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Resumen
El interrogante que será eje de nuestras reflexiones será plantear de qué hablamos cuando ha-
blamos de enseñanza de Educación Física en la escuela. Ahondaremos en su etimología y en las
distintas concepciones con que se la fue interpretando a lo largo de la historia. En este sentido,
sostenemos que la enseñanza estuvo siempre ligada a la idea de educación.
Actualmente se la entiende como práctica social, situada, compleja, política e intencionada. A par-
tir de esta visión se fue conformando un complejo campo interpretativo, y en este punto sumamos
nuestras reflexiones procedentes de la práctica misma. Al abordar la enseñanza pondremos la
atención en aspectos que le dan cuerpo tales como metodologías, estilos, modos y estrategias;
interpretándolas como resultado de una decisión deliberada de actuación, a los fines de promover
aprendizajes.
Para finalizar aportaremos algunas reflexiones que tienen la intención de dejar una puerta abierta
para seguir pensando la enseñanza dentro del marco de la práctica profesional docente.
Consideraciones conceptuales
Tratar de definir la enseñanza no ha sido sencillo, y menos aún compartir con el lector nuestras
reflexiones sobre este complejo campo, con la intención de que le sea de utilidad al momento de
mirar y analizar la propia práctica. Sin embargo, consideramos que esta mirada y este análisis son
imprescindibles cuando se trata de un hacer en permanente construcción que se encuentra cir-
cundado y atravesado por cuestiones internas y externas que lo afectan.
Definir el campo de la enseñanza, o delimitarlo según enunciados precisos, trasluce una tarea
cuidadosa y compleja al develar significaciones y sentidos que se le otorgan, tanto desde la teoría
como desde el colectivo profesoral. En otras palabras, al definir se seleccionan algunas cuestio-
nes mientras otras quedarán sin ser presentadas, no por ser menos importantes sino porque se
trata de un campo problemático que imposibilita su total transparencia.
De inicio exponemos ciertos interrogantes: ¿Qué significa enseñar? ¿Qué se entiende por ense-
ñanza de la Educación Física en la escuela? Preguntas que de algún modo nos llevan a interpe-
larnos acerca de un hacer cotidiano que implica observar escenarios, revisando teorías y escu-
chando distintas voces, en particular las teorías y las voces de aquellos que son responsables de
poner en acto la enseñanza.
En distintas épocas una pluralidad de significados y sentidos que nos traen a un hoy fue configu-
rando a la enseñanza en línea con los tiempos y espacios en los que esos decires se pronuncia-
ron. Estos tiempos y espacios, a su vez, fueron impresos por una manera social y cultural de pen-
sar la educación, además de que quedaron ligados a movimientos y enfoques políticos y econó-
micos de los cuales la enseñanza ha sido, preocupación. Una enseñanza sujeta a lo educativo,
que se inicia históricamente como asistemática, natural y espontánea: que con la evolución del
pensamiento, pasa a plantearse como metódica, ordenada, precisa y claramente intencionada, es
decir, sistemática.
Comenzamos señalando a la edad Antigua como principio de la enseñanza asistemática, situando
las concepciones y prácticas educativas en las milenarias culturas indias, china, egipcia, hebrea,
griega y romana. En la cultura hindú la educación se relacionaba directamente con una visión an-
tropológica y cosmológica del mundo, por lo que tendía a la búsqueda del perfeccionamiento libe-
rador del hombre de la ignorancia y de los condicionamientos existenciales.
En China por su parte y siguiendo los postulados de Confucio, la concepción de educación era un
proceso de reconocimiento de la realidad de las cosas y del hombre. Esta concepción se inscribía
con carácter pragmático y utilitario, diferenciándose de la anterior que acentuaba lo espiritual y
religioso.
Para los egipcios la instrucción apreciaba la “ciencia” para la conquista de honores y fortuna. La
educación era clasista y diferenciada de acuerdo a la clase social a la que se pertenecía. La fami-
lia era la responsable de la educación de los descendientes, aunque el Faraón, máximo soberano,
delegaba en tutores la educación de sus hijos. Los hijos de las familias económicamente pudien-
tes, aprendían literatura, matemática, escritura y gramática. A la educación solo tenían acceso los
hijos de escultores y pintores por dominar la lectura y la escritura, además de ser los encargados
de la elaboración de documentos en papiros y “jeroglíficos” que se registraban en representacio-
nes pictóricas. Pescadores y agricultores enseñaban a sus hijos los oficios que dominaban y los
esclavos eran no letrados.
