de todo
estudiante:
Los dilemas morales son un excelente recurso para formar el criterio ético en los alumnos, a
la vez que les ayudan a tomar conciencia de su jerarquía de valores. Al proponerles la
resolución de un caso práctico, que con frecuencia podría ocurrirles -o les ha ocurrido- a
ellos, la discusión de dilemas es más motivadora y estimulante que la mera exposición de
principios éticos teóricos. Entre los objetivos del trabajo con dilemas estarían los siguientes:
59
Respetar las opiniones y conductas ajenas, desarrollando la tolerancia ante principios y
valores contrarios a los nuestros.
Favorecer el diálogo razonado, el intercambio de opiniones sobre distintos puntos de
vista.
Formar el juicio moral, motivando el desarrollo de la lógica discursiva aplicada a la ética
de la conducta.
Fomentar el cultivo de lo que viene llamándose "inteligencia emocional", integrando
razonamientos, sentimientos y emociones en la resolución de conflictos.
Razonar las conductas y opiniones propias, utilizando la razón para estudiar la
complejidad de las conductas humanas.
Dilema de análisis:
Un tiempo atrás, mi mujer ayudó a un turista suizo en la zona de Ipanema, que decía haber
sido víctima de ladronzuelos. Hablando un pésimo portugués con acento extranjero, afirmó
estar sin pasaporte, dinero ni lugar para dormir.
Mi mujer le pagó un almuerzo y le dio el dinero necesario para que pudiera pasar la noche en
un hotel hasta ponerse en contacto con su embajada, y se fue. Días después, un diario de la
ciudad informaba que el tal “turista suizo” era en realidad un sinvergüenza muy creativo, que
fingía acento extranjero y abusaba de la buena fe de las personas. Al leer la noticia, mi mujer
se limitó a comentar: «Eso no me impedirá seguir ayudando a quien pueda».
Dilema de solución:
El problema se plantea abierto, es decir, que se limita a exponer el caso y sus circunstancias,
pero sin presentar una solución concreta, para que el participante sea el que tome la decisión
60
sobre el curso de acción más correcto a su entender. Un dilema de este tipo podría ser el
siguiente:
Hace algunos años, la prensa internacional denunció que grandes empresas multinacionales
(entre ellas, algunas de las grandes marcas de ropa y zapatillas deportivas) utilizaban a niños
en sus fábricas instaladas en países del Tercer Mundo.
Según los reportajes publicados, las condiciones de explotación laboral que se producían en
esas fábricas eran escandalosas. De esa manera, las empresas conseguían fabricar el
producto a un precio mucho menor que el que tendrían que pagar si esas prendas se
hubiesen fabricado en países con legislaciones respetuosas con los Derechos Humanos y
protectoras de los derechos laborales y sindicales de los trabajadores.
Si tú tuvieras constancia de que una empresa multinacional de ropa deportiva acude a esas
prácticas, ¿comprarías ropa de esa marca, aunque fuese más barata y te gustasen
especialmente las prendas que fabrica? Justifica moralmente tu opción.
Dilemas hipotéticos:
Son los que plantean problemas que no es probable que les sucedan a los participantes, pues
proponen situaciones abstractas o muy generales, alejadas de la realidad. Por ejemplo, en los
dos casos siguientes:
Imagínate por un momento que te encuentras en la siguiente situación: eres un miembro del
Consejo de Seguridad de la ONU que tiene que votar en un asunto de violación sistemática
de Derechos Humanos por parte de un Estado.
61
Al frente de éste se encuentra un dictador que impide cualquier tipo de avance democrático
en el país, y que además persigue militarmente a ciertas minorías étnicas, contra las cuales
está llevando a cabo acciones sistemáticas de genocidio.
- No intervenir, puesto que el asunto puede considerarse como interno a ese Estado, y
cualquier intervención de la ONU podría interpretarse como injerencia en asuntos internos.
- Aprobar una intervención militar en defensa de las minorías étnicas agredidas, aunque
esa decisión implique iniciar una guerra donde morirán miles de personas.
Una de las tácticas habituales de los secuestradores (de personas, de aviones con pasajeros,
etc.) consiste en plantear determinadas peticiones (dinero, liberación de presos, etc.) a
cambio de soltar a los rehenes.
Los poderes públicos se ven abocados entonces a un dilema terrible: o ceden ante los
secuestradores y consiguen así la liberación de los rehenes; o no lo hacen y se arriesgan a
que mueran.
En el caso de que tú tuvieras que tomar una decisión de este tipo, ¿qué harías? ¿Sería la
misma tu decisión si entre los rehenes se encontraran familiares y personas muy queridas
por ti?
Este tipo de dilemas son muy aptos para favorecer la lógica discursiva y las reflexiones
éticas y filosóficas abstractas, pero no son muy motivadores para los alumnos, ya que les
falta la necesaria encarnación en la realidad cotidiana de nuestros alumnos.
Plantean situaciones conflictivas sacadas de los problemas de la vida cotidiana, casos que
les pueden pasar a los alumnos --es más, sería aconsejable procurar extraer estos dilemas
62
de casos reales que les hayan ocurrido a ellos--. Al basarse en hechos reales, son más
motivadores para el trabajo en el aula, pues los alumnos pueden hacer intervenir su
experiencia al lado de la lógica discursiva para tomar sus decisiones.
Un ejemplo de dilema real lo tenemos en el siguiente caso:
¿Le darías una limosna a un mendigo alcohólico, aunque supieras que probablemente se
gastara el dinero en vino? ¿Argumentarías que el fin para el que pide dinero -emborracharse-
es malo, y por tanto te abstendría de dársela?
¿O pensarías que es un enfermo que no puede evitar emborrarse, y que ese acto no hace mal
a nadie salvo a él mismo, y en razón de su adicción incurable, le darías la limosna que te
solicita?
¿Por qué?
Dilemas completos:
Son aquellos que informan con amplitud de las diversas circunstancias que influyen en el
problema, con el fin de que quien va a emitir un juicio sobre el mismo disponga de la mayor
cantidad posible de información, hecho que contribuirá a que la toma de decisión sea más
ajustada a criterio. Al tener todas o casi todas las variables, el juicio moral será más
razonado y correcto.
Esta modalidad es la que deberemos utilizar al comienzo de nuestro trabajo con dilemas,
por ser la más sencilla para los participantes no familiarizados con este tipo de actividades.
Un ejemplo lo tenemos en el siguiente dilema:
Uno de los negocios más rentables en los últimos tiempos es el del periodismo
sensacionalista relacionado con la llamada "prensa rosa".
En las revistas del corazón o en programas de radio y televisión donde intervienen famosos
se venden exclusivas millonarias por revelar secretos íntimos, asuntos sexuales o fotografías
63
comprometedoras. Está claro que muchas de esas exclusivas atentan directamente contra el
honor y el derecho a la intimidad de algunas personas.
Imagina que tú eres el director de una cadena de televisión y tienes que autorizar o denegar
el permiso para la creación de un programa de este tipo. Sabes que la audiencia de estos
programas es altísima (y se trata de un asunto importante para los accionistas de tu empresa,
ya que los ingresos publicitarios aumentarían), aunque personalmente consideras inmoral el
vender secretos íntimos que afecten a terceras personas.
Dilemas incompletos: Son los que no proporcionan una información completa sobre las
circunstancias concurrentes en el dilema, limitándose a plantearlo a grandes rasgos, sin
detalles. Ante esta falta de definición, los participantes tendrán que hacer un esfuerzo
reflexivo para discernir ellos mismos bajo qué circunstancias tomarían una decisión en un
sentido u otro. Es decir, que en este tipo de dilemas el debate tiene como objetivo, además
de buscar la solución, investigar las variables que orientarían la elección en un sentido u
otro. Al suponer un mayor esfuerzo discursivo, estos dilemas habría que utilizarlos para
alumnos de mayor edad, o que ya estuvieran familiarizados con la técnica de los dilemas.
Ejemplos de dilemas incompletos serían los siguientes:
Condenar a una persona inocente para salvar a un pueblo.
¿Estás de acuerdo con Robin Hood?: robar a los ricos para dárselo a los pobres.
Torturar a una persona para sacarle información que permita detener a unos
delincuentes.
Si por alguna casualidad de la vida, sorprendieras a dos famosos en actitud íntima,
cariñosa y comprometedora para su honor, y tuvieses a mano una cámara fotográfica
o de vídeo, ¿los fotografiarías e intentarías vender esas imágenes a alguna revista
que te pagase un buen montón de dinero por ellas, o al contrario, respetarías su
derecho a la intimidad?
64
¿Estarías dispuesto o dispuesta a compartir parte de lo que te sobra (parte de tu
paga, renunciar a comprar ropa de marca y cara, dedicar tu tiempo libre a trabajar
para una ONG, etc.) para intentar remediar la pobreza existente en el mundo? ¿O
piensas tal vez que con actitudes individuales no se resuelve nada y que esa tarea
debiera ser misión exclusiva del Estado (al fin y al cabo, los ciudadanos ya pagan
impuestos, una parte de los cuales se dedican a la ayuda al desarrollo de los países
pobres)?
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TALLER 2.
En grupo de cinco estudiantes analicen y expliquen las siguientes frases.
Al terminar se realizará una mesa redonda para exponer en conjunto las ideas
Ético: Perteneciente o relativo a la ética. Recto, conforme a la moral. Persona que estudia o
enseña moral. Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre..
Conjunto de normas morales que rigen la conducta humana. Ética profesional
Libertad: Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no
obrar, por lo que es responsable de sus actos.
Mal: Lo contrario al bien, lo que se aparta de lo lícito y honesto. Daño u ofensa que alguien
recibe en su persona o hacienda.
10.2.6 SINTESIS
Los actos humanos y la concepción del bien y del mal le permite a los estudiantes tomar
conciencia desde las Escuelas de Formación comprender la importancia y responsabilidad
en la toma de las decisiones tanto en la vida particular como en la profesional.
68
10.3 UNIDAD No. III DEONTOLOGIA POLICIAL
10.3.1 INTRODUCCIÓN
69
10.3.2 COMPETENCIA ESPECÍFICA
Comprendiendo que la Deontología tiene que ver con la ética y la moralidad del rol que
desempeñamos dentro de nuestra sociedad, es oportuno cuestionar el porqué
específicamente la actividad policial no es considerada dentro de la sociedad como una
profesión, si de acuerdo a la real academia española, esta palabra proviene de Professio ,
que es acción y efecto de profesar, pero igual es el oficio o la facultad que cada uno tiene y
ejerce públicamente; de modo que un profesional lleva a cabo labores de carácter público y
social, pues al recibir su título profesa desempeñarse dentro de lineamientos ético-morales
bien definidos, tanto en su actuar profesional como en su vida privada, entonces se
considera que no debe haber impedimentos de ningún tipo para que la actividad policial sea
reconocida como una profesión, ya que reúne las características para serlo.
70
de la especialización, sino el universal y además pone en práctica valores como la
paciencia, la conmiseración, la liberalidad, la justicia y la armonía social.
3. Vocación profesional: Cuando un individuo se inclina por ciertas profesión, cuenta con
toda una serie de motivaciones, aspiraciones y decisiones culturales, sociales, económicas
y sobre todo psicológicas, que delinean sus aptitudes para el desempeño de la misma, pues
su estudio y ejercicio se facilitan, y así como el médico tiene ”ojo clínico”, el investigador
policial tiene “vista larga”; el abogado criterio jurídico y el policía una “percepción intuitiva”
Por otro lado por lo general los emolumentos por la contratación de los servicios de un
profesional se retribuyen en cuanto a la calidad del mismo ya que tiene que ver con la
eficacia, prestigio, conocimientos, etcétera.
5. Las tradiciones: Al analizar las características de las profesiones nos damos cuenta que
su ejercicio se ha facilitado a través de la enseñanza milenaria y sus practicantes se
enorgullecen de esta reconocida trayectoria histórica; y la conjunción de los conocimientos
empíricos y abstractos almacenados en la memoria colectiva, se ha convertido a lo largo de
las innumerables generaciones, en nuestra herencia, reflejada en costumbres, ritos de
71
iniciación, ceremonias, logotipos e insignias, niveles de profesionalización, actitudes,
hábitos, reglamentos, códigos, decálogos.
Lejos de lo que se cree, la tradición no es un ancla del pasado que deba arrastrarse
penosamente, y si pervive en el imaginario colectivo es porque ha demostrado su
intemporalidad y efectividad. Los profesionales capaces no se aferran a tradiciones inútiles,
sino a las que les permiten ejercer de una manera eficiente, mismas que cristalizan en la
creación de Escuelas y sus inmuebles, bibliotecas, anuarios, publicaciones, aniversarios,
etcétera. Y la actividad policial, no está, no debe estar exenta de todo esto.
6. Colegiación: Las profesiones nacen bajo la tutela universitaria y son parte de ella por
cuanto el personal académico con su experiencia y conocimientos aconseja a sus
respectivas instituciones acerca del tipo y contenido de las materias que en su seno deben
impartirse. Y si la universidad ha formado desde el Medievo claustros de profesores; en
respuesta los profesionales actuales han constituido sus propios colegios, sociedades,
asociaciones y otros centros de conocimientos cuyo origen proviene de la tradición.
Algunos de los más antiguos colegios profesionales, como los de abogados, notarios y
médicos, son prueba de cómo las instituciones deben adaptarse a las circunstancias para
cumplir con sus propósitos y sobrevivir al tiempo; así mismo no sólo se han convertido en
receptáculos y depositarios de las modificaciones que paulatinamente sufre el ejercicio
profesional, sino también en testigos del devenir histórico de este, en muchas partes del
mundo. La labor de dichos colegios es tan diversa como las variadas facetas de la rama del
conocimiento que representan, el testimonio colegiado permite en gran medida comprender
los antecedentes y las funciones de una profesión, etc.
72
10.3.3.2 NORMAS Y VIRTUDES MORALES.
Normas morales
En el texto” Las Normas e Instituciones Morales: Diferencias entre Hayek y Argandeña por
Clynton Roberto López Flores”7, se hace una disertación sobre las normas morales.
¿Qué son las normas morales? Para Argandoña son las guías de decisión entre el bien y el
mal. ¿Qué son para Hayek? En un sentido amplio, son lo mismo que para Argandoña, pero
al examinar con cuidado sus respectivas concepciones acerca del hombre las diferencias se
hacen evidentes.
Argandoña podría situarse como clásico occidental en cuanto a ética. Para Argandoña el
bien y el mal son anteriores al orden social, es decir, preceden la misma existencia del
hombre en sociedad; pueden ser algo metafísico que sólo captamos con la razón. Para
Argandoña toda acción humana puede juzgarse, de acuerdo con la Ley Moral o Ley Natural,
7
Las Normas e Instituciones Morales: Diferencias entre Hayek y Argandeña por Clynton Roberto López
Flores1 Laissez-Faire, No. 10 (Marzo 1999): 21-26.
73
como buena o mala. El bien y el mal existen, y únicamente debemos descubrirlos y escoger
alguno de ellos. El verdadero fin es escoger el bien. Para Hayek el bien y el mal únicamente
son nociones que la convivencia social ha generado espontáneamente como un mecanismo
para lograr y mantener la cooperación social. Sobre las normas morales afirma Hayek: “la
observancia general de dichas convenciones es una condición necesaria para el orden del
mundo en que vivimos, para la capacidad de encontrar nuestro propio camino....”
Para el Nobel de Economía las normas morales son guías de la acción humana en función
del orden extenso y de la libertad individual. Podría decirse que están en función del mismo
hombre, pero no en función de cada hombre. Y es ahí donde se evita el relativismo cultural
del que algunos acusan a Hayek. Es decir, sólo tiene sentido hablar de moral en un orden
extenso; es el mismo hombre quien ha creado esas normas por su propio bien, para
asegurar la cooperación social.
A pesar de todo, Hayek no logra escapar de cierto evolucionismo ético que conlleva cierto
relativismo: “esta flexibilidad de las normas voluntarias hace posible la gradual evolución y
espontáneo desarrollo que permite posteriores experiencias conducentes a modificaciones
y mejorías.” No hay que pensar, por lo tanto, que las normas morales son producto de la
razón; simplemente son mecanismos que han surgido espontáneamente para mantener y
permitir la expansión del orden social: “al igual que todos los restantes valores, nuestra
moral no es un producto, sino un presupuesto de la razón....”
Para Hayek los fines del hombre no pueden ser establecidos a priori y además son
74
individuales. Argandoña en cambio cree que el hombre tiene un fin: la felicidad. Para él, las
normas son “el conjunto de normas que guían al hombre hacia su fin.”
Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los
gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano
para armonizarse con el amor divino. La dimensión moral de la persona incluye la vivencia
de las virtudes morales. Una virtud es un buen hábito. Una persona virtuosa es una persona
buena, habitualmente buena, tiene costumbres buenas, se porta bien. Si las virtudes
teologales tienen que ver con Dios directamente- son la fe, la esperanza, la caridad. Las
virtudes morales son formas de ser y vivir habitualmente bien, que forman la fisonomía de
una persona buena, pero no tienen que ver directamente con Dios. Son virtudes humanas
que componen lo que llamaríamos una buena y auténtica mujer. Si se quiere formar una
personalidad íntegra, hay que trabajar en el cultivo y formación de estas virtudes.
Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales
del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y
guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para
llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.
Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los
gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano
para armonizarse con el amor divino.
¿Cuáles y cuántas son? Son muchísimas: un horizonte inagotable. Cuando Santo Tomás de
Aquino estudia en la Suma de Teología cincuenta y cuatro diversas virtudes no pretende
abarcarlas todas. Es un campo variado y fecundo en el que el alma consagrada puede ir
enriqueciendo su personalidad humana y cristiana.
A. Virtudes infusas. Son virtudes sobrenaturales infundidas por Dios en el hombre que vive
en gracia. Entre ellas sobresalen las virtudes teologales: fe, por la cual creemos en Dios;
esperanza, por la cual esperamos en Él; y caridad, por la cual amamos a Dios, movidos por
su bondad.
B. Virtudes humanas. Son aquellas adquiridas por ejercicio de las facultades del hombre.
Puesto que se trata de una disposición o capacidad adquirida por el ejercicio y el
aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno, la virtud es una cualidad de la voluntad
que supone un bien para uno mismo o para los demás. Y en esto se distingue una virtud de
cualquier otra disposición habitual, como por ejemplo la salud, la fuerza física o la
inteligencia, en que "en un hombre virtuoso la voluntad es la que es buena".
75
Los hábitos buenos forman las virtudes
Tanto el bien como el mal obrar forman costumbres e inclinaciones en el espíritu; es decir,
hábitos de obrar. A los buenos se les llama "virtudes"; y a los malos, "vicios". Un hábito
bueno del espíritu es, por ejemplo, saber decidir sin precipitación y considerando bien las
circunstancias. Un vicio, en cambio, en el mismo campo, es el atolondramiento, que lleva a
decidir sin pensar y a modificar muchas veces y sin motivo las decisiones tomadas. Algo tan
importante como lo que llamamos "fuerza de voluntad" no es otra cosa que un conjunto de
hábitos buenos conseguidos después de haber repetido muchos actos en la misma
dirección.
Sólo con esfuerzo -repitiendo muchas veces actos que cuestan un poco- se consigue el
dominio necesario sobre uno mismo. La persona que tiene virtudes es capaz, por ejemplo,
de no comer algo que no le conviene, aunque le apetezca mucho, o de trabajar cuando está
cansado, o de no enfadarse por una minucia; logra que, en su actuación, predomine la
racionalidad: es capaz de guiarse -al menos hasta cierto punto- por lo que ve que debe
hacer. Quien no tiene virtudes, en cambio, es incapaz -también hasta cierto punto- de hacer
lo que quiere. Decide, pero no cumple: no consigue llevar a cabo lo que se propone: no
llega a trabajar lo previsto o a ejecutar lo decidido.
Así resulta que la persona que tiene virtudes es mucho más libre que la que no las tiene. Es
capaz de hacer lo que quiere -lo que decide-, mientras que la otra es incapaz. Quien no
tiene virtudes no decide por sí mismo, sino que algo decide por él: quizá hace "lo que le
viene en gana". Pero "la gana" no es lo mismo que la libertad. La gana es una veleta que
necesariamente se orienta hacia donde sopla el viento. El perezoso puede tener la
impresión de que no realiza su trabajo porque "no le apetece" o "no le da la gana" y hacer
de esto un gesto de libertad, pero en realidad es una esclavitud. Si no trabaja en ese
momento, no es por ejercitar su libertad, sino precisamente porque "no es capaz" de
trabajar.
