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‘WW EP fA. SAN FRUIPE NERY FUNDADOR DE LA CONGREGACION DEL Oratorio en Koma; WRADUGIDA AL FRANOSS HBL BABI DB LOS BOLANDISVAS, POR EL ABATE P.*** Antiguo Vicario. General de Evreux, AL CASTELLANO SOR s. MW. FT. JSQO- - ORIZAVA. IMYTRENTA DE J. 1. NABEDO. 1854. APROBACION DE LA EDICION FRANCESA. t Pedro Tobias Yenni, Obispo de Lau- sana y Ginebra &c. ce. Hemos mandado examinar Ja obra intitu- lada VIDA DEB SAM PBLIPD STBB, y visto el parecer que se nos ha dado, la aprobamos de muy buena voluntad, y recomendamos su lectura, como muy ins- tructiva y sumamente propia para dar 4 cono- cer lo amable de la virtud. Dado en Fribourg, en nuestro palacio epis- copal, 4 1.° de Octubre de 1845. Por mandato de Monseitor, Protonotério apostilico, seeretario de §. I. CBMSVUBA z EWE le era Para la Publicacion de esta Traduccion. Mino, Chi. Obispo: J OSE Maria Naredo, duefio de imprenta en esta Ciudad, ante V. S. I. respetuosamente dice: Que babiendo Megado 4 sus manos una historia en idioma frances, de la vida del glorioso fundador de las Congregaciones del Oratorio, aprobada por el I)imo. Sr. D, Pedro Tobias Yenni, obispo de Lausana y-Gi- nebra, mucho mejor que las otras que han corrido entre nosotros, ast por su exactitud enel relato de los hechos, como por su estilo acomodado al gusto del sig- lo; emprendié traducirla, creyendo que de publicar- la en nuestra lengua, se dara gloria 4 Dios, que es ad- mirable en sus santos, y que lo fué muy particular- mente en el inclito San Felipe Neri, célebre Apéstot de la Capital del cristianismo, cuyas virtudes que en el siglo XVI admiraron al mundo, son hoy tan 4 pro- pésito para proponérselas como modelo, asi 4 los que estan precisados 4 vivir en la sociedad, como 4 aque- llos otros que preocupados con las ideas de la época, no quieren conceder 4 la virtud las verdaderas ¢ ine- fables alegrias que en ella se disfrutan. Para realizar mis deseos, suplico 4 V. S. 1. se dig- ne nombrar sujeto que censure la traduccicn en estu ciudad; pdrque asi se evitaré el estravio que pudieran tener los manuscritog al mandarlos 4 gsa, y tambien porque en los casosde duda, podremos ambos con- sultar el original frances. El Presbitero Lic. D. Fran- cisco Pineda, individuo de la Congregacion de esta ciudad, ha sido ya nombrado en otra vez, por esa sa- grada Mitra, para otra censura semejante, y me pro- meto que le sera muy grato ocuparse de una tarea, cuyo objeto no puede serle indiferente. Me tomo la libertad de manifestarlo asia V.S.1., porque son muy. pocos jos que pueden en Orizava desempeiiar este encargo. ” _Si el parecer del censor fuere favorable, y el decre- to que en virtud de élse sirva dar V.S. I. tambien, procederé 4 la impresion, quedando reconocido 4 esta gracia que V.S. I. se digna dispensar al ultimo de sus humildes diocesanos.—José Marta Naredo. Orizava, Julio 24 de 1853. ere GAA PUEBLA, AGOSTO 1.° DE 1853, N OMBRAMOS por censor de la traduccion de la obra que se expresa, al Presbitero Lic. D. Francisco Pineda, quien nos dara cuenta del resultado. Lo de- creté él I]Imo, Sr. Obispo de esta Didécesis. El obis- po—Ante mi, Lic, D. Manuel Ladron de Guevara, secretario. : nt @RIAIIE ore — ie leido !a traduccion que de la vida de mi glorioso Padre San Felipe Neri, ha hecho D. José Maria Na- redo del idioma frances al nuestro; y aunque son muy escasos los conocimientos que poseo respecto del pri- mero, juzgo que en la _mencionada version se ha cum~ plido con los requisitos que exige una buena traduc- cion: porque 4 Ja fidelidad y exactitud con que se han conservado los pensamientos y los hechos; se afiade la propiedad de Ja diccion, por haberse dado 4 las clau- sulas y oraciones el giro que exige la lengua castella- na, He visto igualmente la impresion que de dicha obra ya traducida se ha hecho, esperandose solo el superior permiso de V. E. I. para que vea Ja luz pablica; y en- cuentro estar fielmente conforme con los manuscritos. Todo lo que pongo en conocimiento de V. E. 1, cum- pliendo con lo que me previene en su superior decre- to de 1.° de Agosto del aio préximo pasado, que re- cay6 4 la solicitud hecha por el traductor de la obra, para obtener la licencia para su publicacion. Dios guarde 4 V.E. I. muchos afios. Oratorio de San Felipe Neri de Orizava, Agosto 4 de 1854.— Francisco Pineda—Exmo. é Wmo, Sr. Obispo de la Didcesis de Puebla. ne RANI 2100 PUEBLA, AGOSTO 9 DE 1854, Visto el tenor de Ja censura que antecede, damos nuestra licencia pars que se pueda imprimir la tra- duccion hecha del idioma frances al castellano, de la vida del glorioso San Felipe Neri; debiendo el censor revisar y corregir el primer ejemplar que se tire por la imprenta antes de que se dé 4 luz publica. Lo de- creté el Exmo. é Illmo. Sr. Obispo de esta Diécesis. ~El obispo.—Ante mi, Lic. D. Manuel Ladron de Guevara; secretario. “ é lie N73 f Y i VIDA SAN FELIPE NERI. CAPITULO KX, ‘Yufancia de Felipe.—Sus estudios y piedad. ~¢o— ACIO Felipe’en Florencia, en el nies de A- gosto de 1515, siendo sumo‘pontifice el papa ie eon X. Fueron sus padres Francisco eh Neri y Lucrecia Soldi. Pertenecia Fran- Cisco 4 una familia honrada, siendo la de Lucrecia de wn rango superior, pues algunos de sus miém- \iros habian ocupado los mas distinguidos empleds —J de Ja repfblica. En su matnmonia tuviérom dos hijas, Catarina é Isabel, y dos hijos, Antonio, qne murié muy joven, y Felipe, cuya santa vida.. me propongo.cseribir, Se le bavtizd en la igle- sia de Sun Juan Bautista, dnica en Florencia que-. en aquella €poca tenia fuente bautismal; y se les puso el mismo nombre que, Ilevaba suabuelo pa- terno. . . , A la edad :de cince.atios ya su.razon se habia. despejado lo bastante para aprender a leer y escri-. bir. Su padre le envié desde luego-& una escue- ka piblica, en la que admmiré por sus, rapidos.ade- lautos y se hizo amar.por le arreglade de sv con- ducta. Ere de una modestia encantadora, de una, indole suavisima, y de una deferenela para con sus; padres que no les dejaba nada que, desear. No. satisfecho con obedecer 4 sus, menores insinuacio- nes, les manifestaba,en todas ocasiones su respeto - ysu ternura. En la edad en que los niftos comer ten tantas faltas pequefias por la vivacidad y lo srrebatado de su genio, solo se le advirtio una é Felipe. Rezaba una yez los salmos eon su herma- na Isabel, y habiendo venido Catarina & pertur- barle, la tomé del brazn y la sacé' fuera del apo- sento, aunque sin violencia alguna. Sin embar- bo, su padre le reprendié esta accion, y fué.tanto- su arrepentimignto, que le abligo 4 derramar abun-, dantes lagrimas.. [a obediencia que profesaba &- ‘gu madre era ciertamente admirable. Si ella le mandaba que caliase. no se permitia ya hablar una: —j— sola palabra; y si le ordenaba que estuviese quie« to, no se atrevia 4 mover un pié ni una mano ‘Cuando plugo 4 Dios llamar pata si 4 su madre Io que nc tardé mucho tiempo; el padre de Felipe paso 4 segundas nupcias-p la piedad filial de este: no hizo entonces otra-cosa‘qae cambiar de objetor Admirada su-nueva madre de su respeto y obes- diencia, concibié para con él un amor tan matef< nal, que cuando 4 pocosafios tuvo Felipe que salit- de Florencia, como diré en seguida, ella derramé* iticonsolables lagrimas; y despues durante la ens- fermedad que la sondujo al sepulcro, no hablabas de otra cosa que de su querido hijo. Pareciala: verle y escucharle, y muchas veces se la sorpren+ dia platicando con é] como si estuviera presentes jtan grande asi era Ja dulzura y consuelo que le causaba su memoria! Las mismas virtudes que le merecieron el cari« fio de sus parientes, le grangearon la estimaciow de todo el mundo, Sus superiores le amaban por su .sumision para con ellos;.los anclanos admira+ ban sus moclates cultes y comedidos;y sus condis- cipulos su humor alegre, facity ameno. Jamas- se le vié impaciente; nunca se le oyéhablar mal de- nadie: de aqui result6 que. tedés, de comun acuer- do, se acostumbraron é-Jlamarle Felipe-el Bueno. Esta bondad le gané‘el corazon de su Dios, asi> como el de los hombres, y Je-merecié la gracia det proteccion de. que.voy 4 hablar. Vino un dia ume arrendatario.de.su-padre y_ttajg un-asno- cargado+ “de frutos; apes la carga y se fué 4 la cosina 4 to- mar alguna. cosa, dejando suelta 4 la bestia en el patio. Felipe, que tenia entonces 4 lo mas de ocho 4 nueve aiios, mirando este descuido del ar- rendatario, sintié una tentacion 41a que no.pudo resistir. Va y monta sobre elasno y le obliga 4 catninar; pero 4 apenas ha dado el animal algunos pasos cuando se hunie el terreno bajo sus pies, ca- yendo con Felipe en unacueva profunda. EI po- bre niiio da un fuerte grito al desaparecer de la superficie de la tierra; sus padres acuden presuro- sos, y al ver lo que acaba de spceder, |loran ya una desgracia que consideran como irremediable. Vuelven 4 Ja casa y bajan 4 la cueva en Ja que ne esperan encontrar otra cosa que un cuerpo muer- to; pero tienen el placer de hallar al nifio lene de vida sin que le hubiese acaecido mal alguno, Dios que Jo tenia destinado para trabajar en la sal- vacion de.tantas almas, le conservé milagrosamen- te. Denia despues Felipe suma complacencia en referir este rasgo de la Providencia, y conservé su memoria durante su vida-con el mas tierno agra- decimiento. En una edad todavia tantierna, mostraba ya es te santo nifio un admirable jnicio. En lugar de imitar los divinos oficios, como hacen inocente- Mente tantos otros jovencitos, Felipe empleaba su tiempo en meditar, en recitar salmos, 6en Jecturas piddosas. Era su mas gtato placer la asistencia .a.ja nnsa; y los sermones muy lejus de enfadarle, no bastaban, portargos que fucsen, para satisfacer gu santa hambre de la divina palabra. Esto es lo que acontece 4 tolos los-corazones que aman 4 Dios. Nunca se‘leshabla de él bastante:nente, porque el amor esinsaciable. Cuando los nifios pias dosos se encuentran con saeerdotes 6-religiosos, platican ordinariumente de los deseos que: tienen de imitarlos, cediendo en esto 4 una secreta osten- tacion que ellos mismog no advierten. Felipe te- nia tambien, comé ellos, estos santos pensamien- tos; pero él no descubria su interior mas que 4 so- lo Dios. Por lo comun este santo -nifio no gusta- ba de hablar-de si-misme y habia ya concebido, respecto de la vanagloria, aquella aversion-que le mostré en elresto de su-vida.. Su virtud; siempre en aumento, le hacia tun querido de Dios, que su magestad no negaba nada 4 sus ruegos. Si per- dia alguna cosa, no tenia que haccr mas, que ponerse en oracion por un momento para encon- trarls. Puedo citar un hectio dé este gériero. Un dia te envi sa madre por un collar de oro 4 la ciu- dad; enel camino lo perdi6, y no eché de ver su falta hasta que llegé el momento de ponerlo en ma- nos dé la sefiora. Entonces léjos de desconcertarse, se puso dé rodillas é hizouna corta oracion. Sale en seguida 4 la calle y encuentra luego el collar. Como venian con bastante frecuencia &-su-casa 6 visitar 4 su fumilia algunos religiosos déminicos del monasterio de San Marcos, les tomo carifio y sc dedicé 4 frecuentar su iglesia, recibiendo de eéllos, segun decia despues, los primeros. elemens tos. de la vida espiritual. “Sies que hay en af algo-bueno, decia, lo debo 4 los religiosos de San Marcos, y muy paiticularmente 4 los PP. Medicio y Minio.“.. Tenia suma complacencia en hablar de Ja santidad de estos dos padres, y contaba come yprueba de ella el hecho sigtiente, Habianse con- ‘yenido ambos en confesarse uno 4 otro todas lag wnochés antes de ir 4 maitines, con el objeto de lle. ~var al coro una conciencia mas pura y de hacer «que sus alabanzas fuesen mas agradables 4 nues» tro Seftor. Envidioso y descontento el demonio, procuré hacerles perder esta santa costumbre, y ‘hé aqui el medio de.que se valié, Vine una no- «che & tocar por largo tiempo la puerta de la. cele da del.P. Medicio antes de la hora en que ordinae Fiamevte acostumbraba levantarse, é imitande la voz del.P. Minio, cuya semejanza habia tomade esteriormente, le dice“Surge, pacer." El religio= 0 obedecié al instante y se fué 4 la iglesia, 4 done de el impostor habia ido tambien 4 aguardarle, Engafado el P. Medicio-por la semejanza del B, Minio, se arrodill6 y comenz6 su contesion, Pera cial fué su sorpresa al cir excusar sus faltas y dew cirle: “Esto no es cosa, padremio, esto no es Con sa,” Acusdése de-una falta mas grave, y escuché ‘la misma respuesta. Entonces sospechando Io +que en realidad era aquello, hizo la sefial de la ¢ruz y dijo: “;No serés1t tal vez el demonio, pues Ane estas diciendo tales despropésitas?"* Decir ese‘ —F7— %o. y desapatecer el fingido confesor todo fu tno. Ademas de estos dos dominicos, cuyas corver+ saciones le fueron de tanto provecho, tambien‘le - fué sumameate util con sus edificantes y sélidos discursus un humilde religioso, Iamado Baldini. He aqui an homenage que con suma satisfuceion tributaba Felipe 4 su memoria. “No soy yo él ‘Gnico que debe mucho 4 este hombre de: Dios; ‘Ta ciudad de Florencia le debe mas de lo que _pien- éa.° A este propésita referia el hectio siguientes Cuando el duque de Borbon invadia la Italia al frente de un ejércitg imperial, se aprocsimé 4 Flo- rencia, de cuyos habitantes se apoleré el espante ¥ la consternacion, En su temor acudieron 4 la iglesia en que Baldiai estaba. predicande 4 la sa- zon. Admirado este santo hombre de una cons currencia tan extrzordinaria y tamultuosa, pregun- t6 el motivo. Se le respundié que las uopas del emperador rodeaban ya la ciudad y amenazaban sitiarla. Oida esta fatal noticia, se arrodill6 y sé puso en oraciun por algunos iustantes; en seguida se levanté-con an semblante sereno y dijo al pue- dio: “Exclamad commigo con todo fervor: {Viva Jesus! Una undsime aglamacion se hizo escu- ~char por todos los an gulos de aqueltemplo. “Lue- 0 que ya todo estaba en silencio, afiadio: “Sas bed, hermanos mios, que por un efecto de la bonded de Dios, van 4 retirarse los imperiales, sin causar mal alguno.” Consolados con esta se~ guridad los Florentinos, acudieron 4 las murallas, —~g— y Vieron con sus propios ojos que se habian retira- do los enemigos. Tlustrado por los consejos y. movido, por los ejemplos que le daban estos grandes hombres, Felipe hizo en la perfeccion tempranos y rapidos progresos, No obstante. su mifiez, comprendi6é maravillosamente que el camimo del cielo es el del Calvario, que nadie lega 4 ser santo sin Mevar su Cruz: y en consecuencia se dedicé A.de+ sear y pedir 4 Dios le. proporcionase sulrimientos, No tardaron en ser escuchados sus votos: - & Ja edad de scis aiios, se apoderd de él una ardiente ficbre, que pasé en pie muchos dias sin decir 4 nadie nada, haciendo por el contrario cuanto podia para disimularla. Sin embargo, su hermana Isabel Megé Aconocer su enfermedad por la akeracion de sa semblante, y le obligé 4 tomar las_medicinas que reclamaba el estado de su salud; pero.como ella entraba muy bien en las miras de la perfec- cion de su hermano, guardé el secreto de sus pade~ cimientos, sin obligarle & hacer cama. Algun tiem: po despues su virtud fué puesta 4 una nueva prue- ba, de la que supo igualmente aprovecharse. _In- cendiése la casa paterna y fué casi destruida ente~ ramecite; mas el santo alfio vi6 este siniestro acon- tecimientg sin que aparecicra en su semblante tris teza niturbacion alguna. Muchas personas obser- varon, esta grandeza de ilma y la consideraron - como un presagio cierto de su futura santidad. En todas ocasiones se notaba el desprecio que ha- —jJ— cia de las cosas de la tierra. Habiéndole regala- do una persona un cuadro genealogico de su fami- lia, ni aun fij6 en él su vista, y luego que se ausenté el donante lo hizo pedazos y ech6 al fue- go, haciendo ver por este medio que con tal que su nombre estuviese escrito en el libro.de la vida, no se cuidgria de otra cosa en.la tierra., Luego que. llegs 4 los diez y ocho afins y: con- cluy6-sus humanidades, creyo su padre deber ase- gurarle para el porvenir un buen partido que natu- ralmente dictaban las circunstancias. Tenia aquel un hermano Ilamado Romulo, que habia pasado de la Toscana 4 la Campania 4 donde tenia an considerable comereio. Carecvia de hijos y pedia & su hermano le enviase 4 Felipe para formarlo y educarlo en.sus giros, ofreciende . coustituirlo. en sumuerte heredero de tedos sus biencs. Fran- cisco, que solo vié la cosa con. ojos humanos, no vacilé en aceptar una oferta tun ventujosa. Coin- prometiése desde luego con su hermano, y sin con- sultar 4 su hijo dispuso lo necesario.. para su mar~ cha, enviénialo 4 su tia que residia en-la ciudad de §& German, al pie del Monte-Casino. Llegado _Felipe 4 esta casa y del todo complicado en los negocios de su tio, conocié muy pronto que estaba fuera del estado 4 que Dios le llarnaba. Recurrid 61a oracion y el Sefior le hizo congcer en ella qua lo. reservaba para un.comercio mas. noble y le pre- paraba una herencja mas ventajosa. Desde _en- tonces ya no se ocupé de los. negocios de su tia —I1tt— ‘ mas quelo muy necesarin pira ho‘disgustarlo, em- pleandu lo demas de su tiempoen orar y visitar Jos lugares santos. ,. En las cercanias de 8. German y muy précsime al puerto de Cuieta, se eleva una montafa muy. venerada por los habitantes “del pais, la que ew aquella época pertenecia 4 los monges de Monte- Casino, que habian construido alli una iglesia en honor de la Santisima Trinidad. Esta iglesia es- ta cdificada subre una roca enorme, situada 4 las dos terceras partes de lu elevacion de Ja montafia, que se vé desde el mar, y todes los bageles que abordan 6 pasan ante la casta, la saludan con una descarga de artilleria. Habia en este templo ua calvaria muy estimado de Felipe, ¢ tba 4 éble mas frecuente que le éra posible, para meditar & su placer en la pasion’de Jesucristo. Cada vez que iba, volvia 4 casa mas abrasade de amor de Dios, mas disgustado del mundo, mas resuelto 4 abandonarlo todo por ser santo. Finalmente re solvié separarse sin decir nada 4 su tio. Sinembargo, este llegd 4 suspecharlo, y no perdoné meilio para evitar lo que él llamaba una tentacion enfadosa. “Veo con dolor, le dijo, que sacrificas tus debéres 4 tus devociones. Yote he hecho venir 4 mi casa para que me ayudes 4 llevar el peso de mis ne- Zoctos, y casi uo me sirves de nada; esto es tanto peor para. ti, cuanto que mis interescs son los tu- yos, supuesto que te he nombrado ini heredero, * No correspundas, te ruego, 4 mi amor -cen -tal in+ gratitud. Mira que lo que he hecho por ti mere- cg alguna correspondencia. Note pido mas quo te apliques 4 mi comercio de modo que nos sea cada. dia mas provechoso; pero para esto es ine dispensable que quites de ta imaginacion esas ideas que te preocupan y te inclinan 4 sacrificar ‘tu fortuna.” Felipe, que habia resuelto firme- mente abandonarlo tede por seguir y agradar 4 Jesucristo, respondié 4 su-tio, que su corazon es- taba muy lejes de ser ingrato; pero ‘que .aprecian- do en lo que debia sus intenciones patetnales, no podia seguir sus consejos. Desde este dia trvo mucho que padecer con “gu tio, que no podia conecbir como sin estar leco pudiera Felipe -renunciar 4 tantos bienes, y por lo mismo volvia continuamente 4 la :carga. ‘Pero Relipe firme siempre en su vocacion y mirando eon desprecio los falsos bienes de la'tierra,na podia dar contento alguno 4 su tio. Por el contrario la era preciso incomodarle si se espresaba con fran queza y tambien si guardaba silencio. Llegé por dlamo 4 conocer que el mejor partido que debia tomar era separarse cuanto antes. Era eu designio ir 4 Roma para vivir alli sulitariamen- te, y vacar con toda Hbertad al grande negocia desu peritccion. Despues de consultar nuevar mente con Dios en la oracion, partié una mafana gin que su tio lo supiera, sin dinero y sin provi siones, poniéidose del todo en.las manos bonda- dosas:del Seftor. No fué vana su confianzap da caridad publica proveyé 4 sus necesidadés die- rante el viaje, y leg.ido que fué 4 la ciudad santa, encontré un noble Florentino, llamado Galleotto Caccia, que le otrecifun asilo generoso. Creia, es verdad, no recibir en su casa inas que 4 un viajero; pero luego que, pasados algunos dias, Fe- lipe le manifést6 su designio, prendado ya de sus virtudes, le indicé que podia ocultarse en su casa y que 4 su cuidado quedaria proporcicnarle sus alimentos. Reconocido elsanto joven, se ‘en- cargé de la educacion de dos hijgs de su bien- hechor, los que, merced 4 sus lecciones y ejemplos, vinieron 4 ser dos pequeiios angeles. ns Dos afios pasé Felipe en el aislamiento ‘mas absoluto de las criaturas, si esceptuamos los dos nifios de que acabo de hablar y 4 los que no veia mas que 4.determinadas horas. Su meditacion era continua, y el férvor que de clla sacaba, junto con las dulzuras celestialés que inundaban su al- ma, le inspiraron.tal odie & su propia carne, que no pensaba-mas que en medios de mortificarla. He aqui pues, e] método de-vida que gdopté en aquella época. No hacia al dia mas que una sola comida, y esta 4 pan y agua puramente; y si es que algunas veces se permitia afiadir algunas yer- bas 6aceitunas, otras dejuba pasar dos 6 tres dias sin tomar. alimento alguno. * No quiso tener en su es- trecha celdilla.otro mucble gue un triste lecho, el que. mas le servia de asiento.que de cama, supues- to que dormia sobre el duro suelo. Culgaban sus “pobres vestiduras de una cuerda y sus libros s@ encontraban sobre una tabla. Solo se entregaba. al suefin el tiempo rigorosamente indispensable para la vida,"y su despertador era el poderoso atractivo que sentia por la oracion. Esta vida tan edificante en un hombre tan joven, no pudo permanecer oculta mucho tiempo. Hablése de ella en toda la ciudad, y su fama-se estendié has- ta Florencia. No falté persona que la_noticiase 4 Isabel hermana del Santo, Ia que al saberla respondié: “De ninguna manera me sorprende esto, porque aP¥tr las virtudes de mi hermano desde sus tiernos afios, conjeturé que con el tiem- po legaria 4 ser un gran Santo.” SPOIL EL LLL LLL ILL OL OGLE LL LLLP LIL LL ILI PIL LE OLD OP CAPITULO Ht. Felipe estudia filosofia y teologia: despues de ja los estudios por las practicas ascéticas y las obras de caridad. IS WO LEVABA ya Felipe dos afios de vivir ocultd cv & los ojos de los hombres, cuando se. wT sintié divinamente Hamado al estudio de la filosofia. En consecuencia siguié en el colegio —li- romano los cursos sucesivos de los dos maestros mas habiles que en aquella época tuvo Roma: hable de Cesar Jaconcelliy de Alfonso Ferri. A pesar de su.constante fidejidad 4 12 oracion y demas practicas piadosas;6 mejor dicho, 4 causa de esta fidelidad, obtuvo tales adelantos, que le merecieron el primer lngar entre sus condiscipulos, Tal es el testimonio que fe tribute Alexandro Butio, al decir que excedi6-& todos. ellos. Acabada su ft losofia comenzé-sus estudios teolégicos en el cole~ gin de los Agustinos, y fueron tales. los progresos que hizo en..esta ciencia, que ya'no tuvo necesi- dad de velver 4 ocuparse de ella en Jo sucesivo, Vivid pues ya en lo de adelante del fondo que en- ténces adquirié,- porque los deberes de su estado le impidieron volverse 4 ocupar,de este estudio; y ne.obstante siempre se le consideré como uno de los tedlogos mas sabios-de-Roma, discutiendo aun hasta en sus tiltimos ufos acerca de las cuestiones mas dificiles y, sublimes con tanta facilidad y eru- dicion, como si acabase-.de abandonar las aulas. Tampoco olvidé las controversias menos impor- tantesy y era ciertamente de admirar oirle referir con toda, esactitud- los pareceres de los doctores sobre esta clase de cuestiones, y las razones en que se funduban. Pero. por ventura ghacia este hombre ostenta-. cion- dé sw.,saber? No ciertamente, porque era admirable su humildad:solo hablaba de esta suer- te cuando.tenia‘que-instruir 6 algunos -religiosos. —j5— j6venes, 6cuands le era necesario tratar estas ma- terias, por interes de ‘a verdad, con los sebiog de sutiempo. Fuera de estas circanstancias, nine guno fué mas modestr; y al expresarme asi no aventuro-exageracion ninguna, porque este hom- bre extraordinario hacia de su parte cuanto podia para abatirse en Ja opinion de aquellos con quie- nes tenia que tratar. Por lo mismo evitaba con su- mo cuidado en sus conversaciones todo lo que pus diera dur 4 conocer que sabia algo; y al escuchar la cortedad y embarazo de sns oases y Ja ningu- na Yacion de ellas, hubiérase creido que no sabia nj,aun hablar aquel que desenvolvia tan perfecta y-abundantemente sus pensamientos, cuando lag circunstancias lo ecsigian, Muchas personas en- ganadas por este artificio, que esttban lejos de sgspechar, le miraban como un ignorante; pero si legaba el.caso que-tuvieran que tratar con él algun negocio serio,.inmediatamente cambiaban de ‘opi- nion. Puedo eitar dos hechos en apoyo de esta asercion. Un prelado romano que solo habia hablado con él encompaiia de etras personas, le miraba y re-~ pptaba coino 4 un pobre hombre; pero llegé el caso de que bubiese de conferenciar con él sobre un ne- gocio importante, y bast6 esta conversacion para desengafiarlo.. Despues lleno de estimacion hacia §u persona decia 4 sus amigos: - “Fis preciso can- fesar que este santo hombre.es- demastado indus~- trjosQ.en, humillarse.. En .su..conversacion fami- —13~ Kar yo le habia tenido por unidiota, 6 cuando mié- hos por un hombre muy simple; pero he mudado de opinion desde qué tuve que tratar con él algu- Nos negocios. ‘Felipe es un hombre raro, cuya ciencia iguala 4 su piedad.” Una cosa semejanto acoutecié 4 Alexandro Saulio, obispo de Pa- pia, tedlogo muy recomendable. Suscitése la conversacion en una visita que hizo 4 Felipe so- bre un punto tedlogico, y el Santo se esplicé con tanta iuteligencia y erudicion que el prelado que- d6 sorprendido cou tanto mayor motivo, cuanto que hasta entonces solo le habia considerado‘como & un sarito’sin capacidad algutia. Muy pronto sé present6‘ocasion en que su ;ciéh- cia hubo de aparecer subre un teatro nas eminen- te. Acababa de nacer su congregacion, y no con- tando entonces mas que con unos cuantos clérigos, empleaba 4 sus ciscipulos legos en su iglesia en ésplicar la doctrina al pueblo: y como ellos no po- seian la ciencia-teolog:ca, algunas veces se les es- capan inesactitudes 6 proposiciones erroneas. En- tonces este santo hombre subia ‘al puilpito y espo- nia la materia que trataban sus‘digcipales con su* ma claridad y elocuencia. Cuantos tuvieron oca- sion de apreciar su profunde y basto saber, llega- ron 4 persuadirse que en él obraba mas la gracia que elestudio. Lo que hay de seguro es, que al mismo tiempo que cursaba teologia, oraba mucho mas que estudiaba, y que despues ya tuvo muy poco tiempo para poder ocuparse en perfeccionar suciencia, Sin embargo, no abandoné entera- mente el estudio; tenia siempre &su lado la Suma de Santo Tomfs y la congultaba 4 menudo. Este gran santo, era segun su parecer, el te6logo por “excelencia, y en las controversias se sujetaba 4 sus ‘doctrinas. ©. Respecto 4 la sagrada Escritura, la estudiaba habitualmente y hacia de ella tales aplicaciones que edificaba y admiraba & sus oyentes. Un sa- bio Polaco, que asistié por algun tiempo 4 las plé- ticas del santo, escribia lo siguiente, un poco despues, 4un sacerdote de su congregation: “No puedo pensar sin admiracion en la habilidad que tiene vuestro padre en el manejo de nuestros li- bros santos y en el rico partido que de ellos saca. Si yo no hubiera tenido ocasion de apreciar sus talentos, me bastaria para ello el conocimiento que tengo del profundo saber de sus discipulos. Qué mejor maestro que aquel que form6é hombres como un Baronio, un Bozzio, un Antoniano, que no de- jan pregunta sin respuesta, ni dificultad sin solu- cion, y 4 quienes puede consultarse con toda segu- ridad sobre lo mas profundo del libro de los li-’ bros?” Acontece muy frecuentemente que los hombres de grande ingenio se remontan en sus discuciones 4 una elevacion que no solo no esta al alcance del auditorio, sino que hasta llega a serle fastidiosa; mas no era este el carfcter de) siervo de Dios. Su dulzura y su modestia hacian acce- sibles sus superiores luces 4 sus oyentes, y sn vic- —i8— toriosa elocuencia triunfaba hasta de los corazones de sus adversarios. Dotado de un génio tan do- cil como profundo, tan gracioso como sélido, en su juventud se habia aplicado 4 la poesia y compu- so versos en latin é italiano; pero en su edad ma- dura los eché6al fuego, asi como otros muchos es- critos, huyendo do las alabanzas de los hombres. Su aplicacion al estudio no le impidié egercitar- se en las obras de caridad. Cuando salia del co- legio se iba, 6 bien 4 los hospitales 4 visitar 4 los enfermos, 6 bien & las puertas de las basilicas 4 dondeconcurrian muchos pobres, 4 fin de instruir- los. Por otra parte tenia tambien otros muchos discipulos'a quienes ayudaba.4 caminar por las sendas de la perfeccion y que sacaron mucho pro- vecho de una direccion tan haébil como insinuante. Todas estas ocupaciones, sin embargo, no perju- dicaban & su espiritu interior. Era tan tierna su devocion, que no podia mirar un crucifijo, que pen- dia de un clayoen la clase de teologia, sin exhalar profundos suspiros y derramar abundantes, lagri- mas. Esta conducta le mereciéd en Roma el.mismo sobrenombre que se le habia dado en Florencia. Sus maestros, entre otros, no le llamaban de otra manera que Felipe el Bueno. Me Despues de haber terminado sus estudios teolé- gicos, ensefiado por el Apéstol, que no es bueno saber mas que lo conveniente, y que basta ser sd- bio con sobriedad, dejé el cultivo de las ciencias para dedicarse enteramente 4 su propia perfec-. cion. “De qué me serviré saberlo todo, se decia 4'si mismo, si ignoro 4 Jesus, y 4 Jesus crucifica- do? he aqui la ciencia que forma 4 los santds:* es- to es ciertamente lo que me es necesario.* En consecuencia de esto, vendi6 todos sus libros, me- nos la Biblia, y reparti6 su precio entre los pobres- En seguida se entreg6 4 la contemplacion de las cosas divinas con tanta felicidad, que pasaba en ella algunas veces cuarenta horas sin interrup- ‘cion. Consumiale de tal suerte el fuego del divi- no amor, en este santo ejercicio, que caia désfallé- cido 6 se veia obligado 4 rasgarsus vestidos para disminuir sus ardorosos incendios. De aqui aque- Ila abstraccion de los hombres que le hgcia bus- car con ansia la soledad. De aqui aquel 6dio 4 su carne que lo conducia no solo 4 negarle todo gusto, sino aun 4 maltratarla mas de lo que Jo ha: - bia hecho hasta. entonces. En Roma, ciudad tan populdsa y bialliciosa, viF ¥ia como un anacoreta, y’ contrajo un habito de silencio que conservé' por toda su vida, siempre que se lo permitieron sus deberes. Casi todas las noches iba 4 orar & las puertas de Jas siete princi- pales basilicas, teniendo -para ello que andar casi doce millas; bajaba en seguida 4 las catacumbas y permanecia allienoracionlorestante dela noche. ¥ no se entienda que esta fué una devocion pasage- ra, porque la continué durante diez afios; dando - esto motivo 4 que no haya faltado alguno que di- ya eva su habitacion en.aquella época-el ce-- —ih— menterio de S. Sebastian, aunque no pasaba en él mas que las noches. Por lo demas, este santo lugar nada tenia de ligubre para él; porque Dios le colmaba alli de dulzuras, inunddndolo con tal torrente de delicias, que no pudiendo ya Felipe sopottarlas, exclamaba: “Basta, Sefior, basta; contened os ruego el torrente de vuestras gracias.” Facil es comprender despues de esto, como podia decir en sus sermones estas palabras enigmaticas para las gentes del mundo: ‘Cuesta trabajo 4 Jos que aman 4 Dios soportar la vida, que es para ellos un tormento;y por esto es que llaman 4 la muerte con unaansia que no puede imaginarse.”” Porque, 4 la verdad, gno es en efecto un suplicio amar ardientemente y no poder gozar del objeto amado? Cierto es que en ese estado hay dulzu- ras y consueles inefables; pero concedidos estos 4 medida de la humana debilidad, en lugar de con- tentar sus deseos no hacen mas que irritarlos, pa- gandolos despues caramente 4 causa de las amar- gas desolaciones que se siguen. Esto es lo que acontecia al siervo de Dios, 4 quien atormentaba el demonio en’ proporcion de lo que el Sefior lo fa- vorecia. Yendo un dia 4 la iglesia de S. Juan de Le- tran, se le apareci6 el genio del mal bajo la figura de una muger deshonesta, é hizolevantar en su fan- tasia, imagenes andlogas 4lo que acababan de ver sus ojos. Esta tentacion, de la que no tenia aun experiencia alguna, le caus6 desde - luego es» tremada sorpresa; pero conociendo inmediatamen- te la malicia del espfritu impuro, oré6, y se desva- neci6 la ilusion. Otra vez pasaba de noche cer- ca, de la igtdgia de S. Sebastian, 4 donde segun su costumbre iba & hacer oracion, y de unas ruinas cercanas 6 aquel templo le salieron al encuentro tres horribles espectros con un aire amenazador. Coimprendié el santo-al momento que eran demo- nios, y lleno de confianza en Dios, continué su ca- mino echfndoles una mirada deglesprecio, con la . que los hizo desaparecer. Es muy probable que este santo hombre hubiera podido contar muchos hechos semejantes; pero no juzg6 conveniente re- ferirnos mas, detenido sin duda por su profun- da humildad, porque al indicar sus combates nos habria hecho sabedores de sus victorias. PPLPPLPIL ODI APIO ILD DIODOOIL ILO PLO IDOL LL LD DGD CAPITULO IIE. Nuevos aumentos de su amor 4 Dios, y de su caridad para con el prdgimo. SOS Co%™_ Oo COSTUMBRABA Felipe diariamente implorar la gracia del Espiritu Santo, y © (PAG Yo diré de una vez, desde que reci- menterio de §. Sebastian, aunque no pasaba ea él mas que las neches. Por lo demas, este santo lugar nada tenia de ligubre para él; porque Dios le colmaba alli de dulzuras, inundéndolo con tal torrente de delicias, que no pudiendo ya Felipe sopottarlas, exclamaba: “Basta, Sefior, basta; contened os ruego el torrente de vuestras gracias.” Facil es comprender despues de esto, como podia decir en sus sermones estas palabras enigméticas para las gentes del mundo: ‘Cuesta trabajo 4 Jos que aman 4 Dios soportar la vida, que es para ellos un tormento;y por esto es que llaman 4 Ja muerle con unaansia que no puede imaginarse.” Porque, 4 la verdad, gno es en efecto un suplicio amar ardientemente y no poder gozar del objeto amado? Cierto es que en ese estado hay dulzu- ras y consuelcs inefables; pero concedidos estos & medida de la humana debilidad, en lugar de con- tentar sus deseos no hacen mas que irritarlos, pa- gandolos despues caramente 4 causa de las amar- gas desolaciones que se siguen. Esto es lo que acontecia al siervo de Dios, 4 quien atormentaba el demonio en’ proporcion de lo que el Sefior lo fa- vorecia. Yendo un dia 4 la iglesia de S. Juan de Le- tran, se le aparecié el genio del mal bajo la figura de una muger deshonesta, 6 hizo levantaren su fan- tasia, imagenes analogas 4lo que acababan de ver sus ojos. Esta tentacion, de la que no tenia aun experiencia alguna, le causé desde - luego ess tremada, sorpresa; pero conociendo inmediatamen- te la malicia del espiritu impuro, ord, y se desva- neci6 Ja ilusion. Otra vez pasaba de noche cer- ca. de la ightjia de S. Sebastian, & donde segun su costumbre iba 4 hacer oracion, y de unas ruinas cercanas 4 aquel templo le salieron al encuentro tres horribles espectros con un aire amenazador. Comprendié e] santo:al momento que eran demo- nios, y lleno de confianza en Dios, continu6 su ca- mino echfindoles una mirada deglesprecio, con la que los hizo desaparecer. Es muy probable que este santo hombre hubiera podido contar muchos hechos semejantes; pero no juzg6 conveniente re- ferirmos mas, detenido sin duda por su profun- da humildad, porque al indicar sus combates nos habria hecho sabedores de sus victorias. PLLPPLL ILL ILLOIO IDL DPODOOIL ILO PDO I LOLOL LD DDD CAPITULO III. Nuevos aumentos de su amor 4 Dios, y de su caridad para con el prdgimo. —oOS~ Co%™% 0 j COSTUMBRABA Felipe diariamente implorar la gracia del Espiritu Santo, y © CEA Yo diré de una vez, desde que reci- —22— bid la dignidad del sacerdocio, nunca dejé, es- - cepto cuando no lo permitia la ribrica, de rezar en su misa la oracion “Deus cui omne cor patet, ete,” y de aqui podra inferirse el fervor congue pediria © los dones del Espiritu Santo cada vez que la Igle- sia celebraba la fiesta de Pentecostés. Esto di6 lugar 4 los veinte y nueve afios de su edad, 4 un extraordinarioacontecimjento que merece referirse. Meditaba sabre el misterio.del dia con afectos y de seos incomparables, cuando sintié formarse en su corazon un incendio de amor que no pudo sopor- tar. Echése por tierra, descubri6é su pecho abra- sado para aliviar el ardor que lo consumia, y dijo al Sefior: ‘“;Retiraos de mi, Dios mio, retiraos de mi! un hombre mortal ho puede soportar tal tor- rente de alegria celestial; rhuero sino teneis consi- deracion & mi miseria.’ Habiéndose calmado el fuego qué lo devoraba, se levanté experimentando un contento extraordinario que le hacia saltar de g020, espiritual y corporalmente. Obr&base al mis- mo tiempo un movimiento estrafio eu la region de su corazon; dirige su mano hacia aquel lugar para cerciorarse de lo que lo motivaba, y encuentra que se habia formado una-protuberancia. Sin embar- go, no le causaba ni le caus6 nunca algun dolor. Mientras vivi6, este milagro, que lo era en~ efecto, y lo era de los- mas extraordinarios, permane- cié oculto aun 4-61 mismo; pero los medicos lo publicaron y probaron despues de su muerte. En efecto, quisieron saber la causa de la protuberan~ cia que veian sobre la parte superior del pechos y descubrieron dos fenémenos fisicamente inexplica- bles: la cuarta y quinta costillas estaban no rotas 6 quebradas, sino artisticamenté divididas, y las fraccione$ encorbadas por la parte superior, de modo que dejaban entre s{ un intervalo muy con- siderable. Esta division se habia -efectuado sin accidente ni dolor, supuesto que el santo al palpar el tumor, no pudo adivinar la causa, y durante cin- cuenta afios que vivi6 despues, no advirtié incomo- didad alguna. A este primeréfenémeno, se junté atro; y es que el corazon se dilat6 de tal modo, que llené el hueco que habia dejado la division de las costillas. Cuanto 4 los efectos que resultaron de ‘este mi- lagro, he Aqui lo que opinaron los facultativos. Enel momento en que ge obré, el siervo de Dios experimenté una palpitacion de corazon éxtraordi- naria que le duré toda su vida, aunque no siempre en el mismo grado. Era suave ordinariamente; pero se aumentaba de una manera, muy fuerte cuando el santg oraba; ofrecia el santo sacrificio de la misa, anunciaba la palabra de Dios, 6 adminis- traba los sacramentos. Entonces le. parecia que el corazon iba 4 salirsele del pecho, y su cuerpo se estremecia de tal modo que todo ‘temblaba 4 su rededor. Si abrazaba 4 alguno que venia & visi- tarle, lo que hacia muy ordinariamente. y de una manera muy afectuosa, el que le visitaba recibia como un sacudimiento eléctrico, acompafiado de - wna no’. 7ostumbrada. dulzura espiritual: y si acon- tecia que por casualidad algunos de log que reci~ bian de él esta muestra de carifio, estuviesen ten- tados, desaparecia la tentacion al momento. He aqui en apoyo de esta verdad, algunos testimoniog dignos de fé. Tiberio Ricciardelli, can6nigo del Vaticano, ha~ bia sido durante cuatro afios discipulo del santo, cuidande de su cuarto y sirviéndole con tierna ve- neracion. Mas tarde, llamado como testigo en la causa de su canoyizacion, depuso ‘lo siguientes “Cuando yo servia & este dichoso y bienaventura- do padre, un dia me asalt6 una horrible tentacion de impureza; corri 4 él espantado y echindome 4 sus pies,‘le di cuentade mi afliccion. Eso es nada hijo mio, me dijo, ven 4 abrazarme y seras curado. Arrojéme 4 sus brazos, y me estreché 4 su pecho carificsamente. Esto fuélo bastante para extinguir elincendio que me abrasaba, y des- de entonces no he vuelto 4 sentir el peligroso ar-. dor de aquellas llamas infernales: por el contrario, se encendi6 en mi corazon un fuego de amor di- vino que de tal suerte me atrde 4 v oracion, que’ no me puedo saciar de ella.”- Marcelo Vitelles- cio, patricio romano y canénigo de Santa Maria la Mayor, atestigué que al recibir del santo esta de~ mostracion de amistad, se disipaban sus tentacio- nes, dando lugar 4 una extraordinaria alegria. Este ardor divino, que experimentaba el siervo - de Dios, no se limitaba puramente 6 su alma, salia tambien 4 su cuerpo, teniendo en el rigor del in-- vierno y bajo los hielos de la vejez que salir 4 bus- ‘cdrel aire fresco en lugar de aprocsimarse al fue-. go: muchas veces 4 media noche tuvo necesidad ‘de abrir la puerta de su ventana y de agitar un lienzo que sirviéndole de aventador, le moderase aquel calor sofocante. Otras se vié. obligado 4. beber un poco de agua fria para humedecer su garganta, seca con las abrasadas exhalaciones que- como de un horno salian de su corazon. Ordina- riamente dejaba entreabiertos sus vestidos sobre eb pecho, y cuando por causa de estar helando se le decia que se cubriese, se escusaba diciendo:. “Me- sofoco.” No era solamente dentro de casa donde- élandaba de esta suerte, sino tambien en las calles: bajo la Huvia y la nieve, 4 pesar del viento mas helado del norte, y cuando sus compaiieros envol- viéndose en sus capas aun tiritaban, él se sonreia * y les decia carifiosamente: ‘No os avergonzais. de temblar de frio, vosotros que aun sois j6venes,: cuando los Viejos se abrasan de calor?” De aqui provino que en- sus enfermedades se: vieron obligados los médicos 4 recurrir: 4 los re~ medios mas refrigerantes. Todos sus achaques,. en efecto, procedian de aquel calor estremado; y de- aqui result6 muchas veces que se le aplicaron me- dicinas que le hicieron mas dafio que provecho,. porque no se habia conocido Ja principal causa de su enfermedad.’ Felipe hubiera evitado estos:: -; inconvenientes declarando al médico lo que ‘él sa-. bia miy bien por experiencia; pero repugnaba 6° su humildad confesar una gracia tan privilegiada. Sometiase 4 sus 6rdenes y se contentaba con de- cirle en tono de chanza: “Cu4nto 4 los sintomas esté bien, respecto 4 la causa ruego 4 Dios os la: haga conocer.” Sin embargo, algunas veces se le escapaba este secreto; porque en el fervor de la oracion solia.decir: “Estoy herido de amor.” O- tras ocasiones, y no eran raras, no pudiendo so- portar las delicias celestiales, se echaba en su ca- mma, y se. ponia en estado de poder detir con la. Esposa de los'Cantares: Sostenedme entre flores, fortificadme con frutos; porque desfallezco de a- mor (Cant., 2, 5.). ‘En uno de estos momentos de amorosos deliquios, para ocultar su-causa, dijo & un amigo suyo que se encontraba cerca de su lecho: “Yo conoci 4 un religioso - franciscano que desfallecia de amor, y muri6é consumido de este fuego divino. Esto era mejor, ciertamente, que no estar-consumido como yo lo estoy de rio se qué enfermedad que padeaco desde mi infancia.” -Bi es cierto que él no podia resistir & esta ‘en- fermedad de amor,no -sucedia loanismo-respecto de la palpitacion del'corazon de que hablé antes. {Cosa admirable! estaba este insigne favor tan su- jeto 4 su poder, que era duefio de hacerlo cesar ‘> cuando queria. Esto lo confesé un dia al carde- nal Borromeo, hijo suyo querido y uno de sus mas intimos confidentes. Este lo refirié asi 4 dos h& diles.médicos que entonces le asistian y que fue- ron de opinion que aquella palpitacion no era na- tural ni contranatural, sino sobrenatural. Otros cinco famosos facultativés, 4 quienes antes se ha- bia consultado, afirmaron de comun acuerdo, que este accidente era puramente milagroso. Y gco- mo dudar de ello, atendiendo 4 la ruptura de las dos costillas que no podia tener otra causa que una operacion divina? Es evidente que ella se verificé para, dar lugar al corazon & que pudiese latir sin dolor y sin peligro de un modo extraor- dinario, y recibir mas facilmente un aire fresco. Prueba esto, que era en é] la arteria aorta mucho mas gruesa que el doble de la dé‘los demas hom- byes. Su corazon tambien habia adquirido una dureza extraordinaria, que no puede haber tenido otro objeto que cl que pudiese sufrir el estre- mado calor que depositaba, como si fuese un borno encendido, y lo violento de su palpitacion. No fué ésta la tinica gracia que Dios le dispens6 @ aquel dia de Pentecostes. Recibié tambien al mismo tiempo un deseo tan,vivo de trabajar por la salvacion de los prégimos, que llegé 4 com- prender que esta era su vocacion. Por consi- guiente, abandonando su soledad, comenz6 4 apa- recer en piblico, 4 donde crefa poder hacer mucho . bien. De aqui es, que iba diariamente al barrio de los mercaderes florentinos, trababa con ellos conversacion, y manejaba suscorazones tan diestra- mente, que unos se convertian y otros se transfor- maban en hombres espirituales. Para ganar 4 los j6venes, los esperaba al salir de las casas da estudios, se hacia de su amistad con el encan- to de su conversacion, y ttabajaba en seguida en su reforma. De esta manera convirtié 4 Enrique Petra, quien, andando el tiempo, legs & ser un santo sacerdote, y el director de una congregacion de catequistas, cuyos trabajos obtuvieron los mas felices resultados. Otra de sus conquistas fué Theseo Raspa, que se constituyé compafiero de su celo, y miurié santamente en la congregacion del Oratorio. Juan Manzoll, movido por sus exor- taciones, renuncié valerosamente & grandes rique- 2as, por adquirir los bienes eternos. \A estas con- versiones. siguieron otras muchas de que hablaré despues. No era, sin embargo, este ministerio por el que suspiraba Felipe: él anhelaba por pecadores, es verdad; pero queria grandes pecadores que satisfa- ciesen su celo. Dedicése, “pues, 4 buscar 4 estos hermanos desgraciados, trabéamistad conaquellos que corzespondieren & sus insinuaciones, y logr6 atraer un gran nimero de ellos 4 Ja virtud. So lo las unugeres se excluyeron entonces de sus soli- citudes. Se sentia muy j6ven atin para abordar un ministerio tan peligroso. Sin embargo, al. gun dia llegaré su vez, como adelante veremos. Entre los pecadores que él sacé del cieno de la culpa, hubo uno cuya conversion referiré, para dar idea 4 mis lectores de la habilidad de nuestro pescador de hombres. Este desgraciado, aunque de un ilustre nacimiento, se deshonraba hacia al- gun tiempo por una vida sumamente depravada Tenianle aprisionado en sus redes dos demonios poderosos; el de la impureza y el de la avaricia. Su confesor, despues de ensayar inuttimente la virtud de los sacramentos, acab6 por negarle la absolucion. Aflijidle profundamente este rigor, y su pesar lleg6 4 inspirarle un paso que-le fué saludable. Va 4 ver 4 Felipe, le da parte del motivo de su dolor, y le ruega que se interese en su suerte, socorriéndole con sus oraciones. Movido 4 compasion el siervo de Dios, comienza por con- solarlo; en seguida, como le ve flotante entre log deseos de su conversion y el afecto & los objetos de sus pasiones culpables, le anima diciéndole: “Vamos, hermano mio, tened confianza; yo me encargo de vuestro negocio con Dios; yo le roga- ré y le suplicaré que se apiade de vos, hasta que haya roto vuestras cadenas. En efecto, fué tan effcaz su oracion, que 4 pocos dias se cambié com- pletamente el corazon del j6vent se separé de la ocasion de sus crimenes, recibié la absolucion y se aprovech6 de tal suerte de los consejos del san- to, que fué en pocos dias un cristiano ejemplar. No podia el demonio sufrir tantas pérdidas sin aborrecer de muerte al que se las ocasionaba. De- termin6 perderle tendiéndole un lazo en el minis- terio de su caridad. Dos hombres de costumbres perdidas, fueron 4 verlo un dia con la depravada intencion de conducirle 4 participar de sus desor- —30— dénes. El asalto fué uno de los mas cridos, por= ‘que no perdonaron ninguno de los medios que el infierno pudo sugerirles: pero yqué puede todo el abismo contra un soldado de Jesucristo que no se _espone al peligro sino por 6rdende su capitan? O- bligado Felipe 4 oir sus pestilentes discursos, cer- 16 4 ellos su corazon, é implor6 los socorros de le divina-gracias y piaté en seguida con tanta fuerza y suavidad, la belleza y nobleza de la virtud, junta- mente con lo horrible y torpe del vicio, que los que creian vencerle salieron vencidos, y dichosa~ mente atraidos al bien. Dificil seria enumerar todos aquellos 4 quienes Feilpe, aun siendo secular, hizo que abrazasen los consejos evangélicos. Poblébanse los monaste- rios de diversos érdenes con los reclutas que: él les enviaba. Por este motivo San Ignacio, fun- dador de la Compafiia de Jesus; le lamaba con mucha gracia Felipe Campana y he aqui como esplicaba su pensamiento: “Asi como, decia, ura campana. de iglesia _Ilama-& todo el mundo 4 que’ entre al- -templo y se queda ella en su torre, ast tambien este hombre apostélico, hace entrar ew religion.4 los demas, quedandose él'en- el siglo.’