La educación hebrea tiene sus orígenes en lo religioso. Su fin y objetivos se traducían en el cum-
plimiento de la voluntad de Dios según lo prescripto en la Ley Torah (o Torá). Es Dios quien ilumi-
na y guía al pueblo ayudado por el hombre. En los primeros años la educación se encomendaba a
la madre, mientras al padre le correspondía transmitir el legado religioso y la instrucción de los
conocimientos elementales, costumbres, conducta moral y tradiciones nacionales. Los sacerdotes,
además de las unciones de culto, instruían al pueblo sobre la historia del designio de Dios,
desempeñando un papel importante en la educación.
Durante el primer milenio a.C. en Grecia se desarrolla la paideia como proceso de transmisión de
valores y de saberes requeridos para ejercer los deberes cívicos. Esta comprendía estudios en
retórica, poesía, gimnasia, matemáticas y filosofía. Por su parte los romanos recuperaron de la
paideia griega la llamada humanitas (siendo Cicerón su principal impulsor), la cual tendía a la for-
mación e instrucción en las artes liberales. En este contexto, Humanitas significaba cultura, edu-
cación y pedagogía propias del hombre libre, e implicaba el desarrollo de cualidades hacia un ser
verdaderamente humano que lo diferenciaba del bárbaro.
Del siglo XVII se destaca la obra de Juan Amós Comenio, “Didáctica Magna”, editada por primera
vez en el año 1630. Al respecto Rodríguez (2017) menciona que es una
obra que contiene ideas fundantes para la educación de la época y
algunos de sus legados aún subyacen en los discursos y las prácti-
cas educativas. Las concepciones que sostiene se basan en princi-
pios tales como honestidad, religión y ciencia. (...) Formula requisitos
y los fundamenta acerca del modo de enseñar y aprender, (...) de lo
general a lo particular, de lo fácil a lo difícil, los contenidos debían
ser convenientes a la edad o a la razón del método. (...) El método
es único y aplicable a las ciencias, a las artes y a las lenguas… (tex-
to en prensa).
Acercándonos a la actualidad, y ya visualizando a la enseñanza como propuesta sistemática con
ciertos rasgos que la distinguen de lo expresado hasta aquí, recurrimos a fuentes tales como la
RAE. Desde esta fuente, “enseñanza” es la “acción y efecto de enseñar”, y enseñar remite a “mos-
trar [algo]’ y ‘hacer que alguien aprenda [algo]’”.
Según Ander-Egg, enseñanza proviene del latín “insignare” (señalar, significar, dar signo de algu-
na realidad, mostrar a través de signos); así, el término “hace referencia al hecho de exponer o
mostrar algo. (...).Orientación, guía, indicación o señalamiento que alguien hace a otra u otras
personas” (2012: 101). Para el Diccionario de las Ciencias de la Educación, por su parte, “Ense-
ñanza significa mostrar algo a alguien. (...) acto en virtud del cual el docente pone de manifiesto
los objetos de conocimiento al alumno para que este los comprenda…” (1996: 530).
Según las distintas fuentes bibliográficas consultadas, la enseñanza señala caminos a seguir y, en
forma genérica, es presentada como acto y acción de señalar, mostrar, exponer. La interpretación
de estos enunciados permite percibir también la presencia de dos personas, uno que enseña y
otro que aprende. Palabras de Fenstermacher (1989: 153) fortalecen nuestra interpretación al de-
finir a la enseñanza como “un acto entre dos o más personas –una de las cuales sabe o es capaz
de hacer más que la otra– comprometidas en una relación con el propósito de transmitir conoci-
miento o habilidades”. Abreviando lo que sostiene el autor, este accionar establece una relación
directa entre una persona que posee conocimiento (y lo transmite o imparte con intención educati-
va), y otra que carece del mismo.