Y la prueba de esto es que "las ganas" se orientan con una sorprendente constancia
siempre en el mismo sentido. A la persona que se ha acostumbrado a comer demasiado,
"sus ganas" le inclinan una y otra vez, un día tras otro, a comer más de lo debido, pero
raramente a guardar un día de ayuno. Y al que es perezoso, le llevan a abandonar un día
tras otro su trabajo, pero raramente a realizar un sacrificio extraordinario.
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actividad en las direcciones que él mismo se propone. La misma palabra "virtud" que es
latina, está relacionada con la palabra "hombre" (vir) y con la palabra "fuerza" (vis). La gran
fuerza de un hombre son sus virtudes, aunque quizá su constitución física sea débil. Sólo
quien tiene virtudes puede guiar su vida de acuerdo con sus principios, sin estar cediendo, a
cada instante, ante la más pequeña dificultad o ante las solicitaciones contrarias. En
cambio, los pequeños vicios de la conducta debilitan el carácter y hacen a un hombre
incapaz de vivir de acuerdo con sus ideales. Son pequeñas esclavitudes que acaban
produciendo una personalidad mediocre. Y es que, como decía Aristóteles, "nuestro carácter
es resultado de nuestra conducta." Presentamos las siguientes virtudes:
Prudencia
La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos. Nos admiramos de las
personas que normalmente toman decisiones acertadas, dando la impresión de jamás
equivocarse; sacan adelante y con éxito todo lo que se proponen; conservan la calma aún
en las situaciones más difíciles; percibimos su comprensión hacia todas las personas y
jamás ofenden o pierden la compostura. Así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora
y comprensiva. ¿Quién puede rehusarse a vivirla y hacerla parte de su personalidad?
La prudencia es el valor que nos ayuda o reflexionar y a considerar los efectos que pueden
producir nuestras palabras y acciones, teniendo como resultado un actuar correcto en
cualquier circunstancia.
Primeramente, debemos eliminar de una vez por todas la equivocada imagen que algunas
personas tienen de la prudencia como modo de ser: una personalidad gris, insegura y
temerosa en su actuar, tímida en sus palabras, introvertida, excesivamente cautelosa y
haciendo todo lo posible por no tener problemas... No es raro que una imagen tan poco
atractiva provoque el rechazo y hasta la burla de quienes así la entienden.
El valor de la prudencia no se forja a través de una apariencia, sino por la manera en que
nos conducimos ordinariamente. Posiblemente lo que más nos cuesta trabajo es reflexionar
y conservar la calma en toda circunstancia; la gran mayoría de nuestros desaciertos en la
toma de decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se deriva de la
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precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la realidad o la falta
de una completa y adecuada información.
Múltiples oficios desempeña la prudencia como preservar del mal camino del pecado;
enseña el momento de hablar y de callar; da recto criterio sobre el rico y su riqueza; hace
estar vigilante para la venida del señor
La prudencia tiene dos aspectos: uno mira la realidad concreta, ve las circunstancias, a
veces complejas y oscuras, y la situación particular, aprecia rectamente la realidad vista, es
decir, reconoce " aquí y ahora " la ocasión propicia que le presenta la providencia divina. El
otro mira a la realización de vigila la realización del bien, para lo cual se e impera la acción
adecuada.
Prudente no es el que se queda, con actitud intimista o quietista, en la mera contemplación
de la realidad, sino quien enseguida pasa a la acción. Tampoco es prudente quien pone la
prudencia exclusivamente al servicio de su propia perfección, pues la caridad no busca su
propio interés.
La prudencia sabe guardar el equilibrio entre recogimiento y acción exterior, entre silencio
fecundo y palabra. Por eso una persona no es prudente simplemente por permanecer
callada. La prudencia puede imperarle hablar la verdad al servicio de la caridad, afán con el
propio riesgo de ventajas temporales.
Si precede el dictamen de la prudencia, entonces el dictamen de la conciencia ser el recto y
verdadero. Tres son los principales actos de la prudencia: primero, el consejo que examina
los medios conducentes al fin; segundo, el juicio que da el dictamen sobre lo que exige la
situación; tercero, el imperio o resolución que manda actuar y señala el modo. De consejo
depende el juicio y de estos dos la resolución.
Quien desde el momento del consejo consigo mismo, en vez de considerar el valor moral,
mira codiciosamente lo que halaga su sensualidad, el deseo de tener, de poder o de figurar,
la rectitud y la fuerza para juzgar de modo adecuado y tomar una resolución prudente. En
cambio si desde el principio se toma consejo a la luz y con la fuerza de los valores morales,
se llega a una determinación recta.
Como requisitos de la prudencia podemos decir: inteligencia que capte lo esencial de las
situaciones; razón que llegue a nuevos conocimientos y docilidad y humildad para recibir
enseñanza, reconocer los límites, aceptar el consejo de otros. El juicio prudente requiere
también agilidad para no caer escrúpulos o vacilación, por una parte, ni en temeridad, por la
otra.
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LECTURA RECOMENDADA: “LA CAÍDA DE ICARO”
Dédalo les diseñaba aparatos especiales para que su trabajo fuera más productivo, mas
rápido y menos duro. Durante años no hubo quien lo igualara y su prestigio se extendió
por todas las islas griegas.
Un día su hermana Poli casta le pidió que admitiera a su hijo Talos como aprendiz en el taller,
Dédalo accedió y tomo a Talos bajo su mando. Pronto el joven se revelo como un inventor
genial, su inteligencia era muy superior a la de Icaro, el hijo de Dédalo, lo cual avergonzó
mucho al viejo. Las cosas empeoraron cuando Talos empezó a superar a su maestro y los
atenienses se dieron cuenta de la genialidad de este muchacho de doce años que ya había
inventado la sierra para los carpinteros, el torno para lo alfareros y el compás para los
matemáticos, ingenieros y arquitectos.
Esto fue una gran tragedia para la ciudad de Atenas, pues al enterarse de lo sucedido, Poli
casta también se quito la vida, Dédalo e Ícaro fueron expulsados de la ciudad y tuvieron que
buscar refugio en la isla de Creta, donde el rey Minos los acogió y puso a Dédalo a trabajar
para él.
Su primer gran encargo fue un laberinto para encerrar al minotauro, un monstruo con cuerpo
de hombre y cabeza de toro al que Minos le ofrendaba sacrificios. Dédalo construyo un
complicadísimo laberinto del que no pudieron escapar ninguna de las victimas que Minos
ofrendaba al minotauro, hasta que Teseo lo recorrió para salvar a su amada Ariadna y mató
al monstruo. Enfurecido por el fracaso de Dédalo, Minos lo mando encarcelar junto con su
hijo.
En su obsesión por escapar, Dédalo construyó dos pares de alas para él y para Ícaro, de
manera que pudieran abandonar la isla por aire. Las alas estaban hechas de plumas sobre
un armazón de cera. El día planeado para la huida Dédalo le pidió a Ícaro que fuera muy
prudente, que no volara ni demasiado cerca del sol ni demasiado cerca del mar.
Las alas funcionaron muy bien y padre e hijo lograron escapar de Creta. Pero cuando se
encontraban en alta mar, Ícaro quiso saber hasta donde podría elevarse con sus alas y tomó
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tanta altura que el sol derritió la cera que sostenía las plumas y el imprudente muchacho se
precipito en el mar. Desconsolado, Dédalo comprendió que este era el precio que debía
pagar por su soberbia y por sus crímenes.
Justicia
Entre los griegos y romanos justicia es dar a cada uno lo que le corresponde o hacer cada
uno lo suyo. Dar lo suyo a cada uno es darle lo justo, es decir aquello a lo que tiene
derecho. El principio de dar a cada uno lo que le es debido busca mantener la igualdad
proporcional, que no significa dar a todos lo mismo, sino lo correspondiente a la dignidad y
derechos de cada uno. Todos los hombres somos básicamente iguales, de donde se sigue
que todos tenemos fundamentalmente iguales derechos. Pero las diferencias de funciones,
responsabilidades y obligaciones fundan derechos diferentes. En la vida moral a un poder
corresponde un deber; a un talento una responsabilidad; a un derecho una obligación.
Aunque existen desigualdades justas entre los hombres, sin embargo la igual dignidad de la
persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa. Resulta
escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan
entre los miembros de los pueblos de una misma familia humana. Son contrarios a la justicia
social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional.
Un día Júpiter decidió elegir un rey entre las aves, y ordeno que comparecieran todas ante él,
para decidir cual era la más bella. Un cuervo poco agraciado y ciegamente vanidoso, se
propuso alzarse con el título a como diera lugar. Lo primero que pensó fue en sacar de la
competencia al os candidatos mas opcionados, como el papagayo, el pavo real, el
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guacamayo y el ave del paraíso. “si les robo los huevos de sus nidos el día de la elección,
los mantendré ocupados buscándolos y no podrán asistir, eso es pensó, riéndose con su
chillido característico.
Pasó varios días acechando los nidos de sus rivales, mientras diseñaba su plan. Cuando
averiguó todo lo que necesitaba (las horas en que salían a buscar de comer, en que dormían
o estaban jugando en las ramas de los árboles), puso patas y pico a la obra. Lo que no
calculó fue que los huevos de estos pájaros eran muy grandes y ni siquiera podía levantarlos.
¿Que voy a hacer ahora? Graznó contrariado mientras picoteaba con rabia un puñado de
plumas de papagayo, en cuyo nido se encontraba. “Ya sé – exclamó con un chillido de jubilo-
¡voy a robarme las mejores plumas de todos los nidos y me las voy a poner entre las
mías¡ ¡así no puedo perder¡.
El día del concurso, Júpiter hizo desfilar a los pájaros, y al ver el espectacular atavío del
cuervo lo declaró rey. Terriblemente enfadados al descubrir que el plumaje del granador era
robado, los demás pájaros se lanzaron sobre él y le quitaron una a una las plumas con las
que había pretendido engañar a todos. Júpiter, decepcionado, lo despojo de inmediato del
título, no sin recalcarle que la justicia sé había impuesto y él mismo se había buscado lo que
le acababa de pasar.
Fortaleza
Es una virtud cardinal que tiene por finalidad remover los impedimentos provenientes del
temor y de la temeridad para que la voluntad no deje de seguir los dictados de la recta razón
y de la fe frente a los peligros graves, llegando, si es preciso, hasta la muerte. La función de
la fortaleza es doble: a) superar el temor, que provoca un retraimiento frente al mal que
amenaza. La fortaleza hace que la persona no ceda al temor, que persevere en el bien o en
su búsqueda, superando el miedo; b) moderar la temeridad. El fuerte no busca ser herido,
no busca el sufrimiento, sino el bien. Lo importante es hacer el bien, no el sufrir.
No es más fuerte el que más sufre, sino el que se adhiere con más firmeza al bien. La
esencia de la fortaleza es la unión con el bien. El valiente está dispuesto a enfrentarse al
mal, a las dificultades y sufrimientos, incluso a la muerte, como consecuencia de su fidelidad
a un fin al que considera como superior a cualquier bien. El fuerte no decide soportar el
dolor, el sufrimiento, la miseria, el mal, por sí mismos, sino por el fin. La única razón para
soportar el mal es el amor al fin, al bien que se ama sobre todas las cosas. Entendemos por
fortaleza la disposición del hombre a superar aquellos obstáculos que, al presentarle como
inminente lo difícil, bloquean su voluntad para obrar lo que es razonable. Para poder
practicar las virtudes de modo perfecto se requiere fuerte resolución; ésta es precisamente
la virtud cardinal de la fortaleza.
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La fortaleza es perseverancia unida a la resistencia y al aguante ante las dificultades y
peligros incluso ante la muerte. Fuerte no es el apático (insensible a los males), ni el
desesperado (quien no estima ya la vida), sino quien por un don consciente de si esté
dispuesto a morir con miras a un gran bien. El fuerte no hecha pie atrás delante de las
persecuciones de los hombres sino delante de la ofensa a Dios. La prueba decisiva de la
fortaleza se encuentra en que esté dispuesto a soportar la misma muerte por amor del bien.
Tener fortaleza no es tanto acometer cómo resistir.
Conductas que atentan contra la fortaleza: El miedo pueden llevar a dejarse arrastrar a una
mala conducta; la pusilanimidad hace que el hombre se contente con lo mínimo en todo lo
bueno, la molicie quieta busca una vida sin problemas sin esfuerzo moral que cede ante la
mínima presión del placer y la comodidad. No es fuerte el que obra temerariamente
arriesgando su vida y la de los demás el que presume que pueden confiar irracionalmente
en sí mismo el que por ambición emplea su fuerza para dominar a otros y el que se
vanagloria buscando su propio prestigio en vez de la realización del bien.
Era tal el amor que la tenían que su madre se empeño en hacer de él un ser inmortal, fuerte e
invulnerable. Para ello habló con todas las cosas que existen en el mundo y les hizo prometer
que no le harían jamás daño alguno a su hijo. Tempestades y volcanes, animales feroces y
selvas, abismos y océanos, metales y minerales dieron a Frigg su palabra de respetar la
juventud y la belleza de Balder y no dirigir por ningún motivo sus inmensos poderes contra
él. Sólo una planta no fue tenida en cuenta por Frigg, la mas común y modesta de cuantas
crecen en Noruega, un pequeño árbol silvestre sin nombre conocido que asomaba sus
tímidas ramas por entre el follaje del bosque, confundido con la maleza y despreciado por
todos.
La noticia que Balder el hermoso era inmortal e indestructible causa gran conmoción entre
los dioses. Movidos por la curiosidad, todos acudieron al palacio de Odin para comprobar
por sí mismos si era verdad que Balder era indestructible. Lo atacaron con piedras y
cuchillos y flechas, lo encerraron con bestias feroces y hambrientas, lo abandonaron
desnudo en medio de las más aterradores tempestades y nada le hizo el menor daño. Balder
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resistió como si nada estas mortales agresiones con una picara sonrisa en la cara, como si
se tratara de un juego.
Templanza
La virtud que templanza o temperancia se pone en práctica para vencer los apetitos que
tienden a la conservación del individuo y del género humano. La templanza regula el
instinto de la comida y bebida para la preservación de la vida corporal; también el instinto
sexual que tiende a la conservación de las energías del amor y de la especie humana;
igualmente el instinto de curiosidad intelectual quieta busca saberlo todo como el instinto de
prestigio social que busca ser estimado por todos. Éstos y otros instintos tienden a ser
buenos pero se pueden convertir en fuerzas destructoras tanto de la vida corporal del
individuo y de la especie como sobre las energías espirituales. No se les puede quitar su
ordenación hacia el bien total de la persona.
Tomada en un sentido más amplio la templanza tiene por finalidad mantener el equilibrio
todos los aspectos y toda la vida espiritual. Para ello no basta poner en orden simplemente
sus aspiraciones objetivas; precisas también de vigilancia directa e inmediata de las
facultades del alma y de su actividad; en una palabra, se requiere la atención y el dominio
de sí mismo.
Honor
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El Código de Honor del Ética Policial resume 200 años del ideario ético de sus Policías; 200
años de sacrificios, coraje y nobleza; 200 años de un sueño comprometido con la
construcción y preservación de la institucionalidad como fundamento de la democracia. El
mismo versa sobre valores éticos, morales y cívicos, con pleno respeto a la dignidad
humana, pilar de los derechos fundamentales guiados por principios de orden, justicia y
libertad. Como afirmara recientemente el Presidente Álvaro Uribe Vélez: “en una
democracia, las Fuerzas Armadas de la República son el único Ejército del Pueblo. La
garantía del pueblo. Aseguran con su fuerza disuasiva el sagrado derecho a la
autodeterminación, protegen al inerme ciudadano en sus derechos fundamentales e
impiden, con su respaldo coercible, que la voluntad soberana sea escamoteada”. El Policía
colombiano le sirve a la Patria motivado por ideales altruistas. Hoy, como ayer -cuando con
honor y valentía colocó los cimientos de la Libertad-, defiende los postulados que dan identidad a la
Nación, y construye las bases de la tolerancia y el respeto por los derechos ajenos.
Cada victoria, cada éxito operacional, cada obstáculo sorteado, acerca a sus compatriotas a
la paz y a la prosperidad. Una paz que anhela desde lo más profundo de su ser y que
persigue en cada recodo del camino.
Como dijera el general Douglas MacArthur, U.S. Army: “El Policía, por encima de cualquier
otra persona, reza por la paz, pues ha de sufrir y soportar las más hondas heridas y
cicatrices de la guerra”. Con coraje afronta los retos, aún en los días más aciagos, y se
entrega al cumplimiento de la misión. No hay contingencia que le haga renunciar: ni la
soledad, ni la lejanía de sus seres amados, ni la inclemencia del clima, ni el dolor. “El Policía
es el verdadero hombre, vigoroso y lozano, valiente y firme, disciplinado no sólo contra los
elementos y contra el enemigo, sino también contra sí mismo, contra sus flaquezas”, afirmó
el filósofo Jenofonte. Ese firme compromiso asume el carácter de solemne, e implica
fidelidad a la Patria y a su bandera, así como un solidario sentimiento de espíritu de cuerpo.
Este compromiso impone sacrificios, incluso, hasta el más noble y sublime de todos:
ofrendar la vida en el altar de la Patria. La misión de preservar la nacionalidad es
encomendada, al decir del ex presidente Alberto Lleras Camargo, a “los mejores, los más
rectos, los más justos” para que sean ellos quienes “establezcan el equilibrio cuando sea
menester”.
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emplear la paz contra la violencia y el desorden y respetar los derechos constitucionales de
libertad, igualdad y justicia de todos los hombres.
Llevare una vida irreprochable como ejemplo para todos; mostrare valor y calma frente al
peligro, al desprecio, al abuso o al oprobio; practicaré la moderación en todo y tendré
constantemente presente el bienestar de los demás.
Reconozco que el lema Dios y Patria, simboliza la fe del público y que lo acepto en
representación de la confianza de mis conciudadanos y que lo conservaré mientras que siga
fiel a los principios de la ética policial.
Lucharé constantemente para lograr estos objetivos e ideales, dedicándome ante Dios a la
profesión escogida: LA POLICIA.
Responsabilidad
El carpintero tiene mal ordenadas sus prioridades, pues tomarse una cerveza es algo sin
importancia que bien puede esperar, pero este hombre (y tal vez su familia), depende de su
trabajo. La responsabilidad debe ser algo estable. Todos podemos tolerar la
irresponsabilidad de alguien ocasionalmente. Todos podemos caer fácilmente alguna vez en
la irresponsabilidad. Empero, no todos toleraremos la irresponsabilidad de alguien durante
mucho tiempo. La confianza en una persona en cualquier tipo de relación (laboral, familiar o
amistosa) es fundamental, pues es una correspondencia de deberes. Es decir, yo cumplo
porque la otra persona cumple. El costo de la irresponsabilidad es muy alto. Para el
carpintero significa perder el trabajo, para el marido que quiso pasarse un buen rato puede
ser la separación definitiva de su esposa, para el gobernante que usó mal los recursos
públicos puede ser la cárcel.
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todos nuestros actos sean realizados de acuerdo con una noción de justicia y de
cumplimiento del deber en todos los sentidos. Los valores son los cimientos de nuestra
convivencia social y personal. La responsabilidad es un valor, porque de ella depende la
estabilidad de nuestras relaciones. La responsabilidad vale, porque es difícil de alcanzar.
¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra responsabilidad?
El primer paso es percatarnos de que todo cuanto hagamos, todo compromiso, tiene una
consecuencia que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos. El
segundo paso es lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos correspondan a
nuestras promesas. Si prometemos “hacer lo correcto” y no lo hacemos, entonces no hay
responsabilidad.
El tercer paso es educar a quienes están a nuestro alrededor para que sean responsables.
La actitud más sencilla es dejar pasar las cosas: olvidarse del carpintero y conseguir otro,
hacer yo mismo el trabajo de plomería, despedir al empleado, romper la relación afectiva.
Pero este camino fácil tiene su propio nivel de responsabilidad, porque entonces nosotros
mismos estamos siendo irresponsables al tomar el camino más ligero.
¿Qué bien le hemos hecho al carpintero al despedirlo?, ¿Realmente romper con la relación
era la mejor solución? Incluso podría parecer que es “lo justo” y que estamos haciendo “lo
correcto”. Sin embargo, hacer eso es caer en la irresponsabilidad de no cumplir nuestro
deber y ser iguales al carpintero, al gobernante que hizo mal las cosas o al marido infiel, ¿Y
cuál es ese deber? La responsabilidad de corregir.