* Este gran santo quiso comprometer muchas veces 4 Felipe, 4que entrase en su Compaiia, pero siempre inutilmente. Mas no vaya 4 creerse que la resistencia de Felipe fiuese por falta de venera- cion al santo fundador, 6 porque estimase poco’ su. 6rden; no ciertamente, sino ‘porque era su vocas- ‘Sion hacer que fuesen otros religiosos sin serlo él: Mas luego que lleg6 4 convencer de esto 4 su ilus- tre amigo, este dejé de instarle, - No podian desecharse impugnemente los con- sejos de este hombre de Dios. Observaron mu- chas personas, que todos aquellos que’ reusaron rendirse 4 sus exhortaciones, no pararon en bien He aqui de ello dos ejemplos: Un saébio, cuya vida lo era todo, menos cristiana, se encontr6 un dia con nuestro santo, y este le inst6 vivamente 4 gue hiciese penitencia. Este hombre soberbio y endurecido, le contest6 que no queria hacerla y se retir6 en seguida: aquella misma tarde fué ase- sinado. Otro pecador 4 quien el santo suplicaba encarecidamente se reconciliase con Dios, no qui- so prestarse & sus caritativas instancias: ocho dias despues fué preso por 1a justicia y condenado & muerte. Salvaronle del cadalzo algunos amigos poderosos; pero en cambio de una prision perp tua é infamante. El celo de Felipe por la. salvacion- de las almas ne le-hacia olvidar las obras corporales. de la cari- dad. El sabia muy bien ejercitarse en. unas, sin. omitir las.otras. Eran necesarios grandes incon- venientes para que dejase de ir diariamente 4 los hospitales; este era el lugar de sus delicias; porque aqui encontraba al mismo tiempo miserias espiri- tuales y corporales que curar, lo que ciertamente era un verdadero festin para sucaridad. Ocupa- base alli. en barrer las salas, en hacer las camas;, en curar las Ilagas de los enfermos, y enministrales las medicinas prescritas; pero no eran estos oficios mas que lamenor parte de sus servicios. Consolaba en sus tristezag 4 wnos, sostenia la paciencia de o~ tros, exhortaba 4 estos al arrepentimento de sus pe- wcados, 4aquellos 4 la confianza en,Ja bondad divi. nas se fijaba en el lecho del que agonizaba y per- manecia con él hasta que habia entregado su al- ma alCriador. Esta conductaexcit6 desde luego la admiracion pdblica, confirmando Ja opinion que desde mucho antes se teniade su samidad. A- cudfase en tropel 4 este teatro de sus virtudes para edificarse con tan bello espectéculo. Hizose mas todavia; imitosele. Clérigos, seculares, jévenes y ancianos, los mismos nobles se derramaron en los’ hospitales de Ja ciudad, y repitieron con santa emnulacion lo que veian hacer al siervo de Dios. De aqui tuvo su ortgen la institucion de los cléri- gos reglares para el cuidado de los enfermos, que ‘& muy poco tiempo se establecié en Roma, tenien- do por fundador 4 S. Camilo de Lelis, uno de los discipulos de nuestro santo, quien sin duda lo diri- gid en esta bella empresa, Por lo mismo tuvo siempre para con estos nuevos religiosos, un cora- zon de padre. Se complacia en verlosen sus tra~ _ bajos, los visitaba muy frecuentemente, los ani- maba con sus poderosas exhoriaciones, y en una ocasion les dié parte de una, vision relativa 4 su edificante ministerio. ‘“;Quereis saber, les dijo, cuanto agrada & Dios vuestra-caridad? Yo he —33— . wisto, y os lo digo con toda verdad, 4 dos de vos- ‘otros rodeados de angeles que os sugerian lo que habias de decir 4 los enfermos, para bien de sus almas.” PPL LSID LIL ELL LD OLED DOLD LOLOL LDL LODE LED L ELE DS CAPITULO IV. Establece Felipe Ja congregacion de la Santi- sima Trinidad. Es promovido 4 los Sa- gtados ordenes, y entra en la casa lla- mada de San Geronimo. OOS A caridad siempre activa de Felipe, encon- (), teh tz6 atin necesidades que remediar. Trata- base de abrir un asilo 4 los convalecientes Ge salian de los hospitales, y 4los pere- grinos pobres que acudian de todas partes 4 esta gran ciudad. Manifest6 este proyecto 4 su confesor Persiano Rosa, sacerdote de alta virtud, quien a- gradado de él, convino aquel mismo dia, es decir, el 16 de Agosto de 1548, formase Felipe, con los dos objetos indicados, una asociacion de hombres caritativos, bajo el titulo de la Santisima Trini- dad. He aqui cuales fueron los principios de esta grande obra. .Obtuvo el siervo de Dios le iglesia de San Salvador,, el campo y casa —3h— vecina, y sé establecié alli.can quince disci» pulos déciles y fervorosos. Dividieron su tiem- po entre la meditacion y piadosas conversaciones, en las que se animaban mutuamente 4 la practica de las virtudes, frecuentando los sacramentos y edificindose mas con sus ejemplos que con su pa- labras. En breve tiempo acudié el pueblo 4 su: iglesia, atraido por la fama de su santa vida; é in- flamado su celo 4 vista de este concurso, establecie- ron en su favor algunos egercicios piadosos acom- pafiados de exhortaciones. A. los principios solo se verificaban estos egercicios .el.primer Domingo de cada mes, er el jubileo de cuarenta horas, y en la semana santa, llevando Felipe todo el trabajo de estas piadosas distribuciones. Predicaba mu- chas veces al dia, con tanta uncion y fuerza, que inflamaba. 4 los justos y aterrorizaba 4-los pecado- res. No habia corazon por duro que fuese, que no se ablandara al fuego de sus palabrds. Uno solo de sus discursos, ayudado-de la poderosa e- nergia de la gracia, hizo entrar en el sendero de la virtud 4 treinta jévenes libertinos. Otros mu- chos vinieron & escucharle, atraidos solamente por la curiosidad, y aun algunos. por solo divertirse con los. sermones de un secular, cosa no acostumbra- da.en aquella época; pero heridos con la autoridad de su palabra y moyidos pox-su celo, se volvieron muy, otros de como habian venido. Sin embargo, esta buena obra no era mas que accesoria & su empresa; porque, como dije antes, allf solo se trataba de recoger 4 los peregrinos y convalecientes, siendo preciso preparar la casa, amueblarla y hacerse de recursos, y todo esto lo. hacia Felipe con una santa actividad. En fin, es- tando ya todo dispuesto & principios del afio de 1550, abrié las puertas de su precioso refugio. Las circunstancias no podian ser mas favorables: ef Papa Julio III acababa de conceder un jubileo que atrajo 4 Roma una multitud de peregrinos, entre los que habia muchos pobres que no sabian donde encontrar un asilo en que albergarse. No bast6 la casa, del santo hombre-para recibirlos; fué preciso alquilar otra mas capaz, que nose desocupé: durante este:tiempo de gracia yde salud. Era ciertamente un hermoso espectéculo el que pre-- sentaba esta nueva hospederia, en la que dia y noche estaban de pié Felipe y sus compafieros para recibir 4 los que llegaban y despedirse de: los que se iban. Acogian 4 los que entraban- con: el aire mas afable, les lavaban los pies y les ser- vian un refresco, mientras llegaba la hora: de co- mer. En el-entre tanto, unos se ocupaban en la cocina, otros en disponer las mesas, estos barrian: los aposentos, aquellos tendian las camas, Jlenan- do todos sus funciones con un aire tan alegre y- pronto, que cualquiera echaba de ver facilmente que aquellos hombres servian, mas que 4 los po- bres, al Dios de los pobres. Alguno¢ de estos hombres caritativos, que no estaban encargados del cuidado de los cuerpos, se ocupaban del de las —356— almas, instruyendo 4 los ignorantes 6 exhortando al amor de la virtud y 4 la practica de los conse- jos evangélicos. Muchos j6venes romanos, movidos con estos e- jemplos de caridad, entraron 4 esta sociedad hos- pitalaria y abrieron nuevos asilos 4 los peregrinos; de suerte que muy pronto hubo ya lugar para to- dos. Este comportamiento junto con los ejemplos y habil direccion de su santo fundador, elev6 pron- tamente 4 estos hombres de bien, 4 una eminente perfeccion. Voy 4 probarlo, citando algunos ras- gos de sus vidas. Uno de ellos supo por revelacion, que se acercaba ya el fin de sus dias; hizo llamar 4&su hermana y le dijo: “Sabete, hermana mia, que yo debo morir tal dia y 4 tal hora.” El su- ceso verificé este anuncio profético, porque murié el dia y hora indicados. El que desempenaba el oficio de cocinero en la primera. casa, recorrié con tal prontitud los caminos del espiritu, que en muy poco tiempo llegé 4 la via unitiva. Ocupado to- do el dia, aprovechaba la noche para entregarse 4 la oracion, la que ordinariamente hacia en_el jar- din, por atraerle mucho 4 este santo egercicio la vista del cielo y de las estrellas. Yen efec- to, apenas fijaba sus ojos sobre este hermoso es- pectaculo, cuando entraba su alma en un santo éxtasis, acompafiado de las mas dulces y suaves consolaciones. Ya no faltaba 4 Felipe, para dar complemento 4 la grande obra que se habia propuesto, mas que abrir 4 los convalecientes sus puertas hospitala- tias; y esto fué justamente lo que hizo luego que comenz6 4 disminuir la muchedumbre de peregri- nos. Fué esto para su tierno corazon, un consue- lo muy dulce, porque se affijia, hacia ya mucho tiempo, al ver 4 aquellos desgraciados que apenas. euraban de sus males cuando se les despedia de los hospitales; de donde salian sin saber donde conseguir un pedazo de pan que llevar 4 la boca y un asilo en que abrigarse, espuestos por lo tan- to 4 una recaida, que acaso los pondria en peor estado que el primero. Felipe los recogia con una santa ansia, cuidando de reparar stis fuerzas, y no los despedia hasta que los veia enteramen- te restablecidos, y aun entonces proveia 4 sus ne- eesidades, procuréndoles un trabajo que pudiera proporcionarles su subsistencia. Muy pronto el concurso de peregrinos, inter- rumpido, puede decirse, por un momento, comen- 26 de nuevo, y trajo tan considerable nimero, que fué preciso abandonarla casa de San Salvador y pa- sar 4 la de San Benito, que era mas’ grande; y sin embargo todavia fué demasiado pequefia, por lo que Felipe Ja hizo reedificar en seguida bajo un plan mas vasto, cambiando entonces su antiguo nombre por el de la Santisima Trinidad. Ape- nas puede creerse el niimero prodigioso de peregri- nos que se hospedaron en ella los afios siguientes. Con ocasion, por ejemplo, del jubileo del afto de 1600, recibieron allt hospitalidad, doscientos seten- —-38— ta mil estrangeros. Cuantas personas piadosas habia en Roma, quisieron tomar una parte perso- nal en esta grande obra, Las sefioras mas dis- tinguidas, los hombres mas notables, los principes, los cardenales, venian 4 servir los pobres. El papa Clemente VIII, que entonces reinaba, vino en persona y se digné lavar los pies de algunos peregrinos, estendiéndose la humildad de este sumo pontifice hasta el grado de servir las mesas; ejem- plo admirable que imitaron despues sus sucesores Urbano VIII, Inocencio X, Clemente IX y Cle- mente X. Era evidente la vocacion al estado eclesiastico, de un hombre que habia recibido en tan alto gra- do el espirituapostélico. Sin embargo, su humil- dad nole permitia ni aun pretenderlo, y por lo mismo permanecia en el estado secular. Fué preciso que su confesor le obligase, muy 4 su pesar, 4 tomar los sagrados ‘érdenes. No fué en verdad facil cosa el lograr determinarlo. Escu- sése cuanto pudo, alegando su incapacidad, su in- dignidad y su debilidad. ‘En fin, le dijo su con- fesor, vos Felipe, quereis obrar el bien; y lo hareis mas fructuosa y libremente como sacerdote que como secular; y por otra parte, Dios me ha hecho conocer que tal es su voluntad respecto de vos, y os exijo que la ejecuteis. Supuesto que es asi, padre mio, respondié el humilde santo, voy & obe- -decer.” Efectivamente, tomé la primera tonsura poco tiempo despues, 4 los treinta y seis afios de —35— su edad, y en el mismo mes recibié los 6rdenes menores, el subdiaconado y diaconado; cosa per mitida antes del concilio tridentino, que prescribié los intersticios. Tres meses despues fué promo- vido 4 la dignidad sacerdotal. Retir6se entonces 4 ja casa de 8. Geronimo, donde vivian algunos sacerdotes eminentes en vir- tud: estos eran Bonsignor Cacciaguerra, Persiane Rosa, Francisco Marsupini, que, despues de la muerte de Rosa, fué el confesor de Felipe, otro Francisco llamado el Espafiol’y Pedro Spadari, que sucedi6 4 Marsupini como director de la con- ciencia de nuestro santo, y fué el Ultimo que mu- rié de todos los miembros de esta pequefia socie- ‘dad; entregandose entonces Felipe 41a direccion del Padre Juan Bautista Perusio, de la Compaiiia de Jesus, 4 quien sustituy6 algunos afios despues Cesar Baronio, que fué su confesor hasta el fin de su carrera. Estos hombres de Dios vivian juntos sin suje- tarse 4regla alguna, pero estrechamente unidos con Jos dulces vinculos de Ja caridad. Ninguno tenia autoridad sobre los demas; pero reinaba en- tre ellos una edificante unanimidad. Se amaban como hermanos, se honraban reciprocamente se- gun el preceyto del Apéstol, y solo se ‘diferencia- ‘ban los que habian entrado despues respecto de sus anteriores, en que los consideraban como 4 sus hermanos mayores. No tenian mesa comun; cada ‘ano comia en lo particular; pero se reunian en se- —h fr guida para conversar juntos, trabajaban: de con- cierto en procurar la gloria de Dios y salvacion del progimo, y recogian muy abundantes frutos de su santo ministerio. Encargése 4 Felipe por los.superiores, el oir las confesiones, y logré en el desempefio de este en- cargo un fruto igual 4 su celo. Ya en este tiem- po se habia extinguido enterameute el fuego de la caridad en los corazones; los mejores cristianos se contentaban con comulgar en las pascuas, y creian. hacer mucho los mas piadosos, comulgando una vez mas. Afligido el siervo de Dios al ver una relajacion tan funesta, emprendié poner remedio 4 ella y secundado vigorosamente por sus dignos colaboradores, renov6é el piadoso uso de la fre- cuencia de sacramentos. Por lo.demas, este suceso tan consolador, no present6 tantas difitul- tades como se hubiera creido. No fué menester mas que facilitar 4 los penitentes el acseso al san- to tribunal: prueba incontestable, que el fervor de los cristianos depende en gran parte, del celo de sus sacerdotes. Haciendo 4 un lado toda otra ocupacion, se establecié Felipe dias enteros en la iglesia, confesando 4 todos los que se présenta- ban, y prolongando su trabajo, cuando era necesa~. rio, hasta despues de muy avanzada la noche. Esto no le impedia admitir en su cuarto, antes de la aurora, 4 los artesanos, quienes se aprovecha- ban muy bien de este favor. Para no hacer a- guardar 4 los penitentes, los. despachaha 4 todos, —A— antes de ofrecer el santo sacrificiode Ja misa. Cuando ya no habia nadie en el confesonario, se quedaba por alli cerca, con un libro en Ja mano, 6 se ponia 4 rezar, pasedndose bajo el vestibule del templo. Aun en los dias en que se hallaba enfermo, era necesaria toda una espresa prohibi- cion del facultativo, para que dejase de salir 4 cumplir su tarea acostumbrada. Dios le premié su santo celo, haciéndole gustar dulces consuelos. en este santo ministerio, en el que, segun confe- sion suya, encontraba mas gusto que trabajo. Luego que tuvo entre sus penitentes hombres eapaces de la vida espiritual, les encargé se reu- niesen en su cuarto lo mas frecuentemente que pu- diesen, 4 fin de nutrirlos con los alimentos que les convenian y hacerlos de esta suerte progresar - en la virtud. Alli sentado en medio de ellos, pro- ponia algun asunto sacado de algun vicio 6 virtud,, de los ejemplos que nos han dado los santos, 6 de algun pasage de las divinas Escrituras, haciéndo+ les conferenciar sobre él ciertotiempo. Ensegui- da tomaba él mismo la palabra y desenvolvia el asunto con tanta afluencia y claridad, y de un mo- do tan’penetrante, que sus oyentes quedaban mo- vidos éinflamados. ‘Temblaba entonces todo su cuerpo, y el mismo cuarto se-estremecia con aque-. llos_sacudimientos sobrenaturales, de que ya he hablado, y algunas veces sucedia tambien que lle-- vado por el espiritu de Dios, quedaba supenso en, elaire. Poco 4 poco se fué aumentando el ni-. 43 ‘méro de sus discipulos, hasta llegar el caso de ser indispensable echar abajo las traviezas de los cuartos contiguos al de Felipe, 4 fin de-que pudie- wen caber. POLL LILI OLE LOI L LL LLL OLL LDL DLAI OLE EI OO LODE LS CAPITULO V. Quiere Felipe partir 4 las Indias. Se le acon- ‘seja permanezca en Roma paca trabajar en la conversion de los Judios y hereges, lo que ha- ce con muy ‘felices resultados. eee Sra '¢ N aquel tiempo no se hablaba en Roma | {mas gue de las conquistas que hacian ep \__)las Indias, San Francisco Xavier y sus companieras. Procurése Felipe algunas cartas de estos hombres apostdlicos y las hizo leer en las reuniones de que acabo de hablar. Facil es con- cebir el efecto que producirian en una alma tan fervorosa como la suya. “;Qué lastima,* dijo & sus discipulos, que haya tan pocos obreros para recoger tan abundante cosecha! ;Porqué no he- mos de ir nosotros 4 ayudarles?” Comunicése su celo 4 algunos de sus oyentes, siendo los princi- pales de entre ellos, Tarugi Policiano, joven tan distinguido por su virtud como por su nobleza, y dos médicos distinguidos, Juan Bautista Modio y Antonio Fucci. Estos valerosos cristianos en ni- mero de veinte, dijeron 4 su maestro que estaban zesueltos 4 seguirle 4 las Indias para trabajar alli ‘en la conversion de los infieles, derramando su sangre por la fe, si Dios los juzgaba dignos de se- mejante favor. Transportado Felipe {de alegria, hizo elevar al sacerdocio 4 los que estaban capa- ces de él, preparéndose todos para partir cuanto antes. Sin embargo, acostumbrado Felipe 4 no hacer ninguna cosa importante sin orar y acdnse- jarse, emple6 muchos dias en conferenciar con Dios su piadoso designio, suplicandole le diese 4 conocer su soberana voluntad. En seguida fué 4 ver & un monge Benedictino del convento de S- Pablo, con quien tenia suma confianza, y le some~ ti6 el grande negocio que meditaba. Este religio- so, tan modesto como sdbio, no quiso temar sobre si una resolucion de tanto tamafio; y aconsejé 4 su amigo recurriese & la alta prudencia de Agustin Ghertino, abad Cisterciense del convento de 8. Vicente y 8. Anastasio. No podia en verdad elegir mejor guia en seme~- jante caso; porque este hombre era un santo céle- bre por sus luces proféticas. Fué 4 verle Felipe y le manifest6 su designio rogdndole le indicase - su parecer. Este, despues de escucharle con grande atencion, le pidié algunos dias para inqui- rir en la oracion la voluntad divina: volvi6 Felipe el dia sefialado, y le dijo: “Cuando consultaba yo al Sefior sobre vuesiro negocio, se me aparecié S. Juan Evangelista y me dijo: “Que no piense Felipe en ir & las Indias; él y los suyos estén don- de Dios los quiere, pues en Roma. es donde debem trabajar por la salvacion de las almas.” En se- guida me ensefié las aguas de las tres fuentes que ha hecho tan célebres el martirio de S. Pablo, cambiadas en sangre, y me dié 4 entender ser es- te un presagio de alguna grande calamidad que: amenaza 4 Roma.” Felipe se sometié 4 esta 6r- den‘del Cielo, y no pens6 ya mas que en obrar el bien donde lo queria la divina Providencia. Des- de este momento pareci6 tomar su celo nuevos in- erementos. Hubiera querido convertir 4 todos los pecadores, y conducir al Pastor celestial todas sus obejas errantes. Este deseo le seguia por to- das partes, lo preocupaba incesantemente, movia sus afectos y producia sus alegrias y sus dolores. Por ejemplo, no podia ver un Judio sin gemir profundamente y derramar lagrimas por su triste suerte; y si encontraba ocasion de trabajar en su conversion, tentaba todos los medios para ganarlo a Jesucristo. Iba un dia 4’ la basilica de Letran con un noble Milanes seguido de un criado judio, y aper- cibierido que este desgraciado permanecia con la: cabeza cubierta y apartaba sus ojos del altar, se in- flamé su celo y acercdndose & este hombre, le dijo: 4Qué es lo que haceis, amigo mio? Rogad con nos-- etros al Hijo de Dios hecho hombre, oculto en ese- tabernaculo, y decidle: Si sois el Cristo, Hijo de Dios. vivo, el libertador prometido 4 nuestros padres, ilustrad mi entendimiento para que crea en vos, y me haga cristiano.---No puedo hacer esto, respondié el criado, sin dudar de mi religion, y esto no me es permitido.--Ahora bien, repuso Felipe, dirigién- dose 4 los que estaban presentes, roguémos, her- manos mios, por este pobre hombre: él sera cris- tiano, y bien podeis contar, con ello.” No fué va- na la, prediccion, porque 4 pocos dias quiso que se le instruyera, y décil 4 la gracia, abraz6 la fs y se hizo bautizar. La vispera de la gran fiesta de los apéstoles Ss. Pedro y 8. Pablo, Marcelo Ferri, sacerdote.y dis cipulo de nuestro santo, iba 4 la iglesia del Vati- cano paraasistir 4 las primeras visperas, y advirtié bajo el peristilo & dos jévenes Hebreos que mani- festaban pertenecer 4 un rango distinguido. Ar- ‘yastrado hacia ellos por un impulso dela divina gracia, se les aproxima, los saluda y traba cou ellos conversacion. Despues de hablar de co- sas indiferentes, vino 4 los dogmas de nuestra £6, y tocé la gloria de que gozan los santos ap6stoles. “Ellos eran judios como vosotros, les dice, y cre- yendo en Jesucrisio obtuvieron el sumo bien. Si sois sdbios, reclamad su poderosa proteccion, ro- gadles que intercedan por vosotros; ellos lo haran, no lo dudeis, y el Padre de las misericordias os comunicaré la ciencia prometida 4 su pueblo. iQuereis, afiadi6, que os haga yo conocer 4 un hombre que todo el mundo mira como sante?----Si —hG— queremos; respondieron los jovenes; pero por aho~ ra noes posible. Si Jo llevais 4 bien, volveremos: mafiana 4 la misma hora 4 aguardaros aqui, € ire-- ‘mos juntos 4 ver 4 ese hombre santo de que nos- ‘hablais.” Volvieron, en efecto, 41a hora citada, y Marcelo los condujo 4 Felipe que habitaba enton- ces enla casade la caridad. Nuestro santo los: recibié con-una bondad @ que se manifestaron muy" reconocidos, y esta primera conversacion los atra- jo de tal suerte 4 él, que durante muchos meses no- dejaron de visitarle un solo dia. Pas6 despues al’ gun tiempo sin que volvieran, é inquieto Felipe por su ausencia, envié 4 Marcelo & averiguar qué les- habia sucedido. Este 6 fuerza de indagar, lleg6-al ultimo 4 des-- cubrir su morada, y fué recibido por la madre 4 quien pregunt6 cémo se hallaban. ‘Uno de ellos. esté muy malo, respondié-esta muger, derramando. lagrimas. Una. disenteria acompafiada de una fuerte fiebre, lo ha puesto en tal estado, que ya. voy perdiendo la esperanza de gu. salud.---Permi-- tidme que lo vea, dijo el padre, me intereso mu- cho por él, y él lo sabe muy bien.” Consintid en’ ello voluntariamente y lo condujo & su recdmara. El enfermo estaba profundamente aletargado; pero- al oir la voz conocida de Mareelo, velvid- en- si y.. parecié estar muy contento-de su visita. Viendo- esto la madre; corrié 4 traer una bebidaque no ha-- hia podido hacerle tomar, yrogé al padre que se: la. ofreciese. Este recibié.el. vaso. y acercéndose alenfermo, le dijo al oido: “EI Padre Felipe os: recomienda mucho, no dejeis medio alguno para curaros.” Al nombre de Felipe, sonridse el jéven- ¥ apuré.la copa de un solo trago. Marcelo hablo- en seguida un poco.con la-madre, y antes de sa-. lir, se incliné sobre el lecho del enfermo y le dijo en voz baja: “Acordaos, hijo mio; que habeis prometido al padre haceros cristiano.---Me acuer- do bien, respondid, y si Dios me da-salud, cum-.- pliré mi promesa.” Vuelto & casa Marcelo, dié- cuenta & Felipe de todo lo que pasaba. “Supues- to que es asi, respondi6, nosotros le curaremos con- nuestras oraciones.” En efecto, no tard6en reco-. brar la salud; volvi6 entonces con.su hermano: muy frecuentemente 4 ver al. padre, y 4 pocos. dias recibieron ambos el santo bautismo. A estas dos conversiones se siguié otra mucho mas importante. Un joven Judio de mas elevada- esfera y de unaeducacion muy distinguida, se de-- j6 prender en la red de nuestro santo y recibié so-- lemnemente el bautismo-en la basilica del Vatica-- no. Contra lo acostumbrado, siguié viviendo en- la misma casa.de su padre, sin.que Felipe se opu-- siese 4 ello.. Esto lleg6 4 noticias del Papa, quiem desaprobé esta-tolerancia que le pareeia temera- ria, y reprendié por ella 4 Felipe, quiefi le dijo:: Ruego 4 Vuestra Santidad me perdone esta falta 4 la regla comun: yo tengo por cierto, que el pa-- dre no solo no podré nada sobre su hijo, sino que: este llegar4 al fin 4.convertir 4 aquel”’ En efecto,. ‘este hijo puso muy pronto 4 su padre en relacio- nes con nuestro santo, quien le instruy6 y le hizo ‘cristiano. Esta conquista trajo otras mas: este hombre tenia. un hermano que murié en ese tiem- po, y dejé cuatro hijos todavia nifios, y como su tio los tomé 4 su cuidado para tener ocasion de ‘condueirlos al cristianismo. Luego que los tuvo en su casa, los condujo al hombre de Dios, quien los recibié con aquella tierna caridad que le era ordinaria, no diciéndoles ni una palabra de reli- gion; encargéles si que volvieran 4 verlo, lo que ‘ellos le prometieron seriamente. Volvieron, en efecto algun tiempo despues, y aun en esta vez no se dedic6 4 otra cosa que 4 ganar su afecto, entre- teniéndoles con cosas que pudieran agradarles; solamente les dijo. al despedirse: ‘Rogad ami- guitos mios, al Dios de Abraham, de Isac y de Ja-* ‘cob, que os ilustre con su divina luz, para que po- dais conocer la verdad; yo uniré mis oracioves 4 las vuestras, y para mejor: conseguirlo, mafiana aplicaré la misa con esta intencion.” No solo cumplié este santo hombre lo que habia prometi- do, sino que impulsado tambien de su caridad, ‘comprometié 4 toda la comunidad 4 que tomase parte en esta buena obra. El tio, tambien por Ja suya, No omitié cosa para ponerlos en camino de conversion; pero inutilmente porque opusicron una resistencia invencible. Habiendo Ilegado esto,4 noticias de Felipe, ofrecié por ellos nuevamente el santo sacrificio dela misa. Esto fué lo bastante; porque volviendo el tio 4 la carga ese mismo dia, ellos le ofrecieron sin contradiccion hacerse cris- tianos. Hablé Ja gracia tan poderosamente al co- razon de estos jévenes, que ni las caricias de la madre, ni las amenazas de sus parientes pudieron apartarlos de la resolucion que habian tomado. Cuando Ileg6 esta noticia 4 los discipulos del santo, ya no les sorprendi6; porque él les habia ase- gurado desde antes, que ial habia de ser el resul- tado de este negocio. Muy pronto los jévenes convertidos vinieron 4 pedir que se les instruyese. Se comenzé desde luego 4 catequizarlos, y por muchos dias volvieron con esactitud; pero uno de ellos fué arrebatado de una aguda fiebre que lo condujo 4 Jas puertas del sepulcro. Sabedor Felipe de su estado, fué 4 vi- sitarle y le dijo tocandole el pecho y la cabeza: “Yono quiero, hijo mio, que te mueras ahora; di- rian los Hebreos que Dios te castig6 porque de- jaste la ley de Moises;-podria ser aun que nos acu- saran de haberte quitado la vida: haz que me e- ven noticia de ti mafiana temprano, yo aplicaré por tila misa y pediré lo que convenga.” Luego que el santo salié, uno de sus discipulos, Namado Pedro Consolini dijo al enfermo: “Ten dnimo, hijo mio, este padre hace milagros, y supuesto que él lo ha dicho, te curaré.” La noche siguiente, en lugar de disminuir el mal, se aument6 de tal mane- ra, que creyé el médico que iba ya el enfermo 4 es- pirar, y llamé 4 su tio para que Tecogiese, sus alti- —5I— mos suspiros. Luego que amanecié.volvié 4 ver~ lo Pedro Consolini, y corrié en seguida 6 dar cuen-« ta de su estado 4 Felipe. Este dijo la misa por él, y fué tan pronto el efecto, que se encontré el. enfermo completamente sano y se levanté al mo- mento con grande admiracion de su tio. Vino el médico como al medio dia y no encontrando en. el enfermo ninguna fiebre, exclamé admirado: “FL. P. Felipe sabe mas que todos los médicos; ese hombre es un santo. No puedo dudar de ello des-- pues de sémejante milagro.” Vino el siervo de Dios, luego que anochecié, 4 ver al convaleciente, y le dijo'al oido: “Hijo mio‘ tu hora habia llegado; pero los judios endurecidos hubieran hecho alarde de tu muerte, y por eso no. debi permitirla: da gracias 4 Dios, y disponte & consagrarte 4 su Magestad.” Dos meses despues.- fué bautizado con sus hermanos en la basilica de Letran por el Papa Clemente VIII. Luego que se hiciéron cristianos fué su’ primer cuidado traba- jar en la conversion de su madre. Para ello em-- plearon las caricias y exhortaciones; sacdronla aun del barrio de los judios, y la levaron 4 la casa de una sefiora piadosa, despues de lo cual dieron cuenta de todo dsu padre espiritual y le suplica- ron la ganase & Jesucristo. ‘Nos es llegado aun el tiempo, hijos mios, les respondié el santo, él Ile- gard, yo os lo aseguro, y entoncés seré mas fruc- ‘tuosa su conversion que lo seria hoy.” No fuéva- na esta ptediccion; porque cinco’ afios despues se —5l— eonvirtié esta sefiora con veinte y cuatro personas de su familia. Sin embargo, el celo de este santo sacerdote no se limitaba 4 la sola conversion de los judios, sino que trabajaba al mismo tiempo en reducir 4 los hereges al gremio de la Iglesia, haciendo volver 4 su seno gran nimero de ellos, movidos por sus discursos, y mas. atin por sus eminentes virtudes. Aconteci6 entonces: un suceso que le hace dema-- siado honor, para que pueda pasarse en silencio. Un sectario fanatico llamado Paledlogo, pre- dicaba en Roma monstruosos errores y no perdo- naba medio alguno para hacerse de partidarios. El santo oficio llegé 4 aprehenderlo y encerrarlo en. sus cArceles; pero antes de ponerlo‘em tela de juicio quiso ver si lograba su-conversion. Dis- -putaron victoriosamente con él habiles. tedlogos; mas no llegaron 4 convencerle:-tentése tambien aunque en vano el medio de- la exhortacion, suce- diendo las amenazas con igual inutilidad. Despues de estas diligencias se le juzgé y conden6 4 ser quemado vivo. Llegé 4 saber esta noticia Felipe 4 tiempo que ya se le conducia 4 la hoguera, es- tando entonces ocupado en oir confesiones en la iglesia de 8. Geronimo. Movido hasta lo intimo de sus entrafias-nuestro santo, no pudo resolverse 4 dejar perecer de esta suerte 4 aquel desgracia- do. Deja: el confesonario, vuela 4 encontrar la fanebre procesion, se hace paso por enmedio de la multitud, abraza al criminal y se esfuerza en ablan-. dar su corazon. El tiempo urgia, porque ya casi se llegaba al lugar del suplicio; obtiene una pala- bra de esperanza, manda hacer alto 4 los soldados, quienes obedecen bien & 1a atitoridad de su pa- labra, 6 bien 4 la veneracion que les inspira. Des- pues de hablar unos momentos con el paciente, le hace sentar en una silla, que ha mandado traer de una casa vecina, y este desgraciado, que hasta alli se habia manifestado tan endurecido, deplora y re- tracta publicamente sus errores con admiracion y alegria de los numerosos testigos de este espectacu- lo. A ruegos de Felipe, mandan los magistrados que elreo vuelva 4la prision; y desde este momento le. hace continuas visitas nuestro santo, para consolidar sul conversion no omitiendo cosa alguna que 4 su jui- cio pudiera contribuir 4 perfeccionar su penitencia. Despues de probarle de lamanera mas demostrativa los dogmas que habia atacado,.se dedicé 4 nutrir su compunvion por medio de las mas penetrantes exhortaciones: haciéndole en seguida leer las vidas de los santos, “porque, decia él: el orgullo es el que hace los hereges y los ejemplos de los santos son mas propios que toda otra cosa para hacer inclinar las cervices duras al yugo de Jesucristo.” Pale6logo acabé por creerse y parecer contrito: tanto asi habia tomado imperio sobre su corazon la caridad del santo: Sin embargo, este sospe- chaba desu conversion; porque muchas veces manifest6 4 sus discipulos, no estar enteramente satisfecho de ella. jAh! sustemores eran sobra- damente fundados. Por un efecto de-la incons- tancia humana, el infeliz recay6, volviéndole aun Felipe 4 levantar. Dos*afios despues .recay6 nuevamente, y entonces el magistrado le hizo qui- tar la cabeza. Cesar Baronio, que le asistié en aquel momento supremo, atestigua que parecié arrepentirse sinceramente, lo que permite esperar que el Sefior le haya perdonado. GLP LLDLR IDOL LL LL DL IL OLLI DO LOL LL DIOL LL OO LOOL LL CAPITULO VI. Felipe manda 4 Baronio que escriba los andles eclesidsticos. <“Ooe rom JENTRAS que el hombre de Dios traba. sjaba en Roma con tanto celo en la con- COG renin de los pecadores, Ia cri- ; minal reforma protestante se der- ramaba como untorrente impetuoso en Jas _regio- nes del norté, devastando la Iglesia de Jesucristo. Las cindades mas grandes y populosas habian ya perdido el precioso depésito de la f€, y el contagio se propagaba cada dia mas y: mas. Espantado y desolado-Felipe con este diluvio de males qie ‘amenazaba inundarlo todo, buscaba un poderoso dique que oponer & tan formidable corriente; y es- ‘to dié origen 4 las conferéncias cuotidianas que es- - tableci6é en su Oratorio, en donde él 6 los suyos es- ponian con tanta claridad como fuerza los dogmas que contradecian los novadores. Habiendo teni- do conocimiento de las Centurias de Magdebourgo, pérfido romano imaginario, para desnaturalizar la ‘tradicion y mostrarla favorable 4 sus innovaciones hereticas, le ocurrié el feliz pensamiento de opo- nerle una verdadera historia eclesiastica, y encar- g6 de este trabajo al sibio Baronio. “Nos falta, le dijo, una historia, completa desde la venida de Nuestro Seftor Jesucristo hasta la época presente; registrad todos los escritores eclesidsticos, y mos- tradnos por quien y como fueron establecidas las iglesias; lo.que ensefiaban los padres y lo que han decididodos concilios. Relatad las actas de los martires y hacednos ver que la fe debié sus pro- gresos 4 las persecuciones. Cuando hayais llega- do 41a conversion de los principes, procurareis establecer bien esta triste verdad; que la .Iglesia pierde poco 4 poco en santidad lo que gana en ri- quezas y en poder?” | : “Espantado Baronio de una empresa que jamés habia imaginado, hizo cuanto pudo para librarse de acometerla. “Yo no tengo nada de lo que se necesita para esto, dijo 4 su padre; acostumbrado 4 solo hablar al pueblo, no tengo mas que_un esti- Jo familiar, y no estoy dotado de erudicion; y gcémo podria yo ser erudito cuando no tengo tiem- (po para estudiar?” Poco 6.nada convencido Fe- Tipe con estas escusas, porque conocia su capaci- -dad, insistié en que pusiese mano 41a obra; mas cuando 4 pesar de sus muchas instancias, vi6 que su discipulo no se rendia, ocurrié al medio mas eficaz. “Parece, le dijo, que necesitais que os Jo mande. Pues bien, yo os mando, que, dejando toda, Stra ,ocupacion le presteis ‘4 la Iglesia este servicio que os exijo.” Aterrorizado Baronio con -esta 6rden tan terminante que no esperaba, quiso -aun hacer el ultimo esfuerzo. Pretendid que sien- ‘do evidente la necesidad de semejante obra, exci- taria el celo de hombres mas versados que él en jas cosas eclesidsticas: afiadié haber oido decir que Onofre Pauvino, uno de los escritores mas eruditos de Ja época, se ocupaba ya de este tra- ‘bajo. “Muy bien puede ser todo eso, respondié el padre; pero 4 pesar de todo, haced lo que os imando, y confiad en Dios, que él os ayudar4.” El respeto impidié & Baronio replicar mas; pero permanecia siempre muy vacilante, engaiiado de una ilusion 4 la que Nuestro Sefior fué servido po- ‘ner remedio. - La noche siguiente vi6 en’suefios, 4 Onofre Pau- vino que Je rogaba continuase la obra que él ha- bia comenzado, y como rehusase acceder 4 sus de- seos, recurrié 4los ruegos mas eficaces. Sin embar- go, él seguia resistiéndose, cuando oy6 una voz que le dijo: “Ceded, Baronio, porque no es 4 Pauvino sino 4 vos 4 quien yo mando escribir los Andles eclesiasticos.” -Reconociendo Baronio la voz ‘de —56— su maestro, se sorprendi6 de oirle hablar, estando ausente. A otro dia deseoso de comprender este misterio, refirié & Felipe lo que le ha- bia pasado, y este respondié con su sagaz humil- dal: ;Qué lastima que no sea yo José el hijo de Ja- cob!” [*] Convencido, por tiltimo, que Dios exigia de él este trabajo, se entreg6 enteramente 4 los es- tudios necesarios para desempefiarlo, y emple6 treinta y siete afios en reunir los preciosos mate- riales, comunicando sucesivamente 4 su padre .el resultado de sus indagaciones. Al cabo de este tiempo comenz6 4 escribir su obra, sirviéndose mas, segun su propia confesion, de las oraciones de nuestro Santo, que de su propio talento. He aqui porque despues de la muerte de éste, estan- do yacondecorado Baronio con la pirpuraromana, hizo fingir sobre su sepulcro-un libro que te- nia por titule: Octavo voltimen de los Andles ecle- sidsticos; y mas abajo esculpié esta inscripcion. Caesaris Baronii, 8. R. E. presb. cardinalis, tit. SS. Mart. Nerei et Achilléi, et 8. Sedis apostélicae bibliothecarii, pro Annalibus ecclesidsticis, beato pa- tri Philippo Nereo, congreg. Oratorii fundatori: gratiarum attio. : Monumento remuneratorio, dedicado por César Baronio, cardenal presbitero de la santa iglesia romana, del titulo de los santos martires Nereo y (*) Alude esta expresion del Santo, al don que te- nia José para interpretar los suefios, —~57— Achileo, y bibliotecario de la Santa Sede apost6- lica, al bienaventurado P. Felipe Neri, fundador de la congregacion del Oratorio, por los Anéales eclesidsticos. “Yo no pude hablar con claridad, (dice este hombre sdbio, al comenzar su octavo volimen), de la parte tan grande que tuvo mi padre Felipe en la ejecucion de esta obra, mientras vivid sobre la tierra; porque no solo le desagradaba que se le elogiase, sino que tenia un édio profundo 4 sus alabanzas. Hoy que esté ya enelcielo, quiero que mi pluma, ya libre, leve 4 lo léjos el testimo- nio.de la muy apreciable cooperacion suya en es- te largo y dificil trabajo. Justo es, y yo seria un ingrato, si sepultase én el olvido tan importantes servicios. Por otra parte, el recuerdo de nuestros padres nos es siempre grato y provechoso; porque nos trae 4 la memoria la obligacion que tenemos de no degenerar de sus virtudes, Tal es el con- sejo que nos dan los divinos ordculos. “Acordaos, dice el profeta Isaias, de la cantera de donde ha~ beis sido cortados, y del manantial de que habeis salido. Atended que Abraham fué vuestro padre y Sara vuestra madre (Isa. Cap. 51, v. 1 y 2).” Por lo comun, puede decirse, que todas las cosas présperas que acontecen 4 los hijos, las deben en gran parte 4 los que les dieron el ser. ;Oh! ;cudn- ‘to debo yo 4 este gran siervo de Dios! yo que fut su discipulo desde mi juventud, yo, cuyas incli- naciones viciosas reprimié, y 4 quien preserv6 de —5s— ttantas caidas funestas; yo, en fin, que soy deudor 4 su espiritu apostélico de las pocas virtudes que poseo y del poco bien que he hecho. “Pero volviendo 4 mis Andles, declaro 4 todos los que los leyeren, que mi bienaventurado padre fué mas su autor que yo mismo, jQué clase de hombre no setia‘yo, si en lugar de partir mis pr6s- : peros sucesos con aquel 4 quien se los debo, solo ‘los ‘atribuyese 4 mis propios talentos? Si como el arrogante de que habla el mismo profeta, dije- ra 6 permitiera que se creyese que “Todo lo he hecho con el poder de mi brazo, y lo tracé con mi sabiduria? jOh! entonces atraeria sobre mi cabe- za la terrible reprension que se hizo 4 este orgu- Nloso: “jPor ventura, se gloriaré la segur contra el] que corta con ella, 6 se ensoberbeceré la sierra contra el que la mueve?” Dios me libre de un pecado que castig6 con tanto rigor, derribando de su trono 4 ese principe orgulloso y enviaéndole 4 vivir con las bestias. [saias, c. 10, v. ,18, 15]. 4Mas acaso me glorio yo en el hombre y no en el Sefior? No lo permita su Magestad; solo quiero que se sepa que el Padre de las luces se sirvié de ‘este santo hombre para ilustrar y guiar mi inteli- gencia, 4 fin que el instrumento tenga en mi justia gratitud la parte que le pertenece, jOh padre mio! no he olvidado ni olvidaré jamas la indigna- cion que te causaron. las Centurias calumniosas salidas de Magdebourgo, 6 mejor dicho, de las puertas del infierno, Tu te quejaste 4. Dios de ‘tantos ultrajes hechos 4 tu Iglesia y 4 su Espiritu, y te inspir6 el medio que debias adoptar para re- chazarlos, que fué el de oponer Ja gran luz de la verdad 4 las tinieblas dela mentira. Haz, me dijiste entonces, una obra sacada -de las puras fuentes, que manifieste los hombres y Jos aconte- cimientos tales‘cuales han sido. : Yo resistia 4 tus consejos, creyéndome incapaz de” semejante tra- bajo; pero hube de ceder 4 tu autoridad para poder estaren’paz conmigo mismo. Tuviste. presente entonces, lo mismo que yo, que Dios gusta. ser- virse de lo mas débil y- miserable, segun el mun- do, para confundir 4 lo que segun él es fuerte: por este motivo escojiste 4 tu hijo mas joven é ig- norante, para entrar. en batalla con una. legion de sdbios acostuinbrados 4 la disputa. Puse mano ala obra, aunque de mala voluntad, y muchas veces me vi tentado 4 abandonarla. Pero ti es- tabas 4 mi lado, padre mio, imponiéndome con tu presencia, obligéndome con tus reprensiones y exigiéndome, como un cruel exactor, perd6name lo que digo, el empleo de mi tiempo, no permi- tiendo me ocupase de otra cosa que de tu empre- sa. Mi obediencia, lo confieso, era muy defec- tuosa; y como no consultaba mas que 4 mis pro- pias fuerzas, sin pensar en el socorro divino que tus oraciones me obtenian, casi te acusaba de tirano, y me quejaba muy particularmente de que no me dieses 4 lo menos uno de mis herma- nos para que me ayudase en mis investigaciones. Perdéname, padre mio, perdéname: ahora veo bien el poderoso socorro que recibia de ti, sin que. me sea posible dudar de él. “Semejante al profeta Eliseo, que al poner su mano sobre lade Joas, cuando lanzaba sus fle- chas, le hizo vencedor del rey de Siria; ti tam- bien juntaste 4 mi mano débil la tuya poderosa, yaguzaste mi pluma transformandola en dardo pe- netrante y temible 4 nuestros enemigos. . De esta suerte, padre mio, “ti eras quien combatias, aun- que con agena mano. Por lo demas, todos veran en esta circunstancia uno de los ardides habitua- les de tu modestia; que al obrar maravillas atri- buia 4 otro el mérito, pues nada temias mas que las alabanzas de los hombres. + Hé aqui, tambien por qué se te veia ordinariamente ocultar tu sabi- duria bajo la apariencia de Ja locura, practicando & la letra elconsejo del Apéstol: “Que el que quiera hacerse sdbio comience por hacerse nécio. (L Cor., 3).” “Pero este honor de que td huias con tanto cui- dado, se te reservaba en la gloria celestial, & don- de habia de volvérsete gon usura. Ya lego el dia de la justi¢ia y de la remuneracion. La Pro- videncia, rompiendo el vaso de tierra que ocul- taba tu lampara invisible, la ha puesto ya al des- cubierto;- ella brilla. hoy con una luz refulgente que lleva 4 lo léjos la fama de tus milagros. Td sabias sofocar la voz de los que hacias durante tu vida mortal; pero Dios ‘no ha permitido que per- —§j-- manecieran siempre .ocultos. Todo el mundo los conoce ya, y realzase su esplendor cada dia con nuevas maravillas. Desde lo alto de los cielos padre mio, favorece estos Andles que son obra tuya, y acaben tus rusgos lo que ellos comenza- ron, & fin de que los enemigos de la Iglesia sean pulverizados y que ti solo tengas el honor de la victoria. ‘Muerto San Basilio, aun servia de amonesta- dor & su amigo Gregorio. Préstame el mismo servicio, oh padre lleno de caridad, para que aca- be santamente mi carrera mortal y llegue al fin, al reposo dichoso de que gozas en el trono de Dios, A quien sea toda alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos.” He dejado hablar hasta aqui al cardenal Baro- nio; mas afiadiré un hecho anélogo 4 lo que aca- ba de decirnos. Pocos dias antes de dejar la tier- ra nuestro santo, hizo venir cerca de si 4 su sabio discipulo y le dijo: “‘Sabed, Cesar, que no debeis de envaneceros con vuestros Andles. Puedo ase- guraros que son ménos efecto de vuestro talento que de una gracia particular que os ha venido de lo alto.”—-“*Ya sabia yo, padre mio, respondié Ba- ronio, y lo confieso sinceramente que si esta obra tiene algun valor, lo debo 4 vos y 4 vuestras ora- ciones.”—-“Yo os aconsejo, afiadié el santo, que hagais concordar vuestras leyendas con el Marti- rologio romano; la verdad eclesidstica apareceré con mas claridad y las mentiras de los enemigos se desvanecerén como las nubes 4 la salida dek sol.” “ Baronio no fué el tinico‘de sus discipulos que participé de su.celo contra los hereges. To-. mas Bozzio, escribié sabiamente sobre los caracté- res de la verdadera Iglesia, y Antonio Gallonio, un, compendio de las vidas de los santos, que la muer-. te no le permiti6 concluir: POLLL LL LOLOL LL OLED LOO LOL EOL OL ODPL DOLE LPO OO LL CAPITULO Vil. Felipe pone los fundamentos de su Congre-. gacion, tal vez sin saberlo. ' ee iy RA ya tan grande el nimero de los discipu- los de Felipe, que su cuarto, 4 pesar del au- = mene de que hemos hablado, no bastaba- : “a contenerlos. Ocurriéle entonces hacer~ construir sobre las bovedas de la iglesia un vasto- oratorio, lo que hizo en‘efecto en 1558. Alli reu- nia todos los dias 4 sus discipulos, despues de co- mer, haciéndoles conferencias de cosas espirituales: y exhortindolos poderosamente 4 la practica de Jos consejos evangélicos..