Durante la enseñanza, desde nuestro posicionamiento, se entabla un vínculo entre ambos sujetos
que no es directo ni lineal, puesto que hay espacios asimétricos de poder, hay oposición, argu-
mento y contraargumento, consideración de uno y el otro; en otras palabras, la enseñanza va más
allá de un “acto o acción” de transmisión unidireccional con carga intencional, ya que genera una
relación de compromiso con el conocimiento entre los sujetos que enseñan y los que aprenden, el
cual continuamente se construye y reconstruye, implicando dinamismo, alternando momentos de
reflexión, de comprensión, tiempos de elaboración y de resignificación del conocimiento, en vías a
la construcción de un nuevo saber.
Oportuno momento para resaltar el aporte de autoras como Basabe y Cols, que incluyen en el
concepto de enseñanza el de contenido como aspecto para su definición. Las autoras expresan
la enseñanza es siempre una forma de intervención destinada a me-
diar en la relación entre un aprendiz y un contenido a aprender, y por
lo tanto, una actividad marcada tanto por los rasgos del conocimiento
a transmitir como por las características de sus destinatarios. (2008:
126)
De este modo, al ser la enseñanza una intervención intencionada de un sujeto con respecto a
otro, se liga a un qué enseñar, es decir, a un contenido. Distintos caminos se pueden emprender al
llevar a cabo la enseñanza. Cada situación pedagógica es única y no hay recetas preestablecidas
que la conduzcan. Cada intervención está vinculada al momento y situación en que se produce y
construye el conocimiento por parte del aprendiz. Las respuestas de los alumnos obligan e inter-
pelan a los profesores a encontrar, de acuerdo a sus intenciones originales, procedimientos ade-
cuados y oportunos que median entre el alumno y el contenido, instituyendo un clima que favorece
–o no– el proceso de aprendizaje.
Siguiendo la idea de Basabe y Cols (2008), la enseñanza a cargo de un profesor que interactúa
“cara a cara” con los alumnos es un tipo de enseñanza intencionada y sistemática. Sin embargo,
relevamos otros formatos donde los aprendices tienen la oportunidad de aprender de manera sin-
crónica o asincrónica –al mismo o en diferentes tiempos– sin la “presencia” directa del docente: es
el caso de “educación a distancia” y de plataformas virtuales cooperativas y colaborativas como
Moodle y/o Edmodo. En estos casos la enseñanza asistida por una computadora deviene del uso
de material didáctico, y medios de comunicación distantes y virtuales como redes sociales, twitter,
facebook, entre otros.
En la relación presencial, las mediaciones del docente son vastas y variadas y se formalizan en
actuaciones “estratégicas” con la finalidad de despertar motivación e interés ante nuevas tareas
que acontecen entre otras cuestiones al enseñar y al aprender. El encuentro “cara a cara” posibili-
ta obtener información in situ de lo que está sucediendo, movilizando a corregir, motivar, y/o variar
las propuestas sin perder de vista la intención que la guía. Al estar la enseñanza desprovista de
recetas, ni responder a modelos de intervención, este proceder se adecua y varía según las res-
puestas de los alumnos, atendiendo a factores internos y externos que se van presentando y que
repercuten en ese accionar.
Intervenir en forma adecuada y oportuna significa plantear consignas de trabajo precisas y claras
para que sean comprendidas por los alumnos al momento de resolver problemas propuestos. Las
respuestas de los alumnos, según el contenido que se trabaje y la intención que lo impulse, serán
de distinto orden: serán cerradas en el caso del aprendizaje de la estructura de un gesto técnico, o
abiertas si lo que se requiere es la aplicación de esa técnica a una determinada situación, ya que
las respuestas van a depender de las decisiones del alumno o del grupo de alumnos. Ante ambos
casos las respuestas guiarán la enseñanza, en el primer caso corrigendo la ejecución, en el se-
gundo promoviendo y orientando hacia el descubrimiento de su solución. Dicho de otra manera,
intervenir es hablar para que todos escuchen, es captar la atención del grupo y poner el foco en lo
que quiere decirse para que sea comprendido; es presentar y explicar el tema en forma clara para
que los alumnos puedan formarse una idea del trabajo a realizar con el fin de provocar una parti-
cipación comprometida en la tarea. En suma es interrogar, sugerir, orientar, mostrar, explicar, co-
rregir, reflexionar, evaluar, entre otras formas y modos posibles.