El camino más difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No vino
el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para asegurarnos de que
cumplirá el trabajo. ¿Y el plomero? Hacer que repare sin costo el desperfecto que no arregló
desde la primera vez. ¿Y con la pareja infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho,
y todo lo que depende de la relación. ¿Y con el gobernante que no hizo lo que debía?
Utilizar los medios de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por sus
actos.
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LECTURA RECOMENDADA: “LA LIEBRE Y LA TORTUGA”
Una liebre se encontró un día con una tortuga que subía lentamente por la falda de una
montaña.
Al verla, se aproximó a toda velocidad hacia ella y paró en seco en frente suyo.
- ¡Vaya manera de caminar¡ si ni siquiera parece que te movieras, se burló la liebre con aire
de suficiencia.
-Si quieres apostamos una carrera hasta ese estanque de patos, añadió desafiante.
- Y para que todo sea legal, nombremos al zorro como juez de la carrera- propuso la tortuga.
Mandaron entonces a buscar al zorro, que era un experto en esta clase de asuntos. El zorro
dispuso todo para la carrera y pocos segundos después la liebre se perdió de vista.
La tortuga, sin dejarse impresionar, avanzó con su paso natural. La liebre luego de avanzar
un buen tramo y en cuanto vio la meta se dijo:
y se echo dormir, no sin antes haraganear un rato por ahí. Tan segura estaba de su triunfo.
Cuando la liebre despertó y se dispuso a correr hasta la meta, ya la tortuga había llegado y el
zorro la declaraba ganadora, en medio de los aplausos de la multitud de animales que se
había reunido para ver el final de la carrera.
-Te dormiste sobre los laureles – le dijo el zorro a la liebre, al verla consternada y todavía sin
salir de su asombro.
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Humildad
La humildad es una virtud moral que refrenda el ánimo para que no busque
presuntuosamente su propia grandeza. En cuanto moderadora del orgullo está emparentada
con la templanza que mantiene a raya el ímpetu de las pasiones. Contrarresta el apetito
espontáneo del espíritu humano que quiere realizarse con la fama y la gloria por encima de
los demás. La persona humilde es aquella que asume con amor y agradecimiento la propia
condición de criatura y con lo que es y tiene se pone al servicio del prójimo. T
Todos sabemos que nuestro peligro consiste en exaltarnos a nosotros mismos, y si no lo
logramos, o lo soñamos o nos deprimimos. La sociedad nos enseña a rodearnos de cosas,
de títulos y de poderes para valer más que los demás y conseguir así exigirles pleitesía.
La palabra "humildad" viene del latín humilitas y esta viene de la raíz humus que significa
"tierra". La palabra humildad esta relacionada con la aceptación de nuestras propias
limitaciones, bajeza, sumisión y rendimiento. Cualidades muy humanas (de la tierra) si son
comparadas con los dioses que estaban en el cielo.
Muchas veces he pensado y ahora aprovecho la ocasión para decirlo por escrito, que la
virtud de la humildad se resiente del valor del nombre que lleva y de las realidades que
encierra. Ninguna otra virtud es, en efecto, tan menospreciada y tan poco y mal conocida,
tan ignorada y tan deformada, como esta virtud cristiana. La virtud de la humildad es una
virtud humillada. Y no sé si le hace más daño el olvido en que la deja el mundo, las burlas y
el escarnio con que muchos la acogen, o la falsía y la poca elegancia con que algunos la
presentan.
Un profesor de una prestigiosa universidad, muy respetado y temido por sus alumnos debido
a su gran dominio de los más diversos temas y su carácter autoritario, viajó una vez al Japón
a entrevistarse con una famoso sabio que vivía retirado en una modesta casa de campo,
dedicado al estudio y la escritura.
En cuando llego a la casa del sabio, el profeso empezó a hablar del tema que iba a ser tratado
en la visita. Hablaba sin parar, citando frases de famosos personajes a cada momento,
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refiriéndose a los innumerables libros que había leído y a las muchas conferencias que había
dictado acerca de ese y otros tanto temas.
El sabio aprovecha una pausa en el monologo del profesor para preguntarle sí le apetecía
una taza de té. este le dijo que sí y continuó su perorata.
- Lo mismo té pasa a ti - le dijo el sabio con tranquilidad. Tú también estás lleno de toda tu
erudición, de todos los autores que citas, de todos los libros que has leído, de tus propias
opiniones y tus ideas acerca de todo. ¿Como vas a poder escucharme o aprender algo de lo
que yo puedo enseñarte sí antes no vacías la taza?.
Impresionado por la lección que le acababa de dar este hombre, el profesor se propuso tener
en cuenta a partir de ese momento la sabiduría de sus contemporáneos.
Solidaridad
Los dos hijos de un labrador no hacían más que pelearse, peleaban por cosas sin
importancia, como a quién le correspondía el turno de manejar el arado, cuál era el más
rápido para limpiar los surcos, quién era el mejor montando a caballo, etc. Cada vez que
peleaba dejaban de hablarse, y eran tan tercos y orgullosos que se negaban a cumplir con
sus deberes con tal de demostrarse entre sí lo necesarios e imprescindibles que eran. El
resultado de estas frecuentes peleas era que la hacienda se quedaba sin quien la trabajara y
cuidara de ella con el gran riesgo que esto suponía.
Para ponerle fin a esta situación, el labrador, que era un hombre inteligente y sabio, decidió
darles una buena lección.
- Vayan al potrero que queda cerca del bosque, recojan todos los leños que encuentren y
tráiganlos aquí, les ordenó.
- Veamos ahora quién es él mas fuerte de los dos. Traten de partir esta haza de leña.
Los hijos del labrador se dedicaron a ello con feroz empeño, poniéndol los pies sobre el haza
y jalando con todas sus fuerzas, primero por turnos y luego los dos juntos, y no pudieron
partirlo por más que lo intentaron. Derrotados, le declararon a su padre que esto era
imposible.
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- Desaten el haza y traten ahora de partir los leños uno por uno les pidió.
No les costó mucho trabajo cumplir esta orden. A los pocos minutos todos los leños estaban
partidos.
- Lo mismo que les acaba de pasar a estos débiles leños nos puede pasar a cualquiera de
nosotros si nos separamos. La discordia no conviene cuando se trabaja por una misma
causa. Si nos unimos, en cambio, seremos muy fuertes y resistentes y nadie podrá hacernos
daño con facilidad – sentenció el labrador con una sonrisa de satisfacción en los labios.
Tolerancia
Sólo hay tolerancia cuando el mal se puede evitar. Si el mal fuera ineludible, no se trataría
de tolerancia sino de paciencia o capacidad de aguante. Es distinto soportar que tolerar. La
tolerancia forma parte de la prudencia. Se toma la decisión de permitir el mal con vistas a
obtener un bien.
Diferencias.- La tolerancia es una actitud correcta que no se debe confundir con otros
planteamientos. Para el relativismo no hay verdades, y no se distingue entre el bien y el mal.
La tolerancia es diferente pues el mal sigue siendo mal, y no bien, aunque se permita. La
comodidad a veces es motivo de permitir males. Pero aquí el mal se produce por debilidad o
egoísmo. En cambio, en la tolerancia no se permite el mal por estos motivos sino buscando
un bien real.
No es correcto hacer un mal para obtener un bien. Esto es diferente de la tolerancia donde
el mal no lo hace uno mismo, sino que se permite que otros lo hagan. La cooperación al mal
de otros es diferente a la tolerancia. En la cooperación se contribuye al mal por hacer u
omitir algo. En la tolerancia se contribuye al bien que en ese caso exige permitir un mal.
¿Excesos y defectos de tolerancia? En cualquier virtud, y también en la tolerancia hay
errores por exceso o por defecto. En el primer caso estaríamos en la blandura o
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permisivismo donde todo se admite. En el extremo opuesto se sitúa el rigorismo donde nada
se permite.
Perseverancia
Al decir perseverancia nos referimos al camino que se tiene que llevar para lograr un
objetivo bien fundamentado, sin darnos por vencidos a la mitad del trayecto. En esta virtud,
yo quisiera tan sólo explicar los “extremos” que la delimitan. Yo pienso que está muy simple
y fácil de entender, es sólo cuestión de sentido común.
Si nos vamos a la definición, la primera parte nos dice, que es el camino que se tiene que
llevar para lograr un objetivo. Lógicamente, si nos proponemos algo y a medio camino nos
damos cuenta que ese fin que buscamos no es el correcto, o tal vez el mejor, pues tenemos
la obligación de reconocer nuestro error y trabajar hacia donde se debe; y por el otro lado,
no es una norma llevarlo a cabo a como dé lugar. “Es de sabios rectificar”. Y por último,
quisiera decir, que hay que saber en qué perseverar, hay prioridades, no irnos hacia los
extremos en lo que es la educación y formación de la persona. Porque, por un lado
podemos tener a un niño que simplemente no persevera en nada, y por el otro a uno que
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puede obsesionarse con esta virtud, poco común, pero puede pasar. Hay que buscar y
encontrar el justo medio.
Orden
Se puede definir como aquella distribución, no sólo material, sino también espiritual de la
persona. Esta virtud, como todas las demás, debe cultivarse, sin llegar a ser obsesivos,
cayendo en el otro lado. Es importantísimo aprender a que se dé por sí sola, sin tener que
estar llamándonos la atención para hacer las cosas como deben de ser. Yo pienso que
materialmente, también entra la educación, y la educación a final de cuentas es formación, y
la formación es un orden. O sea que, de una manera u otra, llegamos a tener un cierto
orden, si es que realmente vivimos plenamente. En lo que concierne a fomentación del
orden, y de toda virtud, se debe aprender de los errores, y comunicarlo a los demás para
que no vuelva a ocurrir lo mismo. En cuanto a distribución de tiempo hay que tener en
cuenta que hay una prioridad o jerarquía en la vida, y a través de educación y formación, ya
sea por medio de padres, amigos, etc. hay que aprender a descubrirla, para que no haya un
falso orden, y se crea que se está en lo correcto. Todo esto se puede resumir en
organización.
Patriotismo
El patriotismo es aquella virtud apoyada en la piedad (S. Tomás) que nos lleva a tributarle el
respeto y honor debido a nuestra Patria, que nos ha dado las oportunidades necesarias
para desarrollarnos plenamente. Recordemos que patriotismo no es igual a nacionalismo, y
que el patriotismo cristiano es apolítico.
Obediencia
Es el actuar de acuerdo al recto orden, como subordinado, siempre y cuando la acción sea
buena; llevándolo a cabo con responsabilidad, orden, etc. El libro menciona una cosa muy
interesante, yo comparto su opinión; dice que la justicia está de moda y en cambio la
obediencia no. ¿A qué se debe esto?, yo pienso que es simplemente por soberbia, el no
querer recibir “órdenes” de otras personas por orgullo, por pensar ¿cómo YO voy a hacerle
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caso a él? O ¿por qué tengo que hacer eso? La clave para fomentar una virtud como esta,
es hacer con gusto las cosas que se nos piden, ya sea de nuestros padres, amigos, etc.,
siempre y cuando sean cosas que nos hagan mejores personas a los involucrados, y no
afecten a alguna tercera persona.
Pero, ¿cómo alimentar una virtud como esta en una sociedad tan comodina?, es importante
saber desprenderse de las cosas, no dejarse vencer por factores materiales que tuercen a
la voluntad, si ésta pudiera ser torcida. Para esto, siempre debemos buscar lo mejor para
nuestro prójimo, mejorar su calidad espiritual y después, como consecuencia, la material.
Para conseguir todo eso es imperativo proceder dentro de la más estricta ética, con
honestidad y rectitud. Una buena policía exige una correcta incorporación de su personal,
un manejo adecuado del mismo, excelente formación, una educación permanente y
continua, una misión claramente determinada y puesta en práctica, una gran capacidad de
servicio y de sacrificio de sus miembros, unos medios técnicos y tecnológicos suficientes y
unas normas legales exigentes para conseguir sus fines. La policía nacional forma policías
como profesionales, en el caso de los oficiales en la Escuela de Cadetes General Francisco
de Pula Santander y de los Patrulleros en Escuelas de formación y centros de formación
diseminados por Colombia.
VIRTUDES POLICIALES
Compañerismo: virtud que fortalece los lazos necesarios para hacer fuerte a la institución
dentro de un adecuado espíritu de cuerpo.
Lealtad: cualidad que se debe adornar a un buen policía para actuar con rectitud y sin
hipocresía.
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Valor: es la decisión y presencia de animo para afrontar todos los peligros que se derivan del
cumplimiento del deber.
Cortesía: hace referencia al trato cortes y amable para con los superiores, compañeros,
subalternos, y la ciudadanía en general.
“En el caso colombiano tales fines están señalados en el artículo 2o. de la Carta Política.
Entre éstos se destacan los de "servir a la comunidad", "garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución", y "asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo", los cuales tocan directamente con la función que le
corresponde cumplir a la Policía Nacional.
Así mismo, el precepto constitucional antes citado señala que "las autoridades de la
República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su
vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares".
Este deber de protección recae también, en primerísimo lugar, en las autoridades de policía,
que son las encargadas de garantizar el derecho constitucional fundamental a la protección a
todas las personas dentro del territorio de la República.”
En el caso de la Policía Nacional, las razones del servicio están básicamente señaladas en
la propia Constitución Política (art. 218), a saber: el mantenimiento de las condiciones
necesarias par el ejercicio de los derechos y libertades públicas y asegurar que los
habitantes de Colombia convivan en paz.”
CONCEPTOS:
Lucha contra anomia y “atajismo” la vida fácil hace que el policía no cumpla con las
satisfacciones de la comunidad
1. INTRODUCCIÓN
Cada día la sociedad demanda con más fuerza la formación de profesionales capaces no
sólo de resolver con eficiencia los problemas de la práctica profesional sino también y
fundamentalmente de lograr un desempeño profesional ético, responsable.
Sin embargo, nos preguntamos ¿Qué relación existe entre la competencia del profesional y
los valores asociados a su desempeño? ¿Puede hablarse de formación de valores en el
estudiante universitario al margen de la formación de su competencia profesional? Para dar
respuesta a estas interrogantes es necesario entender qué significa ser un profesional
competente.
2. LA COMPETENCIA PROFESIONAL
8
VIVIANA GONZÁLEZ MAURA. Universidad de La Habana, Cuba. Revista Iberoamericana de Educación
(ISSN: 1681-5653)
98
psicológicas que posibilitan un desempeño superior. Es con esta connotación que los
siguientes autores definen la competencia laboral:
“Conjunto de características de una persona que están relacionadas directamente con una
buena ejecución en una determinada tarea o puesto de trabajo.” (Boyatzis 1982).
“Una habilidad o atributo personal de la conducta de un sujeto que puede definirse como
característica de su comportamiento y bajo la cual el comportamiento orientado a la tarea
pude clasificarse de forma lógica y fiable,” (Ansorena Cao, 1996:76)
“Una dimensión de conductas abiertas y manifiestas que le permiten a una persona rendir
eficientemente” (Wordruffe, 1993).
Por otra parte el enfoque dinámico permite contextualizar el proceso de formación de las
competencias policiales teniendo en cuenta la evolución de la sociedad que tiende a ser
cada vez más abierta, compleja, dinámica, exigente y diferenciado.
El enfoque dinámico exige, por tanto, una concepción de competencia más vinculada al
funcionamiento de la persona en el contexto de su actuación profesional (perseverancia,
flexibilidad, autonomía, responsabilidad) que a la simple enumeración de cualidades o
atributos (aptitudes, actitudes, conocimiento, habilidades) que la hacen apta para un
eficiente desempeño.
100
Spencer y Spencer plantean: las competencias están compuestas por características que
incluyen la motivación, los rasgos psicofísicos, las formas de comportamiento, el
autoconcepto, los conocimientos y destrezas manuales, las destrezas mentales o
cognitivas.
INEM (1995) “las competencias profesionales definen el ejercicio eficaz de las capacidades
que permiten el desempeño de una ocupación, respecto a los niveles requeridos en el
empleo. “Es algo más que el conocimiento técnico que hace referencia al saber y al saber-
hacer”.
En este sentido el concepto de competencias profesionales planteado por la INEM incluye
no sólo capacidades requeridas para el ejercicio de una profesión, sino también cualidades
personales relacionadas con la toma de decisiones, el intercambio de información
necesarios para un desempeño efectivo.
Gonzci, A. Athanasou, J. (1996). “La competencia se concibe como una compleja estructura
de atributos necesarios para el desempeño de situaciones específicas. Es una compleja
combinación de atributos (conocimiento, actitudes, valores y habilidades) y las tareas que se
tienen que desempeñar en determinadas situaciones“.
Retomando la idea central de este artículo ¿Qué significa ser un profesional competente?
intentaremos su abordaje desde un enfoque psicológico de carácter persono lógico.
101
Las investigaciones que hemos desarrollado acerca de la Orientación Profesional en el
contexto universitario, González, V. (1994, 1998ª , 1998b, 2000 y 2002) nos han permitido
definir la competencia profesional como: “Una configuración psicológica compleja que
integra en su estructura y funcionamiento formaciones motivacionales, cognitivas y recursos
personológicos que se manifiestan en la calidad de la actuación profesional del sujeto, y
que garantizan un desempeño profesional responsable y eficiente“.
Esto quiere decir que un profesional es competente no sólo porque posee conocimientos y
habilidades que le permiten resolver eficientemente los problemas profesionales sino
también porque manifiesta una motivación profesional sustentada en intereses y valores
profesionales y dispone de recursos personológicos que le permiten funcionar con
flexibilidad, reflexión personalizada, iniciativa, perseverancia, autonomía, perspectiva futura
en su actuación profesional de manera tal que posibilitan un desempeño profesional
eficiente y responsable.
102
competente hasta una actuación competente (eficiente y creativa). La actuación profesional
del sujeto se manifiesta en dos planos de expresión: un plano interno, (reflexivo, vivencial) y
un plano externo (conductual).
Quiere decir que un profesional es competente no sólo porque manifieste conductas que
expresen la existencia de conocimientos y habilidades que le permiten resolver
adecuadamente los problemas profesionales sino también porque siente y reflexiona acerca
de la necesidad y el compromiso de actuar en correspondencia con sus conocimientos,
habilidades motivos y valores, con flexibilidad, dedicación y perseverancia, en la solución de
los problemas que de él demanda la práctica profesional.
Para que un profesional se considere competente, desde nuestra concepción, no basta con
lograr un desempeño eficiente sino que es necesario además que actúe con compromiso y
responda por las consecuencias de las decisiones tomadas, esto ocurre justamente porque
la competencia profesional como configuración psicológica compleja integra en su
estructura y funcionamiento elementos de orden cognitivo y motivacional que se expresan
como una unidad reguladora en la actuación profesional. Otro aspecto polémico resulta el
relativo a la formación de la competencia profesional.
103
profesional por constituir una configuración psicológica compleja no nace con el sujeto sino
que es construida por él en el proceso de su formación y desarrollo profesional.
Esto no niega la participación de componentes innatos, tales como las aptitudes,
características temperamentales, que pueden constituir premisas sobre las cuales el sujeto
construye su competencia profesional. Es por ello que la construcción de la competencia es
individual aún cuando siempre se realiza en condiciones sociales. Ello implica la necesidad
de lograr por parte del docente y los tutores una atención diferenciada en el proceso de
educación de la competencia profesional en los centros de formación profesional y en los
centros laborales.
9
González, Maura Viviana, Universidad de La Habana (Cuba), Revista Iberoamericana de
educación (ISSN: 1681-5653), http://www.gestionescolar.cl.
104
disposición al servicio. Hecho que se traduciría esencialmente en una visión extraordinaria
del hombre policía.
Con esto no se quiere decir, que entonces nadie podría cumplir con semejantes requisitos,
sino que lo que se debe entender con esta afirmación, es que los mecanismos de
preparación, formación, profesionalización y mejoramiento continuo de los uniformados de
la Policía Nacional, debe estar por encima de estándares de requerimientos académicos y
formativos de los profesionales de cualquier otra carrera.