- Los domingos y dias festivos salia con ellos y los conducia 4 una de las. iglesias de la ciudad, ya para asistir 4 las visperas: —b3— 6 completas, @ ya para que oyesen la palabra de~ Dios. Comunmente iban 4 Santa Maria la Miner-- va, en donde un hermano predicador, atraia 4 la. muchedumbre con sus sermones sobre el salmo- 50; era este el Padre Vicente Herculano, tan nota-. ble por sus ‘ virtudes como por su elocuencia, y que despues fué obispo de Perousa. - Felipe, cuyo celo 7 por la gloria de Dies y salva-- cion de las almas se aumentaba incesantemente,. concibié poco tiempo despues un proyecto, que no podia dejar de producir un. bien inmenso: este fué restablecer las santas.asambleas usadas en los pri- Mitivos tiempos de laiglesia. Por consiguien- te, abri6 al publico-sworatorio todos. los dias al anochecer, para edificarlo conla meditacion é ins- truirlo en la doctrina cristiana. Esto caus6 una. gran novedad, porque no se acostumbraba. predi- car en Roma mas que los domingos y dias festivos: no obstante, acudié la multitud, y estos ejercicios espirituales produjeron los mas felices resultados... De aqui; por decirlo de paso, torié la casa el nom- bre de colegio del Gratorio, llamandose tambien 4 los sacerdotes que los presidian, los padres del Qratorio. He aqui como se hacian estas distribu- ciones. _ Dabase principie:por meditar un rato bas- taute corto, leiase despues un pocoalgun libro es- piritual, y de tiempo en tiempo, el que presidia in- terrumpia la lectura para esplicar y desenvolver lo que se habia leido, haciendo de esta suerte que se sacase mayor fruto. Con mucha frecuencia roga-- ba Felipe 4 sus hermanos que emitiesen su opi- nion acerca de lo que habian oido, y resultaba de aqu{ un diélogo que encantaba al auditorio. Es- te ejercicio duraba una hora; en seguida subia un padre al pulpito, y durante un cuarto de hora ha- cia un discurso familiar; otro emmpleaba tambien otro cuarto en referir algun pasage de la historia eclesidstica, y por ultimo terminaba la distribucion con un cAntico piadoso. Habiendo aprobado el Sumo Pontifice esta ins- titucion, progresé de un modo maravilloso, no solo en el Oratorio, sino, tambien en otras muchas igle- sias en donde se apresuraron otros sacerdotes 4 establecerla. Felipe supo inventar aun, con su celo ingenioso, nuevos medios para propagar la piedad cristiana, Hacia mucho tiempo que ge- mia este ‘santo hombre-al ver la falta de frecuencia de sacramentos en aquella época; y he aqui el medio de que se valié para revivir su uso. Todos los domingos y dias de fiesta hacia ve- nir & conf -sarse 4 todos aquellos de sus peniten- tes de que podia disponer, los dedicaba 4 la me- ditacion y les daba la comunion al celebrar el san- to sacrificio de la misa. En seguida los dividia en secciones y los enviaba 4 los hospitales 4 servir 4 los enfermos y trabajar en su salvacion. To- maron tal gusto 4 este edificante ministerio treinta 6 cuarenta de entre ellos, que convinieron undni- memente practicarlo todos los dias: distribuyéron- se por consigniente los sigte de la semana, y todos & su vez ibfn 4 desempefiar este doble oficio de caridad cristiana con tanta eficacia y buena vo- luntad, que causaban no‘poca admiracion. Estos hombres, y ‘otros, tambien venian en la noche del Domingo & ver 4 nuestro santo, y se iban en su compaiia 4 los maitines de los religio- sos Dominicos 6 Capuchinos. Por lo comun Ile- gaban-antes de ‘comenzar el oficio, de suerte que al entrar al coro los religiosos, lo encontraban lle- no de jévenes seculares, lo que ciertamente no podia ménos de’ edificarlos. Respecto 4 Felipe, acostumbré, por muchos afios, asistir cada noche al oficio de los Dominicos; motivo por el que estos religiosos le habian confiado una lave de swiglesia. No parecia sino que el siervo de Dios, con su celo admirable, estaba encargado de remediar to- dos los abusos y de satisfacer por todos los peca- dores; y de aqui es que en los dias de desérdenes y escindalos, tales como los Lupercales, se le veia rodeado de sus fervorosos discipulos, visitan- do las siete principales basilicas de Roma. Al principio iban ellos’solamente con su padre; pero bien pronto llegé 4 hacerse popular esta devocion, hasta el caso de acompafiarls mas de dos mil per- sonas, no tardando aun los mismos Teligiosos en mezclarse-con aquella piadosa muchedumbre. Veianse pues entre ella, & muchos Dominicos y Capuchinos , que acudian en cuerpo con sus no- Vicios: Esta multitud caminaba ordenada ento- nando himnos y c4nticos; y al Negar 4 cada igle- 5 sia, subia un religioso al pilpito, y dirigia ala asam- blea una breve pero enérgica exhortacion. Lue-.. go que llegaban ai iltimo. templo que era el de San Sebastian, se decia una misa solemne, en la que comulgaban muchas personas. Todo este pueblo se dirigia en seguida hacia los paseos de algun lugar inmediato; alli se reunian las comu- nidades, : agrupandose tambien las familias, y sen~ tados todos sobre el verde cesped, almorzaban modestamente, y luego volvian 4 Ja ciudad, conmo- viéndola con sus cénticos y festivas melodias. He aqui como los santos saben muy bien mezclar lo Util con lo agradable, y bajo su direccion tiene tambien la piedad sus placeres y recreos. Era tal la conmocion de Felipe en estas ocasio- nes, que mas de una vez llegé 4 apoderarse de él. la fiebre. Por lo demas, Dios manifest6 por me- dio de un milagro, cudn agradables le eran estos piadosos ejercicios. Un dia fué sorprendida la procesion por una terrible borrasca entre la basi- lica de San Pablo y la de San .Sebastian: dispo- nianse 4 huir los concurrentés, cuando levanté- ja voz Felipe, y les dijo: - “No tengais cuidado; yo. os aseguro que no lloveré.” No cay6 sobre los- que se quedaron una sola gota de agua, al paso- ‘que fueron inundados, los que se creyeron salvar- se por medio de la fuga. ‘Todos estos piadosos egercicios produjeron en- Toma tal fervor, que lleg6 4 creerse, habian vuel- to aquellos bellos dias de la primitiva Iglesia. Er. efecto, podia decirse de una multitud'de personas: lo que dice el Evangelio de lcs primeros cristia- nos; que perseveraban en la doctrina de los apés-- toles, en la oracion y en la fraccion del pan: por: lo mismo, los prelados, al paso qué los hombres. esprirituales; maravillados de tan bello especticu- lo, aprobaban con sumo gusto las industrias del- Santo, ¥ no economizaban las alabanzas de su ce- lo. He aqui, por ejemplo, como se, expresaba. so- ‘bre él Juan Rubeo, en una carta dedicato- nia que dirigié al mismo santo.“ “Entre las cosas: que eXcitaron mi admiracion, luego que legué 4 Roma, en el afio pasado, la que me caus6 mayor alegria, fué el espectdculo que ofrece vuestro Ora- torio de la Caridad. Yo no podia volver de mi admiracion ni contener mis rados del bien que Jes veian practicar, desearon. emplear su celo en propio provecho suyo. Aca+ baban de edificar en su barrio una iglesia nacio- wal dedicada 4 San Juan Bautista, y de unénime consentimiento, “enviaron 4 Felipe una comision & fin de rogarle Ja gorbernase, ofreciéndole bajo es- ta condicion, el que fabricarian junto 4 ella un hermoso convento. ‘Esta proposicion, les dijo, es demasiado importante para pue yo la pueda aceptar ligeramente: 0s suplico me permitais un poco de tiempo para consultar con Dios en la oracion. Si su voluntad corresponde 4 vuestros deseos, podreis contar desde luego con mis servi- cios.” Recurrié en efecto 4 la oracion, y algunos dias despues volvieron los mencionados y les ma- nifesté francamente no serle posible abandonar la casa de la Caridad. Estos, afligidos por la nega- tiva de Felipe, pidieron una audiencia al sumo Pontifice, y le suplicaron mandase 4 nuestro santo que obsequiara sus deseos. ‘“Esaes mi voluntad, rxespondié Pio IV, y asi podeis asegurarselo.” Vol- viéron ellos muy contentos 4 Felipe, quien leno de respeto al mandato del Santo padre, acepté el car- go, perobajo la condieion que continuaria viviendo en lacasadeSan Gerénimo, llamada dela Caridad. Necesitando enténces de mas sacerdotes para este ministerio de almas, hizo promover al sacer- docio 4 tres de sus disc{pulos, Baronio que fué despues cardenal; Bordini, que con el tiempo fué confesor del Papa Clemente VII, y mas tarde obis- po de Avifion, y al piadoso Ripano. Ordenados ya, los envié 4 vivir en la casa de los Florentinos, y poco tiempo despues les agregé otros dos nue- vos sacerdotes, que fueron el célebre Tarugio y Angel Velli de Preeneste. Todos cinco se orga- nizaron enténces en comunidad, repartiéndose en- tre si los empleos necesarios. Toc6 la cocina & Boronio, quien hufano de su obediencia, escribié con un carbon sobre la pared en letras grandes: César Baronio, cocinero perpetuo. Todas las mafianas iban 4 San Gerénimo & confesarse con su padre, 6 al ménos 4 manifestarle su conciencia;_ despues volvian 4 su iglesia & decir misa y 4 oir 4 los penitentes que se les acercaban. Durante la comida leia un jéven de los discipulos un trozo de la Biblia y un poco de la vida de algun santo; en seguida iban & San Gerénimo 4 reunirse con sug hermanos, y al ponerse el sol volvian 4 San Juan Bautista para dar al pueblo los egercicios espiri- tuales, con excepcion de la noche del Sabado, que laempleaban en barrer la iglesia y disponer los altares para la solemnidad del Domingo. En es- te dia, lo mismo que en los demas de fiesta, se sentaban al,confesonario desde muy temprano, y permanecian en él toda la mafiana, ménos el que .tenia que cantar la misa mayor, pues este solo confesaba hasta Ja hora en que debia salir al al- tar. Al evangelio subia Baronio 6 Bordini al pul- pito, y dirigia un discurso al pueblo, bajando en seguida 4 su confegonario. Despues de visperas, iban todos juntos, 6 bien 4 Santa Maria Minerva, 6 bien 4 Santa Maria de los Martires, 4 donde el padre Felipe se encontraba con los suyos, para conferenciar familiarmente sobre cosas espiritua- les, i el tiempo estaba sereno, la reunion se te- nia fuera; rias si llovia se verificaba dentro de la misma iglesia. Los seculares acudian tanbien 4 es- tas piadosas reuniones, de las que salian suma- mente edificados. En la estacion del invierno, se hacia la reunion en el Oratorio de San Gerénimo, siendo de creer que el santo variaba de esta suer- te los lugares de sus ejetcicios, para hacer esten- siva la piedad en todos los barrios de Roma. Es- tas idas y vueltas de los padres de San Juan Bau- tista, continuaron por diez afios, 4 pesar de su in- comodidad; pero en 1574 consiguieron hacer ha- bitualmente’sus egercicios en su iglesia, mucho mas grande y c6moda que el Oratorio de la Cari- dad. Poco tiempo despues, Tuvenal Ancina, cuya memoria aun permanece ‘en bendicion, escribia 4 su hermano: ‘Hace ya muchos dias que asisto todas las noches 4 los ejercicios que se hacen en el Oratorio de San Juan de los Florentinos; y en verdad que esto es la mas bella coga del muudo. Despues de una plética sobre algun punto espi- ritual, sigue una edificante exhortacion acompa- ada de-algunos pasages tomados de las vidas de los santos, una leccion de historia eclesidstica, y un concierto tan tierno como armonioso. La no- bleza acude 4 estos espetaculos de nuevo género; Viniendo tambien los cardenales y prelados, y to- dos estan encantados. ‘Se nos han leido las vidas de San Francisco de Asis y de San Antonio de Padua; y 4 {6 mia, que estas narraciones son de- nnasiadamente interesantes. Los sacerdores que spresiden estas reuniones, son unos hombres tan srecomendables por su ciencia, como por su virtud, -y tienen por principal 4 un padre amado Felipe Neri, cuya fama publica maravillas. . Parece que -es un santo dotado en sumo grado del divino don de convertir y satisfacer las almas. Son prodi- Siosas sus industrias, tiene tanta prudencia como habilidad en todas sus invenciones. Los padres Tolet y Possevin, lo veneran lo mismo que los de- mas. Es el ordéculo de los:-Romanos, y deberia yo decir mas bien que lo es de la Europa entera, porque de todas partes vienen 4 pedirle consejo.” PLP OLLL LEI LLL DLL IL LLL EDEL LIL LLL LLL LLL LLLP LLL CAPITULO VIIE. Sufre Felipe crudas persecusiones, y establece su congregacion del Oratorio. ( IN embargo, de que al presente estamos ok tratando de las virtudes del bienaventurado Felipe, y que he de hablar de sus dones nse adelante; como el de lagrimas es uno de los frutos mas recomendables de la devo- ——_——— —i35-- cion, no puedo dispensarme de decir de él algu~ na cosa, pues segun el sagrado Evangelio, por los frutos conocerémos el arbol. Seria dificil encon- trar un corazon tan tiernamente caritativo como el de este santo hombre. Bastaba para hacerlo Norer, referirle una desgracia publica 6 particular; pero todavia mucho mas si se trataba de la muer- te de una alma. Enténces se le oia esclamar co- mo otro Jeremias: ‘;Quién diera agua 4 mi ca- beza y 4 mis ojos una fuente de lagrimas, para Norar noche y dia las desgracias de la hija de mi pueblo!” En_la-informacion que se hizo despues de su muerte, declar6 como testigo el cardenal Federico Borromeo, que le habia visto mas de una. vez, llorar por los pecadores, con los gritos y sollogos de un nifio, 4 quien corrige su padre. Confesandose con ¢l un dia un hombre @e ‘dis- tincion, ocult6 por vergiienza sus mas graves pe- cados. Ignoraba, sin duda, que el-santo tenia el don de profecia. Mas jcual fué su sorpresa al girle declarar todas sus torpezas? T'uvo 4 lo mé- nos la suficiente cordura para confesar su crimi- nal vergitenza; y enténces el confesor queriendo preservarlo de un orgullo tan peligroso, le pinté vivamente las funestas consecuencias de un sacri- degio; y cuando ya le vié-contrito, llevado de ‘una tierna compasion, derramé una abundancia de lagrimas, que fué bastante para acabar de pene- trar el corazon de este hombre arrepentido. Des- pues de haber Ilorado largo rato uno y otro, le —I3s— mandé Felipe que hiciese una confesion general: consintié en hacerla el penitente, y se aplazé dia para ella. Al despedirse se abrazaron mutua- mente, y el santo, cuye corazon se hallaba suma- mente enternecido, se puso en oracion para poder llorar 4 solas cuanto habia menester para desao- garse. Volvi6 el penitente el dia sefialado, y el con- fésor le dijo al verle: ‘;€udnto me agrada hoy la _ Serenidad devuestro rostro! Confiad hermano mio; venis con muy felices disposiciones.” Despues de la confesion, le zog6 el penitente le obtuviese del Sefior, una muy profunda contricion. Dios escuch6 esta saplica; pues el corazon de aquel hombre, parecia hacerse pedazos, hasta el estre- mo de llegarse 4 temer que espirase. Si el bienaventurado padre hablaba de las co- sas divinas, tenia que callar, 6 que mudar de con- versacion; porque la afluencia de sus lagrimas le impedia el uso. del discurso. De aqut es que acos- tumbraba mezclar en sus piadosas conversaciones y aun en Sus discursos publicos, algunas citas de autores paganos. Esta mezcla estravagante, no se acomodaba 4 su gusto ni & su piedad, y solo la empleaba para templar algun tanto el abrasa- do ardor de su alma, 4 fin de poder concluir su discurso. Un sefior de Patrici, mas distinguido aiin por su virtud que por su nacimiento, le con- vid6 un dia 4 ir.4 comer con él 4 sus jardines. Nada era ménos conforme 4 las costumbres del santo, que no comia otra cosa que un pedazo de —137— pan; pero estimaba demasido 4este noble perso- naje, y sabia condescender con los deseos de sus amigos. cept, pues, el convite, advirtiendo que llevaria consigo 4 cuatro de sus discipulos. Fue- ron estos Marcelo Vitelleschi, César Baronio, Fran- cisco Bordini y Tomas Bozzio. Luego que se acab6 la comida, dijo el padre 4 Patricio: ‘No- sotros acostumbramos en el Oratorio, mezclar con Ja comida algun piadoso discurso, para’ alimentar: 4 un mismo tiempo, el alma y el cuerpo. Permi- tidnos, Sefior, que sigamos nuestra costumbre.” Patricio respondié, que esto le seria agradable, y Felipe hizo sefal 4 Bozzio para que tomase la palabra. Este obedecié, yconté no se qué pasa- je edificante. Luego que acabé su narracion, afia- dié Felipe algunas reflexiones; pero muy pronto sus légrimas le cortaron la palabra y le impidie- yon pasar adelante. . Nunca jamais leia Jas vidas de los santos, sin experimentar igual enternecimiento. Entré un dia un obispo 4 su cuarto, cuando él estaba ocupado de esta lectura, y encontrandole bafiado en llanto, le pregunt6 cual era la causa de su pena. No queriendo Felipe confesar que su devocion provo- * eaba sus lagrimas, supo salir del conpromiso di- ciendo al prelado: “;Ah Monsefior! he perdido 4 mi padre y 4 mi madre} juzgad si tengo razon para llorar.” ‘En otra circunstancia parécida 4 la pre- sente respondié: ‘gCoino no he de llorar al ver | que este santo cuya vida estoy Icyendo, dejé ‘ek —i38— ‘mundo y todo cuanto poseia, 4 fin de no vivir six no para Dios solo, al paso que yo no soy mas que un pobre secular 4 quien ningun vote separa de las cosas de la tierra?” : x Pero nada le movia tan sensiblemente como la pasion del divino Salvador. No podia meditar, leer ni-aun hablar de ella, sin experimentar ,la mas tierna y penetrante compasion. Se cubria su rostro de una palidez mortal; sudaba, Moraba y sollozaba interminablemente. Cuando, en la semana Santa, tenia que leer la Pasion en el altar, hacia cuanto-estaba,de su par- te, por pensar en otra cosa de lo que leia; pero por mas que hacia no podia evitar que se apode- * raran de él las lagrimas y sollozos. En sus pre- dicaciones, su amor le traia incesantemente hacia Jesucristo; y su dolorosa Pasion se presentaba al instante & su memoria; ent6nces se enternecia su - corazon, y.sus lagrimas y sollozos le impedian continuar. -Por esta razon renuncié al pilpito mu- chos afios antes de su muerte; y él mismo lo ma- nifest6 asi varias veces. Pero si alguno Je pre- guntaba porque no predicaba ya, se escusaba con su impotencia. No. falté quien opusiese 4 esta respuesta, lo bien que lo hacia en otro tiempo; pe- ro él contesté: ‘Cuando el Oratorio aun no tenia hombres capaces de.desempefiar este ministerio, - era preciso-ciertamente que nuestro Sefior me diese la gracia de poder hablar; pero gpuedo hoy contar- con este favor, cuando ya tenemos predicadores en abundancia?” , —i39— - El cardenal Ferrerio del titulo de los santos Vito y Modesto, convidé 4 Felipe y 4 los suyos & que fuesen 4 su iglesia 4 hacer la fiesta de es- tos ilustres martires. Concluida la ceremonia, los Ilevé consigo 4 comer al convento de Santa Praxedis. Al levantarse la mesa, conociendo bien las costumbres del Oratorio, dijo al santo padre: “Vamos, padre mio, proponednos alguna cosa es- piritual, para que nos alegremos en el Sefior.” Obedecié Felipe, y lo que propuso fio lugar 4 una conferencia tan alegre como edificante. Quiso despues volver 4 hablar sobre el mismo asunto para desenvolver su sentido; pero Ilevado de su- instinto 4 hablar del amor del Salvador, luego se enternecié su corazon, y comenzaran 4 correr sus lagrimas, las que por mas que hizo, no pudo con- tener; hasta que por ultimo, tuvo el cardenal que mudar de conversacion. Encontrandose una vez en un estado enfermiso, 4 causa de lo agotado de sus fuerzas, le presenta- ron una taza de caldo de pollo, la que tom6 en sus manos; mas antes de llevaria 4 la boca, se estreme- cié, y arrojando profundos gemidos, dijo con una voz dolorida. ‘;Oh mi Jesus! jqué diferen- cia entre vos y yo! vos clavado en un duro leio, y yo reclinadoen un blando lecho; 4 vos os ofrecie- ron 4 beber hiel y vinagre, y 4 mi me dan regalos y dulzuras; vos estabais rodeado de enemigos que os insultaban y escarnecian, y yo me veo circun- dado de amigos que me halagan y consuelan.” —li— Y¥ se puso 4 llorar de tal suerte, que no le fué posible ya tomar aquel alimento, del cual tenia gran necesi- dad. El canto del oficio divino y de los salmos le enternecia tambien hasta el estremo de empapar sus vestidos con sus lagrimas. Finalmente: en sus ultimos afios, llegaron éstas 4 ser perpétuas para decirlo de una vez; y sin embargo, cosa ma- ravillosa, su vista. nunca Ilegé 4 debilitarse; 4 la edad de ochema afios, veia lo mismo que en su mocedad. Su humildad tuvo mucho que mortifi- carse por este don tan precioso y tan raro; y aunque es cierto que nuestro santo se juzgaba dichoso en tenerlo; no obstante hubiera querido de buena ga- na. ocultarlo 4dos ojos delos hombres. Por lo de- mas el sabia muy bien disimularlo con sus santas industrias. Este don de lagrimas, decia algunas vecés, no siempre es una. sefial del divino amor, y- por consiguiente no prueba de ninguna manera que los quele tienen sean santos. Hay naturale- zas lloronas, y se suelea encontrar mugeres perdi- das que se deshacen.en’'llanto cuando oyen hablar le Dios. Creia de esta suerte hacerse pasar por un hombre vulgar; mas no hacia otra cosa que a- fadir el mérito de la humildad al honor que le re- sultaba por esta gracia que el Cielo le habia dis- pensado. . Si no fuera tan conocida la vida de nuestro san- to, bastaria para apreciar su espiritu de oracion, estudiar las reglas que dié 4 su congregacion; ob- —1i— servar la tendencia de los ejercicios que en ella mand6 practicar; y acordarse del nombre de Ora- torio que le dié. Echase de ver en todo esto, que el qui8o formar una sociedad de hombres apostéli- cos, entregados 4 la oracion y contemplacion. So- lo un hombre interior, un hombre de muy alta oracion, era capaz de concebir una institucion co- mo esta. Por lo demas estamos reducidos sobre este particular 4 simples conjeturas, atestiguando ‘muchos hechos su eminente espiritu de oracion. Desde su mas ticrna infancia se dedic6é 4 es- te santo ejercicio, y el Sefior le ayudd tan po- derosamente, que pudo cumplir 4la letra aquel consejo evangélico: “Conviene siempre orar, y orar sin intermision.” A toda hora-y en todo lu- gar se le encontraba ocupado en la contemplacion de las cosas celestiales, y acontecia que muchas veces se elevaba su espiritu con mucha mas faci- lidad hacia los bienes eternos que el de los misera- bles mundanos, va en pos de las cosas de la tierra Esto era para él tomo una necesidad imperiosa’ de que no podia sustraerse; y aunque se prestaba graciosamente 4 las demas buenas obras; no obs- tante, guiado™ de su ardiente caridad, se de dicaba del todo 4 la oracion. Por lo mismo, aunque su hahitacion no se desocupase desde que amanecia hasta que anochecia, 4 causa de los muchos negocios que se le encomendaban, su _re- cogimiento interior no padecia alteracion alguna: muchas veces se le veia juntar las manos devotar --142— mente, 6elevar sus ojos haciael cielo, eseapandosele ardorosos suspiros de lo intimo de su peche, y te- niendo mucho trabajo en ocultar 4 los que le ro- deaban los afectos «te su corazon. Cuando*anda- ba en la calle, iba tan fuera de sentidos, que tenia necesidad de un compaiiero para que le advirtiese cuando tenia que saludar 4 alguna persona que mereciese esta atencion. Despues de comer, se veian sus discipulos obligados 4 inventar mil in- dustrias, temerdsos de que su aplicacion espiri? tual no dafase 4 su salud. El mismo rogé.4 uno de ellos, le prestase continuamente este servicic, ¥ como que la cosa no era tan facil, é1 mismo le indicé el secreto de lograrla: “Cuando querais, le dijo, que no contemple las cosas celestiales, leedme algun libro que no hable de mis amores: el disgusto que me causaré esalectura, me hardé volver en mi.” La fuerza de la inclinacion que tenia 4 las cosas celestiales, le hacia decir, come si hablase de otro: “Cuando flega un hombre 4 ‘abrasarse con el divino amor, sufre su corazon tal violencia, que se vé obligado 4 decir 4 Dios: Per- mitid, Seftor, que descanse un poco; porque mi naturaleza no puede mas.” Nunca emprendia cosa alguna, por insignificante que fuera, sin consultar antes al Espiritu Santo, é implorar su socorro;.pero una vez hecho esto, estaba seguro de que saldria bien en su empresa. “Es toy cierto, decia, de conseguir de Dios lo que le pida.” Lleg6 su confianza alguna vez hasta de- —l45— cir: “Quiero que suceda tal cosa,” y ella salia en efecto-segun.sus deseos.. Sinembargo de que era continua su union con Dios, no dejaba por eso de tener algunas horas destinadas 4 la oracion. Cuando el tiempo era favorable, 4 no ser que la caridad lo impidiese, no dejaba por mafiana y tar- de de subir, 4 la azotea de la casa, para gozar: de. la vista del cielo, y con este hermoso espectaculo, contemplaren la grandezade Dios durante muchas horas. Siel portero venia 4 esta'sazon 4 avisarle que alguno le buscaba, bajaba al momento, y vol- via despues 4 continuar su ejercicio con sumo s0- siego y tranquilidad. **‘No se deja la oracion, de- cia 4 este propésito, cuando se deja 4 Dios por Dios; lo sé por experiencia, y puedo decir que las obras.de caridad, que se ofrecen en estas ocasio- nes, léjos de distraerme aumentan mi fervor y me hacen mas facil la contemplacion.” En el invier- no meditaba dos 6 tres horas por la rfoche 4 los. piés de su crucifijo. Rezaba su oficio divino con una devocion an~ gélica, mas siompre le acompafiaba uno de los _sacerdotes de la casa; porque: si le rezaba solo, luego.al momento se inflamaba su corazon y se extasiaba. Por esta consideracion le dispens6 de: rezarlo el papa Gregorio XIV; mas nunca hizo uso de esta dispensa, y cuando por sus enferme- dades se lo prohibian, queria que 4 lo. ménos lo rezase-en su presencia algun otro. para si- quiera oirlo. Por consiguiente, venian. algunos. —V— padres 4 salmodiar cerca de su cama, y jcosa ad- mirable! aunque estuviese extasiado, notaba la menor falta, y al momento la corregia. . Daba tambien diariamente cierto tiempo 4 la lectura de la sagrada Escritura, 6 del libro de la Imitacion de Cristo, 6 de las vidas de los santos; pero leia de una manera que merece no pasarse en silencio. Cuando encontraba algun pasaje que excitaba su fervor, le leia detenida y atentamente, y se esforzaba en sacar de él cuanto jugo podia para que le sirviera de materia en su meditacion, Asi es como debe leer quien desee aprovécharse de lo que lee. Cuando el deber le obligaba 4 dejar la con- templacion por las obras exteriores, su amor echa- ba mano, para recompensar aquellas, de oracio- nes jaculatorias. Seguia en esto el ejemplo de Casiano y’lo inculcaba empefiosamente 4 sus hijos espirituales. Para hacerlo mas facil, escri- bi6é una coleccion de piadosas formulas que no me parece inttil reproducir aqui. ‘Dios mio! cread en mi un corazon puro y_Te- novad en mis entrafias un espiritu recto. “Ayudadme joh Dios mio! y no tardeis, Sefior, en socorrerme. “Ensefladme 4 cumplir vuestra santa volunt ad. “Senior, no me oculteis vuestro rostro. - “Sefior padezco violencia, responded. por mi. “Yo soy el camino, la verdad y la vida.’ Haga- se vuestra voluntad asien la tierra como en el cielo. —5— Oh Dios todo amable! gcudndo os amaré con un amor verdaderamente glial “Dios trino y uno, apiadaos de mi. “Encendedme en el fuego de vuestro amor. Maria, Madre de gracia, Madre de ‘misericordia, protejednos durante la vida, y recibidnos en la hora de Ja muerte. No os he conocido hasta aqui jch buen Jesus! porque no os he buscado. : “Sino me ayudais, joh mi Jesus! yqué cosa buena podré yo hacer? “Ensefiadme lo que he de practicar para cumplir con vuestra santa volucitad. “Concededme joh mi Jesus! concededme el que Os sirva por amor, y 0 por temor. ‘Oh mi Jesus! yo querria comenzar 4 amaros. ‘“Desconfio de mi, y confio en vos joh Dios mio! “Si no me ayudais, nada bueno puedo hacer joh mi Jesus! ce “Mi Gnico deseo es cumplir siempre en todo vuestra santa voluntad. “Yo no os amaré jamas jch mi Jesus! si vos no me concedeis esta pracia. “Yo deseo amaros joh Dios de mi alma! pero no sé como os he de amar. “iOh mi Jesus! yo 03 busco y no os encuentro. ‘“Ah si Ilegase al find conocerme 4 mi, v 4 conoceros 4 vos Jesus mw “Aun cuando haga cuanto esté de mi parte, ghago otra cosa mas de lo que debo? 10 —hg— «¥o cairé’sin remedio, joh mi Jesus! si vos nes me sosteneis con vuestra mano poderosa. “Si quereis-que vaya é:vos, joh Dios mio! aparr tad de mi camino todo lo que pueda detenerme. “Virgen Maria, reina y: seflora mia, acordaos- constantemente de mi.” - Aconsejaba repetir. en-forma:de rosario algunas- de estas jaculatorias, y principalmente ésta: “Ayudadme joh Dios mio!-—Sefior no tardeis- €n socorrerme.” Creeria yo defraudar 4 mis lectores, si no refi-- riese en este lugar, 6 en otro, los preceptos de es- te hombre de oracion, relativos 4 este santo eger- cicio. Quiero por lo tanto aprovechar la ecasion, para relatar algunos de les principales. Decia,. pues, que para encontrar la verdadera puerta de- la oracion, era indispensable reconocerse indigno de tan alta gracia. Ajiadia que la mejor prepa- racion para esta importante practiea, es el uso de la mortifieacion. “Querer tenes oracion, decia, sin mortificarse, es querer volar sin tener. alas.’”” Por cousiguiente, esta era la respuesta que dabz a los que le pedian reglas para aprender este ar- te importante. “Sed humildes y obedientes, y ek Espiritu Santo os ensefiara lo demas.” Aconse- jaba 4 sus discipulos que escogiesen los puntos de su meditacion, segun la inclinacion que nues- tro Sefior le diere, y que en la oracion. siguiesen. los movimientos de la gracia, dejando sus. propias ideas por abandonarse 4.la direccion del. Espiritu. —hk7— Santo. “Noconviene, decia, abreviarlaoracion, por- que padezca uno em ella sequedad, 6 porque Dios nos dilate sus faveres; prosigamos nuestra tarea. con humilde paciencia, porque la longanimidad puede mucho-en el corazon de Dios. Si orando tervorosamente sentis grande paz, acompafiada de una dulce confianza de obtener lo que pedis, sabed que esta es una sefial cierta de la eficacia de vuestras stiplieas. Un hombre, afiadia, que eamina por la via espiritual, hace mal en conten- tarse con un estado de perfeccion & medias; debe procurar arribar lo.mas alto que le sea posible. Si no consigue llegar hasta donde se propone,’ al- eanzaré por lo ménos la perfeccion: de sus de- geos,” - » Recomendaka & los que se egercitaban-en la meditacion,. no: fijasen por mucho tiempo-sus: ojos. sobre el crucifijo, alguna otra sagrada imagen; porque esta manera de meditar, si se prolonga mucho, lastima la cabeza y puede dar ocasion & ilusiones del. demenio. He aqui su modo de pen- sar respecto- del. estado en que suele encontrarse: una, alma amodorrada 4 causa del enfado 6 dis- gusto que ha experimentado-en la oracion: “Con- viene, decia, que se considere esta alma como um pobre mendigo que:va 4 llamar 4 las puertas de Dios, de la Sautisima: Virgen. y de los-santos, para pedir una limosna. Ordinariamente se hace esto: en espiritus:mas seria bueno hacerlo de cuando: en cuando corporalmente, visitando: sus: iglesias;. —l48— tu orando ante sus imagenes.” Queria .que los principiantes meditasen de continuo en las verda- des eternas, que aterrorizan 6 inspiran horror al pecado; porque, decia, que ante todo debian pu- rificar sualma. Para dar 4 sus discipulos una alta idea de la oracion, acostumbraba decirles, que el hombre que no conoce este santo egercicio, es um animal sin razon; y estaba tan persua- dido de esta verdad, que una vez que el médico le prohibio este santo egercicio, 4 causa de su enfermedad, dijo 4 Gallonio: ‘j;Ah querido An- tonio! héme aqui con toda verdad hecho una bés- tia.” Afirmaba que no hay en el mundo -cosa que mas disguste al demonio, que la oracion, y que esta es la causa porque no omite diligencia alguna, 4 fin de estorbarla; y por lo tanto queria precisamente que ninguno de sus padres la deja- se; porlo que agradado Dios nuestro Sefior, le con- cedié la gracia de que supiese diariamente por revelacion, si algunos faltaban della, y de la ma-, nera que cada cual se aprovechaba de este santo egercicio. POPPE PIO L LLL POL OLD OPO DLL OLD L A POLED PPL OLODPLOL CAPITULO XV. Caridad de Felipe para con el prégimo. —aEe (oe L tierno amor que nuestro santo tenia .4 Dios, no podia dejar tambien de estenderse I favor de sus hermanos. De aqui © aquel celo por la salvacion de las mas, que lo consumia; y aquel caracter lleno de dulzura, 4 que no era posible resistir. Nin- guno supo mejor que él tratar con los hombres, y poner en juego medios mas eficaces para insi- nuarse en sus corazones. Echaba mano de unos para los j6venes, y de otros para los ancianos. De un modo trataba 4 los ricos.y de otro 4- los pobres. Sabia aprovecharse admirablemente de la varie- dad de génios y caractéres, y hablaba 4 cada uno’ de Ja manera que mas le convenia; de suerte, que podia decir con el Apéstol: ‘Me hago todo’ para todos, para ganarlos 4 todos para: Jesucristo.” —i159— De aqui es que todo aquel que uma vez entraba en relaciones con él, no podia dejar de volverlo & ver, niresistir la fuerza de su ascendiente; y de aqui es tambien que adquirié tantos discipu- los y convirtié tantos pecadores. Hablemos de estos tltimos, cuya conquista es mas dificil y su- pone mas heréica caridad. Despues de haber confesado 4 un hombre que no dejaba pasar dia alguno sin cometer varios pecados mortales, le impuso por penitencia que wolviese 4 sus piés, luego la primera vez que tu- viera la desgracia de recaer. Wolvi6 en efecto, y recibié la misma penitencia, le que estuvo acae- ciendo por el espacio de muchos meses, con gran provecho suyo, pues las caidas iban siendo mas raras, y al fin; llegé 4 ser un Angel de virtud, se- gun opinion de su santo confesor. Un joven de costumbres sumamente disolutas, debié tambien su curacion, 4 un remédio bastante sencillo. Despues de haberle confesado y absuel- to, segun acostumbraba, le ordené que por peni- tencia rezase siete veces por dia la Salve, y besa- se la tierra diciendo: “No es dificil que mafiana sea el iiltimo dia de mi vida.” No tard6 en vol- ver hecho ya otro hombre; vivi6 en lo de adelante en la practica de todas las virtudes, y murié san- tamente catorce afios despues. Domingo Saraceni, de quien hablaremos ade- lante, tenia un condiscipulo que continuamente hablaba de la santidad del siervo de Dios. Esto Ye'hiizo desear conocerle, y para-satisfacer-este dé- seo, se fué 4 confesar con el santo. Usébase ‘en el pais de su nacimiento, que los penitentes ebsequiasen 4 sus confesores con alguna limosna. Estaba recier llegado 4 Roma, para: ‘estudiar én ella filosofia, y-creia que se practicdba en esta “ciudad lo mismo que en su patria; pero al irse & -confesar, olvid6 llevar consigo alguna cosa, Dijo al padre, despues de confesarse: ‘Yo os suplico sme dispenseis el que ahora no os traiga nada, upues he dejado mi dinero en casas pero en la pri- mera ocasion que vuelva 4 veros, procuraré no ‘ser tan desmemoriado. “Muy bien, hijo mio, le dijo -el padre sonriéndose, prometedme volver & con- ‘fesaros dentro de ocho dias, y os perdono lo de- -mas.” FE] joven lo ofrecié y cumpli6. Después, enamorado de la dulzura y caridad del santo, se thizo discipulo suyo, y lleg6 4 ser bajo su diree- -cion, un -honibre espiritual. Juan Arena, jéven opulento, y de una impruden- -cia poco comun, venia con frecuencia al Oratorio, no con el fin de aprovecharse de los piadosos eger- cicios que eu élse practicaban, sino con el de mo- farse -y burlarse de ellos. Indignados los asisten- -tes, le manifestaron enérgicamente su disgusto; pero no se dié ni aun por entendido, y continué en su mala costumbre, lo que obligé 4 aquellos. 4 quejarse 4 Felipe. “Es joven respondié, el siervo de Dios: conviene ser un poco indulgentes con los efectos de la juventud; cerrad los ojos 4 sus —153-- necedades, y no os inquieteis mas.” Sin’ embar- go, muy léjos de corregirse, se hizo.cada dia mas insolente, como si se hubiera propuesto poner 4 prueba la paciencia de los concurrentes al Orato- rio. Mas su impudencia no pudiendo danar 4 otro que 4 él, lleg6 al fin & cansarse;_reflexioné so- bre su conducta, tuvo algunas conversaciones con nuestro santo, y la bondad genial de éste y sus _ oraciones, rindieron 4 este hombre. Le tomé por sa confesor, le obedecia con una perfecta docili- lidad, y en poco tiempo hizo tan grandes progre- sos en la virtud, que disgustado del mundo, en- tré en la 6rden de Santo Domingo, en donde Vie vi6 y murié santamente. Un joven Napolitano, infatuado con las vanidades ‘del siglo, fué,conducido por uno de sus amigos 4 los egercicios de la congregacion.' El lujo afeminado de su vestido, atrajo sobre él la atencion de Feli- pe, quien no ces6 de mirarle desde que comenzé la distribucion, hasta que acabé. Las miradas del santo, le preocuparon del tal manera, que al principio se hall6 muy mortificado, luego se apoderé de él el temor, y por ultimo sintié no se qué cosa en su corazon, que quiso. tener con él una conver- sacion, la que mudé 4 este hombre completamen- te. Aunque Felipe no le hablo acerca de con- fesion, el jéven conocié que tenia necesidad de hacer una general; se examin6 desde luego, y 4 pocos' dias volvié al Oratorio para comenzarla. Hallabase sentado en el confesonario nuestro san- _153— ; to, rodeado de muchos penitentes. “ Tomo su lu- gar el j6ven, y esperécon paciencia que llegase su vez... Luego que le vid acercarse el santo, le dijo con cierto desprecio, que un hombre como él, no debia llegar al confesonario, hasta que hu- biesen avabado todos los demas. Se retiré al mo- mento, y fué el Ultimo que lleg6; pero el santo no quiso oirle, y le dijo que volviese 4 los dos meses, sin dignarse darle el motivo de‘esta dilacion. Sin embargo, el joven no llevé & mal la cosa, y Antes por el] contrario, se encendié mas y mas su deseo de volver 4 la gracia de Dios. Volvid al dia si- guiente y fué nuevamente desechado; pero él re- pitié esta misma diligencia por muchos dias, hasta que Felipe, que no qperia otra cosa que probarlo, segun la inspiracion que habia recibido de loalto, lo. acogié con un afecto verdaderamente paternal; des- carg6 su conciencia, y lo despidié gozoso y consola- do. El joven hizo desde enténces grandes'progresos en la perfeecion, y -fué uno de los mas queridos discipulos de nuestro santo. Permanecié en el estado secular; se cas6 y quiso el Seaor acabarlo. de santificar, por medio de los grandes reveses de fortuna, que permitié sufriera, en sus ultimos dias, Concediése 4 Marcelo Ferri, noble romano, aun. siendo demasiado jéven, un rico beneficio en una de las basilicas masilustres de laciudad. Aunnoestaba - iniciado en Jos sagrados ordenes, pero una vez ton surado debia de portar el habito. eclesidstico, —BI— thonrarlo per medio de una conducta :conforme @ -su dignidad. No obstante, vestia el trage .secu- lar, y llevaba una vida del todo licenciosa. Se paseaba un.dia bajo el peristilo de Santa Maria Minerva, vestido con elegancia y casi 4 lo militas; -y se encontré con un jéven secular de una-modesx ia verdaderamente angélica, discipulo de nueg-' ‘tro santo, & quien las primeras visperas dela fies+ ta de-Santo Domingo, atraian 4 Santa.Maria. El eclesidstico-tenia la misma inteucion, y como que aun faltaba algun tiempo para que comenzase el -oficio, quiso aprovecharlo trabando conversacioa -con el secular. . Este, despues de algunos discur- sos indiferentes, lleg6 4 hablar de la -santidad de ‘su maestro Felipe, y dijo al eclesiastico, «que pas srecia escucharle-con vivo interes: “Quisiera que ituvierais la dicha de conocerle: estoy seguro que luego que Je hablaseis, os habia de costar trabaje ‘dejar su conversacion. Es muy probable que wenga tambien ahora 4 este templo,:atraido come mosotros por la festividad qué se celebra en honra de Santo Domingo, 4 quien profesa particular de. vocion.” Marcelo, lleno de curiosidad-por conocer & «un hombre tan santo, rog6 4 su _panegirista.-se lo se~ wialase si llegaba efectivamente 4 Santa Maria. Este prometié darle gusto, y por-consiguiente tomé lugar en Ia iglesia cerca de él, y en parte-donde pudiese wer 4 los que entraban. No tardé el-santo.en llegar -con algunos de los suyos,y se hizo desde luego ob- _jeto de.la atencion del joven eclesiastico, & quien —155— una sefia de su vecino, selo habia hecho conooer. Se arrodillé Felipe casi delante de ellos, y se cu- brié el rostro con sus manos, para ocultar la im- presion del ardiente amor que ubrasaba su cora- zon. Esta accion, cuyo fin no comprendié el jo ven clérigo, le desagradé y aun le escandalizé, se gun lo confes6 despues. Durante este tiemp6, Juan Animuccia, que acom- iaba al santo, noté la atencion de Marcelo, y se acercé 4 hablar con 6]; este le hizo saber el deseo que tenia de entrar enrelaciones con el siervo de Dios. ‘“Teneis razon, le dijo Animuccia, y pro- curaré complaceros.” Fué y dijo al oido una pa- labra 4 Felipe, quien salié al momento, siguiéndole Marcelo, 4 quien el santo abraz6 con tierna cari- dad, y convidé 4 que fuese 4 verlo al Oratorio. Este, movido hasta lo intimo de su alma, por no se que vittud que salia del siervo de Dios, le suplicé ' permitiese que lo siguiera en el acto, para hacer con él unaconfesion. ‘Es preciso que sea gene- ral, respondié el padre, preparaos bien, y venid 4 verme dentro de cuatro 6 cinco dias.” Gbedecié Marcelo, y al tiempo senalado, volvié 4 buscar & Felipe, quien .oy6 su confesion, y despues de ha- berle absuelto Je condujo 4 su cuarto; en donde este pobre jéven fué testigo de una -maravilla que aca- b6su conversion. Platicando con el santo, noté que su semblante palidecié repentinamente, levan- t6 los ojos al cielo, y experimenté uno de aquellos estremecimientos 6 sacudidas de que ya he habla- —156— do en el curso de esta historia. En seguida lo abraz6 diciéndole: ‘“Guardaos hijo mio, de re- sistir al espiritu de Dios, que os persigue y solicita, pues quiere que os salveis.” Marcelo depuso sus vestiduras mundanas, engalanandose con las ecle- sidsticas, y 4 poco tiempo, bajo la direccion de tan habil maestro, hizo grandes progresos en la virtud. Seria imposible enumerar los hombres de to- da clase y condicion, que debieron 4 la‘dulee y persuasiva caridad de Felipe, haber abrazado una vida cristiana y espiritual.. No pocos en'el lecho- dela muerte, Menaron de bendiciones el dichoso dia en que el Cielo les depararatan santo conte- sor. Admirados muchos del feliz ascendiente que tenia sobre ellos, le colmaban de alabanzas, y de- cian en el exceso de suentusiasmo: “Asi como el iman atrae al hierro, asila caridad de este santo sacerdote, atrae las almas: el que una vez se ha confesado con él, no puede ya dejarlo y hace de sus penitentes todo cuanto quiere.” Convencide nuestro santo, por una dichosa experiencia de la bondad de su método, lo recomendaba eficazmente 4 sus disci- pulos.” Ved, les decia, los inconvenientes que trae una conducta opuesta:en lugar de excitar 4 los peca- dores habituales 41a contricion, absolviéndolos cuan- do yase notan contritos, se les somete 4 pruebas que los disgustan. En lugar de tenex consideracion con la flaqueza de los principianies, exigiéndoles tnica- mente lo. que pueda soportar su: flaqueza, se les —~1i7— mandan virtudes que exceden 4 ella, y esto les ~causa desmayo y desaliento: se les reprende con rigor sus pequefias faltas, y esto ocasiona que se alejen del santo tribunal de salud. Esto no es propio de la caridad, sino del rigorismo. - Demos aqui un ejemplo de estos dos métodos opuestos. Una muger mundana, llena de peca- dos, y apasionada por los afeites y adornos, se pre- sentaba al tribunal de un confesor rigoroso. Este altamente disgustado de su lujo, exigia inmediata- mente su reforma; ella resistia y no volvia 4 con- fesarse. “Felipe por el contrario, comenzaba en semejante.caso 4 trabajar en la enmienda de los grandes defectos, y acababa por venir 4 reformar la vanidad, cosa que hacia ya sumamente facil el cambio del corazon. ‘“Antetodo, decia él, haced venir 4 las almasel espiritu del Seiior; pues cuan- do haya venido, él quitara de ellas lo que le desa- grade.” Una dama noble le pregunt6 un dia, si podia ep conciencia usar un calzado de tacones elevados, y el santo se contenté con responderle: ‘*Eso os espone 4 daros un golpe.” Vino. 4 verlo un joven adornado con un enorme cuello muy al- midonado y encarrujado, y le dijo sonriéndose: “Yo querria de buena gana daros un abrazo; pero no me es posible hacerlo, sin estropear vuestro ves- tudo.” Comprendié el joven perfectamente. lo que se le dié 4’ entender, y en lo sucesivo’ pudo abrazarlo el santo 4 toda su satisfaccion. Pero nada prueba mejor su ardiente caridad, —Isi— que el facil acceso que daba 4 los que tenian neee- sidad de él. Estaba su cuarto-abierto desde que: amanecia hasta que anochecia. Sano 6 enfermo, recibia dlos que le visitaban con: un rostro alegre, y los escuchaba todo el tiempo que querian. Acon- tecia algunas vecés, que jovenes timidos, despues de haber abierto su. puerta, retrocedian: avergon- zados, en lugar de entrar; ent6nces. salia Felipe, los tomaba de la mano, y se les manifestaba tan Carifioso, que se cambiaba su.temor en una dulce confianza.. Obligado frecuentemente 6 tirarse en sulecho, dcausa de su decaimiento de fuerzas, no por esto dejaba de recibir @ todos los que le bus- caban, y no permitia que se retirase uno solo sim que lehubiera hablado. Supo un dia que ‘Gallo- nio habia impedido 4 una persona entrase 4 hablar- le, &.causa de estar 4la sazon oeupado de. un ne- gocio importante, y se le quejé diciendo:. ‘4N6 os. he dicho que quiero estar siempre dispuesto para oir & todos, sin reserva de tiempo ni de negocio?: ZPor qué, pues, ine desobedeceis de esta suerte?’” Nunea. estaba mas contento, que cuando recibia:: visitas importunas: ent6nees se mostraba mas afa- ble ycomedido, Uno-de sus discipulos le suplicé se reservase algunas horas de deseanso. “gIgno~ rais sin duda, le respondi6, que mis mejores hijos son el fruto de mis vigilias y fatigas?” "No bastaba 4 sucaridad el continuo trabajo que tenia en la iglesia y dentro de su casa;. se le veta tambien. aeudir -4 donde quiera que podia hacen alguna Buena obra, Sise ofrecia retitar 4 un pe-- eadorde la orilla del abismo, partia inmediamente &pesar del vieato-y de la Ilivia, del excesivo frio ycalor, sin que nadie le llamarani esperara, y re-- putando por nada los quebrantamientos de-su. sa-- lud. Vinieron 4decirle un dia, que cierto. jéven: de un. distinguido: nacimiento, habia concebide. respecto: de una muger, una pasion que lo traia, perdido. Partiéal momento en medio de un tiempo. horroroso, para trabajar en.la conversion de aquel pobre pecador. Novera la cosatan facil; porque sus parientes y amigos, y aun-algunas personas principa- fesno habian podido conseguir romper sus cadenasp pero gqué corazon puede ntaca resistir 4 las elo- euentes insinuaciones. de la caridad de un santo? “Wueron tah-eficaces las-razones y oraciones de Fe- lipe, que estinguié: en aquella alma el fuego que, la abrasaba, y obtuvo de ella la promesa de um rompimiento completo. Cumpliéel joven su pa- labra, y para hacerla mas-eficaz, tomé la resolucion de no volver 4 pasar por le: calle en que vivia aque- Ba muger; y fuétan fiel 4 su-palabra, que acompa~ fiando un dia &un principecon quien iba al campo, al llegar & aquellw calle aborrecida, bajo del coche ¥ fué 4 juntarse-con su. amigo-4 otra, despues de haber evitado aquella. Ya noes de admirar que este hombre apostélico: hubiera hecho tan innumerables conquistas, pues. per el dilatado espacio de cuarenta aiios, su ar- diente caridad para con sua hermanos los pecado-- —160— res eché mano del celo mas activo,* acompafiado de la dulzura mas tierna y eficaz. No dejé de-en- contrarse algunas veces con hombres graves y piadosos que vituperaran su celo como desorde- nado y aun le hicieran amargas indicaciones: -pe- ro el siervo de Dios era demasiado humilde para que intentase defenderse; call6 y dej6 que la es- periencia justificase -con el tiempo sus procedi- mientos. En efecto, Negé la vez en que todo el mundo eché dever que los-rigidos priticipios de sus censores, estaban muy léjos de procurar el bien de las almas, como lo hacia la caridad de Fe- lipe. Era uno de esos censores, Theseo: Rapsa, padre de los de la iglesia de San Geronimo. Lo austero de su caracter, formaba un contraste de- masiado opuesto con la dulce caridad dé nuestro santo; y no podia dejar de llevar 4 mal.su_ suavi- dad en el tribunal de la penitencia: pero muy pron- to pudo decidirse quién de los dos sacaba mayor provecho de su método. ‘ Tenia Theseo una mul- titud de penitentes de ambos secsos; pero lo _rigo- roso de sus principios, hizo que poco 4 poco fuesen ‘desertando los hombres de su tribunal, -hasta el estremo de quedarle solo algunas mugeres. Por el contrario, el rebafio de Felipe ‘iba siempre en aumento, especialmente respecto de hombres, los que hacian ajo su direccion admirables progre- sos. No, no usaba Felipe de su ‘caridad ciega € in- discretamente. Sabia muy bien moderarla cuan- do la prudencia lo exigia,.y si era necesario, tam- —l6\— bien ‘usaba de severidad. Le Ilamaron un dia pa- “ya un criminal condenado 4 muerte, y que ‘en su desesperacion no queria -sufrir con “paciencia el ‘merecido de su delito/ Habian hecho ya los il- timos esfuerzos para convencerlo muchos religio- sos, pero todo habia sido infructuoso. Eutré Felipe 4 la capilla, y aquel miserable vagaba de un es- tremo 4 otro, agitandose como un frenético, y dando furiosos ahullidos. Hizo Felipe salir 4 los~ _guardas, le cogié vigorosamente de un brazo, y dé un empujon le eché 4: tierra, diciéndole con una voz terrible: “;jCallate!!”, Este tono de autori- dad, le aterré de tal manera, que repentinamente aquel furioso Jeon, se trocé en manso’ cordero. Quiso confesarse y 4 poco marché al suplicio vo- luntariamente, arrepentido sinceramente de - sus crimenes. il —i62— PLOPLOLOL IDLE LP PDLOL EDL ELL LIS DELLE DEP EL EDL LOL CAPITULO XVI. Santas industrias del siervo de Dios, para preservar del vicio 4 los jévenes. UNQUE es cierto que Ja caridad de Fe- lipe era universal, y que su celo se es- Otendia 4 todos sin distincion; no obs- Gy tante, excitaban mas vivamente los j6- venes su solicitud, y hacia cuanto estaba de'su parte para preservarlos dél vicio y formartos en Ja virtud. Sabia cuanto interesa co- menzar bien, segun aquellas palabras del Espiritu Santo, en el libro de los Proverbios: “No dejara : el hombre en su vejez, la vida que llevé en su je ventud.” - Consagradoal cuidado de una época de la vida tan interesante, se olvidaba de si mis- mo, y su caridad le daba fuerzas. para trabajar por el bien de sus almas. Este trabajo no se li —l63— mitaba 4 solo instruirlos y- confesarlos; smo que legaba hasta dejar 4 Dios, por condécender con ellos en halagarlos y divertirlos. La ciudad de Roma veiacon placer 4 ste veuerable anciano recorrer sus calles rodeado de una multitud de jovenes, prestandose con una afabilidad encanta- dora, 4 todo aquello que podia agradarles y en- tretenerles, y mostrando en la alegria de su sem- blante, el placer que en darles gusto disfrutaba su corazon. Los conducia al campo, y los exci- taba 4 divertirse como nifios: durante algun tiem- , po los mirabajugar; y despues se iba alejando poco 4 poco en busca de un lugar solitario, donde pudiese meditar libremente, 6 leer alguna cosa del Nuevo Testamento que llevaba siempre con- sigo. Si llegaba 4 observar que alguno de ellos tar- daba en venir 4 confesarse, 6 no venia 4 los eger- cicios del Oratorio, le hacia llamar, provecaba eon su bondad la cenfesion del motivo de sa infi- delidad, y lo remediaba tan eficazmente, que el joven se sentia animado de un nuevo fervor. Los. felices resultados de su ministerio en favor de la juventud, persuadieron & todos que habia recibido de Dios un don particular, para formar- fren la virtud. De aqui aquella confianza de tos superiores de diferentes ordenes, en confiarle stis novicios con toda seguridad. E] superior dela Minerva, por ejemplo, le entregaba 4 los suyos cuantas veces se los pedia, convencido muy bien —164— del gran provecho que sacaban de sus lecciones y ejemplos.” El santo iba por ellos de cuando en cuando, y visitaba en su compafiia las siete igle- sias; luego los llevaba & los jardines de un pue- blo inmediato, donde hacian una frugal coldcion, y no sé yo siel placer de aquellos jovenes era mayor que el de aquel bienaventurado. padre. Tba y venia al rededor de ellos con la sonrisa en los labios, y Ja bondad de-su corazon le hacia de- cirles: ‘“Comed, hijos mios, comed sin escriapulo, vuestra alegria me recrea, y vuestro apetilo me alimenta.” ‘ Despues de la comida los hacia sen- tar delante de él, en forma de medio circulo, y les dirigia una fervyorosa exhortacion 4 la practica de las virtudes, y muy particularmente 4 la per- severancia. ‘jOh! si, les decia, orad, apreciad yuestra vocacion, y conservadla cuidadosamente, porque ella es sin duda el mayor beneficio que Dios os ha dispensady; no solo jo creo asi, sino que puedo deciros que lo siento.” Aquellos j6- vehes novicios, inflamados con estos discursos, volvian gozosos 4 su monasterio, llenos de un nue- vo celo por sus progresos en Ja perfeccion. . Apenas podra creerse hasta donde llegé su pa- ciencia con respecto 4 algunos jévenes seculares, 4 quienes pretendia ganar para Jesucristo. Ani- mados por la estrema bondad de nuestro santo, no le guardaban consideracion alguna ni en el ni- mero, ni en la duracion de sus visitas; y mientras que unos estaban en su cuarto haciéndole sopor- —165-- tar su arrogancia y sus necedades, otros que esta- ban en la puerta, se introducian 4 su placer como en una plaza pablica, gritando’é voz en cuello y riendo 4 carcajadas; y el santo suftia todo esto con una paciencia verdaderamente admirable. Algunas veces acontecié que otros padres, indig- nados por la mala crianza de aquellos jévenes, los reprendieran severamente. Pero estos fueron 4° quejarse con el santo, y no pudo dejar de prote- jerlos contra sus censores. “Dejad, dijo 4 los pa- dres, que estos nifios se diviertan; y si no quereis tomar parte en su alegria, idos por otra, parte.” Les encargaba que jugasen 4 la ralluela en ‘su corredor, temeroso que el enfado les hiciese per- der la paciencia. - Un noble que venia 4 verle con frecuencia, disgustado por la boruca que hacian aquellos j6- venes, le pregunté un dia cémo podia aguantar tanta algarabia: “Esto es nada, respondié el santo; si les diera gana de subirseme encima, los sufriria de buena voluntad, por tal de que no cometiesen ningun pecado.” Un hombre de gran mundo, 4 lo ultimo de sus dias, decia & uno de sus amigos con las lagrimas en los ojos: “No pue-. do dejar de confesar, para gloria del bienaventu- rado Felipe, que mientras tuve la dicha en mi Juventud de tenerle por mi director, no cometi ni un solo pecado mortal; pero apenas le perdi, per- di tambien mi inocencia, yefui el juguete del vicio de i impureza.” —i6s— Este sdbio director, no permitia‘que sus disci- pulog’sé abandonasen 4 la tristeza. Cuando al- gano de ellos parecia andar mas sombrio que lo ordinario, le preguntaba el motivo, 6 le daba un golpecito en el hombr6, diciéndole: ““Alegraos.” Sabia por una larga esperiencia, que la espansion del corazon es tan favorable, como hostil la me-' lancolia 4 los progresos de la virtud: por lo mismo ’ mostraba una benevolencia’ muy particular 4 ‘los que se acercaban 4 él con unaire alegre yy franco. A este propésito referiré un pasaje interesante. Vinieron & verle un dia ‘dos: teligiosos jovenes Capuchinos, y crey6 observar en uno de ellos mas disposicion 4 la, virtud que en el otro; pero como esta calificacion no tenia otro fundamento que la‘ simple inspeccion de sus rostros, quiso asegurarse si le‘engafiaba su modo-'de’veer. En concecuen- cia, aproveché la ocasion que voy 4 decir. Aquel 4 quien juzgaba mas favorablemente, tuvo Ja in- discrecion de escupir en el suelo del cuarto del santo, quien le reprendié fuertemente su poca ur- banidad, diciéndole; “Qué clase de hombre sois vos? 4Porqué estais tan mal educado? No. sé eomo pueda ser religioso un hombre tan grosero.” El joven capuchino no parecié alterarse con este apéstrofe, y Felipe Uevo adelante la cosa fingien- do estar exasperado; tomé uno de sus zapatos en ademan de arrojarlo sobre ‘su cabeza, y le dijo: “Salid para fuera, hombre ristico y malcriado.” Este no solo recibié sin célera esta invectiva de- —167— nigrante, sino que ni siquiera perdié su.calma.y buen humor. No sucedié lo’mismo. con’su ‘com- pafiero; pero Felipe no hizo caso de nada, y con- tinu6 su esperiencia, diciendo al primero: “Qui- taos esa capa que trais; ese-es un vestido honroso que no mereceis.