La enseñanza se configura entonces posibilitando la apropiación y aprehensión de objetos de co-
nocimiento específicos, y media entre un saber que el alumno posee hacia la construcción y ad-
quisición de un nuevo saber. Se instala así un proceso dialógico de comunicación e intercambio
de pensamientos e ideas.
Etimológicamente, comunicación es “poner en común con otro”. Mediante este proceso se com-
parte con otros sujetos pareceres y puntos de vista, cuestiones que se tienen en común, cosas en
común. Uno de los códigos comunicacionales es la palabra, pero también hay otros como el ges-
tual o corporal. Al hacer uso de la palabra hay elementos que inciden en lo que se quiere comuni-
car, como la voz, el tono, volumen, la musicalidad, los tiempos de pausa, los silencios, las formas
de expresión, los gestos. En su interjuego, estas características van creando lazos intersubjetivos
entre el grupo clase y el docente, y por tanto es tan importante “lo que se dice” como el “cómo se
dice”, elementos que al conjugarse promueven en los alumnos atención e interés, así como una
relación fluida y dinámica entre profesor, alumno y contenido.
Al enseñar se interviene corrigiendo, circulando por el espacio de clase, indicando, controlando la
ejecución de las ejercitaciones y actividades, preguntando, invitando a la reflexión, promoviendo el
interés por el aprendizaje y comprometiendo al alumno con la tarea. Decisiones que se asumen
condicionadas tanto a los contenidos que se han puesto a circular, como a la relación que los
alumnos entablan con las temáticas que se plantean. Si las formas y modos en que se hace uso
de los códigos comunicacionales, resultan adecuadas convocan –o apartan– la voluntad para rea-
lizar la tarea, facilitando u obstaculizando el aprendizaje.
Si bien la propuesta de enseñanza se planifica previamente, al ponerse en acto fluctúa acorde a
emergentes y responde a necesidades peculiares de cada alumno, alejándose del modo en que
se la diseñó. La puesta en acto de una propuesta de enseñanza compone un escenario que per-
mite afirmar que la enseñanza, si bien responde a un esquema, a un diseño previamente elabora-
do, varía al momento de su concreción de acuerdo los vaivenes a los que la someten los sucesos
que acontecen simultáneamente. De ahí que los caminos de la enseñanza sean dinámicos y es-
casamente estándar. Las respuestas de los alumnos, así como lo situado y situacional de este
proceso ofician de causales de esta variación. Cuando las respuestas progresan según lo espera-
do se continúa avanzando; el caso contrario requiere de revisión, ya sea en los modos y formas
de presentar las tareas, analizando el grado de obstáculos propuestos que podrían estar limitando
su superación, reviendo la organización del grupo clase que podría oficiar de límite a la compren-
sión, participación y demás factores concurrentes que se ligan a los procesos de enseñar y de
aprender.
Continuando la línea reflexiva desarrollada hasta aquí surgen otros interrogantes. Por ejemplo,
cuando se enseña Educación Física, ¿se puede enseñar de la misma manera todo tipo de conte-
nido, por ejemplo una técnica y/o un juego? ¿Se puede enseñar una técnica solo desde la expli-
cación sin dar la oportunidad de “verla”, sin mostrarla? Siguiendo este ejemplo y pensando en los
avances tecnológicos, los videos, celulares y computadoras, ¿son herramientas adecuadas al
momento de la enseñanza? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué tipo de intervención habría que
asumir? ¿Qué tipo de aprendizajes admiten ser abordados de manera virtual? Estos interrogantes
admiten variedad de respuestas, y dependen del tipo de saber que se intente promover como
también del posicionamiento que se tenga con respecto a la enseñanza. No obstante aproxima-
mos un aporte: si lo que se pretende es informar en general se tiende a la reproducción, todo tipo
de contenido podría ser tratado mediante este tipo de recurso. En cambio, se requiere y se necesi-
ta del encuentro con el alumno si lo que se intenta es promover experiencias corporales y la ad-
quisición de un “capital cultural” que facilite inserción social, el desarrollo de espíritu crítico y la
toma de decisiones, así como comprender la importancia que reviste el trabajo colaborativo para
resolver situaciones. En ese caso, por tanto, su uso es inapropiado, ya que además de dejar au-
sente el desarrollo de la disponibilidad corporal atenta contra aspectos formativos tales como soli-
daridad, el compañerismo, la aceptación de la diferencia, la visualización de otros puntos de vista
para resolver un problema e intercambio defendiendo argumentos y promoviendo el estableci-
miento de acuerdos que inciden en significaciones y sentidos para una actuación reflexiva, crítica
y transformadora. A título de simple ejemplo, durante la enseñanza de un juego deportivo el pro-
ceder será distinto si lo que se intenta es el dominio de una técnica a si lo que interesa es que se
aprenda a jugar de acuerdo a la lógica del deporte seleccionado.