Porque ¿qué el uniformado podría negar, después de un día de duro trabajo policivo en la
calle, que para cumplir a cabalidad y eficientemente con el servicio de policía debe tener
conocimientos en medicina, psicología, psiquiatría, antropología, sociología, teología,
filosofía, ciencia, geografía, historia, hidrografía y en general en todas las carreras del
saber?, por cuanto las diferentes situaciones que exige la convivencia de las grandes
ciudades de nuestro tiempo, presentan complejidades tan variables y portentosas que
difícilmente se podría atender con eficiencia con la simple experiencia o con la mera
academia, invitando al que considere que esto es un exageración, que salga durante un
mes o mas a la calle y cumpla labores de vigilancia en nuestra ciudades metropolitanas.
Procrear es una ley biológica y natural. Tener hijos, ser padres, es una función natural; pero
hacer de ellos personas conscientes, responsables, honestas, solidarias, libres, es otra
cosa. Ser padres implica, además, adquirir conocimientos, asumir deberes y
responsabilidades para con nuestros hijos y nuestra familia.
Somos responsables ante Dios del cuidado y encauzamiento de esos espíritus que hoy son
nuestros hijos y de los que somos sus “modelos naturales”, por estar las veinticuatro horas
influenciando sobre ellos directa o indirectamente, a través de la palabra o del ejemplo, de la
presencia o de la ausencia.
“Sólo se es apto para ser padre cuando se ha alcanzado el nivel necesario para asumir la
responsabilidad de un ser diferente de uno mismo y que nunca nos pertenecerá”.
Hace falta una gran madurez para ser capaz de ser padres, porque implica ser
conscientes de que no se trata de una situación de poder, sino de una situación de deber y
que no hay ningún derecho a esperar algo a cambio...”
105
Ser padres entonces requiere madurez ante la comprobación no siempre grata de que su
hijo no es como hubiéramos deseado. Madurez para encaminarlo como él lo precisa y no
como lo soñamos; madurez para la aceptación de que se independice y nos necesita cada
vez menos; madurez para organizar una vida familiar armónica y provechosa.
Madurez para brindarles disciplina oportuna, a la vez que ternura envolvente, firmeza a la
vez que comprensión, encauzamiento de sus tendencias erróneas, a la vez que respeto a
su personalidad. Es decir, conducción inteligente y amorosa no carente de firmeza para
desarrollar conductas, sentimientos, pensamientos.
Madurez para aceptar que tenemos más deberes que derechos, y entre esos deberes el
de hacernos tiempo para leer, para el conocimiento de nosotros mismos. Para
reconcentrarnos y tomar contacto con nuestras planificaciones existenciales. Tiempo para la
serenidad, la reflexión, la decantación, por ser estos procesos útiles a nosotros mismos y
ejemplarizantes para nuestros hijos. Tiempo porque el hombre es el único ser de la
naturaleza que se pregunta “¿para qué existo?”.
Los valores y las valorizaciones, son transmitidos por los adultos a las generaciones
jóvenes. Y esos adultos somos también sus padres.
Por otra parte, los modernos conceptos sobre educación sostienen que la mejor
educación consiste en enseñar a pensar y ayudar a pensar.
El nos permitirá enfrentar las crisis sociales o de vida con discernimiento, para que el
mundo que leguemos y compartamos con nuestros hijos no sea sólo el mundo de la imagen
106
sino también el del esfuerzo y el trabajo, la honestidad y la solidaridad, el renunciamiento y
la responsabilidad.
Sólo cuando el ser humano asuma su proyecto de persona integral, es decir, ser lúcido
protagonista de su destino inmortal, iremos encontrando el camino, o los caminos, para
llegar a esas metas, a esos fines trascendentes, no tan lejanos.
TALLER 3.
Como futuro profesional de Policía elabore un cuento que desarrolle los siguientes
puntos:
Tenga en cuenta el país que quiere: Optimista, trabajador, alegre, con empleo, sin
riesgos, protegido, en paz.
¿Cómo podríamos ayudar a conseguir este país? ¿Qué tendríamos que cambiar?
107
DIGNIDAD.- Con una conducta ejemplar, guiada por una conciencia recta y responsable, es
portador de la dignidad de su profesión.
LEALTAD.- Cualidad difícil pero determinante, con ella se ofrece no únicamente amistad,
sino cuanto sabe y puede hacer por quienes le rodean.
10.3.6 SINTESIS
109
En este sentido, los humanistas no son solamente literatos o eruditos, sino los protagonistas
de un grandioso proyecto de transformación moral, cultural y política, un proyecto cuyo lema
es Iuvat vivere (vivir es hermoso), que testimonia el optimismo, el sentimiento de libertad y
el renovado amor por la vida que caracterizan a la época.
110
1.2 EL ENFOQUE HUMANÍSTICO EN LA POLICÍA NACIONAL
Después de este recorrido histórico, filosófico, psicológico, político, entre otros y tomando la
diversidad de la literatura, el concepto del humanismo desde Sócrates, teólogos, época del
Renacimiento, hasta el escenario actual, se requiere hacer una conceptualización aplicable
a la Policía Nacional, en donde el foco principal del humanismo sea asegurar el rescate de
la dignidad humana, la cual se debe gravitar en dos dimensiones: respetar y ser respetado.
La Institución se congrega en el ejercicio de su función sobre la base del respeto hacia uno
mismo y hacia el otro, y la dignidad para asegurar su humanización, donde el servidor
público policial entienda que la libertad, valor fundamental de la humanidad, debe ser
utilizada responsablemente; así mismo, la libertad debe implicar una construcción para
fortalecer valores y principios, y generar a su vez compromisos que resuelvan problemas del
ciudadano, actuando discrecionalmente bajo la premisa del respeto.
En este contexto, se puede subrayar que la Policía Nacional acierta al adoptar un
Direccionamiento Policial Basado en el Humanismo con responsabilidad. No obstante, este
lineamiento de política que se vislumbra a través de los capítulos de este libro, tomará
impulso entre confl ictos, crisis, desacuerdos, pero más sobre aceptaciones actitudinales
111
que habrán de afectarnos en forma positiva, como organización humana y como individuos
particulares que hacemos parte importante de ella; el lineamiento de política, precisamente,
pretende dar luces acerca de las particularidades que al interior de la Institución deben
desarrollarse.
Un Direccionamiento Policial basado en el Humanismo con responsabilidad finalmente se
funda en el valor que representa la dignidad como bien supremo del ser humano Policía. y
la dignidad se puede defi nir de muchas maneras pero se traduce en la práctica con hechos
concretos. Los escolásticos8 afi rmaban que la expresión genuina de dignidad es el uso
responsable de la libertad. Cuando hay dignidad se asume que cada persona según su libre
albedrío obra en libertad y responsablemente. Lo que se pretende es que cada Policía
asimile y actúe con dignidad en el cumplimiento de su función, asignando especial
significado al uso de la libertad con responsabilidad.
Un Direccionamiento Policial basado en el Humanismo con responsabilidad debe llegar al
punto de encuentro del ser humano con otro, a partir del puente fundamental que genera
una verdadera convivencia. Ese punto de encuentro, ese puente, esa expresión genuina de
un ser humano hacia el entorno, hacia la naturaleza, hacia sus congéneres, y que prima
entre todos los valores, es el respeto. El respeto permite generar la consideración por los
demás y en ese sentido se demandaría que sea la característica que selle todas las
actuaciones policiales.
Un Direccionamiento Policial basado en el Humanismo con responsabilidad tiene potencial
de liderazgo institucional. Busca resultados trascendentes y efectivos y debe cerrar la
brecha entre el proyecto de vida profesional y el personal.
Finalmente y no por ello menos importante, un Direccionamiento Policial basado en el
Humanismo con resposabilidad debe rescatar y enmarcar como imperativo el lema que
gobierna nuestra Institución: Dios y Patria. Dios es el amor pleno y total, la perfección
absoluta, y la Patria es la tierra de nuestros antepasados, la tierra de nuestro presente y de
nuestro futuro. El compromiso que nos asiste, ante Dios y ante la Patria, como líderes
naturales, mujeres y hombres que tienen el valor inmenso de haber abrazado esta profesión
y haber permanecido en ella, es estar habilitados, capacitados y potencializados para
cambiar la historia de la Policía y para rectificar el rumbo de una nación atribulada durante
años por la violencia y por la muerte.
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MANUAL DE URBANIDAD Y BUENAS MANERAS
Capítulo I
De los deberes para con Dios.
I. — Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación,
y contemplar un instante los infinitos bienes y comodidades que nos ofrece la tierra, para
concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios y todo lo que debemos a su amor, a
su bondad y a su misericordia.
II. — En efecto, ¿Quién sino Dios ha creado el mundo y lo gobierna? ¿Quién ha establecido
y conserva ese orden inalterable con que atraviesa los tiempos la masa formidable y
portentosa, del universo? ¿Quién vela incesantemente por nuestra felicidad y la de todos los
objetos que nos son queridos en la tierra? y, por último, ¿quién sino EL puede ofrecernos y
nos ofrece la dicha inmensa de la salvación eterna?
III. — Le somos, pues, deudores de todo nuestro amor, de toda nuestra gratitud, y de la más
profunda adoración y obediencia; y en todas las situaciones de la vida estamos obligados a
rendirle nuestros homenajes, y dirigirle nuestros ruegos fervorosos, para que nos haga
merecedores de sus beneficios en el mundo, y de la gloria que reserva a nuestras virtudes
en el Cielo.
IV. — Dios es el ser que reúne la inmensidad de la grandeza y de la perfección; y nosotros,
aunque criaturas suyas, y destinadas a gozarle por toda una eternidad, somos unos seres
muy humildes é imperfectos; así es que nuestras alabanzas nada pueden añadir a sus
soberanos atributos. Pero El se complace en ellas y las recibe como un homenaje debido a
117
la majestad de su gloria, y como prendas de adoración y amor que el corazón le ofrece en la
efusión de sus más sublimes sentimientos; nada puede, por tanto, excusarnos de
dirigírselas.
V. — Tampoco nuestros ruegos le pueden hacer más justo, porque todos sus atributos son
infinitos, ni, por otra parte, le son necesarios para conocer nuestras necesidades y nuestros
deseos, porque El penetra en lo más íntimo de nuestros corazones; pero esos ruegos son
una expresión sincera del reconocimiento de su poder supremo y del convencimiento en
que vivimos de que El es la fuente de todo bien, de todo consuelo y de toda felicidad, y con
ellos movemos su misericordia y aplacamos la severidad de su divina justicia, irritada por
nuestras ofensas, porque El es Dios de bondad y su bondad tampoco tiene límites.
VI. — ¡Cuan propio y natural no es que el hombre se dirija a su Creador, le hable de sus
penas con la confianza de un hijo que habla al padre más tierno y amoroso, le pida el alivio
de sus dolores y el perdón de sus culpas, y con una mirada dulce y llena de unción religiosa,
le muestre su amor y su fe como los títulos de su esperanza!
VII. — Así al acto de acostarnos como al de levantarnos, elevaremos nuestra alma a Dios, le
dirigiremos nuestras alabanzas y le daremos gracias por todos sus beneficios. Le pediremos
por nuestros padres, por nuestra familia, por nuestra patria, por nuestros amigos, por
nuestros enemigos, y haremos votos por la felicidad del género humano, y especialmente
por el consuelo de los afligidos y desgraciados.
VIII. — No nos limitaremos entonces a esto, sino que recogiendo nuestro espíritu, y rogando
a Dios nos ilumine con las luces de la razón y de la gracia examinaremos nuestra
conciencia, y nos propondremos emplear los medios más eficaces para evitar las faltas que
hayamos cometido en el decurso del día.
IX. — Es también mi acto debido a Dios, y propio de un corazón agradecido, el manifestarle
siempre nuestro reconocimiento al levantarnos de la mesa. Si nunca debemos olvidarnos de
dar las gracias a la persona de quien recibimos un servicio, por pequeño que sea, ¿Con
cuánta más razón no deberemos darlas a la Providencia cada vez que nos dispensa el
mayor de los beneficios, cual es el medio de conservar la vida?.
X. — En los deberes para con Dios se encuentran refundidos todos los deberes sociales y
todas las prescripciones de la moral; así es que el hombre verdaderamente religioso es
siempre el ^modelo de todas las virtudes, el padre más amoroso, el hijo más obediente, el
esposo más fiel, el ciudadano más útil a su patria.
XI. — Y a la verdad, ¿cuál es la ley humana, cuál el principio, cuál la regla que encamine a
los hombres al bien y los aparte del mal, que no tenga su origen en los Mandamientos de
Dios, en esa ley de las leyes, tan sublime y completa cuanto sencilla y breve? ¿dónde hay
nada más conforme con el orden que debe reinar en las naciones y en las familias, con los
dictados de la justicia, con los generosos impulsos de la caridad y la beneficencia, y con
todo lo que contribuye a la felicidad del hombre sobre la tierra, que los principios contenidos
en la ley evangélica?.
XII. — Nosotros satisfacemos el sagrado deber de la obediencia a Dios guardando fielmente
sus leyes, y las que nuestra Santa Iglesia ha dictado en el uso legítimo de la divina
delegación que ejerce; y es éste al mismo tiempo el medio más eficaz y más directo para
obrar en favor de nuestro bienestar en este mundo y de la felicidad que nos espera en el
seno de la gloria celestial.
XIII. — Pero no es esto todo: los deberes de que tratamos no se circunscriben a nuestras
relaciones internar con la Divinidad. El corazón humano, esencialmente comunicativo, siente
118
una inclinación invencible a expresar sus afectos por signos y demostraciones exteriores.
Debemos, pues, manifestar a Dios nuestro amor, nuestra gratitud y nuestra adoración, con
actos públicos que, al mismo tiempo que satisfagan nuestro corazón, sirvan de un saludable
ejemplo a los que nos observan. Y como es el templo la casa del Señor y el lugar destinado
a rendirle nuestros homenajes, procuraremos visitarlo con la posible frecuencia,
manifestando siempre en él toda la devoción y todo el recogimiento que inspira tan sagrado
recinto.
XIV. — Los sacerdotes, ministros de Dios sobre la tierra, tienen la alta misión de mantener el
culto divino y de conducir nuestras almas por el camino de la felicidad eterna. Tan elevado
carácter nos impone el deber de respetarlos y honrarlos, oyendo siempre con interés y
docilidad los consejos con que nos favorezcan, cuando en nombre de su Divino Maestro y
en desempeño de su augusto ministerio nos dirijan su voz de caridad y de consuelo. El
respeto a los sacerdotes es una manifestación de nuestro respeto a Dios mismo y un signo
inequívoco de una buena educación moral y religiosa.
CAPITULO II
I. — Deberes para con nuestros padres.
I. — Los autores de nuestros días, los que recogieron y enjugaron nuestras primeras
lágrimas, los que sobrellevaron las incomodidades de nuestra infancia, los que consagran
todos sus desvelos a la difícil tarea de nuestra educación, son para nosotros los seres más
privilegiados y venerables que existen sobre la tierra.
II. — En medio de las necesidades de todo género a que está sujeta la humana naturaleza,
muchas pueden ser las ocasiones en que un hijo haya de prestar auxilios a sus padres,
endulzar sus penas, y aun hacer sacrificios a su bienestar y a su dicha; pero jamás podrá
llegar a recompensarles todo lo que les debe, jamás podrá hacer nada que le descargue de
la inmensa deuda de gratitud que para con ellos tiene contraída.
III. — Los cuidados tutelares de un padre y de una madre, son de un orden tan elevado y
tan sublime, son tan cordiales, tan desinteresados, tan constantes, que en nada se
asemejan a los demás actos de amor y benevolencia que nos ofrece el corazón del hombre,
y sólo podemos verlos como una emanación de aquellos con que la Providencia cubre y
protege a todos los mortales.
IV. — En el momento mismo en que nacemos, nuestros padres nos saludan con el ósculo
de bendición, nos prodigan sus caricias, protegen nuestra debilidad y nuestra inocencia; y
allí comienza esa serie de contemplaciones, condescendencias y sacrificios que triunfan de
todos los obstáculos, de todas las vicisitudes y aun de la misma ingratitud y que no termina
sino con la muerte.
V. — Nuestros primeros años roban a nuestros padres toda su tranquilidad y los privan a
cada paso de los goces y comodidades de la vida social. Durante aquel período de nuestra
infancia, en que la naturaleza nos niega la capacidad de atender por nosotros mismos a
nuestras necesidades y en que, demasiado débiles e impresionables nuestros órganos,
cualquier ligero accidente puede ocasionarnos una enfermedad y aun la muerte misma, sus
afectuosos y constantes cuidados suplen nuestra impotencia y nos defienden de los peligros
que por todas partes nos rodean.
VI. — Cuántas inquietudes, cuántas alarmas, cuantas lágrimas no les cuestan nuestras
dolencias! ¡Cuánta vigilancia no tienen que oponer a nuestra imprevisión! ¡Cuán inagotable
no debe ser su paciencia para cuidar de nosotros y procurar nuestro bien, en lucha abierta
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siempre con la absoluta ignorancia y la voluntad caprichosa y turbulenta de los primeros
años!
VII. — Apenas descubren en nosotros un destello de razón, ellos se apresuran a dar
principio a nuestra educación moral e intelectual; y son ellos los que imprimen en nuestra
alma las primeras ideas, las cuales nos sirven de base para todos los conocimientos
ulteriores, y de norte para emprender el espinoso camino de la vida.
VIII. — Su primer cuidado es hacernos conocer a Dios. ¡Qué sublime, qué augusta, qué
sagrada aparece entonces la misión de un padre y de una madre! El corazón rebosa de
gratitud y de ternura, al considerar que fueron ellos los que nos hicieron formar idea de ese
ser infinitamente grande, poderoso y bueno, ante el cual se prosterna el universo entero, y
nos ensenaron a amarle, a adorarle y a pronunciar sus alabanzas.
IX. — Después que nos hacen saber que somos criaturas de ese ser imponderable,
ennobleciéndonos así ante nuestros propios ojos y santificando nuestro espíritu, ellos no
cesan, de proporcionarnos conocimientos útiles de todo género, con los cuales vamos
haciendo el ensayo de la vida, y preparándonos para concurrir al total desarrollo de nuestras
facultades.
X. — En el laudable y generoso empeño de enriquecer nuestro corazón de virtudes, y
nuestro entendimiento de ideas útiles a nosotros mismos y a nuestros semejantes, ellos no
omiten esfuerzo alguno por proporcionarnos la enseñanza.
Por muy escasa que sea su fortuna, y aun sometiéndose a duras privaciones, siempre
hacen los castos indispensables para presentarnos en los establecimientos de educación,
proveernos de libros y pagar a nuestros maestros.
¡Y cuántas veces los vemos someterse gustosos a toda especie de privaciones, para
impedir que se interrumpa el curso de nuestros estudios!
XI. — Terminada nuestra educación, y formados ya nosotros a costa de tantos desvelos y
sacrificios, no por eso nuestros padres nos abandonan a nuestras propias fuerzas. Su
sombra protectora y benéfica nos cubre toda la vida, y sus cuidados, como ya hemos dicho,
no se acaban sino con la muerte.
XII. — Si durante nuestra infancia, nuestra niñez y nuestra juventud, trabajaron asiduamente
para alimentarnos, vestirnos, educarnos y facilitarnos toda especie de goces inocentes, ellos
no se desprenden en nuestra edad madura de la dulce tarea de hacemos bien.
Xlll. — Nuestros padres son al mismo tiempo nuestros primeros y más sinceros amigos,
nuestros naturales consultores, nuestros leales confidentes. El egoísmo, la envidia, la
hipocresía, y todas las demás pasiones tributarias del interés personal, están excluidas de
sus relaciones con nosotros, así es que nos ofrecen los frutos de su experiencia y de sus
luces sin reservamos nada, y sin que podamos Jamás recelamos de que sus consejos
puedan tener otro fin que nuestro bien y nuestra felicidad.
XIV. — Las lecciones que han recibido en la escuela de la vida, los descubrimientos que han
hecho en las ciencias y en las artes, los secretos útiles que poseen, todo es para nosotros,
todo nos lo transmiten, todo lo destinan siempre a la obra predilecta de nuestra felicidad. Y
si los vemos, aun en edad avanzada, trabajar con actividad y con ahínco en la conservación
y adelanto de sus propiedades, fácil es comprender que nada los mueve menos que su
utilidad personal: ¡sus hijos!... si, el porvenir de sus queridos hijos, he aquí el estímulo que
les da fuerza en la misma ancianidad.