---Padre mio, teneis razon, res-- pondisé el religioso obedeciendo; no solamente des- honro esta capa con mis groserias, sino que tam- bien estoy bastante robusto y disfrato de buen ca- lor natural para- no necesitarla;” en’ seguida se arrodill6, y- pidid penitencia al siervo de- Dios. Este le tmands algunas cosas ridiculas, que’ ejecu- t6 con perfecta tranquilidad. Sin embargo, Felipe para acabar de probarlo, le miré con ceiio le arro- jOsucapa y le despidié. El buen religioso se fué triunfante y alegre, seguido de su compasiero que representaba una figura bien triste. Luego que llegaron al estremo de la escalera, los flamé el santo padre, y recibiéndole en sus brazos, le di- jo: *Continuad, hijo mio, guardaado vuestra san- ta alegria, este es el inejor camino para egar & la perfeccion 4 que Dios os destina.” *»- fe “ Asi como este santo hombre queria en sus dis- cipulos la alegria que viene del Espiritu Santo, asi tambien desaprobaba Ja disipacion y ligereza: “Los que aspiran 4 la perfeccion, decia, no sa- bran nunca precaverse demasiado contra este de- fecto; porque él destruye las gracias - recibidas, y se opone 4 que vengan otras nuevas.” Por con- siguiente, velaba con sumo cuidado en precaver 4: —l6s— Sus discipulos de la causa que lo produce, es de- cir, de laociosidad. ‘No esteis nunca, les decia, en una regalada inaccion; porque de aqui viene lacorrupcion de la juventud. Si los debéres de vuestro estado no bastan para llenar vuestro tiem- po, ocupaos en cosas inocentes, haced vuestras ca- _ mas, barred vuestro cuarto, cambiad de lugar vuestros muebles, engarzad rosarios, 6 bien leed 6 escribid.” Sus ejemplos confirmaban sus leccio- ‘nes; porque 4 cualquiera hora que se le fuera 4 ‘ver, siempre se le encontraba ocupado. Exigia de sus amados jévenes, el uso frecuente™ del sacramento de la penitencia; pero no era tan facil en admitirlos 4 la sagrada mesa. - Queria indispensablemente que se preparasen para este acto sagrado, con egercicios espirituales que él mismo les prescribia. Todavia mas, solia suce- der que viniesen ya dispuestos para gozar de esta inefable dicha, y él los remitia para otro dia, in- dicéndoles fiuevas practicas. Preguotandole uno en cierta ocasion el motivo de esta conducta, respondi6: primero, que la communion es con bastante frecuen- cia una ocasion de graves tentaciones, 4 las que no es raro sucumban los jévenes; segundo, que cuando se les admite muy facilmente 4 éste sagra- do convite, lo reciben con muy poca reverencia: tetcero, que la mejor preparacion es el deseo, se- gun aquella expresion de la Escritura: ‘Los que te- neis sed venid 4 las aguas;” y que la dilacion es el medio mas seguro de excitar esta sed abrasadora. —165— PP LP POPL LL DLO OL DOL DOL DED BOLD LLLLOLDD LOLOL OL LD CAPITULO XVII. ‘ Santa pericia de Felipe en la asistencia alos moribundos. UEGO que alguno de sus hijos espiritua- : les Hegaba a enfermarse, dejaba cuanto _9~tenia entre manos pata volar 4 conso- ee aquel hijo quesido en ef lecho del dolor, y hé aquiel método que obser- vaba enesta clase de visitas. Al entrar al cuarto del enfermo, se arrodillaba y oraba por él, encargando 4 los presentes que hiciesen otro tanto. Exhortaba despues al paciente 4 que supie- ta aprovecharse de sus sufrimientos, y le indicaba el modo de hacerlo. Sus visitas eran cortas pero, continuadas, y las repetia con tanta mas frecuen- cia, cuanta mayor era la necesidad de la persona, Si la enfermedad tocaba ya los altimos estremos, —179— no abandonaba al paciente: lo consolaba, lo alen- taba, le daba armas contra las tentaciones del espiritu de tinieblas, y hacia todo esto con un fru- to maravilloso. Citemos algunos hechos. Entre sus discipulos mas adictos y piadosos, se encontraba un habil maestro de misica, llamado Sebastian. Este pobre joven cay6 enfermo de muerte, y se le aparecié el demonio bajo una figu- ra horrible, no omitiendo nada que pudiera indu- cirle 4 la desesperacion. Resistid desde luego & sus pérfidas insinuacionés; pero llegaron 4 ago-’ tarse sus fuerzas, y 4 faltar su valor. Enténces comenz6 4 exclamar amargamente diciendo: ;Po- bre miserable de mi! jOjala y nanca jamas -hu- biera yo nacido! Me hubiera estado mejor haber permanecido para siempre en la nada, que haber recibido la vida para ser arrojadoen las llamaseter- . nas. Hé aqui pues ta horrorosa suerte que me espe- ra, pues que ya no hay para mi esperanza alguna de salvacion.” Avisado el cura de aquella parro- quia del estado de este feligres, acudi6 & conso- larlo; pero el desgraciado no quiso verle ni oirle. Apart6 sus ojos de él, y le dijo con furor: “Li- bradme de vuestra indtil presencia, nada_podeis en mi favor: yo soy perdido.” * Se retiré el cura, y el enfermo volvié 4 sus tisies lamentaciones, que duraron dos horas. En fin, tuvo el buen pen- gamiento de llamar 4 Felipe. El santo, ‘penetra- do de compasion, ocurrié al momento. Al abrir la puerta del cuarto que el.enfermo llenaba de AN dolorosos gritos, dijo con una voz imponente: “Qué es esto, hijo mio? gQué significan esos la~- mehtos?” .. Despues acercandose 4 su cama y po- niéndole la mano sobre su cabeza, le dijo: “Sose- gaos.” A esta palabra call6é el enfermo, y luego dijo en alta voz: “El diablo teme; vedle como se va: job! |Felipe puede mucho! jqué admirable virtud la suya! jViva Jesus! ;Viva Felipe! A este padre debo el verme libre. Sin él hoy baja-- ria yo 4 los infiernos.” Se confesé y recibié la absolucion; y transportado de alegria, ehtoné un cAntico del Oratorio, en el que se nombra cien veces el dulcisimo nombre de Jesus. Despues, levantando sus ojos al cielo, exclamé: “He aqui ajlos angeles, he aqui 4 los arc4ngeles,” y diciendo esto espiré en los brazos de su santo director. Persiano Rosa, que habia llegado 4 una emi- nente perfeccion bajo la conducta del siervo de Dios,, cay6 gravemente enfermo, y fué asaltado de horribles tentaciones. En su apurose Je veia resguardarse con la sefial de la santa cruz, y apar= tar sus djos de no sé que objeto. Corrieron 4 avis sar 4 Felijse, que volé al instante 4 ausiliar al mo- ribundo, que le dijo con una voz lastimera: “San- to Felipe, rogad por mi, y echad para fuera ese mastin négro tan horroroso, que quiere devorat- me.” El santo se arrodill6, invito 4 los asisten- tes 4 que hiciesen otro tanto, y rez con ellos la Oracion dominical y la Salutacion angélica. A- penas acabaron estas cortas oraciones, exclamé —N75—- el enfermo: ‘Deo gratias, ya no esta aqui el per- ro; se ha espantado.” Felipe se levant6, rocié de agua bendita al enfermo y le bendijo. No fué menester mas para que el paciente recobrase su paz y serenidad. Dos dias pas6 con“todo socie- go y murié lleno de esperanza. Gabriel Tana, joven de diez y ocho afios y de una piedad ejemplar, cay6 enfermo y se vié desauciado de los médicos; sin embargo, no quiso persuadirse de su proxima muerte, y alucinado del demonio, tenia un deseo tan gran-. de de la vida que ocupado completamente de él, no le permitia prepararse para morir La fami- lia Noraba ya su pérdida, y en su afliccion Jla-. mo 4 su confesor, que vino luego 4 verle, y le pre- gunt6 por el estado de su salud: “Pare mio, le contest6 néndose, estoy muy aliviado, yaun ya casi estoy seguro de mi curacion; ayudadme con vues- tras oraciones 4 dar gracias 4 nuestro Sefior.”. El santo sacerdote, 4 quien Dios habia -revelado su proxima muerte, y que veia la astucia del demo- nio, le dijo: ‘Hecedme donacion de vuestra vo- Juntad, para que yo la ofrezca 4 Dios en union de la victima inmaculada, y decid al demonio cuan- do venga & inquietaros con el pensamiento de vi- vir: “No tengo ya voluntad, porque ya ‘Ja he sa- crificado 4 Jesucristo.” El entermo respondié a- firmativamente, y Felipe’ dijo 4 los asistentes: “Voy al altar, unid vuestra intencion & la mia, miéntras ofrezco por este hijo querido la victima sacrosanta.” 173 Volvié 4 ver al'enfermo despues de su misa, y le encontr6 mudado enteramente: al deseo de la vida, habia sucedido el deseo de la muerte, y no cesaba de repetir aquellas palabras del Apéstol: “Deseo morir para vivir con Jesucristo.” Felipe le present6 el crucifijo; lo bes6 amorosamente y lo Teg6 con sus lagrimas: despues se volvié 4 sus amigos y los exhort6 4 que consagrasen 4 Dios to- dos sus afectos, y despreciasen las vanidades del mundo. “Creedme, les dijo, no solo muero sin pesar, sino que deseo la muerte para volar al cie- lo: por lo mismo, padre mio, dijo 4 Felipe, no es ya la vida la que os suplico pidais 4 Dios para mi, es mi pronta disolucion, es mi salida de este triste lugar de destierrd para marchar 4 mi patria; obtenedme, os ruego, esta gracia, lo mas pronto posible.” Permanecié en estos sentimientos has- ta la tarde; y cuando el padre se despidiéd de él, todavia le dijo. ‘No veo la hora, padre mio, no veo la hora de ir al paraiso: por amor de Dios, ro- gad porque se cumpla mi deseo.”---Pero hijo mio, respondié el santo, si nuestro Sefior quisiera pro- longar vuestra vida hasta la vejez jno os somete- rias 4 su santa voluntad?—-Me someteria_induda- blemente, repuso el enfermo, pero vale mas que me valla, y vos me podeis conseguir esla gracia. Pedidle que muera yo antes de media noche; me lo prometeis?—Si, hijo mio, respondié el bienaven- turado padre, yo os prometo pedirlo y conseguirlo.” El buen jéven tuvo gran trabajo en contener su —l74— alegria; pero aun no estaba libre de nuevas prue- basy el santo creyé debia advertirselo. “Falta mu- cho tiempo de aqui 4 la media noche, le dijo, y pre- veo que el demonio lia de volver 41a carga. Estad a- lerta, y no olvideis que habeis hecho & Dios el sa- crificio de vuestra voluntad. Con tal que no re+ voqueis esta donacion, no teneis que temer; Jesu- cristo peleara por vos contra. ese peligroso' enemi- go, y lo'vencera.” Para asegurar mejor su triun- to, le predijo las diversas tentaciones que habia de suftir. En seguida se retiré para poder orar por él con mas libertad; pero al irse le dejé 4 Salviato y 4 Tarugi, encargéndoles fuesen 4 avisarle si acontecia alguna cosa extraordinaria. Apenas habia pasado una hora, cuando did principio el demonio 4 la batalla, y he aqut de que manera: Los dos sacerdotes amigos del enfermo, rezaban junto 4 su cama la recomendacion del alma, y al llegar aquellas palabras: ‘de una mala muerte, li- bradlo, Sendr,” el joven se ri6 y dijo: “Quien tie- ne & Jesucristo en su corazon, no tiene que temer morir mal.” No fué larga la ilusion, porque co-- nociendo que esto era una sugestion del espiritu de orgullo, exclamé: ‘“Rogad por mi, -mis her- manos, el demonio ha heché pecar 4 mi lengua; pero lo que acabo de decir no tiene cabida en mi corazon.” . Hasta enténces habia tenido constantemente en ta boca, el dulcisimo nombre de Jesus; este era su consuelo y esperanza, y habia rogado 4 sus —75— piadosos amigos, se lo recordasen cuando Jo olvi- dara. El demonio 4 quien desagrada demasiado oir este nombre sacrosanto, procucé quitarlo de los labios del pacientes primero se lo hizo olvidar de tal suerte, que en vanolograba recordarlo, y cuando daba con él, se encoutraba su lengua tan embara- zada, qu no podia absolutamente pronunciarlo. Afligido en estremo por este incidente, dijo 4 sus amigos: “Ayudadme, hermanos mios, ayudad- me: no puedo ya pronunciar. . . .”---";Que cosa, le preguntaron, éstos? jel nombre de Jesus?” El en- fermo hizo una demostracion afirmativa y afiadié: “Qué terrible tentacion ésta, que no me deja pro- nunciar este dulce nombre que hace toda la de- liciade mi alma!” Almomento se puso 4 repe- tirlo muchas veces, quejindose de no poderlo ha- cer con toda libertad. Esta tentacion lo atormen- taba hasta el grado de hacerlo sudar 4 mares: en- tonces fueron 4 llamar @ Felipe, cuya presencia regocijé en estremo al paciente, y 1a tentacion desaparecié. Sin embargo, no fué esta una victoria decisiva, porque al momento mudando de plan el demonio, le di6é dos nuevos asaltos, uno contra su fé, y otro contra su abandono 4 la divina voluntad. En su afliccion volvié los ojos 4 Felipe, y le dijo: ‘“So- corredme, padre mio, porque me parece que no ereo en las verdades de la salvacion, y que no me conformo con morir.”-—‘No hagais caso de eso, je dijo el santo, son embustes del espiritu maligno; ~—I75— decid conmigo: Yo creo, yo creo.” Lo dijo asi. muy vlarainente, pero la ilusion en que estaba su es- piritu le hizo pensar-que pronunciaba mal aquellas palabras, y que tampoco creia. Entonces Felipe hizo rezar el Simbolo 4 los asistentes, y le mand6é alenfermo que lo repitiese en voz baja. A este golpe, el demanio rindié las armas. y el moribun- do se sintié tan fortificade, que se atrevié 4 insul- tar 4 su adversario, diciendo: “Quieras que ne quieras, he de creer hasta mi Gltim& hora.” Des- pues se vié muy fatigado, y el espiritu infernal crey6 poder aprovechar esta circunstancia - para inducirlo 4 la desesperacion, apareciéndosele bajo una figura horrorosa. A este espectaculo, el pobre jéven mudé de color, y manifest6 su espanto, hu- yendo la vista y procurando acercarse cuanto po- dia 4 su confesor. Despues, haciendo un grande esfuerzo, exclamé con untono lastimero: “j;Des- graciada de mi, cudntos pecados he cometido! jcudntos crimenes y maldades! jSefior, tened misericordia de mi! Padre mio, echad para fue- ra estos perros hediondos que me rodean y que me quieren hacer pedazos.” Felipe con su acos- tumbruda confianza, puso sus manos subre la ca- beza del enfermo, y dijo al espiritu de las tinie- blas: “,C6émo te atreves, espiritu inmundo, «@ resistir tan tenazmente 4 la divina pracia? Yo te mando en nombre de Jesucristo, 4 quien han to- cado mis manos esta mafiana en el altar, que huyas al instante y dejes ya tranquilo 6 ‘este cristiano. ee ¥ vos, hijo mio, alentaos y decid conmigo: Des- apareced vosotros todos, autores de los pecados del mundo, desapareced. ;Porqué, hijo mio, os entregais al temor? Si habeis afendido 4 Dios, Jesucristo ha muerto por vos y os redimidé con el valor infinito de st preciosa sangre; entraos en la Naga de su adorable corazon, ocultaos en sus sa- crosantas heridas, y no tengais ningun cuidado.” Despues de estas palabras, se arrodillé el santo y ord. Fué su oracion poderosa, porque casi al mo- mento exclamé el enfermo: “Ayudadme 4 dar gracias 4 Dios, hermanos mios, los perros se van; Felipe los ha lanzado. jOh! jqué carrera llevan; como desaparecen!” é indicaba con el dedo cl lugar por donde iban. “En fia, afiadié, el triun- foes nuestro. Ya podré pronanciar el dulce nom- bre de Jesus con toda satisfaccion; si, lo repetiré una y mil veces para mi consuelo y salvacion.” Hablando de esta suerte, miraba amorosamente el crucifijo, y derramaba dulces lagrimas. Vol- vid luego sus ojos hacia sus amigo y les dijo cou un tono que penetré sus corazones: “;Qué hermo- sa luz alumbra 4 mi alma! = j;Ahora comprendo lo que nuestro buen padre nos ha dicho tantas ve- ces; que quitamos al Criador el afecto que poue- mos en las criaturas: amad pues, hermanos mins, amad os suplico, 4 Dios solo, con todo vuestro corazon!” A estas palabras, tomé el crucifijo, v fijando en él sus miradas abrasadas de amor, le besé tiernamente, y estendié su otro brazo, dicicn- 12 —l7s— do con una voz. mucho mas elevada: ‘“jViva Je- sus en. todo el mundo! jviva Jesus por los siglos de los siglos!” Felipe vi que se estenuaba, y le indied que callase, diciéndole. “Ya estd, hijo mio, ya esta; dejad 4 Dios el cuidade de vuestra alma.” Obedecio el joven y callé. Los meé- dicos que observaban la energia que aun tenia, presumieron qu2.aun viviria hasta el dia siguien- te; pero Felipe les dijo: ‘Os engaiiais, en cuan- to haga el menor movimiento mosira.” En efec- to, antes que pasara media hora quiso volver- se sobre el lado derecho, y el esfuerzo que hizo le trajo la muerte. Miro por tlima vez -&su bienaventurado padre, pronuncié el dulce _ nombre de Jesus, y espixd. Santiago Marmita, otro discipulo del santo no ménos virtuoso que Tana. pagé como él, el tribute impuesto 4 la miserable humanidad. Presa de una_ardiente fiebre, que muy presto le redujo al Ultimo extreme, la vista de la muerte lo sumer- gid en un dolor inconsolable. Avisado Felipe de su estado, vino & socorrerlo y le dijo: “zA donde esté vuestro antigue valor, hijo mio? Invocad al Serior y decidle: {Oh Dios mio, mi refugio y virtud, mi apoyo en la tribulacion!”---Que me ha agoviado, repuso el enfermo, completando el tex- to" Juzgando el santo por esta respuesta, que ne estaba muy resignacdo en la voluntad de Dios, se esforzé en consolarlo, y sobre todo en ha- cerlo conformarse con cl querer del Sefior, y lo —l75— consiguié tan perfectamente, que el enfermo reco- br6 su serenidad, y muri6é alegre. y contrito. Un padre francés de} Oratorio, llamado Nicolas Gigli, se hizo muy amigo de nuestro santo por sus raras virtudes. Cay6é enfermo, y el mal hizo tales progresos, que no dejé ya esperanza alguna de vi- da. Tal era su estado, cuando un dia se oyé en la casa un ruido formidable. Felipe que estaba en su ‘capilla, lam6 al padre Consolini, y le dijo: ‘Pa- sad prontamente 4 la enfermeria, y volved 4 de- decirme qué es lo que hay por’ alla.” : Fué cor- riendo y encontré al padre Nicolds en una alegria dificil de describir. Tenia sus manos levanta- das al cielo, y decia: “Gracias sean dadas al Sefior. Vino, se fué, venci6.” Volvié Consolini 4 ver al santo, quien despues de saber lo que pasa- ba, respondié: “;Bendito sea Dios! todo va bien.” Poco despues-tué & ver al enfermo, el que le di- jo luego que Hegé: “jAy padre mio! hasta hoy he vivido sin conoceros; gporqué he comenzado tan tarde & apreciar Yuestras virtudes?” Parece que era dendor al santo de la victoria que acaba- ba de alcanzar sobre el monstruo infernal, y que Dios se lo habia hecho conocer. Podria aun aite- dir otros muchos ejemplos; pero bastan ya para mi objeto los referidos. SS SPLLILE LOL LI ILI LE DEL II LOLOL OLE LOL IL ILD PLD ODD CAPITULO XVII. Eficacia de los consejos de Felipe, contra las tentaciones y escripulos. f€ RA tan conocida la caridad de F elipe, JF que las almas afligidas ocurrian & él, “G_Qeomo por instinto, y nunca se iban Cae su presencia, sin que quedasen fibres de sus penas, 6 ilo ménos verdade- ramente consoladas. Dejémos que hableu ¢ loshechos. Agitaba 4.un noble de Monte Policiano, ima tentacion tan importuna como pe- ligrosa. Su confesor, viendo que no podia librar- lo de ella ni asegurarlo 4 lo ménos contra sus, ve- hementes insinuaciones, le ie. un dia: “Solo conozco un hombre que pued a curaros, y cs el padre Felipe; si quercis creerme id & verlo.” Décil 4 este consejo, fué & buscar al santo, le —18)-- descubrié su enfermedad, y le rogé le’ aplicase el conveniente remedio. jCésa admirable! al mo- mento’sintié que se disipaban sus temores, y que renacia su casi estinguido valor. “Estoy curado, padre mio.” exclamé6 lieno de gozo y de recono- cimiento. Enefecto, no volvié 4 ser molestado de aquella peligrosa tentacion. Un soldado jéven, penitente de nuestro santo, fué asaltado de una de las mas peligrosas tenta- ciones. Hacia muy poco tiempo que se habia casado, cuando observé que un lacayo de un gran Seffor pasaba con demasida frecuencia por su ca- sa, mirando siempre 4 las,ventanas. Poseido un dia de un exceso de zelo, aguard6 4 que pasase el lacayo, y le dijé con un aire amenazador, que se guardara de volver 4 pasar por alli. Este le respondié que si lo haria, y en efecto continué pa- sando segan su costumbre. El soldado, 4 quien esta tenacidad encendia en célera aumentando sus zelos, se resolvié 4 matarlo. En este tiempo llegé no sé que festividad en que acostumbraba irse 4 confesar; pero su pasion le impedia dispo- nerse como era debido para este acto sagrado; y por lo mismo juzgé conveniente no hacerlo: mas en esta lucha salié la gracia vencedora.- Fué y se eché 4 lus piés del santo, y con la franqueza de un verdadero soldado, le confes6 su criminal re- solucion. Felipe, pasé.dole la mano sobre la ca- beza, como tenia de costumbre, le dijo: « “Hijo, mid, no estais bien dispuesto: volved otra vez.” —183— Al instante sintié este hombre una alegria interior: que apagé el fuego de su pasion y le restituy6 a! su primera tranquilidad. “Esto es hecho, dijo para si; que pase el lacayo las veces que le dé la: gana.” Pero sea una casualidad, 6 una nueva gracia, el lacayo no volvié 4 verse por alli: con- tinvé el soldado confeséndose con nuestro santo durante treinta afios, y fué un santo bajo su direc- cion. Otro penitente del santoresistia perdonar una in- juria que otra persona le habia hecho. Viendo Felipe que nada podian para con este hombre todas sus ra- zones, tomé en la mano un crucifijo, y dijo 4 este pecador endurecido: “Ved y considerad el ejem- plo que os dié este buen Maestro, qué no solo per- doné 4 los que lo crucificaban, sino que tambien se digné rogar por ellos 4 su Eterno ‘Padre. Padre mio, exclamé, perdonadles porque no saben lo que hacen. Vos rezais cada dia, afiadié el santo, la oracion del Padre nuestro, y, gn6 cono- ceis, miserable, que en ella pedis, no vuestro per- don sino vuestra condenacion?. Arrodillaos ante esta imgen de vuestro Dios moribundo, y decid- le: Seftor Jesus, es demasiado poco para mi sal+ vacion, que hayais muerto una vez en medio de los mas acerbos tormentos; morid de nuevo si quereis que yo perdone 4 mi enemigo.” Fueron dichas estas palabras de una manera tan significa- tiva, que el joven qued6 como. mudo y poseido de un temblor universal. ',Luego que recobro el us» —lg3— de la palabra, dijo 4 Felipe entre lagrimas y so-. Ilozos: “Perdono, padre mio, perdono 4 este. hermano, y haré en su obsequio ‘cuanto me man- deis.” ‘ Vino un dia Pedro Focili 4 confesarse con el santo, quien no quiso oirle y le reprendié fuerte- mente no sé por qué desobediencia. El jéven, cu- yo orgullo aun estaba demasiado vivo, se resintid mucho de este recibimiento, y dijo para si: “{Qué quiere este padre decir con esto? creeré- que no hay en Roma otro confesor como él.” Salid Ile- no de célera y se fué & confesar con un padre de la Compaiiia de Jesus. Dado este paso, se en- contré poseido de una profunda turoacion y de una tristeza tan amarga, que no le era posible hallar ningun reposo. A los dos dias le mando decir Felipe que queria verlo, y luego sintié renacer la. alegria en su alma. Llegado que fué 4 los piés del santo, le pidio perdon de su falta deshecho en lé- grimas, ofreciéndole obedecerlo siempre en todo; To que cumplié‘con toda fidelidad. Isabel, condesa de Tipherne, hacia cuatro me- ses que le aiormentaba noche y dia no sé que ten- tacion. Angel Vellio, su confesor, no pudiéndo librarla de ella, le aconsej6 fuese 4 manifestar su corazon al padre Felipe. Hizolo asi; mas cual faé su admiracion al oir 4 este hombre de Dios hablarle de su pena, antes que ella le hubiera di- che una sola palabra. “Sois muy dichosa, hija mia, le dijo el santo, porque os persigue esta ten- —1845— tacion tan pesada y peligrosa: consolaos, voy 4 decirla misa por vuestra intencion, y espero en Dios que no volvera 4 molestaros.”. Efectivamente, miéntras que el santo celebraba, el demonio dejo su presa yno volvié ya la tentacion. Llenade con- tento y de reconocimiento Isabel, cobr6é gran con- fianzaen su bienhechor, y no quiso ya tener 4 otro confesor mas que 4 él. Luego que Sixto V. ascendié al sumo pontifica- do, Gerardo Caraccio, que deseaba con ansia ser su boticario, encontré en Bernardino Cotta un te- mible rival. De las opuestas pretensiones de uno ¥ otro, resulté una discordia que resolvieron ter- minar por medio de las armas. Espantada -jus- tamente la hermana de Gerardo de una resolu- cion tan homicida, se fué muy de maiiana al Ora- torio 4 pedir.consejo al Padre Bordini su. confe- sor; pero no encontrandolo se dirigié & Felipe y le hizo saber el cuidado que tenia. “Tranquilizaos, le dijo el santo, lo.que temeis no ha de Hegar 4 su- ceder.---Padre mio, afiadié esta piadosa muger, yo querria hacer decir tres misas por este nego- cio.—-Esta bien, respondié Felipe, y yo tambien voy 4 aplicar otra por vuestra intencion; por lo demas no tengais cuidado: vuestro deseo es - bue- no y Dios os lo ha de conceder.”-- Consolada con estas dulces palabras, quiso oir su misa, la que concluida volvié para su casa. Mas jcual fué su sorpresa al encontrar 4 su hermano rebozando de alegria? En aquel mismo instante acahaba de sa- —185— ber qué su rival habia abandonado su pretension. “Es un milagro del Padre Felipe, le dijo ella: an- tes de decir la misa por el buen resultado de este negocio, me lo garantizé completamente.” -—**Nome sorprende esto, respondié Gerardo, derramando lagrimas; porque siempre he tenido 4 este hombre por un santo; pero desde hoy con mas razon, y mientras que yo viva no le tendré por otra cosa.” Juan Bautista Magnano, camarista del Papa Gregorio XIII, perdio en el juego una cantidad considerable, lo cual lo conducia ya casi 4 las puertas de la desesperacion: mas quiso la Provi- dencia que se encontrase con nuestro santo. Es- te, sin conocerle ni aun de vista, le detuvoy le di- jo tomandole de la mano: “La pérdida que ha- beis sufrido no deja de tener remedio; venid_con- migo, os confesdré y vereis lo que Dios hace en vuestro favor. Llevéle 4 la iglesia de 8. Ger6ni- mo y oy6 su confesion, siendo esto lo bastante para restablecer la paz y la alegria en la alma de aquel hombre, quien no dilaté en reponer sus in- tereses sin tener necesidad de volver 4 la casa del Juego. Un joven eclesidstico de Roma, sabedor de que su padre habia caido en manos de unos bandidos, corri6 al Oratorio para que Felipe lo encomendase a nuestro Sefior. Este acababa de decir misa y se desvestia de los sagrados paramentos, cuando el joven entré 4 la sacristia. Escuché Felipe el motivo de su pena, con aquella compasion que-le —lé6— era habitual, y le dijo: ‘No tengais cuidado, hijo. mio, no tendra novedad vuestro padre.” Sin em- bargo, aquel mismo dia recibié una carta por la que se le prevenia, que si no enviaba 4 los ladro- nes mil y quinientos escudos, harian morir 4 su padre. El pobre joven, no sabiendo donde conse- guirlos, volvid 4 ver al santo y le manifesto el apuro en que se hallaba. Viendo Felipe que so- lo un milagro podia remediar esta necesidad, se propuso conseguirlo de Dios; pero para que la gloria que de él resuitaba nose atribuyese 4 su persona, dijo al joven: “Id y encomendad este negocio 4 los padres Capuchinos.” . Hizo lo que le mandaba y 4 pocos dias dejaron libre los ladro- nes 4 su padre, sin exijir rescate alguno. Una princesa italiana habia ya diez afios que padecia una tristeza de corazon que le hacia la vi- da muy amarga. Habiéndolo sabido Felipe, tal vez por revelacioa, le escribié una carta-muy con-. soladora; y apenas la leyé esta seftora cuando des- aparecié su tristeza y se llené de tan dulce ale- gria, que no la hubiera cambiado por todo un rei no,-segun ella misma decia. Desde enténces no cesaba de alabar piblicamente al santo y de re- petir que 4 él, despues de Dios, debia su felicidad. Prudencia Diaz, noble sefora espafiola estable-. cida en Roma, levaba una vida muy desgraciada; pues agobiada por una dilatada série de calamida- des, no disfrutaba de ningun reposo, no queria ha- blar con nadie, y la menor cosa laenfadaba. Un —187-—- dia que se hallaba atormentada de su melancélico ‘humor mas de lo acostumbrade, se fué 4 la igle- sia del Oratorio y se confesé con el Padre Angel Vellio, quien despues de oir el relato de sus peca~ dos, que no tenian- otro principio que su misma afliccion, quiso consolarla, pero no lo pudo_ cunse- guir. Le aconsejé volviese con frecuencia al san- to tribunal, lo que ella no dejé de hacer; pero su caracter se hacia cada dia mas insoportable en lu- gar de mejorarse. Movido 4 compasion y no sa~ biendo ya que hacer, la rogé fuesé 4 abrir su co- razon al Padre Felipe, que estaba alli haciendo oracion cerca de su confesonario. Ella se dirigié en efecto hacia el santo, quien sin conocerla le dijo luego que la vi6: “;Aqui estais vos, muger coléri- ca; que siempre estais de mal humor?” Arrodi- Naos y oid lo que os voy 4 decir. “Enténces le puso Felipe 4 la vista todala historia de su vida, leindic6 sus faltas, asi como tambien su remedio; en seguida. or6 por ella y con el dedo le hizo una _ cruz sobre su frente. Al momento se obr6 en su corazon una admirable mutacion. Su tristeza y su mal bu- mor se disiparon y los remplazé una dulzura ce- lestial. ‘Ahora bien, le dijo el santo jcémo os sentis, hija mia?--Muy bien padre mio, respon~ di6 ella.—-Volved ahora, afiadié el santo, 4 ver 4 vuestro confesor.” Despues de darle las. gra- cias, con las Jagrimas en los ojos, se volvio muy gozosa al Padre Vellio, y le dié parte de su pro- digiosa y defintiva mutacion. Igual cosa acon- —\s8— tecié 4, Livio de los Ursinos, & quien hacia muy desgraciado una viva inquietud. “Vues- tro temor es quimérico,” le dijo e) santo, y basta- ron estas palabras para restablecer en su alma la mas perfecta tranquilidad. Camilo Pamphili, padre del Papa Inocencio X, se acost6 una noche con el espiritu preocupado 4 causa de un gran cuidado, y no pudo cerrar los ojos en toda lanoche. A la mafiana siguiente se- fué 4 ver & Felipe para recobrar la paz de su al- ma; este le dijo luego-que lo vié: ‘“Seais bien ‘venido Camilo; quiero me digais vuestro estado despues de una tan mala noche como habeis pa- sado.” Qued6 maravillado Camilo al ver que le habia sido revelado 4 Felipe su interior; mas crecié de punto su admiracion al notar la eficacia de estas palabras tan cortas, que le restituyeron la mas completa tranquilidad. °. Un j6ven romano, de una familia distinguida, se encontré con un hombre que él sabia estar posei- do del demonio, y tuvo la imprudente curiosidad de preguntarle 4 cerca de su desgracia: esta pregunta irrité al energimeno, quien le contest6 con una voz de trueno y un rostro espantoso: ‘ “jqué nece- sidad teneis de preguntarme todo esto, vos que como yo, estais tainbien poseido del diablo?” Es- ta respuesta lo estremecié de pies 4 cabeza y le hizo tal impresion, que legé 4 temer fuera verdad lo que acababa de oir; y cargé sobre esto de tal suerte su imaginacion, que al fin lego 4 trastor- —l8s— narse su razon. Los exhoreismos que en su locu- ra se hizo aplicar, aumentaron el mal en vez de remediarlo: los médicos que le asistieron agotaron inutilmente los recursos de su facultad, y vino 4 parar en un estado horrible para su cuerpo y su alma. No dormia ni comia ya, y desesperaba completamente de su salvacion. Tenia una tia, oblata, de la Tour-des-Miroirs, y vino 4 verlo un dia, y ya se retiraba llena de amargura, cuando Je ocurrié el pensamiento de encomendarlo 4 la ca- ridad de Telipe. Se fué derecho al Oratorio, v suplicé al santo se apiadase de aquel infeliz. Mo- vido vivamente con la relacion que acababa de ha- cerle aquella muger, fué 4 ver al pobre joven y lc impuso las manos diciéndole: “Sosegaos,' ja- -mas habeis estado poseido del demonio.” Luego le hizo cantar para disipar su negra tristeza, y le invité 4 que fuese 4 verlo 4-Vallicella. El joven, ganado por una bondad tan paternal, y yaconsolado, no dejé deir desde la maiiana si- euiente 4 ver 4 nuestro santo. Este, notando aun en él alguna tristeza y desconfianza, le abra- 26 ¥ apreté ternamente 4 su corazon. Ya he dicho mas de una vez cian poderosas eran las emana- ciones de aquel corazon abrasado de caridad. Ex: erimenté esto aquel enfermo, pues al momen- to se sintié singularmente alegre y fortificado. “Ahora bien, le pregunté Felipe, j¢e6mo os sen- tis?””---“No puedo estar mejor, padre mio, res pon- dis el joven; mi curaciori es pertecta.” Quiso en- —159— tonces manifestarle su reconocimienta, pero el santo, que no podia sulrir las alabanzas, le dié una palmadita diciéndole: ‘Id, hijo mio, y no querais pecar.” Domingo Saraceni, uno de los mas famosos mé- dicos de su tiempo, se posesion6 de una negra me-" lancolia que le hacia ya insoportable la vida. Des- pues de agotar todos los recursos de su arte, sin ex- perimentar alivio alguno, se fué & ver & Felipe, cuyo poder le era conocido, y le descubrié- su pe~ na: “Tened danimo le respondié el santo, déndole un carifioso abrazo, esta tristeza seva & acabar.” En efecto, desaparecio desde aquel momento, y ninca mas volvié. Julian Fuscherio, seeerdote de una encumbra- da virtud, tenia un penitente 4 quien atormenta- ban los escrépules de un mode horrible; y des- pues de echar mano de tedo vanamente para ew rarlo, tomé el partido de condueirlo al sierve de Dios, quien al verloentrar, le dijo eon una ¥oz ca rifiosa: “Sois vos, hijo mio? seais bien vertide, eo- nozco perfectamente vuestro mal, son tentaciones las que os afligen; pero tened valor, van ya 4 ter minar.” Diciendo esto le abraz6, y te pregunts si queria confesarle sus fattas. “De muy buena vo- luntad, respondid; no es la vergiienza ni el temor lo que me impide decirlas; yo no puedo explicarlas.” ---"Haced la prueba sin embargo,” le dijo Felipe. Se arrodillé y se confesé muy detenidamente, hasta que al fin Je dijo nuestro santo: “Ya esta; —131— no hay nacesidad que os espliqueis mas.” Des- pues le mandé en penitencia que besase la tierra, le dié la absolucion y Ie despidié Ileno de paz y alegria. Un eclesiastico se habia persuadido, por un ca- pricho de su imaginacion, que era indispensable la atencion actual para el rezo del oficio divino; y como le era imposible tenerla, el hombre se moria de aflic- cion. Se fatigabaterriblementela cabeza, pasaba to- .do su tiempo rezando, y despues de todo creia no haber cumplide con el precepto. Luego que sus es- cripulos llegaron 4 su mas alto punto, se sintid fuertemente tentado de desesperacion; pero el Cie- lo vino 4 su socorro inspirandole recurriese 4 Te- lipe. Marcho al momento al Oratorio, y se presen- t 4 la puerta del cuarto del santo; mas este le dis conella enla cara, diciéndole: “No tengo tiempo de oiros; yo rogaré por vos." Ignorase cual fué el motivo que tuvo para mostrarse tan poco comedi- “do en esta ocasion: tal vez los eserépulos de aquel hombre tenian su origenen algun seereto orgullo -que exijia un remedio humillante. Sea bo que fue- -te, el pobre eclesiastico se fué sin quejurse, y tomd su breviario derramando lagrimas. Pero desde enténces desaparecieron sus escripulos y pudo re- yar ya. suoficio con una facilidad admirable. Hé aqui de paso, los remedios principales que este sa- bio médico prescribja & las almas escrupulosas. i.°_. “Siempre que un escrupuloso en el mo. ments que le asalta cualquiera tentacion se dice 4 —192— simismo: Me parece que resisto,6 que he reésis- tido & esta sujestion; con esto basta, y no debe ya hacer mas examen porver si ha 6 noconsentido. 2.° Si enlo mas fuerte de la tentacion, echa de ver que su corazon se inclina ain 4 la virtud con- traria, puede creer con certeza que no ha sucum- bido. 3.° Sino estabastante seguro de haber consentido hasta el estremo de poderlo afirmar ba- jo de juramento, enténces no ha habido consenti- miento: esta es una cosa ciertisima. 4.9 Todo. escrupuloso debe sujetar su juicio y voluntad 4 la autoridad del confesor y despreciar los vanos terro- res desuconciencia. 5.° Es conveniente obli- gar de cuando en cuando 4 estas pobres almas 4 que comulguen sin confesarse. 6.° Solo Ja bn- mildad puede curar radicalmente esta enfermedad tan penosa y pcligrosa.” Volvamos ya 4 nuestra narracion. Quiza nin- ca hubo hombre que poseyese en tan alto grado el don de consolar y alentar 4 las almas. Todo en él producia estos efectos maravillosos: sus palabras, suademan, yaun su mismo aspecto. Esto esta pro- bado por las deposiciones de respetables y nume- rosos testigos. ‘Tiverio Ricciardelli decia despues de la muerte del santo, que siempre que le tocaba el pelo, experimentaba un consuelo indecible. El cardenal Baronio afirmaba que las palmaditas que le daba de chanza su buen padre,. producian en él un efecto semejante. Elcardenal Baudini daba un teatimonio andlogo, ¥ casi todos sus _penitentes —]33— _confesaban que era bastante que él pusiera la mano sobre sus cabezas, para que los inflamase hasta el punto de hacer saltar sensiblemente sus corazones. Peregrino Altobello, canénigo de San Marcos, interrogado comé testigo, declaré lo si- guiente: ‘Me causaban interiormente tal placer sus conversaciones, que nie costaba mucho traba- jo separarme de él. Siempre que le encontraba en la calle, me cogia la cabeza entre sus manos, pregunténdome por mis cosas, y sentia yo una alegria indecible, aspirando al mismo tiempo un olor celestial que exhalaba su cuerpo. Me acuer- do particularmente que un dia le enconiré cerca del palacio del cardenal Sforze, y me cogid de las sienes, segun lo acostumbraba, diciéndome: jA- dénde vais, santo hombre Peregrino? Esta can- fiosa accion produjo en mi un consuelo tan inefa- ble, que no sabia yo ni donde estaba, ni qué hacia.” Su cuarto tenia la misma virtud que su perso- na. Bastaba entrar en él para verse uno libre de la tristeza y de cualquiera otra turbacion es- piritual. Por eso le Hamaba Marco Altizri el paraiso terrenal. El cardenal Federico Borro- meo, iba 4 élexpresamente para buscar alli la alegria. El cardenal de Médicis, despues Leon XI, pasaba en él por lo ménos seis horas cada se- mana, halagado de las dulzuras que en él experi- mentaba. Los que por discrecion no querian en- trar, sentian los mismos efectos con solo arrimar- 13 —I134— se 41a puerta. Fabricio de Massimi, ninca de- jaba en sus tristezas de venir 4 buscar su reme- dio en aquella puerta, de la que ninca se separé- desconsolado El cardenal Cusana, le encontré- en ella un dia de centinela, y le pregunt6 porqué no entraba: “jPara qué, le respondié, he de in- terrumpir al padre? yo encuentro aqui el consue- lo que busco, y esto me basta.” Neri de Nigri, aun despues de la muerte del santo, no dejaba de venir 4su cuarto siempre que tenia alguna afliccion, y:' recobraba, en él al momento toda su tranquilidad. No sé yo de ningun otro santo que: haya recibido de Dios un don como éste, 4 lo mé- Ros en un. grado tan extraordinario. Dios nnes- tro Senor se gloria en prodigar de diversas ma- neras, sus pteciosos favores 4 sus escogidos. —195— worn LOLI LL LLL OLDE LIL LOLI DD OL OL CAPETULO XIX. ‘Tierna caridad de Felipe para con los pobres, 6 "por mejor decir, para con’ todo el mundo. | AST'A aqui hemos visto el celo-del sier- svo de Dios, en trabajar por el bien de Z (\ Flas almas; vamos ya 4 ver su_tier- AW no cuidado.en remediar las necesi- dades corporales del prégimo; porque CO ste hombre estaba dotado de ima ver- dadera caridad, y esta virtud comprende 4 todo el hombre. Cuando se le llamaba 4 ver algun entfermo, despues de poner su alma en buen esta- do, se encargaba de su cuerpo, llamando 4 un médico que lo curase, y proporcionandole las me- dicinas necesarias. No satisfecho con remediar las miserias que llegaban 4 su noticia, salia de casa en busca de las necesidades agenas y no era raro que Dios se las manifestase por re- —196— velacion. Al saber cualquiera de ellas, no se per- mitia ningun reposo hasta aliviarla por todos los medios posibles. Se le veia recorrer las calles: dia y noche, visitando 4 sus queridos pobres,” Ilevan- do 4 unos recursos pecuniarios, 4 otros vestidos, 4 éstos alimentos, 4 aquellos remedios. ;Oh! gceuan- tos necesitados vergonzantes, vieron venir 4 este hombre en socorro desu ‘indigencia que ellos pen- saban no ser conocida mas que de solo Dios? En- tremos ya en el pormenor de algunos de sus ac- tos de caridad, cuya memoria nos han conserva- do sus historiadores. . _ Un hombre noble lleg6 4 perder su fortuna 4 causa de una multitud de calamidades que le so- brevinieron, y Felipe los sostuvo por muchos’ a- fios en una situacion conforme 4 su ‘nacimiento. Una muger tenia 4 una madre anciana,. y cuatro hijos pequefios, sin recurso algunos para alimen- tarlos; y él tom6 4 su cargo proporcionat 4 cada uno lo que bubiera menester segun sus necesida- -des, por’el espacio de cuatro afios. Vicente Ilu- Tainator, dejé al morir ‘una muger con seis hijos, sin recurso alguno, y movido Felipe 4 con. pasion, se conslituyé proveedor de esta familia, no permi- tiéndo que careciese de ninguna cosa. Mas ade- lante procur6 4 una de las nifias.su entrada 4 un monasterio, y la provey6 de todo lo necesario. * Resplandecia atin mas su generosa caridad én ‘favor de las doncellas pobres, impidiéndo que vi- les corruptores se aprovechasen de su miseria, y —I97-—- comprasen el sacrificio de su virtud. Uno de sus discipulos tenia unas sobrinas jovenes, 4 las que no podia sostener 4 causa de su pobreza; pero el caritativo padre se encarg6 de su alimento é instruecion, y cuando llegaron 4 una edad en que podian casarse, les did 4 cada una un dote de seiscientos escudos. . Dos j6venes florentinas que sus padres trajeron 4 Rom’, donde murieron, se encontraron espuestas, por su miseria, 4 los mas grandes peligros. Llegé‘esto 4 noticias de. nues- tro santo, y las colocé en una casa segura, en la que provey6é 4 su manutencion, y costed despues los gastos de su admision en un convento de Flo- rencia. Omito una multitud de hechos semejantes, por no fastidiar con tepeticiones 4 mis lectores. Tres mugeres piadosas, pero que. carecian de bienes de fortuna, emprendieron sin consultarlo con su director, abrir un asilo para nifias huerfa- nas, con la intencion de,pedir limosna para ali- mentarlas. Llegaron 4 recibir hasta veinte, He- nas de confianza en la caridad piblica; pero ésta no correspondié 4 sus esperanzas,-y conocieron demasido tarde, que tendrian que morir de ham- bre con sus hijas. Llego 4 oidos de Felipe su triste situacion, mandé llamar 4 estas mugeres imprudentes, las reprendié como merecian, y ‘se encarg6 de las pobres huerfanas: casé 4 unas, otras abrazaron la vida religiosa, y colocé 4 las demas en casas particulares, que merecieron su con fianza. —l5s8— No Ilamaban ménos su atencion los pobres en- carcelados: muchas veces 4 la semana les envia- - ba dinero, vestidos 6 viveres; y mandaba 4 algu- nos de sus discipulos 4 que los instruyesen y consolasen. Habia en la ciudad muchos monas- terios reducidos 4 una excesiva indigencia; pero sus nombres estaban escritos en Ja tabla provi- dencial de Felipe, y nd’ dejaba de enviarles en tiempo oportuno los socorros necesarios. Si en- contraba alyunos jdvenes propios para los estu- dios, los tomaba bajo su proteccion, y subvenia 6 todas sus necesidad: dos de ellos, que con el tiew- po llegaron 4 ser cardenales, le ocasionaron es- pecialmente gastos considerables, siendo tal su generosidad para con ellos, que lleg6 hasta ven- der sus libros por sostenerlos, A ‘mas de estos ningun pobre mendigo se dirigia 4 él, sin que re- cibiera de sus manos alguna limosna: en fin, eran tantas sus liberalidades, que ciertamente no hu- biera podido llevar al cabo muchas de ellas, sin hacer milagros: tal era por lo ménos la opinion de los cunfidentes*de su caridad. Ella le valié un dia un favor singular; porque agrada tanto 4 Dios esta virtud, que le cuesta gran trabajo 4'su Magestad, si me es licito ha- blar asi, esperar 4la otra vida. para premiarla, Caminaba por una calle apartada, y sele aparecié un Angel bajo la figura de un pobre, que le ten- dié una mano suplicante. Al momento, sin infor- marse el santo de sus necesidades, le dié todo el —195— ‘dinero que llevaba. «Muy bien, le dijo el pobre aparente, queria yo hacer prueba de vuestra mi- sericordia” y luego desaparecié. Por donde quie- xa se formaban conciertos de alabanzas en honor de su generosa-caridad; pero sobre todo, despues ‘de su muerte fué cuando pudo conacerse bien el alto concepto que se tenia de ella. Recordaban los pobres los bienes que les habia hecho, y no pudiendo contener sus lagrimas, decian los testi- gos de su dolor: ‘Tienen razon de llerar, por- que para ellos es ésta una pérdida irreparable, y jamas volveran 4 tener otro padre como el que la muerte les ha arrebatado.” Cuando se traté de su canonizacion, el cardenal Bellarmino, en- cargado del examen de su causa, sorprendido de las prodigiosas caridades en que abunda, excla- m6: “Este venerable padre, era otro Juan limos- nero.” _Atin fué mas elocuente el elogio que de él hizo una muger del pueblo. Testigo de la ca- nonizacion de Santa Francisca Romana, tan céle- bre por su caridad, exclamé: ‘Nuestro buen pa- dre Felipe, tambien ha hecho caridades seme- Jantes jcuando sele colocara igualmente en el catalogo de los santos? De esta santa sefiora se dice que llevaba envoltorios de ropa & los des- graciados; pero mi padre no se contentaba res-_ pecto de mi, con tan poca cosa: me llevaba pan, vino, aceite y aun dinero. Lo digo ante todo el mundo; Felipe hizo esto cien mil veces por mi y por muchos otros.” —309— Sin embargo, no era solo con los pobres en quienes hacia brillar Ja bondad de su corazon, es- tendiase élla 4 todos los que se le acercaban, y muy especialmente 4 aquellos que. le hacian al- gun bien 6 le prestaban algun servicio , “Este santo hombre, decia el cardenal Panphili ci sn deposicion, era de un excelente y raro corazon, agradecia con efusion e] mas ligero beneficio, y siempre se acordaba de él.” “Felipe, decia el abad Maffé, quedaba tan agradecido al menor servicio que se le prestaba, que su corre sponden- cia era de cuatro por uno: lo sé por experiencia.” Los cuidados agenos.lo afectaban de tal ma- nera, que muchas veces parecia perder la pa- ciencia. Bastaba !a vista de un pobre medio des- nudo, para hacerlo lorar, sin.que le fuera posible sosegar hasta no-verle cubierto; y mas de una vez se despojé de sus propios vestidos para cubrir con ellos las carnes de algunos miserables. Cuando se veia reducido 4 contemplar ‘as yTivaciones de sus semejantes, sin que le tuera dable consolarlos, ge estremecia, y exclumuba, olvidando* el horror que siempre habia tenido & las riquezas: “;Qué no tenga yo tesoros para poder remediar tantos males!” La inocencia perseguida, encontraba en él un ntrépido defensor. Libro de una inevitable muer- te 4 un noble romano, 4 quien se acusaba de un homicidio que no habia cometido. Defendi6, é hizo triunfar la inocencia de un sacerdote perse- —3Hl— guido por unos hombres poderosos. Obtuvo del papa Pio V el perdon de muchos _pobres estran- geros 4 quienes se condenaba 4 galeras con de- masiada injusticia. Unos personages de gran cré- dito, perseguian obstinadamente ante la justicia 4 un paisano amigo suyo: tomé su defensa y le libré de las manos de sus enemigos.... Basta; porque nunca acabaria si quisiera hablar de todos ayuellos & quignes salvé la vida, el hoaor y la fortuna. , En una época de hambre, una persona lé en- vid cinco panes para que socorriese sus necesida- des propias. Los tomé luego, y se Jos llevé 4 un sacerdote estrangero, cuya indigencia jle era co- nocida, y él se aliment6é aquel dia con unas pocas de aceitunas. Supo esto su bienhechor, y fué 4 pre- guntarle con algun malhumor gpor qué era tancom- pasivo conotros y tan duro consigo mismo? “A lomé- nos, afiadi6, no debiais haber dad6 mas que la mi- tad guardando la otra pata vos.”