Al ser un medio al que se apela para facilitar el encuentro con una solución posible, la selección
de un recurso determinado no tiene por qué excluir el uso de otros, ya que los procedimientos di-
dácticos se complementan y facilitan la relación entre el sujeto que aprende y el contenido puesto
a circular.
Abreviando conclusiones para este apartado, la enseñanza de la Educación Física en la escuela
tiene como base y sustento la circulación de saberes específicos para la promoción de nuevos
saberes. En sentido tradicional y clásico, esos saberes proceden de la/s gimnasia/s, deporte/s –
incluida la natación–, vida en la naturaleza y juego/s. A mayor conocimiento de los objetos propios
de la disciplina, más libertad se le brinda al alumno en su recorrido hacia un nuevo saber. Sin em-
bargo, conocer en profundidad un contenido no resuelve la problemática de la enseñanza, puesto
que además se requiere de la concurrencia de saberes procedentes de otros campos (como la
sociología, psicología, anatomía, fisiología, didáctica, pedagogía, por nombrar los más notorios y
específicos).
Las intervenciones docentes no son estrictamente acciones que conducen a un fin: no se trata de
pensar a la enseñanza como una racionalidad práctica kantiana, ni del deber ser en sentido moral,
sino de prácticas profesionales signadas por sustentos epistémicos disciplinares y didáctico-
pedagógicos, adquiridos y construidos durante la trayectoria profesional. Sin embargo, estas inter-
venciones también están íntimamente ligadas al posicionamiento político, social y cultural que se
asume al desempeñar el rol.
A modo de cierre
Planteamos a lo largo del recorrido de nuestra escritura que la concepción de “enseñanza” se vin-
cula a lo que en un tiempo y espacio se entendió –y se entiende– acerca de educación y socie-
dad. Situando esta práctica en el ámbito escolar, la caracterizamos como deliberada, intencional y
situacional. Práctica profesional docente cuya responsabilidad ética y moral, sin desconocer su
constitución pedagógico-didáctica, se instituye cultural y socialmente con el fin de generar apren-
dizajes que no solo incluyan, respetando disponibilidades y peculiaridades, sino que tiendan al
desarrollo de un pensamiento y actitud crítica que faciliten elegir con fundado argumento prácticas
corporales como estilo de vida.
Complejo campo el de la enseñanza, atravesado por situaciones que lo invaden y condicionan; y
que connotan en el hoy con mayor signo y desafían a un despliegue de prácticas de la enseñanza
acorde con los tiempos. Tiempos de cambios vertiginosos abrumados por infinidad de voces que
llevan a que esta práctica política responda al derecho a aprender, brindando igualdad de oportu-
nidades.
Al destacar que la enseñanza no se registra en modelos ni recetas, pretendemos que lo aquí di-
cho sirva solo como inicio de un camino para continuar diciendo. Camino que se hace al andar,
como dice el poeta, y que en este caso es trazado por la voz autorizada de los docentes, que tie-
nen mucho más para decir debido a la cotidianidad de su labor. Con este aporte nosotros nos
atrevimos y abrimos solo una puerta para seguir pensando. Al pensar que muchas más puertas
quedan por abrir, los convocamos a su apertura.