XV. — Si, pues, son tantos los beneficios que recibimos de nuestros padres, si su misión es
tan sublime y su amor tan grande, ¿cuál será la extensión de nuestros deberes para con
120
ellos? ¡Desgraciado de aquel que al llegar al desarrollo de su razón, no lo haya medido ya
con la noble y segura escala de la gratitud! Porque, a la verdad, el que no ha podido
comprender para entonces todo lo que debe a sus padres, tampoco habrá comprendido lo
que debe a Dios; y para las almas ruines y desconocidas no hay felicidad pasible ni en esta
vida ni en XXX
XVI. — Debemos, pues gozarnos en el cumplimiento de los débiles que nos han impuesto
para con nuestros padres las leyes divinas y la misma naturaleza.
Amarlos, honrarlos, respetarlos y obedecerlos; he aquí estos grandes y sagrados deberes,
cuyo sentimiento se desarrolla en nosotros desde el momento en que llegamos al uso de la
razón.
XVII- — En todas ocasiones debe sernos altamente satisfactorio testificarles nuestro amor
con las demostraciones más córchales y expresivas; pero cuando se encuentran
combatidos por la desgracia, cuando el peso de la vejez los abruma y los reduce a ese
estado de impotencia en que tanto necesitan de nuestros cuidados, recordemos cuánto les
debemos, consideremos cuanto no harían ellos por aliviarnos a nosotros y con cuánto
bondad sobrellevarían nuestras miserias, y no le escaseemos nada en sus necesidades, ni
creamos nunca que hemos empleado demasiado sufrimiento en las incomodidades que nos
ocasionen sus cansados años.
XVIII. — Nuestro acendrado amor debe, naturalmente, conducirnos a cubrirlos siempre de
honra, contribuyendo por cuantos medios estén a nuestro alcance a su estimación social, y
ocultando cuidadosamente de los extraños las faltas a que como seres humanos pueden
estar sujetos, porque, LA GLORIA DEL HIJO ES EL HONOR DEL PADRE.
XIX. — Nuestro respeto debe ser profundo e inalterable, sin que podamos jamás permitirnos
la más ligera falta que lo profane, aun cuando lleguemos a creerlos alguna vez apartados de
la senda de la verdad y de la justicia, y aun cuando la desgracia los haya condenado a la
demencia o a cualquiera otra situación lamentable que los despoje de la consideración de
los demás. Siempre son nuestros padres y a nosotros no nos toca otra cosa que
compadecerlos, llorar sus miserias y colmarlos de atenciones delicadas y de
contemplaciones.
XX. — Respecto a nuestra obediencia, ella no debe reconocer otros límites que los de la
razón y la moral, debiendo hacerles nuestras observaciones de una manera dulce y
respetuosa, siempre que una dura necesidad nos obligue a separarnos de sus preceptos.
Pero, guardémonos de constituirnos inconsiderada y abusivamente en jueces de estos
preceptos, los cuales serán rara vez de tal naturaleza que puedan justificar nuestra
oposición, sobre todo en nuestros primeros años, en que sería torpe desacato el creernos
capaces de juzgar la conducta de nuestros padres.
XXI. — Hallase comprendido en estos deberes el respetó a nuestros mayores,
especialmente a aquellos a quienes la venerable senectud acerca ya al término de la vida y
les da derecho a las más rendidas y obsequiosas atenciones.
XXII. — También están aquí comprendidas nuestras obligaciones para con nuestros
maestros, a quienes debemos amor, obediencia y respeto, como delega dos que son de
nuestros padres en el augusto ministerio de ilustrar nuestro espíritu y formar nuestro
corazón en el honor y la virtud.
XXIII. — ¡Cuan venturosos días debe esperar sobre la tierra el hijo amoroso y obediente, el
que ha honrado a los autores de su existencia, el que los ha socorrido en el infortunio, el
que los ha confortado en su ancianidad. Los placeres del mundo serán para él siempre
121
puros, como en la mañana de la vida: en la adversidad encontrará los consuelos de la
buena conciencia, y aquella fortaleza que desarma las iras de la fortuna; y nada habrá para
él más sereno y tranquilo que la hora de la muerte, seguro como está de haber hecho el
camino de la eternidad a la sombra de las bendiciones de sus padres. ¡En aquella hora
suprema en que ha de dar cuenta al Creador de todas sus acciones, los títulos de un buen
hijo aplacarán la justicia divina y le alcanzarán misericordia!
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desgraciados; y en general, contribuyendo a todos aquellos objetos que requieren la
cooperación de todos los ciudadanos.
VIII. — Pero en los momentos de conflicto, cuando la seguridad pública está amenazada,
cuando peligra la libertad o la independencia nacional, cuando la patria nos llama en su
auxilio, nuestros deberes se aumentan con otros de un orden muy superior. Entonces la
patria cuenta con todos sus hijos sin limitación y sin reserva; entonces los gratos recuerdos
adheridos a nuestro suelo, los sepulcros venerandos de nuestros antepasados, los
monumentos de sus virtudes, de su grandeza y de su gloria, nuestras esperanzas, nuestras
familias indefensas, los ancianos, que fijan en nosotros su mirada impotente y congojosa y
nos contemplan como sus salvadores, todo viene entonces a encender en nuestros pechos
el fuego sagrado del heroísmo, y a inspirarnos aquella abnegación sublime que conduce al
hombre a los peligros y a la inmortalidad. Muestro reposo, nuestra fortuna, cuanto
poseemos, nuestra vida misma pertenecen a la patria en sus angustias, pues nada nos es
lícito reservarnos en el común conflicto.
IX. — Muertos nosotros en defensa de la sociedad en que hemos nacido, ahí quedan
nuestras familias y tantos inocentes a quienes habremos salvado, en cuyos pechos,
inflamados de gratitud, dejaremos un recuerdo imperecedero que se irá transmitiendo de
generación en generación: ahí queda la historia de nuestro país, que inscribirá nuestros
nombres en el catálogo de sus libertadores; ahí queda a nuestros conciudadanos un noble
ejemplo que imitar, y que aumentará los recuerdos que hacen tan querido el suelo natal. Y
respecto de nosotros, recibiremos sin duda en el Cielo el premio de nuestro sacrificio;
porque nada puede ser más recomendable ante los ojos del Dios justiciero, que ese
sentimiento en extremo generoso y magnánimo, que nos hace preferir la salvación de la
patria a nuestra propia existencia.
124
X. — Y si tan sublimes son estos deberes cuando los ejercemos sin menoscabo de nuestra
hacienda, de nuestra tranquilidad y sin comprometer nuestra existencia, ¿a cuánta altura no
se elevará el corazón del hombre que por el bien de sus semejantes arriesga su fortuna, sus
comodidades y su vida misma? Estos son los grandes hechos de aquellos a quienes la
historia de todas las naciones ha consagrado en todos tiempos el título glorioso e
imperecedero de bienhechores de la humanidad, y es en su abnegación y en su ardiente
amor a los hombres, donde se refleja aquel amor incomparable que condujo al Divino
Redentor a morir en los horrores del más bárbaro suplicio.
XI. — Busquemos, pues, en la caridad cristiana la fuente de todas las virtudes sociales:
pensemos siempre que no es posible amar a Dios sin amar también al hombre, que es su
criatura predilecta, y que la perfección de este amor está en la beneficencia y en el perdón a
nuestros enemigos; y veamos en la práctica de estos deberes, no sólo el cumplimiento de
un mandato divino sino el más poderoso medio de conservar el orden de las sociedades, y
de alcanzar la tranquilidad y la dicha que nos es dado gozar en este mundo.
CAPITULO III
De los deberes para con nosotros misinos.
I. — Si hemos nacido para amar y adorar a Dios, y para aspirar a más altos destinos que los
que nos ofrece esta vida perecedera y calamitosa; si nos debemos también a nuestros
semejantes y en especial a nuestros padres, a nuestra familia y a nuestra patria, y si tan
graves e imprescindibles son las funciones que nuestro corazón y nuestro espíritu tienen
que ejercer, para corresponder dignamente a las miras del Creador, es una consecuencia
necesaria que nos encontremos constituidas en el deber de instruirnos, de conservarnos y
de moderar nuestras pasiones.
II. — La importancia de estos deberes está implícitamente reconocida en el simple
reconocimiento de los de más deberes, los cuales nos sería imposible cumplir, si la luz del
entendimiento no nos guiase en todas nuestras operaciones, si no cuidásemos de nuestra
salud, y si no trabajásemos constantemente en precavernos de la ira, de la venganza, de la
envidia, de la ingratitud, y todos los demás movimientos irregulares a que desgraciadamente
está sujeto el corazón humano.
III. — ¿Cómo podríamos concebir la grandeza de Dios, sin detenernos con una mirada
inteligente a con templar la magnificencia de sus obras y admirar en el espectáculo de la
naturaleza todos los portentos y maravillas que se ocultan a la ignorancia? Sin ilustrar
nuestro entendimiento, sin adquirir por lo menos aquellas nociones generales que son la
base de todos los conocimientos, y la antorcha que nos ilumina en el sendero de la
perfección moral, necesariamente habrían de ser confusas y obscuras nuestras ideas
acerca de nuestras relaciones con la Divinidad, de los verdaderos caracteres de la virtud y
del vicio, y de los medios de felicidad conque la Providencia ha favorecido en este mundo a
sus criaturas.
IV. — La mayor parte de las desgracias que afligen a la humanidad, tienen su origen en la
ignorancia y pocas veces llega un hombre al extremo de la perversidad, sin que en sus
primeros pasos haya sido guiado por ideas erróneas, por principios falsos o por el
desconocimiento absoluto de sus deberes religiosos y sociales.
V. — La ignorancia corrompe con su hálito impuro todas las fuentes de la virtud, todos los
sentimientos del corazón, y convierte muchas veces en daño del individuo y de la sociedad
las más bellas disposiciones naturales. Por el contrario, la ilustración aprovecha todas las
125
buenas dotes con que hemos nacido, y nos encamina al bien y a la felicidad, mostrándonos
el crimen en toda su enormidad y la virtud en todo su esplendor.
VI. — En cuanto al deber de la propia conservación, la naturaleza misma nos indica hasta
qué punto es importante cumplirlo, pues el dolor, que martiriza nuestra carne y enerva
nuestras fuerzas, nos sale siempre al frente al menor de nuestros excesos y extravíos, La
salud y la robustez del cuerpo son absolutamente indispensables para entregarnos, en
calma y con provecho a todas las operaciones mentales que nos dan por resultado la
instrucción en todos los ramos del saber humano; y sin salud y robustez, en medio de
angustias y sentimientos, tampoco nos es dado entregarnos a contemplar los atributos
divinos, a rendir al Ser Supremo los homenajes que le debemos, a corresponder a nuestros
padres en sus beneficios, a servir a nuestra familia y a nuestra patria, a prestar apoyo al
menesteroso, a llenar, en fin, ninguno de los deberes que constituyen nuestra noble misión
sobre la tierra.
VII. — A pesar de todas las contradicciones que experimentamos en este mundo, a pesar de
todas las amarguras y sinsabores a que vivimos sujetos, la religión nos manda creer que la
vida es un bien; y mal podríamos calificarla de otro modo, cuando además de ser el primero
de los dones del Cielo, a ella está siempre unido un sentimiento innato de felicidad, que nos
hace ver en la muerte la más grande
de todas las desgracias. La salud del cuerpo sirve también de base a la salud del alma.
Debemos, pues, apartarnos de todo aquello que pueda poner en riesgo nuestra existencia, y
conservarla por todos los medios que estén a nuestro alcance, así por gratitud hacia el
Creador, de quien la hemos recibido, como para ser útiles a nuestros padres, a nuestra
familia y a todos nuestros semejantes.
VTII. — En cuanto a los desgraciados que atentan contra su vida tan sólo con el fin de
abandonarla, son excepciones monstruosas, hijas de la ignorancia y de la más espantosa
depravación de las costumbres. El hombre que huye de la vida por sustraerse a los rigores
del infortunio es el último y el más degradado de todos los seres. Desprecia los bienes de la
Providencia, sus leyes sacrosantas y sus bondadosas promesas de una vida futura. De
ordinario, el suicidio no ha tenido otro origen que el total abandono de las creencias y de los
deberes religiosos.
IX. — En vista de lo que es necesario hacer para agradar a Dios, para ser buenos hijos y
buenos ciudadanos, y para cultivar el hermoso campo de la caridad cristiana, natural es
convenir en que debemos emplear, nuestra existencia entera en la noble tarea de dulcificar
nuestro carácter, y de fundar en nuestro corazón el suave imperio de la continencia, de la
mansedumbre, de la paciencia, de la tolerancia y de la generosa beneficencia.
X. — La posesión de los principios religiosos y sociales, y el reconocimiento y la práctica de
los deberes que de ellos se desprenden, serán siempre la ancha base de todas la virtudes y
de las buenas costumbres, pero, pensamos que en las contradicciones de la suerte y en las
flaquezas de los hombres, encontraremos a cada paso el escollo de nuestras mejores
disposiciones, y que sin vivir armados contra los arranques de la cólera, del orgullo y del
odio, jamás podremos aspirar la perfección moral
XI. — En las injusticias de los hombres no veamos sino el reflejo de nuestras propias
injusticias: en sus debilidades, el de nuestras propias miserias. Son hombres como
nosotros, y nuestra tolerancia para con ellos será la medida, no sólo de la tolerancia que
encontrarán nuestras propias faltas en este mundo, sino de mayores y más sólidas
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recompensas que están ofrecidas a todos nuestros sufrimientos y sacrificios, en el seno de
la vida perdurable.
XII. — El hombre instruido conocerá a Dios, se conocerá a sí mismo, y conocerá a los
demás hombres: el que cuide de su salud y de su existencia, vivirá para Dios, para sí mismo
y para sus semejantes: el que refrena sus pasiones, complacerá a Dios, labrará su propia
tranquilidad y su propia dicha, y contribuirá a la tranquilidad y a la dicha de los demás. He
aquí, pues, compendiados en estos tres deberes, todos los deberes y todas las virtudes: la
gloria de Dios, y la felicidad de los hombres.
URBANIDAD
CAPITULO I
Principios generales
I. — Llamase URBANIDAD el conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar
dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás
la benevolencia, atención y respeto que le son debidos.
II. — La urbanidad es una emanación de los deberes morales, y como tal, sus
prescripciones tienden todas a la conservación del orden y de la buena armonía que deben
reinar entre los hombres y estrechar los lazos que los unen, por medio de impresiones
agradables que produzcan los unos sobre los otros.
III. — Las reglas de la urbanidad nos enseñan a ser metódicos y exactos en el cumplimiento
de nuestros deberes sociales: a dirigir nuestra conducta de manera que a nadie causemos
mortificación o disgusto; a tolerar los caprichos y debilidades de los hombres; a ser atentos,
afames y complacientes, sacrificando, cada vez que sea necesario y posible, nuestros
gustos y comodidades a los ajenos gustos y comodidades; a tener limpieza y compostura en
nuestras personas, en nuestros vestidos y en nuestra habitación, para fomentar nuestra
propia estimación y merecer la de los demás, y a adquirir, en suma, aquel tacto fino y
delicado que nos hace capaces de apreciar en sociedad todas las circunstancias, y
proceder con arreglo a lo que cada una exige.
IV. — Por medio de un atento estudio de las reglas de la urbanidad, y por el contacto con las
personas cultas y bien educadas, llegamos a adquirir lo que especialmente se llama buenas
maneras o buenos modales, lo cual no es otra cosa que la decencia, moderación y
oportunidad en nuestras acciones y palabras, y aquella delicadeza y gallardía que aparecen
en todos nuestros movimientos exteriores, revelando la suavidad de las costumbres y la
cultura del entendimiento.
V. — La etiqueta es una parte esencialísima de la urbanidad. Dase este nombre al
ceremonial de usos, estilos y costumbres que se observan en las reuniones de carácter
elevado y serio, y en aquellos actos cuya solemnidad excluye todos los grados de la
familiaridad y la confianza.
VI. — Por extensión se considera igualmente la etiqueta, como el conjunto de cumplidos y
ceremonias que debemos emplear con todas las personas, en todas las situaciones de la
vida. Esta especie de etiqueta comunica al trato en general, aun en medio de la más íntima
confianza, cierto grado de circunspección que no excluye la expansión del alma ni los actos
más afectuosos del corazón, pero que tampoco admite aquella familiaridad sin reserva y sin
freno que relaja los resortes de la estimación y del respeto, base indispensable de todas las
relaciones sociales.
127
VII. — De lo dicho se deduce que las reglas generales de la etiqueta, deben observarse en
todas las cuatro secciones en que están divididas nuestras relaciones sociales, a saber: la
familia o el círculo doméstico: las personas extrañas de confianza: las personas con quienes
tenemos poca confianza; y aquellas con quienes no tenemos ninguna.
VIII. — Nada hay sin embargo, más repugnante que la exageración de la etiqueta. Si bien la
mal entendida confianza destruye, como hemos dicho, la estimación y el respeto que todos
nos debemos, la falta de discreta naturalidad puede convertirlas ceremonias de la etiqueta
en una ridícula afectación.
IX — Grande debe ser nuestro cuidado en limitarnos a usar con cada persona de la suma
de confianza a que racionalmente nos consideremos autorizados. Todo exceso en este
punto es propio de almas vulgares, y nada contribuye más eficazmente a relajar, y aun a
romper los lazos de la amistad.
X. — Las leyes de la urbanidad, en cuanto se refieren a la dignidad y decoro personal y a
las atenciones que debemos a los demás, rigen en todos los tiempos y en todos los países
civilizados de la tierra; pero en ciertos casos pueden estar sujetas a la índole, a las
inclinaciones y aun a los caprichos de cada pueblo.
XI. — Es una regla importante de urbanidad, el someternos estrictamente a los usos de
etiqueta que encontremos establecidos en los diferentes pueblos que visitemos, y aun en
los diferentes círculos de un mismo pueblo donde se observen prácticas que les sean
peculiares.
Xll. — El imperio de la moda, a que debemos someternos en cuanto no se aparte de la
moral y de las buenas costumbres, influye también en los usos y ceremonias pertenecientes
a la etiqueta propiamente dicha, haciendo variar a veces en un mismo país la manera de
proceder en ciertos actos y situaciones sociales.
XIII. — Siempre que en sociedad ignoremos la manera de proceder en casos dados,
sigamos el ejemplo de personas más cultas que en ella se encuentren; y cuando esto no
nos sea posible, decidámonos por la conducta más seria y circunspecta.
XIV. — El hábito de respetar las convenciones sociales contribuye también a formar en
nosotros el tacto social, el cual consiste en aquella delicada mesura que empleamos en
todas nuestras acciones y palabras, para evitar hasta las más leves faltas de dignidad y
decoro: complacer siempre a todos y no desagradar jamás a nadie.
XV. — Las atenciones y miramientos que debemos a los demás, no pueden usarse de una
manera igual con todas las personas indistintamente. La urbanidad estima la sociedad y el
mismo Dios; así es que obliga a dar preferencia a unas personas sobre otras, según su
edad, el predicamento de que gozan, el rango que ocupan, la autoridad que ejercen y el
carácter de que están vestidas.
XVI. — Según esto, los padres y los hijos, los obispos y los demás sacerdotes, los
magistrados y los particulares, los ancianos y los jóvenes, las señoras y las señoritas, la
mujer y el hombre, el jefe y el subalterno, y en general, todas las personas entre las cuales
existen desigualdades legítimas y racionales, exigen de nosotros actos diversos de civilidad
que se indicarán más adelante, basados en los dictados de la justicia y de la sana razón, y
en las prácticas que rigen entre gentes cultas y bien educadas.
XVII. — Hay ciertas personas para con las cuales nuestras atenciones deben ser más
exquisitas que para con el resto de la sociedad, y son los hombres virtuosos que han caído
en desgracia. Debemos manifestarles con actos bien marcados de civilidad, que sus
virtudes suplen en ellos las deficiencias de la fortuna.
128
XV III. — La civilidad presta encantos a la virtud misma; y haciéndola de este modo
agradable y comunicativa, le conquista partidarios e imitadores en bien de la moral y de las
buenas costumbres.
XIX. — La civilidad presta igualmente sus encantos a la sabiduría. Al hombre instruido no le
bastan sus conocimientos científicos, por extensos que sean, para hacerse agradable en
sociedad: necesita para ello poseer además las dotes de una buena educación, mostrarse
siempre atento, amable y complaciente.