---“Perdonadme, respondi6 el santo; yo tengo aqui muchos amigos, y este pobre estrangero no tiene ninguno; ved pues, como nuestra posicion no es igual.” * Tambien interesaban altamente sa caridad los pobres artesanos desprovistos de trabajo, y su ce- lo inventor apurabi, todos los recursos para arran- carlos de la miseria. Puedo citar 4 este .propési-~ to algunos hechos. "Dos franceses, fabricantes de reloxes de madera, no vendian lo bastante para poder alimentar 4 su numerosa familia: sipolo —203— Felipe, y en su compasion se hizo en cierta ma- nera. su corredor. No fué en vano; porque mu- chas personas solo por complacer 4 Felipe, com- praban de aquellos reloxes. Comprometia un dia el santo 4 un hombre rico, 4 que comprase cierta porcion de éllus, lo que al fin consigui6; y testigo de este empefio uno de sus discipulos, le parecié que el santo no hacia bien en esto, y dijo para si: “Vaya una idea singular gno podia este buen padre aconsejar 4 este sefior que empleara mejor su dinero en otra cosa que en reloxes?”’ ignoraba entonces cual era Ja intencion de Felipe; pero cuando llegé 4 conocerla, no pudo menos qne admirarse de aquella ingeniosa caridad. Un jardinero de la campifia de Roma, que vendia le- gumbres en la: ciudad, Hegé una tarde segun su costumbre, 4 tiempo que una Iluvia copicsa le o- bligd 4 refugiarse bajo el portal de la caridad. Seguia lloviendo, y el pobre hombre se desolaba por no poder vender su mercanvia. Felipe, que se hallaba por alli, oy6 sus lamentaciones, y mo- vidas sus entrafias, no pudo dejar de _consolarlo. Se acerca 4 aquel hombre, le ajusta toda su mer- cancia: y el gusto que manifesté aquel pobre al- deano, fué mas apreciable para nuestro santo que el valor de su dinero. : . Tenia un corazon tan excelente, que se compa- decia aun de los mismos animales. Vié un dia que uno de sus discipulos andaba tras de un gato, y le dijo con cierta emocion: “;Qué os ha hecho ese —203— pobre-animal, para que le trateis de esa manera!” Otra vez vid que un hombre azotaba cruelmente 4 un perro, y esto le causé tal turbacion, que tuvo gran trabajo en serenarse.. Uno de los nifios que concurrian 4 su puerta, tenia un dia en su mane aun’ pajarillo que habia cojido, y temeroso el santo ‘de que lo hiciese -morir, le dijo: “Hijo mio, vale mas que le deis libertad, para que vaya 4 ver 4 su madre.” Dijo esto, y pasé adelante: pero 4 poco rato volvié & encontrar al niito, y le pregun- 16 si habia soltado al pajarito.---“Si, padre, res- pondié: abrila ventana y le eché 4 volar.-—j;Po- brecito! esclamo Felipe, hubiera side mejor criar- jo, porque comoes todavia chiquito no podraé co- mer y se morira de hambre.” ‘Si llegaban 4 co- jerse en la casa algunas ratas, se oponia 4 que se Jes matase, y Jas hacia llevar 4 un lugar desierto ‘en donde él se figuraba no podrian hacer daio. Si montaba algun carruage para ir 4 alguna parte, no dejaba de encargar al cochero que no fuera 4 lastimar 4 los hombres 6 4 los animales. Si al- guno le daba alguna ave viva, la mandaba de re- galo 4 otra parte, porque no la mataran en su ca- sa. Se hubiera dicho que estos seres desprovis- tos de razon, conocian la humanidad de este santo hombre; porque por ariscos que fuesen con los demas, se dejaban acercar y manosear de él sin manifestar miedo alguno. Uno de sus discipulos le ofrecié un pajarillo cantador, encerrado en su jaula. “Lo recibiré de —205— muy buena voluntad, le dijo el santo, si habeis de venir todos los dias 4 prover 4 sus necesidades.-— Muy bien, padre mio, respondié el joven; yo me encargo de su cuidado.” Desempefié, en efecto, su compromiso, y una mafiana que Felipe estaba enfermo, vid al animalito saltando sobre su cuello, picoteando y cantando con mucho contento, “De- cidme, le. pregunt6 el-santo, ghacia lo mismo con vos cuando estaba en vuestra casa? No, padre mio, respondié el joven.” El santo se avergonz6 y espanté 4 la avecita. Esta se fué, ‘pero volvié al momento, y estuvo haciendo esto por largo ra- to. Quiso cogerlo su antiguo duefio, pero no lo pudo conseguir. Enténces le dijo Felipe: “Traed la jaula, y voltiadle la puerta hacia donde esta, verémos si quiere entrar.” Hecho ésto, entré al momento el pajarito. Son estas, en verdad, mi- nuciosidades que no debieran contarse pero que - sin embargo mahifiestan perfectamente la bondad del corazon de nuestro santo, y por lo mismo me ha parecido no debia pasarlas en silencio. —is— LLLP LILI IL APOLLO OD LOD ODO LLL LLL IOP LDR LD LOL ELL CAPITULO XxX. Admirable castidad de nuestro santo. 4% MO Felipe esta angélica virtud desde UsRsu mas tierna edad; "y de aqui es que no omitia ptecaucion alguna para conser- EC)9) varla. jCuéles eran pues, estas precau- " dimes Voy 4 decirlas, para que los e- jemplos de este grande hombre sean de provecho 4 mis lectores. Sabedor por el oa que el hombre lleva este precioso teso- ro enun fragil vaso de barro, y que las desgra- cias de‘nuestros semejantes, nos- prueban dema- siado esta terrible verdad, adopté para su conser- yacion, ilustrado por la divina gracia, las medidas siguientes. Primera. Cuidé mucho de ocultar este don inapreciable, bajo el manto de la humildad, 4 fin de que los ladrones espirituales no pudieran min- —206— ca quitarselo.. Segunda. Cumplié fielmente el precepto protector que habia leido en el libro de los Proverbios (4-~23): Guarda tu corazon con toda custodia, porque de él procede: la vida.” Tercera. Vel6 constantemente sobre sus sentidos esteriores, pues sabia muy bien que estos son las puertas y ventanas de nuestra alma. Nunca se oy6 salir de su boca la menor palabra que pudie- ra ni aun- remotamente ofender el pudor. Jamas pareci6 delante de ninguna persona, sin estar cu- bierto de pies 4 cabeza. Se privé constantemen- te de los manjares y licores que encienden la san- gre, y no permitié 4 su olfato los perfumes y olo- res deleitables. Sus oidos estuvieron rigorosa- mente cerrados 4 los cantos mundanos y 4 las Gonversaciones que dictael espiritu de la carne; y ejercitaba muy principalmente sobre su vista una severa vijilancia. Como el santo Job, hizo pacto con sus ojos pata ponerse al abrigo de los malos pensamientos y lo observ6 con toda fidelidad. Este habil maéstro solia decir, que los jovenes que quieran escapar del enemigo de la castidad, deben manifestar francamente 4 su confesor los malos pensamientos que les asalten, para que pue- da curar el mal desde sus principios. Asi lo hacia él por medios que nada tenian de penosos ni ver- gonzosos. “Luego que os asalte una tentacion, de- cia 4 sus hijos espirituales, ocurrid con paz y una dulce confianza éaquellas palabras del Salmista:’’ - “Dios mio, venid en mi ayuda: Sefior, no tardeis en socorrerme,” 6 4 aquellas otras: “Cread en m{, joh Dios mio! un corazon puro, y renovad la rectitud de mi alma.” ‘Postraos en seguida, y besad la tierra con humildad.” Les encargaba tambien’ que rezasen al aeostarse, el himno de completas, para preservarse de las ilusiones noc- turnas. Por Gltimo, repetia continuamente esta grande méxima: “Para subreponerse 4 los de- mas vicios, es necesario resistir valerosamente; pero este no se puede vencer mas que huyendo: en los combates de la carne, no. triunta la intrepi- ‘dez, sino la cobardia. PALL DL LPL LL IL LL ALL DLL PLEO L DL EPPA L OLE PLO PD OID CAPITULO XXi. Su abstinencia y pobreza. ‘GO le costé poco trabajo al siervo de Dios, Negar 4 tan encumbrada perfeccion. Des- ; Orde sus mas tiernos afios, se dedic6 4 cru- flcificar su carne y sus deseos, y muy 1é- ro jos de afiojar este rigor con el tiempo, an- tes por el contrario, aument6 sns_austeri- dades. Yasacerdote, adopté la costum- bre de no comer nada hasta el anochecer, ¥ si al medio diale urgia la necesidad de alimento, solo tomaba un pedazo de pan, con un- —~-39S— poco de vino. Su dnica comida, y que podemos llamar principal, se componia de una sopa de yer- bas cridas, y de uno 6 dos huevos pasados por agua,’contentandose muchas veces con uno solo de estos dos alimentos. Nunca comia queso ni leche; rara vez pescado, y aun mucho ménos otras vian- das, pues solo usaba de ellas cuandolo exigia el es- tado de su salud 6el bien parecer social. Aunque era muy poco el pan que tomaba, aun guardaba al_ gunos pedazos de él, quehacia comer 4 sus disci- pulos, creyendo con este mortificar su gusto; pero se engafiaba, porque hacian de él un regalo de de- vocion, y aun le hurtaban algunos para darlos 4 otros. Cuando mandaban los médicos que se le sirvie- sen manjares esquisitos, alegaba que le hacian da- fio en vez de provecho, y costaba el mayor trabajo del mundo hacer que los tomase. Acostumbra- do 4 comer pobremente, no queria que los demas loechasen de ver. Por esto comia tegularmente solo en su cuarto, yy, no bajaba sino rara vez al re- fectorio comun. Sin embargo, 4 pesar de sus in- dustrias, su abstinencia‘era conocida de todos los padres de casa, que nohacian misterio de ella para ninguno. Muchos'médicos 4 quienes habla- ron de ella, convinieron que tan corto y sencillo ali- mento no podia conservarle‘la vida, y no dudaron que la sagvada Eucaristia fuese su alimento mas sustancial. Por lo demas, como prudente director no cui- —2105— daba que sus Oratorianos imitasen su conducta; ia que buena para él, porque no hacia otra cosa que seguir en ella los impulsos de su virtud; ea los demas hubiera sido una verdadera locura. “Todos los que viven en comunidad, decia, deben comer indistintamente las viandas que les girvan.” Por otra parte, él habia cuidado de prohibir en las constitituciones de su casa, los platos separados, para evitar y cerrar la puerta 4 sin- gularidades y caprichos, dispensindose esta reg- la Gnicamente en favor de los enfermos, y eso solo en la enfermeria. No podia suftir que nin- guno de los suyos com‘era algo fuera de refecto- rio, y una vez dijo 4 uno que lo hacia con fre- cuencia: ‘“Ninca legareis 4 ser hombre espiri- tual, si no os corregis de este vicio.” “No dormia.mas que cuatro horas, y empleaba lo restante de la noche en la contemplacion de las cosas celestiales. No habia en su cuarto mue- ble superfluo'y todos ellos eran ¢onformes con lu. simplicidad, por no decir con la pobreza religiosa. Nada mas humilde que su calzado y vestido. Aquel era de un cuero grueso y sin ninguna ele- gancia en su hechura, y éste-de tejidos comunes y de bajo precio; pero al atender 4 la pobreza no descuidaba el bien parecer propio de su esta- do; de manera que ntinca estaba stcio ni rote. Este dicho de san Bernardo, le agradaba “demo- siado y le traia en la boca frecuéntemente: “Siem- pre me ha gustado la pobreza; pero ninca la ma- 14 —210— Ja crianza.” “La suciedad, aftadia nuestro santo, en la ropa y en la mes, es una mortificacion” para los demas, y por consiguiente es un vicio contrario 4 la caridad.” Muy léjos de mitigar sus practicas de mortifi- cacion, las aumenté & medida que entraba en mayor edad. Reprendiéronle sobre esto sus ami- gos cn sus ultimos aiios, diciéndole que este ré- gimen, si bien éra bueno para un joven, uo con- yenia de ninguna manera @ un anciano. Entén- ees, 6 hablaba de etra cosa, haciéndo como que no oja, 6 decia sonriéndose, que el pardiso no se. habia hecho para los sensuales. Mas asi como era severo para consigo mismo, ‘asi tanbien era indulgente para con los demas. Si notaba que alguno se excedia en la abstinencia, le deciaz “Dad 4 vuestro cuerpo mas bien mas que meé- nos alimento del que necesita: porque si arruinais sua fuerzas, no servireis para nada. gSabéis en qué cousiste la .verdadera abstinencia? En quebran- ir nuestra. propia voluntad y propio juicio, acom- - pafiando este quebrantamiente con algunas peni- tencias corporales moderadas. De este medo no puede el demonio sacar provecho ulguno, y sucede lo contrario con una abstinencia excesiva. de la que me parece ser é] muchas vecesel zutor. Lo que es- teenemigo quiere, es destruir las fuerzas fisicas, ¥ si llega 4 conseguirlo, es cierta su victoria; porque enténces uno ya no puede obrar el bien, y las mas ¥eces viene 4 remplazar 4 wna abstinencia excgsix —oh— va-tina tibieza lamentable; de suerte, que por ha- her-querido darse mucho al espiritu, viene uno 4 no vivir ya mas que para la came. Si os excedeis un poco en vuestro alimento, podreis disminuirle cuando gusteis: pero si quebrantais vuestra salud; decidme, gqué sera de vos?” Nanca hizo voto de pobreza, y sin embargo, tuyo un estremo desapego & las riquezas. Aun siendo joven, como lo hemos visto ya antes, ré- nuncid voluntariamente 4 la brillante fortuna con que le brindaba su tio, y s¢ redujo gustoso é-las privaciones de la mendicidad. Ya sacerdote, rehu- 36 los ricos présentes que le ofrecieron algunos principes, y aquello que creyé deber aceptar de su munificencia, lo dedicé enteramente al‘ ornato. de su iglesia, y al alivio «le los desgraciados. U- no de-sus discipulos le dijo cierta vez, que debia reciamar algunos bienes raices que le correspon- dian por parte de su madre, y él respondié: = “Ha- cedme favor de no volverme 4 hablar de eso.” Otra vez le escribié uno de sus parientes, dicién- dole que su padre habia nombrado en su testa- miento, en lugar suyo, heredera 4 su hermana Ca- farina; y contesté gue podia desde luego entrar en posesion de aquellos bienes, pues que él la ce- dia todos sus derechos. Su hermana Isabel que-" ria dejarle su forturfa por acto testamentario, y la royé que no hiciese tal cosa, diciéndole que habia es¢ogido al cielo por herencia y que no queria $i Sucedio muchas veces que algunos enfer- —219— mos amigos suyos, quisieron testar & su favor, v él les mand6 decir, que no los volveria 4 visitar hasta que le hubieran asegurado que no lo harian. Vicente Teccozio le leg6, sin que lo supiese, uha manda de cien escudos de oro, y nuestro santo los doné 4 sus herederos. Tambien volvié la sa~ lud ‘é otro bienhechor moribundo, por desemba- razarse desu herencia. Jamas quiso recibir na- da de sus parientes, y cuando vivia en San Gero- nimo, centento con el alojamiento que se le daba, nunca quiso recibir la parte que le tocaba en la distribucion mensual, acordada & los sacerdotes que sirven aquella iglesia. . Crecié de tal suerte con los afios su amor 4 la pobreza, que se le ofa exclamar en su. vejez con una especie de ternura: “jOjala y me viera o- bligado 4 buscar mi pan para vivir! Quertia yo verme reducido 4 la Ultima miseria, y .no encon- trar sino corazones insensibles 4 mis necesidades. Si Dios permitiera que yo acabase mis dias cn un hospital pablico, reputaria estocomo un especial favor que su Magestad me dispensaba.” Le gus- taba considerarse en el Oratorio como un pobre & quien se da un Ingar para que viva por amor de Dios, y tomaba su alimento como una limosna que le daban los padres. Dijo una vez 4 Gallo- nid: “Hacedme favor de suplicar al cardenal Borromeo, que de caridad me ‘mande todos los dias, un pedazo de ‘pan y dos huevos.” Hizolo el cardenal de buena voluntad, ¥ lo conté4 area —23— curdenales que quisieron contribuir & dar este gusto 4 nuestro santo. Con tal objeto, el carde- nal de Montalte, le daba de caridad el: vino que tomaba diariamente, y el cardenal Alexandrino le envié $11$ zapatos viejos, que nuéstiro santo usd muy gustoso, como lo verémos adelante.” Uni’ vez dijo al padre Bozaio: “Ha llegado ya. el tiempo de disponerme para morir, y por eso pro- curo desprenderme de las cosas de este mundo; y como deseo vivir y morir pobre, recibo de muy buena gana lo que me dun de limosna.” * No satisfecho con fomentar en si mismo el des- precio de las cosas terrenas y el amor 4 la pobre- za, se esforzaba en inculcar sus nobles sentimien- tos 4 los padres que dirigia. ‘La perfeccion, les decia, es incompatible con el ufecto 4 los bienes perecederos. Si yo viera que alguno de vosotros procurara atesorar, juzgaria sin temeridad algu- ha, que no perseveraria en la vida espiritual.” Mas adelante, uno de ellos manifest6 aiguna inclina- cion 4 la codicia, y le dijo nuestro santo: “Cuan- do no penseis ya en guardar el dinero, enténces tendré muchd gusto en veros, hijo mio: vuestra fisonomia tenia antes para mf no sé qué de angé- tico; pero hoy ya noes asi. En lugar de la ale- gria de vuestro rostro, noto una negra tristeza y una fealdad que no puedo esplicar. jAh! prdocu- rad recobrar vuestra primera hermosura.” * Esta reprimenda bast6 para cubrirle de confusion y lograr su conversion. Otra vez pregunt6 4 uno —Wsi— de sus discipulos seculares: “Decidme, hijo mio, gdesedis amontonar dinero?—No, 4 Dios gracias, respondié éste.---Si es asi, repuso el santo, iremos los dos juntos al paraiso; si, yo me encargo de conduciros al cielo, bajo la condicion de que’ no habeis de desear jams ese vil metal. Pedid con fervor esta gracia 4 nuestro Sefior.” Para dar 4 conocer Jos bienes de la pobreza de espiritu, acos- tumbraba decir: “Que cuanta mhs aficion se po- ne en lag cosas de la tierra, otro tanto se quita al Criador.” : Francisco Zazzara, se dedicaba con mucho em- peiio al estudio del derecho, con intencion de Ile- gar 4 las mayores dignidades yal colmo de la fortuna. Temeroso el santo de los peligros cori siguientes 4 esta ambicion, se propuso curar 4 es- te hijo suyo, y un dia que vino 4 visitarle, le dijo: ‘Qué dichoso sois, hijo mio; estudiais con mu-~ cho provecho la jurisprudencia, y segun todas las apariencias, dentro de mny poco tiempo os reci- bireis de doctor; enténces ganareis mucho dinero y Vuestra casa sera mny opulenta. Ascendereis gradualmente 4 los primeros puestos de la ma- gistratura, y no ser dificil que vengais 4 ser has- ta cardenal.” Tales eran, en efecto, los- pensa- mientos del joven, y es de presumir que Dios se los habia revelado 4 nuestro sartto. “jQué feliz sois, mi querido Francisco! aiiadié el padre: po- dreis andar con Ja cabeza erguida cuando hayais Negado al apogéo de vuestra grandeza y de vues-. —u5— ara fortuna,” Francisco se regocijaba en su interior, creyendo que el santo le’ hablaba formalmente. Entonces Felipe le abraz6 con ternura, y le dijo al oido: “Y despues jcual seré el fin de to- das estas grandezas?” Estas palabras penetra- ron hasta lo éntimo del corazon del joven, hacien- do en étuna muy profunda impcesion. Vuelto @ su casa, las medit6 muy seriamente, ylleg6 4 con- vencerse tanto de [a vanidad de las cosas de la tierta, que se entré al Oratorio poce tiempo des- pues. Igual cosa sucedié & unjéven mercader que amaba 4 Felipe como 4 su padre. Pusose un dia. 4 contarle las ganancias que habia” tenido y las que aun esperaba tener en el porvenir: ‘“jY des- pues? le preguntéel santo.” Esta palabra fué para él un rayo de luz que alumbré su entendi- miento: 4 poeos dias dejé el comercio y abrazé el estado eclesiastico. . Este maestro experimentado décia, que‘es mas facil la conversion de un libertino, que la de uu avaro. Afiadia, que de todas las enfermedades del alma, la mas perniciosa es el amor al dinero; y de aqui es que hacia cuanto estaba de su par- te, para para preservar de él 4 sus penitentes. Luego que le parecia observar en alguno de ellos alguna inclinacion @ esta pasion, le imponia por penitencia algunas limosnas. Antes de terminar este capitulo, referiré algunas de sus sentencias sobre esta materia, que ciertamente merecen no olvidarse. —2216— “Cualquiera que se dedica & enriquecer, nin- ca llegaré & ser hombre espiritual. “Huyan los jovenes de la impureza y los vie~ jos de la avaricia, y yo les prometo que serdn santos. “Dadme diez hombres que desprecien verda- deramente los bienes de este mundo, y yo me en- cargo de convertir con ellos 4 todo el universo. “Nadie puede 4 un mismo tiempo ganar almas ¥ dinero.” PLL LPL OLLI LL LLL OL LOL DIE PL ODIO LE DIOL L PPLE OL IP CAPITULO XXEE. Admirable humildad del santo, y sus precep- tos acerca de esta virtud. AS dignidades, 4 la par que las riquezas, ninca, pudieron tener entrada en el fan corazon de Felipe. Venerado : de grandes y chicos, amado de los cardenales y atin-de los mismos pontifices, no de- —-27-- pendiéd mas que de su querer el colocarse en los destinos mas ambicionados de los demas; pero su humildad le puso al abrigo de estas tentaciones tan delicadas € hijas del amor propio. Ofrecié- ronsele algunas canongias en las principales basi- licas, y las rehuso: las mitras de los mas insignes obispados y ain el capelo cardenalicio no. pudie- ron vencer su humilde repugnancia 4 toda digni- dad. Pero lo. que no puede dejar de admirar es, su admirable industria en motivar su resistencia, de manera que no pudiera ella acarrearle algun honor. Los hechos nos van 4 manifestar su ad- mirable comportamiento.en tales circunstancias. Cuando ascendié al pontificado el papa Gregorio. XIV, fué Felipe 4 presentarsele y 4 besar el pié de su santidaud. El pontifice, luego que le vi6 le salié al encuentro, le abrazé tiernqamente y tuva con él una larga conversacion. En seguida fué & traer su propio birrete y lo puso sobre la cabeza de Felipe en presencia de muchas personas, y le dijor " «Nos os creamos cardenal,” y mand6 4 su secre- ‘tario que estendiese el diploma acostumbrado. Enténces el sanjo le dijo al papa n6é sé qué cora al oido que le hizo reir mucho y se fué en segui- da. A pocos dias lleg6 un prelado. al Oratorio, eucargado de poner en manos del santo el birrete yeldiploma. Felipe respondié, que no tenia ii- mites su reconocimiento por el honor que su San- tidad se diguaba dispensarle; pero que no pudien-~ do aprovecharse de él por enténces, le suplicaba —21s— do reservase hasta el momento en que reclamase este insigne favor. Persuadido el papa que tenia algun impedimento temporal, no insistié y este ne- gocio acabé por el olvido. - El papa Clemente VII no dispensaba menor estimacion y amistad 4 Felipe ‘que su antecesor: asi es que no es de estrafiar que al recibir sus feli- citaciones Je hubiera dicho: “Ahora si no os es- capareis de ser cardenal.” Pero el santo con sa acostumbrada destzeza, ech6 la cosa 4 la chanza, -y con esto salié del apuro por segunda vez; pero el pontifice volvié muy pronto 4 la carga, como lo prueba su respuesta a una carta del siervo de Dios, cuyos dos documentos quiero copiar aqui para, satisfaccion de mis lectores. “Como es esto, Santisimo Padre, que estos ilustres cardenales se dignan honrarme con sus vi- ‘sitas? Dos de ellos han venido ayer 4 verme, como si yo fuera un personage importante, y uno, el] cardenal de Médicis, me ha dado dos onzas de oro, de que tenia yo gran necesidad y que he re- cibido con sumo agradecimiento. Su eminencia prolongé su visita hasta entrada la neche, y alabé tanto 4 vuestra beatitud, que me parece haberse’’ excedido. Como soberano. pontifice debeis aven- tajar 4 tedos cn humnildad; y sin embargo, juzgad, santisimo Padre, juzgaos 4 vos mismo. Jesucris- to vino 4 verme 4 la séptima bora de la noche, v no era esta su primera visita, porque ‘él viene to- das las veces que quiero; y vos, Santo Padre, no —i5— os habeis dignade parecer en esta nuestra casa una sola vez. Jesucristo es al mismo tiempo Dios, y vos no sois masque un hombre. Yo con- yengo en que vuestro padre era. ilustre; pero no tanto como el de Jesucristo: vuestra madre Agne- sina era una santa muger; pero la de Jesus es la Steina de los angeles. Podria yo aun decir mu- cho mas si la caridad no me obligara 4 ser indul- gente. “Sin embargo, supuesto que Vuestra Sau-~ tidad no ha obrado bien conmigo y me debe una satisfaccion, yo exijo me la dé proporcionando lu- gar en el monasterio de la Torre de Miradores, una nifia de Claudio de Neri, cuya vocacion ten- go por cierta: vos habeis ofrecido al padre prote- ger 4 sus hijos, y un soberano pontifive debe ser fiel 4 su palabra. Me pongo 4 los pies de Vues- tra Santidad y los beso con el mas profundo res- peto.” Leyé el papa, sonriéndose, esta carta, y luego es- cribié en el mismo papel de su propio pufio, las si- guientes lineas. “Dice el pontifice, que hay jactancia en vos en gloriaros de la visita que os han hecho los carde- nales de que me hablais, & no ser que con esto hayais pretendido exaltar su humildad, que es bien conocida de todos. El pontifice afiade que al negaros 4 aceptar la parpura‘con tanta tenaci- dad, habeis merecido la privacion de su visita. Respecto 4 la entrada de la joven en la Torre de Miradores, le parece bien que la exijais como un —220— derecho y con esa autoridad que os es tan propir, lo mismo que ese tono regafiador que acostum- brais, “En fin, él os manda 4 su vez que cuideis de vuestra salud, y que rogueis 4 Jesucristo cuan- do vuelva, por las necesidades del pontitfice y de su Iglesia.” Algunos meses antes de su muerte, obligado de nuevo nuestro santo 4 aceptar la parpura, dijo 4 uno de sus disctpulos, llamado Bernardino Coro- na. “El papa quiere precisamente hacerme car- denal, gqué me aconsejais?”---"Yo creo, respondié este, que deberiais aceptar esa dignidad por inte- res de vuestro Oratorio.” Felipe descubrié en- tances su cabeza, y levantando las manos al cie- jo, exclamé: ‘;Paraiso, paraiso, Bernardino!”—- “Perdonadme, padre mio, replicé este hombre sen- cillo, yo no me acordaba de esto.” mea Un dia dijo 4 algunos de los suyos que parecian estimar demasiado las dignidades eclesidsticas: *“Permitidme, hijos mios, que os manifieste mi modo de pensar sobre esto. Deseo con todo, mi corazon tener las virtudes de los cardenales v obispos; pero prefiero la muerte 4 sus dignidades.” 1 abad Mafta, movido de este profundo despre- cio de las grandezas humanas, dijo un dia en su alabanza lo que habia ya dicho San Geronimo del grande Hilarion: “Que admirén en él los de- mas sus austeridades y milagros; yo no admiraré nunca otra cosa fante, como el desprecio que ha hecho de tas honras humanas. Esto. sorprende —221— tanto mas, afiadia, cuanto que este hombre no vir ve como Hilarion en los desiertos de Egipto, sino en la primera ciudad del mundo, donde por estar mas préxima la ocusion es mas fuerte la tenta- cion.”” Pero he aqui lo que acabé de poner en todo su esplendor la humildad de Felipe. Como funda- dor del Oratorio, se le habia obligado 4 encargar- se de su gobierno, lo que parecia muy natural i todo otro que no fuera él. Le nombraron sus hi- Jos perpétuo superior, no obstante sua reclama- ciones y resistencia: mas repuguando siempre 4 su humildad esta superioridad, continuamente bus- caba ocasion de dejarla, y crey6é conseguir su in- tento dos afios antes de su muerte, en que volvit 4 renunciarla formalmente. Reuni6, pues, un dia 4 su Congregacion y le dijo: “Ya me veis aqui perdido de vejez. incapaz de poder llevar e! peso qne habeis puesto sobre mis hombros: volvedme Ja libertad, para que pueda pensar tnicamente cn mi tiltima hora. Elegid otra persona que sea mas 4 propésito para gobernar y hacer teliz vuestia pe- quefia sociedad.”. Esta proposicion que dictaba solola humildad del santo, no encontré éco alguno en aquella asamblea: todos dijeron 4 una voz que ug tendrian otro superior que él, mientras Dios les couservase la vida. Viendo Felipe que de nada servian sus palabras, recurrié 4 sus amigos los cardenales Cusano y Borromeo, y les suplicé le cousigaiesen de su Santidad,; obligase & los pa- —339-— dres 4 hacer nueva eleccion. Estos prelados cre- yeron no deber rehusarle un servicio que deseaba von tanta ansia: y despues de haber recibido- las convenientes érdenes de su Santidad, vinieron al Oratorio, y convocaron 4 los padres 4 junta gene- ral en la que les dijeron: ‘Vuestro venerable su- perior insiste en su resolucion: el papa desea que admitais su renuncia y que penseis en otro que Je sustituya. Bien conocemos cuan costoso og és este sacrificio; pero nos parece tambien que seria mucha dureza negaros 4 concederle esta gracia.” Los padres consideraron que debian ceder 4 la autoridad del soberano poutifice, y eligieron de comuh acuetdo, & César Baronio: pero puede decirse que esta ¢leccion solo fué nominal, porque nada se hacia en la casa que no se consultase co- ino antes con el santo, cuya conducta se observe hasta su muerte. No satisfecho Felipe con huir de toda dignidad, uo ontitia nada para preservar de ellas 4 sus Ora- torianos. Por lo misino, no permitia con gusto que frecuentasen las casas de los curdenales ni el palaciodel papa. Sin embargo, uno de ellos le pedia muy seguido esta licencia, y le dijo un dia: ° “T'anto habeis de ir 4 los palacios, que al fin os quedeis en uno de ellos: pero no por eso legareis a. ser cardenal.” Esta fué una verdadera protecia, porque 4 pocos afios despues, el papa Clemente NII, que conocia su habilidad y prudencia, lo nombr6é preceptor de su’ sobrino Aldobrandine —233— que despues fué cardenal y le hizo canénigo del Vaticano, en testimonio de su agradecimiento. No dejaba Felipe de predicar contra todo lo que excita la ambicion de los mundanos; y de aqui es que se le oia repetir continuamente: “Nada bue- no hay en este mundo; todo es vanidad de vanidad y nada mas que vanidad.” Pero proferia estas “sentencias con un tono tan penetrante, que cau- guba gran conmocion en sus oyentes, y muchos de ellos, disgustados del. siglo, abrazaron elestado re- ligioso. Decia atin, que en ninguna parte era inas necesario el desprecio de los honores y rique~ zas como en Roma, porque en ninguna otra parte se mostraban con mayor brillo y abundancia. Oia- sele exclamar muchas veces: .“Nada hay en la serra que me deleite; el dnico placer que tengo en este mundo, es sentir que nada de lo que hay en él me agrada. . Silos justos, afadia, pudieran librar- st de los pecados veniales, no habria para ellos mayor tormento que la vida presente.” Si alguno preguntare de donde le venia este al- to desprecio delas cosas humanas, le responderé que era deudor de él 4 la abundancia de luces di- yiuas que le hacian ver las cosas talés cuales son, val.humilde sertimiento que tenia de si mismo,’ Ed se consideraba en efecto, y realmente asi lo creiu, como elmas perverso de’ los rmortales. Por ese cuando oia hablar de algun grande crimen, decia suspirando: “;Quiera Dios que no haya yo co- metido todavia mayoresfaltas!" . Leia frecuente- —294— mente la conversion de santa Maria Egipciaca, 4 la que consiceraba como el modelo que debiaimi- 1at; y no habia dia que no dijese 4 Dios de lo inti- modesualma: ‘Desconfiad de mi, hoy, Sefior, y cuidadme, porque soy capaz hasta de venderos como otro Jidas.” Algunas veces se le oia excla- mar: Muy grande es la llaga del corazon de Je- sus, y sin embargo, yo la agrandaré ain todavia, si su Magestad no se guarda de micrueldad.” Una vez le pregunté cierta persona, cual, era su prepa- racion cuando se acercaba 4 celebrarel santo sa- crificio de lamisa: “Confesar 4 Dios, le respon- ‘dié, que por mi mismo no puedo hacer otra cosa que pecar.” De aqui es que decia todos los dias antes de comulgar: ‘Todo mi poder, Seaor, se li- mitaré & hacer hoy como siempre el mal, si vos no me asistis con vuestra gracia.” Durante muchos afios acostumbré decir en us enfermedades: ‘“Siel Sefior permite que yo me vuelva 4 levantar, quiero mudar de conducta y convertirme enteramente.” Pero en su vejex, mas ilustrado de la divina gracia y por consiguien- te mas humilde, tuvo un Jenguaje muy diferente: “Dios mio, le decia, si me curais seré todavia peor de lo que he sido. Tantas veces me he resuelto a inejorar de vida sin hacerlo, que ya no me atrevo 4 coutar conmigo mismo.” Sus confesiones eran acompafiadas de abundantes lagrimas, y al ter- utinarlas, decia por lo coman: “En fin, no he be- cho kasta aqui bien glguno.” Cuando I'egaba 4 —295— ver 4 algunos nifios 6 jévenes, no dejaba de decir les: “Usad bien del tiempo que teneis de vida; 4 mi me pesa mucho de no haberlo hecho, ast.” Decia tambien 4 los religiosos: ‘“j;Qué dichosos sois en haber dejado el siglo! yo no he tenido va- lor para éllo y me veo reducido 4 envidiar vues- tra dicha.” Muchas veces se le escapaban estas expresiones: “Ala verdad, desespero de mi.” Lsto dié lugar 4 una pequefia aventura muy itr, teresante. “Se encontré un dia con dos religiosos: de Santo Domingo, y"es dijo: ‘Permitidme que pase adelante; porque estoy desesperado.” Y al decir esto, hizo un movimiento para huir de ellos. Los Dominicos tomaron la cosa, seriamente, le detuvieron del habito, y se pusieron 4 aconsejarle que tuvicra paciencia. Viendo el santo la in- quietud que les habia causado, les dijo sonrién- dose: ‘‘Perdonad, mis padres, mi imprudencia; es cierto que desespero de mix pero no por esto de- jo manca de esperar en Dios.” ‘Un corazon tan humilde como el suyo no podia dejar de aborre- cer en estremo la vanagloria, manifestando este sentimiento siempre que las circunstancias lo per- mitian. ‘Padre mio, le dijo un dia, una sefiora piadosa, dadme og suplico, alguna cosa que haya sido de vuestro uso: la tendr’é como una. reliquia: porque yo sé bien que sois un santo.”—~Me co- noceis muy mal, respondi6 todo turbado: tan po- ca verdad es que yo soy santo, que antes por el contrario, soy un demonic.” Ex una enfermedad 15 —296— que sufrié y que hizo temer mucho por su vida, uno. de sus discipulos le dijo: “Padre mio, dirijid & Dios aquella sGpfica de San Martin: Sefior, si aun soy necesario 4 vuestro pucblo, no rehuso prolongar. mi ministerio.”--“De ninguna thanera lo haré yo eso, respondié con un tono enojado: gquién soy yo pa~ ra.creerme necesario, y de qué puedo servir? Nunca, 4 Dios gracias, me ha venido 4 la irmagi- nacion este pensamiento, y si tuviera de mi tal opinion, desesperaria de mi salvacion.” Un per- sonaje distinguido, le hablab& un dia del bien que hacia, y concliy6 por decirle:. “Los santos: han hecho grandes cosas, padre mio.”----No soy de ese parecer, respondié Felipe; yo creo que Dios ha hecho grandes cosas en sus santos.” Uno de sus penitentes le dijo cierta ocasion en el confeso- nario: ‘Me persigue mucho la tentacion de creer que vos no sois tan bueno como el mundo se lo persuade, y este pensamiento me hace. pa~ decer mucho.” Yo me parezco 4 los demas hom- bres, respondié el humilde Felipe, y nada tengo mag que ellos. No os inquiete, pues, esta tenta- cion, que ciertamente no vale la pena.” . Profundamente convencido. que*éra el mas grande de los pecadores, -suplicaba .4 todos los que le trataban, que rhgasen 4 Dios por él, y no.. dejaba de enviar limosnas 4 los monasterios con el mismo objeto. Rogaba que se oyesen misas « por su intencion, y en las festividades principales, iba & decir la suya 4 las iglesias donde se cele-. —297— braban, esperando que la santicad del lugar suplie- ra 4 la indignidad del celebrante. Siempre que iba 4 ver 4 los novicios de algun convento, les en- comendaba su mucha miseria; y,pedia 4 sus pe- nitentes una pequena parte en las satisfacciones que lesimponia. Rico con tantos sufragios, soli- citaba con confianza los dones del Cielo, y atri- buia su consecucion 4 los méritos y oraciones de tantas buenas almas 4 quienes se habia encomen- dado. Nada le daba mayor aflicciou que ver i oir de- cir que se le apreciaba y respetaba. “Enténces decia llorande: “Los hombres no me conocen, y” por eso me juzgan favorablemente; pero Dios que me conoce no me juzga de esta suerte. ;Oh! cudntos pobres jornaleros y cudntas mugeres sen- cillas tendran mejor lugar que yo, en el reino de los cielos!” Volvia de Loreto uno de sus disci- pulos, y le dijo que en aquel lugar todos le te- nian por santo: esto basté para traerle triste todo quel dia, en el que no ceso de repetir esta la- mentacion: ‘Ojala y fuera yo tal como los "hom- bres piensan!” Las alabanzas le eran insoporta- bles: no perihitia que ninguno le sirviese, ni suftia que los.pobres estuviesen parados delante de él 6 que le habiasen con la “cabeza descubierta. Costaba gran trabajo aun 4 sus mas jovenes dis- cipulos, el conseguir de él les permitiese besarie la mano, segun costumbre del pais! Cuando se encontraba con hombres de alta virtud, evitaba ~—228— hablar de cosas espirituales. Encargado 4 su pesar, como” lo hemos dicho antes, del go- bierno de su congregacion, ninca quiso que se le llamase superior, sino padre, porque este titulo indica mas bien amor que poder, y de. aqui vie- ne el uso que hasta hoy subsiste en el Orato- rio, de llamar nuestro padre, al padre Prepésito. No podia hacérsele mayor agravio, que llamarle fundador, y no dejaba de rechazar este titulo con cierta indignacion. ‘No penseis nunca, de- cia, en cosa semejante: el Oratorio es obra de Dios, y si'su magestad quiso servirse de mi pa- ra esta institucion, fué porque quiso asegurar me- jor su gloria, valiéndose de un instrumento mise- rable.” ‘En efecto, no podia concebir cémo Dios habia echado mano de él, para esta obra tan grandiosa. Todo: el mundo podia iibremente contrariar sus opiniones, porque él ninca procuraba defen- derlas. Su lenguaje era sencillo, asi como sus maneras, y nunca se notd en él nada que indica- se afectacion. ‘“Dejémos, decia, esos modales es- tudiados para los cortesanos; 4 nosotrgs solo nos esta bien la simplicidad cristiana. Cualquiera cosa que se resintiese de doblez 6 de mentira, le horrorizaba en estremo. A pesar dela excelen- cia de su juicio y de su-grande experiencia, : ne hacia cosa alguna sin consultarla con sus padres, y queria, que tanto los ménos instruidos, como los mas sabios, le diesen libremente su opinion: —235— y muy léjos de llevar 4 mal que los demas no pensasen como él, experimentaba en ello_una ale- gria-sincera; tanto asi se habia impresionado de aquellas palabras de San Pablo: “Si alguno en- tre vosotros pasa por sébio, hégase nécio, para que !legue 4 ser sibiode verdad.” Por lo mis- mo se decia de él lo que San Gregorio Naciance- no dijo de San Efren: “Que queria mejor ser sibio que parecerlo.” Dios hacia por medio de Felipe, numerosos mi- lagros; pero éste los obraba con tanta astucia, que los mismos que eran testigos de ellos, no sos- pechaban fuese su instrumento. Refiére la his- toria que San Francisco de Paula hacia tomar yerbas insignificantes 4 los enfermos que queria sanar milagrosamente, 4 fin que su curacion- se atribuyese 4 ellas, y no se le considerase como 4 | un Taumaturgo. Felipe curaba 4 los suyos rién< dose y jugando, por decirlo asi, con el objeto de distraer la atencion de los que estaban presentes. Lograbalo ordinariamente, y aquellos que mas avisados veian bien lo que pasaba, no se atrevian a decir nada, por no coitristar al santo. jCuén- tas personas al oir publicar, despues de su muer- te, los -milagros que ellas mismas habian visto, se maravillaron de haber sido testigos de ellos sin conocerlos! Enténces admiraron la ingeniosa hu- ‘mildad de aquel grande hombre, y no dudaron que el Cielo le habia concedido, como 4 otro Andrés Salus, el don de ocultar los favores que de él .re- --230— cibiera. Hicia al fin de su vida, dijo un dia & Baro- nio: “He sabido con mucho dolor, que por fuera de casa se me atribuyen milagros, jqué habra dado lugar 4 ese rumor qué tanto me mortifica? Por- que si es cierto que 2n mi presencia, una que o-. tra vez han sucedido cosas inusitadas 6 sobrena- turales, me parece que debieran mejor atribuirse a'la fé de los que las han experimientado, que 4 mis propios méritos. En lugar de pedir 4 Dios semejante poder, nunca dejo de rogarle que no haga por mi medio, cosa que pueda alraerme las miradas de los hombres.” La bumildad hacia que siempre estuviese aten- to y cuidadoso, para no causar molestia 4 nadie. Rara vez mandaba, y eso casi siempre por inte- res de los que recibian sus 6rdenes. Cuando se trataba del bien comun, no mandaba & otro cosa que puciera él hacer por si, y nada 6 casi nada para su persona. 81. rostro estaba siempre sereno, su humor era alegre, y amable su conversacion. Liegaba su atencion -hasta el estremo de usar, cuando estaba en su cuarto, za- patos de lana, para que el ruido de sus pasos no incomodase 4 los que vivian debajo de él. Le eran insoportables, el orgullo y la arrogancia. Abrazaba con él mas grande afecto 4 los mayo- res pecadores, deseoso de ganarlos para Jesu- cristo; pero los soberbios le inspiraban profundo disgusto. ; Le era muy amable la humildad, para que no —231— -se esforzase en inculcarla 4 sus discipulos. Por 4o mismo les hablaba de ella sin cesar; y asi co- amo San Juan no se cansaba de decir 4 sus hijos es- pirituales: “Amaog unos 4 otros,” Felipe decia 4 los suyos: “Humillaos, hijes mios, humillaos.” Un dia que 'Tarugi predicaba de la dicha de padecer por Jesucristo, de manera que provocé los aplau- sos de su auditorio; el santo que estaba sentado enfrente del pilpito, se estremecié fuertemente hasta-el estremo de Hamar la atencion de todos- Enténces se subié sobre la silla, y dijo 4 todos los que le cian: ‘He aqui lo que nos debe humillar 4 mi, y 4 los mios: no solo, no hemos derramado ana gota de nuestra sangre por Jesucristo, sin® ‘que recogemos alabanzas y homenages por nues- tros trabajos.” Afi-dié aun otras muchas cosas que Ilenaron de ad.wiracion 4 sus oyentes. . “Guardacs, decia, frecuentemente 4 los padres de su congregacion, de contar aun de chanza co- sas de que os pueda resultar alabanza.” Encar- gabales que rogasen 4 Dios incesaintemente, no permitiese que ellos pusieran la vista en sus do- ‘ nes y progresog en la virtud, 4 fin de que no ca- yesen en los luzos de la vanidad: y si alguno de- jaba escapar ante él alguna palahra que anun- ciase jactancia, le recordaba al momento aquella sentencia del Espiritu Santo: “Mi secreto no debe guardarlo otro que yo.” ‘Aconsejaba 4 sus penitentes que comenzasen «u confesion por lo mas grave que hubieran co- —332— metido, porque, decia, este es el medio de cau- sar gran despecho al demohio, y de hacer mas meritoria la acusacion. Nada le era mas insopor- table, que oirles escusar sus faltas. ‘Es mal ca- mino para Ja perfeccion, decfa, andar con escu-, sasi vale mas sufrir una acusacion no merecida humilléndose y pidiendo perdon.” Si algune pre- téndia justificarse, le preguntaba riéndose, si le pa- recia que Eva era digna de ser tomada por modelo. “Guardémonos, afiadia, de que la tristeza causa- da por la reprension nos haga mas culpables que la misma falta, porque es seguro que 1a tristeza inmoderada, tiene por origen al orgullo, En el momento que deis una caida, decios 4 vos mismo: “Si yo fuera humilde, ciertamente que no habria caido.” No aprobaba el que ninguno, fiado en sus propias fuerzas, se atreviese 4 pedir 4 Dios tribu- laciones. “Contentaos, decia, con preveerlas y pedir 4 Dios paciencia.” Aseguraba tambien que nada es mas peligroso 4 Yos recien entrados 4 la vida espiritual, que pretender ser maestros y dar reglas de bien vivir 4 los demas. Por il- timo, nada omitia para precaver 4 lds suyos del vicio de la vanagloria, y hé aqui sus preceptos respecto de esta materia: “Cuando hagais ora- cion, encerraos en vuestro cuatto, para que el publico no vea las gracias que Dios -os dispensa en élla; id por la via comun y guardaos de las singularidades; el orgullo apetece demasiado todo lo extraordinario, y por lo mismo, es necesario. —I33-- desconfiar de lo que Ileve este caracter. Ks tam- bien una ilusion peligrosa dejar de hacer el bien por temor de la vanidad: no caigais, pues, en esta tentacion. Hay, decia, una vanagloria que ante+ cede 4 la obra que se hace, y que vidne & ser co- mo su fin: otra que se llama concomitante; por- que viene 4 acompatiar 4 la operation que se co- menzé con una recta intencion: y otra, por ulti- mo, qye no acuntece sino despues que se hizo la buena obra.” _ De aqui deducia lo importante que es considerar en toda obra, que. se tenga entre iuanos, su principio, medio y fin. —234— PP LLL LLL OL LL E PLL ELE LDL LE LD ODE DLP DDD PD PD DED CAPITULO XXUHi. Santa habilidad de Felipe en humillarse 4 si y en hacer humillar 4 los demas. O consiste en otra cosa la virtud de Is mortificacion que en destruir las malas in- Gclinaciones de la naturaleza; y dificilmen- ( te sé encontraré ofro maestro mas mor- tificado y mas industrioso en mortificar & sus discipulos que Felipe. Dejémos que hablen tas hechos. Aconteciale muchas veces dar sefiales de una alegria desacostumbrada, no solo en su casa, sino aun en los palacios de los grandes, y en las calles y plazas.piblicas. Asi, por ejemplo, se en- contraba un dia en la plaza de San Pedro Advin- cula, 4 la hora en que la multittd se agitaba en élla, y él sepuso 4 bailar, haciendo creer 4 los que no Jo conocian, que habia perdido la cabeza. No falt6é quien lo dijera asi, en voz bastantemente —335— fuerte, para que llegase 4 sus oidos; y él quedé muy satisfecho porque esto era justamente lo que queria. Otra vez iba por una calle muy concur- rida, y mirando 4 uno que Ilevaba unos cantaros de agua, corrio hacia él, le detuvo de la mano y le pidié de beber en uno de sus trastos, lo que hi- zo en efecto, con gran gusto de los que pasaban, que se agolparon 4 su rededor y le~ gratificaron con algunas buirlas. - Un dia encontré en el puente de San Angelo, uno de los lugarés mas frecuentados de Roma, & su amigo Félix de Cantalicio, que volvia de su de- manda cargado de un céntaro lleno de-vino Dts- pues de saludarse y abrazarse, segun su costum- bre, Félix le pregunté si tenia sed. ‘Ciertamen- te que la tengo, respondié Felipe.”