XX. — La urbanidad necesita a cada paso del ejercicio de una gran virtud, que es la
paciencia. Y a la verdad, poco adelantaríamos con estar siempre dispuestos a hacer en
sociedad todos los sacrificios necesarios para complacer a los demás, si en nuestros actos
de condescendencia se descubriera la violencia que nos hacíamos, y el disgusto de
renunciar a nuestras comodidades, a nuestros deseos, o a la idea ya consentida de disfrutar
de un placer cualquiera.
XXI. — La mujer encierra en su ser todo lo que hay de más bello o interesante en la
naturaleza humana, y esencialmente dispuesta a la virtud, por su conformación física y
moral y por la vida apacible que lleva, en su corazón encuentran digna morada las más
eminentes cualidades sociales. Pero la naturaleza no le ha concedido este privilegio, sino en
cambio de grandes privaciones y sacrificios y de gravísimos compromisos con la moral y
con la sociedad; y si aparecen en ella con mayor brillo y realce las dotes de buena
educación, de la misma manera resaltan en todos sus actos, como la más leve mancha en
el cristal, hasta aquellos defectos insignificantes que en el hombre pudieran alguna vez
pasar inadvertidos.
XXlI. — Piensen, pues, las jóvenes que se educan, que su alma, templada por el Creador
para la virtud, debe nutrirse únicamente con los conocimientos útiles que sirven a ésta de
precioso ornamento: que su corazón, nacido para hacer la felicidad de los hombres, debe
caminar a su noble destino por la senda de la religión y del honor; y que en las gracias, que
todo pueden embellecerlo y todo pueden malograrlo, tan sólo deben buscar aquellos
atractivos que se hermanan bien con el pudor y la inocencia.
XXIII. — La mujer tendrá por seguro norte, que las reglas de la urbanidad adquieren,
respecto de su sexo, mayor grado de severidad que cuando se aplican a los hombres; y en
la imitación de los que poseen una buena educación sólo deberá fijarse en aquellas de sus
acciones y palabras que se ajusten a la extremada delicadeza y demás circunstancias que
le son peculiares. Así como el hombre que tomase el continente y los modales de la mujer,
aparecería tímido y encogido, de la misma manera, la mujer que tomara el aire
desembarazado del hombre, aparecería inmodesta y descomedida.
XXIV. — Para llegar a ser verdaderamente cultos y corteses, no nos basta conocer
simplemente los preceptos de la moral y de la urbanidad: es, además, indispensable que
vivamos poseídos de la firme intención de acomodar a ellos nuestra conducta, y que
busquemos la sociedad de las personas virtuosas y bien educadas, e imitemos sus
prácticas en acciones y palabras.
XXV. — En ningún caso nos es lícito faltar a las reglas más generales de la civilidad
respecto de las personas que por algún motivo creare os indignas de nuestra consideración
y amistad. La benevolencia, la generosidad y nuestra propia dignidad, nos prohíben
mortificar jamás a nadie; y cuando estamos en sociedad, nos lo prohíbe también el respeto
que débenos a las demás personas que la componen.
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XXVI. — Consideremos, por último, que codos los hombres tienen defectos, y que no por
esto debemos dejar de apreciar sus buenas cualidades. Aun respecto de aquellas prendas
que no poseen, y de que rin embargo suelen envanecerse sin ofensa de nadie, la civilidad
nos prohíbe manifestarles directa ni indirectamente que no se las concedamos. Nada
perderemos con dejar a cada cual en la idea que de sí mismo tenga formada; al paso que
muchas veces seremos nosotros mismos objeto de esa especie de consideraciones, pues
todos tenemos caprichos y debilidades que necesitan la tolerancia de los demás.
CAPITULO II
Del aseo.
ARTICULO I. — Del aseo en nuestra persona
I. — El aseo es una gran base de estimación social y contribuye poderosamente a la
conservación de la salud. Nada hay, por otra parte, que comunique mayor grado de belleza
y elegancia a cuanto nos concierne, que el aseo y la limpieza. Los hábitos del aseo revelan
además hábitos de orden, de exactitud y de método en; los demás actos de la vida.
II. — El aseo en nuestra persona debe hacer un gran papel en nuestras diarias
ocupaciones; y nunca dejaremos de destinarle la suma de tiempo que nos reclame, por
grande que sea la entidad y el número de negocios a que vivamos consagrados.
III. — Así como no debemos nunca entregarnos al sueño sin alabar a Dios y darle gracias
por todos sus beneficios, lo que podría llamarse asear el alma, tratando de despojarla por
medio de la oración, de las manchas que las pasiones han podido arrojar en ella durante el
día, tampoco debemos entrar nunca en la cama sin asear nuestro cuerpo, no sólo para la
satisfacción que produce la propia limpieza,, sino a fin de estar decentemente prevenidos
para cualquier accidente que pueda ocurrimos en medio de la noche.
IV. — Al acto de levantarnos, luego que hayamos llenado el deber de alabar a Dios y de
invocar su asistencia para que dirija nuestros pasos en el día que comienza, asearemos
también nuestro cuerpo, todavía más cuidadosamente que al acostamos.
V. — Es posible que alguna vez no podamos asearnos bien antes de entrar en la cama,
porque el sueño o cualquier otra circunstancia propia de la hora nos lo impida; más al
levantarnos, no lo omitamos jamás. Entonces nos lavaremos la cara con dos aguas, los
ojos, los oídos interior y exteriormente, todo el cuello alrededor, etc., etc. nos limpiaremos la
cabeza y nos peinaremos.
VI. — No nos limitaremos a lavarnos la cara al acto de levantarnos: repitamos esta
operación por lo menos una vez en el día, y además, en todos aquellos casos
extraordinarios en que la necesidad así lo exija. Acostumbrémonos a usar los baños
llamados de aseo que son aquellos en que introducimos todo el cuerpo en el agua con el
objeto principal de aseamos, o bien los baños de regadera o ducha.
VII. — Como los cabellos se desordenan tan fácilmente, es necesario que tampoco nos
limitemos a peinarlos por la mañana, sino que lo haremos además todas las veces que
advirtamos no tenerlos completamente arreglados.
VIII. — Al acto de levantarnos, debemos hacer gárgaras, lavarnos la boca, limpiar
escrupulosamente nuestra dentadura interior y exteriormente. Los cuidados que empleemos
en el aseo de la boca, jamás serán excesivos.
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IX. — Después que nos levantemos de la mesa, y siempre que hayamos comido algo,
limpiemos igualmente nuestra dentadura; pero nunca delante de los extraños ni por la calle,-
pues esto no está admitido entre la gente culta.
X. — Nuestras manos nos sirven para casi todas las operaciones materiales de la vida, y
son por lo tanto la parte del cuerpo que más expuesta se halla a perder su limpieza.
Lavémoslas, pues, con frecuencia durante el día, y por de contado, todas las ocasiones en
que tengamos motivo para sospechar siquiera que no se encuentran perfectamente
aseadas.
XI. — Las uñas deben ser recortadas cada vez que su crecimiento llegue al punto de
oponerse al aseo; y en tanto que no se recorten, examínense a menudo, para limpiarlas en
el momento en que hayan perdido su natural blancura.
XII. — Algunas personas suelen contraer el hábito de recortarse las uñas con los dientes.
Esta es una grave falta contra el aseo, porque, así se impregnan los dedos de la humedad
de la boca, con la cual el hombre fino y delicado no pone jamás en contacto otros cuerpos
que aquellos que sirven a satisfacer las necesidades de la vida.
XIII. — Es, según esto, contrario al aseo y a la buena educación, el humedecerse los dedos
en la boca para facilitar la vuelta de las hojas de un libro, la separación de varios papeles, o
la distribución d loa naipes en juego.
XIV. — Es también una falta contra el aseo el llevar la mano a la boca al estornudar, toser,
etc. De esta manera se conseguirá, sin duda, no molestar a las personas que estén delante,
pero la mano quedara necesariamente desaseada; y ambos males están evitados por medio
del pañuelo, que es el único que debe emplearse en semejantes casos.
XV. — No acostumbremos a llevar la mano a la cabeza, ni introducirla por debajo de la ropa
con ningún objeto, y mucho menos con el de rascamos. Todos estos actos son asquerosos,
altamente inciviles cuando se ejecutan delante de otras personas.
XVI. — También son actos asquerosos e inciviles el eructar, el limpiarse los labios con las
manos después de haber escupido, y sobre todo el mismo acto de escupir, que sólo las
personas poco instruidas en materias de educación creen imprescindible, y que no es más
que un mal hábito que jamás se verá entre personas cultas.
XVII. — El que se ve en la necesidad de eructar o escupir, debe proceder de una manera
tan cauta y delicada, que, si es posible, las personas que estén delante no lleguen a
percibirlo.
XVIII. — Ya hemos dicho que las reglas de la urbanidad son más severas cuando se aplican
a la mujer; pero no podemos menos de llamar aquí especialmente la atención del bello
sexo, hacia el acto de escupir y hacia el todavía más repugnante de esgarrar. La mujer que
escupe produce siempre una sensación extraordinariamente desagradable, y la que esgarra
eclipsa su belleza, y echa por tierra todos sus atractivos.
XIX. — Procuremos no emplear en otros usos el pañuelo que destinemos para sonamos,
llevando siempre con nosotros, si no nos es absolutamente imposible, otro pañuelo que
aplicamos a enjugarnos el sudor y a los demás usos que puedan ocurrirnos.
XX. — No usemos más que una sola cara del pañuelo destinado para sonarnos. Cuando se
emplean ambas indiferentemente, es imposible conservar las manos aseadas.
XXl. — Hay quienes contraen el horrible hábito de observar atentamente el pañuelo
después de haberse sonado. Ni ésta, ni ninguna otra operación está permitido un acto que
apenas nos hace tolerable una imprescindible o imperiosa necesidad.
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XXII. — Es imponderablemente asqueroso escupir en el pañuelo, y no se concibe como es
que algunos autores de urbanidad hayan podido recomendar uso tan sucio y tan chocante.
XXIII. — Jamás empleemos los dedos para limpiarnos los ojos, los oídos, los dientes, ni
mucho menos las narices.
XXIV. — No nos olvidemos de asearnos con un pañuelo ambos lagrimales tres o cuatro
veces al día y siempre que se hayan humedecido nuestros ojos por la risa, el llanto, o
cualquiera otro accidente.
XXV. — También limpiaremos con el pañuelo tres o cuatro veces al día los ángulos de los
labios donde suele depositarse una parte de la humedad de la boca que el aire congela, y
que hace mala impresión a la vista.
XXVI. — Cuando al acercarnos a una casa adonde vayamos a entrar, nos sintamos
transpirados, enjuguémonos el sudor del rostro antes de llamar a la puerta; pues siempre
será bien que evitemos en todo lo posible el ejecutar esta operación en sociedad.
133
VIII. — No sólo no pretenderemos, sino que no permitiremos que una persona toque
siquiera con sus manos lo que de alarma manera se haya impregnado de la humedad de
nuestra boca.
IX. — No ofrezcamos a nadie nuestro sombrero, ni ninguna otra pieza de nuestros vestidos
que hayamos usado, ni objeto alguno de los que tengamos destinados para el aseo de
nuestra persona.
X. — Tan sólo obligados por una dura necesidad, usaremos de aquellos objetos ajenos que
naturalmente ha de ser desagradable a sus dueños el continuar usando.
XI. — No toquemos con nuestras manos, ni menos con nuestros labios, ni con nada que
haya entrado ya en nuestra boca, aquellos objetos que otro ha de comer o beber.
XII. — El aseo respecto del agua de beber, es un punto en que pone un especial esmero la
gente bien educada; y jamás se verá una persona fina que no respete altamente los
tinajeros, ni menos que vaya a las casas ajenas a incurrir en faltas que exciten aseo a los
demás, tales como prescindir del cántaro destinado para llenar el vaso e introducir éste en
la tinaja junto con parte de la mano, beber en el mismo cántaro sacar más agua de la
necesaria y dejar en el vaso la sobrante, etc.
XIII. — Es incivilidad el excitar a una persona a que guste o huela alguna cosa que haya de
producirle una sensación desagradable. Y téngase presente que desde el momento en que
se rehúsa probar u oler alero, sea o no agradable por su naturaleza, ya toda instancia es
contraria a la buena educación.
XIV. — Si, como hemos viste el acto de escupir es inadmisible en la propia habitación, ya
puede considerarse cuánto no lo será en la ajena. Apenas se concibe que haya personas
capaces de manchar de este modo los suelos de las casas que visitan, y aun los petates y
alfombras conque los encuentran cubiertos.
XV. — Personas hay que, no limitándose a escupir pisan lucero la saliva, de modo que
dejan en el suelo una fea mancha. Este es también un acto del todo contrario al aseo, por
más que lo hayan recomendado algunos autores como recría de urbanidad.
XVI. — Al entrar en una casa, procuremos limpiar la suela de nuestro calzado, si tenemos
motivo para temer que a ella se hayan adherido algunas suciedades; y al penetrar en una
pieza de recibo, frotemos siempre calzado en un ruedo o felpudo que encontraremos en la
parte exterior de la puerta, a fin de que nuestras pisadas no ofendan ni ligeramente el aseo
de los suelos.
XVII. — Nunca nos sentemos sin estar seguros de encontrarse el asiento enteramente
desocupado; pues sería imperdonable descuido el sentarnos sobre un pañuelo, o sobre
cualquiera otro objeto de esta naturaleza perteneciente a otra persona.
XVIII. — Cuidemos de no recostar nuestra cabeza en el respaldo de los asientos, a fin de
preservarlos de la grasa de los cabellos.
XIX. — En general, trataremos siempre con extremada delicadeza todos los muebles,
alhajas y objetos de adorno de las casas ajenas, evitando en todo lo posible el tocarlos con
nuestras manos, pues esto se opone a su estado de limpieza, y cuando menos a su brillo y
hermosura.
XX. — Si es un acto de desaseo el tomar en la boca la pluma de escribir de nuestro uso,
con mayor razón lo será el hacer esto con la pluma del ajeno bufete.
XXI. — Por último, guardémonos de mezclar jamás en nuestra conversación palabras,
alusiones o anécdotas que puedan inspirar asco a los demás, y de hacer relaciones de
enfermedades o curaciones poco aseadas.
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CAPITULO III
135
X. — Acostumbrémonos, pues, a proceder con método en todas nuestras operaciones,
ordenando nuestros trabajos mentales de manera que no se confundan unos con otros;
principiando nuestros estudios por las materias más elementales y menos difíciles:
destinando horas diferentes para los quehaceres de diferente naturaleza; y estableciendo,
en fin, cierta regularidad en la colocación de los libros, de los muebles y de todos los demás
objetos que nos pertenezcan.
XI. — Llevemos siempre una cuenta exacta en que aparezcan nuestras deudas, nuestras
acreencias y nuestros pastos; no veamos jamás llegar con tranquilidad el vencimiento de un
plazo en que debamos pagar alguna cantidad, si no tenemos los medios de
desempeñarnos.
XII. — Pero tengamos siempre muy presente que el exceso en el método, como en todo lo
demás, viene a ser también un mal de que debemos apartarnos cuidadosamente. Es
insoportable él trato de las personas que tienen sometidas a severas reglas las más
insignificantes operaciones de la vida, especialmente el de aquellas a quienes ninguna
consideración social, ni accidente alguno, por grave que sea, las hace alterar una sola de
sus costumbres.
XIII. — Estas regias son acaso más importantes para la mujer que para el hombre, por
cuanto su destino la llama al gobierno de la casa y a la inmediata dirección de los asuntos
domésticos, y en el desempeño de estas funciones ha de ser el método su principal guía, so
pena de acarrear a su familia una multitud de males de alta trascendencia.
XIV. — La mujer inmetódica, ofrecerá, en cuanto la rodea, el mismo cuadro que ofrece el
hombre inmetódico, con todas las desagradables consecuencias que hemos apuntado. Pero
ella no quedará en esto sólo: porque comunicando su espíritu de desorden a todo el interior
de su casa, al desperdicio de tiempo seguirá el desperdicio del dinero, al mayor gasto los
mayores empeños, y a los empeños la ruina de la hacienda.
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VII. — Al despojarnos de nuestros vestidos del día para entrar en la cama, procedamos con
honesto recato y de manera que en ningún momento aparezcamos descubiertos, ni ante los
demás ni ante nuestra propia vista.
VIII. — La moral, la decencia y la salud misma nos prescriben dormir con algún vestido.
Horrible es el espectáculo que presenta una persona que, por cualquier accidente ocurrido
en medio de la noche, llega a aparecer enteramente descubierta.
IX. — El ronquido, ese ruido áspero y desapacible que algunas personas hacen en medio
del sueño molesta de una manera intolerable a los que los acompañan.
Esto no es un movimiento natural y que no puede evitarse, sino un mal hábito, que revela
siempre una educación descuidada.
X. — También es un mal hábito el ejecutar durante el sueño movimientos fuertes, que, a
veces, hacen caer al suelo la ropa de la cama que nos cubre, y que nos hace tomar
posiciones chocantes y contrarias a la honestidad y al decoro.
XI. — La costumbre de levantarse en la noche a satisfacer necesidades corporales, es
altamente reprobable; y sólo podría pretender justificarla el que desconociese todo lo que la
educación puede recabar de la naturaleza. La oportunidad de estos actos la fijan siempre
nuestros hábitos a nuestra propia elección.
XII. — Si en medio del sueño sobreviene algún accidente, por el cual se nos llame para
preguntarnos algo o para exigir de nosotros algún servicio, pensemos que nada habría más
incivil que mostrarnos desagradados y de mal humor. Por nuestra parte, evitemos en cuanto
sea posible el llamar al que duerme, no interrumpiendo su sueño sino por una grave
urgencia.
XIII. — Cuando estemos hospedados en una posada, tributemos las debidas atenciones a
los que se encuentren en los vecinos aposentos, procurando especialmente no hacer ruido
alguno que pueda perturbar su sueño.
XIV. — Puede suceder que ocupemos nosotros una habitación alta que pise sobre otra; en
este caso, no olvidemos que el sueño de los que habiten la parte baja estará enteramente a
merced de nuestra civilidad. Todo ruido que llegue abajo, todo golpe fuerte nos está
prohibido; y nuestras pisadas, que evitaremos siempre en cuanto nos sea posible, deberán
ser tales que no lleguen nunca a conmover el suelo.
XV. — Aunque no hay persona alguna a quien no se deban estos miramientos, los hombres
han de ser todavía más cuidadosos en guardarlos, siempre que sean señoras las que
ocupen los vecinos dormitorios.
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IV. — Al despertarnos, nuestro primer recuerdo debe consagrarse a Dios. Si no estamos
solos, saludaremos en seguida a aquellos de nuestros compañeros que estén ya despiertos,
y tomaremos nuestros vestidos con el mismo recato con que los dejamos en la noche.
V. — Es signo de mal carácter y de muy mala educación, el levantarse de mal humor. Para
el hombre bien educado no hay ningún momento en que se crea relevado del deber de ser
afable y cortés^ y si al levantarse tiene su ánimo afectado por algún disgusto, lo oculta
cuidadosamente desde el momento en que alguno le dirige la palabra.
VI. — Las mismas consideraciones que hemos guardado, al acostarnos, a las personas con
quienes vivimos en un mismo aposento, les serán guardadas naturalmente al levantarnos;
así es que, si en este acto sucediere que aun duerme algún compañero, no turbaremos su
sueño con ningún ruido ni de ninguna otra manera, ni abriremos puertas o ventanas de
modo que el aire frío penetre basta su cama.
VII. — Pero el que duerme acompañado cuidará de no prolongar su sueño sin un motivo
legítimo hasta llegar a embarazar las operaciones de los demás.
VIII. — Cuando tengamos que levantarnos antes de la hora ordinaria, ya sea porque
estemos de viaje, o por otro motivo cualquiera, no nos creamos autorizados para perturbar a
los que duermen.
IX. — Acostumbrémonos desde niños a arreglar nuestra cama, luego que en nuestra
habitación haya corrido libremente el aire por algún rato.
X. — No salgamos nunca de nuestro aposento sin estar perfectamente vestidos, y no
creamos que la necesidad de salir de improviso por un accidente cualquiera nos autorice
para presentamos mal cubiertos o en traje poco decente.
XI. — Tan sólo los enfermos deben tomar el desayuno en la cama, los que gozan de salud,
lo harán después que se encuentren aseados y vestidos.