----‘‘Enténces, repuso el primero, se me presenta ocasion de ver si eres hombre muortificado.” Y¥ al momento le present6 su cantaro, y le dijo: “jBébe!” Felipa bebi6, 6 hizo que bebia, afectando un grande aire de sensualidad, para atraerse la burla_de los que lo veian; pero se engafié en esta vez Su piadosa industria. Los que se encontraban y conocian a uno y otro, en lugar de que les repugnase esta accion, se decian en voz baja: “Ved 4 un santo que hace beber 4 otro santo.”—--Ahora, dijo Fe- lipe 4 Félix, quiero tambien yo saber si entien- des alguna cosa de mortificacion espiritual,” y diciendo y haciendo le puso su sombrero, el que sobre la capilla del religioso, le hacia tener una ——236-- figura bastante Tidicula, y le mando que caminase. “Si me quitan tu sombrero, le dijo Félix, alla te lo haya; por mi no hay inconveniente en llevarlo; te obedezco.” Y continuo su camino de esta suerte, por largo tiempo, hasta que Felipe se dié por satisfecho. Notando el cardenal Gesualdi, que le estimaba en extremo, la sencillez de los vestidos del santo en lo mas cruel de un rigoroso invierno, le regalo su propia capa de piéles finas, bajo la precisa condicion que se la habia de poner. Se la puso, en efecto, durante todo un mes, pero de la mane- r@'mas graciosa, pues iba por las calles envuelto hasta la baxba, con la cabeza muy erguida, y mi- randose de cuando en cuando de arriba abajo, con una afectacion pueril que hacia reir grande- mente 4 los que le encontraban. " El cardenal Alejandrino le convid6 un dia 4 comer. Acepté, y fué en compaiiia de uno de sus padres, que le levé6 la sopa de casa, y la puso en medio, de.. la mesa en lo mejor del festin. Cono- cia demasiado el cardenal al santo para darse por ofendido de esta singularidad; y antes por el con- trario, quiso él tambien comer de aquella sopa, y a suejemplo hicieron otro'tanto todos los convida- dos, chasquedndose esta vez Felipe que esperaba le vieran como un hombre ridiculo, 6 por lo ménos que el prelado le echase en presencia de los con- currentes alguna reprension. Fl dia en que se trasladaron 4 su iglesia las re- —237— liquias de San Mauro y Santa Papia, ai llegar 4 la puerta con toda la muchedumbre de concurrentes, se detuvo delante de un suizo de la’ guardia del papa y le tomé carifiosamente de la b4rba, dicien- do: “Estais honrando, amigo mio, 4 los santos martires; muy bien, muy bien; este servicio no quedaré sin recompensa. Otra ocasion se hizo rasurarla barba de un solo lado y luego salié 4 la ciudad con un aire triunfante, como $i hubiera he- cho. alguna cosa de que le pudiera resultar mucha honra... Mas de una vez se hizo-cortar el pelo y la barba, en la puerta del Oratorio, delante de un& multitud de curiosos que le miraban. Despue¢ pasaba la, mano sobre su cabeza y rostro y habla- ba de su buena figura, elogiando & su peluquero. ‘Todavia con mucha mas frecuencia salia por los paseos piblicos con sus discipulos, 6 recorria las calles con un gran ramillete de flores en la mano. ‘Tambien solia andar piblicamente sin manteo, 4 pesar del uso contrario, por tal de parecer estra- vugante. . Si se le ofrecia leer alguna cosa en pi- blico, lo hacia como hombre que no comprendia. lo que Jeia. Otras veces, sabedor de que habian de venir a visitarle algunas personas distinguidas, se po- nia un birrete viejo encarnado, un manteo corto del. mismo color sobre su sotana negra, y unos” zapatos blancos; y en este trage singular recibia Asus visitas. Algunas veces acontecia que lle- gaba ala ielesia en dias muy solemnes con ‘su —i36— birrete hasta la nariz y su manteo al revez, 6 bier cubiertas las espaldas con una muceta blanca vie- ja que habia sido del papa San Pio V. Un dia de .la Natividad de la Santisima Virgen, fiesta que se celebraba en su iglesia cou grande solemnidad, entré al coro donde habia muchos cardenales, con su vestido burlesco. Estos se levantaron por ho- nor, y querian que se sentase en medio de ellos. “No, eminentisimos sefiores, les dijo, mi asiento esta entre vuestros caudatarios,” y se sent6 4 sus pies. : Se habia procurado algunos libros chistesos, compuestos para divertir nifios, y se los hacia leer en publico, escuchandolos con un interes verda- deramente cémico. Hizolo asi un dia delante de muchos nobles polacos, 4 quienes envié el papa & que le visitaran para que pudiesen de paso, admi- rar su rara santidad. Instiuido de su venida, eu- va Causa, acaso adivin6 el humilde santo, llamé & uno de sus discipulus, y le puso en las manos no sé qué cuento, diciéndole: “Leedme esto, y no- interrampais vuestra lectura hasta que yo os lo diga.” Luego que entraron los polacos, los salu- d6 con la~cabeza y les hizo sefia para que se sentasen, y dejé continuar la lectura hasta termi- nar el capitulo. Entonces despidié al discipulo y recibié muy cortezinente 4 los estrangeros, no hablandoles de otra cosa que de la lectura que acababan de oir. “Bendito sea Dios, les dijo, tene- wos buenos libros, que sia embargo de no ser —335— sérios son muy propios para instruir y edificars estas lecturas me gustan demasiado y me sow muy utiles.” Admiracos los polacos, se wiira-- ban unos éetros sin hablar .una palabra, y pare- cian poco satisfechas de esta singular conversa- cion, que procuraron cortar ¥ se despidieron. det santo. Yendo un dia Felipe 4 visitar 4 una sefiora de lag Ursulinas, se encontré alli con el condé de Olivares, embajador espafol, y con la sefiora embajadora. Esta, que habia, oido hablar delsanto sin conocerle, se puso 4 hacerle algunas preguntas dictadas por mera curiosidad. ‘“gHace mucho tiempo, padre mio, que habeis dejado al mundo? le dijo— Se- flora, respondié el santo, no le he dejado todavia, ° porque aun conservo ciertos mistos que me sor comunes con él y de que mi compafiero os podré- dar razon. No es verdad, dijo & Gallonio vol- viéndose 4 él, que mé gustan mucho los poetas y fabulistas?” No queriendo Gallonio, que el san- to comprometiese de esta suerte su teputacion, respondis: “Es cierto, padre, que recurris ellos pera templar el fuego del divino amor, que sin es- te medio os consumiria.” Esta mesperada res- puesta descogcerté al santo, quien todo turbado, a- brevi6 su visita, y Inego que salié 4 la calle, dijo 4 su indiscreto elogiador: ‘“Habeis dado una bue- na respuesta, Gallonio; Dios os perdone, cteia yo: que:teniais mas discrecion.” Lorenzo Altieri, noble Romano, se sorprendié en —S40— la primera visita que hizo 4 Felipe, de verle con un génio pueril hablando necedades. Al salir no pudo ménos que manifestar 4 uno de sus amigos, que no podia concebir como se tenia spor santo 4 semejante hombre. “Si él supiera la opinion que teneis de él, le respondié su amigo, se alegraria sobre manera, porque hace todas esas cosas que habeis visto para que le tengan por mentecato y no por santo: volved 4 verle y no tardareis en co- nocerle mejor. ‘‘Refirié esta conversacion 4 Fe- lipe, y le suplicé deséngafiase 4 Altieri cuando volviera 4 visitarlo. “j;Qué personage quereis, le dijo el santo, que represente yo entonces? yCon- vendra que yo afecte una gravedad magistral que. le haga creer que soy un grande y sublime doctor? Estad seguro que si vuelve alguna vez, me mos- traré todavia mas nécio que Jo que me vi6 la pri- mera. Hizolo asi en efecto; pero Altieri mas avi- sado en estudiarlo, conecié su artificio y fué des- de enténces uno de sus mas adictos discipulos. No solo se humillaba, de la manera que hemos visto, ante los estrafios y desconocidos, sino tam- bien ante los suyos y amigos, 4 fin de que todos Jo despreciaran. Ora tenia con ellos discursos desprovistos de sentido, ora se entrggaba en su presencia 4 ocupaciones pueriles, Muchisimas veces abria la puerta de su cuarto y se paseaba en él grévemente, cubierta su cabeza con un bir- rete de cardenal; y si acontecia que alguno al: querer entrar retrocedia engafiado por su trage, le = 8t— Hamaba y preguntaba la causa: de su timidez: “Yo creia, respondia aquel, que erais una emi- nencia.” Enténces se quitaba el birrete, y decia riéndose: “Bien veis que no soy mas que un in-. sensato.” Por lo demas, todos sus discipulos sa- bian 4 donde tendia este piadoso manejo, y cada dia estaban mas convencidos de su eminente san- tidad. Depues de haber manifestado el modo con que este grande hombre se mortificaba 4 si mismo, ‘re- feriré ya las industrias de que se valia para probar & aquellos de sus discipulos que aspiraban 4 la perfeccion. Desde luego, cualquiera que fuera su condicion en el siglo, los mandaba 4 barrer Ja igle- sia, 6 4 pedir imosna de puerta en puerta, cosa que no se usaba en aquel tiempo. Cuando edificaba su Oratorio, los hacia ir 4 servir 4 los operarios le- vandoles piedras y mezcla,lo que les hacia pare- cer mercenarios. Algunas veces los enviaba al coro de los Dominicos, 4 que asistiesen 4 comple- tas, con orden de estar postrados todo el tiempo que durase el canto de la Salve Regina. Tenia en'su cuarto un surtido de anteojos, no para su uso, porque él ninca tuvo necesidad de ellos, sino para probar la humildad de sus disci- pulos jovenes. No era usado este instrumento en aquella época mas que de los ancianos, cuya vista estaba ya demasiado cansada, y ningun joven pot dia usarlos sin que le tuvieran por ridiculo; y es- te es el motivo por qué Felipe obligaba & los su? 16 —243— yos & que los portasen de cuando ea euando- “Tomad, les decia,. este par de espejuelos é id @ tal parte 4 haceros admirar.” Cierta ocasion dié 4 uno de ellos una campanilla y le mandé que le fuera 4 repicar al campo de Flora, lo que ocasio- né que se reuniese 4 su rededor el populacho y le tuviese por loco. A otro hizo ‘recorrer Ja ciudad, Nevando sobre sus espaldas una tablilla, sobre la que estabam escritas esta palabras: “Por haber satistecho su sensualidad.” Fué un dia @ visitar al eardenal Alejandrino, acompatiado de algunos de sus jévenes, segun te- nia de costumbre, y antes de retirarse rog6 4 su eminencia le diese alguna golosina que disttibuir- les. El cardenal, que adivind muy bien lo que queria. hacer, le dié un hermoso panal. ° Apenas salié fuera cuando lo partié Felipe y lo distribuy6 entre ellos, para qué lo comiesen al ir por las ca- Nes, lo que hicieron los jovenes muy graciosamente. Habiendo notado una ocasion que uno de ellos tenia el pelo peinado con mucho estudio, le dijos “Este pelo esta demasiado largo; id de mi parte 4 ver al hermano Félix de Cantalicio, para que os lo corte.” El joven obedecid, y el bueno de Fé- lix, que se habia puesto de acuerdo con Felipe, lo rasuré completamente. a humullacion era ciertamente’ muy dura para un novicio; pero no obstante, la sufrié con suma paciencia. Un joven ebanista que se confesaba con el san- to, le pidio licencia para ponerse un cilicio, “Ma —23— parece muy bien, le respondi6, pero bajo la.con- dicion que lo habeis de llevar 4 modo de cinturon sobre la ropa.” Soy ae L hablar de esta preciosa virtud que los 1 @ hombres espirituales consideran como la N — Piedia de toque de la santidad, puedo asegurar ain exageracion, que Felipe la tuvo en su mas alto grado. Para ~~ convencer de ello 4 mis lectores, bastara que hablen los hechos. Sen pronto como establecié los ejercicios de su Oratorio, se desencadend la malignidad contra ¢ meng —355— eflos. Los cortesanos principalmente, esa clase de hombres acostumbrados 4 mofarse mas bien de la virtud que del vicio, dieron rienda suelta su-mordaz locuacilad. Si algen discipulo del santo entraba al palacio de.algan principe,.4 don- de le Hamaban sus negocios, luego se le presen- taban con el aire mas burlesco, y le agobiaban con insultantes preguntas. . “Dadnos noticias, le ‘decian, de vuestro padre Felipe. Qué hace ahora? “gVa.bien si comercio? Gana mu- cho dinero? gle llevan muchos pollos y_gallinas sus hijas espirituales?”. Estas perversas burlas pasaron de'los palacios 4 las tiendas: y_tabernas, de modo que por muchos afios fueron .el santo y, su Oratorio objeto de la burla y diversion. del po- pulacho. Afligidos sus discipulos, no dejaban de referirie todas estas cosas; pero en lugar de enfa- darse, saltaba de alegria; cosa que no podia mé- nos que excitar en ellos la ainiracion. Vino un dia ‘a verlo por curiosidad uno de esos burlones malig- nos del alto Kirio, y fué testigo dela paciencia ‘con que oia el relato de las burlas que le inferian,. Jo que penetré su corazon, ¢ hizo que despues de encomendarse & sus oraciones, saliese 4 publicar por todas partes ja rara sanlidid de Felipe. . Los progresos siempre crecientes de tan santa “obra, causaban un rabioso despecho 4 sus enemi- gos, clcual los condujo 4 cometer los mas grandes excesos. Fué encerradoen una prision por una infa- mia, un hombre del pueblo, llamado Felipe, y lue- —256— go publicaron por toda Ja ciudad que aquel crimi-* nal era nuestro santo; cosa que se crey6 con tan- ta mas facilidad cuanto que el culpable, vivia er la casa de San Geronimo.’ Esta calimnia causé un rumor general; no se hablaba mas que de ella: en todas partes, y la indignacion liegé 4 su colmo. Vinieron algunos amigos del santo & decirle lo que pasaba; pero cual fué su admiracion al ver que re- cibia alegre esta noticia y que decia con la risa en log labios: “No os ocupeis de esto, hijos mios, esto no vale la pena.” : Fué un dia 4 casa de un magistrado para he- blar 4 favor de un acusado, cuya inocencia le era conocida.- Prevenido el juez contra el que reputa- ba reo, no quiso oir 4 Felipe y despues de tratar- le Asperamente le despidi6. Recibid el santo este desaire no solo sin quejarse niafectarse, sino con pa aire tan alegre, que desde léjos manifestaba su im- vencible paciencia. tra vez le insult tan grose- ramente un criado de cierta casa, que .Fabricio Zacchetti, canénigo del Vaticano que presencié es- ta escena, se vié tentado 4 dar su merecido 4 es- te insolente; mas se contuvo, desarmandolo la inalterable dulzura del santo, por la que desde enténces le profes6 el mas profundo respeto. Salia otra ocasion Felipe de San Ger6nimo- a- companado de-una inultitud de gentes, segun acostumbraba, yse encontré con un cardenal 4 quien algunos calumniadores habian prevenido ‘muy mal en sw contra. El cardenal hizo dete- —357— ner gu coche, y dirigié al santo las mas duras re- convenciones, quien las recibié con su calma: or dinaria, y luego acercéndose al prelado, le ‘dijo “en voz baja no sé qué cosa que: dlesarmé6 au célera, n terminos que este se echd 4 reir y Je abraz6.di- wiéndo: . “Animo, padre; continuad intrépidamen- te la obra que habeis comenzado.” ~ “f-Pero este grande hombre, no solo tuvo que su- frir insultos de parte de los estraftos; sus mismes Oratorianos le faltaron algunas veces al respeto ‘que le debian. Citaré un ejemplo. . Recibié un dia una carta relativa 4 no sé que asunto que in- teresaba 4 la-congregacion, y quiso leerla en pre- sencia de los padres. Sospechando anode -elles que aquella carta contenia algunas cosas relativas 4 su persona y temiendo que se divulgaran, la ar- rebat6é de las manos del santo padre, diciendo aque la piblica lectura de aquello era un grande abuso de confianza. Al pobre le engafiaron -sus sospechas, y ademas, con este acto impolitico hi- zo ver su poca virtud, porque siendo como-era, un subdilo, debia en todo sujetarse 4 las disposi- ciones de su superior. Sufrié Felipe esta groseria con su acostumbrada paciencia, sin alterarse ni proferir una sola palabra; solo encargé poco des- pues 4 uno de los amigos de aquel hombre, Je re- prendiese aquella falta, para que se arrepintiese ~y pidiese perdon 4 Dios de ella. . No puedo omitir aqui una observacion impor- tante: ella se reduce 4 que aquellos qne-ofendian 7 —258— al santo; 6 se arrepentian de su faltay le iban & dar una satisfaccion, 6 no tardaban en recibir un rigoroso castigo del Seftor.’ Un hombre se tom6 Ja livencia de hablar de ét injuriosamente; y 4 la mafiana siguiente ‘se desbarranc6 en una _escava- cion donde se quebré wna pierna. "Al sacarlo de alli, exclamé: “Me-ha sucedido esto por haberme ‘burlado del padre Felipe: por fortuna solo provi- no mi falta de la ligereza de mi lengua; porque si lo que dije lo hubiera dicho por desprecio 6 ue dio, estoy persuadido que en lugar de la pierna . ine ubiera estreltado la cabeza.” Qued6 tan bien grabada esta leccion en su memoria, que desde entonces nénca permitio que se hablase del santo delante de él sino cun el respeto que se merecia. Atacaba 4 una sefiora ilustre de Roma, una en- fermedad de languidez, que segun todas las apa- riencias debia conducirla muy presto’al sepulero. Era Felipe su confesor, y como tal le impelia su caridad 4 irla 4 visitar con frecuencia. Esto des- agradé 4 uno de los herederos de la sefiora, por- que se persuadié que las continuas visitas del santo, tenian porobjeto et que ella no se olvidase de él en su testamento; y por lo tanto le hize decir por me- dio desu criado, que se guardara de volver‘dla casa. Felipe, fiado en la purcza de sus intenciones, no crey6 que debia/ por tranquilizar la codicia de aquel hombre, privar 4 su penitente de los von- Suelos que le daba su presencia. Por otra parte, confiaba demasiado en Dios para que puedieran —355-— intimidarle las. amenazas de los hombres; y por lo mismo continué visitando como siempre 4 su, en- ferma. Perd aquel hombre, poderoso y temible -al mismo tiempo, se exptes6_ con tales ‘amenazas que llegaron 4 atemorizar 4 los oratorianos, quie- nes creyendo que su padre ignoraba lo que pasa- ba, le dieron parte de todo y le suplicaron que no volviese 4 aquella casa.. “No me lleva 4 etla otra - cosa, respondié el sdnto, mas que la salvacion. de la seftora;.yno seria una gran dicha para mi, mo- rir victima dela caridad?” Insistiendo los .pa- dres en que dejase 4 otro aquella buena obra, les dijo: “No tengais cuidado; yo sé bien que no me -ha de suceder nada. Esta enferma que se tiene hoy. ya como desauciada, recobrara dentro de po- co una perfecta salud, y ese hombre tan codicioso por heredar, dentro-de quince dias no pertenece- r& ya al namero de los vivientes.” En efecto, una y otra profecias se cumplieron_ al pié de la letra. « Visitaba el santo undia, segun su costumbre, las siete Basilicas, en compaiia de otros tantos dle sus hijos espirituales, y seencontré condos hombres, de los cuales el uno, acerrimo enemigo de esta devo- cion, dijoal otro en voz alta para que le oyeran: “Ved 4, ese Gerénimo, con sus siete asnos cargados de dulces, que van & pasearse de iglesia en iglesia para darse en espectaculo & un pueblo que, en su simplicidad, los cree santos.” Dijo otra porcion “de chistes de que su compaiiero se reia demuy ~<960-~ ‘buena ganas ‘péto‘esta burla les costé bien caro, pues-4 muy pocos dios ambos fueron asesinados. « Sin‘duda‘tio habré olvidado él lector. la petse- ‘eucion que el santo sufrié cuando fund6 los“ejer- cicios‘del Oratorio. Era el perseguidor un carde- nal éngafiado ‘por falsas acusaciones, y el mas furioso de los ‘delatores un antiguo Teligioso que despues fué elevado 4 una ‘prelacia. Este hom- bre éh su delirio se habia propuesto -hacer cerrar ‘el Oratorio, y para conrprometer al cardenal 4 que diese ‘este golpe de autoridad, no se carisaba de declamur, en su presencia, contra Felipe y su buena obra. Este, instruido perfectamente de todo cuanto hacia y decia su -enernigo, jamas se Auejé de ‘él ni intent6 disculparse; sino que fiado en’el testimonio.de su conciencia, dejé que des- cargase aquella tremenda tempestad. Todavia mas, presentabase con frecueneia 4 la audiencia del cardenal engafiado, para procurarse -actos de mortificacion, en los malos recibimientos que a- quel le hacia. Llegé Dios 4 compadecerse de los - sufrimientos de su siervo é hizo suya su causa; porque 4 esto se debe sin duda el que los supe- riores de la congregacion del Monte Olivete, de doride ei detractor del santo habia sido - monje dv- rante cinco afios, le persiguiesen ante el mismo cardenal, cuya confianza habia tan criminalmente engafiado; en efecto, estos padres legaron 4 pro- bar la apostasia de aquel mal sacerdote, ‘y:pidie- ron su castigo con arreglo 4 los -sagrados cénones. 2h Instruido el culpable de la acusacion que se hg- bia hecho en su contra, y cuyos, terribles resultados. preveia, se aternoriz6 de tal: suertg que cay6.en- fermo de muerte. Luego que él. santo, supo su estado, se compadeci6, de él y le.visit6. muchas ve- ces:sin que.le Mamasen; pero, parece que. el des- graciado no se convirti6, y muri 4 pocos, dias. Vino ung de los. discipulos, del santo 4 darle esta triste noticia, la que le afecté profundamente y le hizo, reflexionar en silencio por alguaos momen- tos, y luego tomando una Biblia, que se encontras ba, alli delante de él, se la presenté 4. su discipu- Jo, diciendo: “Abrid* 'y leed.” Abriéla en efecto, ¥ leyo estas palabras- del libro de los Proverbios, ro wi, Vv. 42): “El apéstata es un hombre periicion. so, no habla mas que iniquidades, guina los ojos, hace gefias con el pié y se dé 4 entender con los dedos} maquina el mal en sy depravado corazon, ¥ No se ocupa mas que en sembrar la discordia. Su ruina seré pronta, sera hecho aflicos, y no ban bra ya remedio para él.” Si aun quisiera yo seguir vitando de estos tre- inendos casos, joh! 44 cu&ntos hombres enemigos -de nuestro santo, no nombraria yo aqui, que vie- ron resplandecer sobre ellos y sus familias Ja ira de Dios? Y no se crea que esta se debe § que Felipe invocara para ellos las venganzas del Cie- Jo: no; 6! sufria eon una paciencia heroica las inju- rias que se le hacian y amaba sinceramente 4 sus pergeguidores; oraba por ellos, visitaba las iglesias 365 — y eneargaba @ los suyos hiciesen otto tanto para conseguir que Dios les perdonase. Asi es ‘como llegé'4.adquirir aquella dulzura tan rara, con la cual no Solo jamés lleg6 4 incomodarse, sino que ni aun, tuvo tentaciones de ira. Si acontecia alguna vez que al corregir 4 alguno, pusiese ‘un rostro severo; al momento que el culpable ‘se reti- raba, volvia 4 su fisonomia la dulzura y serenidad, y decia 4 los que estaban presentes: “Tal vez me habreis creido enojado y acaso os habré dado motivo de desedificacion.” Salia un dia de la iglesiaen que acababa de celebrar, y en ta calle encontré 4 Gallonio, 4 quien sin ninguna apariencia de razon le eché una bue- na reprension. “Este procuré justificarse modes- tamente, y el santo aun aument6 su aparente as- pereza, tratandole tan mal que lleg6 Galonio 4 dar- se por sentido. ‘“Abrazadme, le dijo enténces el padre, y no penseis ya en lo que ha pasado.” Re- flexion6 despues Gallonio sobre este acontecimien- to, y no le cost6 ningun trabajo dar con el motivo que lo habia causado. Et santo quiso impedir qte su discipulo reparase en el estado casi extati- co en que venia, y al mismo tiempo ejercitarlo en la humildad. - Nadie vié jamas triste 4 este hom- bre extraordinario; siempre y en todas circunsfan- cias presentaba su rostro la expresion de la mas suave alegria, y las injurias que se le hacian solo servian para aumentarla mas y mas. Sabedor una vez de que se le acusaba ya de chochear y. —363— ste volver-é la primera edad, fué tanto el gusto que le dié esta noticia, que manifestaba su gozo desde Iéjos en su semblante. ~ yQué diremos ahora de su paciencia en sufiir las penalidades de su cuerpo? Sus excesivos tra4 bajos, juntos con su estremada abstinencia, le causaban una enfermedad cada afio. Ellas eran por lo comun muy largas y penosas; y sin embar- go de los dolores que padecia no se menoscaba- ba su alegtia. Solo 4 su médigo manifestaba sus sufrimientos, ocultandolos tanto & los que le re- deaban, que aun creian algunos que nada le dolia: en Jo. mas fuerte de sus achaques continuaba con- fesando 4 los qve se le presentaban, siempre que se elvidaba el médico de prohibirselo: y si los padres. dela Congregacion le regaban que no lo hiciese, les contestaba, que este ministerio le quitaba el enfado que naturalmente trae consign toda enfermedad. Sa- bia disimular de tal suerte-la alteracion de su voz, que al:oirla cualquiera hubiera dicho que no estaba enfermo; y si alguno de los que le visitaban’ esta- ba_melancélico, lo consolaba y recreaba con su alegre conversacion. - Apenas comenzaba & con- valecer, cuando luego volvia 4 decir misa, entre- ‘gandose 4-sus funciones ordinarias.. Esto’ no quiere decir que no les costase- gran trabajo ob- servar esta conducta; sino que como era amigo de padecer, iba en pos de los trabajos en lugar de evi- tarlos, porque se aborrecia 4 si propio y amaba 4 Jesucristo.. —2645— - Este divino Maestro, movido de la paciencia.de- anisiervo, se la premi6 algunas veces con milagros. Al salir de una enfermedad que le habia llevade. hasta el borde del sepulcro, su médico sorprendi- de al verle leno de fuerza y energia, no pudo mé- nos que manifestarle su admiracion, y el, santo le respondi6 riendése: “Es que no sois vos quien me ha curado: he aqui mi médico y mi remedio:” y le enseiié un relicario que San Carlos Borromeo lebabia dado. “En otra enfermedad, no ménos pe- ligrosa, le cur6 Nuestro Sefior por medio de un milagro que merece referirse. ‘Abrasado de una sed devoradora, suplicé 4 Petruccio le Ilevase ux vaso de agua fria con sumo de granada. Persua- dido éste que semejante bebida no podia. ménos que dafiarle, 4 no ser que la endulzase con algu- na azucar, la cual no tenia, ignoraba que determi-~ nacion habia de tomar. Sin embargo, sali6é’ del cuarto del enfermo y bajé las escaleras para re~ flexionar lo que debia hacer, cuando se le presen- té un joven desconocido que puso en sus manos un pan de azucar muy blanco y se retiré sin de- cirle una palabra. Admirado Petraccio, preparé mmediatamente la bebida que queria el santo v subié luego 4 darsela. El enfermo, despues de haberla bebido se durmié, y 4 pocos instantes des- pues despert6, y dijo 4 su disctpulo: “Petruccio, estoy curado.” En efecto, al dia siguiente se le- vanté y volvié 4 sus ocupaciones ordinarias. Su paciencia le servia demasiado bien para —165— que no'aémase singularmente esta virtud. Por lo mismo hablaba de él frecuentemente. & sus dis- cipulos. Referiré algunas de sus principales doc- trinas acetca de ella. Decia que no hay cosa mas pleriosa para el cristiano que padecer algo por Jesucristo, y que los amigos de Dios sienten pe~ naen dejar de padecer. “No hay, afladit, senat mas segura del amor dlivino que la adversidad.” Un dia. se quejaba con él un confesor, de \os traba-. jos que tenia en su ministerio: “Veo que care- ceis de paciencia, le dijo, y siendo asi jc6mo la po- dreis aconsejar & los demas, si vos mismo no la practicais? El camino mas corto decia aun, para llegar 4 desprenderse de las cosas de la tierra, es la tribulacion; por lo mismo considero yo muy des- graciados & aquellos 4 quienes el Sefior no juzga dignos de ser admitidos en esta escuela. Repetia muchas veces que la vida presente es un paraiso. 6 un infierno, pero no un purgatorio. Paraiso para los que saben aprovecharse de sus sufrimien- tos, é infierno para los que sufren sin resignacion.. Nada es mas cierto, que este sublime pensa-~ miento de Felipe, porque cada dia vemos que los. primeros tienen su corazon inundado de celestia- les consuelos, mientras que los segundos se entre- gan 4 la desesperacion. Sabedor por experiencia, que las dulzuras espi~ rituales son comunmente precursoras de las tnbu~ laciones, advertia de ello 4 sus discipulos para, consolarlos y animarlos. “No permite Dios, de~ —266— cia, que los consuelos 6 las desolaciones dé sus hi- jos sean permanentes; ha querido en su misericor- dia que-se sucedan unas 4 otras, y hagan de su vida un tejido de admirable variedad. . Guardémorios, pues, de huir de las cruces que su providencia‘nos envia, no nos atraigamos otras mas pesadas: el par- tido mas prudente, es hacer de la necesidad vir- tud; por lo demas, contentémonos con suftir las tribulaciones que él nos envia, y no pidamos otras mayores: él conoce bien nuestras necesidades y sabe proporcionar 4 nuestras fuerzas los remedios que emplea para curarnos.” POLLO L OLE LLL LL LLL ELE LLL LL LLL LOLOL DDL PEPE POD D CAPITULO XXV. Constancia de Felipe en caminar por el sendero que se habia propuesto. Sus doctrinas sobre esta materia. ESDE muy temprano llego entender A Felipe, que para dar feliz cima & cual- RP quiera empresa, es necesario trabajar con teson y perseverancia, y que nin- guna obra grandiosa se‘consumara sin que el que la acometa sea constante. Por eso desde que Dios le dlié 4 conocer-.que le queria en Roma, para que trabajase por la salva- cion de las almas, no proyecté ni pens6“ya en otra. cosa, y niinca podré admirarse demasiado que en él dilatado espacio de sesenta afios que vi- vié en aquella ciudad, jamas puso sus piés fuera de su territorio. Todas las tentativas de —268— sus parientes para conprometerlo & que los fuese a ver 4 Florencia, lo mismo que Jas frecuentes invitaciones de sus mas intimos amigos, fracasa- ron con su espiritu de estabilidad. Jamas se vid un sacerdote mas entregado exclusivamen- “te & su ministerio. ‘Todo el dia, ménos aquellas horas qne reservaba 4 la oracion y 4 piadosas lecturas, lo empleaba en confesar, anunciar* la divina palabra, visitar enfermos € iglesias, € ins- truir y dirigir 4 los que aspiraban 4 la perfeccion. Al establecer su congregacion del Oratorio, rio permitié que ella se ocupase mas que de la ora- cion, de administrar los santos sacramentos y de predicar. Decia que si se hacen muchas cosas a un mismo tiempo, se perjudican unas 4 otras, ¥ que un artesano que no tiene mas que un solo oficio, le desempefia con mucha .mas perfec- cion, si se dedica exclusiyamente 4 él. Por lo mismo no se cansaba de desir 4 sus pa- dres: . “Nada vale trabajar por capricho 6 humo- rada; se necesita ademas, fervor en nuestras ope- taciones; porque la corona solo cefiiré Jas sienes, del que persevere.” Por otra parte, coma hom- bre prudente, preveia el otro extremo, y para pre- caver de él 4 los suyos, les encargaba la discre- sion. “Todas las virtudes, les decia, tienen ne- cesidad de la moderacion: un paso demasiada, violento en la vida espiritual, es desde- luego. int- sil, porque nadie se hace santo en tres dias; y ade- mas,esta inconsideracion nos espona 4 mil peligros:, —369-- quiero mas tha poca de lentitud, que demasiada precipitacion; porque es mas facil hacer que cor- raan‘corcél que va espacio, que -detener en su'irapetuosa carrera 4 otro que se ha desbocado. ‘Guardaos, les decia, de ocuparos, de tal ‘suerte ‘de los medios que olvidéis el fia. Acontece mu- chisimas veces, que los que se dedican 4 mace- rar-su cuerpo, ge olvidan de trabajar en someter su espiritu; y sin embargo, esto es lo principal; porque la mortificacion interior es el fin, y la ex- ‘terior no es mas que un medio. Cada uno debe ‘apreciar sus ejercios espirituales, pero no los ha de-adoptar, sino con suma prudencia. Muchas personas se cargan de tantas oraciones y “practi- cas devotas, que 4 la larga las dejan, 6 “las des- ~erhpefian maquinalmente y sin fervor; por lo mismo, vale ‘mas contentarse con poco, con tal que sc haga bien. Niinca podré recomendaros demasiado la fidelidad en aquellos ejercicios que con toda prudencia hallais electo y determinado practicar. Si'el demonio llega 4 conseguir que falteis 4 ellos sin razon suficiente para elio, os sugerira mil pre- testds para que multipliqueis vuestras infraccio- ‘nes. y acabara por haceros abandonarlos comple- tamente.” Log exhortaba tambien & que reno- vasen con frecuencia las resoluciones ‘que habian tomado.cuando entraron 4 la vida espiritual, sin dejarse-amedrentar por las tentaciones. “Sabéis porqué, les decia, permite Dios que tal alma sea, "tentada fuertemente contra tal-virtud? Para que —279— la adquieraen sumo grado. Y no me digais, afia- dia, que teniais mas fervor cuando comenzasteis aservir 4 Dios, que al presente. Las gracias sensibles son necesarias 4 los que empiezan; pero duego que Dios los tiene-ya prendidos cn sus amo- rosos lazos, los prueba para purificar sus corazo- nes y afirmar su virtud.. Sios manteneis firmes en la tentacion, estad seguros que ‘no tardard en consolaros.” Para hacer comprender mejor esta doctrina, descendia 4 las explicaciones siguientes. Puede decirse que hay tres grados diferentes en la vida espiritual, la sensitiva, la racional, y la an- gelical. “E! primero es propio de los que comien- zan, 4 quienes Dios alhaga con delicias sensibles, para conducirlos & vivir espiritualmente. El] se- gundo es de los que van progresanda, y priva- dos de las dulzuras, declaran guerra abierta & sus defectos por amor de la virtud. EL tercero per- tenece 4 los que habiendo vencido sus pasiones, despues de crudos combates, gozan dle las dulzu-’ ras de la paz, y llegan 4 una vida casi semejante & lade los angeles del cielo. El bienaventurado padre, queria que sus discipulos salvasen el pri- mer grado, y se afirmasen bien en el segundo, pa- ra que pudiesen merecer llegar al tercero. Indicaba 4 sus jévenes seglares, como medios de perseverancia, la fuga de malas compaiiias, la amistad de hombres virtuosos, y la frecuencia de sacramentos. Dabale sumo placer verlos fer- Vorosos; pero nunca confiaba de ellos enteramente. --97)— De aqui es que cuando le venian 4 decir que al- gunoadelantaba rapidamente en Ja virtud, res~ pondia: “Aguardad & que sus dlas se arraiguen bien, para que vedis hacia donde dirije su yuelo.” Los exhortaba eficazmente 4 que todos los dias asistiesen al santo sacrificio de la misa, 4 no em- prender nada sin implorar antes la proteccion dela siempre augusta Madre de Dios, y no dejar pasar an solo’ dia, sin pedir 4 Dios el precioso don de la perseveraticia. Cuando notaba que alguno de ellos era llama- do al estado religioso, cuidaba’ inucho de mor- tificar su amor propio, y de acostumbrarlo 4 que- brantar su voluntad. Nowdejé esta conducta de parecer 4 muchos un poeco-dura; pero despues eonfesaron que siel padre no la hubiera observa- do, no habrian perseverado en su vocacion. Uno de ellos, que se hizo capuchino, vino 4 verle. un diaz vy despues de besarle la mano con una demostra- cion de gratitud, le dijo: “j;Qué poca cosa eran padre mio, las pruebas 4 que me sujetastcis én otro tiempo, comparadas con las que he venido a encontrar en la religion! y sin embargo, es cierto que 4 aquellas debo haber podido soportar estas. Sin el noviciado que vos me hicisteis hacer, no seria yo hoy hijo de San Francisco.” . Machos javenes religiosos que anhelaban por Ja perteccion, y pertenecian 4 algunas ordenes que habian aflojado en la observancia de su _pri- mitivo instituto, consultaron al santo acerca de —372— jos deseos que tenian de pasar 4 otras’ 6rdenea mas observantes. “No soy de ese parecer, les respondié el prudente director, porque os basta cumplir con vuestras obligaciones, y tal vez Dios se serviré de vosotros para reformar insensible- mente vuestros conventos.” En general, no le gustaba que los religiosos cambiasen de estado, aun cuando fuera para pasar 4 otro mas perfecto. “Esas ideas, decia, las sugiere frecuentemente el demonio, transformado en Angel de luz, y- envi- dioso del bien que hacen ciertos religiosos de una virtud comun, haciéndoles dejar su estado, por correr tras de otro que les parece mejor y que no les conviene.” Pero no era solamente respecto de los réligio- sos de quienes exigia constancia:: tambien la re- comendaba & todos los estados, y 4 todas las con- dicicnes. Llamando el principe 4 su corte 4 Maximiano Burgo, no consintié en ir, sino bajo Ja condicion que no se habia de encargar de ninguna funcion que fuese inconciliable con sus ejercicios espirituales. No fué respetado este convenio por el principe, y Maximiano resolvié separarse de la corte: pero antes de tomar este partido, creyé debia consultar con su antiguo di- rector, quien no aprobé su determinacion, dicién- dole: “Es cierto que esta privacion es una cruz;_ pero no sea que por. evitarla, vayais & dar con otra mas penosa. Creedme, hijo mio, hareis bien en Hevarla por amor de Dios,” El joven: prome- —i73— ud obedecer; pero Nevado de otros consejos, no tard6 en dejar su puesto, lo que fué para él una verdadera desgracia, porque no pudo encontrar en lo sucesivo donde colocarse, y pasé una vida miserable. Hacia ya cuatro afos que habia entrado a la congregacion un j6ven de bello ‘natural, ¥ que prometia esperanzas muy lisongeras; péro su salud llegé 4 alterarse gravemente. Algunos de sus ami- gos Je aconsejaron que fuera 4 respirar el aire na- tal; mas el santo padre no fué de este parecer. Sin embargo, tanto le inst6 el javen, que al fin le deja partir, permitiendo que fuera con él uno de suscom- pafieros, expresandose de esta suerte al tiempo dé sumarcha: “De dos qe se van, solo uno volyera.” Volvié en efecto el compafiero al tiempo préfijado; pera el otro joven no pudo resolverse aalejarse de su familia. Consternado Felipe de la ceguedad de su discipulo, le escribié del modo mas insinuante para hacerle volver 4 su _vocacion; pero todo fué indtil: detenido por Ja carne y sangre, le contesté que renunciaba 4 viviren la congregacion. Otrosmu- chos exzerimentaron la misma suerte por haber sido como él, incéciles 4 los consejos de este ilus- tré maestro. -;Qué peligroso es ciertamente que- rer conducirse uno por su propio juicio en lo con- cerniente 4 la-salvacion eterna! Estaba tan persuadido nuestro santo, que Dios exige de cada uno que’sea constante en el estado en que se le ha puesto, que aun el motivo de un ls —874h— bien mayor no influia nada sobre su.espiritu. Na puede esto probarse mejor que refiriendo su res- puesta 4 San Carlos Borromeo, que Ie pedia le dicse 4 Baronio. “He leido en algun lugar, por- que en esto no puedo hablar ; por propia experien- cia, que el que no esta, dispuesto 4 creerse culpa- do.en aquello mismo que imagina ser inocente, no. merece lamarse hombre espiritual.’” Con taucha, mas razon. debe obrarse de esta manera cuando. se tiene alguna duda, y yo debo ciertamente es- tar dudoso de mi e¢onviccion, Illmo. Sr, en un. cago en que ‘uestro modo de pensar es tan dife- rente al mio. Yo me echo 4 los piés de vuestra. eminencia, y. le suplico me obtenga de Dios, que ‘me dé & conocer lo ertado. de mi juicio, y lo incli-. ne enteramente al yugo.de la obediencia. Esto, c3 lo que me hace dilatar la respuesta 4, vuestra solicitud; y esto lo que me ha impedido tambien. daros, antes de que salieseis de casa, una prue-. ba de mi respeto y rendimiento. Contrariar. cl deseo de vuestra, eminencia, hubiera sido para ini una cosa insoportable; y por otra parte, yo no podia, ni puedo ahora, daros 4 ’Baronio, una de las mas firmes coltimnas de nuestra congregacion. Dios sabe cuanto os amo, y tambien cuanto me cues- ta dejar de complaceros. {Ojala y me fuera posible sostener por ini solo el peso de nuestro ministerio!, no me veria entonces.en la tristé necesidad de o- poner. mis ideas 4 vuestros designios por la, glo- ria. de Dios: Vos me decis, Limo. § Sie, que se me —275— acusa de sensualidad; y si yo pudiera hacer 4 un Jado el respeto que os debo, os diria que tambien a vos se os acusa de otra cosa: de robo, {lo cree- reis? Si, Imo. Sr., de tobo: y si fuere preciso ci- tar testigos, yo citaré 4 los sefiores obispos de Verceil y de Armini, y ellos declararén que siempre que encontrais un buen sugeto que no os perte- uece, o3 lo usurpais, despojando asi al altar ageno por adornar el vuestro. No debia hablaros de es- ta suerte: péro gqué quereis que haga? Arcus Socrates, amicus Plato, magis amica veritas.” Pa- rece que el cardenal, en defecto de Baronio, quiso llevarse 4 otro de sus padres, y el santo le res- pondié: “Que era grande su éembarazo, porque los jovenes, ocupados tinicamente de su estudio, no estan atin’ aptos para nada, y los‘ancianos son & estos indispensablemente necesarios.” Concluy6, ‘en fin, suplicando al santo prelado, que dejase en paz 4 sus Oratorianos seguir su_vo~ cacion. | WA POOP ELE DDE DELL LI ILLITE LI OOD ELD LOOOP LOGS PED CAPITULO. XXVIE. Extasis, arrebatos y yisiones del Santo. DEMAS de las gracias y virtudes que d constitayen 4 los santos, Felipe habia Seortecibido de Dios los altos y exquisite: favores que los honran y consuelan; asi es pues, que él se ‘encontraba frecuen- temente anegado en la luz contempla- ‘tiva y alli se descubrian 4 sus ojos, se- cretos cuyo velo no es- permitido al hombre levantar. Anonadado en los sentimientos de su-profunda humildad, hacia cuanto podia para no entrar, al menos en piiblico, en aquel estado extraordinario; pero 4 pesar de sus esfuerzos, le era muchas veces imposible repri- -mir los impetuosos arrebatos dle su ‘amor. Los religiosos dominicos de Santa Maria Mi- nerva, hacian en ‘su iglesia, por no sé qué grave necesidad de su casa, un jubileo de cuarenta ho- ras, y rogaron, al santo, que les estimaba en ex- temo, tomase parte en aquellas oraciones. Feli- pe, tan sensible siempre 4 la tribulacion‘agena, se prest6 en el. momento 4 esta invitacion. ‘Arrodi- Hose ante el altar mayor en que estaba espuesto el Divinisimo Senor Sacramentado; fij6 sus ojos en la’ sagrada héstia, y en el momento fué arreba- tado fuera de si. El superior del monasterio, no- 16 que hacia mucho tiempo que el santo no se mo- via y temié le hubiese sucedido alguna cosa. Cor- 116, pues, 4 él y le pregunt6 qué tenia, repitiendo muchas veces la misma pregunta, sin lograr que le respondiera ninguna cosa. Le tomé6_ enténces de la mano, y se la encontr6 helada y tiesa. Es- pantado mas‘y mas, llamé @ los otros padres é hi- zo Hevar al santo 4 un cuarto inmediato. - Pas6 todavia largo tiempo sin que diese ‘sefial alguna de vida; mas al fin volvié en si y exclamé: “;Vic- toria! ;victoria! jha. sido escuchada nuestra: ora- cion!” Seguro ya el prior de su salud, pero no comprendiendo. nada de aquella enagenacion y de’ aquel lenguaje, le pregunt6 qué le habia sucedido y qué victoria era la que habia alcanzado. El santo se avergonz6 y callé; pero se le hicieron lantas instancias;- que al fin tuvo que esplicarse diciendo: “El paipa, dijo al religioso, acaba de pronunciar su sentencia'en el negocio en cuestion, y ha fallado 4 vuestro favor.” El hecho era cier- —975— to; pera no habia podido suberlo sino por revela- cion, y es de creerse que sus oraciones le alcanza- ron-este favor. ‘Fabricio de Massimi, vino un dia 4 confesarse al cuarto del santo, y encontrando la puerta entre- abierta, entré sin tocar. El padre estaba en ora- cion con las manos y los ojos levantados al cielo, y sus rodillas no tocaban la tierra. Admirado Fabricio de un espectaculo que veia_por ptime- Ta. vez, se estuvo un rato contemplindolo; y des- pues, como el santo estaba con la espalda voltea- da hacia la puerta, se adelant6 para verle de ros- tro, y juzgo por su entera inmobilidad que no veia nioia. Luego que Felipe volviéen si, que fué despues de un largo rato, ech6 de ver que Fabri-’ cio estaba alli, y le pregunt6 con un aire admira- do y confuso, que como habia entrado. Este le respondié que habia hallado la puerta abierta, y que pot eso se habia -introducido: enténces oyé el santo su confesion y le despidié. : Francisco de Molaria, Nevado de ‘la misma in- tencion que el anterior, y viendo que el padre es- taba sentado en su silla, se arrodillé 4 sus piés y comenz6 4 confesarse; pero 4 poco advirtié que estaba en éxtasis y le fué preciso aguardar, que volviese de él, lo que no sucedié hasta- despues de mucho tiempo. Habia en la capilla de la Santisima Virgen, de la iglesia del Oratorio, un cuadro de la. Visitacion, primorosamente ejecutado, y cuya vista movia: ~-275— singularmente al siérvo de Dios; y con‘este moti- vo pasaba mucho tiempo en aquella capilla sen- tado en un banquilto, con los ojos fijos en aquella imagen de su carifio, que le procuraba frecuentes éxtasis. Algunas de sus piadosas penitentes, le encontraron un dia en este estado, y escusado es decir que quedaron admiradas alverlo. Se pusie- ron delante de él y le estuvieron observando lar- go rato; despues, para juzgar mejor de su estado, le lamaron muchas veces, y como vieron que no oia se pusieron 4 moverlo violentamenite hasta que volvi6 en si, No pudo menos de alarmar al santo la presencia de sus hijas; pero aun creyé poder- las hacer ‘vacilar, en la opinion que de su estado habian formado, ocurriendo 4 una ‘de sus acos- tumbrados ardidez.' Se lavanté bruscamente, y manifestandose encolerizado, llamé & Gallonio que estaba por alli cerca, y le dijo: ““Echad para fue- ra estas mugeres insolentes, que vienen aqui 4 in- terrumpirme cuando duermo.” Gallonio tenia un cuidado extremado de su buen padre, y velaba noche y dia por su consér- vacion. Fué 4 verle una vez muy de mafiana para saber como habia pasado la noche, y le en- contr6, contra su costumbre, acostado aim en su cama. “Quiz4, se dijo 4 si mismo, se desvel6, 6 estaré en contemplacion,” y en esta persuasion se retir6 ‘lo mas quedo que pudo. Ya muy entrado el dia volvi6é otra vez, y le encontré sin voz ni mo- vimiento, con una palidez que le hizo creer iba &, —280— espirar. Espantado y aflijido, corrié 4 Hamar & los padres, € hizo amar 4 toda priesa. al médico. Este, sin perder tiempo, le dié una sangria, y mi- rando que la sangre no salia, recurrié al cauterio y alos sinapismos. Estos remedios enérgicos no produjeron efecto alguno, y el médico declaré que el enfermo iba 4 espitar de un momento 4 otro. Enténces se apresuraron 4 darle la extremaun- cion, y apenas habian acabado de administrarse- la, cuando el santo volvi6 4 su conocimiento sor- prendido de lo que veia. ‘jAy! habeis estado muy malo, padre mio, le dijeron algunos de los asistentes, enjugandose las lagrimas.