XII. — Una vez que estemos en disposición de presentarnos delante de los demás,
cuidemos de informarnos de la salud de nuestra familia. Semejantes actos de obsequiosa
etiqueta reconocen por móvil el afecto a las personas con quienes vivimos, sirven para
fomentar ese mismo afecto, y para hacer cada vez más grato y dulce el interesante
comercio de la vida doméstica.
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V. — Tampoco nos autoriza el desahogo del dormitorio, para ofrecernos a la vista de
ninguna persona vestidos únicamente con la ropa interior, aunque ésta sea bastante para
cubrirnos todo el cuerpo.
VI. — Las visitas que recibimos en la sala deben encontrarnos en un traje decente, y
adecuado a la categoría y a las demás circunstancias de las personas que vienen a nuestra
casa.
VII. — No está permitido el uso de la chaqueta, ni de ningún otro vestido que no sea de
etiqueta, para recibir visitas, sobre todo cuando éstas no son de una íntima confianza.
VIII. — Bien que el vestido de etiqueta sea siempre el vestido más apropiado para sentarnos
a la mesa, no hay inconveniente en sustituirlo con cualquiera otro menos serio, cuando sólo
estamos acompañados de las personas con quienes vivimos en familia.
IX. — Al presentarnos en las ventanas que dan para la calle, consideremos que vamos a
ofrecernos a las miradas de todo el que pasa, y que no hay razón para que aparezcamos
con menor compostura que cuando recibimos visitas.
X. — En las posadas y en las casas de particulares donde estemos hospedados, seremos
todavía más estrictos y cuidadosos en todo lo que mira a la seriedad y decencia de nuestros
vestidos.
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VIII. — Por regla general, jamás usaremos ni pretenderemos usar aquellos objetos que
sirven a cada cual para el aseo de su persona.
IX. — No hagamos variar nunca las cosas que no nos pertenecen, de los lugares en que
sus dueños isa han colocado; y cuando fuera de nuestro Aposento no veamos obligados
por una necesidad justificativa, a abrir o cerrar puertas o remanas, o hacer variar la
colocación de un mueble u otro objeto cualquiera, no olvidemos restituirlo todo a su anterior
estado, tan luego como haya cesado aquella necesidad.
X. — Jamás entremos en un aposento, aun cuando se encuentre abierto, sin llamar a la
puerta y obtener el correspondiente permiso.
XI. — La dignidad y el decoro exigen de nosotros que procuremos no llamar la atención de
nadie antes ni después de entregarnos a aquellos actos que, por más naturales e
indispensables que sean, tienen o pueden tener en si algo de repugnante.
XII. — Siempre que alcancemos a ver a una persona que se encuentre mal vestida, o en
una disposición cualquiera en que debemos pensar que le seria desagradable el ser
observada, apartemos nuestra vista y alejémonos de aquel sitio con discreto disimulo.
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IV. — Es sobremanera impolítico tocar constantemente un instrumento en la sala o con las
ventanas abiertas, o en cualquiera otro lugar en que los sonidos hayan de trasmitirse a las
casas vecinas.
V. — Los cuidados que hemos de emplear para no molestar a nuestros vecinos, deben ser
todavía mayores respecto de los que habitan las casas más inmediatas a la nuestra.
VI. — No es propio de personas cultas y de buenos principios, el dirigir desde su casa
miradas escudriñadoras a las casas inmediatas, ni salir a sus ventanas a imponerse de
algún suceso escandaloso que en ella ocurra.
VII. — Cuando sabemos que en una casa próxima a la nuestra ha ocurrido un accidente
desgraciado, y, sobre todo si hay en ella un enfermo de gravedad, debemos abstenernos de
toda demostración bulliciosa de contento, como el baile, el canto, o el uso de un instrumento
músico.
VIII. — Muerto un vecino, no sólo no deberemos tener una fiesta en nuestra casa, sino que
no cantaremos, ni tocaremos ningún instrumento en los días inmediatos.
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I. — El templo, como antes hemos dicho, es la casa del Señor y, por lo tanto, un lugar de
oración y recogimiento donde debemos Aparecer siempre circunspectos y respetuosos, con
un continente religioso y grave, y contraídos exclusivamente a los Oficios que en él se
celebren.
II. — Desde que nos acerquemos al umbral de la puerta, quitémonos el sombrero, y no
volvamos a cubrirnos hasta después de haber salido a la calle.
III. — Al entrar en el templo, cuidemos de no distraer con ningún ruido la atención de los que
en él se encuentren, ni molestarlos de ninguna manera.
IV. — Guardémonos de llevar con nosotros niños demasiado pequeños, que por su falta de
razón puedan perturbar a los demás con el llanto o de cualquiera otra manera; y tendamos
presente que llevar a la iglesia a un perro es un acto imponderablemente indigno e
irreverente.
V. — Dentro del templo no debe saludarse a ninguna persona desde lejos; y cuando ha de
hacerse de cerca, tan sólo es lícito un ligero movimiento de cabeza, sin detenerse jamás a
dar la mano ni mucho menos a conversar.
VI — Aunque el templo es por excelencia el lugar de la oración, a ninguno le es lícito rezar
tan recio que perturbe a los demás.
VII. — Abstengámonos de apartar la vista del lugar en que se celebren los oficios, para
fijarla en ninguna persona.
VIII. — Se falta al respeto debido a las personas que se encuentran en el templo, a más de
ofenderse a la Divinidad, omitiendo cualesquiera de los actos que, según los ritos de la
Iglesia, son propios de cada uno de los Oficios que se celebran.
IX. — No tomemos nunca asiento en la iglesia, sin que por lo menos hayamos hecho una
genuflexión hacia el altar mayor. En una mujer sería grave falta el sentarse, antes de haber
permanecido algunos instantes arrodillada.
X. — Al pasar por delante de un altar en que esté depositado el Santísimo Sacramento,
haremos una genuflexión; y al retirarnos del templo, si salimos por la puerta principal,
haremos también una genuflexión hacia el altar mayor.
XI. — En los casos del párrafo anterior, doblaremos precisamente ambas rodillas, si la
Majestad estuviere expuesta.
XII. — También haremos una genuflexión cuando pasemos por delante de un altar donde
esté celebrándose el santo sacrificio de la Misa, si el sacerdote hubiere ya consagrado y
aún no hubiere consumido.
XIII. — Al pasar por un lugar donde se encuentren expuestas a la veneración las imágenes
del Redentor o de su Santísima Madre, haremos igualmente una genuflexión; y cuando las
efigies expuestas fueren de Santos, haremos una inclinación en señal de reverencia.
XIV. — Siempre que haya de pasar por junto a nosotros un sacerdote revestido, que se dirija
al altar o venga de él nos detendremos y le haremos una inclinación de reverencia.
XV. —Respecto de la situación en que debemos estar durante la Misa, observaremos las
reglas siguientes: 1ª al principiar el celebrante el Introibo ad Altare Dei, nos arrodillaremos, y
así permaneceremos hasta el acto del Evangelio, en que nos pondremos de pie; 2ª cuando
la Misa tenga Credo, haremos la misma genuflexión que hace el celebrante al Incarnatus; 3º
terminado el Ofertorio, podremos sentarnos hasta que el sacerdote diga Sanctus, en que
volveremos a ponernos de pie; 4ª al inclinarse el celebrante para pronunciar las palabras de
la consagración, nos arrodillaremos doblando ambas rodillas, y así permaneceremos hasta
el fin de la función, en que podremos de nuevo sentarnos; 5ª cuando el celebrante, después
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de haber rezado las últimas oraciones, se dirija al medio del altar, nos pondremos de pie; y
al acto de la bendición haremos una inclinación de reverencia; 6ª en las Misas solemnes,
podremos, además, sentarnos cada vez que se siente el celebrante; 7ª una mujer debe
permanecer siempre arrodillada, fuera de los casos en que, según las reglas precedentes,
es permitido sentarse.
XVI. — Siempre que se anuncie el acto de la elevación de cualquier altar, nos arrodillaremos
doblando ambas rodillas, hasta que aquél haya terminado enteramente. Y cuando se cante
en el coro el Incarnatus, nos arrodillaremos de la misma manera, y no nos pondremos de
pie hasta que no oigamos las palabras Crucifixus etiam, etc.
XVII. — También deberemos arrodillarnos: 1ª) cuando se cante el Tantum ergo; 2ª) cuando
se cante el versículo Te ergo quaesumus del Te Deum; 3ª) cuando se esté dando la
comunión; 4ª) finalmente, cada vez que en la celebración de los Oficios se arrodillen el
celebrante, los que le acompañen y los eclesiásticos que canten en el coro.
XVIII. — Cuando estemos de pie, mantengamos el cuerpo recto, sin descansarlo nunca de
un lado; y cuando estemos sentados, guardémonos de recostar la cabeza sobre el espaldar
del asiento, de extender y cruzar las piernas y de tomar, en fin, ninguna posición que de
alguna manera desdiga de la severa circunspección que debe presidir siempre en el templo
a todas nuestras acciones.
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De este modo no sólo faltaríamos al respeto y a la honra que les debemos, sino a la caridad
cristiana y, más que todo, a la gratitud de que les somos deudores por el bien inestimable
que nos hacen ilustrándonos y enseñándonos a ser virtuosos y honrados.
VIII. — Jamás refiramos en la escuela las cosas que pasan en nuestra casa, ni en las casas
ajenas, así como tampoco debemos referir en ninguna parte las cosas desagradables que
pasan en la escuela, como las faltas en que incurren nuestros condiscípulos, las
correcciones, etc.
IX. — Tratemos a todos nuestros condiscípulos con amistad y consideración; y huyamos,
como de la más torpe y despreciable vileza, de concebir contra ellos mala voluntad cuando
nos aventajen en los estudios, o en las recompensas que los maestros dan al mérito. En
estos casos el único sentimiento que se despierta en un pecho noble, es el deseo de llegar
a igualarse, a fuerza de estudio y buen comportamiento, a aquellos que han alcanzado tales
ventajas.
X. — Nuestra conducta en la escuela debe damos por resultado, además de la instrucción,
"el amor de nuestros maestros y la amistad y estimación de nuestros condiscípulos. No hay
afecto más puro que el que sabemos inspirar a nuestros maestros; m amistad más sólida y
duradera que aquella que nace en la escuela y se fomenta allí mismo con recíprocas
muestras de adhesión, lealtad y desprendimiento.
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V. — En los viajes en ferrocarril o por mar, se observarán los mismos principios que rigen
para los viajes en coche; debiendo siempre, el hombre de buena educación, sacrificar su
propia comodidad a la de las señoras, y mostrarse en todas ocasiones, afable, cortés y
condescendiente.
CAPITULO V
Del modo de conducirnos en sociedad.
ARTICULO I. — De la conversación.
I. — Nada hay que revele más claramente la educación de una persona que su
conversación.
II. — La conversación debe estar siempre animada de un espíritu de benevolencia y
consideración que se extienda, no sólo a todos los circunstantes, sino también a las
personas que no se hallan presentes.
III. — La afabilidad y la dulzura son en todas ocasiones el más poderoso atractivo de la
conversación, pero cuando hablamos con una señora, vienen a ser deberes estrictos, de
que no debemos apartarnos jamás.
IV. — En ningún caso entremos en discusión con una persona, sobre materias que no
interesen evidentemente a los demás circunstantes.
V. — Cuando la conversación es general, es una incivilidad el llamar la atención de una
persona para conversar con ella sola.
VI. — Cuando acontezca que dos personas tomen simultáneamente la palabra, el inferior la
cederá siempre al superior, y el caballero a la señora.
VII. — Siempre que una persona canta, toca o hace cualquiera cosa con el objeto de
agradar a la sociedad, es una imperdonable incivilidad el conversar, aun cuando se haga en
voz baja.
VIII. — Las personas de mayor respetabilidad que se encuentren en un círculo, son las que
principalmente están llamadas a variar los temas de la conversación.
IX. — Nuestro lenguaje debe ser siempre culto, decente y respetuoso, por grande que sea
la llaneza y confianza con que podamos tratar a las personas que nos oyen.
X. — Es importante poseer una buena pronunciación, articulando las palabras clara y
sonoramente, sin omitir ninguna sílaba ni alterar su sonido.
XI. — El tono de la voz debe ser siempre suave y natural, esforzándose tan sólo en aquellas
materias que requieren calor y energía, aunque nunca hasta hacerlo, penetrante y
desapacible. En la mujer, la dulzura de la voz es no solo una muestra de buena educación,
si no un atractivo poderoso y casi peculiar de su sexo.
XII. — Así la lentitud como la rapidez en la expresión, cuando se hacen habituales, son
extremos igualmente viciosos y repugnantes.
XIII. — La fisonomía del que habla debe presentar las mismas impresiones que sus ideas
han de producir en los demás; en ella han de encontrarse los rasgos del dolor si se trata de
asuntos tristes y desastrosos, los de alegría si se trata de asuntos agradables o chistosos.
XIV. — La palabra debe ir acompañada de una gesticulación inteligente y propia, y de
ciertos movimientos del cuerpo, que son tan naturales y expresivos, cuanto que ellos
representan siembre unas mismas ideas, sea cual fuere el idioma que se hable. Pero
téngase presente que la exageración en este punto es altamente ridícula y que, en especial,
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los movimientos de las manos cuando exceden los límites de la moderación y la naturalidad,
comunican a la persona un aire tosco y enfadoso.
XV. — No expresemos en sociedad ninguna idea poco decorosa, aun cuando nazca de una
sana intención y venga a formar parte de una conversación seria y decente. Lo que por su
naturaleza es repugnante y grosero, pierde bien poco de su carácter por el barniz de una
impresión delicada y culta.
XVI. — Guardémonos de emplear en la conversación palabras o frases que indiquen
impiedad, o falta de reverencia a Dios, a los santos y a las cosas sagradas.
XVII. — Es soberanamente chocante y vulgar el uso de juramento, y de todas aquellas con
las cuales el que habla se empeña en dar autoridad a sus asertos, comprometiendo su
honor y la fe de su palabra, o invocando el testimonio de otras personas.
XVIII. — No está admitido el nombrar en sociedad los diferentes miembros o lugares del
cuerpo, con excepción de aquellos que nunca están cubiertos.
Podemos, no obstante, nombrar los pies, aunque de ninguna manera una parte de ellos,
como los talones, los dedos, las uñas, etc. En esto debe también guiarnos la observación de
lo que practiquen las personas cultas y bien educadas.
XIX. — Por regia general, deberemos emplear en todas ocasiones las palabras más cultas y
de mejor sonido, diciendo, por ejemplo, cuello por pescuezo, mejilla por cachete, cerdo por
cochino, aliento o respiración por resuello, etc.
XX. — Respecto de las interjecciones y de toda palabra con que hayamos de expresar la
admiración, la sorpresa o cualquiera otro afecto del ánimo, cuidemos igualmente de no
emplear jamás aquellas que la buena sociedad tiene proscritas, como caramba, diablo,
demonio y otras semejantes.
XXI. — En ningún caso nos es lícito hacer mención de una persona por medio de un apodo
o sobrenombre.
XXII. — Excluyamos severamente la ironía y la sátira de toda discusión, de todo asunto
serio y de toda conversación con personas con quienes no tengamos ninguna confianza.
XIII. — Antes de resolvernos a referir un hecho o anécdota cualquiera, pensemos si, bajo
algún respecto, puede ser desagradable a alguna de las personas presentes, o a sus
allegados o amigos; y en tal caso, desistamos de nuestro intento.
XXIV. — Es una vulgaridad hablar en sociedad detenidamente de nuestra familia, de nuestra
persona, de nuestras enfermedades, de nuestros negocios y de materias puramente
profesionales.
XXV. — Usemos siempre de palabras y frases de cumplido, de excusa o de agradecimiento,
cuando preguntemos o pidamos algo, cuando nos veamos en el caso de contrariar
opiniones de los demás, y cuando se nos diga alguna cosa que nos sea agradable; como
por ejemplo, sírvase Ud. decirme, tenga Ud. la bondad de proporcionarme, permítame Ud.
que le observe, dispénseme Ud., perdóneme Ud., doy a Ud. las gracias, etc.
XXVl. — Cuando hablemos con señoras, con personas de poca confianza, o con cualquiera
que por su edad y demás circunstancias sea superior a nosotros, no contestemos nunca sí
o no, sin añadir la palabra señor o señora.
XXVII. — Debemos anteponer siempre las palabras señor o señora, a los nombres de las
personas que mencionemos en la conversación.
XXVIlI. — Dirijamos siempre la vista a la persona con quien hablemos. Los qué tienen la
costumbre de no ver la cara a sus oyentes, son por lo general personas de mala índole o de
poco roce con la gente.
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XXIX. — Son actos vulgares e inciviles en la conversación, el remedar a otras personas,
imitar la voz de los animales o cualesquiera otros ruidos, hablar bostezando, hablar en voz
baja a una persona delante de otra, y por último, tocar los vestidos o el cuerpo de aquellos a
quienes ge dirige la palabra.
XXX. — Es intolerable la costumbre de hablar siempre en término y chistosos o de burla, y
más intolerable todavía la conducta de aquellos que se esfuerzan en parecer como
graciosos.
XXXI. — Cuando acontezca que dos personas tomen simultáneamente la palabra, el inferior
la cederá siempre al superior y un hombre a una señora.
XXXII. — En el caso de conocer que la persona con quien hablamos no nos ha
comprendido, guardémonos de decirle; Ud. no me entiende, ni otra expresión semejante
que pueda mortificar su amor propio. Aunque creamos habernos explicado con bastante
claridad, la buena educación exige que le digamos: veo que no he tenido la fortuna de
explicarme bien; sin duda no he sabido hacerme entender; o cualquiera otra expresión
análoga.
XXXIII. — Cuando una persona se incorpora a un círculo, debe abstenerse de inquirir el
asunto de que se trataba antes de su llegada.
XXXIV. — Jamás deja de ser molesta y fastidiosa la conversación del que habla con exceso.
Los que llegan a adquirir este hábito concluyen por hacerse intolerables en sociedad, y
todos evitan encontrarse con ellos.
XXXV. — Es un acto impolítico, y altamente ofensivo a la persona que nos habla, el
manifestar de un modo cualquiera, que no tenemos concentrada enteramente la atención en
lo que nos dice.
XXXVI. — Cuando una persona con quien tengamos poca confianza nos refiera algún
suceso de que ya estamos impuestos, conduzcámonos como si hasta aquel momento lo
hubiésemos ignorado.
XXXVII— Jamás interrumpamos de modo alguno a la persona que habla. Este acto está
justamente considerado como incivil y grosero, y por lo tanto proscrito entre la gente
educada.
XXXVIII. — La más grave, acaso, de todas las faltas que pueden cometerse en sociedad, es
la desmentir a una persona, por cuanto de este modo se hace una herida profunda a su
carácter moral; y no creamos que las palabras suaves que se empleen, puedan en manera
alguna atenuar semejante injuria.
XXXIX. — Cuando la persona que refiere un hecho se detenga algunos instantes, tratando
de recordar algo que haya olvidado y que nosotros sepamos, abstengámonos de auxiliar su
memoria, especialmente si fuere superior a nosotros.
XL. — Nuestra atención debe corresponder siempre a las miras del que habla, o al espíritu
de su conversación; manifestándonos admirados o sorprendidos, cuando se nos refiera un
hecho con el carácter de extraordinario, y compadecidos si el hecho es triste o lastimoso;
aplaudiendo aquellos rasgos que se nos presenten como nobles y generosos; celebrando
los chistes y agudezas; y manifestando siempre, en suma, con naturalidad y sencillez, todos
los efectos que la persona que nos habla ha esperado obrar en nuestro ánimo.
XLI. — La distracción incluye casi siempre una grave falta, que puede conducirnos a lances
de una desagradable trascendencia, por cuanto indica generalmente menosprecio a la
persona que nos habla, y no siempre encontramos indulgencia en el que llega a creerse de
esta suerte ofendido. Nada puede haber más desatento ni bochornoso, que llegar a un
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punto de la conversación en que nos toque hablar o contestar a una pregunta, y tener que
confesar nuestra incapacidad de hacerlo, por haber permanecido extraños a los
antecedentes.
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XXIX. — En todos los casos en que se nos manifieste deseo de que prolonguemos una
visita, daremos una muestra de agradecimiento a tan obsequiosa excitación, quedándonos
sin instancia un rato mas; pero después de esto no cederemos otra vez, si ya hemos dado a
nuestra visita una duración excesiva.
XXX. — Una vez puestos de pie para terminar nuestra visita, despidámonos especialmente
de los dueños de la casa, hagamos una cortesía a los demás circunstantes y retirémonos en
seguida, sin entrar en ninguna especie de conversación.