—-Os enga- fiais, respondio Felipe, yo no he tenido otro mal _ que el que me habeis hecho.” Entonces com- prendieron todos el engaiio que habian padecido, y comenzaron 4 excusarse diciéndole que aquel éxtasis no se parecia 4 los que acostumbraba te- “ner. ‘Id & vuestros negocios, les dijo el santo, dejadme dormir: si miafiana me encontrareis muer- to enterradme.” Al salir un dia para ir 4-ver al Papa, dijo 4-al- gunos padres que se encontraban cerca de él: “Orad por mi, para que Dios me libre de mis accesos de locura.” . Decia esto porque sabia por’ experiencia, que la presencia del vicario de Jesu- cristo le causaba transportes de amor, que ‘no po- dia reprimir y le hacian quedar extatico. El car- denal Sfondrate, referia al Papa Paulo V, haber visto con sus propios,ojos 4 nuestro. santo. arrodi- —38l— Nado en los aires. Y gcuantos otros testigos, igualmente dignos de fé, no podria yo.citar én prueba de esta maravilla? Encontrabase un dia tan malo Juan Bautista Modio, que estaba casi al morir; y avisado Felipe de este accidente se fué luego 4 verle, y mirando el grave peligro en que se encontraba, pas6 4 un cuatto inmediato para conseguir-su alivio con sus oraciones, Y permane- cié alli desde ‘por la tarde hasta media noche. Enténces un criado, cuidadoso de su larga ausen- sia, entré al-cuarto y le vi6é elevado en los ‘aires resplandeciendo todo su cuerpo con una. celestial claridad. Arrebatado de admiracion, corrié por toda la casa gritando 4 mas no poder: “;Vengan aver, vengan 4 ver!” Todos vinieron y fue- Ton testigos.de aquel raro espectéculo. A la me- dia hora despues, volvié Felipe 4 su estado natu- ral, se acerc6é al enfermo y le puso la mano sobre la frente, diciéndole: “No tengais cuidado, no mo- rireis.” A estas razones recobré el moribundo e} uso de la palabra y se puso 4 platicar con’su bien- hechor, como un hombre bueno y sano. A pocos dias despues, pudo ya entregarse 4 sus_ ocupacio- nes ordinarias. No dispensaba el Cielo estos favores & nuestro santo unicamente en los lugares privados, sino ha- cia tambien, 4 pesar de Felipe, que su-alma entra- se en éxtasis y arrebatos en la iglesia llena de gen- te,y a la vista de todo un pueblo. Estaba ua dia en oracion en la basilica del Va~ —985— ticano, delante del sepulcro de los santos apésto- les, y se levant6 casi medio pié sobre la tierra, volviendo inmediatamente 4 su éstado natural. ‘Yemeroso ent6nces que esto se"repitiese, y llega- sen 4 notarlo los asistentes, se quit6 inmediata- mente de aquel lugar. Se hicieron tan fre- cuentes estos accidentes sobrenaturales, que no entraba ya, por decirlo asi, sino temblan- do’ en las iglesias. Adoraba al Sefior por me- - dio de un.Pater noster, saludaba 4 la Santisima Virgen con una Ave Maria, y se levantaba al mo- mento para no dar tiempo 4 que su amor se imfla- mara. Por esta misma razon, como ya lo hemos dicho antes, no le gustabg decir misa en publico, aunque no podia dispensarse de hacerlo algunas veces, y enténces le eran inevitables los éxtasis. Vidsele una vez, en la iglesia de la Torre de Mi- radores, elevado de tres 4 cuatro codos sobre la tietra. ‘Igual cosa le sucedié en la iglesia de la Caridad, en‘donde-viéndole una nifia en tal esta- do, dijo en su admiracion 4 su madre: “Mira, ma- ma, ese padre vuela; es un mago gno es verdad? -—-Te engafias, hija mia, respondié la sefiora; es un santo, y si lo ves asi, es porque esta en éxtasis.” Otra j joven, testigo de un hecho semejante, juz- gé casi lo mismo que la anterior. “Es muy sin- gular esto, dijo 4 otra que la acompafiaba;, parece que este padre es un encantador.” Esta palabra le cost6 caro, porque se confesaba con él y no sa- bia como podria decirsela. Sin embargo, se fué —283— 4 reconciliar 41a mafiana siguiente, y quiso co- menzar por ahi:. ‘Padre, me acusg de haber ha- blado mal..........” le falté animo para decir lo de- mas. ‘“Acabad, hiji, y decid que habeis hablado mal de mi.” Ella tespondié afirmativamente, y el buen padre le dijo: “Yo os perdono, no os dé vergienza acabar vuestra confesion.-Padre mio, repuso ella temblando, yo estaba oyendo ayer vuestra misa, y os vi levantadoenel aire.” A es- ta palabra, el santo, humillado en extremo, le di- jo: “Basta, c4llate tonta.” Ella continué dicien- do, porque la detraccion del padre le hacia cos- quillas: ‘Enténces dije 4 mi compafiera, que vos erais un encantador.” El santo que esperaba_ otra cosa, se lend de alegria y le dijo riéndose: “Pero eso es muy cierto, hijita mia, yo soy una especie de encantador; por lo mismo esto es nada, .no penseis mas en ello.” Mny frecuentemente tambien aparecia su ca- beza, cuando celebraba, rodeada de una aureola resplandeciente. Decia un dia misa ,en el altar mayor de su iglesia, y al llegar 4 los Mementcs de vivos, le vi6 uno de losasistentes coronado de un brillante resplandor. Al principio crey6 que era una ilusion de su vista, y con esto, se limpié bien los ojos y se puso 4 ver otros objetos para exami- nar si le sucedia lo mismo con ellos; pero no vid aquella luz mas que sobre la cabeza del santo, en la que permanecié hasta despues de que consu- mid. Una joven de doce afios de edad, declaré —264— que le habia visto muchas veces enel aire‘ mien- tras decia misa, y que enténces una nube blanca le cubria de modo que no se distinguia el color de. sus ornamentos. Pusemos 4 las visiones y reve- laciones con que Dios le favorecia, y que no son ménos ciertas que sus éxtasis y arrebatos. Siendo atin joven, rogaba al Sefior le diese 4 co- nocer su vocacion, y se le aparecié San Juan Bau- lista, manifestandole por medio de una revelacion interior, que Dios queria que fuera sacerdete y que trabajase en Roma por la salvacion de sus prégimos, pobre y sin dignidad alguna.’ Poco tiempo despues de su promocion al sacerdocio, haciendo oracion en la noche de‘navidad en no sé" qué iglesia, en compaiiia de Constancio Tassonio Sebastian Masico, se le apareci6 el nifio Jesus de pié sobre el ‘altar. Lleno de gozo, pregunté 4 sus compaiieros si veian esta marvilla; y como le respondiesen negativamente, serré sus labios y continud su oracion. Decia un dia misa, y Tomas Ripani que, se la ayudaba, observé que se detenia de masiado despues de. la consagracion antes de elevar el caliz. Noto en seguida, despues de volver 4 la sacristia, que el rostro dei santo esta- ba extraordinariamente alegre; y como tenia. mu- cha intimidad con él, le pregunté la causa de a- quel contento que no podia ocultar. Sonriése el santo y no quiso responderle. Pero Ripani cada vez mas curioso por suber lo que le queria ocul- —i85— tar, reiteré tanto sus preguntas y urgié de tal ma- nera, que al fin Felipe temié contristarlo, y le di- jo: ‘Ahora bien, yo os confieso que Dios me descubre algunas veces, despues'de la consagra- cion, la gloria de los bienaventurados; pero esto os lo digo para vos solo, y 0s prohibo que hableis de. ello 4 persona alguna.” Por otro favér singular, ninguno de sus dis cipulos iba al cielo despues de su muerte, sin que él fuese testigo de su gloria. Citaré al- gunas de estas gozosas apariciones. Mario To- sinien lanoche que murié, entr6 al cuarto del pa- dre enando estaba durmiendo, y Hamé dos veces en alta voz. El santo abrié los ojos, y le vié \su- bir al cielo leno de resplandores. A la mafiana siguiente recibid la noticia de’ su muerte, y supo haber acaecido 4 la hora precisa de aquella vision consoladora. Vicente Illuminator, al partir para el cielo, aparecié cubierto de gloria al santo, y le encomendd 4 su muger é hijos, de quienes cuidé en efecto eficacisimamente. Marco Antonio Cor- tesella, 4 quien el santo apreciaba por sus.eminen- tes virtudes, tuvo una muerte digna de su. vida. Depositose su cuerpo en la iglesia de Santa Cata- rina, y fué alli Felipe 4 verle, acompatiado de ‘Ga- llonio. Le estuvo mirando por mucho tiempo, y luego hizo venir 4 un pintor para que le retratase. Un sacerdote que se encontraba alli, se manifesta admirado del desco del padre, y Gallonio le dijo alaido: “Anoche vidal difunto en un estado glo- —d86— rioso, y se ha estado platicando con él cuatro horas. Esto os esplicara el motivo porque quiere hacerlo retratar.” ‘Tuvo atin otras muchas visio- nes semejantes que ‘seria muy largo referir. No ignoraba tampoco la suerte de las almas que bajaban 4 las prisiones del purgatorio. «Un dia dijo en plena asamblea en el Oratorio, que su discipulo Animuccia acababa de salir de él y ha- bia subido al cielo. . Otra vez anuncié & Antonio Luccio, que su padre se habia librado de aquellas prisiones. ‘Tampoco le era ménos conocido el estado de las almas, durante la vida.’ Decia del padre San Ignacio, fundador: de la compaitia de Jess, que era admirable la hermosura de su al- ma, yaseguraba haber visto brillar muchas veces sobre su rostro un celestial resplandor. En otra oca- sion que sé encontré con San Carlos Borromeo, dijo que su rostro era para sus ojos ei de un an- gel. Otro tanto manifest6. de Juan” Bautista Sa- raseno, que con el tiempo fué general de los Do- minicos y murié en olor de santidad. Quiso Dios tambien, que aun los demonios se le apareciesen para suf propia utilidad y la‘de otros. Un dia mand6 4 Antonio Luccio que ex- orcizase & una mugerenergimena, y que la azo- tase para insultar al demonio. Inritado viva- mente éste espiritu orgulloso, se le aparecié la noche siguiente y dejé en su cuarto una horrorosa hediondez, que se notaba aun despues de mucho. tiempo. Otra vez conversaha de cosas de. Dios. —967— con sus discipulos, y se levanté repentinamente diciendo: “Postraos, hermanos mios, y rogad 4 Dios: el demonio esté ahi en la puerta.” Se ar- rodillé él tambien y puso la sefial de Ja cruz al enemigo de la salvacion, diciéndole: “No entra- rés aqui.” Desapareci6-en efecto, y el santo vol- vid 4 continuar apaciblemente su ejercicio. En otro dia tambien encontré en la puerta de la igle- ‘sla 4 este espiritu infernal, bajola forma de un nifio; pero le bast6 mirarle con ojos severos para hacerle huir. “{Visteis aquel nifio? pregunté 4 Gallonio que lo acompaiiaba, quien respondién- dole que si, repuso el santo:. “No os engajfieis: ese No. era un nifio, sino el demonio. que queria sin'duda alguna, jugaros una mala partida.” Pasaba una vez porlas Thermas de Dioclesia- no, y vid 4 la pucrta de este antiguo edificio, 4 un Joven que presintié ser un mal espiritu. Fijé en. él su atencion, y noté que cambiaba continuamen- te de figura, pareciéndole ya joven, ya viejo, ya hermoso y ya feo. Le mand6 interiormente que desapareciese, y desaparecié al. instante. Mucho lenia que sufrir dia y, noche, ‘de. las_persecucio- nes del. espiritu, infernal; porque este monstruo, liacia cuanto podia por aterrarlo, y se le mostraba aunque inutilinente, bajo toda clase de formas. Pero no hacia mas que invocar 4la dulcisima Maria, y quedaba tranquilo. _ Ninguno podia hablar con mas pr opiedad que él, respecto de visiones, por la larga experiencia, que, —288— habia adquirido tanto de las buenas, como de las malas. Por lo mismo, sus doctrinas sobre este punto, merecen llamar nuestra atencion. Hé aqui algunas de sus sentencias en esta: materia. “No debe confiarse ligeramente en visiones, decia, porque esta es una cosa muy peligrosa. Las vi- siones, tanto buenas como malas, las tienen ordi- nariamente los que no las desean; pero aun estos deben temer mucho alusinarse. Le es dificil al favorecido de visiones divinas, no envanecerse con ellas; mas dificil creerse poco digno de ellas; y muy dificil considerarse indigno absolutamen- te, y preferir 6 su suavidad, la humildad, Ja o-- bediencia y las demas sélidas virtudes, qué va- len incomparablemente mucho mas. No de- be hacerse caso alguno de aquellas visiones y revelaciones que no traen utilidad para nosotros, para nuestros progimos, ni para la iglesia. No de- ben los confesores, decia, creer ligeramente en re- velaciones, qne. pretenden tener sus penitentes, especialmente las mugeres. Estas cosas mara- villosas puede sujerirlas la malicia del demonio; y muchas veces son juegos de su imaginacion; pe- ro juegos crueles que han perdido 6 comprometi- do muchas almas.” Recomendaba 4 sus discipulos que se abstu- vieran, cuanto estuviera de su parte, de toda cosa extraordinaria, que trajera consigo el temor de des- agradar 4Dios. “Esta resistencia, afiadia, es uno de los mas seguros medios de que podreis echar —389— mano para dicernir los favores del Cielo, delas que no son mas que ilusiones.” Esto mismo hacia él en casos semejantes: por ejemplo; hablaba un dia 4 su congregacion, y sintiéndose atraido por un éxta- sis, hizo cuanto pudo para evitarlo, y, cuando vid que ya no podia continuar su discurso, se dié un golpe de pecho y dijo: ‘El que quiera tener éxta- sis y visiones, no sabe lo que quiere.” Despues de lo cual, se puso 4 llorar y se retiré prontamente. Hablaba en otra ocasion el padre Bordini acerca de esta materia, en un sermon que predicaba en el Oratorio, y Felipe que estaba presente, tomé la palabra despues de él, y dijo: “Yo tuve en- tre mis penitentes, una muger muy santa, favore- cida de éxtasis casi continuos, durante un largo tiempo, pero que despues no volvié 4 tener uno. Ahora bien gcuando os parece que me ha admi- rado mas esta miuger? Cuando la he visto redu- cida & un estado comun. Le corisultaba’ un dia un director, qué consejo deberia dar 4 una muger piadosa que veia frecuen- ‘temente 4 Jesucristo y 4 santa Catalina de Se- na, y le respondié: “Las visiones son un lazo en “que las mugeres,se dejan prender con mucha faci- lidad. Ordenadle que no haga ningun caso de e- sas visitas, que las despida, y si no se quieren ir, que les escupa 4 la cara.” Aquella hija verdadera- mente obediente, hizo lo que se le mandaba, y le fué tan bien, que desde aquel dia hizo admirables Progresos en la virtud. 19 Uno de sus discipulos creyé ver una noche -4 Je Santisima Virgen Maria, coronada de un celestial resplandor, y vino muy gozoso al dia siguiente ~& contar al santo esta aparicion. ‘Vos habeis . Visto 4 un demonio, le dijo, yno 4 la Santisima Virgen. ‘Si vuelve otra vez, escupidle en seal .del desprecio que merece ese menstruo del abis- .mo.” Volvi6-en efecto, la noche siguiente, ¥ el dis- .cipulo obediente hizo lo que su maestro le habia mandado, con lo cual desaparecié aquella vision. Sin embargo, no tardé en volver 4, aparecer; pero aquella vez era en efecto la augusta y bon- -dadosa Maria-: No lo creyo asi el. discipulo .de Felipe, € iba 4 escupirle el rostro; pero la Sefiora le dijo: ‘“Escipeme si puedes.” En- ¥ano lo procuré, porque su boca estaba comple- tamente seca ¥ no le proporcioné saliva alguna. ‘“Apruebo tu obediencia, hijo. mio, afiadié la Ma- dre de Dios, y solo he venido para premiértela.” At decir esto, desaparecié la Sefiora, dejando la al- ma de aquel hijo suyo inundada en an mar de de- licias. Un médico llamado Antonio Tucci, sofiaba en una enfermedad grave, con una religiosa de emi- nente virtad. Encontréla un dia sumergida enun éxtasis, y admirado de lo que veia,, aguardé & que volviese en si, Enténces ella fijéen él sus ojos, cosa que no acostumbraba hacer con nadie, y le dijo: “Oh doctor, os he visto tan lin- do en el paraiso!” El médico se fué al mo isl, mento 4 contar la cosa al padre Felipe; pero ape- nas habia entrado 4 su casa cuando se sintié ma- Jo, y se fué &acostar. Su enfermedad progresaba de dia en. dia, y conocié que debia prepararse pa- ramorir. Estandoen esta resolucion vino 4 visitarle un médico desconocido, y le aseguré que sanaria y viviria aun por largo tiempo. Pero babiendo venido tambien Felipe pocas horas despues, le di6 parte de las esperanzas que Ye habia dado aquel médi- co. “4Qué médico ni qué-médico? le dijo el san- to. Es el demonio que quiere engafiaros cerran- do los lazos que os detienen 4 la- vida.” , Avisado Antonio, de aquel fraude, se sometié enteramente .& las 6rdenes de la providencia, y 4 pocos dias murié santamente. Matias Maffé, sacerdote muy amigo de nuestro santo, tuvo una noche la vision siguiente: le pare- cid que iba, acompafiado de este buen padre, por una vasta llanura en que se encontraba una multi- tud inumerable de hombres que parecian ser o- tros tantos reyes; y mientras contemplaba la n- queza de sus vestidos, toda aquella pompa se des- vanecié, y fué remplazada por un horrible incen- dio: en seguida aparecié un ejército de demo- nios que se formaron en batalla al derredor de aquella hoguera. Matias estaba en un rincon cre- yéndose’ seguro; pero llegé 4 verlo uno de aquellos monstrios infernales, el cual corrié hacia él, é hi- zo cuanto pudo para arrastrarlo 4 aquellas llamas. El se defendié fuertemente, -y sonriéndose Felipe —399— de su valor, le tomé de la mano y le condujo por un sendero Ileno de abrojos y espinas que lo des- pedazaban de una manera extraordinaria. - Por Ultimo, llegaron 4 un bello ‘prado terminado por una. colina del mas gracioso aspecto, cn cuya fal- da se encontraban tres angeles ricamente vestidos, de los cuales, dos tenian en sus manos unas antor- ‘chas encendidas, y el tercero llevaba una cruz procesional. Se pusieron en movimiento, y vinie- ron 4 encontrarlos, marchando tras ‘ellos en ar- monioso concierto dos dilatadas filas de bien- aventurados, y al pasar por delante del santo y su discipulo, unos saludaban al primero, y otros com- prometian al segundo para que los siguiese; pero este no se movia 4 causa de una gran timidez; mas Felipe tomé la palabra diciendo: ‘No, toda- via no es tiempo; todavia no.” Toda aquella miltitud, despues de haber dado una vuelta, se dirigié h4cia la colina por un camino lleno de flo- tres y sembrado de frondosos arboles, en cuyas ra- mas se mécian pequefios angelitos, que con vo- ces encantadoras entonaban el Gloria in excelsis Deo. En lacima de la colina, habia un palacio luminoso, en el cual entr6é la procesion, dejando todo lo demas solitario y silencioso. Pasado todo esto, Maffé desperté de su suerio. . Cuando amanecié, quiso confesarse, y se fué 4 ver al padre; quien le ‘dijo luego que entré: “Vos sois un hombre que dais mucho «crédito 4 lo que sofiais.” Sonriése Maffé, y se puso 4 contar- —153— le lo que le habia sucedido; pero el santo le inter- ‘rumpi6, y le dijo mirandole con ojos severos: “(No se va al cielo sofiando; es labuena vida tal cual conviene 4 un hijo de Dios y de la Iglesia, la que os ha de llevar allé. Repetia frecuentemente que los que no tienen 4las, deben caminar por tier- ray no querer volar por el aire. En lo que daba 4 entender, que las visiones y revelaciones, solo son propias de las almas que vuelan en 4las de la per- feccion, y que lo demas no es mas que un verda- dero embuste del espiritu de mentira. DP POPP LIDDELL L EDL LDL LLL POOLE LLL D OL CAPITULO XXVII. - Predicciones del espiritu profético de Felipe. O emprenderé referir aqui todas las co- sas que anunci6 nuestro santo, 4 conse- C Oss cuencia de las revelaciones S con que Dios le favorecia. £ Ds Diré, sin embargo, lo bas- _tante para convencer 4 mis lectores, que pocos santos le igualaron en el don —394— ; de profecia. Por lo demas, hé aqui el testimonio que le ha tributado la sagrada congregacion de ri-- tos. In prophetiae dono non est inventus similis il.” Tres cosas encierra en si el don de profecia: primero, el conocimiento de lo que ha de suceder; segundo; el de los hechos que pasan @ lo léjos; y tercero, el de los secretos de los corazones. Los acontecimientes que voy 4 referir, probaraén que Felipe recibié de Dios este triple conocimiento. * Juan Angel Cribelli, queriendo comulgar el Juéves Santo, fué & ver 4 Felipe muy de ma- fiana, para que lo confesara, gozando hasta en- tonces de robusta salud. Fij6 su vista en él el Santo, le miré con mucho interes, y le dijo: Pre-| paraos, hijo mio, al sacrificio que Dios exije de vos.”---E] es nuestro duefio, respondié Cribelli: que se cumpla en mi su voluntad.”-—‘Pero, re- puso el santo, se trata de un sacrificio muy costo- so; gse lo hareis con gusto?”-—Con muchisimo, padre mio, ayudado de su gracia, que ninea falta entales casos.”---“*Pues supuesto que e8 asi, le di- jo el santo, disponeos 4 morir el domingo de Pas- cua.” En aquella misma tarde se enfermé de fie- bre, y muriéel dia de esta gran solemnidad. * Viniendo un dia Francisco de Molaria 4-visitar & este buen padre, le dijo éste: Si nuestro Sefor se llevara 4 vuestra esposa, gsuftiriais este golpe zon una resignacion cristiana?”---Ienoro, respon- di6, lo que produciria en mi tan espantosa desgra~ cia; pero felizmente no tengo porque temerla, pues —395— ti muger esté buena completamente.”---Sea lo.- que fuere, repuso el santo, hareis bien en prepa~ 1aros para volverla al que os la di6.”; Diez dias- despues fué arrebatada de una violenta fiebre que, la condujo al sepulcro. Gerénimo Cordella, célebre médico muy esti- mado de nuestro santo, cay6 gravemente enfermo, y su muger mandé al momento 4 avisarselo 4 Feli- pe, para que orase por él. - Mientras que el en- viado iba apenas subiendo las escaleras de la ca- sa, dijo el siervo de Dios 4 sus discipulos: “Se muere nuestro buen Cordella: Ileg6 su hora.” Ad-. miraronse los que le oian, porque todos ignoraban | que Cordella estuviese.enfermo; pero su ad- miracion subi6 .de punto, al ver que en aquellos momentos entré el criado 4 darel recado que traia 4 nuestro santo. Despues que se despidié, repitié Felipe que Cordella habia Ilegado al fin de . su carrera, y que no le quedaban ya mas que u-> nos cuantos;dias de vida. ‘Pero, padre mio, le dijeron sus 6yentes, si no podeis hacer, nada por su cuerpo, id & lo menos 4 ocuparos de su salva- cion.”----“No dudeis de ello, repficé Felipe, yo. haré en su favor cuanto esté de mi parte.” Ocho dias despues, vinieron muy de mafiana al cuartodel santo,’Gallonio y Consolini, y les dijo: “Cordella ha muerto anoche 4 tal hora yno es verdad?” Re- flecsionando luego que no lo podian saber todavia, mud6 de conversacion. Ambos padres mandaron. 4 averiguar el hecho, y result6 que Cordella habia —i96— tnuerto efectivamente 4 la hora que el santo habia indicade. Habiales admirado que el santo no hubiera ido 4 ver una sola vez 6 este médico por quien manifestaba tan tierno interes; y estaban tan seguros de ello, cuanto que durante todo el tiempo de su enfermedad, no habia puesto un pié fuera del Oratorio. Pero se engaiiaban completa- mente, porque él visit6 al moribundo sin salir de su cuarto, segun se lo confes6 él mismo al carde- nal Cuzano. - : Orinthia, esposa de Pompeyo Colone, mas ilus- tre todavia por sus virtudes que por su alto na- cimiento, cayé enferma, y su marido hizo llamar 4 los mas habilés médicos de Roma, quienes fue- ron de parecer que no habia absolutamente moti- vo detemor. Poco confiada la enferma con la opi- nion de los facultativos, pidié que le llamasen 4 su confesor. Vino luego nuestro santo, y despues de hablarle un gran rato acerca de cosas espiri- tuales, le encarg6 que tuviese presente la pasion. de Nuestro - Seftor Jesucristo. Al salir de alli se encontré con los médicos, y les dijo que aquella , sefiora estaba en grande peligro. “Os: engaiiais,- padre, respondieron ellos riéndose; su estado no ~ presenta gravedad ulguna.”-—“Vosotros asi lo creeis, respondié el-santo; pero yo os aseguro que moriré antes de ocho dias.” Los doctores se rieron todavia con mas ganas; pero no obstante esta riza, la profecia tuvo su exacto cumplimiento. Elena Cibo y su esposo Domingo Mazzé, caye-. —257— “ron 4 un mismo tiempo énfermos, ¥ espantada la madre de Elena, corrié & ver al santo é implor6 el ausilio de sus oraciones, diciéndole que temia perder 4 una y otro & la vez. “Dios se llevara a] marido; respondi6 Felipe, y dejaré 4 la esposa.” En efecto murié Domingo de aquella enfermedad, y Elena san6, la que reconocida 4 este beneficio de Dios, se encerr6 en un monasterio. Tenia dos hermanas, una en el mundo, y otra religiosa en el. convento de la Torre de Miradores. La primera, que se llamaba Victoria, fué un dia & confesarse con Felipe, y le pregunt6 éste si hacia mucho tiempo que no habia visto 4 Visencia; y como le respondiese que si, afladi6é: “Pues os aconsejo que vayais pronto 4 visitarla, porque ya le queda muy poco tiempo de vida.” Algunos dias des- pues dejé de existir. Se disponia Marcelo Ferri para un dilatado via- je, y encontrindosé con el santo, le comunicé su proyecto. Este reflecsion6 un poco y le dijo: “Vuestro padre no tiene ya mas que unos cuantos- dias de vida, y conviene qne le asistais en sus ul-- timos momentos: asi pues, no os vayais,” Didle crédito Marcelo, aunque su padre no estaba en- fermo ni tampéco muy entrado en edad, y le tuvo’ cuenta, porque éste. algunos dias despues fué ata- cado de una violenta enfermedad y conducido al sepulcro. Se hallaba atormentado Virgilio Crescencio, de una enfermedad que no parecia ser gran cosa, pe~ vo Felipe, mas instruido ue el médico del enfer-. mo, faé 4 visitarle. Salidle 4 recibir su esposa. Constancia, y le dijo de luego a luego: “Hija mia, es preciso conformarse con la voluntad de Dios.” Comprendié la muger el sentido dé estas pala- bras, y haciéndole entrar 4 la sala, se ech6 4 sus. pies hecha un 'mar de lagrimas, y le suplicé le conservase 4 su esposo. “Dios quiere que muera ahora, replicé el santo; y en ello esta interesada su salvacion. . {Queréis oponeros 4 su eterna fe-, licidad?” No insistié mas Constancia, y Crescen- cio murié pocos dias despues. Patricio de Patricci, sufria una enfermedad que. segun Ja opinion del médio.no era nada. Sin em- bargo, fué 4 verle Felipe, le confeso y aun le ad- ministr6é los iltimos sacramentos. Hecho esto, y luego que el santose retir6, la miiger del enfer- mo desahogé su mal humor, diciendo que aquel viejo deliraba. El mismo Patricio confesé, aun- que Heno de respeto hacia. su confesor, que le pa- recia excesiva aquella precipitacion: sin embargo; apenas habia pasado un cuarto de hora cuando murié. Fué un dia el santo.4 ver 4 dos dominicos_ata- cados-de la peste: el uno, que era el’ Padre Con- salvi, parecia estar yaen las dltimas: el otro, el Padre Bencini, no estaba sino ligeramente malo, y el santo le dijo que ofreciese gustoso 4 nuestro Se- flor el sacrificio de su vida, afiadiendo al que lo cuidaba, que su muerte estaba proxima. En se- —255— guida, acercandose al otro, le puso su mano sobre la cabeza, con lo que le hizo cesar el delirio, y le dijo: «No temais, vais 4 sanar.” Restablecisse en efecto,’y el primero muri6é 4 pocos dias. Esto hace ver, que’ si el santo profetizaba la muerte, tambien con igual certidumbre anuncia- ba la salud. Para mejor probar esta verdad, multiplicaré los hechos. El cardenal -Sforce, es- taba enfermo hacia ya veinte dias de una fiebre putrida, y ya sele habian administrado los - ulti- mos sacramentos. Desolada su madre, mando rogar & Felipe que lo encomendase en sus oracio- nes: este se recogié un instante, y luego dijo al en- viado: ‘Decid 4 esa sefiora que enjugue sus lé- grimas, porque su hijo no morira de esta enferme- dad.” El resultado hizo ver la verdad de la pro- mesa. Miguel Mercato, médico tan piadoso como ha- bil, y muy amigo de nuestro santo, fué atacado de una enfermedad que le llevé hasta el borde del sepulero. ‘Viendo Felipe 4'su padre anegado en llanto, le dijo: Animo! vuestro hijo vivira.” —~“jAy! respondi6 al anciano, ;seré mucho que viva tinas cuantas horas!”—-“Yo'os digo, replicd el santo, qué no moriré de esta enfermedad.” Sa- n6 en efecto, fué médico del papa Clemente VIII, y vivi6 todavia once afios, al cabo de los cuales, el santo que le habia anunciado la vida, le pre- dijo su préxima muerte para que se preparasc 4 ella, lo que hizo muy santamente. —300— Barthelemy Dotto, uno de los empleados en el palacio del papa, fué acometido de. una fiebre lenta, cuyo resultado,en sentir de los médicos, debia ser la muerte. En efecto, lleg6 4 tal extre- mo su consuncion, que parecia no habia ya espe- ranza alguna. Se le administraron los dltimos sacramentos, y le velaba su familia para conso- larlo y socorrerlo en su agonia. En estas circuns- tancias, uno de sus sobrinos que debia heredar su empleo, si su tio lo habia tenido’el tiempo que en derecho era indispensable para que lo pudiera transmitir, fué & ver y suplicar 4 Felipe que se apiadase de su tio y de él. “Vuestro tio, le res- pondié el santo, triunfaré de esta enfermedad, pe- ro la otra que llegue 4 tener, se lo Ilevaré al se- pulcro. Respecto al empleo, ninca !o obtendreis.” Sané en efecto Barthelemy, :y no murié hasta des- pues de haber vivido otros cuatro afios mas: pero como este tiempo aun no erael debido para que pudiera dejar 4 su sobrino el empleo que disfru- taba, fué dado 4 otro. Asalt6 4 Olympia de Nigri, muger de Marco Antonio Vitelleschi, una fiebre maligna, cuyos sintomas Ilegaron 4 ser tan alarmantes, que los médicos desesperaron de salvarla. Uno de ellos, manisfest6 que en su larga practica, no se le ha- bian presentado mas que tres casos semejantes, y que todos ellgs habian. terminado con la muerte. Encontrabase alli Felipe, y les dijo: “Ia muerte de esta sefiora, seria ahora una grande pérdida —30l— para su familia. Harémos violencia al Cielo, y nos la dejaré.” Desde aquel momento se en- contr6é mejor Ja enferma, y 4 pocos dias curé completamente. Podria aun afiadir otros casos semejantes; pero prefiero pasar 4 otro género de predicciones. Tenia Pedro Focili, una hija de cuatro afios, y pedia 4 nuestro Sefior con suma instancia le diese un hijo varon. Cayé enferma muy peligro- samente la nifia, y él y su esposa corrieron 4 San’ Gerénimo é implorar de Felipe la curacion de aquel objeto de sus caricias. “Es mejor que se la deis & Dios, respondié el santo, supuesto que os la pide.” No les parecié bien esta respuesta, é insistieron; suplicando y lorando, que consi- guiese del Cielo la conservacion de aquella hija. querida. “Pues bietl, repuso Felipe, una vez que asi lo quereis, os loconcede nuestro Sefior, y ade- mas, os dara tambien el hijo que le pedis, en cas- tigo de vuestros.deseos desarreglados que quie- ren’ acomodar la voluntad de Dios 4 la vuestra.” Sand la nifia, y 4 los dos afios despues les nacié un hijo, que fué el tormento de sus padres, por las continuas pesadumbres que les dié miéntras_vi- vieron. Pablo de Petri, cuyo padre casi estaba reduci- do 4 la indigencia, no tuvo trabajo alguno en con- seguir de él le permitiese entrar 4 lg congregacion del Oratorio. Pero 4 poco tiempo gané en el juego una suma considerable, y apesadumbradu —303— de estar sin su hijo, le persiguié de todas mane- ras para hacerlo volver 4'su lado. Fiel el joven ‘4 su vocacion, fué 4 ver al santo una tarde y le ;pidié permiso para pasar al Oratorio de Napoles, en donde podria vivir tranquilo. ‘Felipe se lo permitio y le did su bendicion; en seguida lNamé al portero, y le dijo: ‘‘Magiana cuando vaya 4 salir Pedro, le direis, que no quiero que se vaya.” Recibié Pedro esta 6rden, y se someti6 ella con resignacion; subié 4 ver al santo, y este le dijo: “He mudado de parecer; porque sé muy bien, que ya podreis vivir tan tranquilo en Roma, co- -mo en Napoles.” En efecto, el padre de aquel joven se habia arruinado nuevamente por tos aza- res del juego, y ya no volvié 4 molestar 4 su hijo. Fué un dia Felipe al monasterio de la Torre de Miradores, y Je recibieron ,cuatro religiosas que le Ilevaron 4 la iglesia. En el camino dijo 4 una de ellas, llamada Sor Porcia: “jQueréis que oremos un buen rato?”’---"No puedo, respon- dié, no me lo permite mi empleo.”---""ZY vos? di- jo 4 Sor Magdalena Anguillaria."—~-jAy! padre mio, respondié ella, yo soy una pobré que no sé tener oracion ni hacer nada bueno.”---“,Qué, re- puso el santo, vos no sabéis hacer el bien, estan- do destinada 4 conducir y dar ejemplo 4 las de- nas? gvos no sabeis hacer oracion, siendo ast que un dia habeis de tener muy grande _necesi- dad de ella; porque gqué puede sin la oracion la superiora de una comunidad? No conside- —3(f3-— rais que enténces trendreis ménos libertad que hoy para hablar con Dios, 4 causa de las muchas ocupaciones de yuestro empleo? Ahora que: por deis, haced prgvision para. el tiempo de necesi- dad.” A este discurso que anunciaba una cosa muy poco probable, las cuatro religiosas se pu- sieron 4 reir. “Rios hermanas mias, les dijo el santo, rios cuanto querais, y vos tambien, herma- na Anguillaria; pero con toda y vuestra risa, acor- daos de lo que acabo de predeciros.” * La causa de que se rieran las religiosas, era la” corta edad de Anguillaria, que apenas tenia veinte afios, y¥ no podia ser superiora hasta los sesenta. Pocos dfios antes que Megase & esta edad, fué nombra- da otra tan robusta y tan sana, que parecia harfa mentir la profecia de Felipe; pero ésta religiosa perdio la vista, y la hermana Anguillaria fué elee- ta para sucederle. Tomas Minervetti y Pedro Antonio Morelli, vi- nieron un dia 4 consultar al santo sobre su voca-: cion, enviados por el padre. Jesuita Bincio; To- mas queria ser sacerdote, y Pedro religioso. Di- jp ei santoal segundo: ‘Vos no sereis religioso,” y al primero “ni vos sacerdote.” Sin embargo, uno y otré insistieron en su designio; pero inutil- mente. ‘Tomas acabé por casarse, y Pedro que no pudo ser admitido en ninguna de Jas comuni- dades religiosas 4 que pretendié pertenecer, sv ordené de sacerdote. Vino 4. Roma un virtuoso oficial Hamado | 30h Ottonelli, con objeto de fundar iin, convento de religiosas,.en cuya empresa tropez6 con mul- titud de dificultades. Un ‘amigo suyo le Me- v6 4 ver al padre Felipe, para gncomendar 4 sus oraciones aquel negocio, y luego que le vié venir desde léjos, el santo dijo en voz baja 4 los padres qne estaban con él: “Ved, alli viene uno de vuestros compafieros.” ‘Despues de saludar- lo, le preguaté cial era su profesion. Soldado, respondi6é Ottonelli. “Soldado por ahora, repuso Felipe, pero vos sereis sacerdote mas adelante.” Y diciendo esto le’ bendijo. “Pero, padre, le di- jo el oficial, yo no puedo esperar esta gracia; porque tengo una muger y algunos hijos.---No importa, respondié el santo; esta prediceion se cumpliré.” * Poco tiempo despues perdié 4 su muger y 4 sus hijos varones; las nifias que le quedaron, entraron 4 un convento, y él, impulsa- do por la divina gracia, recibié el sacerdocio. En 1576, partieron para fundar en Milan una casa de la congregacion, cuatro sacerdotes hijos de Felipe. Hacia muy poco tiempo que se ha- bian establecido, cuando el santo dijo 4 Tarugi, que les escribiese se volviesen cuanto antes 4 Ro- ma. Admirado éste de semejante érden, cuyo motivo le era desconocido, se tomé la libertad de hacer observar 4.su padre, que semejante provi- dencia podria indisponer 4 los protectores de la obra. “Obedeced, replicé el santo, y no hagais caso de vuestro juicio.” Escribié en efecto, y —305— luego que aquellos padres recibieron su carta, sa- lieron sin tardanza para Roma. Apenas se pusieron’ en camino, cuando se declaré la peste en Mildn. Pas6 por Roma un clérigo secular, Ilama- do Domingo Rudulsio, & quien sus superiores de Napoles enviaban & Cremona, y durante su mansion en la capital del cristianismo, no falto quien le hablase de la‘ santidad del siervo de Dios, lo que despert6 en él un vive deseo de co- nocerlo. Fué, pues, 4 la iglesia del Oratorio, en donde se encontraba aquel, se le acercé y_ le sa- lud6 besandole la mano. “‘Id, padre mio, le dijo nuestro santo, id 4 donde la obediencia os llama, y trabajad con empefio en la salvacion de las al- mas. Con el tiempo os llamar Dios al obispa- do, para que podais hacerles mayores bienes. Yo os prevengo que os aguarda un grande ‘peligro en el viaje que vais 4 hacer; pero gracias 4 la pro- teccion de la Santisima : Virgen, saldreis de él bueno y sano, auiique si os’ cogtaré mucho traba- jo’? El buen secerdote partié al dia siguiente para continuar su viaje, y pasaron algunas jorna- das sin que le aconteciese ningun accidente. Pe- ro la profecia de Felipe debia cumplirse en la Toscana. Al liegar nuestro viajero 4 la falda de los Alpes, arremetié su caballo, sin preveer el pe- ligro, en una horrible ciénega, en’ que se hundis hasta el pescuezo.. Sus compafieros Je creyeron perdido, y lamentaban su desgracia; pero él, que no habia olvidado'las palabras de nuestro saito, 20 —stG— imploré con. confianza el socorro. de la Santisima Virgen, y luego sinti6.desembarazarse sus brazos, ¥ contra toda esperanza Ileg6.4 salir de aquel -a- bismo, ‘dejando -en él su caballo; mas los aldea- nos de aquel lugar, acudieron 4 socorrerle y lo. sacaron haciéndole tirar por cuatro bueyes: Algu-" nos-afios despues acabé de verificar Paulo V. la prediccion de nuestro santo, elevando 4 aquel sa— cerdote 4 la dignidad episcopal. PPO PL LOLOL ODODE EDOLILLO DELLE DDI ED DELL DLE CAPITULO XXVIII. Continuacion del mismo asunto. =e 9 KV eo oc iy) eg IN dia que el-cuarto de nuestro santo- es- taba leno de jovenes, salié fuera cow 4) nPedro Aldobrandini, y le dijo: “Id 4 os y J q decir 4 vuestros amigos las palabras- siguientes: Me manda el padre Feli- Dre que os diga que he de llegar 4 ser car- denal, y que enténces no entyareis en mi ca~ La (ce —307— si como os dé la gana.”” Este mandato:lo hizo avergonzar y le parecié muy penogo;' pero acos- tumnbrado 4 obedecer en todo 4 nuestro santo, «lo cumplié al pié de la letra. "No tard6 en cumplir- se aquella profecia, porque 4 poco tiempo murié el papa Inocencio, y le sucedié el cardenal Hipo- lito Aldobrandini, quien hizo vestir la pairpura 4 su sobrino. , : El general Aldobrandini, en una vez que visité al santo, vid colgadas de la pared de su cuarto, dos pinturas en papel que representaban las in- signias de los cardenales, y una calavera en me- dio de aquellas dos alegorias. Sospechd que en aquello se encerraba algun misterio, y rogé 4 Fe- lipe se lo esplicase. Excusése al principio; pero fueron tales las instancias del general, que. al fin hubo de ceder, y le dijo riendose:_ “Soy tan loco que se me ha puesto en la cabeza, que despues de mi muerte nuestra congregacion ha de dar 4 la Iglesia dos cardenales.” Verificése esta profe- cfa 4 los tres afids de haber sido: vaticinada; por- que apenas habian transcurrido tres meses des- pues de la muerte del santo, cuando Tarugi’y Baronio fueron condeeorados con Ja pirpura car- denalicia. Felipe anunci6é 4 sus amigos este a- contecimiento, como cosa cierta, mas de veinte afios antes de que se verificase, y esto did lugar 4 un incidente que. merece referirse. , Hablaba un dia de los talentos de Baronio, al padre Nerio de la compantia de Jesus, quien estaba al tanto —308— del alto mérito del sugeto, y dijo 4 Felipe que acaso aquel discipulo suyo, legaria 4 ser algun dia papa. “No, respondié el santo, no legaré hasta alla.” El jesuita no eché en olvido estas palabras; y por lo mismo, cuando despues de la muerte de Clemente VIII, supo que se trataba de elegir pontifice & Baronio, dijo con mucha seguri- dad: “Eso no puede ser; ya Felipe lo predijo.” E! cardenal Pampbhili, se complacia en contar la anécdota siguiente. “Yendo yo un dia 4 casa del bienaventurado padre 4 confesarme, me dijo: Vos deseariais ser cardenal yné es verdad?---Ja- mas he tenido, le contesté, pensamiento tan atre- vido.—-Pero & pesar de eso, repuso el santo, vos lo habeis de ser.--~Y jquién, padre mio, le dije, sera el Pontifice que quiera echar ‘sobre su con- ciencia tal nombramiento?—-El'me respondié: yo repito que sereis cardenal. Yo nilocrei ni vol- vi 4 pensar en ello: y sin embargo, el Papa me elevé & este honor, sin mérito alguno mio, y estoy persuadido que todo lo debo 4 las oraciones del santo.” “Recien ordenado, decia el cardenal de Buba- lo, no cesaba el-santo de decirme que algun dia habia yo de ser candnigo de la basilica del “Vati- cano: y yo me reia de esta prediccion, 4 la que no daba ningun crédito; y una vez le dije: pero, padre mio, gcémo podra ser esto? jamas me ha visto el papa y ni aun sabe que haya tal hombre entre los vivientes.--'Tened paciencia, replicé, y ya —3is— vereis cémo sucede tal cual os lo he dicho. Des- pues de reirme mucho, me despedf de él, mas incredulo que nanca. Sin embargo, algunos me- ses despues, me mandé llamar el cardenal- Aldo- brandini, y me dijo que el soberano Pontifice aca- baba de elevarme & esta dignidad. Corti leno de gozo 4 ver al padre, y le di parte de mi nom- bramiento.—Eso es poca cosa, me dijo, en com- pardcion de lo que os reserva, porque os ha de hacer cardenal. Yo no pude creerlo: tan alto fa- vor me parecia imposible. Mas adelante cai en- fermo en Francia, y mi hermana le levé la noti- cia al santo y le comunicé los temores que tenia por mi vida; pero el buen padre la consol6, di- ciéndole, que yo no moriria sino despues de sér cardenal. Despues de esto gquién podr& poner en duda el que este hombre extraordinario reci- bié el espiritu de profecia?” Igual testimonio le tributaba el cardenal Dic- tricstain. “Siendo yo atin joven, decia, y cama- rero del papa Clemente VIII, me llev6 un dia el cardenal Aldobrandini 4 visitar al bienaventurado padre. Aquel anciano venerable, despues de ha- “berme visto, me hizo pasar & una pieza interior, y me puso en la cabeza un virrete viejo encarna- no, diciendo al mismo tiempo joh que guapo car- denal! Yo que no conocia entonces ni la santi- dad de este buen padre, ni su don de profecia, me incomodé interiormente juzgando que se bur- laba de mi; pero me cayé en atencion & su vejez. —310— Sin embargo, el acontecimiento vino muy pronto 4 verificar la profecia, y 4 condenar mi increduli- dad. Me avergoncé enténces del sentimiento irrespetuoso que experimenté, respecto del sier- vo de Dios, y ahora no puedo ménos ‘que pedir perdon’con todas las veras de mi alma, 4 su res- petable memoria.” Siempre que se trataba de elegir soberano Pon- tifice, sabia ya con anticipacion nuestro santo, quién habia de ser el electo. Durante el céncla- ve que se verificé por muerte de Pio IV, salié un dia del Oratorio con algunos de sus discipulos, y levanté los ojos al cielo, diciendo: ‘Para el 1i- nes préximo tendrémos papa.” Oyé esto Marce- lo Ferri, y pens6é que yael santo sabia quién de- beria obtener aquella suprema dignidad; y de aqui es que se propuso preguntarselo para salir de dudas. En efecto, se paseaba solo con él por laciudad en la mafiana siguiente, y le rog6 le di- jese en lo amistoso, quién reuniria los votos del cénclave. “El cardenal Alejandrino, le respon- dié el santo; y esta eleccion se verificaré precisa- mente el lines en Ja tarde.” La prediccion se cumplié al pié de la letra. Muerto San Pio V, pregunté 4 Felipe el mismo Marcelo, quién seria su sucesor. “ZA quién designa la opinion publica?” le dijo Felipe.---Al cardenal Moron, respondié Marcelo.---“‘No sera él, repuso el padres la eleccion recaeré en. el cardenal Buoncompagno.”. En efecto, este fué el electo, y tomé el nombre de Grégoiro XTIl. —s3)l— ‘Despues del fallecimiento del papa Sixto V, vi- no 4 visitar 4 nuestro santo el cardenal Sfondrato, en cuya presencia hizo reunir Felipe & muchos de sus discipulos, y les mandé que le besasen los pies. Tuvo en seguida una conversacion particular con él, y en ella le anunci6é su présima eleccion. El dia siguiente vino este prelado 4 la iglesia del O- ratorio, y uno de los padres fué 4 decirselo 4 nuestro santo. “Sabed, respondié Felipe, que es- te cardenal va 4 ser papa.” ‘Lo fué en efecto, y tomé elnombre de Gregorio XIV. No ignord tampoco Felipe quién seria su sucesor, y con cua~ tro meses de anticipacion, predijo la eleccion del cardenal Aldobrandini, asi como el nombre que habia de tomar. Siendo aun secular Alejandro de Médicis, y em- bajador del gran duque de Etraria cerca de su santidad, le dijo un dia Felipe en confianza: “Vos sereis cardenal, y despues os sentareis en la silla de Pedro; pero permanecereis en ella poco tiem- po.” Geré6nimo Ghtetti, religioso Agustino, refidé este hecho predicando un panegirico de, nuestro santo, y asegur6 habérselo oidoal mismo papa::y Gregorio XV, 4 quiemse hablaba un dia de este’ testimonio, afiadié él suyo diciendo: Era yo au- tlitor de la rota 41a subida al trono pontificio de Leon XI; fuimos en cuerpo 4 besarle los: piés, y nos dijo entre otras cosas, que ,su pontificado se-. ria corto, porque sabia que habia de morir muy presto.” Por lo demas, Felipe no hablaba de es- —312— tas cosas 4 todo el mundo, sino % sus mas familia- res discipulos, 4 quienes cuidaba de aconsejar no se creyesen de suefios y revelaciones initiles, que no son por lo comun mas que ilusiones del espiri- tu engafiador. Este santo hombre habia recibido tambien del cielo el don de ver lo que pasaba en su -ausencia, lo mismo que.en su presencia. Entraba 4 su cuarto Baronio un domingo por la mafana tem- prane, con el objeto de que lo confesara, y le dijo: “Id al momento al hospital del Espiritu Santo 4 visitar 4 los enfermos.”-—“Es demasiado tempra~ no, padre mio, replics Baronio, y aun estaran todos durmiendo. ”--Haced lo que os digo, re- puso Felipe, y hacedlo con prontitud.” Partié al momento Baronio, y en una de las salas del hos- pital encontré 4 un enfermo que estaba acabando; lo confes6,; le administr6 los Gltimos sacramentos, y apenas habia acabado estos oficios cuando es- piré. Al volver & casa dié cuenta de este suceso 4 nuestro santo, quien le dijo: “Aprended de aqui 4 obedecer siempre sin contradiccion. ‘Vi- no Tarugi 4 confesarse en otra ocasion, y el pa- dre Je dijo: ‘Hace mucho tiempo que no vais 4 ver 4 tal sefiora. Lo he sentido mucho, y por lo mismo id 4 verla ahora mismo, y mafiana os con- fesaré.”. Aquella muger, 4 quien estimaba mucho Felipe por sus virtudes, estaba al morir cuando Tarugi Uegé 4 su casa, y no tuvo mas tiempo de vida que el preciso para recibir log sacramentos. —313 — Igual servicio presté el santo 4 un oficial cuyo es- tado desesperado, solo pudo saber de un modo sobrenatural. Volvia un dia para el Oratorio, Antonio Fanti- no, y desde un balcon lo baiié completamente una muger con una gran cantidad de agua. Indigné- se con este inisulto, pero no obstante call6, temero- so de indisponerse para confesarse. Luego que legé al cuarto del padre, le refirié éste lo que le habia sucedido y le reprendié severamente por el movimiento de célera que no reprimié completa~ mente. Fantino se quedé6 mudo de admiracion viendo por lo que pyesenciaba, el don de profecia que habia recibido el santo padre. Atravesaba éste una vez la ciudad para ir al campo en compafiia de muchos de sus hijos espi- rituales: y al llegar al campo de Flora, experi- ment6 un inovimiento extético, y al momento se puso la mano ‘sobre los ojos, y. Hamando 4 su fiel Marcelo, le dijo: “A qué hombres habeis dado alojamiento en vuestra casa? A unos hombres bien nacidos, respondi6, y de un trato muy agra- dable.