XXXI. — Procuremos que las personas que nos viten, sin excepción alguna, se despidan de
nosotros plenamente satisfechas de nuestra manera de recibirlas, tratarlas y obsequiarlas,
haciéndoles por nuestra parte agradables todos los momentos que pasen en sociedad con
nosotros.
XXXII. — Cuando se nos anuncie una visita y no nos encontremos en la sala de recibo, no
nos hagamos esperar sino por muy breves instantes; a menos que alguna causa legítima
nos obligue a detenernos un rato, lo cual haremos participara aquélla inmediatamente, a fin
de que nuestra tardanza no la induzca a creerse desatendida.
XXXIII. — Luego que estemos en disposición de presentarnos en la sala de recabo, nos
dirigiremos a la persona que nos aguarda, la saludaremos cortés y afablemente, y la
conduciremos al asiento que sea para ella más cómodo.
XXXIV. — Cuando nos encontremos en la sala de recibo al llegar una persona de visita, le
ofreceremos asiento inmediatamente después de haberle correspondido su saludo.
XXXV. — Cuando seamos visitados en momentos en que nos encontremos afectados por
algún accidente desagradable, dominemos nuestro ánimo y nuestro semblante, y
mostrémonos siempre afables y joviales.
XXXVI. — Si la persona que nos visita quisiere retirarse a poco de haber recibido nosotros
una carta, y temiéremos que lo haga tan sólo por esta consideración, le excitaremos a que
se detenga, y aun le instaremos, si el contenido de aquella no nos impone algún deber que
tengamos que llenar sin demora.
XXXVII. — Al retirarse una persona de nuestra casa, La acompañaremos hasta la puerta de
la sala, si tenemos otras visitas, y hasta el portón, si estamos solos.
XXXVIII. — La persona que acompaña a otra persona que se despide, cuidará de ir siempre
a su izquierda; y si son dos las personas acompañantes se situará una a la izquierda y otra
a la derecha.
XXXIX. — En todos los casos en que hayamos de acompañar hasta el portón a una persona
que se despide, podemos hacerle el obsequio, bien por respeto o por cariño, de seguir con
ella hasta la puerta di la calle.
Respecto de una señora o de cualquiera otra persona muy superior a nosotros, este acto es
siempre obligatorio.
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II. — Según esto, jamás llegará a ser excesivo el cuidado que pongamos en el modo de
conducirnos en la mesa manifestando en todos nuestros actos aquella delicadeza,
moderación y compostura que distinguen siempre en ella al hombre verdaderamente fino.
III. — No tomemos nunca asiento en la mesa antes que lo hayan hecho nuestros padres, o
cualesquiera otras personas de mayor respetabilidad que nosotros, de quienes estemos
acompañados.
IV. — Situémonos a una distancia conveniente de la mesa, de manera que no quedemos ni
muy próximos ni muy separados, sin inclinarnos hacia adelante más de lo que sea
indispensable para comer con comodidad y aseo.
V. — Al sentarse a la mesa, cada persona toma su servilleta, la desdobla y la extiende sobre
las rodillas; teniendo presente que ella no tiene ni puede tener otro objeto que limpiarse los
labios, y que el aplicarla a cualquiera otro uso es un acto de muy mala educación.
VI. — No apoyemos nunca en la mesa todo el antebrazo, y en ningún caso pongamos sobre
ella los codos. Y téngase presente que es un acto que manifiesta poca cultura, el dejar caer
sobre las piernas una mano, en tanto que se hace uso de la otra para comer o beber.
VII — No nos reclinemos en el respaldo de nuestro asiento, ni nos apoyemos en el de los
asientos de las personas que tengamos a nuestro lado, ni toquemos a éstas sus brazos con
los nuestros, ni estiremos las piernas, ni ejecutemos, en fin otros movimientos que aquellos
que sean naturales y absolutamente imprescindibles.
VIII. — Jamás nos pongamos de pie, ni extendamos el brazo por delante de una persona o
hacia las que se encuentran en el lado opuesto, con el objeto de alcanzar algo que esté
distante de nosotros, o de pasar un plato o cualquiera otra cosa. Valgámonos en todos los
casos de los sirvientes, o de las personas que se hallen a nuestro lado, cuando éstas
tengan muy a la mano lo que necesitamos.
IX. — La cuchara y el cuchillo se manejan invariablemente con la mano derecha; más en
cuanto al tenedor tan sólo podrá manejarse con la derecha, cuando se tomen comidas que
no necesiten ser divididas con el cuchillo.
X. — No incurramos nunca en la grave falta de llevar el cuchillo a la boca: éste no tiene en
general otro uso que el de dividir y servir las comidas sólidas con el auxilio del tenedor, y el
de subdividir de la misma manera la parte de estas comidas que vienen a nuestro plato.
XI. — Respecto del tenedor y la cuchara, no introduciremos en la boca sino aquella parte
que es absolutamente indispensable para tomar la comida con comodidad y aseo.
XII. — Jamás hagamos variar de puesto el pan, que se coloca siempre a la izquierda, ni los
vasos, las copas y las tazas, que se colocan siempre a la derecha.
XIII. — El pan viene a la mesa en pequeños pedazos o rebanadas; y para ir tomando la
parte que hayamos de llevar a la boca, asiremos el pan con la mano izquierda, y lo
dividiremos con la derecha, sin emplear para ello el cuchillo y sin separar jamás la miga de
la corteza. (1) (1) Donde se acostumbre comer pan de maíz, el cual se pone en la mesa en
piezas individuales, debe tenerse presente que es un acto vulgarísimo el dividir éstas con el
cuchillo.
XIV. — Al partir el pan, situemos las manos del manera que las migajas que en este acto se
desprendan caigan siempre dentro del plato en que estemos comiendo.
XV. — Jamás separemos de una rebanada de pan, de un bizcochuelo, etc. Una parte mayor
de la que de vez hayamos de tomar en la boca. Es tan sólo propio de gentes mal educadas,
el introducir en el café, en el chocolate o en cualquier otro liquidó lo que ya se ha llevado a
la boca.
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XVI. — No es de buen tono comer pan, ni beber licor o agua hasta que se ha acabado de
tomar la sopa.
XVII. — Abstengámonos severamente de llevar al original, u ofrecer a otra persona, las
comidas que hayan estado en nuestro plato y el cubierto que hayamos ya usado; así como
de ofrecer el pan que hemos tenido en nuestras manos, el licor o el agua que hemos
probado, el vaso o la copa en que hemos bebido, etc., etc.
XVIII. — Por regla general, en la mesa no tomaremos en las manos ni tocaremos otra
comida que el pan destinado para nosotros.
XIX. — No comamos nunca aceleradamente ni demasiado despacio: lo primero nos haría
aparecer como glotones y lo segundo nos expondría a hacer el deslucido papel de quedar al
fin comiendo solos, o a tener que renunciar, para evitar esto, a tomar lo indispensable para
satisfacer la necesidad de alimentamos.
XX. — Son actos extraordinariamente impropios y groseros, el aplicar el olfato a las comidas
y bebidas, así como el soplarlas cuando están en un alto grado de calor, y el batir en este
mismo caso una bebida, tomando parte de ella en la cuchara y vaciándola desde cierta
altura en la taza que la contiene.
XXI. — Son también actos groseros: 1º el abrir la boca y hacer ruido al mascar; 2º sorber
con ruido la sopa y los líquidos calientes, en lugar de traerlos a la boca suave y
silenciosamente; 3º hacer sopas en el plato en que se está comiendo; 4º dejar en la cuchara
una parte del líquido que se ha llevado a la boca, y vaciarla luego dentro de la taza en que
aquél se está tomando; 5º tomar bocados tan grandes que impidan el libre uso de la
palabra; 6º llevar huesos a la boca, por pequeños que sean; 7º tomar la comida por medio
del pan, en lugar de emplear el tenedor o la cuchara, 8º arrojar al suelo alguna parte de las
comidas o bebidas; 9º recoger las últimas partículas del contenido de un plato por medio del
pan o de la cuchara; 10º suspender el plato de un lado para poder agotar enteramente el
líquido que en él se encuentra; 11º derramar en el plato las gotas de vino que han quedado
en el vaso, para poner en éste el agua que ha de beberse; 12º hacer muecas o ruido con la
boca para limpiar las encías o extraer de la dentadura partículas de comida por medio de la
lengua.
XXII. — Si nos desagrada la comida o bebida que ya hemos gustado, o si encontramos en
nuestro plato un objeto que nos excite asco o que sea realmente asqueroso, guardémonos
de proferir la más ligera expresión sobre el particular, y conduzcámonos de manera que no
llegue a percibirse nuestro desagrado.
XXIII. — Pongamos disimuladamente a un lado de nuestro plato, sin contacto con la comida
que en él se encuentre, las partículas, huesos de las carnes y los huesos de las frutas que
no podamos evitar llevar a la boca, las espinas de los peces, y cualquiera otra cosa que sea
imposible hacer pasar al estómago.
XXIV. — Jamás usemos para nada de la orilla del plato. La mantequilla, la sal, y todo lo
demás que nos sirvamos para acompañar la comida principal, lo pondremos siempre dentro
del plato, en el extremo de su concavidad.
XXV. — Cada vez que en el acto de comer hayamos de abandonar accidentalmente alguna
de las piezas del cubierto, la colocaremos dentro del plato, de manera que el mango
descanse sobre la orilla de éste. Y cuando hayamos de abandonar a un mismo tiempo el
tenedor y el cuchillo, tendremos además el cuidado de cruzarlo, poniendo el primero debajo
del segundó.
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XXVI. — Luego que hayamos tomado lo bastante de nuestro plato, dejaremos dentro de él
el cubierto de que nos hayamos servido, poniendo el tenedor y el cuchillo juntos, con el
mango hacia nosotros, por ser éste el signo que indica a los sirvientes que deben mudarnos
todo esto.
XXVII. — Jamás bebamos licor o agua, cuando tengamos aún ocupada la boca con alguna
comida.
XXVIII. — No olvidemos nunca limpiarnos los labios inmediatamente antes y después de
beber licor o agua, y cada vez que advirtamos no tenerlos completamente aseados. Pero
jamás nos ocurra emplear para esto el mantel, pues en el caso de no tener servilleta,
deberemos usar de un pañuelo que mantendremos sobre nuestras rodillas.
XXIX. — En el acto de beber, ya sea licor o agua, fijemos la vista en el vaso o en la copa, y
no la dirijamos nunca hacia ninguna otra parte.
XXX — Siempre que nos veamos en la forzosa necesidad de toser, estornudar, eructar o
sonarnos, pensemos que estos actos son infinitamente más desagradables en la mesa que
en ninguna otra situación, y procuremos por tanto, ejecutarlos de manera que menos llame
la atención de los demás, volviéndonos siempre a un lado para que no nos queden de frente
las viandas en tales momentos.
XXXI. — En cuanto a escupir y esgarrar, ya puede considerarse cuan contrarios serán estos
actos a la severidad de la mesa, cuando están prohibidos en todas las demás situaciones
sociales.
XXXII. — No hablemos jamás a los sirvientes en tono imperativo y acre, ni los riñamos en
ningún caso por graves que sean los desaciertos que cometan en la manera de servir la
mesa.
XXXIII. — En la mesa nos están severamente prohibidas las discusiones sobre toda
materia, las noticias sobre enfermedades, muertes o desgracias de cualquiera especie, y la
enunciación, en fin, de cualquiera idea que pueda preocupar los ánimos y causar
impresiones desagradables.
XXXIV. — Es una imperdonable grosería el separar del pan una parte de su miga, para
tenerla entre las manos y jugar con ella, y sobre todo el formar pelotillas y arrojarlas a las
personas o a cualquiera otro objeto.
XXXV. — Para levantamos de la mesa, espérenos a que se ponga de pie la persona que la
presida a menos que por algún accidente tendamos que retirarnos antes lo cual no
haremos, sin embarco, sin manifestar a los demás que la necesidad nos obliga a ello
SECCIÓN SEGUNDA
Del modo de trinchar y del servicio en la mesa.
I. — Es un punto muy importante de la buena educación el saber trinchar, servir a los
demás y servirse a sí mismo; pues nada hay más desagradable que ver a una persona que
sirve un plato intempestivamente, que hace saltar del trinchero las comidas sólidas, que
derrama los líquidos, que distribuye los manjares en cantidades excesivas, que aparece, en
fin, en tales actos llena de perplejidad y de embarazo.
II. — Debe tenerse un especial cuidado en no servir un plato fuera de la oportunidad debida,
y bien que en este punto haya alguna variedad, no por eso dejan de existir reglas que tienen
generalmente una aplicación uniforme y constante, las cuales pueden reducirse a las dos
siguientes: 1º después de tomada la sopa, se sirven el pescado, los pasteles y todos los
demás platos que necesitan del uso principal de la cuchara, y al fin, los platos fuertes, las
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ensaladas y la caza; 2º en los postres, se sirven en primer lugar las frutas crudas: en
segundo lugar los lacticinios: en tercer lugar las tortas y demás preparaciones de harina: en
cuarto lugar las compotas, frutas secas, etc., y por último los dulces.
III. — Jamás nos pongamos de pie ni para trinchar ni para servir: éste es un acto que reúne
a la vulgaridad e inelegancia, la circunstancia de ser extraordinariamente molesto y
fastidioso para las personas que se encuentran inmediatas.
IV. — Para trinchar un ave, se principia por separar de ella el ala y el muslo, prendiéndola y
asegurándola 'con el tenedor, e introduciendo acatadamente el cuchillo en las
articulaciones; y ejecutada esta operación, se van cortando longitudinalmente rebanadas
delgadas de la parte pulposa, la cual ha quedado ya descubierta y desembarazada.
V. — De las aves pequeñas se deja el caparazón en el trinche, y se sirven los cuartos y la
pulpa, teniendo el cuidado de dividir previamente aquellos por las articulaciones; pero de las
aves grandes tan sólo se sirve la pulpa, dejando todo lo demás en el trinchero.
VI. — Las viandas de carnicería se dividen en rebanadas delgadas al través de las fibras
musculares; pero de una pieza que trae huesos adheridos, se cortan también rebanadas
longitudinales, cuando se hace difícil el corte transversal.
VII. — El jamón, aunque contiene un hueso no se corta longitudinalmente, sino en
rebanadas transversales muy delgadas, y dejando a cada una de ellas la parte de grasa que
naturalmente saque en el corte.
VIII. — Las rebanadas de todas estas piezas se sirven con el tenedor, auxiliado siempre del
cuchillo.
IX. — El pescado no se sirve con el cuchillo: la parte que ha de ponerse en cada plato se
toma con una cuchara, o con una llana de plata a propósito para este objeto.
X. — Para servir un pastel, se corta con el cuchillo la parte de pasta correspondiente al
relleno que se va a servir, y todo ello se pasa al plato por medio de la cuchara, cuidando de
poner en éste la pasta sobre el relleno.
XI. — Todos los demás platos se sirven por medio del tenedor y el cuchillo, o de la cuchara,
según la naturaleza de cada uno; y cuando es necesario auxiliar la cuchara, esto se hace
con el tenedor.
XII. — La forma de las partes que se tomen de un original, y la colocación que se les dé en
cada plato al servirlas, deben ofrecer siempre una apariencia agradable a la vista.
XIII. — La sal y la salsa se toman con una cucharilla que acompaña siempre al salero y a la
salsera; y el azúcar con unas pinzas que acompañan al azucarero. La sal puede tomarse, a
falta de la cucharilla, con un cuchillo que aun no se haya empleado en ningún otro uso.
XIV. — Cuando vayamos a servir de un plato a todos los circunstantes, tengamos presente
el número de éstos, a fin de arreglar las proporciones, de manera que no llegue a agotarse
el contenido antes que todos queden servidos.
XV. — Sirvamos siempre los platos con la delicadeza que es propia de la sobriedad que en
todos debemos suponer, y seamos en esto todavía más escrupulosos respecto de las
señoras, para quienes seria un verdadero insulto el presentarles los manjares en cantidades
excesivas.
XVI. — Siempre que nos toque servir a los demás cuidemos de destinar a las señoras y
demás personas a quienes se deba especial respeto, aquellas partes de los manjares que
sean más agradables y más fáciles de comerse.
XVII. — Cuando circule un plato común, un caballero no se servirá a sí mismo antes de
haber servido a la señora que tenga, a su lado.
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XVIII. — En la mesa no se hace jamás una secunda excitación para tomar de un manjar, y
mucho menos de un licor. La persona que apetezca lo que ofrecemos, lo aceptará desde
luego; y si no lo acepta, es prueba de que le haríamos un mas lejos de un obsequio,
obligándola a tomarte.
XIX. —No nos sirvamos nunca demasiado de ningún manjar. Aun en la mesa de familia,
vale más servirse dos veces, que ofrecer a los demás la desagradable impresión que
produce siembre un plato servido con exceso.
XX. — No pongamos nunca en nuestro plato ni a un mismo tiempo, ni sucesivamente,
diferentes comidas que hayan sido preparadas para ser servidas separadamente.
XXI. — Jamás nos sirvamos mayor- cantidad de licor o agua de aquella que vayamos a
tomar de una vez.
XXII. — Es sobre manera impropio que nos sirvamos o sirvamos a otra persona, licor o
agua hasta llenar enteramente el vaso o la copa.
XXIII. — Al poner en una taza café o cualquiera otro líquido, hagámoslo de manera que no
llegue nunca a rebosar.
XXIV. — Cuando una persona sirva alguna cosa, ya sea a petición nuestra o por
ofrecimiento espontáneo, le daremos las gracias en breves palabras, haciéndole al mismo
tiempo una ligera inclinación de cabeza.
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CAPITULO VI
Diferentes aplicaciones de la urbanidad.
ARTICULO I. — De los deberes respectivos.
I. — Las personas entre quienes existen relaciones sociales, ya sean accidentales o
permanentes, se deben respectivamente ciertas consideraciones, también especiales.
II. — Deberes entre padres e hijos. — La afabilidad y la franqueza del padre, y el respeto y
la sumisión del hijo, forman un sublime concierto que hace de sus relaciones el encanto de
la vida doméstica.
III. — Entre sacerdotes y seculares. — El ministerio del sacerdote es tan sublime, son tan
puras y tan eminentemente sociales las doctrinas contenidas en la ley evangélica, que es la
ley suprema de todas sus acciones.
IV. — Entre magistrados y particulares. — Los magistrados, así como no tienen otro norte
que la conciencia y la ley para el ejercicio de su ministerio, tampoco pueden apartarse, en
su trato con los particulares de las reglas de la moral y de la urbanidad.
V. — por su parte los particulares deben circunscribirse a los límites de la moderación y la
decencia sin faltar jamás al respeto debido a los magistrados.
VI. — Entre superiores e inferiores — El hombre de sentimientos nobles y elevados, es
siempre modesto, generoso y afable con sus inferiores. El inferior tratará también al superior
con suma atención y respeto.
VII. — Entre abogados y clientes — El abobado debe poseer un fondo inagotable de bondad
y tolerancia para que pueda ser siempre cortés y afable con sus clientes, un cliente no debe,
por su parte, abusar de la tolerancia y cortesanía de su abogado, haciéndose pesado en la
narración de los hechos de que necesita imponerles, ni con frecuentes visitas, ni con
consultas útiles e impertinentes, etc.
VIII. — Entre médicos y enfermos. — La caridad y la paciencia son las virtudes
sobresalientes del médico en su manera de conducirse con el enfermo. Respecto del
comportamiento del enfermo y de sus deudos, es excusado entrar a encarecer cuánta debe
ser su prudencia para con el médico, y cuán grande la suma de consideración que han de
tributarle.
IX. — Entre los jefes de oficinas públicas y las personas que entran en días. — El jefe de
una oficina pública debe recibir con afable atención a cualquiera persona que en ella le
solicite y excitarla inmediatamente a tomar asiento. La persona que entre en una oficina
pública se abstendrá de tomar asiento mientras no se la excite a ello: y no se acercará a
ningún bufete de modo que le sea posible leer los papeles que en él se encuentren sin
haber sido autorizada para ello de una manera expresa.
X. — Entre nacionales y extranjeros. — La urbanidad impone a nacionales y extranjeros un
deber especial de recíproca y fina galantería, el cual consolé en elogiar siempre con
oportunidad y delicadeza, todo lo que pertenece y concierne al ajeno país.
BIBLIOGRAFÌA
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