---Tened mucho cuidado, replicé el santo, estan maquinando en este momento un asesinato. Espantado Marcelo, se volvié 4 su casa, lleg6 fe- lizmente 4 descubrir sus intenciones, y con su pru- dencia logré remediarlo todo. : Tuvo una tarde Pablo Recuperati una conver- sacion secreta con un amigo suyo; y 4la mafiana siguiente vino 4 ver al santo, quien le refirié. pala~ —3l4— bra por palabra cuanto habia pasado entre él y sv amnigo. Aunque él sabia muy bien que este no era conocido de Felipe, creyé sin embargo que tal- vez la habria contado 4 algun otro que habria-ve- nido 4 referirsela. Para salir de dudas fué 4 in- formarse de su amigo, quien le protest6 formalmen- te qué no habia confiado aquel secreto 4 nadie: y eniténces no le cupo duda que el santo {o habia sa- bido per revelacion. Mucio Achillé tuvo en sujuventud por direc- tor de su conciencia al siervo de Dios, y se habia hecho bajo su direccion, un hombre espiritual. Se. volvié 4 su patria y alli se descuidé en velar so- bre su amor propio y este pérfido enemigo lo puso en un camino de ilusion. Por fortuna suya reci- bié una carta del santo en la que le avisaba los pe-" ligros desu estado, y le-encargaba mucho muda- se de vida. Su lectura hizo en su espiritu todo el efecto que era de desearse, porque Mucio se: persuadié enteramente que’ su antiguo director no habria podido saber las cosas que le repren- dia, si el Cielo no se las hubiera revelado para su: bien. Recibié Juan Bautista Lamberti una. carta de: supadre, en la que le avisaba que acababa de‘mo- rir en Messina un tio suyo, y que le habia -consti- tuido su heredero. En consecuencia, se -dispuso” el jéven para pasar 4 Cicilia 4 recoger aquella for- tuna que.era considerable; y la vispera de gu via-? je fué 4 ver al santo, para. poner en ‘su--corioci- —315— miento lo que pasaba, y confesarse al mismo'tiem- po." “Yo as confesaré de muy buena gana, le contést6, pero renunciad al viaje’ de que me ha- blais, porque ireis de valde, 4 causa de que vues- tro tio esta en plena convalescencia, y no tardareis en recibir una carta amistosa ‘suya acompafiada de un regalo que os envia.” Dié crédito Juan 4 las palabras de su confesor, yocho dias despues recibi6 la carta y el presente de +que el ‘santo le habia hablado. Fué al momento 4 darle-cuenta de esto, ¥ miréndole Felipe con ojos severos, le di- j0: “Quiero que esto quede sepultado en él mas profundo silencio.” Lantberti obsequié la érden de su confesor mientras vivid y no revelo esta pre- diccion hasta despues de su muerte. José Marsi tuvo noticias de la muerte de su madre, y fué luego 4 ver al santo para’ encofnen- darla 4 sus oraciories; pero era, tal su dolor, que no le fué posible articular una sola palabra. “Hi- jo mio, le dijo Felipe, lo que os han escrito no es mas que una falsedad: vuestra madre esta bue- na.” A pocos dias le remitié la Sefiora una carta escrita por ella misma. . Supo una mafiana Julio Savera la muerte de su madre, antes de tener noticia siquiera que. hu- biera estado enferma, y al momento se fué &,con- fesar con nuestro santo. Entréal cuarto del pa~ dre, triste y silencioso, y sin decirle nada, se arro- dillé para confesarse. Queriendo Felipe conso- larlo, le dijo: “Regocijaos, hijo mio, y daos mil —a6— parabienes; vuestra madre esté en el cielo,” Quedé admirado Julio, al oirle hablar de la muer- te de su madre, la que no podia haber sabido sino por un conducto sobrenatural, quedando suma- mente consolado por la seguridad que le daba de la salvacion de aquella 4 quien debia la vida. Encargé un dia Marcelo Vitelleschi, 4 uno de sus criados, lIlevase al santo dos vasos llenos de agua de florde naranja. Por una torpeza del criado solo ‘pudo Hevar un solo vaso, 4 causa de haber roto el otro en el camino; y al recibirlo Fe- lipe le dijo riéndose: “3Y el otro os lo habreis be- bido sin duda?” Qued6 admirado el pobre hom- bre y le cont6 lo que le habia sucedido. De vuel- ta & casa, pregunt6 4 su amo, si le habia dicho al- go al santo-del presente que iba 4 hacerle; y como la respuesta fué negativa, comprendié desde lue- go que Jo habia sabido por revelacion, —317— POPPED LOLOL LOLOL OLPL PIPL E PLO LELOTOPLEOOLOLO DS CAPITULO XXIX. Penetra Felipe los secretos de los corazones. * ECIBIO el siervo de Dios este don en un in grado tan admirable, que nada se le ocultaba de la conducta de sus Seg espirituales. Cuanto de- cian, cuanto pensaban, cuanto bueno 6 malo hacian, todo Jo sabia y se los conta- ba 4 ellos mismos tal cual habia pasado. No po- dian dejar la oracion, 6 disminuir el tiempo que de- bian emplear en ella, sin que él dejara de saber- lo perfectisimamente: y le eran tan conocidas las conversaciones que habian tenido, como si él mis- mo lashubiera estado oyendo con sus propios oidos, Por lo mismo, aquellos 4 quienes su propia con- ciencia tenia algo que reprender, huian de su pre- —318— sencia, al paso que otros que no se hallaban en es- te caso la solicitaban con ansia. Si alguna vez se daba el caso que algunos de ellos pasaban un ra- to en vanos discursos 6 en algo que pudiera ser reprensible, bastaba para que se ocupasen de otra cosa, decirles: «Cuidado! lo sabra e] Padre Fe- lipe.” Vanamente procuraria algun penitente en- gaftarlo, porque al momento descubria su pérfida intencion; pero al mismo tiempo podian éstar se-" guras en sus confesiones las personas de concien- cia delicada, cuando él quedaba satisfecho de ellas; porqué puede decirse que él veia tanto el bien como elmal. Probémos lo dicho-,con ejem- plos. Rafael Lupo, joven libertino, tenia por amigo 4 un discipulo de nuestro santo, y urgido. por él 4 tmudar de vida, y queriendo librarse de sus instan- cias, le ofrecié hacerlo asi y aun:ir en su- compa- fiia 4 ver al siervo de. Dios. Creia ‘que con ha- cer una, visita 4 Felipe, saldria del apuro; pero no era esta la intencion desu amigo.". “Aqui te- neis, padre mio, le dijo sefalando 4 Lupo, 4 ur Joven arrepentido de su yida p” sada, y que desea expiar sus faltas con la penitencia: hacedle la gra- cia de confesarle. Se estremecid Lupo al oir lo que prdponia su amigo, pues nada estaba mas lé- jos de su intencion; pero por no disgustarlo, se at- rodillé € hizo una _confesion fingida. * Ilustrado Felipe por Dios del mal estado de la conciencia de aquel hombre, le puso la mano carifiosamente ~—3I— sobre la cabeza, y le dijo: “En vano, hijo mio, que~ reis engafiar & mi vejez. .E] Espiritu Santo me ha revelado todos vuestros pecados;.confesadlos con toda verdad & vuestro Dios, y ésperad en su mi- sericordia.” Herido con estas palabras el falso penitente, mudé al momento de sentimientos; hizo’ yna sincera confesion de toda su vida, y desde aquel dia fué tan prodigiosa su mutacion, que ya no fué el mismo.hombre. Reform6 sus costum- bres ejerciténdose en obras piadosas, y por ulti- mo, entré 4 la religion de San Francisco en. la que: vivid y: murié santamente. . Maria Magdalena de Anguillara, se fué 4 con-- fesar un dia con. Felipe con tan corta disposicion, que no pudo acordarse de algunas faltas impor-: tantes, de que debia acusarse. Conocidlo el san- to y le dijo: “Id 4 examinaros un poco mas, 'y despues-volvereis:’ Fué 4 hacerlo asi, y encoa~ tr6 en efecto muchas faltas que vino 4 decirles. despues de lo cual, temerosa de que aun algo se le olvidase, Je rogé que la ayudara con sus pre- guntas. “Es inutil ego, le respondié el santo,. vuestra- conciencia esta ya completamente lim- pia.” ‘Al salir de alli, se.dijo esta muger 4si mis- ina: “Sin duda alguna, me ha dicho esto el pa- dre para tranquilizarme; porque él no pudde ver ciertamente lo que pasa en mi interior.” Volvid- 4 verle 4 poco tiempo, y e] santo le declaré una 4 una, todas las faltas que habia cometido desde su Ultima confesion, Comprendi6 ella enténces —399— muy bien el objeto de esta leccion, y miré ya & su confesor, como 4 un profeta. Santiago Crecenti estaba un dia muy afligido por el temor de haber olvidado algun pecado gra- ve en sus confesiones, y se lo manifesté asi al san- to. “Tranquitizaos, hijo mio, le dijo el siervo de Dios; porque si vuestra conciencia estuviera ain manchada, yo la veria claramente: tened esto por cierto.” Francisco de Molaria se confes6 gene- ralmente y despues volvié 4 acusarse de las faltas que aun habia encontrado. Asi que acabé, le pregunté el santo sino habia cometido un pecado de tal especie. “Si padre, respondié.—Y por- qué no lo confesais?” Replicé el santo. Fran- cisco respondi6 que porque creia haberlo hecho ya -asi. “Os engafiais, le dijo el padre; estad seguro que ninca os habeis acusado de él.” Este, des- pues de una madura reflecsion, advirtié en efecto que lo habia olvidado en todas sus confesiones an- teriores. José Zerla, afirmaba que no contento el santo con descubrirle sus faltas mas ocultas, le in- dicaba las tentaciones que le habian de asaltar, y le seftalaba los medios de que debia servirse para combatirlas. . Un grave eclesiastico de Siena, amigo intimo de muchos de los miembros de 1a congregacion, vino una vez & Roma y paré en Ja casa -del Ora- torio. En la misma tarde de su llegada noté el humor festivo de Felipe, que no pudo ménos de repugnar 4 sus ideas, y de hacerle dudar de que —32)]— este padre fuera un santo, como Jo decia Ja opi- nion piblica. Se fué 4 reconciliar 41a mafiana siguiente con él, y no se acusé dei juicio de que hemos hablado; acaso porque por la severidad de sus principios le juzgaba justo. Felipe, que veia en su corazon lo que pasaba, le dijo: “;Porqué no me hablais de la admiracion que os caus6 ayer la ligereza de mi conducta?” Admirado el peni- tente de ver que aquel hombre sabia lo que 61 soio guardaba en su corazon, creyé que ‘recibia de lo - alto las luces proféticas, yno pudo dudar ya de su eminente santidad. Vino un dia una muger 4 rogar & este buen pa- dre quisiese confegarla: pero esta confesion no era paraella, mas que una ocasion que queria a- provechar para que el santo le diese una limos- nu. Felipe que conocié su’ intencion, le dijo: “Marchaos, buena inuger; no hay aqui limosna para vos.” Como confesor experimentado, no po- dia sufrir que se hiciera comercio de la devocion; pero por lo demas, tenia buen cuidado de socor- rer las necesidades de sus penitentes pobres, por medio de manos estrafias, 4 fin de que nadie vi- niese 4su tribunal con otra mira, que con la de remediar sus necesidades espirituales. Sialguno le ocultaba 4 subiendas alguna falta, luego al momento lo reprendia severamente, y le hacia hablar con sinceridad. Hector Modio, no le manifest6 un dia en su confesion, ciertas tenta- éiones de que no habia salido muy limpio. “jQué 2i —IJ33— confesion es ésta? le dijo el santo. jHabeis teni- do pensamientos impuros,. los habeis desechado con suma negligencia, y los callais!” Esta cor- reccion produjo su efecto, porque el joven se con- fesé ya desde enténces con la franqueza conve- niente. Otro de sus penitentes, despues de una borrasca. - nocturna de que no salié. muy limpio, no se atre- ¥i6 4 ir 4 ver al santo la majiana siguiente, como se lo.habia propuesto. Sin embargo, se resolvié 4 ir en la tarde al Oratorio cuando ya habia en él una buena reunion y procur6é ponerse en un lu- gar apartado, para que el padre no le viese. Pe- ro vana precaucion. Felipe se fué derecho 4 él y sacéndolo aparte, le refirié cuanto le habia pa- sado en aquella tentacion. Otra vez fué este mis- mo hombre 4 un lugar peligroso, temiendo siem- pre que su confesor lo llegase 4 saber. Lo supo enel acta, y no dejé de decirselo en primera o- easion, dandole una muy buena reprimenda. Otro procuré engafiarle, ocultandole ciertos pe- eados graves. Luego que acab6 su confesion, le dijo el santo: “Agregad ahora tal pecado que me ocultais por vergiienza, y despues tales otros que vuestro orgullo os ha hecho callar hasta hoy.” Confundido el pobre penitente no pudo. contener sus lagrimas, y solicité hacer una confesion de to- da su vida. Mudése su corazon desde aquel mo- mento é hizo su acusacion con toda la franqueza que era de desear, siendo ya en lo sucesivo um: —323— hombre tan piadoso, como perverso: habia sido hasta enténces. Otro. temblaba 4 sus pies, como la hoja de un arbol, y permanecia mudo de vergiienza y dolor.. “jPor qué no me hablais.,hijo. mio? le dijo el santo. ----Padre mio, le respondié, tengo un pecado tan grave, que no me atrevo4 confesaroslo.—Sosegaos,. le dijo. Felipe: lo estoy mirando en vuestra con- ciencia, es tal cosa.”’ Uno de-sus discipulos jévenes, cometi6, por una. desgracia, un pecado vergonzoso: le falt6 valor para irselo 4 manifestar 4 su padre, y fué 4 con-- fesarse con otro sacerdote. Luego que vino des- pues 4 reconciliarse, le dijo Felipe: “Temisteis,. hijo mio, venir 4 acusaros conmigo de la desgra-- cia que os sucedi6, y fuisteis 4 manifestarsela 4 otro, jqué habeis ganado con.eso? Dios.me la ha revelado, para que tengais dos vergiienzas: en lv- . gar de una: es tal cosa.” Podria citar muchos. ejemplos semejantes; pero ya sobra com los que llevo dichos 4 cerca de este género de _profecias:. hablaré abora del conocimiento que tenia de- las. tentaciones que afligian 4 las almas, y de: los di- versos secretos encerracles en lo.intimo de los co- razones, sabidos de solo Dios. Blas Betti era presa, hacia y.amas.de un.afio, de unas tentaciones tan violentas,.que nilaoracion nila maceracion de su cuerpo habiau:podido librarlo de- ellas. Ocurridle el pensamiento’ de ir 4 pedir consejo 4 Felipe; y en consecuencia, se fué 4 la —3o4— iglesia del Oratorio, 4 donde el santo éstaba con- fesando. Viendo que tenia ya poca gente, se de- termind 4aguardarle, paseandose entretanto, bajo elperistilo. Felipe inspirado del Cielo, luego que acabé de confesar, se fué 4 buscarle, y le dijo: “Ya sé 4 lo que venis. Id 4 ver 4 vuestro confesor, y haced lo que os mande. Las tentaciones que os atormentan no podran resistir 4 la obediencia.” Admirado Blas de oirle hablar con tanta instruc- cion 4 cerca de su estado interior, cosa que no le era posible saber por medios humanos, le obe- decié con tanta prontitud como confianza y consi- guid verse libre de sus terribles tentaciones. Claudio Neri, célebre jurisconsulto, era tambien un hombre de eminente piedad é intimo amigo del padre Felipe. Violentamente tentado por el espiritu de tinieblas, dejé poco 4 poco sus egerci- cios espirituales, y renuncié 4 la frecuente comu- nion. Mas de una vez tuvo el pensamiento de a- brir su corazon 4 su amigo; pero siempre se lo im- pedia un mathadado temor, y fué preciso 4 su pe- sar, que la bondad divina le entregase 4 los bene- ficos consejos de éste habil médico. Hé aqui con que ocasion tuvo lugar esta gracia del Cielo. Ca- y6 enfermo Felipe, y el afecto que Claudio le pro- tesaba, le condujo al lecho del santo, quien des- pues de hablarle sobre diversas cosas, se le que- dé mirando, y le dijo: “Estoy dispuesto 4 oir lo que me quereis decir.----Yo no tengo cosa que de iras, padre mio, respondié Neri: dnicamente —325— he venido 4 visitaros.----Si, si, replicé el santo, vos teneis que comunicarme cierta cosa que os in- teresa.---No, padre, yo os aseguro que no, respon- dié Neri; cuyo espanto se echaba de ver cada vez mas y mas.--—-Supuesto que no quereis hablarme, oid lo que os voy 4 decir. Tenia yo un amigo muy querido 4 quien asaltaban unas graves tenta- ciones que debi6 haberme manifestado, pues la gracia y la amistad asi lo exijian: pero le falté valor para ello, y prefirié quedarse sin consejo y sin a- poyo; por lo cual vino 4 ser muy presto el jugue- te de su enemigo, que lo ha obligado 4 dejar.una tras otra sus devociones; lo ha alejado de la sa- yrada mesa, y ha puesto en gran peligro su sal: vacion. Si él hubiera sido un poco mas humilde, me habria declarado que el demonio impuro le atormentaba de tal y tal manera, y yo le babria indicado el yemedio.” El pobre Neri se quedé de una pieza, sin poder articular una palabra; pe- ro se aproveché del remedio y consiguié su cura- cion. Vicente Begeo, joven lisonjeado por las vanida- des del mundo, tuvo un dia el pensamiento de ha- cerse religioso dowinico, y sin meditarlo mas, se fué al convento de Santa Maria Minerva, pidio audiencia al padre maestro de novicios, y le dié parte de la inspiracion que habia tenido. ‘jHa- ce mucho tiempo, le pregunté el religioso, que os ocupa este pensamiento?---No, padre, respondié Viecnte; me ha venido ahora yendo por tal calle. —336— Es, sin duda una inspiracion; tal la creo y podeis estar cierto de ello.---Esta seria una impruden- cia, hijo mio, le dijo el religioso. Yo os aconsejo que vayais 4 ver al padre Felipe y que le consul- teis este negocio; y enténces volvereis 4 darme parte de su modo de pensar, que para mi sera cl de Dios.” Vicente se encaminé al Oratorio, y encontré en la puerta de la iglesia al santo ha- blando con una persona. Juego que estuvo bas_ tante cerca de él, levant6 Felipe la cabeza, y le dijo: “Aguardad, hijo mio, mientras acabo con este.sefior; ya sé 4 lo que vents.” Luego que se retir6 aquella persona, se acercé ul joven, le puso’ Carifiosamente la mano en la cabeza, y le dijo: “E] maestro de novicios del convéento de Minerva, os envia 4 mi para que me consulteis si teneis vo- cacion para dominico. Id 4 decirle de mi parte, que el deseo que sentis viene de Dios.” Asom- brado Vicente de aquella respuesta profética, cor ri6 4 comunicarla al maestro de novicios, quien le dijo niéndose: “Supuesto que Dios quiere que Seais dominico, yo tambien lo quiero; venid lo. mas pronto que podais.” Cineo dias despues vis- tid el habito religioso en presencia de Felipe, & quien el jéven habia convidado para que fuera testigo de su dicha. Domingo Scoppa, 4 quien el Cielo Ilamaba. al estado religioso, se detenia en el siglo 4 causa de algunos temores quiméricos, que no se atrevia & manifestar 4 su confesor. Viendo éste que no podia —327— @eterminarlo, le propuso se sujetase al dictamen de Felipe,-y habieudo consentido en ello, le con- dujo al santo. Este le exhortd eficazmente 4 que siguiese la inspiracion de ja gracia, asegurandole queella era la que le inclinaba 4 hacerse religioso. “Despues le !levé aparte, y le dijo al oido: “Te- ned 4nimo, esa pobreza que temeis ahora, sera un delicioso consuelo para vos.” Sorprendidse Domingo al ver que el santo leia lo que pasaba’ en su corazon; porque su indecision no tenia otra ‘Causa ciertamente que aquel temor, el cual no ha- bia jamas confiado 4 persona alguna. Desde en- ténces no vacilé ya en su vocacion, y experimen- t6 lo que el santo le habia prometido. Luis de Torres, discipulo joven de nuestro san- to, repar6 un.dia en la vejez del vestido del padre y resolvié comprarle unonuevo. A la mafiana siguiente volvié de su casa provisto del dinero ne- cesario, con intencion de ir 4 comprar el géne- ro propio para el efecto. Felipe, instruido por Dios de} designio de su discipulo, le llevé 4 su cuarto, y abriéndole él estante en-que guardaba su ropa, le dijo: “Ya veis que no me faltan vestidos; no hagais, pues, un gasto initil.” Fué arrebata- do Torres de admiracion, porque 4 nadie habia comunicado su pensamiento; y mas tarde, hallan- dose ya revestido de la pirpura romana, depuso este hecho bajo la sagrada religion del juramento. ‘Tenia Claudio Neri una hija que deseaba ser re- ligiosa de cierto convento, pero él queria que lo —338— fuese de otro. Sabedor de esto Felipe por el Cie- lo, fueron tales sus oraciones, que lleg6 4 conse- guir que la joven mudase de inclinacion y entra- ra gustosa al monasterio que su padre habia es- comido, que fué el de la Torre de Miradores.* - Acababa de perder 4 su esposo Constancia de Drago, y se hallaba con tal motivo entregada 4 un acerbo dolor. Crey6é nuestro santo un deber su- yo, hacerle una visita de consuelo, y esta sefiora, al verle, se dijo 4 si misma: “Mas valiera que se hubiera muerto este viejo que no mi esposo que era todavia tan jéven.---Teneis razon, hija mia, le dijo el santo, respondiéndo 4 su pensamiento. Yo no soy ya mas que un cadaver ambulante, y vues- tro esposo era un hombre en la flor de su edad.” Constancia se llené de vergiienza y pretendi6 dis- culparse; pero su turbacion se lo impidi6. En su pesar, habia resuelto hacer no sé qué buena obra, que ya despues no quiso ejecutar: pero este se- creto habia permanecido en su corazon. Sin em- bargo, Felipe la vi6 un dia en su iglesia, se acer- c6 4 ella, y le dijo: “Y aquella’ buena obra que prometisteis gcuéndo la cumplis? Ya sabeis que no es conveniente abandonar una buena resolu- cion.” Prometié Constancia ponerla en practica y cumplié su palabra. * Fué un diael santo 4 ver 4 las religiosas de San- ta Marta, y muchas de ellas aprovecharon la oca- sion para abrirle sus corazones. Entre ellas ha- bia una que atormentada hacia ya mucho tiempo —325— de un pensamiento de desesperacion, no se habia atrevido 4 descubrirlo 4 nadie. Sin embargo, lle- na de confianza en las luces del santo, se resolvié 4 confesarselo, Luego que ella estuvo cerca de él, y antes que abriera la boca, el siervo de Dios le dijo riéndose: “Vaya que lo habeis hecho bien, hija mia, os estais creyendo condenada 4 las Ila- mas eternas, siendo asi que es vuestro el, paraiso. ---No lo puedo creer, padre mio, respondié ella.--- Eso quiere decir que sois una tonta, replicéel santo, y os lo voy 4 probar. Decidme, Escolastica, por quién murié nuestro Sefior Jesueristo?---Ella res- pondié: Por los pecadores.--Ahora, afiadié Felipe, decidme, jqué cosa sois vos?---Yo soy una grande pecadora, respondié Escolastica llorando.----Lue- go Jesucristo murié por vos, repuso el santo, y murié tambien para abriros las puertas del cielo. Esta claro, pues, que el paraiso es vuestro; porque no me cabe duda que vos detestais vuestros pe- cados.” Movida milagrosamente la religiosa cou estas palabras, desde aquel momento comenzé a respirar, y aquella dulce palabra, “ei paraiso es vuestro,” no cesé durante su vida de consolar y de regocijar su alma. Un joven de diez y seis afios, revestido ya del sacerdocio, vino un dia con trage de seglar 4 ver al santo. Este, despues de habérsele quedado mirando, le dijo: “A pesur de vuestre disfraz, es- toy mirando que sois sacerdote.---;Oh! si, respon- dié él. Mis parientes me han obligado 4 tomar —33I— este estado, por despojarme de una rica ‘heren- cia.” Felipe le recibié en su casa, le hizo instruir en las ciencias necesarias 4 su profesion, cuidé muy particularmente de su formacion espiritual, x cuando ya hubo hecho de él un sacerdote virtuoso y capaz, le envié muy gozoso 4 su pais. {Pero edmo pudo eonocer-que este joven era sacerdote, en una, edad tan tierna y bajo tan completo dis- fréz? Esto mismo le pregunté Tarugi, y él le res- pondié, que habia visto brillar en el rostro de este joven el esplendor de su caracter. El cardenal’ Federico Borromeo, ~atestiguaba que el santo conocia, con solo ver 4 sus discipu- los, los cambios que hacian en el bien 6 en el mal. Dijo un dia 4 uno de ellos: “jAy, hijo mio, que féa esta vuestra fisonomia!” Comprendié e] joven lo que le queria decir, y movido con esta reprension, se apresuré 4 poner su alma en buen estado. Luego que volvié 4 ver al padre, aun- que éste ignoraba lo que habia hecho su discipu- lo, noté muy bien que su corazon estaba ya purifi- cado, ¥ le dijo sonriéndose: ‘;Qué hermoso es- tais hoy, hijo mia! asi es. como yo os quiero.” ~—33)]— PLO ALSIP L POLO OL IDA IL LI LIL IPL LOLOL LDL IDLE LD D CAPITULO XXX. Prudencia y discrecion de Felipe, en el gobierno de las almas. SE OSE | UNQUE Felipe estaba lleno de des- Wprecio hdcia su persona, y queria que los demas tambien lo despreciasen, 4. cuyo fin se fingia siempre nécio y aun - insensato, ninguno se engafié con sus estratagemas, antes bien, todos los que le trataban reconocian en él una suma prudencia y habilidad, por lo que de todas partes le consultaban como un oraculo. El papa Gregorio XIV seguia su parecer en los negocios de alta gravedzd. Cle- mente VII hizo otro tanto, muy especialmen.- te cuando se traté de volver a la fé catélica al rey de Francia Enrique IV. Leon XJ recurria ain con mas frecuencia d@ la sabiduria de ‘sus conse- jos) San Carlos Borromeo tenia con él conferen- cias de muchas horas. Nose desocupaba su ~—332— cuarto de cardenales, de obispos y de principes que venian 4 someter 4 su jucio sus embarazos y dificultades. El célebre general de la compafiia de Jesus, Claudio Acuaviva, no obstante su mux conocido saber, tenia con él largas y frecuentes con- ferencias sobre los negocios de su religion. Los su- petiores de las demas Ordenes hacian otro tanto, y uno de ellos, despues de la muerte del santo, depuso lo siguiente, bajo la sagrada religion del juramento: “Yo.he tenido ocasion de consultar 4 cnantos hom- - bres eminentes en ciencia y virtud encierra Roma, y no he encontrado otro que haya resuelto mis du- das con tanta prudencia y tino coma el padre Fe- lipe. ” No habia para él negocio embrollado, y sabia siempre encontrar medio para salir de los mas in- trincados. Es cierto que algunas veces parecian sus consejos alrevidos y aun imprudentes; pero los resultados venian siempré 4 justificarlos, suce- diendo enténces la admiracion al temor que se ha- bia tenido en seguirlos. Por lo demas, no le gusta- ba ingerirse en asuntos agenos, y no se entregaba ninca sino con una prudente reserva 4 su humor oficioso. Encaryébale ano en cierto dia, que fuera 4 hablar al papa 4 cerca de un negocio que no !¢ interesaba, y respondid: “Caalquiera otro que Yo puede hacer eso con mejor éxito: la pruden- cia exige que economice mis recomendaciones al pontifice, para tenerle grato cuando sea necesario; de lo contrario pareceré importuno.” —333— Procedia con tanta seguridad en el discerni- miento de espiritus, que en esta materia parecian infalibles sus juicios. ‘Todos los que por su dic- tamen abrazaron el estado religioso, vivieron fe- lices y contentos en él hasta el fin de sugcarrera: y por el contrario, los que se entraron 4 él contra su parecer, inas tarde 6 mas temprano, tuvieron motivos de arrepentirse. Y 4 pesar de los peli- gros del siglo, aquellos que por seguir la opinion de este grande hombre, se quedaron en el mundo, hicieron grandes progresos en la virtud; prueba evidente de que estaban en su verdadera voca- cion. Hé aqui algunos ejemplos. Juan Bautista Vitellio, joven de una conducta arreglada, vino expresamente desde Foligno @ Ro- ma, para saber de boca de Felipe cual era su vo- cacion. Al comenzar su confesion, le dijo: “Pa- dre mio, os entrego enteramente mi voluntad, y estoy dispuesto 4 seguir la -vocacion que Dios me manifieste por vuestro medio. Pero como es ne~ cesario que ante toclo me conozcais, voy & haceros una confesion general.” Y al dec'r ésto, sacé un papel de su bolsa é iba 4 darle lectura; pero el san- to se lo quité de la manoy lo hizo pedazos, di- ciendo: “Ya esté; basta.” Queria sin duda expe- rimentar su obediencia, la cual fué perfecta, pues el jéven no se permitié la menor observacion. lio admitié el santo desde enténces 4 su amistad, con el objeto de poderlo humillar y mortificar 4 su gusto; pero el nuevo discipulo salié triunfante —33h— de unas pruebas tan dificiles que costaba trabajo. soportarlas 4 algunos. religiosos. " Mas 4 pesar de- todo, nada le decia el santo respecto-4:su voca- @10n, no obstante que por eso se habia puesto en: ‘us magos. Callaba, pues, y aguardaba tran- quilo la resolucion de Felipe. Un dia se fué & orar 4 la iglesia de San Buenaventura, y le parecid. oir una voz que le decia interiormente:. “Juan. Bautista, vuélvete 4. Foligno.” Luego qne volvié- 4 ver al santo, no Je dijo una palabra respecto de- esta orden del Cielo;. pero Felipe que ya la sabia,. le dijo: “Es voluntad de Dios que permanezcais- en el siglo: volveos 4 Foligno, donde-os quiere por ahora, y petmaneced alli hasté que os mande otra cosa.” Bien sabia, al decir esto, que la Pro-- videucia ninca le Namaria 4 otra parte; pero que- ria que tuviese libre su corazon de todo. apego 4 su familia y & su patria; disposicion importante- para Ja’vida espiritual.. Juan Bautista volvié en efecto al pais de su nacimiento; en donde no ces6. .de edificar & sus habitantes, habiendo muerto san-- tamente despues de una vida de mas de ochen~ ta afios. Cuando Baronio era todavia joven, quiso ser-ca-- puchino, y Felipe le negé su consentimiento, el que: no pudo conseguir 4 pesar de sus continuas instan- cias, Murmuraron algunos de este consejo, y aun se atrevieron 4 decir que Felipe no apreciaba las ordenes religiosas. Supo estos rumores; pero no hizo aprecio de ellos, porque sabia ya lo que Dios queria hacer de su jéven discipu'o, —335— Francisco: Puccio se creyé igualmente Mamado. é tomar el habito de capuehino, y manifest6 su de~ seo al bienaventurado. padre: “No penseis en eso; hijo mio, le decia, se opone vuestra salud 4 que séais admitido en esa orden; y no sois 4 propésito- para el estado religioso: permaneced en el siglo,. yen él sereis mas Gtil para vos y para los de- mas.” Este razonamiento, en lugar de conven- cer 4 Puccio, encendié mas sus deseos, y volvié- tantas veces 4 la carga, con nuevos argumentos, que al fin, vencido el padre por su tenacidad, le- dijo un dia: “Id, pues, 4 los capuchinos, supues- to que creeis que Dios 0s llama alla; pero yo sé- que no permanecereis entre ellos.” En efecto; entré en el convento de eapuchinos de Viterbo, en el que estuvo seis meses como un fervoroso novi- cio; pero en seguida se quebranté su salud, y tuvo que volverse 4 su patria, ea donde se enfermd atavemente. Parece que esto era snficiente para que conociese este hombre su error y renunciara & un proyecto que le dictaba su propia prudencia. Pero sucedié todo lo contrario, pues hizo voto de continuar su noviciado si Ylegaba & sanar. Res- tableciése en efecto, y 4 penas recobro sus fuer- zas, cuando se puso en eamino para volver al mo- nasterio. Al pasar por Roma, el santo procuré detenerle, pero no lo consiguidé, porque el voto que habia hecho le servia de excusa. Felipe le ofre- cié coumutirseio; ‘pero no quiso. Enténces eb buen padre escribi6 al general de los capuchiuos, —336— instruyéndole de lo que pasaba, y le envid 4 su joven al dia siguiente. “,Qué quereis?’” le dijo el prelado al verle entrar 4 su cuarto.-—*Vengo, res- pondié Francisco, 4 solicitar de vuestra reveren- cia la gracia de continuar mi noviciado, que una enfermedad me obligé 4 dejar.---Eso no puede ser, respondio el general; porque vuestra salud es~ demasiado débil para que podais guardar nues- tra regla, y es preciso que penseis en otra co- sa.” Francisco aleg6 el voto que habia hecho; mage] superior le contest6: “Eso esté bueno para vos, pero no para mi que no he. hecho voto de admitiros,” y le despidié. Su pretendida voca- cion no pudo ya resistir y se desvanecié como un suetio. Décil ya este joven 4 los consejos del san- to, se ordend de sacerdote y llegé a ser arcediano de Prenestino, en donde hizo innumerables bienes. Un joven portugués de diez y siete afios, llegd 4 ser bajo la direccion de Felipe, uno de los mas raros hombres espirituales. No solo excedia en virtdd 4 los demas discipulos del santo, sino que hablaba de las cosas de Dios con una sabiduria prodigiosa y de un modo sumamente agradable. os directores mas eminentes en ciencia y virlud, solicitaban su conversacion, y no se cansaban de oirle discurrir sobre las cosas mas_sublimes de la. inistica teologia. Despues de llegar 4 tan eleva- da perfeccion, le vino el deseo de hacerse religiv- so y se lo manifest6 4 su santo clirector, quien eu lugar de aprobarle su pensamiento, lo combatid —337— cuanto pudo. Insistié el jéven y fueron tantas sus instancias, que al fin lego 4 decirle Felipe: “Td, hijo mio; y supuesto que asi lo quereis, yo os entrego 4 los deseos de vuestro corazon.” Este lenguage hubiera debido espantarle; pero era tal la violencia de su deseo, que no Je dié lugar 4 la reflexion. A pocos dias entré al monasterio que habia elegido, pas6 su noviciado de una manera edificante y se le admitio 41a profesion. Convi- dése 4 Felipe para aquel acto y asistié 4 él con Yarugi y algunos otros padres del Oratorio; pero se retiré 4 un rincon de la iglesia-y se puso 4 llo- rar amargamente. Notdé esto Tarugi, y acercan- dose 4 él le pregunt6 la causa de aquel copioso Napto. “Lloro, le dijo Felipe, las virtudes de es- te hijo querido.’’ No comprendié por enténces Tarugi esta respuesta enigmAtica; pero la conduc- ta del joven religioso vino 4 revelar muy pronto su significado. Se Ileg6 4 relajar de tal suerte, que ya no guardaba ninguna de sus reglas, y-aca- bé6 por salirse del convento sin dejar por esto el habito; y emple6 el resto de su vida en vagar por el mundo. Por aquel mismo tiempo vivia en Napoles una doncella llamada Ursula Benincasa, cuya santi- dad era tan afamada en aquella poblacion, que llegé 4 noticias del papa Gregorio XIII, quien la hizo venir 4 Roma y encargé 4 Felipe, .cuyo espi- ritu de discernimiento conocia, la examinase y le diese cuenta de sus observaciones. Nuestto san- 20 to probé por muchos dias su humildad, su pacien- cia y obediencia, afectando no dar crédito 4 sus- éxtasis y raptos, tratandola con apareute despre- cio, y privandola por mucho tiempo de la sagrada eomunion.' ’ Luego que se cercior6 que el espiritu. de Dios guiaba 4 aquella muger, manifest6 su jui- cio al sumo pontifice, y euid6é antes de que vol- viese 4 su patria esta santa joven, de precaverla con sus consejos de los embustes del demonio.’ “Cuando se quiere saber, decia, si el espiritu de Dios guia 4 una alma, es preciso mortificarla. La mortificacion es una piedra de toque, cuyo efecto es infalible.” Asi es que no dejaba de aplicarla 4 tedos aquellos cuya santidad queria calificar para gloria de Dios 6 provecho de otros- El insigne orador Alfonso Lupo, fué 4 predi- ear un dia al Oratorio, y se disponia ya para su- bir ‘al palpito, cuando se le presenté Felipe y le dijo en voz alta miraéndole con un aire muy des- defioso: “Vos sois Lupo, ese predicador afamado, que engafiado eon los aplusos del pueblo, se cre mejor de lo que es; y que se gloria neciamente de subir 4 los pilpitos mas distinguidos de la Euro- pa catdélica? Tened entendido que la Italia po- gee oradores cristianos que og aventajan mucho en doctrina y santidad.” El virtuoso Lupo no se desconcerté con aquel apéstrofe tan inesperado y humillante: antes bien se arrodillé 4 los piés del santo, y le dijo llorando: “Es cierto lo que decis, padre mio;y os estoy muy reconocido por —339— el servicio que me haceis en abatir mi indomable: orgullo.” . Encantado Felipe de.ver en aquel hom- bre tanta humildad y tanta afabilidad, se. apresu- ré 4 levantarlo, y le dijo abrazéndole con ternu- ra: “Sois un sacerdote digno de anunciar la pa- labra de Dios; y su Magestad bendeeiré siempre vuestro ministerio. Id pues, y rogad al Seftor por mi.” Habia enténces en Roma un tercero de la érden de.San Francisco, que gozaba de una alta reputa- cion de santidad. El cardenal Cusano, protector de esta religion, le envié un dia 4 nuestro santo para que le probase, segun se lo tenia ya encargado. Felipe al verle entrar, le mir6 de arriba 4 bajo, y dijo con un tono de desprecio: “jQué casta de hombre es este?” En seguida le presenté su bol-_ sa diciéndole: ‘“Tomad de dqui lo que querais.” Gozoso con esta humillacion el buen religioso, y deseando todavia aumentarla, se arrojé sobre la bolsa con cierta ansiedad, y fingié querer tomar todas las piezas de moneda que contenia, aunque al fin no tomé ninguna. Not6lo Felipe, y dijo 4 uno de los suyos: _‘“Parece que mas necesita de pan que de dinero: id 4 traer algo con que satisfa- ga su necesidad.” lLuego que trageron el pan, comié aquel hombre algunos bocados de una ma- nera voraz, y eché el que le sobré en su saco. “Querria saber, le dijo Felipe, cual es vuestra ora- cion.” El Je rez6 con un aire neciola oracion do- minical, Todo este manejo agradé demasiado & —340— nuestro santo, y no pudo dudar que aqduel hom- bre tenia una virtud solida, Para acabar la prue- ba, le dijo bruscamente que se fuera. Despues escribié al cardenal diciéndole que una virtud tan humilde y tan paciente, no dejaba lugar 4 que se sospechase de ella, y que con toda seguridad po- dia decirse que aquel hombre era un santo. Los consejos que daba este maestro consuma- do 4 los directores de almas, iban siempre marca- dos con el sello de una admirable sabiduria. El lector podra juzgar de ellos por los pocos que nos han conservado sus historiadores. ‘Hay algunos directores, decia 4 sus padres, que no conocen otro. aliciente que el que Dios les ha dado, ni otro ca- mino para las almas que el que ellos siguen: y quieren que por bien 6 por mal, todos sus peniteri- tes. pasen por él. No imiteis semejante ejemplo. EI que obra de esta suerte, usurpa los derechos del Espiritu Santo; expone alas almas 4 estra- viarse, y detiene sus progresos en la virtud, suje- tando sus movimientos espirituales. Hay tam- bien, afiadia, otro mal que temer, y es el dejarles libertad de hacer cuanto quieran. En este dificil camino es preciso ir paso 4 paso, so pena de ago- tar las propias fuerzas, y ent6nces detenerse, 6 ir para atras: por otra parte, un fervor poco pruden- te nace por lo comun de un principio de orgullo. Por ultimo, conviene que la alma descanse algu- nas veces, y se ensefie 4 someter su entendimien- to y voluntad. : —3i— “No aprobaré jamas, decia, que los penitentes- muden de confesor sin que haya motivo suficien- te para ello. De esto resultan mas inconvenien- tes que ventajas; y de aqui es que convie- ne no recibir & aquellos que vienen 4 uno sin un motivo legitimo, y volver 4 enviar 4 su primitivo confesor 4 los que se habia recibido por-una utili- dad pasagera.” Asi lo hacia él mismo en seme- jantes casos. Nero de Nigri se confesaba ordina- riamente con un religioso servita, y Felipe le reci- bi6é durante una enfermedad de su confesor: pero luego que este sand hizo que volviese 4 él.* Alto- bello, Canénigo de San Marcos, se puso bajo la di- reccion de nuestro santo, durante un viaje que hi- zo & Polonia el Padre Bordini, su confesor habi- tual; y le agrad6 tanto el modo de Felipe, que ya no. queria dejarlo cuando volvié su director; pero el santo no fué de este parecer. Desde la mafia- na siguiente al dia de su llegada, dijo al canénigo que venia 4 confesarse segun su costumbre: “;Ha- beis visto é vuestro padre espiritual?---No, respon- dié este.---Pues bien, repuso el santo, es preciso que’ vayais 4 verle y: que os pongais de nuevo bajo su direccion.—-Quiero mejor quedarme con vos, le dijo Altobello; os ruego me dispenseis esta gracia. --Seré siempre vuestro amigo, respondi6é Felipe, pero conviene que os volvais con Bordini.” Le gustaba ver 4 los casados escoger libremen- te & un mismo confesor; porque decia, le es mas facil 4 este hacerlos vivir en buena armonia. Re- —34I— comendaba mucho 4 los penitentes que aspiraban 4 la perfeccion, que se conformasen en’ todo con Ja voluntad de su confesor; que no procurasen niin- ca el hacerlos pensar como ellos en ninguna cosa; que no se permitiesen interpretar sus pareceres; y sobre todo, que nanca emprendiesen ninguna ma- ceracion sin haber antes obtenido su licencia. Tamipoco aprobaba que hiciesen voto alguno sin prévia consulta de su director, y decia que en es- to debian proceder los confesores con mucho tien- to. Fundaba este dictamen en aquellas palabras del Eclesiéstés: “Vale mas no hacer voto algu- no, que ‘hacerlo y no cumplirlo (Eccles. 5, 4).” Era enemigo de la inconstancia, y queria que cada uno permaneciera en su estado, mientras en él no hu- biera ocasion de pecado.” «Se busea la perfec- cion? decia; puesesta se puede adquirir tanto en medio del siglo, como en la soledad del claustro, y no hay profesion honesta que sea incompatible con el servicio de Dios.”” Muchos de sus discipu- los se hallaban empleados en las cortes de los principes, en las que vivian virtuosamente; y cuan- do alguno quiso desprenderse de ellas, ninca lo consintié. Este grande hombre que formé una multitud de religiosos, tuvo tambien muchos peni- tentes, que con placer de él vivieron santa- mente en el seno de sus familias. Darén 4 co- nocer su espiritu sobre el particular algunas de las mfximas que le eran familiares. “Es init consultag, decia, cuando se quiere pasar de un es- —343— tado malo 4 otro bueno; pero para cambiar uno bueno por otro mejor, es ;necesario pensarlo mu- | cho, consultarlo y pedir 4 Dios suluz. Lo que es mejor en si, no puede serlo para todos. Es una ilusion creer que tiene uno derecho de pasar de un instituto 4 otro, cuando este altimo es mas per- fecto. Para hacer tal cosa, es necesario saber si tal es la voluntad de Dios.” Ningun confesor di- rigia con mas prudencia y sabiduria 4 las muge- res: les exigia precisamente el que se ocupasen en sus trabajos domésticos, y que permaneciesen en- cerradas en sus casas, hasta donde les fuese posi- ble. Una persona quedé admirada un dia de oirle alabar, con un encarecimiento extraordinario, 4 una Sefiora de Spoleto, y le pregunt6 el motivo porque la elogiaba tanto, y respondié: ‘La alabe porque hila Jana.” Esta respuesta provocé la ri- sa de su interlocutor; pero el siervo de Dios le ci- t6 aquellas palabras del Espiritu Santo en el libro de los Proverbios: “La muger fuerte ha hecho grandes cosas, porque sus dedos manejaron el hu- so.” Bastalo dicho para hacer resaltar la pra- dencia y discrecion de este gran santo. —344— PO LIPLIPL PALI DLO LDL DDD DD OLLOLIOLILLOL PDI LEIS CAPITULO XXX. Arroja Felipe los demonios, aparece 4 los au- sentes y resucita un muerto. «ES QD IN embargo de que repugné Siempre 4 nuestro santo todo lo que pudiese gran- gearle la estimacion de los hombres, se ASS /vié no obstante algunas SS veces obligado 4 fobrar prodigios que indicaron manifiestamente el poder que el Cielo le dispensaba. Confirmen los hechos lo que acabo de decir. Le trajeron de la Campa- nia 4 una joven llamada Catarina, para que la li- brase con sus oraciones de un demonio que la po- seia. Esta posesion se manifestaba de un modo que no dejaba lugar.4 la duda: porque aquella muger 4 pesar de no tener ningunos principios, se esplicaba facilmente en griego y en latin: y eran ‘ @ —345— tales sus fuerzas fisicas, que no la. podian conte- ner muchos hombres de completa robustez. Cuan- do el santo mandé que se la llevasen, ella lo su- po 4 pesar de su ausencia, ydecia: “Ese padre manda que me lleven;” huyd al momento, y, se fué & ocultar en el mas secreto rincon, de la hospederia, siendo necesario conducirla por me- dio de Ja violencia 4 la iglesia. No necesité nues- tro santo de ocurrir 4 los exorcismos para librar aquella muger. Hizo llevarla 4 laiglesia de San Juan de los Fiorentinos, y se puso en oracion. Esto fué lo bastante para que el'tirano que opri- mia aquella infeliz, huyése y la dejise libre para siempre. Lucrecia Cotta padecia ya, despues del largo espacio de Ocho aiios, un maleficio que causaba lastima el verla, Unas veces volteaba sus ojos de un modo espantoso, y otras quedaba ciega completamente. Experimentaba tambien unas convulsiones tan terribles, que no eran suficientes 4 contenerla muchas mugeres juntas. No comia ni dormia, y estas privaciones unidas 4 sus sufri- mientos, la habian reducido 4 un estado de ma- Tasmo, que mas bien parecia un espectro que una muger. En esta extremidad, se hizo llevar 4 la iglesia del Oratorio, para llamar 4 Felipe y suplicarle la confesase. El santono pudo ménos que compadecerse de ella, al ver la miseria de su estado; pero esta compasion fué mucho mayor luego que oy6 la relacion de sus padecimigntos. —346— Lleno de lastima, para con aquella muger, le tocé con una mano los ojos, y con la otra el corazon. Este san6 al momento, pero parecié aumentarse el mal de los ojos; porque la-muger exclamé: *iAy padre mio! ya no veo absolutamente; me habeis cegado.--Tened una poca de paciencia, hija mia, le respondié el santo; y vuestros ojos volverén 4 ver la luz.’ En efecto, una hora des- pues se verific6 el milagro tan perfectamente, que desde enténces goz6 de una vista perfecta. Poseia el demonio 4 una muger de Ausbourg, y la trajeron sus deudos a Roma, 4 donde se encon- traba su obispo el cardenal Ottontruchséz, quien la hizo llevar.é la iglesia de Santa Cruz de” Jerusa- len, y ordené que laexorcizasen en presencia de Felipe, y de algunos otros de sus padres. Man- dé el prelado descubrir el sagrado Lefio de la verdadera cruz, y luego que le vid la energimena se sintid atormentada horriblemente, creyendo to- dos los que la observaban, que el demonio iba ya 4 dejarla; pero se qued6é como siempre, sin que hiciesen efecto alguno los exorcismos. Recurrié enténces el cardenal 4 nuestro santo, y le rogé se compadeciese de aquella miserable. Este co- menzé por decir en alta voz, que aquella muger no se hallaba aiin libre, 4 causa de la incredulidad de tino de los asistentes. En seguida se diripi6 al demonio, y le obligé 4 que declarase el dia en que debia de salir de aquella muger. Obedecié aquel monstruo, y dijo en alta voz que saldria tal —347— dia, En efecto, llegado este plazo, fué la muger 4la iglesia de Santa Maria de los Martires, y alli se vié libre del demonio, el cual no volvié ya 4 molestarla, Es de presumirse que tal seria la érden que le di6é nuestro santo en lo privado, hu- yendo del honor que debia traerle este golpe dé autoridad.- Entré un dia Felipe 41a Basilica de Letran, para venerar las sagradas cabezas delos santos Apéstoles Pedro y Pablo, y oyé cerca de si los ahullidosde un energimeno. Dirigiése inmediamente 4 dl, le to- m6 de los cabellos, y le escupié el rostro, dicién- dole: ‘jNo me conoces tiY-—-jAy de mi! Si te conozco, ti eres quien siempre me aflije.” Al mismo tiempo cayé en tierra el poseso y perma- necié por algunos instantes como muerto. Que- daba ya libre de} tirano, sin duda alguna por 6r- den de nuestro santo, quien al ver que acudia una multitud, huyé prontamente y se fué 4 ocul- tar 4 su morada, para escapar de gus aplausos. Era tal su imperio contra los espiritus malig- nos, que cuando éstos impedian & sus pobres vic- timas confesar y comulgar, bastaba una érden su- ya para que cesase esa oposicion. Puedo probarlo con algunos ejemplos. Se presenté un dia 4 la sa- grada mesa en la iglesia del Oratorio, una muger poseida, y cuando Llegé su vez de comulgar, se resistia 4 recibir la sagrada forma. Felipe que estaba confesando no léjos de alli, supo por reve- lacion la que pasaba, y se fué al comulgatorio, y —348— puso su mano: sobre la cabéza de la muger. No fué menester mas para que cesaSe aquella re- pugnancia y la muger comulgara*devotamente. Otra, vez la llevé uno.de sus parientes 4 ‘tonfesar- se con el santo, quien avisado de ello*‘por el sa- cristan, se neg6 4 bajar 4 la iglesia,”diciendo: Qué quereis que haga yo con esa pobre posei- da? decidle que se vaya.” Luego, movido de compasion, mudé de parecer y dijo: ‘Pero no, que,me aguarde.” lLuego que aquella muger se acercé al confesonario, se puso 4, temblar y fué necesario llevarla 4 él & viva fuerza. - Entonces Je dijo Felipe con una voz dulce y animosa: ‘Ve- nid, hija mia, venid 4 confesar 4 Jesucristo.” Al momento se arrodill6, hizo su confesion, acercan- dose en seguida 4 la sagrada mesa, donde recibié la comunion de mano del santo con una tranqui- lidad que admiré 4 los asistentes. “*” Nada era mas insoportable al demonio, que verse obligado 4 obedecer 4 este grande hombre, y de aqui es que manifestaba la mas viva indig- nacion, cuando le trataba de una manera despre- ciativa. Uno de los padres del Oratorio estaba exorcizando un dia 4 un energtimeno, y no pa- recia sino qué el demonio se burlaba de su _auito- ridad. Estaba presente Felipe, y mand6 azotar 4 ese espiritu soberbio en las espaldas de su vic- tima. Ultrajado el demonio con esta afrenta, se le aparecié al santo la noche siguiente, y le ame- naz6 de un modo terrible por haberle tratado tan —345— vil yafrentosamente,** No le incomodaba ménos ver que se servia de sus discipulos para arrojarlo, en lugar de hacerlo él mismo, y procuraba ven- garse de ellos, siempre que podia: Hé aqui un ejemplo. Uno de ellos, despues de haber exor- cizado cierta ocasion 4 un energdmeno, quiso cla- var un clavoen un lugar elevado, y el demonio sacudi6 el banco sobre que habia subido, y le hizo caer en tierra: mas el joven se levant6 bueno y sa- no, con gran disgusto de su enemigo, que se quejé por boca del energimeno de no haberlo podido Matar. Aun era del nimero de los vivientes Felipe, y ya se aparecié 4 muchos de sus amigos ausentes, bajo una forma visible, cuando tenian necesidad de su asistencia. Uno de los. padres 4 quienes habia encargado el cuidado de Ballicella, mién- tras él permanecia en San Gerénimo, estaba su- mamente disgustado, porque le parecia‘ no des- empefiar bien su empleo. Se acosté una noche con el corazon Heno de amargura, y durante mu- cho tiempo le fué imposible dormirse. La_puer- ta de su:cuarto estaba cerrada, asegurada inte- riormente con un pasador de hierroy y con sor- presa suya la vié abrirse repentinamente, y entrar por ella 4 su bienaventurado ‘padre, que acercén- dose 4 su lecho le pregunté cémo se hallaba. “Mi cuerpo est bueno, le respondi6, pero no esta asi mi alma.” Felipe entonces le bendijo, diciéndole al mismo tempo: “La paz sea con vos.” Y desa-

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